Ruta Transfrontera. PR-CC 88. Valencia de Alcántara

por Ene 14, 2023Cáceres, Tajo Internacional0 Comentarios

La Raya/A Raia es frontera, curiosamente es donde menos frontera hay. Las gentes de la raya no han entendido nunca de límites administrativos y han convivido, desde los tiempos de los tiempos, como vecinos, como lo que son, a un lado o al otro de la frontera. Un ejemplo de ello son las llamadas Casas de la Duda porque siempre se discutió si pertenecían a España o a Portugal. Tierra de contrabando, de estraperlo. Campiña fronteriza, un paisaje único. Hoy territorio UNESCO.

La Ruta Transfrontera es un sendero homologado como PR-CC 88 situado en la localidad de Valencia de Alcántara en la provincia de Cáceres. La marcha, de 24 km de longitud y una duración estimada de seis horas, da a conocer los paisajes y caminos de los caseríos fronterizos de la campiña valentina y también nos da la opción de explorar el rico patrimonio cultural de la zona, como los dólmenes, la arquitectura tradicional y el resto de elementos patrimoniales que se pueden visitar. Valencia, además, atesora un espectacular barrio judío que no debéis perderos.

Os dejo el track para GPS, no he puesto el oficial porque el amigo Keducc ha incluido las visitas a los dólmenes

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La ruta se inicia en el albergue juvenil Nuestra Sra. de Guadalupe en la N-521 antes de cruzar la frontera con Portugal, un kilómetro más arriba tenéis una gasolinera con restaurante. Comenzamos en Puerto Roque frente a las crestas de cuarcita que veremos a lo largo de la ruta.

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Enseguida giramos a la izquierda en dirección al alto de Sierra Fría, casi a 1000 metros de altitud que no subiremos, vamos a caminar paralelos a ella por la parte baja de su falda.

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Hemos cogido el camino de la Fuente del Valle en el paraje de la Huerta de las Hondas y comenzamos a ascender un poquito para ganar paisaje.

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Una de las imágenes más destacables de esta ruta son, sin duda, los crestones cuarcíticos que culminan casi todas las sierras del recorrido, y que son cruzados por la ruta en varias ocasiones. Formaciones que dan cobijo a numerosas aves como collalba negra, cigüeña negra, búho real, buitre leonado o el avión roquero y que confieren al paisaje un aspecto especial, son como gigantescas columnas vertebrales de piedra que asoman en la cima de los cerros.

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Las sierras se suceden como olas, creando valles en los que se asientan pequeños núcleos urbanos, huertos y cauces de agua que sortean las elevaciones del terreno. Una tierra rica que se recupera de aquel gran incendio que lo asoló a comienzos de este milenio. Caminamos junto a nosotros por lugares singulares como la casa del Cabeceriño, la casa de los Pinos…

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Así descendemos al primero de los caseríos, El Pino, protegida por los roquedos de la Peña del Pino que le dan el nombre. Estos valles dibujados, escondidos que sirvieron para esconder café y lozas de cerámica con las que luchar contra el olvido y el hambre.

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Y entre pinares discurre este delicioso paseo fronterizo muy bien señalizado. Abajo una pequeña corriente de agua, la rivera de Avid.

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El Pino es una pedanía de Valencia de Alcántara. Es el más antiguo de los caseríos de la campiña. Situado a unos 10 kilómetros del centro urbano y a dos kilómetros de la frontera portuguesa en el fondo de un valle formado por la ribera Avid entre la sierra de Las Peñas y la Sierra Fría. La actividad agropecuaria original del caserío se ha ido acomodando progresivamente al sector de servicios, especialmente al turismo que sigue creciendo bajo el paraguas del Parque Internacional del Tajo

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La zona donde ahora se localiza El Pino era un lugar de tránsito ya por la época de los romanos, prueba de ello es que por la zona del puerto pino se conservan las ruinas de una antigua calzada romana. Hoy somos otro tipo de caminantes quienes nos paramos a mirar su paisajes, a empaparnos de sus rutas y recorrer sus caminos.

