Despierta el Valle del Jerte, comienza la magia

El Valle del Jerte se prepara para ser protagonista de miles de imágenes en los próximos meses. Miles de sensaciones, miles de vivencias repartidas en bancales que despiertan cuando asoma el mes de marzo. Comienza la Fiesta del Cerezo en Flor.

La programación de la Primavera y del Cerezo en Flor se extenderá del 15 de marzo al 3 de mayo, con diferentes momentos destacados:

  • Despertar del Valle: del 15 al 20 de marzo
  • Cerezo en Flor (Fiesta de Interés Turístico Nacional): del 21 de marzo al 13 de abril
  • Lluvia de Pétalos: del 14 de abril al 3 de mayo

Este año, los municipios encargados de acoger la Fiesta del Cerezo en Flor serán Rebollar y Cabrero. La inauguración oficial tendrá lugar en Rebollar los días 21, 22 y 23 de marzo, mientras que la clausura se celebrará en Cabrero los días 11, 12 y 13 de abril.

Seguimiento de la floración

A partir de finales de febrero, se podrá consultar la previsión del estado de la floración en la web oficial www.turismovalledeljerte.com y en nuestras redes sociales, permitiendo a quienes visiten el Valle del Jerte planificar mejor su experiencia durante este espectáculo natural.

No te pierdas el despertar del valle y la magia de la primavera.

Ruta Sierra de Dios Padre

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A caballo entre tres comarcas se encuentra la Sierra de Dios Padre, una elevación de 948 m de altitud situada entre las localidades de Villanueva de la Sierra y Santa Cruz de Paniagua. La sierra se encuentra entre las comarcas de Sierra de Gata, donde se asienta, y las de Tierras de Granadilla y Las Hurdes. Desde su cumbre el paisaje es espectacular, subir exige algo de esfuerzo, pero merece la pena.

Existen varias opciones, desde Santa Cruz de Paniagua (divulgada por el Grupo de Acción Local CEDER CÁPARRA)

Sierra Dios Padre desde Santa Cruz de Paniagua

Y desde Villanueva de la Sierra (divulgada por la comarca de Sierra de Gata)

Sierra de Dios Padre desde Villanueva de la Sierra

Nosotros hemos optado por un trazado propio que parte de Santa Cruz de Paniagua, sube a la Sierra y baja a Villanueva de la Sierra para terminar em Torrecilla de los Ángeles, 18 kms de magníficos pasisajes

os dejo el track para GPS

Comenzamos en el pequeño parque de Santa Cruz de Paniagua, a la entrada del pueblo, junto al panel que indica uno de los trazados de la ruta

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Santa Cruz de Paniagua cuenta con numerosos vestigios de arte religioso, quizá el más representativo es la iglesia parroquial del Salvador, construida en el siglo XVI y reformada en el XVII. 

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Salimos del pueblo buscando el camino del regato de Pasarón por una zona de huertas y restos de matorral mediterráneo

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Nos vemos rodeados de bancales de olivos, muy presentes en esta zona del norte de la provincia, tanto en Sierra de Gata como en Tierras de Granadilla, aquí se encuentra la Denominación de Origen del aceite de Oliva Gata-Hurdes, que pone en valor la aceituna manzanilla cacereña, aunque ahora mismo solo tres almazaras están acogidas a ella.

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Comenzamos a bordear la sierra por un paraje que llaman la Huerta de las Locas, aquí el bosque se hace más denso y se alternan, alcornoques, algunos castaños y un enorme pinar sembrado en los años 60-70 del siglo pasado.

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Arriba está el risco y la ermita de Dios Padre, hay que encarar la subida no queda más remedio

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A medida que ganamos metros en altura el paisaje se descubre y te muestra la razón por la que ascender a la sierra de Dios Padre es un gozo. Detrás de nosotros se extiende el valle de las Tierras de Granadilla, al fondo la Trasierra, las elevaciones del Sistema Central con las cumbres de Gredos y el Valle del Ambroz.

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A la izquierda Hurdes bajas y las miles de hectáreas de olivos de Granadilla y sus tierras, junto a nosotros las lenguas boscosas que inundan la sierra.

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Tierras de Granadilla es una dehesa inmensa donde el agua del embalse de Gabriel y Galán crea un microclima muy especial. Debajo de nosotros Santa Cruz de Paniagua, de donde hemos partido, y al fondo Santibáñez el Bajo. Y si os fijáis bien en las faldas de la sierra y a la derecha se ven Villar de Plasencia y encima Cabezabellosa bajo el pico Pitolero (1.352 m altitud); a la izquierda se vislumbran Casas del Monte y Segura de Toro bajo la Sierra de la Cabrera (1.826 m altitud) ya en el Valle del Ambroz.

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Nosotros suavizamos la subida y encaramos un falso llano mientras rodeamos la sierra por un bosque de pinos que en un día de viento como hoy es una orquesta de sonidos. Estilizados árboles que se mecen con el viento y parece que van a quebrarse.

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Pero era sólo una trampa. Al ascender por la parte suroeste hay que afrontar un largo cortafuegos que nos va a pedir un esfuerzo físico considerable. Hay que encararlo con paciencia.

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Son 300 metros de desnivel ascendente en apenas un kilómetro de distancia. Si te lo piensas, no subes.

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Hemos subido los primeros 100 metros, tiempo de tomar aire y disfrutar del paisaje, si el día estuviese un pelín más limpio al fondo veríamos Plasencia.

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Pero solo hay tiempo para eso, para coger aire y afrontar la segunda y última subida. Cada uno a su ritmo y consciente de sus fuerzas, no hay prisa, arriba nos espera la cumbre.

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El esfuerzo físico es notable, pero merece la pena. Ahora Santa cruz de Paniagua se ve muy abajo. A este lugar le llaman Peñas Blancas.

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Hay que animar al grupo para que siga, con mucha prudencia hay que llegar arriba. Aquí es donde se nota el desnivel que estamos ascendiendo, nosotros venimos del pinar que hay abajo. No engañaba la subida.

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Pero todo se alcanza, la caseta de vigilancia de incendios ya está a la vista y la cumbre casi la tocamos, esto anima a quienes ya van con las fuerzas justas, ahora descansaremos arriba.

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La sierra de Dios Padre se encuentra aparentemente aislada, manteniendo una importante distancia hasta otras elevaciones. De ahí que en un día normal, desde su cima, podamos avistar más de veinte pueblos llegando a sesenta o setenta los días más claros. Algunos de estos pueblos son Gata o Candelario, que se encuentra a más de 70 kilómetros por carretera.

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En la cumbre, aparte de la torre de vigilancia y del vértice geodésico, hay una pequeña ermita, con arco toral visigodo, en honor a Dios Padre, donde todos los años suben los vecinos de Villanueva de la Sierra a celebrar la romería. Todavía suben algunos de Santa Cruz de Paniagua, que al parecer fueron quienes comenzaron la tradición.

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La sierra de Dios Padre, en el corazón del LIC Sierras de Risco Viejo, es un lugar de la Red Natura 2000 que se extiende a lo largo de las formaciones montañosas existentes entre Pozuelo de Zarzón y La Pesga, allí se sitúa el llamado Pico Blanco que es, en realidad, la Sierra del Manzano, y que en su cumbre tiene uno de los miradores más bonitos de Extremadura.

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Ecológicamente comparten muchas similitudes con las cercanas sierras de Las Hurdes y Granadilla, presentando valores muy similares. Por ejemplo, las colonias de buitre negro también ocupan estas sierras, con una población que ronda las 10 parejas. A la izquierda de la imagen podéis ver Santibáñez el Alto, un lugar único, y al fondo el Pico Jálama con sus casi 1.500 metros de altitud.

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Mirando hacia el norte vemos Torrecilla de los Ángeles, donde terminaremos hoy, al fondo La Bolla con sus 1.517 metros de altitud.

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Esta montaña, con apariencia de volcán y nombre de bíblicas resonancias, es una de las más antiguas de Extremadura. Se halla situada en el límite occidental de la comarca, lindando con la Sierra de Gata, y su edad se remonta a 500 millones de años, Algo más de quinientos son también los metros que se eleva sobre la penillanura. Este hecho, unido a su solitaria ubicación, es lo que hace que desde ella sea posible contemplar gran cantidad de pueblos: más de veinte en un día cualquiera, y casi setenta en los despejados, incluida una población de la vecina Salamanca. Asimismo se pueden divisar las sierras de Francia, Candelario, Trasierra, Hurdes, Gata, el Puerto de los Castaños, las Villuercas y la sierra de la Mosca, en las cercanías de Cáceres capital.

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Comenzamos el descenso por una pista cómoda que viene de la localidad de Villanueva de la Sierra. Al fondo Santibáñez el Alto y a la izquierda el embalse de Borbollón.

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Esta pista es por la que acceden los vehículos y el personal de la lucha contra incendios y muchos curiosos que en vez de subir andando prefieren hacerlo en un vehículo.

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Por darle un poquito de interés y, por qué no decirlo, porque preferimos huir de pistas de tierra, aprovechamos un cortafuego que desciende de la sierra a cañón, añade un punto de dificultad y nos evita un gran rodeo. Si hacéis la ruta y llegáis a este punto podéis optar por seguir la pista y evitar esa brusca bajada.

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Descenso cumplido, ahora estamos en el lado contrario de la sierra, entre bancales de olivos, se relajan las piernas y el camino de cemento nos acerca a la población.

Atravesamos Villanueva de la Sierra, colindante con las vecinas Hurdes, es un pequeño pueblo situado al sur de la comarca de la sierra de Gata, a 30 kilómetros de Coria. Amantes de su tierra, los lugareños aún mantienen el orgullo de ser miembros de la primera población que a nivel mundial decidió implantar el Día del Árbol. Fue en 1805 por iniciativa del párroco del pueblo y se celebra por carnavales, una fiesta con más de 200 años de historia.

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Tras atravesar la localidad, con parada para comer, cogemos el camino de la Carrasquilla que nos llevará derechos a Torrecilla de los Ángeles, es un camino llano y sin dificultades, para finalizar de manera relajada.

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Torrecilla está cerca, esto es ya un paseo entre olivos, aceituna manzanilla cacereña, muy apreciada y que tiene un referente en la cercana localidad de Pozuelo de Zarón donde se encuentra la almazara de Jacoliva, una de las tres empresas adheridas a la DO Manzanilla Cacereña.

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Son miles de hectáreas de olivos que en ocasiones se sitúan en bancales, se trata de cultivos tradicionales cuya aceituna se sigue recogiendo de manera manual. A nuestra derecha nos protege el cerro de la Tartamuña. Una plaga de olivos nos saluda, si venís por aquí no os vayáis sin aceite.

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Así llegamos, a este pequeño pueblo que es frontera, Torrecilla de los Ángeles es la última localidad de la Sierra de Gata, a partir de ahí comienzan Las Hurdes que ya intuimos en el paisaje que tenemos enfrente. Hurdes, como todas las comarcas del norte extremeño, son un paraíso para el senderista.

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Pero siempre queda una sorpresa y antes de llegar a Torrecilla nos vemos obligados a atravesar el río Tralgas; ha llovido los días anteriores a la ruta y viene crecido de agua. Toca descalzarse para cruzar sus cauce; unas risas para finalizar la ruta.

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En Torrecilla de los Ángeles, merecido refrigerio y esta imagen en lo alto de la Sierra de Dios Padre para el recuerdo. La subida ya está olvidada, los cortafuegos quedarán para las anécdotas y los relatos, pero ya podemos decir que hemos alcanzado esta pequeña cumbre que siempre nos llama cuando viajamos a Las Hurdes, ahora ya conocemos su secreto.

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A veces me preguntan por esas imágenes tan bonitas que comparto en el blog o en redes sociales, y siempre cuento que el esfuerzo tiene sus recompensas, uno de ellas es poder fotografiar estos lugares. Andar por Extremadura es conocer una tierra llena de contrastes, colores, olores, paisajes, accidentes geográficos convertidos en balcones, sierras en atalayas, montes transformados en miradores. Hay que subir, sí claro, pero merece la pena, siempre merece la pena. Hay un mapa dibujado que marca cada lugar, cada pueblo o cada río; hay otro mapa vivido, pisado, contemplado, un mapa que se queda en la retina del recuerdo, en la memoria de los paisajes eternos; un mapa que te ayuda a comprender a las gentes que pueblan cada paisaje y que comparten contigo sus viejos caminos, sus fuentes, su calles o sus bancales construidos a lo largo de los años. Paisajes y paisanajes que se van sumando a esta historia que se escribe a base de kilómetros, de desgastar suelas. El mapa que dibujo en mi cabeza está hecho de caminos, senderos, veredas…y algún cortafuego.

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Asturias, playa y montaña

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¿Cuántas veces nos hemos planteado la necesidad de elegir entre playa o montaña? ¿Y si tuviésemos un destino que nos ofrece playa y montaña? Hay una región en el Norte de España que ofrece playa, montaña y mucho más: Asturias.

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Asturias es un paraíso para el deporte de aventura, para el contacto con la naturaleza, para enamorarse de la historia, para mimetizarse con la montaña, para disfrutar del mar, para saborear la gastronomía. Asturias es equilibrio, un destino ideal en estos tiempos difíciles en los que buscamos seguridad, distancia, lugares tranquilos en los que despreocuparnos de todo y no pensar en nada. Sólo admirar.

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Este paraíso natural te permite estar al nivel de mar y, en nada, a más de 2.000 metros de altitud en cualquiera de las cumbres que jalonan los Picos de Europa.

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Asturias es la región con más Reservas de la Biosfera de todo el territorio español: siete. El Parque Nacional de los Picos de Europa, el río Eo, Oscos y Terras de Burón, el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, el Parque Natural de Somiedo, el Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa, el Parque Natural de Redes y el Parque Natural de Ponga. Alberga 39 Monumentos Naturales que reúnen playas, cascadas, cuevas, bosquetes y árboles singulares. Además de todos sus espacios protegidos que reconocen lugares con valores estéticos y culturales, pero sin demasiados problemas de conservación.

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Asturias te invita a caminar por la naturaleza, con infinidad de rutas y senderos, vías verdes cuya referencia más popular es la ruta de la Garganta del Cares o las de los Lagos de Covadonga, pero hay muchas más, también a pie de playa.

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Por eso el litoral asturiano, y sus pueblos marineros son distintos, formas imposibles y paisajes soñados; sus más de doscientos arenales de aguas cristalinas convierten cada visita en una jornada única y diferente, llamando especialmente la atención su cercanía a la montaña, así como sus diferentes atractivos capricho de las mareas.

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Pero el Principado de Asturias también es arte: el Camino de Santiago o Ruta Jacobea, el Arte Prerrománico, o Arte Asturiano, las Cuevas Prehistóricas son los tres grandes ámbitos culturales valorados como únicos en el mundo por la UNESCO. A los que sumar Oviedo, Gijón e infinidad de pueblos de playa y de interior que guardan una cultura milenaria y única.

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Asturias no es un destino, es el paraíso.

Ruta Dolmen del Matón. Hernán Pérez

La Sierra de Gata es una comarca cacereña, extensa y fronteriza, plagada de pequeños valles, de montes, montañas, castillos, piscinas naturales y pueblos deliciosos. La Sierra de Gata está plagada de caminos con historia, es más, la Sierra de Gata es historia. Paisaje, agua, bosque, montaña, arquitectura, aceite, frontera, a fala, cultura, parque arqueológico, amigos; una comarca de inmensas posibilidades. La Sierra de Gata es una comarca muy agradecida para la práctica del senderismo. Y nosotros volvemos con frecuencia.

Hoy os propongo un pequeño paseo de apenas 10 kms, con la excusa de conocer el pequeño Dolmen del Matón y las recientes excavaciones del yacimiento arqueológico de Padrocastaño. Una ruta sencilla, circular que parte desde la localidad de Hernán Pérez. Está señalizado y homologado como SL CC 203.

Os dejo el track para GPS de mi compañero Teófilo Amores porque siempre están llenos de detalles; Teo es el rey de wikiloc.

Hernán Perez es una pequeña localidad sierragatina, de apenas 500 habitantes, atravesada por un pequeño arroyo y flanqueada por los ríos Árrago y Tralgas afluentes del Alagón, en él desembocarán en los roquedos de los Canchos de Ramiro.

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El Árrago es un río pesquero que proporciona a los habitantes de Hernán Pérez y los pueblos de alrededor la posibilidad de baños veraniegos en su magnífica piscina natural. Alrededor de esta se encuentra una gran arboleda que proporciona, además de belleza natural, una extensa zona de sombra donde resguardarse de los rayos del sol estival

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Salimos de Hernán Pérez por el camino que conduce a la dehesa boyal siguiendo un tramo asfaltado que enseguida se tornará camino.

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Frente a nosotros, y nos irá acompañando todo el camino, la Sierra del Moro, con el pico de Los Ángeles de 1.055 m de altitud como principal atalaya, que se despierta de esta mañana de otoño con las nubes agarradas tras una noche lluviosa.

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El camino serpentea por la zona llamada de Navancha mientras bordeamos el Arroyo del Pueblo que, más abajo, parte en dos a Hernán Pérez. El camino está señalizado como SL, sendero local, pero hay que estar atentos.

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Justo a la entrada de la finca boyal de la Majada y Bardal nos desviamos a la izquierda para caminar ahora en paralelo a la falda de la sierra.

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Este bosque de dehesa, plagado de jaras, encinas y robles es un rico paraje micológico que en otoño está plagado de setas y hongos.

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En las vaguadas el agua se acumula en el camino. La ruta discurre hasta el dolmen por una pista amplia, fácil de seguir que, a pesar de charcos, es cómoda.

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Bordeamos dos pequeños cerros, no llegamos a subirlos, pero animan un poco las piernas y entretienen el paseo.

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Un camino flanqueado de jaras con hermosos robles donde la actividad de ciervos y jabalíes es más que visible, nosotros no nos topamos con ellos pues, seguramente, nos hayan sentido muchos metros/kilómetros antes.

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Aquí en el Valle de Juanico, justo donde acaba la Sierra del Moro, a los pies del río Árrago, se vislumbra la Sierra de la Jañona y el viejo castillo de la Almenara de Gata, su torre del homenaje se ve desde casi toda la comarca. Debajo, aunque no lo veamos está el pueblo de Cadalso de Gata muy cerca de donde discurría la antigua calzada romana de la Vía Dalmacia, todo tiene su porqué. Estamos en la frontera.

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El camino te regala encinas centenarias como esta, viejas supervivientes de muchas guerras de frontera que se vivieron en esta zona. Inmensa, y eso que Chema es alto.

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Una de las heridas de la Sierra de Gata son las incontroladas repoblaciones de pinos madereros que tantos disgustos, a causa de los incendios, dan a los habitantes de la comarca. Quedan muchos aún, aunque proyectos como los bosques de mosaico están terminando con hectáreas y hectáreas de pinar que cuando comienzan a arder son imparables.

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Y así llegamos a un pequeño pantano, un rincón donde la avifauna es muy numerosa y donde los ornitólogos se apuestan con paciencia para disfrutar de ella.

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Se encuentra en un entorno magnífico llamado Tierra Hundida, el paisaje es una invitación al silencio, a observar y descubrir.

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Se trata del embalse de La Lanchera, o de La Cañamera,  que se aprovecha tanto para eventuales incendios forestales y ocio, como para aumentar la biodiversidad en la zona y dotar a la dehesa de capacidad de regadío, se comenzó a construir en 2002 y no se finalizó hasta seis años después.

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Siguiendo un camino que nos lleva por el Valle de la Gitana llegamos a una pequeña carretera local, giramos a la derecha siguiendo la indicación y a unos 500 metros nos encontramos con un precioso rebollar, el Teso de las Corzas, donde se hallan los restos arqueológicos.

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Este bosque de rebollos comunal esconde varios tesoros que dan certeza de que, desde que el hombre es hombre, eligió estas tierras para vivir. Está Necrópolis de Hernán Pérez se encuentra en la Dehesa Boyal Majada y Bardal, que nos hemos abandonado en toda la ruta, justo en su área occidental por donde discurría la vieja ruta milenaria que atravesaba el Puerto Viejo de Robledillo de Gata, procedente de Ciudad Rodrigo y que se dirigía hacia las llanuras extremeñas. 

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El Dolmen del Matón parece corresponder con el periodo denominado como Bronce I para el que se maneja una cronología aproximada de 3.000 a.C, es decir, unos 5.000 años de antigüedad,  fue intervenido en 1979 por arqueólogos tras un proceso largo de saqueo y desgaste del que daba buena cuenta su estado, según escribe Pablo Iglesias Ordóñez, uno de los directores del proyecto arqueológico, en la web inforaya.es

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El dolmen, sigue relatando Pablo, estaba totalmente rodeado de un túmulo compuesto por hiladas de rollos de piedra cuyos huecos se rellenaban de tierra. La alineación de esta gran cantidad de piedra componía un túmulo que acorazaba por completo el interior de la tumba y generaba una falsa bóveda en su interior.

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En esta zona, dicen los arqueólogos, estaría la necrópolis megalítica más importante del norte de Cáceres junto con los dólmenes de Alcántara y que es visitable, aunque se ruega mucho respeto con todo lo que allí se ha hallado, o recreado.

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Se han hecho varias reproducciones en la necrópolis, con fines educativos, entre ellas esta reproducción del ídolo de Hérnan Pérez, cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.

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Un aula al aire libre, donde aprender con la recreación de diversos tipos de enterramientos que se explican en algunos de los paneles instalados en el yacimiento.

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Como se señala en la justificación del proyecto: El parque arqueológico Pradocastaño es una experiencia interdisciplinar y multidisciplinar centrada en el estudio de la arqueología de Hernán-Pérez, ya sea a nivel de excavación o de prospección. Este proyecto integra a: arqueólogos, biólogos, sociólogos, antropólogos, traceólogos… este equipo estudia los materiales arqueológicos, pero también realiza una labor de socialización y divulgación del patrimonio.

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Lo que parece claro es que  la aparición de estelas y dólmenes demuestran que en este lugar debió existir una sociedad que podría datarse entre el final del Neolítico hasta la Edad del Bronce.

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El proyecto comenzó en 2015 con el objetivo de rescatar todo el patrimonio arqueológico que se conserva en la localidad y que, en los años ochenta, aportó una colección de estelas diademadas e ídolos de piedra con forma y rasgos humanos que se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional. Patrimonio que debería volver a su tierra.

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De momento, en el dolmen de Pradocastaño situado en la dehesa boyal del municipio se ha recuperado la mitad del túmulo y la idea del municipio es seguir investigando, atraer talento joven a la zona para el estudio, así como adecuar un parque arqueológico que pueda ser abierto al público y en el que se puedan exponer las piezas que se vayan encontrando en la excavación, algunas se pueden ver en el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite de Hernán Pérez.

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En el yacimiento se sigue excavando cada verano, de hecho, otro de los objetivos de este proyecto es la formación de estudiantes y el trabajo conjunto entre disciplinas y ciencias que convergen en el estudio de los materiales arqueológicos, así como el impacto de estas investigaciones sobre la población local. Cada año acuden varios estudiantes a trabajar en el conjunto arqueológico.

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Es una zona muy rica, por eso la eligieron aquellos primeros pobladores, regada por el río Árrago, en ese valle que separa las sierras de la Jañona y la de los Ángeles. Durante siglos, como hemos contado y certifican calzadas romanas y castillo, ha sido ruta de paso entre Portugal, Extremadura y Castilla. Hoy damos certeza de que fue un lugar de importantes asentamientos humanos.

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Volvemos sobre nuestros pasos apenas un kilómetro por la carretera que abandonaremos enseguida girando ahora a la izquierda para volver al Valle de Juanico.

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Mientras caminamos de vuelta, sorprendido todavía por la belleza del conjunto arqueológico, recuerdo las palabras del alcalde de Hernán Pérez, mi buen amigo Alfonso Beltrán, en el saluda de la web municipal: «Hernán-Pérez es un pueblo olivarero con una rica historia arqueológica. El término municipal que nos rodea es muy equilibrado y está compuesto por tierras de labor ocupadas por centenares de miles de olivos que forman un inmenso manto verde alrededor de todo el casco urbano. Flanqueando esos olivares, encontramos la dehesa municipal, la Sierra del Moro y la vega del Tralgas que ofrece un lugar inmejorable para practicar el senderismo o pasear en bicicleta. Si nos visitas en verano, te invito a visitar nuestra piscina natural, en el río Árrago».

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Regresamos a Hernán Pérez por el Bardal, dejando a la espalda la sierra, siempre vigilante, fundada en el año del señor de 1296 por el maestre de la Orden de Alcántara frey D. Fernán Pérez del Gallego, que creó una aldea dentro de la Encomienda de Santibáñez, y ésta recibió el nombre de Hernán Pérez, en recuerdo y homenaje del maestre que la fundó, los primeros pobladores a los que éste acomodó procedían de villas y aldeas que poseía la Orden de Alcántara en Sanjulián del Pereiro, Castel Rodrigo y otras de la ribera del Coa, los cuales perdieron cuanto tenían a manos del ejercito del Rey de Portugal D. Dionis. Antes de iros, no dejéis de visitar el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite, Museo Etnográfico, construido en un viejo molino de aceite.

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Termina la Ruta del Dolmen del Matón que hicimos en el otoño del año 2019, dentro de las actividades del Otoño en Sierra de Gata ‘Échate a soñar’ y que tuve la suerte de guiar. Me acompañaron mis inseparables compañeros Antonio Luna y Teófilo Amores que son una garantía para que una ruta salga perfecta. Fuimos un grupo pequeño pero bien avenido que, aún, mantenemos contactos; nosotros aprendimos con ellos mucho de la esencia de la cultura sierragatina.

