Antiguo camino de Yuste. Garganta la Olla

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La ruta denominada Antiguo Camino de Yuste es un sendero circular con salida y llegada a la localidad de Garganta La Olla, que discurrre por el PR -CC80 y que coincide, en su último tramo, con parte del trazado del GR 111 que recorre toda la comarca de La Vera y termina en Plasencia. Son algo más de 13 kms de escasa dificultad con un único ascenso en el primer tramo de la ruta. Un recorrido que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya con magníficas vistas o al Monasterio de Yuste, lugar emblemático para la comarca y para Europa. Un precioso camino, muy de La Vera, que merece la pena conocer.

Os dejo el track para GPS

La ruta se inicia en la Plaza de Garganta, una coqueta plaza verata a la que no le falta su fuente de varios caños; al fondo a la derecha arranca la calle Llana que baja hacia el río, la Garganta Mayor, en el descenso encontramos este panel informativo de la ruta y sus hitos.

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Garganta la Olla es Conjunto Histórico Artístico desde 1983 por su magnífico casco urbano representativo de la arquitectura verata donde destacan sus casas de mampostería, granito y madera; antes del nombre actual fue llamado “AD FAUCES”, está asentado en una “olla” que conforma la Sierra de Tormantos y los relieves de San Salvador y San Bernabé. Es tierra de la Serrana de la Vera, cuya leyenda está muy extendida.

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Pero vamos al lío. Cruzamos el Puente de San Salvador sobre la Garganta Mayor y salimos del pueblo, aquí se inicia el ascenso que tiene la ruta que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya, al cruzarlo tomamos el camino a la izquierda siguiendo lar marcas del PR, amarilla y blanca.

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La senda nos lleva hasta el mirador de la Serrana desde donde disfrutamos de una panorámica de Garganta la Olla, al fondo la Sierra de la Desesperada con el Pico de la Mesa, 1.410 m

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Sigue el ascenso por la zona de la Colmenera por un sendero marcado aunque hay que estar atentos porque nos podemos despistar. De momento atravesamos este robledal que rodea el pueblo.

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El ascenso facilita las vistas de los alrededores de Garganta con Gredos al fondo y la Sierra de Tormantos, delicioso.

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Atravesamos el bosque buscando los hitos que nos marcan el camino, si os perdéis que no es difícil, hay que buscar la referencia de las antenas de teléfono, allí el camino se suaviza y son visibles las señales, después comienza una pista que nos llevará hasta el Monasterio de Yuste.

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Antes de llegar arriba nos topamos con estas pilas para el ganado, un tipo de fuente que se puede ver en algunos lugares de Extremadura, sencillas pero ingeniosas.

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Toda está zona está protegida como LIC, Lugar de Interés Comunitario, es un bosque de robles inmenso de varios kilómetros de extensión que se extiende por toda la falda de Gredos en la comarca de La Vera, en época de calor se agradece su sombra.

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Dejamos atrás las antenas y ascendemos un poco hasta llegar a la Loma de la Atalaya, a unos 800 metros de altitud, la zona se despeja y el paisaje domina la vista, aquí las señales son más claras

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Es momento de disfrutar de las vistas, atrás queda la ‘olla’ que da el apellido a Garganta, la Sierra de Tormantos y detrás Piornal y el Valle del Jerte

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Mientras avanzamos por la loma, La Vera se abre a nuestros ojos en su zona más baja, a la derecha veréis el Campo Arañuelo y en días despejados hasta los Montes de Toledo donde descansa el Geoparque de Villuercas

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Jaraiz de la Vera es visible sin problemas, tras ella el Valle del Tiétar, hacía calor el día que realizamos la ruta y el ambiente está cargado.

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Enseguida nos incorporamos a una pista, hay que  seguirla en el sentido de bajada, hacia la derecha, si no terminaremos en el pantano, de hecho este trozo de camino se llama así, Camino del Pantano.

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Quedan pocos cabreros en La Vera, uno de los oficios que antaño era muy habitual, soprende ver todavía rebaños de cabras, una pena porque los caminos se mantenían limpios con el trasiego del ganado; muchas de las costumbres, festivas y culinarias de esta tierra, están relacionadas con este pastoreo como Los Escobazos, en el plano festivo, o el tasajo en lo culinario.

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Abandonamos la pista en la Loma de Peña Madroño siguiendo los hitos marcados, por unos momentos seguimos una pequeña vereda, no es complicado porque está bien señalizada.

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Enseguida volvemos al bosque por un antiguo camino rodeado de paredes de piedra que nos lleva directos al Monasterio ¡y cómo se agradece la sombra!

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Llegamos a este lugar emblemático, descanso del Emperador Carlos V, aquí terminó sus días tras retirarse y abdicar en su hijo después de una vida de guerras, desafortunadamente el paludismo acortó su estancia.

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Me encanta encontrar los caminos señalizados, adquieren un valor importante, y son una referencia para el visitante que busca, además de ver monumentos, otras actividades en el entorno.

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Yuste es una delicia, he tenido la ocasión de visitarlo en varias ocasiones en profundidad, por mi trabajo de periodista, es un lugar increible aunque los turistas sólo vean unas pocas estancias. En los días en que escribo esta crónica recibo una nota de prensa de Patrimonio Nacional, dueño del edificio, en la que comunica que baja las entradas de 9 a 7 euros (para los españoles debería ser gratis porque es patrimonio de todos) podéis verlo aunque os aconsejo que lo hagáis con tiempo y que sea visita guiada (aprende uno muchas cosas). Aquí está la sede de la Fundación Europea de Yuste y hoy en las estancias visibles hya mucha historia. En la parte religiosa, no accesible, hoy sólo hay dos monjes paulinos de origen polaco pues no había en España quien sustituyese a los viejos cenobitas que también iniciaron su particular retiro en busca de descanso.

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Sólo algún dato, porque el edificio es una delicia; aunque los orígenes fundacionales del Monasterio de San Jerónimo de Yuste se encuentran en Plasencia y en la ermita de San Salvador de la Sierra, situada entre las localidades de Cuacos y Garganta la Olla, la primera célula del edificio que hoy podemos contemplar se encuentra en 1402, año en el que el propietario de los terrenos existentes entre los arroyos Gilona y Vercelejo (conocido también con el nombre de Yuste) son cedidos por su propietario para que los “ermitaños de la pobre vida”, nombre con el que se conoce a esta primera comunidad religiosa, pudieran levantar convento. La vida de este lugar se vio alterada en el siglo XVI cuando el todopoderoso emperador decidió retirarse aquí.

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Dejamos terreno monacal y seguimos un pequeño tramo por la carretera que baja a Cuacos de Yuste antes de desviarnos junto al Centro de Educación Ambiental

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El desvío está aquí, junto a la Cruz del Humilladero, pero ya que estamos veremos un lugar tan visitado como macabro, pero que recuerda parte de nuestra historia.

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Es el Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste. En este cementerio descansan 28 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron. El Volksbund en los años 1980–1983 los reunió en esta última morada inaugurada en presencia del embajador de la República Federal de Alemania en un acto conmemorativo hispano-alemán el 1 de junio de 1983. Sorprende la juventud de todos ellos, de apenas veinte años la mayoría.

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Volvemos sobre nuestros pasos y junto a la Cruz del Humilladero volvemos a ver la marca que nos señala la ruta de regreso a Garganta.

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y un poco más adelante, por si había alguna duda…

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Salimos entonces a una pista ancha que debemos tomar a la derecha hacia el cauce del Arroyo de Yuste que debemos cruzar. Aquí es donde coincidimos con el trazado del GR 111 ya hasta nuestro destino.

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El GR 111 no está homologado pero está bien señalizado (al menos en los tramos que he podido recorrer) está muy transitado

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En esta segunda parte del camino la pista es cómoda, transita por huertos y fincas de parajes como Los Matraqueros o la Hoja de Valjoncillo. Ya es fácil y estamos más cerca.

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Cerca de Garganta se suceden los bancales de castaños, olivos y cerezos. La Vera es agrícola, más que turística y vive de la tierra todo el año

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Nosotros hicimos la ruta en junio cuando los cerezos ofrecen esta deliciosa fotografía, cargados de fruto hasta tal punto que parece que van caer por su peso. Cerezas que, aunque no estén en el Valle del Jerte están dentro de la Denominación de Origen.

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Garganta asoma al camino y anuncia el final del paseo, un cachito de La Vera delante y detrás, una delicia para quienes amamos esta tierra y en especial esta comarca. Entramos al pueblo por el mismo puente por el que salimos pero ahora por la parte de abajo y cerramos el círculo.

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Nos saluda Garganta, ahora más tranquilos sin las prisas de hacer el camino nos detenemos en sus detalles. Yo no me fui sin comprar tasajo y cerezas, una delicia que aquí sabe mejor.

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Garganta la Olla tiene mucho que ver, pasear por sus calles es algo que aconsejo, hasta sus bares y tabernas son especiales. Entre ellos la Casa de las Muñecas, una casa de lenocinio con increibles detalles.

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Es un pueblo precioso y verato que tiene zonas de baños únicas, como las Pilatillas o el Tinajón. Muchos recuerdos de joven cuando veníamos en busca de la tranquilidad y de sus aguas, cuando la acampada era libre y disfrutabas de la naturaleza sin mayor problema; cierto es que el abuso y las negligencias hicieron imposible que las cosas continuasen así.

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La Vera. Paraíso senderista como todo el norte de Extremadura por sus montañas y valles. Cientos de propuestas encontraréis como oferta para quien guste de caminos y paisajes. Unos reales, o imperiales, otros sin tanto boato nos sumergen en parajes bellísimos donde el agua es la constante. La historia de los pueblos la hacen sus caminos, sus leyendas, su rutina; lejos del asfalto, hoy imprescindible, los senderos, pistas y veredas han construido historias que recuperamos trazando rutas que cuentan, y recuerdan, la vida de la gente. La Vera tuvo un emperador alojado, pero no es lo importante, las caminos los hacían la necesidad y los mantenían los lazos, el uso los convirtió en eternos; ahora lejos de perderlos, los señalizamos para que quede constancia de su existencia, para que perpetuemos su razón de ser, porque los trayectos se han hechos para usarlos, para seguirlos. Ahora sin prisas, con el ocio y el deporte como objetivo. Las rutas tienen personalidad propia, la de las gentes que las domaron, nada está hecho al azar, eso lo vemos quienes admiramos el trabajo de generaciones buscando escapar de la rutina y el aislamiento, por eso en La Vera cada uno es emperador de sus propios pasos, los que hacemos Andando Extremadura.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2015

Ruta de la Rosa de Alejandría. Olivenza

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La peonía, rosa de Alejandría o rosa de los montes, es una flor que apenas dura un suspiro; en su versión silvestre aparece en muchas zonas de Extremadura en primavera y su floración es visible unos pocos días. Le gustan los montes y pedregales, y está protegida. Es más común al sur de Extremadura pero yo las he visto hasta en la sierras de Villuercas, es decir, las hay por toda la región. Cierto que en algunas zonas tiene una concentración superior y su floración convierte estos rincones en un jardín colorido durante una semana. Es lo que ocurre en la Sierra de Alor, al sur de Extremadura en la comarca de Olivenza, lindando con Portugal. Y por eso los amigos del Club Senderista Prisiñas de Olivenza organizan cada año la Ruta de la Rosa de Alejandría, uno de esos espectáculos que ofrece la dehesa y que te aconsejo que conozcas.

Es una ruta fácil con un pequeño desnivel pero que tiene muchos añadidos además de la floración de las peonías: dehesas, fuentes de los primeros pobladores, cuevas de bandoleros o antiguos chozos de pastores.

Os dejo el track para GPS del club Prisiñas

Comenzamos en Olivenza aprovechando las primeras luces de la mañana. Olivenza ya de por sí merece una visita larga, es una simbiosis perfecta de España y Portugal.

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Aunque nosotros arrancamos en la Charca de Ramapallas, el track que os dejo inicia la ruta en el centro de Olivenza, nuestro desvío se incorpora enseguida al trazado original que nos lleva a los pies de la Sierra de Alor

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La comarca de Olivenza tiene varios paisajes muy definidos. Sus tierras conforman un bello mosaico de ecosistemas, ya que si bien la dehesa de encinas y alcornoques es el hábitat que la caracteriza, también pueden surcarse paisajes de ribera en torno a los numerosos cursos de agua, llanuras cerealistas, y en las sierras de Alor, Monsalud y María Andrés grandes extensiones de bosque mediterráneo.

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Caminamos por esta zona de hectáreas y hectáreas de cereales, Los Labaros, donde se cruzan varios caminos: el de Barcarrota, el de Perrera, el de Santa Lucía o el de San Jorge de Alor.

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En el Cortijo del Caño dejamos la zona más baja y entramos en las estribaciones de la sierra. El paisaje se transforma de inmediato.

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Olivos centenarios conviven con el bosque mediterráneo y la vegetación es diferente. La Sierra de Alor tiene forma de gigante tridente, entre uno de sus huecos nos adentramos en ella.

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En esta tierra roja donde los olivos saben más de historia y de años que nosotros, las primeras peonías se colocan al abrigo de su copa. Los que venimos por primera vez nos tiramos a fotografiarlos al momento, quienes conocen la zona nos aconsejan que tengamos paciencia, el espectáculo no ha llegado todavía.

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La ruta tiene muchas variantes, la indicada en el cartel es una de ellas, comenzamos junto a San Jorge de Alor y terminamos al comienzo del camino que da acceso a la Sierra, es un lugar muy visitado por la gente de aquí.

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Y de repente entre encinas y jaras, como convocadas por algún embrujo polinizador comienzan a asomarse las flores de la Rosa de Aljandría.

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La peonía de aquí  –Paeonia broteri- tiene flores hermafroditas grandes, solitarias, de 5 sépalos y de 5 a 10 pétalos, de color rojo, con numerosos estambres y anteras amarillas, carpelos lanosos. Fruto en folículos cubiertos con pelos blanquecinos que contienen semillas que cuando maduran son negras.

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En el habitat de esta flor encontramos joyas como esta, la fuente de Val do Gral que servía, y sirve para dar de beber a las cabras y sus cabreros, antaño venían hasta aquí las gentes del cortijo de Pedra Furada que transportaban el agua en cántaros.

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Piedra caliza, tierra roja en la que el bosque mediterraneo se encuentra cómodo y donde la primavera es un espectáculo.

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Y como tamizadas por la sierra aparecen plantas de peonía por todas partes, cada planta es como un ramo, de una misma raiz salen varias flores. Técnicamente, los botánicos, la describen así: Es una planta de hasta 70 cm con vistosas flores rojas. Tiene hojas simples divididas (uniternadas o biternadas) a veces aovadas u oval-lanceoladas de color verde brillante por el haz y glabras por el envés, sésiles o subsesiles, de ápice agudo, de 16 a 19 foliolos de 3 a 4 cm de ancho. Tallo glabro de 50 cm de altura, en cuya base hay unas hojas de color rojo.

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En castellano la conocemos por muchos nombres: albardera, bolas de peonia, cebolla chilre, cebolla churri, cuernos, duelecabezas, empaine, empaines, empeine, empeines, escaramondamanos, escaramón, flor de la epilepsia, flor de la maldita, flor de lagarto, flor de lobo, flor de rejalgar, flor del diablo, flor maldita, hierba de la almorrana, hinchagüez, hinchamanos, lirio montés, lirios, matagallina, matagallinas, paeonia, pata de gallina, pata de gallo, pedonia, peonia, peonia real, peonía, peonía macho y hembra, peronía, perruna, pionea, pionia, pionía, pionía de los matorrales, polonias, ponea, quemaojos, rejalgar…

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…rosa, rosa albardera, rosa cagalerosa, rosa de Alejandría, rosa de Santa Clara, rosa de Santa María, rosa de lagarto, rosa de lobo, rosa de monte, rosa de rejalgar, rosa de sarna, rosa del diablo, rosa del monte, rosa macho y hembra, rosa maldita, rosa marchita, rosa mojosa, rosa montesa, rosa montesina, rosa montés, rosa peonía, rosa perruna, rosa puposa, rosa silvestre, rosas del diablo, rosón, rosón del diablo, saltaojos, tamo real, tufona, yerba baaras, yerba casta, yerba de Santa Rosa.

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Hemos venido en el momento cumbre de la floración y disfrutamos de un entorno mágico, como si cientos de enanitos del bosque las hubiesen sembrado la noche antes para nosotros, una alfombra natural que convierte a la Sierra de Alor en Lugar de Interés Comunitario, LIC, formando parte de la Red Europea de Espacios Protegidos Natura 2000.

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Os decía que entre las sorpresas que ofrece la sierra se encuentran los majanos de piedra, estos chozos pastoriles que aún se conservan en pie.

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Alguno restaurado para que la historia se pueda seguir estudiando y admirando. Pero en el paseo observaréis explotaciones ganaderas, las majás, hornos de cal e incluso restos de un poblado de la Edad del Hierro.

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El espectáculo va más allá, cuando llegas a la parte más alta de la sierra, al Pico Alor, 611 metros, descubres las dehesas inmensas que han convertido a Olivenza en tierra de toros; cortijos repartidos entre extensiones de encinas en el Valle de Táliga, cortijos con nombres, como ya habréis notado, que ponen de manifiesto que estamos en la frontera con Portugal y que Olivenza perteneció al país luso: cortijo del Freixo (del torero El Juli), de los Manantíos, del Guisarral, del Paxariño, del Azoche, de la Cristina, de Monte Alto o de Cascaiciños.

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Arriba en la sierra el punto geodésico se ha convertido en un bello mirador que ofrece un paisaje en 360º, el mapa real de esta frontera mágica que es Olivenza y su entorno.

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Desde aquí se observa la sierra de Montelongo, otro delicioso lugar, debajo, el Cortijo de los Morines y el de Playas Altas.

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Te das la vuelta y Olivenza y el llano se sitúan hacia el norte, detrás el fronterizo río Guadiana y los restos del Puente de Ajuda que unía los municipios de Olivenza y Elvas. Construido por el rey portugués Manuel I en 1509. Durante la Guerra de Sucesión Española fue parcialmente derribado por los españoles en 1709. Imagino que nos hemos arrepentido de aquello muchas veces, pero tampoco hemos sido capaces de construir uno nuevo.

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Pero el verdadero espectáculo durante unos días sigue estando abajo, entre las oquedades calerizas, encinas, olivos y jaras, donde se dibujan las rosas de monte, rosa que destaca sobre mil tonos de verdes.

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Damos marcha atrás y descendemos de la sierra buscando otra refencia más que la Sierra de Alor esconde.

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Se trata del refugio del bandolero Diego Barrantes, un héroe popular del siglo XVIII que en tiempos de contrabando, cuando Olivenza pertenecía a Portugal, robaba caballos en España y los vendía aquí, como todos los bandoleros, alrededor de su historia existe una leyenda inflada que convierte al personaje en un mito.

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Abajo, ya entre sierras, el llano labra la tierra roja y olivos y ovejas se funden en lo cotidiano, la belleza de arriba, para quienes no vivimos aquí, es rutina para los oriundos.

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Tomamos el camino que nos lleva hacia la Quinta de San Juan donde dejamos las elevaciones del Alor y entramos en un mar de cereales.

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Desde estos llanos domados la sierra se dibuja al fondo, las extensiones de cereales nada se parecen a las dehesas pero no podrían vivir sin ellas. Son tantos paisajes y son uno solo los que la comarca oliventina ofrece a quienes, visitantes de frontera, venimos a disfrutarlos.

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Las rosas han quedado arriba, su belleza compartida en mil fotografías y otras tantas admiraciones las vuelven inmortales, pero se marchitarán apenas en un suspiro. La buena noticia es que todo es temporal y el ciclo de la vida volverá a conseguir el milagro, y el próximo año, allá por abril o mayo todos sabremos que las peonías han florecido y acudiremos solícitos a su encuentro. y así un año, y otro, y otro…

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Olivenza, Oliventia, no puede negar que siempre fue portuguesa, guarda su alma lusa, su saudade, en edificios, portadas y ermitas. La parsimonia de sus gentes, como si tuviesen una hora más para todo, es contagiosa, vienes y suspiras. El equilibrio es norma, Olivenza es perfecta, un goce, una invitación tan dulce como su técula, brava como su afición, rayana; alma ibérica que aquí borra la frontera para reclamar la unión aún sin puente, a pesar de que la todopoderosa Agencia Central de Inteligencia estadounidense, la CIA, siga convencida de que el pequeño municipio extremeño de Olivenza es una zona de conflicto internacional. Cosas de americanos. Olivenza es así.-

                                                                                                                                              @vicentepozas2015

Ruta A Fala. Valle de Jálama. Sierra de Gata

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 El Valle de Jálama o Val de Xálima, en la lengua local A Fala,  lo componen 5 pueblos: Cilleros, San Martín de Trevejo, Eljas, Valverde del Fresno y Villamiel, y una pedanía, Trevejo. Se trata de la parte más occidental de la comarca de la Sierra de Gata, un pequeño valle que llaman también Os tres lugaris, en referencia al habla de A Fala en tres de sus pueblos, con variantes locales porque en cada uno de ellos se conoce de una manera:  o mañegu, en San Martín de Trevejo, o lagarteiru, en Eljas, o valverdeiru, en Valverde del Fresno. Un valle fértil protegido por el pico Jálama -1.492 m de altitud- y el río Erjas que lo atraviesa. Conserva, además de su dialecto -galaico portugués según la idea más extendida- buena parte de su arquitectura tradicional y su costumbres, como la de fabricar sus propio vino en pequeñas bodegas caseras, pichorras, a las que los serragatinos suelen invitar a los amigos. En este entorno vamos a relizar la Ruta A Fala que recorre los pueblos mencionados. Hay dos versiones, la oficial podemos decir, que recorre los tres pueblos que usan A Fala y otra que llega hasta la aldea medieval de Trevejo. Nosotros hicimos la segunda, pero os dejo los dos tracks por si alguien prefiere la primera.

El track para GPS de la ruta oficial que discurre por el PR-CC184, 16,58 kms, recorre Os tres lugaris: Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo

El track para GPS de la que nosotros hicimos, 16, 7kms, comienza en Valverde del Fresno, Eljas, San Martín de Trevejo, Villamiel y Trevejo

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 Arrancamos en Valverde del Fresno el pueblo más grande de la comarca, el más comercial de todos por su cercanía con Portugal, junto a la ribera del Sabugal.

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 Enseguida dejamos Valverde buscando el camino de Eljas que atraviesa el arroyo de Malnombre.

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 Hasta el siguiente de los pueblos del valle seguiremos este pequeño sendero local que está bien señalizado y es bastante cómodo.

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 Un paisaje de pequeñas parcelas guardadas por muros de piedra en un invierno que mantiene aletargada la comarca.

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 Mirando los mapas es curioso comprobar la cantidad de caminos que tiene la zona, muchos en uso: el camino real de San Martín de Trevejo, el de San Miguel, o es de Eljas.

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 En algunos tramos conservan el firme original de piedra, habitual de antiguas calzadas, como parte de la calzada romana que se conserva en San Martín de Trevejo y por la que discurre la parte final de la ruta oficial.

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 No hay mucha distancia entre ambos pueblos y Eljas se deja ver enseguida, por su situación estratégica en la loma de la sierra que le da nombre.

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 Caminos que comunicaban aldeas, callejuelas que daban paso a las fincas hoy prácticamente abandonadas y sin uso.

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 Pasamos cerca del Canchal de la Muela bajo la Sierra del Espinazo, frontera entre Extremadura y Castilla León; el Valle de Jálama linda con el Espacio natural El Rebollar en tierras castellanas.

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 Es la zona más llana, la del Valle, arriba las sierras que hacen que este paisaje sea tan singular.

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Nos acercamos a Eljas por un paraje que llaman Pelumes.

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 La Sierra de Gata, como otras comarcas cacereñas, fue repoblada de pinos de manera generalizada, pocos quedan ya, excepto zonas muy localizadas; el fuego y la presión humana han acabado con ellos, quedan restos esparcidos, eso sí, por todos lados.

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Por aquí todo es Eljas, río Eljas, Sierra de Eljas, el pueblo…

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Si buscáis referencias en la zona, en A Fala, es río Erjas. Es un cauce fronterizo, de hecho hasta cerca de la localidad de Alcántara, donde desemboca en el Tajo, y durante unos 50 kilómetros sirve de frontera entre España y Portugal. Su punto más conocido es el puente romano de Segura en Piedras Albas que separa ambos países

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En algunos momentos se recupera el trazado original, hoy abandonado por tramos de tierra más cómodos, comenzamos la subida a Eljas. ( Sí, es cierto, nos acompaña Indiana Jones)

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Junto al pueblo pequeños rincones para el descanso, fuentes, merenderos, nos saludan.

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 Eljas, y el resto de pueblos, conserva ese encanto de lugares fronterizos, cultura arraigada, costumbres mantenidas porque nadie vino a romperlas. Tienen aire de supervivencia, de lugares olvidados, de huida y de refugio; hoy en esta vorágine que ensalza lo rural, lo auténtico, se han reivindicado como lugar de culto y presumen de su doble condición ibérica, de su habla característica, de su vino, de su aceite y de su paz.

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 Sus carteles, sus calles, su leite caenti, serragatinos que muestran las diferencias y las han puesto en valor.

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 Con algo menos de mil habitantes, Eljas, o As Ellas, como se dice en lagarteiru, es uno de los tres pueblos del valle de Jálama con un habla propia conocida como “A Fala”, que significa “El habla o la forma de hablar”. La variedad de Eljas, más cantarina que la de Valverde del Fresno o San Martín de Trevejo, se denomina de ese curioso modo, lagarteiru, por la afición de sus habitantes a la ingesta del reptil en cuestión y es el dialecto mas antiguo de la fala y con mejos injertos castellanos. Aunque ahora no es lícita la captura del lagarto, la tradición es la tradición y en Eljas se cocinaban los lagartos como en ningún otro sitio de la Península. Es por ello que el animal figura en el escudo. Al igual que Valverde del Fresno, en Eljas hubo una importante industria del contrabando entre los años 1940 y 1970. Hacemos parada para reagrupar y seguimos.

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No me digáis que no, ¿por qué vas a cortar el árbol? Y además queda bonito y en verano da sombra.

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 Eljas es un pueblo situado en la loma de la Sierra de su nombre y ofrece unas magníficas del valle y de tierras portuguesas, y aprovecha esta ubicación con excelente balcones para disfrutar del paisaje.

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 Y se disfruta, claro que sí, la vega fronteriza ofrece este aspecto en invierno, despoblado ya de los ocres y rojos de otoño.

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 Aquí en Eljas es donde la ruta se desdobla, podéis optar por la original que asciende hasta la sierra de Eljas y baja por el castañar de San Martín de Trevejo y la calzada romana, excelente también o por esta otra que realizamos nosotros, que baja hacia el valle y llegará hasta Trevejo. Buscamos el camino de San Martín.

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A este paraje le llaman Peñas de Enmedio ¿os digo por qué?

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Volvemos al camino por el Huerto Campo entre paredes de piedra.

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 En el track que seguimos hacemos un par de kilómetros por una peuqueña carretera, se puede evitar porque a la izquierda hay un camino paralelo que lleva al mismo sitio.

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 El invierno ha vaciado los árboles pero el otoño y la primavera son dignos de ver en este valle húmedo, los castaños y robles de las sierras que parecen escondidos se destacan en el paisaje en un verdadero festival de colores.

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Cruzamos el río de la Vega por el Puente del Molino Grande, cerquita de San Martín.