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La fuente de Las Carrizas se cruza en nuestro camino, rodeada de una preciosa bancada de piedra, fue Jacinto Alvés Rebasco, alcalde de El Pino por los años de principios del s. XX quien mandó construirla.

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Y de repente cambia el paisaje y nos vemos rodeados de robles en esta calleja levantada con la técnica de la piedra seca. Parece que no somos conscientes pero caminamos en el fondo de un valle formado por la sierras de la Paja y la Peña.

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Esa vereda nos lleva hasta una pista ancha, el antiguo camino del Pino de Valencia a san Vicente de Alcántara

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Hemos ascendido un poquito, a unos 600 m de altitud, lo justo para disfrutar de las crestas de cuarcita que asoman a nuestro alrededor como torres de una muralla, rodeados de pinos que han vuelto a ocupar el monte.

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Es una pista amplia que enseña un paisaje en la distancia, señalizado como todo el trazado. Un terreno domado por repoblaciones que han cambiado su aspecto original.

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Sólo el paisaje nos saca del tedio de este tramo más monótono antes de afrontar la segunda parte de la ruta. Aún así el camino dibuja formas flanqueado por pinos.

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Dejamos el camino de San Vicente de Alcántara girando a la derecha a la altura del Cortijo de la Paja, o de lo que queda de él. Un descenso rápido oculto en los espigados pinares que han crecido en las últimas dos décadas.

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La Era de las Lágrimas se denomina el paraje por el que ahora transitamos, más cerca de la frontera portuguesa, de hecho, la sierra de la Paja que nos queda a la derecha marca el límite entre los dos países. Es un camino muy cerrado por densos pinares.

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Los Sillerones, Pizarritas de la Merienda, la Casa del Tapador… nombres evocadores de una vida de frontera, territorio de mochileros; mirando alrededor está claro que si no querías que te encontrasen iba a ser difícil.

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Y llegamos al caserío de Jola, el más pintoresco y puro de los pueblos de la Campiña. Su enclave natural es atravesado por un arroyo que lleva su nombre. El pueblo llegó a tener en los años 50 más de 500 habitantes pero a partir de esa fecha se produjo un éxodo del mismo a otras zonas de España. Jola cuenta con un dialecto propio «El Xolano» muy parecido al portugués y una cultura propia, cualquiera que se acerque a conocerla sabe que no tiene nada ver con la cultura extremeña que la rodea.

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Y es que nos rodea uno de los paisajes más bonitos de la península ibérica con densos bosques de pino que se empezaron a plantar en 1840 después de la desamortización de Mendizábal cuando gran parte de sus tierras eran propiedad del Ducado de la Victoria. 

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Hemos cambiado la dirección, ahora caminamos hacia el este para ascender a la sierra del Naranjal, pequeños senderos entre bancales nos devuelven a las pistas más anchas.

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Al borde de la sierra giramos a la derecha para bordearla mientras ganamos altura buscando el portillo del Jiniebro. Llevamos 11 km de ruta.

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En el collado la campiña se pone a nuestros pies, dejamos atrás las sierras encrestadas y descendemos al valle, a la campiña propiamente dicha.

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El descenso exige atención, mucha piedra suelta y un terreno irregular nos advierten de que es mejor caminar con cuidado. De aquí bajaremos hasta Jiniebro, un pequeño núcleo de población situado a los pies del puerto de Aguas Claras. Y descanso en La Aceña de la Borrega, el más turístico de todos los pueblos con varios restaurantes. Parada para reponer fuerzas.

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Dejamos la Aceña y sus bulliciosos restaurantes, probad el pincho de tortilla en ‘Cá Milio’, para dirigirnos a la segunda parte de la ruta, muy diferente pero igual de espectacular.

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Cruzamos el regato de los Mellizos y rodeamos la pequeña sierra de Las Periconas para comenzar a ver el impresionante monumento natural de La Data y sus bolos graníticos.