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Tengo muchos rincones en la Sierra de Gata, bueno tengo todos los rincones, y muchos amigos y mejores recuerdos. La Sierra de Gata hoy lucha por hacerse hueco como Parque Cultural, pero para quienes recorremos esta comarca enorme de más de 1.250 km2, 20 pueblos y apenas 22.000 almas, la Sierra de Gata es mucho más: es manzanilla cacereña, molinos de aceite, piscinas naturales, exquisita gastronomía, grullas, castillos, montañas, caminos, abrazos, encuentros, colores. Tengo muchos amigos que han escogido la comarca para vivir, o como segunda residencia. Me emociona contemplar como las gentes de aquí defienden sus tradiciones, luchan contra el despoblamiento y no paran de reivindicarse como lugar único, especial, hermoso. Hasta aquí llegan templos budistas e hinduistas, gentes que valoran que la calidad de vida se mide en parámetros humanos que no están en las estadísticas, que se pegan al alma; una comarca donde se para el tiempo para contemplar la vida, porque como dicen los sierragatinos ¡qué prisa hay si el tiempo lo dan dao!.

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Ruta de Las Alquerías. Las Hurdes

Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Y en Las Hurdes lo saben, por eso han hecho un esfuerzo grande en señalizar muchos de estos caminos. Caminos con historia, que cuentan historias. Muchos de estos senderos están puestos en valor y señalizados. Nosotros hemos disfrutado de la Ruta de las Alquerías, una senda de 18 kms que va pegada al río Esperabán, que se unirá al río de los Ángeles justo antes de llegar al final, y que nos enseña cinco de las alquerías de Pinofranqueado, donde termina la ruta: Aldehuela, Erías, Castillo, Robledo y La Muela.

Aquí tenéis el track para GPS

Y arriba comenzamos, debajo del Lombo de las Muelas, junto al Puerto del Esperabán, en la sierra de Gata donde nace el río que les da nombre. La ruta comienza en Aldehuela. En esta alquería tiene el nacimiento el río Esparabán que según todos los indicios viene de una palabra hurdana que significa «río del Gavilán». Años atrás, aparecieron importantes vestigios prehistóricos en este pueblo; incluso una gran laja de pizarra con un grabado rupestre.

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Caminamos bajando por sendas de paredes de piedra seca construidas con pizarra, como todo en Las Hurdes. Estos viejos caminos te llevan sin confusión. Piedra Seca patrimonio de la UNESCO, por cierto.

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Rodeados de naturaleza. Las Hurdes, paraíso natural, frente a nosotros la Sierra de La Bolla y La Cotorra.

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La pizarra lo marca todo, dibuja contornos de piedra en pequeños rincones cuidados por la mano del hombre, jardines para la subsistencia. Pero a esta altura de la sierra, el Esperabán recibe el agua de los distintos riachuelos que vienen de las cumbres, aún no es un río potente.

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Hemos comenzado en su margen izquierda, ahora lo cruzaremos y así iremos por este lado del cauce hasta llegar a Robledo, donde volveremos a la ribera este. La vista se vuelve loca, la cámara sólo capta belleza y armonía.

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Justo antes de llegar a la alquería de Las Erías, cruzamos el Esperabán, que ya irá a nuestra izquierda casi todo el camino. Viejos puentes reconstruidos para facilitar la vida.

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Las Hurdes y sus ríos son meandros. La pizarra, recia y firme, no se amedranta con el agua y desvía su curso sin complejos. Curvas de agua

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Las Erías o Erías como todo el mundo la conoce es una alquería serrana, como todas las de la ruta.

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Antiquísimo pueblo, cuyos orígenes se encuentran posiblemente en un asentamiento de tipo castreño, de carácter prerromano. 

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Un homenaje a la tierra. Tierra que, me cuentan, tenían que traer los hurdanos de la vecina Salamanca, porque la pizarra impedía cultivar cualquier cosa.

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Las Erías tiene casco antiguo, una amalgama de casas superpuestas, pasadizos, pasillos, recodos, arcos… calles imposibles con vida propia.

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Los siglos se superponen, viejos arcos que soportan nuevas casas. Nada se pierde, todo se transforma.

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Al salir de Las Erías os encontraréis un camino de tierra en ascenso, ese era el trazado original, ahora debéis continuar por la carretera unos 100 metros y veréis un camino que sale a la derecha, señalizado,ese callejón es el que hay que coger, que conecta con el camino antiguo.

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Toda esta zona está arreglada, os iréis encontrando con puentes, pasarelas y demás que espero que tengan el adecuado mantenimiento. Hoy facilitan el camino

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Esto no quiere decir que las viejas construcciones hayan desaparecido, puentes que resisten los años, seguramente más que estos nuevos de madera tratada. Aquí hasta los nombres son bonitos: caminamos entre las sierras de la Martigil y las Mudas.

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Entre bancales de pizarra que sostienen olivos y castaños centenarios, estos nuevos puentes se unen al paisaje para que los arroyos, cuando el otoño los inunda, no impidan el paso.

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Pero mirad la belleza de estas viejas callejuelas flanqueadas de piedra, cómo se mantienen en pie.

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Castaños centenarios flanquean el camino

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La vegetación se espesa y un bosque de pinos, castaños y robles nos arropa, es noviembre pero el calor aprieta.

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Seguimos caminando junto a las aguas del Esperabán, los meandros embellecen el curso del río hasta el que llegan los bancales de olivos centenarios y ahora, sobre todo, cerezos.

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Es el dibujo del paisaje: cuidadas escaleras de piedras que sostienen árboles frutales, olivos con tierra traída de otras tierras, sobre todo de provincias limítrofes. Sorprende como en una imagen se sintetizan cascadas, pizarra, matorral, pinos y bancales.

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Uno de los regalos de la ruta son los grabados rupestres de generaciones primitivas, ellos ya apreciaban el valor de esta tierra. El lugar se conoce como el Tesito de los cuchillos.

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Los petroglifos aparecen a ras del suelo aprovechando un afloramiento de pizarra. Contienen espadas romanas de un legionario y hasta una inscripción en latín. Se puede identificar motivos podomorfos y estrellas. En la piedra, se aprecian espadas de la Edad del Bronce y cuchillos, cuya época es difícil de definir.

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A la zona la conocen como Charco de las Castañas, este viejo camino bien trazado que siempre se usó para poder viajar de una alquería a otra. Dejamos estos restos y continuamos el camino.

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Para cruzar el arroyo de la Zambrana y salvar su cauce cuando viene crecido se ha construido esta pasarela de madera que facilita el paso.

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En la Portilla de la Cruz se dibujan meandros y parcelas. Aquí cualquier rincón es oro y la tierra se aprovecha, y se valora al máximo. Algo que puede resultar sencillo es un esfuerzo titánico, domar aquí el terreno es un trabajo de generaciones.

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Pero la huella de los incendios también está presente. Alguien cubrió esta tierra de pinos, madera, que cuando llega el verano se convierten en peligrosos lugares donde el fuego es incontrolable. Pero el pino es insistente y brota de las cenizas.

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Así llegamos a Castillo, tercera alquería de la ruta. Aunque muy cambiada, la leyenda cuenta que, en tiempos, hubo un castillo en el paraje de la Zambrana o Cembrana; otros hablan que estuvo situado en la sierra de la Bolla.

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También se habla de la cueva de Riscoventana, donde habitaba una pícara mora. Pero lo que hay en estos parajes son restos prehistóricos y romanos, con explotaciones auríferas en el sitio denominado «Los Llanetes».

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Dejamos Castillo y a su habitantes, los castillejos, por sus cuidadas huertas pegadas al río, tierra rica y generosa, está a la vista.

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Para seguir adelante cruzamos el arroyo del Guijarro Blanco que canaliza las aguas de las sierras del Carrelón y la Romaleja, ambas por encima de los 1.000 metros de altitud.

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Siempre me sorprenden los viejos caminos, su hechura, su dureza, su cuidado, sus detalles, estas escaleras de pizarra… ¿cuántas generaciones las habrán pisado? Ahí siguen, repasadas, pero cumpliendo su función.

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Atrás queda Castillo, como una calva entre pinos, en la ladera de la sierra, mirando al sol, siempre han sabido los hurdanos cómo construir los pueblos.

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En Castillo hay un artesano de la madera y eso se nota. Nos encontramos estos viejos troncos convertidos en obras de arte.

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Un regalo en el camino, una talla cuidada, y muchas fotografías, tod@s quieren inmortalizar la imagen. No son los únicos, podéis ver varias tallas y motivos diferentes.

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Caminamos embelesados por un paisaje amable, cuidado. La pizarra nos dirige, nos guía, nos encajona por estas callejuelas que son las lindes «de lo mío». Paisaje domado, robado a la pizarra.

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Llegados a este punto, en la ladera del Ramajal, dejamos el cauce del río para ascender hacia la montaña, no en exceso. El camino parece haberse perdido y la ruta nos lleva por nuevas pistas de tierra. Arriba en la sierra se vislumbran las casetas de vigilancia, los ojos del hombre contra los incendios.

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Justo al final de esta vereda agradable el camino da un giro brusco a la derecha y nos obliga a ascender.

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El terreno se vuelven menos cómodo, el bosque ya no nos protege pero ganamos en vista, la visión de estos enormes bosques de pinos tan cuestionables, nos recuerda los años en que la tierra era intervenida en favor de la industria maderera que sigue explotando estos bosques inventados.

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Inmensas Las Hurdes, una orografía complicada, un lugar inhóspito convertido en paraíso, en lugar de descanso. Las Hurdes que ahora miramos con otros ojos, que tanto admiramos, son hijas de aquella otra tierra sin pan que tanta vergüenza nos causó.

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El camino lo dibujan las sierras, las arrugas que nos obligan a subir y bajar, a dar vueltas, salvar los accidentes de las faldas de la sierra de Ramajal que nos viene vigilando desde hace rato.

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No pasaremos por ella, pero la alquería de Robledo se sitúa frente al camino, alquería con poca antigüedad, algunos dicen que era un antiguo asentamiento de pastores que con los años fue ampliándose junto al Río Esparabán.

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Descendemos de las faldas del Ramajal y en el meandro del Infiernillo volvemos a caminar junto al cauce del río. Antes de llegar a la última de las Alquerías: La Muela.

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Aquí, en el Molino de la Muela, cruzamos definitivamente el Esperabán para recorrer la última parte del camino.

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Esta del Molino de la Muela es una de las piscinas naturales más bonitas que conozco, exige un poquito de esfuerzo porque hay que bajar andando desde el pueblo, pero merece la pena, es un paraje idílico con un agua deliciosa y muy tranquila.

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Hoy es un paraje turístico, en sus años fue un molino y una zona del río donde las gentes del pueblo lavaban la ropa. La Muela no es una alquería típica, poco tiene que destacar, un pequeño núcleo cercano a Pinofranqueado, la matriz.

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Ya caminamos por una pista cementada que nos llevará hasta el final de la ruta, rodeados de fincas y huertos; es evidente que nos acercamos a uno de los núcleos más poblados de Las Hurdes. La pista, sin pérdida, desemboca en la carretera que nos introduce en Pinofranqueado.

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La vegetación de ribera engrandece el bello paseo que Pinofranqueado ha construido junto al río de los Ángeles. Hemos llegado. Los árboles anuncian otoño.

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Los pinenses disfrutan de este precioso paseo junto al río, es un broche de oro para este pequeño sendero que, sin quererlo o sí, recorre la historia de La Hurdes, la sintetiza en apenas unos kilómetros. 18 kilómetros después hemos bajado, como las aguas del Esperabán que aquí ya es el río de los Ángeles con quien se ha unido, hasta las Hurdes bajas. Dos ríos y cinco alquerías después finaliza la ruta.

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Las aguas del Esperabán, diluidas en el río de los Ángeles, son un lugar de ocio en Pinofranqueado. Esta piscina natural a los pies del pueblo se llena cada verano de chiringuitos, restaurantes, camping, hoteles. un rincón con todos los servicios al que acude mucha gente a disfrutar de sus aguas. El ayuntamiento la mantiene impecable, de ahí su éxito. Aquí termina la ruta, disfrutando de su oferta en los establecimientos de la zona recogemos el merecido refrigerio.

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Las aguas de este río, de estos ríos, se marchan buscando el Alagón, que espera domado por el embalse de Gabriel y Galán. Las aguas de los Ángeles abandonan las Hurdes arrastrando los olores de la montaña, los sedimentos de la sierra que nos han acompañado en la ruta. Aguas arriba comenzamos este camino de las alquerías, una ruta de las altas Hurdes a las Hurdes bajas, un camino de meandros, bancales, pizarras, huecos y pueblos. Es un camino precioso que, nos cuentan, quieren señalizar adecuadamente. Hay una paz especial en Las Hurdes, de hecho estoy seguro, a Las Hurdes vuelves, pero nunca te vas.-

©vicentepozas2020

Ruta Piedras Labradas. Jarilla

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El collado de Piedras Labradas se encuentra a 1.070 metros de altitud; así se conoce a una meseta que fue allanada, creada por el ser humano. La ruta que parte desde la localidad de Jarrilla, nos llevará a esa sierra donde encontraremos los restos del edificio. Los bloques de piedra están tallados con un corte perfecto, de ahí le viene el nombre al lugar.
Sobre su origen se barajan varias hipótesis, una, datada, un templo romano dedicado a alguna deidad, aunque no es habitual que los romanos construyesen a tanta altura. Hay quien opina que tuvo que haber en el lugar un asentamiento vetón, o al menos un lugar sagrado sobre el que se edificó el templo. Otras teorías se inclinan por que en la meseta hubiera un puesto de comunicaciones que enviase, mediante fuego por la noche y con destellos por el día, señales a la ciudad de Cáparra, visible desde el collado. También es posible que el emplazamiento cumpliera labores de protección y vigilancia sobre una ruta secundaria que uniría la Vía de la Plata con el Valle del Jerte. No hay que olvidar tampoco que muy cerca de aquí había una captación de aguas que abastecía a Cáparra.

La ruta que proponemos es circular, de apenas 14 kms, pero con algún tramo de dificultad media, ya que el desnivel acumulado es de 600 metros y otros tantos de bajada, pero las vistas de las Tierras de Granadilla y del Valle del Ambroz son magníficas.

Os dejo el track para GPS ya os digo que nosotros, en el kilómetro 9,6, en el Collado del Cerezal, nos apartamos del camino señalizado y optamos por bajar por una vereda más complicada pero más bonita, pero si esta opción no os convence sólo tenéis que seguir el trazado señalizado (PR amarillo y blanco) que os devuelve al  camino de vuelta, sobre el mapa se aprecia perfectamente, en este caso salen unos 16 kms, pero de menor dificultad.

Nosotros comenzamos en Jarilla, a los pies de los Montes de Traslasierra.

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Jarilla pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, situada en la falda oeste del Sistema Central, en los Montes de Traslasierra. Con apenas 100 habitantes posee varias casas rurales; el único bar es el centro social, junto al Centro de Día y la iglesia de San Gregorio en su pequeña plaza mayor. Protegida por el pico de Cabeza del Santo, 1.478 m altitud, está bañada por la Garganta Perdida y la de Cabera y cuenta con una coqueta piscina natural.

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Arrancamos la ruta en la plaza, bordeando la iglesia; enseguida nos toparemos con este lavadero restaurado, aunque ya no en uso, imagino.

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Comenzamos por una pista asfaltada que encara la sierra y que enseguida se convertirá en camino de tierra.

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La ruta está señalizada como PR (amarilla y blanca), aunque no está homologada por lo que hay que estar atentos al track para no perderse en los cruces que nos encontraremos. Lo que vemos en cuanto dejamos el pueblo es el valle con las Hurdes y la Sierra de Gata al fondo.

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Los primeros kilómetros discurren por el paraje de Las Pozas en un entorno de dehesa muy agradable, de momento, paralelos a la sierra.

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El camino asciende poco a poco, mientras caminamos por las Colmenillas, disfrutando de una primavera exuberante en este final de mayo cuando hicimos la ruta.

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Venimos andando por los caminos tradicionales que unían los pueblos de la zona, de hecho, podéis optar por comenzar en Cabezabellosa, una localidad situada unos kilómetros más allá y así hacerla un poco más larga si queréis sumarle más tiempo al paseo.

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Dejamos por un momento la cómoda pista de tierra para coger un pequeño atajo, no hay que preocuparse, el desvío está señalizado.

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Mientras, disfrutamos de la vista del Valle del Ambroz con Casas del Monte en primer término y Segura de Toro al fondo.

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Son apenas unos metros porque enseguida volvemos al camino original, mientras pasamos cerca del Canchal del Moralejo, nos queda más o menos kilómetro y medio para comenzar la subida al collado.

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La ruta, en estos tramos, está muy bien señalizada, hay un cruce con una señal y un mapa gráfico de la zona y el recorrido de la ruta; dejamos el camino que nos llevaría a Casas del Monte y, junto al arroyo de las Gorroneras, nos preparamos para el ascenso.

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El ascenso, de poco más de 4 kms, no es muy exigente aunque el desnivel acumulado es de unos 400 metros.

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Este paraje que llaman el Horquito es un magnífico robledal, muy cerrado en su parte más baja.

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Más abierto a medida que ascendemos pero con ejemplares de robles impresionantes. En esta zona hay que estar atentos al track y a las señales del PR porque no siempre están claras.

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Un pequeño llano descansa las piernas antes de atravesar las pequeñas vaguadas que crea la montaña.

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Lo cierto es que la altura, a unos 900 metros de altitud ya, nos permite disfrutar de este hermoso valle, bañado por las aguas del río Alagón, aquí embalsadas por la presa de Gabriel y Galán. Tierras de Granadilla.

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Nos abrazamos a la ladera del Risco Llano, la montaña cambia de paisaje a cada momento, esto embellece aún más la ruta.

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Sorteamos pequeños arroyos, este del manantial del Colchón, en una primavera que no olvidaremos por su exuberancia, con el que encaramos la última subida antes de llegar al templo.

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Pero aquí arriba, emocionados, es difícil no dejar descansar las piernas y echar mano del móvil o la cámara y recoger este inmenso y rico valle atravesado por la Vía de la Plata, hoy A-66, aunque los vestigios romanos siguen encaminando los pies hacia el norte, Gijón o Santiago.

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Aquí veréis una pequeña valla ganadera con el señal de PR, hay que abrirla y no seguir el camino de la derecha. Nosotros lo hicimos y tuvimos que saltarla un poco más adelante sin mayor problema. Por cierto recuerda: cancela que se abre, cancela que se cierra.

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Detrás de nosotros la sierra de la Cabrera retiene las nubes, cerca del collado de las Yeguas que facilita el paso al Valle del Jerte.

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Aquí la humedad y la umbría mantienen florecidas las peonías, o rosas de Alejandría como llaman otros. Un último esfuerzo para disfrutar del misterio de un lugar mágico

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Lo primero que nos encontramos es el antiguo vallado que protegía el templo. Debéis imaginar que entonces esto era un bosque de robles que rodeaban este lugar de culto donde, protegidos por árboles sagrados, se reunirían los vetones para venerar a sus divinidades vinculadas a la naturaleza.

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Tras la dominación romana de la Lusitania, el lugar se convirtió en un templo, era un pequeño edificio a dos aguas de una sola entrada, muy parecido al que se conserva a la entrada del puente romano de Alcántara y que el imperio construía por todo el territorio. El expolio que sufren muchos de estos yacimientos ha hecho desaparecer muchas de las piedras, incluso algunas de las aras votivas, pequeños altares dedicados a los dioses que se veían hace unos años.

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El collado de las piedras labradas está marcado por esta historia de culto y misterio. Allanado por la mano del hombre para sus fines espirituales, pero también defensivos. Desde aquí era visible la ciudad romana de Cáparra y, por ello, hay quien sostiene que el lugar bien pudiera albergar un puesto de vigilancia, por una parte, del abastecimiento de agua a la ciudad, en unos montes repletos de manantiales, y por otro, defensivo. He leído que se piensa que pudiese haber un punto de vigilancia que, desde la altura, avisase a la ciudad a base de señales de humo o luminosas en caso de peligro. Por cierto, cuando regreséis os aconsejo visitar los restos de la ciudad de Cáparra y su centro de interpretación para que entendáis la importancia de este asentamiento romano que fue un importante nudo de comunicaciones en el eje norte-sur y que conserva el único arco cuadriforme de España.

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El collado de Piedras Labradas, a 1.062 m de altitud, ofrece vistas magníficas, como estas de la localidad de Cabezabellosa protegida por el Cerro del Búho, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Castillo.

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Después de disfrutar del lugar e imaginarnos las historias que aquí se debieron vivir, iniciamos el descenso de nuevo al punto de partida.

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El Collado, rodeado de vegetación baja, nos despide rodeados de cantuesos, o lavandas (lavándulas) o tomillos borriqueros como llaman en otros y disfrutando de su aroma intenso.

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Sol y nubes en este día de primavera, sigue la señalización acompañando el camino, por cierto, el tramo de bajada, está marcado como ruta principal en algunos tracks, pues el oficial de la comarca, lo realiza con subida y bajada por el mismo camino, por este.

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El hecho de que hayan podio expoliar el yacimiento tiene que ver con que el camino es de fácil acceso para algunos vehículos, por lo tanto llegar hasta arriba en coche es posible.

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El camino discurre ahora entre callejas de piedra muy habituales en la comarca. El granito es abundante, tanto es así que para construir el templo de Piedras Labradas no hubo que subir las piedras, ya estaban aquí.

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Cuando hemos descendido unos cien metros llegamos al collado del Cerezal, aquí es donde decidimos desviarnos por una pequeña vereda señalizada con mojones. Aquí la ruta se complica porque la pendiente es fuerte y hay piedras sueltas, pero es mucho más bonita. Estamos en el kilómetros 9,6, se puede ver en el track perfectamente. Si no os decidís por esta variación sólo tenéis que seguir la pista que sigue señalizada con las marcas de PR que os devolverá al camino original de Jarilla a Casas del Monte donde sólo hay que desandar los pasos.

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Nosotros traemos el track, nos ayudan los mojones de piedra, porque la primavera tapa por momentos la pequeña vereda por la que transitamos.

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Bajamos haciendo zigzag, de hecho nos volvemos a topar con otro camino, paralelo al que hemos dejado; quiero decir que si esta primera bajada os ha parecido complicada sólo tenéis que seguirlo y os llevará al camino de salida y la señalización de pequeño recorrido, lo vais a reconocer porque en el camino hay una pequeña tubería negra de agua.

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Pero nosotros seguimos el descenso por este magnifico lugar, a quienes nos gusta el senderismo nos atrae más caminar por pequeñas veredas que por pistas o caminos. Estamos en la Jerdillera.

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Así llegamos a la Garganta Perdida, o garganta primera, que no hay que cruzar, iremos paralelos a ella hasta llegar al pueblo.

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Puro bosque mediterráneo en esta parte de la sierra donde encontramos estos impresionantes bolos graníticos.

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Vegetación más densa en la parte baja de la sierra, donde alcornoques y encinas se disputan el terreno, ya el trazado es llano y las piernas descansan de la pronunciada bajada de 400 metros de desnivel en apenas dos kilómetros.

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La callejas de piedra nos marcan el camino, como haciéndonos la ola, como ese público que se apelotona a la llegada de los grandes eventos deportivos, eso sí, en silencio.

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Camino ya del pueblo pasamos por la pequeña piscina natural de Jarilla que en verano ofrece agua fría para quien guste de estos parajes, cuenta con merendero cercano para pasar el día.

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Desde aquí una pista cementada nos lleva hasta el pueblo donde damos por finalizada la ruta.

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Nos queda la satisfacción de haber subido hasta una parte de la historia, de la cultura vetona, de la posterior dominación romana. Hasta nuestros días ha llegado con el nombre popular de Piedras Labradas; escondida a la vista, esta atalaya de dioses y guardianes presenta un aspecto manifiestamente mejorable, pero esto nos ocurre con frecuencia en Extremadura, y en el resto de España, no acabamos de poner en valor estos vestigios que retratan de dónde venimos. La roma imperial tuvo, y tiene, mucho peso en la historia de esta región. Pero los vetones fueron un pueblo importante, una civilización que ha dejado repartida su cultura por toda la región, sobre todo el norte, como pone de manifiesto el berraco que se conserva en la cercana localidad de Segura de Toro.

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Jarilla, 100 habitantes, conserva el equilibrio tranquilo de las pequeñas localidades cacereñas que aún sobreviven a un, imparable hoy, fenómeno de despoblamiento rural. Los niños juegan en la calle, los turistas ocupan los alojamientos rurales y los mayores mantienen sus costumbres. Nosotros hemos venido a romper la armonía del pueblo por breves momentos, ante la alegría y la sorpresa de los aldeanos que nos saludan orgullosos por haber venido hasta su pueblo. Seremos tema de conversación esta tarde, seguro, estos chicos de ciudad de colores chillones que vienen a ver sus piedras labradas, el templo que aún les vigila, y les protege, silencioso y abandonado.