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 Nos saluda una mimosa florecida en un invierno extraño, falto de agua, aunque aquí en la comarca no se note en exceso.

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Desde hace unos años este convento franciscano del s XV, el Convento de San Miguel, se ha convertido en hotel dentro de la Red de Hospederías de Extremadura, Hospedería Conventual Sierra de Gata y nos recibe ahora.

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San Martín de Trevejo, una delicia, calles sinuosas por donde juega el agua. Sus casas construidas en el arranque con muros de piedra, sus escalinatas de peldaños de granitos llamados popularmente (Poyos) para acceder a la vivienda, y las vigas de maderas o vuelos de la vivienda que sobresalen a la altura del primer piso en cuyos bordes se decoran con figuras de rostros humanos son características comunes en casi todas las construcciones; constan esta viviendas en su generalidad de tres plantas, la planta baja sirve de Bodega y para el ganado, la primera planta para la vivienda y la segunda planta para desván o almacén. Idílico lugar muy visitado, de hecho, con algo menos de 900 habitantes tiene siete casas rurales y una hospedería -un hotel de cuatro estrellas-

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Parada obligada en su plaza para degustar sus vinos de pitarra, coger fuerzas y seguir el camino.

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Seguimos camino de Villamiel por antiguas veredas, única conexión con el resto de la provincia, vías de carros y mulas que hoy son testimonio de un entorno rural menos hostil y que disfrutamos ahora los caminantes.

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En este punto y hasta llegar a Trevejo caminamos por el GR 10, uno de los grandes senderos españoles que empieza en el mediterráneo, en tierras valencianas, y termina en el atlántico, en la costa portuguesa.

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En el campo siempre se ha usado lo que había.

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Para pasar a Viilamiel tenemos que ascender a la que llaman La Cumbre, una sierra de 867 metros de altitud con el pico Barrito Blanco a 1.127 metros.

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Aquí la venden como ruta turística, la verdad es que el paraje merece la pena, aunque la subida suponga un esfuerzo.

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Pero no hay esfuerzo sin sorpresa, castaños centenarios que dejan ver los años a través de sus oquedades.

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Un enorme robledal ahora con piel de invierno soporta el camino que en muchos de sus tramos conserva el firme original de piedra, no en todos desafortunadamente.

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Arriba en la cumbre oteamos el valle y divisamos, Eljas en su promontorio y al fondo, Valverde del Fresno.

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Descendemos entre castaños por un paraje que estalla en primavera y se vuelve mágico en otoño, en un entorno que llaman de Doña Elvira.

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Llegando a Villamiel, Trevejo y su castillo, ya nos vigilan, estamos en tierra de fronteras y eso se nota.

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Villamiel, su interior esconde una localidad atractiva, tranquila y con algún buen secreto gastronómico. Un paseo por el casco de Villamiel siempre es agradable. Está repleto de callejuelas bonitas, limpias y tranquilas. Un consejo, en los muros de la iglesia del pueblo que no es otra que la de Santa María Magdalena (S.XVI) podemos ver curiosas inscripciones de los canteros que no harán reflexionar a algunos sobre el sentido de la vida y, a otros, sobre el sentido del humor que tenían. No dejéis de buscarlas.

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Atravesamos Villamiel y seguimos por el camino que conduce a unos de los lugares más atractivos de la Sierra de Gata: la aldea de Trevejo.

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Este tramo de la ruta es una delicia porque tienes la sensación de que el tiempo se ha parado en años de caballeros y cabreros.

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Atravesamos dos arroyos, el de la Viuda y el de los Lagares, con la sierra de El Ahigal al fondo.

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Disfrutando de la Sierra de Gata en su rincón más visitado. Trevejo es un imán para el turismo. Pero aquí la vida es otra, el campo sigue siendo el sustento de casi todos.

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Alcanzamos el Puerto de Trevejo, 725 metros de altitud, a punto de terminar la ruta. Como antigua comitiva que busca posada y descanso.

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A esta altura los piornos cubren la sierra y nos dejan dsifrutar de un paisaje de invierno. Es el tercer ascenso del día, tres sierras, tres.

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La sierra de Las Tres Rayas y esta vaguada que llaman Canto del Escaño, abajo el arroyo de Moncalvo.

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Llegamos al destino: Trevejo. Historia y esencia de la Sierra de Gata. Con unas decenas de habitantes tiene varias casas rurales, que dan vida a este pequeño enclave medieval. Dicen por aquí que además de una pequeña pedanía arrullada por las ruinas de un castillo, Trevejo es mucho más, es la esencia de la Sierra de Gata: el paisaje, la arquitectura, los escudos, el musgo, las tumbas antropomórficas, la espadaña…Hasta la propia carretera de acceso, rodeada de castaños o el precioso camino alternativo preparan al viajero para descubrir el secreto mejor escondido de Sierra de Gata.

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Apenas unos cuantos vecinos viven en esta pequeña aldea medieval. Su forma de vida es real, sorprendentemente ajena al turismo que a pequeñas oleadas altera su paz. Aquí todos hablan de Chón, su «alcaldesa» y merecedora de un busto de granito que adorna la entrada de su casa, los trevejanos miran entre asombrados y amables como su otrora humilde pedanía es hoy envidia de los pueblos más prósperos de la Sierra de Gata y admiración de los múltiples visitantes foráneos  que se acercan al lugar.

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La razón, esta fortaleza magnífica, hoy muy deteriorada, desafortunadamente. Sus orígenes son árabes, en torno al S. XII, aunque la parte hoy visible es tres o cuatro siglos posterior, de cuando las Órdenes Militares como las de Santiago y Alcántara dominaban estas tierras. Su semi-destrucción se debe a los franceses como habitual estrategia de retirada. Merece la pena subir hasta arriba del todo y contemplar las preciosas ruinas y espectacular paisaje. Las puestas de Sol desde lo alto de la atalaya son, sencillamente, espectaculares.

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Siempre he oído decir a los serragatinos que aquí la prisa no existe, ellos dicen que «el tiempo lo dan dao».  Para quienes amamos Extremadura la Sierra de Gata es un refugio, un referente, y lo es todo el año para el senderista: por sus cumbres, por el agua, por los valles, por los bosques, por la historia y porque vienes, y en cuanto entras, ya eres de aquí.

Dice Jose Miguel López, uno de esos enamorados y defensores de la comarca, propietario de una bellísima casa rural en Eljas -y conozco unos pocos empresarios de turismo en la Sierra de Gata que hablan con pasión de este entorno- dice que «la Sierra de Gata es, de verdad, uno de los últimos paraísos vírgenes que quedan en España. Un lugar que ha estado tradicionalmente aislado; la naturaleza desbordante, húmeda y variadísima, la arquitectura, la amabilidad de sus gentes y sus cauces de agua omnipresentes, la convierten en una especie de reserva natural al alcance de personas como tú que, de alguna manera, han llegado hasta ella» y como creo que son muy acertadas sus palabras, las hago mías. Tengo tantos amigos en la Sierra de Gata, que siempre que vengo estoy como en casa, y feliz.-

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Ruta del Cubo y el Castillejo. Santiago del Campo

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 La comarca de los Cuatro Lugares, lo conforman los municipios de Talaván, Monroy, Hinojal y Santiago del Campo; cuatro localidades que se asientan sobre la penillanura cacereña y que limitan al norte con el río Tajo y al sur con el río Almonte, justo antes de que este último vierta sus aguas en el largo e ibérico Tajo y ambos duerman obligados por el pantano de Alcántara antes de volver a chocar con la presa de Cedillo y luego pasar a Portugal. Los cuatros pueblos forman un cuadrado  geográfico que alberga, justo en el centro, el pantano de Talaván y que es atravesado por la carretera EX-390 que une la ciudad de Cáceres con Torrejón el Rubio, es decir, con el Parque Nacional de Monfragüe. Dehesas, grullas, tierra de dientes de lobos de pizarra, riscos, riberos, antiguos caminos medievales como dejan testimonio algunas joyas que aparecen cuando la sequía baja la cota del pantano: los Puentes de Don Francisco de Carvajal y Sande que cruzan los ríos Almonte y Tamuja, construcciones de 1.530 que facilitaban el tránsito entre Cáceres y Plasencia.

Este es el marco en el que el Ayuntamiento de Santiago del Campo organizó la I Ruta Senderista El Cubo y el Castillejo, que hace referencia a un antiguo molino y un castro prerromano por donde discurre el paseo. Los senderistas fuimos recibidos con un desayuno y terminamos disfrutando de un día magnífico en la I Feria Agroalimentaria. La ruta circular de 10 kms es una delicia, con paisajes y restos de la vida agrícola y ganadera de la comarca.

Aquí tenéis el track para GPS

Era una prueba de fuego para el ayuntamiento, cuando llamó para pedirnos consejo no esperaba reunir a 800 personas, pero fue un éxio. Las primeras luces sirvieron para recibirnos con una café y unas migas extremeñas en la Plaza de la Torre del Reloj, el comienzo de un día espléndido.

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 Santiago del Campo, algo menos de 300 habitantes, es uno de los pequeños pueblos de la provincia de Cáceres; en su renovada página web me topo con este texto que comparto con vosotros y que resume en pocas palabras lo que experimentas cuando vienes aquí: «Nos saluda un pueblo pequeño, sosegado, de los que dan sana envidia a ciudadanos cosmopolitas. Sus gentes hablan de casas cerradas, esperando al estío para que vuelvan a abrirse las puertas por quienes las cerraron para partir a otros lares; un buen hombre se apresura a decir que ya sólo quedan unos cuantos viejos, de esos que han trabajado toda su vida el campo, que casi octogenarios toman un hacha y marchan a desmochar su lote de olivos en la Dehesa Boyal, árboles centenarios que han sido mimados generación tras generación.»

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Salimos por la Era vigilados por la iglesia de Santiago Apóstol en las primeras luces de la mañana.

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 Por el camino de la Venta del Moro por el que vamos, las primeras luces se posan en la dehesa, un contraste de tonos que parece pintado para recibir a los senderistas que disfrutamos de esta hora mágica.

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 El núcleo está situado en una llanura quebrada. La mayor parte del término es ondulado, propio de la penillanura trujillano-cacereña, con pequeñas elevaciones entre las que destacan los cerros de las Vacas, Pajarero y Castillejo, y la loma de la Dehesa.

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El ayuntamiento sabe que es la primera vez que invita a tanta gente a conocer su pueblo y su entorno y cuida cada detalle, nos llevamos un pequeño recuerdo que dentro de unos años no servirá para decir que estuvimos en la primera ruta.

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Formamos una larga fila, que deja los llanos de los alrededores y se adentra en la dehesa, cerquita de lo que los santiagueños llaman Fuentesanta.

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El otoño regala estas cosas, en esta tierra pizarrosa, rica, las setas y hongos crecen por doquier. Y queda inmortalizada esta pareja

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En toda la penillanura cacereño-trujillana son habituales estas formaciones rocosas de pizarra que llaman dientes de perro o dientes de lobo y que aparecen siempre entre las encinas.

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 La dehesa es la magia de la simbiosis entre el hombre y la tierra, una admiración sostenible y sostenida con paciencia; estamos en el paraje que se conoce como el Ruedo. La rutina del ciclo de la vida continúa a pesar de la presencia de tanto extraño.

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 Dejamos la zona más llana y entramos en las estribaciones de los ríos, donde pequeñas ondulaciones del terreno, suaves lomas, nos obligan a un sube y baja constante pero cómodo.

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 Debe ser por esto, digo yo, que encontramos en nuestro camino muchos árboles ayudados a mantenerse erguidos. Bastones fabricados con pizarra, curiosas columnas de piedra sobre las que descansan los troncos; no lo había visto nunca, construido así.

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La ruta no tiene pérdida, sólo hay que seguir el camino, aunque hay que decir que algunas señales nos indican hacia dónde encaminar los pasos. Hacia el Molino del Cubo nos dirigimos.

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 Y así atravesamos el Arroyo de Gamones a Fuente Blanca, nada caudaloso pero aprovechado como todo en la dehesa.

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 El ayuntamiento ha restaurado este casa antigua de porquero con más de 200 años, el Chozo de las Corralás. La han recuperado con un taller de empleo y recuerda el oficio de porquero y las cochiqueras o corralás donde se cuidaba a las piaras de cerdos en la dehesa, un oficio bastante más suave y menos duro hoy en día.

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Desde el cerro donde se asienta esta choza descubrimos la razón obvia de por qué se construyó aquí, en el reino de la bellota, la dehesa extremeña.

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 Junto a la choza, las corralás, cochiqueras o pocilgas de los cerdos; el ayuntamiento quiere recuperar también estas viejas construcciones de pizarra en desuso.

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 Ya comento que el ayuntamiento de Santiago del Campo era consciente de que íbamos 800 personas, que era su primera ruta pública y no descuidó detalle, apoyo y avituallamientos, no faltaron.

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 En una de estas elevaciones, de algo más de 300 metros, la dehesa se muestra inmensa, se pierde a la vista en la penillanura cacereña, delante está encajonado y guiado el río Almonte en sus últimos coletazos, todavía no lo vemos.

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Cerca la autovía A-66 o de la Vía de la Plata atraviesa el Almonte gracias a uno de esos monstruos de la ingeniería, uno de los grandes puentes, y hay varios, que se han construido en esta zona para autovías, AVE, carreteras cnvencionales o conducciones de agua, un espectáculo.

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Otro punto de apoyo para los muchos olivos que se mezclan con encinas y robles en toda la dehesa, son harto curiosos… y bien pensados ¡qué mimo! ¿verdad?

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Termina el camino, perdido por lo años, hay que bajar al molino campo a través. Quedan apenas 800 metros.

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Otro aprovechamiento sostenible de lo que hay alrededor, usar la piedra de pizarra para fabricar un pequeño comedero para los animales, tiene un nombre pero no lo recuerdo.

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 Dehesa y dehesa, uso del bosque mediterráneo durante generaciones han moldeado este paisaje hasta hacerlo exclusivo. Santiago del Campo esconde estos rincones, pero tienes que venir andando.

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Mientras descendemos hasta el molino el Almonte asoma un poquito. Nos espera.

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 Este el Molino del Cubo, molino harinero con más de doscientos años de vida, que da fe de los antiguos oficios, el uso y aprovechamiento que se hacía de las caídas de agua. El molinero cobraba a quien necesitaba moler en especias, lo que se conoce como la maquila. Aprovecha un pequeño meandro del Arroyo del Lugar o de Santiago. Dicen los lugareños que hubo más molinos en este arroyo y en el Almonte que se perdieron con la construcción del pantano.

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Llegamos al molino, pero como la física no falla, todo lo que se baja, se sube…

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 Que me gustan los apoyos de los olivos, curioso también que en algunos de ellos, se construyese una pequeña pared, de pizarra por supuesto, que impedía que las aceitunas al caer del árbol saliesen rodando colina abajo. Es pura adaptación al medio, antropología, las cosas que aprende uno cuando caminas con la gente de aquí.

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 Seguimos remontando el arroyo hacia arriba para descubrir otra de las sorpresas que nos tienen preparadas, acabará siendo una ruta muy didáctica y completa.

 

 

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 LLegamos, se trata de la Charca del Tío Mendo, servía para asegurar que el Molino del Cubo, ribera abajo, tuviese agua para la molienda siempre, por lo que esta pequeña presa la almacenaba para soltarla sólo en los momentos de hacer funcionar el molino. No se descuida detalle el en campo, todo tiene un porqué.

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 Las sucesivas crecidas del arroyo han acabado con parte de la presa. Se llama Charca del Tío Mendo por la persona que lo cuidaba. arriba en el cerro la Choza del tío Milano, que sembraba productos en la vega de la charca.

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 Atravesamos las tranquilas aguas del arroyo sin mucha dificultad y seguimos el camino por una pequeña ladera de un lugar de nombre curioso: Pasil de la Centenosa. Pasil, un término casi perdido que hace referencia a la parte por donde puede atravesarse a pie una corriente de agua, o también y seguramente más apropiado para la zona que transitamos, es un vocablo que también se utiliza para designar el lugar de paso, estrecho necesariamente, entre dos fincas colindantes.

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 Tierra de encinas y setas, un tesoro buscado en otoño que hace las delicias de las mejores cocinas, la dehesa está llena de ellas.

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Siguiente parada, el castro prerromano del Castillejo, que da nombre a la ruta.

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Llegamos a la loma de otro pequeño cerro, desde donde observamos el lugar en el que acaba el Arroyo del Lugar anegado por el embalse de Alcántara.

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 Es sabido que las antiguas tribus buscaban asentamientos con fácil acceso al agua, este es el caso del Castro del Castillejo, de época prerromana, es uno de los muchos que se han datado en toda la cuenca del Tajo, estamos hablando del III al I mileno antes de Cristo. Se han encontrado estancias, restos de elementos como vasijas o fundición, se sabe que eran tribus dedicadas la pastoreo y la recogida de frutos silvetres.

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 Desde este promontorio el Almonte ofrece esta imagen que nos vuelve a mostrar el puente de la Autovía de la Plata.

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Regresamos de nuevo hacia Santiago del Campo por el camino del Molino del Cubo, dejamos atrás la zona más escarpada y volvemos al llano.

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 Ganadería en el paraje que llaman Pie de Sancha, se despeja la dehesa en los usos mas intensivos cerca del pueblo.

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 Así despacito y encantados con lo visto vamos llegando al pueblo, termina el paseo por los cuatro lugares.

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 La dehesa que nos ha acompñado en apenas diez kilómetros nos ha mostrado muchos de los antiguos oficios que mantuvieron a la gente pegada a su tierra natal, hoy ha cambiado bastante aquel mundo rural y duro; en Extremadura muchos pueblos envejecen, y miran ahora a nuevos yacimientos como el turismo para intentar fijar la poca población que va quedando.

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Para terminar un jinete nos regala esta imagen, buen final. es un privilegio vivir en este entorno, hoy afortunadamente cuents con servicios suficientes, esperemos que por mucho tiempo más.

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 La Iglesia de Santiago nos recibe en el lado sur del pueblo, paredes de pizarra delimitando fincas, dibujan un entorno rural muy habitual en Extremadura.

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 De cerca se ve así, la iglesia de Santiago Apóstol, ubicada en el Sur del pueblo, en lo que se conoce como Barrio Nuevo, es el principal patrimonio de Santiago del Campo. Su obra comenzó a edificarse en el primer cuarto del siglo XVI y se concluyó en el XVIII.

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 Como comentaba al principio en el pueblo se celebraba la I Feria Agroalimentaria y se ofreció caldereta de cordero a todo el mundo. Un remate final perfecto poder comprar productos de calidad, artesanía pura de la gastronomía: cerveza artesana, quesos, dulces,embutidos… así habrá que volver seguro.

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Santiago del Campo nos recibió con las primeras luces del alba y nos despide con esta luz de mediodía. Un día redondo para un paseo fantástico.

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 Venir a la dehesa es como cocinar paisajes: encinas, alcornoques y olivos, sobre una alfombra de hierbas silvestres, jara y romero. Un paisaje, humanizado pero sostenible,  es el resultado de una larga historia, que se remonta a la Reconquista, por ello es habitual que en él nos encontremos con árboles centenarios, encinas y alcornoques, aunque también pueden aparecer en zonas más húmedas fresnos y robles. En estas tierras que rodean el Parque Nacional de Monfragüe la belleza es la misma, seguramente no tan nombrada pero igual de apetecible. Enhorabuena a los organizadores, lo mejor, que te reciban con un sonrisa de oreja a oreja y que estén ellos más agradecidos porque hayas venido que tú por haber sido agasajado de principio a fin. Haced la ruta sin prisas y disfrutad de cada pausa, en Extremadura, el tiempo lo dan ‘dao’.-

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Ruta de los Castaños Centenarios y Era de San Bernabé. Valle del Jerte

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El Valle del Jerte, en el norte de la provincia de Cáceres, ofrece múltiples espectáculos, desde la popular fiesta del Cerezo en Flor al rojo de la cereza a finales de primavera, desde la otoñada en bosques de robles y castaños, pasando por sus pozas y saltos de agua, a la arquitectura tradicional en pueblos que te enamoran. Otros tesoros hay que buscarlos y, afortunadamente como hemos dicho más veces sólo se puede llegar andando a ellos. Casas del Castañar, como su nombre indica se rodea de castaños y robledales. Asentada en las faldas de la Sierra de Bernabé en el Sistema Central conserva varios de los que se llaman Árboles Singulares de Extremadura, mágnificos ejemplares que aquí son cinco castaños que en algún caso superan los 700 años. Nosotros hemos unido la ruta original de los castaños, de apenas cinco kilómetros con otra ruta denominada Era de San Bernabé, un magnifico mirador del Valle  que nos lleva a hacer unos doce kilómetros en total. Un paseo lleno de paisajes y sorpresas que no os dejará insatisfechos.

Aquí tenéis el track para GPS de esta ruta

Hemos tenido suerte, se anuncia un día de otoño limpio con nubes y claros, tras algunas jornadas de lluvia, que nos va regalar fotografías excelentes. El otoño en Extremadura son matices, luces, colores y muchos sabores; es tiempo de castañas, granadas, nueces, setas, madroños…. frutos del bosque que hacen más deliciosa cualquier visita.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Como cuentan en la web del Valle del Jerte sobre Casas del Castañar, «quien hoy viaje por la carretera que lo cruza creerá que se trata de un pueblo sumamente modernizado, a juzgar por los edificios levantados en sus laterales. Sin embargo, tomando cualquiera de las vías descendentes, se penetra en un caserío antiguo, llamativo y pintoresco, de elevadísimas casas entramadas, con solanas en el último nivel para mejor recibir el sol que secaba los pimientos, los higos, los melocotones, etc. Sorprenden las fachadas enjalbegadas, con encalados reverberantes que llegan hasta las vigas de la planta primera. Al igual que en otras poblaciones serranas, su urbanismo adolece de falta de planificación, con vías sinuosas y estrechas, ensombrecidas por los altos edificios.»

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La ruta arranca en la parte alta del pueblo, un panel informativo nos indica el punto de partida,  guiado a través de las marcas blanca y verde, no homologadas, aunque son iguales a las de un sendero local muy bien señalizado e indicado durante toda la travesía.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Salimos del pueblo por un camino que nos lleva entre pequeños huertos acotados por paredes de piedra en el paraje del Llano Herrero donde los castaños avisan de lo que vendrá después, un ejemplar centenario nos tiende la mano al borde del camino.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Es otoño y estos gigantes escupen su fruto protegido por vainas de espinas, lo tiran al suelo para ser recogido. Aquí la castaña es un bien que se recolecta y da dinero.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerca, un castañar nos ayuda a entender porque a las Casas le pusieron ese apellido. Es curioso, porque se ven plantones de estos árboles que son sembrados para aprovechar el fruto, el ciclo de la tierra y su aprovechamiento no se ha perdido.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerezos, robles y castaños, ese es el paisaje en la Sierra de Gredos, esta, la de San Bernabé, esconde el único pueblo de la comarca que no mira al valle: Barrado, donde por cierto hay otro árbol singular: El Roble de la Solana.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No mucho más arriba, la ruta se bifurca, hacia la era y hacia los castaños, como ya he dicho hemos unido las dos; nosotros caminos hacia la izquierda, siguiendo la senda de los castaños, ya nos uniremos a la otra un pelín más arriba.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Vamos ascendiendo y el valle se dibuja, Cabrero otro de los pueblecitos encantadores del Jerte se muestra así en un día claro de otoño. Las columnas de humo son debido a la limpieza y la poda de los cerezos que, aprovechando el otoño, reciben los cuidados necesarios tras el estrés del verano.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No tardamos mucho en llegar al paraje de Condilobos, donde nos encontramos el primero de estos druidas del bosque, el Castaños de Escondelobo, o Condelobo, más de 700 años de vida, cuando este portento comenzó a crecer no había nacido siquiera Cristóbal Colón.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Este patriarca del bosque nació en plena edad media en tiempos de Felipe IV, cuando la peste negra asolaba Europa y Francia e Inglaterra se batían en la Guerra de los Cien Años. Son dos de los mayores castaños de la especie Castanea Sativa  a nivel regional y nacional. Con nada menos que 9,21 y 10,77 metros de perímetro de tronco respectivamente la presencia de estos especímenes es sobrecogedora. Su enigmática forma y belleza hace que parezcan sacados de un cuento de hadas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta ha sido siempre tierra de robles y castaños, hay crónicas del siglo XVI del médico Luis de Toro que hablaban de la «infinita y numerosa selva de castaños» en el Valle del Jerte. Las enfermedades y el monocultivo del cerezo acabaron con casi todos ellos. Resisten muchos que se han plantado para su aprovechamiento, y otros como este de Escondelobo que han visto pasar generaciones y generaciones de vallejerteños que acudían bajo su copa a recoger el regalo de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recoger castañas es un oficio en el valle y llegado el otoño las familias se entregan a ello.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Repartidos aquí y allí aparecen grandes castaños en esta umbría serrana que nos tiene obnubilados mientras no paramos de disparar la cámara.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bosques rehechos, sembrados, aprovechables. La tierra lo da todo y todo se aprovecha. El valle se ha hecho ya a la medida del hombre, pero conserva su belleza, domada, eso sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Un poco más arriba sigue la fiesta de los gigantes, hermanos del Escondelobo, su tamaño impresiona y se asoman al camino buscando sus años de gloria.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Elevan sus ramas metros y metros como quieriendo agarrar el cielo, reclamando la luz que alimenta estos troncos, pilares de la tierra que han venido a sujetar la montaña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

A su alrededor el resto de árboles les miran con envidia y respeto; como de pequeños admirábamos a los más mayores, son dueños del bosque, los más admirados.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Son visibles en el camino, llaman la atención a primera vista por su tamaño y su porte, están repartidos aquí y allá y no sientes sus presencia hasta que no estás cerca, es como si el bosque los difuminase.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Primera sesión de fotos, después de centenares de disparos seguimos el sendero, una brecha en este desfile de robles y no tarda en llegar el siguiente gigante…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Le llaman el Castaño de los Realengos. La altura de este ejemplar de Castanea Sativa  supera los 25 metros y su perímetro de tronco es de 6 metros. El majestuoso árbol conserva además su porte natural, algo muy raro de ver en esta especie.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cuando Antonio se sitúa a su lado tienes la referencia de su tamaño, dice que no lo han cortado  nunca y que ha crecido sin ayudas ni podas,

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Su tronco es como el rostro humano: expresa los años, las cientos de veces que vivió el otoño y el invierno, la gente que pasó por delante, generaciones a las que ha sobrepasado; si estos centenarios hablasen…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Es tan mayor y recibe tantos cuidados que tiene su propio paisaje, vigila El Torno, en la solana del Valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino hace amigos y cruzamos nuestros pasos con un casareño que nos relata las bondades de la zona, gracias a él encontramos otro de estos castaños, este con una historia particular.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que desviarse a la izquierda del camino, y tomar una pequeña vereda que nos lleva hasta él unos metros más arriba, hay que fijarse bien pero si vas atento lo localizas a simple vista, encontrar el caminito no es muy complicado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El suelo del bosque tiene sus propios habitantes, sólo hay que saber mirar.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos contaba este amigo de las Casas que el tronco de este castaño era aprovechado por los cabreros para dejar protegidos a los cabritillos recién nacidos, hacían una pared de piedra, todavía visible,  los dejaban ahí mientras subían con las madres a la sierra para que se alimentasen

