Birdeo, un viaje rural por el paralelo 40

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El lugar elegido no era cualquiera: el Parque Nacional de Monfragüe y el nuevo alojamiento rural que ha rehabilitado la Diputación de Cáceres, Haza de la Concepción, un hotel rural de 4 estrellas en una dehesa única dedicada a la conservación y mejora de las razas ganaderas autóctonas de la provincia de Cáceres. No, no es un mal sitio para presentar Birdeo.

¿Qué es BIRDEO?
Es una red de ecoturismo rural creada por 4 entidades privadas especialistas en turismo de observación de la naturaleza y un fuerte arraigo con el mundo rural.
Es un proyecto que nace con financiación de la Secretaría de Estado para el turismo del Gobierno de España, a través de los fondos Next Generation y se enmarca en la segunda convocatoria de ayudas Experiencias España.

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Un desayuno extremeño es un plato de migas para recibir a los invitados, toda una declaración de intenciones.

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Este proyecto tiene como objetivo la creación de una oferta turística basada en el turismo de observación de la naturaleza y el conocimiento de la cultura rural, favoreciendo un modelo de viaje que conecte al viajero con anfitriones locales que habitan los paisajes por los que se viaja. Y empezamos con una pequeña ruta por la finca de la Haza

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La empresa de turismo activo Viendo Verde, colaborador del proyecto Birdeo, se encarga de guiarnos; Alejandro Palomo, su gerente, nos explica el entorno en el que estamos

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Monfragüe siempre te sorprende y una visita guiada lo hace mucho más interesante.

BIRDEO propone viajes para observar fauna, paisajes espectaculares, momentos biológicos únicos, pero también con los que descubrir la artesanía, la gastronomía, el folclore, las actividades del sector primario que construyen los paisajes.

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Haza de la Concepción es la finca que utiliza la diputación provincial en modo experimental, que ha sido tradicionalmente un espacio de innovación agropecuaria y social, conserva los antiguos secaderos de tabaco y pimiento que son una joya arquitectónica, hoy convertidos en centro de interpretación.

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Desde Birdeo afirman que el turismo responsable genera un impacto positivo en los territorios que acogen una de las mejores representaciones de biodiversidad y cultura rural de España, para ello, creen imprescindible generar una red de colaboradores locales que formen parte imprescindible de las experiencias.

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BIRDEO propone viajes para observar fauna, paisajes espectaculares, momentos biológicos únicos, pero también con los que descubrir la artesanía, la gastronomía, el folclore, las actividades del sector primario que construyen los paisajes.

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Ahí está el equipo de Monfragüe Vivo, la empresa que lidera el proyecto Birdeo en Extremadura.

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Y de vuelta al hotel para seguir con el programa de la jornada. Día Birdeo.

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Los productores locales son una parte esencial de la experiencia que proponen. Aprovechar las Denominaciones de Origen es clave para que se convierta en una vivencia multisensorial. Hoy han venido los responsables de la DOP Torta del Casar

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Una cata de quesos con Torta del Casar después del paseo es éxito seguro.

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La Torta del Casar es un queso natural, elaborado mediante métodos tradicionales a base de leche cruda de oveja procedente de ganaderías controladas, cuajo vegetal y sal. Como todos los quesos del mundo, nace de la necesidad de conservar la leche, ya que la única forma en que antiguamente ésta podía ser preservada de su deterioro, era a través de su transformación en queso, lo que permitía su consumo a lo largo del año, su transporte en viajes y su comercio.

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Raúl Virosta recuerda la filosofía Birdeo que se sustenta en los productos locales

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Una cata con Javier Muñoz, director de la DOP Torta del Casar, es una experiencia que no olvidas; Javier es parte del milagro de que la Torta del Casar se haya convertido en el ‘Sabor de un territorio’

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Acompañar, maridar dicen ahora, la torta con cava extremeño le da un punto sublime. Un delicado brut de Bodegas Ruiz Torres de Cañamero

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No sobra nada, no creáis. Una Torta del Casar no hay que dejarla. Las caras lo dicen todo.

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De aquí al restaurante Zagala del hotel con un delicioso menú. El restaurante es un homenaje al folclore extremeño a sus telas y colores y a la gorra de Montehermoso.

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Exquisiteces que terminan con un postre siempre. Sabores a tierra.

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BIRDEO contará con una plataforma de comercialización (marketplace) que se convertirá en un escaparate privilegiado para las personas que quieren viajar disfrutando de experiencias rurales innovadoras.

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La experiencia Birdeo continúa con un concierto inmersivo que nos ofrecen tres hermanos músicos, son de Mérida y nos cautivaron inmediatamente. Una digestión calma con los ojos cerrados.

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Buscando el guiño local, los diseñadores de la marca ‘100 colores 100’, los julianes, ubicados en Serrejón, nos desvelan su proyecto y nos cuentan su historia.

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Los socios del proyecto son 4 entidades privadas ubicadas en diferentes comunidades autónomas de la zona centro de la península ibérica, cubriendo así el amplio territorio del paralelo 40 donde se encuentra una de las mejores representaciones de biodiversidad de Europa, con presencia de especies de fauna emblemáticas y destinos rurales de gran interés turístico. Pero, además, el territorio BIRDEO guarda una magnífica representación de las raíces del mundo rural y la cultura de España.
Los socios fundadores del proyecto son:

  • Numenius Tours de la Comunidad Valenciana.
  • Inspirience de la Comunidad de Madrid.
  • Birding Ávila radicada en las provincia de Ávila.
  • Monfragüe Vivo de Extremadura
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La jornada va terminando. En el viejo poblado de la finca, donde se sitúan los secaderos, Birdeo desvela sus últimas intenciones: quieren que BIRDEO se convierta en la plataforma de ecoturismo rural de referencia en España.

De los 4 socios, tres de ellos son agencias de viajes lo que permite dar cobertura a iniciativas locales de empresarios que quieren ofrecer escapadas turísticas y viajes, pero no cuentan con una agencia de viajes que comercialice sus productos, convirtiéndose así en una solución para canalizar el emprendimiento de los territorios rurales.

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Terminar la experiencia con un músico de la naturaleza, un mago de los sonidos, Carlos de Hita, un maestro en capturar los sonidos, las conversaciones que nos rodean. Escuchar la naturaleza también es Birdeo.

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Esto es Birdeo, una idea sencilla pero efectiva: trabajar para la generación de acuerdos comerciales con agencias de viajes de España y de fuera de nuestro país con el objetivo de establecer colaboraciones que potencien la venta de los productos BIRDEO garantizando un impacto económico en los territorios rurales y los colaboradores locales. Generar territorio, compartir riqueza. Agradecidos desde @AndandoExtremadura de poder haber participado en el arranque de un proyecto que nace de la madurez y la experiencia de sus promotores, con quienes llevamos años compartiendo momentos, y del nacimiento de un alojamiento rural excelente que afianza la categoría de nuestro mejor territorio natural, el Parque Nacional de Monfragüe, Reserva de la Biosfera y destino turístico Starlight. Largo futuro a Birdeo.

©vicentepozas2025

Tupío, un proyecto que sabe a tierra

La antigua residencia solariega de Roso de Luna, en la vieja Nacional V a las puertas de Miajadas, ha tenido muchas vidas, la última es un agradable descubrimiento que ha nacido no ha mucho tiempo.

Es el complejo turístico ‘Finca La Desa’ (sí, de dehesa) que cuenta con un hotel, terraza, cafetería-restaurante y el espacio gastronómico Tupío, un restaurante de autor con una sorprendente carta que propone un homenaje a Extremadura en toda su extensión: tierra y fuego. Un viaje por los sabores más arraigados de nuestra memoria: leche de oveja, setas, queso, dulces… para potenciar las carnes protagonistas de un menú a base de carnes de perdiz, conejo, gamo, gallo, jabalí, pichón, paloma torcaz o liebre. Puro campo. Y un agradable guiño a la lengua extremeña. Bien llegau, te dicen al entrar.

La familia Laura Otero, firma dedicada desde comienzos del s XX a la electricidad, decidió hace años diversificar las líneas de negocio y su última apuesta ha sido este complejo que cuenta con un hotel rural de cuatro estrellas, salones para todo tipo de eventos, cafetería y dos restaurantes (uno de ellos de autor) O de autores; tres jóvenes que están al frente de su funcionamiento: Guti Moreno es el jefe de cocina, Mario Fernández es el sumiller y jefe de sala e Iratxe Plaza la responsable de comunicación, tres profesionales que dejan su sello particular desde el momento que entras por la puerta. Detrás de ellos un equipo muy agradable que hace que la experiencia en Finca La Desa sea más que recomendable.

El otro proyecto del grupo, también agroturístico, es la quesería Pastovelia en Almoharín, con quesos de cabra y oveja y un Centro de Interpretación de la DO Torta del Casar; una fábrica orientada a la concienciación social por mantener aquellos productos que, tanto en el pasado como en el presente, juegan un papel importante en la tradición de una cultura, como ellos mismos señalan en su web. Una apuesta por el turismo de experiencia.

Tupío, Del campo al fuego y del fuego a la mesa

Así se presentan ellos. El espacio Tupío es un equilibrado salón donde predomina la tierra (barro en suelo y paredes), madera y mucha luz; un interiorismo que es diseño de otra empresa extremeña con mucha experiencia, Mofexsa, amplio, con mesas muy separadas y un ventanal desde donde la imponente sierra de Montánchez te acompaña durante la comida, larga comida.

Comedor del espacio Tupío

A Tupío hay que venir a comer con tiempo, sin prisas, dispuestos a saborear un menú extenso y lleno de contrastes; depende de la temporada tienen dos menús degustación (Tupío y Gran Tupío). Es un recorrido que comienza y termina con leche de oveja y sabores de fiesta extremeña (mantequilla de elaboración propia y helado de leche). En medio un desfile de platos presentados de forma personalizada con una literatura que ensalza los sabores y prepara las papilas gustativas para un Uhmm!! largo. Apenas un bocado para descubrir cómo se mezcla la perdiz en escabeche con un bombón de perdiz, o un tartar de lomo de ganso con un huevo de codorniz, un chipirón que viene relleno de crestas de gallo o unas pochas con costillas de jabalí y piparra picante. Le siguen pichón, paloma torcaz o liebre, así hasta que llegan los postres que preparan allí mismo: un helado de arándanos con panceta caramelizada o un crépe bañado en licor y con helado de leche de oveja.

La comida viene bien regada gracias a una bodega formidable de 30 m2 y más de 300 referencias donde ‘duermen’ vinos nacionales e internacionales con un denominador común: son el resultado de una búsqueda basada en la excelencia y en la que priman vinos singulares y de pequeños productores. Desde el comedor ves el pequeño huerto del que sacan las verduras que iremos probando. Muy tradicional, sí, pero innovador.

En fin, es pronto para afirmarlo, pero llegarán los reconocimientos en breve, eso es seguro. Ahora hay que trabajar mucho para mantener un proyecto que, por cierto, goza de una localización excelente, el complejo ‘Finca La Desa’ está enclavado junto a la salida 294 de la autovía A5 Madrid-Lisboa; Finca La Desa es otra apuesta por la excelencia basada en esa filosofía de maridar innovación y tradición, juventud y experiencia, equilibrio en el diseño, memoria de una tierra que sabe sacar el jugo a todo y que convierte en arte lo sencillo; un viaje de sabores a la memoria más remota, donde los pucheros huelen a leña y se cuecen sin prisas, rendidos a la maestría de aquella cocina de siempre que ahora se presenta con las propuestas más provocadoras que primero entran por los ojos, luego te regalan los oídos con el relato del proceso magistral de sus pucheros y que acaban en una balada de aromas potenciados y equilibrados, y así se va sucediendo cada plato hasta que terminas ‘tupío’ pero muy sorprendido. Delicadeza y mimo. ¡Bienllegaus a Tupío!

@vicentepozas2025

Menú Gran Tupío otoño/invierno

Ángel Rodríguez, el alma de Monfragüe

Ángel Rodríguez Martín (Pescueza, 1955) se ha pasado 35 años en Monfragüe, 30 de ellos como director, primero del Parque Natural, más tarde del hoy Parque Nacional. Ángel Rodríguez es Monfragüe, y ahora mucho más porque su placa figura junto a otro de los culpables de que Monfragüe sea un paraíso, Jesús Garzón. El Ayuntamiento de Serradilla al que pertenece la pedanía de Villarreal de San Carlos, ha querido inmortalizar su trabajo con una placa en agradecimiento por su trabajo como director. El alcalde serraillano, Fran Sánchez Vega, alababa sus disposición constante, su compresión y una didáctica infinita para explicar a todo el mundo que Monfragüe debía ser así: protegido, único, cuidado y admirado. Pero con vida, con sus usos tradicionales como ha sido siempre. Borrando la huella de delitos anteriores que lo inundaron de eucaliptos tras arrasar con su bosque mediterráneo. Aún quedan heridas pero serán curadas.

Una placa en la casa de Serradilla en Villarreal de San Carlos es mucho más que una placa, es un homenaje y un gracias. El domingo 23 de febrero cuando se descubría esa placa no faltó nadie, o casi nadie. Su inseparable amigo Andrés Rodríguez, su mano derecha en los años de director, Casto Iglesias y quien lo nombró, el entonces director general de Medio Ambiente, Paco Castañares. Y su familia, y sus amigos, y sus trabajadores. Una placa es un abrazo enorme, de los que suenan, de castellano viejo.

Quienes hemos tenido la suerte de gozar de su compañía somos unos privilegiados porque Ángel es ese amigo con el que viajar al fin del mundo, preguntes a quien preguntes, sólo tiene palabras de agradecimiento. En mi retina quedan muchas imágenes juntos: en los programas de Gente Viajera en Onda Cero radio, en el viaje para traer el barco del Tajo hasta Monfragüe, en las visitas a Las Cansinas, en los caminos, roquedos, miradores donde asistías en silencio a esa sabiduría de quien habla con pasión de lo que sabe. Y de Monfragüe nadie sabe más que Ángel Rodríguez. Y yo me considero un afortunado por haber estado allí. FIO 2025 será siempre la del homenaje a Ángel Rodríguez en Villarreal de San Carlos.

Ruta Cascada del Calderón y los Llanos. Piornal. PR CC-12

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Siempre se dice que Piornal es el pueblo más alto de Extremadura, y es cierto. Cuando viajas al Valle del Jerte tienes que buscarlo arriba, coronando la Sierra de Tormantos y la de la Desesperada, allí encontrarás a Piornal, tierra de Jarramplas, de piornos que le dan nombre, un mirador natural que cautiva.

Nosotros nos hemos decidido por una ruta homologada, PR CC-12, de 16 kms, circular y de dificultad media. Que nos lleva por buena parte del término municipal piornalego y que nos va a mostrar muchos de sus tesoros escondidos, entre ellos la magnífica Cascasda del Calderón, menos masificada que la de Caozo pero igual de bonita.

Os dejo el Track para GPS oficial de la FEXME

Lo mejor es arrancar en la plaza de Piornal, junto a su fuente y si vais con tiempo, a la salida o la llegada, visitar el Museo del Jarramplas, hay que seguir la carretera o calle principal hasta salir del pueblo en dirección a la sierra y justo tomar el desvío a la izquierda que está indicado.

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En este primera tramo aún es visible la cercanía al pueblo y las infraestructuras que la rodean como el depósito de agua, un camino bien definido y una señalización constante son la tónica de la ruta. El ascenso es suave en este paraje conocido como el Arenal de Nuestra Señora.

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Vamos a caminar junto a la Hospedería de la Serrana, junto a la ermita de San Cristóbal lugar de romería en la localidad y al pasar junto a la fuente de los Helechares nos adentramos en un pequeño bosque de robles; desafortunadamente este tramos ha sido cementado para facilitar el acceso a las fincas, pero para la práctica del senderismo resulta molesto y afea el paisaje.

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Robles y enormes castaños que en invierno presentan este aspecto idílico, bucólico. Un paraíso silencioso y en paz al que no le falta ni la bruma.

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Cuando dejamos los Helechares entramos en el Collado de las Vacas y el paisaje se torna serrano, monte bajo, piornos y retamas que enseñan la flor a pesar de estar en invierno, desafortunadamente está siendo un invierno seco cuando hicimos la ruta; al fondo ya podemos ver Peña Negra. Estamos en invierno y la helada sí ha caído y hay resto de hielo en muchas zonas por las que aflora agua.

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Desde lo alto de la Sierra de Tormantos el Valle del Jerte se ve de otra forma. El Torno y el pico Pitolero al fondo.

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En este cruce caminaremos algo menos de un kilómetro por carretera. Cerca está la fuente de Oliva Martín y si tenéis tiempo podéis tomar el desvío a Peña Negra, 1.471 m de altitud, está apenas a 2 kms de distancia.

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Peña Negra. Nosotros la dejamos arriba en esta ocasión. Hemos abandonado la pequeña carretera para tomar un camino a la izquierda que inicia el descenso Despacio nos sumergiremos en algunos de los bosques que aún perviven en las zonas más altas del Jerte.

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Robledales que ahora en invierno nos ofrecen un bosque desnudo. El camino es amplio y cómodo en todo momento.. La ruta está bien señalizada pero no os confiéis.

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Las fuentes que hay a lo largo del recorrido son muchas, alguna veréis en el camino como esta de Sanjuanista que, además, se utiliza como abrevadero para el ganado. La mayoría están muy reformadas.

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La ruta discurre por un camino magnífico que en ocasiones es como precioso balcón hacia el valle, bordeando las oscilaciones de la montaña, El embalse de Plasencia al fondo.

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A medida que descendemos los robles ha sucumbido a los bancales de cerezos, la magia del valle. Una montaña domada por dos millones de cerezos a un lado y otro del Jerte. Valdastillas delante de nosotros, el Torno enfrente, en los Montes de Traslasierra.

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La luz es magia en el Jerte. Ahora que los cerezos descansan, los bancales son más que visibles. En apenas dos meses las ramas se cubrirán de botones que estallarán en flores y, gracias al trabajo de millones de abejas, terminarán tiñendo el Jerte de rojo. El Jerte vive para la cereza.

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La ruta homologada, bien señalizada, te permite caminar tranquilo disfrutando de la variedad de paisajes que nos brindan las diferentes alturas, ahora estamos a unos 900 metros de altitud, algo más de 300 metros por debajo de donde partimos.

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Así llegamos a la Cascada del Calderón, menos conocida que la de Caozo porque es menos accesible pero mucho más bonita, a pesar de que este seco invierno en el que hacemos la ruta no la muestre en sus mejores momentos. Esta cascada está situada en el Camino Real que une las localidades de Piornal y Navaconcejo

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La Cascada del Calderón, similar a su vecina inferior del Caozo es una gran losa de roca pulida por la que el agua se precipita 30 m, dando lugar a una pequeña poza. Su entorno es rico en historia y ha visto el paso de generaciones de paisanos/as, recorriendo el Camino Real entre Navaconcejo y Piornal. Por bajo de este salto de agua es donde se instalaría la Fábrica de la Luz en 1924 para suministrar electricidad a Piornal y después, en 1930 a Barrado.

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Iniciamos la ascensión  entre un espectacular robledal para adentrarnos en el camino empedrado de la Viña, tan frecuentado en otros tiempos, que nos llevará a la serrana localidad de Piornal, a 1160 m de altitud, final de la ruta.

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Bancales de castaños tan abundantes en el Jerte, en algunas zonas son milenarios y de un porte majestuoso.

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Afortunadamente se mantiene este viejo camino de la Viña en este tramo, Camino Real desde su inicio en el valle. Un camino con una historia magnífica que podéis leer junto a los paneles en la Cascada de Calderón.

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Nos topamos con la última fuente del camino, Fuente de Matafrailes o de la Deo, una fuente con una leyenda curiosa un descanso para quienes subían o bajaban al valle y para los animales que servían para transportar productos. A punto de llegar a Piornal, el camino desemboca en la carretera donde un cuidado paseo y un mirador nos dan la bienvenida.

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Como siempre disfrutamos en grupo de otra nueva ruta. Andando Extremadura con esta imagen de los participantes en la Cascada del Calderón.

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Piornal el pueblo más alto de Extremadura, a 1.125 metros de altitud, como dice su lema un pueblo a ras de cielo. El cielo del Valle del Jerte.

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Todos los caminos tiene un sentido, no están porque sí; los caminos unen y permiten llegar, los caminos siempre llegan a algún lugar. Cuando caminas por el campo te das cuenta de los muchos caminos que hemos construido a lo largo del tiempo. Caminos púbicos no siempre respetados. En el entorno rural son imprescindibles para mantener el trabajo, permitir el acceso a fincas y el tránsito de vehículos de servicio. Luego estamos nosotros, los que los recorremos en fin de semana admirando paisajes únicos; nosotros también necesitamos caminos. Queremos caminos, muchos caminos.-

@vicentepozas2022

Ruta Sierra de Dios Padre

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A caballo entre tres comarcas se encuentra la Sierra de Dios Padre, una elevación de 948 m de altitud situada entre las localidades de Villanueva de la Sierra y Santa Cruz de Paniagua. La sierra se encuentra entre las comarcas de Sierra de Gata, donde se asienta, y las de Tierras de Granadilla y Las Hurdes. Desde su cumbre el paisaje es espectacular, subir exige algo de esfuerzo, pero merece la pena.

Existen varias opciones, desde Santa Cruz de Paniagua (divulgada por el Grupo de Acción Local CEDER CÁPARRA)

Sierra Dios Padre desde Santa Cruz de Paniagua

Y desde Villanueva de la Sierra (divulgada por la comarca de Sierra de Gata)

Sierra de Dios Padre desde Villanueva de la Sierra

Nosotros hemos optado por un trazado propio que parte de Santa Cruz de Paniagua, sube a la Sierra y baja a Villanueva de la Sierra para terminar em Torrecilla de los Ángeles, 18 kms de magníficos pasisajes

os dejo el track para GPS

Comenzamos en el pequeño parque de Santa Cruz de Paniagua, a la entrada del pueblo, junto al panel que indica uno de los trazados de la ruta

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Santa Cruz de Paniagua cuenta con numerosos vestigios de arte religioso, quizá el más representativo es la iglesia parroquial del Salvador, construida en el siglo XVI y reformada en el XVII. 

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Salimos del pueblo buscando el camino del regato de Pasarón por una zona de huertas y restos de matorral mediterráneo

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Nos vemos rodeados de bancales de olivos, muy presentes en esta zona del norte de la provincia, tanto en Sierra de Gata como en Tierras de Granadilla, aquí se encuentra la Denominación de Origen del aceite de Oliva Gata-Hurdes, que pone en valor la aceituna manzanilla cacereña, aunque ahora mismo solo tres almazaras están acogidas a ella.

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Comenzamos a bordear la sierra por un paraje que llaman la Huerta de las Locas, aquí el bosque se hace más denso y se alternan, alcornoques, algunos castaños y un enorme pinar sembrado en los años 60-70 del siglo pasado.

