Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Sus accidentes geográficos, sus ríos y arroyos, sierras montañas y pueblos -con sus alquerías- convierten a esta comarca extremeña, tan estigmatizada, en un lugar perfecto para caminar. Consciente de ello, la Mancomunidad de Las Hurdes ha editado varias guías de rutas senderistas, perfectamente señalizadas, hay más de 20, algunas con espectaculares miradores y con pueblos y rincones que, si no los conoces, quedarás enamorado de ellos. El Gasco es un ejemplo. Esta alquería tiene dos hitos especiales: el Volcán del Gasco, lugar de interés científico, y el Chorro de la Meancera, o Miacera, a donde nos dirijimos en esta ocasión.
Os dejo el track para GPS de Escaladores de Extremadura, aunque no hace falta pues está muy bien señalizada y no tiene pérdida
Es una ruta corta, con algo de subida y alguna dificultad, sobre todo en la parte del arroyo de la Meancera puesto que hay que caminar entre piedras y cruzar el cauce varias veces. Apenas cinco kilómetros pero muy intensos. Un caramelo para completar un día en el que se puede hacer más de una ruta, y hay muchas en Las Hurdes.
Las Hurdes tiene 43 localidades, de ellas, sólo seis son municipios, el resto, 37, son alquerías. Uno de estos municipios es Nuñomoral del que dependen 10 alquerías, una de ellas El Gasco. En la zona donde se asienta la alquería se encuentran multitud de restos y grabados de la edad de bronce.Incluso hay varias cuevas en las proximidades en las cuales se supone que vivió alguna población en la edad de bronce.
El Gasco tiene apenas 150 habitantes, la carretera que nos lleva termina allí. Os aconsejo visitar el Centro de Interpretación de la Casa Hurdana, una reconstrucción tanto por fuera como por dentro de la vivienda típica de Hurdes.
En la alquería de El Gasco hay varios artesanos que trabajan la piedra y la madera. Fáciles de encontrar. Construyen casitas pequeñas con la estructura de las viviendas hurdanas, y muy típicas, utilizando roca volcánica, y cachimbas, una especie de pipas de fumar. También realizan trabajos con la madera, como pequeños bancos y adornos diversos. Os podéis quedar a comer en el bar restaurante El Bodegón, os aconsejo una delicia de la comarca: el limón de Hurdes, una especie de ensalada que mezcla sabores magnificamente.
Para llegar al chorro sólo hay que bajar hasta el final de la carretera y seguir la señal, recorremos un par de calles de la localidad y descendemos hasta la piscina natural de río Malvellido que seguiremos durante un rato entre bancales, huertas y pizarra.
Junto al cauce del río, un sendero que bordea la piscina natural nos facilita el camino, rodeados de pequeñas elevaciones de nombres tan sonoros como: El Hontano, el Pimpollar o el Lombo de la Pina.
Las aguas del río Malvellido, a las que saluda el pequeño enclave de El Gasco, descienden entre meandros y pizarras desde lo alto de la Sierra de la Corredera, en el Pico Solombrero; para visitar, entre mil curvas y recovecos, La Fragosa, Martilandrán, El Collado y Cerezal antes de fundirse con las aguas del río Hurdano, y así, seguir juntos recorriendo Las Hurdes, pueblo a pueblo, alquería tras alquería, hasta su zona más baja y descansar en las mansas aguas del Embalse de Gabriel y Galán que alimenta el río Alagón.
En este punto, podemos optar por visitar el Volcán del Gasco, lugar de interés científico; curioso por que los habitantes de El Gasco han vendido siempre las piedras del cráter para el lavado de vaqueros y para diversos artículos de artesanía, como las pipas de fumar. Dicen los geólogos que sus piedras, su cráter de unos 50 metros de diámetro, son de un meteorito que cayó hace más de un millón de años.
Pero seguimos nuestro camino, fascinados con un paisaje duro pero enternecedor, bello y fuerte. A El Gasco hay que venir expresamente y eso se deja notar. Cualquier pequeño hueco es aprovechado para sembrar, huertos de formas imposibles que se retuercen con el río y viven de este.
Por mucho que nos hayan contado en Las Hurdes el agua está por todas partes, las montañas la devuelven, una y otra vez, al cauce de ríos y arroyos.
Este primer tramo tiene un trazado muy arreglado, sencillo, es parte de la senda que recorre todos los pueblos de la zona en el corazón de las Hurdes, caminos que se han recuperado para hacerlos transitables, que ponen en valor los senderos, caminos y veredas que han utilizado los hurdanos durante años y que estaban abocados a la desaparición por el abandono.
