La ruta de La Chorrera en Hervás -Cáceres- es uno de esos senderos que repites más de una vez. Un camino que parte del barrio judío hervasense y nos lleva, siguiendo el curso del río Ambroz, hasta las estribaciones del pico Pinajarro en la Sierra de Gredos. La Chorrera es un salto de agua de casi 30 metros de altura que salva el desnivel de la montaña. Es una ruta muy popular, de hecho no es raro cruzarse con bastante gente en el camino. La belleza del paisaje, pequeños hitos de la historia de Hervás y la comarca jalonan el recorrido; bosques de robles y castaños, pozas de agua, puentes y excelentes vistas del Valle del Ambroz completan la lista de razones para no dejar de hacerla. Es de dificultad media, con unos 600 metros de desnivel de subida y otros tantos de bajada y de casi 14 kms, es de ida y vuelta.
Track para GPS de mi compañero de ruta Teófilo Amores Mendoza.
La ruta arranca en la Plaza del Convento de Hervás, junto a la judería y la hospedería, enseguida sales del pueblo y te topas con la imagen del barrio judío y la omnipresente iglesia dde Santa María, mirador de la localidad, las primeras luces de la mañana nos descubren la villa. La ruta está bien señalizada, como PR, blanco y amarillo.
La siguiente imagen es la del puente de hierro, perteneciente a la línea férrea de la Ruta de la Plata que dejó de funcionar en 1985. La vía sigue en pie, en desuso, reivindicada por sus vecinos que quedaron aislados del norte de España, castigados por el eterno latiguillo de la rentabilidad.
Salimos del pueblo, dejamos las últimas casas, el matadero y tomamos por la zona de Los Corrales el camino ascendente durante algunos kilómetros, es de cemento, eso sí, flanqueado de castaños.
El Valle del Ambroz vende su otoño mágico, protegido y rodeado de estos colores, es fácil entender esa afirmación. Un bosque elevado a pintura. Sólo hay que seguir el camino.
Un poco más arriba aparece el albergue juvenil, ahora dormido, pero que en verano se convierte en un lugar bullicioso donde los campamentos se suceden. Aquí arriba es fácil huir del calor extremeño.
El sol de la mañana por fin sortea el sistema central y asoman las primeras luces en las crestas de las sierras. En primer término Las Retuertas, arriba, solemne, el Pinajarro, 2099 metros de altura.
El río Ambroz, alma de la comarca, baja al valle en un entorno idílico. Es un paisaje de cuento que parece pintado a conciencia para templar almas. En años de nieves baja bravo y valiente.
Atravesamos el arroyo del Posturillo en la zona de Horcajo, dejando a la derecha el camino que conduce a la presa de Hervás, a nuestra derecha el cerro de Majallana por el que discurre otro arroyo. En la sierra el agua es generosa.
Llegamos a Marinejo donde, a duras penas, se mantienen las antiguas viviendas de los trabajadores de la minicentral de luz que veremos más arriba
El puente de Marinejo, que cruza el Ambroz, lleva a la Pista Heidi, otro camino magnífico para recorrer. El puente, de piedra, se mantiene firme. Robusto aguanta los embates del agua, ahora mansa porque el otoño es seco.
Esta imagen no es de la calidad que quisiese, pero es importante porque marca el punto donde debemos dejar el camino y desviarnos por un sendero que arranca a la derecha y que nos lleva a coronar la sierra. Está indicado. Podéis andar unos metros antes de tomar el sendero y acercaros a la central hidroeléctrica, La Casa de la Luz, le decíamos de chicos, cuando veníamos a bañarnos aquí.
Paisajes del Ambroz, estampas de Gredos, rincones de sierra que se dejan ver por momentos a medida que el ascenso se hace más pronunciado y la altura nos da esa ventaja.
La Casa de la Luz la dejamos a un lado, mientras se distancia de nosotros el cauce del Ambroz para comenzar la parte más complicada, aunque antes tendremos un regalo extra en la ruta.
En este punto, indicado como véis, se puede optar por seguir la ruta o hacer el pequeño desvío que nos lleva a las Charcas Verdes. Son apenas 500 metros, y merece la pena, lo aseguro, luego retornaremos aquí para continuar el ascenso.
Un pequeño camino rodeado de robles nos lleva hasta un lugar muy visitado en verano. Hay agua.
Las charcas verdes son dos pequeñas pozas de agua que son un reclamo para el baño de los más jóvenes que vienen a pasar el día aquí, sombra y baño son la clave. Esta es la charca de abajo…
…y esta la de arriba.
Retomamos al camino original, volviendo sobre nuestros pasos hasta el cruce donde estaba el cartel y comenzamos el ascenso, un sendero en zig zag que, me cuenta el amigo Teo, le llaman las 33 vueltas; yo no las conté pero no lo pongo en duda. Es la parte más dura del camino por la fuerte pendiente.
Ya vemos el final del ascenso, estaremos a unos mil metros de altura y disfrutaremos del paisaje en cuanto abandonemos este bosque de robles melojos. Primero, a tomar aire, la subida ha sido pronunciada.
Al llegar arriba nos recibe un pequeño depósito que lanza al agua por una fuerte pendiente que producirá la luz abajo en la central hiroeléctrica. Hay que bordearlo y seguir el sendero.
