En un año normal, 2019 por ejemplo, hablo de antes de la pandemia y no afectado por restricciones, llegaron a Santiago 347.578 peregrinos visitando la Oficina de Acogida del Peregrino en Santiago de Compostela, todo un récord. De ellos, casi 190.000 realizaron el Camino Francés, un 54,6%. De esos 190.000, casi la mitad, 96.000 peregrinos hicieron el tramo Sarria-Santiago. Por no marear con cifras, 1 de cada 3 peregrinos que llega A Santiago lo hace desde Sarria (Lugo) las últimas 5-6 etapas (depende), los últimos 116 kms antes de conseguir la ‘Compostelana’.
Es el Camino por excelencia. El itinerario jacobeo con mayor tradición histórica y el más reconocido internacionalmente.
Aunque no hace falta, aquí os dejo el track para GPS por si queréis echarle un vistazo
Y en Sarria he comenzado mi tercer camino jacobeo, después del Portugués y el Primitivo, con muchas ganas porque es una experiencia que engancha y que te ayuda a conocer una tierra, Galicia, que no para de sorprenderme. Y allá vamos, lo que empieza aquí, terminará asi…
Y aquí empieza, sorteando el primer desnivel del camino, este urbano en forma de escaleras. Buscando los primeros pasos de un viaje de seis días hacia la Plaza del Obradoiro.
Miles de peregrinos cada año, durante muchos años, convierten el camino en un museo de mucha gente, de muchos recuerdos, de muchos lugares.
Pero comencemos desde el principio. Hemos organizado el Camino con pequeño grupo, esto forja amistades que luego no se olvidan
3 kms menos, algo es algo. ¡A caminar!
Se sale de Sarria pasando por la iglesia parroquial de Santa Mariña, la del Salvador, la torre de la antigua muralla y el convento de A Madanela. Tras abandonar el casco urbano, una bajada muy pronunciada conduce hasta el puente de A Áspera.
Árboles milenarios para caminos milenarios, bosques que resguardan.
Al cruzar el puente se sigue el trayecto de la vía del tren a lo largo de 1 km aproximadamente.
En este museo cada uno deja lo que quiere, simboliza sin duda, un anhelo, un sueño o una meta. Cada uno conoce las razones para emprender este viaje.
Luego se cruza para subir la cuesta más dura de la etapa y llegar después por un camino llano hasta Barbadelo, donde se puede visitar su iglesia de Santiago.
Caminos junto al agua mientras avanzamos en el trayecto. Verde, todo verde, es lo que más sorprende siempre a quienes venimos del sur.
El camino es así, asfalto…
…o piedra. Viejos caminos que se conservan y se usan, en esta tierra que vive mirando al cielo y al peregrino.
Este hito es obligatorio. Un centenar y llegamos.
Cruzando el puente sobre el embalse, el camino se adentra en el pueblo de Portomarín por unas escaleras que se encuentran justo enfrente de la carretera y que conducen al centro del lugar, donde se localiza el albergue, muy cercano a las iglesias de San Pedro y de San Nicolao, en la misma plaza del ayuntamiento y la zona de soportales.
Portomarín es una villa de gran atractivo turístico. Aquí finaliza la primera etapa.
Nuestra segunda etapa parte de Portomarín, de buena mañana y con niebla.
La zona histórica está totalmente empedrada y ofrece todos los servicios. Aunque no tiene playa fluvial, la gente aprovecha el embalse para bañarse en los meses de calor.
De hecho Portomarín es un nuevo pueblo, el antiguo quedó inundado por el pantano que le circunda y es visible cuando bajan mucho las aguas como ahora.
Se sale de Portomarín cruzando el embalse por el puente que lo salva, junto a un puente para viandantes ya en desuso.
Esto es algo que veréis con frecuencia, caminos complementarios, suelen ser alternativas mejoradas, la mayoría, de hecho estas alternativas se convierten en las más usadas.
A partir de ahí empieza una subida bastante intensa, siguiendo el curso de la carretera hasta llegar a Gonzar, con su iglesia y su albergue, situado al pie del Camino.
En pleno verano la niebla nos regala imágenes de otoño, es Galicia, una tierra húmeda, rendida al agua.
