Hemos cogido la senda del Geoparque Villuercas-Ibores para perdernos por pequeñas carreteras en uno de esos rincones desconocidos que, una vez que los visitas, no olvidas nunca. No soy el único que lo piensa, las referencias que aparecen en las redes sociales sobre la Ruta de la Garganta de Descuernacabras, Ruta del Acueducto de las Herrerías o Ruta de las Centrales Hidroeléctricas, es una sorpresa de principio a fin.
Hemos escogido otoño, época perfecta para una escapada turística, y en el Geoparque de las Villuercas, que no decepciona nunca, para realizar esta ruta, muy sencila, de apenas 15 kms, circular, pero tan cargada de sorpresas que es recomendable con los ojos cerrados. Y no perdáis ojo porque hay mucho que ver en todo el camino.
Os dejo el track de la ruta para GPS por gentileza de Teófilo Amores, compañero de caminos.
El geoparque nos recibe con su luz de otoño, entre brumas, enseñándonos la sucesión de montañas y valles que lo caracterizan. El Geoparque de Villuercas Ibores Jara es un macizo montañoso de amplia extensión, 2.544 km2 de superficie. Está situado en el sureste de la provincia de Cáceres, entre las cuencas del Tajo y del Guadiana. Forma parte de dos de los contextos geológicos españoles de relevancia mundial caracterizados por la Ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad: La red fluvial, rañas y paisajes apalachenses del Macizo Ibérico y el orógeno hercínico ibérico. Su territorio abarca 19 municipios de la mancomunidad de Villuercas Ibores Jara.
Hemos subido al Puerto de Deleitosa, en el Collado de la Era de las Yuntas, que nos regala estas imágenes, si a un lado está el Geoparque, al otro, nos acompaña el Sistema Central y las Sierras de Gredos, arropadas por un mar de nubes que esconden al río Tajo
En Campillo de Deleitosa existe una asociación cultural muy activa, El Rútale, que ha publicado un magnífico libro -Campillo de Deleitosa, su historia en el olvido- que me servirá de referencia para ofrecer algunos datos. Campillo está escondida entre un mar de elevaciones y depresiones, flanqueda por las Sierras de Campillo y la Gallega; con apenas 80 habitantes guarda restos de la prehistoria y huella de civilizaciones romana o visigoda y algunas sopresas de época reciente. Este fuente la conocen como El Lejío.
Salimos por el Camino de Robledollano buscando la subida al puerto que antes nos ofreció tan magníficas vistas
A medida que ascendemos el paisaje aumenta, hemos dejado abajo Campillo, detrás la Sierra Gallega.
De las pocas dificultades de la ruta es esta subida, casi recién iniciado el camino hasta el Camorro de la Olivilla.
Las primeras horas de la mañana y la humedad, tras un día de lluvia, dejan estos juegos de luces entre los eucaliptos de la sierra.
Tras tocar el puerto, iniciamos el descenso hasta la Garganta, imbuidos por la orografía de Las Villuercas que dibuja su silueta ante nuestros ojos.
Nos acercamos a la Garganta de Descuernacabras, que recibe el nombre del arroyo que la recorre, disfrutando de un paisaje generado por los procesos erosivos producidos por el encajamiento de la actual red fluvial que han configurado un paisaje de sierras y valles paralelos, alineados en dirección NO-SE, rodeados por las penillanuras de Trujillo y de la Jara y que definen la característica geomorfología de la región conocida como “relieve apalachense”.
La Garganta, generosa de agua, nos aguarda con muchas sorpresas pues mantiene restos de la historia de la comarca, de sus oficios, de sus necesidades y de la actividad de un pequeño rincón que ha sabido, a lo largo de los años, aprovechar el agua para diferentes fines.
La primera de las sorpresas aparece ante nosotros, se trata de una antigua Herrería utilizada para fundir el Hierro, prueba de la mucha actividad minera que desarrolló la comarca. Los oriundos del lugar no tienen claro si el conjunto es de época romana o de la Edad Media. Junto a el, arranca el canal de agua que llevaremos durante los próximos cinco kilómetros y que es el gran atractivo de la ruta y la razón por la que hemos llegado hasta aquí
De momento hay que descender para coger el arroyo y seguir la ruta de las Herrerías.
A nuestra derecha hemos traído la Sierra de Juncaldilla, uno de los frecuentes riscos del Geoparque que presentan estas pedreras tan características en la comarca. Esta Sierra, además, alberga la Cueva de Los Canchos de Juan Caldilla en la que aparecieron restos de pinturas rupestres y que fue utilizada en la posguerra civil por las numerosas cuadrillas de maquis que se refugiaron en la zona.
A partir de aquí caminamos por dentro del cauce de la antigua acequia que servía para llevar el agua a las centrales hidroeléctricas, hasta tres, que han jalonado la Garganta
Comenzamos en la zona de La Herrería, este molino utilizado para fundir hierro con material extraído de las minas cercanas.
Los restos, ya digo que de origen poco claro, dan idea del trabajo que albergó este pequeño valle que forman la Sierras de Juncaldilla y las del Camorro del Acarreo
El canal de agua es una obra de ingeniería faraónica, por lo abrupto de la zona que se conserva en un estado excelente y que podemos recorrer en su totalidad.
