Ruta Transfrontera. PR-CC 88. Valencia de Alcántara

La Raya/A Raia es frontera, curiosamente es donde menos frontera hay. Las gentes de la raya no han entendido nunca de límites administrativos y han convivido, desde los tiempos de los tiempos, como vecinos, como lo que son, a un lado o al otro de la frontera. Un ejemplo de ello son las llamadas Casas de la Duda porque siempre se discutió si pertenecían a España o a Portugal. Tierra de contrabando, de estraperlo. Campiña fronteriza, un paisaje único. Hoy territorio UNESCO.

La Ruta Transfrontera es un sendero homologado como PR-CC 88 situado en la localidad de Valencia de Alcántara en la provincia de Cáceres. La marcha, de 24 km de longitud y una duración estimada de seis horas, da a conocer los paisajes y caminos de los caseríos fronterizos de la campiña valentina y también nos da la opción de explorar el rico patrimonio cultural de la zona, como los dólmenes, la arquitectura tradicional y el resto de elementos patrimoniales que se pueden visitar. Valencia, además, atesora un espectacular barrio judío que no debéis perderos.

Os dejo el track para GPS, no he puesto el oficial porque el amigo Keducc ha incluido las visitas a los dólmenes

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La ruta se inicia en el albergue juvenil Nuestra Sra. de Guadalupe en la N-521 antes de cruzar la frontera con Portugal, un kilómetro más arriba tenéis una gasolinera con restaurante. Comenzamos en Puerto Roque frente a las crestas de cuarcita que veremos a lo largo de la ruta.

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Enseguida giramos a la izquierda en dirección al alto de Sierra Fría, casi a 1000 metros de altitud que no subiremos, vamos a caminar paralelos a ella por la parte baja de su falda.

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Hemos cogido el camino de la Fuente del Valle en el paraje de la Huerta de las Hondas y comenzamos a ascender un poquito para ganar paisaje.

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Una de las imágenes más destacables de esta ruta son, sin duda, los crestones cuarcíticos que culminan casi todas las sierras del recorrido, y que son cruzados por la ruta en varias ocasiones. Formaciones que dan cobijo a numerosas aves como collalba negra, cigüeña negra, búho real, buitre leonado o el avión roquero y que confieren al paisaje un aspecto especial, son como gigantescas columnas vertebrales de piedra que asoman en la cima de los cerros.

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Las sierras se suceden como olas, creando valles en los que se asientan pequeños núcleos urbanos, huertos y cauces de agua que sortean las elevaciones del terreno. Una tierra rica que se recupera de aquel gran incendio que lo asoló a comienzos de este milenio. Caminamos junto a nosotros por lugares singulares como la casa del Cabeceriño, la casa de los Pinos…

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Así descendemos al primero de los caseríos, El Pino, protegida por los roquedos de la Peña del Pino que le dan el nombre. Estos valles dibujados, escondidos que sirvieron para esconder café y lozas de cerámica con las que luchar contra el olvido y el hambre.

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Y entre pinares discurre este delicioso paseo fronterizo muy bien señalizado. Abajo una pequeña corriente de agua, la rivera de Avid.

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El Pino es una pedanía de Valencia de Alcántara. Es el más antiguo de los caseríos de la campiña. Situado a unos 10 kilómetros del centro urbano y a dos kilómetros de la frontera portuguesa en el fondo de un valle formado por la ribera Avid entre la sierra de Las Peñas y la Sierra Fría. La actividad agropecuaria original del caserío se ha ido acomodando progresivamente al sector de servicios, especialmente al turismo que sigue creciendo bajo el paraguas del Parque Internacional del Tajo

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La zona donde ahora se localiza El Pino era un lugar de tránsito ya por la época de los romanos, prueba de ello es que por la zona del puerto pino se conservan las ruinas de una antigua calzada romana. Hoy somos otro tipo de caminantes quienes nos paramos a mirar su paisajes, a empaparnos de sus rutas y recorrer sus caminos.

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La fuente de Las Carrizas se cruza en nuestro camino, rodeada de una preciosa bancada de piedra, fue Jacinto Alvés Rebasco, alcalde de El Pino por los años de principios del s. XX quien mandó construirla.

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Y de repente cambia el paisaje y nos vemos rodeados de robles en esta calleja levantada con la técnica de la piedra seca. Parece que no somos conscientes pero caminamos en el fondo de un valle formado por la sierras de la Paja y la Peña.

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Esa vereda nos lleva hasta una pista ancha, el antiguo camino del Pino de Valencia a san Vicente de Alcántara

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Hemos ascendido un poquito, a unos 600 m de altitud, lo justo para disfrutar de las crestas de cuarcita que asoman a nuestro alrededor como torres de una muralla, rodeados de pinos que han vuelto a ocupar el monte.

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Es una pista amplia que enseña un paisaje en la distancia, señalizado como todo el trazado. Un terreno domado por repoblaciones que han cambiado su aspecto original.

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Sólo el paisaje nos saca del tedio de este tramo más monótono antes de afrontar la segunda parte de la ruta. Aún así el camino dibuja formas flanqueado por pinos.

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Dejamos el camino de San Vicente de Alcántara girando a la derecha a la altura del Cortijo de la Paja, o de lo que queda de él. Un descenso rápido oculto en los espigados pinares que han crecido en las últimas dos décadas.

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La Era de las Lágrimas se denomina el paraje por el que ahora transitamos, más cerca de la frontera portuguesa, de hecho, la sierra de la Paja que nos queda a la derecha marca el límite entre los dos países. Es un camino muy cerrado por densos pinares.

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Los Sillerones, Pizarritas de la Merienda, la Casa del Tapador… nombres evocadores de una vida de frontera, territorio de mochileros; mirando alrededor está claro que si no querías que te encontrasen iba a ser difícil.

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Y llegamos al caserío de Jola, el más pintoresco y puro de los pueblos de la Campiña. Su enclave natural es atravesado por un arroyo que lleva su nombre. El pueblo llegó a tener en los años 50 más de 500 habitantes pero a partir de esa fecha se produjo un éxodo del mismo a otras zonas de España. Jola cuenta con un dialecto propio «El Xolano» muy parecido al portugués y una cultura propia, cualquiera que se acerque a conocerla sabe que no tiene nada ver con la cultura extremeña que la rodea.

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Y es que nos rodea uno de los paisajes más bonitos de la península ibérica con densos bosques de pino que se empezaron a plantar en 1840 después de la desamortización de Mendizábal cuando gran parte de sus tierras eran propiedad del Ducado de la Victoria. 

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Hemos cambiado la dirección, ahora caminamos hacia el este para ascender a la sierra del Naranjal, pequeños senderos entre bancales nos devuelven a las pistas más anchas.

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Al borde de la sierra giramos a la derecha para bordearla mientras ganamos altura buscando el portillo del Jiniebro. Llevamos 11 km de ruta.

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En el collado la campiña se pone a nuestros pies, dejamos atrás las sierras encrestadas y descendemos al valle, a la campiña propiamente dicha.

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El descenso exige atención, mucha piedra suelta y un terreno irregular nos advierten de que es mejor caminar con cuidado. De aquí bajaremos hasta Jiniebro, un pequeño núcleo de población situado a los pies del puerto de Aguas Claras. Y descanso en La Aceña de la Borrega, el más turístico de todos los pueblos con varios restaurantes. Parada para reponer fuerzas.

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Dejamos la Aceña y sus bulliciosos restaurantes, probad el pincho de tortilla en ‘Cá Milio’, para dirigirnos a la segunda parte de la ruta, muy diferente pero igual de espectacular.

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Cruzamos el regato de los Mellizos y rodeamos la pequeña sierra de Las Periconas para comenzar a ver el impresionante monumento natural de La Data y sus bolos graníticos.

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Dejamos el camino de la Aceña de la Borrega girando a la izquierda para desviarnos un momento a uno de los monumentos megalíticos más característicos de Valencia de Alcántara.

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Es un cruce de varias rutas que hay por la zona, afortunadamente se van señalizando todos los caminos, lo que hace que sea más seguro salir al campo y afrontar conocidas rutas. Siempre insistimos en lo importante de homologar los caminos.

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Ahí está. El Dolmen del Mellizo. Forma parte del conjunto arqueológico de los Dólmenes de Valencia de Alcántara, declarado bien de interés cultural en 1992. Es uno de los pocos dólmenes de Extremadura cuya cámara aún está cubierta por una horizontal que descansa sobre él, sobresaliendo de la cubierta. Si bien el dolmen está bastante desgastado, se conservan bien el breve pasillo (dos grupos de discos) y el acceso a la cámara a través de una piedra de umbral. El megalito se data en los milenios IV o III antes de Cristo y sigue el modelo megalítico que en la vecina Portugal se conoce como anta.

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Pero a nuestro alrededor el espectáculo es todavía mayor. Un paraje plagado de enormes bolos graníticos, El Berrocal de la Data, es monumento natural desde diciembre de 2020; destaca por sus impresionantes rocas graníticas, sus cinco dólmenes, sus pinturas rupestres y su riqueza medioambiental; con algo más de 30 hectáreas se localiza en plena Reserva de la Biosfera Transfronteriza de Tajo Internacional y en la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) ‘Nacimiento del río Gévora’. Grandes bolos graníticos, algunos con formas espectaculares, como el Cancho del Tesoro, definen un paisaje de alcornoques, castaños, pastos y matorrales.

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Por magníficas callejas nos seguimos encontrando con más dólmenes, este es el la Data I.

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Y a escasos 500 metros, el de la Data II.

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Regresamos sobre nuestros pasos y volvemos casi al mismo lugar de inicio desde la salida de la Aceña de la Borrega, realmente lo que hemos hecho es rodear la sierra de las Periconas para disfrutar del espectáculo del granito y sus formas.

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En este punto nos toca caminar varios tramos por carretera, aunque no es muy transitada hay que tener mucho cuidado, sobre todo fines de semana debido al trasiego de la gente que se acerca a comer a la Aceña de la Borrega.

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Alcornoques con la marca de la saca del corcho nos acompañan ahora con la Peñas del Pino a nuestra izquierda.

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Abajo en el valle, campiña de frontera, el paisaje es otro, diferente, pero mires donde mires hay sierra y frontera. El camping de Aguas Claras que hemos dejado cerca, Alborneo, el Pinar de Jola y la figura de San Pedro de Alcántara en esta tierra donde la orden alcantarina está presente en todo.

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Nosotros nos quedamos en Pino, la primera pedanía que pisamos; queda apenas un kilómetro para llegar a la carretera, pero nuestro transporte está aquí. 23 kilómetros después podemos decir que ya hemos recorrido la ruta transfrontera en Valencia de Alcántara. No nos ha decepcionado.

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La campiña es un lugar acogedor, plagado de tesoros, en el paisaje, en la arquitectura, en la historia, en la nueva Europa donde se tejen grandes alianzas transfronterizas. Alianzas que aquí siempre han existido. Para estas pequeñas aldeas aisladas no había fronteras, ni ciudadanos de otro país; había vecinos, corresponsabilidad entre todos, había necesidad y se cubría; un idioma propio que como una esponja absorbía vocablos del español y del portugués. Hay calles en algunas pueblos en los que una acera pertenece a un país y la otra al otro, pero esto sólo para los que venimos de fuera y nos quedamos con esa curiosidad, ellos son sólo vecinos. La raya borrada de la que tanto hablamos ahora buscando esa Iberia deseada por muchos, es aquí una realidad desde hace siglos. Hay que vivir en la raya para tumbar las fronteras con la misma normalidad con la que pides un poco de azúcar o compartes unas verduras. Aquí lo internacional se inventó mucho antes.-

©vicentepozas2023

Ruta Cascada del Calderón y los Llanos. Piornal. PR CC-12

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Siempre se dice que Piornal es el pueblo más alto de Extremadura, y es cierto. Cuando viajas al Valle del Jerte tienes que buscarlo arriba, coronando la Sierra de Tormantos y la de la Desesperada, allí encontrarás a Piornal, tierra de Jarramplas, de piornos que le dan nombre, un mirador natural que cautiva.

Nosotros nos hemos decidido por una ruta homologada, PR CC-12, de 16 kms, circular y de dificultad media. Que nos lleva por buena parte del término municipal piornalego y que nos va a mostrar muchos de sus tesoros escondidos, entre ellos la magnífica Cascasda del Calderón, menos masificada que la de Caozo pero igual de bonita.

Os dejo el Track para GPS oficial de la FEXME

Lo mejor es arrancar en la plaza de Piornal, junto a su fuente y si vais con tiempo, a la salida o la llegada, visitar el Museo del Jarramplas, hay que seguir la carretera o calle principal hasta salir del pueblo en dirección a la sierra y justo tomar el desvío a la izquierda que está indicado.

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En este primera tramo aún es visible la cercanía al pueblo y las infraestructuras que la rodean como el depósito de agua, un camino bien definido y una señalización constante son la tónica de la ruta. El ascenso es suave en este paraje conocido como el Arenal de Nuestra Señora.

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Vamos a caminar junto a la Hospedería de la Serrana, junto a la ermita de San Cristóbal lugar de romería en la localidad y al pasar junto a la fuente de los Helechares nos adentramos en un pequeño bosque de robles; desafortunadamente este tramos ha sido cementado para facilitar el acceso a las fincas, pero para la práctica del senderismo resulta molesto y afea el paisaje.

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Robles y enormes castaños que en invierno presentan este aspecto idílico, bucólico. Un paraíso silencioso y en paz al que no le falta ni la bruma.

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Cuando dejamos los Helechares entramos en el Collado de las Vacas y el paisaje se torna serrano, monte bajo, piornos y retamas que enseñan la flor a pesar de estar en invierno, desafortunadamente está siendo un invierno seco cuando hicimos la ruta; al fondo ya podemos ver Peña Negra. Estamos en invierno y la helada sí ha caído y hay resto de hielo en muchas zonas por las que aflora agua.

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Desde lo alto de la Sierra de Tormantos el Valle del Jerte se ve de otra forma. El Torno y el pico Pitolero al fondo.

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En este cruce caminaremos algo menos de un kilómetro por carretera. Cerca está la fuente de Oliva Martín y si tenéis tiempo podéis tomar el desvío a Peña Negra, 1.471 m de altitud, está apenas a 2 kms de distancia.

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Peña Negra. Nosotros la dejamos arriba en esta ocasión. Hemos abandonado la pequeña carretera para tomar un camino a la izquierda que inicia el descenso Despacio nos sumergiremos en algunos de los bosques que aún perviven en las zonas más altas del Jerte.

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Robledales que ahora en invierno nos ofrecen un bosque desnudo. El camino es amplio y cómodo en todo momento.. La ruta está bien señalizada pero no os confiéis.

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Las fuentes que hay a lo largo del recorrido son muchas, alguna veréis en el camino como esta de Sanjuanista que, además, se utiliza como abrevadero para el ganado. La mayoría están muy reformadas.

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La ruta discurre por un camino magnífico que en ocasiones es como precioso balcón hacia el valle, bordeando las oscilaciones de la montaña, El embalse de Plasencia al fondo.

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A medida que descendemos los robles ha sucumbido a los bancales de cerezos, la magia del valle. Una montaña domada por dos millones de cerezos a un lado y otro del Jerte. Valdastillas delante de nosotros, el Torno enfrente, en los Montes de Traslasierra.

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La luz es magia en el Jerte. Ahora que los cerezos descansan, los bancales son más que visibles. En apenas dos meses las ramas se cubrirán de botones que estallarán en flores y, gracias al trabajo de millones de abejas, terminarán tiñendo el Jerte de rojo. El Jerte vive para la cereza.

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La ruta homologada, bien señalizada, te permite caminar tranquilo disfrutando de la variedad de paisajes que nos brindan las diferentes alturas, ahora estamos a unos 900 metros de altitud, algo más de 300 metros por debajo de donde partimos.

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Así llegamos a la Cascada del Calderón, menos conocida que la de Caozo porque es menos accesible pero mucho más bonita, a pesar de que este seco invierno en el que hacemos la ruta no la muestre en sus mejores momentos. Esta cascada está situada en el Camino Real que une las localidades de Piornal y Navaconcejo

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La Cascada del Calderón, similar a su vecina inferior del Caozo es una gran losa de roca pulida por la que el agua se precipita 30 m, dando lugar a una pequeña poza. Su entorno es rico en historia y ha visto el paso de generaciones de paisanos/as, recorriendo el Camino Real entre Navaconcejo y Piornal. Por bajo de este salto de agua es donde se instalaría la Fábrica de la Luz en 1924 para suministrar electricidad a Piornal y después, en 1930 a Barrado.

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Iniciamos la ascensión  entre un espectacular robledal para adentrarnos en el camino empedrado de la Viña, tan frecuentado en otros tiempos, que nos llevará a la serrana localidad de Piornal, a 1160 m de altitud, final de la ruta.

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Bancales de castaños tan abundantes en el Jerte, en algunas zonas son milenarios y de un porte majestuoso.

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Afortunadamente se mantiene este viejo camino de la Viña en este tramo, Camino Real desde su inicio en el valle. Un camino con una historia magnífica que podéis leer junto a los paneles en la Cascada de Calderón.

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Nos topamos con la última fuente del camino, Fuente de Matafrailes o de la Deo, una fuente con una leyenda curiosa un descanso para quienes subían o bajaban al valle y para los animales que servían para transportar productos. A punto de llegar a Piornal, el camino desemboca en la carretera donde un cuidado paseo y un mirador nos dan la bienvenida.

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Como siempre disfrutamos en grupo de otra nueva ruta. Andando Extremadura con esta imagen de los participantes en la Cascada del Calderón.

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Piornal el pueblo más alto de Extremadura, a 1.125 metros de altitud, como dice su lema un pueblo a ras de cielo. El cielo del Valle del Jerte.

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Todos los caminos tiene un sentido, no están porque sí; los caminos unen y permiten llegar, los caminos siempre llegan a algún lugar. Cuando caminas por el campo te das cuenta de los muchos caminos que hemos construido a lo largo del tiempo. Caminos púbicos no siempre respetados. En el entorno rural son imprescindibles para mantener el trabajo, permitir el acceso a fincas y el tránsito de vehículos de servicio. Luego estamos nosotros, los que los recorremos en fin de semana admirando paisajes únicos; nosotros también necesitamos caminos. Queremos caminos, muchos caminos.-

@vicentepozas2022

Camino Francés de Santiago. Sarria-Santiago

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En un año normal, 2019 por ejemplo, hablo de antes de la pandemia y no afectado por restricciones, llegaron a Santiago 347.578 peregrinos visitando la Oficina de Acogida del Peregrino en Santiago de Compostela, todo un récord. De ellos, casi 190.000 realizaron el Camino Francés, un 54,6%. De esos 190.000, casi la mitad, 96.000 peregrinos hicieron el tramo Sarria-Santiago. Por no marear con cifras, 1 de cada 3 peregrinos que llega A Santiago lo hace desde Sarria (Lugo) las últimas 5-6 etapas (depende), los últimos 116 kms antes de conseguir la ‘Compostelana’.

Es el Camino por excelencia. El itinerario jacobeo con mayor tradición histórica y el más reconocido internacionalmente.

Aunque no hace falta, aquí os dejo el track para GPS por si queréis echarle un vistazo

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Y en Sarria he comenzado mi tercer camino jacobeo, después del Portugués y el Primitivo, con muchas ganas porque es una experiencia que engancha y que te ayuda a conocer una tierra, Galicia, que no para de sorprenderme. Y allá vamos, lo que empieza aquí, terminará asi…

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Y aquí empieza, sorteando el primer desnivel del camino, este urbano en forma de escaleras. Buscando los primeros pasos de un viaje de seis días hacia la Plaza del Obradoiro.

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Miles de peregrinos cada año, durante muchos años, convierten el camino en un museo de mucha gente, de muchos recuerdos, de muchos lugares.

Pero comencemos desde el principio. Hemos organizado el Camino con pequeño grupo, esto forja amistades que luego no se olvidan

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3 kms menos, algo es algo. ¡A caminar!

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Se sale de Sarria pasando por la iglesia parroquial de Santa Mariña, la del Salvador, la torre de la antigua muralla y el convento de A Madanela. Tras abandonar el casco urbano, una bajada muy pronunciada conduce hasta el puente de A Áspera.

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Árboles milenarios para caminos milenarios, bosques que resguardan.

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Al cruzar el puente se sigue el trayecto de la vía del tren a lo largo de 1 km aproximadamente.

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En este museo cada uno deja lo que quiere, simboliza sin duda, un anhelo, un sueño o una meta. Cada uno conoce las razones para emprender este viaje.

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Luego se cruza para subir la cuesta más dura de la etapa y llegar después por un camino llano hasta Barbadelo, donde se puede visitar su iglesia de Santiago.

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Caminos junto al agua mientras avanzamos en el trayecto. Verde, todo verde, es lo que más sorprende siempre a quienes venimos del sur.

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El camino es así, asfalto…

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…o piedra. Viejos caminos que se conservan y se usan, en esta tierra que vive mirando al cielo y al peregrino.

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Este hito es obligatorio. Un centenar y llegamos.

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Cruzando el puente sobre el embalse, el camino se adentra en el pueblo de Portomarín por unas escaleras que se encuentran justo enfrente de la carretera y que conducen al centro del lugar, donde se localiza el albergue, muy cercano a las iglesias de San Pedro y de San Nicolao, en la misma plaza del ayuntamiento y la zona de soportales.

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Portomarín es una villa de gran atractivo turístico. Aquí finaliza la primera etapa.

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Nuestra segunda etapa parte de Portomarín, de buena mañana y con niebla.

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La zona histórica está totalmente empedrada y ofrece todos los servicios. Aunque no tiene playa fluvial, la gente aprovecha el embalse para bañarse en los meses de calor.

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De hecho Portomarín es un nuevo pueblo, el antiguo quedó inundado por el pantano que le circunda y es visible cuando bajan mucho las aguas como ahora.

Se sale de Portomarín cruzando el embalse por el puente que lo salva, junto a un puente para viandantes ya en desuso.

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Esto es algo que veréis con frecuencia, caminos complementarios, suelen ser alternativas mejoradas, la mayoría, de hecho estas alternativas se convierten en las más usadas.

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A partir de ahí empieza una subida bastante intensa, siguiendo el curso de la carretera hasta llegar a Gonzar, con su iglesia y su albergue, situado al pie del Camino.

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En pleno verano la niebla nos regala imágenes de otoño, es Galicia, una tierra húmeda, rendida al agua.

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Paralelismos, flanqueados por majestuosos pinos y una paz interior que está en el camino. Casi da pena hablar alto.

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Hórreos, Es la lucha contra la humedad. Debe ser el símbolo mas característico de Galicia. Se conservan, se restauran, se fabrican. Tienen usos distintos, hoy son elementos decorativos con mucha identidad.

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El día abre y ahora hay que protegerse del sol. Así es esta tierra. y estamos en el mes de julio, aunque no lo parezca.

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Siguiendo hasta el casco urbano de Palas de Rei se pasa por la iglesia de San Tirso. El albergue está justo enfrente del ayuntamiento, en la calle principal, y pasa muy desapercibido. A nosotros nos espera el autobús… presumiendo de Cáceres.

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Tercera etapa, hoy salimos de Palas de Rei para llegar a Melide donde el Francés se une con el Primitivo.

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Palas de Rei, por pequeñas callejas dejamos esta localidad, el camino está bien señalizado, es una tranquilidad para quien lo realiza.

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Peregrinos, monumentos, zonas de descanso. El camino, espiritual, también es un reclamo y por tanto un negocio.

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El camino continúa recogido por la frondosidad de los bosques y abierto a la sorpresa de sus monumentos como el castillo de Pambre o el casco histórico de Melide.

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El Camino es un museo, lleno de pequeños monumentos que adornan el recorrido. Una vieja fuente se convierte en un altar de ofrendas que alimentan los peregrinos.

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Estamos en la comarca de A Ulloa, inmortalizada por la escritora Emilia Pardo Bazán en su célebre novela Los pazos de Ulloa.

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En Galicia las pequeñas aldeas, las pedanías, son parroquias. Cada una tiene la suya y su cementerio junto a ella. En muchas de estas un voluntario espera paciente a sellar el pasaporte y, de paso, recaudar algún donativo. Así funciona el camino.

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Lugares mágicos para inmortalizar el grupo, rincones sacados de un cuento. ¿Duendes o peregrinos?

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Así se suceden los bosques…

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Los grandes árboles, el olor a húmedo.

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Caminos hechos a base de miles de pisadas, se abren paso flanqueados por un muro vegetal que hace más mágica la magia.

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Hoy, siempre te ayudan a franquear un río, todo está preparado para el camino sea lo más transitable posible.

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A veces el suelo es de piedra, imitando antiguos trazados medievales

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Un viejo puente de un ojo lo hace aún más pintoresco; originarios del viejo camino y hoy restaurados.

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Se sigue el camino hasta cambiar de provincia, dejando la de Lugo atrás y adentrándonos en A Coruña por O Coto para ir bajando hasta O Leboreiro.

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Melide, de mayor población, está cerca y eso se nota. Flanqueados por pinos vamos a terminar nuestra tercera etapa, ecuador del Camino Francés en su recorrido más popular.