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Una de las satisfacciones de caminar por el campo, es encontrarte lugares sagrados como Piedras Labradas, y poder contarlo, e invitar a quienes aman y estudian la historia a recorrer el camino que vetones y romanos andaron y desandaron tantas veces. Y confirmar que la historia, además de las grandes ciudades y los conocidos monumentos, la escribieron también estos sencillos enclaves tan necesarios para entender cómo vivían nuestros antepasados, los que dejaron un ADN que hoy nos ha convertido en lo que somos. Lo mejor, como siempre, hacerlo Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2018

Caminos tradicionales de la Sierra de Gata. Gata-Torre de Don Miguel- Santibáñez el Alto

Ahora que nos hemos acostumbrado a ellas parece que las carreteras siempre estuvieron ahí. Pero no siempre fue así. Los caminos fueron, durante siglos, la única manera de llegar de un lugar a otro, de un pueblo a otro, de una comarca a otra, de un prado a una finca, de la montaña a la ciudad. Las bestias eran la manera de traer y llevar aquello que no producía la tierra y los viajes, un esfuerzo necesario para poder vender aquello que no se consumía, o se podía cambiar por alguna herramienta o un enser doméstico, o un simple trozo de tela para un vestido nuevo. Esta ruta nos lleva desde el pueblo de Gata hasta el de Santibáñez el Alto, pasando por Torre de Don Miguel, recorriendo esos viejos caminos para cruzarte con cruces, bellas fuentes, molinos, riveras o antiguos pajares. Arquitectura vernácula al lado del caminante, en un paseo entre valles y sierras que invita a conocer parte de la comarca cacereña de la Sierra de Gata.

18,5 kms de dificultad baja, os dejo el track para GPS

Comenzamos en Gata, una bellísima localidad que os aconsejo visitar si vais con tiempo (y si no, tendréis que volver). Y lo hacemos junto al impresionante Cedro que domina el pueblo, situado junto a la carretera, es uno de los árboles más conocidos de la comarca, con una altura de 30 metros y un perímetro de tronco de hasta 5 metros y una edad que supera los 200 años. Este gigante nos bendice al iniciar el camino.

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Nada mas dejar atrás el cedro nos sale a la derecha un camino descendente que nos lleva hasta el río. Es fácilmente reconocible porque veremos un panel informativo y enfrente la ermita del Humilladero del siglo XVI. Aquí empieza el recorrido.

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Enseguida nos topamos con la Rivera de Gata, crecida porque acaba de darle sus aguas el arroyo del Concejo. La Sierra de Gata es tierra de olivos y los viejos molinos son una constante en cada cauce de agua.

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No tiene pérdida el camino porque aquí conserva el viejo empedrado medieval con fuentes como la del Chorrito y que en este tramo coincide con el trazado del  sendero internacional GR 10.

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Más arriba la piedra se pierde oculta por el cemento que tapa la belleza de estos viejos itinerarios. Aún quedan algunos pinos de la masacre que el fuego viene haciendo en estas sierras, con la ayuda de la mano del hombre, desafortunadamente.

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Desde el puerto de la Cruz de Piedra, Gata se ve así de hermosa. Junto a esta portilla entre las sierras del Salido y Las Jañonas, junto a la cruz de piedra que le da nombre, iniciamos el descenso a Torre de Don Miguel por un camino, junto al arroyo Hondo, que antes era vereda, y que las máquinas han convertido en pista.

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Y llegamos a Torre de  Don Miguel, otra deliciosa localidad sierragatina que conserva sus construcciones originales, pasadizos de madera y adobe, callejuelas angostas e imposibles que se funden con casas señoriales. En su plaza aún queda el recuerdo de otro árbol mítico de la Sierra de Gata: el álamo negro que presidió el ágora de Torre durante años y que fue imagen de la comarca.

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Los urbanitas (ya seamos senderistas, viajeros, curiosos, comerciantes o almas perdidas) pasamos demasiado deprisa por los pueblos. Desentonamos en la paz que ofrecen, y despreciamos ese abrazo que trata de de imbuirnos en una filosofía de vida que tiene como protagonista al tiempo, porque en la Sierra de Gata no hay prisa, ellos dicen que el tiempo lo dan ‘dao’.

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Pero nuestros pies están de paso y se topan, apenas el instante que duran unos pasos, con joyas como la ermita del Cristo de la Misericordia con esa  portada del s. XVI, dicen que de Pedro de Ibarra, que nos recuerda a la arquitectura de las sinagogas judías.

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Cogemos por los Cascajales el camino donde se unirán los arroyos del Grueso, el de San Juan y el del Perico en la Ruta de los Molinos.

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Este parque arqueológico muestra varias almazaras recuperadas. Molinos de aceite que movía el agua como este de Los Blancos, rehabilitado en parte.

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El oleturismo, o turismo de aceituna, es una realidad que se impone en otros territorios, pero que en Extremadura aún no sabemos aprovechar. Esta ruta es una buen muestra de nuestro potencial.

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La ruta continúa  cruzando una pasarela que conduce a la margen izquierda del arroyo de San Juan, donde se alzan las ruinas del molino del Tío Perfecto.

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El Molino del Tío Perfecto -cómo eran los pueblos para nombrar a sus paisanos- conserva los viejos engranajes que movía el agua, las viejas piedras de molino, fabricadas en piedra y que durarán eternamente.

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Viejas ruedas que habrán dado vueltas y vueltas sin fin, movidas por los arroyos amansados, la fuerza de la corriente convertida en energía hidráulica, para dar vida a una aceituna exclusiva, convertida en aceite único, oro verde de la sierra: la Manzanilla Cacereña. El olor de las viejas cocinas que aún recuerdo de esos años de infancia rural, y afortunada.

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Sobre el azud, junto a su canal, una tercera pasarela comunica con los restos del Molino del Tío Domingo, donde se encuentra una coqueta y magnífica piscina natural con todos los servicios necesarios.

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Y frente a la piscina, El molino de Los Lucas, un edificio rehabilitado que mantiene en su diseño toda la magia de su uso original y toda la belleza de estos edificios a los que, en algún caso, se les quiere buscar un uso turístico; una idea que espero se lleve a cabo más temprano que tarde antes de que el abandono dé con sus muros en el suelo.

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Tal es la simbiosis de esta gente con el aceite que Torre de Don Miguel vive una de las fiestas más arcaica que se conservan en toda Extremadura. Un tesoro etnológico que deberías conocer: la fiesta del Capazo. Esas antiguas ruedas de esparto en las que se colocaba la aceituna para que la piedra del molino extrajese el zumo. Y que esa noche arden a ritmo de tamboriles y vino en las muchas bodegas del pueblo.

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Sigue el arroyo de San Juan cerca de nosotros, mientras caminamos por el paraje de la Rapaza; las viejas construcciones molineras aún son visibles.

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Rodeados de olivos, cerezos, pinos o viejos robles, cruzamos el arroyo para encarar enseguida la subida a la atalaya de Santibáñez el Alto.

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Este viejo camino conserva parte de su belleza, de su abrupto trazado, gracias a que el hombre no encontró manera de domar estos bancales de piedra que miran al norte.

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Un inmenso robledal, paredes de piedra y  el viejo camino nos acogen en la subida a Santibáñez el Alto por este paraje denominado Hondón de los Olivares.

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Joyas como este abrevadero de piedra, dejan constancia de que por los caminos, además, se movían los animales, el verdadero tesoro de los habitantes de la sierra.

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Callejas anchas, delimitadas por muros de piedra por donde corre el agua estos días de abundante lluvia. La subida a Santibáñez no es muy dura. El pueblo, construido sobre la Sierra Martín, se encuentra a 685 metros de altitud. La calleja nos lleva directamente a sus calles.

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Santibáñez el Alto es de los pueblos menos conocidos de la Sierra de Gata, porque aquí hay que venir. Pero su situación es estratégica. Es un mirador de 360º de la Sierra y de las tierras del Alagón.

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Hay excelentes balcones para disfrutar de fotografías como esta: el pantano de Borbollón a tus pies, rodeado de dehesas. En otoño, desde aquí, las bandadas de grullas son un espectáculo.

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Santibáñez el Alto, antes llamado San Juan de Máscoras, que era el nombre de la fortaleza que corona el pueblo, y el origen de él. La Fortaleza de San Juan de Máscoras fue una de las joyas de la corona de la Orden de Alcántara y durante años se derramaron ríos de sangre, tanto cristiana como islámica, para controlar  una de las puertas de entrada de la transierra extremeña.

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Mientras ascendemos al castillo nos topamos con la iglesia de San Pedro con su curiosa torre-fachada.

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Es la mayor fortificación de toda la Sierra de Gata, ya está muy deteriorada, desafortunadamente. Eso sí, su recinto amurallado se conserva prácticamente íntegro; aunque buena parte de él se ha convertido en el muro de muchas de las casas que se han construido a sus pies; incluso la plaza de toros aprovecha parte de esta muralla.

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Hoy el interior del castillo es el camposanto de la localidad, y han cometido la aberración de instalar un repetidor de TV y teléfono en lo alto. Pero os invito a encontrar entre sus muros las marcas que los canteros dejaron en los sillares que laboriosamente labraron durante siglos para levantar esta majestuosa construcción militar.

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Solo hay dos bares, magníficamente situados y juntos, en el pueblo que ofrecen vistas magníficas y que se alegraron mucho de vernos, pues aprovechamos para comer y hacer gasto en los pueblos, como tiene que ser.

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Dejamos las tierras del Temple por el viejo camino de subida al castillo, descendemos de este pedacito de historia fronteriza, que guarda los secretos de las muchas desavenencias hispano lusas sucedidas a lo largo de la historia.

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La Sierra de Gata es rica en agua, prueba de ello son las muchas fuentes que hay en toda la comarca; esta sierra además, es como un enorme pozo subterráneo del que mana agua por todas partes. Esta es la fuente del Pilar.

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Al descender de Santibáñez nos topamos con uno de esos tesoros de la ruralidad extremeña. Justo en la parte baja de la sierra, cuando comienza la dehesa nos encontramos con el Barrio de la Calzada, o Los Pajares que, como cuenta mi buen amigo Víctor Manuel Pizarro, se trata de un interesante barrio ganadero, «uno de los poquísimos conjuntos arquitectónicos populares de carácter agrícola y ganadero que se conservan de manera íntegra hoy día en Extremadura. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con la categoría de Lugar de Interés Etnológico»

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Se trata de conjunto de más de cien construcciones de granito, la mayoría abandonadas, dedicadas a establos, cuartos de aperos y pajares.

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Ocupan una superficie de unas 27 hectáreas en mitad de un paisaje afable, rico en manantiales, fuentes y abrevaderos, sobre un suelo fértil de dehesas, prados y acebuches centenarios donde pastan vacas y caballos.

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Afortunadamente, muchas de estas construcciones se están recuperando para deleite de todo aquel que las visita, y merece la pena.

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Los Pajares  fue el primer Bien de Interés Cultural como Lugar de Interés Etnológico, declarado por la Junta de Extremadura en 2010. El resultado de una vida práctica, de como los ganaderos evitaban los roquedos de la sierra y buscaban los pastos y la comodidad del llano.

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Nosotros caminamos ahora por la dehesa boyal de Santibáñez, sin árboles, que deja que veamos frente a nosotros la sierra de Dios Padre y Villanueva de la Sierra a sus pies.

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Por los huertos del rincón y el Mermejal nos acercamos a la piscina natural de Santibáñez, junto a la carretera local CC-115, que aquí llaman la carretera de Montehermoso, final del trayecto.

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El río Árrago, protegido por su hermosa vegetación de ribera, rodeado de olivares, castaños, alcornoques y extensos viñedos, hace quiebro en este punto, antes de juntarse con el río Tralgas y llenar el embalse de Borbollón, tierra de grullas; hace un quiebro, digo, para facilitar el baño en esta deliciosa y tranquila piscina natural que cuenta todo tipo de servicios.

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Fin de trayecto. Para el recuerdo queda esta imagen de grupo que nos hicimos delante de la rueda del molino de Los Blanco, aunque no olvidaremos el viaje que, antaño, realizaban estas gentes muy a menudo y no con el carácter lúdico y deportivo que nos ha movido a nosotros.

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La Sierra de Gata es una comarca diversa, amplia y deliciosa. Tierra de vinos y aceite. De castillos, de habla propia; una tierra de fronteras donde el otoño se inunda de matices y el verano te invita a bañarte en cualquiera de sus diecisiete piscinas naturales. Pueblos y aldeas que conservan la arquitectura rural y serrana, plagada de viejos caminos medievales de piedra que se conservan en algunos tramos, tan bellos, que tus mismos pasos te retrotraen a aquellos años en los que vivir aquí no resultaba tan idílico. Hoy este paisaje entre montañas es un paraíso para el viajero, la mejor manera de conocerla es hacerlo Andando Extremadura.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2018

Caminar por un mar de nubes

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¿Quién no ha soñado alguna vez con caminar por encima de las nubes? Las nubes. Sueños de algodón que dibujan los cielos y que en fotografía crean efectos que engrandecen una imagen.

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Las nubes siempre están encima de nosotros, o casi siempre, pero cuando consigues situarte por encima de ellas el sueño se convierte en una visión idílica que alimenta la imaginación y despierta la fábula.

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Extremadura es una sorpresa, sus cielos lo son también, y si escalas a alguna de sus atalayas, en cualquiera de sus formas – montaña, cerro, alcor, risco, loma, colina, monte, collado, sierra, cordillera…- además de disfrutar de un paisaje excelente, te puedes llevar la sorpresa de estar caminando por encima de las nubes.

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Quienes hacemos andando caminos y veredas somos testigos de la luz en cada hora del día, en cada estación, y somos espectadores de las caprichosas formas de un cielo limpio y despejado en el que las nubes son libres de expresarse.

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Lo hacen dejando testimonio de su grandeza, bañadas por un sol que las vira de los naranjas a los blancos, de los grises a los ocres.

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El mayor regalo es sobrepasarlas, ponerlas a tus pies y observar ante ti campos de algodón en movimiento, luces y sombras de un mar de olas blancas que parecen tener vida; paisajes de otros paisajes ocultos por instantes, nubes que viajan contigo y te acompañan creando cascadas de agua condensada y lagos de cristales de nieve, gotas de agua microscópicas en estado gaseoso, llanuras de agua evaporada que nos traen los océanos que vienen a descansar a Extremadura.

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Por encima de las nubes hay una paz infinita, el sosiego que produce percibir sus lentos cambios, empujadas por un viento que las anima a deslizarse por las laderas de una montaña, a empapar la dehesa de rocío; porque, al fin y al cabo, las nubes son agua y el agua es vida, y Extremadura es agua.

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Si alguna vez has sido testigo de lo que te cuento, recordarás esa sensación momentánea de sentirte más grande, más alto que el mismo cielo, sobre el éter de un suelo de agua que no puedes pisar.

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Elige esos días de niebla extremeña, busca un lugar elevado en tu camino y disfruta de ese piélago de nubes, alfombras gaseosas sobre un paisaje amilanado. Toma la cámara de fotos con tranquilidad y recoge las curvas del agua sobre la loma cercana; retrata las insinuadas formas de un campanario cuando asoma entre la bruma, recoge el silencio que parece haber debajo.

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Extremadura tiene muchos cielos, uno cada día; pero si logras tropezar con el momento en el que las nubes están abajo y el cielo arriba, te toparás con una sensación indescriptible, como si dominases la tierra, como si el tiempo chocara bruscamente, se diese la vuelta y volcase sobre los campos.

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Un mar de nubes es un paisaje invertido, algo así como el cielo a tus pies; añoranza de sueños infantiles, de caballos alados, de cuentos con héroes que vuelan, de paraísos perdidos con niños que se niegan a crecer.

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Extremadura es, a veces, un mar de nubes. Y cuando las tienes a tus pies me acuerdo siempre de aquella canción: “te quiero tanto, tanto, que en una sola lágrima de mi llanto, cabe el cielo”.-

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Este post forma parte del libro ‘Cielos de Extremadura’ publicado con motivo del VII Encuentro de Blogueros de Extremadura que organiza la Fundación Xavier de Salas y editado por la Dirección General de Turismo de Extremadura bajo al dirección de José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández, celebrado en Trujillo el 25 de noviembre de 2017.

                              

toda la información de estos encuentros y una magnífica colección de imágenes se puede encontrar en

http://extremadurablogs.blogspot.com.es/

©vicentepozas2017

 

Ruta Caminos tradicionales del Alto Aravalle. Ávila

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Extremadura hace frontera con Castilla León o lo que es lo mismo, la provincia de Cáceres hace frontera con la de Ávila; donde termina el Valle del Jerte, en el Puerto de Tornavacas, comienza la Comarca del Aravalle, un descubrimiento. Dentro del  Parque Regional de la Sierra de Gredos, la Comarca del Aravalle es una zona de altísimo valor natural que aún no ha sido invadida por el gran público, que mantiene así su sabor rural y la calma que pocos lugares pueden ofrecer. La comarca del Aravalle, o Alto Aravalle, recibe el nombre del río que la cruza pero no intentéis buscar mucha información porque no la encontraréis; sorprende que las webs de turismo, diputación de Ávila y Junta de Castilla y León, no incluyan ninguna información sobre ella. Una de las características más especiales de este valle es que se encuentra situado a 1.100 m de altitud y esto le confiere unas peculiaridades propias. Conserva sus pueblos casi intactos y aquí es donde radica lo especial de este ruta: paisajes propios de Gredos y pueblecitos con encanto. En esta ocasión lo organizaba el club extremeño GR-100 Y fue una jornada fantástica.

La ruta de los caminos tradicionales del Aravalle es circular y pasa por todos los pueblos de esta recoleta y bella comarca que atraviesa el río Aravalle. Tiene una longitud de unos 16 km y un desnivel prácticamente nulo, con lo que completarla tranquilamente pueden ser unas 4 horas y media.
Su recorrido discurre por caminos tradicionales y cañadas y a su vera se extienden los campos que normalmente acogen al ganado en sus pastos. Está señalizada como PR-AV 51

Os dejo el track para GPS

Nosotros arrancamos en la pequeña población de Puerto Castilla, en las inmediaciones del puerto de Tornavacas. En su término municipal, en la sierra, se encuentra la laguna del Barco o de Galín Gómez.

Enseguida salimos del pueblo por el norte siguiendo la señalización de la ruta rodeados de abundante vegetación.

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La ruta está bien marcada, se trata de un pequeño recorrido, PR, homologado, cómodo y con abundante sombra. Si lo hacéis en otoño invierno es posible que encontréis nieve.

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Enseguida cruzamos el cauce del río Aravalle. Hay que vigilar la época del año en que hacemos la ruta porque podemos tener dificultades para cruzarlo.

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A continuación nos adentramos en el castañar de la Perigalla, una zona de magníficas arboledas con grandes robledales, pinos y castaños.

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Es flora de sierra, típica de zonas húmedas casi perennes todo el año.

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El entorno, muy rural, deja entrever que está poco explotado como comentaba al inicio del post.

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Robles, pinares…

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…y hermosos castaños de porte señorial con centenares de años a la espalda.

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En el paraje de Prados de los Conejos nos encontramos con varios castaños centenarios

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Apenas a dos kilómetros entramos en el segundo pueblo: Santiago de Aravalle donde destaca la torre de su iglesia parroquial declarada en 1981 Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento.

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Pequeñas localidades con las calles contadas donde viven apenas unas decenas de vecinos pero que conservan un encanto especial; seguimos camino.

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Como contaba es un paraje llano, una meseta que casi podría ser un altiplano; mires donde mires te rodean montañas; este prado en medio de la cadena montañosa del Sistema Central es una delicia.

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Dejas los bosques de robles y pinos y te encuentras rodeado  de castaños por caminos amplios y muy cómodos.

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Cerca de la Garganta de Solanas la vegetación de ribera rodea el camino, es un paisaje que cambia continuamente.

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A nuestra izquierda la sierra de la Serenita y, justo detrás, aunque ahora no la veamos está la sierra de Candelario.

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Al otro lado, el Gredos más salvaje, el más pateado; la Sierra de Galín Gómez, las lagunas, el Majón Alto. La montaña que aquí se antoja tan cercana y que al pisarla parece interminable.

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Cerca de las Casas del Rey seguimos hacia el siguiente pueblo del Aravalle, Retuerta. La ruta es fácil y la señalización buena.

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Hay muchos pequeños núcleos abandonados, como el anterior de Casas del Rey o este de la Venta de las Veguillas.

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Tienen ese aspecto de lugares situados a la vera de las carreteras nacionales, cuando se viajaba sin prisas y las familias, o los coches llenos de familia, hacían parada y fonda, buscando el descanso. Las grandes vías, y los cambios de costumbres, los sumen en el olvido. Justo en este punto cruzamos la N-110 y caminamos junto a ella unos 300 metros para tomar una pequeña carretera a la derecha.

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Aquí volveremos a cruzar el río Aravalle, cerca de la presa de Retuerta.

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Y llegamos a Retuerta, una de las cinco pedanías del pueblo de Umbrías; apenas unas calles en las que parece no vivir nadie; pero sí te cruzas con algunos aldeanos que agradecen la visita.

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En su pequeña plaza, mirando a Gredos, con fuente incluida, hacemos un pequeño descanso.

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Y como hay que economizar, me llama la atención esta fachada: ¿por la mañana consultorio médico y por la tarde teleclub? Por la mañana curamos el cuerpo y por la tarde el espíritu. Digo.

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Y dejamos Retuerta. Y van tres pueblos y varias pedanías hoy abandonadas. Unos metros de esta pequeña carretera.

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Unos metros, apenas 200, en este paraje llamado los Arciprestes, tomaremos el desvío de la izquierda que está indicado. Nos llevará por un pequeño camino arbolado, rodeado de paredes de piedra.

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Y llegamos a Umbrías, pueblo algo más grande, de apenas un centenar de habitantes y que conserva, no muchos, algunos detalles de su arquitectura popular con casas circulares y dos entradas que se cerraban para protegerse de los lobos. Cuando había lobos y mucho ganado.

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Este magnífico paisaje que te rodea de continuo. Gredos, el risco de la Campana, a la derecha la cuerda de la Ceja y en el margen derecho otro de los pueblecitos de la comarca: Solana de Ávila, aunque por él no hemos pasado.

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Aquí podéis encontrar un pequeño bar para comer algo. Un pueblo que ve con alegría que un pequeño grupo de senderistas rompa la monotonía del lugar, y de paso deje algo de dinero y bullicio.

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Pero hay que seguir y volvemos al camino que ahora hacemos por la parte baja de la falda de la sierra. La actividad ganadera de Umbrías se deja ver.

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Esta parte del valle es más boscosa y la sombra de los árboles nos acompañará hasta el final, estamos pasando muy cerquita de otra pedanía: Las Casas de Maripedro.

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No andamos mucho y atravesamos la pequeña aldea de Las Hustias, dependiente también de Umbrías, con  apenas unas casas.

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En esta sucesión de pequeños núcleos rurales, es el encanto del camino además del paisaje, llegamos a Casas del Abad, también pedanía de Umbrías y con menos de 50 habitantes. Estos pequeños poblados son apenas una calle alrededor de la carretera, pero tienen un toque especial.

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Un tipismo rural que nos llama la atención; casas abandonadas junto a otras reformadas donde perduran unos pocos habitantes.

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Es la armonía del tiempo detenido, roto por nuestros pasos y la conversación de un grupo que atraviesa estas calles con sorpresa y desconocimiento. Tan cerca del bullicioso Valle del Jerte, tan diferente y tan tranquilo.

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Paisaje de Gredos, praderas verdes para el ganado que tan bucólicas nos parecen a los urbanitas

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Y entre pueblos sigue la ruta. Ahora Gilgarcía, una aldea de origen medieval, siempre formó parte de la tierra de la villa de El Barco, integrada en el señorío de Valdecorneja, que perteneció a los duques de Alba hasta el siglo XIX. Donde destaca la iglesia de San Sebastián, de pequeñas dimensiones, presenta una apariencia hermosa y sobria. La torre levantada a los pies estaba originalmente separada de la iglesia pero en la actualidad se encuentra adosada a un pequeño añadido de mampostería que ocupa el vacío que existía entre ambas construcciones.

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Y por los que llaman los Prados Chicos dejamos la estela de los pueblos del Aravalle para volver al principio

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Prados Chicos que nos enamoran en este pequeña meseta del Valle del Tormes. La práctica de la trashumancia sigue siendo habitual en esta zona de la provincia. Cuando comienzan los fríos los ganaderos de la zona bajan sus ganados hacia Extremadura a través de cañadas reales y cordeles, siguiendo un Código de Honor que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que supone todo un rito.

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Delicioso valle que sorprende a quien no lo conoce, espectacular paisaje rodeado por las cumbres de Gredos que tenemos tan cerca los extremeños pero que no conocemos. Asoma la torre de Santiago de Aravalle que disfrutamos nada más comenzar la ruta.

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Caminos intactos que recorren sus pueblos y que ahora, señalizados y homologados, se ponen al servicio de la contemplación, al placer del paseo; protegidos por un bosque que amplifica su belleza.

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Caminos y puentes como este que salva la garganta Gardiel. Caminos hoy ya en desuso para bestias y personas que han sucumbido a las mas cómodas carreteras y que ahora mantienen los pasos de senderistas y ciclistas

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Y así volvemos al inicio. A Puerto Castilla, enamorados de este pequeño territorio olvidado por propios y extraños. La otrora imprescindible Nacional 110, que conecta Plasencia con Ávila, era la vida de este rincón. Cuando llegaron autovías, como la A-66, que lo hace todo más fácil, cayeron en olvido y su mención es sólo recuerdo.

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En Puerto Castilla reponemos fuerzas y aún tenemos algunas de sobra para celebrarlo bailando. La amistad del camino se refuerza al final de la ruta, cuando sabes que has llegado y el autobús te asegura un cómodo viaje de vuelta.

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Foto de grupo para decir hola y adiós. Y hasta la próxima.