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La huella de los años es tan bella…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La Sierra de San Bernabé separa el Valle del Jerte de La Vera y el valle del Tiétar, en la zona que pisamos hay picos singulares: La Roza de la Cana-1049m-, Las Escobachas-1073m-, Cerro Bullón-1117m o Los Cerezillos-1110m- es una sierra densa.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El otoño apaga el paisaje con nieblas, con esa bruma que difumina las formas, insinua pero no enseña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Al borde del camino siguen apareciendo los restos del bosque centenario, hoy sería un espectáculo pasear por una arboleda llena de estas joyas de la naturaleza.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que dejar el camino y tomar una senda a la derecha para llegar a la Fuente de las Escobanchas donde el último de estos abuelos espera la visita, como siempre el entorno es tan mágico como ellos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Y aquí está el Castaño de la Fuente de las Escobanchas, árbol singular, de nuevo son dos castaños declarados Árboles Singulares al igual que sus hermanos anteriores,  presentan unos portes figurativos muy poco comunes que recuerdan a una gran mano. Sus perímetros de tronco superan los 7 metros.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos detuvimos lo justo porque nuestro compañero casareño nos advirtió que se había instalado en el árbol uno de esos enjambres de avispas africanas y ya tuvimos una experiencia desagradable hace tiempo con ellas y no es para andar con bromas sus picaduras son bestiales y dolorosas, y estaban, a fe que sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En fin continuamos la ruta por un pequeño sendero que nos devuelve al camino principal. Sigue muy bien señalizado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No ha llegado el otoño plenamente pero se intuye el color de la hivernada en el bosque, los robles se preparan para el invierno duro de la sierra, mejor tirar la hoja y dormitar hasta la primavera.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Mientras enlazamos una ruta con otra por una senda casi invisible ya en desuso, nos entretenemos con la naturaleza que sale a nuestro encuentro.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Algunos de estos castaños tienen formas caprichosas, heridas de los años, que los convierten en un amasijo de ramas, formas imposibles que tardan decenios en moldearse. Caprichos de la naturaleza para deleite de humanos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recuperamos el camino que nos llevará a la atalaya de San Bartolomé, andando entre árboles, gargantas y sonidos que se imaginan en cada imagen.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle cereza dormita, relaja la tensión y el esfuerzo del fruto, tiran la hoja los cerezos y los bancales que se elevan cada vez más, se llenan de hojas, ahora toca sanear, podar y descansar hasta que la Fiesta del Cerezo en Flor anuncie el comienzo de otro ciclo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En este punto podéis optar por volver la pueblo o continuar hasta la Era de San Bernabé, nosotros subiremos claro a disfrutar del Valle

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Y es que merece la pena seguir subiendo, desde este lado Los Montes de Tras la Sierra y El Torno, una de las localidades del Jerte consideradas balcones del valle; a la derecha dos picos: Cabeza del Santo y el Fraile.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle es una continuidad de colores, el río separa en dos estas montañas por su vértice más bajo. Rebollar otro de los núcleos vallejerteños. De la sierra bajan muchas gargantas a morir al Jerte: en lo que alcanza la foto las de La Puria, la de Los Anzuelos y la de Los Riscos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Abajo el Jerte, domado por el pantano de Plasencia, abandona su bravura y su belleza; bien es cierto que adquiere otra diferente que no le resta encanto. Seguimos caminando.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Según ascendemos, vemos el arranque del valle y el pantano en la zona más libre de bancales, más cerca de Plasencia, es, puede decirse, el prevalle, la Sierra de la Oliva, donde aún no han llegado los cerezos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Llegamos por fin a la Era de San Bernabé a nuestras espaldas, y aquí nos detenemos a disfrutar del espectáculo. Merece la pena.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Así comienza el Valle del Jerte, Plasencia al fondo y el pantano, luego el bucólico valle, el de las flores y el rojo cerezo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Fin de la ruta y vuelta atrás, las explicaciones en el cartel. Un poco de historia.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta es la Era de San Bernabé, sigue siendo pública y usada por los vecinos de la zona.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Regreso magnífico peinando el valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La niebla se ha levantado y los robledales muestran toda su paleta de colores, el sol está alto y acompaña en esta mañana de otoño.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Lo bueno del recorrido que hemos hecho es que no volvemos por el mismo camino, y disfrutamos de una ruta completa y distinta en todo su recorrido. Ahora, además, el Jerte tiene otra luz.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino de vuelta nos lleva entre bancales, donde la actividad es evidente, preparan los cerezos para el invierno. La tierra hay que cuidarla.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bancales de ensueño que convierten al Jerte en ese lugar tan singular, caminamos por el paraje de La Cebadilla por una pista ancha y cementada.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle tiene todas las estaciones y un encanto especial en cada una de ellas. El otoño, también es una fiesta en el Jerte, la llaman la Otoñada, y coincide con la Calvotá, la fiesta de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Alcanzamos Casas del Castañar, ahora por la parte más baja donde nos recibe el pequeño parque construido sobre una  garganta, rincón fantástico para despedir la caminata.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

Cada vez que piso el Valle del Jerte noto que mi cámara de fotos se pone nerviosa, al igual que los ojos, abre el diafragma como si no quisiera perder ni un píxel de belleza, se emociona con los tonos y los capta con tanta delicadeza como si pintase óleos gigantes de lugares idílicos; enfoca los detalles, busca los rincones, los árboles, gargantas, senderos, capta el sonido del agua cuando la inmortaliza, elige la velocidad adecuada para mirar la realidad de la que quiere apoderarse. Mi cámara no pierde detalle porque huele el Jerte antes de que aparezca; dispara cientos de imágenes que guarda en la memoria con la delicadeza de lo frágil, tanto como el equilibro que mantiene este paisaje y lo muestra encantado a quienes quieren compartirlo. Cuando regresas a casa y descargas el trabajo en tu ordenador, aún huele a Jerte, aún huele a otoño.-

©vicentepozas2014

Ruta Valle de los Tejos. Las Hurdes

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En Extremadura apenas quedan unos 230 tejos distribuidos por las Hurdes, Valle del Ambroz, Valle del Jerte y La Vera, lo que ha motivado su catalogación como especie en peligro de extinción dentro de la región. Esta especie de árboles fue reverenciada por los druidas, la casta sacerdotal del pueblo celta, quienes consideraban al tejo un árbol mágico con el que elaboraban sus ungüentos y realizaban conjuros. Además, con sus ramas fabricaban bastones mágicos y con palillos de este árbol predecían el futuro. La agrupación de Los Tejos de El Cerezal es la mejor conservada de Extremadura se encuentra en Nuñomoral, concretamente en la pedanía de El Cerezal, en pleno corazón de Las Hurdes. En este paraje se encuentran 56 tejos de más de 3 metros de altura conocidos como los Tejos del Cerezal que han sido declarados Árboles Singulares. La ruta que nos lleva hasta allí está bien señalizada, discurre por la Verea del Correo y tiene algo más de 10 kms, nosotros salimos de Nuñomoral, pero se puede acortar mucho más. En esta ocasión la hicimos con el Club de Senderismo Michaelus

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores

Iniciamos la marcha en Nuñomoral, junto a las aguas del río Hurdano, alargamos así el paseo y disfrutamos de las serpenteantes curvas del cauce y del paisaje local

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Nuñomoral nos recibe con la tranquilidad de un sitio pequeño, la rutina de costumbres que rompemos un pequeño grupo de senderistas camino del monte. Atravesamos Nuñomoral y seguimos la carretera hasta la pedanía de El Cerezal, separada apenas por un kilómetro de distancia.

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 La carretera, apenas transitada, es aconpañada por un pequeño acerado que facilita el paseo, rodeados de pinos recorremos los pocos metros que separan ambas localidades.

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 El Cerezal es una de las diez alquerías que pertenecen a Nuñomoral con algo más de un centenar de personas. Cuenta la tradición que este pueblo estuvo situado en los años de su creación en el lugar llamado «El Manué», o sea, antes estaba más retirado de la garganta denominada «Arrocerezal» que en la actualidad. Refieren que es el pueblo más frío de todas Las Hurdes, ya que se levanta prácticamente en la confluencia de tres ríos: el Hurdano, el Malvellido y el Arrocerezal.

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 El río Hurdano muestra una de las estampas más típicas de la comarca, los meandros que dibuja el agua buscando su salida hacia el río Alagón, curvas imposibles en este suelo de pizarra difícil de erosionar.

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 Cerezal con numerosos recursos naturales, es conocido como el pueblo de los ríos y los puentes, se juntan el río Malvellido y el río Hurdano y finalmente éstos se unen con el Arroyo «Arrocerezal» por lo que podemos encontrar numerosas zonas de baño.

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 Atravesamos la alquería buscando el camino que nos lleve hasta el embalse de Arrocerezal, inicio oficial de la ruta por el Valle Juana.

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 Paisaje hurdano, pinos, pizarra, olivos y cerezos, y sierras. Frente a nosotros el pico Arrobuey, 1403 metros de altitud.

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 Otro pequeño tramo de carretera nos lleva hasta la presa del embalse para encontrar la vereda que buscamos y llegar al mirador de Los Tejos. Al paraje lo llaman La Reboya.

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 Hay que cruzar por la pared de la presa. Es un embalse pequeño, el de Arrocerezal tiene una capacidad de 0,194 Hm3, pertenece a la Cuenca del Tajo y abastece a los habitantes de Nuñomoral, Cerezal y Rubiaco.

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 Rodeamos el embalse por el lado que nos apetezca, porque como digo es pequeño y ambos caminos se unen en el curso del arroyo, justo al final donde comienza el valle de los Tejos. Una sugerencia, como es camino de ida y vuelta aconsejo hacer la ida por un lado y la vuelta por el otro.

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 Cualquier época es buena para hacer la ruta, en este caso la primavera ofrece una gama de colores magnífica, pero en otoño también es aconsejable, esa paleta torna a ocres y rojos y el valle también es magia

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 La ruta discurre por uno de esos caminos que unían pueblos, en este caso La Verea del Correo, que viene desde Caminomorisco. Cuenta la historia que era un antiguo camino que recorría el cartero Francisco Palomo, para llevar la correspondencia a los pueblos de la zona, este trayecto comenzaba en Casar de Palomero y finalizaba en El Cerezal.

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 Todo aquel que camine por los senderos de Las Hurdes habrá disfrutado de sus veredas, en los últimos años y con dinero de Europa para desarrollo rural se han hecho importantes inversiones en recuperar estas vías, señalizadas y con todo tipo de infraestructuras que facilitan la travesía, además de paneles informativos en cada tramo; la verdad es que es una delicia caminar por Las Hurdes, su web además ofrece amplia información sobre todos ellos

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 Una vez cruzado el arroyo comenzamos el ascenso por una vereda bien preparada, en este punto tenemos dos opciones, desviarnos a la izquierda siguiendo la Garganta del Arroyo y adentrarnos en el mismo Valle, o seguir por el sendero hasta el Mirador de los Tejos, ambas opciones están señalizadas. La del Mirador es un tramo de fuerte pendiente en espiral que requiere un pequeño esfuerzo, aunque este merece la pena.

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 En cualquier caso, volver la vista atrás es disfrutar del paisaje de Las Hurdes, un entorno único, una sucesión de valles y sierras, agua y pizarra.

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 Ahora lo mejor es concentrarse en el sendero, esta vereda en zig zag que obliga a reservar todo el aire, esfuerzo de apenas un kilómetro pero que merecerá la pena. Fijaos en la pendiente, el desnivel y la diferencia de los que vamos subiendo.

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 El Mirador de los Tejos ofrece una panorámica del valle muy bonita, es un mirador escondido, pero no os confundáis, si queréir ver Tejos, a pesar de su altura, o traéis unos buenos prismáticos, o venís con alguien que os diga cuales son o mejor tiráis por el otro sendero y os colocáis junto a ellos.

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 Bueno, como consolación, junto al mirador han sembrado uno de estos árboles pero todavía es muy pequeño, de aquí a unos años, unos cuantos, será un gran árbol.

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 De cualquier manera la vista desde el mirador merece la pena, es una delicia, y repones fuerzas y tomas aire porque la subida a supuesto un gran esfuerzo.

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 Desde aquí se distinguen algunos ejemplares de Tejo pero hay que tirar del zoom de la cámara.

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 El Valle de los Tejos o el Valle Juana o Los Tejares, con todos estos nombres se conoce este pequeño valle que baña el arroyo del Cerezal que nace en la falda del pico Tejada, en la Sierra del Horno, que se alza hasta los 1.191 metros.

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La vuelta es desandar lo andado, ahora bajando claro, que se agradece un poquito.

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 Este es el cruce del que os hablaba antes, si queréis disfrutar de los Tejos de cerca, seguid dirección hacia La China, una piedra en medio del camino por un sendero algo más peligroso, por lo resbaladizo, pero que merece la pena. He visto muchas fotos de la zona, nosotros íbamos en grupo y optamos por el mirador, pero volveré a buscar ese desvío y disfrutar de Los Tejos.

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 Cruzamos el arroyo por este pequeño puente, a mí en la foto no me apareció un Tejo, me parecio un Teo…

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 El entorno es serrano, de vegetación abundante, de rivera y sierra. El camino está bien preparado y facilita la caminata, aunque algunos prefiramos los senderos más naturales sin tanto cemento, a pesar de estar cubierto de pizarra.

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 Las Hurdes es color, olores, caminos, piedra; te pares donde te pares disparas la cámara y cuando ves el resultado recuerdas cada paisaje. Esta es la Verea del Correo, la que recorría a diario Francisco el cartero, trayendo la carta esperada, la noticia dolosa, la esperanza, el amor, la tristeza, el recuerdo o el beso en palabras.

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 Volvemos al embalse, ahora lo recorremos por el lado contrario, es una opción muy buena ya digo, para no repetir en exceso.

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 Al fondo Nuñomoral, asomado entre valles, vigilando las aguas del río hurdano, finaliza la ruta para nosotros en El Cerezal, desde donde, aprovechando que la ruta es cortita, irenos hacia El Gasco para disfrutar del Chorro de la Meancera, o Miacera y probar la Ensalada de Limón, un típico plato hurdano.

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 Quienes han escrito de Hurdes, quienes han venido, los que se quedaron, los que vuelven hacen suya la máxima de que esta comarca engancha, te superan los paisajes por la magia que desprenden.

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Este es uno de esos tesoros escondidos, un derroche de la naturaleza; el valle de los Tejos, no es demasiado conocido, excepto para naturalistas, estudiosos o hurdanos. Uno de esos lugares de interés comunitario, LIC, una figura que ha servido para proteger decenas de rincones en Extremadura, ponerlos en valor y darlos a conocer por fin. Los hay más nombrados, visitados, este no lo es tanto. Pero Las Hurdes te invita, de principio a fin, a perderte en sus caminos, dejar las carreteras y descubrir maravillas de la naturaleza que se conservan para disfrute de todos, aunque desconozcamos que lo que tenemos alrededor es una gran isla del tesoro. Pues eso, no perdamos el trocito de alma de infantil que nos queda, como los niños perdidos de Peter Pan, y salgamos a descubrirla; la mejor manera de hacerlo es… Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2014

Ruta Garganta del Caozo. Valle del Jerte

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 El Valle del Jerte es, sin duda, uno de los lugares más bellos de Extremadura, este enorme valle en V recorrido por el río Jerte es un ejemplo de sostenibilidad, donde agricultura, turismo y desarrollo forman un todo que ha hecho posible el milagro: que el valle sea un reclamo todo el año. Un lugar encantado y encantador donde el cerezo en flor es una fiesta, la otoñada un regalo de colores, el verano es riqueza y rojo cereza y el invierno es nieve en las cumbres de Gredos. Uno de sus tesoros, son sus gargantas, caídas de agua, pozas y desniveles que son un reclamo, rincones escondidos que se convierten en regalo para el visitante. Una de estas gargantas es la del Caozo entre Piornal y Valdastillas; la ruta que haremos parte de la localidad de Navaconcejo, en la zona baja del valle y sube hasta la mitad de la falda de Gredos donde se encuentra esta magnífica caída de agua. Nosotros haremos la ruta circular, con salida y llegada a Navaconcejo, subiendo por el camino real y bajando entre bancales de cerezos después de disfrutar de la cascada. 18 kms para enamorarte del valle que hicimos con el grupo de senderismo Catelsa Cáceres.

Os dejo el track para GPS de un compañero de ruta Teófilo Amores

 Iniciamos la ruta paralelos al río Jerte antes de afrontar la subida hasta la cascada del Caozo por una pista ancha, debemos cruzar la carretera N 110 que atraviesa el Valle del Jerte.

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Casi hasta la garganta transitamos por el Camino Real que une Navaconcejo con Piornal, el pueblo más alto de Extremadura a 1.175 metros de altitud, nosotros nos quedaremos a mitad de camino para tomar una ruta alternativa que nos lleve a la cascada.

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Tuvimos la suerte de hacer la ruta en junio, con los cerezos del Jerte en pleno apogeo y disfrutar del espectáculo de la fruta de la cereza en su mejor momento.

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Son días de mucho ajetreo en el valle, la cereza es delicada y hay que recogerla antes de que se estropee o algún fenómeno climático, como las tormentas, pudiese dañarla. Hay dos millones de cerezos en el Valle del Jerte y la actividad es constante.

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Jerte se caracteriza por su cereza picota, exclusiva del valle, muy apreciada por su sabor y su carne. Una recogida que llevará la cereza a toda Europa y América y que es el motor económico de la comarca.

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El camino está señalizado, transitamos por el Pequeño Recorrido CC 15, es todo subida hasta la garganta, con algunos repechos importantes, de hecho el trazado completo, hasta Piornal tiene un desnivel acumulado de 900 metros

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 La ascensión rápida te deja el regalo de  contemplar el valle desde lo alto. Jerte es una delicia y se disfruta con vistas generales como esta. Abajo Navaconcejo de donde hemos partido.

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 El camino está salpicado de bancales de cerezos, comunes en la zona y todo un espectáculo, pero tambien de bosques de robles y castaños, la sombra se agradece en un día caluroso.

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La magia de los colores y las primeras luces del día te embelesan y animan a seguir caminando. Es el valle más escondido, el que no se ve desde la carretera, un valor añadido que ganas caminando.

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La tentación es roja. Jerte se organiza en cooperativas y cuenta con Denominación de Origen propia, es de las más activas de Extremadura y la de mayor éxito. Caminar entre cerezos es una delicia, y una tentación constante.

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La picota del Jerte es grande en salud. Tiene ocho vitaminas, potasio, calcio, sodio y magnesio. Es diurética, no engorda y es un potente antioxidante, por lo que frena el envejecimiento y favorece la eliminación de toxinas.

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 Aunque te distraigan los cerezos, casi caídos por el peso de la fruta, seguir el camino es fácil, no obstante hay que estar atentos a algunos cruces, es un sendero que se divide en muchas ramificaciones que dan acceso a las fincas. Como todo, es cuestión de seguir la señalización.

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 Entre cerezos y bancales la naturaleza se desborda en un valle fértil, de temperaturas templadas en verano y primavera. El Valle del Jerte es visitado cada año por miles de personas, su oferta turística de servicios es cada vez mayor y más variada.

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 El Valle del Jerte, en el norte de Extremadura, es famoso por la floración de los cerezos en primavera; un increíble espectáculo de más de dos millones de árboles tiñendo de blanco las laderas del valle que con los primeros calores del verano se tornan en rojo intenso.

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 El Valle del Jerte se encuentra entre dos cadenas montañosas dentro del macizo de Gredos: la Sierra de Tormantos al sureste (en el macizo central) y los montes de Traslasierra y sierra de Béjar al noroeste (en el macizo occidental de Gredos). Nosotros estamos en las faldas de Tormantos. Si os fijáis, a pesar del calor de junio, aún quedan neveros en la sierra.

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 Es necesario coger fuerzas, aliento, también obligatorio detenerse a disfrutar del entorno. El Valle del Jerte ha sido históricamente el paso natural de Extremadura a Castilla. Tierras de trashumancia, todavía se emplea el Camino Real para conducir al ganado en su viaje a los pastos de verano. Estamos en el Canchal de Truena

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 Reiniciamos la ruta, paseando entre bancales y es que siguiendo una tradición familiar de siglos, más de dos millones de cerezos se cultivan artesanalmente en bancales labrados en las altas montañas del Valle, entre manantiales cristalinos y aire puro.

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 En un alto despejado de la subida, la imagen del valle en su inicio es sencillamente genial. Al fondo Plasencia, el pantano del Jerte y en primer término Valdastillas.

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 Por un momento dejamos el camino amplio y pisamos pequeñas veredas mientras caminamos entre robles y castaños que en esta época están exultantes, generando un fruto que aquí también es muy apreciado, la castaña,  antes de que el otoño los envuelva en esa magia de amarillos, ocres y rojos. Un rincón que llaman el Viñazo de las Ánimas.

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 Andaremos algo menos de un kilómetros por una de las pequeñas carreteras de montaña que hay en el valle para llegar hasta la garganta, no tiene mucho tráfico pero hay que ir con cuidado. Si os fijáis hasta la carretera llegan las cerezas que casi la invaden.

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 Alli está la Garganta de Bohonal que en su caída desde la alturas crea la Cascada del Caozo, un lugar muy visitado.

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 Esta es la cascada del Caozo, recibe cientos de visitas a diario, y es una pena que hoy no se pueda ver sin esa discutible estructura de hierro que a modo de balcón han colocado en la mitad de la foto.

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 Si subes más arriba tienes esta perspectiva de la pasarela, el flujo de visitas es constante. El tamaño de la cascada, también.

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 Agua de sierra, agua de nieves, de manantiales que, en su afán por llegar hasta las aguas del Jerte, crean estas caídas de agua naturales que son un espectáculo.

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 En el Valle Jerte hay muchas gargantas, algunas conocidas como la de Los Infiernos donde están Los Pilones, una marmitas naturales horadadas en la roca que son una delicia para el baño; otras como la de Las Nogaledas, la de los Buitres, la de Las Monjas, la de La Puria o la de Bohonal en la que estamos completan el mapa del agua del valle.

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 Curiosamente este arroyo tiene otra caída más abajo, la de Calderón menos conocida, menos accesible pero también muy bonita. A esta, por cierto, también le han colocado una pasarela un tanto extraña.

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 Me enamora el Valle del Jerte, su luz es un canto a la armonía, me subliman los contrastes, los rincones, los detalles y la orografía del valle es propicia para ello. Reconozco que me gusta el valle todo el año, si ahora en verano este bosque es un regalo, en otoño perderse entre caminos y senderos, bosques y bancales, es inundarte de un sentimiento de paz dificilmente explicable si no has venido. Si a esto le añades sus pueblos de adobe, madera y piedras, es justo reconocer que el Jerte es uno de los mayores tesoros que poseemos en Extremadura.

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 La Fuente del Caozo, una de las dos que flanquean la garganta, buena ocasión para llenar botellas de agua.

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 Tras disfrutar del espectáculo de la Cascada del Caozo, iniciamos el descenso a Navaconcejo, lo haremos seguiendo el vericueto de caminos que peinan la sierra para dar acceso a las fincas.

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 Tomamos por un instante la carretera que baja al Valle antes de meternos entre bancales y comprobar como se trabaja a contrarreloj en el valle y como las cerezas van directamente del árbol a las cajas que no tardarán en alcanzar los mercados.

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 En cualquier rincón, el valle te enseña los dominios inmensos que lo hacen tan particular. En primer término Valdastillas, enfrente El Torno, el mirador del valle y por encima el pico Pitolero 1.352 m de altitud.

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 Me chiflan los bancales, escaleras y escaleras que suben la montaña y que han hecho posible el milagro de las cerezas en el Jerte. Están construidos casi con perfección y se cuidan continuamente para mantenerlos.

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 Regresamos al pueblo en una bajada que nos llevará hasta el río, rodeados de cerezos y gente trabajando.

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 La piedra y la madera son una constante en las construcciones jerteñas, aquí se aprovecha todo.

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 Caminando entre picotas. Sólo en un entorno así de único, con un microclima privilegiado, pueden cultivarse las mejores cerezas de España.

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 Bancales y bancales, cruzamos por caminos y pistas, cerca de la garganta de Balaflor estamos en el paraje de Los Molinillos, ya alcanzamos Navaconcejo con la vista. El descenso se suaviza y no tardaremos en llegar.

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 Nos esperan los amigos de una de las cooperativas de Navaconcejo con el mejor regalo de todos, cajas de cerezas que compramos todos los que vamos como recompensa por el camino andado y para saborear tranquilos en casa lo que hemos visto con nuestros propios ojos.

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 Del árbol a casa en tan sólo un instante. Cerezas del Jerte que se extienden por otras comarcas del norte de Extremadura buscando ese clima necesario para hacerlas crecer; hay muchas cerezas, sin duda, pero las del valle saben a Jerte, y eso es inimitable.

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 El Valle del Jerte en la Sierra de Gredos, un paraiso natural de gran valor, arquitectura, gargantas y bosques bañado por las aguas del Río Jerte. Su nombre se los dieron los árabes quienes bautizaron al río con el nombre de Xerit o Xerete, cuya traducción sería: río de aguas cristalinas o río angosto.

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 El Valle del Jerte es un pequeño edén para el senderista pues te ofrece la oportunidad de descubrir los rincones más singulares a través de una red de senderos que discurren por parajes singulares de gran belleza. Itinerarios de pequeño recorrido, de baja dificultad, para realizar en media jornada o jornada completa. Caminar por el valle, disfrutarlo, descubirlo, o redescubirlo, o recordarlo, el valle no te puede dejar indeferente si el día que vienes te has puesto los ojos de ver, dale al modo admirar y déjate llevar por un mundo fantástico donde el hombre y la naturaleza han hecho un pacto de siglos para mantener el equilibrio; una simbiosis eterna de la que ellos viven y nosotros gozamos.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta dómenes La Zafra. Valencia de Alcántara

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 Valencia de Alcántara, corazón de la frontera hispano-portuguesa, ciudad, más de dos veces milenaria, puerta para los adioses y bienvenidas en las nuevas rutas europeas. Valencia de Alcántara es conocida por su conjunto de 41 Dólmenes, declarado Bien Cultural, que constituye el mejor foco megalítico de Europa. Es capital de la campiña fronteriza zona de rica oferta turística, por su caracter de frontera natural, tanto en la localidad como en cualquiera de sus pedanías; pequeñas aldeas con características diferenciadas que conforman la llamada «Campiña Fronteriza»: Jola, La Aceña, Alcorneo, Las Casiñas, La Fontañera, Las Huertas de Cansas, Las Lanchuelas, San Pedro y El Pino.  Las rutas de los dólmenes están muy bien señalizadas y se han recuperado los entornos en los que se sitúan estos monumentos funerarios, que a pesar de su antiguedad, se levantaron en el cuarto y tercer milenio antes de Cristo, se conservan en buen estado algunos de ellos.  Las rutas trazadas son cortas, esto permite hacer varias en una jornada. Nosotros Vamos a realizar la denominada Ruta de La Zafra, cuatro dólmenes, un quinto ya desaparecido, alguno casi intacto, en apenas 6,5 kms, en una ruta circular y sencilla.

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores

Un panel informativo al inicio de la ruta nos da idea del trazado, sencillo, casi llano a pesar del dibujo de desnivel acumulado, cómoda y muy apta para curiosos.

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 Antes de entrar en Valencia de Alcántara por la N-521 hay un pequeño polígono industrial, ahí podemos dejar los coches, el inicio de la ruta está justo enfrente. En esta caso, guiados por Teo, la hicimos con Los Prisiñas, antes claro recibimos algunas explicaciones de la zona.