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Arriba está el risco y la ermita de Dios Padre, hay que encarar la subida no queda más remedio

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A medida que ganamos metros en altura el paisaje se descubre y te muestra la razón por la que ascender a la sierra de Dios Padre es un gozo. Detrás de nosotros se extiende el valle de las Tierras de Granadilla, al fondo la Trasierra, las elevaciones del Sistema Central con las cumbres de Gredos y el Valle del Ambroz.

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A la izquierda Hurdes bajas y las miles de hectáreas de olivos de Granadilla y sus tierras, junto a nosotros las lenguas boscosas que inundan la sierra.

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Tierras de Granadilla es una dehesa inmensa donde el agua del embalse de Gabriel y Galán crea un microclima muy especial. Debajo de nosotros Santa Cruz de Paniagua, de donde hemos partido, y al fondo Santibáñez el Bajo. Y si os fijáis bien en las faldas de la sierra y a la derecha se ven Villar de Plasencia y encima Cabezabellosa bajo el pico Pitolero (1.352 m altitud); a la izquierda se vislumbran Casas del Monte y Segura de Toro bajo la Sierra de la Cabrera (1.826 m altitud) ya en el Valle del Ambroz.

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Nosotros suavizamos la subida y encaramos un falso llano mientras rodeamos la sierra por un bosque de pinos que en un día de viento como hoy es una orquesta de sonidos. Estilizados árboles que se mecen con el viento y parece que van a quebrarse.

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Pero era sólo una trampa. Al ascender por la parte suroeste hay que afrontar un largo cortafuegos que nos va a pedir un esfuerzo físico considerable. Hay que encararlo con paciencia.

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Son 300 metros de desnivel ascendente en apenas un kilómetro de distancia. Si te lo piensas, no subes.

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Hemos subido los primeros 100 metros, tiempo de tomar aire y disfrutar del paisaje, si el día estuviese un pelín más limpio al fondo veríamos Plasencia.

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Pero solo hay tiempo para eso, para coger aire y afrontar la segunda y última subida. Cada uno a su ritmo y consciente de sus fuerzas, no hay prisa, arriba nos espera la cumbre.

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El esfuerzo físico es notable, pero merece la pena. Ahora Santa cruz de Paniagua se ve muy abajo. A este lugar le llaman Peñas Blancas.

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Hay que animar al grupo para que siga, con mucha prudencia hay que llegar arriba. Aquí es donde se nota el desnivel que estamos ascendiendo, nosotros venimos del pinar que hay abajo. No engañaba la subida.

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Pero todo se alcanza, la caseta de vigilancia de incendios ya está a la vista y la cumbre casi la tocamos, esto anima a quienes ya van con las fuerzas justas, ahora descansaremos arriba.

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La sierra de Dios Padre se encuentra aparentemente aislada, manteniendo una importante distancia hasta otras elevaciones. De ahí que en un día normal, desde su cima, podamos avistar más de veinte pueblos llegando a sesenta o setenta los días más claros. Algunos de estos pueblos son Gata o Candelario, que se encuentra a más de 70 kilómetros por carretera.

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En la cumbre, aparte de la torre de vigilancia y del vértice geodésico, hay una pequeña ermita, con arco toral visigodo, en honor a Dios Padre, donde todos los años suben los vecinos de Villanueva de la Sierra a celebrar la romería. Todavía suben algunos de Santa Cruz de Paniagua, que al parecer fueron quienes comenzaron la tradición.

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La sierra de Dios Padre, en el corazón del LIC Sierras de Risco Viejo, es un lugar de la Red Natura 2000 que se extiende a lo largo de las formaciones montañosas existentes entre Pozuelo de Zarzón y La Pesga, allí se sitúa el llamado Pico Blanco que es, en realidad, la Sierra del Manzano, y que en su cumbre tiene uno de los miradores más bonitos de Extremadura.

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Ecológicamente comparten muchas similitudes con las cercanas sierras de Las Hurdes y Granadilla, presentando valores muy similares. Por ejemplo, las colonias de buitre negro también ocupan estas sierras, con una población que ronda las 10 parejas. A la izquierda de la imagen podéis ver Santibáñez el Alto, un lugar único, y al fondo el Pico Jálama con sus casi 1.500 metros de altitud.

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Mirando hacia el norte vemos Torrecilla de los Ángeles, donde terminaremos hoy, al fondo La Bolla con sus 1.517 metros de altitud.

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Esta montaña, con apariencia de volcán y nombre de bíblicas resonancias, es una de las más antiguas de Extremadura. Se halla situada en el límite occidental de la comarca, lindando con la Sierra de Gata, y su edad se remonta a 500 millones de años, Algo más de quinientos son también los metros que se eleva sobre la penillanura. Este hecho, unido a su solitaria ubicación, es lo que hace que desde ella sea posible contemplar gran cantidad de pueblos: más de veinte en un día cualquiera, y casi setenta en los despejados, incluida una población de la vecina Salamanca. Asimismo se pueden divisar las sierras de Francia, Candelario, Trasierra, Hurdes, Gata, el Puerto de los Castaños, las Villuercas y la sierra de la Mosca, en las cercanías de Cáceres capital.

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Comenzamos el descenso por una pista cómoda que viene de la localidad de Villanueva de la Sierra. Al fondo Santibáñez el Alto y a la izquierda el embalse de Borbollón.

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Esta pista es por la que acceden los vehículos y el personal de la lucha contra incendios y muchos curiosos que en vez de subir andando prefieren hacerlo en un vehículo.

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Por darle un poquito de interés y, por qué no decirlo, porque preferimos huir de pistas de tierra, aprovechamos un cortafuego que desciende de la sierra a cañón, añade un punto de dificultad y nos evita un gran rodeo. Si hacéis la ruta y llegáis a este punto podéis optar por seguir la pista y evitar esa brusca bajada.

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Descenso cumplido, ahora estamos en el lado contrario de la sierra, entre bancales de olivos, se relajan las piernas y el camino de cemento nos acerca a la población.

Atravesamos Villanueva de la Sierra, colindante con las vecinas Hurdes, es un pequeño pueblo situado al sur de la comarca de la sierra de Gata, a 30 kilómetros de Coria. Amantes de su tierra, los lugareños aún mantienen el orgullo de ser miembros de la primera población que a nivel mundial decidió implantar el Día del Árbol. Fue en 1805 por iniciativa del párroco del pueblo y se celebra por carnavales, una fiesta con más de 200 años de historia.

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Tras atravesar la localidad, con parada para comer, cogemos el camino de la Carrasquilla que nos llevará derechos a Torrecilla de los Ángeles, es un camino llano y sin dificultades, para finalizar de manera relajada.

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Torrecilla está cerca, esto es ya un paseo entre olivos, aceituna manzanilla cacereña, muy apreciada y que tiene un referente en la cercana localidad de Pozuelo de Zarón donde se encuentra la almazara de Jacoliva, una de las tres empresas adheridas a la DO Manzanilla Cacereña.

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Son miles de hectáreas de olivos que en ocasiones se sitúan en bancales, se trata de cultivos tradicionales cuya aceituna se sigue recogiendo de manera manual. A nuestra derecha nos protege el cerro de la Tartamuña. Una plaga de olivos nos saluda, si venís por aquí no os vayáis sin aceite.

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Así llegamos, a este pequeño pueblo que es frontera, Torrecilla de los Ángeles es la última localidad de la Sierra de Gata, a partir de ahí comienzan Las Hurdes que ya intuimos en el paisaje que tenemos enfrente. Hurdes, como todas las comarcas del norte extremeño, son un paraíso para el senderista.

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Pero siempre queda una sorpresa y antes de llegar a Torrecilla nos vemos obligados a atravesar el río Tralgas; ha llovido los días anteriores a la ruta y viene crecido de agua. Toca descalzarse para cruzar sus cauce; unas risas para finalizar la ruta.

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En Torrecilla de los Ángeles, merecido refrigerio y esta imagen en lo alto de la Sierra de Dios Padre para el recuerdo. La subida ya está olvidada, los cortafuegos quedarán para las anécdotas y los relatos, pero ya podemos decir que hemos alcanzado esta pequeña cumbre que siempre nos llama cuando viajamos a Las Hurdes, ahora ya conocemos su secreto.

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A veces me preguntan por esas imágenes tan bonitas que comparto en el blog o en redes sociales, y siempre cuento que el esfuerzo tiene sus recompensas, uno de ellas es poder fotografiar estos lugares. Andar por Extremadura es conocer una tierra llena de contrastes, colores, olores, paisajes, accidentes geográficos convertidos en balcones, sierras en atalayas, montes transformados en miradores. Hay que subir, sí claro, pero merece la pena, siempre merece la pena. Hay un mapa dibujado que marca cada lugar, cada pueblo o cada río; hay otro mapa vivido, pisado, contemplado, un mapa que se queda en la retina del recuerdo, en la memoria de los paisajes eternos; un mapa que te ayuda a comprender a las gentes que pueblan cada paisaje y que comparten contigo sus viejos caminos, sus fuentes, su calles o sus bancales construidos a lo largo de los años. Paisajes y paisanajes que se van sumando a esta historia que se escribe a base de kilómetros, de desgastar suelas. El mapa que dibujo en mi cabeza está hecho de caminos, senderos, veredas…y algún cortafuego.

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Ruta Dolmen del Matón. Hernán Pérez

La Sierra de Gata es una comarca cacereña, extensa y fronteriza, plagada de pequeños valles, de montes, montañas, castillos, piscinas naturales y pueblos deliciosos. La Sierra de Gata está plagada de caminos con historia, es más, la Sierra de Gata es historia. Paisaje, agua, bosque, montaña, arquitectura, aceite, frontera, a fala, cultura, parque arqueológico, amigos; una comarca de inmensas posibilidades. La Sierra de Gata es una comarca muy agradecida para la práctica del senderismo. Y nosotros volvemos con frecuencia.

Hoy os propongo un pequeño paseo de apenas 10 kms, con la excusa de conocer el pequeño Dolmen del Matón y las recientes excavaciones del yacimiento arqueológico de Padrocastaño. Una ruta sencilla, circular que parte desde la localidad de Hernán Pérez. Está señalizado y homologado como SL CC 203.

Os dejo el track para GPS de mi compañero Teófilo Amores porque siempre están llenos de detalles; Teo es el rey de wikiloc.

Hernán Perez es una pequeña localidad sierragatina, de apenas 500 habitantes, atravesada por un pequeño arroyo y flanqueada por los ríos Árrago y Tralgas afluentes del Alagón, en él desembocarán en los roquedos de los Canchos de Ramiro.

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El Árrago es un río pesquero que proporciona a los habitantes de Hernán Pérez y los pueblos de alrededor la posibilidad de baños veraniegos en su magnífica piscina natural. Alrededor de esta se encuentra una gran arboleda que proporciona, además de belleza natural, una extensa zona de sombra donde resguardarse de los rayos del sol estival

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Salimos de Hernán Pérez por el camino que conduce a la dehesa boyal siguiendo un tramo asfaltado que enseguida se tornará camino.

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Frente a nosotros, y nos irá acompañando todo el camino, la Sierra del Moro, con el pico de Los Ángeles de 1.055 m de altitud como principal atalaya, que se despierta de esta mañana de otoño con las nubes agarradas tras una noche lluviosa.

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El camino serpentea por la zona llamada de Navancha mientras bordeamos el Arroyo del Pueblo que, más abajo, parte en dos a Hernán Pérez. El camino está señalizado como SL, sendero local, pero hay que estar atentos.

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Justo a la entrada de la finca boyal de la Majada y Bardal nos desviamos a la izquierda para caminar ahora en paralelo a la falda de la sierra.

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Este bosque de dehesa, plagado de jaras, encinas y robles es un rico paraje micológico que en otoño está plagado de setas y hongos.

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En las vaguadas el agua se acumula en el camino. La ruta discurre hasta el dolmen por una pista amplia, fácil de seguir que, a pesar de charcos, es cómoda.

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Bordeamos dos pequeños cerros, no llegamos a subirlos, pero animan un poco las piernas y entretienen el paseo.

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Un camino flanqueado de jaras con hermosos robles donde la actividad de ciervos y jabalíes es más que visible, nosotros no nos topamos con ellos pues, seguramente, nos hayan sentido muchos metros/kilómetros antes.

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Aquí en el Valle de Juanico, justo donde acaba la Sierra del Moro, a los pies del río Árrago, se vislumbra la Sierra de la Jañona y el viejo castillo de la Almenara de Gata, su torre del homenaje se ve desde casi toda la comarca. Debajo, aunque no lo veamos está el pueblo de Cadalso de Gata muy cerca de donde discurría la antigua calzada romana de la Vía Dalmacia, todo tiene su porqué. Estamos en la frontera.

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El camino te regala encinas centenarias como esta, viejas supervivientes de muchas guerras de frontera que se vivieron en esta zona. Inmensa, y eso que Chema es alto.

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Una de las heridas de la Sierra de Gata son las incontroladas repoblaciones de pinos madereros que tantos disgustos, a causa de los incendios, dan a los habitantes de la comarca. Quedan muchos aún, aunque proyectos como los bosques de mosaico están terminando con hectáreas y hectáreas de pinar que cuando comienzan a arder son imparables.

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Y así llegamos a un pequeño pantano, un rincón donde la avifauna es muy numerosa y donde los ornitólogos se apuestan con paciencia para disfrutar de ella.

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Se encuentra en un entorno magnífico llamado Tierra Hundida, el paisaje es una invitación al silencio, a observar y descubrir.

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Se trata del embalse de La Lanchera, o de La Cañamera,  que se aprovecha tanto para eventuales incendios forestales y ocio, como para aumentar la biodiversidad en la zona y dotar a la dehesa de capacidad de regadío, se comenzó a construir en 2002 y no se finalizó hasta seis años después.

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Siguiendo un camino que nos lleva por el Valle de la Gitana llegamos a una pequeña carretera local, giramos a la derecha siguiendo la indicación y a unos 500 metros nos encontramos con un precioso rebollar, el Teso de las Corzas, donde se hallan los restos arqueológicos.

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Este bosque de rebollos comunal esconde varios tesoros que dan certeza de que, desde que el hombre es hombre, eligió estas tierras para vivir. Está Necrópolis de Hernán Pérez se encuentra en la Dehesa Boyal Majada y Bardal, que nos hemos abandonado en toda la ruta, justo en su área occidental por donde discurría la vieja ruta milenaria que atravesaba el Puerto Viejo de Robledillo de Gata, procedente de Ciudad Rodrigo y que se dirigía hacia las llanuras extremeñas. 

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El Dolmen del Matón parece corresponder con el periodo denominado como Bronce I para el que se maneja una cronología aproximada de 3.000 a.C, es decir, unos 5.000 años de antigüedad,  fue intervenido en 1979 por arqueólogos tras un proceso largo de saqueo y desgaste del que daba buena cuenta su estado, según escribe Pablo Iglesias Ordóñez, uno de los directores del proyecto arqueológico, en la web inforaya.es

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El dolmen, sigue relatando Pablo, estaba totalmente rodeado de un túmulo compuesto por hiladas de rollos de piedra cuyos huecos se rellenaban de tierra. La alineación de esta gran cantidad de piedra componía un túmulo que acorazaba por completo el interior de la tumba y generaba una falsa bóveda en su interior.

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En esta zona, dicen los arqueólogos, estaría la necrópolis megalítica más importante del norte de Cáceres junto con los dólmenes de Alcántara y que es visitable, aunque se ruega mucho respeto con todo lo que allí se ha hallado, o recreado.

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Se han hecho varias reproducciones en la necrópolis, con fines educativos, entre ellas esta reproducción del ídolo de Hérnan Pérez, cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.

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Un aula al aire libre, donde aprender con la recreación de diversos tipos de enterramientos que se explican en algunos de los paneles instalados en el yacimiento.

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Como se señala en la justificación del proyecto: El parque arqueológico Pradocastaño es una experiencia interdisciplinar y multidisciplinar centrada en el estudio de la arqueología de Hernán-Pérez, ya sea a nivel de excavación o de prospección. Este proyecto integra a: arqueólogos, biólogos, sociólogos, antropólogos, traceólogos… este equipo estudia los materiales arqueológicos, pero también realiza una labor de socialización y divulgación del patrimonio.

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Lo que parece claro es que  la aparición de estelas y dólmenes demuestran que en este lugar debió existir una sociedad que podría datarse entre el final del Neolítico hasta la Edad del Bronce.

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El proyecto comenzó en 2015 con el objetivo de rescatar todo el patrimonio arqueológico que se conserva en la localidad y que, en los años ochenta, aportó una colección de estelas diademadas e ídolos de piedra con forma y rasgos humanos que se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional. Patrimonio que debería volver a su tierra.

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De momento, en el dolmen de Pradocastaño situado en la dehesa boyal del municipio se ha recuperado la mitad del túmulo y la idea del municipio es seguir investigando, atraer talento joven a la zona para el estudio, así como adecuar un parque arqueológico que pueda ser abierto al público y en el que se puedan exponer las piezas que se vayan encontrando en la excavación, algunas se pueden ver en el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite de Hernán Pérez.

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En el yacimiento se sigue excavando cada verano, de hecho, otro de los objetivos de este proyecto es la formación de estudiantes y el trabajo conjunto entre disciplinas y ciencias que convergen en el estudio de los materiales arqueológicos, así como el impacto de estas investigaciones sobre la población local. Cada año acuden varios estudiantes a trabajar en el conjunto arqueológico.

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Es una zona muy rica, por eso la eligieron aquellos primeros pobladores, regada por el río Árrago, en ese valle que separa las sierras de la Jañona y la de los Ángeles. Durante siglos, como hemos contado y certifican calzadas romanas y castillo, ha sido ruta de paso entre Portugal, Extremadura y Castilla. Hoy damos certeza de que fue un lugar de importantes asentamientos humanos.

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Volvemos sobre nuestros pasos apenas un kilómetro por la carretera que abandonaremos enseguida girando ahora a la izquierda para volver al Valle de Juanico.

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Mientras caminamos de vuelta, sorprendido todavía por la belleza del conjunto arqueológico, recuerdo las palabras del alcalde de Hernán Pérez, mi buen amigo Alfonso Beltrán, en el saluda de la web municipal: «Hernán-Pérez es un pueblo olivarero con una rica historia arqueológica. El término municipal que nos rodea es muy equilibrado y está compuesto por tierras de labor ocupadas por centenares de miles de olivos que forman un inmenso manto verde alrededor de todo el casco urbano. Flanqueando esos olivares, encontramos la dehesa municipal, la Sierra del Moro y la vega del Tralgas que ofrece un lugar inmejorable para practicar el senderismo o pasear en bicicleta. Si nos visitas en verano, te invito a visitar nuestra piscina natural, en el río Árrago».

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Regresamos a Hernán Pérez por el Bardal, dejando a la espalda la sierra, siempre vigilante, fundada en el año del señor de 1296 por el maestre de la Orden de Alcántara frey D. Fernán Pérez del Gallego, que creó una aldea dentro de la Encomienda de Santibáñez, y ésta recibió el nombre de Hernán Pérez, en recuerdo y homenaje del maestre que la fundó, los primeros pobladores a los que éste acomodó procedían de villas y aldeas que poseía la Orden de Alcántara en Sanjulián del Pereiro, Castel Rodrigo y otras de la ribera del Coa, los cuales perdieron cuanto tenían a manos del ejercito del Rey de Portugal D. Dionis. Antes de iros, no dejéis de visitar el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite, Museo Etnográfico, construido en un viejo molino de aceite.

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Termina la Ruta del Dolmen del Matón que hicimos en el otoño del año 2019, dentro de las actividades del Otoño en Sierra de Gata ‘Échate a soñar’ y que tuve la suerte de guiar. Me acompañaron mis inseparables compañeros Antonio Luna y Teófilo Amores que son una garantía para que una ruta salga perfecta. Fuimos un grupo pequeño pero bien avenido que, aún, mantenemos contactos; nosotros aprendimos con ellos mucho de la esencia de la cultura sierragatina.

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Tengo muchos rincones en la Sierra de Gata, bueno tengo todos los rincones, y muchos amigos y mejores recuerdos. La Sierra de Gata hoy lucha por hacerse hueco como Parque Cultural, pero para quienes recorremos esta comarca enorme de más de 1.250 km2, 20 pueblos y apenas 22.000 almas, la Sierra de Gata es mucho más: es manzanilla cacereña, molinos de aceite, piscinas naturales, exquisita gastronomía, grullas, castillos, montañas, caminos, abrazos, encuentros, colores. Tengo muchos amigos que han escogido la comarca para vivir, o como segunda residencia. Me emociona contemplar como las gentes de aquí defienden sus tradiciones, luchan contra el despoblamiento y no paran de reivindicarse como lugar único, especial, hermoso. Hasta aquí llegan templos budistas e hinduistas, gentes que valoran que la calidad de vida se mide en parámetros humanos que no están en las estadísticas, que se pegan al alma; una comarca donde se para el tiempo para contemplar la vida, porque como dicen los sierragatinos ¡qué prisa hay si el tiempo lo dan dao!.

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Ruta de Las Alquerías. Las Hurdes

Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Y en Las Hurdes lo saben, por eso han hecho un esfuerzo grande en señalizar muchos de estos caminos. Caminos con historia, que cuentan historias. Muchos de estos senderos están puestos en valor y señalizados. Nosotros hemos disfrutado de la Ruta de las Alquerías, una senda de 18 kms que va pegada al río Esperabán, que se unirá al río de los Ángeles justo antes de llegar al final, y que nos enseña cinco de las alquerías de Pinofranqueado, donde termina la ruta: Aldehuela, Erías, Castillo, Robledo y La Muela.

Aquí tenéis el track para GPS

Y arriba comenzamos, debajo del Lombo de las Muelas, junto al Puerto del Esperabán, en la sierra de Gata donde nace el río que les da nombre. La ruta comienza en Aldehuela. En esta alquería tiene el nacimiento el río Esparabán que según todos los indicios viene de una palabra hurdana que significa «río del Gavilán». Años atrás, aparecieron importantes vestigios prehistóricos en este pueblo; incluso una gran laja de pizarra con un grabado rupestre.

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Caminamos bajando por sendas de paredes de piedra seca construidas con pizarra, como todo en Las Hurdes. Estos viejos caminos te llevan sin confusión. Piedra Seca patrimonio de la UNESCO, por cierto.

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Rodeados de naturaleza. Las Hurdes, paraíso natural, frente a nosotros la Sierra de La Bolla y La Cotorra.

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La pizarra lo marca todo, dibuja contornos de piedra en pequeños rincones cuidados por la mano del hombre, jardines para la subsistencia. Pero a esta altura de la sierra, el Esperabán recibe el agua de los distintos riachuelos que vienen de las cumbres, aún no es un río potente.

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Hemos comenzado en su margen izquierda, ahora lo cruzaremos y así iremos por este lado del cauce hasta llegar a Robledo, donde volveremos a la ribera este. La vista se vuelve loca, la cámara sólo capta belleza y armonía.

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Justo antes de llegar a la alquería de Las Erías, cruzamos el Esperabán, que ya irá a nuestra izquierda casi todo el camino. Viejos puentes reconstruidos para facilitar la vida.

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Las Hurdes y sus ríos son meandros. La pizarra, recia y firme, no se amedranta con el agua y desvía su curso sin complejos. Curvas de agua

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Las Erías o Erías como todo el mundo la conoce es una alquería serrana, como todas las de la ruta.