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Así llegamos al puente medieval de Furelos, por el que se alcanza Melide, una de las joyas de la arquitectura civil del Camino Francés.

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Nuestra cuarta etapa nos lleva desde la monumental Melide hasta la quesera Arzúa.

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El Camino se presenta en esta etapa dócil y en muy buen estado, a través de sendas de tierra y piedra, así como pequeñas carreteras o pistas asfaltadas entre pueblos, con suaves ascensos y descensos que se alternan con tramos llanos.

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Se han juntado en Melide el Camino Francés y el Primitivo y a partir de ahora se nota que hay más gente.

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Eso no quita para que hagamos hueco para inmortalizar al grupo en esta vieja pasaera de piedra.

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El camino zigzagea y a veces discurre junto a la carretera nacional que comunica Lugo y Santiago.

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Otras se adentra de nuevo en el bosque y nos devuelve la magia y el silencio del camino.

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Otras un pequeño oasis repone al viajero con fruta y agua. El camino es un singular reclamo turístico que los gallegos no dejan pasar. Miles de personas pasan por delante de este tenderete cada año.

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En los días que hacemos el camino, julio de 2021 con la pandemia aún acechando y sin vacuna, llegan a diario entre 800 y 1000 personas a Santiago. Muchos albergues están cerrados, otros limitan la ocupación a la mitad. No es fácil este verano pero hay muchas ganas.

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Arzúa es una villa con todos los servicios para los peregrinos. Arzúa, «la tierra del queso».

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Arzúa es una localidad coruñesa de algo más de 6.000 habitantes, situada dentro de la comarca de mismo nombre (limítrofe con Pontevedra a través del río Ulla) y última gran villa del Camino Francés antes de que los peregrinos lleguen a Santiago de Compostela.

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Penúltima etapa desde Arzúa hasta Arca. Huele a Santiago y se notan los kilómetros en las piernas. Pero el ánimo sube y la voluntad se mantiene.

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Arzúa es una localidad larga, muy popular, hay que atravesarla entera para continuar el camino. A esta hora se suceden peregrinos y cafés, desayunos para coger fuerzas.

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Monjas y voluntarias te esperan para sellar tu pasaporte, con tanta amabilidad el donativo está asegurado; muchas dádivas de peregrinos generosos. Todo el mundo lo sabe. La fe cuesta o se paga. Es curioso como te vas topando con el ritual de la limosna.

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En este tramo el Camino se interna entre prados, robles y eucaliptos que rodean pequeñas aldeas, algunas con topónimos de resonancia jacobea: A Calzada, A Calle, Ferreiros, A Salceda, A Brea, Santa Irene y A Rúa.

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Galicia sigue con su vida a pesar del trasiego constante de peregrinos. Los extraños aquí somos nosotros.

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Las aldeas se suceden. Las casas aisladas, esa forma de vida rural, agrícola y ganadera, donde tu casa está donde está tu terreno.

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Y terminamos en Arca, capital del municipio de O Pino, el último antes de Santiago. Mañana es un día grande.

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Sexta etapa, camino de Santiago, hemos llegado al final a pesar de las dudas de quienes afrontaban por primera vez el reto de caminar 116 kms seguidos.

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Sarria nos saludaba con un hito que marcaba 116 kms, ahora menos de 20 nos separan de la capital de peregrinos desde la edad media. Santiago al fin.

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Pero no todo iba a ser perfecto. Galicia nos despide con un día lluvioso, hasta ahora nos hemos librado, pero hoy el agua nos va a acompañar durante todo el día.

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Y entramos en el municipio de Santiago tras rodear el aeropuerto. Nos queda un trozo más conocido y más tumultuoso.

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La capilla de Santa Lucía, el último templo en el camino antes de Santiago, sin contar la capilla de san Marcos en el Monte do Gozo.

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Último bosque antes de adentrarnos en los aledaños de Santiago capital: Lavacolla, toda la carretera hacie le centro de TVE y TVG, A Calzada. Un largo trayecto para un último esfuerzo, ya justos de fuerzas.

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Arriba en Monte do Gozo, el posado necesario junto a la estatua de los peregrinos con la catedral de Santiago al fondo, descendemos hasta la Plaza do Obradoiro.

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Santiago con sus recuerdos recibe al peregrino atravesando vías, barrios y parques, es un trozo largo y tedioso porque las ganas son muchas.

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Y por fin la catedral de Santiago, el fin por fin al fin. Bajo la lluvia hemos llegado a Compostela, delante del Pórtico de la Gloria llega el momento de poner punto y final.

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Es mi tercer camino y me gusta comprobar como todo el mundo tiene una razón, o muchas razones, un motivo, alguien de quien acordarse, a quien ofrecer una caminata de seis días y 116 kms. El llanto fácil, la emoción, la confianza recuperada; un recuerdo por quien se fue, por quien debió venir, por todo lo vivido que es lo más importante.

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Seguramente hoy es una moda hacer el Camino, un camino. Cuando recoges la compostelana siempre te preguntan por los motivos para haber hecho el camino: espirituales, deportivos. Habrá más, seguro, porque te apetece es uno de ellos. Cualquier motivo es válido, porque la emoción es la misma. Tengo metido en la cabeza el sonido del gaitero que te recibe cuando cruzas el arco que te adentra en la Plaza del Obradoiro donde se suceden los vítores, los cantos, los llantos y las emociones. Andar es un motivo, Galicia es un motivo, conseguirlo es el mejor motivo. Habrá un cuarto camino estoy seguro, y un quinto, es probable. ¡Buen camino peregrino!

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Ruta Sierra de Dios Padre

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A caballo entre tres comarcas se encuentra la Sierra de Dios Padre, una elevación de 948 m de altitud situada entre las localidades de Villanueva de la Sierra y Santa Cruz de Paniagua. La sierra se encuentra entre las comarcas de Sierra de Gata, donde se asienta, y las de Tierras de Granadilla y Las Hurdes. Desde su cumbre el paisaje es espectacular, subir exige algo de esfuerzo, pero merece la pena.

Existen varias opciones, desde Santa Cruz de Paniagua (divulgada por el Grupo de Acción Local CEDER CÁPARRA)

Sierra Dios Padre desde Santa Cruz de Paniagua

Y desde Villanueva de la Sierra (divulgada por la comarca de Sierra de Gata)

Sierra de Dios Padre desde Villanueva de la Sierra

Nosotros hemos optado por un trazado propio que parte de Santa Cruz de Paniagua, sube a la Sierra y baja a Villanueva de la Sierra para terminar em Torrecilla de los Ángeles, 18 kms de magníficos pasisajes

os dejo el track para GPS

Comenzamos en el pequeño parque de Santa Cruz de Paniagua, a la entrada del pueblo, junto al panel que indica uno de los trazados de la ruta

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Santa Cruz de Paniagua cuenta con numerosos vestigios de arte religioso, quizá el más representativo es la iglesia parroquial del Salvador, construida en el siglo XVI y reformada en el XVII. 

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Salimos del pueblo buscando el camino del regato de Pasarón por una zona de huertas y restos de matorral mediterráneo

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Nos vemos rodeados de bancales de olivos, muy presentes en esta zona del norte de la provincia, tanto en Sierra de Gata como en Tierras de Granadilla, aquí se encuentra la Denominación de Origen del aceite de Oliva Gata-Hurdes, que pone en valor la aceituna manzanilla cacereña, aunque ahora mismo solo tres almazaras están acogidas a ella.

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Comenzamos a bordear la sierra por un paraje que llaman la Huerta de las Locas, aquí el bosque se hace más denso y se alternan, alcornoques, algunos castaños y un enorme pinar sembrado en los años 60-70 del siglo pasado.

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Arriba está el risco y la ermita de Dios Padre, hay que encarar la subida no queda más remedio

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A medida que ganamos metros en altura el paisaje se descubre y te muestra la razón por la que ascender a la sierra de Dios Padre es un gozo. Detrás de nosotros se extiende el valle de las Tierras de Granadilla, al fondo la Trasierra, las elevaciones del Sistema Central con las cumbres de Gredos y el Valle del Ambroz.

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A la izquierda Hurdes bajas y las miles de hectáreas de olivos de Granadilla y sus tierras, junto a nosotros las lenguas boscosas que inundan la sierra.

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Tierras de Granadilla es una dehesa inmensa donde el agua del embalse de Gabriel y Galán crea un microclima muy especial. Debajo de nosotros Santa Cruz de Paniagua, de donde hemos partido, y al fondo Santibáñez el Bajo. Y si os fijáis bien en las faldas de la sierra y a la derecha se ven Villar de Plasencia y encima Cabezabellosa bajo el pico Pitolero (1.352 m altitud); a la izquierda se vislumbran Casas del Monte y Segura de Toro bajo la Sierra de la Cabrera (1.826 m altitud) ya en el Valle del Ambroz.

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Nosotros suavizamos la subida y encaramos un falso llano mientras rodeamos la sierra por un bosque de pinos que en un día de viento como hoy es una orquesta de sonidos. Estilizados árboles que se mecen con el viento y parece que van a quebrarse.

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Pero era sólo una trampa. Al ascender por la parte suroeste hay que afrontar un largo cortafuegos que nos va a pedir un esfuerzo físico considerable. Hay que encararlo con paciencia.

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Son 300 metros de desnivel ascendente en apenas un kilómetro de distancia. Si te lo piensas, no subes.

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Hemos subido los primeros 100 metros, tiempo de tomar aire y disfrutar del paisaje, si el día estuviese un pelín más limpio al fondo veríamos Plasencia.

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Pero solo hay tiempo para eso, para coger aire y afrontar la segunda y última subida. Cada uno a su ritmo y consciente de sus fuerzas, no hay prisa, arriba nos espera la cumbre.

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El esfuerzo físico es notable, pero merece la pena. Ahora Santa cruz de Paniagua se ve muy abajo. A este lugar le llaman Peñas Blancas.

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Hay que animar al grupo para que siga, con mucha prudencia hay que llegar arriba. Aquí es donde se nota el desnivel que estamos ascendiendo, nosotros venimos del pinar que hay abajo. No engañaba la subida.

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Pero todo se alcanza, la caseta de vigilancia de incendios ya está a la vista y la cumbre casi la tocamos, esto anima a quienes ya van con las fuerzas justas, ahora descansaremos arriba.

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La sierra de Dios Padre se encuentra aparentemente aislada, manteniendo una importante distancia hasta otras elevaciones. De ahí que en un día normal, desde su cima, podamos avistar más de veinte pueblos llegando a sesenta o setenta los días más claros. Algunos de estos pueblos son Gata o Candelario, que se encuentra a más de 70 kilómetros por carretera.

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En la cumbre, aparte de la torre de vigilancia y del vértice geodésico, hay una pequeña ermita, con arco toral visigodo, en honor a Dios Padre, donde todos los años suben los vecinos de Villanueva de la Sierra a celebrar la romería. Todavía suben algunos de Santa Cruz de Paniagua, que al parecer fueron quienes comenzaron la tradición.

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La sierra de Dios Padre, en el corazón del LIC Sierras de Risco Viejo, es un lugar de la Red Natura 2000 que se extiende a lo largo de las formaciones montañosas existentes entre Pozuelo de Zarzón y La Pesga, allí se sitúa el llamado Pico Blanco que es, en realidad, la Sierra del Manzano, y que en su cumbre tiene uno de los miradores más bonitos de Extremadura.

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Ecológicamente comparten muchas similitudes con las cercanas sierras de Las Hurdes y Granadilla, presentando valores muy similares. Por ejemplo, las colonias de buitre negro también ocupan estas sierras, con una población que ronda las 10 parejas. A la izquierda de la imagen podéis ver Santibáñez el Alto, un lugar único, y al fondo el Pico Jálama con sus casi 1.500 metros de altitud.

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Mirando hacia el norte vemos Torrecilla de los Ángeles, donde terminaremos hoy, al fondo La Bolla con sus 1.517 metros de altitud.

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Esta montaña, con apariencia de volcán y nombre de bíblicas resonancias, es una de las más antiguas de Extremadura. Se halla situada en el límite occidental de la comarca, lindando con la Sierra de Gata, y su edad se remonta a 500 millones de años, Algo más de quinientos son también los metros que se eleva sobre la penillanura. Este hecho, unido a su solitaria ubicación, es lo que hace que desde ella sea posible contemplar gran cantidad de pueblos: más de veinte en un día cualquiera, y casi setenta en los despejados, incluida una población de la vecina Salamanca. Asimismo se pueden divisar las sierras de Francia, Candelario, Trasierra, Hurdes, Gata, el Puerto de los Castaños, las Villuercas y la sierra de la Mosca, en las cercanías de Cáceres capital.

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Comenzamos el descenso por una pista cómoda que viene de la localidad de Villanueva de la Sierra. Al fondo Santibáñez el Alto y a la izquierda el embalse de Borbollón.

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Esta pista es por la que acceden los vehículos y el personal de la lucha contra incendios y muchos curiosos que en vez de subir andando prefieren hacerlo en un vehículo.

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Por darle un poquito de interés y, por qué no decirlo, porque preferimos huir de pistas de tierra, aprovechamos un cortafuego que desciende de la sierra a cañón, añade un punto de dificultad y nos evita un gran rodeo. Si hacéis la ruta y llegáis a este punto podéis optar por seguir la pista y evitar esa brusca bajada.

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Descenso cumplido, ahora estamos en el lado contrario de la sierra, entre bancales de olivos, se relajan las piernas y el camino de cemento nos acerca a la población.

Atravesamos Villanueva de la Sierra, colindante con las vecinas Hurdes, es un pequeño pueblo situado al sur de la comarca de la sierra de Gata, a 30 kilómetros de Coria. Amantes de su tierra, los lugareños aún mantienen el orgullo de ser miembros de la primera población que a nivel mundial decidió implantar el Día del Árbol. Fue en 1805 por iniciativa del párroco del pueblo y se celebra por carnavales, una fiesta con más de 200 años de historia.

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Tras atravesar la localidad, con parada para comer, cogemos el camino de la Carrasquilla que nos llevará derechos a Torrecilla de los Ángeles, es un camino llano y sin dificultades, para finalizar de manera relajada.

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Torrecilla está cerca, esto es ya un paseo entre olivos, aceituna manzanilla cacereña, muy apreciada y que tiene un referente en la cercana localidad de Pozuelo de Zarón donde se encuentra la almazara de Jacoliva, una de las tres empresas adheridas a la DO Manzanilla Cacereña.

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Son miles de hectáreas de olivos que en ocasiones se sitúan en bancales, se trata de cultivos tradicionales cuya aceituna se sigue recogiendo de manera manual. A nuestra derecha nos protege el cerro de la Tartamuña. Una plaga de olivos nos saluda, si venís por aquí no os vayáis sin aceite.

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Así llegamos, a este pequeño pueblo que es frontera, Torrecilla de los Ángeles es la última localidad de la Sierra de Gata, a partir de ahí comienzan Las Hurdes que ya intuimos en el paisaje que tenemos enfrente. Hurdes, como todas las comarcas del norte extremeño, son un paraíso para el senderista.

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Pero siempre queda una sorpresa y antes de llegar a Torrecilla nos vemos obligados a atravesar el río Tralgas; ha llovido los días anteriores a la ruta y viene crecido de agua. Toca descalzarse para cruzar sus cauce; unas risas para finalizar la ruta.

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En Torrecilla de los Ángeles, merecido refrigerio y esta imagen en lo alto de la Sierra de Dios Padre para el recuerdo. La subida ya está olvidada, los cortafuegos quedarán para las anécdotas y los relatos, pero ya podemos decir que hemos alcanzado esta pequeña cumbre que siempre nos llama cuando viajamos a Las Hurdes, ahora ya conocemos su secreto.

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A veces me preguntan por esas imágenes tan bonitas que comparto en el blog o en redes sociales, y siempre cuento que el esfuerzo tiene sus recompensas, uno de ellas es poder fotografiar estos lugares. Andar por Extremadura es conocer una tierra llena de contrastes, colores, olores, paisajes, accidentes geográficos convertidos en balcones, sierras en atalayas, montes transformados en miradores. Hay que subir, sí claro, pero merece la pena, siempre merece la pena. Hay un mapa dibujado que marca cada lugar, cada pueblo o cada río; hay otro mapa vivido, pisado, contemplado, un mapa que se queda en la retina del recuerdo, en la memoria de los paisajes eternos; un mapa que te ayuda a comprender a las gentes que pueblan cada paisaje y que comparten contigo sus viejos caminos, sus fuentes, su calles o sus bancales construidos a lo largo de los años. Paisajes y paisanajes que se van sumando a esta historia que se escribe a base de kilómetros, de desgastar suelas. El mapa que dibujo en mi cabeza está hecho de caminos, senderos, veredas…y algún cortafuego.

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Ruta Castillo de Peñafiel. Zarza la Mayor

Hoy os proponemos caminar por la frontera ibérica, la raya/ a raia hispanolusa. Tierra de lindes, siempre defendida como ponen de manifiesto sus múltiples castillos. Extremadura, como otras regiones españolas, tiene en sus ríos una frontera natural con la vecina Portugal: el Tajo en Cáceres, el Guadiana en Badajoz, a los que se suman algunos de sus afluentes como es el caso del río Erjas, o Eljas, su curso casi al completo discurre por la raya. En estos escarpados riberos, cañones naturales que ha dibujado el agua, se levantaron castillos como el de Peñafiel, situado entre la española Zarza la Mayor y la portuguesa Salvaterra do Extremo. La ruta es un paseo de unos 8kms, muy sencilla pero muy bella y, sobre todo, cargada de historia.

Os dejo el track para GPS de mi compañero de ruta Teófilo Amores.

Zarza la Mayor es un pueblo con historia, no es para menos situándose a caballo entre dos países.  Un pueblo que ha tenido que salir adelante a pesar de las dificultades, pues cuatro son las veces que Zarza ha sido incendiada por sus vecinos portugueses. No es de extrañar pues, que Felipe IV le otorgara el apellido de “la Mayor” convirtiéndola así en Zarza la Mayor, por su heroísmo. Los años han dejado importantes vestigios como esta barroca ermita de San Juan

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Sus calles siguen escondiendo bellos tesoros como la sencilla ermita de San Bartolomé, y el crucero que se sitúa delante de ella. Hay algunas ermitas más como la de Nuestra Señora de los Sequeros, que guarda la imagen de la patrona local, o la ermita de Nuestra Señora del Castillo. Y castillos hubo muchos, hasta cuatro en Zarza la Mayor. Vayámonos de ruta.

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La ruta la iniciamos en la Plaza del Rollo, en las traseras del ayuntamiento zarceño, justo en la esquina que nos marca el camino a la Fuente Conceja.

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La fuente procede de la época medieval, y se construyó por la necesidad que tenían los vecinos de avituallarse de agua en un lugar inmediato a sus casas. De ahí viene su nombre, que guarda relación directa con el creciente Concejo de habitantes zarceños. Nos situamos, pues, en torno al año 1323.

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Debió ser uno de los principales yacimientos acuíferos, deduciéndose así la monumentalidad de sus formas arquitectónicas, todo a base de sillares de granito bien pulimentados. Destaca el soberbio arco central, ligeramente apuntado, y sostenido por varios contrafuertes laterales.

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El Arroyo del Lugar, a nuestra espalda, que atraviesa el pueblo canalizado y cerca de la vieja fuente. Lo dejamos a la izquierda para tomar la paralela calle Concejo que nos sacará del pueblo.

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Por la calle Larga salimos de la localidad y ya encontramos algunas referencias que indican el camino a la fortaleza. Este camino, hoy cementado, es la antigua salida hacia la frontera portuguesa, que ahora desemboca en la carretera local CC-174.

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Casi al final de la calle, antes de llegar a la carretera, tenemos señalizado un desvío a la izquierda que nos meterá en el camino que lleva al castillo.

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A nuestro lado queda un antiguo crucero de granito, muy habituales en los antiguos caminos; esto era lo primero que veían los viajeros al entrar en España, la iglesia se hacía visible y recordaba que se le debía servidumbre.

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Frente a nosotros se alza el cerro de la Escoba, 372 m de altitud, que rodearemos, a mitad de su falda es visible la vieja Fuente de la Escoba que surtía de agua a toda la población dispersa por fortalezas y otros edificios defensivos repartidos a lo largo de la frontera.

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Al final del camino os encontraréis con la verja de una finca, el día que nosotros fuimos había bastante ganado suelto, como llevábamos un niño con nosotros, decidimos rodear la pared de piedra sin mayor problema y atravesarla un poco más adelante; la verja está abierta y tiene un pequeño camino que lleva a lo que, a todas luces, son restos del pequeño arrabal que rodeaba el castillo, construcciones de las que apenas quedan restos amontonados de las piedras con las que se construyeron. Esta imagen es muy significativa: la pared de piedra, el castillo y al fondo Salvaterra do Extremo, en medio un infranqueable río Erjas que veremos enseguida.

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Decía al principio que Zarza tuvo hasta cuatro castillos, el de Peñafiel es el más visible, pues aún ser conserva parte de él. Pero hubo más de los que apenas quedan restos. Como el castillo de Benavente, una fortaleza del siglo XIII. En la época de la dominación árabe, junto con el Castillo de Bernardo, una fortaleza situada en la Sierra de la Garrapata, formaron una línea defensiva del territorio ya que los dos están en sendas atalayas. Hay que mencionar también el Castillo del Madroñal, conocido como Peña de Frey Domingo, cuyos restos hoy apenas son visibles. Sortear la frontera por aquí, era harto difícil aunque las escaramuzas no cesaron nunca.

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Un terreno escarpado a base de pequeñas lomas y profundos barrancos, muchos de ellos llenos de agua, desniveles que caen casi en vertical; imagino que aquí sólo cabía la posibilidad de atacar por sorpresa. De hecho estamos dentro del Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional, Reserva de la Biosfera de la UNESCO. Viendo la imagen se entiende el contrabando.

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Así accedemos al castillo. Se trata de uno de los símbolos más emblemáticos del municipio de Zarza la Mayor y da nombre a la ruta de senderismo que llega hasta él para luego dirigirse hacia tierras portuguesas. Sus muros han vivido a lo largo de los siglos batallas diversas como las que libraron cristianos contra musulmanes o españoles contra portugueses. Tras su reconquista por parte de Alfonso IX, el castillo fue cedido como propiedad de la Orden de Alcántara. La puerta exterior es de arco de medio punto, flanqueada por dos medios cubos redondos que sirven de garita.

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El castillo cuenta con dos niveles de muralla: el primero cerca el patio de Armas y presenta un portado construido íntegramente con sillares de granito; el segundo rodea todo el perímetro de la fortaleza y está coronado por almenas de mampostería y cal. Se encuentra unido por una calzada de piedra a la puerta principal del recinto interior.

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Esta fortaleza fue construida por los musulmanes bajo el nombre de Racha-Rachel, y rebautizada tiempo después por los cristianos como castillo de Peñafiel, como se le conoce hoy en día. Los primeros restos de este castillo pertenecen al siglo IX, cuando los bereberes levantaron una torre de vigilancia sobre el territorio fronterizo.

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Hoy en día se pueden observar restos de la fortaleza construida en el siglo XVI, también su torre del homenaje, que se conserva como principal y más majestuoso elemento. Cuenta además con dos perímetros defensivos.

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Levantado con el fin de proteger el paso del río Erjas (Erges en portugués), fue conquistado por Alfonso IX en 1212 y entregado a la Orden de Alcántara. La torre del homenaje, construida cerca de 1475, aun conserva diferentes ventanas y aspilleras, destacando la magnífica ventana bigeminada abierta en su flanco oeste.

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La torre termina en una terraza a la que se accedía mediante una escalera de mano que comunicaba con otra escalera muy estrecha empotrada en el muro.

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La torre es el elemento más llamativo aunque como se puede ver desde el interior se mantiene en pie a duras penas, pues su estado es lamentable.

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Aunque su origen es bereber (s. IX) y su apelativo (Racha Rachel, o lo que es lo mismo, La piedra de Raquel) responde a diferentes leyendas de esta época, los restos que se conservan corresponden fundamentalmente a las reformas que se llevaron a cabo en el s. XVI. Jugó un importante papel durante la Reconquista, y más tarde en las guerras hispano-lusas por la independencia de Portugal de la Corona de Castilla.

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En el Patio de Armas aún subsisten restos de lo que antaño fueron caballerizas, dependencias domésticas, horno, Casa de Amasar, albacar y, sobre todo, el aljibe.

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Su localización es privilegiada, pues está dentro del Parque Natural Tajo Internacional, zona de gran riqueza paisajística.

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En los roquedos que rodean el castillo haya varias colonias de buitres leonados que vuelan por debajo de él. Si no hacéis mucho ruido podéis observarlos sin problema.

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El río Erjas encajonado ofrece esta panorámica desde del castillo, toda una posición defensiva para vigilar las tierras de Portugal, del río hacia allá.

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Cerca del castillo aún quedan en pie algunas torres defensivas como puede verse desde la fortaleza

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Del castillo apenas quedan restos de muralla y algunas paredes de diversas estancias, una mezcla de estilos que es notable.