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Iniciamos la ruta por la Calleja del Paje antes de desviarnos, siguiendo las señales hacia el interior de la finca de Zafra donde se conservan los dólmenes.

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Tras dejar el camino accedemos a una pequeña vereda que sortea el arroyo Barbón cerca del cortijo de Paje antes de rodearnos de evidencias de antiguas civilizaciones.

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Al ascender un instante vemos Valencia de Alcántara al fondo y sobresaliendo la torre de la ermita de Nuestra Señora de Rocamador, otro tesoro, aunque éste gótico.

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 Pisamos civilización romana, caminamos sobre la antigua calzada romana, vestigio de aquellos pueblos, este asentamiento la ‘Valentia Lusitana’ que según algunos historiadores comenzó tras  la decisión del procónsul Décimo Junio Bruto de ceder a los pastores-soldados del asesinado Viriato unas tierras y un oppidum ( fortificación) en los que establecerse de forma sedentaria y controlada.

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Aquellos mismos soldados y guerreros mirarían con recelo esas construcciones titánicas de toneladas y toneladas de peso, desconozco si conocían su origen y su finalidad veneradora, pero sabiendo de sus supersticiones, se guardarían muy mucho de tocarlas o utilizar sus piedras.

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 La ruta está señalizada en todo momento y cuenta con paneles explicativos junto a cada monumento. Llegados a este punto cabe preguntarse qué es un dólmen? Propios del final del Neolítico, hace unos 5.000 años, los dólmenes son un tipo de monumento funerario megalítico. Suelen estar formados por enormes losas de piedra verticales que sostienen una horizontal a modo de techo, que recibe el nombre de losa de cobertura. La mayoría de estos monumentos son tumbas colectivas donde se enterraba a los difuntos de los poblados vecinos junto a un discreto ajuar funerario.

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Aquí está el primero Dolmen Zafra I, del que sólo quedan restos, apenas dos losas de piedra sin cámara ni corredor.

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 Le protege un bosque de alcornoques y encinas de la dehesa extremeña, lo rodean como si le estuviesen velando, curiosa escena imaginada. Este primero está junto a la calzada romana por la que veníamos. Bien indicado, repito.

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Nos desviamos apenas 300 metros y ya vemos el panel explicativo del siguiente dólmen Zafra II, este un poquitín mejor conservado

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 A diferencia del anterior aquí son cinco las losas de piedra, ortostatos dicen los arqueólogos, y además es visible el corredor largo, también construido con granito. La cubierta no se conserva. En este lugar se encontraron materiales y utensilios de la época que se llevaron al Museo de Cáceres.

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 Las losas tienen dos metros y medio de altura. Los dólmenes eran una obra titánica, pues precisaba la participación de cientos de hombres durante mucho tiempo. Cada losa podía llegar a pesar 100 toneladas, que en unas ocasiones se extraían de una cantera vecina y en otras, eran transportadas desde lugares muy lejanos.

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Con gente alrededor nos hacemos una idea más precisa de sus dimensiones.

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 No sólo los monumentos funerarios llaman la atención, hay restos de huellas humamas en muchas de las piedras de alrededor, éstas se encuentran junto al dólmen que estamos visitando.

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 Desde este promontorio, por cierto, se disfruta de buena parte de la campiña, con Valencia de Alcántara en mitad de la imagen y Marvao, siempre impresionante, al fondo en tierras portuguesas, estamos en la frontera.

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 Y seguimos. Vamos a por el tercero, a medio kilómetro de distancia ya por una pista de tierra amplia, este es el más bonito de los cuatro.

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 El dolmen Zafra III se encuentra sobre un promontorio natural, junto a una encina. Constituído por una cámara poligonal alrgada en granito, conserva siete ortostatos con una altura máxima de 1.80m, estando roto uno de ellos. Posée la peculiaridad de conservar una talla cóncava en la parte interior para facilitar su anclaje con la parte superior. No se observan restos de corredor ni de túmulo.

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 Los más destacable es que conserva la cubierta, una enorme losa de granito que es difícil imaginar como llegó a colocarse pues debe pesar unas cuantas de toneladas.

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 Es relativamente pequeño, en comparación con otros de la comarca, pero es majestuoso y su figura llama la atención, no sólo por sus cinco mil años y por mantenerse en pie, si no por su situación estratégica.

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Dólmen, en bretón, hace referencia a ‘mesa grande de piedra’. Hay miles de ellos repartidos por toda Europa Occidental, sobre todo en la parte atlántica, en España se cuentan por cientos, en Extremadura hay decenas de ellos.

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Junto a este dólmen, algún artista ha construido una réplica en miniatura que llama la atención de todo el grupo. Un pequeño souvenir que dejamos inmortalizado.

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Mientras va llegando el grupo, disfrutamos de la presencia de esta mole de piedra e imaginamos las celebraciones y rituales alrededor de él.

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Otra imagen con gente alrededor para que os hagáis una idea de su tamaño.

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Justo detrás del dólmen Zafra III sale un camino que nos llevará hasta el último de ellos. Sigue señalizado perfectamente.

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Desde esta zona más alta de la finca se ve Portugal con claridad, destaca Marvao, otra vez, villa amurallada, nido de águilas.

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Descendemos detrás del dólmen y enfilamos el camino que conduce al último de los monumentos de la ruta.

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Curiosamente se sitúa en la mitad de dos fincas, forma parte de la pared que las separa, tan es así que junto a él se ha construido un paso canadiense para los animales

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Aquí está Zafra IV. Conserva cinco ortostatos que forman una cámara con tendencia circular. Los ortostatos no están apoyados uno sobre el otro como es común en los dólmenes de la zona. El diámetro de la cámara es de 3.60m. No hay restos de túmulo ni de corredor.

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En los dólmenes más característicos del área alentejano extremeña la primera losa en colocarse era la de la cabecera, que se situaba frente a la entrada de la cámara. Suele ser la de mayores dimensiones. Luego se colocaban las de los lados apoyadas unas en otras hacia el interior, de tal manera que la central recogía parte de la carga de todas los demás. Muy a menudo por el exterior se colocaban piedras de refuerzo.

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A pesar de que sean parecidos, cada uno de ellos tiene un encanto diferente. Las explicaciones de los paneles te ayudan a comprenderlos algo mejor, desde la admiración de algo que traspasa nuestra propia historia.

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Volvemos disfrutando con los restos de civilizaciones de la zona, como la calzada romana que presenta algunos de sus tramos bien conservados, con las pertinentes explicaciones de Teo, todo se ve mejor.

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No son los únicos vestigios, encima de una piedra se descubren restos de lo que debió ser un molino bastante rudimentario. Restos de civilizaciones que lo primero que aprendían era a utilizar la piedra.

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Así han llegado sus caminos y calzadas hasta nosotros. Piel de piedra hecha para perdurar. De hecho, no lejos de aquí se encuentra el puente romano de Alcántara que pesar de sus 2000 años de vida y su impresionante altura sigue en uso.

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Sólo resta ya el camino de vuelta, marcha atrás por donde hemos venido, hasta llegar de nuevo a la carretera, donde un hito anuncia la ruta que nosotros nos llevamos ya. Sencilla pero muy emotiva.

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Tierra fronteriza, lo lleva en el adn, parque internacional del Tajo, título que defiende junto a Portugal para poner en valor aquello que aún hoy nos separa. Tierra rica, bilingüe.

Pero este territorio es mucho más que una reserva de vida silvestre. Su situación estratégica y fronteriza ha sido a lo largo de la historia asentamiento de diversos pueblos y culturas que modelaron con el paso del tiempo el actual y valiosísimo patrimonio histórico-artístico.
Cuevas y abrigos con pinturas rupestres, restos megalíticos, dólmenes, y numerosas construcciones con influencias romanas, árabes, judías o cristianas, aparecen dispersos por el territorio, con algunos ejemplos considerados los mejores existentes de sus épocas, como el magnífico puente romano de Alcántara o el conjunto megalítico que rodea a Valencia de Alcántara. Un tesoro que, por fin, se ha puesto en valor.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2014

Ruta Laguna del Barco. Gredos

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 Entre Extremadura y Castilla León se sitúa el Sistema Central, una frontera natural. Modelada Por la erosión en épocas glaciares, la Sierra de Gredos, es una espectacular sucesión de lagunas, circos, gargantas, cuchillares, riscos, galayos y depósitos morrénicos. Es un paraíso turístico, lleno de posibilidades. La Cordillera Central se presenta como una alargada cadena montañosa que se levanta en el centro de la Península Ibérica y que sirve de separación a las cuencas y mesetas de los ríos Duero y Tajo. Son multitud los senderos que la atraviesan, muchas las rutas, refugios, lagunas y recorridos de los que difrutan senderistas y montañeros. Sus lagunas son míticas. Hoy vamos hasta una de ellas, la Laguna del Barco. Es una ruta de montaña, como todas las de Gredos con fuertes desniveles acumulados. 21,5 kms que iniciamos en la Nava del Barco y terminaremos en Puerto Castilla en la comarca de Aravalle.

Os dejo el track para GPS del club La Vereína con la que hice la ruta.

Empezamos la caminata en la Nava del Barco, al norte del Macizo Occidental de Gredos, junto a la garganta de Galingómez, que baja de la laguna del Barco y vierte sus aguas en el Tormes. Con apenas un centenar de habitantes, este típico rincón de sierra, está acostumbrado a la presencia de senderistas y montañeros; desde aquí se accede a algunas de las rutas más transitadas: La Laguna de la Nava o la del Barco.

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Conserva, casi intactas, casas con fachadas bien conformadas de mampostería de piedra berroqueña, recercado de huecos con grandes sillares y algún balcón sobre potentes ménsulas de granito.

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 La ruta coincide, en su inicio, con la de La Nava, justo hasta el Puente de la Yunta en la Garganta de Galíngomez donde nos desviaremos hasta nuestro destino: la Laguna del Barco. Tanto la Del Barco como la de la Nava están alteradas, recrecidas por el hombre para garantizar el agua para el ganado; en cambio la de los Caballeros es un circo glaciar original; aunque la tres son de una belleza que sobrecoge.

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 Como en casi todas las rutas de la comarca, estaremos rodeados de prados, montes, pinares de repoblación y vegetación de ribera en gargantas y arroyos, todos los encantos de un valle escondido en la Sierra de Gredos.

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Rodeamos el Cerro del Comocho entre pinares, de momento por un camino cómodo que perderemos enseguida para hacer el resto de la ruta entre prados y roca.

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 Acaba el camino y comienzan los prados tan habituales en Gredos, son lomas regadas de manera natural a base de canalizar el agua de la nieve que mantiene la hierba fresca para el ganado que vendrá en verano huyendo del calor y buscando pastos frescos. A esta zona la conocen como Robles Amarillos, frente a nosotros Peñas de la Cumbre.

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Atrás vamos dejando el pequeño valle que guía la garganta de  Galíngomez – o Galín Gómez, ambas acepciones aparecen- detrás el Pico de la Mora y los Collaítos, entre otros.

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Entramos en la montaña más pura, algunos neveros aún aguantan, enfrente, el Pico de los Trampales 1.563 m

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 El día se pone feo por momentos, aquí arriba el aire sopla fuerte y frío, a pesar de la cercanía del verano, nos vemos obligados a abrigarnos; a algo más de 1.600 m de altitud aún hay nieve, es el Alto de la Dehesa.

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Por Las Taheñas en este momento cruzaremos la Garganta de la Vega para caminar por la parte baja de la Cuerda del Risco del Águila, estamos a una altitud de 1.500 metros.

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Ascendemos un poco la falda del Risco donde la garganta se vuelve más brava.

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Algún pequeño charco nos da la sorpresa, agua limpia y trasparente apenas contaminada por la mano del hombre, una foto idílica de este paisaje agreste y duro.

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Cruzamos un pequeño arroyo sorteando piedras a medida que continuamos el ascenso hacia la laguna.

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El agua dibuja caídas caprichosas, recovecos para huir de la montaña, nosotros ascendemos mientras ella desciende, admirados por cada rincón que descubrimos en el camino a la cumbre.

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En la montaña, volver la vista atrás es una delicia, en la distancia los espacios son otros; es admirable el camino, aún más reconocerlo cuando ya lleva tus pasos, es un poco tuyo, o así lo sientes.

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Reaparece el camino, trazado de piedra, iniciamos ruta por las Escaleruelas, piedra montesa, como sus cabras

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 La mano del hombre crea estas veredas en la montaña. Piedra inamovible, inalterable, compacta, traza con belleza el camino, dibuja más bien, la guía que hoy utilizamos caminantes y, mañana, ganado y ganaderos.

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 Aquí arriba, a 1.700 metros, el día se va cerrando y amenaza lluvia, sigue el ascenso, suave, pero constante.

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 Si la montaña es inmensa, nuestra pequeñez la hace todavía mas grande. Arriba eres más paisaje, como si fueras parte de él, es admirable la altura y su diseño, no es extraño que quienes suben a 4.000 u 8.000 metros de altura quieran volver a hacerlo.

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Piedra pura, agua de nieve. Nosotros y la cabra hispánica que nos acompaña en el camino.

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Dejamos el refugio de montaña al que volveremos para comer y afrontamos la última parte hacia la Laguna del Barco.

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Bordeando el Risco del Águila la última subida, el esfuerzo final en un día frío, de viento. Hay ganas de conocer la laguna.

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Cruzamos la garganta otra vez, en este zig zag que dibuja el trazado sorteando las zonas inundadas. A 1.800 metros de altitud el aire frío y fuerte nos da tiempo al descanso, es imposible pararse aquí, no hya donde esconderse.

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 LLegamos al pequeño valle glaciar que sujeta la laguna, rodeada por picos de más de 2.000 metros de altura y con una curiosidad, en la falda de una de ellas se esconde otra pequeña laguna, la Laguna Cuadrada, protegida por el Collado de la Portilla.

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Y aquí está. La Laguna de Galín Gómez, más conocida como Laguna del Barco, se asienta a los pies de un bonito circo de origen glaciar situado en la vertiente norte de la Sierra de Gredos.

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 La laguna del Barco es una laguna glacial situada en la sierra de Gredos, en el término municipal de Puerto Castilla, cerca de El Barco de Ávila. El lago está situado a una altitud de 1790 m en un extenso valle glaciar, uno de los tres emplazados en la cara norte de La Covacha, con una altura de 2399 m, el punto más alto del sector occidental de Gredos. El punto de desagüe natural de la laguna ha sido represado para aumentar su capacidad de almacenamiento. La laguna es usada como embalse. Son admirables estos lugares que se formaron miles de años atrás y que hoy siguen atrayendo tanto.

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 Volvemos sobre nuestros pies hasta el refugio de montaña que hay un poco más abajo, donde nos protegeremos del frío y el viento para comer un poco y descansar. Así es el pequeño valle que protege la laguna. Gredos es una delicia, con frío o sin el.

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Después de una merecida parada en el refugio, llamado Chozo de Anselmo, nos desviamos hacia la Cuerda del Risco del Águila para llegar a la comarca de Aravalle

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Desde el risco, a 1.800 metros de altitud, Gredos se ve así de impresionante, una sucesión de picos, sierras y valles que hacen de la provincia de Ávila un lugar único.

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Detrás dejamos la montaña, el sistema central y sus paisajes. Es lo que nos ha traído hasta aquí, la belleza.

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La vista no se cansa, se pierde, un juego de luces y sombras que embelesa. Una foto merecida.

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 Al otro lado, la montaña da paso al valle, la comarca del Aravalle. Aunque dentro del conocido Parque Regional de la Sierra de Gredos, la Comarca del Aravalle es una zona de alto valor natural que aún no ha sido invadida por el gran público, y mantiene así su sabor rural y la calma que pocos lugares pueden ofrecer durante la época estival. Es la continuidad del Valle del Jerte en Cáceres

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 Este trozo de camino, andando por la cuerda del risco del Águila, es fantástico, llano pero demoledor, un gran balcón con vistas que se disfruta casi en éxtasis, fuera de la influencia de la sierra más profunda, la temperatura empieza a cambiar.

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Paisaje tras paisaje, sorpresa tras sorpresa, disfrute absoluto, gozo. Nosotros dejamos el camino en Los Vinagrales para descender al valle, terminaremos en la localidad de Puerto Castilla.

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 En lo que llaman el Alto de la Dehesa, atravesamos una zona inundada de agua, una sensación extraña, es como caminar sobre flotadores que se mueven, hay que tener cuidado dónde se pisa, más de uno nos mojamos.

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 Aravalle, refleja en su paisaje la dureza de los pueblos que al paso de los siglos han ido modelando de forma armoniosa la naturaleza que generosamente les mantenía. Silencioso, poco poblado, pese a la cercanía del bullicioso Valle del Jerte, aquí el ritmo de vida es otro, pequeños pueblos situados en la umbría y la solana de la sierra.

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Pequeño descanso para admirar el entorno, queda menos para el final de la ruta.

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Descendemos ya hacia el valle, hemos dejado atrás un pequeño pinar. Buscando información de la  zona, leo que en la comarca ya hay tres pueblos abandonados. Lo curiosos es que se ofrezca como reclamo turístico.

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El Valle es una delicia, dedicado a la agricultura y la ganadería. Bajamos por el paraje de El Pardo buscando nuestra meta después de casi 22 kms.

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El agua es constante. Esta es la garganta del Cardiel.

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Llegamos a Puerto Castilla. Final de ruta. Comenzamos con calor, hemos pasado frío, nos ha llovido y ahora vuelve el sol y se nota.

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 Puerto Castilla, apenas 150 habitantes repartidos entre el pueblo y sus dos pedanías. Situado al suroeste de la provincia de Ávila, dentro del partido judicial de Piedrahita, se encuentra a 94 kms. de la capital Abulense. Lo componen las localidades de Puerto Castilla y las pedanías de Santiago de Aravalle y Ventorro Zamarro. Asentada entre las Sierras de Gredos y Béjar, es la última población de la Meseta Castellana dirección al Valle del Jerte.

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 Leo que su gente se dedica a la agricultura, producción de judías con la «Denominación de Origen de El Barco de Ávila», patatas, manzanas y ganadería, ovino, caprino y exencialmente Bovino de la raza Avileña. Os decía antes lo de los pueblos abandonados, aquí hace años se cerro la escuela, por lo que los escolares se desplazan a El Barco de Ávila.

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 Gredos es… la tentación de vivir en la naturaleza, el placer de sentir el frío. Gredos es una oportunidad para recobrar la capacidad de sorprendernos por la inteligencia y el ingenio de los hombres, los modos de adaptarse al medio natural a lo largo de la historia, la belleza de las cosas sencillas, el encanto de los pueblos construidos en las laderas. Queda la imagen de que estuvimos allí, en la Laguna de Galín Gómez.

foto grupo

 Hoy rescato unas palabras de Unamuno: «Gredos es un lugar para perderse y encontrarse a sí mismo, para acercarse a sus lagunas, para trepar a sus cumbres, para templar el alma. He estado hace pocos días en los altos de la Sierra de Gredos, espinazo de Castilla, y traigo el alma lleno de la visión de las cimas, de silencio de paz y de olvido…; el alma también se limpia y restaura con el silencio de las cumbres…»

La montaña una vez pisada, no se olvida, se queda con tus pasos y te llama de vez en cuando. Es difícil no oirla, pasa cada año cuando las nieves despejan el camino y las huellas salen a flote para emerger de la memoria, es una convocatoria a volver, una provocación, una obsesión, una señal, casi un ultimátum que sólo curaremos Andando Extremadura.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta de los Molinos. Arroyomolinos

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 La Ruta de los Molinos, en la comarca de Montánchez, en la localidad de Arroyomolinos es un paseo por la historia. Nos lleva a visitar una de las labores rurales ya perdidas pero que en su tiempo debió ser importante fuente de ingresos en la localidad y en todo su entorno. En la llamada Garganta de los Molinos hay una treintena de antiguos molinos harineros, algunos de la época romana o griega, aunque la mayoría se remontan al siglo XIX. La ruta oficial es circular y de unos 15 kms de distancia, es muy sencilla y cómoda. Nosotros hemos decidido alargarla para disfrutar de la comarca y llegar hasta la Sierra de Montánchez. El turismo es un regalo, no sólo en Extremadura; España ofrece variadas posibilidades tanto de ecoturismo como de turismo de playa. Disfrutemos pues.

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores, es muy completo y viene acompañado de abundante información.

La ruta arranca en la parte alta de Arroyomolinos donde encontraremos un panel que, en su tiempo, desgranaba las características de la ruta. Desafortunadamente la falta de manteniento lo hace inservible para el senderista, el sol se ha comido cualquier posibilidad de aprovecharlo y hoy su presencia es testimonial e inútil.

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 Antes de iniciar la ruta encontramos algunas referencias a la Guerra de la Independencia y, en concreto, a la batalla que aquí tuvo lugar y que fue conocida como La Batalla del Arroyo de los Molinos o como la Sorpresa de Arroyomolinos. En ella, un ejercito aliado anglo-hispano-portugués, bajo las ordenes del General Hill, derrotó a las tropas francesas del General Girard.  La recreación de la batalla es una fiesta que Arroyomolinos celebra cada año a finales del mes de octubre

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 La ruta discurre, en su primer tramo, por el Camino de la Garganta que conserva muchos de los elementos de la arquitectura tradicional donde el granito es siempre el protagonista y resiste el paso de los años.

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La ruta nos enseña parajes naturales y caminos de la Sierra de Montánchez y nos llevará a conocer las poblaciones de Arroyomolinos y Montánchez y los recursos de una de las sierras más soprendentes del centro de Extremadura

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 Enseguida nos topamos con los primeros restos de molinos, estos, más antiguos, datan de época romana, y se encuentran en el camino.

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 Casi todos ellos aguantan en condiciones de abandono y comidos por la maleza. Pero la piedra y su arquitectura aguantan el paso de la años para que recordemos la enorme actividad que, sobre todo, en el siglo XIX y comeinzos del XX hubo de haber en esta zona. Son construcciones magíficas y muy bellas.

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 Aquí cruzamos el Arroyo de los Molinos, en otoño e invierno suele llevar bastante más agua y se han dispuesto unas pasaderas de piedra para poder atraversarlo. Está junto a uno molino romano, las referencias del cartel aún son legibles. Con 2000 años aún sigue en pie.

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La acequia del molino romano que llevaba el agua hasta las piedras de molienda deja ver el desgaste de los siglos, pero aún sobrevive.

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Algunos de ellos, como este de la imagen, están fuera del camino hay que entrar en una pequeña finca que lo alberga pero son visbles y localizables. Es curioso, aunque he encontrado pocas referencias, los molinos llevaban el nombre de su dueño, imagino que en el pueblo recordarán algunos pero es complicado saberlo, no hay mucho escrito.

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 Según cuentan en la página local «La molienda suponía un proceso muy interesante, pues los molineros, se ponían de acuerdo para ver que día la realizaban y así soltar el agua de una charca denominada la Charca de la Suelta. Esta, construida en el arroyo y a una considerable altura, aumentaba el caudal y se lograba que el agua llegara en más cantidad a los molinos. Algunos de estos, y gracias a su disposición podían moler con el agua que ya había utilizado el anterior. Con este sistema, podemos decir que se producía un aprovechamiento muy racional del liquido elemento.»

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Seguimos por  la calzada empedrada que, paralela al arroyo, nos ayuda ascender La Garganta y que se usaba como vía de acceso a cada uno de los molinos. La falta de uso y el abandono hace que muchos de sus tramos estén ya muy deteriorados.

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Prácticamente todos los molinos tienen la misma estructura:  una charca, una conducción o acequia, un alto pozo que se denomina cubo y un cuarto donde estaban los mecanismos de molienda. La acequia y el cubo son las partes mejor conservadas en todos ellos al estar hechos en mampostería.

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 A medida que ascendemos hacia la sierra la comarca montanchega se deja ver mejor, abajo Arroyomolinos, en medio dehesa y olivares y al fondo la Sierra del Centinela sonde se asienta la localidad de Alcuéscar.

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 En algunos de los molinos los cuartos o salas de moliendas fueron reconstruidas como albergues. Ignoro si llegaron a usarse porque hoy carecen de puertas y están abandonados; una pena porque la idea era magnífica.

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En algunos casos la maleza va ocultando estas construcciones que dejarán de estar a la vista en pocos años comidas por la vegetación.

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En algunos momentos la disposición de la sierra te deja ver varios molinos a la vez, situados en hilera a lo largo de la garganta.

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 Para mi, la parte más bonita del molino es el cubo, conducción lateral con una caída de unos 8 y 10 metros de altura y que tiene en su parte inferior una estrecha salida por la que el agua sale con la presión suficiente para golpear en la “Rangua”, rueda horizontal que se encuentra en la parte inferior. Como cuenta Sara Fragoso en su blog sobre los recursos turísticos de Arroyomolinos.

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La caída de agua en estos embudos de piedra hacía que la presión moviese las piedras molineras y el trigo pudiese ser molido, son como torres albarranas de una muralla imaginaria.

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 En esta imagen podeís ver cómo era el funcionamiento del mecanismo del molino, extraído de la web municipal, el agua, pasaba de la Charca por la Acequia y caía al Cubo. El molinero esperaba a que este se llenara totalmente y cuando esto sucedía abría una pequeña compuerta denominada Saetín. Esta, situada en la base del Cubo al abrirla dejaba escapar el agua que por causa de la fuerte presión con la que salía, movía las palas del giratorio Rodezno.Dicho rodezno, a través de un fuerte tronco denominado Maza transmitía el movimiento a la piedra superior o Volandera que con su giro sobre la piedra inferior o Solera (sin movimiento) procedía a moler el grano.

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 En los molinos que no fueron recuperados por el ayuntamiento la vieja sala de molienda ha desaparecido y sólo queda en pie la chimenea o cubo

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 Según Sara Fragoso estas piedras son de origen árabe: «De su procedencia árabe es el juego del Alquerque, que está labrado en las piedras de la entrada a dos molinos, este juego data de 1200 años antes de Cristo y fue inventado en el antiguo Egipto que fue transmitido a este lugar con la llegada de los arabes y a lo largo del tiempo siendo utilizado por los molineros que jugaban a él cuando estaban esperando a que el agua llegara a su molino mientras iba descendiendo el caudal del arroyo para su entero aprovechamiento de molino a molino.»

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Hay algunos, pocos, que presentan un aspecto estupendo, fueron restaurados y dan idea de cómo eran en realidad cuando estuvieron funcionando

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En la sala de molienda se ve la restauración que se hizo, la pena es que el abandono, y el vandalismo claro está, hagan que puertas y ventanas se encuentren arrancadas y que su aspecto sea de todo menos habitable.

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Algunas de las acequias presentan un refuerzo en sus paredes, vistas desde dentro presentan este aspecto tan singular.

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No están ninguno cerca del agua. «Los molinos suelen estar separados convenientemente del cauce del arroyo para evitar las inundaciones que provocarían fuertes crecidas.»

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Esta imagen del cubo y su interior da idea de la caída del agua y la fuerza con la que moverían las piedras.

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Así se saca esta imagen. Teo buscando la perspectiva de la imagen que habéis visto.

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 Colocado sobre este promontorio de piedra, subí la cámara y capté la imagen de Arroyomolinos (antes de Montánchez) situado en la zona de transición entre la Sierra de Montánchez y las Vegas del Guadiana por ello goza de dos diferentes tipos de relieve que , a su vez, constituyen dos unidades paisajísticas distintas.