Caminos de pizarra, como los suelos, como las paredes, como las lindes, como los bancales… que dibujan Las Hurdes así: duradera, resistente, práctica. Esto hay, esto cojo.
Los cerezos se han hecho fuertes en esta tierra, el Valle del Jerte es su lugar más conocido en Extremadura, pero ya es habitual verlos en cualquiera de los valles del norte de Cáceres. Aquí lo que más sorprende es observar cómo se gana cada palmo de tierra a golpe de piedra, como se aprovecha cada rinconcito por inservible que parezca para hacerlo productivo.
Dejamos el cauce del río Malvellido, e iniciamos el ascenso hacia el chorro de la Meancera, por el arroyo del mismo nombre aunque, es cierto, en muchos lugares aparece como Miacera y no Meancera. Este es el tramo más complicado porque hay que andar entre piedras y cruzar el cauce del agua en varias ocasiones.
No es complicado si se va con cuidado, lo sinuoso del terreno nos obliga a ir siguiendo un pequeño sendero que discurre buscando el hueco que dejan las piedras, el tiempo y las muchas pisadas ha hecho un trazado básico que hay que recorrer atentos.
En algún tramo nos ayuda la infraestructura que la Mancomunidad ha colocado a lo largo del camino y que aumentan la belleza del recorrido.
Sigues subiendo y, de repente, echas la vista atrás y contemplas sorprendio la belleza, la magia hurdana, lomos y sierras que se suceden soportando valles, escondiendo gentes. Aquí el senderismo es una delicia.
Y entonces llegas. El Chorro de la Meancera, casi un lugar de culto, una caída de agua de unos 100 metros de altura que salva la montaña lanzándose al vacío.
El ruido del agua no llega a las imágenes pero sorprende la caída constante, y sorprende más ver que la piedra resiste el embite del chorro y parece no inmutarse; ni siquiera redondea sus aristas.
El agua salta por encima de las rocas, busca los huecos necesarios para seguir su curso, desaparece a la vista y reaparece dibujando, salpicando en una roca gris que el agua azulea.
La imagen de un entorno escondido al que hay que acercarse para comtemplarlo con detalle, justo donde la montaña se hace más inaccesible, el agua encontró un hueco para seguir su curso buscando el río que lo arrope, abajo, de nombre Malvellido.
Tras disfrutar de la belleza de la cascada, del entorno, hay que iniciar la bajada, desandar el camino, no hay otra manera que no sea volver sobre nuestros pies.
La senda que nos devuelve al corazón de río es como un camino de cuentos que zigzagea como el río. No falta detalle.
Las Hurdes es eso, un cuento y un encuentro, con la tierra, con la destreza y la habilidad del hombre para adaptarse a ella, para dibujar entre ariscos pizarrales bancales de tierra de los que sacar el fruto necesario; colores de un triunfo que logra la constancia y el tesón. Es una simbiosis entre hombre y tierra y el resultado no es baladí. Lo dijo Unamuno: «. . . Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».
Dicen los hurdanos que esta es una tierra donde ha existido y aún existe “…un permanente abrazo entre el hombre y la naturaleza…”, donde el hombre se ha adaptado a la tierra, y ésta a las necesidades del hombre; cada roca ha servido de cimiento para toda una cultura tanto arquitectónica y gastronómica como tradicional.
Hasta el agua dibuja instantes, resultado de años de trabajo, esquinas imposibles donde el hombre deja su huella. Sierras y picachos agrestes y ásperos, en un abigarrado paisaje entrelazado de escarpadas montañas; ríos, arroyos que parecen llamados a reunirse en las aguas del Alagón , en el Valle del Alagón donde estas inmensas formas por fin se suavizan.
Las Hurdes. Siempre vuelves, siempre nueva; hay un paisaje, una luz, un rincón, un olor, un instante en el que no habías caído. De repente paras, tú y el tiempo; te bajas del coche y del mundo, y te pones a andar, puedes hacerlo durante horas porque Las Hurdes es un paraje enorme, de corazón y alma, un lugar regalado a los hombres, robado a la imagen de la miseria para convertirlo en un lujo. » Largos y espesos son los silencios que se extienden por la historia de esta comarca» dicen los hurdanos. Para el senderista Las Hurdes es un rito iniciático, un verso, una ensoñación, el camino perfecto, una vereda al corazón de un mundo propio en el que leyendas y tradiciones saldrán a la vera del camino para acompañarte en el viaje; una andanza que es mejor que descubras Andando Extremadura.-
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