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La Sierra de Gredos, techo de Castilla y Extremadura, corazón pétreo de España, como la definiera Unamuno, está situada entre las provincias de Cáceres y Ávila, y sus altas cumbres son el emblema natural por excelencia del Sistema Central, de comarcas cacereñas como la Vera, Jerte o el Ambroz, o esta avileña del Alto Aravalle. El macizo central de Gredos se extiende desde el Puerto del Pico hasta Tornavacas, e incluye el Circo de Gredos y muchas cumbres que son el deleite de senderistas y montañeros; un paisaje que se antoja tan lejano pero que tenemos tan cerca. Quienes disfrutamos de las cumbres de Gredos y sus alrededores, sabemos de qué hablamos. Afortunadamente.

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Ruta Meandro Melero. De Arrolobos a Riomalo de Abajo

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La comarca de las Hurdes tiene muchas imágenes  que la identifican, pero hay una por encima de todas ellas que se repite una y otra vez: el Meandro Melero; esa isla que forma el río Alagón en la zona embalsada del pantano de Gabriel y Galán, aguas abajo, situado en la vecina Tierras de Granadilla. Curiosamente la isla es tierra castellana porque el río Alagón marca la frontera entre Extremadura y Castilla-León, pero no importa porque la imagen sólo se disfruta desde aquí.

Nosotros hicimos la ruta que une la alquería de Arrolobos y la de Riomalo de Abajo, pasando por el Meandro, 22 kms. de pista con escasos desniveles y que discurre entre la Sierra de Valhondo y la del Helechoso y bosques de pinos que nos acompañaron todo el trayecto

Hay otra ruta, circular, de apenas 6 kms. que parte y llega a Riomalo de Abajo que se conoce como Verea de los Pescadores, os dejo los dos tracks por si alguien le apetece dar un pequeño paseo por la zona

Track para GPS Arrolobos- Riomalo de 22 kms.

Track para GPS Verea de los Pescadores 6 kms.

Después de pasar Vegas de Coria en la carretera autonómica EX-204, la carretera principal de la comarca, nos encontramos un desvío a la derecha que lleva a la alquería de Arrolobos, apenas a dos kilómetros más abajo. La carretera acaba aquí, como veis en la fotografía, justo de donde sale la pista que nos llevará hacia el Meandro Melero.

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Cuentan que Arrolobos siempre ha sido considerado como un pueblo de pescadores que realizaban sus faenas en los ríos de la Mancomunidad y después iban por las alquerías vendiendo la pesca.

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No es de extrañar, Arrolobos se sitúa junto al río Hurdano en este bonito meandro convertido en zona de ocio. En fin no hay mas que seguir la pista de tierra e iremos bordeando el curso del agua.

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Arrolobos con la Sierra de Riscales al fondo y el pequeño monte de Las Cortas a la izquierda. Las Hurdes es tierra de huertos, olivos y cada vez más cerezos por su rentabilidad.

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Caminamos por el Cotorro de las Pineras, iremos todo el trayecto bordeando las sierras de Valhondo y del Helechoso, rodeados de pinos

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En ocasiones el bosque es más cerrado y el paisaje se limita al arbolado que nos rodea mientras recorremos la pista.

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En otras ocasiones el bosque se abre y disfrutas del paisaje y entonces eres consciente del terreno que te rodea y vuelves a disfrutar del río Hurdano al que le seguimos el curso antes de que acabe, como nosotros, en el río Alagón

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Los incendios dejan su huella, aunque se vaya borrando, las zonas despejadas de árboles muestran las heridas del fuego que jaras y retamas se encargan de tapar

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Llegamos a la Collada del Helechoso a algo más de 500 metros de altitud, un cruce de caminos con diferentes pistas, algunas señalizadas, nosotros venimos de Arrolobos

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Ondulaciones de los nervios de la sierra que creando una sensación de que caminas por un sembrado de sierras y montes que se van sucediendo y que parecen no terminar nunca, pero detrás de esas últimas elevaciones están las Tierras de Granadilla y al fondo el Valle del Ambroz y la Sierra de Gredos.

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La ruta es sencilla sin fuertes desniveles, aunque puede resultar algo monótona porque discurre siempre por pistas amplias que zigzaguean continuamente.

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Pequeñas construcciones y muros de pizarra nos recuerdan que estamos en Las Hurdes. Es primavera y se nota.

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Hay veces que ves el camino a lo lejos y sigues la traza de la pista que ahora salva el Arroyo Hormigas, estamos más cerca del Alagón y por tanto del Meandro

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El día nos regala algunas nubes para que las imágenes ganen algo más en belleza y mitiguen el calor que a esta hora, cerca del mediodía, pesa un poquito.

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Aquí termina su vida el río Hurdano, ahogado en las aguas del Alagón que la enorme presa de Gabriel y Galán embalsa sin miramientos durante kilómetros y kilómetros. El río Hurdano que nace más arriba, en Las Hurdes Altas, donde las Apreturas de la Majá Robledo, en la Sierra de la Canchera, justo a los pies del Pico Solombrero. El río Hurdano de curvas imposibles, de imágenes únicas que presta sus aguas a las alquerías y pueblos de La Huetre, Casarrubia, Casares de Hurdes, Asegur, para beberse, a la altura de Cerezal, al río Malvellido e ir más crecido, aguas abajo, hacia Nuñomoral o Rubiaco y atravesar la carretera en Vegas de Coria, donde lo encontramos para guiarnos a Arrolobos y no perderle la pista hasta ahora que lo despedimos en las tranquilas y domadas aguas del Alagón.

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Encaramos la frontera entre Extremadura y Castilla-León, con el río de por medio; frente a nosotros el Parque Natural de Las Batuecas- Sierra de Francia con el pico de Robledo a la derecha.

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Y llegamos al Meandro Melero, a la Isla, que desde el Mirador de la Antigua ofrece esta imagen tan conocida, con las nieves de la Sierra de Gredos al fondo. Este lado es Extremadura, el de la Isla está en territorio castellano-leonés.

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Definido por muchas revistas especializadas en turismo como uno de los lugares más bellos e impactantes de la geografía española, este meandro que dibuja el curso del río Alagón en sus proximidades a la localidad de Riomalo de Abajo, llega en las épocas en que mayor volumen de agua se acumula en el Pantano Gabriel y Galán a formar casi un islote.

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A partir de aquí tenéis dos opciones, o seguir la pista que lleva hasta Riomalo desde el mirador, que es tranquila, pero en la que os podéis encontrar coches subiendo y bajando, sobre todo en fin de semana; o bien quitaros un ratito de pista por la Verea de los Pescadores que ofrece también unas bonitas imágenes del meandro, la vereda enlaza un poco más adelante con la pista como podéis ver en el track.

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Casi abajo, cuando terminan los bosques, comienzan las huertas y los cerezos florecidos te salen al paso. Riomalo de Abajo también tiene río, en su topónimo y en su término, el río Ladrillar se despide aquí antes de entregarse, como el Hurdano, a las aguas del Alagón. Curiosamente el Ladrillar también es frontera, como Riomalo de Abajo, que saluda a los viajeros que llegan a Extremadura y despide a los que marchan a Castilla-León

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Las Hurdes es un paseo de olores, colores, miradas, sabores, una fotografía que guardas, maravilla rural en 2014; conserva ese halo de tierra maltratada, de belleza robada, en Las Hurdes hay algo diferente y no sabes qué es.

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Terminamos en casa de Jesús, en el Restaurante Riomalo, junto a su Complejo Turístico, disfrutando de la compañía de toda la gente que pasa de una región a otra, esta es parada de moteros y senderistas. Las Hurdes tiene mil caminos, mil meandros, mil postales…  porque lo dijo Unamuno, es el único lugar del mundo donde la tierra es hija de los hombres.-

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Ruta Camino de Sierra de Fuentes. Cáceres

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La ciudad de Cáceres ha señalizado siete rutas senderistas, denominadas Rutas Verdes que discurren por los alrededores de la ciudad; son trazados muy usados por los cacereños para sus paseos que ahora se han arreglado con la colocación de paneles y postes. La idea es muy buena pero está mal ejecutada porque se señalizan para la práctica del senderismo pero sin criterios de senderismo: señalización no homologada, deficiente y con trazados mejorables. No obstante, el hecho de que el Ayuntamiento, con dinero de la Confederación Hidrográfica del Tajo, señalice y arregle los caminos, es de alabar puesto que, junto al casco urbano, existe toda una trama de caminos y veredas de excelentes y variados paisajes. Hoy os traigo una de esas rutas, la más larga: el Camino de Sierra de Fuentes, localidad situada a 12 kilómetros de Cáceres. Son 20 kms de recorrido circular que discurren entre los Llanos de Cáceres y la Sierra de la Mosca, un conjunto de pequeños cerros de entre 500 y 660 metros altitud que constituyen el Sinclinal de Cáceres. La propuesta oficial es de 17,4 kms, pero la última parte del camino es discutible porque te lleva hasta la carretera y no finaliza donde empieza, eso es lo que he arreglado en el trazado que propongo.

Aquí os dejo el track para GPS

Arrancamos la ruta en la barriada de San Blas en Cáceres donde podremos dejar el coche fácilmente, y desayunar sin problema, tomaremos dirección a la ronda de Vadillo para pasar por la Fuente de Vadillo o los abrevaderos de Vadillo (imagen de arriba) y cruzar la carretera para tomar otra más pequeña que lleva hacia el Camino de Valhondo en la umbría de la Montaña, aunque nos desviaremos antes. Desde aquí apreciamos el Cáceres monumental.

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Subimos por esta pequeña carretera para desviarnos a la izquierda dirección a la Urbanización Residencial Universidad. Esta ruta la hice con Antonio Luna y Juan Antonio Mostazo, excelente compañía para una mañana espléndida.

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El camino, de antiguas fincas ganaderas, conserva alguna de aquellas construcciones rurales de fincas y cortijos ya casi sin uso. No hay que entrar en la urbanización pues nos encontraremos con una pista de tierra que nos lleva al camino de Sierra de Fuentes.

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Nada más sobrepasar las casas y dejar a un lado las ultimas construcciones de la ciudad (cuarteles, residencias, depuradoras, observatorios…) te encuentras un paisaje limpio de pequeñas explotaciones ganaderas como esta de la Dehesilla

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Dehesa y sierra a los pies del llano que más adelante se impone durante kilómetros. Esta es la finca de La Hormiga.

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Al fondo el cerro del Milano que junto al risco de Sierra de Fuentes con algo más de 600 metros de altitud son los dos más altos de la zona.

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Terrenos de explotaciones ganaderas tan cerca de la ciudad, y tan lejos, como esta de las Muesas. Sobre el cerro se nota que no estamos lejos de Cáceres, por la cantidad de casas que se han ido construyendo a lo largo de la sierra.

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Echando la vista atrás se divisa el cerro del Portanchito y el santuario de la patrona de Cáceres, la Virgen de la Montaña. Leía, al hacer la crónica, que la presencia de estas elevaciones se debe a la existencia del Sinclinal de Cáceres, una estructura geológica constituida por dos bandas rocosas de cuarcita muy resistentes a la erosión que sobresalen sobre los terrenos pizarrosos que las rodean.

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Se disfruta el paisaje tan cerca de una ciudad, la ruta nos lleva entre la sierra y el llano constantemente.

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El cortijo de San Roque, viene señalado en todos los mapas

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En la finca Colmenarejo de la Plaza, y apenas visible hasta que estás encima, encontramos esta estación de energía solar; en los llanos de Cáceres había muchas proyectadas pero la malas políticas sobre energías renovables han paralizado casi todas las iniciativas. Cáceres al fondo, para que veáis que no estamos tan lejos.

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Dejas atrás el cerro del Milano antes de torcer a la derecha para comenzar la subida la risco de Sierra de Fuentes, que no coronaremos, la ruta discurre por la parte baja donde se encuentra el centro de recuperación de aves.

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El viejo camino de Sierra de Fuentes es una pista cómoda y ancha, muy usada por senderistas y ciclistas, recientemente se ha arreglado y se han plantado en sus bordes multitud de almendros.

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Dejamos el camino girando a la derecha para coger otra pista que nos llevará hasta la mitad del cerro, frente a nosotros el risco y el radar meteorológico, este tramo es una pista cementada con pequeñas áreas de descanso que discurre junto a un arroyo.

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Quedan pocos ya, pero aún se pueden ver algunos rebaños de cabras que en otros tiempos eran muy abundantes en estos campos.

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En la parte baja del monte los animales conviven con pequeños bosques de robles y encimas. Cabras curiosas

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Es una subida suave de apenas un kilómetro que, como os he dicho, está cementada en este tramo para uso de los vecinos de Sierra de Fuentes. Hay más de una ruta señalizada en esta zona

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En la parte alta del camino  nos encontramos Los restaurados hornos de cal de Sierra de Fuentes que como cuenta Rubén Núñez en su blog ‘Cáceres al detalle’ eran «conocidos como los «Hornos del Tío Pascual», cuyo origen es incierto pero que, según distintas fuentes, pueden corresponderse al siglo XVI cuando la localidad alcanzó una entidad suficiente como para construir su iglesia parroquial, como reflejo de una población notable y con un relativo esplendor económico, aunque los primeros datos sobre el origen del pueblo se remonten al siglo XIV. Estos antiguos hornos de cal están asentados en terrenos de la dehesa Boyal de Sierra de Fuentes, en uno de los collados de la Sierra de la Mosca formado por el cerro del Risco y el cerro del Milano y sobre el camino viejo que une Cáceres con Sierra de Fuentes y por el que llevaban el material desde el calerizo cacereño.»

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Se han restaurado un par de ellos o tres, el resto están abandonados y prácticamente derruidos. Junto a ellos algunos paneles explicativos cuentan algunos detalles de su historia.

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Desde el alto lo que observamos es la dehesa de La Alberca en toda su extensión y el Alcor de Santa Ana al fondo y a la parte derecha del cerro la urbanización Ceres Golf.

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Justo al lado se encuentra el Centro de Recuperación de la fauna Los Hornos de la Junta de Extremadura que es también un centro de educación ambiental. Una excelentes instalaciones a donde llegan, sobre todo, aves heridas, que son curadas y, en su caso, devueltas a su hábitat natural

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Desde este punto tomamos el camino que pasa por la puerta del centro, el camino viejo de Cáceres, que atraviesa la dehesa de La Alberquilla.

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Viejas construcciones como este pozo se ven desde el camino, que dan fe del uso ganadero de este terreno que aún mantiene algunos animales, aunque pocos. El camino, de tierra, también amplio y cómodo, muy llano.

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Una dehesa de encinas y alcornoques, algunos tan bellos como este. Al fondo el Cerro del Milano que ahora vemos desde el lado de la solana, hemos dejado atrás la sierra de La Mosca y estamos de nuevo en el llano.

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Al salir de la dehesa de la Alberquilla caminamos entre la cerca del Guijarro y la de la Alberca.

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La dehesa de La Alberca, que nos queda a la izquierda, es una delicia que ahora en primavera presenta este aspecto excelente.

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Al llegar a las faldas del cerro del Portanchito los olivos se suceden como una lengua de árboles que cae de la sierra.

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Así vamos llegando a Cáceres por los Machones donde la primavera se deja ver.

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Cerca de las casas de La Pizarra, y a pesar de la cercanía de la ciudad la vida es tranquila y se sigue trabajando el campo.

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Justo al llegar a la llamada cantera de Olleta es donde hemos variado la ruta, el track oficial coge por el camino que, señalizado, sigue recto pero que nos lleva hasta la carretera que es donde termina la ruta, según los paneles. No tiene ningún sentido hacer esta ruta lineal y no cerrarla, y además, este último tramo propuesto es muy feo que pasa junto a donde estuvo el poblado chabolista de El Carrucho. Nosotros giramos a la derecha para tomar el camino de la solana, mucho más agradable que nos aleja de la carretera y nos permite cerrar la ruta y terminarla donde empezamos. La cantera de Olleta que, algún iluminado, quiso convertir en auditorio.

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Así es que en este punto enlazamos con la Ruta de la Umbría y la Solana, que es otra de las rutas verdes y caminamos entre olivos y encinas por la zona de la solana baja.

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Ya más cerca del santuario de la patrona cacereña, en el cerro del portanchito.

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Justo aquí, Cáceres ofrece esta panorámica magnifica de su ciudad monumental y la zona centro. Nosotros evitaremos caminar por la carretera andando por los muchos caminos que hay en esta zona.

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El camino de la ribera del Marco, tranquilo, nos permite seguir pisando tierra a pesar de estar ya dentro de la ciudad. Camino con vistas, por cierto.

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Dejaremos ya el camino para hacer el último tramo por Fuente Concejo, andando junto a la ribera del Marco.

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Es el regalo de este último tramo, y merece la pena, mirar desde abajo el reciento monumental, la puerta del río y el antiguo arrabal cacereño

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Hoy estas viejas casas se han recuperado y ahora, habitadas por gente joven han vuelto a dar vida al barrio.

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Debía ser así como viesen la monumentalidad de Cáceres los viajeros que llegasen a la villa en aquellos años en los que la puerta del río los recibía viniendo desde Trujillo y el llano

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Nosotros cruzamos la ribera y nos adentramos en las calles Tenerías, Caleros… para despedir entre oficios este agradable paseo por una de los tesoros naturales de Cáceres: su sierra.

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Nadie puede abstraerse de la monumentalidad de Cáceres, pero está es más bella si se complementa con sus recursos naturales, si se pasea por su entorno y se disfruta del bosque mediterráneo, de la dehesa, de los llanos y de sus sierras. No en vano Cáceres posee el término municipal más grande de España y más desconocido seguro, claramente eclipsado por el tercer conjunto monumental de Europa y Patrimonio de la Humanidad. Pero andar por sus caminos es aún más recomendable para comprender esa historia que tanto nos condiciona. Aunque sea por un ratito, hay un Cáceres Verde que merece la pena disfrutar.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

Ruta Pico Blanco

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Dicen que el pequeño pueblo de La Pesga es la puerta de Las Hurdes, encajonada entre el puerto de Perancho y el río Los Ángeles, a los pies de la Sierra de la Vaqueriza y el Manzano, donde se juntan el río de Los Ángeles y el Alagón, entre la zona de Hurdes y el Valle del Ambroz. Cerca, el río Hurdano ha caído en brazos del Alagón y alegra los niveles del Embalse de Gabriel y Galán; allí donde el río de los Ángeles se deja querer por los arroyos Cambrón, Cambroncino, Esperabán… las aguas de Hurdes. Sí, Las Pesga es Hurdes, es su estado natural; el reparto administrativo la sitúa en Tierras de Granadilla, pero esas cosas son por dinero y nada tienen que ver con los paisajes. Esas Hurdes bajas disputadas desde siempre junto a otras localidades como Casar de Palomero.

Y este paisaje es de los que enamoran. Las referencias de este trazado que encontraréis en la web de la comarca son las de una ruta circular con salida y llegada a La Pesga. Pero nosotros hemos querido arrancar un poco más allá, en Casar de Palomero, en Las Hurdes. Un trazado que discurre por la cuerda de varias sierras que nos mostrarán, en todo momento, la belleza hundida, entre valles y montañas, de las Hurdes, y la enorme extensión de las Tierras Granadillas y sus islas en el entorno del Embalse de Gabriel y Galán. Espectacular, es la mejor definición; eso sí, son casi 17 kms con un nivel acumulado de bajada de algo más de 1.000 metros y de casi 900 de subida. Durilla? sí, un poco. Pero yo repetiría.

Ahí tenéis el track para GPS

La ruta recibe el nombre de Pico Blanco, que es como aquí llaman al Pico El Culebro, en la Sierra del Manzano, donde encontraréis un magnífico mirador, una terraza de piedra en cuyo centro se haya el vértice geodésico, según cuentan los oriundos de la zona, esta la mejor vista sobre el embalse de toda la comarca, desde allí se puede admirar el laberinto de islas y penínsulas creadas por las aguas a un lado y la belleza y profundidad de Las Hurdes por otro. Pero arranquemos.

Partimos de Casar de Palomero donde yo aconsejo visitar su Museo del Olivo, un antiguo lagar restaurado, su barrios judío y árabe o su plaza porticada. Su historia es rica, de hecho pasaremos por el Alto del Gamo donde se recoge un episodio, en el siglo XV, de aquellos complicados años de convivencia entre judíos y cristianos. Además de molinos y el río de los Ángeles.

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Enfilamos la subida a la Sierra de Santa Bárbara, que no coronaremos, buscando otro de los lugares de referencia en el pueblo, el arroyo de Las Huertas donde se encuentra la Fuente de la Madre del Agua. Hasta los nombres son bonitos.

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Ascendemos por lo que llaman Cruz de Piedra, buscando los primeros bancales del verdadero motor de la comarca: los olivos, ahora invadidos por cerezos que se extienden por todo el norte de Extremadura.

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Nada más ascender un poco, el paisaje comienza a asomar a nuestros ojos, Casar de Palomero descansa sobre una pequeña loma rodeada de sierras.

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Por el paraje de los Mártires, las laderas abancaladas que se han poblado de cerezos nos rodean, un cultivo cada vez más extendido por su alto rendimiento y su creciente demanda.

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Al descender al detalle los brotes de lo que serán deliciosas cerezas son pequeños botones verdes con restos de la flor, en zonas mas umbrías estará más retrasada y la flor, blanca, seguirá en pleno apogeo.

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Frente a nosotros, el milagro de la tierra: miles de olivos que no paran de subir en escaleras que no terminan de crecer, formados en filas casi perfectas, una máquina de producir aceite y aceitunas de la variedad manzanilla cacereña; poco rendimiento pero calidad exquisita.

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Arriba, en la zona del Puerto, donde la tierra no se ha domado, la sierra enseña sus pizarras, dientes  de la montaña que recuerdan el antiguo aspecto de estas lomas.

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Miradlos ahora, a la derecha olivos obedientes, calcados; por la izquierda se van colando los cerezos con sus flores escandalosamente bellas y sus frutos deliciosamente tentadores.

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Y llegamos al puerto de El Gamo, aquí la historia tuvo su tensión. Cuentan las crónicas que las poblaciones judías y cristianas que eran las mayoritarias en estas tierras, tenían entre sí unas difíciles relaciones debido a las diferencias religiosas, llegó el enfrentamiento un Viernes Santo de 1.488 cuando los judíos apedrearon la Cruz del puerto del Gamo. En tierras cristianas terció el duque de Alba, que condenó a los judíos y mandó convertir su sinagoga en templo cristiano. En 1706 se construye la basílica de la Cruz Bendita en lo que fue la sinagoga. Y aquí sigue.

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Estamos en un Lugar de Interés Comunitario (LIC) para la Unión Europea, Sierras de Risco Viejo, que recoge desde las sierras del Gorrero, Dios Padre, de Santa Bárbara, del Cancha, del Castillejo hasta esta de la Pesga. El interés de esta área se debe a la presencia del Lince Ibérico y su introducción en esta zona. Aquí cruzamos la carretera que une las dos comarcas.

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La ermita conserva el original aspecto de sinagoga pero ningún elemento de su pasado judío. Sólo una inscripción en la entrada recuerda aquellos hechos.

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A la ermita la rodean dos merenderos: el del Puerto del Gamo y el del Canchorro.

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El puerto es un excelente mirador que te deja observar la parte de Tierras de Granadilla, los olivos siguen siendo los dueños del paisaje.

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Hacia el otro lado Casar de Palomero se aleja, al fondo las Hurdes altas y el límite de provincia.

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Bordeamos el Cerro del Gamo en un primer ascenso suave, llegando la loma del Canchorro, divisamos una de las tres alquerías de Casar de Palomero, Rivera Oveja y ese paisaje de Hurdes que tanto enamora.

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Llegamos al Collado de Valdecorrales y comienza el espectáculo, a partir de ahora caminaremos por la cuerda del Pinajarro…

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…disfrutando, por un lado, las Hurdes…

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…al otro, las Tierras de Granadilla, las aguas del Alagón domado por el embalse de Gabriel y Galán y al fondo Gredos y los Montes de Tras la Sierra.

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De nuevo hay que subir, hasta el Alto del Pinajarro, por un camino que separa las tierras ganadas del bosque mediterráneo original.

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Es el tercero de los ascensos de la ruta que va acumulando desniveles en las piernas y belleza a los paisajes.

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Al fondo Cambroncino alquería de Caminomorisco y las sierras que limitan las Hurdes bajas.

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Sigue el ascenso, una vaivén de cuestas, arriba y abajo. Bajas, pero sigues subiendo. Casar de Palomero va quedando más lejos

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Hacía el lado del embalse granadino, Mohedas de Granadilla, en mitad del llano. Rodeado de pequeñas islas de robles y castaños y olivos, siempre olivos, muchos olivos.

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La sierra de Santa Bárbara, Casar de Palomero y nosotros, subiendo claro.

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A medida que ganas altura, ganas paisajes. La orografía de Hurdes se muestra como es, al fondo las Mestas y la Peña de Francia en Salamanca.

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Aprovechamos para descansar en el Alto de Pinajarro a 862 metros de altitud después de un duro ascenso. Reponemos fuerzas.

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La bajada por el Collado del Pinajarro no es menos complicada, son caminos de tierra y piedra suelta que nos hacen extremar precauciones.

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Una sierra entre dos tierras. Las del Granadilla, las del poeta Gabriel y Galán guardan muchos secretos y lugares magníficos, la desahuciada Granadilla convertida en campamento a costa del dolor de sus gentes; la ciudad romana de Cáparra nunca valorada, El Anillo esa inversión millonaria, y magnífica, que nadie se atrevió a usar con cabeza. Puentes romanos, ríos, dehesas, embarcaderos, pueblos magníficos. Una tierra poco vendida y menos enseñada, pero con unas posibilidades para el turismo más que sobradas, pero no han dado con la tecla.

