Ruta Piedras Labradas. Jarilla

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El collado de Piedras Labradas se encuentra a 1.070 metros de altitud; así se conoce a una meseta que fue allanada, creada por el ser humano. La ruta que parte desde la localidad de Jarrilla, nos llevará a esa sierra donde encontraremos los restos del edificio. Los bloques de piedra están tallados con un corte perfecto, de ahí le viene el nombre al lugar.
Sobre su origen se barajan varias hipótesis, una, datada, un templo romano dedicado a alguna deidad, aunque no es habitual que los romanos construyesen a tanta altura. Hay quien opina que tuvo que haber en el lugar un asentamiento vetón, o al menos un lugar sagrado sobre el que se edificó el templo. Otras teorías se inclinan por que en la meseta hubiera un puesto de comunicaciones que enviase, mediante fuego por la noche y con destellos por el día, señales a la ciudad de Cáparra, visible desde el collado. También es posible que el emplazamiento cumpliera labores de protección y vigilancia sobre una ruta secundaria que uniría la Vía de la Plata con el Valle del Jerte. No hay que olvidar tampoco que muy cerca de aquí había una captación de aguas que abastecía a Cáparra.

La ruta que proponemos es circular, de apenas 14 kms, pero con algún tramo de dificultad media, ya que el desnivel acumulado es de 600 metros y otros tantos de bajada, pero las vistas de las Tierras de Granadilla y del Valle del Ambroz son magníficas.

Os dejo el track para GPS ya os digo que nosotros, en el kilómetro 9,6, en el Collado del Cerezal, nos apartamos del camino señalizado y optamos por bajar por una vereda más complicada pero más bonita, pero si esta opción no os convence sólo tenéis que seguir el trazado señalizado (PR amarillo y blanco) que os devuelve al  camino de vuelta, sobre el mapa se aprecia perfectamente, en este caso salen unos 16 kms, pero de menor dificultad.

Nosotros comenzamos en Jarilla, a los pies de los Montes de Traslasierra.

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Jarilla pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, situada en la falda oeste del Sistema Central, en los Montes de Traslasierra. Con apenas 100 habitantes posee varias casas rurales; el único bar es el centro social, junto al Centro de Día y la iglesia de San Gregorio en su pequeña plaza mayor. Protegida por el pico de Cabeza del Santo, 1.478 m altitud, está bañada por la Garganta Perdida y la de Cabera y cuenta con una coqueta piscina natural.

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Arrancamos la ruta en la plaza, bordeando la iglesia; enseguida nos toparemos con este lavadero restaurado, aunque ya no en uso, imagino.

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Comenzamos por una pista asfaltada que encara la sierra y que enseguida se convertirá en camino de tierra.

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La ruta está señalizada como PR (amarilla y blanca), aunque no está homologada por lo que hay que estar atentos al track para no perderse en los cruces que nos encontraremos. Lo que vemos en cuanto dejamos el pueblo es el valle con las Hurdes y la Sierra de Gata al fondo.

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Los primeros kilómetros discurren por el paraje de Las Pozas en un entorno de dehesa muy agradable, de momento, paralelos a la sierra.

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El camino asciende poco a poco, mientras caminamos por las Colmenillas, disfrutando de una primavera exuberante en este final de mayo cuando hicimos la ruta.

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Venimos andando por los caminos tradicionales que unían los pueblos de la zona, de hecho, podéis optar por comenzar en Cabezabellosa, una localidad situada unos kilómetros más allá y así hacerla un poco más larga si queréis sumarle más tiempo al paseo.

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Dejamos por un momento la cómoda pista de tierra para coger un pequeño atajo, no hay que preocuparse, el desvío está señalizado.

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Mientras, disfrutamos de la vista del Valle del Ambroz con Casas del Monte en primer término y Segura de Toro al fondo.

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Son apenas unos metros porque enseguida volvemos al camino original, mientras pasamos cerca del Canchal del Moralejo, nos queda más o menos kilómetro y medio para comenzar la subida al collado.

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La ruta, en estos tramos, está muy bien señalizada, hay un cruce con una señal y un mapa gráfico de la zona y el recorrido de la ruta; dejamos el camino que nos llevaría a Casas del Monte y, junto al arroyo de las Gorroneras, nos preparamos para el ascenso.

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El ascenso, de poco más de 4 kms, no es muy exigente aunque el desnivel acumulado es de unos 400 metros.

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Este paraje que llaman el Horquito es un magnífico robledal, muy cerrado en su parte más baja.

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Más abierto a medida que ascendemos pero con ejemplares de robles impresionantes. En esta zona hay que estar atentos al track y a las señales del PR porque no siempre están claras.

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Un pequeño llano descansa las piernas antes de atravesar las pequeñas vaguadas que crea la montaña.

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Lo cierto es que la altura, a unos 900 metros de altitud ya, nos permite disfrutar de este hermoso valle, bañado por las aguas del río Alagón, aquí embalsadas por la presa de Gabriel y Galán. Tierras de Granadilla.

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Nos abrazamos a la ladera del Risco Llano, la montaña cambia de paisaje a cada momento, esto embellece aún más la ruta.

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Sorteamos pequeños arroyos, este del manantial del Colchón, en una primavera que no olvidaremos por su exuberancia, con el que encaramos la última subida antes de llegar al templo.

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Pero aquí arriba, emocionados, es difícil no dejar descansar las piernas y echar mano del móvil o la cámara y recoger este inmenso y rico valle atravesado por la Vía de la Plata, hoy A-66, aunque los vestigios romanos siguen encaminando los pies hacia el norte, Gijón o Santiago.