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 El pequeño valle por el que discurre la garganta casi no es visible hasta que te adentras en él, el paisaje adehesado, los olivares que rodean la zona no te hacen pensar que exista un vergel como este, rodeado de agua, y gracias a ella, la economía del pueblo se sustentaba en esta garganta que viene de la Sierra de Montánchez, pero la sierra guarda muchas más sorpresas.

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De algunos molinos apenas quedan restos,  El tiempo los va borrando.

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 La tierra, la maleza los integran en el paisaje; se resisten a caer pero la naturaleza tiende a restaurar el orden primario, el liderazgo sobre el equilibrio, una simbiosis que se rompió con la llegada de otro progreso, cuando estos molinos cayeron en olvido al dejar de ser rentables por la llegada de la electricidad entre los años 40 y 50, y fueron abandonados a su suerte.

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Bien mirado son parte de su propio paisaje, han adquirido sus colores, se mimetizan con el entorno.

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El camino que los unía es apenas una vereda, los elementos más frágiles ya no están, queda la piedra que les da forma, los identifica como molinos, hace décadas al servicio del hombre, hoy para su deleite.

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El arroyo de los Molinos es apenas visible durante el trayecto, no demasiado generoso en agua, su sonido te acompaña durante el ascenso; esta pequeña cascada lo descubre cerca de las ruinas de un  molino.

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Sigue la ruta rodeada de molinos, es constante la sucesión de uno tras otro. Mientras paseas por el entorno imaginas la actividad que debió tener la garganta en tiempos en que estas pequeñas fábricas estaban a pleno rendimiento.

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 Algunas de estas construcciones son de épocas anteriores, debieron ser las primeras, construidas enteramente en piedra se yerguen todavía altaneras con la estructura intacta.

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 Es una delicia caminar y toparte con ellos a cada paso, la veintena que aún se mantienen convierten la ruta en un parque temático de la economía rural de finales del XIX y principios del XX, aunque la sabiduría para hacerlo se remonte dos mil años atrás.

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De todos los molinos, solo uno, el último, está habitado, recuperado por su dueño hoy es una pequeña casita de campo, bastante original por cierto.

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 Aquí finaliza el recorrido por la Garganta de los Molinos, dejamos el terreno sembrado de viejas construcciones harineras que tanto nos han impactado, un pedacito de historia flanqueada en un pequeño valle que conforman la Peña Aguilera y la Barrera Berenjena. Un pequeño arroyo al que encontraron uso ya en tiempos de los romanos y que la historia han mantenido viva. Ponerla en valor es una tarea que no debería demorarse.

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 Nosotros seguimos la ruta hacia la Sierra de Montánchez por caminos empedrados que recuerdan viejas calzadas romanas.

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 Recuperamos el paisaje montanchego lleno de olivos y bancales, olivares en escalera les dicen por aquí, subiendo por el que llaman Camino de las Vaquerizas.

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 Una pequeña fuente en el camino nos devuelve el sonido del agua, en breve el paisaje cambiará totalmente. Bosque y sierra.

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 En este tramo luce magnífica la calzada empedrada, un reflejo más de la importancia de los caminos en otro tiempo, donde los coches eran un sueño y animales y hombres los usaban a diario para las tareas agrícolas o para traer y llevar mercancía de un pueblo a otro. Supervivencia.

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 Deliciosa vista de las tierras de Montánchez, la Garganta de los Molinos por la que hemos subido, en medio de la foto el pico de la Cenicilla y al fondo Arroyomolinos.

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Esta es una construcción muy típica en la comarca, portadas adinteladas con grandes losas de granito dispuestas en las entradas de muchas pequeñas fincas.

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 Dejamos atrás la dehesa y el llano y nos adentramos en un magnífico bosque de castaños que en otoño es un espectáculo, un poquito más adelante el camino se desdobla, si giramos hacia la izquierda iremos directos a Montánchez por el trazado que han marcado como oficial. Nosotros giraremos hacia la derecha para disfrutar un ratito de la sierra y subir a Roble Gordo donde se instalan las antenas que los extremeños conocemos desde siempre.

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 Es un lugar magnífico que rezuma primavera, paisaje que suele ser más habitual encontrar en la sierras del norte de la provincia, pero no olvidemos que la sierra de Montánchez alcanza los 994 metros de altitud, en este punto estamos a unos 875 m.

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Es primavera y se deja notar, ha sido año de aguas y la tierra lo agradece de esta forma.

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 En este lugar coincidimos con algunas de las rutas marcadas en Montánchez, la Ruta del Castañar, señalizada con postes rojos, a través de un cómodo paseo esta ruta nos permite disfrutar del magnífico espectáculo cambiante que ofrece el bosque de castaños a lo largo del año, dándonos la sensación de estar visitando una ruta distinta en cada estación que la visitemos.

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 O la Ruta de Donde Nace, señalizada con postes azules y nos permite recorrer gran parte de los ambientes presentes en la sierra lo que la hacen especialmente atractiva. El nombre lo recibe porque en breve pasaremos por el nacimiento del Arroyo de los Molinos.

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A medida que ganamos altura, lo hacemos en horizonte y en vistas. Al fondo se ve Alcuéscar y su Sierra del Centinela, y más al fondo aún, las estribaciones de la Sierra de San Pedro y la Sierra de la Lombriz.

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Aún se otea Arroyomolinos y sus escaleras de olivos, estamos en el camino de las Gargantas.

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Aquí nace el Arroyo de los Molinos que regará la garganta del mismo nombre y que daba sentido a los molinos que hemos visto.

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 Estamos ya arriba de la sierra, serpenteando por el camino de las gargantas en busca del punto más alto, aunque no subamos al pico, dejaremos referencia de algunas curiosidades de este paraje.

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Es primavera en Extremadura y se deja notar en el campo.

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Entramos en el Camino de la Sierra, cerca del cúmulo de antenas que permiten muchas de las comunicaciones y señales de TV de la región, siempre hemos dicho que las antenas de nuestra tele tienen que mirar (orientarlas) a Montánchez, esta es la razón.

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 Estamos en Roble Gordo este sitio es bastante especial pues aquí se encuentra, lo veis en la señal, el que durante siglos se ha llamado ‘El cancho que se menea’, una piedra que se movía al empujarla con una sola mano. Hace 76 años apareció tirada la enorme cabeza del coloso. Se asegura que la echaron por tierra, a mala idea, un grupo de militares franquistas en julio de 1937. Esa es la gran roca que desde agosto de 2013 volvió a dominar la Sierra de Montánchez. Eso sí ya no se ‘menea’, por razones de seguridad se ha fijado con resina. Pero merece subir a ver la mole de 15 toneladas que el ayuntamiento a colocado en su lugar original y que los investigadores llamaban, de manera más fina ‘la piedra bamboleante’.

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Tomamos a la izquierda por el Camino de Chamorro siguiendo las indicaciones de la ruta para meternos por este viejo sendero empedrado protegido por robles y castaños.

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 Cerca de Montánchez, su castillo ya se muestra en lo alto, vigilante, una de las contrucciones defensivas más singulares de Extremadura, no sólo por su posición privilegiada, sino por ser  un fiel exponente de lo que fueron los castillos de la Reconquista en la Edad Media.

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 Mientras descendemos por la zona de la Abejarana, en este pequeño bosque aún econtramos antiguas construcciones pastoriles en un enclave que los montanchegos conocen como ‘el bosque de los castañales’.

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 Por estos pagos podemos ver, aún en pie aunque tapiadas casi todas, los antiguos accesos a las fincas construidos con grandes lanchas de piedra que, no dudo, tendrían un uso concreto. Y su razón y filosofía, me quedo con las ganas de conocerla.

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Montánchez es tierra de jamones, de aceite y de vino, queda patente.

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 Hay que atravesar el pueblo de Montánchez, debemos buscar el Camino Real de Mérida conocido también como “El Revuelo”, pues pasa junto a una fuente con ese nombre. Desde la plaza, es fácil acceder al camino, pues solo hay que tomar la calle situada en su esquina izquierda; vista en esta posición desde la entrada a la plaza por el Altozano. Una vez en esta calle solo debemos desviarnos en la primera a la derecha que nos conducirá hasta el inicio del camino.

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La senda, camino empedrado, desciende bruscamente abandonando la sierra y dejando arriba los restos de la muralla del castillo.

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 Salimos de Montánchez por una zona de huertas con higueras y olivares, un camino transitado con mucha actividad agrícola y también de ocio, es utilizado para pasear.

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El castillo desde aquí es muy diferente. La alternancia de moros y cristianos en su dominio posibilitó la adición de elementos arquitectónicos de tipología cristiana sobre la primitiva obra musulmana: de esta época persisten sus tres aljibes y parte de su trazado.

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Dejamos arriba la vegetación propia de la sierra, la escondida frondosidad de unos de los techos de la región y volvemos a la dehesa, tierra domada de cultivos y ganadería, porque excepto sus tres grandes sierras (Montánchez, Centinela y San Cristóbal) la comarca montanchega es muy llana.

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Camino empedrado en el que hay varias fuentes de piedra, camino real que comunicaba la zona con la Vía de la Plata romana.

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 Según las indicaciones oficiales: «En el punto donde nuestro camino se cruza con una pista asfaltada, debemos abandonarlo para seguir esta hacia la izquierda. Así llegaremos a la carretera que continuándola hacia la izquierda y a menos de un kilómetro nos acerca al final de la ruta en Arroyomolinos. (Antes era posible finalizar la ruta por sin pisar el asfalto, pero el camino que hacía esto posible, se encuentra hoy en día intransitable a causa de la maleza que lo cierra.)»

Por supuesto, y yendo con Teo era de esperar, optamos por el track oficial y dejamos lo fácil para otros, nos costó unos cuantos arañazos pero merecía la pena. De cualquier forma es lamentable que te avisen de que tienes que desviarte por la maleza y que no limpien el camino que sería lo lógico.

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Merecía la pena porque disfrutamos del bosuque mediterráneo en estado puro y de algunos rincones magníficos, a pesar de los rasguños y arañazos.

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Así retomamos por el camino del Carrasco hasta Arroyomolinos, fin de la ruta, un camino circular que nos llevó desde el llano a la sierra para descender de nuevo. Camino singular, sin duda.

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Desde la antigüedad los molinos harineros han sido elementos necesarios en la  cadena de producción del pan, recurso alimenticio básico que ha posibilitado la vida de  las personas que se han asentado en el entorno rural. Son, por tanto, un patrimonio heredado de  las culturas o civilizaciones que se han sucedido a lo largo de los siglos en nuestro  territorio, y por ello, objeto de admiración para comprender su evolución y adaptación al  medio natural. Me quedo con estos versos de Tirso de Molina en su poema al molino del amor, por la nostalgia que desprenden:

-Molinico, ¿por qué no mueles?
-Porque me beben el agua los bueyes.
Vió el amor lleno de harina
moliendo la libertad
de las almas que atormenta,
y ansí le cantó al llegar:
-Molinero sois, amor,
y sois moledor.
-Sí lo soy, apártense,
que le enharinaré.

La Ruta de los Molinos guarda la esencia. Hay muchos elementos del paisaje rural extremeño, caídos en el abandono, recuerdo de una vida dura que ya superamos afortunadamente, hoy testimonio del abandono de muchas de las labores agrícolas, superadas por una modernidad más global y competitiva. En estos molinos, testigos de historias, testimonio de historia, las raíces de árboles y el abrazo del matorral se incrustan en las heridas abiertas de su olvido. Ya no hay agua, no hay molineros, ni piedras de molienda, a nadie parece preocuparle, será que como dice el refranero: «Amigo que no da pan, y cuchillo que no corta, aunque se pierdan no importa».

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta de Alfonso XIII. Las Hurdes

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El viaje del Rey Alfonso XIII por Las Hurdes entre los días 20 y 23 de junio de 1922 es, sin duda alguna, un hito que cambió la historia hurdana.  Retomar los pasos reales por Las Hurdes ofrece una oportunidad para disfrutar en todos los sentidos de un paisaje único, inmenso. La crónica que viene a continuación es una prueba de ello. La ruta recorre la distancia que separa Casares de Hurdes de Las Mestas, 24 kms en total, es una ruta difícil con desniveles acumulados de 1.000 metros, tanto de subida como de bajada. De hecho comienza con un ascenso de 600 metros en apenas 3 kms. Lo bueno es que está muy bien señalizada y preparada de manera excelente con pasos, puentes y merenderos. En nuestro caso la hicimos hasta Cabezo, cinco kilómetros antes de Las Mestas, pues en Las Hurdes, tierra de miel, los panales son lo primero y los habían colocado a lo largo de la pista por la que discurre el trazado. Ya nos advirtieron que entrar en esa zona era muy peligroso, hablamos de miles de abejas activas.

Os dejo el track para GPS del club de senderismo La Vereína de 17 kms. Ahí va el track completo de 24 kms.

Como habéis visto la ruta cuenta con paneles informativos en cada unos de los tramos que separan las localidades por las que discurre: Casares de Hurdes, Riomalo de Arriba, Ladrillar, Cabezo y Las Mestas.

Comenzamos en Casares de Hurdes, descendiendo hacia el arroyo Manzano por un rincón de bancales con olivos, y cerezos que proliferan mucho en Las Hurdes. Es sólo el comienzo.

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Sólo el comienzo porque viene la parte más dura de toda la ruta, el ascenso hasta el Pico de los Carrascos, un desnivel ascendente de más de 600 metros en apenas 3 kms, es decir, toca sudar y apretar piernas. Por otra parte comienza el espectáculo de los paisajes hurdanos.

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 La senda de Alfonso XIII está muy bien señalizada y preparada, se ha diseñado a partir de las crónicas del viaje alfonsino. Se agradece en estos momentos de esfuerzo atravesando el paraje conocido como Lomo Labrado.

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Cambio de paisaje en El Pradito, donde los pinares nos protegen del sol que hoy cae a plomo. Ya queda menos para alcanzar el puerto.

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 Como contrapunto, a medida que asciendes, ganas en paisaje y horizonte. Abajo queda Casares de Hurdes, os hacéis una idea de la cuesta que estamos remontando. Detrás la Sierra de la Peña de Francia.

Casares de Hurdes

 

 Coronamos. Estamos en el Pico de los Carrascos, en la Sierra de las Carrascas, 1.151 metros de altura. La parte más dura de la ruta queda atrás, aunque por delante quedan valles, ascensos y descensos rompepiernas y muchas sorpresas.

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 Desde esta atalaya se pueden entender las razones de aquel viaje. Hagamos algo de historia. Según cuentan en la página de Hurdes: Numerosos viajeros, curiosos y estudiosos se habían interesado desde los inicios del siglo XX por el “mal de Las Hurdes”, por un territorio y unas gentes que se habían convertido en sinónimo de abandono, aislamiento, pobreza y enfermedad crónica. Serán sin duda los testimonios de Maurice Legendre, Miguel de Unamuno o Ángel Pulido entre otros, los que más eco tengan en su época y terminen por convertir el problema de Las Hurdes en una cuestión de Estado. También tuvo un destacado papel en este momento el movimiento “hurdanófilo”, que se refleja en la creación de la Sociedad Esperanza de Las Hurdes o la celebración del Congreso de Hurdanos y Hurdanófilos.

Esta imagen muestra la Sierra de la Peña de Francia y el valle del río hurdano, por donde discurre otra ruta que os recomiendo: La Ruta de la Majá Robledo también señalizada y preparada.

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 Seguimos con el relato. Cuenta la historia que en 1921 desde el Ministerio de la Gobernación se planteó a Alfonso XIII la necesidad de poner en marcha un programa de ayuda para recuperar la comarca. Dentro de este programa se enmarca el viaje del doctor Marañón, que realizó una “memoria sanitaria sobre el estado de Las Hurdes”. Los resultados de la misma fueron tan desoladores que obligaron al Gobierno a tomar medidas y se consideró aconsejable que el rey en persona visitase la comarca ese mismo año.  Y vino, y recorrió, a pie y a caballo estas mismas sendas.

Girando la cabeza nos vigila la Sierra de la Granjera y el valle del río Ladrillar. Si os fijáis se distingue Riomalo de Arriba, es nuestra próxima parada.

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Toca bajar lo subido, un descenso en zig-zag que nos llevará hasta la parte baja del valle. Como véis la señalización es constante. Se agradece; la ruta, por cierto, está homologada.

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El camino cuenta con numerosas infraestructuras que ayudan a sortear arroyos y depresiones, estamos en un zona que llaman Propios de Cabezo.

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El trazado del sendero, en zig-zag, hace que la bajada sea suave y cómoda y no suponga un esfuerzo añadido a las rodillas.

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 Desde abajo, junto al curso del río, donde encontraréis una peuqueña piscina natural y una fuente, el paisaje se ve de otra manera, también se entienden Las Hurdes desde el fondo de sus valles. Llegamos a Riomalo de Arriba.

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 La alquería de Riomalo de Arriba, pertenenciente a Ladrillar, es considerada entre las  que mejor conservación tiene de sus casas y más concretamente de toda su parte antigua. En tiempos anteriores tuvo alguna población representativa, pero en la actualidad tiende a una despoblación paulatina. Si tenéis un rato os aconsejo que paseéis por sus calles.

Riomalo de Arriba

 

Dejamos las tranquilas, casi abandonadas, calles de Riomalo de Arriba para seguir los pasos alfonsinos en busca de Ladrillar siguiendo el curso del río que le da nombre.

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 Durante algunos metros seguimos la carretera, entre cerezos y bancales, antes de desviarnos de nuevo al camino.

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Entramos en el paraje de Los Majuelos por un camino cómodo y amplio que acompaña el curso del río entre pinos y encinas.

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Atravesamos el arroyo de la Quemada en lo que conocen como la Entrada de Clemente, con puentecito y todo.

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Seguimos camino en esta tierra de pizarra y recovecos que el hombre ha domado a base de bancales, olivos y ahora cerezos.

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El río Ladrillar se llena de los muchos arroyos que lo cortejan como el de La Viñuela o el de Labrados, a un lado pinares, al otro tierra sumisa de olivos.

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LLegamos a Ladrillar, siguiente parada. Durante muchos años el municipio de Ladrillar ha estado dependiendo de Nuñomoral aunque anteriormente estaba bajo la tutela de La Alberca. Los pueblos de la comarca llaman cariñosamente a los vecinos de Ladrillar con el sobrenombre de «Veleguines», que viene a significar, en hurdano, algo así como «persona inquieta, que no para en ningún lado». Según antiguos documentos, el pueblo se llamaba antiguamente «El Adrial». La ruta pasa junto a uno de los bares del pueblo, se agradece el refrigerio.

Ladrillar

 

El paisaje es impresionante con la Sierra de Las Mestas en primer término y Gredos al fondo, en el Valle del Ambroz. La ruta, lo decíamos al comienzo, es un regalo para la vista -y el oído, pero las fotos todavía no suenan-.

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Dejamos Ladrillar y comenzamos el tramo de ruta que separa este pueblo de Cabezo, siguiente destino. Iniciamos una parte de ascenso hacia la Sierra de la Granjera y despues a la Sierra de las Mestas para descender de nuevo al valle.

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Un sendero bien trazado nos lleva por un paraje llamado Rito Quemado, aún sobreviven bosques de pinos a la devastadora acción de los incedios de los últimos años.

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El camino se empina para llevarnos al merendero-mirador que han situado en un pequeño cerro donde pararemos a comer algo.

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Se agradecen las infraestructuras, la señalización y el sendero preparado para caminar, hecho con gusto, utilizando pizarra y en algún caso, madera. A reponer fuerzas.

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Desde el mirador se ve el trazado del sendero por el que algunos de los integrantes del grupo están caminando todavía. No queda mucho para que alcancen este punto, aunque parezca lo contrario.

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Por cierto, desde aquí, vuelves a dominar Las Hurdes con la vista, en un eterno alternar de valles y cumbres.

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Cuando acercas la imagen de la cámara te das cuenta de lo pequeño que eres en este paisaje gigante. Te viene a la cabeza el esfuerzo de los hurdanos en tiempos remotos para viajar de pueblo a pueblo, cualquier desplazamiento debía ser una aventura. La supervencia del más fuerte, afortunadamente hoy tienes cualquier cosa cerca, incluso hospitales, entonces sobrevivir suponía un esfuerzo enorme.

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Seguimos sumando pasos, atravesamos un pequeño arroyo y encaramos la subida al Pico de la Cotorra.

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Echas la vista a un lado y ves el mirador desde la distancia. Aún quedan compañeros descansando. Aprecias dónde han situado el mirador, y con razón.

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Toca bajar de nuevo, atravesaremos el regato de Labradillas, frente a nosotros una zona de roquedos que conocen como Migas Malas.

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Tras el arroyo otro ascenso que nos meterá de lleno en la Sierra de Las Mestas antes de descender a Cabezo. El paisaje, por momentos, recuerda que no ha mucho tiempo estos parajes fueron bosques.

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Un espectáculo. La Sierra de los Riscales, la Sierra de Valhondo, y al fondo, el Sistema Central, Gredos, el Valle del Ambroz. Cuesta llegar aquí pero cuando estás, es tal la sensación de bienestar que no quieres marcharte.

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Encima de nosotros El Espigón, y descendemos hacia una de las pedreras tan comunes en la comarca. Por cierto, detrás de esta sierra está el Parque Natural de Las Batuecas.

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Aún preparada es díficil caminar entre piedras, y bajando, tropezar o resbalar no es extraño, ahora andamos con cuidado.

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Hasta en este detalle se han superado, en la pedrera han conseguido hacer un senderito cómodo y que casi no se note. Es de alabar el trabajo que han hecho en esta ruta, inmejorable.

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Y llegamos a otro pequeño mirador, hay quienes quieren descansar un ratito. No es mala idea si vais a hacer la ruta completa porque desde aquí quedan unos 8 kms hasta Las Mestas. Ahora hay que bajar.

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Allí abajo esta Cabezo, el siguiente pueblo. Eso sí hay un desnivel de 350 metros hasta llegar al valle.

Cabezo

 

Dejamos la sierra poco a poco entre roquedos y pinos. Apretamos las rodillas, en algunos momentos la bajada es pronunciada y exige prudencia.

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Los pinos nos agarran, se agradece su sombra antes de entrar en la pedanía de Cabezo, para nosotros fin de ruta.

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 Cabezo, dependiente de Ladrillar, apenas 80 habitantes, merece la pena paser por sus calles, su miel exquisita, les llaman «Tabarros», que significa «Tábano» por la abundancia de tábanos en épocas pasadas en la zona. Tendríamos que seguir hasta Las Mestas pero nos aconsejan que ahora, primavera cuando la hicimos nosotros, ni se nos ocurra acercarnos al camino, plagado de panales de abejas, polinizando flores y fabricando miel. Es la consecuencia del paisanaje que aceptamos resignados. La parte que queda es llana pues discurre por el valle, cerca del río. Otra vez será.

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Cansados pero impresionados, satisfechos y abrumados, orgullosos y apegados, es verdad que Las Hurdes es un destino natural. Hoy hemos pateado sierras y vereas, que sirvieron de camino a «reales personajes como Alfonso XIII, que a caballo, cosieron otro trocito de historia haciendo suya una misión de prosperidad y cambio», dicen en la web de Hurdes. Y tanto. La imagen de aquella región paupérrima que llegaba hasta las bancadas políticas de Madrid avergonzaba a muchos cuando el siglo XX ya se había iniciado, cuando los cambios anunciaban una época mejor aquí se había parado el tiempo, habían abandonado el tiempo y atrapado a sus gentes. Buñuel, Marañón, Legendre, Unamuno o el propio rey variaron esa historia. Hoy disfrutamos de esta comarca que, en otro tiempo, España escondía. Hurdano hoy es un sentimiento, una marca, que cuando caminas por paisajes como estos, se te tatúa en la piel. Una simbiosis perfecta, un susurro que se agarra al oído para llamarte de vez en cuando y recordarte esta tierra que abraza a los hombres… y se los queda.-

                                                                                                                                           ©vicentepozas2014

 

Ruta de la Serrana de la Vera

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 A veces los caminos se visten de leyenda; esto ocurre con la Ruta de la Serrana de la Vera, un relato entre el mito y la historia, la fábula de un amor despechado que terminó como misterio no resuelto al que se le fueron añadiendo detalles, cada vez más crueles, cada más sangrientos; hoy se recuerda su nombre como heroína de Tormantos. Tanto que tiene hasta su propio camino, su territorio, en las crestas de Gredos. Se atribuye la existencia de La serrana de la Vera al pueblo de Garganta la Olla, allí vivía la familia Carvajal, y su hija Isabel, que iba a casarse con un sobrino del obispo de Plasencia, el chico, empujado por la curia para que no comprometiese su carrera eclesiástica,  en el último momento la abandonó, condenando a Isabel y a su familia a la deshonra eterna. Desde entonces, se ejecutó la venganza y se escribió la novela: Isabel abandonó su hogar y se lanzó a la sierra, donde repudió a todo hombre. Los arrastraba a la fuerza a su cueva, cuentan que después de gozarlos los mataba. En recuerdo a las víctimas que murieron a manos de la Serrana de la Vera, se erigió una cruz en lo alto de la torre de Garganta la Olla. En esta localidad, puede verse la casa de la familia Carvajal, hogar de la Serrana hasta el momento de su deshonra.

La ruta cubre los 19 kms que separan Piornal, en el Valle del Jerte, de Garganta la Olla, en la comarca de La Vera. Ruta dificil porque no siempre tiene camino trazado y porque los últimos cuatros kilómetros tienen un descenso de 800 metros acumulados; la ruta está señalizada pero se pierde con frecuencia.

Oa dejo el track para GPS de Senderismo La Vereína, club al que pertenezco y con quien hice la ruta.

Comenzamos la caminata en Piornal, es el pueblo más alto de Extremadura, 1.175 metros de altitud, enclavado en la Sierra de Tormantos, en el Valle del Jerte. Tierra de Jarramplas, cuando llega enero, de piornos, nieve, vistas privilegiadas, y frío, mucho frío.

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Enseguida dejamos sus calles y recorremos el altiplano en el que se sitúa el pueblo y salimos por el Arenal de Nuestra Señora cerca de la actual Hospedería La Serrana, un antiguo hospital de tuberculosos, reconvertido primero en albergue infantil y ahora en establecimiento hotelero. Recomendable, por cierto.

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La ruta, como comentaba al inicio, está señalizada pero no cuidada y su trazado se pierde en muchos tramos, lo que obliga a caminar entre maleza y árboles. No le quita belleza.

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La señalización, blanca y amarilla, es la de Sendero Local y aunque aparece durante todo el recorrido, la falta de camino en algunos tramos, te despista, si no te orientas bien en el campo es importante llevar el track para evitar sustos.

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La ruta discurre por la cresta de la sierra, el trazado es llano, paisaje de montaña, de hecho en invierno suele estar nevado siempre, robles y piornos son la vegetación que nos acompaña. Un entorno abierto, enorme, limpio.

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Desde arriba se ven los Montes de Tras la Sierra, cumbres nevadas allá enferente, porque en medio y abajo, está el Valle del Jerte flanqueado por ambas sierras; delante sin nieve, se ve Peñanegra, 1.434 metros de altura.

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Mientras avanzamos por el paraje de Los Helechares dejamos atrás el Jerte y algunos de sus pueblos como El Torno, visible desde aquí. El camino ha vuelto a desvanecerse.

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Para cruzar a La Vera por el Puerto de Piornal hay que coger durante unos metros la carretera que lleva a Garganta la Olla. Cambiamos de valle en tan sólo unos pasos. De valle y de paisaje. Es un añadido de la ruta que le agrega valor.