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Antiquísimo pueblo, cuyos orígenes se encuentran posiblemente en un asentamiento de tipo castreño, de carácter prerromano. 

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Un homenaje a la tierra. Tierra que, me cuentan, tenían que traer los hurdanos de la vecina Salamanca, porque la pizarra impedía cultivar cualquier cosa.

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Las Erías tiene casco antiguo, una amalgama de casas superpuestas, pasadizos, pasillos, recodos, arcos… calles imposibles con vida propia.

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Los siglos se superponen, viejos arcos que soportan nuevas casas. Nada se pierde, todo se transforma.

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Al salir de Las Erías os encontraréis un camino de tierra en ascenso, ese era el trazado original, ahora debéis continuar por la carretera unos 100 metros y veréis un camino que sale a la derecha, señalizado,ese callejón es el que hay que coger, que conecta con el camino antiguo.

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Toda esta zona está arreglada, os iréis encontrando con puentes, pasarelas y demás que espero que tengan el adecuado mantenimiento. Hoy facilitan el camino

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Esto no quiere decir que las viejas construcciones hayan desaparecido, puentes que resisten los años, seguramente más que estos nuevos de madera tratada. Aquí hasta los nombres son bonitos: caminamos entre las sierras de la Martigil y las Mudas.

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Entre bancales de pizarra que sostienen olivos y castaños centenarios, estos nuevos puentes se unen al paisaje para que los arroyos, cuando el otoño los inunda, no impidan el paso.

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Pero mirad la belleza de estas viejas callejuelas flanqueadas de piedra, cómo se mantienen en pie.

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Castaños centenarios flanquean el camino

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La vegetación se espesa y un bosque de pinos, castaños y robles nos arropa, es noviembre pero el calor aprieta.

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Seguimos caminando junto a las aguas del Esperabán, los meandros embellecen el curso del río hasta el que llegan los bancales de olivos centenarios y ahora, sobre todo, cerezos.

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Es el dibujo del paisaje: cuidadas escaleras de piedras que sostienen árboles frutales, olivos con tierra traída de otras tierras, sobre todo de provincias limítrofes. Sorprende como en una imagen se sintetizan cascadas, pizarra, matorral, pinos y bancales.

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Uno de los regalos de la ruta son los grabados rupestres de generaciones primitivas, ellos ya apreciaban el valor de esta tierra. El lugar se conoce como el Tesito de los cuchillos.

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Los petroglifos aparecen a ras del suelo aprovechando un afloramiento de pizarra. Contienen espadas romanas de un legionario y hasta una inscripción en latín. Se puede identificar motivos podomorfos y estrellas. En la piedra, se aprecian espadas de la Edad del Bronce y cuchillos, cuya época es difícil de definir.

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A la zona la conocen como Charco de las Castañas, este viejo camino bien trazado que siempre se usó para poder viajar de una alquería a otra. Dejamos estos restos y continuamos el camino.

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Para cruzar el arroyo de la Zambrana y salvar su cauce cuando viene crecido se ha construido esta pasarela de madera que facilita el paso.

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En la Portilla de la Cruz se dibujan meandros y parcelas. Aquí cualquier rincón es oro y la tierra se aprovecha, y se valora al máximo. Algo que puede resultar sencillo es un esfuerzo titánico, domar aquí el terreno es un trabajo de generaciones.

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Pero la huella de los incendios también está presente. Alguien cubrió esta tierra de pinos, madera, que cuando llega el verano se convierten en peligrosos lugares donde el fuego es incontrolable. Pero el pino es insistente y brota de las cenizas.

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Así llegamos a Castillo, tercera alquería de la ruta. Aunque muy cambiada, la leyenda cuenta que, en tiempos, hubo un castillo en el paraje de la Zambrana o Cembrana; otros hablan que estuvo situado en la sierra de la Bolla.

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También se habla de la cueva de Riscoventana, donde habitaba una pícara mora. Pero lo que hay en estos parajes son restos prehistóricos y romanos, con explotaciones auríferas en el sitio denominado «Los Llanetes».

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Dejamos Castillo y a su habitantes, los castillejos, por sus cuidadas huertas pegadas al río, tierra rica y generosa, está a la vista.

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Para seguir adelante cruzamos el arroyo del Guijarro Blanco que canaliza las aguas de las sierras del Carrelón y la Romaleja, ambas por encima de los 1.000 metros de altitud.

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Siempre me sorprenden los viejos caminos, su hechura, su dureza, su cuidado, sus detalles, estas escaleras de pizarra… ¿cuántas generaciones las habrán pisado? Ahí siguen, repasadas, pero cumpliendo su función.

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Atrás queda Castillo, como una calva entre pinos, en la ladera de la sierra, mirando al sol, siempre han sabido los hurdanos cómo construir los pueblos.

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En Castillo hay un artesano de la madera y eso se nota. Nos encontramos estos viejos troncos convertidos en obras de arte.

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Un regalo en el camino, una talla cuidada, y muchas fotografías, tod@s quieren inmortalizar la imagen. No son los únicos, podéis ver varias tallas y motivos diferentes.

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Caminamos embelesados por un paisaje amable, cuidado. La pizarra nos dirige, nos guía, nos encajona por estas callejuelas que son las lindes «de lo mío». Paisaje domado, robado a la pizarra.

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Llegados a este punto, en la ladera del Ramajal, dejamos el cauce del río para ascender hacia la montaña, no en exceso. El camino parece haberse perdido y la ruta nos lleva por nuevas pistas de tierra. Arriba en la sierra se vislumbran las casetas de vigilancia, los ojos del hombre contra los incendios.

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Justo al final de esta vereda agradable el camino da un giro brusco a la derecha y nos obliga a ascender.

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El terreno se vuelven menos cómodo, el bosque ya no nos protege pero ganamos en vista, la visión de estos enormes bosques de pinos tan cuestionables, nos recuerda los años en que la tierra era intervenida en favor de la industria maderera que sigue explotando estos bosques inventados.

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Inmensas Las Hurdes, una orografía complicada, un lugar inhóspito convertido en paraíso, en lugar de descanso. Las Hurdes que ahora miramos con otros ojos, que tanto admiramos, son hijas de aquella otra tierra sin pan que tanta vergüenza nos causó.

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El camino lo dibujan las sierras, las arrugas que nos obligan a subir y bajar, a dar vueltas, salvar los accidentes de las faldas de la sierra de Ramajal que nos viene vigilando desde hace rato.

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No pasaremos por ella, pero la alquería de Robledo se sitúa frente al camino, alquería con poca antigüedad, algunos dicen que era un antiguo asentamiento de pastores que con los años fue ampliándose junto al Río Esparabán.

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Descendemos de las faldas del Ramajal y en el meandro del Infiernillo volvemos a caminar junto al cauce del río. Antes de llegar a la última de las Alquerías: La Muela.

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Aquí, en el Molino de la Muela, cruzamos definitivamente el Esperabán para recorrer la última parte del camino.

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Esta del Molino de la Muela es una de las piscinas naturales más bonitas que conozco, exige un poquito de esfuerzo porque hay que bajar andando desde el pueblo, pero merece la pena, es un paraje idílico con un agua deliciosa y muy tranquila.

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Hoy es un paraje turístico, en sus años fue un molino y una zona del río donde las gentes del pueblo lavaban la ropa. La Muela no es una alquería típica, poco tiene que destacar, un pequeño núcleo cercano a Pinofranqueado, la matriz.

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Ya caminamos por una pista cementada que nos llevará hasta el final de la ruta, rodeados de fincas y huertos; es evidente que nos acercamos a uno de los núcleos más poblados de Las Hurdes. La pista, sin pérdida, desemboca en la carretera que nos introduce en Pinofranqueado.

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La vegetación de ribera engrandece el bello paseo que Pinofranqueado ha construido junto al río de los Ángeles. Hemos llegado. Los árboles anuncian otoño.

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Los pinenses disfrutan de este precioso paseo junto al río, es un broche de oro para este pequeño sendero que, sin quererlo o sí, recorre la historia de La Hurdes, la sintetiza en apenas unos kilómetros. 18 kilómetros después hemos bajado, como las aguas del Esperabán que aquí ya es el río de los Ángeles con quien se ha unido, hasta las Hurdes bajas. Dos ríos y cinco alquerías después finaliza la ruta.

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Las aguas del Esperabán, diluidas en el río de los Ángeles, son un lugar de ocio en Pinofranqueado. Esta piscina natural a los pies del pueblo se llena cada verano de chiringuitos, restaurantes, camping, hoteles. un rincón con todos los servicios al que acude mucha gente a disfrutar de sus aguas. El ayuntamiento la mantiene impecable, de ahí su éxito. Aquí termina la ruta, disfrutando de su oferta en los establecimientos de la zona recogemos el merecido refrigerio.

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Las aguas de este río, de estos ríos, se marchan buscando el Alagón, que espera domado por el embalse de Gabriel y Galán. Las aguas de los Ángeles abandonan las Hurdes arrastrando los olores de la montaña, los sedimentos de la sierra que nos han acompañado en la ruta. Aguas arriba comenzamos este camino de las alquerías, una ruta de las altas Hurdes a las Hurdes bajas, un camino de meandros, bancales, pizarras, huecos y pueblos. Es un camino precioso que, nos cuentan, quieren señalizar adecuadamente. Hay una paz especial en Las Hurdes, de hecho estoy seguro, a Las Hurdes vuelves, pero nunca te vas.-

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Ruta Portagem-Marvao (Portugal)

Marvao, es un pequeño pueblo medieval fortificado; se asienta a gran altura sobre un peñasco rodeado de un paisaje de campiña en la región portuguesa del Alentejo, en el Parque Natural de la Sierra de São Mamede, muy próximo a la frontera con España, muy cerquita de su vecina española Valencia de Alcántara. Desde el río Sever se asciende hasta la aldea por una calzada medieval de piedra rodeados de robles y paisajes. Esta es la ruta de hoy, sencilla, de apenas 9 kms, pero preciosa. Magníficamente señalizada, como acostumbran los portugueses, y muy recomendable.

Os dejo el track para GPS

Portagem, peaje en portugués, nació por la existencia de un puente y una torre, entre los siglos XII y XIV. El peaje se cobraba para pasar el río Sever y subir a Marvao. Hoy es un pequeño pueblo lleno de servicios de restauración, hoteles y dos piscinas, una natural y otra municipal. El puente y la torre aún se conservan, tras cruzarlo hay que girar a la derecha por la rua Nova, o Largo das Almas, entre casitas blancas y colores del país. Justo ahí hay un aparcamiento para dejar coches y autobuses.

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Enseguida nos topamos con la Capela das Almas (La capilla de las Almas) en este tramo que discurre por una pequeña carretera.

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Desde aquí la fortaleza de Marvao nos saluda. El Nido de las Águilas, sobrenombre que le acompaña desde hace siglos, conserva ese aire medieval, mezclado con la ‘saudade’ portuguesa. Es un lugar para vivir aunque los turistas inunden calles y plazas.

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Unos 500 metros más allá abandonamos la carretera y tomamos un camino a la izquierda, señalizado, que nos lleva a la calzada, comenzamos a subir.

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Nos saluda una fuente al inicio del camino antes de dejar atrás la aldea de Portagem. Rodeados aún de olivos, cerezos y castaños.

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Enseguida nos adentramos en un robledal donde la calzada se conserva intacta. La sombra en los primeros días de junio cuando hicimos la ruta, se agradece.

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La calzada es medieval, aunque hay fuentes que apuntan a que pudo ser en sus orígenes romana como el puente que cruza el río Sever. La ruta, percurso en portugués, está llena de sorpresas, este viejo bosque y su calzada son la primera de ellas.

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Marvão fue una importante plaza fuerte en la defensa de Portugal contra Castilla, especialmente durante la Guerra de la Restauración. De ahí su construcción en la cima de la sierra y su dificultad de acceso, fue uno de los grandes bastiones de las disputas entre españoles y portugueses.

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El ascenso nos deja ver la frontera, la raya/a raia luso española; frente a nosotros las Peñas Aguda, de San Blas y de la Hierba ( o las Penhas Aguda, do Sao Bras y do Relva, porque están en el lado portugués) de la Sierra de la Paja que separa ambos países.

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Así llegamos a Marvao, atravesando los últimos alcornoques, situado a 825 metros de altitud. Apenas cuatro kilómetros después de haber salido, entramos en la fortaleza.

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Como reza el panel informativo que nos encontramos a la entrada de Marvao, la calzada es parte de los caminos que se utilizaron durante siglos en este territorio, este que parte de la muralla de la fortaleza se comunicaba con la ciudad de Portalegre. En toda la zona se conservan, en muy buen estado, varios tramos de caminos medievales que unían aldeas y pueblos.

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En la actualidad este pueblo portugués se caracteriza por sus imponentes murallas, que se encuentran perfectamente integradas en el paisaje, llegando incluso a confundirse con la cresta del peñasco.

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Mãrvao es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede, cuentan en la página de turismo de Portugal.

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La muralla de la ciudad se puede recorrer entera y visitar, en la parte más alta, su castillo. El nobel portugués José Saramago en su Viaje a Portugal, ya lo expresó de manera clara: «Desde Marvao se ve la tierra toda (…) No diríamos toda la tierra, pero es innegable la impresionante vista sobre las tierras de Portugal y como villa rayana, que es, de España. Se comprende que en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

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«Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja», afirma Pedro Retamar.

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Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Ibn Marwan, fundador también de la ciudad de Badajoz, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160.

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Es una villa para pasear con calma; como la ruta es sencilla os recomiendo un largo paseo por sus calles enredadas. La mejor opción es pasar por la oficina de turismo que se encuentra a la entrada y pedir toda la información necesaria y un plano que os facilite la visita.

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No dejéis de subir al castillo y al museo porque las vistas de Marvao desde allí son espectaculares, la entrada creo que cuesta 1,5 euros, nada para lo que disfrutaréis con el paseo por la fortaleza.

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Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes.

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Dejamos, con pena, Marvao recorriendo sus recovecos y sus sorprendentes calles, estrechas e irregulares, pero llenas de sorpresas.

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Salimos por el camino que nos lleva al Convento de Nossa Senhora da Estrela, fundado en el año 1448. Visitable y recomendable.

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Tras un pequeño tramo por la carretera, accedemos a otra calzada que nos lleva a un pequeño conjunto de casas, Abengoa, en una zona dominada por los castaños.

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Callejas empedradas, vides, castaños, olivos y encinas bordean a Marvao por la parte este mientras descendemos de la sierra.

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En este pequeño cruce, si os desviáis unos metros a la izquierda, podéis encontrar la Fuente de Souto y un par de tumbas medievales excavadas en roca.

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Retomamos el camino siguiendo la señalización, ya digo muy bien situada en todo el recorrido, mientras volvemos a sumergirnos en el robledal que rodea la sierra.

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En este punto el camino se cierra y volvemos al camino donde cogeremos parte del trazado que tomamos al subir, lo veis perfectamente en el track. Ya solo queda desandar el apenas kilómetro que resta.

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La empedrada ruta medieval es toda una sorpresa, bueno, Portugal es siempre una sorpresa; visitar sus villas históricas lo es mucho más. Es un pequeño paseo para días más relajados, para finales de temporada con comida, como es nuestro caso, o para mañanas en las que te apetecen itinerarios con encanto, este no os defraudará.

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Así se refleja la alegría del paseíto, los colores y sabores de Portugal de los que daremos cuenta en cualquiera de las braserías que hay en Portagem para disfrutar de lo más típico: pollo a la brasa y bacalao dorado, aquí hay que comer eso porque lo preparan mejor que nadie.

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Como ya he comentado, preparamos esta sencilla ruta para cerrar temporada con el Club La Vereína, para hacer hambre y despedirnos obligados por los rigores del estío extremeño. Septiembre será tiempo de tocar a rebato, y volverse a calzar las botas.

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Decía el sabio Saramago que “un viaje no existe si no es en la memoria”, he visitado muchas veces Marvao, y siempre me parece la primera vez, porque siempre me sorprende como la primera vez. Esta villa encantada en la que he ido haciendo amigos con los años; es una tentación ante cualquier viaje, una disculpa fácil, un paseo reconciliador, el recuerdo a un escritor admirado, José Saramago, y con el que coincido en afirmar: ¡qué grande es el mundo!

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Ruta Piedras Labradas. Jarilla

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El collado de Piedras Labradas se encuentra a 1.070 metros de altitud; así se conoce a una meseta que fue allanada, creada por el ser humano. La ruta que parte desde la localidad de Jarrilla, nos llevará a esa sierra donde encontraremos los restos del edificio. Los bloques de piedra están tallados con un corte perfecto, de ahí le viene el nombre al lugar.
Sobre su origen se barajan varias hipótesis, una, datada, un templo romano dedicado a alguna deidad, aunque no es habitual que los romanos construyesen a tanta altura. Hay quien opina que tuvo que haber en el lugar un asentamiento vetón, o al menos un lugar sagrado sobre el que se edificó el templo. Otras teorías se inclinan por que en la meseta hubiera un puesto de comunicaciones que enviase, mediante fuego por la noche y con destellos por el día, señales a la ciudad de Cáparra, visible desde el collado. También es posible que el emplazamiento cumpliera labores de protección y vigilancia sobre una ruta secundaria que uniría la Vía de la Plata con el Valle del Jerte. No hay que olvidar tampoco que muy cerca de aquí había una captación de aguas que abastecía a Cáparra.

La ruta que proponemos es circular, de apenas 14 kms, pero con algún tramo de dificultad media, ya que el desnivel acumulado es de 600 metros y otros tantos de bajada, pero las vistas de las Tierras de Granadilla y del Valle del Ambroz son magníficas.

Os dejo el track para GPS ya os digo que nosotros, en el kilómetro 9,6, en el Collado del Cerezal, nos apartamos del camino señalizado y optamos por bajar por una vereda más complicada pero más bonita, pero si esta opción no os convence sólo tenéis que seguir el trazado señalizado (PR amarillo y blanco) que os devuelve al  camino de vuelta, sobre el mapa se aprecia perfectamente, en este caso salen unos 16 kms, pero de menor dificultad.

Nosotros comenzamos en Jarilla, a los pies de los Montes de Traslasierra.

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Jarilla pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, situada en la falda oeste del Sistema Central, en los Montes de Traslasierra. Con apenas 100 habitantes posee varias casas rurales; el único bar es el centro social, junto al Centro de Día y la iglesia de San Gregorio en su pequeña plaza mayor. Protegida por el pico de Cabeza del Santo, 1.478 m altitud, está bañada por la Garganta Perdida y la de Cabera y cuenta con una coqueta piscina natural.

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Arrancamos la ruta en la plaza, bordeando la iglesia; enseguida nos toparemos con este lavadero restaurado, aunque ya no en uso, imagino.

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Comenzamos por una pista asfaltada que encara la sierra y que enseguida se convertirá en camino de tierra.

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La ruta está señalizada como PR (amarilla y blanca), aunque no está homologada por lo que hay que estar atentos al track para no perderse en los cruces que nos encontraremos. Lo que vemos en cuanto dejamos el pueblo es el valle con las Hurdes y la Sierra de Gata al fondo.

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Los primeros kilómetros discurren por el paraje de Las Pozas en un entorno de dehesa muy agradable, de momento, paralelos a la sierra.

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El camino asciende poco a poco, mientras caminamos por las Colmenillas, disfrutando de una primavera exuberante en este final de mayo cuando hicimos la ruta.

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Venimos andando por los caminos tradicionales que unían los pueblos de la zona, de hecho, podéis optar por comenzar en Cabezabellosa, una localidad situada unos kilómetros más allá y así hacerla un poco más larga si queréis sumarle más tiempo al paseo.

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Dejamos por un momento la cómoda pista de tierra para coger un pequeño atajo, no hay que preocuparse, el desvío está señalizado.

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Mientras, disfrutamos de la vista del Valle del Ambroz con Casas del Monte en primer término y Segura de Toro al fondo.

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Son apenas unos metros porque enseguida volvemos al camino original, mientras pasamos cerca del Canchal del Moralejo, nos queda más o menos kilómetro y medio para comenzar la subida al collado.

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La ruta, en estos tramos, está muy bien señalizada, hay un cruce con una señal y un mapa gráfico de la zona y el recorrido de la ruta; dejamos el camino que nos llevaría a Casas del Monte y, junto al arroyo de las Gorroneras, nos preparamos para el ascenso.

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El ascenso, de poco más de 4 kms, no es muy exigente aunque el desnivel acumulado es de unos 400 metros.

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Este paraje que llaman el Horquito es un magnífico robledal, muy cerrado en su parte más baja.

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Más abierto a medida que ascendemos pero con ejemplares de robles impresionantes. En esta zona hay que estar atentos al track y a las señales del PR porque no siempre están claras.

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Un pequeño llano descansa las piernas antes de atravesar las pequeñas vaguadas que crea la montaña.

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Lo cierto es que la altura, a unos 900 metros de altitud ya, nos permite disfrutar de este hermoso valle, bañado por las aguas del río Alagón, aquí embalsadas por la presa de Gabriel y Galán. Tierras de Granadilla.

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Nos abrazamos a la ladera del Risco Llano, la montaña cambia de paisaje a cada momento, esto embellece aún más la ruta.

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Sorteamos pequeños arroyos, este del manantial del Colchón, en una primavera que no olvidaremos por su exuberancia, con el que encaramos la última subida antes de llegar al templo.

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Pero aquí arriba, emocionados, es difícil no dejar descansar las piernas y echar mano del móvil o la cámara y recoger este inmenso y rico valle atravesado por la Vía de la Plata, hoy A-66, aunque los vestigios romanos siguen encaminando los pies hacia el norte, Gijón o Santiago.

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Aquí veréis una pequeña valla ganadera con el señal de PR, hay que abrirla y no seguir el camino de la derecha. Nosotros lo hicimos y tuvimos que saltarla un poco más adelante sin mayor problema. Por cierto recuerda: cancela que se abre, cancela que se cierra.

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Detrás de nosotros la sierra de la Cabrera retiene las nubes, cerca del collado de las Yeguas que facilita el paso al Valle del Jerte.

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Aquí la humedad y la umbría mantienen florecidas las peonías, o rosas de Alejandría como llaman otros. Un último esfuerzo para disfrutar del misterio de un lugar mágico

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Lo primero que nos encontramos es el antiguo vallado que protegía el templo. Debéis imaginar que entonces esto era un bosque de robles que rodeaban este lugar de culto donde, protegidos por árboles sagrados, se reunirían los vetones para venerar a sus divinidades vinculadas a la naturaleza.

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Tras la dominación romana de la Lusitania, el lugar se convirtió en un templo, era un pequeño edificio a dos aguas de una sola entrada, muy parecido al que se conserva a la entrada del puente romano de Alcántara y que el imperio construía por todo el territorio. El expolio que sufren muchos de estos yacimientos ha hecho desaparecer muchas de las piedras, incluso algunas de las aras votivas, pequeños altares dedicados a los dioses que se veían hace unos años.