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Aquí veréis una pequeña valla ganadera con el señal de PR, hay que abrirla y no seguir el camino de la derecha. Nosotros lo hicimos y tuvimos que saltarla un poco más adelante sin mayor problema. Por cierto recuerda: cancela que se abre, cancela que se cierra.

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Detrás de nosotros la sierra de la Cabrera retiene las nubes, cerca del collado de las Yeguas que facilita el paso al Valle del Jerte.

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Aquí la humedad y la umbría mantienen florecidas las peonías, o rosas de Alejandría como llaman otros. Un último esfuerzo para disfrutar del misterio de un lugar mágico

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Lo primero que nos encontramos es el antiguo vallado que protegía el templo. Debéis imaginar que entonces esto era un bosque de robles que rodeaban este lugar de culto donde, protegidos por árboles sagrados, se reunirían los vetones para venerar a sus divinidades vinculadas a la naturaleza.

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Tras la dominación romana de la Lusitania, el lugar se convirtió en un templo, era un pequeño edificio a dos aguas de una sola entrada, muy parecido al que se conserva a la entrada del puente romano de Alcántara y que el imperio construía por todo el territorio. El expolio que sufren muchos de estos yacimientos ha hecho desaparecer muchas de las piedras, incluso algunas de las aras votivas, pequeños altares dedicados a los dioses que se veían hace unos años.

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El collado de las piedras labradas está marcado por esta historia de culto y misterio. Allanado por la mano del hombre para sus fines espirituales, pero también defensivos. Desde aquí era visible la ciudad romana de Cáparra y, por ello, hay quien sostiene que el lugar bien pudiera albergar un puesto de vigilancia, por una parte, del abastecimiento de agua a la ciudad, en unos montes repletos de manantiales, y por otro, defensivo. He leído que se piensa que pudiese haber un punto de vigilancia que, desde la altura, avisase a la ciudad a base de señales de humo o luminosas en caso de peligro. Por cierto, cuando regreséis os aconsejo visitar los restos de la ciudad de Cáparra y su centro de interpretación para que entendáis la importancia de este asentamiento romano que fue un importante nudo de comunicaciones en el eje norte-sur y que conserva el único arco cuadriforme de España.

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El collado de Piedras Labradas, a 1.062 m de altitud, ofrece vistas magníficas, como estas de la localidad de Cabezabellosa protegida por el Cerro del Búho, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Castillo.

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Después de disfrutar del lugar e imaginarnos las historias que aquí se debieron vivir, iniciamos el descenso de nuevo al punto de partida.

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El Collado, rodeado de vegetación baja, nos despide rodeados de cantuesos, o lavandas (lavándulas) o tomillos borriqueros como llaman en otros y disfrutando de su aroma intenso.

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Sol y nubes en este día de primavera, sigue la señalización acompañando el camino, por cierto, el tramo de bajada, está marcado como ruta principal en algunos tracks, pues el oficial de la comarca, lo realiza con subida y bajada por el mismo camino, por este.

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El hecho de que hayan podio expoliar el yacimiento tiene que ver con que el camino es de fácil acceso para algunos vehículos, por lo tanto llegar hasta arriba en coche es posible.

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El camino discurre ahora entre callejas de piedra muy habituales en la comarca. El granito es abundante, tanto es así que para construir el templo de Piedras Labradas no hubo que subir las piedras, ya estaban aquí.

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Cuando hemos descendido unos cien metros llegamos al collado del Cerezal, aquí es donde decidimos desviarnos por una pequeña vereda señalizada con mojones. Aquí la ruta se complica porque la pendiente es fuerte y hay piedras sueltas, pero es mucho más bonita. Estamos en el kilómetros 9,6, se puede ver en el track perfectamente. Si no os decidís por esta variación sólo tenéis que seguir la pista que sigue señalizada con las marcas de PR que os devolverá al camino original de Jarilla a Casas del Monte donde sólo hay que desandar los pasos.

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Nosotros traemos el track, nos ayudan los mojones de piedra, porque la primavera tapa por momentos la pequeña vereda por la que transitamos.

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Bajamos haciendo zigzag, de hecho nos volvemos a topar con otro camino, paralelo al que hemos dejado; quiero decir que si esta primera bajada os ha parecido complicada sólo tenéis que seguirlo y os llevará al camino de salida y la señalización de pequeño recorrido, lo vais a reconocer porque en el camino hay una pequeña tubería negra de agua.

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Pero nosotros seguimos el descenso por este magnifico lugar, a quienes nos gusta el senderismo nos atrae más caminar por pequeñas veredas que por pistas o caminos. Estamos en la Jerdillera.

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Así llegamos a la Garganta Perdida, o garganta primera, que no hay que cruzar, iremos paralelos a ella hasta llegar al pueblo.

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Puro bosque mediterráneo en esta parte de la sierra donde encontramos estos impresionantes bolos graníticos.

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Vegetación más densa en la parte baja de la sierra, donde alcornoques y encinas se disputan el terreno, ya el trazado es llano y las piernas descansan de la pronunciada bajada de 400 metros de desnivel en apenas dos kilómetros.

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La callejas de piedra nos marcan el camino, como haciéndonos la ola, como ese público que se apelotona a la llegada de los grandes eventos deportivos, eso sí, en silencio.

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Camino ya del pueblo pasamos por la pequeña piscina natural de Jarilla que en verano ofrece agua fría para quien guste de estos parajes, cuenta con merendero cercano para pasar el día.

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Desde aquí una pista cementada nos lleva hasta el pueblo donde damos por finalizada la ruta.