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Es un paisaje suave por este lado que deja ver al fondo la cumbres de Gredos, aún con nieve. Desde aquí no se aprecia pero estamos en una gran isla rodeada por la masa de agua del embalse de Gabriel y Galán y el río de los Ángeles.

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Este trazado entre huertos y jaras, balcón de paisajes no deja de enamorarte ni un metro de camino.

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Detrás de nosotros se puede ver el camino seguido, por la lomas de sierras, estas enseñan los trasquilones que el hombre ha hecho a la montaña para cuajarla de olivos, interminables bancales en una tierra que se ha convertido en intensiva e irregular. Es la primera parte de la ruta con sus subidas y bajadas.

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Esta parte es más llana, venimos andando por esa larga cuerda que muestra ambas comarcas y que ahora se ve así en el último ascenso de la ruta que nos lleva al Pico Blanco.

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Arriba en lo alto de la sierra del Manzano, en el Alto del Culebro, a 959 metros de altitud, un balcón nos invita a disfrutar de verdad de la magnífica tierra que nos rodea. Llegamos al destino de la ruta.

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Aunque aún hay que descender hasta La Pesga, fin de ruta, a los pies del río de los Ángeles. Aquí nos relajamos un rato largo y disfrutamos de una vista privilegiada.

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En esta sucesión de valles y aguas, donde el Alagón dibuja meandros como el del Melero.

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No tan lejos el Valle del Ambroz, con el Sistema Central al fondo, cumbres nevadas que se ven desde aquí.

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En este balcón todo es visible, las Tierras de Granadilla, como desde ningún sitio, como dicen en la comarca. Es una visión en 360º, un regalo para quienes amamos el campo, quienes tenemos a Extremadura en la cabeza, un mapa a tamaño real que despierta cualquier imaginación.

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Aquí apoyado me acuerdo de Unamuno: «Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

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Hasta la foto de grupo deja esta imagen del fotógrafo. Juan Antonio hace estas cosas para obtener la mejor instantánea.

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Acerco el zoom de la cámara para que veáis El Anillo, el que han llamado Centro de Tecnificación Deportiva, una isla que quería convertirse en un referente en la I+D+i deportiva pero que se quedó ahí.

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Iniciamos el descenso hasta La Pesga, más de 500 metros en 4 kilómetros que restan de ruta, todavía quedan paisajes.

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Nos preparamos para el tramo más duro, la bajada más pronunciada. Buscando el final.

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Enseguida sorteamos bancales de cerezos, aquí la flor está todavía en su punto álgido.

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Descenso constante en un zig zag que nos va acercando a La Pesga.

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Podría ser el Valle del Jerte pero este paisaje se extiende, cada vez más, por todo el norte extremeño.

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No le gusta al dueño que la gente pase por aquí, cierto que lo vimos al salir, pero nosotros somos gente tranquila que nos limitamos a disfrutar del entorno, sin molestar.

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Y entonces, cuando cae la luz de la tarde, llegamos a La Pesga y comenzamos a recordar paisajes. Dice el ayuntamiento en su página que «Las laderas de las sierras son utilizadas para el cultivo del olivar, muy extendido por la zona. El clima mediterráneo continental templado hace de la ribera del río uno de los mejores parajes en la época estival para refrescarse en sus abundantes aguas, además de disponer de las nuevas instalaciones de piscinas municipales y otras para zona de acampada».

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Hay caminos que pintan paisajes. Unen, o separan como quieras verlos, espacios, territorios. Caminos en los que certificas que las Tierras de Cáceres son un todo, y a la vez tan distintas que las distingues nada más verlas. Cuando las Hurdes entró en la leyenda se abrieron los caminos a sus gentes y a las de fuera. Hoy son un privilegio, tierras para enamorarse; cerca, el valle que hoy anega el Alagón presume de su fértil tierra, la dehesa ha dado paso a legiones y legiones de oro líquido. En este valle de las Tierras de Granadilla, en los que hasta el agua es sosiego; donde ejerció el poeta salmantino Gabriel y Galán y encontró la paz necesaria para escribir versos como estos:

Dos paisajes: el uno soñado
y el otro vivido.
¡Cuán amarga, sin sueños, me fuera
la vida que vivo!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Era un trozo de tierra jurdana
sin una alquería;
era un trozo de mundo sin ruido,
de mundo sin vida.

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

Ruta al Pico Pitolero

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A las Tierras de Granadilla y el Valle del Ambroz les separan del Valle del Jerte los Montes de Traslasierra, la parte más occidental de la Sierra de Gredos en el Sistema Central. En estos Montes el pico más elevado es el Pitolero, 1.354 m de altitud, un faro desde el que disfrutar en 360º del Valle del Jerte, el Ambroz, las tierras de Granadilla y el pantano de Gabriel y Galán y serranías como Hurdes, Peña de Francia, Sierra de Gata y los Montes de Toledo en las villuercas cacereñas. Esta es la ruta que hacemos hoy, la subida al Pico Pitolero partiendo de Cabezabellosa en Tierras de Granadilla, pasando al Valle del Jerte y volviendo al punto de origen, 15 kms con un ascenso de 4,5 kms seguidos pero muy suaves que hacen la subida muy cómoda y tranquila. Es una ruta de dificultad media-baja pero que nos invita a disfrutar de paisajes excelentes.

Os dejo el track para GPS

Comenzamos en Cabezabellosa, una localidad que pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, un balcón del valle por su situación a 840 metros de altitud. El pueblo de calles empinadas tiene apenas 500 habitantes y se asoma a la comarca desde todos los rincones.  La ruta la iniciamos nada más entrar en el pueblo, unos metros más adelante veremos una pequeña plaza por la que encaramos la calle de la izquierda y ascendemos hasta toparnos con la carretera que lleva a El Torno y el Valle del Jerte, ahí comienza a la subida al pico Pitolero.

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Mientras camináis por el pueblo no dejéis de fijaros en los nombres de las calles, no tienen desperdicio.

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El primer tramo, de apenas 200-300 metros es el más empinado hasta alcanzar el depósito de agua de la localidad, en el resto se suaviza la pendiente. Sí es cierto que nada más comenzar el ascenso empezamos a disfrutar de un excelente entorno; lo primero, el propio pueblo de Cabezabellosa y su enclave natural, con la ermita de Nuestra Señora del Castillo sobre el pequeño promontorio, el cerro del Búho, que oculta la localidad de la vista de quienes recorren la autovía de la Ruta de la Plata.

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Uno de los regalos de la ruta es que ascenderemos por la loma de la Sierra de Cabezabellosa como si fuese un gran balcón que nos enseña buena parte de la comarca. Hay días, como este, en que las nubes se suman al paisaje y lo hacen más mágico todavía.

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La ausencia de árboles y matorrales altos facilita la contemplación de las Tierras de Granadilla y buen parte del Valle del Ambroz. Ascendemos por la zona de El Manzano.

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Desde aquí los primeros pueblos del Ambroz, en primer término lo que llaman la Piedra del Majadal y el Collado del Cerezal.

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El agua es una constante en toda la ruta, en esta loma de la sierra son múltiples las cascadas, fuentes, riachuelos, pozos y manantiales con los que te cruzas, algunos aprovechados para tomas de agua.

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Algún roble perdido de los muchos que debieron poblar la sierra y ahora jara y retama, vegetación baja.

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Es verdad que las nubes son un regalo que le da magia al paisaje…

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…pero en días claros la vista se pierde. Zarza de Granadilla  a la derecha, el pantano de Gabriel y Galán y se pueden ver, para quienes conocen la zona, El Anillo y Granadilla.

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El día sigue jugando al escondite y dejando imágenes magníficas sobre la Peña de Morejón.

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Aquí vemos Jarilla en primer término y Zarza de Granadilla al fondo., seguimos el ascenso, ya digo que hasta la cumbre hay 4,5 kms, suaves y cómodos.

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El agua es un regalo en la ruta, aunque yo he subido también en invierno y el agua que corre se convierte en hielo que hace el camino más peligroso. Fuentes para beber.

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Y arroyos, esta es la Garganta Cabera

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Encuentras pequeños manantiales que brotan del suelo, haciendo burbujas debajo de las piedras, suena el agua corriendo por entre las rocas, es un espectáculo

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Antonio y Teo no resistieron fotografiar este escandaloso nacimiento de una garganta que abajo dará sombra y baño.

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Es, o era, un zona para ganado, aunque ya no se ve mucho, el agua era aprovechada para abrevaderos de animales.

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Le preguntas a Teo ¿cuántas fotos echas en una ruta como esta? ¡cienes y cienes! No es para menos.

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El día sigue jugando al escondite y nosotros seguimos subiendo por una senda bien marcada que nos acerca a la cima.

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Cuando recuerdas la expresión ‘mar de nubes’ te viene a la cabeza esta imagen desde la Sierra de Cabezabellosa.

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A punto de coronar, ya ves varios picos de los montes de Traslasierra, el de Cabeza del Santo y El Fraile.

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Entramos a la cima por el Collado de Mingopedro a 1.300 metros de altitud, en cuatro kilómetros hemos subido un desnivel de 500 metros, suave.

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Y dejamos atrás las tierras llanas de Granadilla para disfrutar del Valle del Jerte.

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Entre las peñas descubres pequeñas cuevas que habrán servido, más de una vez, como refugio a personas y animales.

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Desde aquí arriba es un espectáculo el valle, Plasencia, el pantano…

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Nosotros, visitantes efímeros, no rompemos la rutina del escarabajo pelotero, que sigue acumulando comida.

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Y llegamos al final, alcanzando el Pitolero donde otro mar, este de antenas, coronan el pico.

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Una costumbre entre grupos de montañeros es subir un belén a las montañas, este que tienen bien guardadito es de un club de Salamanca.

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La buena situación de la cumbre, con vistas a varios valles es aprovechado para las telecomunicaciones,  las antenas son un punto de referencia para llegar al pico sobre todo porque en esta zona, desde que coronamos la cima no hay camino trazado y hay que guiarse por ellas para llegar a lo alto del Pitolero.

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Aprovechamos para dar testimonio de que estuvimos arriba en el punto geodésico, 1.354 metros y pusimos a posar a las mochilas como prueba de ello.

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Os decía que desde aquí el Valle del Jerte se muestra así de bonito. Los pueblos de derecha a izquierda: Casas de Castañar, Cabrero, Piornal y Valdastillas.

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Una vez arriba sólo hay que seguir la pista que baja desde las antenas, es ancha y cómoda y, como en la otra parte de la sierra ofrece vistas excelentes, ahí tenéis el pantano de Plasencia. Un paraje de excelentes prados y hermosos robles.

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En la zona más alta no quedan muchos ejemplares, cierto que los que hay son inmensos, imagino que en otro tiempo estoy sería un bosque de estos gigantes majestuosos.

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Según desciendes la vegetación se cierra y los árboles crecen en número.

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En ese bosque veréis varios restos de antiguas construcciones pastoriles. Testigo de la presencia de rebaños de ovejas y cabras en otra época. Ya el ganado es mayoritariamente vacuno.

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Robles centenarios que nos hacen pequeños, no dudes en pararte y disfrutar de ellos un rato.

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Seguimos el descenso por la zona que llaman El Colgado, la pista aparece en algunos tramos, los de más pendiente, cementada pero es bastante cómoda y no tiene pérdida.

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El camino nos va mostrando el Valle del Jerte desde otra perspectiva, frente a nosotros la sierra de San Bernabé.

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Si seguís el track, cuando ya se acaba la pista hay un desvío a la izquierda, donde aparece otro camino que nos llevará a uno de los hitos de la ruta: el roble de Romanejo.

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El roble de Romanejo, 500 años, es Árbol Singular de Extremadura, un magnífico roble de tamaño considerable, 25 metros de altura.

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Pasamos la cancela que hay frente al roble, cruzamos la carretera y torcemos a la derecha, cogiendo el antiguo camino que unía El Torno y Cabezabellosa, de hecho si giráis a la izquierda llegaréis a El Torno. 

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Alguien con gusto consideró que bien merecía la vista unas piedras para sentarse y disfrutar del paisaje.

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El camino, a ratos de piedra, entra en una especie de portilla que hace la sierra en lo que conocen como La Ventosilla.

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El camino discurre paralelo a la carretera, de poco tráfico, si acaso perdéis el camino siempre podéis ir por ella.

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En este punto no hay camino claro, se trata de atravesar un pequeño prado para enlazar con un camino que encontraremos más abajo.

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Tomado  el camino ya enfilamos hacia el pueblo, ya no hay pérdida.

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Alguna estampa nos dejan los prados cercanos al pueblo, son los últimos paisajes.

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Y entramos en Cabezabellosa por el lado contrario al que partimos. Fin de la ruta.

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Marcamos como hecho el ascenso al pico Pitolero, la frontera natural entre Granadilla y el Ambroz y el Valle del Jerte, punto de referencia: Cabezabellosa, un pueblo no muy conocido pero que es un verdadero balcón a las llanas tierras del Valle, conocerlo, un privilegio.

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Caminar subiendo montes y sierras, coronando picos y lomas, te permite una visión amplia del territorio, el nuestro, el de Extremadura, ofrece exquisitas delicias que descubres pateando senderos, marcando veredas y con la cámara al hombro. Los valles se disfrutan desde la altura, los llanos los mides cuando ascienden metros y dejas abajo pueblos, cordeles y carreteras. Tenemos la suerte en Extremadura de contar con varias cadenas montañosas que son un reto para el senderista, cuando las añades a tu catálogo de rutas, tu visión del territorio es más amplia y más precisa; reconocer pueblos, montes, sierras, pantanos te hace sentirte más apegado a la tierra, las descubres con los ojos y las guardas en la memoria, como un recuerdo por si tienes que volver. Y volveremos, lo haremos, como siempre, Andando Extremadura.-

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Cabañas del Castillo a Navezuelas

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Como muchas comarcas extremeñas, el Geoparque Villuercas está señalizando sus caminos y compartiendo rutas y senderos. Algunos, clásicos y muy conocidos como el de Isabel la Católica o el de Alfonso Onceno; otros recuperados y muchos, senderos peregrinos con final de viaje en Guadalupe. Nosotros vamos a recorrer la distancia que separa la pequeña y sorprendente localidad de Cabañas del Castillo de la más popular Navezuelas. Una ruta de apenas 15 kms que comenzamos, según el lenguaje del Geoparque en el Anticlinal de Logrosán con el río Berzocana, para cruzar al Sinclinal de Santa Lucía con el arroyo del mismo nombre y terminar en el Anticlinal del Almonte donde nace este río un poco más allá de Navezuelas. Es un recorrido, como todos los del geoparque de continuos ascensos y descensos que te ponen a prueba.

Os dejo el track para GPS 

Comenzamos en Cabañas del Castillo, una pequeña localidad de cuento, un excelente mirador para observar este sinclinal y el relieve apalachense de la comarca. La belleza de la zona norte de este gran sinclinal desde su flanco oeste, concretamente desde la Peña Buitrera y la Peña del Castillo, donde disfrutamos de dos empinadas cumbres cuarcíticas que protegen la localidad de Cabañas y que son su seña de identidad.

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Y lo primero que hacemos es subir hasta el castillo para empaparnos del espectáculo que ofrece esa atalaya natural de piedra.

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No es difícil porque el ayuntamiento ha preparado un pequeño sendero con escaleras y apoyos para facilitar la subida, y merece la pena.

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Cabañas tuvo su importancia en la comarca, de hecho, hasta finales del siglo XIX el municipio de Cabañas lo componían la villa de Cabañas, conocida entonces como Cabañas de la Peña, Navezuelas (que se independiza en los años 20 del siglo XX), Retamosa, Roturas, Solana y el Medio Robledo, perteneciendo el otro medio a Deleitosa. Llegó a tener 2.600 habitantes en 1.910, hoy no llega a los 500 vecinos.

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Seguimos un sendero fácil, sin pérdida, y sorteamos un estrecho paso para ascender al risco del Castillo.

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A medida que asciendes, entiendes porqué este mirador es importante para observar el alma del geoparque y comprender su importancia geológica, su paisaje espectacular admirado siempre. Esta es la Peña Buitrera que se puede ver a muchos kilómetros de distancia. Hemos subido para esto.

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El pueblo de Cabañas está justo debajo de su castillo, al abrigo de este…

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…por eso no es extraño que nos hagan este ruego (literal, aunque tenga muchas interpretaciones metafóricas)

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Así desde la Peña del Castillo, 855 m de altitud, vemos la Peña Buitrera y detrás el Collado de los Zahurdones, al fondo el relieve de Villuercas como imagen constante de la visita.

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Del castillo apenas quedan dos torres, de las tres que tenía, la torre de la imagen y otra en peor estado; pero su ubicación nos retrotrae, como en muchos lugares de Extremadura, a aquellas guerras de frontera. Según se lee en la historia del pueblo, después de la reconquista definitiva de Trujillo por los cristianos en 1232, Cabañas acabó en manos de los caballeros de la Orden de Calatrava. Alfonso X el Sabio se la compra a esta orden y en 1272 la vende al concejo de Trujillo por 30.000 maravedíes, con la condición de que derribe los muros del castillo y el patronazgo de las iglesias siga siendo real, como lo será hasta el siglo XIX.

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Hacia el otro lado la vista no es menos magnífica, a la izquierda la Sierra de Carabal, en el medio el Risco de la Reyerta y a la derecha la Sierra Alta.

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Comenzamos la bajada para caminar durante algunos metros por el Sinclinal de Santa Lucía divisando la Sierra de la Ortijuela.

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Por el fondo de un valle por el que se desliza la Garganta de Santa Lucía, un espectáculo para geólogos y para simples amantes del paisaje.

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Cruzamos de nuevo al otro lado del valle para caminar durante algunos kilómetros por el sendero local PR-CC 144 que volverá a atravesar de nuevo hacia el Valle de Santa Lucía.

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Entre jaras y retamas discurre este sendero, frente a nosotros Peña María.

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Desfilamos de nuevo hacia el Valle de Santa Lucía o el sinclinal, lo hacemos por el Collado de los Zahurdones, incorporándonos a una pista ancha y cómoda y con vistas a la Sierra de la Ortijuela.

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Valles paralelos en un zig zag continuo, pliegues de piedra, antiguos fondos de un mar retraído que ha dejado sus fósiles para que quede constancia de la evolución de la tierra y de sus especies.

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Debes mirar atrás porque sientes la presencia de la Peña Buitrera, estalagmita del geoparque, castillo natural, diente de piedra, rocas que ahora llaman relieve apalachense. Villuercas.

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El final del descenso nos acompaña con vegetación de ribera, llaneas durante algunos metros antes del ascenso más difícil.

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La garganta de Santa Lucía marca la zona más baja en el valle, cruzamos por un pequeño puente, el puente de La Pasadera.

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Desde los 641 m de altitud hasta los 1.103 m de la Artesa, el Cerro Hurracao que llaman en la comarca, 500 metros de nivel acumulado en los siguientes cinco kilómetros.

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Nos lo tomamos con tranquilidad y a mitad de la subida reponemos fuerzas, un pequeño refrigerio, azúcar reparadora, potasio, vitaminas, lo que cada uno quiera.

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Sigue el ascenso por el paraje de El Corchito, antes de que se endurezca la última parte de la subida, ya no dejaremos la pista hata la cima.

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El camino está señalizado, ya comentaba al principio que el Geoparque ha puesto en valor sus senderos, aunque todavía no es fácil encontrar referencias sobre ellos, sugerencia que hago a quien corresponda: igual que hay multitud de enlaces a los geositios, no estaría mal que se crease un archivo único con los ‘geocaminos’ y se ofreciesen como un valor más de estas comarcas.

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Una de las cosas que más sorprende del Geoparque es que hace un momento estabas abajo y un momento después has ascendido lo suficiente, lo justo para comprobar el camino recorrido, hace un rato estabas subido en lo alto de aquellas peñas gemelas y ahora, dos valles después, las observas embelesado desde la distancia.

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La última parte de la subida a la Sierra de la Ortijuela la hacemos por una pista amplia de arena que da paso a las numerosas fincas de castaños que salpican las laderas de estos montes, bancales de árboles que en otoño se pintan de rojos y ocres.

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Delante de nosotros, el Valle de Santa Lucia por el tramo que no hemos recorrido, con las sierras del Alcornocal y del Castillejo enfrente, si siguiésemos la línea de la cordillera hallaríamos el embalse de Cancho del Fresno y Cañamero por donde discurre la Ruta de Isabel la Católica.

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Como indica el pañuelo vereíno nosotros iremos a Navezuelas por el camino marcado a pie, 2,7 kms, aunque si os apetece podéis seguir el que marca para bicicletas, 4,6 kms, pues se sigue esta pista ancha que traemos, es un trayecto igual de bonito que el otro con algunos miradores excelentes y recomendables y que termina en Navezuelas por un lateral del pueblo.

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Aquí podéis ver que es una pista de tierra preparada para vehículos aunque es raro cruzarte con ellos en esta época, primavera, en otoño el trajín es mayor por el trabajo que da la castaña.

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Nosotros nos desviamos del camino un momento siguiendo un pequeño sendero que encontraréis a la izquierda, antes de iniciar la bajada hacia el Valle del Almonte. Lo hacemos para subir hasta el Cerro Hurracao, o el Pico de La Artesa, donde una antigua cueva os sorprenderá por su chimenea y por sus magníficas vistas de los dos valles. Es un sitio conocido en la comarca que te tienen que enseñar una vez para que puedas localizarlo.

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El último tramo antes de llegar a este refugio de piedra hay que hacerlo sorteando jaras, pero merece la pena. Ahí podéis ver la boca de la cueva.

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Y aquí está, inmenso, el Anticlinal del Almonte y Navezuelas y el dibujo alrededor de las decenas de parcelas que la rodean.

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Desde la cueva se ven los dos valles, Santa Lucía a la derecha, Almonte a la izquierda, en medio sobresale el Pico de Loberuelas, 1.124 metros de altitud, en perfecto paralelo cada valle, como respetando su espacio.

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Si al otro lado estaba el Anticlinal del Almonte, a este lado el Sinclinal de Santa Lucía, abajo podéis ver el embalse del mismo nombre.

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Al fondo del Valle del Almonte, más allá de Navezuelas, donde nace el río Almonte que le da nombre y que irá a morir al Tajo más allá de Monroy, domado por la presa de Alcántara, se alza el Pico Villuercas, el más alto del geoparque, 1.595 metros de altitud, donde aún se ve el centro de transmisiones militar que los responsables del geoparque sueñan convertir en unos de los lugares de referencia para visitantes, un centro de interpretación y recepción, un mapa geológico en vivo, ojalá se consiga.

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Bajamos hacia Navezuelas por el Collado de las Carretas, a cruzar las aguas del Almonte, lo hacemos entre castaños que ahora están desnudos pero que en octubre y noviembre darán mucho trabajo, mucho dinero a las gentes de aquí y dejarán unas estampas maravillosas cuando la hoja comience a secarse y ocres, rojos, naranjas y marrones invadan las laderas del monte.

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Por el paraje de Cuesta Alta, la vegetación de río, anuncia la cercanía del cauce, casi tocamos Navezuelas.

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Y llegamos a este pueblecito desde donde parte la ruta de Alfonso Onceno que cubre la distancia que hay desde aquí a Guadalupe. Navezuelas está rodeada de fuentes: la de la Era del Viso, la del Cogorrillo o la de La Rama, entre otras. Merece una visita.

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Lo que nos merecemos nosotros es un refrigerio, celebrar el final de la ruta como se merece, antes de llegar el ineludible Kilómetro 21 en Cáceres. Ahora La Vereína deja su huella en la estación destino, como no puede ser de otra manera.

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Despedida y cierre. Queda la foto de grupo que nos hicimos arriba en el Cerro Hurracao, disfrutando de un mar de sierras, las del geoparque, la del sendero desde Cabañas del Castillo que nos trajo hasta aquí.

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Cuando hago esta crónica, septiembre de 2015, el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara acaba de revalidar ese título e incluso le han otorgado la Carta Verde, que reconoce todo el trabajo que se ha hecho en los primeros cuatro años de pertenencia a la Red Mundial de Geoparques. Este mar de sierras, este paisaje peinado que ha dejado un reguero de líneas paralelas, de montes y valles en perfecta sucesión, ahora anticlinales y sinclinales, geositios; pliegues como arrugas, que los años de un planeta convierten en paisaje, en relieve, en mosaico, en espectáculo, en geoparque. Geología protegida, admirada y ahora comprendida. Pueblos que pisaron las laderas de este rincón de Los Montes de Toledo. Guadalupe, puebla peregrina, eclipsó durante años un paisaje que estaba ahí pero que no supimos mirar; más allá del inmenso monasterio y sus tesoros, había otra riqueza, mucho más bella, más valiosa que ahora tiene el sello de lo exclusivo y que se recorre con otros ojos, con aquellos que ven lo que miran y que reconocen en cada pliegue, millones de años de evolución y cambios. Geología vivida y disfrutada, andando Extremadura.-

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Antiguo camino de Yuste. Garganta la Olla

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La ruta denominada Antiguo Camino de Yuste es un sendero circular con salida y llegada a la localidad de Garganta La Olla, que discurrre por el PR -CC80 y que coincide, en su último tramo, con parte del trazado del GR 111 que recorre toda la comarca de La Vera y termina en Plasencia. Son algo más de 13 kms de escasa dificultad con un único ascenso en el primer tramo de la ruta. Un recorrido que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya con magníficas vistas o al Monasterio de Yuste, lugar emblemático para la comarca y para Europa. Un precioso camino, muy de La Vera, que merece la pena conocer.