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El collado de las piedras labradas está marcado por esta historia de culto y misterio. Allanado por la mano del hombre para sus fines espirituales, pero también defensivos. Desde aquí era visible la ciudad romana de Cáparra y, por ello, hay quien sostiene que el lugar bien pudiera albergar un puesto de vigilancia, por una parte, del abastecimiento de agua a la ciudad, en unos montes repletos de manantiales, y por otro, defensivo. He leído que se piensa que pudiese haber un punto de vigilancia que, desde la altura, avisase a la ciudad a base de señales de humo o luminosas en caso de peligro. Por cierto, cuando regreséis os aconsejo visitar los restos de la ciudad de Cáparra y su centro de interpretación para que entendáis la importancia de este asentamiento romano que fue un importante nudo de comunicaciones en el eje norte-sur y que conserva el único arco cuadriforme de España.

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El collado de Piedras Labradas, a 1.062 m de altitud, ofrece vistas magníficas, como estas de la localidad de Cabezabellosa protegida por el Cerro del Búho, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Castillo.

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Después de disfrutar del lugar e imaginarnos las historias que aquí se debieron vivir, iniciamos el descenso de nuevo al punto de partida.

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El Collado, rodeado de vegetación baja, nos despide rodeados de cantuesos, o lavandas (lavándulas) o tomillos borriqueros como llaman en otros y disfrutando de su aroma intenso.

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Sol y nubes en este día de primavera, sigue la señalización acompañando el camino, por cierto, el tramo de bajada, está marcado como ruta principal en algunos tracks, pues el oficial de la comarca, lo realiza con subida y bajada por el mismo camino, por este.

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El hecho de que hayan podio expoliar el yacimiento tiene que ver con que el camino es de fácil acceso para algunos vehículos, por lo tanto llegar hasta arriba en coche es posible.

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El camino discurre ahora entre callejas de piedra muy habituales en la comarca. El granito es abundante, tanto es así que para construir el templo de Piedras Labradas no hubo que subir las piedras, ya estaban aquí.

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Cuando hemos descendido unos cien metros llegamos al collado del Cerezal, aquí es donde decidimos desviarnos por una pequeña vereda señalizada con mojones. Aquí la ruta se complica porque la pendiente es fuerte y hay piedras sueltas, pero es mucho más bonita. Estamos en el kilómetros 9,6, se puede ver en el track perfectamente. Si no os decidís por esta variación sólo tenéis que seguir la pista que sigue señalizada con las marcas de PR que os devolverá al camino original de Jarilla a Casas del Monte donde sólo hay que desandar los pasos.

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Nosotros traemos el track, nos ayudan los mojones de piedra, porque la primavera tapa por momentos la pequeña vereda por la que transitamos.

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Bajamos haciendo zigzag, de hecho nos volvemos a topar con otro camino, paralelo al que hemos dejado; quiero decir que si esta primera bajada os ha parecido complicada sólo tenéis que seguirlo y os llevará al camino de salida y la señalización de pequeño recorrido, lo vais a reconocer porque en el camino hay una pequeña tubería negra de agua.

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Pero nosotros seguimos el descenso por este magnifico lugar, a quienes nos gusta el senderismo nos atrae más caminar por pequeñas veredas que por pistas o caminos. Estamos en la Jerdillera.

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Así llegamos a la Garganta Perdida, o garganta primera, que no hay que cruzar, iremos paralelos a ella hasta llegar al pueblo.

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Puro bosque mediterráneo en esta parte de la sierra donde encontramos estos impresionantes bolos graníticos.

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Vegetación más densa en la parte baja de la sierra, donde alcornoques y encinas se disputan el terreno, ya el trazado es llano y las piernas descansan de la pronunciada bajada de 400 metros de desnivel en apenas dos kilómetros.

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La callejas de piedra nos marcan el camino, como haciéndonos la ola, como ese público que se apelotona a la llegada de los grandes eventos deportivos, eso sí, en silencio.

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Camino ya del pueblo pasamos por la pequeña piscina natural de Jarilla que en verano ofrece agua fría para quien guste de estos parajes, cuenta con merendero cercano para pasar el día.

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Desde aquí una pista cementada nos lleva hasta el pueblo donde damos por finalizada la ruta.

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Nos queda la satisfacción de haber subido hasta una parte de la historia, de la cultura vetona, de la posterior dominación romana. Hasta nuestros días ha llegado con el nombre popular de Piedras Labradas; escondida a la vista, esta atalaya de dioses y guardianes presenta un aspecto manifiestamente mejorable, pero esto nos ocurre con frecuencia en Extremadura, y en el resto de España, no acabamos de poner en valor estos vestigios que retratan de dónde venimos. La roma imperial tuvo, y tiene, mucho peso en la historia de esta región. Pero los vetones fueron un pueblo importante, una civilización que ha dejado repartida su cultura por toda la región, sobre todo el norte, como pone de manifiesto el berraco que se conserva en la cercana localidad de Segura de Toro.

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Jarilla, 100 habitantes, conserva el equilibrio tranquilo de las pequeñas localidades cacereñas que aún sobreviven a un, imparable hoy, fenómeno de despoblamiento rural. Los niños juegan en la calle, los turistas ocupan los alojamientos rurales y los mayores mantienen sus costumbres. Nosotros hemos venido a romper la armonía del pueblo por breves momentos, ante la alegría y la sorpresa de los aldeanos que nos saludan orgullosos por haber venido hasta su pueblo. Seremos tema de conversación esta tarde, seguro, estos chicos de ciudad de colores chillones que vienen a ver sus piedras labradas, el templo que aún les vigila, y les protege, silencioso y abandonado.

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Una de las satisfacciones de caminar por el campo, es encontrarte lugares sagrados como Piedras Labradas, y poder contarlo, e invitar a quienes aman y estudian la historia a recorrer el camino que vetones y romanos andaron y desandaron tantas veces. Y confirmar que la historia, además de las grandes ciudades y los conocidos monumentos, la escribieron también estos sencillos enclaves tan necesarios para entender cómo vivían nuestros antepasados, los que dejaron un ADN que hoy nos ha convertido en lo que somos. Lo mejor, como siempre, hacerlo Andando Extremadura.-

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Caminos tradicionales de la Sierra de Gata. Gata-Torre de Don Miguel- Santibáñez el Alto

Ahora que nos hemos acostumbrado a ellas parece que las carreteras siempre estuvieron ahí. Pero no siempre fue así. Los caminos fueron, durante siglos, la única manera de llegar de un lugar a otro, de un pueblo a otro, de una comarca a otra, de un prado a una finca, de la montaña a la ciudad. Las bestias eran la manera de traer y llevar aquello que no producía la tierra y los viajes, un esfuerzo necesario para poder vender aquello que no se consumía, o se podía cambiar por alguna herramienta o un enser doméstico, o un simple trozo de tela para un vestido nuevo. Esta ruta nos lleva desde el pueblo de Gata hasta el de Santibáñez el Alto, pasando por Torre de Don Miguel, recorriendo esos viejos caminos para cruzarte con cruces, bellas fuentes, molinos, riveras o antiguos pajares. Arquitectura vernácula al lado del caminante, en un paseo entre valles y sierras que invita a conocer parte de la comarca cacereña de la Sierra de Gata.

18,5 kms de dificultad baja, os dejo el track para GPS

Comenzamos en Gata, una bellísima localidad que os aconsejo visitar si vais con tiempo (y si no, tendréis que volver). Y lo hacemos junto al impresionante Cedro que domina el pueblo, situado junto a la carretera, es uno de los árboles más conocidos de la comarca, con una altura de 30 metros y un perímetro de tronco de hasta 5 metros y una edad que supera los 200 años. Este gigante nos bendice al iniciar el camino.

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Nada mas dejar atrás el cedro nos sale a la derecha un camino descendente que nos lleva hasta el río. Es fácilmente reconocible porque veremos un panel informativo y enfrente la ermita del Humilladero del siglo XVI. Aquí empieza el recorrido.

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Enseguida nos topamos con la Rivera de Gata, crecida porque acaba de darle sus aguas el arroyo del Concejo. La Sierra de Gata es tierra de olivos y los viejos molinos son una constante en cada cauce de agua.

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No tiene pérdida el camino porque aquí conserva el viejo empedrado medieval con fuentes como la del Chorrito y que en este tramo coincide con el trazado del  sendero internacional GR 10.

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Más arriba la piedra se pierde oculta por el cemento que tapa la belleza de estos viejos itinerarios. Aún quedan algunos pinos de la masacre que el fuego viene haciendo en estas sierras, con la ayuda de la mano del hombre, desafortunadamente.

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Desde el puerto de la Cruz de Piedra, Gata se ve así de hermosa. Junto a esta portilla entre las sierras del Salido y Las Jañonas, junto a la cruz de piedra que le da nombre, iniciamos el descenso a Torre de Don Miguel por un camino, junto al arroyo Hondo, que antes era vereda, y que las máquinas han convertido en pista.

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Y llegamos a Torre de  Don Miguel, otra deliciosa localidad sierragatina que conserva sus construcciones originales, pasadizos de madera y adobe, callejuelas angostas e imposibles que se funden con casas señoriales. En su plaza aún queda el recuerdo de otro árbol mítico de la Sierra de Gata: el álamo negro que presidió el ágora de Torre durante años y que fue imagen de la comarca.

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Los urbanitas (ya seamos senderistas, viajeros, curiosos, comerciantes o almas perdidas) pasamos demasiado deprisa por los pueblos. Desentonamos en la paz que ofrecen, y despreciamos ese abrazo que trata de de imbuirnos en una filosofía de vida que tiene como protagonista al tiempo, porque en la Sierra de Gata no hay prisa, ellos dicen que el tiempo lo dan ‘dao’.

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Pero nuestros pies están de paso y se topan, apenas el instante que duran unos pasos, con joyas como la ermita del Cristo de la Misericordia con esa  portada del s. XVI, dicen que de Pedro de Ibarra, que nos recuerda a la arquitectura de las sinagogas judías.

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Cogemos por los Cascajales el camino donde se unirán los arroyos del Grueso, el de San Juan y el del Perico en la Ruta de los Molinos.

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Este parque arqueológico muestra varias almazaras recuperadas. Molinos de aceite que movía el agua como este de Los Blancos, rehabilitado en parte.

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El oleturismo, o turismo de aceituna, es una realidad que se impone en otros territorios, pero que en Extremadura aún no sabemos aprovechar. Esta ruta es una buen muestra de nuestro potencial.

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La ruta continúa  cruzando una pasarela que conduce a la margen izquierda del arroyo de San Juan, donde se alzan las ruinas del molino del Tío Perfecto.

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El Molino del Tío Perfecto -cómo eran los pueblos para nombrar a sus paisanos- conserva los viejos engranajes que movía el agua, las viejas piedras de molino, fabricadas en piedra y que durarán eternamente.

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Viejas ruedas que habrán dado vueltas y vueltas sin fin, movidas por los arroyos amansados, la fuerza de la corriente convertida en energía hidráulica, para dar vida a una aceituna exclusiva, convertida en aceite único, oro verde de la sierra: la Manzanilla Cacereña. El olor de las viejas cocinas que aún recuerdo de esos años de infancia rural, y afortunada.

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Sobre el azud, junto a su canal, una tercera pasarela comunica con los restos del Molino del Tío Domingo, donde se encuentra una coqueta y magnífica piscina natural con todos los servicios necesarios.

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Y frente a la piscina, El molino de Los Lucas, un edificio rehabilitado que mantiene en su diseño toda la magia de su uso original y toda la belleza de estos edificios a los que, en algún caso, se les quiere buscar un uso turístico; una idea que espero se lleve a cabo más temprano que tarde antes de que el abandono dé con sus muros en el suelo.

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Tal es la simbiosis de esta gente con el aceite que Torre de Don Miguel vive una de las fiestas más arcaica que se conservan en toda Extremadura. Un tesoro etnológico que deberías conocer: la fiesta del Capazo. Esas antiguas ruedas de esparto en las que se colocaba la aceituna para que la piedra del molino extrajese el zumo. Y que esa noche arden a ritmo de tamboriles y vino en las muchas bodegas del pueblo.

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Sigue el arroyo de San Juan cerca de nosotros, mientras caminamos por el paraje de la Rapaza; las viejas construcciones molineras aún son visibles.

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Rodeados de olivos, cerezos, pinos o viejos robles, cruzamos el arroyo para encarar enseguida la subida a la atalaya de Santibáñez el Alto.

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Este viejo camino conserva parte de su belleza, de su abrupto trazado, gracias a que el hombre no encontró manera de domar estos bancales de piedra que miran al norte.

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Un inmenso robledal, paredes de piedra y  el viejo camino nos acogen en la subida a Santibáñez el Alto por este paraje denominado Hondón de los Olivares.

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Joyas como este abrevadero de piedra, dejan constancia de que por los caminos, además, se movían los animales, el verdadero tesoro de los habitantes de la sierra.

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Callejas anchas, delimitadas por muros de piedra por donde corre el agua estos días de abundante lluvia. La subida a Santibáñez no es muy dura. El pueblo, construido sobre la Sierra Martín, se encuentra a 685 metros de altitud. La calleja nos lleva directamente a sus calles.

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Santibáñez el Alto es de los pueblos menos conocidos de la Sierra de Gata, porque aquí hay que venir. Pero su situación es estratégica. Es un mirador de 360º de la Sierra y de las tierras del Alagón.

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Hay excelentes balcones para disfrutar de fotografías como esta: el pantano de Borbollón a tus pies, rodeado de dehesas. En otoño, desde aquí, las bandadas de grullas son un espectáculo.

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Santibáñez el Alto, antes llamado San Juan de Máscoras, que era el nombre de la fortaleza que corona el pueblo, y el origen de él. La Fortaleza de San Juan de Máscoras fue una de las joyas de la corona de la Orden de Alcántara y durante años se derramaron ríos de sangre, tanto cristiana como islámica, para controlar  una de las puertas de entrada de la transierra extremeña.

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Mientras ascendemos al castillo nos topamos con la iglesia de San Pedro con su curiosa torre-fachada.

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Es la mayor fortificación de toda la Sierra de Gata, ya está muy deteriorada, desafortunadamente. Eso sí, su recinto amurallado se conserva prácticamente íntegro; aunque buena parte de él se ha convertido en el muro de muchas de las casas que se han construido a sus pies; incluso la plaza de toros aprovecha parte de esta muralla.

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Hoy el interior del castillo es el camposanto de la localidad, y han cometido la aberración de instalar un repetidor de TV y teléfono en lo alto. Pero os invito a encontrar entre sus muros las marcas que los canteros dejaron en los sillares que laboriosamente labraron durante siglos para levantar esta majestuosa construcción militar.

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Solo hay dos bares, magníficamente situados y juntos, en el pueblo que ofrecen vistas magníficas y que se alegraron mucho de vernos, pues aprovechamos para comer y hacer gasto en los pueblos, como tiene que ser.

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Dejamos las tierras del Temple por el viejo camino de subida al castillo, descendemos de este pedacito de historia fronteriza, que guarda los secretos de las muchas desavenencias hispano lusas sucedidas a lo largo de la historia.

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La Sierra de Gata es rica en agua, prueba de ello son las muchas fuentes que hay en toda la comarca; esta sierra además, es como un enorme pozo subterráneo del que mana agua por todas partes. Esta es la fuente del Pilar.

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Al descender de Santibáñez nos topamos con uno de esos tesoros de la ruralidad extremeña. Justo en la parte baja de la sierra, cuando comienza la dehesa nos encontramos con el Barrio de la Calzada, o Los Pajares que, como cuenta mi buen amigo Víctor Manuel Pizarro, se trata de un interesante barrio ganadero, «uno de los poquísimos conjuntos arquitectónicos populares de carácter agrícola y ganadero que se conservan de manera íntegra hoy día en Extremadura. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con la categoría de Lugar de Interés Etnológico»

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Se trata de conjunto de más de cien construcciones de granito, la mayoría abandonadas, dedicadas a establos, cuartos de aperos y pajares.

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Ocupan una superficie de unas 27 hectáreas en mitad de un paisaje afable, rico en manantiales, fuentes y abrevaderos, sobre un suelo fértil de dehesas, prados y acebuches centenarios donde pastan vacas y caballos.

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Afortunadamente, muchas de estas construcciones se están recuperando para deleite de todo aquel que las visita, y merece la pena.

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Los Pajares  fue el primer Bien de Interés Cultural como Lugar de Interés Etnológico, declarado por la Junta de Extremadura en 2010. El resultado de una vida práctica, de como los ganaderos evitaban los roquedos de la sierra y buscaban los pastos y la comodidad del llano.

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Nosotros caminamos ahora por la dehesa boyal de Santibáñez, sin árboles, que deja que veamos frente a nosotros la sierra de Dios Padre y Villanueva de la Sierra a sus pies.

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Por los huertos del rincón y el Mermejal nos acercamos a la piscina natural de Santibáñez, junto a la carretera local CC-115, que aquí llaman la carretera de Montehermoso, final del trayecto.

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El río Árrago, protegido por su hermosa vegetación de ribera, rodeado de olivares, castaños, alcornoques y extensos viñedos, hace quiebro en este punto, antes de juntarse con el río Tralgas y llenar el embalse de Borbollón, tierra de grullas; hace un quiebro, digo, para facilitar el baño en esta deliciosa y tranquila piscina natural que cuenta todo tipo de servicios.

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Fin de trayecto. Para el recuerdo queda esta imagen de grupo que nos hicimos delante de la rueda del molino de Los Blanco, aunque no olvidaremos el viaje que, antaño, realizaban estas gentes muy a menudo y no con el carácter lúdico y deportivo que nos ha movido a nosotros.

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La Sierra de Gata es una comarca diversa, amplia y deliciosa. Tierra de vinos y aceite. De castillos, de habla propia; una tierra de fronteras donde el otoño se inunda de matices y el verano te invita a bañarte en cualquiera de sus diecisiete piscinas naturales. Pueblos y aldeas que conservan la arquitectura rural y serrana, plagada de viejos caminos medievales de piedra que se conservan en algunos tramos, tan bellos, que tus mismos pasos te retrotraen a aquellos años en los que vivir aquí no resultaba tan idílico. Hoy este paisaje entre montañas es un paraíso para el viajero, la mejor manera de conocerla es hacerlo Andando Extremadura.-

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Caminar por un mar de nubes

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¿Quién no ha soñado alguna vez con caminar por encima de las nubes? Las nubes. Sueños de algodón que dibujan los cielos y que en fotografía crean efectos que engrandecen una imagen.

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Las nubes siempre están encima de nosotros, o casi siempre, pero cuando consigues situarte por encima de ellas el sueño se convierte en una visión idílica que alimenta la imaginación y despierta la fábula.

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Extremadura es una sorpresa, sus cielos lo son también, y si escalas a alguna de sus atalayas, en cualquiera de sus formas – montaña, cerro, alcor, risco, loma, colina, monte, collado, sierra, cordillera…- además de disfrutar de un paisaje excelente, te puedes llevar la sorpresa de estar caminando por encima de las nubes.

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Quienes hacemos andando caminos y veredas somos testigos de la luz en cada hora del día, en cada estación, y somos espectadores de las caprichosas formas de un cielo limpio y despejado en el que las nubes son libres de expresarse.

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Lo hacen dejando testimonio de su grandeza, bañadas por un sol que las vira de los naranjas a los blancos, de los grises a los ocres.

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El mayor regalo es sobrepasarlas, ponerlas a tus pies y observar ante ti campos de algodón en movimiento, luces y sombras de un mar de olas blancas que parecen tener vida; paisajes de otros paisajes ocultos por instantes, nubes que viajan contigo y te acompañan creando cascadas de agua condensada y lagos de cristales de nieve, gotas de agua microscópicas en estado gaseoso, llanuras de agua evaporada que nos traen los océanos que vienen a descansar a Extremadura.

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Por encima de las nubes hay una paz infinita, el sosiego que produce percibir sus lentos cambios, empujadas por un viento que las anima a deslizarse por las laderas de una montaña, a empapar la dehesa de rocío; porque, al fin y al cabo, las nubes son agua y el agua es vida, y Extremadura es agua.

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Si alguna vez has sido testigo de lo que te cuento, recordarás esa sensación momentánea de sentirte más grande, más alto que el mismo cielo, sobre el éter de un suelo de agua que no puedes pisar.

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Elige esos días de niebla extremeña, busca un lugar elevado en tu camino y disfruta de ese piélago de nubes, alfombras gaseosas sobre un paisaje amilanado. Toma la cámara de fotos con tranquilidad y recoge las curvas del agua sobre la loma cercana; retrata las insinuadas formas de un campanario cuando asoma entre la bruma, recoge el silencio que parece haber debajo.

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Extremadura tiene muchos cielos, uno cada día; pero si logras tropezar con el momento en el que las nubes están abajo y el cielo arriba, te toparás con una sensación indescriptible, como si dominases la tierra, como si el tiempo chocara bruscamente, se diese la vuelta y volcase sobre los campos.

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Un mar de nubes es un paisaje invertido, algo así como el cielo a tus pies; añoranza de sueños infantiles, de caballos alados, de cuentos con héroes que vuelan, de paraísos perdidos con niños que se niegan a crecer.

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Extremadura es, a veces, un mar de nubes. Y cuando las tienes a tus pies me acuerdo siempre de aquella canción: “te quiero tanto, tanto, que en una sola lágrima de mi llanto, cabe el cielo”.-

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Este post forma parte del libro ‘Cielos de Extremadura’ publicado con motivo del VII Encuentro de Blogueros de Extremadura que organiza la Fundación Xavier de Salas y editado por la Dirección General de Turismo de Extremadura bajo al dirección de José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández, celebrado en Trujillo el 25 de noviembre de 2017.

                              

toda la información de estos encuentros y una magnífica colección de imágenes se puede encontrar en

http://extremadurablogs.blogspot.com.es/

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Ruta Canchos de Ramiro y Ladronera. Valle del Alagón

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Tanto el río Tajo como su afluente el Alagón viajan por Extremadura encajonados en muchos tramos y dejan imágenes fantásticas y rincones para guardar en la retina. Si Peña Falcón, o el Salto del Gitano, en el Parque Nacional de Monfragüe es el más conocido, no es menos sorprendente este de Los Canchos de Ramiro en el Valle del Alagón, muy cerca del pequeño pueblo de Cachorrilla. Llegar a esta impresionante portilla es fácil porque la ruta está señalizada y es sencilla. Apenas 10 kms ida y vuelta por una excelente dehesa que tiene como recompensa este lugar mágico. Si os gustan las aves, recomiendo llevar prismáticos.

Os dejo el track oficial de la ruta para GPS, ya os digo que no tiene pérdida.

Cachorrilla es una pequeña localidad de menos de cien habitantes, cuando llegues a ella sigue la carretera que lleva hasta la plaza, atraviésala y sigue de frente por una pequeña calle que te saca del pueblo en apenas unos metros. Veréis una pequeña carretera y a unos metros una ermita donde podréis dejar el coche porque ahí mismo arranca la ruta. Nada mas salir de Cachorrilla los roquedos por donde navega el Alagón son visibles.

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Junto a la ermita del Cristo está la charca del mismo nombre donde nace el arroyo del Calvario.