Paralelismos, flanqueados por majestuosos pinos y una paz interior que está en el camino. Casi da pena hablar alto.
Hórreos, Es la lucha contra la humedad. Debe ser el símbolo mas característico de Galicia. Se conservan, se restauran, se fabrican. Tienen usos distintos, hoy son elementos decorativos con mucha identidad.
El día abre y ahora hay que protegerse del sol. Así es esta tierra. y estamos en el mes de julio, aunque no lo parezca.
Siguiendo hasta el casco urbano de Palas de Rei se pasa por la iglesia de San Tirso. El albergue está justo enfrente del ayuntamiento, en la calle principal, y pasa muy desapercibido. A nosotros nos espera el autobús… presumiendo de Cáceres.
Tercera etapa, hoy salimos de Palas de Rei para llegar a Melide donde el Francés se une con el Primitivo.
Palas de Rei, por pequeñas callejas dejamos esta localidad, el camino está bien señalizado, es una tranquilidad para quien lo realiza.
Peregrinos, monumentos, zonas de descanso. El camino, espiritual, también es un reclamo y por tanto un negocio.
El camino continúa recogido por la frondosidad de los bosques y abierto a la sorpresa de sus monumentos como el castillo de Pambre o el casco histórico de Melide.
El Camino es un museo, lleno de pequeños monumentos que adornan el recorrido. Una vieja fuente se convierte en un altar de ofrendas que alimentan los peregrinos.
Estamos en la comarca de A Ulloa, inmortalizada por la escritora Emilia Pardo Bazán en su célebre novela Los pazos de Ulloa.
En Galicia las pequeñas aldeas, las pedanías, son parroquias. Cada una tiene la suya y su cementerio junto a ella. En muchas de estas un voluntario espera paciente a sellar el pasaporte y, de paso, recaudar algún donativo. Así funciona el camino.
Lugares mágicos para inmortalizar el grupo, rincones sacados de un cuento. ¿Duendes o peregrinos?
Así se suceden los bosques…
Los grandes árboles, el olor a húmedo.
Caminos hechos a base de miles de pisadas, se abren paso flanqueados por un muro vegetal que hace más mágica la magia.
Hoy, siempre te ayudan a franquear un río, todo está preparado para el camino sea lo más transitable posible.
A veces el suelo es de piedra, imitando antiguos trazados medievales
Un viejo puente de un ojo lo hace aún más pintoresco; originarios del viejo camino y hoy restaurados.
Se sigue el camino hasta cambiar de provincia, dejando la de Lugo atrás y adentrándonos en A Coruña por O Coto para ir bajando hasta O Leboreiro.
Melide, de mayor población, está cerca y eso se nota. Flanqueados por pinos vamos a terminar nuestra tercera etapa, ecuador del Camino Francés en su recorrido más popular.
Así llegamos al puente medieval de Furelos, por el que se alcanza Melide, una de las joyas de la arquitectura civil del Camino Francés.
Nuestra cuarta etapa nos lleva desde la monumental Melide hasta la quesera Arzúa.
El Camino se presenta en esta etapa dócil y en muy buen estado, a través de sendas de tierra y piedra, así como pequeñas carreteras o pistas asfaltadas entre pueblos, con suaves ascensos y descensos que se alternan con tramos llanos.
Se han juntado en Melide el Camino Francés y el Primitivo y a partir de ahora se nota que hay más gente.
Eso no quita para que hagamos hueco para inmortalizar al grupo en esta vieja pasaera de piedra.
El camino zigzagea y a veces discurre junto a la carretera nacional que comunica Lugo y Santiago.
Otras se adentra de nuevo en el bosque y nos devuelve la magia y el silencio del camino.
Otras un pequeño oasis repone al viajero con fruta y agua. El camino es un singular reclamo turístico que los gallegos no dejan pasar. Miles de personas pasan por delante de este tenderete cada año.
En los días que hacemos el camino, julio de 2021 con la pandemia aún acechando y sin vacuna, llegan a diario entre 800 y 1000 personas a Santiago. Muchos albergues están cerrados, otros limitan la ocupación a la mitad. No es fácil este verano pero hay muchas ganas.