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Como señala Eusebio Medina García: “En la Raya, junto a la frontera política y conflictiva de las reyertas o contiendas se desarrolló una frontera osmótica, permeable, llena de encuentros y de oportunidades. Esta es la frontera del comercio y del contrabando tradicional, de los cotos mixtos y los povos promiscuos; es la frontera mágica y festiva, del entendimiento y de las alianzas tácitas, la frontera de la vida cotidiana” 

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En palabras de un autor portugués, estamos ante una frontera de ojal y botón, un territorio que queda abotonado mediante la sucesiva oposición de plazas fuertes y poblaciones españolas y portuguesas. La raya hay que entenderla pues a ambos lados de su traza y en toda su longitud.

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El enorme patrimonio de arquitectura defensiva, de una notable homogeneidad estilística, es lo que más resalta en un recorrido visual de la frontera.

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Todo esto dibuja un paisaje histórico, cultural y antropológico cuyo valor ha hecho que se inicie el expediente para proponerlo como Patrimonio de la Humanidad a la UNESCO. Esta iniciativa parte fundamentalmente de la portuguesa Elvas (declarada a título individual en 2012) y la ciudad de Badajoz.

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Regresamos sobre nuestros pies por las viejas callejas empedradas, arquitectura de piedra seca que ahora es Patrimonio de la Humanidad. Antonio y Teo, Antonio Luna y Teófilo Amores, son mis dos mejores compañeros de camino, ellos están en muchas de las rutas de este blog.

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De regreso, la arquitectura rural nos enseña uno de sus elementos más característicos: la segunda vida de los somieres.

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Y retornamos a Zarza ‘la mayor’. Como ellos mismos dicen: En puertas del siglo XXI Zarza la Mayor goza de lo más básico y de otros elementos adicionales: instalaciones deportivas, culturales, educativas, sanitarias, de administración… El decoro de edificios, y lugares inmediatos a la población, se cuida especialmente. Los zarceños comienzan a explotar un filón hasta el momento virgen: el medio ambiente natural que los rodea, y del cual destacan dos espacios: Canchos de Ramiro y Parque del Tajo Internacional, ambos dos zonas de gran interés paisajístico y avifáunico. El turismo rural se convierte en algo cotidiano y en la esperanza de futuro más inmediata.

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De aquellas épocas más esplendorosas quedan edificios como el de la Real Fábrica ce la Seda situada en la plaza de Claudio Temprano. Construcción barroca de enormes proporciones, utilizada para beneficiarse la población de la crianza del gusano de seda, donde se encuentra el ayuntamiento, estas son las traseras de ese edificio

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Ahí se sitúa el rollo o picota, sin brazos pero con dos escudos. Como escribe Alonso de la Torre en una de sus crónicas de contraportada «CUENTAN las crónicas portuguesas que en 1645, en plena guerra de independencia con España, las autoridades militares de Lisboa empezaron a preocuparse por un pequeño pueblo extremeño llamado Zarza la Mayor. Los libros de historia ponen esta frase literal en boca de un general portugués: «Vaiase ao diabo a Zarza, ¿onde está Zarza? En toda miña vida oí nomear esta Zarza e agora tudo é Zarza».»

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En el mismo lugar dónde hoy se eleva, majestuosa, la iglesia parroquial dedicada al apóstol San Andrés, en pleno centro urbano, existió antaño, durante la época medieval, una modesta capilla dónde los primeros pobladores de la aldea de La Zarza asistían diariamente a los oficios. Hoy es un edificio religioso de gran envergadura, con una tipología característica del momento, cuyo diseño general se debió al arquitecto Pedro de Ybarra, si bien intervinieron otros destacados alarifes como la familia Moreno o Juan Bravo. 

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Nos alejamos de la raya/a raia, frontera borrada que ha vuelto a cerrar el COVID19 en estos tiempos de pandemia mundial. Estos días volvieron las garitas, antes castillos; los guardiñas, antes soldados y los controles, antes portagem. Pero todo es circunstancial, un mal sueño. Hoy la frontera es administrativa no social; Iberia se une en programas y proyectos europeos, fiestas tradicionales, eventos deportivos… Portugal es mejor destino, más conocido. Los que siempre hemos tenido alma portuguesa nos alegramos de este cambio. Para l@s rayan@s nada cambia, para ellos la raya siempre era algo que había que saltarse. De la raya borrada nos quedan los viejos castillos.

@vicentepozas2020

Asturias, playa y montaña

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¿Cuántas veces nos hemos planteado la necesidad de elegir entre playa o montaña? ¿Y si tuviésemos un destino que nos ofrece playa y montaña? Hay una región en el Norte de España que ofrece playa, montaña y mucho más: Asturias.

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Asturias es un paraíso para el deporte de aventura, para el contacto con la naturaleza, para enamorarse de la historia, para mimetizarse con la montaña, para disfrutar del mar, para saborear la gastronomía. Asturias es equilibrio, un destino ideal en estos tiempos difíciles en los que buscamos seguridad, distancia, lugares tranquilos en los que despreocuparnos de todo y no pensar en nada. Sólo admirar.

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Este paraíso natural te permite estar al nivel de mar y, en nada, a más de 2.000 metros de altitud en cualquiera de las cumbres que jalonan los Picos de Europa.

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Asturias es la región con más Reservas de la Biosfera de todo el territorio español: siete. El Parque Nacional de los Picos de Europa, el río Eo, Oscos y Terras de Burón, el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, el Parque Natural de Somiedo, el Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa, el Parque Natural de Redes y el Parque Natural de Ponga. Alberga 39 Monumentos Naturales que reúnen playas, cascadas, cuevas, bosquetes y árboles singulares. Además de todos sus espacios protegidos que reconocen lugares con valores estéticos y culturales, pero sin demasiados problemas de conservación.

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Asturias te invita a caminar por la naturaleza, con infinidad de rutas y senderos, vías verdes cuya referencia más popular es la ruta de la Garganta del Cares o las de los Lagos de Covadonga, pero hay muchas más, también a pie de playa.

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Por eso el litoral asturiano, y sus pueblos marineros son distintos, formas imposibles y paisajes soñados; sus más de doscientos arenales de aguas cristalinas convierten cada visita en una jornada única y diferente, llamando especialmente la atención su cercanía a la montaña, así como sus diferentes atractivos capricho de las mareas.

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Pero el Principado de Asturias también es arte: el Camino de Santiago o Ruta Jacobea, el Arte Prerrománico, o Arte Asturiano, las Cuevas Prehistóricas son los tres grandes ámbitos culturales valorados como únicos en el mundo por la UNESCO. A los que sumar Oviedo, Gijón e infinidad de pueblos de playa y de interior que guardan una cultura milenaria y única.

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Asturias no es un destino, es el paraíso.

Ruta Dolmen del Matón. Hernán Pérez

La Sierra de Gata es una comarca cacereña, extensa y fronteriza, plagada de pequeños valles, de montes, montañas, castillos, piscinas naturales y pueblos deliciosos. La Sierra de Gata está plagada de caminos con historia, es más, la Sierra de Gata es historia. Paisaje, agua, bosque, montaña, arquitectura, aceite, frontera, a fala, cultura, parque arqueológico, amigos; una comarca de inmensas posibilidades. La Sierra de Gata es una comarca muy agradecida para la práctica del senderismo. Y nosotros volvemos con frecuencia.

Hoy os propongo un pequeño paseo de apenas 10 kms, con la excusa de conocer el pequeño Dolmen del Matón y las recientes excavaciones del yacimiento arqueológico de Padrocastaño. Una ruta sencilla, circular que parte desde la localidad de Hernán Pérez. Está señalizado y homologado como SL CC 203.

Os dejo el track para GPS de mi compañero Teófilo Amores porque siempre están llenos de detalles; Teo es el rey de wikiloc.

Hernán Perez es una pequeña localidad sierragatina, de apenas 500 habitantes, atravesada por un pequeño arroyo y flanqueada por los ríos Árrago y Tralgas afluentes del Alagón, en él desembocarán en los roquedos de los Canchos de Ramiro.

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El Árrago es un río pesquero que proporciona a los habitantes de Hernán Pérez y los pueblos de alrededor la posibilidad de baños veraniegos en su magnífica piscina natural. Alrededor de esta se encuentra una gran arboleda que proporciona, además de belleza natural, una extensa zona de sombra donde resguardarse de los rayos del sol estival

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Salimos de Hernán Pérez por el camino que conduce a la dehesa boyal siguiendo un tramo asfaltado que enseguida se tornará camino.

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Frente a nosotros, y nos irá acompañando todo el camino, la Sierra del Moro, con el pico de Los Ángeles de 1.055 m de altitud como principal atalaya, que se despierta de esta mañana de otoño con las nubes agarradas tras una noche lluviosa.

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El camino serpentea por la zona llamada de Navancha mientras bordeamos el Arroyo del Pueblo que, más abajo, parte en dos a Hernán Pérez. El camino está señalizado como SL, sendero local, pero hay que estar atentos.

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Justo a la entrada de la finca boyal de la Majada y Bardal nos desviamos a la izquierda para caminar ahora en paralelo a la falda de la sierra.

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Este bosque de dehesa, plagado de jaras, encinas y robles es un rico paraje micológico que en otoño está plagado de setas y hongos.

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En las vaguadas el agua se acumula en el camino. La ruta discurre hasta el dolmen por una pista amplia, fácil de seguir que, a pesar de charcos, es cómoda.

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Bordeamos dos pequeños cerros, no llegamos a subirlos, pero animan un poco las piernas y entretienen el paseo.

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Un camino flanqueado de jaras con hermosos robles donde la actividad de ciervos y jabalíes es más que visible, nosotros no nos topamos con ellos pues, seguramente, nos hayan sentido muchos metros/kilómetros antes.

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Aquí en el Valle de Juanico, justo donde acaba la Sierra del Moro, a los pies del río Árrago, se vislumbra la Sierra de la Jañona y el viejo castillo de la Almenara de Gata, su torre del homenaje se ve desde casi toda la comarca. Debajo, aunque no lo veamos está el pueblo de Cadalso de Gata muy cerca de donde discurría la antigua calzada romana de la Vía Dalmacia, todo tiene su porqué. Estamos en la frontera.

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El camino te regala encinas centenarias como esta, viejas supervivientes de muchas guerras de frontera que se vivieron en esta zona. Inmensa, y eso que Chema es alto.

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Una de las heridas de la Sierra de Gata son las incontroladas repoblaciones de pinos madereros que tantos disgustos, a causa de los incendios, dan a los habitantes de la comarca. Quedan muchos aún, aunque proyectos como los bosques de mosaico están terminando con hectáreas y hectáreas de pinar que cuando comienzan a arder son imparables.

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Y así llegamos a un pequeño pantano, un rincón donde la avifauna es muy numerosa y donde los ornitólogos se apuestan con paciencia para disfrutar de ella.

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Se encuentra en un entorno magnífico llamado Tierra Hundida, el paisaje es una invitación al silencio, a observar y descubrir.

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Se trata del embalse de La Lanchera, o de La Cañamera,  que se aprovecha tanto para eventuales incendios forestales y ocio, como para aumentar la biodiversidad en la zona y dotar a la dehesa de capacidad de regadío, se comenzó a construir en 2002 y no se finalizó hasta seis años después.

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Siguiendo un camino que nos lleva por el Valle de la Gitana llegamos a una pequeña carretera local, giramos a la derecha siguiendo la indicación y a unos 500 metros nos encontramos con un precioso rebollar, el Teso de las Corzas, donde se hallan los restos arqueológicos.

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Este bosque de rebollos comunal esconde varios tesoros que dan certeza de que, desde que el hombre es hombre, eligió estas tierras para vivir. Está Necrópolis de Hernán Pérez se encuentra en la Dehesa Boyal Majada y Bardal, que nos hemos abandonado en toda la ruta, justo en su área occidental por donde discurría la vieja ruta milenaria que atravesaba el Puerto Viejo de Robledillo de Gata, procedente de Ciudad Rodrigo y que se dirigía hacia las llanuras extremeñas. 

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El Dolmen del Matón parece corresponder con el periodo denominado como Bronce I para el que se maneja una cronología aproximada de 3.000 a.C, es decir, unos 5.000 años de antigüedad,  fue intervenido en 1979 por arqueólogos tras un proceso largo de saqueo y desgaste del que daba buena cuenta su estado, según escribe Pablo Iglesias Ordóñez, uno de los directores del proyecto arqueológico, en la web inforaya.es

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El dolmen, sigue relatando Pablo, estaba totalmente rodeado de un túmulo compuesto por hiladas de rollos de piedra cuyos huecos se rellenaban de tierra. La alineación de esta gran cantidad de piedra componía un túmulo que acorazaba por completo el interior de la tumba y generaba una falsa bóveda en su interior.

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En esta zona, dicen los arqueólogos, estaría la necrópolis megalítica más importante del norte de Cáceres junto con los dólmenes de Alcántara y que es visitable, aunque se ruega mucho respeto con todo lo que allí se ha hallado, o recreado.

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Se han hecho varias reproducciones en la necrópolis, con fines educativos, entre ellas esta reproducción del ídolo de Hérnan Pérez, cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.

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Un aula al aire libre, donde aprender con la recreación de diversos tipos de enterramientos que se explican en algunos de los paneles instalados en el yacimiento.

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Como se señala en la justificación del proyecto: El parque arqueológico Pradocastaño es una experiencia interdisciplinar y multidisciplinar centrada en el estudio de la arqueología de Hernán-Pérez, ya sea a nivel de excavación o de prospección. Este proyecto integra a: arqueólogos, biólogos, sociólogos, antropólogos, traceólogos… este equipo estudia los materiales arqueológicos, pero también realiza una labor de socialización y divulgación del patrimonio.

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Lo que parece claro es que  la aparición de estelas y dólmenes demuestran que en este lugar debió existir una sociedad que podría datarse entre el final del Neolítico hasta la Edad del Bronce.

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El proyecto comenzó en 2015 con el objetivo de rescatar todo el patrimonio arqueológico que se conserva en la localidad y que, en los años ochenta, aportó una colección de estelas diademadas e ídolos de piedra con forma y rasgos humanos que se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional. Patrimonio que debería volver a su tierra.

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De momento, en el dolmen de Pradocastaño situado en la dehesa boyal del municipio se ha recuperado la mitad del túmulo y la idea del municipio es seguir investigando, atraer talento joven a la zona para el estudio, así como adecuar un parque arqueológico que pueda ser abierto al público y en el que se puedan exponer las piezas que se vayan encontrando en la excavación, algunas se pueden ver en el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite de Hernán Pérez.

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En el yacimiento se sigue excavando cada verano, de hecho, otro de los objetivos de este proyecto es la formación de estudiantes y el trabajo conjunto entre disciplinas y ciencias que convergen en el estudio de los materiales arqueológicos, así como el impacto de estas investigaciones sobre la población local. Cada año acuden varios estudiantes a trabajar en el conjunto arqueológico.

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Es una zona muy rica, por eso la eligieron aquellos primeros pobladores, regada por el río Árrago, en ese valle que separa las sierras de la Jañona y la de los Ángeles. Durante siglos, como hemos contado y certifican calzadas romanas y castillo, ha sido ruta de paso entre Portugal, Extremadura y Castilla. Hoy damos certeza de que fue un lugar de importantes asentamientos humanos.

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Volvemos sobre nuestros pasos apenas un kilómetro por la carretera que abandonaremos enseguida girando ahora a la izquierda para volver al Valle de Juanico.

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Mientras caminamos de vuelta, sorprendido todavía por la belleza del conjunto arqueológico, recuerdo las palabras del alcalde de Hernán Pérez, mi buen amigo Alfonso Beltrán, en el saluda de la web municipal: «Hernán-Pérez es un pueblo olivarero con una rica historia arqueológica. El término municipal que nos rodea es muy equilibrado y está compuesto por tierras de labor ocupadas por centenares de miles de olivos que forman un inmenso manto verde alrededor de todo el casco urbano. Flanqueando esos olivares, encontramos la dehesa municipal, la Sierra del Moro y la vega del Tralgas que ofrece un lugar inmejorable para practicar el senderismo o pasear en bicicleta. Si nos visitas en verano, te invito a visitar nuestra piscina natural, en el río Árrago».

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Regresamos a Hernán Pérez por el Bardal, dejando a la espalda la sierra, siempre vigilante, fundada en el año del señor de 1296 por el maestre de la Orden de Alcántara frey D. Fernán Pérez del Gallego, que creó una aldea dentro de la Encomienda de Santibáñez, y ésta recibió el nombre de Hernán Pérez, en recuerdo y homenaje del maestre que la fundó, los primeros pobladores a los que éste acomodó procedían de villas y aldeas que poseía la Orden de Alcántara en Sanjulián del Pereiro, Castel Rodrigo y otras de la ribera del Coa, los cuales perdieron cuanto tenían a manos del ejercito del Rey de Portugal D. Dionis. Antes de iros, no dejéis de visitar el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite, Museo Etnográfico, construido en un viejo molino de aceite.

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Termina la Ruta del Dolmen del Matón que hicimos en el otoño del año 2019, dentro de las actividades del Otoño en Sierra de Gata ‘Échate a soñar’ y que tuve la suerte de guiar. Me acompañaron mis inseparables compañeros Antonio Luna y Teófilo Amores que son una garantía para que una ruta salga perfecta. Fuimos un grupo pequeño pero bien avenido que, aún, mantenemos contactos; nosotros aprendimos con ellos mucho de la esencia de la cultura sierragatina.

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Tengo muchos rincones en la Sierra de Gata, bueno tengo todos los rincones, y muchos amigos y mejores recuerdos. La Sierra de Gata hoy lucha por hacerse hueco como Parque Cultural, pero para quienes recorremos esta comarca enorme de más de 1.250 km2, 20 pueblos y apenas 22.000 almas, la Sierra de Gata es mucho más: es manzanilla cacereña, molinos de aceite, piscinas naturales, exquisita gastronomía, grullas, castillos, montañas, caminos, abrazos, encuentros, colores. Tengo muchos amigos que han escogido la comarca para vivir, o como segunda residencia. Me emociona contemplar como las gentes de aquí defienden sus tradiciones, luchan contra el despoblamiento y no paran de reivindicarse como lugar único, especial, hermoso. Hasta aquí llegan templos budistas e hinduistas, gentes que valoran que la calidad de vida se mide en parámetros humanos que no están en las estadísticas, que se pegan al alma; una comarca donde se para el tiempo para contemplar la vida, porque como dicen los sierragatinos ¡qué prisa hay si el tiempo lo dan dao!.

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Ruta de Las Alquerías. Las Hurdes

Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Y en Las Hurdes lo saben, por eso han hecho un esfuerzo grande en señalizar muchos de estos caminos. Caminos con historia, que cuentan historias. Muchos de estos senderos están puestos en valor y señalizados. Nosotros hemos disfrutado de la Ruta de las Alquerías, una senda de 18 kms que va pegada al río Esperabán, que se unirá al río de los Ángeles justo antes de llegar al final, y que nos enseña cinco de las alquerías de Pinofranqueado, donde termina la ruta: Aldehuela, Erías, Castillo, Robledo y La Muela.

Aquí tenéis el track para GPS

Y arriba comenzamos, debajo del Lombo de las Muelas, junto al Puerto del Esperabán, en la sierra de Gata donde nace el río que les da nombre. La ruta comienza en Aldehuela. En esta alquería tiene el nacimiento el río Esparabán que según todos los indicios viene de una palabra hurdana que significa «río del Gavilán». Años atrás, aparecieron importantes vestigios prehistóricos en este pueblo; incluso una gran laja de pizarra con un grabado rupestre.

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Caminamos bajando por sendas de paredes de piedra seca construidas con pizarra, como todo en Las Hurdes. Estos viejos caminos te llevan sin confusión. Piedra Seca patrimonio de la UNESCO, por cierto.

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Rodeados de naturaleza. Las Hurdes, paraíso natural, frente a nosotros la Sierra de La Bolla y La Cotorra.

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La pizarra lo marca todo, dibuja contornos de piedra en pequeños rincones cuidados por la mano del hombre, jardines para la subsistencia. Pero a esta altura de la sierra, el Esperabán recibe el agua de los distintos riachuelos que vienen de las cumbres, aún no es un río potente.

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Hemos comenzado en su margen izquierda, ahora lo cruzaremos y así iremos por este lado del cauce hasta llegar a Robledo, donde volveremos a la ribera este. La vista se vuelve loca, la cámara sólo capta belleza y armonía.

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Justo antes de llegar a la alquería de Las Erías, cruzamos el Esperabán, que ya irá a nuestra izquierda casi todo el camino. Viejos puentes reconstruidos para facilitar la vida.

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Las Hurdes y sus ríos son meandros. La pizarra, recia y firme, no se amedranta con el agua y desvía su curso sin complejos. Curvas de agua

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Las Erías o Erías como todo el mundo la conoce es una alquería serrana, como todas las de la ruta.

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Antiquísimo pueblo, cuyos orígenes se encuentran posiblemente en un asentamiento de tipo castreño, de carácter prerromano. 

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Un homenaje a la tierra. Tierra que, me cuentan, tenían que traer los hurdanos de la vecina Salamanca, porque la pizarra impedía cultivar cualquier cosa.

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Las Erías tiene casco antiguo, una amalgama de casas superpuestas, pasadizos, pasillos, recodos, arcos… calles imposibles con vida propia.

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Los siglos se superponen, viejos arcos que soportan nuevas casas. Nada se pierde, todo se transforma.

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Al salir de Las Erías os encontraréis un camino de tierra en ascenso, ese era el trazado original, ahora debéis continuar por la carretera unos 100 metros y veréis un camino que sale a la derecha, señalizado,ese callejón es el que hay que coger, que conecta con el camino antiguo.

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Toda esta zona está arreglada, os iréis encontrando con puentes, pasarelas y demás que espero que tengan el adecuado mantenimiento. Hoy facilitan el camino

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Esto no quiere decir que las viejas construcciones hayan desaparecido, puentes que resisten los años, seguramente más que estos nuevos de madera tratada. Aquí hasta los nombres son bonitos: caminamos entre las sierras de la Martigil y las Mudas.

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Entre bancales de pizarra que sostienen olivos y castaños centenarios, estos nuevos puentes se unen al paisaje para que los arroyos, cuando el otoño los inunda, no impidan el paso.

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Pero mirad la belleza de estas viejas callejuelas flanqueadas de piedra, cómo se mantienen en pie.

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Castaños centenarios flanquean el camino

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La vegetación se espesa y un bosque de pinos, castaños y robles nos arropa, es noviembre pero el calor aprieta.

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Seguimos caminando junto a las aguas del Esperabán, los meandros embellecen el curso del río hasta el que llegan los bancales de olivos centenarios y ahora, sobre todo, cerezos.

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Es el dibujo del paisaje: cuidadas escaleras de piedras que sostienen árboles frutales, olivos con tierra traída de otras tierras, sobre todo de provincias limítrofes. Sorprende como en una imagen se sintetizan cascadas, pizarra, matorral, pinos y bancales.

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Uno de los regalos de la ruta son los grabados rupestres de generaciones primitivas, ellos ya apreciaban el valor de esta tierra. El lugar se conoce como el Tesito de los cuchillos.

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Los petroglifos aparecen a ras del suelo aprovechando un afloramiento de pizarra. Contienen espadas romanas de un legionario y hasta una inscripción en latín. Se puede identificar motivos podomorfos y estrellas. En la piedra, se aprecian espadas de la Edad del Bronce y cuchillos, cuya época es difícil de definir.

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A la zona la conocen como Charco de las Castañas, este viejo camino bien trazado que siempre se usó para poder viajar de una alquería a otra. Dejamos estos restos y continuamos el camino.

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Para cruzar el arroyo de la Zambrana y salvar su cauce cuando viene crecido se ha construido esta pasarela de madera que facilita el paso.

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En la Portilla de la Cruz se dibujan meandros y parcelas. Aquí cualquier rincón es oro y la tierra se aprovecha, y se valora al máximo. Algo que puede resultar sencillo es un esfuerzo titánico, domar aquí el terreno es un trabajo de generaciones.

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Pero la huella de los incendios también está presente. Alguien cubrió esta tierra de pinos, madera, que cuando llega el verano se convierten en peligrosos lugares donde el fuego es incontrolable. Pero el pino es insistente y brota de las cenizas.

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Así llegamos a Castillo, tercera alquería de la ruta. Aunque muy cambiada, la leyenda cuenta que, en tiempos, hubo un castillo en el paraje de la Zambrana o Cembrana; otros hablan que estuvo situado en la sierra de la Bolla.

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También se habla de la cueva de Riscoventana, donde habitaba una pícara mora. Pero lo que hay en estos parajes son restos prehistóricos y romanos, con explotaciones auríferas en el sitio denominado «Los Llanetes».

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Dejamos Castillo y a su habitantes, los castillejos, por sus cuidadas huertas pegadas al río, tierra rica y generosa, está a la vista.

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Para seguir adelante cruzamos el arroyo del Guijarro Blanco que canaliza las aguas de las sierras del Carrelón y la Romaleja, ambas por encima de los 1.000 metros de altitud.