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Como os digo la ruta está bien señalizada, aunque en sí no tiene mucha pérdida, porque el ayuntamiento de Cachorrilla nos da la bienvenida junto a un panel explicativo. Es una amplia pista de tierra la que lleva hasta los Canchos, el pero, que como en este país tenemos que meter el coche hasta dentro, no es raro cruzarse con vehículos de gente que no va andando, depende del día no son muchos.

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Entramos en la dehesa de los Tres Carrascos, donde suele haber mucho ganado, pero se nota que están acostumbrados a la presencia de gente y ni se inmutan

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Es una bonita dehesa sobre todo en otoño e invierno, época en la que os aconsejo hacer la ruta. O bien primavera, eso sí, en un año en el que haya llovido, no como nos pasó a nosotros, mes de mayo y ya está todo seco.

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Aún así la dehesa es de una belleza singular, hasta las encinas parece que bailan.

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La Sierra de la Garrapata es visible muchos metros antes.

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Esta es la casa del Canchito, aquí el trajín ganadero es constante, pero nadie molesta a nadie.

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Nos acercamos a la portilla de los Canchos de Ramiro, detrás la Sierra de la Garrapata

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A esta pista la conocen como Camino del Chorrillo, es muy plano con apenas algunas subidas y bajadas muy suaves.

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A medida que dejamos atrás la dehesa el paisaje se transforma en bosque mediterráneo, el terreno se cierra entre encinas, jaras y retamas.

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El paisaje tiene dos partes diferencias, la primera es pura dehesa y según bajas hacia la cuenca del río, desaparece la mano del hombre y el terreno es más abrupto y más virgen.

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A esta ladera en la Sierra de la Garrapata la conocen como la Madre del Agua, es un terreno lleno de hueco donde aves y mamíferos campan a sus anchas

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Y pegado a los Canchos de Ramiro, el Boquerón que crea el acantilado sobre el río Alagón, destino de nuestra ruta

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El Alagón en esta zona está en la cola del Embalse de Alcántara, además de anegar metros y metros de tierra, sufre los vaivenes del uso eléctrico del pantano; hoy se nota la herida del agua. Ahí están los Canchos de Ramiro.

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Nos hemos adentrado en el corazón del Espacio Natural Protegido de los Canchos de Ramiro. Corazón natural de la comarca del Valle del Alagón. Este entorno natural atesora uno de los complejos ambientales más interesantes de Extremadura, declarado en Noviembre del año 2.000 como Zona ZEPA (Zona de Especial Protección para Aves) forma parte del conjunto de Espacios Naturales Protegidos de la Red Natura 2.000 de Extremadura con una superficie de 6.200 hectáreas.

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La zona se sitúa justo donde el río Árrago vierte sus aguas al Alagón, dos ríos en uno en este rincón

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El sendero de los Canchos de Ramiro nos ha conducido hasta uno de los parajes más interesantes de la geografía extremeña. El abrupto acantilado sobre el río Alagón, las laderas umbrosas tapizadas por la selva mediterránea, el majestuoso vuelo de las aves y el silencio, nos adentran de lleno en este paraíso de la naturaleza.

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Este abrupto espacio cuenta con varias cadenas montañosas, los Canchos de Ramiro, el pico de Ladronera, la sierra de la Garrapata, sierra de la Solana, sierra Grande, sierra Pequeña, sierra de Valdecocos, y sierra del Arco. El espacio está atravesado por varios cursos de agua, como el regato del Castillo de las Moreras, el río Arrago, río Alagón, ribera de Fresnedosa, arroyo de los Herreros, arroyo de Valdecoco, arroyo del Acim, arroyo de Sardinero y arroyo del Listero.

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Los Canchos de Ramiro, junto con la Aceña del tío Jeromo, forma parte de la Cordillera Central de San Pablo, siendo toda la Cordillera una de las 170 zonas ZEPA de España y 650 de toda Europa. Aquí juntan sus aguas dos de los ríos que forman el Tajo, su afluente el Alagón, y el Arrago. En este punto el río Alagón casi ha finalizado su andadura dentro del Valle del Alagón, desembocando más arriba en el mismo Tajo ya en el embalse de Alcántara.

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El paraje nos ofrece los abruptos acantilados sobre los que anidan buitres leonados y rapaces, con laderas de bosque mediterráneo.

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Constituye el lugar idóneo para la vida de bogas, calandinos, barbos comizos, galápagos leproso y europeo, águila imperial ibérica, águila real, cernícalos primilla y vulgar, halcón peregrino, águila perdicera, buitres leonados y negros, alimoche o cigüeña negra, entre muchas otras especies.

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Los buitres, ajenos a nuestra presencia, continúan atareados con sus nidos, trasteando con ramas y otros elementos.

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El buitre leonado ha estado estrechamente ligado a las actividades pastoriles del hombre, realizando una eficaz, aunque a veces incomprendida, labor sanitaria. Neciamente perseguido durante décadas, este carroñero entró en un peligroso declive del que, relajada la presión, se recuperó de forma espectacular.

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Fue a principio de los años 60 cuando el embalse de Alcántara le privó a este río de su fuerza y caudal constante, modificando a partir de entonces el ecosistema de la zona y la forma de vida de los pobladores. Se perdieron los bosques de la Rivera, el salto de agua llamado «El Salto del Caballo» en los mismos Canchos de Ramiro, la pesca fluvial y los antiguos molinos de agua, destinados a moler grano y aceituna aprovechándose de la fuerza de las aguas y cuyos restos aún se pueden visitar con cierta nostalgia en la Aceña del tío Jeromo.

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Trato de imaginar este paisaje, cuando el río era río, y la mano del hombre no anegaba estas tierras para beneficio propio, al fin y al cabo, el embalse de Alcántara es una de las mayores heridas de nuestra tierra y una vergüenza.

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Una última mirada a pie de agua de esta portilla natural que parece mágica aquí tan cerca. Los aficionados a la ornitología y la fotografía de aves pasan aquí horas y horas.

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Volvemos sobre nuestros pasos, el camino es de vuelta por el mismo trazado. A esta hora, más cercana al mediodía, la presencia de coches es más frecuente. También gente andando. Menos mal que Antonio Luna y yo salimos temprano.

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Paisaje escarpado convertido en reserva natural, cauce fluvial que cumple una interesante función como corredor ecológico; Los Canchos de Ramiro es un lugar que enamora, no tiene la suerte de que nadie lo defienda como Reserva de la Biosfera, o Parque Natural, pero por sus recursos lo merece. Es el hermano menor del Salto del Gitano, como lo es el Alagón del Tajo, pero si venís comprobaréis que en belleza van de la mano. El Valle del Alagón pierde su valle y su vega en rincones tan especiales como este.-

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Ruta Meandro Melero. De Arrolobos a Riomalo de Abajo

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La comarca de las Hurdes tiene muchas imágenes  que la identifican, pero hay una por encima de todas ellas que se repite una y otra vez: el Meandro Melero; esa isla que forma el río Alagón en la zona embalsada del pantano de Gabriel y Galán, aguas abajo, situado en la vecina Tierras de Granadilla. Curiosamente la isla es tierra castellana porque el río Alagón marca la frontera entre Extremadura y Castilla-León, pero no importa porque la imagen sólo se disfruta desde aquí.

Nosotros hicimos la ruta que une la alquería de Arrolobos y la de Riomalo de Abajo, pasando por el Meandro, 22 kms. de pista con escasos desniveles y que discurre entre la Sierra de Valhondo y la del Helechoso y bosques de pinos que nos acompañaron todo el trayecto

Hay otra ruta, circular, de apenas 6 kms. que parte y llega a Riomalo de Abajo que se conoce como Verea de los Pescadores, os dejo los dos tracks por si alguien le apetece dar un pequeño paseo por la zona

Track para GPS Arrolobos- Riomalo de 22 kms.

Track para GPS Verea de los Pescadores 6 kms.

Después de pasar Vegas de Coria en la carretera autonómica EX-204, la carretera principal de la comarca, nos encontramos un desvío a la derecha que lleva a la alquería de Arrolobos, apenas a dos kilómetros más abajo. La carretera acaba aquí, como veis en la fotografía, justo de donde sale la pista que nos llevará hacia el Meandro Melero.

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Cuentan que Arrolobos siempre ha sido considerado como un pueblo de pescadores que realizaban sus faenas en los ríos de la Mancomunidad y después iban por las alquerías vendiendo la pesca.

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No es de extrañar, Arrolobos se sitúa junto al río Hurdano en este bonito meandro convertido en zona de ocio. En fin no hay mas que seguir la pista de tierra e iremos bordeando el curso del agua.

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Arrolobos con la Sierra de Riscales al fondo y el pequeño monte de Las Cortas a la izquierda. Las Hurdes es tierra de huertos, olivos y cada vez más cerezos por su rentabilidad.

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Caminamos por el Cotorro de las Pineras, iremos todo el trayecto bordeando las sierras de Valhondo y del Helechoso, rodeados de pinos

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En ocasiones el bosque es más cerrado y el paisaje se limita al arbolado que nos rodea mientras recorremos la pista.

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En otras ocasiones el bosque se abre y disfrutas del paisaje y entonces eres consciente del terreno que te rodea y vuelves a disfrutar del río Hurdano al que le seguimos el curso antes de que acabe, como nosotros, en el río Alagón

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Los incendios dejan su huella, aunque se vaya borrando, las zonas despejadas de árboles muestran las heridas del fuego que jaras y retamas se encargan de tapar

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Llegamos a la Collada del Helechoso a algo más de 500 metros de altitud, un cruce de caminos con diferentes pistas, algunas señalizadas, nosotros venimos de Arrolobos

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Ondulaciones de los nervios de la sierra que creando una sensación de que caminas por un sembrado de sierras y montes que se van sucediendo y que parecen no terminar nunca, pero detrás de esas últimas elevaciones están las Tierras de Granadilla y al fondo el Valle del Ambroz y la Sierra de Gredos.

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La ruta es sencilla sin fuertes desniveles, aunque puede resultar algo monótona porque discurre siempre por pistas amplias que zigzaguean continuamente.

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Pequeñas construcciones y muros de pizarra nos recuerdan que estamos en Las Hurdes. Es primavera y se nota.

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Hay veces que ves el camino a lo lejos y sigues la traza de la pista que ahora salva el Arroyo Hormigas, estamos más cerca del Alagón y por tanto del Meandro

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El día nos regala algunas nubes para que las imágenes ganen algo más en belleza y mitiguen el calor que a esta hora, cerca del mediodía, pesa un poquito.

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Aquí termina su vida el río Hurdano, ahogado en las aguas del Alagón que la enorme presa de Gabriel y Galán embalsa sin miramientos durante kilómetros y kilómetros. El río Hurdano que nace más arriba, en Las Hurdes Altas, donde las Apreturas de la Majá Robledo, en la Sierra de la Canchera, justo a los pies del Pico Solombrero. El río Hurdano de curvas imposibles, de imágenes únicas que presta sus aguas a las alquerías y pueblos de La Huetre, Casarrubia, Casares de Hurdes, Asegur, para beberse, a la altura de Cerezal, al río Malvellido e ir más crecido, aguas abajo, hacia Nuñomoral o Rubiaco y atravesar la carretera en Vegas de Coria, donde lo encontramos para guiarnos a Arrolobos y no perderle la pista hasta ahora que lo despedimos en las tranquilas y domadas aguas del Alagón.

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Encaramos la frontera entre Extremadura y Castilla-León, con el río de por medio; frente a nosotros el Parque Natural de Las Batuecas- Sierra de Francia con el pico de Robledo a la derecha.

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Y llegamos al Meandro Melero, a la Isla, que desde el Mirador de la Antigua ofrece esta imagen tan conocida, con las nieves de la Sierra de Gredos al fondo. Este lado es Extremadura, el de la Isla está en territorio castellano-leonés.

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Definido por muchas revistas especializadas en turismo como uno de los lugares más bellos e impactantes de la geografía española, este meandro que dibuja el curso del río Alagón en sus proximidades a la localidad de Riomalo de Abajo, llega en las épocas en que mayor volumen de agua se acumula en el Pantano Gabriel y Galán a formar casi un islote.

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A partir de aquí tenéis dos opciones, o seguir la pista que lleva hasta Riomalo desde el mirador, que es tranquila, pero en la que os podéis encontrar coches subiendo y bajando, sobre todo en fin de semana; o bien quitaros un ratito de pista por la Verea de los Pescadores que ofrece también unas bonitas imágenes del meandro, la vereda enlaza un poco más adelante con la pista como podéis ver en el track.

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Casi abajo, cuando terminan los bosques, comienzan las huertas y los cerezos florecidos te salen al paso. Riomalo de Abajo también tiene río, en su topónimo y en su término, el río Ladrillar se despide aquí antes de entregarse, como el Hurdano, a las aguas del Alagón. Curiosamente el Ladrillar también es frontera, como Riomalo de Abajo, que saluda a los viajeros que llegan a Extremadura y despide a los que marchan a Castilla-León

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Las Hurdes es un paseo de olores, colores, miradas, sabores, una fotografía que guardas, maravilla rural en 2014; conserva ese halo de tierra maltratada, de belleza robada, en Las Hurdes hay algo diferente y no sabes qué es.

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Terminamos en casa de Jesús, en el Restaurante Riomalo, junto a su Complejo Turístico, disfrutando de la compañía de toda la gente que pasa de una región a otra, esta es parada de moteros y senderistas. Las Hurdes tiene mil caminos, mil meandros, mil postales…  porque lo dijo Unamuno, es el único lugar del mundo donde la tierra es hija de los hombres.-

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Iberia, la raya borrada

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Siempre se ha dicho que a España y Portugal las separan el agua de los ríos, pero yo me inclino a pensar que ese agua las une cada vez más: El Miño, El Duero, El Tajo, El Guadiana… conforman la frontera hispano-lusa desde hace siglos. Los movimientos de fronteras, aún no cerradas en algunos rincones, construían puentes desde hace ya dos mil años, puentes que se levantaban, se destruían, se reconstruían, se cerraban y se abrían, como la frontera, con horario limitado. Todo aquello quedó en el olvido y Europa comenzó a coser esa brecha uniendo ideas y liderando proyectos que van tendiendo a unir a dos países que han estado de espaldas durante mucho tiempo. Y los ríos han sido ahora el principio. Parque Naturales, Reservas de la Biosfera, Arribes, presas y pantanos y sobre todo las personas y sus historias.

La de un inquieto empresario turístico extremeño, Eugenio Rodríguez García, es una historia que comienza con un apartamento rural  que se va extendiendo por las comarcas del norte de Extremadura, que llega a Castilla León y que atraviesa la frontera, porque no la hay, y su proyecto empresarial recala en la bellísima playa interior de Congida, en la localidad portuguesa de Freixo de Espada à Cinta, para dirigir el complejo turístico Moradias do Douro Internacional.

Nuestra común defensa del turismo y sus posibilidades -y debilidades-, nos ha unido muchas veces en largas conversaciones, pero esta era especial y acabaría en el I Encuentro Ibérico de Periodismo de Gastronomía y Turismo, en el que participaríamos medio centenar de periodistas y escritores de Portugal, Castilla León, Madrid y Extremadura, que se celebró en Freixo entre los días 27 y 29 de enero de 2017.

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Eugenio, alma inquieta, consiguió la implicación de los ayuntamientos españoles de Saucelle e Hinojosa del Duero y del portugués de Freixo de Espada à Cinta. Un fin de semana en el que descubres que aquí la normalidad es la ausencia de raya. De hecho el alcalde de Saucelle, Diego Ledesma, regenta un restaurante en Freixo, ‘Cinta D’ouro’, y las relaciones entre pueblos van más allá de lo comercial y se adentran en lo político y en lo personal.

En fin, a nosotros nos habían preparado un magnífico programa para que comprobásemos que a uno y otro lado de la raya los recursos son muchos, turísticos y gastronómicos. Y ahí empezamos, tras los saludos y presentaciones, conocimos la bodega ‘Quinta dos Castelares’, una joven empresa  rodeada de viñas escalonadas y con unos vinos cuidados. Un lugar de diseño pensado para agradar

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Y agradable fue el recorrido y las explicaciones sobre las bondades de unos caldos que compiten con sus vecinos españoles de Ribera del Duero. Instalaciones nuevas y muy cuidadas.

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Y la necesaria cata de blancos y tintos para terminar la visita.

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Cada ayuntamiento quería mostrar su mejor cara, la alcaldesa de Freixo (presidente de la Cámara Municipal allí), Maria do Céu Quintas, nos recibió con un concierto de la fadista Dina Pinto para sumergirnos en uno de los mejores regalos de la cultura portuguesa, el fado.

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Inauguramos la exposición del artista segoviano Rafa de Miguel que colgaba sus cuadros en el auditorio municipal de Freixo. De Miguel se encarga de decorar los complejos rurales de Eugenio Rodríguez. Allí mismo cena degustación con algunas excelencias de la gastronomía portuguesa y a descansar.

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Dormir en las Moradias do Douro Internacional, en las Arribes del Duero, fue otra sorpresa. Despertarte con este paisaje natural a tus pies, la playa de Congida, y comprobar como se cuida el entorno en este parque fluvial donde nada desentona. Portugal, menos restrictiva en el uso de los pantanos, permite el desarrollo de actividades turísticas, cuida de unas infraestructuras bien planteadas con todo tipo de servicios para uso del ciudadano, es algo que envidiamos en España. Aquí las confederaciones hidrográficas, no son conscientes del alto valor económico que representa para un pueblo o un comarca disponer de instalaciones públicas exquisitamente cuidadas.

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Parques a pie de río llenos de detalles

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Cómodas y pensadas para el disfrute al aire libre de un paisaje que es de todos.

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He visto este tipo de instalaciones en varios pantanos de Portugal y siempre siento la misma envidia de que en España un planeamiento parecido sería imposible. Incluso viajar en un barco turístico por nuestros ríos es una carrera de obstáculos que difícilmente se termina, para desesperación de muchos empresarios y administraciones que lo intentan.

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La jornada comenzaba con el pequeno almoço, el desayuno portugués que en Freixo nos ofrecieron antes de comenzar un largo día de visitas.

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El río se encajona entre sierras y valles, escondido entre ellos viaja por ambos países. La orografía de la zona invita a construir miradores como este de Penedo Durao desde donde contemplar las Arribes del Duero y la presa de Saucelle.

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Desde allí cruzamos a España para viajar a Saucelle y disfrutar de sus miradores, que también los tiene, sus recursos turísticos y naturales. Eugenio y los alcaldes de Freixo y Saucelle nos dieron la bienvenida oficial. Vídeos, agradecimientos y…

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…dulces para seguir alegrando la mañana y la estancia, ahora en tierras españolas.

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Saucelle es español pero tiene aires portugueses. Saucelle es un municipio de la comarca de La Ribera, en la provincia de Salamanca, Castilla y León. Presta su nombre a la presa de Saucelle, construida a 8 km. Es uno de los pueblos más visitados dentro del Parque Natural de Arribes del Duero. Los miradores, el valle del salto de Saucelle y el poblado del Salto de Saucelle son los lugares con mayor atractivo turístico de este municipio.

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Entre sus alojamientos destaca la Posada Real denominada Casa del Brasilero. Posadas Reales es la marca de calidad de los alojamientos de turismo rural en Castilla y León.

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Una pequeña y empinada carretera nos invita a pararnos en el Mirador de El Salto con vistas a la presa, al poblado y al río Duero

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Aquí llegó la foto de familia para el recuerdo

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La comida nos llevó hasta el poblado de la presa, ahora convertido en ‘Aldeaduero’. Situado en un entorno de naturaleza espectacular, este antiguo pueblo de trabajadores ha sido rehabilitado para transformarlo en uno de los mayores centros de turismo rural de España. El antiguo casino del poblado es ahora el restaurante.

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Menú castellano para deleitar al grupo.

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La tarde la dedicamos a pasear por Freixo de Espada à Cinta y visitar su Museo de la Seda, y de la historia de la localidad.

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En España casi todos los niños hemos criado alguna vez gusanos de seda; en este museo se contemplan todas las fases de su vida y en primavera siguen, incluso, extrayendo la seda y elaborando pequeñas prendas con ella.

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El museo cuenta además con una parte más interpretativa de la historia de Freixo, conocida como la Villa Manuelina, por los múltiples ejemplos de este estilo artístico que se conservan en la localidad.

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Freixo de Espada à Cinta, recibe el nombre del Fresno con una espada a la cintura y son muchas las historias que se cuentan sobre este hecho histórico.

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Al atardecer, y desde su castillo, Freixo ofrece una imagen serena. Nos sorprendió a todos las instalaciones de todo tipo que posee la villa, deportivas, de ocio o de salud, como su piscina climatizada

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Después de la visita llegaba la hora del debate. Se organizaron una serie de mesas temáticas que analizaban la realidad del turismo de frontera que sirviese para poner de manifiesto sus debilidades y fortalezas y las sugerencias de quienes nos dedicamos al turismo desde los medios de comunicación o la universidad. Conclusiones que se podrán leer pronto en una publicación y que servirán para establecer una interesante hoja de ruta sobre lo que se debe hacer en un futuro próximo. El día terminaba con una típica cena portuguesa a cargo de Isabelinha, una cocinera que te deleita con lo mejor de la gastronomía rayana; este magnífico artículo de José Ramón Alonso de la Torre lo resume mejor que yo.

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Me quedo con muchas cosas de este viaje, pero el gusto a la hora de diseñar este complejo turístico, Moradias do Douro Internacional , me dejó sorprendido; apartamentos con vistas incrustados en la montaña para que su impacto sea mínimo, con una distribución que te permite ver los Arribes del Duero desde cualquier parte de la casa, habitación incluida, pues la cama mira al río; enormes ventanales y su distribución en bancales con una pequeña terraza los convierten en una opción ideal. Pensados para familias, con un entorno fluvial diseñado para el ocio, situados en la playa de Congida, son un lugar para volver muchas veces.

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Un parque a pie de río, una pequeña cafetería casi metida en el agua…madera, pizarra, todo equilibrio

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Enfrente, el Duero, reflejado en los Arribes.

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Último desayuno en la propia Congida para disfrutar de esta playa de interior, desayuno con vistas.

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Hoy tocaba viaje en barco, barco panorámico por el agua tranquila de un río que aquí sujeta la presa de Saucelle

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Dentro del barco, atendíamos a las explicaciones del guía sobre la historia de la zona, sobre Freixo, mientras disfrutamos de un paisaje que es único o casi.

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Mientras el barco se aleja de la playa nos queda la imagen de su parque.

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Un pequeño paraíso público pensado para el disfrute de todos, rodeado de bancales de olivos y naranjos, dos productos que aquí, son exquisitos

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El territorio que ocupa Arribes del Duero está catalogado como “Zona de especial Protección para las Aves” (ZEPA) desde 1990. Arribes del Duero tiene una superficie de 106.105 ha, con unos 180 km de cañones fluviales, y quedan incluidos en él 37 municipios que pertenecen a las provincias de Zamora y Salamanca, con 17.000 habitantes en total. Por su parte, Portugal declara el Parque Natural do Douro Internacional en 1998, con una extensión de 85.150 ha. Ambos espacios conforman una de las áreas protegidas fronterizas más extensas de la Unión Europea.