Arzúa es una villa con todos los servicios para los peregrinos. Arzúa, «la tierra del queso».
Arzúa es una localidad coruñesa de algo más de 6.000 habitantes, situada dentro de la comarca de mismo nombre (limítrofe con Pontevedra a través del río Ulla) y última gran villa del Camino Francés antes de que los peregrinos lleguen a Santiago de Compostela.
Penúltima etapa desde Arzúa hasta Arca. Huele a Santiago y se notan los kilómetros en las piernas. Pero el ánimo sube y la voluntad se mantiene.
Arzúa es una localidad larga, muy popular, hay que atravesarla entera para continuar el camino. A esta hora se suceden peregrinos y cafés, desayunos para coger fuerzas.
Monjas y voluntarias te esperan para sellar tu pasaporte, con tanta amabilidad el donativo está asegurado; muchas dádivas de peregrinos generosos. Todo el mundo lo sabe. La fe cuesta o se paga. Es curioso como te vas topando con el ritual de la limosna.
En este tramo el Camino se interna entre prados, robles y eucaliptos que rodean pequeñas aldeas, algunas con topónimos de resonancia jacobea: A Calzada, A Calle, Ferreiros, A Salceda, A Brea, Santa Irene y A Rúa.
Galicia sigue con su vida a pesar del trasiego constante de peregrinos. Los extraños aquí somos nosotros.
Las aldeas se suceden. Las casas aisladas, esa forma de vida rural, agrícola y ganadera, donde tu casa está donde está tu terreno.
Y terminamos en Arca, capital del municipio de O Pino, el último antes de Santiago. Mañana es un día grande.
Sexta etapa, camino de Santiago, hemos llegado al final a pesar de las dudas de quienes afrontaban por primera vez el reto de caminar 116 kms seguidos.
Sarria nos saludaba con un hito que marcaba 116 kms, ahora menos de 20 nos separan de la capital de peregrinos desde la edad media. Santiago al fin.
Pero no todo iba a ser perfecto. Galicia nos despide con un día lluvioso, hasta ahora nos hemos librado, pero hoy el agua nos va a acompañar durante todo el día.
Y entramos en el municipio de Santiago tras rodear el aeropuerto. Nos queda un trozo más conocido y más tumultuoso.
La capilla de Santa Lucía, el último templo en el camino antes de Santiago, sin contar la capilla de san Marcos en el Monte do Gozo.
Último bosque antes de adentrarnos en los aledaños de Santiago capital: Lavacolla, toda la carretera hacie le centro de TVE y TVG, A Calzada. Un largo trayecto para un último esfuerzo, ya justos de fuerzas.
Arriba en Monte do Gozo, el posado necesario junto a la estatua de los peregrinos con la catedral de Santiago al fondo, descendemos hasta la Plaza do Obradoiro.
Santiago con sus recuerdos recibe al peregrino atravesando vías, barrios y parques, es un trozo largo y tedioso porque las ganas son muchas.
Y por fin la catedral de Santiago, el fin por fin al fin. Bajo la lluvia hemos llegado a Compostela, delante del Pórtico de la Gloria llega el momento de poner punto y final.
Es mi tercer camino y me gusta comprobar como todo el mundo tiene una razón, o muchas razones, un motivo, alguien de quien acordarse, a quien ofrecer una caminata de seis días y 116 kms. El llanto fácil, la emoción, la confianza recuperada; un recuerdo por quien se fue, por quien debió venir, por todo lo vivido que es lo más importante.
Seguramente hoy es una moda hacer el Camino, un camino. Cuando recoges la compostelana siempre te preguntan por los motivos para haber hecho el camino: espirituales, deportivos. Habrá más, seguro, porque te apetece es uno de ellos. Cualquier motivo es válido, porque la emoción es la misma. Tengo metido en la cabeza el sonido del gaitero que te recibe cuando cruzas el arco que te adentra en la Plaza del Obradoiro donde se suceden los vítores, los cantos, los llantos y las emociones. Andar es un motivo, Galicia es un motivo, conseguirlo es el mejor motivo. Habrá un cuarto camino estoy seguro, y un quinto, es probable. ¡Buen camino peregrino!
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