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Siempre me sorprenden los viejos caminos, su hechura, su dureza, su cuidado, sus detalles, estas escaleras de pizarra… ¿cuántas generaciones las habrán pisado? Ahí siguen, repasadas, pero cumpliendo su función.

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Atrás queda Castillo, como una calva entre pinos, en la ladera de la sierra, mirando al sol, siempre han sabido los hurdanos cómo construir los pueblos.

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En Castillo hay un artesano de la madera y eso se nota. Nos encontramos estos viejos troncos convertidos en obras de arte.

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Un regalo en el camino, una talla cuidada, y muchas fotografías, tod@s quieren inmortalizar la imagen. No son los únicos, podéis ver varias tallas y motivos diferentes.

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Caminamos embelesados por un paisaje amable, cuidado. La pizarra nos dirige, nos guía, nos encajona por estas callejuelas que son las lindes «de lo mío». Paisaje domado, robado a la pizarra.

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Llegados a este punto, en la ladera del Ramajal, dejamos el cauce del río para ascender hacia la montaña, no en exceso. El camino parece haberse perdido y la ruta nos lleva por nuevas pistas de tierra. Arriba en la sierra se vislumbran las casetas de vigilancia, los ojos del hombre contra los incendios.

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Justo al final de esta vereda agradable el camino da un giro brusco a la derecha y nos obliga a ascender.

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El terreno se vuelven menos cómodo, el bosque ya no nos protege pero ganamos en vista, la visión de estos enormes bosques de pinos tan cuestionables, nos recuerda los años en que la tierra era intervenida en favor de la industria maderera que sigue explotando estos bosques inventados.

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Inmensas Las Hurdes, una orografía complicada, un lugar inhóspito convertido en paraíso, en lugar de descanso. Las Hurdes que ahora miramos con otros ojos, que tanto admiramos, son hijas de aquella otra tierra sin pan que tanta vergüenza nos causó.

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El camino lo dibujan las sierras, las arrugas que nos obligan a subir y bajar, a dar vueltas, salvar los accidentes de las faldas de la sierra de Ramajal que nos viene vigilando desde hace rato.

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No pasaremos por ella, pero la alquería de Robledo se sitúa frente al camino, alquería con poca antigüedad, algunos dicen que era un antiguo asentamiento de pastores que con los años fue ampliándose junto al Río Esparabán.

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Descendemos de las faldas del Ramajal y en el meandro del Infiernillo volvemos a caminar junto al cauce del río. Antes de llegar a la última de las Alquerías: La Muela.

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Aquí, en el Molino de la Muela, cruzamos definitivamente el Esperabán para recorrer la última parte del camino.

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Esta del Molino de la Muela es una de las piscinas naturales más bonitas que conozco, exige un poquito de esfuerzo porque hay que bajar andando desde el pueblo, pero merece la pena, es un paraje idílico con un agua deliciosa y muy tranquila.

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Hoy es un paraje turístico, en sus años fue un molino y una zona del río donde las gentes del pueblo lavaban la ropa. La Muela no es una alquería típica, poco tiene que destacar, un pequeño núcleo cercano a Pinofranqueado, la matriz.

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Ya caminamos por una pista cementada que nos llevará hasta el final de la ruta, rodeados de fincas y huertos; es evidente que nos acercamos a uno de los núcleos más poblados de Las Hurdes. La pista, sin pérdida, desemboca en la carretera que nos introduce en Pinofranqueado.

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La vegetación de ribera engrandece el bello paseo que Pinofranqueado ha construido junto al río de los Ángeles. Hemos llegado. Los árboles anuncian otoño.

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Los pinenses disfrutan de este precioso paseo junto al río, es un broche de oro para este pequeño sendero que, sin quererlo o sí, recorre la historia de La Hurdes, la sintetiza en apenas unos kilómetros. 18 kilómetros después hemos bajado, como las aguas del Esperabán que aquí ya es el río de los Ángeles con quien se ha unido, hasta las Hurdes bajas. Dos ríos y cinco alquerías después finaliza la ruta.

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Las aguas del Esperabán, diluidas en el río de los Ángeles, son un lugar de ocio en Pinofranqueado. Esta piscina natural a los pies del pueblo se llena cada verano de chiringuitos, restaurantes, camping, hoteles. un rincón con todos los servicios al que acude mucha gente a disfrutar de sus aguas. El ayuntamiento la mantiene impecable, de ahí su éxito. Aquí termina la ruta, disfrutando de su oferta en los establecimientos de la zona recogemos el merecido refrigerio.

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Las aguas de este río, de estos ríos, se marchan buscando el Alagón, que espera domado por el embalse de Gabriel y Galán. Las aguas de los Ángeles abandonan las Hurdes arrastrando los olores de la montaña, los sedimentos de la sierra que nos han acompañado en la ruta. Aguas arriba comenzamos este camino de las alquerías, una ruta de las altas Hurdes a las Hurdes bajas, un camino de meandros, bancales, pizarras, huecos y pueblos. Es un camino precioso que, nos cuentan, quieren señalizar adecuadamente. Hay una paz especial en Las Hurdes, de hecho estoy seguro, a Las Hurdes vuelves, pero nunca te vas.-

©vicentepozas2020

Ruta Vicentina. Trilho dos Pescadores. Portugal

Esta vez dejamos Extremadura para viajar por la última frontera oeste de Europa, os invito a descubrir la Rota Vicentina, entre las riberas recortadas de una de las zonas costeras más bonitas y mejor conservadas de Europa. Esta red de senderos a pie en el Sudoeste de Portugal de 450 km, atraviesa las regiones de Algarve y Alentejo y está formada por el Caminho Histórico, el Trilho dos Pescadores y varios Itinerarios Circulares en el Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina. Como se hace por etapas cada uno puede planificar su viaje como quiera.

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MAPA DE LA RUTA VICENTINA

Nosotros escogimos el denominado «Trilho dos Pescadores» que sigue siempre junto al mar por caminos de acceso a playas y pesqueros, a lo largo de 125 kilómetros, entre Porto Covo y Cabo de São Vicente. Es un recorrido exclusivamente a pie y exigente. Está organizado, de manera oficial, en cinco etapas y cuatro itinerarios complementarios y constituye un desafío en contacto permanente con el viento del mar, con la aspereza del paisaje costero y con la presencia de una naturaleza salvaje y persistente. Nosotros hicimos cuatro etapas: Odeceixe -Playa del Carvalhal, Carvalhal-Almograve, Almograve-Playa de Malhao y Playa de Malhao-Porto Covo. Ya os digo que se puede hacer como se quiera, aunque en el enlace tenéis las etapas oficiales

La ruta Vicentina está considerada por la Federación Europea de Senderismo o E.R.A. como una de las mejores rutas de senderismo de toda la comunidad europea.

Un camino singular que une Santiago do Cacém con el Cabo de San Vicente, y que podemos asegurar que es altamente recomendable si eres de los que, como a nosotros, te gusta el senderismo y la naturaleza.

Odeceixe es una playa estupenda, aquí es donde arrancamos, si queréis llegar hasta aquí buscad las indicaciones a la playa antes de llegar al pueblo, pues no se puede cruzar sin atravesar por el agua. Nuestra primera parada antes de iniciar el camino.

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Nada mas ascender el acantilado tenemos un ejemplo del paisaje que nos acompañará estos días: costa y pueblos.

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La mayoría de estos senderos atraviesan grandes arenales y caminos de arena de dunas, con lo que eso conlleva físicamente.  Hay que tenerlo en cuenta, andaremos casi siempre por dunas lo que exige un esfuerzo extra. La ruta está perfectamente señalizada, como siempre en Portugal, esto hace el camino muy fácil.

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El esfuerzo merece la pena, tómatelo con tranquilidad y disfruta del paisaje, de hecho, te encontrarás a mucha gente en el camino que se ha hecho muy popular.

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Ya os he puesto la página oficial de la Rota Vicentina aquí tenéis todo tipo de información sobre rutas, alojamientos, restaurantes, etc. La única pena es que aún no la han traducida al español.

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La belleza de los acantilados del océano Atlántico impresiona, de hecho, lo que más verás es gente echando fotos.

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La frontera de Europa, caminar por ella te hace tener una sensación extraña pero muy bella.

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Hay indicaciones constantes para que no te salgas del sendero y respetes el entorno, no olvides que estás en el Parque Natural de la Costa Vicentina y es un espacio protegido.

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El camino tiene estas sorpresas, una granja de avestruces en el trayecto, y más adelante un zoo al aire libre. Aquí terminamos esta primera etapa para calentar piernas tras un viaje largo desde Cáceres.

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La segunda etapa arranca en la playa del Carvalhal, hoy 25 kms por duna casi todo el tiempo, empezamos temprano.

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La marea baja nos deja estas lenguas de arena en muchas de estas playas que tienen bandera azul, Portugal cuida mucho sus playas y eso se nota.

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Las primeras luces de la mañana nos dejan estos paisajes infinitos, Zambujeira al fondo.

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Zambujeria do Mar es un pequeño pueblo blanco, con tres playas magníficas, la tercera de ellas nudista. Aquí viene mucha gente a última hora a disfrutar del atardecer, nosotros no fuimos menos, más adelante tenéis las fotos.

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Haced una parada en el Porto das Barcas, justo al final de un pequeño tramo por carretera, es el único. Disfrutad de la pequeña terraza que hay en el puerto, merece la pena, a partir de ahí queda un tramo más largo hasta el faro de Cabo Sardao.

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Para un extremeño como yo, acostumbrado a convivir con cigüeñas, fue una sorpresa encontrármelas anidando en los acantilados, pero hay muchas y no parece importarles ni el viento, ni la humedad.

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La franja litoral entre Odeceixe y Burgau denominada Costa Vicentina es un Algarve diferente, en el que la naturaleza, que permanece intacta, tiene un carácter fuerte y salvaje, que se traduce en paisajes de una imponencia deslumbrante.

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Las playas se suceden, ya sean extensos arenales interminables o más pequeños enmarcados por grandiosos acantilados de esquisto y piedra caliza. El mar, agitado, produce una sinfonía natural, que sirve de banda sonora para este paseo a la orilla del mar. 

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Hay ratos en los que da vértigo caminar porque avanzamos muy al borde del acantilado.

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Parece un paisaje constante pero no lo es, cambia, se altera, pocas veces se aleja del mar, repito, es una sensación extraña caminar por uno de los bordes de Europa si eres consciente de ello.

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Es un día largo, los últimos diez kilómetros de hoy sin duros, aunque el paisaje te eche un guiño para continuar.

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Arena, arena, arena, parece que no avanzas, te hundes una y otra vez. Hay que venir preparados para ello como os decía o plantearse rutas más cortas, el esfuerzo físico es exigente.

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Y así llegamos, casi 24 kms con una media que no llega a 4 kms/h. No hay desniveles, es la arena que te frena, que te exige más a cada paso que das, pero merece en la pena, y mucho. Hemos llegado a Almograve, ahora a descansar.

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Tercera etapa. Partimos de Almograve camino de Vilanova de Milfontes, 25 kms en el corazón del parque Vicentino.

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Es una etapa curiosa que se separa de la playa en algunos momentos por una zona de regadío y agua que deja estas estampas curiosas

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A ratos cuesta andar por este bosque de jaramagos gigantes, aquí con el agua del mar todo es enorme, cualquier arbusto se convierte en árbol. El mantenimiento del camino es constante, de hecho, se ve que son cortados con frecuencia para posibilitar el paso de senderistas.

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Curiosamente este tramo termina en una campo de césped para campos de fútbol, no dejéis de fijaros en como cortan las tiras de césped y las enrollan para su transporte. Claro, lo primero que haces es tirarte.

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Esta etapa tiene una parada intermedia en Vilanova de Milfontes que nos obliga a cruzar el río Mira por el puente de la carretera, eso sí, después de disfrutar de la playa das Furnas. Vilanova es muy turística y merece una visita.

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El tramo que queda es precioso, junto a acantilados enormes y termina en la playa de Malhao. Un lugar muy buscado por surfistas, y muy tranquilo.

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Esta vez terminamos en la playa, aquí están muy preparadas, la accesibilidad y la facilidad y servicios es evidente. Es Portugal.

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Un bañito para relajar las piernas. Atlántico fronterizo.

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Última etapa de las que hemos preparado, esta es algo más corta porque nos queda el viaje de vuelta. Iremos de la playa de Malhao hasta Porto Covo, aquí ya no hay acantilados y la playa está al borde del camino

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Cambiamos los altos acantilados por enormes arenales para disfrutar de las playas de Nascedios, Saltinho, Cruz, Aivados, Queimado, Pessegueiro frente a la isla del mismo nombre, con una historia bien bonita por cierto, Sissal…

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Hoy caminamos, a ratos, por la playa, es un camino muy diferente a días anteriores. Arena y olas a tus pies.

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En la playa todo es posible, cruzarte con jinetes también.

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Una playa tras otra con Sines al fondo.

Y así llegamos a la turística Porto Covo, de arenas amables y sus cuatro playas (Buzinhos, Banho, Porto Covo y Salto). Aquí termina nuestro viajes de cuatro días. Pero cada uno puede organizarlo como le apetezca.

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Hay algo que me sorprendió todo el camino: la foto que todos buscamos, la imagen que queremos compartir. Yo me fijé en el fotógrafo para hacer la foto de la foto, la imagen de la imagen, el instante del instante. Y había para elegir.

Me quedo con el final del día en Zambujeira do Mar, donde cada día decenas de personas son testigos de un ocaso único, el que se produce fuera de las fronteras de Europa, donde nos separa y nos une. Al borde del Agua, al borde del continente, al borde de Iberia.

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Mi recuerdo para Antonio Luna y Rafa Franco que tanto me ayudaron en este viaje y que supieron ver la belleza de estos paisajes que compartimos juntos

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La Rota Vicentina se está volviendo popular, dentro de unos años será una locura hacerla. Hoy es raro encontrar una referencia, un recuerdo, información en el camino. Esto no tardará en cambiar. Las cosas se hacen populares, se masifican y pierden parte de su encanto.

La Ruta Vicentina está gestionada por una asociación sin ánimo de lucro que se encarga de su mantenimiento y difusión y que piden adhesiones de empresas, socios, voluntarios y todo tipo de colaboración. Un modelo de gestión a seguir.

El Trilho dos Pescadores, la Senda de los Pescadores, es un camino inolvidable y repetible. Una frontera para caminar al borde de un continente.

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Paisaje y paisanaje

Paisaje y paisanaje. Naturaleza y personas. La foto de la foto, el fotógrafo fotografiado. La imagen de la imagen. El instante del instante. El deseo de inmortalizarnos delante de lugares impresionantes nos convierte en parte de él. La obsesión por la fotografía, por compartir el sitio donde estamos deja estas estampas tan bellas. Porque las personas lo hacen todavía más bonito. La mirada del que mira. Costa Vicentina, Portugal. Trilho dos Pescadores. Semana Santa 2019.

El sendero de los pescadores (trilho dos pescadores), dentro de la Ruta Vicentina, transcurre siempre junto al mar por caminos de acceso a playas y embarcaciones, a lo largo de 125 km, entre Porto Covo y cabo de San Vicente. Es un recorrido exclusivamente pedestre, pero físicamente exigente, que se divide en cinco etapas y cuatro recorridos complementarios.

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Ruta Piedras Labradas. Jarilla

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El collado de Piedras Labradas se encuentra a 1.070 metros de altitud; así se conoce a una meseta que fue allanada, creada por el ser humano. La ruta que parte desde la localidad de Jarrilla, nos llevará a esa sierra donde encontraremos los restos del edificio. Los bloques de piedra están tallados con un corte perfecto, de ahí le viene el nombre al lugar.
Sobre su origen se barajan varias hipótesis, una, datada, un templo romano dedicado a alguna deidad, aunque no es habitual que los romanos construyesen a tanta altura. Hay quien opina que tuvo que haber en el lugar un asentamiento vetón, o al menos un lugar sagrado sobre el que se edificó el templo. Otras teorías se inclinan por que en la meseta hubiera un puesto de comunicaciones que enviase, mediante fuego por la noche y con destellos por el día, señales a la ciudad de Cáparra, visible desde el collado. También es posible que el emplazamiento cumpliera labores de protección y vigilancia sobre una ruta secundaria que uniría la Vía de la Plata con el Valle del Jerte. No hay que olvidar tampoco que muy cerca de aquí había una captación de aguas que abastecía a Cáparra.

La ruta que proponemos es circular, de apenas 14 kms, pero con algún tramo de dificultad media, ya que el desnivel acumulado es de 600 metros y otros tantos de bajada, pero las vistas de las Tierras de Granadilla y del Valle del Ambroz son magníficas.

Os dejo el track para GPS ya os digo que nosotros, en el kilómetro 9,6, en el Collado del Cerezal, nos apartamos del camino señalizado y optamos por bajar por una vereda más complicada pero más bonita, pero si esta opción no os convence sólo tenéis que seguir el trazado señalizado (PR amarillo y blanco) que os devuelve al  camino de vuelta, sobre el mapa se aprecia perfectamente, en este caso salen unos 16 kms, pero de menor dificultad.

Nosotros comenzamos en Jarilla, a los pies de los Montes de Traslasierra.

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Jarilla pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, situada en la falda oeste del Sistema Central, en los Montes de Traslasierra. Con apenas 100 habitantes posee varias casas rurales; el único bar es el centro social, junto al Centro de Día y la iglesia de San Gregorio en su pequeña plaza mayor. Protegida por el pico de Cabeza del Santo, 1.478 m altitud, está bañada por la Garganta Perdida y la de Cabera y cuenta con una coqueta piscina natural.

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Arrancamos la ruta en la plaza, bordeando la iglesia; enseguida nos toparemos con este lavadero restaurado, aunque ya no en uso, imagino.

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Comenzamos por una pista asfaltada que encara la sierra y que enseguida se convertirá en camino de tierra.

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La ruta está señalizada como PR (amarilla y blanca), aunque no está homologada por lo que hay que estar atentos al track para no perderse en los cruces que nos encontraremos. Lo que vemos en cuanto dejamos el pueblo es el valle con las Hurdes y la Sierra de Gata al fondo.

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Los primeros kilómetros discurren por el paraje de Las Pozas en un entorno de dehesa muy agradable, de momento, paralelos a la sierra.

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El camino asciende poco a poco, mientras caminamos por las Colmenillas, disfrutando de una primavera exuberante en este final de mayo cuando hicimos la ruta.

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Venimos andando por los caminos tradicionales que unían los pueblos de la zona, de hecho, podéis optar por comenzar en Cabezabellosa, una localidad situada unos kilómetros más allá y así hacerla un poco más larga si queréis sumarle más tiempo al paseo.

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Dejamos por un momento la cómoda pista de tierra para coger un pequeño atajo, no hay que preocuparse, el desvío está señalizado.

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Mientras, disfrutamos de la vista del Valle del Ambroz con Casas del Monte en primer término y Segura de Toro al fondo.

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Son apenas unos metros porque enseguida volvemos al camino original, mientras pasamos cerca del Canchal del Moralejo, nos queda más o menos kilómetro y medio para comenzar la subida al collado.

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La ruta, en estos tramos, está muy bien señalizada, hay un cruce con una señal y un mapa gráfico de la zona y el recorrido de la ruta; dejamos el camino que nos llevaría a Casas del Monte y, junto al arroyo de las Gorroneras, nos preparamos para el ascenso.

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El ascenso, de poco más de 4 kms, no es muy exigente aunque el desnivel acumulado es de unos 400 metros.

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Este paraje que llaman el Horquito es un magnífico robledal, muy cerrado en su parte más baja.

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Más abierto a medida que ascendemos pero con ejemplares de robles impresionantes. En esta zona hay que estar atentos al track y a las señales del PR porque no siempre están claras.

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Un pequeño llano descansa las piernas antes de atravesar las pequeñas vaguadas que crea la montaña.

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Lo cierto es que la altura, a unos 900 metros de altitud ya, nos permite disfrutar de este hermoso valle, bañado por las aguas del río Alagón, aquí embalsadas por la presa de Gabriel y Galán. Tierras de Granadilla.

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Nos abrazamos a la ladera del Risco Llano, la montaña cambia de paisaje a cada momento, esto embellece aún más la ruta.

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Sorteamos pequeños arroyos, este del manantial del Colchón, en una primavera que no olvidaremos por su exuberancia, con el que encaramos la última subida antes de llegar al templo.

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Pero aquí arriba, emocionados, es difícil no dejar descansar las piernas y echar mano del móvil o la cámara y recoger este inmenso y rico valle atravesado por la Vía de la Plata, hoy A-66, aunque los vestigios romanos siguen encaminando los pies hacia el norte, Gijón o Santiago.

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Aquí veréis una pequeña valla ganadera con el señal de PR, hay que abrirla y no seguir el camino de la derecha. Nosotros lo hicimos y tuvimos que saltarla un poco más adelante sin mayor problema. Por cierto recuerda: cancela que se abre, cancela que se cierra.

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Detrás de nosotros la sierra de la Cabrera retiene las nubes, cerca del collado de las Yeguas que facilita el paso al Valle del Jerte.

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Aquí la humedad y la umbría mantienen florecidas las peonías, o rosas de Alejandría como llaman otros. Un último esfuerzo para disfrutar del misterio de un lugar mágico

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Lo primero que nos encontramos es el antiguo vallado que protegía el templo. Debéis imaginar que entonces esto era un bosque de robles que rodeaban este lugar de culto donde, protegidos por árboles sagrados, se reunirían los vetones para venerar a sus divinidades vinculadas a la naturaleza.

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Tras la dominación romana de la Lusitania, el lugar se convirtió en un templo, era un pequeño edificio a dos aguas de una sola entrada, muy parecido al que se conserva a la entrada del puente romano de Alcántara y que el imperio construía por todo el territorio. El expolio que sufren muchos de estos yacimientos ha hecho desaparecer muchas de las piedras, incluso algunas de las aras votivas, pequeños altares dedicados a los dioses que se veían hace unos años.

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El collado de las piedras labradas está marcado por esta historia de culto y misterio. Allanado por la mano del hombre para sus fines espirituales, pero también defensivos. Desde aquí era visible la ciudad romana de Cáparra y, por ello, hay quien sostiene que el lugar bien pudiera albergar un puesto de vigilancia, por una parte, del abastecimiento de agua a la ciudad, en unos montes repletos de manantiales, y por otro, defensivo. He leído que se piensa que pudiese haber un punto de vigilancia que, desde la altura, avisase a la ciudad a base de señales de humo o luminosas en caso de peligro. Por cierto, cuando regreséis os aconsejo visitar los restos de la ciudad de Cáparra y su centro de interpretación para que entendáis la importancia de este asentamiento romano que fue un importante nudo de comunicaciones en el eje norte-sur y que conserva el único arco cuadriforme de España.

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El collado de Piedras Labradas, a 1.062 m de altitud, ofrece vistas magníficas, como estas de la localidad de Cabezabellosa protegida por el Cerro del Búho, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Castillo.

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Después de disfrutar del lugar e imaginarnos las historias que aquí se debieron vivir, iniciamos el descenso de nuevo al punto de partida.

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El Collado, rodeado de vegetación baja, nos despide rodeados de cantuesos, o lavandas (lavándulas) o tomillos borriqueros como llaman en otros y disfrutando de su aroma intenso.

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Sol y nubes en este día de primavera, sigue la señalización acompañando el camino, por cierto, el tramo de bajada, está marcado como ruta principal en algunos tracks, pues el oficial de la comarca, lo realiza con subida y bajada por el mismo camino, por este.

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El hecho de que hayan podio expoliar el yacimiento tiene que ver con que el camino es de fácil acceso para algunos vehículos, por lo tanto llegar hasta arriba en coche es posible.

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El camino discurre ahora entre callejas de piedra muy habituales en la comarca. El granito es abundante, tanto es así que para construir el templo de Piedras Labradas no hubo que subir las piedras, ya estaban aquí.

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Cuando hemos descendido unos cien metros llegamos al collado del Cerezal, aquí es donde decidimos desviarnos por una pequeña vereda señalizada con mojones. Aquí la ruta se complica porque la pendiente es fuerte y hay piedras sueltas, pero es mucho más bonita. Estamos en el kilómetros 9,6, se puede ver en el track perfectamente. Si no os decidís por esta variación sólo tenéis que seguir la pista que sigue señalizada con las marcas de PR que os devolverá al camino original de Jarilla a Casas del Monte donde sólo hay que desandar los pasos.

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Nosotros traemos el track, nos ayudan los mojones de piedra, porque la primavera tapa por momentos la pequeña vereda por la que transitamos.

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Bajamos haciendo zigzag, de hecho nos volvemos a topar con otro camino, paralelo al que hemos dejado; quiero decir que si esta primera bajada os ha parecido complicada sólo tenéis que seguirlo y os llevará al camino de salida y la señalización de pequeño recorrido, lo vais a reconocer porque en el camino hay una pequeña tubería negra de agua.

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Pero nosotros seguimos el descenso por este magnifico lugar, a quienes nos gusta el senderismo nos atrae más caminar por pequeñas veredas que por pistas o caminos. Estamos en la Jerdillera.