Pero desde aquí se dibuja el Sistema Central de esta forma. La Hoya de los Castaños, el Cerro del Moro y el Canchal de la Gallina se muestran así de tremendos. Los grandes castañares de Hervás quedan a nuestros pies.
Hervás, el embalse de Baños, y al fondo Las Hurdes se dibujan ante nosotros. La perspectiva desde la altura del Valle del Ambroz es así de hermosa.
Enfilando, que dice Teo, para adentrarnos en la parte más bonita del camino
Ya con más horas de sol el Pinajarro está en todo su esplendor, el piquito de la derecha que aparece estilizado es el Tejerón.
Comenzamos a caminar pararelos al canal que lleva el agua al depósito que hemos dejado atrás y que alimenta la Casa de la Luz.
Sólo hay que seguirlo, rodeados de robles de nuevo, el lugar es fantástico
Decía antes que es la parte más bonita de la ruta por el efecto que crea la acequia de agua, escondida en este bosque serrano.
Gredos, el Ambroz, es un festival de colores. Otoño Mágico en el Valle del Ambroz, que por cierto, es Fiesta de Interés Turístico Regional
Termina el canal y cruzamos el arroyo Forero o de Las Costeras, de las dos maneras lo he encontrado para afrontar el último ascenso antes de llegar a nuestro destino.
Quedan pocos metros para alcanzar La Chorrera, una pequeña vereda nos lleva hasta ella bajo el bosque que cogimos muchos metros más abajo. Aunque el roble melojo es el ejemplar más abundante, nos venimos cruzando con castaños, abetos, alisos y chopos, hasta un acebo que veremos ahora.
Y llegamos a La Chorrera, algunos metros más arriba nace el río Ambroz, en su descenso al valle sortea los accidentes de la montaña y crea este salto de agua, lugar de peregrinación de caminantes y senderistas
No me resisto a fotografiarme delante de la cascada. Este pequeño río, afluente del Alagón, deja esta imagen al sortear las sierras de Cerro Pinajarro, hermano pequeño del Canchal, y Las Retuertas, seguirá hasta las dos charcas verdes, atravesará Hervás, donde visita su barrio judío y descansará en el valle.
Dejamos La Chorrera contemplando el paisaje que lo esconde, es dificilmente visible si no llegas hasta aquí pero reconforta hacerlo; la sierra siempre ha sido un refugio pero hay que pisarla.
Iniciamos el descenso, camino de vuelta, pudiera parecer aburrido desandar los pasos, pero ahora la luz es más alta y nos brinda otro espectáculo de colores y sombras.
El bosque gris y meloso de la ida se ha llenado de matices, y el camino se llena de gente.
Los colores del otoño en uno de los más grandes castañares de toda la península, el de Hervás son así de impresionantes. Lo dijo Unamuno: “Hervás, con sus castañares recoletos en la falda de la sierra que hace espalda de Castilla”. El monte Castañar Gallego es uno de los montes de castaño más importantes de Europa.
El Valle del Ambroz es un lugar de contrastes, paisaje y paisanaje, un rincón que siempre ha sido de paso entre el sur y el norte, de ese trasiego de gentes y culturas han quedado rastros repartidos por toda la comarca.
Restos de la vida en la sierra, estos en el camino de Marinejo, mientras tomamos el tramo de cemento que nos lleva al pueblo.
Las luces hacen magia en la espesura, se llena de colores: ocres, rojos, verdes, amarillos, verdes…
Las aguas que dejamos más arriba ahora se cruzan en el camino, bañadas por el sol.
Parecía un bosque en letargo, dormido, cuando iniciamos el ascenso, pero el sol nos enseña otra cara
Es el mismo trayecto pero distinto camino. Estamos cerca de Hervás.
Antes del final del trayecto, un momento para echar la vista atrás y observar el paisaje desde lejos, el entorno que nos ha embelesado, es igual de magnífico en la distancia
Hervás, vuelta al inicio. Esta imagen sintetiza todo lo visto. Ahora toca pasear por sus calles en busca de un refrigerio. Su barrio judío, declarado Conjunto Histórico- Artístico en 1969, se halla excelentemente conservado y pertenece a la Red de Juderías de España.
Esta la única herida que rodea el pueblo, la Vía de la Plata, abandonada. Un canto a la desidia, al olvido de los lugares pequeños; ese estigma que tenemos las tierras rurales: que no compensa. Alguien, en 1985, desde un despacho en Madrid decidió que nosotros no necesitábamos un tren ¿para qué? ¿para ir a dónde?
Excelente viaje y mejores sensaciones. La cordillera de Gredos alberga rincones mágicos, bosques de hadas y duendes con colores de cuento. A los humanos siempre nos han fascinado los bosques, ese misterio que envuelve a los árboles cuando están muy juntos. Sí, así es el Valle del Ambroz, abrigo de Gredos, leyenda, rito. Cada civilización, y hay más de una, dejó aquí una historia para que se escondiese en la arboleda y pudiera ser transmitida de generación y generación. Hoy hemos venido nosotros, a recorrer el camino de La Chorrera, buscando nuestra propia historia, arriba hemos dejado parte del alma para que la protejan los dioses de la montaña; volveremos a recogerla, lo haremos como siempre, Andando Extremadura.-
©vicentepozas2013