Os dejo el track para GPS

La ruta se inicia en la Plaza de Garganta, una coqueta plaza verata a la que no le falta su fuente de varios caños; al fondo a la derecha arranca la calle Llana que baja hacia el río, la Garganta Mayor, en el descenso encontramos este panel informativo de la ruta y sus hitos.

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Garganta la Olla es Conjunto Histórico Artístico desde 1983 por su magnífico casco urbano representativo de la arquitectura verata donde destacan sus casas de mampostería, granito y madera; antes del nombre actual fue llamado “AD FAUCES”, está asentado en una “olla” que conforma la Sierra de Tormantos y los relieves de San Salvador y San Bernabé. Es tierra de la Serrana de la Vera, cuya leyenda está muy extendida.

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Pero vamos al lío. Cruzamos el Puente de San Salvador sobre la Garganta Mayor y salimos del pueblo, aquí se inicia el ascenso que tiene la ruta que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya, al cruzarlo tomamos el camino a la izquierda siguiendo lar marcas del PR, amarilla y blanca.

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La senda nos lleva hasta el mirador de la Serrana desde donde disfrutamos de una panorámica de Garganta la Olla, al fondo la Sierra de la Desesperada con el Pico de la Mesa, 1.410 m

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Sigue el ascenso por la zona de la Colmenera por un sendero marcado aunque hay que estar atentos porque nos podemos despistar. De momento atravesamos este robledal que rodea el pueblo.

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El ascenso facilita las vistas de los alrededores de Garganta con Gredos al fondo y la Sierra de Tormantos, delicioso.

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Atravesamos el bosque buscando los hitos que nos marcan el camino, si os perdéis que no es difícil, hay que buscar la referencia de las antenas de teléfono, allí el camino se suaviza y son visibles las señales, después comienza una pista que nos llevará hasta el Monasterio de Yuste.

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Antes de llegar arriba nos topamos con estas pilas para el ganado, un tipo de fuente que se puede ver en algunos lugares de Extremadura, sencillas pero ingeniosas.

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Toda está zona está protegida como LIC, Lugar de Interés Comunitario, es un bosque de robles inmenso de varios kilómetros de extensión que se extiende por toda la falda de Gredos en la comarca de La Vera, en época de calor se agradece su sombra.

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Dejamos atrás las antenas y ascendemos un poco hasta llegar a la Loma de la Atalaya, a unos 800 metros de altitud, la zona se despeja y el paisaje domina la vista, aquí las señales son más claras

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Es momento de disfrutar de las vistas, atrás queda la ‘olla’ que da el apellido a Garganta, la Sierra de Tormantos y detrás Piornal y el Valle del Jerte

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Mientras avanzamos por la loma, La Vera se abre a nuestros ojos en su zona más baja, a la derecha veréis el Campo Arañuelo y en días despejados hasta los Montes de Toledo donde descansa el Geoparque de Villuercas

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Jaraiz de la Vera es visible sin problemas, tras ella el Valle del Tiétar, hacía calor el día que realizamos la ruta y el ambiente está cargado.

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Enseguida nos incorporamos a una pista, hay que  seguirla en el sentido de bajada, hacia la derecha, si no terminaremos en el pantano, de hecho este trozo de camino se llama así, Camino del Pantano.

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Quedan pocos cabreros en La Vera, uno de los oficios que antaño era muy habitual, soprende ver todavía rebaños de cabras, una pena porque los caminos se mantenían limpios con el trasiego del ganado; muchas de las costumbres, festivas y culinarias de esta tierra, están relacionadas con este pastoreo como Los Escobazos, en el plano festivo, o el tasajo en lo culinario.

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Abandonamos la pista en la Loma de Peña Madroño siguiendo los hitos marcados, por unos momentos seguimos una pequeña vereda, no es complicado porque está bien señalizada.

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Enseguida volvemos al bosque por un antiguo camino rodeado de paredes de piedra que nos lleva directos al Monasterio ¡y cómo se agradece la sombra!

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Llegamos a este lugar emblemático, descanso del Emperador Carlos V, aquí terminó sus días tras retirarse y abdicar en su hijo después de una vida de guerras, desafortunadamente el paludismo acortó su estancia.

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Me encanta encontrar los caminos señalizados, adquieren un valor importante, y son una referencia para el visitante que busca, además de ver monumentos, otras actividades en el entorno.

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Yuste es una delicia, he tenido la ocasión de visitarlo en varias ocasiones en profundidad, por mi trabajo de periodista, es un lugar increible aunque los turistas sólo vean unas pocas estancias. En los días en que escribo esta crónica recibo una nota de prensa de Patrimonio Nacional, dueño del edificio, en la que comunica que baja las entradas de 9 a 7 euros (para los españoles debería ser gratis porque es patrimonio de todos) podéis verlo aunque os aconsejo que lo hagáis con tiempo y que sea visita guiada (aprende uno muchas cosas). Aquí está la sede de la Fundación Europea de Yuste y hoy en las estancias visibles hya mucha historia. En la parte religiosa, no accesible, hoy sólo hay dos monjes paulinos de origen polaco pues no había en España quien sustituyese a los viejos cenobitas que también iniciaron su particular retiro en busca de descanso.

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Sólo algún dato, porque el edificio es una delicia; aunque los orígenes fundacionales del Monasterio de San Jerónimo de Yuste se encuentran en Plasencia y en la ermita de San Salvador de la Sierra, situada entre las localidades de Cuacos y Garganta la Olla, la primera célula del edificio que hoy podemos contemplar se encuentra en 1402, año en el que el propietario de los terrenos existentes entre los arroyos Gilona y Vercelejo (conocido también con el nombre de Yuste) son cedidos por su propietario para que los “ermitaños de la pobre vida”, nombre con el que se conoce a esta primera comunidad religiosa, pudieran levantar convento. La vida de este lugar se vio alterada en el siglo XVI cuando el todopoderoso emperador decidió retirarse aquí.

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Dejamos terreno monacal y seguimos un pequeño tramo por la carretera que baja a Cuacos de Yuste antes de desviarnos junto al Centro de Educación Ambiental

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El desvío está aquí, junto a la Cruz del Humilladero, pero ya que estamos veremos un lugar tan visitado como macabro, pero que recuerda parte de nuestra historia.

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Es el Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste. En este cementerio descansan 28 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron. El Volksbund en los años 1980–1983 los reunió en esta última morada inaugurada en presencia del embajador de la República Federal de Alemania en un acto conmemorativo hispano-alemán el 1 de junio de 1983. Sorprende la juventud de todos ellos, de apenas veinte años la mayoría.

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Volvemos sobre nuestros pasos y junto a la Cruz del Humilladero volvemos a ver la marca que nos señala la ruta de regreso a Garganta.

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y un poco más adelante, por si había alguna duda…

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Salimos entonces a una pista ancha que debemos tomar a la derecha hacia el cauce del Arroyo de Yuste que debemos cruzar. Aquí es donde coincidimos con el trazado del GR 111 ya hasta nuestro destino.

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El GR 111 no está homologado pero está bien señalizado (al menos en los tramos que he podido recorrer) está muy transitado

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En esta segunda parte del camino la pista es cómoda, transita por huertos y fincas de parajes como Los Matraqueros o la Hoja de Valjoncillo. Ya es fácil y estamos más cerca.

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Cerca de Garganta se suceden los bancales de castaños, olivos y cerezos. La Vera es agrícola, más que turística y vive de la tierra todo el año

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Nosotros hicimos la ruta en junio cuando los cerezos ofrecen esta deliciosa fotografía, cargados de fruto hasta tal punto que parece que van caer por su peso. Cerezas que, aunque no estén en el Valle del Jerte están dentro de la Denominación de Origen.

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Garganta asoma al camino y anuncia el final del paseo, un cachito de La Vera delante y detrás, una delicia para quienes amamos esta tierra y en especial esta comarca. Entramos al pueblo por el mismo puente por el que salimos pero ahora por la parte de abajo y cerramos el círculo.

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Nos saluda Garganta, ahora más tranquilos sin las prisas de hacer el camino nos detenemos en sus detalles. Yo no me fui sin comprar tasajo y cerezas, una delicia que aquí sabe mejor.

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Garganta la Olla tiene mucho que ver, pasear por sus calles es algo que aconsejo, hasta sus bares y tabernas son especiales. Entre ellos la Casa de las Muñecas, una casa de lenocinio con increibles detalles.

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Es un pueblo precioso y verato que tiene zonas de baños únicas, como las Pilatillas o el Tinajón. Muchos recuerdos de joven cuando veníamos en busca de la tranquilidad y de sus aguas, cuando la acampada era libre y disfrutabas de la naturaleza sin mayor problema; cierto es que el abuso y las negligencias hicieron imposible que las cosas continuasen así.

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La Vera. Paraíso senderista como todo el norte de Extremadura por sus montañas y valles. Cientos de propuestas encontraréis como oferta para quien guste de caminos y paisajes. Unos reales, o imperiales, otros sin tanto boato nos sumergen en parajes bellísimos donde el agua es la constante. La historia de los pueblos la hacen sus caminos, sus leyendas, su rutina; lejos del asfalto, hoy imprescindible, los senderos, pistas y veredas han construido historias que recuperamos trazando rutas que cuentan, y recuerdan, la vida de la gente. La Vera tuvo un emperador alojado, pero no es lo importante, las caminos los hacían la necesidad y los mantenían los lazos, el uso los convirtió en eternos; ahora lejos de perderlos, los señalizamos para que quede constancia de su existencia, para que perpetuemos su razón de ser, porque los trayectos se han hechos para usarlos, para seguirlos. Ahora sin prisas, con el ocio y el deporte como objetivo. Las rutas tienen personalidad propia, la de las gentes que las domaron, nada está hecho al azar, eso lo vemos quienes admiramos el trabajo de generaciones buscando escapar de la rutina y el aislamiento, por eso en La Vera cada uno es emperador de sus propios pasos, los que hacemos Andando Extremadura.-

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Ruta A Fala. Valle de Jálama. Sierra de Gata

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 El Valle de Jálama o Val de Xálima, en la lengua local A Fala,  lo componen 5 pueblos: Cilleros, San Martín de Trevejo, Eljas, Valverde del Fresno y Villamiel, y una pedanía, Trevejo. Se trata de la parte más occidental de la comarca de la Sierra de Gata, un pequeño valle que llaman también Os tres lugaris, en referencia al habla de A Fala en tres de sus pueblos, con variantes locales porque en cada uno de ellos se conoce de una manera:  o mañegu, en San Martín de Trevejo, o lagarteiru, en Eljas, o valverdeiru, en Valverde del Fresno. Un valle fértil protegido por el pico Jálama -1.492 m de altitud- y el río Erjas que lo atraviesa. Conserva, además de su dialecto -galaico portugués según la idea más extendida- buena parte de su arquitectura tradicional y su costumbres, como la de fabricar sus propio vino en pequeñas bodegas caseras, pichorras, a las que los serragatinos suelen invitar a los amigos. En este entorno vamos a relizar la Ruta A Fala que recorre los pueblos mencionados. Hay dos versiones, la oficial podemos decir, que recorre los tres pueblos que usan A Fala y otra que llega hasta la aldea medieval de Trevejo. Nosotros hicimos la segunda, pero os dejo los dos tracks por si alguien prefiere la primera.

El track para GPS de la ruta oficial que discurre por el PR-CC184, 16,58 kms, recorre Os tres lugaris: Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo

El track para GPS de la que nosotros hicimos, 16, 7kms, comienza en Valverde del Fresno, Eljas, San Martín de Trevejo, Villamiel y Trevejo

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 Arrancamos en Valverde del Fresno el pueblo más grande de la comarca, el más comercial de todos por su cercanía con Portugal, junto a la ribera del Sabugal.

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 Enseguida dejamos Valverde buscando el camino de Eljas que atraviesa el arroyo de Malnombre.

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 Hasta el siguiente de los pueblos del valle seguiremos este pequeño sendero local que está bien señalizado y es bastante cómodo.

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 Un paisaje de pequeñas parcelas guardadas por muros de piedra en un invierno que mantiene aletargada la comarca.

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 Mirando los mapas es curioso comprobar la cantidad de caminos que tiene la zona, muchos en uso: el camino real de San Martín de Trevejo, el de San Miguel, o es de Eljas.

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 En algunos tramos conservan el firme original de piedra, habitual de antiguas calzadas, como parte de la calzada romana que se conserva en San Martín de Trevejo y por la que discurre la parte final de la ruta oficial.

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 No hay mucha distancia entre ambos pueblos y Eljas se deja ver enseguida, por su situación estratégica en la loma de la sierra que le da nombre.

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 Caminos que comunicaban aldeas, callejuelas que daban paso a las fincas hoy prácticamente abandonadas y sin uso.

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 Pasamos cerca del Canchal de la Muela bajo la Sierra del Espinazo, frontera entre Extremadura y Castilla León; el Valle de Jálama linda con el Espacio natural El Rebollar en tierras castellanas.

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 Es la zona más llana, la del Valle, arriba las sierras que hacen que este paisaje sea tan singular.

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Nos acercamos a Eljas por un paraje que llaman Pelumes.

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 La Sierra de Gata, como otras comarcas cacereñas, fue repoblada de pinos de manera generalizada, pocos quedan ya, excepto zonas muy localizadas; el fuego y la presión humana han acabado con ellos, quedan restos esparcidos, eso sí, por todos lados.

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Por aquí todo es Eljas, río Eljas, Sierra de Eljas, el pueblo…

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Si buscáis referencias en la zona, en A Fala, es río Erjas. Es un cauce fronterizo, de hecho hasta cerca de la localidad de Alcántara, donde desemboca en el Tajo, y durante unos 50 kilómetros sirve de frontera entre España y Portugal. Su punto más conocido es el puente romano de Segura en Piedras Albas que separa ambos países

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En algunos momentos se recupera el trazado original, hoy abandonado por tramos de tierra más cómodos, comenzamos la subida a Eljas. ( Sí, es cierto, nos acompaña Indiana Jones)

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Junto al pueblo pequeños rincones para el descanso, fuentes, merenderos, nos saludan.

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 Eljas, y el resto de pueblos, conserva ese encanto de lugares fronterizos, cultura arraigada, costumbres mantenidas porque nadie vino a romperlas. Tienen aire de supervivencia, de lugares olvidados, de huida y de refugio; hoy en esta vorágine que ensalza lo rural, lo auténtico, se han reivindicado como lugar de culto y presumen de su doble condición ibérica, de su habla característica, de su vino, de su aceite y de su paz.

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 Sus carteles, sus calles, su leite caenti, serragatinos que muestran las diferencias y las han puesto en valor.

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 Con algo menos de mil habitantes, Eljas, o As Ellas, como se dice en lagarteiru, es uno de los tres pueblos del valle de Jálama con un habla propia conocida como “A Fala”, que significa “El habla o la forma de hablar”. La variedad de Eljas, más cantarina que la de Valverde del Fresno o San Martín de Trevejo, se denomina de ese curioso modo, lagarteiru, por la afición de sus habitantes a la ingesta del reptil en cuestión y es el dialecto mas antiguo de la fala y con mejos injertos castellanos. Aunque ahora no es lícita la captura del lagarto, la tradición es la tradición y en Eljas se cocinaban los lagartos como en ningún otro sitio de la Península. Es por ello que el animal figura en el escudo. Al igual que Valverde del Fresno, en Eljas hubo una importante industria del contrabando entre los años 1940 y 1970. Hacemos parada para reagrupar y seguimos.

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No me digáis que no, ¿por qué vas a cortar el árbol? Y además queda bonito y en verano da sombra.

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 Eljas es un pueblo situado en la loma de la Sierra de su nombre y ofrece unas magníficas del valle y de tierras portuguesas, y aprovecha esta ubicación con excelente balcones para disfrutar del paisaje.

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 Y se disfruta, claro que sí, la vega fronteriza ofrece este aspecto en invierno, despoblado ya de los ocres y rojos de otoño.

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 Aquí en Eljas es donde la ruta se desdobla, podéis optar por la original que asciende hasta la sierra de Eljas y baja por el castañar de San Martín de Trevejo y la calzada romana, excelente también o por esta otra que realizamos nosotros, que baja hacia el valle y llegará hasta Trevejo. Buscamos el camino de San Martín.

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A este paraje le llaman Peñas de Enmedio ¿os digo por qué?

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Volvemos al camino por el Huerto Campo entre paredes de piedra.

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 En el track que seguimos hacemos un par de kilómetros por una peuqueña carretera, se puede evitar porque a la izquierda hay un camino paralelo que lleva al mismo sitio.

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 El invierno ha vaciado los árboles pero el otoño y la primavera son dignos de ver en este valle húmedo, los castaños y robles de las sierras que parecen escondidos se destacan en el paisaje en un verdadero festival de colores.

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Cruzamos el río de la Vega por el Puente del Molino Grande, cerquita de San Martín.

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 Nos saluda una mimosa florecida en un invierno extraño, falto de agua, aunque aquí en la comarca no se note en exceso.

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Desde hace unos años este convento franciscano del s XV, el Convento de San Miguel, se ha convertido en hotel dentro de la Red de Hospederías de Extremadura, Hospedería Conventual Sierra de Gata y nos recibe ahora.

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San Martín de Trevejo, una delicia, calles sinuosas por donde juega el agua. Sus casas construidas en el arranque con muros de piedra, sus escalinatas de peldaños de granitos llamados popularmente (Poyos) para acceder a la vivienda, y las vigas de maderas o vuelos de la vivienda que sobresalen a la altura del primer piso en cuyos bordes se decoran con figuras de rostros humanos son características comunes en casi todas las construcciones; constan esta viviendas en su generalidad de tres plantas, la planta baja sirve de Bodega y para el ganado, la primera planta para la vivienda y la segunda planta para desván o almacén. Idílico lugar muy visitado, de hecho, con algo menos de 900 habitantes tiene siete casas rurales y una hospedería -un hotel de cuatro estrellas-

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Parada obligada en su plaza para degustar sus vinos de pitarra, coger fuerzas y seguir el camino.

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Seguimos camino de Villamiel por antiguas veredas, única conexión con el resto de la provincia, vías de carros y mulas que hoy son testimonio de un entorno rural menos hostil y que disfrutamos ahora los caminantes.

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En este punto y hasta llegar a Trevejo caminamos por el GR 10, uno de los grandes senderos españoles que empieza en el mediterráneo, en tierras valencianas, y termina en el atlántico, en la costa portuguesa.

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En el campo siempre se ha usado lo que había.

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Para pasar a Viilamiel tenemos que ascender a la que llaman La Cumbre, una sierra de 867 metros de altitud con el pico Barrito Blanco a 1.127 metros.

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Aquí la venden como ruta turística, la verdad es que el paraje merece la pena, aunque la subida suponga un esfuerzo.

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Pero no hay esfuerzo sin sorpresa, castaños centenarios que dejan ver los años a través de sus oquedades.

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Un enorme robledal ahora con piel de invierno soporta el camino que en muchos de sus tramos conserva el firme original de piedra, no en todos desafortunadamente.

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Arriba en la cumbre oteamos el valle y divisamos, Eljas en su promontorio y al fondo, Valverde del Fresno.

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Descendemos entre castaños por un paraje que estalla en primavera y se vuelve mágico en otoño, en un entorno que llaman de Doña Elvira.

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Llegando a Villamiel, Trevejo y su castillo, ya nos vigilan, estamos en tierra de fronteras y eso se nota.

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Villamiel, su interior esconde una localidad atractiva, tranquila y con algún buen secreto gastronómico. Un paseo por el casco de Villamiel siempre es agradable. Está repleto de callejuelas bonitas, limpias y tranquilas. Un consejo, en los muros de la iglesia del pueblo que no es otra que la de Santa María Magdalena (S.XVI) podemos ver curiosas inscripciones de los canteros que no harán reflexionar a algunos sobre el sentido de la vida y, a otros, sobre el sentido del humor que tenían. No dejéis de buscarlas.

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Atravesamos Villamiel y seguimos por el camino que conduce a unos de los lugares más atractivos de la Sierra de Gata: la aldea de Trevejo.

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Este tramo de la ruta es una delicia porque tienes la sensación de que el tiempo se ha parado en años de caballeros y cabreros.

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Atravesamos dos arroyos, el de la Viuda y el de los Lagares, con la sierra de El Ahigal al fondo.

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Disfrutando de la Sierra de Gata en su rincón más visitado. Trevejo es un imán para el turismo. Pero aquí la vida es otra, el campo sigue siendo el sustento de casi todos.

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Alcanzamos el Puerto de Trevejo, 725 metros de altitud, a punto de terminar la ruta. Como antigua comitiva que busca posada y descanso.

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A esta altura los piornos cubren la sierra y nos dejan dsifrutar de un paisaje de invierno. Es el tercer ascenso del día, tres sierras, tres.

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La sierra de Las Tres Rayas y esta vaguada que llaman Canto del Escaño, abajo el arroyo de Moncalvo.

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Llegamos al destino: Trevejo. Historia y esencia de la Sierra de Gata. Con unas decenas de habitantes tiene varias casas rurales, que dan vida a este pequeño enclave medieval. Dicen por aquí que además de una pequeña pedanía arrullada por las ruinas de un castillo, Trevejo es mucho más, es la esencia de la Sierra de Gata: el paisaje, la arquitectura, los escudos, el musgo, las tumbas antropomórficas, la espadaña…Hasta la propia carretera de acceso, rodeada de castaños o el precioso camino alternativo preparan al viajero para descubrir el secreto mejor escondido de Sierra de Gata.

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Apenas unos cuantos vecinos viven en esta pequeña aldea medieval. Su forma de vida es real, sorprendentemente ajena al turismo que a pequeñas oleadas altera su paz. Aquí todos hablan de Chón, su «alcaldesa» y merecedora de un busto de granito que adorna la entrada de su casa, los trevejanos miran entre asombrados y amables como su otrora humilde pedanía es hoy envidia de los pueblos más prósperos de la Sierra de Gata y admiración de los múltiples visitantes foráneos  que se acercan al lugar.

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La razón, esta fortaleza magnífica, hoy muy deteriorada, desafortunadamente. Sus orígenes son árabes, en torno al S. XII, aunque la parte hoy visible es tres o cuatro siglos posterior, de cuando las Órdenes Militares como las de Santiago y Alcántara dominaban estas tierras. Su semi-destrucción se debe a los franceses como habitual estrategia de retirada. Merece la pena subir hasta arriba del todo y contemplar las preciosas ruinas y espectacular paisaje. Las puestas de Sol desde lo alto de la atalaya son, sencillamente, espectaculares.

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Siempre he oído decir a los serragatinos que aquí la prisa no existe, ellos dicen que «el tiempo lo dan dao».  Para quienes amamos Extremadura la Sierra de Gata es un refugio, un referente, y lo es todo el año para el senderista: por sus cumbres, por el agua, por los valles, por los bosques, por la historia y porque vienes, y en cuanto entras, ya eres de aquí.

Dice Jose Miguel López, uno de esos enamorados y defensores de la comarca, propietario de una bellísima casa rural en Eljas -y conozco unos pocos empresarios de turismo en la Sierra de Gata que hablan con pasión de este entorno- dice que «la Sierra de Gata es, de verdad, uno de los últimos paraísos vírgenes que quedan en España. Un lugar que ha estado tradicionalmente aislado; la naturaleza desbordante, húmeda y variadísima, la arquitectura, la amabilidad de sus gentes y sus cauces de agua omnipresentes, la convierten en una especie de reserva natural al alcance de personas como tú que, de alguna manera, han llegado hasta ella» y como creo que son muy acertadas sus palabras, las hago mías. Tengo tantos amigos en la Sierra de Gata, que siempre que vengo estoy como en casa, y feliz.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2015

Ruta de los Castaños Centenarios y Era de San Bernabé. Valle del Jerte

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El Valle del Jerte, en el norte de la provincia de Cáceres, ofrece múltiples espectáculos, desde la popular fiesta del Cerezo en Flor al rojo de la cereza a finales de primavera, desde la otoñada en bosques de robles y castaños, pasando por sus pozas y saltos de agua, a la arquitectura tradicional en pueblos que te enamoran. Otros tesoros hay que buscarlos y, afortunadamente como hemos dicho más veces sólo se puede llegar andando a ellos. Casas del Castañar, como su nombre indica se rodea de castaños y robledales. Asentada en las faldas de la Sierra de Bernabé en el Sistema Central conserva varios de los que se llaman Árboles Singulares de Extremadura, mágnificos ejemplares que aquí son cinco castaños que en algún caso superan los 700 años. Nosotros hemos unido la ruta original de los castaños, de apenas cinco kilómetros con otra ruta denominada Era de San Bernabé, un magnifico mirador del Valle  que nos lleva a hacer unos doce kilómetros en total. Un paseo lleno de paisajes y sorpresas que no os dejará insatisfechos.

Aquí tenéis el track para GPS de esta ruta

Hemos tenido suerte, se anuncia un día de otoño limpio con nubes y claros, tras algunas jornadas de lluvia, que nos va regalar fotografías excelentes. El otoño en Extremadura son matices, luces, colores y muchos sabores; es tiempo de castañas, granadas, nueces, setas, madroños…. frutos del bosque que hacen más deliciosa cualquier visita.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Como cuentan en la web del Valle del Jerte sobre Casas del Castañar, «quien hoy viaje por la carretera que lo cruza creerá que se trata de un pueblo sumamente modernizado, a juzgar por los edificios levantados en sus laterales. Sin embargo, tomando cualquiera de las vías descendentes, se penetra en un caserío antiguo, llamativo y pintoresco, de elevadísimas casas entramadas, con solanas en el último nivel para mejor recibir el sol que secaba los pimientos, los higos, los melocotones, etc. Sorprenden las fachadas enjalbegadas, con encalados reverberantes que llegan hasta las vigas de la planta primera. Al igual que en otras poblaciones serranas, su urbanismo adolece de falta de planificación, con vías sinuosas y estrechas, ensombrecidas por los altos edificios.»