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Así llegamos a la Garganta Perdida, o garganta primera, que no hay que cruzar, iremos paralelos a ella hasta llegar al pueblo.

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Puro bosque mediterráneo en esta parte de la sierra donde encontramos estos impresionantes bolos graníticos.

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Vegetación más densa en la parte baja de la sierra, donde alcornoques y encinas se disputan el terreno, ya el trazado es llano y las piernas descansan de la pronunciada bajada de 400 metros de desnivel en apenas dos kilómetros.

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La callejas de piedra nos marcan el camino, como haciéndonos la ola, como ese público que se apelotona a la llegada de los grandes eventos deportivos, eso sí, en silencio.

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Camino ya del pueblo pasamos por la pequeña piscina natural de Jarilla que en verano ofrece agua fría para quien guste de estos parajes, cuenta con merendero cercano para pasar el día.

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Desde aquí una pista cementada nos lleva hasta el pueblo donde damos por finalizada la ruta.

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Nos queda la satisfacción de haber subido hasta una parte de la historia, de la cultura vetona, de la posterior dominación romana. Hasta nuestros días ha llegado con el nombre popular de Piedras Labradas; escondida a la vista, esta atalaya de dioses y guardianes presenta un aspecto manifiestamente mejorable, pero esto nos ocurre con frecuencia en Extremadura, y en el resto de España, no acabamos de poner en valor estos vestigios que retratan de dónde venimos. La roma imperial tuvo, y tiene, mucho peso en la historia de esta región. Pero los vetones fueron un pueblo importante, una civilización que ha dejado repartida su cultura por toda la región, sobre todo el norte, como pone de manifiesto el berraco que se conserva en la cercana localidad de Segura de Toro.

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Jarilla, 100 habitantes, conserva el equilibrio tranquilo de las pequeñas localidades cacereñas que aún sobreviven a un, imparable hoy, fenómeno de despoblamiento rural. Los niños juegan en la calle, los turistas ocupan los alojamientos rurales y los mayores mantienen sus costumbres. Nosotros hemos venido a romper la armonía del pueblo por breves momentos, ante la alegría y la sorpresa de los aldeanos que nos saludan orgullosos por haber venido hasta su pueblo. Seremos tema de conversación esta tarde, seguro, estos chicos de ciudad de colores chillones que vienen a ver sus piedras labradas, el templo que aún les vigila, y les protege, silencioso y abandonado.

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Una de las satisfacciones de caminar por el campo, es encontrarte lugares sagrados como Piedras Labradas, y poder contarlo, e invitar a quienes aman y estudian la historia a recorrer el camino que vetones y romanos andaron y desandaron tantas veces. Y confirmar que la historia, además de las grandes ciudades y los conocidos monumentos, la escribieron también estos sencillos enclaves tan necesarios para entender cómo vivían nuestros antepasados, los que dejaron un ADN que hoy nos ha convertido en lo que somos. Lo mejor, como siempre, hacerlo Andando Extremadura.-

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Caminos tradicionales de la Sierra de Gata. Gata-Torre de Don Miguel- Santibáñez el Alto

Ahora que nos hemos acostumbrado a ellas parece que las carreteras siempre estuvieron ahí. Pero no siempre fue así. Los caminos fueron, durante siglos, la única manera de llegar de un lugar a otro, de un pueblo a otro, de una comarca a otra, de un prado a una finca, de la montaña a la ciudad. Las bestias eran la manera de traer y llevar aquello que no producía la tierra y los viajes, un esfuerzo necesario para poder vender aquello que no se consumía, o se podía cambiar por alguna herramienta o un enser doméstico, o un simple trozo de tela para un vestido nuevo. Esta ruta nos lleva desde el pueblo de Gata hasta el de Santibáñez el Alto, pasando por Torre de Don Miguel, recorriendo esos viejos caminos para cruzarte con cruces, bellas fuentes, molinos, riveras o antiguos pajares. Arquitectura vernácula al lado del caminante, en un paseo entre valles y sierras que invita a conocer parte de la comarca cacereña de la Sierra de Gata.

18,5 kms de dificultad baja, os dejo el track para GPS

Comenzamos en Gata, una bellísima localidad que os aconsejo visitar si vais con tiempo (y si no, tendréis que volver). Y lo hacemos junto al impresionante Cedro que domina el pueblo, situado junto a la carretera, es uno de los árboles más conocidos de la comarca, con una altura de 30 metros y un perímetro de tronco de hasta 5 metros y una edad que supera los 200 años. Este gigante nos bendice al iniciar el camino.

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Nada mas dejar atrás el cedro nos sale a la derecha un camino descendente que nos lleva hasta el río. Es fácilmente reconocible porque veremos un panel informativo y enfrente la ermita del Humilladero del siglo XVI. Aquí empieza el recorrido.

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Enseguida nos topamos con la Rivera de Gata, crecida porque acaba de darle sus aguas el arroyo del Concejo. La Sierra de Gata es tierra de olivos y los viejos molinos son una constante en cada cauce de agua.

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No tiene pérdida el camino porque aquí conserva el viejo empedrado medieval con fuentes como la del Chorrito y que en este tramo coincide con el trazado del  sendero internacional GR 10.

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Más arriba la piedra se pierde oculta por el cemento que tapa la belleza de estos viejos itinerarios. Aún quedan algunos pinos de la masacre que el fuego viene haciendo en estas sierras, con la ayuda de la mano del hombre, desafortunadamente.

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Desde el puerto de la Cruz de Piedra, Gata se ve así de hermosa. Junto a esta portilla entre las sierras del Salido y Las Jañonas, junto a la cruz de piedra que le da nombre, iniciamos el descenso a Torre de Don Miguel por un camino, junto al arroyo Hondo, que antes era vereda, y que las máquinas han convertido en pista.

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Y llegamos a Torre de  Don Miguel, otra deliciosa localidad sierragatina que conserva sus construcciones originales, pasadizos de madera y adobe, callejuelas angostas e imposibles que se funden con casas señoriales. En su plaza aún queda el recuerdo de otro árbol mítico de la Sierra de Gata: el álamo negro que presidió el ágora de Torre durante años y que fue imagen de la comarca.

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Los urbanitas (ya seamos senderistas, viajeros, curiosos, comerciantes o almas perdidas) pasamos demasiado deprisa por los pueblos. Desentonamos en la paz que ofrecen, y despreciamos ese abrazo que trata de de imbuirnos en una filosofía de vida que tiene como protagonista al tiempo, porque en la Sierra de Gata no hay prisa, ellos dicen que el tiempo lo dan ‘dao’.

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Pero nuestros pies están de paso y se topan, apenas el instante que duran unos pasos, con joyas como la ermita del Cristo de la Misericordia con esa  portada del s. XVI, dicen que de Pedro de Ibarra, que nos recuerda a la arquitectura de las sinagogas judías.

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Cogemos por los Cascajales el camino donde se unirán los arroyos del Grueso, el de San Juan y el del Perico en la Ruta de los Molinos.

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Este parque arqueológico muestra varias almazaras recuperadas. Molinos de aceite que movía el agua como este de Los Blancos, rehabilitado en parte.

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El oleturismo, o turismo de aceituna, es una realidad que se impone en otros territorios, pero que en Extremadura aún no sabemos aprovechar. Esta ruta es una buen muestra de nuestro potencial.

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La ruta continúa  cruzando una pasarela que conduce a la margen izquierda del arroyo de San Juan, donde se alzan las ruinas del molino del Tío Perfecto.

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El Molino del Tío Perfecto -cómo eran los pueblos para nombrar a sus paisanos- conserva los viejos engranajes que movía el agua, las viejas piedras de molino, fabricadas en piedra y que durarán eternamente.

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Viejas ruedas que habrán dado vueltas y vueltas sin fin, movidas por los arroyos amansados, la fuerza de la corriente convertida en energía hidráulica, para dar vida a una aceituna exclusiva, convertida en aceite único, oro verde de la sierra: la Manzanilla Cacereña. El olor de las viejas cocinas que aún recuerdo de esos años de infancia rural, y afortunada.

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Sobre el azud, junto a su canal, una tercera pasarela comunica con los restos del Molino del Tío Domingo, donde se encuentra una coqueta y magnífica piscina natural con todos los servicios necesarios.

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Y frente a la piscina, El molino de Los Lucas, un edificio rehabilitado que mantiene en su diseño toda la magia de su uso original y toda la belleza de estos edificios a los que, en algún caso, se les quiere buscar un uso turístico; una idea que espero se lleve a cabo más temprano que tarde antes de que el abandono dé con sus muros en el suelo.

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Tal es la simbiosis de esta gente con el aceite que Torre de Don Miguel vive una de las fiestas más arcaica que se conservan en toda Extremadura. Un tesoro etnológico que deberías conocer: la fiesta del Capazo. Esas antiguas ruedas de esparto en las que se colocaba la aceituna para que la piedra del molino extrajese el zumo. Y que esa noche arden a ritmo de tamboriles y vino en las muchas bodegas del pueblo.

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Sigue el arroyo de San Juan cerca de nosotros, mientras caminamos por el paraje de la Rapaza; las viejas construcciones molineras aún son visibles.

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Rodeados de olivos, cerezos, pinos o viejos robles, cruzamos el arroyo para encarar enseguida la subida a la atalaya de Santibáñez el Alto.

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Este viejo camino conserva parte de su belleza, de su abrupto trazado, gracias a que el hombre no encontró manera de domar estos bancales de piedra que miran al norte.

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Un inmenso robledal, paredes de piedra y  el viejo camino nos acogen en la subida a Santibáñez el Alto por este paraje denominado Hondón de los Olivares.

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Joyas como este abrevadero de piedra, dejan constancia de que por los caminos, además, se movían los animales, el verdadero tesoro de los habitantes de la sierra.

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Callejas anchas, delimitadas por muros de piedra por donde corre el agua estos días de abundante lluvia. La subida a Santibáñez no es muy dura. El pueblo, construido sobre la Sierra Martín, se encuentra a 685 metros de altitud. La calleja nos lleva directamente a sus calles.

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Santibáñez el Alto es de los pueblos menos conocidos de la Sierra de Gata, porque aquí hay que venir. Pero su situación es estratégica. Es un mirador de 360º de la Sierra y de las tierras del Alagón.

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Hay excelentes balcones para disfrutar de fotografías como esta: el pantano de Borbollón a tus pies, rodeado de dehesas. En otoño, desde aquí, las bandadas de grullas son un espectáculo.

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Santibáñez el Alto, antes llamado San Juan de Máscoras, que era el nombre de la fortaleza que corona el pueblo, y el origen de él. La Fortaleza de San Juan de Máscoras fue una de las joyas de la corona de la Orden de Alcántara y durante años se derramaron ríos de sangre, tanto cristiana como islámica, para controlar  una de las puertas de entrada de la transierra extremeña.

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Mientras ascendemos al castillo nos topamos con la iglesia de San Pedro con su curiosa torre-fachada.

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Es la mayor fortificación de toda la Sierra de Gata, ya está muy deteriorada, desafortunadamente. Eso sí, su recinto amurallado se conserva prácticamente íntegro; aunque buena parte de él se ha convertido en el muro de muchas de las casas que se han construido a sus pies; incluso la plaza de toros aprovecha parte de esta muralla.

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Hoy el interior del castillo es el camposanto de la localidad, y han cometido la aberración de instalar un repetidor de TV y teléfono en lo alto. Pero os invito a encontrar entre sus muros las marcas que los canteros dejaron en los sillares que laboriosamente labraron durante siglos para levantar esta majestuosa construcción militar.

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Solo hay dos bares, magníficamente situados y juntos, en el pueblo que ofrecen vistas magníficas y que se alegraron mucho de vernos, pues aprovechamos para comer y hacer gasto en los pueblos, como tiene que ser.

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Dejamos las tierras del Temple por el viejo camino de subida al castillo, descendemos de este pedacito de historia fronteriza, que guarda los secretos de las muchas desavenencias hispano lusas sucedidas a lo largo de la historia.

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La Sierra de Gata es rica en agua, prueba de ello son las muchas fuentes que hay en toda la comarca; esta sierra además, es como un enorme pozo subterráneo del que mana agua por todas partes. Esta es la fuente del Pilar.

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Al descender de Santibáñez nos topamos con uno de esos tesoros de la ruralidad extremeña. Justo en la parte baja de la sierra, cuando comienza la dehesa nos encontramos con el Barrio de la Calzada, o Los Pajares que, como cuenta mi buen amigo Víctor Manuel Pizarro, se trata de un interesante barrio ganadero, «uno de los poquísimos conjuntos arquitectónicos populares de carácter agrícola y ganadero que se conservan de manera íntegra hoy día en Extremadura. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con la categoría de Lugar de Interés Etnológico»

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Se trata de conjunto de más de cien construcciones de granito, la mayoría abandonadas, dedicadas a establos, cuartos de aperos y pajares.

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Ocupan una superficie de unas 27 hectáreas en mitad de un paisaje afable, rico en manantiales, fuentes y abrevaderos, sobre un suelo fértil de dehesas, prados y acebuches centenarios donde pastan vacas y caballos.

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Afortunadamente, muchas de estas construcciones se están recuperando para deleite de todo aquel que las visita, y merece la pena.

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Los Pajares  fue el primer Bien de Interés Cultural como Lugar de Interés Etnológico, declarado por la Junta de Extremadura en 2010. El resultado de una vida práctica, de como los ganaderos evitaban los roquedos de la sierra y buscaban los pastos y la comodidad del llano.

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Nosotros caminamos ahora por la dehesa boyal de Santibáñez, sin árboles, que deja que veamos frente a nosotros la sierra de Dios Padre y Villanueva de la Sierra a sus pies.

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Por los huertos del rincón y el Mermejal nos acercamos a la piscina natural de Santibáñez, junto a la carretera local CC-115, que aquí llaman la carretera de Montehermoso, final del trayecto.

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El río Árrago, protegido por su hermosa vegetación de ribera, rodeado de olivares, castaños, alcornoques y extensos viñedos, hace quiebro en este punto, antes de juntarse con el río Tralgas y llenar el embalse de Borbollón, tierra de grullas; hace un quiebro, digo, para facilitar el baño en esta deliciosa y tranquila piscina natural que cuenta todo tipo de servicios.

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Fin de trayecto. Para el recuerdo queda esta imagen de grupo que nos hicimos delante de la rueda del molino de Los Blanco, aunque no olvidaremos el viaje que, antaño, realizaban estas gentes muy a menudo y no con el carácter lúdico y deportivo que nos ha movido a nosotros.

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La Sierra de Gata es una comarca diversa, amplia y deliciosa. Tierra de vinos y aceite. De castillos, de habla propia; una tierra de fronteras donde el otoño se inunda de matices y el verano te invita a bañarte en cualquiera de sus diecisiete piscinas naturales. Pueblos y aldeas que conservan la arquitectura rural y serrana, plagada de viejos caminos medievales de piedra que se conservan en algunos tramos, tan bellos, que tus mismos pasos te retrotraen a aquellos años en los que vivir aquí no resultaba tan idílico. Hoy este paisaje entre montañas es un paraíso para el viajero, la mejor manera de conocerla es hacerlo Andando Extremadura.-

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Camino portugués de Santiago

Aunque este blog esté dedicado a los senderos de Extremadura, son muchos, somos muchos, los que hacemos el Camino de Santiago. Es raro encontrar a algún senderista que no lo haya hecho o que incluso haya hecho varios de ellos, o distintas etapas de varios de sus trazados. Yo me he iniciado en el Camino de Santiago con el Camino Portugués. Este itinerario que comienza en Lisboa, recorre la costa atlántica para entrar en España atravesando el río Miño en la localidad de Tui. Y es que como cuentan en la página oficial del Camino: Esta ruta tomó relevancia, sobre todo, a partir del siglo XII, tras la independencia de Portugal. Su trazado hereda vías y caminos antiguos, como la Vía XIX, construida en el siglo I d. C., que unía Braga con Astorga a través de Ponte de Lima, Tui, Pontevedra, Santiago y Lugo, y que fue una de las calzadas romanas más importantes, pues vertebró la Gallaecia.

Lo habitual es que cada uno organice el camino de manera particular, planifique su viaje y haga un tramo u otro en función de los días que se quiera caminar, o de los que uno disponga. También es cierto que hay empresas que organizan el Camino y dan diferentes opciones; empresas como Santiagoways que dan distintas opciones y se encargan de todo. Cada uno que elija la manera de hacerlo. Información hay mucha, en guías especializadas y en la red, tracks, comentarios, recomendaciones. Lo mejor es recabar toda la información antes.

Nosotros hicimos las últimas 6 etapas del Camino portugués, es decir de Tui a Santiago de Compostela, 120 kms muy suaves con algunas etapas interesantes y localidades con mucho que ver. Yo elegí a dos excelentes compañeros de camino, Antonio Luna y Juan Antonio Mostazo, con los que disfruté tanto de su compañía como de su paciencia. Este es el relato.

Salimos de Cáceres en vehículo y optamos por dejarlo en Santiago de Compostela y bajar hasta Tui en tren. Así tendríamos el coche en Santiago cuando terminásemos el Camino. Así es que la primera vez que nos colgamos las mochilas fue en la estación de tren de Santiago de Compostela.

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Y así llegamos a Tui. Hemos reservado el albergue por teléfono esa misma tarde, y nos dirigimos al mismo paseando por Tui, una de las siete capitales del Antiguo Reino de Galicia, declarada conjunto histórico artístico en 1967.

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La monumentalidad de Tui se respira en cada una de las rúas, callejas y pasadizos de su noble casco histórico, un dibujo urbano medieval presidido por el románico.

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El románico y el gótico de la Catedral de Santa María de Tui que preside la plaza. El claustro gótico, de la segunda mitad del siglo XIII, es el mayor claustro medieval conservado en Galicia. Dentro del claustro se conserva la única sala capitular románica existente en Galicia y una de las mayores en su género en España. Junto a la catedral está la oficina de turismo, visita obligada a cada lugar que vayas.

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Primera etapa. Dejamos el albergue, hemos optado por albergues privados, algo más caros pero más cómodos y fáciles de reservar a diario. Más caro pero asequibles, al fin y al cabo en el entorno de los 10-14 euros noche. Y comienza la primera etapa Tui- O Porriño, 17 kms. Hay nervios para quien no la he hecho nunca, como es  mi caso. Lo primero que sorprende es la señalización permanente en todo el camino y la multitud de elementos con los que te vas topando. Siguiendo la señalización tomamos esta pista que deja a la derecha el Ponte da Veiga sobre el río Louro.

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Como comentaba al principio, el trazado del Camino portugués coincide con la antigua Vía romana XIX.

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Madrugar es el signo del camino, es algo a lo que te acostumbras, que desde las 5 ó 6 de la madrugada la gente empiece a prepararse para iniciar la ruta del día: nosotros madrugaremos pero no tanto, sobre las siete de la mañana solemos levantarnos e iniciar cada etapa, esto hace que muchas veces vayamos solos, o casi solos, pues la mayoría de la gente lleva más de una hora andando.

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Pero no hay prisa, hemos venido a disfrutarlo. Esta es otra de las constantes del camino, los cruceros. En el camino eres peregrino, las referencias religiosas, sobre todo al Apóstol, son continuas, aunque es verdad que la mayoría de la gente lo haga por muchos motivos, entre ellos el deportivo.

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Si hay algo que es evidente nada más llegar, es que el Camino de Santiago es una máquina de hacer dinero, todo el mundo trabaja para él, todo el mundo te trata de manera amable, y mucha gente no deja desaprovechar la ocasión de que miles de personas se mueven a diario por los distintos trazados. Y no es extraño encontrarte a tu paso, pequeñas paradas donde reponer fuerzas; en esta casa daban desayunos como si no hubiera mañana, ¡y no veas cómo estaba! Aquí empezaría a experimentar otra de las grandezas del Camino, todo esa gente con la que te vas a ir topando a lo largo del recorrido y a quienes, incluso sin saber sus nombres, saludarás en cada encuentro y comentarás anécdotas y chascarrillos.

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En Galicia todo es camino. Cerca de 300.000 personas lo recorren cada año y es una oportunidad económica que los gallegos no pasan por alto.

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Dejamos el desayuno y seguimos caminado, después de atravesar la autovía, llegamos hasta el Ponte das Febres sobre el arroyo San Simón,  recibe este nombre porque en este lugar enfermó de muerte San Telmo en la primavera de 1251. Pedro González Telmo, que así se llamaba, es el patrón de los marineros. Por este agradable escenario sombrío, abrigado por la vegetación de ribera del río Louro, llegamos hasta A Magdalena, de la parroquia tudense de Santa Comba de Ribadelouro.

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Ojo en esta zona, aunque ya está muy señalizado y advertido en carteles y señales, este tramo tiene una alternativa desde hace unos años que evita atravesar un enorme polígono industrial y que toma el desvío por un bosque más agradable. Hay que estar atentos.

Ya digo que es mi primer camino, y no puedo comparar con otros, pero sí es verdad que una de las incomodidades del Camino portugués es que discurre en demasiadas ocasiones por pistas asfaltadas por las que circulan vehículos. En fin, es nuestro primer día y los 17 kms a O Porriño se nos hacen poco, la localidad, por otra parte no tiene mucho que ver y, además es muy temprano, por lo que decidimos seguir hasta Mos, a unos seis kilómetros más adelante.

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El calor aprieta a esta hora del mediodía y la zona por la que caminamos no tiene sombra. Hay ganas de llegar. Y en Mos pararemos en la zona del  impresionante Pazo de Mos, hoy reconstruido y sede de la Fundación Pazo de Mos, compuesta por los asociación vecinal de la zona y los comuneros.El Pazo data del siglo XVII y tiene una planta en L. Fue residencia de los Marqueses de Mos hasta que fue destruido en un incendio en la batalla con los franceses. Aquí sí dormiremos en un albergue público, que es el único que hay.

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Dedicaremos la tarde a descansar, comer bien y disfrutar del ambiente peregrino que se respira en este pequeño rincón tomado por caminantes.

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Segunda etapa. Salimos de Mos por una subida algo prolongada pero no difícil hasta que llegamos al  crucero policromado de Os Cabaleiros del siglo XVIII y provisto de dos farolillos. A partir de aquí alternaremos asfalto y bosque.

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Una mañana de niebla, una carretera solitaria, un bosque silencioso. Y una señal que indica el camino.

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Ahora una pista de tierra entre robles, pinos y eucaliptos nos reconforta de tanto asfalto pero al que volvemos en breve.

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La mochila es un elemento común a todos los caminantes. Si quieres llevar muchas cosas, lo mejor es que lleves dos, una pequeña para el camino y otra que puedes enviar cada día al albergue de destino, es un servicio que no es caro y funciona bien. Nosotros optamos por llevar nuestras cosas encina, como casi todos; eso te obliga a economizar el equipaje para aminorar el peso y no llevar demasiada carga.

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La descontadora de kilómetros. Lo hitos de camino que continuamente te dicen lo que te queda para llegar a Santiago, ver bajar la distancia a destino te da ánimos a cada rato. Otra constante es el agua, encontrarás multitud de fuentes a lo largo del Camino. Y las piedras, los montículos de piedra que la gente coloca; en principio se utilizaron para marcar el Camino, antes de que se colocaran los hitos, ahora tienen otra simbología, hay peregrinos que se liberan dejándolas en lugares concretos; promesas, propósitos, pecados que vamos dejando atrás.

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Así entramos en el Concello de Redondela. En Redondela termina la segunda etapa oficial, pero ya digo que cada uno puede hacerlo a su conveniencia, más largo, más corto. Nosotros hemos elegido darnos un homenaje gastronómico, pero eso lo contamos más adelante.

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Nos encontramos de inmediato con el primer edificio relevante en Redondela: el convento de Vilavella, residencia de monjas en el siglo XVI y lugar de celebración de eventos, bodas y bautizos en la actualidad.

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Tras recorrer algunas calles del centro pasamos bajo el viaducto Pedro Florani, inaugurado en 1876 y catalogado Bien de Interés Cultural. La ría está cerca y huele a mar.

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Sorprende Redondela que, entre nuevos edificios, haya conservado los originales hórreos del pueblo pesquero.

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Se aprecian los vestigios de esta pequeña aldea de pescadores, rincones que mantienen viva la historia que nosotros, que venimos de fuera, reconocemos perfectamente.

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Entre las costumbres que me sorprendieron en el camino y que vengo contando (cruceiros, piedras para liberar deseos, botas, cintas…) Están estos paneles de conchas que dejan los peregrinos como recuerdo. Curioso porque cada vieira es una historia: una fecha, un recuerdo, un nombre, una dedicatoria, un deseo…

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Aconsejados por un amigo de Juan Antonio, conocedor de la zona, decidimos parar en Arcade, ciudad famosa por el festival de ostras que organiza cada año. Y darnos un homenaje hemos venido.

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En este rinconcito de la costa gallega buscamos el sitio recomendado que no defraudó, ni en calidad, ni en precio. Los peregrinos purifican el alma, pero el cuerpo se merece un detallito, que bastantes kilómetros le vamos a meter estos días. Si alguna vez vais a Arcade cerca del puerto hay numerosos sitios donde degustar este manjar y a precios que sorprenden.