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Entramos en la comarca de La Vera, tierras reales donde el Emperador Carlos V quiso retirarse después de hacer la guerra a medio mundo (imperio lo llamó él). La Vera, al contrario que el Jerte se asienta sobre la falda de Gredos, la última del Sistema Central que mira al sur, y da paso al inmenso valle del Tiétar y el Campo Arañuelo. Mucho más allá los Montes de Toledo crean otra comarca magnífica: Las Villuercas.

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 Ahora es visible Garganta la Olla, esta localidad verata, típica y bien conservada a la que nos dirigimos, está metida en un pequeño valle, una especie de cuña que esconde la montaña, y que está regado por la Garganta Mayor, o de Pedro Chate -ambos nombres tiene- que luego terminará llegando el conocido lago de Jaraiz de la Vera; nosotros vamos a rodear el valle entero y luego bajaremos por la Portilla hasta el pueblo.

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Caminamos entre robles por el Pico del Puerto en un paraje de antiguos bancales hoy abandonados.

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LLegamos junto al Pico de la Tartajosa en la Barrera de la Serrana, frente a nosotros el Canchal de Tormantos, coronado por el Peñón de Torrique, 1.714 metros de altitud.

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Nos incorporamos a un camino amplio, el que lleva a la que llaman Casa de Antonio; arriba en la sierra dicen que está la cueva de la Serrana en Cancho Negro. El mapa la señala, la leyenda la recuerda.

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Antes de recorrer la depresión en la que se asienta la garganta, parada para reponer fuerzas, rodeados de sierra, y de historia. Un día claro y caluroso.

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Siguiendo las señales, que hay que buscarlas, dejamos el camino y comenzamos un pequeño descenso por un paraje que se conoce como Los Cristianillos.  Un sendero, a veces intuido,  nos acercará a la garganta mayor, antes de rodear el valle.

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Que este viejo trayecto, ya perdido, era usado en la comarca lo evidencian construcciones como esta, el Puente Pivillas, sobre la Garganta Mayor, situado justo antes de una gran caída de agua que desciende hasta el pueblo, una zona en la que hay algunas pozas magníficas para el baño. Buenos recuerdos de baños solitarios, fines de semana de monte, silencio y agua.

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Puente de piedra, recio; una estampa muy senderista para inmortalizar el momento. Es un rincón muy bello perdido en medio del bosque con el trazado del camino casi borrado por el abandono.

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La vereína que nos conduce por El Revellón hacia el collado de Pon Benito, se estrecha cuando caminamos por un denso robledal, un paisaje en zig zag, un sube y baja constante.

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Arriba queda la sierra de Tormantos de donde partimos, abajo el paraje de La Melendra dibuja su propio paisanaje. La mano del hombre hace estas cosas.

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Cruzando pequeñas gargantas que iran a parar a la Mayor por un paisaje de sierra, verato, rincones de Gredos a los que llegarás pocas veces si no es haciendo caminos, perdiéndote en ocasiones. O saltando vallas buscando, otra vez, la referencia perdida.

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No es malo. Sólo así lograrás inmortalizar una pequeña cascada como esta, y si la imaginación se dispara, ver en la máquina del tiempo a serranas, viajeros, bandoleros o reyes bañándose en estas aguas a las que pocos llegan. Es el regalo.

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Descendemos por la Era de las Cruces, pasamos junto a un enorme castaño que espera el otoño para mostrar su tesoro.  Justo después de haber dejado el pequeño valle que venimos rodeando y que ahora queda al fondo. Cruzamos el camino que lleva a Yuste.

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Último ascenso de la ruta por el Baldío de las Pájaras, subida necesaria para alcanzar el Risco de la Portilla. Quedan cuatro kilómetros, lo más duros. Vamos entrenando.

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 Desde el Risco, Gredos es una delicia, cubierta de nieve nos muestra sus principales elevaciones y  la localidad de Guijo de Santa Bárbara. Toda la Sierra de Tormantos en una vista casi completa que te recuerda que detrás está la belleza, la grandeza, de la Montaña, sus lagunas, lagos y caminos son un destino obligado al que está llamado cualquier senderista que se precie. Bien cierto que a Gredos solemos subir por la provincia de Ávila.

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Merece la pena el esfuerzo, merece la pena subir hasta aquí. Este mapa vivo, a tamaño real, te enseña La Vera, los rincones por los que paseas pero en su conjunto. Las cosas, los lugares no se ven igual desde la altura. Esa visión espacial que te deja embelesado. La belleza es más balleza cuanto más asciendes, cuanto mayor es el esfuerzo.

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Iniciamos el descenso, dejando el risco para encarar la Barrera de Yuste. Piernas preparadas. Los quince kilómetros recorridos tienen un final para nota.

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Vamos bordeando La Portilla por un pequeño sendero, un balcón natural que nos enseña buena parte de la comarca verata. Delicioso final.

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Es necesario utilizar bastones para ayudarse en los desniveles; esta es la zona del Pachón y cae casi en picado, extremamos precauciones.

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A nuestra izquierda está desplegado el mapa del norte extremeño, estamos justo encima del Monasterio de Yuste, aunque la orografía del terreno no nos permita verlo. Frente a nosotros la Vega del Tiétar, el Campo Arañuelo y, al fondo, los Montes de Toledo y la comarca de Villuercas, el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara. Te quedarías aquí para siempre.

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Sigue el descenso, largo, tortuoso, no hay camino, con pequeños brotes de piornos y robles que te rodean, de hecho a este pareje le llaman el Arañadero, muy propio.

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Dejas el abrevadero de Fuente Blanca -tan harto venía que no eché ni la foto- y tomas el pequeño camino que nos acercará al pueblo, terminó la parte más dura del descenso, aunque el esfuerzo lo llevan las piernas.

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En un claro, Garganta la Olla se muestra tal como es, su estructura verata, serrana y rodeada de bancales, en esta pequeña localidad de cuestas y cuestas, y calles estrechas de edificios de adobe y madera. Qué delicia.

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Cruzamos la carretera que lleva a Cuacos un momento antes de descender a la garganta y entrar en el pueblo por su parte más baja.

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Aquí se erige la estatua de la Serrana de la Vera, dulcificada y guerrera a la vez, poco que ver con las macabras historias que se cuentan de ella. Corona un pequeño mirador, el Mirador de la Serrana. Fue colocada en 2005 y modelada por el escultor placentino, afincado en Jerte, Evaristo García.

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El Puente de Cuacos nos da la bienvenida, un poquito de historia que ahora nos facilita cruzar la Garganta Mayor. Estamos en Garganta la Olla. Hemos llegado.

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La Plaza de Garganta nos recibe con el agua de su fuente de cuatro chorros, muy de la comarca; rodeados de construcciones características de la Vera nos hemos ganado el descanso, el derecho al refrigerio (aunque no con agua).

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Garganta la Olla fue declarada Conjunto Histórico-Artístico. Con una arquitectura popular de una gran belleza singular, su iglesia está declarada Monumento de Interés Cultural, con retablo mayor barroco, un pequeño museo de arte religioso y un órgano barroco.  Hay múltiples vestigios de la presencia de un Tribunal de la Inquisición (incluso un museo particular).

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Legua y media de Garganta, cinco leguas de Plasencia habitaba una serrana,  alta,  rubia y sandunguera. Vara y media de cintura,   cuarta y media de muñeca, con una mata de pelo   que la los zancajos le llega.  Cuando tiene sed de agua   se baja pa la ribera cuando tiene sed de hombre   se sube para la sierra…

Estos son las primeros versos del romance de la Serrana de la Vera que acabó matándose ella misma antes de ser apresada. Orgullo de mujer, venganza consumada contra los poderes que ahogaban a las féminas, relegadas a un papel menor. Isabel no quiso aceptarlo y rodaron cabezas… de hombres.

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 Historias de la Serrana, leyendas de la Vera que se llevan encima cuando te montas sobre la sierra y te imaginas el trasiego de carros y bestias, mirando de soslayo al bosque mientras recuerdan la leyenda, deseando terminar el camino y olvidar sus miedos; historias contadas de boca en boca, junto a la candela, que han hecho sudar a niños y callar a mayores. Hoy esta senda es un paseo por la comarca, por la sierra; pero bajo nuestros pies hay muchos otros pasos, algunos de mujer, de vengada impotencia, ¿los habremos pisado?… Andando Extremadura.

– Bebe serranito bebe,   agua de esa calavera,
que puede ser que algún día
   otro de la tuya beba.

©vicentepozas2014

Ruta por la Ribera. Brozas

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 Brozas es una localidad cacereña perteneciente a la mancomunidad Tajo-Salor, vinculada a la Orden de Alcántara, aun son visibles sus construcciones palaciegas y eclesiásticas que muestran la importancia de este enclave. Hoy visitar Brozas es contemplar las muestras de su pasado histórico; el balneario, los restos de sus fábricas denotan la actividad de un pequeño pueblo en territorio de frontera y de grandes dehesas. De estas últimas disfrutarás en la Ruta de la Ribera, de 20 kms, muy bien señalizada y salpicada de hitos que adornan y enriquecen el camino. os recomiendo el otoño-invierno para realizarla porque añadiréis a la belleza del entorno, la presencia de las grullas que os acompañarán durante todo el paseo.

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo  Amores

Estamos en una zona ZEPA -Zona de Especial Portección de Aves- la de los LLanos de Brozas y Alcántara. Una de los espacios más importantes de Extremadura para la conservación de aves esteparias como la avutarda, el sisón, la cigüeña negra, el aguilucho cenizo, el cernícalo primilla, el milano real y el milano negro. Y en los meses de noviembre a marzo, las grullas, cientos y cientos en toda la comarca. Hoy disfrutaremos de ellas.

Vamos con la ruta; antes de entrar en Brozas, si venimos de Cáceres, hay una carretera que lleva al Balneario de San Gregorio, en el cruce un pequeño hostal nos servirá de aparcamiento para dejar el coche, y tomar un refrigerio a la salida y a la llegada. Tomamos la carretera y a unos quinientos metros encontramos el inicio de la ruta, nosotros disfrutando de las primeras luces de la dehesa, comenzamos.

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Enseguida nos topamos a la izquierda con el que llaman Camino del Tajo por la Charca, un panel informativo nos anuncia la ruta, nos señala los sitios más interantes y el trazado a seguir. El camino arranca ancho y cómodo.

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 No andamos mucho cuando las primeras grullas se asoman al camino, buscan semillas con las primeras horas del día, vienen a Extremadura huyendo de los fríos del norte, aquí se alimentan antes de regresar a a tierras alemanas.

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En cuanto se percatan de nuestra presencia remontan el vuelo. Si la ruta la hacéis en febrero, dice un amigo naturalista y fotógrafo, que apenas se mueven, lo achaca a que las grullas se han alimentado bastante y reservan fuerzas para el largo viaje de vuelta.

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Los primeros tramos del recorrido discurren por estos llanos, pastizales que dibujan una hermosa paleta de colores en cuanto asoma el sol por el este.

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La ruta, como comentaba al principio, está muy bien señalizada, tantos cruces como hitos y es difícil perderse. Este poste, con señal amarilla, lo veremos a lo largo del recorrido muchas veces.

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Esta es la otra señal que encontraremos en el camino, la que marca los lugares de interés, aquí viene el primero, las Casas de Fuente Madero. Detrás, habréis visto que el paisaje cambia y nos adentramos en la dehesa.

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Y llegamos al primero de estos lugares interesantes, las casas de Fuente Madero, un conjunto de construcciones del que destaca este bohío, una cabaña circular, en este caso de piedra, veremos más en la ruta. Los bohíos o bujíos, como se les conoce popularmente, son unas construcciones pastoriles características de los llanos de Brozas y Alcántara.

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El otoño, o el invierno, tienen la magia de los distintos momentos de luz que te regala la visita, en un momento baja la niebla…

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…instantes después toda la luz cae sobre dehesa y pastizales. Un festival de colores.

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Tras las casas primeras retomamos al camino original que nos llevará entre dehesas y ganado hasta el primero de los desvíos, señalizado, ya digo, hasta otro de los lugares a visitar: la Fuente de la Colada, casi oculta por la vegetación. Aquí tomamos, por momentos el Camino de Alcántara a Navas del Madroño. Es una sorpresa la cantidad de caminos, veredas y senderos que se reparten por toda la zona.

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De nuevo un cruce, de nuevo una señal, y entramos en una de las partes más bonitas de la ruta, el Camino de la Charca de Cueto, donde haremos algunas paradas para disfrutar de la invitación que nos hacen algunas de las construcciones que nos encontraremos.

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La siguiente parada es la Casa del Alcornocal, ya en ruinas como casi todo lo que nos rodea que deja testimonio de la actividad rural de la zona, hoy se limita a cabañas ganaderas repartidas por grandes fincas. He encontrado algunas referencias que la llaman la Casa del Tobal.

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 Parada especial merece la antigua Ermita del Alcornocal, una pequeña construcción que se mantiene en perfecto estado pero abandonada. Brozas tuvo muchas ermitas, algunas de ellas en los caminos, ya que  la amplitud de su término, idóneo para la agricultura y para la ganadería trashumante y su carácter de nudo de comunicaciones en el oeste extremeño convirtió a Brozas en una de las villas más importantes de la Extremadura moderna, siendo dominado su gobierno por una poderosa nobleza con lazos familiares con las aristocracias de Alcántara, Cáceres o Trujillo.

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 La ermita es visible desde el camino y aunque está dentro de una finca es muy fácil acceder a ella; junto a la construcción hay restos de actividad ganadera. O de usos posteriores y más modernos, es complicado encontrar referencias.

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Volvemos al camino. Algún claro en la dehesa es aprovechado por el ganado para disfrutar de los rayos de sol de la mañana. Seguimos el sendero, fácil, no tiene pérdida.

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 Siguiendo un camino rodeado de muros de piedra y con algunas casas singulares llegamos a la Ribera de la Mata y al Puente de las Tenderas que salva el camino. Esta es la zona que da nombre a la ruta y será la que más disfrutemos por su bellaza y su equilibrio. Las imágenes siguientes darán fe de ello. Como indica el cartel hay que dejar el camino y seguir la ribera, nos os preocupéis porque continuando por el curso del agua nos toparemos con un camino y una señalización que nos guiará de nuevo. Sin miedo

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El agua y la ganadería han convertido el paraje en un sitio fantástico, idílico, como dibujado en mitad de una dehesa más brava, aunque domada en muchos rincones. Alcornoques rodean la ribera, ahora sin hojas por el frío invierno.

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Atravesamos un pequeño puente de piedra, singular, a pesar de su simpleza resiste el paso de los años sin mayor problema.

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 Parece un pequeño parque cuidado con esmero, pero es natural, por eso sorprende más. Un lugar que transmite paz, el ruido lo hacemos nosotros, y el agua. Los oriundos de Brozas lo conocen como la Ribera de Cueto, porque corriente arriba hay una charca que se se llama así Charca de Cueto.

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El agua ha ido dibujando la zona, el invierno y la luz del día hacen el resto.

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Cerca se ven restos de antiguas cochiqueras, que aprovechaban la propia piedra. La actividad ganadera, pasada o presente, está por todos lados. De hecho en una ruta anterior nos topamos con los restos de una gran finca utilizada para el regadío hace algunas décadas, que conservaba algunas muestras de lo que debió ser una impresionante infraestructura.

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Restos de contrucciones rurales repartidas por todos sitios, en una zona rica, transitada, que dejan ver la arquitectura rural de la época, muros de piedras, arcos de ladrillo en las bóvedas. Han caído las techumbres de madera, pero el adobe y la piedra aguantan el paso de los años y el abandono.

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Hemos disfrutado de toda la Ribera de la Mata, o Ribera de Cueto, continuamos;  siguiendo el curso del agua, veréis algunas flechas amarillas pintadas en la piedra, no dejando el pequeño riachuelo llegaremos a toparnos con el camino a seguir.

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Enseguida encontramos este badén y un camino que deberemos seguir. Si os fijáis hacia la mitad de la imagen, a la derecha del camino está la señal que nos señala la ruta. Vamos bien.

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Toda la zona es una gran dehesa ganadera, en uso, y eso se nota, la presencia de animales es constante, fincas cuidadas donde cualquier cosa tiene uso, los muelles de las antiguas camas también, y bañeras, y palés… Hemos tomado el Camino de la Charca de Cueto que llaman y, como la ruta hace un ocho, iremos a uno de los cruces por los que pasamos antes pero siguiendo un recorrido distinto

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El camino esta marcado continuamente y eso te relaja mucho a la hora de caminar porque vas con la seguridad de seguir la ruta y te entretienes con un paisaje demoledor. Pasaremos por la Dehesa del Orillal donde unas antiguas cochineras son otro hito del recorrido, debéis estar atentos porque os las podéis pasar, de hecho nosotros no las vimos. Fijáos en el mapa del comienzo de la ruta que marca dónde está  cada cosa.

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Nos vienen acompañando casi todo el camino, las oyes, otra veces las ves volar. Pero en cuanto se despeja la dehesa aparecen los primeros grupos de grullas.

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Como son un escándalo es fácil verlas a no muchos metros de donde estamos, si estás en silencio no alzan el vuelo y puedes admirarlas. Hablando con algunos ganaderos, estos no las ven con tan buenos ojos pues se comen la bellota de la montanera.

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Hay grupos de grullas por todas partes, a media mañana no paran de alimentarse; lo harán hasta el ocaso, momento en el que regresan a los dormideros, situados siempre en la cola de los pantanos, o en zonas anegadas, así se protegen del ataque de depredarores nocturnos, ya que en el agua los oyen llegar sin problema.

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Grullas, grullas y grullas, es el mejor añadido para una ruta que, de por sí, es una belleza, pero que se hace más apetecible para los que somos amantes de la ornitología, los que disfrutamos fotografiando a estos grandes pájaros de colores que destacan en el verde de la dehesa en invierno.

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Cerca de Brozas la foto de los grandes pastizales nos regala una imagen magnífica. Tierra agrícola, ganadera, trabajada a diario para hacerla rentable. Somos la gran despensa de España y aquí, a pié de campo, es donde se nota.

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No hay tregua, giras la cabeza, y las ves de nuevo, parece que forman parte del paisaje. Qué regalo.

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La estampa ganadera cerca ya de la población, mientras, en los últimos dos kilómetros el camino es el mismo que la ida, afortunadamente la luz es otra y parece diferente.

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Al terminar el camino, el panel informativo nos recuerda el recorrido y los hitos más importantes, aunque hay muchos más en todo el sendero. Enhorabuena al Ayuntamiento de Brozas por la señalización y por la propuesta.

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Los últimos metros, regresando al lugar donde dejamos el coche, aún hemos de pasar el Embalse del Noque y más restos de construcciones que denotan la enorme vida rural que siempre ha tenido la zona.

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Brozas, tierra de Francisco Sánchez de las Brozas, conocido como El Brocense, humanista y gramático español del siglo XVI, rebelde, enfrentado a la Inquisición y que dijo aquello de “No prestéis crédito a nadie, ni a mí mismo, a no ser que las enseñanzas estén corroboradas por razones y argumentos sólidos.” . Tierra de historia que hoy nos ha regalado parte de ella. Un placer compartirla aquí.

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Brozas es una localidad de algo más de 2000 habitantes que guarda mucha historia, se ve en palacios, castillos y casas solariegas. Tierra de frontera, de paso. Brozas es parte de la Comarca Tajo-Salor-Almonte, y constituye el referente rural de Cáceres capital, aportando su riqueza natural y cultural a los innumerables atractivos que posee la ciudad. Basta con alejarse diez kilómetros para sumergirse en un espacio diferente, con una naturaleza, un patrimonio histórico-artístico y una cultura popular sorprendentes. Pasear por sus tierras, empaparse de las dehesas e intentar retrotaerse a años del medioevo cuando por estos caminos transitaban carros y caravanas, viajeros, artesanos, soldados o ganaderos trashumantes es un ejercicio de imaginación al que ayudan los restos de lo que fue. Tierra de frontera, obligada a batallar en muchas guerras, no estuvo exenta de la sangría de la emigración y la huída hacía lugares más prósperos, como ocurrió en toda Extremadura. Afortunadamente Extremadura se convirtió en región con identidad y frenó aquel éxodo, no recuperamos viejos éxitos de antaño pero contuvimos la destrucción y el ovido y hoy, pasear por Brozas, es un placer y una sorpresa. Valorando lo nuestro surge entonces la pregunta ¿cómo traspasar esa necesidad real que existe, por conservar y cambiar nuestra forma de relacionarnos con el entorno, como transmitir que no todo se mide en función de su valor económico inmediato, como transmitir que no solamente lo que es empacable, medible y vendible tiene importancia, como crear conciencia? y valorar lo que tenemos. Hacerlo Andando Extremadura es una buena manera de empezar.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta Chorro de La Meancera. Las Hurdes

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 Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Sus accidentes geográficos, sus ríos y arroyos, sierras montañas y pueblos -con sus alquerías- convierten a esta comarca extremeña, tan estigmatizada, en un lugar perfecto para caminar. Consciente de ello, la Mancomunidad de Las Hurdes ha editado varias guías de rutas senderistas, perfectamente señalizadas, hay más de 20, algunas con espectaculares miradores y con pueblos y rincones que, si no los conoces, quedarás enamorado de ellos. El Gasco es un ejemplo. Esta alquería tiene dos hitos especiales: el Volcán del Gasco, lugar de interés científico, y el Chorro de la Meancera, o Miacera, a donde nos dirijimos en esta ocasión.

Os dejo el track para GPS de Escaladores de Extremadura, aunque no hace falta pues está muy bien señalizada y no tiene pérdida

Es una ruta corta, con algo de subida y alguna dificultad, sobre todo en la parte del arroyo de la Meancera puesto que hay que caminar entre piedras y cruzar el cauce varias veces.  Apenas cinco kilómetros pero muy intensos. Un caramelo para completar un día en el que se puede hacer más de una ruta, y hay muchas en Las Hurdes.

 Las Hurdes tiene 43 localidades, de ellas, sólo seis son municipios, el resto, 37, son alquerías. Uno de estos municipios es Nuñomoral del que dependen 10 alquerías, una de ellas El Gasco. En la zona donde se asienta la alquería se encuentran multitud de restos y grabados de la edad de bronce.Incluso hay varias cuevas en las proximidades en las cuales se supone que vivió alguna población en la edad de bronce.

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 El Gasco tiene apenas 150 habitantes, la carretera que nos lleva termina allí. Os aconsejo visitar el Centro de Interpretación de la Casa Hurdana, una reconstrucción tanto por fuera como por dentro de la vivienda típica de Hurdes.

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 En la alquería de El Gasco hay varios artesanos que trabajan la piedra y la madera. Fáciles de encontrar. Construyen casitas pequeñas con la estructura de las viviendas hurdanas, y muy típicas, utilizando roca volcánica,  y cachimbas, una especie de pipas de fumar. También realizan trabajos con la madera, como pequeños bancos y adornos diversos. Os podéis quedar a comer en el bar restaurante El Bodegón, os aconsejo una delicia de la comarca: el limón de Hurdes, una especie de ensalada que mezcla sabores magnificamente.

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 Para llegar al chorro sólo hay que bajar hasta el final  de la carretera y  seguir la señal, recorremos un par de calles de la localidad y descendemos hasta la piscina natural de río Malvellido que seguiremos durante un rato entre bancales, huertas y pizarra.

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Junto al cauce del río, un sendero que bordea la piscina natural nos facilita el camino, rodeados de pequeñas elevaciones de nombres tan sonoros como: El Hontano, el Pimpollar o el Lombo de la Pina.

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 Las aguas del río Malvellido, a las que saluda el pequeño enclave de El Gasco, descienden entre meandros y pizarras desde lo alto de la Sierra de la Corredera, en el Pico Solombrero; para visitar, entre mil curvas y recovecos, La Fragosa, Martilandrán, El Collado y Cerezal antes de fundirse con las aguas del río Hurdano, y así, seguir juntos recorriendo Las Hurdes, pueblo a pueblo, alquería tras alquería, hasta su zona más baja y descansar en las mansas aguas del Embalse de Gabriel y Galán que alimenta el río Alagón.

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 En este punto, podemos optar por visitar el Volcán del Gasco, lugar de interés científico; curioso por que los habitantes de El Gasco han vendido siempre las piedras del cráter para el lavado de vaqueros y para diversos artículos de artesanía, como las pipas de fumar. Dicen los geólogos que sus piedras, su cráter de unos 50 metros de diámetro, son de un meteorito que cayó hace más de un millón de años.

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Pero seguimos nuestro camino, fascinados con un paisaje duro pero enternecedor, bello y fuerte. A El Gasco hay que venir expresamente y eso se deja notar. Cualquier pequeño hueco es aprovechado para sembrar, huertos de formas imposibles que se retuercen con el río y viven de este.

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Por mucho que nos hayan contado en Las Hurdes el agua está por todas partes, las montañas la devuelven, una y otra vez, al cauce de ríos y arroyos.

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 Este primer tramo tiene un trazado muy arreglado, sencillo, es parte de la senda que recorre todos los pueblos de la zona en el corazón de las Hurdes, caminos que se han recuperado para hacerlos transitables, que ponen en valor los senderos, caminos y veredas que han utilizado los hurdanos durante años y que  estaban  abocados a la desaparición por el abandono.

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Caminos de pizarra, como los suelos, como las paredes, como las lindes, como los bancales… que dibujan Las Hurdes así: duradera, resistente, práctica. Esto hay, esto cojo.

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 Los cerezos se han hecho fuertes en esta tierra, el Valle del Jerte es su lugar más conocido en Extremadura, pero ya es habitual verlos en cualquiera de los valles del norte de Cáceres. Aquí lo que más sorprende es observar cómo se gana cada palmo de tierra a golpe de piedra, como se aprovecha cada rinconcito por inservible que parezca para hacerlo productivo.

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 Dejamos el cauce del río Malvellido, e iniciamos el ascenso hacia el chorro de la Meancera, por el arroyo del mismo nombre aunque, es cierto, en muchos lugares aparece como Miacera y no Meancera. Este es el tramo más complicado porque hay que andar entre piedras y cruzar el cauce del agua en varias ocasiones.

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No es complicado si se va con cuidado, lo sinuoso del terreno nos obliga a ir siguiendo un pequeño sendero que discurre buscando el hueco que dejan las piedras, el tiempo y las muchas pisadas ha hecho un trazado básico que hay que recorrer atentos.

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En algún tramo nos ayuda la infraestructura que la Mancomunidad ha colocado a lo largo del camino y que aumentan la belleza del recorrido.

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Sigues subiendo y, de repente, echas la vista atrás y contemplas sorprendio la belleza, la magia hurdana, lomos y sierras que se suceden soportando valles, escondiendo gentes. Aquí el senderismo es una delicia.

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Y entonces llegas. El Chorro de la Meancera, casi un lugar de culto, una caída de agua de unos 100 metros de altura que salva la montaña lanzándose al vacío.
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El ruido del agua no llega a las imágenes pero sorprende la caída constante, y sorprende más ver que la piedra resiste el embite del chorro y parece no inmutarse; ni siquiera redondea sus aristas.

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El agua salta por encima de las rocas, busca los huecos necesarios para seguir su curso, desaparece a la vista y reaparece dibujando, salpicando en una roca gris que el agua azulea.

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La imagen de un entorno escondido al que hay que acercarse para comtemplarlo con detalle, justo donde la montaña se hace más inaccesible, el agua encontró un hueco para seguir su curso buscando el río que lo arrope, abajo, de nombre Malvellido.