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Nos queda la satisfacción de haber subido hasta una parte de la historia, de la cultura vetona, de la posterior dominación romana. Hasta nuestros días ha llegado con el nombre popular de Piedras Labradas; escondida a la vista, esta atalaya de dioses y guardianes presenta un aspecto manifiestamente mejorable, pero esto nos ocurre con frecuencia en Extremadura, y en el resto de España, no acabamos de poner en valor estos vestigios que retratan de dónde venimos. La roma imperial tuvo, y tiene, mucho peso en la historia de esta región. Pero los vetones fueron un pueblo importante, una civilización que ha dejado repartida su cultura por toda la región, sobre todo el norte, como pone de manifiesto el berraco que se conserva en la cercana localidad de Segura de Toro.

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Jarilla, 100 habitantes, conserva el equilibrio tranquilo de las pequeñas localidades cacereñas que aún sobreviven a un, imparable hoy, fenómeno de despoblamiento rural. Los niños juegan en la calle, los turistas ocupan los alojamientos rurales y los mayores mantienen sus costumbres. Nosotros hemos venido a romper la armonía del pueblo por breves momentos, ante la alegría y la sorpresa de los aldeanos que nos saludan orgullosos por haber venido hasta su pueblo. Seremos tema de conversación esta tarde, seguro, estos chicos de ciudad de colores chillones que vienen a ver sus piedras labradas, el templo que aún les vigila, y les protege, silencioso y abandonado.

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Una de las satisfacciones de caminar por el campo, es encontrarte lugares sagrados como Piedras Labradas, y poder contarlo, e invitar a quienes aman y estudian la historia a recorrer el camino que vetones y romanos andaron y desandaron tantas veces. Y confirmar que la historia, además de las grandes ciudades y los conocidos monumentos, la escribieron también estos sencillos enclaves tan necesarios para entender cómo vivían nuestros antepasados, los que dejaron un ADN que hoy nos ha convertido en lo que somos. Lo mejor, como siempre, hacerlo Andando Extremadura.-

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Ruta Caminos tradicionales del Alto Aravalle. Ávila

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Extremadura hace frontera con Castilla León o lo que es lo mismo, la provincia de Cáceres hace frontera con la de Ávila; donde termina el Valle del Jerte, en el Puerto de Tornavacas, comienza la Comarca del Aravalle, un descubrimiento. Dentro del  Parque Regional de la Sierra de Gredos, la Comarca del Aravalle es una zona de altísimo valor natural que aún no ha sido invadida por el gran público, que mantiene así su sabor rural y la calma que pocos lugares pueden ofrecer. La comarca del Aravalle, o Alto Aravalle, recibe el nombre del río que la cruza pero no intentéis buscar mucha información porque no la encontraréis; sorprende que las webs de turismo, diputación de Ávila y Junta de Castilla y León, no incluyan ninguna información sobre ella. Una de las características más especiales de este valle es que se encuentra situado a 1.100 m de altitud y esto le confiere unas peculiaridades propias. Conserva sus pueblos casi intactos y aquí es donde radica lo especial de este ruta: paisajes propios de Gredos y pueblecitos con encanto. En esta ocasión lo organizaba el club extremeño GR-100 Y fue una jornada fantástica.

La ruta de los caminos tradicionales del Aravalle es circular y pasa por todos los pueblos de esta recoleta y bella comarca que atraviesa el río Aravalle. Tiene una longitud de unos 16 km y un desnivel prácticamente nulo, con lo que completarla tranquilamente pueden ser unas 4 horas y media.
Su recorrido discurre por caminos tradicionales y cañadas y a su vera se extienden los campos que normalmente acogen al ganado en sus pastos. Está señalizada como PR-AV 51

Os dejo el track para GPS

Nosotros arrancamos en la pequeña población de Puerto Castilla, en las inmediaciones del puerto de Tornavacas. En su término municipal, en la sierra, se encuentra la laguna del Barco o de Galín Gómez.

Enseguida salimos del pueblo por el norte siguiendo la señalización de la ruta rodeados de abundante vegetación.

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La ruta está bien marcada, se trata de un pequeño recorrido, PR, homologado, cómodo y con abundante sombra. Si lo hacéis en otoño invierno es posible que encontréis nieve.

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Enseguida cruzamos el cauce del río Aravalle. Hay que vigilar la época del año en que hacemos la ruta porque podemos tener dificultades para cruzarlo.

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A continuación nos adentramos en el castañar de la Perigalla, una zona de magníficas arboledas con grandes robledales, pinos y castaños.

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Es flora de sierra, típica de zonas húmedas casi perennes todo el año.

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El entorno, muy rural, deja entrever que está poco explotado como comentaba al inicio del post.

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Robles, pinares…

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…y hermosos castaños de porte señorial con centenares de años a la espalda.

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En el paraje de Prados de los Conejos nos encontramos con varios castaños centenarios

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Apenas a dos kilómetros entramos en el segundo pueblo: Santiago de Aravalle donde destaca la torre de su iglesia parroquial declarada en 1981 Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento.

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Pequeñas localidades con las calles contadas donde viven apenas unas decenas de vecinos pero que conservan un encanto especial; seguimos camino.

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Como contaba es un paraje llano, una meseta que casi podría ser un altiplano; mires donde mires te rodean montañas; este prado en medio de la cadena montañosa del Sistema Central es una delicia.

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Dejas los bosques de robles y pinos y te encuentras rodeado  de castaños por caminos amplios y muy cómodos.

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Cerca de la Garganta de Solanas la vegetación de ribera rodea el camino, es un paisaje que cambia continuamente.

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A nuestra izquierda la sierra de la Serenita y, justo detrás, aunque ahora no la veamos está la sierra de Candelario.