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La geomorfología es la principal seña de identidad de Arribes del Duero. Una suave penillanura, donde la acción erosiva de la red fluvial, aprovechando antiguas fracturas originadas por el choque de placas terrestres, ha sido labrando los granitos y las rocas metamórficas, generando profundas y escarpados cañones con desniveles de más de 200 m de altura: son los llamados arribes, arribas o arribanzos.

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El viaje, y despedida, termina en Hinojosa del Duero, ya de regreso, con una degustación de embutidos en una localidad que sorprende por su cantidad de recursos y su rico patrimonio. Hinojosa de Duero se encuentra situada en el noroeste salmantino. Hace frontera con Portugal. Se integra dentro de la comarca de El Abadengo. Antes del final Eugenio Rodríguez atiende a los distintos medios para hablar de este encuentro de periodistas de turismo, Press Trip es el anglicismo, que ahora reflejaremos y contaremos en nuestros medios para dar testimonio de la experiencia.

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Yo, que tengo alma portuguesa, me quedo con el paisaje, con este regalo escondido que son los Arribes. Me quedo en la frontera, donde me crié, viendo que las rayas administrativas se van enterrando por las gentes que viven en la raya, las que ven normales que los alcaldes de allí sean los empresarios de aquí, que lo que fabricamos allí lo consuman aquí, y viceversa. Me quedo con la raya borrada, la de dos países que poco a poco van desescribiendo (sic) la historia y que ‘los malos vientos y malos casamientos’ quedan en el acerbo popular y se pierden en el olvido; porque hoy cuando viajas en tu coche nadie te para si pasas de un país a otro, nadie te extraña, todo lo contrario, a nosotros nos recibieron con los brazos abiertos. Solo me robaron una cosa: otro trocito de corazón que se ha vuelto a quedar a ese lado de la frontera.-

 

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Freixo de Espada à Cinta. Enero de 2017                                                                                   ©vicentepozas

 

Ruta Camino de Sierra de Fuentes. Cáceres

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La ciudad de Cáceres ha señalizado siete rutas senderistas, denominadas Rutas Verdes que discurren por los alrededores de la ciudad; son trazados muy usados por los cacereños para sus paseos que ahora se han arreglado con la colocación de paneles y postes. La idea es muy buena pero está mal ejecutada porque se señalizan para la práctica del senderismo pero sin criterios de senderismo: señalización no homologada, deficiente y con trazados mejorables. No obstante, el hecho de que el Ayuntamiento, con dinero de la Confederación Hidrográfica del Tajo, señalice y arregle los caminos, es de alabar puesto que, junto al casco urbano, existe toda una trama de caminos y veredas de excelentes y variados paisajes. Hoy os traigo una de esas rutas, la más larga: el Camino de Sierra de Fuentes, localidad situada a 12 kilómetros de Cáceres. Son 20 kms de recorrido circular que discurren entre los Llanos de Cáceres y la Sierra de la Mosca, un conjunto de pequeños cerros de entre 500 y 660 metros altitud que constituyen el Sinclinal de Cáceres. La propuesta oficial es de 17,4 kms, pero la última parte del camino es discutible porque te lleva hasta la carretera y no finaliza donde empieza, eso es lo que he arreglado en el trazado que propongo.

Aquí os dejo el track para GPS

Arrancamos la ruta en la barriada de San Blas en Cáceres donde podremos dejar el coche fácilmente, y desayunar sin problema, tomaremos dirección a la ronda de Vadillo para pasar por la Fuente de Vadillo o los abrevaderos de Vadillo (imagen de arriba) y cruzar la carretera para tomar otra más pequeña que lleva hacia el Camino de Valhondo en la umbría de la Montaña, aunque nos desviaremos antes. Desde aquí apreciamos el Cáceres monumental.

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Subimos por esta pequeña carretera para desviarnos a la izquierda dirección a la Urbanización Residencial Universidad. Esta ruta la hice con Antonio Luna y Juan Antonio Mostazo, excelente compañía para una mañana espléndida.

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El camino, de antiguas fincas ganaderas, conserva alguna de aquellas construcciones rurales de fincas y cortijos ya casi sin uso. No hay que entrar en la urbanización pues nos encontraremos con una pista de tierra que nos lleva al camino de Sierra de Fuentes.

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Nada más sobrepasar las casas y dejar a un lado las ultimas construcciones de la ciudad (cuarteles, residencias, depuradoras, observatorios…) te encuentras un paisaje limpio de pequeñas explotaciones ganaderas como esta de la Dehesilla

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Dehesa y sierra a los pies del llano que más adelante se impone durante kilómetros. Esta es la finca de La Hormiga.

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Al fondo el cerro del Milano que junto al risco de Sierra de Fuentes con algo más de 600 metros de altitud son los dos más altos de la zona.

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Terrenos de explotaciones ganaderas tan cerca de la ciudad, y tan lejos, como esta de las Muesas. Sobre el cerro se nota que no estamos lejos de Cáceres, por la cantidad de casas que se han ido construyendo a lo largo de la sierra.

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Echando la vista atrás se divisa el cerro del Portanchito y el santuario de la patrona de Cáceres, la Virgen de la Montaña. Leía, al hacer la crónica, que la presencia de estas elevaciones se debe a la existencia del Sinclinal de Cáceres, una estructura geológica constituida por dos bandas rocosas de cuarcita muy resistentes a la erosión que sobresalen sobre los terrenos pizarrosos que las rodean.

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Se disfruta el paisaje tan cerca de una ciudad, la ruta nos lleva entre la sierra y el llano constantemente.

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El cortijo de San Roque, viene señalado en todos los mapas

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En la finca Colmenarejo de la Plaza, y apenas visible hasta que estás encima, encontramos esta estación de energía solar; en los llanos de Cáceres había muchas proyectadas pero la malas políticas sobre energías renovables han paralizado casi todas las iniciativas. Cáceres al fondo, para que veáis que no estamos tan lejos.

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Dejas atrás el cerro del Milano antes de torcer a la derecha para comenzar la subida la risco de Sierra de Fuentes, que no coronaremos, la ruta discurre por la parte baja donde se encuentra el centro de recuperación de aves.

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El viejo camino de Sierra de Fuentes es una pista cómoda y ancha, muy usada por senderistas y ciclistas, recientemente se ha arreglado y se han plantado en sus bordes multitud de almendros.

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Dejamos el camino girando a la derecha para coger otra pista que nos llevará hasta la mitad del cerro, frente a nosotros el risco y el radar meteorológico, este tramo es una pista cementada con pequeñas áreas de descanso que discurre junto a un arroyo.

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Quedan pocos ya, pero aún se pueden ver algunos rebaños de cabras que en otros tiempos eran muy abundantes en estos campos.

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En la parte baja del monte los animales conviven con pequeños bosques de robles y encimas. Cabras curiosas

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Es una subida suave de apenas un kilómetro que, como os he dicho, está cementada en este tramo para uso de los vecinos de Sierra de Fuentes. Hay más de una ruta señalizada en esta zona

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En la parte alta del camino  nos encontramos Los restaurados hornos de cal de Sierra de Fuentes que como cuenta Rubén Núñez en su blog ‘Cáceres al detalle’ eran «conocidos como los «Hornos del Tío Pascual», cuyo origen es incierto pero que, según distintas fuentes, pueden corresponderse al siglo XVI cuando la localidad alcanzó una entidad suficiente como para construir su iglesia parroquial, como reflejo de una población notable y con un relativo esplendor económico, aunque los primeros datos sobre el origen del pueblo se remonten al siglo XIV. Estos antiguos hornos de cal están asentados en terrenos de la dehesa Boyal de Sierra de Fuentes, en uno de los collados de la Sierra de la Mosca formado por el cerro del Risco y el cerro del Milano y sobre el camino viejo que une Cáceres con Sierra de Fuentes y por el que llevaban el material desde el calerizo cacereño.»

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Se han restaurado un par de ellos o tres, el resto están abandonados y prácticamente derruidos. Junto a ellos algunos paneles explicativos cuentan algunos detalles de su historia.

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Desde el alto lo que observamos es la dehesa de La Alberca en toda su extensión y el Alcor de Santa Ana al fondo y a la parte derecha del cerro la urbanización Ceres Golf.

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Justo al lado se encuentra el Centro de Recuperación de la fauna Los Hornos de la Junta de Extremadura que es también un centro de educación ambiental. Una excelentes instalaciones a donde llegan, sobre todo, aves heridas, que son curadas y, en su caso, devueltas a su hábitat natural

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Desde este punto tomamos el camino que pasa por la puerta del centro, el camino viejo de Cáceres, que atraviesa la dehesa de La Alberquilla.

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Viejas construcciones como este pozo se ven desde el camino, que dan fe del uso ganadero de este terreno que aún mantiene algunos animales, aunque pocos. El camino, de tierra, también amplio y cómodo, muy llano.

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Una dehesa de encinas y alcornoques, algunos tan bellos como este. Al fondo el Cerro del Milano que ahora vemos desde el lado de la solana, hemos dejado atrás la sierra de La Mosca y estamos de nuevo en el llano.

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Al salir de la dehesa de la Alberquilla caminamos entre la cerca del Guijarro y la de la Alberca.

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La dehesa de La Alberca, que nos queda a la izquierda, es una delicia que ahora en primavera presenta este aspecto excelente.

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Al llegar a las faldas del cerro del Portanchito los olivos se suceden como una lengua de árboles que cae de la sierra.

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Así vamos llegando a Cáceres por los Machones donde la primavera se deja ver.

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Cerca de las casas de La Pizarra, y a pesar de la cercanía de la ciudad la vida es tranquila y se sigue trabajando el campo.

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Justo al llegar a la llamada cantera de Olleta es donde hemos variado la ruta, el track oficial coge por el camino que, señalizado, sigue recto pero que nos lleva hasta la carretera que es donde termina la ruta, según los paneles. No tiene ningún sentido hacer esta ruta lineal y no cerrarla, y además, este último tramo propuesto es muy feo que pasa junto a donde estuvo el poblado chabolista de El Carrucho. Nosotros giramos a la derecha para tomar el camino de la solana, mucho más agradable que nos aleja de la carretera y nos permite cerrar la ruta y terminarla donde empezamos. La cantera de Olleta que, algún iluminado, quiso convertir en auditorio.

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Así es que en este punto enlazamos con la Ruta de la Umbría y la Solana, que es otra de las rutas verdes y caminamos entre olivos y encinas por la zona de la solana baja.

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Ya más cerca del santuario de la patrona cacereña, en el cerro del portanchito.

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Justo aquí, Cáceres ofrece esta panorámica magnifica de su ciudad monumental y la zona centro. Nosotros evitaremos caminar por la carretera andando por los muchos caminos que hay en esta zona.

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El camino de la ribera del Marco, tranquilo, nos permite seguir pisando tierra a pesar de estar ya dentro de la ciudad. Camino con vistas, por cierto.

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Dejaremos ya el camino para hacer el último tramo por Fuente Concejo, andando junto a la ribera del Marco.

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Es el regalo de este último tramo, y merece la pena, mirar desde abajo el reciento monumental, la puerta del río y el antiguo arrabal cacereño

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Hoy estas viejas casas se han recuperado y ahora, habitadas por gente joven han vuelto a dar vida al barrio.

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Debía ser así como viesen la monumentalidad de Cáceres los viajeros que llegasen a la villa en aquellos años en los que la puerta del río los recibía viniendo desde Trujillo y el llano

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Nosotros cruzamos la ribera y nos adentramos en las calles Tenerías, Caleros… para despedir entre oficios este agradable paseo por una de los tesoros naturales de Cáceres: su sierra.

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Nadie puede abstraerse de la monumentalidad de Cáceres, pero está es más bella si se complementa con sus recursos naturales, si se pasea por su entorno y se disfruta del bosque mediterráneo, de la dehesa, de los llanos y de sus sierras. No en vano Cáceres posee el término municipal más grande de España y más desconocido seguro, claramente eclipsado por el tercer conjunto monumental de Europa y Patrimonio de la Humanidad. Pero andar por sus caminos es aún más recomendable para comprender esa historia que tanto nos condiciona. Aunque sea por un ratito, hay un Cáceres Verde que merece la pena disfrutar.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

I Ruta del Llano a la Sierra. Torremocha-Albalá-Montánchez

DEL LLANO A LA SIERRA

La I Ruta del Llano a la Sierra fue una idea de los ayuntamientos de Torremocha, Albalá y Montánchez que organizamos los clubes GR100 y La Vereína con el apoyo de la FEXME (Federación Extremeña de Montaña y Escalada), una iniciativa para potenciar la comarca, sus caminos, sus recursos y sus bondades. De las dehesas y pastizales, a la sierra, 20 kilómetros por esta comarca que merecen la pena. Los tres ayuntamientos, además, cuidaron todos los detalles y recibieron a los senderistas con todo el mimo. Ha sido la primera edición y la intención es darle continuidad.

Os dejo el track de la ruta

La bienvenida nos la dan en Torremocha, donde el ayuntamiento nos recibe con desayuno; no falta de nada, comenzamos cogiendo fuerzas para un día duro por el calor. Saluda del alcalde e inicio de la marcha. Torremocha con unos 1.200 habitantes; está emplazada en una llanura entre pequeños cerros muy aptos para el cultivo de cereales, y corre muy próxima a ella el río Salor Perteneció al antiguo partido de Montánchez hasta 1631. Sus calles son bastante espaciosas y rectas, con casas de dos pisos, de mampostería enjalbegada y vanos adintelados.

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Precisamente salimos de Torremocha cruzando el río Salor y nos topamos con esta delicia: el Puente Grande, posiblemente de origen romano, pero de factura medieval, alomado con cinco arcos de medio punto, está en el camino que conduce a Aldea del Cano, el que llaman de El Ejido; el puente pudo estar en la antigua ruta hacia Norba Caesarina, de ahí que los investigadores no descarten su pasado romano

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Dejamos las aguas del Salor a nuestra izquierda y encaramos por el Camino del Molinillo, rodeados de viejas paredes de piedra que aún mantienen las lindes de las fincas y que son la tónica en la comarca, algunas con magnificas entradas como esta.

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Por lo que llaman El Cotillo, cerca de la Alberca Llana, los llanos de cereales se han comido la dehesa, grandes extensiones de pasto que dejan magníficas imágenes.

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A medida que nos alejamos del pueblo, los pastizales se dispersan y la dehesa vuelve a imponerse, estamos en el camino de Albalá.

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Caminos anchos, usados para ganado durante mucho tiempo y que ahora conectan un mar de fincas dedicadas al campo, ganadería sobre todo.

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Es un paisaje muy nuestro, muy extremeño, y aunque el verano amarillee los campos quienes saben mirarlos encuentran rasgos diferenciadores que lo hacen tan especial, tan exclusivo

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Son muchos los caminos que cruzan estas tierras, el de Cáceres, el de Montánchez, el de Albalá, el de Molinillo, el de las Huertas de la Magdalena, ahora pasamos cerca de lo que conocen como Fuente Honda, somos una multitud en estas tierras tranquilas.

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Nos sorprenden estos bolos graníticos tan característicos de Extremadura, que tienen cerca de aquí, en el paraje de Los Barruecos, su expresión más vistosa, aunque estos lucen así de singulares.

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Dejamos el Camino de Cáceres y cogemos una pequeña y antigua calleja en desuso que nos llevará hacia el camino de Montánchez, flanqueados por magníficos alcornoques

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Dejamos la calleja y retomamos por el camino que se une a otro, el de La Huerta, paralelos a la Finca de La Carretona, dehesa con color casi de verano que aún conserva coletazos de primavera.

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El Camino de Montánchez nos muestra la sierra y deja ver a la localidad y su castillo donde finalizaremos la ruta, nos dirigimos primero al pueblo de Albalá.

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La ganadería muy presente en la comarca; en esta finca un celoso toro vigila la marea de gente sin perder ojo de lo que pasa.

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En vez de seguir por el Camino principal, torcemos a la derecha para adentrarnos en la vereda del Barranquillo, por donde se sitúa el Arroyo de La Lapa y la fuente del mismo nombre, una zona más húmeda que aún conserva el verde de la primavera lluviosa que hemos tenido.

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Caminos de agua con la vereda de la Retuerta, como el arroyo que corre cerca, caminos de piedras y más veredas: la de la Calzada o la de la Mojonera antes de llegar a nuestro punto de avituallamiento.

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Entramos en Albalá por el camino de la Encina del Cura, nombres que evocan historias siempre.

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La población fue fundada por los romanos al estar ubicada en la vía romana de Mérida a Toledo. Aún quedan yacimientos de esta época en «El Campo», «El Carrascal», «Dehesas de Abajo» y en «Pozo del Charcón».

Su nombre primitivo fue transformado por los árabes, denominándola Albalá por su enclave o proximidad a una calzada romana y que, posiblemente, fueran ellos los que la elevaran a la categoría de aldea.

Aquí el ayuntamiento nos recibe con un avituallamiento que nos da fuerzas para continuar, llevamos 12 kilómetros de ruta y el calor aprieta ya, un pequeño descanso, recorremos la localidad y seguimos hacia Montánchez

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Albalá fue muy conocida en los tiempos del uranio, mineral de sus berrocales, donde se sitúan antiguas minas como La Carretona, El Gallo y Pozo Norte, explotadas en los años setenta y que aún se conservan.

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Escudos y blasones se reparten por toda la localidad, donde además se conservan restos de épocas gloriosas, se pueden visitar además la ermita de San Joaquín o la ermita de la Magdalena del siglo XVI

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Dejamos Albalá y tomamos el antiguo camino de Montánchez rodeados de olivos muy presentes en toda esta zona, aquí se produce un exquisito aceite.

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Este es un antiguo camino medieval que conserva su empedrado original en muchos tramos, es una zona en la que los alcornoques se imponen y su sombra, a esta hora del mediodía, se agradece bastante

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Aún se conservan restos de viejas construcciones de recia planta, granito que aguanta a pesar del abandono, Montánchez, lugar importante por su castillo, conserva restos como este de aquella grandeza pasada.

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Me fascinan estas puertas de acceso a las fincas, las hay por todos los alrededores de Montánchez, son de una belleza que sorprende, fuertes, y anchas; imagino que tendrían un uso concreto y su porqué, pero todavía no he dado con la información; he fotografiado muchas de ellas cada vez que paseo por Montánchez y su sierra.

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En este punto cruzamos la carretera que sube a la villa, en el cruce del Parador del Padrino, aquí el desnivel se nota más, estamos ascendiendo a la sierra, eso permite, entre otras cosas, contemplar la comarca sin problemas, al fondo, Albalá de donde venimos.

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Al llegar al parador del Padrino, justo a su derecha hay una cancela, si la atravesáis seguiréis por el track de la ruta, hay otra opción, justo antes de la cancela a la izquierda sale el antiguo camino medieval de entrada a la villa, es un camino precioso muy bien conservado que nos lleva al pueblo; la diferencia es que el camino que sigue el track entra por la zona del castillo y atraviesa toda la localidad, aunque es verdad que con algún desnivel un poco más durillo, pero nos enseña Montánchez entero

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Si Torremocha nos recibió con desayuno, Albalá con un tentempié para continuar con fuerzas, Montánchez no deleita con un refrigerio para probar los productos más típicos, jamón y embutidos. Lo hacemos en un pequeño parque que aquí llaman la rotonda, un final magnífico para celebrar que hemos realizado la primera edición de la ruta senderista del llano a la sierra.

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Yo agradezco personalmente a la gente de La Vereína su disposición siempre para colaborar, es una ayuda necesaria para hacer posible un proyecto como este, y todos. Es una suerte que seamos un equipo compacto y profesional. Juan Antonio, Miguel Ángel, José Luis, Carolina, Antonio y Daniel, unos craks.

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Y esta foto que le robo a Raúl Jurado para reconocer el trabajo de Rafa Franco del club GR100 que trazó una ruta preciosa y nos hizo llegar sin problemas desde Torremocha a Montánchez y a Domingo Fernández, responsable de senderos en la FEXME por su implicación siempre.

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Finaliza este proyecto que Diego Mostazo y yo iniciamos con la idea de patear la comarca montanchega, desde la sierra, donde el llano se muestra así de bello, con 20 kilómetros a las espaldas y un trato exquisito de todos los ayuntamientos implicados en la ruta. Merece la pena embarcarse en proyectos que muestran lo que tenemos, que nos es poco.

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Terminamos, pues, en Montánchez, al abrigo de su castillo, de su historia, que es la de todos, disfrutando en su plaza de la compañía de montanchegos y senderistas, celebrando esta jornada de paseo que nos ha llevado desde los pastizales del llano a los bancales de olivos en la sierra, entre encinas y alcornocales, y tanta historia a sus espaldas que a nadie extraña que los vestigios y restos del pasado te salgan a cada paso que das. Cada uno de los pueblos está señalizando sus rutas, Montánchez incluso las ha homologado. Rutas que cuentan historias, que guardan la aportación de esta tierra que ha jugado un papel en la pequeña historia de España que se ha escrito en Extremadura.

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En el centro geográfico de Extremadura, ocupando el privilegiado triángulo que conforman las ciudades de Trujillo, Mérida y Cáceres, la comarca de Montánchez y Tamuja extiende su territorio por la penillanura trujillano-cacereña y las estribaciones de los Montes de Toledo, por las sierras de Montánchez, San Cristóbal, Cancho Blanco, Centinela… Este territorio representa un magnifico ejemplo de contrastes físicos y diversidad paisajística, que a los ojos del visitante lo hacen singularmente atractivo. Nosotros lo hemos recorrido andando Extremadura.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

Ruta Pico Blanco

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Dicen que el pequeño pueblo de La Pesga es la puerta de Las Hurdes, encajonada entre el puerto de Perancho y el río Los Ángeles, a los pies de la Sierra de la Vaqueriza y el Manzano, donde se juntan el río de Los Ángeles y el Alagón, entre la zona de Hurdes y el Valle del Ambroz. Cerca, el río Hurdano ha caído en brazos del Alagón y alegra los niveles del Embalse de Gabriel y Galán; allí donde el río de los Ángeles se deja querer por los arroyos Cambrón, Cambroncino, Esperabán… las aguas de Hurdes. Sí, Las Pesga es Hurdes, es su estado natural; el reparto administrativo la sitúa en Tierras de Granadilla, pero esas cosas son por dinero y nada tienen que ver con los paisajes. Esas Hurdes bajas disputadas desde siempre junto a otras localidades como Casar de Palomero.

Y este paisaje es de los que enamoran. Las referencias de este trazado que encontraréis en la web de la comarca son las de una ruta circular con salida y llegada a La Pesga. Pero nosotros hemos querido arrancar un poco más allá, en Casar de Palomero, en Las Hurdes. Un trazado que discurre por la cuerda de varias sierras que nos mostrarán, en todo momento, la belleza hundida, entre valles y montañas, de las Hurdes, y la enorme extensión de las Tierras Granadillas y sus islas en el entorno del Embalse de Gabriel y Galán. Espectacular, es la mejor definición; eso sí, son casi 17 kms con un nivel acumulado de bajada de algo más de 1.000 metros y de casi 900 de subida. Durilla? sí, un poco. Pero yo repetiría.