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La ruta arranca en la parte alta del pueblo, un panel informativo nos indica el punto de partida,  guiado a través de las marcas blanca y verde, no homologadas, aunque son iguales a las de un sendero local muy bien señalizado e indicado durante toda la travesía.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Salimos del pueblo por un camino que nos lleva entre pequeños huertos acotados por paredes de piedra en el paraje del Llano Herrero donde los castaños avisan de lo que vendrá después, un ejemplar centenario nos tiende la mano al borde del camino.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Es otoño y estos gigantes escupen su fruto protegido por vainas de espinas, lo tiran al suelo para ser recogido. Aquí la castaña es un bien que se recolecta y da dinero.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerca, un castañar nos ayuda a entender porque a las Casas le pusieron ese apellido. Es curioso, porque se ven plantones de estos árboles que son sembrados para aprovechar el fruto, el ciclo de la tierra y su aprovechamiento no se ha perdido.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerezos, robles y castaños, ese es el paisaje en la Sierra de Gredos, esta, la de San Bernabé, esconde el único pueblo de la comarca que no mira al valle: Barrado, donde por cierto hay otro árbol singular: El Roble de la Solana.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No mucho más arriba, la ruta se bifurca, hacia la era y hacia los castaños, como ya he dicho hemos unido las dos; nosotros caminos hacia la izquierda, siguiendo la senda de los castaños, ya nos uniremos a la otra un pelín más arriba.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Vamos ascendiendo y el valle se dibuja, Cabrero otro de los pueblecitos encantadores del Jerte se muestra así en un día claro de otoño. Las columnas de humo son debido a la limpieza y la poda de los cerezos que, aprovechando el otoño, reciben los cuidados necesarios tras el estrés del verano.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No tardamos mucho en llegar al paraje de Condilobos, donde nos encontramos el primero de estos druidas del bosque, el Castaños de Escondelobo, o Condelobo, más de 700 años de vida, cuando este portento comenzó a crecer no había nacido siquiera Cristóbal Colón.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Este patriarca del bosque nació en plena edad media en tiempos de Felipe IV, cuando la peste negra asolaba Europa y Francia e Inglaterra se batían en la Guerra de los Cien Años. Son dos de los mayores castaños de la especie Castanea Sativa  a nivel regional y nacional. Con nada menos que 9,21 y 10,77 metros de perímetro de tronco respectivamente la presencia de estos especímenes es sobrecogedora. Su enigmática forma y belleza hace que parezcan sacados de un cuento de hadas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta ha sido siempre tierra de robles y castaños, hay crónicas del siglo XVI del médico Luis de Toro que hablaban de la «infinita y numerosa selva de castaños» en el Valle del Jerte. Las enfermedades y el monocultivo del cerezo acabaron con casi todos ellos. Resisten muchos que se han plantado para su aprovechamiento, y otros como este de Escondelobo que han visto pasar generaciones y generaciones de vallejerteños que acudían bajo su copa a recoger el regalo de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recoger castañas es un oficio en el valle y llegado el otoño las familias se entregan a ello.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Repartidos aquí y allí aparecen grandes castaños en esta umbría serrana que nos tiene obnubilados mientras no paramos de disparar la cámara.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bosques rehechos, sembrados, aprovechables. La tierra lo da todo y todo se aprovecha. El valle se ha hecho ya a la medida del hombre, pero conserva su belleza, domada, eso sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Un poco más arriba sigue la fiesta de los gigantes, hermanos del Escondelobo, su tamaño impresiona y se asoman al camino buscando sus años de gloria.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Elevan sus ramas metros y metros como quieriendo agarrar el cielo, reclamando la luz que alimenta estos troncos, pilares de la tierra que han venido a sujetar la montaña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

A su alrededor el resto de árboles les miran con envidia y respeto; como de pequeños admirábamos a los más mayores, son dueños del bosque, los más admirados.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Son visibles en el camino, llaman la atención a primera vista por su tamaño y su porte, están repartidos aquí y allá y no sientes sus presencia hasta que no estás cerca, es como si el bosque los difuminase.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Primera sesión de fotos, después de centenares de disparos seguimos el sendero, una brecha en este desfile de robles y no tarda en llegar el siguiente gigante…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Le llaman el Castaño de los Realengos. La altura de este ejemplar de Castanea Sativa  supera los 25 metros y su perímetro de tronco es de 6 metros. El majestuoso árbol conserva además su porte natural, algo muy raro de ver en esta especie.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cuando Antonio se sitúa a su lado tienes la referencia de su tamaño, dice que no lo han cortado  nunca y que ha crecido sin ayudas ni podas,

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Su tronco es como el rostro humano: expresa los años, las cientos de veces que vivió el otoño y el invierno, la gente que pasó por delante, generaciones a las que ha sobrepasado; si estos centenarios hablasen…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Es tan mayor y recibe tantos cuidados que tiene su propio paisaje, vigila El Torno, en la solana del Valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino hace amigos y cruzamos nuestros pasos con un casareño que nos relata las bondades de la zona, gracias a él encontramos otro de estos castaños, este con una historia particular.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que desviarse a la izquierda del camino, y tomar una pequeña vereda que nos lleva hasta él unos metros más arriba, hay que fijarse bien pero si vas atento lo localizas a simple vista, encontrar el caminito no es muy complicado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El suelo del bosque tiene sus propios habitantes, sólo hay que saber mirar.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos contaba este amigo de las Casas que el tronco de este castaño era aprovechado por los cabreros para dejar protegidos a los cabritillos recién nacidos, hacían una pared de piedra, todavía visible,  los dejaban ahí mientras subían con las madres a la sierra para que se alimentasen

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La huella de los años es tan bella…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La Sierra de San Bernabé separa el Valle del Jerte de La Vera y el valle del Tiétar, en la zona que pisamos hay picos singulares: La Roza de la Cana-1049m-, Las Escobachas-1073m-, Cerro Bullón-1117m o Los Cerezillos-1110m- es una sierra densa.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El otoño apaga el paisaje con nieblas, con esa bruma que difumina las formas, insinua pero no enseña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Al borde del camino siguen apareciendo los restos del bosque centenario, hoy sería un espectáculo pasear por una arboleda llena de estas joyas de la naturaleza.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que dejar el camino y tomar una senda a la derecha para llegar a la Fuente de las Escobanchas donde el último de estos abuelos espera la visita, como siempre el entorno es tan mágico como ellos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Y aquí está el Castaño de la Fuente de las Escobanchas, árbol singular, de nuevo son dos castaños declarados Árboles Singulares al igual que sus hermanos anteriores,  presentan unos portes figurativos muy poco comunes que recuerdan a una gran mano. Sus perímetros de tronco superan los 7 metros.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos detuvimos lo justo porque nuestro compañero casareño nos advirtió que se había instalado en el árbol uno de esos enjambres de avispas africanas y ya tuvimos una experiencia desagradable hace tiempo con ellas y no es para andar con bromas sus picaduras son bestiales y dolorosas, y estaban, a fe que sí.

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En fin continuamos la ruta por un pequeño sendero que nos devuelve al camino principal. Sigue muy bien señalizado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No ha llegado el otoño plenamente pero se intuye el color de la hivernada en el bosque, los robles se preparan para el invierno duro de la sierra, mejor tirar la hoja y dormitar hasta la primavera.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Mientras enlazamos una ruta con otra por una senda casi invisible ya en desuso, nos entretenemos con la naturaleza que sale a nuestro encuentro.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Algunos de estos castaños tienen formas caprichosas, heridas de los años, que los convierten en un amasijo de ramas, formas imposibles que tardan decenios en moldearse. Caprichos de la naturaleza para deleite de humanos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recuperamos el camino que nos llevará a la atalaya de San Bartolomé, andando entre árboles, gargantas y sonidos que se imaginan en cada imagen.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle cereza dormita, relaja la tensión y el esfuerzo del fruto, tiran la hoja los cerezos y los bancales que se elevan cada vez más, se llenan de hojas, ahora toca sanear, podar y descansar hasta que la Fiesta del Cerezo en Flor anuncie el comienzo de otro ciclo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En este punto podéis optar por volver la pueblo o continuar hasta la Era de San Bernabé, nosotros subiremos claro a disfrutar del Valle

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Y es que merece la pena seguir subiendo, desde este lado Los Montes de Tras la Sierra y El Torno, una de las localidades del Jerte consideradas balcones del valle; a la derecha dos picos: Cabeza del Santo y el Fraile.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle es una continuidad de colores, el río separa en dos estas montañas por su vértice más bajo. Rebollar otro de los núcleos vallejerteños. De la sierra bajan muchas gargantas a morir al Jerte: en lo que alcanza la foto las de La Puria, la de Los Anzuelos y la de Los Riscos.

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Abajo el Jerte, domado por el pantano de Plasencia, abandona su bravura y su belleza; bien es cierto que adquiere otra diferente que no le resta encanto. Seguimos caminando.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Según ascendemos, vemos el arranque del valle y el pantano en la zona más libre de bancales, más cerca de Plasencia, es, puede decirse, el prevalle, la Sierra de la Oliva, donde aún no han llegado los cerezos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Llegamos por fin a la Era de San Bernabé a nuestras espaldas, y aquí nos detenemos a disfrutar del espectáculo. Merece la pena.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Así comienza el Valle del Jerte, Plasencia al fondo y el pantano, luego el bucólico valle, el de las flores y el rojo cerezo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Fin de la ruta y vuelta atrás, las explicaciones en el cartel. Un poco de historia.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta es la Era de San Bernabé, sigue siendo pública y usada por los vecinos de la zona.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Regreso magnífico peinando el valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La niebla se ha levantado y los robledales muestran toda su paleta de colores, el sol está alto y acompaña en esta mañana de otoño.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Lo bueno del recorrido que hemos hecho es que no volvemos por el mismo camino, y disfrutamos de una ruta completa y distinta en todo su recorrido. Ahora, además, el Jerte tiene otra luz.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino de vuelta nos lleva entre bancales, donde la actividad es evidente, preparan los cerezos para el invierno. La tierra hay que cuidarla.

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Bancales de ensueño que convierten al Jerte en ese lugar tan singular, caminamos por el paraje de La Cebadilla por una pista ancha y cementada.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle tiene todas las estaciones y un encanto especial en cada una de ellas. El otoño, también es una fiesta en el Jerte, la llaman la Otoñada, y coincide con la Calvotá, la fiesta de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Alcanzamos Casas del Castañar, ahora por la parte más baja donde nos recibe el pequeño parque construido sobre una  garganta, rincón fantástico para despedir la caminata.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

Cada vez que piso el Valle del Jerte noto que mi cámara de fotos se pone nerviosa, al igual que los ojos, abre el diafragma como si no quisiera perder ni un píxel de belleza, se emociona con los tonos y los capta con tanta delicadeza como si pintase óleos gigantes de lugares idílicos; enfoca los detalles, busca los rincones, los árboles, gargantas, senderos, capta el sonido del agua cuando la inmortaliza, elige la velocidad adecuada para mirar la realidad de la que quiere apoderarse. Mi cámara no pierde detalle porque huele el Jerte antes de que aparezca; dispara cientos de imágenes que guarda en la memoria con la delicadeza de lo frágil, tanto como el equilibro que mantiene este paisaje y lo muestra encantado a quienes quieren compartirlo. Cuando regresas a casa y descargas el trabajo en tu ordenador, aún huele a Jerte, aún huele a otoño.-

©vicentepozas2014

Ruta Valle de los Tejos. Las Hurdes

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En Extremadura apenas quedan unos 230 tejos distribuidos por las Hurdes, Valle del Ambroz, Valle del Jerte y La Vera, lo que ha motivado su catalogación como especie en peligro de extinción dentro de la región. Esta especie de árboles fue reverenciada por los druidas, la casta sacerdotal del pueblo celta, quienes consideraban al tejo un árbol mágico con el que elaboraban sus ungüentos y realizaban conjuros. Además, con sus ramas fabricaban bastones mágicos y con palillos de este árbol predecían el futuro. La agrupación de Los Tejos de El Cerezal es la mejor conservada de Extremadura se encuentra en Nuñomoral, concretamente en la pedanía de El Cerezal, en pleno corazón de Las Hurdes. En este paraje se encuentran 56 tejos de más de 3 metros de altura conocidos como los Tejos del Cerezal que han sido declarados Árboles Singulares. La ruta que nos lleva hasta allí está bien señalizada, discurre por la Verea del Correo y tiene algo más de 10 kms, nosotros salimos de Nuñomoral, pero se puede acortar mucho más. En esta ocasión la hicimos con el Club de Senderismo Michaelus

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores

Iniciamos la marcha en Nuñomoral, junto a las aguas del río Hurdano, alargamos así el paseo y disfrutamos de las serpenteantes curvas del cauce y del paisaje local

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Nuñomoral nos recibe con la tranquilidad de un sitio pequeño, la rutina de costumbres que rompemos un pequeño grupo de senderistas camino del monte. Atravesamos Nuñomoral y seguimos la carretera hasta la pedanía de El Cerezal, separada apenas por un kilómetro de distancia.

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 La carretera, apenas transitada, es aconpañada por un pequeño acerado que facilita el paseo, rodeados de pinos recorremos los pocos metros que separan ambas localidades.

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 El Cerezal es una de las diez alquerías que pertenecen a Nuñomoral con algo más de un centenar de personas. Cuenta la tradición que este pueblo estuvo situado en los años de su creación en el lugar llamado «El Manué», o sea, antes estaba más retirado de la garganta denominada «Arrocerezal» que en la actualidad. Refieren que es el pueblo más frío de todas Las Hurdes, ya que se levanta prácticamente en la confluencia de tres ríos: el Hurdano, el Malvellido y el Arrocerezal.

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 El río Hurdano muestra una de las estampas más típicas de la comarca, los meandros que dibuja el agua buscando su salida hacia el río Alagón, curvas imposibles en este suelo de pizarra difícil de erosionar.

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 Cerezal con numerosos recursos naturales, es conocido como el pueblo de los ríos y los puentes, se juntan el río Malvellido y el río Hurdano y finalmente éstos se unen con el Arroyo «Arrocerezal» por lo que podemos encontrar numerosas zonas de baño.

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 Atravesamos la alquería buscando el camino que nos lleve hasta el embalse de Arrocerezal, inicio oficial de la ruta por el Valle Juana.

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 Paisaje hurdano, pinos, pizarra, olivos y cerezos, y sierras. Frente a nosotros el pico Arrobuey, 1403 metros de altitud.

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 Otro pequeño tramo de carretera nos lleva hasta la presa del embalse para encontrar la vereda que buscamos y llegar al mirador de Los Tejos. Al paraje lo llaman La Reboya.

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 Hay que cruzar por la pared de la presa. Es un embalse pequeño, el de Arrocerezal tiene una capacidad de 0,194 Hm3, pertenece a la Cuenca del Tajo y abastece a los habitantes de Nuñomoral, Cerezal y Rubiaco.

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 Rodeamos el embalse por el lado que nos apetezca, porque como digo es pequeño y ambos caminos se unen en el curso del arroyo, justo al final donde comienza el valle de los Tejos. Una sugerencia, como es camino de ida y vuelta aconsejo hacer la ida por un lado y la vuelta por el otro.

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 Cualquier época es buena para hacer la ruta, en este caso la primavera ofrece una gama de colores magnífica, pero en otoño también es aconsejable, esa paleta torna a ocres y rojos y el valle también es magia

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 La ruta discurre por uno de esos caminos que unían pueblos, en este caso La Verea del Correo, que viene desde Caminomorisco. Cuenta la historia que era un antiguo camino que recorría el cartero Francisco Palomo, para llevar la correspondencia a los pueblos de la zona, este trayecto comenzaba en Casar de Palomero y finalizaba en El Cerezal.

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 Todo aquel que camine por los senderos de Las Hurdes habrá disfrutado de sus veredas, en los últimos años y con dinero de Europa para desarrollo rural se han hecho importantes inversiones en recuperar estas vías, señalizadas y con todo tipo de infraestructuras que facilitan la travesía, además de paneles informativos en cada tramo; la verdad es que es una delicia caminar por Las Hurdes, su web además ofrece amplia información sobre todos ellos

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 Una vez cruzado el arroyo comenzamos el ascenso por una vereda bien preparada, en este punto tenemos dos opciones, desviarnos a la izquierda siguiendo la Garganta del Arroyo y adentrarnos en el mismo Valle, o seguir por el sendero hasta el Mirador de los Tejos, ambas opciones están señalizadas. La del Mirador es un tramo de fuerte pendiente en espiral que requiere un pequeño esfuerzo, aunque este merece la pena.

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 En cualquier caso, volver la vista atrás es disfrutar del paisaje de Las Hurdes, un entorno único, una sucesión de valles y sierras, agua y pizarra.

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 Ahora lo mejor es concentrarse en el sendero, esta vereda en zig zag que obliga a reservar todo el aire, esfuerzo de apenas un kilómetro pero que merecerá la pena. Fijaos en la pendiente, el desnivel y la diferencia de los que vamos subiendo.

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 El Mirador de los Tejos ofrece una panorámica del valle muy bonita, es un mirador escondido, pero no os confundáis, si queréir ver Tejos, a pesar de su altura, o traéis unos buenos prismáticos, o venís con alguien que os diga cuales son o mejor tiráis por el otro sendero y os colocáis junto a ellos.

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 Bueno, como consolación, junto al mirador han sembrado uno de estos árboles pero todavía es muy pequeño, de aquí a unos años, unos cuantos, será un gran árbol.

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 De cualquier manera la vista desde el mirador merece la pena, es una delicia, y repones fuerzas y tomas aire porque la subida a supuesto un gran esfuerzo.

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 Desde aquí se distinguen algunos ejemplares de Tejo pero hay que tirar del zoom de la cámara.

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 El Valle de los Tejos o el Valle Juana o Los Tejares, con todos estos nombres se conoce este pequeño valle que baña el arroyo del Cerezal que nace en la falda del pico Tejada, en la Sierra del Horno, que se alza hasta los 1.191 metros.

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La vuelta es desandar lo andado, ahora bajando claro, que se agradece un poquito.

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 Este es el cruce del que os hablaba antes, si queréis disfrutar de los Tejos de cerca, seguid dirección hacia La China, una piedra en medio del camino por un sendero algo más peligroso, por lo resbaladizo, pero que merece la pena. He visto muchas fotos de la zona, nosotros íbamos en grupo y optamos por el mirador, pero volveré a buscar ese desvío y disfrutar de Los Tejos.

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 Cruzamos el arroyo por este pequeño puente, a mí en la foto no me apareció un Tejo, me parecio un Teo…

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 El entorno es serrano, de vegetación abundante, de rivera y sierra. El camino está bien preparado y facilita la caminata, aunque algunos prefiramos los senderos más naturales sin tanto cemento, a pesar de estar cubierto de pizarra.

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 Las Hurdes es color, olores, caminos, piedra; te pares donde te pares disparas la cámara y cuando ves el resultado recuerdas cada paisaje. Esta es la Verea del Correo, la que recorría a diario Francisco el cartero, trayendo la carta esperada, la noticia dolosa, la esperanza, el amor, la tristeza, el recuerdo o el beso en palabras.

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 Volvemos al embalse, ahora lo recorremos por el lado contrario, es una opción muy buena ya digo, para no repetir en exceso.

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 Al fondo Nuñomoral, asomado entre valles, vigilando las aguas del río hurdano, finaliza la ruta para nosotros en El Cerezal, desde donde, aprovechando que la ruta es cortita, irenos hacia El Gasco para disfrutar del Chorro de la Meancera, o Miacera y probar la Ensalada de Limón, un típico plato hurdano.

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 Quienes han escrito de Hurdes, quienes han venido, los que se quedaron, los que vuelven hacen suya la máxima de que esta comarca engancha, te superan los paisajes por la magia que desprenden.

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Este es uno de esos tesoros escondidos, un derroche de la naturaleza; el valle de los Tejos, no es demasiado conocido, excepto para naturalistas, estudiosos o hurdanos. Uno de esos lugares de interés comunitario, LIC, una figura que ha servido para proteger decenas de rincones en Extremadura, ponerlos en valor y darlos a conocer por fin. Los hay más nombrados, visitados, este no lo es tanto. Pero Las Hurdes te invita, de principio a fin, a perderte en sus caminos, dejar las carreteras y descubrir maravillas de la naturaleza que se conservan para disfrute de todos, aunque desconozcamos que lo que tenemos alrededor es una gran isla del tesoro. Pues eso, no perdamos el trocito de alma de infantil que nos queda, como los niños perdidos de Peter Pan, y salgamos a descubrirla; la mejor manera de hacerlo es… Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2014

Ruta Garganta del Caozo. Valle del Jerte

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 El Valle del Jerte es, sin duda, uno de los lugares más bellos de Extremadura, este enorme valle en V recorrido por el río Jerte es un ejemplo de sostenibilidad, donde agricultura, turismo y desarrollo forman un todo que ha hecho posible el milagro: que el valle sea un reclamo todo el año. Un lugar encantado y encantador donde el cerezo en flor es una fiesta, la otoñada un regalo de colores, el verano es riqueza y rojo cereza y el invierno es nieve en las cumbres de Gredos. Uno de sus tesoros, son sus gargantas, caídas de agua, pozas y desniveles que son un reclamo, rincones escondidos que se convierten en regalo para el visitante. Una de estas gargantas es la del Caozo entre Piornal y Valdastillas; la ruta que haremos parte de la localidad de Navaconcejo, en la zona baja del valle y sube hasta la mitad de la falda de Gredos donde se encuentra esta magnífica caída de agua. Nosotros haremos la ruta circular, con salida y llegada a Navaconcejo, subiendo por el camino real y bajando entre bancales de cerezos después de disfrutar de la cascada. 18 kms para enamorarte del valle que hicimos con el grupo de senderismo Catelsa Cáceres.

Os dejo el track para GPS de un compañero de ruta Teófilo Amores

 Iniciamos la ruta paralelos al río Jerte antes de afrontar la subida hasta la cascada del Caozo por una pista ancha, debemos cruzar la carretera N 110 que atraviesa el Valle del Jerte.

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Casi hasta la garganta transitamos por el Camino Real que une Navaconcejo con Piornal, el pueblo más alto de Extremadura a 1.175 metros de altitud, nosotros nos quedaremos a mitad de camino para tomar una ruta alternativa que nos lleve a la cascada.

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Tuvimos la suerte de hacer la ruta en junio, con los cerezos del Jerte en pleno apogeo y disfrutar del espectáculo de la fruta de la cereza en su mejor momento.

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Son días de mucho ajetreo en el valle, la cereza es delicada y hay que recogerla antes de que se estropee o algún fenómeno climático, como las tormentas, pudiese dañarla. Hay dos millones de cerezos en el Valle del Jerte y la actividad es constante.

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Jerte se caracteriza por su cereza picota, exclusiva del valle, muy apreciada por su sabor y su carne. Una recogida que llevará la cereza a toda Europa y América y que es el motor económico de la comarca.

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El camino está señalizado, transitamos por el Pequeño Recorrido CC 15, es todo subida hasta la garganta, con algunos repechos importantes, de hecho el trazado completo, hasta Piornal tiene un desnivel acumulado de 900 metros

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 La ascensión rápida te deja el regalo de  contemplar el valle desde lo alto. Jerte es una delicia y se disfruta con vistas generales como esta. Abajo Navaconcejo de donde hemos partido.

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 El camino está salpicado de bancales de cerezos, comunes en la zona y todo un espectáculo, pero tambien de bosques de robles y castaños, la sombra se agradece en un día caluroso.

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La magia de los colores y las primeras luces del día te embelesan y animan a seguir caminando. Es el valle más escondido, el que no se ve desde la carretera, un valor añadido que ganas caminando.

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La tentación es roja. Jerte se organiza en cooperativas y cuenta con Denominación de Origen propia, es de las más activas de Extremadura y la de mayor éxito. Caminar entre cerezos es una delicia, y una tentación constante.

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La picota del Jerte es grande en salud. Tiene ocho vitaminas, potasio, calcio, sodio y magnesio. Es diurética, no engorda y es un potente antioxidante, por lo que frena el envejecimiento y favorece la eliminación de toxinas.

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 Aunque te distraigan los cerezos, casi caídos por el peso de la fruta, seguir el camino es fácil, no obstante hay que estar atentos a algunos cruces, es un sendero que se divide en muchas ramificaciones que dan acceso a las fincas. Como todo, es cuestión de seguir la señalización.

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 Entre cerezos y bancales la naturaleza se desborda en un valle fértil, de temperaturas templadas en verano y primavera. El Valle del Jerte es visitado cada año por miles de personas, su oferta turística de servicios es cada vez mayor y más variada.

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 El Valle del Jerte, en el norte de Extremadura, es famoso por la floración de los cerezos en primavera; un increíble espectáculo de más de dos millones de árboles tiñendo de blanco las laderas del valle que con los primeros calores del verano se tornan en rojo intenso.

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 El Valle del Jerte se encuentra entre dos cadenas montañosas dentro del macizo de Gredos: la Sierra de Tormantos al sureste (en el macizo central) y los montes de Traslasierra y sierra de Béjar al noroeste (en el macizo occidental de Gredos). Nosotros estamos en las faldas de Tormantos. Si os fijáis, a pesar del calor de junio, aún quedan neveros en la sierra.