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Al otro lado, el Gredos más salvaje, el más pateado; la Sierra de Galín Gómez, las lagunas, el Majón Alto. La montaña que aquí se antoja tan cercana y que al pisarla parece interminable.

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Cerca de las Casas del Rey seguimos hacia el siguiente pueblo del Aravalle, Retuerta. La ruta es fácil y la señalización buena.

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Hay muchos pequeños núcleos abandonados, como el anterior de Casas del Rey o este de la Venta de las Veguillas.

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Tienen ese aspecto de lugares situados a la vera de las carreteras nacionales, cuando se viajaba sin prisas y las familias, o los coches llenos de familia, hacían parada y fonda, buscando el descanso. Las grandes vías, y los cambios de costumbres, los sumen en el olvido. Justo en este punto cruzamos la N-110 y caminamos junto a ella unos 300 metros para tomar una pequeña carretera a la derecha.

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Aquí volveremos a cruzar el río Aravalle, cerca de la presa de Retuerta.

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Y llegamos a Retuerta, una de las cinco pedanías del pueblo de Umbrías; apenas unas calles en las que parece no vivir nadie; pero sí te cruzas con algunos aldeanos que agradecen la visita.

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En su pequeña plaza, mirando a Gredos, con fuente incluida, hacemos un pequeño descanso.

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Y como hay que economizar, me llama la atención esta fachada: ¿por la mañana consultorio médico y por la tarde teleclub? Por la mañana curamos el cuerpo y por la tarde el espíritu. Digo.

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Y dejamos Retuerta. Y van tres pueblos y varias pedanías hoy abandonadas. Unos metros de esta pequeña carretera.

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Unos metros, apenas 200, en este paraje llamado los Arciprestes, tomaremos el desvío de la izquierda que está indicado. Nos llevará por un pequeño camino arbolado, rodeado de paredes de piedra.

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Y llegamos a Umbrías, pueblo algo más grande, de apenas un centenar de habitantes y que conserva, no muchos, algunos detalles de su arquitectura popular con casas circulares y dos entradas que se cerraban para protegerse de los lobos. Cuando había lobos y mucho ganado.

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Este magnífico paisaje que te rodea de continuo. Gredos, el risco de la Campana, a la derecha la cuerda de la Ceja y en el margen derecho otro de los pueblecitos de la comarca: Solana de Ávila, aunque por él no hemos pasado.

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Aquí podéis encontrar un pequeño bar para comer algo. Un pueblo que ve con alegría que un pequeño grupo de senderistas rompa la monotonía del lugar, y de paso deje algo de dinero y bullicio.

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Pero hay que seguir y volvemos al camino que ahora hacemos por la parte baja de la falda de la sierra. La actividad ganadera de Umbrías se deja ver.

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Esta parte del valle es más boscosa y la sombra de los árboles nos acompañará hasta el final, estamos pasando muy cerquita de otra pedanía: Las Casas de Maripedro.

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No andamos mucho y atravesamos la pequeña aldea de Las Hustias, dependiente también de Umbrías, con  apenas unas casas.

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En esta sucesión de pequeños núcleos rurales, es el encanto del camino además del paisaje, llegamos a Casas del Abad, también pedanía de Umbrías y con menos de 50 habitantes. Estos pequeños poblados son apenas una calle alrededor de la carretera, pero tienen un toque especial.

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Un tipismo rural que nos llama la atención; casas abandonadas junto a otras reformadas donde perduran unos pocos habitantes.

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Es la armonía del tiempo detenido, roto por nuestros pasos y la conversación de un grupo que atraviesa estas calles con sorpresa y desconocimiento. Tan cerca del bullicioso Valle del Jerte, tan diferente y tan tranquilo.

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Paisaje de Gredos, praderas verdes para el ganado que tan bucólicas nos parecen a los urbanitas

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Y entre pueblos sigue la ruta. Ahora Gilgarcía, una aldea de origen medieval, siempre formó parte de la tierra de la villa de El Barco, integrada en el señorío de Valdecorneja, que perteneció a los duques de Alba hasta el siglo XIX. Donde destaca la iglesia de San Sebastián, de pequeñas dimensiones, presenta una apariencia hermosa y sobria. La torre levantada a los pies estaba originalmente separada de la iglesia pero en la actualidad se encuentra adosada a un pequeño añadido de mampostería que ocupa el vacío que existía entre ambas construcciones.

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Y por los que llaman los Prados Chicos dejamos la estela de los pueblos del Aravalle para volver al principio

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Prados Chicos que nos enamoran en este pequeña meseta del Valle del Tormes. La práctica de la trashumancia sigue siendo habitual en esta zona de la provincia. Cuando comienzan los fríos los ganaderos de la zona bajan sus ganados hacia Extremadura a través de cañadas reales y cordeles, siguiendo un Código de Honor que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que supone todo un rito.

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Delicioso valle que sorprende a quien no lo conoce, espectacular paisaje rodeado por las cumbres de Gredos que tenemos tan cerca los extremeños pero que no conocemos. Asoma la torre de Santiago de Aravalle que disfrutamos nada más comenzar la ruta.

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Caminos intactos que recorren sus pueblos y que ahora, señalizados y homologados, se ponen al servicio de la contemplación, al placer del paseo; protegidos por un bosque que amplifica su belleza.

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Caminos y puentes como este que salva la garganta Gardiel. Caminos hoy ya en desuso para bestias y personas que han sucumbido a las mas cómodas carreteras y que ahora mantienen los pasos de senderistas y ciclistas

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Y así volvemos al inicio. A Puerto Castilla, enamorados de este pequeño territorio olvidado por propios y extraños. La otrora imprescindible Nacional 110, que conecta Plasencia con Ávila, era la vida de este rincón. Cuando llegaron autovías, como la A-66, que lo hace todo más fácil, cayeron en olvido y su mención es sólo recuerdo.