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Arcade es el final, o el principio de la ría de Vigo, vigilada por las islas Cíes. Lugar tranquilo, pescador, que deja varadas las barcas cuando la marea baja.

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En este pequeño puerto, frente a la Ensenada de San Simón, descansan los aperos de pesca, en esta ría que enseña al fondo el Puente de Rande que cruza la ría. Bueno es hora de descansar.

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Tercera etapa. Arrancamos temprano con un buen desayuno, nos despedimos de la ría de Vigo y de sus manjares para encarar otra etapa sencilla, 11 kms hasta Pontevedra. Hoy queremos conocer la capital y disfrutar de su casco antiguo peatonalizado. Es un viaje que estamos aprovechando para conocer esta región. No nos hemos planteado ni ser los primeros, ni los más madrugadores, ni los que más kilómetros hagan, sólo disfrutar de Galicia y del camino.

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Arcade nos despide cruzando el río Verdugo en Ponte Sampaio. En este puente es dónde el ejército de Napoleón sufrió la mayor derrota en Galicia. Como dicen en alguna web «un colosal vado de piedra de tajamares angulados que salva el río Verdugo», magnífica literatura.

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Tras algún giro más abandonamos Ponte Sampaio en subida y en busca del paraje donde se encontraba el Ponte Nova, un puente medieval de un arco que se hizo añicos en 2006 por una riada del río Ulló. El Camino Portugués fue desviado y en octubre de 2010 se inauguró un puente nuevo, aunque ahora de acero corten y hormigón.

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Tras el Ponte Nova el Camino se adentra en la Brea Vella da Canicouva, un evocador camino de grandes losas que transcurre por el itinerario de la vía romana XIX. La descontadora sigue bajando camino de Santiago.

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Sigue el camino cruzando pequeñas urbanizaciones diseminadas, por una pista entre robles, y más tarde asfaltada, entramos en la parroquia de Figueirido, del Concello de Vilaboa.

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El camino te deja retazos de la historia como esta boca de una antigua mina por la que discurre el trazado.

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Tras dejar los bártulos en el albergue, privado y abierto en 2004, muy cómodo, optamos por disfrutar de Pontevedra y su casco antiguo, peatonalizado para disfrute de peregrinos, viajeros y habitantes de Pontevedra.

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Pontevedra, situada junto a la ría de su nombre. «da de beber a quien pasa» dije un viejo dicho gallego. Construida con la paciencia del paso de los siglos, esta «boa vila» con sus deliciosas calles y plazas de nombres gremiales repletas de edificios de la arquitectura culta y popular, posee uno de los conjuntos históricos más hermosos y mejor conservados de Galicia. Los dominicos llegaron a Pontevedra a finales del S. XII y comenzaron la construcción de ese templo gótico en el siglo XIII. En el Siglo XVIII intentaron una reconstrucción del estilo neoclásico, pero quedo sin concluir, como también quedó sin concluir el derribo del ábside gótico de la primera iglesia. Se conserva la cabecera de la iglesia con cinco ábsides poligonales y un muro lateral con una pequeña portada y rosetón.

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Desde la Iglesia de San Francisco, Pontevedra ofrece esta panorámica sobre la Plaza da Ferraría y los jardines de Castro Sampedro. Pontevedra nos ha gustado, ha merecido la pena dedicar el día recorrerlo tranquilo. Ahora a descansar.

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Cuarta etapa. Galicia tiene estas cosas, después de dos día de calor, Pontevedra nos despide con lluvia, hoy que la etapa es más larga, 23 kms hasta Caldas de Reis.

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Hoy es difícil hasta hacer fotos, o disfrutar del camino, la lluvia y el viento nos mantienen bajos los plásticos de los ponchos, pero el camino sigue dejando a la vista hermosos lugares. Es la iglesia de Santa María de Alba.

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No tenemos la mejor pinta para una foto, pero este es el tramo más bonito de la ruta. Bajo el enmarañado dosel vegetal progresamos hasta el rego do Pozo Negro, que cruzamos por una pasarela rústica para llegar hasta un comprometido paso a nivel sin barrera. Ojo a este punto.

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Así llegamos a San Amaro y recuperamos la vieja vía romana XIX. La descontadora nos sigue animando a seguir, ya hemos recorrido más de la mitad del camino.

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Antiguos lavaderos recuperados en el camino para deleite de todos. Los tres que caminamos juntos somos unos enamorados de las costumbres y, sobre todo, que se mantengan testimonios como este. Así llegamos a Caldas de Reis, villa termal

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Caldas de Reis tiene dos balnearios, a cual más bonito. El agua que durante siglos calienta los minerales y brota de las entrañas de la tierra ofreciendo sus propiedades curativas para el cuerpo y el espíritu, es el recurso más importante en el nacimiento y desarrollo de esta localidad. Ofrece al visitante, sobre todo al peregrino, fuentes como esta, Fuente de las Burgas, a un lado agua fría, a otro caliente, a casi 50 grados, un relax para los pies.

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Muy cerca este antiguo lavadero se surte con agua caliente, algo más templada, donde nos quedamos largo tiempo relajando músculos y disfrutando de este regalo. daba pereza salir del agua.

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Y nos inmortalizamos en el puente romano sobre el río Bermaña. Por aquí transcurre el camino portugués, antes formó parte de un antiguo camino militar romano, que pasaba por Aquis Celenis. Relajados con las aguas termales nos retiramos a descansar, mañana tenemos 18,5 kms por delante.

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Quinta etapa. Penúltima caminada, hoy los pasos nos llevarán hasta Padrón, 18,5 kms. Dejamos Caldas de Reis con un nuevo compañero, Javier. La descontadora nos dice que queda menos y anima a seguir. Etapa en la que dejaremos la provincia de Pontevedra para entrar en la coruñesa.

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Ya somos cuatro. Ya habíamos visto a Javier anteriormente, sucede en el camino; es profesor en Canarias  y viaja solo, al final se une al grupo y continuamos camino juntos. El recorrido de hoy pasa por pequeños núcleos del entorno rural Gallego. Etapa que discurre, de nuevo, por demasiados tramos de asfalto, entre ellos, el que nos lleva hasta la iglesia de Santa Mariña, epicentro de la parroquia de Carracedo y situada en el lugar de O Campo.

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A mitad de camino topamos con este puesto, con exposición etnográfica incluida, para atender a peregrinos. Es un pequeño self service, donde nos tomamos un café, pequeño descanso y continuamos.

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De vez en cuando, el camino abandona el molesto asfalto y nos da una tregua caminado por pequeños bosques que hacen más agradable el trazado. La vegetación parece abrazar al peregrino.

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Hemos bajado de los 30 kilómetros. Alguien quemó las botas y las dejó de recuerdo en este punto.

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Por Puente Padrón llegamos hasta el río Sar, el mismo por el que desembarcaron los discípulos de Santiago con los restos del Apóstol en el año 42 o 44 de nuestra era. Una larga recta paralela a este río lleva hasta el mercado de Abastos y el paseo del Espolón de Padrón, donde nos recibe el monumento al Nobel de Literatura Camilo José Cela. El mismo paseo, junto en la esquina contraria, la estatua en homenaje a la escritora Rosalía de Castro y la iglesia de Santiago. Justo a la derecha, en una pequeña calle se encuentra el albergue que hemos elegido.

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En padrón probamos sus pimientos, unos pican y otros no, y disfrutamos de sus muchos monumentos y sorpresas, como la fuente del Carmen, en la que en un nicho aparece representado el bautismo de la Reina Lupa, pagana reconvertida al cristianismo en los tiempos del traslado de los restos del apóstol a Compostela, aspecto al que alude un relieve tallado en la propia fuente.

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Nosotros subimos hasta el convento del Carmen (s. XVIII), con un excelente mirador sobre el pueblo y la comarca del Sar. Y a Santiaguiño do Monte. Este lugar se identificó con la gruta en la que se escondió el Apóstol Santiago y desde el siglo XV se vincula con el perdón de los pecados. Era el lugar donde bebían y se lavaban los peregrinos que se aproximaban al territorio en que el Apóstol predicó hace casi 2000 años.

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Y nos inmortalizamos en este pequeño púlpito. En el siglo XVI los peregrinos subían a estas rocas de rodillas rezando en cada uno de los escalones y terminaban el rito pasando a través de ellos. La creencia popular asegura que si no se recorren de vivo, ha de hacerse de muerto. Además, cada uno de los tres huecos recibe un nombre: infierno, cielo y purgatorio. Así es que mejor vivos.

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Sexta y última etapa. Hoy nos espera Santiago de Compostela y 26 kms por delante. Un recorrido feo por la gran densidad de pequeños núcleos poblacionales que confirman la presencia ya cercana de la meta. La última etapa puede dividirse en dos mitades, una primera casi plana hasta el albergue de Teo y una segunda más fatigosa hasta la propia catedral.

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Hoy se nota el cansancio, azuzado por el calor que nos acompaña.  Bajamos de la veintena. Lo mejor de la etapa es pasar, justo al comienzo por la pequeña parroquia de Iria Flavia que fue un importante centro urbano en época romana, sueva y visigoda. En ella nació Camilo José Cela, que hoy tiene aquí su fundación. Deseando llegar a Santiago.

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Así llegamos a Esclavitude, el camino transita  junto al magnífico Santuario barroco de los siglos XVIII y XIX. La leyenda asegura que su construcción fue incentivada por la donación de un labrador que iba a Santiago y que al beber de la fuente sanó de su enfermedad.

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Un interminable emparrado nos cobija camino del núcleo de Areal y éste nos conduce hasta A Picaraña y nuestra inseparable N-550. Curioso nos resultó a tres extremeños el que las parras en Galicia estén en alto, sustentadas por pilastras de granito, una piedra presente en casi todas las construcciones que nos hemos cruzado en el camino. La razón de situarlas en alto es, según nos explicaron, evitar la humedad del suelo y que la uva se pudra.

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El camino nos devuelve al asfalto, un pequeño hórreo a pie de ruta, transitamos por por el Camino de Riotinto para cruzar un arroyo y entrar en el núcleo de Pedreira.

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Menos de 10 kms. Desde aquí el itinerario sube por carretera y entra por la travesía do Porto en O Milladoiro, el mayor núcleo poblacional del Concello de Ames donde hay posibilidad de saciar el apetito y refrescarse para acometer los últimos 8 kilómetros que nos separan de la catedral de Santiago.

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Un pequeño robledal permite descansar los pies de tanto asfalto, antes de encarar la entrada a Santiago y cruzar múltiples carreteras.

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Pasamos O Milladoiro por la rúa do Esquío antes del Agro dos Monteiros, el Monte do Gozo del Camino Portugués. Está situado a 262 metros de altura, la cota más alta del Camino Portugués en Galicia, y nos regala la primera vista de Santiago y de las torres de la catedral.

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Al bajar el monte, entraremos por el tramo más urbano de la ruta, todos los aledaños e infraestructuras de una ciudad como Santiago, un largo periplo, porque se hace eterno, por vías de servicio de la autovía, urbanizaciones y calles interminables.

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Pero todo llega, al entrar en la zona peatonal de Santiago. El trazado del Camino Portugués hasta la catedral discurre por la rúa do Franco, quizás la más animada de todo Santiago y colmada de bares de tapeo y tiendas de recuerdos.

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Y así pisamos la Plaza del Obradoiro. Y te emocionas. Si es la primera vez que haces el camino, como es mi caso, sientes una alegría inmensa por el reto conseguido.

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Como millones de peregrinos durante miles de años llegamos a la Catedral de Santiago, cada uno tendrá sus razones para hacer el camino; ya te lo preguntan cuando recoges tu pasaporte, la Compostelana: motivos religiosos, espirituales o deportivos. Poco importa, porque la sensación es la misma, estoy seguro.

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Y al llegar, hasta la tele se fijó en nosotros, aunque no fue para hablar del Camino, si no de la seguridad evidente que había en la plaza y alrededores ante la celebración del Día de Santiago. Pero una imagen es una imagen y Antonio salió en la tele.

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Una vez que el peregrino llega a Santiago, hay que recoger la compostelana en el nuevo Centro Internacional de Acogida de Peregrinos, situada cerca de la Plaza del Obradoiro. La Compostela, o compostelana es un documento que certifica haber completado al menos 100 kilómetros a pie o a caballo (200 si se hace en bicicleta) del Camino de Santiago. Se expide en Compostela a todos aquellos peregrinos que, mediante la credencial del Camino debidamente sellada, demuestren su paso ordenado, por motivo religioso o espiritual, por los diferentes enclaves de alguna de las rutas jacobeas. Aquellos que hayan completado el Camino por  motivos lúdicos o deportivos, pueden solicitar  otra certificación conocida como el certificado del peregrino.

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Nosotros dejamos Santiago, reconfortados y felices, convertido en un hervidero de gente ante la fiesta del Apóstol. Y nos dirigimos a Finisterre, ya en coche, para despedirnos de Galicia en el Fin de la Tierra. Los romanos pensaban que este era el punto más occidental de la tierra y, por tanto, el mundo se acababa aquí. Era el «finis terrae»

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Tal vez porque Cabo Fisterra esconde el verdadero secreto de la Costa da Morte: paisajes agrestes y playas impresionantes, unas, al abrigo del cabo, de aguas tranquilas y otras de fuerte oleaje. Y la gran atracción de todos los tiempos, la puesta de sol sobre la inmensidad del óceano, el mar del fin del mundo.

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Ignoro si por curiosidad o por vivir una aventura, Cabo Fisterra fue un imán desde la más remota antigüedad, atrayendo a viajeros de lejanos países y también, con peor fortuna, a tantos barcos que naufragaron en sus aguas. Muchos peregrinos terminan aquí el Camino.

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Una localidad curiosa, llena de tribus diferentes al albergue de la magia del lugar. Aquí conviven pescadores con otras gentes urbanas que escogieron este pueblecito para vivir, y eso se nota. Hay un algo especial en Fisterra.

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Como dicen en la web del Camino de la Xunta de Galicia: «hoy, con su potente faro, Cabo Fisterra sigue ejerciendo un atractivo especial sobre los peregrinos del Camino de Santiago, que no dan por finalizado su viaje hasta llegar aquí. Por algo será».

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Este también es un símbolo del Camino: la bota del peregrino que llegó con los pies hasta aquí. Durante años existía costumbre de venir hasta aquí quemar ropa u otros objetos en la zona, práctica que podría ser una copia del ritual medieval de quemar la ropa en la Cruz dos Farrapos, hoy situada en los techos de la Catedral de Santiago. Esta costumbre hoy está prohibida porque la zona se había convertido en un basurero.

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Nosotros sí posamos ante el mojón del kilómetro cero, otra costumbre muy extendida. Contentos, mejor satisfechos, por terminar el reto de completar el Camino que nos llevó desde Tui a Santiago; contentos por la convivencia, por la amistad que se hace más fuerte, por las anécdotas y los kilómetros, por los paisajes y los recuerdos ya de lo vivido. Ya digo que el camino lo puedes por tu cuenta o confiar en empresas, las hay incluso con extremeñas al frente, como mundiplus  que te facilitarán todo lo necesario para que lo recorras tranquil@.IMG_20170721_210533

Merecía la pena. Cuando meses antes comenzamos a prepararlo, cuando escuchas anécdotas, consejos, recuerdos de quien ya lo ha hecho, era un reto a lograr. En senderismo, habitualmente, caminas un día y no vuelves hasta una semana después, como mínimo, pero el Camino se hace con la cabeza, no tanto con los pies. Reconozco que he tenido dos apoyos excelentes, Antonio y Juan Antonio, que me empujaban a seguir. Debe haber miles de motivos para hacer el Camino de Santiago. O ninguno. El placer de hacerlo es el mejor de ello. Más de 250.000 personas se aventuran a hacerlo cada año, tantos como motivos. Pero como decía Gandhi: «Casi todo lo que realices será insignificante, pero es muy importante que lo hagas». Buen camino.-

                                 ©vicentepozas2018

Caminar por un mar de nubes

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¿Quién no ha soñado alguna vez con caminar por encima de las nubes? Las nubes. Sueños de algodón que dibujan los cielos y que en fotografía crean efectos que engrandecen una imagen.

NUBES 12

Las nubes siempre están encima de nosotros, o casi siempre, pero cuando consigues situarte por encima de ellas el sueño se convierte en una visión idílica que alimenta la imaginación y despierta la fábula.

NUBES 6

Extremadura es una sorpresa, sus cielos lo son también, y si escalas a alguna de sus atalayas, en cualquiera de sus formas – montaña, cerro, alcor, risco, loma, colina, monte, collado, sierra, cordillera…- además de disfrutar de un paisaje excelente, te puedes llevar la sorpresa de estar caminando por encima de las nubes.

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Quienes hacemos andando caminos y veredas somos testigos de la luz en cada hora del día, en cada estación, y somos espectadores de las caprichosas formas de un cielo limpio y despejado en el que las nubes son libres de expresarse.

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Lo hacen dejando testimonio de su grandeza, bañadas por un sol que las vira de los naranjas a los blancos, de los grises a los ocres.

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El mayor regalo es sobrepasarlas, ponerlas a tus pies y observar ante ti campos de algodón en movimiento, luces y sombras de un mar de olas blancas que parecen tener vida; paisajes de otros paisajes ocultos por instantes, nubes que viajan contigo y te acompañan creando cascadas de agua condensada y lagos de cristales de nieve, gotas de agua microscópicas en estado gaseoso, llanuras de agua evaporada que nos traen los océanos que vienen a descansar a Extremadura.

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Por encima de las nubes hay una paz infinita, el sosiego que produce percibir sus lentos cambios, empujadas por un viento que las anima a deslizarse por las laderas de una montaña, a empapar la dehesa de rocío; porque, al fin y al cabo, las nubes son agua y el agua es vida, y Extremadura es agua.

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Si alguna vez has sido testigo de lo que te cuento, recordarás esa sensación momentánea de sentirte más grande, más alto que el mismo cielo, sobre el éter de un suelo de agua que no puedes pisar.

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Elige esos días de niebla extremeña, busca un lugar elevado en tu camino y disfruta de ese piélago de nubes, alfombras gaseosas sobre un paisaje amilanado. Toma la cámara de fotos con tranquilidad y recoge las curvas del agua sobre la loma cercana; retrata las insinuadas formas de un campanario cuando asoma entre la bruma, recoge el silencio que parece haber debajo.

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Extremadura tiene muchos cielos, uno cada día; pero si logras tropezar con el momento en el que las nubes están abajo y el cielo arriba, te toparás con una sensación indescriptible, como si dominases la tierra, como si el tiempo chocara bruscamente, se diese la vuelta y volcase sobre los campos.

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Un mar de nubes es un paisaje invertido, algo así como el cielo a tus pies; añoranza de sueños infantiles, de caballos alados, de cuentos con héroes que vuelan, de paraísos perdidos con niños que se niegan a crecer.

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Extremadura es, a veces, un mar de nubes. Y cuando las tienes a tus pies me acuerdo siempre de aquella canción: “te quiero tanto, tanto, que en una sola lágrima de mi llanto, cabe el cielo”.-

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Este post forma parte del libro ‘Cielos de Extremadura’ publicado con motivo del VII Encuentro de Blogueros de Extremadura que organiza la Fundación Xavier de Salas y editado por la Dirección General de Turismo de Extremadura bajo al dirección de José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández, celebrado en Trujillo el 25 de noviembre de 2017.

                              

toda la información de estos encuentros y una magnífica colección de imágenes se puede encontrar en

http://extremadurablogs.blogspot.com.es/

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Ruta Canchos de Ramiro y Ladronera. Valle del Alagón

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Tanto el río Tajo como su afluente el Alagón viajan por Extremadura encajonados en muchos tramos y dejan imágenes fantásticas y rincones para guardar en la retina. Si Peña Falcón, o el Salto del Gitano, en el Parque Nacional de Monfragüe es el más conocido, no es menos sorprendente este de Los Canchos de Ramiro en el Valle del Alagón, muy cerca del pequeño pueblo de Cachorrilla. Llegar a esta impresionante portilla es fácil porque la ruta está señalizada y es sencilla. Apenas 10 kms ida y vuelta por una excelente dehesa que tiene como recompensa este lugar mágico. Si os gustan las aves, recomiendo llevar prismáticos.

Os dejo el track oficial de la ruta para GPS, ya os digo que no tiene pérdida.

Cachorrilla es una pequeña localidad de menos de cien habitantes, cuando llegues a ella sigue la carretera que lleva hasta la plaza, atraviésala y sigue de frente por una pequeña calle que te saca del pueblo en apenas unos metros. Veréis una pequeña carretera y a unos metros una ermita donde podréis dejar el coche porque ahí mismo arranca la ruta. Nada mas salir de Cachorrilla los roquedos por donde navega el Alagón son visibles.

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Junto a la ermita del Cristo está la charca del mismo nombre donde nace el arroyo del Calvario.

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Como os digo la ruta está bien señalizada, aunque en sí no tiene mucha pérdida, porque el ayuntamiento de Cachorrilla nos da la bienvenida junto a un panel explicativo. Es una amplia pista de tierra la que lleva hasta los Canchos, el pero, que como en este país tenemos que meter el coche hasta dentro, no es raro cruzarse con vehículos de gente que no va andando, depende del día no son muchos.

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Entramos en la dehesa de los Tres Carrascos, donde suele haber mucho ganado, pero se nota que están acostumbrados a la presencia de gente y ni se inmutan

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Es una bonita dehesa sobre todo en otoño e invierno, época en la que os aconsejo hacer la ruta. O bien primavera, eso sí, en un año en el que haya llovido, no como nos pasó a nosotros, mes de mayo y ya está todo seco.

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Aún así la dehesa es de una belleza singular, hasta las encinas parece que bailan.

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La Sierra de la Garrapata es visible muchos metros antes.

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Esta es la casa del Canchito, aquí el trajín ganadero es constante, pero nadie molesta a nadie.

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Nos acercamos a la portilla de los Canchos de Ramiro, detrás la Sierra de la Garrapata

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A esta pista la conocen como Camino del Chorrillo, es muy plano con apenas algunas subidas y bajadas muy suaves.

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A medida que dejamos atrás la dehesa el paisaje se transforma en bosque mediterráneo, el terreno se cierra entre encinas, jaras y retamas.

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El paisaje tiene dos partes diferencias, la primera es pura dehesa y según bajas hacia la cuenca del río, desaparece la mano del hombre y el terreno es más abrupto y más virgen.

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A esta ladera en la Sierra de la Garrapata la conocen como la Madre del Agua, es un terreno lleno de hueco donde aves y mamíferos campan a sus anchas

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Y pegado a los Canchos de Ramiro, el Boquerón que crea el acantilado sobre el río Alagón, destino de nuestra ruta

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El Alagón en esta zona está en la cola del Embalse de Alcántara, además de anegar metros y metros de tierra, sufre los vaivenes del uso eléctrico del pantano; hoy se nota la herida del agua. Ahí están los Canchos de Ramiro.

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Nos hemos adentrado en el corazón del Espacio Natural Protegido de los Canchos de Ramiro. Corazón natural de la comarca del Valle del Alagón. Este entorno natural atesora uno de los complejos ambientales más interesantes de Extremadura, declarado en Noviembre del año 2.000 como Zona ZEPA (Zona de Especial Protección para Aves) forma parte del conjunto de Espacios Naturales Protegidos de la Red Natura 2.000 de Extremadura con una superficie de 6.200 hectáreas.

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La zona se sitúa justo donde el río Árrago vierte sus aguas al Alagón, dos ríos en uno en este rincón

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El sendero de los Canchos de Ramiro nos ha conducido hasta uno de los parajes más interesantes de la geografía extremeña. El abrupto acantilado sobre el río Alagón, las laderas umbrosas tapizadas por la selva mediterránea, el majestuoso vuelo de las aves y el silencio, nos adentran de lleno en este paraíso de la naturaleza.

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Este abrupto espacio cuenta con varias cadenas montañosas, los Canchos de Ramiro, el pico de Ladronera, la sierra de la Garrapata, sierra de la Solana, sierra Grande, sierra Pequeña, sierra de Valdecocos, y sierra del Arco. El espacio está atravesado por varios cursos de agua, como el regato del Castillo de las Moreras, el río Arrago, río Alagón, ribera de Fresnedosa, arroyo de los Herreros, arroyo de Valdecoco, arroyo del Acim, arroyo de Sardinero y arroyo del Listero.

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Los Canchos de Ramiro, junto con la Aceña del tío Jeromo, forma parte de la Cordillera Central de San Pablo, siendo toda la Cordillera una de las 170 zonas ZEPA de España y 650 de toda Europa. Aquí juntan sus aguas dos de los ríos que forman el Tajo, su afluente el Alagón, y el Arrago. En este punto el río Alagón casi ha finalizado su andadura dentro del Valle del Alagón, desembocando más arriba en el mismo Tajo ya en el embalse de Alcántara.

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El paraje nos ofrece los abruptos acantilados sobre los que anidan buitres leonados y rapaces, con laderas de bosque mediterráneo.