Ahí tenéis el track para GPS

La ruta recibe el nombre de Pico Blanco, que es como aquí llaman al Pico El Culebro, en la Sierra del Manzano, donde encontraréis un magnífico mirador, una terraza de piedra en cuyo centro se haya el vértice geodésico, según cuentan los oriundos de la zona, esta la mejor vista sobre el embalse de toda la comarca, desde allí se puede admirar el laberinto de islas y penínsulas creadas por las aguas a un lado y la belleza y profundidad de Las Hurdes por otro. Pero arranquemos.

Partimos de Casar de Palomero donde yo aconsejo visitar su Museo del Olivo, un antiguo lagar restaurado, su barrios judío y árabe o su plaza porticada. Su historia es rica, de hecho pasaremos por el Alto del Gamo donde se recoge un episodio, en el siglo XV, de aquellos complicados años de convivencia entre judíos y cristianos. Además de molinos y el río de los Ángeles.

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Enfilamos la subida a la Sierra de Santa Bárbara, que no coronaremos, buscando otro de los lugares de referencia en el pueblo, el arroyo de Las Huertas donde se encuentra la Fuente de la Madre del Agua. Hasta los nombres son bonitos.

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Ascendemos por lo que llaman Cruz de Piedra, buscando los primeros bancales del verdadero motor de la comarca: los olivos, ahora invadidos por cerezos que se extienden por todo el norte de Extremadura.

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Nada más ascender un poco, el paisaje comienza a asomar a nuestros ojos, Casar de Palomero descansa sobre una pequeña loma rodeada de sierras.

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Por el paraje de los Mártires, las laderas abancaladas que se han poblado de cerezos nos rodean, un cultivo cada vez más extendido por su alto rendimiento y su creciente demanda.

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Al descender al detalle los brotes de lo que serán deliciosas cerezas son pequeños botones verdes con restos de la flor, en zonas mas umbrías estará más retrasada y la flor, blanca, seguirá en pleno apogeo.

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Frente a nosotros, el milagro de la tierra: miles de olivos que no paran de subir en escaleras que no terminan de crecer, formados en filas casi perfectas, una máquina de producir aceite y aceitunas de la variedad manzanilla cacereña; poco rendimiento pero calidad exquisita.

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Arriba, en la zona del Puerto, donde la tierra no se ha domado, la sierra enseña sus pizarras, dientes  de la montaña que recuerdan el antiguo aspecto de estas lomas.

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Miradlos ahora, a la derecha olivos obedientes, calcados; por la izquierda se van colando los cerezos con sus flores escandalosamente bellas y sus frutos deliciosamente tentadores.

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Y llegamos al puerto de El Gamo, aquí la historia tuvo su tensión. Cuentan las crónicas que las poblaciones judías y cristianas que eran las mayoritarias en estas tierras, tenían entre sí unas difíciles relaciones debido a las diferencias religiosas, llegó el enfrentamiento un Viernes Santo de 1.488 cuando los judíos apedrearon la Cruz del puerto del Gamo. En tierras cristianas terció el duque de Alba, que condenó a los judíos y mandó convertir su sinagoga en templo cristiano. En 1706 se construye la basílica de la Cruz Bendita en lo que fue la sinagoga. Y aquí sigue.

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Estamos en un Lugar de Interés Comunitario (LIC) para la Unión Europea, Sierras de Risco Viejo, que recoge desde las sierras del Gorrero, Dios Padre, de Santa Bárbara, del Cancha, del Castillejo hasta esta de la Pesga. El interés de esta área se debe a la presencia del Lince Ibérico y su introducción en esta zona. Aquí cruzamos la carretera que une las dos comarcas.

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La ermita conserva el original aspecto de sinagoga pero ningún elemento de su pasado judío. Sólo una inscripción en la entrada recuerda aquellos hechos.

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A la ermita la rodean dos merenderos: el del Puerto del Gamo y el del Canchorro.

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El puerto es un excelente mirador que te deja observar la parte de Tierras de Granadilla, los olivos siguen siendo los dueños del paisaje.

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Hacia el otro lado Casar de Palomero se aleja, al fondo las Hurdes altas y el límite de provincia.

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Bordeamos el Cerro del Gamo en un primer ascenso suave, llegando la loma del Canchorro, divisamos una de las tres alquerías de Casar de Palomero, Rivera Oveja y ese paisaje de Hurdes que tanto enamora.

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Llegamos al Collado de Valdecorrales y comienza el espectáculo, a partir de ahora caminaremos por la cuerda del Pinajarro…

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…disfrutando, por un lado, las Hurdes…

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…al otro, las Tierras de Granadilla, las aguas del Alagón domado por el embalse de Gabriel y Galán y al fondo Gredos y los Montes de Tras la Sierra.

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De nuevo hay que subir, hasta el Alto del Pinajarro, por un camino que separa las tierras ganadas del bosque mediterráneo original.

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Es el tercero de los ascensos de la ruta que va acumulando desniveles en las piernas y belleza a los paisajes.

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Al fondo Cambroncino alquería de Caminomorisco y las sierras que limitan las Hurdes bajas.

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Sigue el ascenso, una vaivén de cuestas, arriba y abajo. Bajas, pero sigues subiendo. Casar de Palomero va quedando más lejos

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Hacía el lado del embalse granadino, Mohedas de Granadilla, en mitad del llano. Rodeado de pequeñas islas de robles y castaños y olivos, siempre olivos, muchos olivos.

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La sierra de Santa Bárbara, Casar de Palomero y nosotros, subiendo claro.

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A medida que ganas altura, ganas paisajes. La orografía de Hurdes se muestra como es, al fondo las Mestas y la Peña de Francia en Salamanca.

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Aprovechamos para descansar en el Alto de Pinajarro a 862 metros de altitud después de un duro ascenso. Reponemos fuerzas.

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La bajada por el Collado del Pinajarro no es menos complicada, son caminos de tierra y piedra suelta que nos hacen extremar precauciones.

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Una sierra entre dos tierras. Las del Granadilla, las del poeta Gabriel y Galán guardan muchos secretos y lugares magníficos, la desahuciada Granadilla convertida en campamento a costa del dolor de sus gentes; la ciudad romana de Cáparra nunca valorada, El Anillo esa inversión millonaria, y magnífica, que nadie se atrevió a usar con cabeza. Puentes romanos, ríos, dehesas, embarcaderos, pueblos magníficos. Una tierra poco vendida y menos enseñada, pero con unas posibilidades para el turismo más que sobradas, pero no han dado con la tecla.

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Es un paisaje suave por este lado que deja ver al fondo la cumbres de Gredos, aún con nieve. Desde aquí no se aprecia pero estamos en una gran isla rodeada por la masa de agua del embalse de Gabriel y Galán y el río de los Ángeles.

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Este trazado entre huertos y jaras, balcón de paisajes no deja de enamorarte ni un metro de camino.

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Detrás de nosotros se puede ver el camino seguido, por la lomas de sierras, estas enseñan los trasquilones que el hombre ha hecho a la montaña para cuajarla de olivos, interminables bancales en una tierra que se ha convertido en intensiva e irregular. Es la primera parte de la ruta con sus subidas y bajadas.

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Esta parte es más llana, venimos andando por esa larga cuerda que muestra ambas comarcas y que ahora se ve así en el último ascenso de la ruta que nos lleva al Pico Blanco.

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Arriba en lo alto de la sierra del Manzano, en el Alto del Culebro, a 959 metros de altitud, un balcón nos invita a disfrutar de verdad de la magnífica tierra que nos rodea. Llegamos al destino de la ruta.

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Aunque aún hay que descender hasta La Pesga, fin de ruta, a los pies del río de los Ángeles. Aquí nos relajamos un rato largo y disfrutamos de una vista privilegiada.

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En esta sucesión de valles y aguas, donde el Alagón dibuja meandros como el del Melero.

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No tan lejos el Valle del Ambroz, con el Sistema Central al fondo, cumbres nevadas que se ven desde aquí.

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En este balcón todo es visible, las Tierras de Granadilla, como desde ningún sitio, como dicen en la comarca. Es una visión en 360º, un regalo para quienes amamos el campo, quienes tenemos a Extremadura en la cabeza, un mapa a tamaño real que despierta cualquier imaginación.

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Aquí apoyado me acuerdo de Unamuno: «Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

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Hasta la foto de grupo deja esta imagen del fotógrafo. Juan Antonio hace estas cosas para obtener la mejor instantánea.

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Acerco el zoom de la cámara para que veáis El Anillo, el que han llamado Centro de Tecnificación Deportiva, una isla que quería convertirse en un referente en la I+D+i deportiva pero que se quedó ahí.

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Iniciamos el descenso hasta La Pesga, más de 500 metros en 4 kilómetros que restan de ruta, todavía quedan paisajes.

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Nos preparamos para el tramo más duro, la bajada más pronunciada. Buscando el final.

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Enseguida sorteamos bancales de cerezos, aquí la flor está todavía en su punto álgido.

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Descenso constante en un zig zag que nos va acercando a La Pesga.

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Podría ser el Valle del Jerte pero este paisaje se extiende, cada vez más, por todo el norte extremeño.

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No le gusta al dueño que la gente pase por aquí, cierto que lo vimos al salir, pero nosotros somos gente tranquila que nos limitamos a disfrutar del entorno, sin molestar.

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Y entonces, cuando cae la luz de la tarde, llegamos a La Pesga y comenzamos a recordar paisajes. Dice el ayuntamiento en su página que «Las laderas de las sierras son utilizadas para el cultivo del olivar, muy extendido por la zona. El clima mediterráneo continental templado hace de la ribera del río uno de los mejores parajes en la época estival para refrescarse en sus abundantes aguas, además de disponer de las nuevas instalaciones de piscinas municipales y otras para zona de acampada».

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Hay caminos que pintan paisajes. Unen, o separan como quieras verlos, espacios, territorios. Caminos en los que certificas que las Tierras de Cáceres son un todo, y a la vez tan distintas que las distingues nada más verlas. Cuando las Hurdes entró en la leyenda se abrieron los caminos a sus gentes y a las de fuera. Hoy son un privilegio, tierras para enamorarse; cerca, el valle que hoy anega el Alagón presume de su fértil tierra, la dehesa ha dado paso a legiones y legiones de oro líquido. En este valle de las Tierras de Granadilla, en los que hasta el agua es sosiego; donde ejerció el poeta salmantino Gabriel y Galán y encontró la paz necesaria para escribir versos como estos:

Dos paisajes: el uno soñado
y el otro vivido.
¡Cuán amarga, sin sueños, me fuera
la vida que vivo!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Era un trozo de tierra jurdana
sin una alquería;
era un trozo de mundo sin ruido,
de mundo sin vida.

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

Ruta al Pico Pitolero

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A las Tierras de Granadilla y el Valle del Ambroz les separan del Valle del Jerte los Montes de Traslasierra, la parte más occidental de la Sierra de Gredos en el Sistema Central. En estos Montes el pico más elevado es el Pitolero, 1.354 m de altitud, un faro desde el que disfrutar en 360º del Valle del Jerte, el Ambroz, las tierras de Granadilla y el pantano de Gabriel y Galán y serranías como Hurdes, Peña de Francia, Sierra de Gata y los Montes de Toledo en las villuercas cacereñas. Esta es la ruta que hacemos hoy, la subida al Pico Pitolero partiendo de Cabezabellosa en Tierras de Granadilla, pasando al Valle del Jerte y volviendo al punto de origen, 15 kms con un ascenso de 4,5 kms seguidos pero muy suaves que hacen la subida muy cómoda y tranquila. Es una ruta de dificultad media-baja pero que nos invita a disfrutar de paisajes excelentes.

Os dejo el track para GPS

Comenzamos en Cabezabellosa, una localidad que pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, un balcón del valle por su situación a 840 metros de altitud. El pueblo de calles empinadas tiene apenas 500 habitantes y se asoma a la comarca desde todos los rincones.  La ruta la iniciamos nada más entrar en el pueblo, unos metros más adelante veremos una pequeña plaza por la que encaramos la calle de la izquierda y ascendemos hasta toparnos con la carretera que lleva a El Torno y el Valle del Jerte, ahí comienza a la subida al pico Pitolero.

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Mientras camináis por el pueblo no dejéis de fijaros en los nombres de las calles, no tienen desperdicio.

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El primer tramo, de apenas 200-300 metros es el más empinado hasta alcanzar el depósito de agua de la localidad, en el resto se suaviza la pendiente. Sí es cierto que nada más comenzar el ascenso empezamos a disfrutar de un excelente entorno; lo primero, el propio pueblo de Cabezabellosa y su enclave natural, con la ermita de Nuestra Señora del Castillo sobre el pequeño promontorio, el cerro del Búho, que oculta la localidad de la vista de quienes recorren la autovía de la Ruta de la Plata.

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Uno de los regalos de la ruta es que ascenderemos por la loma de la Sierra de Cabezabellosa como si fuese un gran balcón que nos enseña buena parte de la comarca. Hay días, como este, en que las nubes se suman al paisaje y lo hacen más mágico todavía.

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La ausencia de árboles y matorrales altos facilita la contemplación de las Tierras de Granadilla y buen parte del Valle del Ambroz. Ascendemos por la zona de El Manzano.

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Desde aquí los primeros pueblos del Ambroz, en primer término lo que llaman la Piedra del Majadal y el Collado del Cerezal.

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El agua es una constante en toda la ruta, en esta loma de la sierra son múltiples las cascadas, fuentes, riachuelos, pozos y manantiales con los que te cruzas, algunos aprovechados para tomas de agua.

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Algún roble perdido de los muchos que debieron poblar la sierra y ahora jara y retama, vegetación baja.

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Es verdad que las nubes son un regalo que le da magia al paisaje…

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…pero en días claros la vista se pierde. Zarza de Granadilla  a la derecha, el pantano de Gabriel y Galán y se pueden ver, para quienes conocen la zona, El Anillo y Granadilla.

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El día sigue jugando al escondite y dejando imágenes magníficas sobre la Peña de Morejón.

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Aquí vemos Jarilla en primer término y Zarza de Granadilla al fondo., seguimos el ascenso, ya digo que hasta la cumbre hay 4,5 kms, suaves y cómodos.

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El agua es un regalo en la ruta, aunque yo he subido también en invierno y el agua que corre se convierte en hielo que hace el camino más peligroso. Fuentes para beber.

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Y arroyos, esta es la Garganta Cabera

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Encuentras pequeños manantiales que brotan del suelo, haciendo burbujas debajo de las piedras, suena el agua corriendo por entre las rocas, es un espectáculo

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Antonio y Teo no resistieron fotografiar este escandaloso nacimiento de una garganta que abajo dará sombra y baño.

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Es, o era, un zona para ganado, aunque ya no se ve mucho, el agua era aprovechada para abrevaderos de animales.

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Le preguntas a Teo ¿cuántas fotos echas en una ruta como esta? ¡cienes y cienes! No es para menos.

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El día sigue jugando al escondite y nosotros seguimos subiendo por una senda bien marcada que nos acerca a la cima.

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Cuando recuerdas la expresión ‘mar de nubes’ te viene a la cabeza esta imagen desde la Sierra de Cabezabellosa.

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A punto de coronar, ya ves varios picos de los montes de Traslasierra, el de Cabeza del Santo y El Fraile.

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Entramos a la cima por el Collado de Mingopedro a 1.300 metros de altitud, en cuatro kilómetros hemos subido un desnivel de 500 metros, suave.

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Y dejamos atrás las tierras llanas de Granadilla para disfrutar del Valle del Jerte.

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Entre las peñas descubres pequeñas cuevas que habrán servido, más de una vez, como refugio a personas y animales.

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Desde aquí arriba es un espectáculo el valle, Plasencia, el pantano…

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Nosotros, visitantes efímeros, no rompemos la rutina del escarabajo pelotero, que sigue acumulando comida.

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Y llegamos al final, alcanzando el Pitolero donde otro mar, este de antenas, coronan el pico.

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Una costumbre entre grupos de montañeros es subir un belén a las montañas, este que tienen bien guardadito es de un club de Salamanca.

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La buena situación de la cumbre, con vistas a varios valles es aprovechado para las telecomunicaciones,  las antenas son un punto de referencia para llegar al pico sobre todo porque en esta zona, desde que coronamos la cima no hay camino trazado y hay que guiarse por ellas para llegar a lo alto del Pitolero.

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Aprovechamos para dar testimonio de que estuvimos arriba en el punto geodésico, 1.354 metros y pusimos a posar a las mochilas como prueba de ello.

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Os decía que desde aquí el Valle del Jerte se muestra así de bonito. Los pueblos de derecha a izquierda: Casas de Castañar, Cabrero, Piornal y Valdastillas.

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Una vez arriba sólo hay que seguir la pista que baja desde las antenas, es ancha y cómoda y, como en la otra parte de la sierra ofrece vistas excelentes, ahí tenéis el pantano de Plasencia. Un paraje de excelentes prados y hermosos robles.

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En la zona más alta no quedan muchos ejemplares, cierto que los que hay son inmensos, imagino que en otro tiempo estoy sería un bosque de estos gigantes majestuosos.

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Según desciendes la vegetación se cierra y los árboles crecen en número.

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En ese bosque veréis varios restos de antiguas construcciones pastoriles. Testigo de la presencia de rebaños de ovejas y cabras en otra época. Ya el ganado es mayoritariamente vacuno.

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Robles centenarios que nos hacen pequeños, no dudes en pararte y disfrutar de ellos un rato.

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Seguimos el descenso por la zona que llaman El Colgado, la pista aparece en algunos tramos, los de más pendiente, cementada pero es bastante cómoda y no tiene pérdida.

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El camino nos va mostrando el Valle del Jerte desde otra perspectiva, frente a nosotros la sierra de San Bernabé.

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Si seguís el track, cuando ya se acaba la pista hay un desvío a la izquierda, donde aparece otro camino que nos llevará a uno de los hitos de la ruta: el roble de Romanejo.

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El roble de Romanejo, 500 años, es Árbol Singular de Extremadura, un magnífico roble de tamaño considerable, 25 metros de altura.

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Pasamos la cancela que hay frente al roble, cruzamos la carretera y torcemos a la derecha, cogiendo el antiguo camino que unía El Torno y Cabezabellosa, de hecho si giráis a la izquierda llegaréis a El Torno. 

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Alguien con gusto consideró que bien merecía la vista unas piedras para sentarse y disfrutar del paisaje.

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El camino, a ratos de piedra, entra en una especie de portilla que hace la sierra en lo que conocen como La Ventosilla.

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El camino discurre paralelo a la carretera, de poco tráfico, si acaso perdéis el camino siempre podéis ir por ella.

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En este punto no hay camino claro, se trata de atravesar un pequeño prado para enlazar con un camino que encontraremos más abajo.

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Tomado  el camino ya enfilamos hacia el pueblo, ya no hay pérdida.

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Alguna estampa nos dejan los prados cercanos al pueblo, son los últimos paisajes.

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Y entramos en Cabezabellosa por el lado contrario al que partimos. Fin de la ruta.

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Marcamos como hecho el ascenso al pico Pitolero, la frontera natural entre Granadilla y el Ambroz y el Valle del Jerte, punto de referencia: Cabezabellosa, un pueblo no muy conocido pero que es un verdadero balcón a las llanas tierras del Valle, conocerlo, un privilegio.

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Caminar subiendo montes y sierras, coronando picos y lomas, te permite una visión amplia del territorio, el nuestro, el de Extremadura, ofrece exquisitas delicias que descubres pateando senderos, marcando veredas y con la cámara al hombro. Los valles se disfrutan desde la altura, los llanos los mides cuando ascienden metros y dejas abajo pueblos, cordeles y carreteras. Tenemos la suerte en Extremadura de contar con varias cadenas montañosas que son un reto para el senderista, cuando las añades a tu catálogo de rutas, tu visión del territorio es más amplia y más precisa; reconocer pueblos, montes, sierras, pantanos te hace sentirte más apegado a la tierra, las descubres con los ojos y las guardas en la memoria, como un recuerdo por si tienes que volver. Y volveremos, lo haremos, como siempre, Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                 @vicentepozas2016

Ruta Alfonso Onceno. Geoparque Villuercas

Rutas Extremadura Portada

El siguiente artículo forma parte del libro ‘Rutas para descubrir Extremadura” realizado en el marco del VI Encuentro de blogueros de Extremadura y editado por la Dirección General de Turismo de Extremadura bajo la dirección de La Fundación Xavier de Salas de Trujillo. Mi agradecimiento a Atanasio Fernández García y José Manuel López Caballero por el esmero en cada publicación y por juntar a gentes tan diversas en torno a un proyecto común que es Extremadura en las redes, que ha logrado que, seis años después, un grupo de blogueros se conviertan en amigos.

                                                                                                                                                           Vicente Pozas

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El Geoparque Villuercas-Ibores es un paraíso para el senderista: los caminos de peregrinos a Guadalupe, los senderos de la comarca, las rutas con historia como la Isabel la Católica o esta de Alfonso Onceno dan idea de la belleza de un entorno en el que se suceden valles y sierras tan importantes que, por su alto valor geológico, han sido reconocidos por la UNESCO como Geoparque. Esto significa, además, que Guadalupe y su entorno son hoy destino turístico emergente y sus propuestas son cada vez más variadas y sugerentes y un empuje para el turismo de Extremadura

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Esta ruta sigue el camino que separa la localidad de Navezuelas, junto al Anticlinal del Almonte, hasta la Puebla de Guadalupe, lugar de peregrinos; camino que recibe el nombre de Alfonso Onceno debido al rey Alfonso XI, que frecuentaba estos parajes para la caza del oso. Se trata de un trazado de herradura que atraviesa el valle del río Viejas con sus huertos y majadas de pintoresca arquitectura popular. 16,4 kms de dificultad media- alta por los desniveles que acumula, tanto de bajada como de subida. Pero es  muy recomendable si quieres tener una idea de por qué Villuercas-Ibores-Jara mereció el reconocimiento de Geoparque. Arranca en el valle del Almonte, pasas al del Viejas y terminar en el del Ibor, tres valles y tres ríos junto a sus elevaciones. Una delicia de paisaje que solo puedes disfrutar andando.

MAPA RUTA ALFONSO ONCENO

La ruta la organiza, una vez al año, la asociación de senderismo Maragatos de las Villuercas y está incluida en el calendario oficial de rutas senderistas de Extremadura ‘Camina Extremadura’; aunque se puede hacer cualquier día, está señalizada y además hay numerosos tracks para GPS que nos facilitarán seguirla correctamente. A mí personalmente me gusta hacerla en otoño, cuando el Geoparque adquiere cientos de tonalidades que aumentan la belleza del entorno, la oficial es en primavera, fantástica también.

Nada más dejar Navezuelas comienza el primer ascenso que nos llevará hasta el primer alto, ante nosotros se descubre el valle donde nace el río Almonte, de frente nos queda la que aquí llaman Sierra del Local, ahora en lenguaje de Geoparque, el Anticlinal del Almonte.