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En Puerto Castilla reponemos fuerzas y aún tenemos algunas de sobra para celebrarlo bailando. La amistad del camino se refuerza al final de la ruta, cuando sabes que has llegado y el autobús te asegura un cómodo viaje de vuelta.

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Foto de grupo para decir hola y adiós. Y hasta la próxima.

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La Sierra de Gredos, techo de Castilla y Extremadura, corazón pétreo de España, como la definiera Unamuno, está situada entre las provincias de Cáceres y Ávila, y sus altas cumbres son el emblema natural por excelencia del Sistema Central, de comarcas cacereñas como la Vera, Jerte o el Ambroz, o esta avileña del Alto Aravalle. El macizo central de Gredos se extiende desde el Puerto del Pico hasta Tornavacas, e incluye el Circo de Gredos y muchas cumbres que son el deleite de senderistas y montañeros; un paisaje que se antoja tan lejano pero que tenemos tan cerca. Quienes disfrutamos de las cumbres de Gredos y sus alrededores, sabemos de qué hablamos. Afortunadamente.

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Ruta Pico Blanco

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Dicen que el pequeño pueblo de La Pesga es la puerta de Las Hurdes, encajonada entre el puerto de Perancho y el río Los Ángeles, a los pies de la Sierra de la Vaqueriza y el Manzano, donde se juntan el río de Los Ángeles y el Alagón, entre la zona de Hurdes y el Valle del Ambroz. Cerca, el río Hurdano ha caído en brazos del Alagón y alegra los niveles del Embalse de Gabriel y Galán; allí donde el río de los Ángeles se deja querer por los arroyos Cambrón, Cambroncino, Esperabán… las aguas de Hurdes. Sí, Las Pesga es Hurdes, es su estado natural; el reparto administrativo la sitúa en Tierras de Granadilla, pero esas cosas son por dinero y nada tienen que ver con los paisajes. Esas Hurdes bajas disputadas desde siempre junto a otras localidades como Casar de Palomero.

Y este paisaje es de los que enamoran. Las referencias de este trazado que encontraréis en la web de la comarca son las de una ruta circular con salida y llegada a La Pesga. Pero nosotros hemos querido arrancar un poco más allá, en Casar de Palomero, en Las Hurdes. Un trazado que discurre por la cuerda de varias sierras que nos mostrarán, en todo momento, la belleza hundida, entre valles y montañas, de las Hurdes, y la enorme extensión de las Tierras Granadillas y sus islas en el entorno del Embalse de Gabriel y Galán. Espectacular, es la mejor definición; eso sí, son casi 17 kms con un nivel acumulado de bajada de algo más de 1.000 metros y de casi 900 de subida. Durilla? sí, un poco. Pero yo repetiría.

Ahí tenéis el track para GPS

La ruta recibe el nombre de Pico Blanco, que es como aquí llaman al Pico El Culebro, en la Sierra del Manzano, donde encontraréis un magnífico mirador, una terraza de piedra en cuyo centro se haya el vértice geodésico, según cuentan los oriundos de la zona, esta la mejor vista sobre el embalse de toda la comarca, desde allí se puede admirar el laberinto de islas y penínsulas creadas por las aguas a un lado y la belleza y profundidad de Las Hurdes por otro. Pero arranquemos.

Partimos de Casar de Palomero donde yo aconsejo visitar su Museo del Olivo, un antiguo lagar restaurado, su barrios judío y árabe o su plaza porticada. Su historia es rica, de hecho pasaremos por el Alto del Gamo donde se recoge un episodio, en el siglo XV, de aquellos complicados años de convivencia entre judíos y cristianos. Además de molinos y el río de los Ángeles.

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Enfilamos la subida a la Sierra de Santa Bárbara, que no coronaremos, buscando otro de los lugares de referencia en el pueblo, el arroyo de Las Huertas donde se encuentra la Fuente de la Madre del Agua. Hasta los nombres son bonitos.

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Ascendemos por lo que llaman Cruz de Piedra, buscando los primeros bancales del verdadero motor de la comarca: los olivos, ahora invadidos por cerezos que se extienden por todo el norte de Extremadura.

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Nada más ascender un poco, el paisaje comienza a asomar a nuestros ojos, Casar de Palomero descansa sobre una pequeña loma rodeada de sierras.

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Por el paraje de los Mártires, las laderas abancaladas que se han poblado de cerezos nos rodean, un cultivo cada vez más extendido por su alto rendimiento y su creciente demanda.

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Al descender al detalle los brotes de lo que serán deliciosas cerezas son pequeños botones verdes con restos de la flor, en zonas mas umbrías estará más retrasada y la flor, blanca, seguirá en pleno apogeo.

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Frente a nosotros, el milagro de la tierra: miles de olivos que no paran de subir en escaleras que no terminan de crecer, formados en filas casi perfectas, una máquina de producir aceite y aceitunas de la variedad manzanilla cacereña; poco rendimiento pero calidad exquisita.

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Arriba, en la zona del Puerto, donde la tierra no se ha domado, la sierra enseña sus pizarras, dientes  de la montaña que recuerdan el antiguo aspecto de estas lomas.

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Miradlos ahora, a la derecha olivos obedientes, calcados; por la izquierda se van colando los cerezos con sus flores escandalosamente bellas y sus frutos deliciosamente tentadores.