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Constituye el lugar idóneo para la vida de bogas, calandinos, barbos comizos, galápagos leproso y europeo, águila imperial ibérica, águila real, cernícalos primilla y vulgar, halcón peregrino, águila perdicera, buitres leonados y negros, alimoche o cigüeña negra, entre muchas otras especies.

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Los buitres, ajenos a nuestra presencia, continúan atareados con sus nidos, trasteando con ramas y otros elementos.

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El buitre leonado ha estado estrechamente ligado a las actividades pastoriles del hombre, realizando una eficaz, aunque a veces incomprendida, labor sanitaria. Neciamente perseguido durante décadas, este carroñero entró en un peligroso declive del que, relajada la presión, se recuperó de forma espectacular.

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Fue a principio de los años 60 cuando el embalse de Alcántara le privó a este río de su fuerza y caudal constante, modificando a partir de entonces el ecosistema de la zona y la forma de vida de los pobladores. Se perdieron los bosques de la Rivera, el salto de agua llamado «El Salto del Caballo» en los mismos Canchos de Ramiro, la pesca fluvial y los antiguos molinos de agua, destinados a moler grano y aceituna aprovechándose de la fuerza de las aguas y cuyos restos aún se pueden visitar con cierta nostalgia en la Aceña del tío Jeromo.

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Trato de imaginar este paisaje, cuando el río era río, y la mano del hombre no anegaba estas tierras para beneficio propio, al fin y al cabo, el embalse de Alcántara es una de las mayores heridas de nuestra tierra y una vergüenza.

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Una última mirada a pie de agua de esta portilla natural que parece mágica aquí tan cerca. Los aficionados a la ornitología y la fotografía de aves pasan aquí horas y horas.

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Volvemos sobre nuestros pasos, el camino es de vuelta por el mismo trazado. A esta hora, más cercana al mediodía, la presencia de coches es más frecuente. También gente andando. Menos mal que Antonio Luna y yo salimos temprano.

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Paisaje escarpado convertido en reserva natural, cauce fluvial que cumple una interesante función como corredor ecológico; Los Canchos de Ramiro es un lugar que enamora, no tiene la suerte de que nadie lo defienda como Reserva de la Biosfera, o Parque Natural, pero por sus recursos lo merece. Es el hermano menor del Salto del Gitano, como lo es el Alagón del Tajo, pero si venís comprobaréis que en belleza van de la mano. El Valle del Alagón pierde su valle y su vega en rincones tan especiales como este.-

                                                                                                                                                 ©vicentepozas2017

Ruta Meandro Melero. De Arrolobos a Riomalo de Abajo

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La comarca de las Hurdes tiene muchas imágenes  que la identifican, pero hay una por encima de todas ellas que se repite una y otra vez: el Meandro Melero; esa isla que forma el río Alagón en la zona embalsada del pantano de Gabriel y Galán, aguas abajo, situado en la vecina Tierras de Granadilla. Curiosamente la isla es tierra castellana porque el río Alagón marca la frontera entre Extremadura y Castilla-León, pero no importa porque la imagen sólo se disfruta desde aquí.

Nosotros hicimos la ruta que une la alquería de Arrolobos y la de Riomalo de Abajo, pasando por el Meandro, 22 kms. de pista con escasos desniveles y que discurre entre la Sierra de Valhondo y la del Helechoso y bosques de pinos que nos acompañaron todo el trayecto

Hay otra ruta, circular, de apenas 6 kms. que parte y llega a Riomalo de Abajo que se conoce como Verea de los Pescadores, os dejo los dos tracks por si alguien le apetece dar un pequeño paseo por la zona

Track para GPS Arrolobos- Riomalo de 22 kms.

Track para GPS Verea de los Pescadores 6 kms.

Después de pasar Vegas de Coria en la carretera autonómica EX-204, la carretera principal de la comarca, nos encontramos un desvío a la derecha que lleva a la alquería de Arrolobos, apenas a dos kilómetros más abajo. La carretera acaba aquí, como veis en la fotografía, justo de donde sale la pista que nos llevará hacia el Meandro Melero.

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Cuentan que Arrolobos siempre ha sido considerado como un pueblo de pescadores que realizaban sus faenas en los ríos de la Mancomunidad y después iban por las alquerías vendiendo la pesca.

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No es de extrañar, Arrolobos se sitúa junto al río Hurdano en este bonito meandro convertido en zona de ocio. En fin no hay mas que seguir la pista de tierra e iremos bordeando el curso del agua.

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Arrolobos con la Sierra de Riscales al fondo y el pequeño monte de Las Cortas a la izquierda. Las Hurdes es tierra de huertos, olivos y cada vez más cerezos por su rentabilidad.

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Caminamos por el Cotorro de las Pineras, iremos todo el trayecto bordeando las sierras de Valhondo y del Helechoso, rodeados de pinos

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En ocasiones el bosque es más cerrado y el paisaje se limita al arbolado que nos rodea mientras recorremos la pista.

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En otras ocasiones el bosque se abre y disfrutas del paisaje y entonces eres consciente del terreno que te rodea y vuelves a disfrutar del río Hurdano al que le seguimos el curso antes de que acabe, como nosotros, en el río Alagón

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Los incendios dejan su huella, aunque se vaya borrando, las zonas despejadas de árboles muestran las heridas del fuego que jaras y retamas se encargan de tapar

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Llegamos a la Collada del Helechoso a algo más de 500 metros de altitud, un cruce de caminos con diferentes pistas, algunas señalizadas, nosotros venimos de Arrolobos

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Ondulaciones de los nervios de la sierra que creando una sensación de que caminas por un sembrado de sierras y montes que se van sucediendo y que parecen no terminar nunca, pero detrás de esas últimas elevaciones están las Tierras de Granadilla y al fondo el Valle del Ambroz y la Sierra de Gredos.

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La ruta es sencilla sin fuertes desniveles, aunque puede resultar algo monótona porque discurre siempre por pistas amplias que zigzaguean continuamente.

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Pequeñas construcciones y muros de pizarra nos recuerdan que estamos en Las Hurdes. Es primavera y se nota.

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Hay veces que ves el camino a lo lejos y sigues la traza de la pista que ahora salva el Arroyo Hormigas, estamos más cerca del Alagón y por tanto del Meandro

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El día nos regala algunas nubes para que las imágenes ganen algo más en belleza y mitiguen el calor que a esta hora, cerca del mediodía, pesa un poquito.

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Aquí termina su vida el río Hurdano, ahogado en las aguas del Alagón que la enorme presa de Gabriel y Galán embalsa sin miramientos durante kilómetros y kilómetros. El río Hurdano que nace más arriba, en Las Hurdes Altas, donde las Apreturas de la Majá Robledo, en la Sierra de la Canchera, justo a los pies del Pico Solombrero. El río Hurdano de curvas imposibles, de imágenes únicas que presta sus aguas a las alquerías y pueblos de La Huetre, Casarrubia, Casares de Hurdes, Asegur, para beberse, a la altura de Cerezal, al río Malvellido e ir más crecido, aguas abajo, hacia Nuñomoral o Rubiaco y atravesar la carretera en Vegas de Coria, donde lo encontramos para guiarnos a Arrolobos y no perderle la pista hasta ahora que lo despedimos en las tranquilas y domadas aguas del Alagón.

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Encaramos la frontera entre Extremadura y Castilla-León, con el río de por medio; frente a nosotros el Parque Natural de Las Batuecas- Sierra de Francia con el pico de Robledo a la derecha.

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Y llegamos al Meandro Melero, a la Isla, que desde el Mirador de la Antigua ofrece esta imagen tan conocida, con las nieves de la Sierra de Gredos al fondo. Este lado es Extremadura, el de la Isla está en territorio castellano-leonés.

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Definido por muchas revistas especializadas en turismo como uno de los lugares más bellos e impactantes de la geografía española, este meandro que dibuja el curso del río Alagón en sus proximidades a la localidad de Riomalo de Abajo, llega en las épocas en que mayor volumen de agua se acumula en el Pantano Gabriel y Galán a formar casi un islote.

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A partir de aquí tenéis dos opciones, o seguir la pista que lleva hasta Riomalo desde el mirador, que es tranquila, pero en la que os podéis encontrar coches subiendo y bajando, sobre todo en fin de semana; o bien quitaros un ratito de pista por la Verea de los Pescadores que ofrece también unas bonitas imágenes del meandro, la vereda enlaza un poco más adelante con la pista como podéis ver en el track.

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Casi abajo, cuando terminan los bosques, comienzan las huertas y los cerezos florecidos te salen al paso. Riomalo de Abajo también tiene río, en su topónimo y en su término, el río Ladrillar se despide aquí antes de entregarse, como el Hurdano, a las aguas del Alagón. Curiosamente el Ladrillar también es frontera, como Riomalo de Abajo, que saluda a los viajeros que llegan a Extremadura y despide a los que marchan a Castilla-León

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Las Hurdes es un paseo de olores, colores, miradas, sabores, una fotografía que guardas, maravilla rural en 2014; conserva ese halo de tierra maltratada, de belleza robada, en Las Hurdes hay algo diferente y no sabes qué es.

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Terminamos en casa de Jesús, en el Restaurante Riomalo, junto a su Complejo Turístico, disfrutando de la compañía de toda la gente que pasa de una región a otra, esta es parada de moteros y senderistas. Las Hurdes tiene mil caminos, mil meandros, mil postales…  porque lo dijo Unamuno, es el único lugar del mundo donde la tierra es hija de los hombres.-

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Ruta Camino de Sierra de Fuentes. Cáceres

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La ciudad de Cáceres ha señalizado siete rutas senderistas, denominadas Rutas Verdes que discurren por los alrededores de la ciudad; son trazados muy usados por los cacereños para sus paseos que ahora se han arreglado con la colocación de paneles y postes. La idea es muy buena pero está mal ejecutada porque se señalizan para la práctica del senderismo pero sin criterios de senderismo: señalización no homologada, deficiente y con trazados mejorables. No obstante, el hecho de que el Ayuntamiento, con dinero de la Confederación Hidrográfica del Tajo, señalice y arregle los caminos, es de alabar puesto que, junto al casco urbano, existe toda una trama de caminos y veredas de excelentes y variados paisajes. Hoy os traigo una de esas rutas, la más larga: el Camino de Sierra de Fuentes, localidad situada a 12 kilómetros de Cáceres. Son 20 kms de recorrido circular que discurren entre los Llanos de Cáceres y la Sierra de la Mosca, un conjunto de pequeños cerros de entre 500 y 660 metros altitud que constituyen el Sinclinal de Cáceres. La propuesta oficial es de 17,4 kms, pero la última parte del camino es discutible porque te lleva hasta la carretera y no finaliza donde empieza, eso es lo que he arreglado en el trazado que propongo.

Aquí os dejo el track para GPS

Arrancamos la ruta en la barriada de San Blas en Cáceres donde podremos dejar el coche fácilmente, y desayunar sin problema, tomaremos dirección a la ronda de Vadillo para pasar por la Fuente de Vadillo o los abrevaderos de Vadillo (imagen de arriba) y cruzar la carretera para tomar otra más pequeña que lleva hacia el Camino de Valhondo en la umbría de la Montaña, aunque nos desviaremos antes. Desde aquí apreciamos el Cáceres monumental.

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Subimos por esta pequeña carretera para desviarnos a la izquierda dirección a la Urbanización Residencial Universidad. Esta ruta la hice con Antonio Luna y Juan Antonio Mostazo, excelente compañía para una mañana espléndida.

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El camino, de antiguas fincas ganaderas, conserva alguna de aquellas construcciones rurales de fincas y cortijos ya casi sin uso. No hay que entrar en la urbanización pues nos encontraremos con una pista de tierra que nos lleva al camino de Sierra de Fuentes.

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Nada más sobrepasar las casas y dejar a un lado las ultimas construcciones de la ciudad (cuarteles, residencias, depuradoras, observatorios…) te encuentras un paisaje limpio de pequeñas explotaciones ganaderas como esta de la Dehesilla

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Dehesa y sierra a los pies del llano que más adelante se impone durante kilómetros. Esta es la finca de La Hormiga.

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Al fondo el cerro del Milano que junto al risco de Sierra de Fuentes con algo más de 600 metros de altitud son los dos más altos de la zona.

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Terrenos de explotaciones ganaderas tan cerca de la ciudad, y tan lejos, como esta de las Muesas. Sobre el cerro se nota que no estamos lejos de Cáceres, por la cantidad de casas que se han ido construyendo a lo largo de la sierra.

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Echando la vista atrás se divisa el cerro del Portanchito y el santuario de la patrona de Cáceres, la Virgen de la Montaña. Leía, al hacer la crónica, que la presencia de estas elevaciones se debe a la existencia del Sinclinal de Cáceres, una estructura geológica constituida por dos bandas rocosas de cuarcita muy resistentes a la erosión que sobresalen sobre los terrenos pizarrosos que las rodean.

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Se disfruta el paisaje tan cerca de una ciudad, la ruta nos lleva entre la sierra y el llano constantemente.

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El cortijo de San Roque, viene señalado en todos los mapas

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En la finca Colmenarejo de la Plaza, y apenas visible hasta que estás encima, encontramos esta estación de energía solar; en los llanos de Cáceres había muchas proyectadas pero la malas políticas sobre energías renovables han paralizado casi todas las iniciativas. Cáceres al fondo, para que veáis que no estamos tan lejos.

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Dejas atrás el cerro del Milano antes de torcer a la derecha para comenzar la subida la risco de Sierra de Fuentes, que no coronaremos, la ruta discurre por la parte baja donde se encuentra el centro de recuperación de aves.

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El viejo camino de Sierra de Fuentes es una pista cómoda y ancha, muy usada por senderistas y ciclistas, recientemente se ha arreglado y se han plantado en sus bordes multitud de almendros.

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Dejamos el camino girando a la derecha para coger otra pista que nos llevará hasta la mitad del cerro, frente a nosotros el risco y el radar meteorológico, este tramo es una pista cementada con pequeñas áreas de descanso que discurre junto a un arroyo.

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Quedan pocos ya, pero aún se pueden ver algunos rebaños de cabras que en otros tiempos eran muy abundantes en estos campos.

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En la parte baja del monte los animales conviven con pequeños bosques de robles y encimas. Cabras curiosas

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Es una subida suave de apenas un kilómetro que, como os he dicho, está cementada en este tramo para uso de los vecinos de Sierra de Fuentes. Hay más de una ruta señalizada en esta zona

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En la parte alta del camino  nos encontramos Los restaurados hornos de cal de Sierra de Fuentes que como cuenta Rubén Núñez en su blog ‘Cáceres al detalle’ eran «conocidos como los «Hornos del Tío Pascual», cuyo origen es incierto pero que, según distintas fuentes, pueden corresponderse al siglo XVI cuando la localidad alcanzó una entidad suficiente como para construir su iglesia parroquial, como reflejo de una población notable y con un relativo esplendor económico, aunque los primeros datos sobre el origen del pueblo se remonten al siglo XIV. Estos antiguos hornos de cal están asentados en terrenos de la dehesa Boyal de Sierra de Fuentes, en uno de los collados de la Sierra de la Mosca formado por el cerro del Risco y el cerro del Milano y sobre el camino viejo que une Cáceres con Sierra de Fuentes y por el que llevaban el material desde el calerizo cacereño.»

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Se han restaurado un par de ellos o tres, el resto están abandonados y prácticamente derruidos. Junto a ellos algunos paneles explicativos cuentan algunos detalles de su historia.

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Desde el alto lo que observamos es la dehesa de La Alberca en toda su extensión y el Alcor de Santa Ana al fondo y a la parte derecha del cerro la urbanización Ceres Golf.

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Justo al lado se encuentra el Centro de Recuperación de la fauna Los Hornos de la Junta de Extremadura que es también un centro de educación ambiental. Una excelentes instalaciones a donde llegan, sobre todo, aves heridas, que son curadas y, en su caso, devueltas a su hábitat natural

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Desde este punto tomamos el camino que pasa por la puerta del centro, el camino viejo de Cáceres, que atraviesa la dehesa de La Alberquilla.

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Viejas construcciones como este pozo se ven desde el camino, que dan fe del uso ganadero de este terreno que aún mantiene algunos animales, aunque pocos. El camino, de tierra, también amplio y cómodo, muy llano.

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Una dehesa de encinas y alcornoques, algunos tan bellos como este. Al fondo el Cerro del Milano que ahora vemos desde el lado de la solana, hemos dejado atrás la sierra de La Mosca y estamos de nuevo en el llano.

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Al salir de la dehesa de la Alberquilla caminamos entre la cerca del Guijarro y la de la Alberca.

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La dehesa de La Alberca, que nos queda a la izquierda, es una delicia que ahora en primavera presenta este aspecto excelente.

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Al llegar a las faldas del cerro del Portanchito los olivos se suceden como una lengua de árboles que cae de la sierra.

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Así vamos llegando a Cáceres por los Machones donde la primavera se deja ver.

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Cerca de las casas de La Pizarra, y a pesar de la cercanía de la ciudad la vida es tranquila y se sigue trabajando el campo.

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Justo al llegar a la llamada cantera de Olleta es donde hemos variado la ruta, el track oficial coge por el camino que, señalizado, sigue recto pero que nos lleva hasta la carretera que es donde termina la ruta, según los paneles. No tiene ningún sentido hacer esta ruta lineal y no cerrarla, y además, este último tramo propuesto es muy feo que pasa junto a donde estuvo el poblado chabolista de El Carrucho. Nosotros giramos a la derecha para tomar el camino de la solana, mucho más agradable que nos aleja de la carretera y nos permite cerrar la ruta y terminarla donde empezamos. La cantera de Olleta que, algún iluminado, quiso convertir en auditorio.

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Así es que en este punto enlazamos con la Ruta de la Umbría y la Solana, que es otra de las rutas verdes y caminamos entre olivos y encinas por la zona de la solana baja.

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Ya más cerca del santuario de la patrona cacereña, en el cerro del portanchito.

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Justo aquí, Cáceres ofrece esta panorámica magnifica de su ciudad monumental y la zona centro. Nosotros evitaremos caminar por la carretera andando por los muchos caminos que hay en esta zona.

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El camino de la ribera del Marco, tranquilo, nos permite seguir pisando tierra a pesar de estar ya dentro de la ciudad. Camino con vistas, por cierto.

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Dejaremos ya el camino para hacer el último tramo por Fuente Concejo, andando junto a la ribera del Marco.

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Es el regalo de este último tramo, y merece la pena, mirar desde abajo el reciento monumental, la puerta del río y el antiguo arrabal cacereño

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Hoy estas viejas casas se han recuperado y ahora, habitadas por gente joven han vuelto a dar vida al barrio.

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Debía ser así como viesen la monumentalidad de Cáceres los viajeros que llegasen a la villa en aquellos años en los que la puerta del río los recibía viniendo desde Trujillo y el llano

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Nosotros cruzamos la ribera y nos adentramos en las calles Tenerías, Caleros… para despedir entre oficios este agradable paseo por una de los tesoros naturales de Cáceres: su sierra.

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Nadie puede abstraerse de la monumentalidad de Cáceres, pero está es más bella si se complementa con sus recursos naturales, si se pasea por su entorno y se disfruta del bosque mediterráneo, de la dehesa, de los llanos y de sus sierras. No en vano Cáceres posee el término municipal más grande de España y más desconocido seguro, claramente eclipsado por el tercer conjunto monumental de Europa y Patrimonio de la Humanidad. Pero andar por sus caminos es aún más recomendable para comprender esa historia que tanto nos condiciona. Aunque sea por un ratito, hay un Cáceres Verde que merece la pena disfrutar.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

Ruta Ribera de Alferreireira. Portugal

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Extremadura y Alentejo (España y Portugal) comparten las aguas del río Tajo y hace años que optaron por trabajar conjuntamente en el Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional. En sus riberas las acciones de ocio son variadas, las de senderismo también. Hoy os invito a conocer la Ruta de las Riberas de Alferreireira y Barrocas en la localidad de Atalaia, freguesía perteneciente al municipio de Gaviao, un corredor ecológico impresionante. Son 21 kms en total, aunque hay variantes que la hacen más corta, aunque aconsejo no perderse ni un detalle. Molinos, cascadas, riberos, pasarelas, y agua mucha agua. Deliciosa. El atractivo de la ruta no son solo los paisajes, sino la historia que esconden. Esta pequeña aldea tuvo su esplendor en los siglos XIX y XX cuando en sus riberas nacieron decenas de molinos, aceñas y lagares que convirtieron a Atalaia en unos de los grandes centros de molienda de la región. Hoy son visibles muchos de aquellos molinos, unos cuarenta, aunque ya en ruinas que son parte del atractivo de este recorrido.

Os dejo toda la información sobre la ruta que publican en la web de Gaviao

Y el track para GPS

Este es el mapa de la ruta, que son tres, nosotros hicimos la ruta entera, es decir el PR2, y el 2.1 y 2.2 que son variantes que completan el recorrido aunque, como os contaré, hay opciones para hacerla más corta y muy bien señalizadas. De la señalización ya os contaré en adelante: ¡impresionante!

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Atalaia, pequeña freguesía (entidad menor, alquería, pedanía, llamaríamos en España) perteneciente al municipio de Gaviao, tiene apenas un centenar de habitantes pero es portuguesa, portuguesa. Hasta aquí nos trajo el bus ( si venís en él no os metáis muy dentro del pueblo, quedaos en las afueras sino queréis sorpresas). El día arranca nublado y amenaza lluvia.

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Una de las cosas que más me sorprendieron es el exquisito cuidado en la señalización de la ruta en todo momento y los muchos elementos que facilitan el tránsito por caminos, a ratos, escarpados. Un ejemplo de cómo invertir el dinero que Europa destina al desarrollo rural, porque en el mismo pueblo me contaban que son muchas las personas que realizan la ruta desde que está señalizada y promocionada, siguiendo las normas de la Federación de Campismo y Montañismo de Portugal. En este caso dos colores nos acompañarán en la ruta: el amarillo y el rojo

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Comenzamos recorriendo caminos tradicionales, usados para viajar entre pueblos, senderos conservados perfectamente, en los que las labores agrícolas son evidentes. La señalización es constante y clara, perderse es más que difícil, esto tranquiliza mucho a quien no conozca el camino

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Al dejar Atalaia la ruta arranca en este pequeño camino en el que la vegetación es muy parecida a la española, prados, plantaciones, y, aún, pequeños bosques de eucaliptos que se extienden hasta el río Tajo y que los portugueses también están sustituyendo por especies autóctonas.

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Detalles de una ruralidad y un uso de materiales naturales que Portugal conserva y que te encuentras en el camino.

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Llegamos enseguida a la pequeña localidad de Degracia Fundeira que atravesamos sin problema, son apenas tres calles puesto que la aldea es muy pequeña, no tiene siquiera la categoría de freguesía.

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Tomamos una pequeña carretera, apenas 200 metros, y enseguida veremos un desvío a la izquierda que nos llevará hasta el primer lugar que visitaremos.

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Se trata de esta preciosidad que llaman Fuente Vieja, de 1919, dicen que su agua tiene propiedades medicinales, viendo el edificio que la cobija no es extraño. Estamos en Portugal no hay duda.

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Esta construcción alberga una fuente, tratada como una pequeña capilla a la que no le falta detalle.

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Visto el lugar y la cantidad de polletes que hay para sentarse, debe, o debía, congregar a mucha gente.

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Justo enfrente este precioso lavadero es otro de los hitos del camino que recibe el agua de la Fuente de Bica, situada un poco más arriba.

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Junto al lavadero sale un camino a la derecha que nos lleva hasta otra pequeña localidad Deogracia Cimeira y ya desde aquí comenzaremos a descender hasta el río Tajo.

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El paisaje se abre y cambia completamente, a partir de ahora se suceden los cerros, arroyos que nos llevan a un encajonado río Tajo que deja paisajes espectaculares.

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El Tajo se encajona entre cerros y sierras, vaivenes de un terreno que siempre sirvieron de frontera y que hoy disfrutamos. Reconocido título el de Parque Natural que se reivindica en sus paisajes.

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La señalización, como vengo contando, exquisita y cuidada, una garantía de tranquilidad para el caminante.

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Entramos en el Valle de Cabril que nos llevará hasta las aguas del río, puro bosque mediterráneo.

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El descenso hay que hacerlo con precaución, pero están cuidados todos los detalles para facilitar el tránsito, barandillas, escaleras y hasta cadenas cuando se necesita, todo sin deteriorar el paisaje.

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El río Tajo corre hacía Lisboa aunque antes podemos disfrutarlo en Extremadura y el Alentejo.

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Parada técnica junto al río para reponer fuerzas y continuamos por un tramo escarpado que sortea las irregularidades del terreno y que nos obliga caminar con cuidado y con continuas subidas y bajadas.

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Ello no significa que no puedas pararte, echar la vista atrás, y sonrojarte por tamaño paisaje.

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Lo dicho no falta detalle, lugar con alguna dificultad, lugar que cuenta con pequeñas ayudas como esta.