Es una construcción realizada en pizarra sobre la falda de la sierra, casi invisble hasta que no estás en ella. Está realizada con tal delicadeza que es apenas perceptible. Caminar por ella es fácil y cómodo. Si bello es el paisaje que se abre por delante…
…no menos espectacular es el que vamos dejando atrás. El canal es un balcón privilegiado para disfrutar del entorno.
En pocos sitios el canal tiene que romper la montaña para seguir el trazado, creo que es el único rincón en esta zona más escarpada del Cancho Quebrado.
Un detalle de la construcción de la acequia de agua, pizarra sobre pizarra que se mantiene en pie sin problema. Con pequeños arcos que salvan los riachuelos y arroyos que bajan de la sierra.
Aquí descubrimos los restos de la central hidroeléctrica levantada en 1917, la segunda que se puso en marcha y que estuvo activa hasta 1953 en la zona conocida como El Cabronil, producía 125v ¿os acordáis? Se construyó después de la original de 1912, más grande, porque la caída del agua era mayor y aumentaba la cantidad de energía.
Este es el tramo más sorpredente, más bonito y más conocido de la zona: los Arcos del Cauce, o el Acueducto de las Herrerías. Un acueducto en curva para vadear el arroyo por el que pasa, realizado, por completo, en pizarra, piedra y ladrillo, y que todavía hoy luce así de vistoso.
Es una obra de ingeniería magnífica que sortea con ingenio la depresión que crea la corriente de agua que evita.
Su estado es excelente, pisarlo y atravesarlo es una delicia, sólo por llegar aquí merece la pena realizar la ruta.
Y continúa el canal, asomando tímidamente desde la falda de la sierra, acompañando el curso del agua del arroyo en un recorrido paralelo.
Frente a nosotros, al otro lado del cauce, se conservan restos de las antiguas explotaciones mineras, hoy en desuso.
Es imposible no pararse a cada paso, la acequia es como un gran balcón de cinco kilómetros de largo que ofrece panorámicas magníficas. Y nosotros disfrutamos de ellas.
Continuamos caminando por el canal, protegidos por las paredes que se conservan en pie, sólo algún pequeño salto, por la caída de piedras, nos obliga a abandonarlo por un instante.
Esta panorámica general de la acequia da idea de su trazado, es como si quisiera nos destacar en el paisaje.
La garganta de Descuernacabras flanqueada por el canal es así de sugerente.
En este punto se une con el Arroyo de Fresnedoso y el caudal aumenta. Es una tierra dura, pizarra que apenas deja crecer la arboleda.
A medida que nos acercamos al final de la acequia esta se ensancha, si hasta hace unos metros nos obligaba a caminar en fila india, ahora, su anchura nos permite andar en grupo.
Y finaliza el canal, lo hace en este ensanche que facilitaba la caída de agua en la central que se comenzó a construir en 1912. Esa placa es una rejilla que servía de filtro para la corriente de agua.
Esta central que, como cuentan los amigos de la Asociación Cultural El Rútale, se comenzó a construir en 1912, cinco años antes que la anterior que divisamos, pero estuvo parada durante 41 años debido a que no estaba terminado el canal que tenía que llevar el agua hasta ella, por el alto coste de construcción del mismo.
Quedan algunas estructuras de la conducción de agua, buena parte de ellas se perdieron en una crecida del arroyo en 2005 arrastradas por el agua.
Esta central entró en funcionamiento en 1953 y paró definitivamente en 1969 cuando Iberduero comenzó a suministrar electricidad a 220v y esta quedaba obsoleta
A partir de aquí el arroyo continúa libre de la vigilancia del canal de agua
A nosotros ya nos toca ascender para buscar de nuevo la localidad de Campillo y dar por finalizada la ruta. Este trozo de camino es más abrupto conserva, apenas, trazados de los antiguos caminos.
Aún descubrimos restos de un antiguo molino, el Molino de Trigo de Damián, que cogía el agua del Arroyo del Castaño.
El camino aún nos depara la visión del llamado Puente Viejo o Puente del Conde que los vecinos se vieron obligados a construir para poder comunicarse con la vecina localidad de Fresnedoso tras llevarse el antiguo puente romano una de las crecidas del río.
Ascendemos hacia el Cerro Alto buscando las primeras casas de Campillo de Deleitosa. La subida nos aleja de la depresión de la garganta para alcanzar los llanos más cercanos a la localidad.
El final del viaje nos acerca a Campillo y las primeras indicaciones nos anuncian el final.
Flanqueados por piedra y alcornoque mantenemos vivo el recuerdo de lo que hemos disfrutado en tan singular camino.
La dehesa extremeña nos saluda de nuevo, el color del otoño nos regala esta última imagen antes de encontrarnos con Javier Campillo, de la Asociación Cultural El Rútale, que nos brinda las últimas explicaciones de todo lo que hemos visto, sorpresa tras sorpresa, en este pequeño rincón extremeño que guardamos para siempre.
Yo inmortalizo todo lo visto, sentado ante los impresionantes arcos del acueducto y maravillado porque, en un rincón perdido de la geografía extremeña, haya tanta historia y tanta belleza.
Descubrir los rincones de tu tierra de esta manera tan singular, pateando las tierras que aún pelean por no desprenderse de la historia de otros años más difíciles en el entorno rural extremeño, te hace afianzarte en la convicción de que la única forma de encontrar nuestro pasado es hacerlo Andando Extremadura.-
©vicentepozas2013