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Y llegamos al puerto de El Gamo, aquí la historia tuvo su tensión. Cuentan las crónicas que las poblaciones judías y cristianas que eran las mayoritarias en estas tierras, tenían entre sí unas difíciles relaciones debido a las diferencias religiosas, llegó el enfrentamiento un Viernes Santo de 1.488 cuando los judíos apedrearon la Cruz del puerto del Gamo. En tierras cristianas terció el duque de Alba, que condenó a los judíos y mandó convertir su sinagoga en templo cristiano. En 1706 se construye la basílica de la Cruz Bendita en lo que fue la sinagoga. Y aquí sigue.

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Estamos en un Lugar de Interés Comunitario (LIC) para la Unión Europea, Sierras de Risco Viejo, que recoge desde las sierras del Gorrero, Dios Padre, de Santa Bárbara, del Cancha, del Castillejo hasta esta de la Pesga. El interés de esta área se debe a la presencia del Lince Ibérico y su introducción en esta zona. Aquí cruzamos la carretera que une las dos comarcas.

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La ermita conserva el original aspecto de sinagoga pero ningún elemento de su pasado judío. Sólo una inscripción en la entrada recuerda aquellos hechos.

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A la ermita la rodean dos merenderos: el del Puerto del Gamo y el del Canchorro.

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El puerto es un excelente mirador que te deja observar la parte de Tierras de Granadilla, los olivos siguen siendo los dueños del paisaje.

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Hacia el otro lado Casar de Palomero se aleja, al fondo las Hurdes altas y el límite de provincia.

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Bordeamos el Cerro del Gamo en un primer ascenso suave, llegando la loma del Canchorro, divisamos una de las tres alquerías de Casar de Palomero, Rivera Oveja y ese paisaje de Hurdes que tanto enamora.

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Llegamos al Collado de Valdecorrales y comienza el espectáculo, a partir de ahora caminaremos por la cuerda del Pinajarro…

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…disfrutando, por un lado, las Hurdes…

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…al otro, las Tierras de Granadilla, las aguas del Alagón domado por el embalse de Gabriel y Galán y al fondo Gredos y los Montes de Tras la Sierra.

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De nuevo hay que subir, hasta el Alto del Pinajarro, por un camino que separa las tierras ganadas del bosque mediterráneo original.

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Es el tercero de los ascensos de la ruta que va acumulando desniveles en las piernas y belleza a los paisajes.

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Al fondo Cambroncino alquería de Caminomorisco y las sierras que limitan las Hurdes bajas.

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Sigue el ascenso, una vaivén de cuestas, arriba y abajo. Bajas, pero sigues subiendo. Casar de Palomero va quedando más lejos

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Hacía el lado del embalse granadino, Mohedas de Granadilla, en mitad del llano. Rodeado de pequeñas islas de robles y castaños y olivos, siempre olivos, muchos olivos.

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La sierra de Santa Bárbara, Casar de Palomero y nosotros, subiendo claro.

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A medida que ganas altura, ganas paisajes. La orografía de Hurdes se muestra como es, al fondo las Mestas y la Peña de Francia en Salamanca.

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Aprovechamos para descansar en el Alto de Pinajarro a 862 metros de altitud después de un duro ascenso. Reponemos fuerzas.

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La bajada por el Collado del Pinajarro no es menos complicada, son caminos de tierra y piedra suelta que nos hacen extremar precauciones.

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Una sierra entre dos tierras. Las del Granadilla, las del poeta Gabriel y Galán guardan muchos secretos y lugares magníficos, la desahuciada Granadilla convertida en campamento a costa del dolor de sus gentes; la ciudad romana de Cáparra nunca valorada, El Anillo esa inversión millonaria, y magnífica, que nadie se atrevió a usar con cabeza. Puentes romanos, ríos, dehesas, embarcaderos, pueblos magníficos. Una tierra poco vendida y menos enseñada, pero con unas posibilidades para el turismo más que sobradas, pero no han dado con la tecla.

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Es un paisaje suave por este lado que deja ver al fondo la cumbres de Gredos, aún con nieve. Desde aquí no se aprecia pero estamos en una gran isla rodeada por la masa de agua del embalse de Gabriel y Galán y el río de los Ángeles.

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Este trazado entre huertos y jaras, balcón de paisajes no deja de enamorarte ni un metro de camino.

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Detrás de nosotros se puede ver el camino seguido, por la lomas de sierras, estas enseñan los trasquilones que el hombre ha hecho a la montaña para cuajarla de olivos, interminables bancales en una tierra que se ha convertido en intensiva e irregular. Es la primera parte de la ruta con sus subidas y bajadas.

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Esta parte es más llana, venimos andando por esa larga cuerda que muestra ambas comarcas y que ahora se ve así en el último ascenso de la ruta que nos lleva al Pico Blanco.

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Arriba en lo alto de la sierra del Manzano, en el Alto del Culebro, a 959 metros de altitud, un balcón nos invita a disfrutar de verdad de la magnífica tierra que nos rodea. Llegamos al destino de la ruta.

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Aunque aún hay que descender hasta La Pesga, fin de ruta, a los pies del río de los Ángeles. Aquí nos relajamos un rato largo y disfrutamos de una vista privilegiada.

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En esta sucesión de valles y aguas, donde el Alagón dibuja meandros como el del Melero.

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No tan lejos el Valle del Ambroz, con el Sistema Central al fondo, cumbres nevadas que se ven desde aquí.

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En este balcón todo es visible, las Tierras de Granadilla, como desde ningún sitio, como dicen en la comarca. Es una visión en 360º, un regalo para quienes amamos el campo, quienes tenemos a Extremadura en la cabeza, un mapa a tamaño real que despierta cualquier imaginación.