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 Es necesario coger fuerzas, aliento, también obligatorio detenerse a disfrutar del entorno. El Valle del Jerte ha sido históricamente el paso natural de Extremadura a Castilla. Tierras de trashumancia, todavía se emplea el Camino Real para conducir al ganado en su viaje a los pastos de verano. Estamos en el Canchal de Truena

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 Reiniciamos la ruta, paseando entre bancales y es que siguiendo una tradición familiar de siglos, más de dos millones de cerezos se cultivan artesanalmente en bancales labrados en las altas montañas del Valle, entre manantiales cristalinos y aire puro.

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 En un alto despejado de la subida, la imagen del valle en su inicio es sencillamente genial. Al fondo Plasencia, el pantano del Jerte y en primer término Valdastillas.

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 Por un momento dejamos el camino amplio y pisamos pequeñas veredas mientras caminamos entre robles y castaños que en esta época están exultantes, generando un fruto que aquí también es muy apreciado, la castaña,  antes de que el otoño los envuelva en esa magia de amarillos, ocres y rojos. Un rincón que llaman el Viñazo de las Ánimas.

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 Andaremos algo menos de un kilómetros por una de las pequeñas carreteras de montaña que hay en el valle para llegar hasta la garganta, no tiene mucho tráfico pero hay que ir con cuidado. Si os fijáis hasta la carretera llegan las cerezas que casi la invaden.

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 Alli está la Garganta de Bohonal que en su caída desde la alturas crea la Cascada del Caozo, un lugar muy visitado.

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 Esta es la cascada del Caozo, recibe cientos de visitas a diario, y es una pena que hoy no se pueda ver sin esa discutible estructura de hierro que a modo de balcón han colocado en la mitad de la foto.

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 Si subes más arriba tienes esta perspectiva de la pasarela, el flujo de visitas es constante. El tamaño de la cascada, también.

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 Agua de sierra, agua de nieves, de manantiales que, en su afán por llegar hasta las aguas del Jerte, crean estas caídas de agua naturales que son un espectáculo.

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 En el Valle Jerte hay muchas gargantas, algunas conocidas como la de Los Infiernos donde están Los Pilones, una marmitas naturales horadadas en la roca que son una delicia para el baño; otras como la de Las Nogaledas, la de los Buitres, la de Las Monjas, la de La Puria o la de Bohonal en la que estamos completan el mapa del agua del valle.

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 Curiosamente este arroyo tiene otra caída más abajo, la de Calderón menos conocida, menos accesible pero también muy bonita. A esta, por cierto, también le han colocado una pasarela un tanto extraña.

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 Me enamora el Valle del Jerte, su luz es un canto a la armonía, me subliman los contrastes, los rincones, los detalles y la orografía del valle es propicia para ello. Reconozco que me gusta el valle todo el año, si ahora en verano este bosque es un regalo, en otoño perderse entre caminos y senderos, bosques y bancales, es inundarte de un sentimiento de paz dificilmente explicable si no has venido. Si a esto le añades sus pueblos de adobe, madera y piedras, es justo reconocer que el Jerte es uno de los mayores tesoros que poseemos en Extremadura.

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 La Fuente del Caozo, una de las dos que flanquean la garganta, buena ocasión para llenar botellas de agua.

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 Tras disfrutar del espectáculo de la Cascada del Caozo, iniciamos el descenso a Navaconcejo, lo haremos seguiendo el vericueto de caminos que peinan la sierra para dar acceso a las fincas.

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 Tomamos por un instante la carretera que baja al Valle antes de meternos entre bancales y comprobar como se trabaja a contrarreloj en el valle y como las cerezas van directamente del árbol a las cajas que no tardarán en alcanzar los mercados.

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 En cualquier rincón, el valle te enseña los dominios inmensos que lo hacen tan particular. En primer término Valdastillas, enfrente El Torno, el mirador del valle y por encima el pico Pitolero 1.352 m de altitud.

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 Me chiflan los bancales, escaleras y escaleras que suben la montaña y que han hecho posible el milagro de las cerezas en el Jerte. Están construidos casi con perfección y se cuidan continuamente para mantenerlos.

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 Regresamos al pueblo en una bajada que nos llevará hasta el río, rodeados de cerezos y gente trabajando.

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 La piedra y la madera son una constante en las construcciones jerteñas, aquí se aprovecha todo.

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 Caminando entre picotas. Sólo en un entorno así de único, con un microclima privilegiado, pueden cultivarse las mejores cerezas de España.

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 Bancales y bancales, cruzamos por caminos y pistas, cerca de la garganta de Balaflor estamos en el paraje de Los Molinillos, ya alcanzamos Navaconcejo con la vista. El descenso se suaviza y no tardaremos en llegar.

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 Nos esperan los amigos de una de las cooperativas de Navaconcejo con el mejor regalo de todos, cajas de cerezas que compramos todos los que vamos como recompensa por el camino andado y para saborear tranquilos en casa lo que hemos visto con nuestros propios ojos.

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 Del árbol a casa en tan sólo un instante. Cerezas del Jerte que se extienden por otras comarcas del norte de Extremadura buscando ese clima necesario para hacerlas crecer; hay muchas cerezas, sin duda, pero las del valle saben a Jerte, y eso es inimitable.

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 El Valle del Jerte en la Sierra de Gredos, un paraiso natural de gran valor, arquitectura, gargantas y bosques bañado por las aguas del Río Jerte. Su nombre se los dieron los árabes quienes bautizaron al río con el nombre de Xerit o Xerete, cuya traducción sería: río de aguas cristalinas o río angosto.

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 El Valle del Jerte es un pequeño edén para el senderista pues te ofrece la oportunidad de descubrir los rincones más singulares a través de una red de senderos que discurren por parajes singulares de gran belleza. Itinerarios de pequeño recorrido, de baja dificultad, para realizar en media jornada o jornada completa. Caminar por el valle, disfrutarlo, descubirlo, o redescubirlo, o recordarlo, el valle no te puede dejar indeferente si el día que vienes te has puesto los ojos de ver, dale al modo admirar y déjate llevar por un mundo fantástico donde el hombre y la naturaleza han hecho un pacto de siglos para mantener el equilibrio; una simbiosis eterna de la que ellos viven y nosotros gozamos.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta de los Molinos. Arroyomolinos

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 La Ruta de los Molinos, en la comarca de Montánchez, en la localidad de Arroyomolinos es un paseo por la historia. Nos lleva a visitar una de las labores rurales ya perdidas pero que en su tiempo debió ser importante fuente de ingresos en la localidad y en todo su entorno. En la llamada Garganta de los Molinos hay una treintena de antiguos molinos harineros, algunos de la época romana o griega, aunque la mayoría se remontan al siglo XIX. La ruta oficial es circular y de unos 15 kms de distancia, es muy sencilla y cómoda. Nosotros hemos decidido alargarla para disfrutar de la comarca y llegar hasta la Sierra de Montánchez. El turismo es un regalo, no sólo en Extremadura; España ofrece variadas posibilidades tanto de ecoturismo como de turismo de playa. Disfrutemos pues.

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores, es muy completo y viene acompañado de abundante información.

La ruta arranca en la parte alta de Arroyomolinos donde encontraremos un panel que, en su tiempo, desgranaba las características de la ruta. Desafortunadamente la falta de manteniento lo hace inservible para el senderista, el sol se ha comido cualquier posibilidad de aprovecharlo y hoy su presencia es testimonial e inútil.

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 Antes de iniciar la ruta encontramos algunas referencias a la Guerra de la Independencia y, en concreto, a la batalla que aquí tuvo lugar y que fue conocida como La Batalla del Arroyo de los Molinos o como la Sorpresa de Arroyomolinos. En ella, un ejercito aliado anglo-hispano-portugués, bajo las ordenes del General Hill, derrotó a las tropas francesas del General Girard.  La recreación de la batalla es una fiesta que Arroyomolinos celebra cada año a finales del mes de octubre

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 La ruta discurre, en su primer tramo, por el Camino de la Garganta que conserva muchos de los elementos de la arquitectura tradicional donde el granito es siempre el protagonista y resiste el paso de los años.

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La ruta nos enseña parajes naturales y caminos de la Sierra de Montánchez y nos llevará a conocer las poblaciones de Arroyomolinos y Montánchez y los recursos de una de las sierras más soprendentes del centro de Extremadura

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 Enseguida nos topamos con los primeros restos de molinos, estos, más antiguos, datan de época romana, y se encuentran en el camino.

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 Casi todos ellos aguantan en condiciones de abandono y comidos por la maleza. Pero la piedra y su arquitectura aguantan el paso de la años para que recordemos la enorme actividad que, sobre todo, en el siglo XIX y comeinzos del XX hubo de haber en esta zona. Son construcciones magíficas y muy bellas.

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 Aquí cruzamos el Arroyo de los Molinos, en otoño e invierno suele llevar bastante más agua y se han dispuesto unas pasaderas de piedra para poder atraversarlo. Está junto a uno molino romano, las referencias del cartel aún son legibles. Con 2000 años aún sigue en pie.

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La acequia del molino romano que llevaba el agua hasta las piedras de molienda deja ver el desgaste de los siglos, pero aún sobrevive.

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Algunos de ellos, como este de la imagen, están fuera del camino hay que entrar en una pequeña finca que lo alberga pero son visbles y localizables. Es curioso, aunque he encontrado pocas referencias, los molinos llevaban el nombre de su dueño, imagino que en el pueblo recordarán algunos pero es complicado saberlo, no hay mucho escrito.

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 Según cuentan en la página local «La molienda suponía un proceso muy interesante, pues los molineros, se ponían de acuerdo para ver que día la realizaban y así soltar el agua de una charca denominada la Charca de la Suelta. Esta, construida en el arroyo y a una considerable altura, aumentaba el caudal y se lograba que el agua llegara en más cantidad a los molinos. Algunos de estos, y gracias a su disposición podían moler con el agua que ya había utilizado el anterior. Con este sistema, podemos decir que se producía un aprovechamiento muy racional del liquido elemento.»

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Seguimos por  la calzada empedrada que, paralela al arroyo, nos ayuda ascender La Garganta y que se usaba como vía de acceso a cada uno de los molinos. La falta de uso y el abandono hace que muchos de sus tramos estén ya muy deteriorados.

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Prácticamente todos los molinos tienen la misma estructura:  una charca, una conducción o acequia, un alto pozo que se denomina cubo y un cuarto donde estaban los mecanismos de molienda. La acequia y el cubo son las partes mejor conservadas en todos ellos al estar hechos en mampostería.

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 A medida que ascendemos hacia la sierra la comarca montanchega se deja ver mejor, abajo Arroyomolinos, en medio dehesa y olivares y al fondo la Sierra del Centinela sonde se asienta la localidad de Alcuéscar.

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 En algunos de los molinos los cuartos o salas de moliendas fueron reconstruidas como albergues. Ignoro si llegaron a usarse porque hoy carecen de puertas y están abandonados; una pena porque la idea era magnífica.

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En algunos casos la maleza va ocultando estas construcciones que dejarán de estar a la vista en pocos años comidas por la vegetación.

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En algunos momentos la disposición de la sierra te deja ver varios molinos a la vez, situados en hilera a lo largo de la garganta.

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 Para mi, la parte más bonita del molino es el cubo, conducción lateral con una caída de unos 8 y 10 metros de altura y que tiene en su parte inferior una estrecha salida por la que el agua sale con la presión suficiente para golpear en la “Rangua”, rueda horizontal que se encuentra en la parte inferior. Como cuenta Sara Fragoso en su blog sobre los recursos turísticos de Arroyomolinos.

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La caída de agua en estos embudos de piedra hacía que la presión moviese las piedras molineras y el trigo pudiese ser molido, son como torres albarranas de una muralla imaginaria.

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 En esta imagen podeís ver cómo era el funcionamiento del mecanismo del molino, extraído de la web municipal, el agua, pasaba de la Charca por la Acequia y caía al Cubo. El molinero esperaba a que este se llenara totalmente y cuando esto sucedía abría una pequeña compuerta denominada Saetín. Esta, situada en la base del Cubo al abrirla dejaba escapar el agua que por causa de la fuerte presión con la que salía, movía las palas del giratorio Rodezno.Dicho rodezno, a través de un fuerte tronco denominado Maza transmitía el movimiento a la piedra superior o Volandera que con su giro sobre la piedra inferior o Solera (sin movimiento) procedía a moler el grano.

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 En los molinos que no fueron recuperados por el ayuntamiento la vieja sala de molienda ha desaparecido y sólo queda en pie la chimenea o cubo

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 Según Sara Fragoso estas piedras son de origen árabe: «De su procedencia árabe es el juego del Alquerque, que está labrado en las piedras de la entrada a dos molinos, este juego data de 1200 años antes de Cristo y fue inventado en el antiguo Egipto que fue transmitido a este lugar con la llegada de los arabes y a lo largo del tiempo siendo utilizado por los molineros que jugaban a él cuando estaban esperando a que el agua llegara a su molino mientras iba descendiendo el caudal del arroyo para su entero aprovechamiento de molino a molino.»

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Hay algunos, pocos, que presentan un aspecto estupendo, fueron restaurados y dan idea de cómo eran en realidad cuando estuvieron funcionando

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En la sala de molienda se ve la restauración que se hizo, la pena es que el abandono, y el vandalismo claro está, hagan que puertas y ventanas se encuentren arrancadas y que su aspecto sea de todo menos habitable.

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Algunas de las acequias presentan un refuerzo en sus paredes, vistas desde dentro presentan este aspecto tan singular.

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No están ninguno cerca del agua. «Los molinos suelen estar separados convenientemente del cauce del arroyo para evitar las inundaciones que provocarían fuertes crecidas.»

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Esta imagen del cubo y su interior da idea de la caída del agua y la fuerza con la que moverían las piedras.

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Así se saca esta imagen. Teo buscando la perspectiva de la imagen que habéis visto.

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 Colocado sobre este promontorio de piedra, subí la cámara y capté la imagen de Arroyomolinos (antes de Montánchez) situado en la zona de transición entre la Sierra de Montánchez y las Vegas del Guadiana por ello goza de dos diferentes tipos de relieve que , a su vez, constituyen dos unidades paisajísticas distintas.

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 El pequeño valle por el que discurre la garganta casi no es visible hasta que te adentras en él, el paisaje adehesado, los olivares que rodean la zona no te hacen pensar que exista un vergel como este, rodeado de agua, y gracias a ella, la economía del pueblo se sustentaba en esta garganta que viene de la Sierra de Montánchez, pero la sierra guarda muchas más sorpresas.

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De algunos molinos apenas quedan restos,  El tiempo los va borrando.

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 La tierra, la maleza los integran en el paisaje; se resisten a caer pero la naturaleza tiende a restaurar el orden primario, el liderazgo sobre el equilibrio, una simbiosis que se rompió con la llegada de otro progreso, cuando estos molinos cayeron en olvido al dejar de ser rentables por la llegada de la electricidad entre los años 40 y 50, y fueron abandonados a su suerte.

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Bien mirado son parte de su propio paisaje, han adquirido sus colores, se mimetizan con el entorno.

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El camino que los unía es apenas una vereda, los elementos más frágiles ya no están, queda la piedra que les da forma, los identifica como molinos, hace décadas al servicio del hombre, hoy para su deleite.

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El arroyo de los Molinos es apenas visible durante el trayecto, no demasiado generoso en agua, su sonido te acompaña durante el ascenso; esta pequeña cascada lo descubre cerca de las ruinas de un  molino.

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Sigue la ruta rodeada de molinos, es constante la sucesión de uno tras otro. Mientras paseas por el entorno imaginas la actividad que debió tener la garganta en tiempos en que estas pequeñas fábricas estaban a pleno rendimiento.

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 Algunas de estas construcciones son de épocas anteriores, debieron ser las primeras, construidas enteramente en piedra se yerguen todavía altaneras con la estructura intacta.

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 Es una delicia caminar y toparte con ellos a cada paso, la veintena que aún se mantienen convierten la ruta en un parque temático de la economía rural de finales del XIX y principios del XX, aunque la sabiduría para hacerlo se remonte dos mil años atrás.

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De todos los molinos, solo uno, el último, está habitado, recuperado por su dueño hoy es una pequeña casita de campo, bastante original por cierto.

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 Aquí finaliza el recorrido por la Garganta de los Molinos, dejamos el terreno sembrado de viejas construcciones harineras que tanto nos han impactado, un pedacito de historia flanqueada en un pequeño valle que conforman la Peña Aguilera y la Barrera Berenjena. Un pequeño arroyo al que encontraron uso ya en tiempos de los romanos y que la historia han mantenido viva. Ponerla en valor es una tarea que no debería demorarse.

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 Nosotros seguimos la ruta hacia la Sierra de Montánchez por caminos empedrados que recuerdan viejas calzadas romanas.

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 Recuperamos el paisaje montanchego lleno de olivos y bancales, olivares en escalera les dicen por aquí, subiendo por el que llaman Camino de las Vaquerizas.

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 Una pequeña fuente en el camino nos devuelve el sonido del agua, en breve el paisaje cambiará totalmente. Bosque y sierra.

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 En este tramo luce magnífica la calzada empedrada, un reflejo más de la importancia de los caminos en otro tiempo, donde los coches eran un sueño y animales y hombres los usaban a diario para las tareas agrícolas o para traer y llevar mercancía de un pueblo a otro. Supervivencia.

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 Deliciosa vista de las tierras de Montánchez, la Garganta de los Molinos por la que hemos subido, en medio de la foto el pico de la Cenicilla y al fondo Arroyomolinos.

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Esta es una construcción muy típica en la comarca, portadas adinteladas con grandes losas de granito dispuestas en las entradas de muchas pequeñas fincas.

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 Dejamos atrás la dehesa y el llano y nos adentramos en un magnífico bosque de castaños que en otoño es un espectáculo, un poquito más adelante el camino se desdobla, si giramos hacia la izquierda iremos directos a Montánchez por el trazado que han marcado como oficial. Nosotros giraremos hacia la derecha para disfrutar un ratito de la sierra y subir a Roble Gordo donde se instalan las antenas que los extremeños conocemos desde siempre.

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 Es un lugar magnífico que rezuma primavera, paisaje que suele ser más habitual encontrar en la sierras del norte de la provincia, pero no olvidemos que la sierra de Montánchez alcanza los 994 metros de altitud, en este punto estamos a unos 875 m.

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Es primavera y se deja notar, ha sido año de aguas y la tierra lo agradece de esta forma.

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 En este lugar coincidimos con algunas de las rutas marcadas en Montánchez, la Ruta del Castañar, señalizada con postes rojos, a través de un cómodo paseo esta ruta nos permite disfrutar del magnífico espectáculo cambiante que ofrece el bosque de castaños a lo largo del año, dándonos la sensación de estar visitando una ruta distinta en cada estación que la visitemos.

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 O la Ruta de Donde Nace, señalizada con postes azules y nos permite recorrer gran parte de los ambientes presentes en la sierra lo que la hacen especialmente atractiva. El nombre lo recibe porque en breve pasaremos por el nacimiento del Arroyo de los Molinos.

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A medida que ganamos altura, lo hacemos en horizonte y en vistas. Al fondo se ve Alcuéscar y su Sierra del Centinela, y más al fondo aún, las estribaciones de la Sierra de San Pedro y la Sierra de la Lombriz.

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Aún se otea Arroyomolinos y sus escaleras de olivos, estamos en el camino de las Gargantas.

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Aquí nace el Arroyo de los Molinos que regará la garganta del mismo nombre y que daba sentido a los molinos que hemos visto.

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 Estamos ya arriba de la sierra, serpenteando por el camino de las gargantas en busca del punto más alto, aunque no subamos al pico, dejaremos referencia de algunas curiosidades de este paraje.

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Es primavera en Extremadura y se deja notar en el campo.

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Entramos en el Camino de la Sierra, cerca del cúmulo de antenas que permiten muchas de las comunicaciones y señales de TV de la región, siempre hemos dicho que las antenas de nuestra tele tienen que mirar (orientarlas) a Montánchez, esta es la razón.

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 Estamos en Roble Gordo este sitio es bastante especial pues aquí se encuentra, lo veis en la señal, el que durante siglos se ha llamado ‘El cancho que se menea’, una piedra que se movía al empujarla con una sola mano. Hace 76 años apareció tirada la enorme cabeza del coloso. Se asegura que la echaron por tierra, a mala idea, un grupo de militares franquistas en julio de 1937. Esa es la gran roca que desde agosto de 2013 volvió a dominar la Sierra de Montánchez. Eso sí ya no se ‘menea’, por razones de seguridad se ha fijado con resina. Pero merece subir a ver la mole de 15 toneladas que el ayuntamiento a colocado en su lugar original y que los investigadores llamaban, de manera más fina ‘la piedra bamboleante’.

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Tomamos a la izquierda por el Camino de Chamorro siguiendo las indicaciones de la ruta para meternos por este viejo sendero empedrado protegido por robles y castaños.

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 Cerca de Montánchez, su castillo ya se muestra en lo alto, vigilante, una de las contrucciones defensivas más singulares de Extremadura, no sólo por su posición privilegiada, sino por ser  un fiel exponente de lo que fueron los castillos de la Reconquista en la Edad Media.

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 Mientras descendemos por la zona de la Abejarana, en este pequeño bosque aún econtramos antiguas construcciones pastoriles en un enclave que los montanchegos conocen como ‘el bosque de los castañales’.

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 Por estos pagos podemos ver, aún en pie aunque tapiadas casi todas, los antiguos accesos a las fincas construidos con grandes lanchas de piedra que, no dudo, tendrían un uso concreto. Y su razón y filosofía, me quedo con las ganas de conocerla.

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Montánchez es tierra de jamones, de aceite y de vino, queda patente.

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 Hay que atravesar el pueblo de Montánchez, debemos buscar el Camino Real de Mérida conocido también como “El Revuelo”, pues pasa junto a una fuente con ese nombre. Desde la plaza, es fácil acceder al camino, pues solo hay que tomar la calle situada en su esquina izquierda; vista en esta posición desde la entrada a la plaza por el Altozano. Una vez en esta calle solo debemos desviarnos en la primera a la derecha que nos conducirá hasta el inicio del camino.

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La senda, camino empedrado, desciende bruscamente abandonando la sierra y dejando arriba los restos de la muralla del castillo.

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 Salimos de Montánchez por una zona de huertas con higueras y olivares, un camino transitado con mucha actividad agrícola y también de ocio, es utilizado para pasear.

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El castillo desde aquí es muy diferente. La alternancia de moros y cristianos en su dominio posibilitó la adición de elementos arquitectónicos de tipología cristiana sobre la primitiva obra musulmana: de esta época persisten sus tres aljibes y parte de su trazado.

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Dejamos arriba la vegetación propia de la sierra, la escondida frondosidad de unos de los techos de la región y volvemos a la dehesa, tierra domada de cultivos y ganadería, porque excepto sus tres grandes sierras (Montánchez, Centinela y San Cristóbal) la comarca montanchega es muy llana.

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Camino empedrado en el que hay varias fuentes de piedra, camino real que comunicaba la zona con la Vía de la Plata romana.

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 Según las indicaciones oficiales: «En el punto donde nuestro camino se cruza con una pista asfaltada, debemos abandonarlo para seguir esta hacia la izquierda. Así llegaremos a la carretera que continuándola hacia la izquierda y a menos de un kilómetro nos acerca al final de la ruta en Arroyomolinos. (Antes era posible finalizar la ruta por sin pisar el asfalto, pero el camino que hacía esto posible, se encuentra hoy en día intransitable a causa de la maleza que lo cierra.)»

Por supuesto, y yendo con Teo era de esperar, optamos por el track oficial y dejamos lo fácil para otros, nos costó unos cuantos arañazos pero merecía la pena. De cualquier forma es lamentable que te avisen de que tienes que desviarte por la maleza y que no limpien el camino que sería lo lógico.

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Merecía la pena porque disfrutamos del bosuque mediterráneo en estado puro y de algunos rincones magníficos, a pesar de los rasguños y arañazos.

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Así retomamos por el camino del Carrasco hasta Arroyomolinos, fin de la ruta, un camino circular que nos llevó desde el llano a la sierra para descender de nuevo. Camino singular, sin duda.

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Desde la antigüedad los molinos harineros han sido elementos necesarios en la  cadena de producción del pan, recurso alimenticio básico que ha posibilitado la vida de  las personas que se han asentado en el entorno rural. Son, por tanto, un patrimonio heredado de  las culturas o civilizaciones que se han sucedido a lo largo de los siglos en nuestro  territorio, y por ello, objeto de admiración para comprender su evolución y adaptación al  medio natural. Me quedo con estos versos de Tirso de Molina en su poema al molino del amor, por la nostalgia que desprenden:

-Molinico, ¿por qué no mueles?
-Porque me beben el agua los bueyes.
Vió el amor lleno de harina
moliendo la libertad
de las almas que atormenta,
y ansí le cantó al llegar:
-Molinero sois, amor,
y sois moledor.
-Sí lo soy, apártense,
que le enharinaré.

La Ruta de los Molinos guarda la esencia. Hay muchos elementos del paisaje rural extremeño, caídos en el abandono, recuerdo de una vida dura que ya superamos afortunadamente, hoy testimonio del abandono de muchas de las labores agrícolas, superadas por una modernidad más global y competitiva. En estos molinos, testigos de historias, testimonio de historia, las raíces de árboles y el abrazo del matorral se incrustan en las heridas abiertas de su olvido. Ya no hay agua, no hay molineros, ni piedras de molienda, a nadie parece preocuparle, será que como dice el refranero: «Amigo que no da pan, y cuchillo que no corta, aunque se pierdan no importa».

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014