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Dejamos el camino de la Aceña de la Borrega girando a la izquierda para desviarnos un momento a uno de los monumentos megalíticos más característicos de Valencia de Alcántara.

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Es un cruce de varias rutas que hay por la zona, afortunadamente se van señalizando todos los caminos, lo que hace que sea más seguro salir al campo y afrontar conocidas rutas. Siempre insistimos en lo importante de homologar los caminos.

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Ahí está. El Dolmen del Mellizo. Forma parte del conjunto arqueológico de los Dólmenes de Valencia de Alcántara, declarado bien de interés cultural en 1992. Es uno de los pocos dólmenes de Extremadura cuya cámara aún está cubierta por una horizontal que descansa sobre él, sobresaliendo de la cubierta. Si bien el dolmen está bastante desgastado, se conservan bien el breve pasillo (dos grupos de discos) y el acceso a la cámara a través de una piedra de umbral. El megalito se data en los milenios IV o III antes de Cristo y sigue el modelo megalítico que en la vecina Portugal se conoce como anta.

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Pero a nuestro alrededor el espectáculo es todavía mayor. Un paraje plagado de enormes bolos graníticos, El Berrocal de la Data, es monumento natural desde diciembre de 2020; destaca por sus impresionantes rocas graníticas, sus cinco dólmenes, sus pinturas rupestres y su riqueza medioambiental; con algo más de 30 hectáreas se localiza en plena Reserva de la Biosfera Transfronteriza de Tajo Internacional y en la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) ‘Nacimiento del río Gévora’. Grandes bolos graníticos, algunos con formas espectaculares, como el Cancho del Tesoro, definen un paisaje de alcornoques, castaños, pastos y matorrales.

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Por magníficas callejas nos seguimos encontrando con más dólmenes, este es el la Data I.

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Y a escasos 500 metros, el de la Data II.

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Regresamos sobre nuestros pasos y volvemos casi al mismo lugar de inicio desde la salida de la Aceña de la Borrega, realmente lo que hemos hecho es rodear la sierra de las Periconas para disfrutar del espectáculo del granito y sus formas.

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En este punto nos toca caminar varios tramos por carretera, aunque no es muy transitada hay que tener mucho cuidado, sobre todo fines de semana debido al trasiego de la gente que se acerca a comer a la Aceña de la Borrega.

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Alcornoques con la marca de la saca del corcho nos acompañan ahora con la Peñas del Pino a nuestra izquierda.

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Abajo en el valle, campiña de frontera, el paisaje es otro, diferente, pero mires donde mires hay sierra y frontera. El camping de Aguas Claras que hemos dejado cerca, Alborneo, el Pinar de Jola y la figura de San Pedro de Alcántara en esta tierra donde la orden alcantarina está presente en todo.

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Nosotros nos quedamos en Pino, la primera pedanía que pisamos; queda apenas un kilómetro para llegar a la carretera, pero nuestro transporte está aquí. 23 kilómetros después podemos decir que ya hemos recorrido la ruta transfrontera en Valencia de Alcántara. No nos ha decepcionado.

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La campiña es un lugar acogedor, plagado de tesoros, en el paisaje, en la arquitectura, en la historia, en la nueva Europa donde se tejen grandes alianzas transfronterizas. Alianzas que aquí siempre han existido. Para estas pequeñas aldeas aisladas no había fronteras, ni ciudadanos de otro país; había vecinos, corresponsabilidad entre todos, había necesidad y se cubría; un idioma propio que como una esponja absorbía vocablos del español y del portugués. Hay calles en algunas pueblos en los que una acera pertenece a un país y la otra al otro, pero esto sólo para los que venimos de fuera y nos quedamos con esa curiosidad, ellos son sólo vecinos. La raya borrada de la que tanto hablamos ahora buscando esa Iberia deseada por muchos, es aquí una realidad desde hace siglos. Hay que vivir en la raya para tumbar las fronteras con la misma normalidad con la que pides un poco de azúcar o compartes unas verduras. Aquí lo internacional se inventó mucho antes.-

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