 

 

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Pararse un momento y echar la vista atrás nos da idea del terreno que pisamos, este es el Geoparque, un sitio singular, el valle del Almonte y la sierra de la Ortijuela. Seguimos subiendo. La ruta discurre por caminos pedregosos que te obligan a extremar las precauciones, es recomendable llevar buen calzado y bastón y agua porque no hay fuentes en el camino.

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Al llegar al Collado de la Pariera, el primer alto de la ruta, la formación geológica que tanto ha llamado la atención de la UNESCO se observa mucho mejor. Según información del geoparque, el Anticlinal del río Almonte se extiende desde la cuenca del Tajo hasta la base septentrional del Risco de La Villuerca. Por su núcleo y en parte de su largo recorrido fluye el propio río Almonte desde su nacimiento en La Villuerca hasta abandonarlo hacia el sinclinal de Santa Lucía buscando las Apreturas del Almonte.

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 A 1.212 metros de altura. Impresiona contemplar desde arriba los plegamientos de la tierra ocurridos hace 300 millones de años ¿cuántas generaciones habrán pasado por este lugar?

Desde el Collado de la Pariera ya se nos muestra el Valle del Viejas que toma nombre del río; dejando que la vista se pierda, podemos ver el Sistema Central y las sierras de Gredos nevadas buena parte del año. Descendemos por la loma de la Sierra de las Acebadillas por un paraje conocido como el Horcajo. Aquí disfrutamos de una panorámica magnífica del Valle del Viejas desde el Collado de los Ajos, la orografía de las Villuercas es un espectáculo a la vista. El valle es atravesado por el río Viejas que hace fértiles las tierras más bajas, huertos que son visibles desde la altura.

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Otra de las sorpresas del Geoparque es que existen importantes yacimientos donde se localizan los fósiles de los primeros metazoos  con esqueleto externo  del género Cloudina y cuyos registros ilustran uno de los principales eventos en la evolución de la vida: el origen y radiación de los primeros animales. Están a los lados del camino y son perfectamente visibles.

Descendiendo ya hacia el Valle del Viejas por una parte de camino que te obliga a mirar dónde pisas, son las pedreras, lo que en geología conocen como ‘derrubios de ladera’, para andar son bastante incómodos pero contemplarlos es una delicia. Bosques de robles de formas caprichosas nos acompañan, de repente sorprenden también sotos de castaños.

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La ventaja de hacer la ruta oficial, con los amigos de Maragatos Villuercas, es que vas  acompañado de guías del geoparque, esto aumenta el atractivo del camino, ellos te descubren cosas que, a simple vista, pasan desapercibidas para un lego, como  ejemplares de loro que se esconden en las laderas de las sierras.

Atraviesas el río Viejas en la parte más honda del valle en un bosque de robles y castaños, algunos centenarios y de tamaño considerable, y comienza el ascenso que nos llevará al tercero de los valles que pisaremos en la ruta, un sube y baja que templa las piernas y obliga reservar fuerzas. El camino está señalizado, transitamos por el GR 117 (un Gran Recorrido en senderismo y escalada). La antigua vía romana denominada VIA XVII, mandada construir por el emperador Augusto, que unía la ciudad portuguesa de BRAGA (Bracara Augusta) con ASTORGA (Asturica Augusta), está reconocida hoy en día como “sendero de Gran Recorrido” con el número común a los dos países (España y Portugal) de “GR 117. Vía Romana XVII”

A medida que ascendemos dejamos atrás el valle del Viejas y sin saberlo entramos en el Valle del Pozo. Coronamos el alto para situarnos en el Collado de la Arena antes de afrontar la definitiva bajada a Guadalupe. Aquí tenemos a tiro de piedra los neveros que hay en la falda del Pico Villuercas, esta elevación, conocida aquí como Risco de la Villuercas, 1.603 metros de altitud, es la mayor de los Montes de Toledo, arriba quedan los restos de una antigua base militar que se quiere recuperar para uso turístico, fantástica idea viendo el éxito que tiene la cercana Peña de Francia en la salmantina comarca de La Alberca.

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Volviendo a la ruta en sí, desde aquí disfrutamos del tercero de los valles, el del río Ibor, en lenguaje Geoparque el Anticlinal del Ibor- Guadalupe, y al fondo el Sinclinal del Guadarranque. Geología en estado puro. Desde aquí además ya no saluda la Puebla de Guadalupe. La fotografía de Villuercas es así, unas tras otra se suceden hileras de cerros y sierras en paralelo que confieren a este lugar esa belleza tan particular y la riqueza que ahora se reconoce.

Descendemos por el que conocen por el Llanillo Hueco entre otro bosque de robles, desnudo de hojas. De repente, al llegar a un paraje llamado Arcas de Noé, la vegetación cambia y nos rodea un bosque de pinos. Un tramo de la ruta, hasta la ermita del Humilladero, discurre por la carretera que lleva a la base militar, ya abandonada.

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Si haces la ruta oficial te encuentras con la sorpresa de que al llegar a la ermita, el propio rey Alfonso XI sale a recibirte. Un detalle real.

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Desde aquí por el Barranco del Barquillo acometemos la última parte de la ruta, queda poco para llegar a la Puebla, fin del camino. Guadalupe es inmensa, su Monasterio y la imagen de la patrona de la Hispanidad, también de Extremadura, hace que sea un lugar muy visitado y tremendamente bello. Su arquitectura popular es digna de disfrutar.

Así finalizamos la real ruta, extasiados ante esta maravilla arquitectónica, plagada de leyendas, y venerada por los creyentes. El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. Monasterio fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1993. En su interior se aprecia el estilo gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico, es decir, desde los siglos XIII al XVIII.

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No dejéis de recorrer el camino de Alfonso Onceno, este sendero de peregrinos que, desde hace años, es pisado, primero por soldados y comerciantes, luego por reyes y aldeanos y ahora por peregrinos y senderistas. La Ruta del Alfonso Onceno no decepciona, ya me habían avisado que era de las más bonitas rutas de las Villuercas, lo corroboro. El Geoparque gana mucho más cuando te decides a recorrerlo así, andando y observando.

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La Ermita del Salor y las Corralás. Torrequemada

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Torrequemada, como Torreorgaz y Torremocha eran antiguas aldeas de Cáceres. Hoy estos pequeños pueblos sobreviven por su cercanía con la capital cacereña pero aún guardan un legado patrimonial más que interesante. Es el caso de la ruta de la ermita del Salor y Las Corralás en Torrequemada, dos señas de identidad del pasado. 10 kilómetros de paseo por la dehesa extremeña en el que disfrutaremos de la ermita gótico-mudéjar de Nuestra Señora del Salor, un antiguo puente medieval sobre el río Salor y las antiguas cochiqueras comunales, Las Corralás, en la dehesa boyal del pueblo.

Se trata de 10 kms muy llanos pero singulares, cargados de sorpresas. Este es el track para GPS

Nos remontamos al siglo XVI en el que la tierra de Cáceres comprendía un extenso territorio, bajo jurisdicción real creado por la corona Leonesa, en él se ubicaban la Villa de Cáceres y un conjunto de aldeas, dependientes de su jurisdicción entre las que se encontraba la aldea de Torrequemada. El núcleo de los primeros pobladores, se formó con los soldados de las huestes conquistadoras, entre las cuales se hizo el primer reparto de tierras, con el carácter de propiedad plena, para ello se dividió el territorio en sexmos, y al frente de cada uno se nombró un sexmero, que se erigía en portavoz de los intereses ante el Concejo.

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Para comenzar la ruta, lo mejor es ir al final del pueblo, si venís de Cáceres, al comienzo si es al revés; a la izquierda hay dos bares pegados a la carretera de Medellín y a la derecha hay como una plaza y una carretera/calle que señala el camino de la ermita. Hay que dejar el coche allí y comenzar la ruta continuando la calle adelante donde encontraréis esta pequeña charca. Sólo hay que seguir el camino que lleva fuera del pueblo. No tiene pérdida.

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La calle por la que transitamos, desde donde dejamos el coche, está llena de elementos arquitectónicos singulares, predomina el granito muy abundante en toda la zona, de hecho en la localidad existe una antigua cantera de granito ya abandonada. Pero no dejéis pasar algunos esgrafiados y fachadas muy peculiares (si empiezo a poner fotos no paro).

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Nada más salir del pueblo, a unos 200 metros, encontraréis un camino a la izquierda con un cartel de hierro que nos indica la dirección a la ermita del Salor. Es el antiguo camino de Montánchez el que recorreremos en este primer tramo de la ruta.

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El camino transita por una dehesa boyal que es casi de libro en otoño y primavera, su uso ganadero la mantiene viva. Ganado porcino y vacuno abundan sobre todo.

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Dehesa llena de sorpresas, ejemplo de supervivencia: del tronco caido de un árbol nace una rama que se convierte en otro ejemplar majestuoso, cayó y volvió a levantarse.  A este paraje le llaman Tierra Colorada.

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Muros de piedra que delimitan fincas y hacen camino. Callejas que han guiado, desde hace siglos, a generaciones de viajeros. Lindes levantadas a mano. Cordeles, callejas, cañadas…

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  …Paredes que la ciencia de la experiencia levanta con esa aparente fragilidad que da miedo tocar, al verlas parece que un aire fuerte las pudiese echar abajo. Nada más alejado de la realidad, llevan cientos de años en pie a pesar de ese incomprensible equilibrio. La belleza y durabilidad de las cosas hechas a conciencia, sin prisas. En todo hay una ciencia, un porqué, viendo los kilómetros de estos muros, en estos lo hay sin duda; lo que ignoro es si todavía alguien guarda esa memoria para hacerlas con este arte.

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A lo lejos ya se apunta esa joyita que está en medio de la dehesa. La ermita del Salor. Debió de comenzarse en el s. XIII, después de la reconquista del territorio y se relaciona con una fundación templaría. Se trata de un edificio de mampostería, sillería y ladrillo. Lo más interesante sus magníficos arcos apuntados y sus pinturas murales al fresco. Por cierto para visitarla por dentro, y lo aconsejo de verdad, puedes pedir la llave en el pueblo, las guarda Maria Jesús que tiene una multitienda y un despacho bancario cerca del ayuntamiento, vete a la plaza del pueblo y pregunta por ella, es fácil, todo el mundo se conoce aquí. Te contestarán con una pregunta ¿la sobrina del cura? Di que sí.

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El camino desciende hacia el río Salor y ya nos muestra el arco principal del puente medieval que nos llevará hasta la ermita. Más piedra, más arte.

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El puente es una joya magnificamente conservada del que hay varias teorías sobre su origen, he encontrado algunas que comparto con vosotros.

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Mi amigo Rubén Núñez cuenta en su blog lo siguiente: «Se trata de un puente de planta recta con tres bóvedas y perfil alomando, con tres desagües en la margen derecha y dos en la izquierda. Se encuentra en una zona rica en restos romanos y muy cerca de asentamientos de época imperial, y además, muy cercano a la vía 24 del Itinerario de Antonino. Se sitúa en una vía romana que conducía a las colonias militares de Norba Caeserina y Castra Caecilis. Por todo ello los expertos consideran que en este lugar debió de existir otro puente en época romana, aunque el que vemos actualmente es de factura medieval, concretamente bajo medieval por su bóveda segmental, es decir, una bóveda circular con menor abertura angular que el arco de medio punto, típica de este periodo histórico.»

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Los restos de un antiguo molino medieval que quiere esconderse entre la vegetación, dan idea del aprovechamiento del agua en toda época y lugar.

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El puente es majestuoso, a pesar de su tamaño. Da paso a un río irregular, domado por el pantano de Valdesalor, pero que en otoños e inviernos húmedos convierten su cuenca en caudalosa y todo un espectáculo.

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Continúa Rubén contando que «A partir del último siglo de la Edad Media se extendió el reaprovechamiento de este tipo de arco (como ocurre en este caso) en contraposición al uso de arco de medio punto típico de época romana y alto medieval. Por todo ello se concluye que el puente fue construido en época bajo medieval y reconstruido a finales de esta época, pudiéndonos aventurar a que sea contemporáneo a la ermita a la que da acceso, de cuya presencia ya existe documentación en 1230 como templo original de pequeñas dimensiones o del tiempo de su ampliación y consolidación alrededor del año 1345.» Y como de todo hay que saber yo lo comparto con vosotros (y os invito a visitar el blog lleno de curiosidades y pequeñas joyas)

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Asciendes mínimamente hacia la ermita después de cruzar el puente y la dehesa se muestra orgullosa, esta, pintada de otoño, es la Dehesa del Gallo.

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Y llegas a este pequeño santuario, sobrio, humilde, ni siquiera parece un templo si no es por la entrada, monumento de interés cultural de reminiscencias templarias. Una sencilla cáscara de mampostería, ladrillo y sillería que guarda en su interior un verdadero tesoro.

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Como relatan algunas crónicas, a finales del siglo XVIII se reedificó la capilla mayor realizándose una obra donde dominan los elementos barrocos, que es este añadido que, una vez en el interior se ve que no corresponde con la construcción original.

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Fuera se descubren elementos de granito, no se si tumbas o abrevaderos, pues era zona de paso de carruajes y expediciones, siempre a caballo. Tumbas que responderían a la teoría que señala que el lugar tuvo ocupación, al menos, desde época romana. Es más que posible, que allí se edificara una iglesia de época visigoda o mozárabe, a la que bien podrían estar vinculadas estas tumbas.

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Su altura, sobre una pequeña loma, nos deja ver la localidad de Torrequemada desde la distancia.

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Y más al fondo el risco de Sierra de Fuentes y su ermita.

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Acceder a su interior, como dice el historiador Víctor Gibello «es mágico, la escasez de luz y el diseño arquitectónico crean una atmósfera particular que favorece el recogimiento y la introspección, un espacio sagrado en un lugar venerado desde la antigüedad».

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«La nave está dividida en seis tramos generados gracias a cinco galerías de tres arcos cada una paralelas a la cabecera. Los arcos, apoyados en pilares graníticos y en los muros norte y sur, son apuntados, aunque ofrecen una tímida pero clara tendencia a la herradura. Su traza y el material con el que están edificados, el ladrillo, lo vinculan claramente con el estilo mudéjar.»Sigue contando Víctor.

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«Los dos primeros tramos están cubiertos por bóvedas de arista propias del barroco, una reforma tardía que también conllevó el reforzamiento de los pilares». «La cabecera es muy tardía, obra de fines del siglo XVIII, sustituta del testero original cuya disposición se desconoce. La estructura tiene planta cuadrangular y se cierra mediante cúpula rematada en linterna, reforzada exteriormente con dos grandes contrafuertes hacia el este».

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  «Los cuatro restantes ofrecen una cubierta de madera a dos aguas, fruto de una acertada restauración realizada en la década de los 80’». Otro blog que os recomiendo, Paraísos Olvidados, conocer Extremadura a través de los ojos de este viajero, fotógrafo, historiador y arqueólogo que es Víctor Gibello (además de un paseo os ofrezco lectura).

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El conjunto se encuentra muy restaurado y algunos de sus frescos algo deteriorados pero, en general, es un lugar de recogimiento que guarda, en toda su sobriedad, la belleza de las cosas exquisitas, de la presencia y potencia de una iglesia onmipresente que moldeaba la vida, en la guerra y en la paz, en lo humano y en lo divino y que deja, extrapolando su dictadura moral, excelentes construcciones como esta.

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Fuera en sus muros, quedan restos de esgrafiados muy presentes en Extremadura, y sobre todo en la comarca cacereña.

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  Un detalle de la pared que ya deja claro que el concepto de reciclaje no es contemporáneo, que las generaciones anteriores practicaban el aprovechamiento de lo que tenían a mano. Seguimos. Andando.

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Volvemos sobre nuestros pasos hasta llegar al puente, esta vez no hay que cruzarlo; justo al lado izquierdo hay una cancela que atravesaremos, ya sabes en el campo déjalas cerradas como las encontraste, y continuamos por la ribera del Salor, bordeando el río. Esta es la segunda parte del camino, sólo hay que seguir el curso del río hasta que nos salga por la izquierda el Arroyo del Acebuche, casi siempre seco.

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  Justo donde encontramos estas ‘pasaeras’ de piedra que sortean el curso del agua. Nosotros no tenemos que cruzarlas, pero sí admirarlas, porque el camino que seguimos está unos metros más a la izquierda. Se ve al fondo de la foto, donde está la casa.

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Siempre es bueno hacer amigos, este estaba encantado con nuestra visita.

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Continuamos este ancho trayecto de tierra, rodeados desde que salimos por la actividad ganadera que caracteriza los llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes. Ajenos a nuestra presencia, y apariencia urbanita con ropas de diseño para aventura y nuestros mil colores, la rutina es la clave que mantiene el equilibrio de la vida aquí. Cada hora tiene un porqué, o una tarea inexcusable, no importa el día, ni si el calendario lo señala en rojo, a los animales hay que atenderlos todos los días, eso lo aprendí hace años en tierras ceclavineras.

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Dejemos este tramo entrevías para incorporarnos al camino de los Rosales, o de la Presa de Zorita, ahora llamado Embalse de las Tres Torres, excelente zona grullera por cierto. Seguimos en la dehesa boyal del pueblo. Y esta es la tercera parte del camino, el que nos lleva de regreso a Torrequemada y a visitar sus cientos de cochiqueras, Las Corralás.

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Volvemos a cruzar el Salor, por el puente nuevo, el viejo no resistió los envites del agua y se quedó pequeño para las grandes máquinas de ahora.

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En la dehesa la vida se abre paso,  asistimos al nacimiento de este pequeño ternerillo que en horas andará correteando por el prado.

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A nuestra derecha nos espera la Charca del Prado. Zona de baño hasta los años 90.

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La dehesa boyal está en uso, como os he comentado; sus moradores, acostumbrados a la presencia humana, no descuidan sus quehaceres porque nosotros andemos pululando por allí, ni siquiera levantan la cabeza.

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Unos metros más adelante de la charca han colocado esta señal que nos indica el camino a Las Corralás, penúltima de las sorpresas de la ruta

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Tengo que decirlo, porque es así, que mi amigo Teófilo Amores y yo hemos contribuido, y bastante, a que hoy esta zona esté señalizada y puesta en valor. Cuando la alcaldesa de Torrequemada, entonces en 2014, Paquita Cruz, cuando pisamos por primera vez la zona, nos enseñó orgullosa Las Corralás y nos pidió alguna idea para ponerlas en valor; nos pusimos a trabajar, primero diseñando una ruta senderista que es esta y sugiriendo que se señalizase el lugar y se hiciera un estudio del mismo. Fruto de aquel encuentro, meses más tarde comprobamos ilusionados que muchos de aquellos deseos se habían cumplido y hoy este lugar adquiere el valor de conjunto etnográfico que, esperemos, con el tiempo sea declarado Bien de Interés Cultural. Está perfectamente señalizado, sus varias entradas, y paneles informativos como este, ayudan a comprender la diferencia de cada una de las construcciones.

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Este paraje entre dos zonas que llaman Los Picotes y Las Limosas está plagado de Corralás, os sugiero que no os quedéis solo en el camino y que pateéis la zona para descubrir las cientos de ellas esparcidas por doquier.

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Estas cochiqueras destinadas al ganado porcino dejaron de usarse, según me cuentan en el pueblo, porque debido al tamaño y gordura de los cerdos actuales, estos no caben por los huecos y puertas. Hay una cochiquera comunal nada más entrar al recinto, esta es individual o sencilla.

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Esta sencilla transformada en chozo.

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Algunas mejor conservadas que otras, esperemos que se protejan porque esta piedra es muy valiosa.

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Las hay dobles…

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Como veis está todo lleno de ellas, unas junto a las otras, aunque de muchas sólo quedan restos.

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Y esta es la Corralá del Tío Miguel en la que Teo y yo nos echamos una fotino.

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Y los bichos, desahuciados, como no caben dentro se quedan fuera. Volvemos al camino y continuamos por él hacia el pueblo. Apenas queda un kilometro para llegar, ahora entraremos por la parte de abajo.

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  Y nos topamos con este edificio histórico, el Palacio de los Duques de Abrantes, de los siglos XV y XVI. Es un antiguo edificio cuadrangular.

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Muy cerca de allí, y bien visible, la iglesia de San Esteban. De estilos renacentista y barroco de los siglos XVI y XVII, y que fue restaurada en el s. XVI.

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En primavera sus apartamentos están al 100% de ocupación. Turismo rural.

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Y cerca, subiendo a la zona alta en la parte sur del pueblo, está lo que llaman la Torre. Otro edificio histórico situado en la parte más alta de la localidad, en la actualidad se encuentra en ruinas, conservándose únicamente los muros. En su entrada se puede observar el escudo de los Duques de Abrantes y aparece la fecha de 1704. Junto a él hay una excavación que dio con unas ruinas de lo que parece ser un asentamiento romano.

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  Y pegadito a ella, desde allí se ve un lateral del edificio, lo que llaman aquí La Atalaya, es un punto geodésico desde el que se divisa toda la dehesa, la ermita del Salor y el pueblo entero.

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Y al fondo la Sierra de la Mosca y Sierra de Fuentes a la derecha, y la proliferación de cosntrucciones en todos los llanos.

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  Regresamos al lugar de comienzo, disfrutando de la arquitectura tradicional, del uso generalizado de la piedra en todo tipo de construcciones, y de lo bellas que nos parecen ahora.

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Torrequemada, tan cerca de Cáceres, es algo más que su excelente cochinillo, en su dehesa hay vestigios de una riqueza natural y patrimonial; aquí he reflejado algunas de ellas, pero habría que sumarle sus innumerables fuentes como la de La Bomba, la de Los Montanchegos, la de Las Mujeres, la de la Zapatera o el Pozo Canelo o el puente de Los Coches, el río Guadiloba que nace aquí cerquita. Y en el pueblo calles que parecen descolocadas y guardan edificios y pequeñas casas con mucho encanto. A veces hay que dejar la carretera y pararse en los sitios.

teofb Como en cada ruta me llevo muchos recuerdos, esta vez sin duda el pisar suelo templario, donde caballeros, jinetes y caballos venían a pedir el favor de la Señora del Salor antes de cada batalla o cada viaje, el tesoro medieval con reminiscencias romanas que cuida una dehesa dibujada con los años. La dureza de lo rural en Corralás levantadas piedra a piedra para proteger unos valiosos cochinos que eran el sustento de toda una familia, o de varias. El de los señoríos, como el de Abrantes, que obtuvieron el favor del rey tras la reconquista de Cáceres y se asentaron en grandes tierras, como verdaderos señores feudales, amos de lo que alcanzaba la vista. La dehesa es bella en sí misma, si además la salpicas de ermitas, caminos, puentes medievales, molinos o cochineras, se convierte en un museo etnográfico vivo, palpable, que demuestra que a veces no hay que mirar tan lejos, ni admirar tanto lo de otros, porque lo que nosotros tenemos debe ser motivo de orgullo. Reivindiquemos lo nuestro, y luchemos por su protección y conservación para que generaciones venideras no olviden cómo comenzó todo, en una pequeña esquina de una dehesa, en Torrequemada, a la que debes llegar Andando Extremadura.-  

                                                                                                                                                ©vicentepozas2015