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Tras disfrutar de la belleza de la cascada, del entorno, hay que iniciar la bajada, desandar el camino, no hay otra manera que no sea volver sobre nuestros pies.

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La senda que nos devuelve al corazón de río es como un camino de cuentos que zigzagea como el río. No falta detalle.

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Las Hurdes es eso, un cuento y un encuentro, con la tierra, con la destreza y la habilidad del hombre para adaptarse a ella, para dibujar entre ariscos pizarrales bancales de tierra de los que sacar el fruto necesario; colores de un triunfo que logra la constancia y el tesón. Es una simbiosis entre hombre y tierra y el resultado no es baladí. Lo dijo Unamuno: «. . . Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

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Dicen los hurdanos que esta es una tierra donde ha existido y aún existe “…un permanente abrazo entre el hombre y la naturaleza…”, donde el hombre se ha adaptado a la tierra, y ésta a las necesidades del hombre; cada roca ha servido de cimiento para toda una cultura tanto arquitectónica y gastronómica como tradicional.

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Hasta el agua dibuja instantes, resultado de años de trabajo, esquinas imposibles donde el hombre deja su huella. Sierras y picachos agrestes y ásperos, en un abigarrado paisaje entrelazado de escarpadas montañas; ríos, arroyos que parecen llamados a reunirse en las aguas del Alagón , en el Valle del Alagón donde estas inmensas formas por fin se suavizan.

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Las Hurdes. Siempre vuelves, siempre nueva; hay un paisaje, una luz, un rincón, un olor, un instante en el que no habías caído. De repente paras, tú y el tiempo; te bajas del coche y del mundo, y te pones a andar, puedes hacerlo durante horas porque Las Hurdes es un paraje enorme, de corazón y alma, un lugar regalado a los hombres, robado a la imagen de la miseria para convertirlo en un lujo. » Largos y espesos son los silencios que se extienden por la historia de esta comarca» dicen los hurdanos. Para el senderista Las Hurdes es un rito iniciático, un verso, una ensoñación, el camino perfecto, una vereda al corazón de un mundo propio en el que leyendas y tradiciones saldrán a la vera del camino para acompañarte en el viaje; una andanza que es mejor que descubras Andando Extremadura.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2014

Ruta La Chorrera. Hervás

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La ruta de La Chorrera en Hervás -Cáceres- es uno de esos senderos que repites más de una vez. Un camino que parte del barrio judío hervasense y nos lleva, siguiendo el curso del río Ambroz, hasta las estribaciones del pico Pinajarro en la Sierra de Gredos. La Chorrera es un salto de agua de casi 30 metros de altura que salva el desnivel de la montaña. Es una ruta muy popular, de hecho no es raro cruzarse con bastante gente en el camino. La belleza del paisaje, pequeños hitos de la historia de Hervás y la comarca jalonan el recorrido; bosques de robles y castaños, pozas de agua, puentes y excelentes vistas del Valle del Ambroz completan la lista de razones para no dejar de hacerla. Es de dificultad media, con unos 600 metros de desnivel de subida y otros tantos de bajada y de casi 14 kms, es de ida y vuelta.

Track para GPS de mi compañero de ruta Teófilo Amores Mendoza.

 La ruta arranca en la Plaza del Convento de Hervás, junto a la judería y la hospedería, enseguida sales del pueblo y te topas con la imagen del barrio judío y la omnipresente iglesia dde Santa María, mirador de la localidad, las primeras luces de la mañana nos descubren la villa. La ruta está bien señalizada, como PR, blanco y amarillo.

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La siguiente imagen es la del puente de hierro, perteneciente a la línea férrea de la Ruta de la Plata que dejó de funcionar en 1985. La vía sigue en pie, en desuso, reivindicada por sus vecinos que quedaron aislados del norte de España, castigados por el eterno latiguillo de la rentabilidad.

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Salimos del pueblo, dejamos las últimas casas, el matadero y tomamos por la zona de Los Corrales el camino ascendente durante algunos kilómetros, es de cemento, eso sí, flanqueado de castaños.

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El Valle del Ambroz vende su otoño mágico, protegido y rodeado de estos colores, es fácil entender esa afirmación. Un bosque elevado a pintura. Sólo hay que seguir el camino.

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Un poco más arriba aparece el albergue juvenil, ahora dormido, pero que en verano se convierte en un lugar bullicioso donde los campamentos se suceden. Aquí arriba es fácil huir del calor extremeño.

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El sol de la mañana por fin sortea el sistema central y asoman las primeras luces en las crestas de las sierras. En primer término Las Retuertas, arriba, solemne, el Pinajarro, 2099 metros de altura.

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El río Ambroz, alma de la comarca, baja al valle en un entorno idílico. Es un paisaje de cuento que parece pintado a conciencia para templar almas. En años de nieves baja bravo y valiente.

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Atravesamos el arroyo del Posturillo en la zona de Horcajo, dejando a la derecha el camino que conduce a la presa de Hervás, a nuestra derecha el cerro de Majallana por el que discurre otro arroyo. En la sierra el agua es generosa.

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Llegamos a Marinejo donde, a duras penas, se mantienen las antiguas viviendas de los trabajadores de la minicentral de luz que veremos más arriba

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El puente de Marinejo, que cruza el Ambroz, lleva a la Pista Heidi, otro camino magnífico para recorrer. El puente, de piedra, se mantiene firme. Robusto aguanta los embates del agua, ahora mansa porque el otoño es seco.

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 Esta imagen no es de la calidad que quisiese, pero es importante porque marca el punto donde debemos dejar el camino y desviarnos por un sendero que arranca a la derecha y que nos lleva a coronar la sierra. Está indicado. Podéis andar unos metros antes de tomar el sendero y acercaros a la central hidroeléctrica, La Casa de la Luz, le decíamos de chicos, cuando veníamos a bañarnos aquí.

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Paisajes del Ambroz, estampas de Gredos, rincones de sierra que se dejan ver por momentos a medida que el ascenso se hace más pronunciado y la altura nos da esa ventaja.

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La Casa de la Luz la dejamos a un lado, mientras se distancia de nosotros el cauce del Ambroz para comenzar la parte más complicada, aunque antes tendremos un regalo extra en la ruta.

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En este punto, indicado como véis, se puede optar por seguir la ruta o hacer el pequeño desvío que nos lleva a las Charcas Verdes. Son apenas 500 metros, y merece la pena, lo aseguro, luego retornaremos aquí para continuar el ascenso.

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Un pequeño camino rodeado de robles nos lleva hasta un lugar muy visitado en verano. Hay agua.

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Las charcas verdes son dos pequeñas pozas de agua que son un reclamo para el baño de los más jóvenes que vienen a pasar el día aquí, sombra y baño son la clave. Esta es la charca de abajo…

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…y esta la de arriba.

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 Retomamos al camino original, volviendo sobre nuestros pasos hasta el cruce donde estaba el cartel y comenzamos el ascenso, un sendero en zig zag que, me cuenta el amigo Teo, le llaman las 33 vueltas; yo no las conté pero no lo pongo en duda. Es la parte más dura del camino por la fuerte pendiente.

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 Ya vemos el final del ascenso, estaremos a unos mil metros de altura y disfrutaremos del paisaje en cuanto abandonemos este bosque de robles melojos. Primero, a tomar aire, la subida ha sido pronunciada.

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Al llegar arriba nos recibe un pequeño depósito que lanza al agua por una fuerte pendiente que producirá la luz abajo en la central hiroeléctrica. Hay que bordearlo y seguir el sendero.

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Pero desde aquí se dibuja el Sistema Central de esta forma. La Hoya de los Castaños, el Cerro del Moro y el Canchal de la Gallina se muestran así de tremendos. Los grandes castañares de Hervás quedan a nuestros pies.

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Hervás, el embalse de Baños, y al fondo Las Hurdes se dibujan ante nosotros. La perspectiva desde la altura del Valle del Ambroz es así de hermosa.

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Enfilando, que dice Teo, para adentrarnos en la parte más bonita del camino

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Ya con más horas de sol el Pinajarro está en todo su esplendor, el piquito de la derecha que aparece estilizado es el Tejerón.

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Comenzamos a caminar pararelos al canal que lleva el agua al depósito que hemos dejado atrás y que alimenta la Casa de la Luz.

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Sólo hay que seguirlo, rodeados de robles de nuevo, el lugar es fantástico

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Decía antes que es la parte más bonita de la ruta por el efecto que crea la acequia de agua, escondida en este bosque serrano.

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Gredos, el Ambroz, es un festival de colores. Otoño Mágico en el Valle del Ambroz, que por cierto, es Fiesta de Interés Turístico Regional

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Termina el canal y cruzamos el arroyo Forero o de Las Costeras, de las dos maneras lo he encontrado para afrontar el último ascenso antes de llegar a nuestro destino.

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 Quedan pocos metros para alcanzar La Chorrera, una pequeña vereda nos lleva hasta ella bajo el bosque que cogimos muchos metros más abajo. Aunque el roble melojo es el ejemplar más abundante, nos venimos cruzando con castaños, abetos, alisos y chopos, hasta un acebo que veremos ahora.

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 Y llegamos a La Chorrera, algunos metros más arriba nace el río Ambroz, en su descenso al valle sortea los accidentes de la montaña y crea este salto de agua, lugar de peregrinación de caminantes y senderistas

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No me resisto a fotografiarme delante de la cascada. Este pequeño río, afluente del Alagón, deja esta imagen al sortear las sierras de Cerro Pinajarro, hermano pequeño del Canchal, y Las Retuertas, seguirá hasta las dos charcas verdes, atravesará Hervás, donde visita su barrio judío y descansará en el valle.

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Dejamos La Chorrera contemplando el paisaje que lo esconde, es dificilmente visible si no llegas hasta aquí pero reconforta hacerlo; la sierra siempre ha sido un refugio pero hay que pisarla.

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Iniciamos el descenso, camino de vuelta, pudiera parecer aburrido desandar los pasos, pero ahora la luz es más alta y nos brinda otro espectáculo de colores y sombras.

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El bosque gris y meloso de la ida se ha llenado de matices, y el camino se llena de gente.

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Los colores del otoño en uno de los más grandes castañares de toda la península, el de Hervás son así de impresionantes. Lo dijo Unamuno:  “Hervás, con sus castañares recoletos en la falda de la sierra que hace espalda de Castilla”. El monte Castañar Gallego es uno de los montes de castaño más importantes de Europa.

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El Valle del Ambroz es un lugar de contrastes, paisaje y paisanaje, un rincón que siempre ha sido de paso entre el sur y el norte, de ese trasiego de gentes y culturas han quedado rastros repartidos por toda la comarca.

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Restos de la vida en la sierra, estos en el camino de Marinejo, mientras tomamos el tramo de cemento que nos lleva al pueblo.

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Las luces hacen magia en la espesura, se llena de colores: ocres, rojos, verdes, amarillos, verdes…

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Las aguas que dejamos más arriba ahora se cruzan en el camino, bañadas por el sol.

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Parecía un bosque en letargo, dormido, cuando iniciamos el ascenso, pero el sol nos enseña otra cara

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Es el mismo trayecto pero distinto camino. Estamos cerca de Hervás.

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Antes del final del trayecto, un momento para echar la vista atrás y observar el paisaje desde lejos, el entorno que nos ha embelesado, es igual de magnífico en la distancia

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Hervás, vuelta al inicio. Esta imagen sintetiza todo lo visto. Ahora toca pasear por sus calles en busca de un refrigerio. Su barrio judío, declarado Conjunto Histórico- Artístico en 1969, se halla excelentemente conservado y pertenece a la Red de Juderías de España.

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 Esta la única herida que rodea el pueblo, la Vía de la Plata, abandonada. Un canto a la desidia, al olvido de los lugares pequeños; ese estigma que tenemos las tierras rurales: que no compensa. Alguien, en 1985, desde un despacho en Madrid decidió que nosotros no necesitábamos un tren ¿para qué? ¿para ir a dónde?

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 Excelente viaje y mejores sensaciones. La cordillera de Gredos alberga rincones mágicos, bosques de hadas y duendes con colores de cuento.  A los humanos siempre nos han fascinado los bosques, ese misterio que envuelve a los árboles cuando están muy juntos. Sí, así es el Valle del Ambroz, abrigo de Gredos, leyenda, rito. Cada civilización, y hay más de una, dejó aquí una historia para que se escondiese en la arboleda y pudiera ser transmitida de generación y generación. Hoy hemos venido nosotros, a recorrer el camino de La Chorrera, buscando nuestra propia historia, arriba hemos dejado parte del alma para que la protejan los dioses de la montaña; volveremos a recogerla, lo haremos como siempre,  Andando Extremadura.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2013

Ruta El Chorrituelo en Ovejuela. las Hurdes

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La comarca de Las Hurdes, Cáceres, se caracteriza por muchas cosas, entre otras por la presencia constante del agua que, peleando con los suelos pizarrosos, crea vistosos meandros y sorprendentes saltos de agua. A casi todos hay que llegar andando, ruta señalizadas que merecen la pena por la belleza de su paisaje. La ruta de hoy nos llevará haste el salto de agua de Ovejuela: El Crorrituelo, una cascada de 70 metros de altura.

Las Hurdes es hoy un destino turístico consolidado, los hurdanos lo saben y es cada vez más fácil encontrar alojamientos, restauración, señalización… para la práctica del senderismo se han recuperado caminos, se han marcado y dotado de las infraestructuras necesarias para hacerlos transitables y son más frecuentes las guías, los enlaces y mapas que ayudan a recorrerlos.

La ruta al Chorrituelo es sencilla, 6 kms, ida y vuelta, que transcurren por parte del GR 10 a su paso por Hurdes, la única dificultad es que hay que atravesar el río de Ovejuela en un par de ocasiones y que, al final de la ruta, al acercarnos a la cascada nos obliga a caminar entre piedras pegados a la orilla, pero yendo con cuidado, no hay mucho problema. La ruta la hicimos, como muchas otras, con el Club Deportivo La Vereína.

Os dejo el track para GPS de la ruta

 La ruta parte de la alquería de Ovejuela, una de las once que tiene Pinofranqueado, con apenas un centenar de habitantes.

Es uno de los pueblos más antiguos de toda la comarca hurdana. En documentos del S. XI se cita con el nombre de «Oveiola». En sus inmediaciones, se encuentran los vestigios de un gran asentamiento prerromano, que las gentes de estos lugares llaman «Otulia» o «Vitulia». Y desde la pequeña plaza de Ovejuela, donde acaba la carretera, arranca la ruta.

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Partimos por un camino cómodo, rodeados de pequeños huertos, que nos lleva hasta la piscina natural.

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A la piscina natural de Ovejuela se llega en un momento, en invierno vacía deja correr el agua del río, pero el rinconcito invita a venir en verano. Está bien preparada

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Por encima de la piscina un pequeño puente nos cruza al otro lado, donde arranca el camino de tierra.

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En cuanto comenzamos a ascender, de manera suave, descubrimos el paisaje hurdano por el que caminamos, un regalo para la vista.

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Un pequeño sendero que sigue el curso del río, encajado entre sierras. Pizarras, pinos y olivos nos acompañan en el paseo.

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 Es el tramo que discurre por el sendero de gran recorrido GR 10 que  comunica la localidad valenciana de Puzol con Lisboa sirviendo de unión entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.

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El recorrido es una delicia que deja imágenes de mucha belleza donde bancales, pinos y pizarra logran un equilibrio muy frágil.

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Hay que cruzar el río, no será la ultima vez, es la única dificultad de la ruta, que en algunas épocas de invierno pone complicado completar el recorrido.

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Venimos recorriendo este pequeño valle que marca el cauce del río Ovejeuela. Pierdes un momento en mirar hacia atrás y seguir el sendero ya andado para tomar conciencia de la delicia del entorno. Las Hurdes son un regalo.

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Una senda de piedra, señalizada, que zigzagea entre pequeños cerros donde aún permanecen los pinos que estos años se han salvado de los incendios; una herida abierta en Las Hurdes y otras comarcas del norte de Extremadura.

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Es un juego de sensaciones, donde los sentidos se disparan: olores, sonidos, colores que te aislan del mundo en este rinconcito que parece sacado de una película. Es un paisaje moldeado, hecho a conciencia; la mano del hombre ha cambiado esta comarca estigmatizada por Buñuel y, gracias a él, recuperada para hacerla habitable y deseada.

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Dejamos el sendero y bajamos hasta casi tocar el agua, en la última parte de la ruta hay que caminar sobre piedras, no siempre cómodas

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A buscar apoyos para cruzar el cauce, el río es generoso, tranquilo mientras las lluvias no aumenten el caudal y la fuerza del agua nos obligue a desistir de seguir adelante. Eligimos una época buena.

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No todos los pasos son tan sencillos, hay que sopesar cada zancada, la pizarra es traicionera y pulida por el agua mucho más.

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El Chorrituelo aparece entonces, no hace falta la ingeniería costosa de los grandes canales; el agua sabe como salvar desniveles; simplemente se deja caer para deleite de todos.

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Es una caída constante, más calmada a finales de verano como en esta imagen…

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…o más bravía después de un otoño generoso como en esta otra. De cualquier forma este rincón es magnífico. En verano invita al baño. El agua es el único murmullo, y el de la admiración de quienes llegamos hasta aquí por primera vez. En algún lugar he leído que aquí nace el río Ovejuela, no lo he podido corroborar, me parece mucho caudal para el nacimiento de un río; aunque esto no le resta belleza  ni monumentalidad. Da pereza marcharse.

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A la izquierda del cauce hay un pequeño sendero que os aconsejo tomar unos metros, apenas un kilómetro, que os llevará de nuevo al sendero del GR 10, es una subida algo más dura pero al entrar en el camino de piedra comprenderéis porqué. De repente te sientas ante esta imagen de Hurdes, sus meandros, sus pizarras, sus bancales de olivos, pequeños bosques de pinos. No me digáis que no es una delicia que se pare el tiempo en un instante como este… Y ahora camino de vuelta.

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Los malditos años del hambre y el abandono la convirtieron en Tierra sin pan, el tiempo y aquella vergüenza nunca asumida transformaron este manto de pizarras y meandros, situado en una esquina del tiempo parado muchos lustros, en un lugar idílico, como sacado de un cuento. Dicen los hurdanos que «Las Hurdes comienza donde finaliza la fantasía del sueño». Es una tierra con duende, un premio Nobel que Extremadura enseña poco, como si le diese vergüenza; pero si te llegas hasta aquí y te dejas guiar por el instinto, descubrirás por qué Miguel de Unamuno sentenció acertado:

«. . . Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres»

Si cuando vengas por aquí se te eriza la piel un poquito, ya eres hijo de Las Hurdes, y volverás seguro. Nosotros lo hacemos muchas veces… Andando Extremadura.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2013

Ruta por la Garganta de Descuernacabras. Campillo de Deleitosa

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Hemos cogido la senda del Geoparque Villuercas-Ibores para perdernos por pequeñas carreteras en uno de esos rincones desconocidos  que, una vez que los visitas, no olvidas nunca. No soy el único que lo piensa, las referencias que aparecen en las redes sociales sobre la Ruta de la Garganta de Descuernacabras, Ruta del Acueducto de las Herrerías o Ruta de las Centrales Hidroeléctricas, es una sorpresa de principio a fin.

Hemos escogido otoño, época perfecta para una escapada turística, y en el Geoparque de las Villuercas, que no decepciona nunca, para realizar esta ruta, muy sencila, de apenas 15 kms, circular, pero tan cargada de sorpresas que es recomendable con los ojos cerrados. Y no perdáis ojo porque hay mucho que ver en todo el camino.

Os dejo el track de la ruta para GPS por gentileza de Teófilo Amores, compañero de caminos.

El geoparque nos recibe con su luz de otoño, entre brumas, enseñándonos la sucesión de montañas y valles que lo caracterizan. El Geoparque de Villuercas Ibores Jara es un macizo montañoso de amplia extensión, 2.544 km2 de superficie. Está situado en el sureste de la provincia de Cáceres, entre las cuencas del Tajo y del Guadiana. Forma parte de dos de los contextos geológicos españoles de relevancia mundial caracterizados por la Ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad: La red fluvial, rañas y paisajes apalachenses del Macizo Ibérico y el orógeno hercínico ibérico. Su territorio abarca 19 municipios de la mancomunidad de Villuercas Ibores Jara.

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Hemos subido al Puerto de Deleitosa, en el Collado de la Era de las Yuntas, que nos regala estas imágenes, si a un lado está el Geoparque, al otro, nos acompaña el Sistema Central y las Sierras de Gredos, arropadas por un mar de nubes que esconden al río Tajo

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 En Campillo de Deleitosa existe una asociación cultural muy activa, El Rútale, que ha publicado un magnífico libro -Campillo de Deleitosa, su historia en el olvido- que me servirá de referencia para ofrecer algunos datos. Campillo está escondida entre un mar de elevaciones y depresiones, flanqueda por las Sierras de Campillo y la Gallega; con apenas 80 habitantes guarda restos de la prehistoria y huella de civilizaciones romana o visigoda y algunas sopresas de época reciente. Este fuente la conocen como El Lejío.

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Salimos por el Camino de Robledollano buscando la subida al puerto que antes nos ofreció tan magníficas vistas

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A medida que ascendemos el paisaje aumenta, hemos dejado abajo Campillo, detrás la Sierra Gallega.

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De las pocas dificultades de la ruta es esta subida, casi recién iniciado el camino hasta el Camorro de la Olivilla.

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Las primeras horas de la mañana y la humedad, tras un día de lluvia, dejan estos juegos de luces entre los eucaliptos de la sierra.

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Tras tocar el puerto, iniciamos el descenso hasta la Garganta, imbuidos por la orografía de Las Villuercas que dibuja su silueta ante nuestros ojos.

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Nos acercamos a la Garganta de Descuernacabras, que recibe el nombre del arroyo que la recorre, disfrutando de un paisaje generado por los procesos erosivos producidos por el encajamiento de la actual red fluvial que han configurado un paisaje de sierras y valles paralelos, alineados en dirección NO-SE, rodeados por las penillanuras de Trujillo y de la Jara y que definen  la característica geomorfología de la región conocida como “relieve apalachense”.

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La Garganta, generosa de agua, nos aguarda con muchas sorpresas pues mantiene restos de la historia de la comarca, de sus oficios, de sus necesidades y de la actividad de un pequeño rincón que ha sabido, a lo largo de los años, aprovechar el agua para diferentes fines.

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La primera de las sorpresas aparece ante nosotros, se trata de una antigua Herrería utilizada para fundir el Hierro, prueba de la mucha actividad minera que desarrolló la comarca. Los oriundos del lugar no tienen claro si el conjunto es de época romana o de la Edad Media. Junto a el, arranca el canal de agua que llevaremos durante los próximos cinco kilómetros y que es el gran atractivo de la ruta y la razón por la que hemos llegado hasta aquí

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De momento hay que descender para coger el arroyo y seguir la ruta de las Herrerías.

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A nuestra derecha hemos traído la Sierra de Juncaldilla, uno de los frecuentes riscos del Geoparque que presentan estas pedreras tan características en la comarca. Esta Sierra, además, alberga la Cueva de Los Canchos de Juan Caldilla en la que aparecieron restos de pinturas rupestres y que fue utilizada en la posguerra civil por las numerosas cuadrillas de maquis que se refugiaron en la zona.

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A partir de aquí caminamos por dentro del cauce de la antigua acequia que servía para llevar el agua a las centrales hidroeléctricas, hasta tres, que han jalonado la Garganta

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Comenzamos en la zona de La Herrería, este molino utilizado para fundir hierro con material extraído de las minas cercanas.

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Los restos, ya digo que de origen poco claro, dan idea del trabajo que albergó este pequeño valle que forman la Sierras de Juncaldilla y las del Camorro del Acarreo

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El canal de agua es una obra de ingeniería faraónica, por lo abrupto de la zona que se conserva en un estado excelente y que podemos recorrer en su totalidad.

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Es una construcción realizada en pizarra sobre la falda de la sierra, casi invisble hasta que no estás en ella. Está realizada con tal delicadeza que es apenas perceptible. Caminar por ella es fácil y cómodo. Si bello es el paisaje que se abre por delante…

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 …no menos espectacular es el que vamos dejando atrás. El canal es un balcón privilegiado para disfrutar del entorno.

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En pocos sitios el canal tiene que romper la montaña para seguir el trazado, creo que es el único rincón en esta zona más escarpada del Cancho Quebrado.

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Un detalle de la construcción de la acequia de agua, pizarra sobre pizarra que se mantiene en pie sin problema. Con pequeños arcos que salvan los riachuelos y arroyos que bajan de la sierra.

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Aquí descubrimos los restos de la central hidroeléctrica levantada en 1917, la segunda que se puso en marcha y que estuvo activa hasta 1953 en la zona conocida como El Cabronil, producía 125v ¿os acordáis? Se construyó después de la original de 1912, más grande, porque la caída del agua era mayor y aumentaba la cantidad de energía.

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Este es el tramo más sorpredente, más bonito y más conocido de la zona: los Arcos del Cauce, o el Acueducto de las Herrerías. Un acueducto en curva para vadear el arroyo por el que pasa, realizado, por completo, en pizarra, piedra y ladrillo, y que todavía hoy luce así de vistoso.

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Es una obra de ingeniería magnífica que sortea con ingenio la depresión que crea la corriente de agua que evita.

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Su estado es excelente, pisarlo y atravesarlo es una delicia, sólo por llegar aquí merece la pena realizar la ruta.

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Y continúa el canal, asomando tímidamente desde la falda de la sierra, acompañando el curso del agua del arroyo en un recorrido paralelo.

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Frente a nosotros, al otro lado del cauce, se conservan restos de las antiguas explotaciones mineras, hoy en desuso.

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Es imposible no pararse a cada paso, la acequia es como un gran balcón de cinco kilómetros de largo que ofrece panorámicas magníficas. Y nosotros disfrutamos de ellas.

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Continuamos caminando por el canal, protegidos por las paredes que se conservan en pie, sólo algún pequeño salto, por la caída de piedras, nos obliga a abandonarlo por un instante.

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Esta panorámica general de la acequia da idea de su trazado, es como si quisiera nos destacar en el paisaje.

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La garganta de Descuernacabras flanqueada por el canal es así de sugerente.

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En este punto se une con el Arroyo de Fresnedoso y el caudal aumenta. Es una tierra dura, pizarra que apenas deja crecer la arboleda.

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A medida que nos acercamos al final de la acequia esta se ensancha, si hasta hace unos metros nos obligaba a caminar en fila india, ahora, su anchura nos permite andar en grupo.

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Y finaliza el canal, lo hace en este ensanche que facilitaba la caída de agua en la central que se comenzó a construir en 1912. Esa placa es una rejilla que servía de filtro para la corriente de agua.

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 Esta central que, como cuentan los amigos de la Asociación Cultural El Rútale, se comenzó a construir en 1912, cinco años antes que la anterior que divisamos, pero estuvo parada durante 41 años debido a que no estaba terminado el canal que tenía que llevar el agua hasta ella, por el alto coste de construcción del mismo.

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Quedan algunas estructuras de la conducción de agua, buena parte de ellas se perdieron en una crecida del arroyo en 2005 arrastradas por el agua.

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Esta central entró en funcionamiento en 1953 y paró definitivamente en 1969 cuando Iberduero comenzó a suministrar electricidad a 220v y esta quedaba obsoleta

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A  partir de aquí el arroyo continúa libre de la vigilancia del canal de agua

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A nosotros ya nos toca ascender para buscar de nuevo la localidad de Campillo y dar por finalizada la ruta. Este trozo de camino es más abrupto conserva, apenas, trazados de los antiguos caminos.