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Aquí apoyado me acuerdo de Unamuno: «Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

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Hasta la foto de grupo deja esta imagen del fotógrafo. Juan Antonio hace estas cosas para obtener la mejor instantánea.

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Acerco el zoom de la cámara para que veáis El Anillo, el que han llamado Centro de Tecnificación Deportiva, una isla que quería convertirse en un referente en la I+D+i deportiva pero que se quedó ahí.

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Iniciamos el descenso hasta La Pesga, más de 500 metros en 4 kilómetros que restan de ruta, todavía quedan paisajes.

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Nos preparamos para el tramo más duro, la bajada más pronunciada. Buscando el final.

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Enseguida sorteamos bancales de cerezos, aquí la flor está todavía en su punto álgido.

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Descenso constante en un zig zag que nos va acercando a La Pesga.

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Podría ser el Valle del Jerte pero este paisaje se extiende, cada vez más, por todo el norte extremeño.

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No le gusta al dueño que la gente pase por aquí, cierto que lo vimos al salir, pero nosotros somos gente tranquila que nos limitamos a disfrutar del entorno, sin molestar.

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Y entonces, cuando cae la luz de la tarde, llegamos a La Pesga y comenzamos a recordar paisajes. Dice el ayuntamiento en su página que «Las laderas de las sierras son utilizadas para el cultivo del olivar, muy extendido por la zona. El clima mediterráneo continental templado hace de la ribera del río uno de los mejores parajes en la época estival para refrescarse en sus abundantes aguas, además de disponer de las nuevas instalaciones de piscinas municipales y otras para zona de acampada».

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Hay caminos que pintan paisajes. Unen, o separan como quieras verlos, espacios, territorios. Caminos en los que certificas que las Tierras de Cáceres son un todo, y a la vez tan distintas que las distingues nada más verlas. Cuando las Hurdes entró en la leyenda se abrieron los caminos a sus gentes y a las de fuera. Hoy son un privilegio, tierras para enamorarse; cerca, el valle que hoy anega el Alagón presume de su fértil tierra, la dehesa ha dado paso a legiones y legiones de oro líquido. En este valle de las Tierras de Granadilla, en los que hasta el agua es sosiego; donde ejerció el poeta salmantino Gabriel y Galán y encontró la paz necesaria para escribir versos como estos:

Dos paisajes: el uno soñado
y el otro vivido.
¡Cuán amarga, sin sueños, me fuera
la vida que vivo!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Era un trozo de tierra jurdana
sin una alquería;
era un trozo de mundo sin ruido,
de mundo sin vida.

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

Ruta al Pico Pitolero

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A las Tierras de Granadilla y el Valle del Ambroz les separan del Valle del Jerte los Montes de Traslasierra, la parte más occidental de la Sierra de Gredos en el Sistema Central. En estos Montes el pico más elevado es el Pitolero, 1.354 m de altitud, un faro desde el que disfrutar en 360º del Valle del Jerte, el Ambroz, las tierras de Granadilla y el pantano de Gabriel y Galán y serranías como Hurdes, Peña de Francia, Sierra de Gata y los Montes de Toledo en las villuercas cacereñas. Esta es la ruta que hacemos hoy, la subida al Pico Pitolero partiendo de Cabezabellosa en Tierras de Granadilla, pasando al Valle del Jerte y volviendo al punto de origen, 15 kms con un ascenso de 4,5 kms seguidos pero muy suaves que hacen la subida muy cómoda y tranquila. Es una ruta de dificultad media-baja pero que nos invita a disfrutar de paisajes excelentes.

Os dejo el track para GPS

Comenzamos en Cabezabellosa, una localidad que pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, un balcón del valle por su situación a 840 metros de altitud. El pueblo de calles empinadas tiene apenas 500 habitantes y se asoma a la comarca desde todos los rincones.  La ruta la iniciamos nada más entrar en el pueblo, unos metros más adelante veremos una pequeña plaza por la que encaramos la calle de la izquierda y ascendemos hasta toparnos con la carretera que lleva a El Torno y el Valle del Jerte, ahí comienza a la subida al pico Pitolero.

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Mientras camináis por el pueblo no dejéis de fijaros en los nombres de las calles, no tienen desperdicio.

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El primer tramo, de apenas 200-300 metros es el más empinado hasta alcanzar el depósito de agua de la localidad, en el resto se suaviza la pendiente. Sí es cierto que nada más comenzar el ascenso empezamos a disfrutar de un excelente entorno; lo primero, el propio pueblo de Cabezabellosa y su enclave natural, con la ermita de Nuestra Señora del Castillo sobre el pequeño promontorio, el cerro del Búho, que oculta la localidad de la vista de quienes recorren la autovía de la Ruta de la Plata.

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Uno de los regalos de la ruta es que ascenderemos por la loma de la Sierra de Cabezabellosa como si fuese un gran balcón que nos enseña buena parte de la comarca. Hay días, como este, en que las nubes se suman al paisaje y lo hacen más mágico todavía.

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La ausencia de árboles y matorrales altos facilita la contemplación de las Tierras de Granadilla y buen parte del Valle del Ambroz. Ascendemos por la zona de El Manzano.

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Desde aquí los primeros pueblos del Ambroz, en primer término lo que llaman la Piedra del Majadal y el Collado del Cerezal.

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El agua es una constante en toda la ruta, en esta loma de la sierra son múltiples las cascadas, fuentes, riachuelos, pozos y manantiales con los que te cruzas, algunos aprovechados para tomas de agua.

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Algún roble perdido de los muchos que debieron poblar la sierra y ahora jara y retama, vegetación baja.