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Es un zig zag constante, con ascensos y descensos aunque tengas donde agarrarte. Ayuda a que se minimicen los peligros de andar por esta zona complicada que conocen como el Vale de las Cerejeiras o Valle de las Cerezas.

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El agua es una constante en la ruta, no lo muestro continuamente pero son decenas de arroyos con los que te cruzas o ves de cerca desde que entramos en el Valle de Cabril.

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Y de regalo, el tren nos saluda, no falta de nada, ya veis.

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Dejamos la ribera del Tajo y entramos en la ribera que da nombre a la ruta, quedan todavía muchas sorpresas y lugares de ensueño. Justo en la orilla una pequeña construcción recuerda que existió un pequeño embarcadero para cruzar el río, Batel lo llaman aquí.

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Esto le he visto más veces en España, colocar una pequeña plataforma alrededor del olivo para impedir que las aceitunas rueden colina abajo.

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Entramos, por fin, en la Ribera de Alferreireira, durante algunos kilómetros seguiremos el curso del agua; es la parte más espectacular de la ruta y la que le da nombre, empezamos donde la ribera se deja caer en brazos del Tajo.

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El sendero discurre paralelo al cauce del arroyo, está bien preparado lo que facilita su disfrute.

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Caminamos por una zona con abundante vegetación de ribera que nos protege de un sol que ya cae a plomo, a pesar de que el día amaneció lluvioso.

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Las aguas están llenas de pequeñas presas y represas para conducir el agua a los muchos molinos que copaban las orillas, quedan restos de muchos, aunque muy abandonados.

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Vengo contando que la ruta está muy ciudada, con detalles que aumentan su belleza; me sorprende además que todo los elementos estén bien cuidados, nada deteriorados, algo a lo que, desafortunadamente, no estamos acostumbrados al otro lado de la frontera.

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La ribera es de cuento, el sonido del agua te acompaña continuamente, dan ganas de pararse y quedarse aquí.

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La vereda sortea los vericuetos del terreno, un falso llano, una ascensión suave hacia la zona más escarpada. La señalización constante, es una ayuda.

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Se despeja el terreno y esto nos permite ver algunos restos de viejos molinos.

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La ruta se separa por algunos momentos de la ribera, mientras atraviesa otros pequeños arroyos que sorteamos con oportunos puentes.

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Llegamos a los restos de una antigua ‘fábrica de luz’.

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Esta parte de la ruta es algo más complicada pues discurre entre rocas que te obligan a subir y bajar continuamente, cuando necesitas un apoyo encuentras cadenas colocadas a modo de pasamanos, otro detalle más.

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Escogemos este pequeño rincón para reponer fuerzas, la sombra y el agua mitigan el calor.

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Alguno aprovecha para refrescar los pies mientras comemos algo.

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Abandonamos la ribera de Alferreireira antes de llegar a la de las Barrocas, esta zona es más escarpada con pendientes pronunciadas de subida y bajada.

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Primavera cuando hicimos la ruta, las peonías o rosas de monte (rosa de Alejandría le dicen en algunos lugares) están en flor.

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Constantes subidas y bajadas que exigen algo más de esfuerzo, la barandilla de madera ayuda.

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Una sucesión de pequeños arroyos, como la Ribera de Vale Covo, nos lleva a caminar por este zig zag de pequeños montes y cerros, con el sol encima la marcha se ralentiza.

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El paisaje embelesa, este corredor ecológico es de enorme belleza, nos dirijimos a la siguiente ribera, otra sorpresa.

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Cuando creías haber abandonado el agua, te sorprende otro puñado de molinos con saltos de agua aún más impresionantes que los anteriores.

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La vegetación y el abandono se dejan notar en estos viejos molinos, aún conservan las piedras de moler.

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Otros se conservan algo mejor y han sido preparados para ser visitados, testigos de esa actividad frenética que hubo a finales del siglo XIX y principios del XX en la zona.

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Se suceden los saltos de agua que se construyeron para aquellos molinos de trigo.

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Molinos que se suceden uno tras otro, como los puentes y pasarelas que nos conducen por la ribera de las Barrocas, seguimos subiendo.

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Después de disfrutar de saltos de agua y viejas construcciones dejamos la ribera cruzándola al otro lado

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El paisaje se suaviza a medida que nos alejamos del agua y volvemos a ver praderas y bosques de eucaliptos. Estamos en el Valle de Aceña.

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Aunque aún quedan restos de viejos molinos. La ruta ofrece, en varias ocasiones, desvíos señalizados por si queremos ir directamente hacia el punto de inicio, no hay problemas porque ya habéis visto que te informan de la distancia en uno y otro caso. El último de ellos es el que nos lleva a los Olhos d’Agua (ojos de agua) y a un viejo lagar, es un desvío de unos tres kilómetros que merece la pena, es el último de los espectáculos que ofrece el agua en este recorrido inolvidable.

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Nosotros no hicimos ese último tramo, el calor no esperado nos venció, no era cuestión de forzar una ruta que se hizo complicada y muy bella, es un terreno difícil, pero mereció la pena, completamos la ruta siguiendo hacia Atalaia.

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Terminamos la jornada disfrutando de una Sagres fresquita en esta freguesía portuguesa. Ha merecido la pena. Nosotros hicimos 21 kilómetros, si optáis por conocer los Olhos d’Agua os saldrán unos 24 en total.

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Hasta el regreso por carreteras portuguesas nos deja imágenes que son muy reconocibles para quienes visitamos este país con frecuencia, nos os preocupéis caben dos coches, y el nuestro es un autobús.

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Cuando te encuentras con rutas como esta, que son una sorpresa, vienes satisfecho. El Tajo y su cuenca guardan sendas deliciosas a un lado y otro de la raya; algunas con historia, como las dedicadas al contrabando, otras con viejos oficios como el de los molineros y sus molinos, las hay que atraviesan puentes romanos con 2000 años de historia, que cruzan la frontera, incluso se hacen conjuntamente entre España y Portugal. Pero vengo más sorprendido, si cabe, por la exquisitez de quienes han diseñado la señalización de la ruta y por ver como se conserva intacta, sin que nadie la maltrate, la rompa, la tire o, en el peor de los casos, se la lleve. A Extremadura y Alentejo nos unen muchas cosas, la afición por el senderismo es una de ellas, aquí somo iguales, aunque en civismo nos lleven mucha ventaja.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

I Ruta del Llano a la Sierra. Torremocha-Albalá-Montánchez

DEL LLANO A LA SIERRA

La I Ruta del Llano a la Sierra fue una idea de los ayuntamientos de Torremocha, Albalá y Montánchez que organizamos los clubes GR100 y La Vereína con el apoyo de la FEXME (Federación Extremeña de Montaña y Escalada), una iniciativa para potenciar la comarca, sus caminos, sus recursos y sus bondades. De las dehesas y pastizales, a la sierra, 20 kilómetros por esta comarca que merecen la pena. Los tres ayuntamientos, además, cuidaron todos los detalles y recibieron a los senderistas con todo el mimo. Ha sido la primera edición y la intención es darle continuidad.

Os dejo el track de la ruta

La bienvenida nos la dan en Torremocha, donde el ayuntamiento nos recibe con desayuno; no falta de nada, comenzamos cogiendo fuerzas para un día duro por el calor. Saluda del alcalde e inicio de la marcha. Torremocha con unos 1.200 habitantes; está emplazada en una llanura entre pequeños cerros muy aptos para el cultivo de cereales, y corre muy próxima a ella el río Salor Perteneció al antiguo partido de Montánchez hasta 1631. Sus calles son bastante espaciosas y rectas, con casas de dos pisos, de mampostería enjalbegada y vanos adintelados.

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Precisamente salimos de Torremocha cruzando el río Salor y nos topamos con esta delicia: el Puente Grande, posiblemente de origen romano, pero de factura medieval, alomado con cinco arcos de medio punto, está en el camino que conduce a Aldea del Cano, el que llaman de El Ejido; el puente pudo estar en la antigua ruta hacia Norba Caesarina, de ahí que los investigadores no descarten su pasado romano

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Dejamos las aguas del Salor a nuestra izquierda y encaramos por el Camino del Molinillo, rodeados de viejas paredes de piedra que aún mantienen las lindes de las fincas y que son la tónica en la comarca, algunas con magnificas entradas como esta.

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Por lo que llaman El Cotillo, cerca de la Alberca Llana, los llanos de cereales se han comido la dehesa, grandes extensiones de pasto que dejan magníficas imágenes.

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A medida que nos alejamos del pueblo, los pastizales se dispersan y la dehesa vuelve a imponerse, estamos en el camino de Albalá.

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Caminos anchos, usados para ganado durante mucho tiempo y que ahora conectan un mar de fincas dedicadas al campo, ganadería sobre todo.

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Es un paisaje muy nuestro, muy extremeño, y aunque el verano amarillee los campos quienes saben mirarlos encuentran rasgos diferenciadores que lo hacen tan especial, tan exclusivo

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Son muchos los caminos que cruzan estas tierras, el de Cáceres, el de Montánchez, el de Albalá, el de Molinillo, el de las Huertas de la Magdalena, ahora pasamos cerca de lo que conocen como Fuente Honda, somos una multitud en estas tierras tranquilas.

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Nos sorprenden estos bolos graníticos tan característicos de Extremadura, que tienen cerca de aquí, en el paraje de Los Barruecos, su expresión más vistosa, aunque estos lucen así de singulares.

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Dejamos el Camino de Cáceres y cogemos una pequeña y antigua calleja en desuso que nos llevará hacia el camino de Montánchez, flanqueados por magníficos alcornoques

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Dejamos la calleja y retomamos por el camino que se une a otro, el de La Huerta, paralelos a la Finca de La Carretona, dehesa con color casi de verano que aún conserva coletazos de primavera.

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El Camino de Montánchez nos muestra la sierra y deja ver a la localidad y su castillo donde finalizaremos la ruta, nos dirigimos primero al pueblo de Albalá.

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La ganadería muy presente en la comarca; en esta finca un celoso toro vigila la marea de gente sin perder ojo de lo que pasa.

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En vez de seguir por el Camino principal, torcemos a la derecha para adentrarnos en la vereda del Barranquillo, por donde se sitúa el Arroyo de La Lapa y la fuente del mismo nombre, una zona más húmeda que aún conserva el verde de la primavera lluviosa que hemos tenido.

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Caminos de agua con la vereda de la Retuerta, como el arroyo que corre cerca, caminos de piedras y más veredas: la de la Calzada o la de la Mojonera antes de llegar a nuestro punto de avituallamiento.

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Entramos en Albalá por el camino de la Encina del Cura, nombres que evocan historias siempre.

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La población fue fundada por los romanos al estar ubicada en la vía romana de Mérida a Toledo. Aún quedan yacimientos de esta época en «El Campo», «El Carrascal», «Dehesas de Abajo» y en «Pozo del Charcón».

Su nombre primitivo fue transformado por los árabes, denominándola Albalá por su enclave o proximidad a una calzada romana y que, posiblemente, fueran ellos los que la elevaran a la categoría de aldea.

Aquí el ayuntamiento nos recibe con un avituallamiento que nos da fuerzas para continuar, llevamos 12 kilómetros de ruta y el calor aprieta ya, un pequeño descanso, recorremos la localidad y seguimos hacia Montánchez

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Albalá fue muy conocida en los tiempos del uranio, mineral de sus berrocales, donde se sitúan antiguas minas como La Carretona, El Gallo y Pozo Norte, explotadas en los años setenta y que aún se conservan.

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Escudos y blasones se reparten por toda la localidad, donde además se conservan restos de épocas gloriosas, se pueden visitar además la ermita de San Joaquín o la ermita de la Magdalena del siglo XVI

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Dejamos Albalá y tomamos el antiguo camino de Montánchez rodeados de olivos muy presentes en toda esta zona, aquí se produce un exquisito aceite.

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Este es un antiguo camino medieval que conserva su empedrado original en muchos tramos, es una zona en la que los alcornoques se imponen y su sombra, a esta hora del mediodía, se agradece bastante

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Aún se conservan restos de viejas construcciones de recia planta, granito que aguanta a pesar del abandono, Montánchez, lugar importante por su castillo, conserva restos como este de aquella grandeza pasada.

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Me fascinan estas puertas de acceso a las fincas, las hay por todos los alrededores de Montánchez, son de una belleza que sorprende, fuertes, y anchas; imagino que tendrían un uso concreto y su porqué, pero todavía no he dado con la información; he fotografiado muchas de ellas cada vez que paseo por Montánchez y su sierra.

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En este punto cruzamos la carretera que sube a la villa, en el cruce del Parador del Padrino, aquí el desnivel se nota más, estamos ascendiendo a la sierra, eso permite, entre otras cosas, contemplar la comarca sin problemas, al fondo, Albalá de donde venimos.

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Al llegar al parador del Padrino, justo a su derecha hay una cancela, si la atravesáis seguiréis por el track de la ruta, hay otra opción, justo antes de la cancela a la izquierda sale el antiguo camino medieval de entrada a la villa, es un camino precioso muy bien conservado que nos lleva al pueblo; la diferencia es que el camino que sigue el track entra por la zona del castillo y atraviesa toda la localidad, aunque es verdad que con algún desnivel un poco más durillo, pero nos enseña Montánchez entero

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Si Torremocha nos recibió con desayuno, Albalá con un tentempié para continuar con fuerzas, Montánchez no deleita con un refrigerio para probar los productos más típicos, jamón y embutidos. Lo hacemos en un pequeño parque que aquí llaman la rotonda, un final magnífico para celebrar que hemos realizado la primera edición de la ruta senderista del llano a la sierra.

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Yo agradezco personalmente a la gente de La Vereína su disposición siempre para colaborar, es una ayuda necesaria para hacer posible un proyecto como este, y todos. Es una suerte que seamos un equipo compacto y profesional. Juan Antonio, Miguel Ángel, José Luis, Carolina, Antonio y Daniel, unos craks.

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Y esta foto que le robo a Raúl Jurado para reconocer el trabajo de Rafa Franco del club GR100 que trazó una ruta preciosa y nos hizo llegar sin problemas desde Torremocha a Montánchez y a Domingo Fernández, responsable de senderos en la FEXME por su implicación siempre.

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Finaliza este proyecto que Diego Mostazo y yo iniciamos con la idea de patear la comarca montanchega, desde la sierra, donde el llano se muestra así de bello, con 20 kilómetros a las espaldas y un trato exquisito de todos los ayuntamientos implicados en la ruta. Merece la pena embarcarse en proyectos que muestran lo que tenemos, que nos es poco.

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Terminamos, pues, en Montánchez, al abrigo de su castillo, de su historia, que es la de todos, disfrutando en su plaza de la compañía de montanchegos y senderistas, celebrando esta jornada de paseo que nos ha llevado desde los pastizales del llano a los bancales de olivos en la sierra, entre encinas y alcornocales, y tanta historia a sus espaldas que a nadie extraña que los vestigios y restos del pasado te salgan a cada paso que das. Cada uno de los pueblos está señalizando sus rutas, Montánchez incluso las ha homologado. Rutas que cuentan historias, que guardan la aportación de esta tierra que ha jugado un papel en la pequeña historia de España que se ha escrito en Extremadura.

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En el centro geográfico de Extremadura, ocupando el privilegiado triángulo que conforman las ciudades de Trujillo, Mérida y Cáceres, la comarca de Montánchez y Tamuja extiende su territorio por la penillanura trujillano-cacereña y las estribaciones de los Montes de Toledo, por las sierras de Montánchez, San Cristóbal, Cancho Blanco, Centinela… Este territorio representa un magnifico ejemplo de contrastes físicos y diversidad paisajística, que a los ojos del visitante lo hacen singularmente atractivo. Nosotros lo hemos recorrido andando Extremadura.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

Ruta al Pico Pitolero

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A las Tierras de Granadilla y el Valle del Ambroz les separan del Valle del Jerte los Montes de Traslasierra, la parte más occidental de la Sierra de Gredos en el Sistema Central. En estos Montes el pico más elevado es el Pitolero, 1.354 m de altitud, un faro desde el que disfrutar en 360º del Valle del Jerte, el Ambroz, las tierras de Granadilla y el pantano de Gabriel y Galán y serranías como Hurdes, Peña de Francia, Sierra de Gata y los Montes de Toledo en las villuercas cacereñas. Esta es la ruta que hacemos hoy, la subida al Pico Pitolero partiendo de Cabezabellosa en Tierras de Granadilla, pasando al Valle del Jerte y volviendo al punto de origen, 15 kms con un ascenso de 4,5 kms seguidos pero muy suaves que hacen la subida muy cómoda y tranquila. Es una ruta de dificultad media-baja pero que nos invita a disfrutar de paisajes excelentes.

Os dejo el track para GPS

Comenzamos en Cabezabellosa, una localidad que pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, un balcón del valle por su situación a 840 metros de altitud. El pueblo de calles empinadas tiene apenas 500 habitantes y se asoma a la comarca desde todos los rincones.  La ruta la iniciamos nada más entrar en el pueblo, unos metros más adelante veremos una pequeña plaza por la que encaramos la calle de la izquierda y ascendemos hasta toparnos con la carretera que lleva a El Torno y el Valle del Jerte, ahí comienza a la subida al pico Pitolero.

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Mientras camináis por el pueblo no dejéis de fijaros en los nombres de las calles, no tienen desperdicio.

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El primer tramo, de apenas 200-300 metros es el más empinado hasta alcanzar el depósito de agua de la localidad, en el resto se suaviza la pendiente. Sí es cierto que nada más comenzar el ascenso empezamos a disfrutar de un excelente entorno; lo primero, el propio pueblo de Cabezabellosa y su enclave natural, con la ermita de Nuestra Señora del Castillo sobre el pequeño promontorio, el cerro del Búho, que oculta la localidad de la vista de quienes recorren la autovía de la Ruta de la Plata.

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Uno de los regalos de la ruta es que ascenderemos por la loma de la Sierra de Cabezabellosa como si fuese un gran balcón que nos enseña buena parte de la comarca. Hay días, como este, en que las nubes se suman al paisaje y lo hacen más mágico todavía.

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La ausencia de árboles y matorrales altos facilita la contemplación de las Tierras de Granadilla y buen parte del Valle del Ambroz. Ascendemos por la zona de El Manzano.

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Desde aquí los primeros pueblos del Ambroz, en primer término lo que llaman la Piedra del Majadal y el Collado del Cerezal.

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El agua es una constante en toda la ruta, en esta loma de la sierra son múltiples las cascadas, fuentes, riachuelos, pozos y manantiales con los que te cruzas, algunos aprovechados para tomas de agua.

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Algún roble perdido de los muchos que debieron poblar la sierra y ahora jara y retama, vegetación baja.

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Es verdad que las nubes son un regalo que le da magia al paisaje…

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…pero en días claros la vista se pierde. Zarza de Granadilla  a la derecha, el pantano de Gabriel y Galán y se pueden ver, para quienes conocen la zona, El Anillo y Granadilla.

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El día sigue jugando al escondite y dejando imágenes magníficas sobre la Peña de Morejón.

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Aquí vemos Jarilla en primer término y Zarza de Granadilla al fondo., seguimos el ascenso, ya digo que hasta la cumbre hay 4,5 kms, suaves y cómodos.

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El agua es un regalo en la ruta, aunque yo he subido también en invierno y el agua que corre se convierte en hielo que hace el camino más peligroso. Fuentes para beber.

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Y arroyos, esta es la Garganta Cabera

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Encuentras pequeños manantiales que brotan del suelo, haciendo burbujas debajo de las piedras, suena el agua corriendo por entre las rocas, es un espectáculo

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Antonio y Teo no resistieron fotografiar este escandaloso nacimiento de una garganta que abajo dará sombra y baño.

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Es, o era, un zona para ganado, aunque ya no se ve mucho, el agua era aprovechada para abrevaderos de animales.

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Le preguntas a Teo ¿cuántas fotos echas en una ruta como esta? ¡cienes y cienes! No es para menos.

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El día sigue jugando al escondite y nosotros seguimos subiendo por una senda bien marcada que nos acerca a la cima.

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Cuando recuerdas la expresión ‘mar de nubes’ te viene a la cabeza esta imagen desde la Sierra de Cabezabellosa.

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A punto de coronar, ya ves varios picos de los montes de Traslasierra, el de Cabeza del Santo y El Fraile.

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Entramos a la cima por el Collado de Mingopedro a 1.300 metros de altitud, en cuatro kilómetros hemos subido un desnivel de 500 metros, suave.

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Y dejamos atrás las tierras llanas de Granadilla para disfrutar del Valle del Jerte.

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Entre las peñas descubres pequeñas cuevas que habrán servido, más de una vez, como refugio a personas y animales.

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Desde aquí arriba es un espectáculo el valle, Plasencia, el pantano…

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Nosotros, visitantes efímeros, no rompemos la rutina del escarabajo pelotero, que sigue acumulando comida.

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Y llegamos al final, alcanzando el Pitolero donde otro mar, este de antenas, coronan el pico.

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Una costumbre entre grupos de montañeros es subir un belén a las montañas, este que tienen bien guardadito es de un club de Salamanca.

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La buena situación de la cumbre, con vistas a varios valles es aprovechado para las telecomunicaciones,  las antenas son un punto de referencia para llegar al pico sobre todo porque en esta zona, desde que coronamos la cima no hay camino trazado y hay que guiarse por ellas para llegar a lo alto del Pitolero.

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Aprovechamos para dar testimonio de que estuvimos arriba en el punto geodésico, 1.354 metros y pusimos a posar a las mochilas como prueba de ello.

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Os decía que desde aquí el Valle del Jerte se muestra así de bonito. Los pueblos de derecha a izquierda: Casas de Castañar, Cabrero, Piornal y Valdastillas.

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Una vez arriba sólo hay que seguir la pista que baja desde las antenas, es ancha y cómoda y, como en la otra parte de la sierra ofrece vistas excelentes, ahí tenéis el pantano de Plasencia. Un paraje de excelentes prados y hermosos robles.

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En la zona más alta no quedan muchos ejemplares, cierto que los que hay son inmensos, imagino que en otro tiempo estoy sería un bosque de estos gigantes majestuosos.

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Según desciendes la vegetación se cierra y los árboles crecen en número.

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En ese bosque veréis varios restos de antiguas construcciones pastoriles. Testigo de la presencia de rebaños de ovejas y cabras en otra época. Ya el ganado es mayoritariamente vacuno.

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Robles centenarios que nos hacen pequeños, no dudes en pararte y disfrutar de ellos un rato.

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Seguimos el descenso por la zona que llaman El Colgado, la pista aparece en algunos tramos, los de más pendiente, cementada pero es bastante cómoda y no tiene pérdida.

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El camino nos va mostrando el Valle del Jerte desde otra perspectiva, frente a nosotros la sierra de San Bernabé.

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Si seguís el track, cuando ya se acaba la pista hay un desvío a la izquierda, donde aparece otro camino que nos llevará a uno de los hitos de la ruta: el roble de Romanejo.

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El roble de Romanejo, 500 años, es Árbol Singular de Extremadura, un magnífico roble de tamaño considerable, 25 metros de altura.

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Pasamos la cancela que hay frente al roble, cruzamos la carretera y torcemos a la derecha, cogiendo el antiguo camino que unía El Torno y Cabezabellosa, de hecho si giráis a la izquierda llegaréis a El Torno. 

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Alguien con gusto consideró que bien merecía la vista unas piedras para sentarse y disfrutar del paisaje.

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El camino, a ratos de piedra, entra en una especie de portilla que hace la sierra en lo que conocen como La Ventosilla.

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El camino discurre paralelo a la carretera, de poco tráfico, si acaso perdéis el camino siempre podéis ir por ella.

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En este punto no hay camino claro, se trata de atravesar un pequeño prado para enlazar con un camino que encontraremos más abajo.

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Tomado  el camino ya enfilamos hacia el pueblo, ya no hay pérdida.

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Alguna estampa nos dejan los prados cercanos al pueblo, son los últimos paisajes.

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Y entramos en Cabezabellosa por el lado contrario al que partimos. Fin de la ruta.

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Marcamos como hecho el ascenso al pico Pitolero, la frontera natural entre Granadilla y el Ambroz y el Valle del Jerte, punto de referencia: Cabezabellosa, un pueblo no muy conocido pero que es un verdadero balcón a las llanas tierras del Valle, conocerlo, un privilegio.

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Caminar subiendo montes y sierras, coronando picos y lomas, te permite una visión amplia del territorio, el nuestro, el de Extremadura, ofrece exquisitas delicias que descubres pateando senderos, marcando veredas y con la cámara al hombro. Los valles se disfrutan desde la altura, los llanos los mides cuando ascienden metros y dejas abajo pueblos, cordeles y carreteras. Tenemos la suerte en Extremadura de contar con varias cadenas montañosas que son un reto para el senderista, cuando las añades a tu catálogo de rutas, tu visión del territorio es más amplia y más precisa; reconocer pueblos, montes, sierras, pantanos te hace sentirte más apegado a la tierra, las descubres con los ojos y las guardas en la memoria, como un recuerdo por si tienes que volver. Y volveremos, lo haremos, como siempre, Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                 @vicentepozas2016