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Aún descubrimos restos de un antiguo molino, el Molino de Trigo de Damián, que cogía el agua del Arroyo del Castaño.

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El camino aún nos depara la visión del llamado Puente Viejo o Puente del Conde que los vecinos se vieron obligados a construir para poder comunicarse con la vecina localidad de Fresnedoso tras llevarse el antiguo puente romano una de las crecidas del río.

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Ascendemos hacia el Cerro Alto buscando las primeras casas de Campillo de Deleitosa. La subida nos aleja de la depresión de la garganta para alcanzar los llanos más cercanos a la localidad.

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El final del viaje nos acerca a Campillo y las primeras indicaciones nos anuncian el final.

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Flanqueados por piedra y alcornoque mantenemos vivo el recuerdo de lo que hemos disfrutado en tan singular camino.

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 La dehesa extremeña nos saluda de nuevo, el color del otoño nos regala esta última imagen antes de encontrarnos con Javier Campillo, de la Asociación Cultural El Rútale, que nos brinda las últimas explicaciones de todo lo que hemos visto, sorpresa tras sorpresa, en este pequeño rincón extremeño que guardamos para siempre.

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Yo inmortalizo todo lo visto, sentado ante los impresionantes arcos del acueducto y maravillado porque, en un rincón perdido de la geografía extremeña, haya tanta historia y tanta belleza.

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 Descubrir los rincones de tu tierra de esta manera tan singular, pateando las tierras que aún pelean por no desprenderse de la historia de otros años más difíciles en el entorno rural extremeño, te hace afianzarte en la convicción de que la única forma de encontrar nuestro pasado es hacerlo Andando Extremadura.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2013

Ruta por la Sierra de Gata. De Ovejuela a Perales del Puerto.

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Vamos a recorrer la comarca cacereña de la Sierra de Gata, desde el límite de Hurdes hasta la zona más cercana al Valle del Alagón, una  distancia total de 45 kilómetros que nos llevará desde Ovejuela hasta Perales del Puerto, que discurre por el GR 10, y que haremos en dos jornadas, dentro de una actividad solidaria: La II Ruta Solidaria contra el Cáncer que organiza el club deportivo La Vereína. El primer día cubriremos la distancia entre Ovejuela, en las Hurdes, y Torre de Don Miguel; la segunda jornada irá desde Torre hasta Perales del Puerto, un día especial, el segundo, porque nos acompañarán más de 500 personas. Fue un llamamiento solidario con mucho éxito.

Os dejo el track para GPS de La Vereína

La Sierra de Gata ocupa el rincón más noroccidental de Extremadura con paisajes de belleza sobrecogedora del olivar que produce un extraordinario aceite, al viñedo con su excelente vino, a los bosques autóctonos en las cabeceras de los valles (abedul ibérico, acebo, enebro, encina rupícola y roble melojo), contrastan con laderas de pinares y con las encinas y alcornoques de tierras bajas.

 La Sierra de Gata, haconsolidado su infraestructura turística, sobre todo los hoteles, y hoy nos invita a conocerla a través de la huella de los antiguos caminos empedrados, cañadas y cordeles que recorren valles o laderas, ascendiendo a lo alto de los puertos permitiendo conocer su paisaje y emblemáticos parajes, observar especies animales y vegetales.

 PRIMERA JORNADA

 Aunque la ruta transcurre por la Sierra de Gata comenzamos en Las Hurdes, en Ovejuela, una pequeña alquería dependiente de Pinofranqueado situada al borde de la sierra que delimita ambas comarcas. Ovejuela es un pequeño rincón idílico que traviesa el río que le da nombre, uno de esos paraísos de los que está salpicada la comarca hurdana. Y arrancamos, quedan 26 kilómetros por delante.

 

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El río Ovejuela nos deparará la primera de las delicias de la ruta: El Chorrituelo, un salto de agua espectacular. El pueblo, a pesar de ser pequeño cuenta con un pisicina natural fantástica.

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Las sierras donde se encaja el río crean un pequeño valle de jaras, brezos y pinos, los que aún no se han quemado en estos años. El sendero es amplio y cómodo, por ahora.

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Porque para llegar a la caída de agua hay que atravesar el río varias veces – menos mal que en el club La Vereína funciona la sección Pontoneros-

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Y otra vez haciendo el cabra… y todos los que tenemos cámara al quite por si captamos algún baño no previsto. Y no será la última.

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El Chorrituelo. Es octubre y, a pesar de haber pasado un verano seco, el río sigue llevando agua y el chorro ofrece esta imagen. El Chorrituelo es visitado por mucha gente, no es difícil llegar, está bien señalizado. En esta tierra pizarrosa el río Ovejuela supera el desnivel con esta vistosa casacada en el regato de la Zarruela que vierte sus aguas al río Ovejuela que acabará su recorrido en el río de los Ángeles.

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Comenzamos la ascensión por la falda de la Sierra, camino del pico de la Hiedra Mayor, 1.096 m, para cruzar a la Sierra de Gata

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A medida que asciendes descubres el paisaje, La Hurdes es un rincón que nadie debería perderse si quiere, de verdad, hablar sobre ellas.

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Subiendo entre helechos, castaños y robles. Delicioso.

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Y llegamos arriba. ahora tomamos durante un rato el cortafuego entre Hurdes y Gata en la Sierra de la Bolla, desde aquí nos quedan a la vista ambas comarcas.

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A nuestra derecha la comarca de Hurdes que despedimos aquí.

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A la izquierda la comarca de Sierra de Gata. Hacía ella nos dirijimos.

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Y ahora a bajar. Primer destino Robledillo de Gata. Es como un decorado de cine. 116 habitantes y siete casas rurales, piscina natural y el entorno que veis. En toda la coamrca de Gata se ha señalizado perfectamente el GR 10 señalando origen y destino del tramo, nos iremos encontrando estas señales.

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Tras los primeros metros, el camino discurre por un bosque de pinos y helechos. Es  un paraje conocido como Los Montes.

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Y en un claro descubres que Robledillo de Gata se encuentra a tiro de piedra. Estamos en el paraje de El Concejo.

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Es octubre y hace calor. Buscamos donde refrescarnos mientras reagrupamos. Y a seguir…

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Robledillo de Gata, un ejemplo fantástico del milagro del turismo rural. Este pueblo estaba condenado a desaparecer debido al envejecimiento, hoy es un destino turístico de primer orden en la Sierra de Gata

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Y se han cuidado todos los detalles.

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Salimos de Robledillo por el camino de la ermita del Humilladero buscando nuestro destino: Descargamaría

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Llegamos a Descargamaría por el Berrocal y cruzamos el río Árrago

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Es hora de hacer una pequeña parada para reponer fuerzas en un pequeño rincón junto al río.

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El camino continúa por el pequeño valle que crea el río rodea de pequeñas sierras que aún conservan sus pinares intactos.

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En el paraje de Vegas Pedrosas, junto al arroyo Noblea se encuentra uno de los campamentos de verano más conocidos de Cáceres. El del Padre Pacífico.

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Este es el paraje de La Mancha, pinos y robles a los bordes de un camino muy cómodo.

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Rodeados de una vegetación densa que se mezcla con huertos de olivos nos vamos acercando al siguiente pueblo gateño.

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La sorpresa viene cuando nos vemos obligados a cruzar el GR-10 sobre el río Árrago. Hay que descalzarse y cruzar el cauce si queremos continuar.

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La rivera del Árrago deja postales fantásticas mientras continúa su camino hacia el embalse del Borbollón en busca del río Alagón

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Alrededor de nosotros el paisaje de la Sierra de Gata se descubre, la sierra de las Jañonas y las ruinas del Castillo de Almenara nos anuncian que nuestro destino está más cerca.

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Un tramo del camino discurre por la carretera local que une los pueblos de la comarca por los que venimos andando. Estamos llegando a Cadalso de Gata

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Cadalso, medio millar de habitantes en una pequeña localidad que vive rodeada de olivos. De hecho la sierra de Gata, junto con Las Hurdes, sustentan la Denominación de Origen Protegida de aceite Gata-Hurdes, conocida como ‘manzanilla cacereña’, una zona de olivos plantados en bancales que hay que recoger de forma manual. Nosotros salimos por el camino de la ermita de Bienvenida

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Y llegamos a Torre de don Miguel, otra localidad gateña que sobrevive con medio millar de habitantes,donde haremos noche. Esta hermosa localidad se encuentra anclada en un maravilloso valle cerrado por las sierras de la Almenara y del Salio.

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Un laberinto de callejuelas, subidas, bajadas, escalones, habitaciones sobre las calles formando túneles y pasadizos…Torre de D. Miguel es un retroceso en el tiempo, un lugar donde se mezclan culturas árabes, cristianas, judías…Un lugar mágico indignamente desconocido. Una de las joyas de Sierra de Gata.

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Hora de intercambio de pareceres. Hay que preparar la jornada de mañana. A la segunda edición de la Ruta Solidaria contra el cáncer han respondido medio millar de personas y no se puede escapar ningún detalle.

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Mañana será una jornada complicada con 19 kilómetros de camino, desde Cáceres llegarán ocho autobuses y se tienen que ir con un grato recuerdo.

A descansar.

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SEGUNDA JORNADA

Amanece en la Sierra de Gata, hoy se celebra la II Ruta Solidaria contra el Cáncer, un día memorable que empieza en Torre de Don Miguel y terminará, 19 kilómetros después, en Perales del Puerto.

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Hoy el grupo de senderismo La Vereína tendrá que ocuparse de la intendencia, reparto de material, cruces, apoyo a los senderistas. Salimos del albergue de Torre de Don Miguel

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Hay que preparar el desayuno para quinientas personas.

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El Hogar de Mayores de la localidad nos presta la logística para atender a todos los participantes.

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Hay que recibir a los participantes y llevarlos hasta la plaza.

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Aquí comienza la ruta. Tras un desayuno suave arrancaremos camino de Gata, por el sendero del GR 10

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Salimos de Torre de Don Miguel buscando el sendero que discurre por la falda de la Sierra del Salido

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Por el paraje de la Raya vamos descubiendo el paisaje gateño, al fondo la pequeña sierra de El Rollo.

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Cruzamos el Puerto de la Cruz de Piedra antes de iniciar el descenso hacia la localidad de Gata.

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Bajamos por el paraje del Castaño buscando el valle del arroyo de Gata, frente a nosotros la Sierra del Fortín

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Andando por este tramo de calzada romana, conocida como Vía Dalmacia, la vida en la sierra sigue, su actividad agrícola hace las delicias de todos los caminantes.

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LLegamos a Gata, durante la ocupación de Lusitania por los romanos,  fue denominada Catóbriga y por ella pasaba parte de la Vía Dalmacia, existente aún en un tramo de varios kilómetros en lo que se conoce por el puerto de Castilla. Esta calzada comunicaba Caurium, (Coria), con Miróbriga, (Ciudad Rodrigo).

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Recibimos a los participantes obsequiándoles con una pequeña bolsa con avituallamiento y algunos regalos.

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El conjunto urbano de Gata es, sencillamente delicioso, auténtico, de hecho está declarado Conjunto Histórico de Interés Cultural, su patrimonio es muy variado, es una de las joyas de la Sierra de Gata sin ninguna duda.

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Salimos por la zona de El Prado para afrontar la subida a la Sierra del Salido.

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Cruzamos la rivera de Gata entre bancales de olivos, constantes en toda la comarca.

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Por la zona de las Gomanas el bosque de pinos se mezcla con las tierras de labor, en esta parte de la sierra los incendios han hecho estragos como iremos viendo en los próximos kilómetros.

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Este tramo del GR 10 está magníficamente señalizado en toda la comarca, y es bastante cómodo, estos kilómetros transcurrían hace unos años por un enorme pinar en un entorno magnífico…

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…hoy la herida es visible, da mucha pena caminar por aquí. Pero está bien que seamos conscientes del daño que hace el fuego y de los intereses que esconde.

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Cada verano esta comarca sufre los devastadores efectos del fuego, siempre provocado, siempre intencionado. Intereses económicos, locuras, envidia, es difícil, de saber y de entender, pero el resultado es desolador.

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Seguimos por la zona de La Cumbre buscando el alto de la Sierra

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La tierra agradecida se abre paso tras el fuego y se torna otra vez verde

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Atrás hemos dejado Gata, la ruta se estira, cada uno viene a su paso, no hay prisa.

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Alcanzamos el puerto de la Cumbre de Arriba, en la Sierra del Salido, 669 metros y cruzamos a otro de las valles de la Sierra de Gata este es conocido como La Vega

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Descenso ahora por la zona de Las Vueltas buscando la zona más baja antes dar con los pies en Villasbuenas de Gata.

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Debíamos estar caminado por un bosque, pero la sierra vacía es una herida abierta que puede acabar con esta tierra rica en nutrientes.

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A esta imagen ponedle pinos por todas partes… es la diferencia

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La zona más baja se ha librado del fuego, este rincón que llaman La Hormigosa.

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Prueba de que después del fuego hay que trabajar rápido es la huella que dejan las máquinas en el camino.

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Donde no llegó el fuego el paisaje es otro. En La Sierra de Gata la señalización es constante, se agradece.

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Llegamos a Villasbuenas de Gata, el ayuntamiento nos recibe con una degustación de productos de la zona; aceite de oliva virgen extra, vino blanco, muy apreciado y conocido, aceitunas, la verde cacereña y la negra. Un refigrerio antes de afrontar los seis últimos kilómetros de la ruta

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Salimos de Villasbuenas por el camino de Perales del Puerto. Queda menos, el calor aprieta.

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Un tramo del trazado discurre ahora por una pequeña carretera local

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Hasta que nos desviamos por un pequeño robledal en el paraje de Las Lavillas

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Cobijados por este pequeño bosque antes de atravesar la rivera de Gata

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Último esfuerzo y en Perales del Puerto a la espera del recibimiento, la marcha se estira.

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Perales del Puerto espera a los caminantes en el salón social donde el ayuntamiento nos obsequia con una merienda. 19 kilómetros después hemos llegado, satisfechos y agradecidos por los detalles de toda la gente de la comarca. Fin de la ruta, ya somos un poco más de la Sierra de Gata.

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Ha sido un placer, los que trabajamos para hacer posible la ruta, descansamos tras el esfuerzo por muchas razones: la respuesta de la gente, el compromiso y la disposición de la Mancomunidad  Municipios de la Sierra de Gata, sobre todo el equipo de Dinamización Deportiva, y el agradecimiento sincero de la Asociación Española Contra el Cáncer -AECC- y la entrega de los miembros del Club La Vereína que se desvivieron porque todo saliese a la perfección. Los comentarios de quienes participaron en la ruta son el mejor testimonio de que mereció la pena el esfuerzo.

                                                                                                                                            @vicentepozas2013

El placer de caminar, el placer de conocer, el placer de descubrir

En estos tiempos híper veloces en los que una idea se despacha en un twett (140 caracteres),  en los que reclamamos información en tiempo real y la vida (y la muerte) se retransmiten en directo. Ahora que en nuestro ideal de progreso no pueden faltar autovías, trenes de alta velocidad, conexiones 3G o teléfonos que hubiesen ruborizado al mismísimo Q, el original inventor del Servicio Secreto Británico en James Bond, merece la pena bajarse del mundo por unos kilómetros y recuperar el placer de caminar. Naturaleza y viaje, una fantástica experiencia.

Reconforta adentrarse por lo muchos senderos que recorren Extremadura y descubrir valles ocultos a la vista, restos de viejas civilizaciones, antiguas villas o castillos, ríos o gentes a quienes tantos y tantos megas de velocidad parecen no preocupar en exceso.

Andando Extremadura se descubre que hay otra región que parecemos ignorar, que hemos olvidado, una tierra de la que, curiosamente, presumimos cuando estamos fuera, pero que en realidad desconocemos. Hoy los caminos rurales de la región son un atractivo añadido, recuperados y puestos en valor se están convirtiendo en un reclamo turístico con el que competimos con mucho éxito. El senderismo se ha convertido en una filosofía y Extremadura es un templo del paseo.

Y no es para menos. Si pusiésemos los 35.000 caminos que tenemos en Extremadura uno tras otro, podríamos darle casi dos vueltas completas a la tierra. Más de 67.000 kilómetros que han servido de desarrollo para un entorno rural que no siempre fue tan idílico.

En poco más de dos décadas la región ha descubierto que podía comercializarse, que era un destino atractivo, que quienes venían buscando refugio dejaban dinero, mucho dinero. Comenzamos ofreciendo  patrimonio histórico, luego vendimos paisajes, más tarde la singularidad de la ruralidad y sus excelencias; de repente descubrimos que miles de personas nos visitaban para observar aves, y también lo añadimos a la cesta; no hace tanto que entendimos que además de visitar ciudades teníamos un rico patrimonio en nuestros caminos, esos que además de servir para las labores agrícolas o para comunicar fincas, ventas o parcelas, enseñaban la región por dentro, sus entrañas, sus detalles, sus secretos en forma de olores y colores, paisajes y paisanajes.

Hoy algunas de esas rutas son un reclamo popular que el desenfreno de catalogarlas como atractivo turístico las promociona y las eleva a fiestas de interés y las publicita, con peligro de morir de éxito. Así se vuelven multitudinarias rutas como las del Emperador de Jarandilla de la Vera a Cuacos de Yuste, o la de Carlos V de Tornavacas a Jarandilla. Rutas como las del Valle del Ambroz, o La del Cerezo en Flor  en Jerte, Peñas Blancas en La Zarza, la del Parque Natural del Cornalvo en Trujillanos o la de los Duques de Feria van creciendo año a año y suponen un esfuerzo organizativo importante y un suculento generador de recursos.

De hecho, la Federación Extremeña de Montaña –FEXME- ha establecido un calendario extremeño de rutas senderistas; bajo el lema ‘naturaleza turística’  aglutina 18 recorridos con referentes históricos, naturales o estacionales. Propuestas que van desde hacer la ruta transfrontera, la de Isabel la Católica, la Templaria, la del contrabando, pasando por la del Cerezo en Flor, la de los Bosques del Ambroz o la de las Grullas.

Extremadura tiene ahora mismo 208 senderos homologados, es decir, perfectamente señalizados con una de las tres marcas oficiales: roja y blanca para los GR, Grandes Recorridos, amarilla y blanca para los PR, pequeños recorridos y verde y blanca para los SL, Senderos Locales; pero también es verdad que cada vez son más los ayuntamientos y comarcas que marcan sus caminos y que editan guías y planos sobre los distintos senderos y rutas que pueden realizarse. Un ejemplo es la ciudad de Cáceres que desde hace unos años tiene editadas 10 rutas alrededor del núcleo urbano o sus cercanías, unos dípticos que la capital lleva a cada una de las ferias a las que acude y que oferta como un atractivo más, un complemento a la riqueza de la ciudad monumental.

Decía San Agustín que una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio… Cuando entras en la dinámica de marchar a pie, las distancia no las mides en kilómetros, si no en tiempo. El refranero español es rico: ‘Caminos hacen amigos’, ‘Más vale camino viejo que sendero nuevo’ o ‘En camino largo, corto el paso’…

Los esfuerzos por recuperar los cordeles, cañadas reales e itinerarios peregrinos se dejan notar. En la comarca de Las Villuercas se están señalizando caminos históricos que llevaban al Monasterio de Guadalupe ( http://www.itinere1337.com ); Renfe recupera antiguas vías en desuso que ahora reciben el nombre de Vías Verdes (http://www.viasverdes.com ), en Extremadura tenemos una de gran belleza, además del antiguo trayecto ferroviario de la Ruta de la Plata ya cerrado, y el Ministerio de Agricultura está recuperando y señalizando al red española de Caminos Naturales (http://www.magrama.es/es/desarrollo-rural/temas/caminos-naturales/ ) Más de 8.000 kilómetros repartidos por toda España, de los que en Extremadura hay 3 recorridos: el del río Rivera de Acebo, el Corredor Cáceres-Badajoz y el de Las Vegas del Guadiana.

Caminando te encuentras, se hacen amigos, es cierto, pero lo mejor de todo es que descubres paisajes que ni imaginabas, una diversidad que sorprende, que embelesa.

Y por añadido descubres que hay estaciones, que hay colores, tonos, olores, momentos e instantes que únicamente duran un minuto. Si quieres ser testigo de ellos, lo mejor es que te coja andando Extremadura.-

                                                                                                                                          ©vicentepozas2013

Ruta Laguna de los Caballeros en Gredos

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 Hemos vuelto a Gredos, al Sistema Central;  En torno a sus grandes moles graníticas basculan cuatro comunidades autónomas: Castilla y León, Extremadura, Castilla-La Mancha y Madrid; extendiéndose de Este a Oeste desde San Martín de Valdeiglesias a Hervás y de Norte a Sur del valle del Tormes a Rosarito. Su agreste relieve ha servido de refugio a la tribu celta más meridional (los vetones) y a otros rebeldes históricos como El Empecinado o los maquis. Una zona muy apropiada para la práctica de senderismo, ciclismo, montañismo, escalada y esquí de travesía. En Castilla y León está declarado como parque regional, un enclave muy vistado que, por tanto, nos garantiza una excelente oferta de alojamientos que nos permitirá disfrutar de su paisaje y de su paisanaje. Gredos es un rincón único, recorrerlo andando es toda una experiencia.

Nosotros vamos a realizar la ruta de La Laguna de los Caballeros, llamada también la laguna oculta, la más solitaria de Gredos y que transcurre por la garganta del mismo nombre; es una ruta dura, son 13 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta (no es circular) con un desnivel acumulado de algo más de 900 m.

Os dejo el track para GPS por gentileza del amigo Teófilo Amores Mendoza

 

 

 La ruta arranca y finaliza en Navalguijo, pedanía de la localidad de Navalonguilla, en la comarca del Alto Tormes en Ávila que hace frontera con la provincia de Cáceres; un pequeño enclave de apenas 50 habitantes rodeado de bosques y agua.

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Justo a la salida, la señalización nos avisa: hay cinco horas de ascenso, que se convertirán en casi las mismas de regreso, por el llamado Camino del Agua, dentro de la Red de Espacios Naturales de Castilla y León.
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Salimos por la zona de las Cerradillas, para atravesar enseguida la Garganta de las Lanchuelas por un pequeño bosque de pinos y robles.
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Nada más ascender por El Frontón nos sorprenden los que aquí llaman Prados de Tejea, una zona rica, bañada por la Garganta de los Caballeros, al fondo la Cuerda de los Majanillos.
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Es una ruta deliciosa que nos lleva a seguir el curso del río transitando por diferentes lugares donde el agua moldea el paisaje, de momento rodeados por lavanda y retamas.
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El paisaje sorprende con elevados saltos de agua como este de la Chorrera del Lanchón. La ruta, lo vais viendo, está muy bien señalizada, de principio a fin.
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Entramos ahora una de las partes más bellas de la ruta, una hondonada que el agua ha ido excavando en la piedra, mientras caminamos por un sendero de piedra en la ladera de Los Portales.
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Cantos rodados, pozas de agua cristalina que invitan al baño, saltos de agua; un desnivel que vamos remontando poco a poco.
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Es un ascenso suave, pero continuado por las faldas del pico de la Camocha, el sendero es estrecho y de piedra.
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Y no estamos solos, las cumbres de Gredos son refugio de la cabra, el íbice ibérico o cabra montés (Capra pyrenaica), en la actualidad hay en torno a 3.500 unidades. Las hembras viven en manadas separadas de los machos y son mucho más pequeñas.

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Seguimos cubriendo la distancia hasta la cima por el paraje de Regajalloso, mientras atravesamos la pequeña garganta del Horco de Arriba.

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Un paisaje que empequeñece, estamos a 1.700 metros de altura, encima de nosotros la montaña se eleva hasta los 2.200 metros, en el Pelado de Bernardo; nosotros dejamos huella en la Cuerda del Cerrojo antes de descender suavemente para cruzar la garganta hacia la otra orilla.

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El arroyo de Bajohondillo, antes de diluirse en la garganta, deja este salto de agua

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Una pequeña choza de pastores, ahora refugio, sale a nuestro encuentro; ascendemos mientras ya queda roca y matorral.

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Parece que por estos parajes nadie hubiese tocado nada, la presencia humana no es visible… a primera vista.

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Porque al cabo descubres la actividad del hombre, una antigua explotación minera, imagino en condiciones más que duras a esta altura de la montaña. Mina de Blenda, de la que quedan algunos restos de construcciones y antigua maquinaria.

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Dejamos la barrera del Bajohondillo flanqueados por el Canchal de la Mentira.

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Al fondo ya vemos La Covacha, justo debajo se oculta la Laguna, aún queda nieve a pesar de las alturas de primavera que elegimos para realizar la ruta.

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Este refugio es utilizado por montañeros y escaladores que se pierden en esta montaña varios días, cuando nosotros pasamos había gente.

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Un último esfuerzo, ascendemos por Las Hoyuelas buscando la Laguna.

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Más cerca el pico del Juraco y la Portilla Honda.

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Atrás dejamos este pequeño valle recorrido por la Garganta de los Caballeros, las cumbres de la derecha marcan la Frontera entre Castilla León y Extremadura.

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Y llegamos, 13 kilómetros y medio y cinco horas después, la Laguna de los Caballeros está a la vista. Una de las lagunas más solitaria de Gredos, situada a 2.000 metros.

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Y no estamos solos, las sempiternas cabras, incómodas por nuestra presencia, corren a esconderse.

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El calor a esta hora es sofocante pero el agua, tentadora, está apenas a unos grados, mojarse los pies y salir rápido mientras disfrutamos de un pequeño descanso y un merecido refrigerio.

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Es hora de relajarse y disfrutar del paisaje, tranquilos tras el esfuerzo y comentando el camino (ahora no pensamos en la bajada)

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Los más atrevidos se encaraman hasta la Covacha para avistar Extremadura, al otro lado. Incansables.

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En este pequeño jardín dan ganas de quedarse, pero quedan 13 kilómetros hasta regresar a Navalguijo. Y en la montaña los descensos son temibles pues castigan las rodillas.

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Regresamos, los primeros metros pesan más tras quedarnos parados y fríos un rato, pero el camino te obliga a entrar en calor.

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La Garganta de los Caballeros, generosa en agua por la nieve, los regatos y arroyos, nos acompaña en la bajada, desandamos el camino más rápidos en el descenso y pensando en llegar. El regreso se hace largo y tedioso.

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Después de tres horas de camino, volvemos a atisbar el bosque, la vegetación frondosa de los prados más bajos, ahora es cuando parece que llegas…. y no llegas nunca.

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Al final cuando te deshaces de las botas, buscas el agua (nada más porque en Navalguijo no hay ni bares) queda tiempo para la sonrisa, inmontalizar el instante, casi sin fuerzas.

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Atrás queda la Laguna de los Caballeros, con una foto de familia para el recuerdo; mañana dolerán los pies, nada que no se cure con una buena imagen para los restos

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 En senderismo cuando has pisado Gredos, estás obligado a volver cada año, es como un pacto tácito, algo que se pega a la sangre y te acompaña en cada ruta, es como si una voz te llamase; cuando logras el objetivo y vuelves a la rutina entiendes las razones de esos montañeros de grandes proezas que siempre que les preguntan por qué vuelves, contestan: «porque me llama la montaña». Cuando has oído esa voz, no logras desprenderte de ella. Es dogma, tan cierto como que cada año regresamos a la cumbre.-

                                                                                                                                          ©vicentepozas2013