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Es verdad que las nubes son un regalo que le da magia al paisaje…

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…pero en días claros la vista se pierde. Zarza de Granadilla  a la derecha, el pantano de Gabriel y Galán y se pueden ver, para quienes conocen la zona, El Anillo y Granadilla.

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El día sigue jugando al escondite y dejando imágenes magníficas sobre la Peña de Morejón.

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Aquí vemos Jarilla en primer término y Zarza de Granadilla al fondo., seguimos el ascenso, ya digo que hasta la cumbre hay 4,5 kms, suaves y cómodos.

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El agua es un regalo en la ruta, aunque yo he subido también en invierno y el agua que corre se convierte en hielo que hace el camino más peligroso. Fuentes para beber.

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Y arroyos, esta es la Garganta Cabera

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Encuentras pequeños manantiales que brotan del suelo, haciendo burbujas debajo de las piedras, suena el agua corriendo por entre las rocas, es un espectáculo

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Antonio y Teo no resistieron fotografiar este escandaloso nacimiento de una garganta que abajo dará sombra y baño.

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Es, o era, un zona para ganado, aunque ya no se ve mucho, el agua era aprovechada para abrevaderos de animales.

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Le preguntas a Teo ¿cuántas fotos echas en una ruta como esta? ¡cienes y cienes! No es para menos.

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El día sigue jugando al escondite y nosotros seguimos subiendo por una senda bien marcada que nos acerca a la cima.

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Cuando recuerdas la expresión ‘mar de nubes’ te viene a la cabeza esta imagen desde la Sierra de Cabezabellosa.

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A punto de coronar, ya ves varios picos de los montes de Traslasierra, el de Cabeza del Santo y El Fraile.

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Entramos a la cima por el Collado de Mingopedro a 1.300 metros de altitud, en cuatro kilómetros hemos subido un desnivel de 500 metros, suave.

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Y dejamos atrás las tierras llanas de Granadilla para disfrutar del Valle del Jerte.

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Entre las peñas descubres pequeñas cuevas que habrán servido, más de una vez, como refugio a personas y animales.

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Desde aquí arriba es un espectáculo el valle, Plasencia, el pantano…

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Nosotros, visitantes efímeros, no rompemos la rutina del escarabajo pelotero, que sigue acumulando comida.

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Y llegamos al final, alcanzando el Pitolero donde otro mar, este de antenas, coronan el pico.

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Una costumbre entre grupos de montañeros es subir un belén a las montañas, este que tienen bien guardadito es de un club de Salamanca.

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La buena situación de la cumbre, con vistas a varios valles es aprovechado para las telecomunicaciones,  las antenas son un punto de referencia para llegar al pico sobre todo porque en esta zona, desde que coronamos la cima no hay camino trazado y hay que guiarse por ellas para llegar a lo alto del Pitolero.

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Aprovechamos para dar testimonio de que estuvimos arriba en el punto geodésico, 1.354 metros y pusimos a posar a las mochilas como prueba de ello.

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Os decía que desde aquí el Valle del Jerte se muestra así de bonito. Los pueblos de derecha a izquierda: Casas de Castañar, Cabrero, Piornal y Valdastillas.

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Una vez arriba sólo hay que seguir la pista que baja desde las antenas, es ancha y cómoda y, como en la otra parte de la sierra ofrece vistas excelentes, ahí tenéis el pantano de Plasencia. Un paraje de excelentes prados y hermosos robles.

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En la zona más alta no quedan muchos ejemplares, cierto que los que hay son inmensos, imagino que en otro tiempo estoy sería un bosque de estos gigantes majestuosos.

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Según desciendes la vegetación se cierra y los árboles crecen en número.

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En ese bosque veréis varios restos de antiguas construcciones pastoriles. Testigo de la presencia de rebaños de ovejas y cabras en otra época. Ya el ganado es mayoritariamente vacuno.

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Robles centenarios que nos hacen pequeños, no dudes en pararte y disfrutar de ellos un rato.

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Seguimos el descenso por la zona que llaman El Colgado, la pista aparece en algunos tramos, los de más pendiente, cementada pero es bastante cómoda y no tiene pérdida.

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El camino nos va mostrando el Valle del Jerte desde otra perspectiva, frente a nosotros la sierra de San Bernabé.

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Si seguís el track, cuando ya se acaba la pista hay un desvío a la izquierda, donde aparece otro camino que nos llevará a uno de los hitos de la ruta: el roble de Romanejo.

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El roble de Romanejo, 500 años, es Árbol Singular de Extremadura, un magnífico roble de tamaño considerable, 25 metros de altura.

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Pasamos la cancela que hay frente al roble, cruzamos la carretera y torcemos a la derecha, cogiendo el antiguo camino que unía El Torno y Cabezabellosa, de hecho si giráis a la izquierda llegaréis a El Torno. 

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Alguien con gusto consideró que bien merecía la vista unas piedras para sentarse y disfrutar del paisaje.

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El camino, a ratos de piedra, entra en una especie de portilla que hace la sierra en lo que conocen como La Ventosilla.

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El camino discurre paralelo a la carretera, de poco tráfico, si acaso perdéis el camino siempre podéis ir por ella.

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En este punto no hay camino claro, se trata de atravesar un pequeño prado para enlazar con un camino que encontraremos más abajo.

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Tomado  el camino ya enfilamos hacia el pueblo, ya no hay pérdida.

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Alguna estampa nos dejan los prados cercanos al pueblo, son los últimos paisajes.

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Y entramos en Cabezabellosa por el lado contrario al que partimos. Fin de la ruta.

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Marcamos como hecho el ascenso al pico Pitolero, la frontera natural entre Granadilla y el Ambroz y el Valle del Jerte, punto de referencia: Cabezabellosa, un pueblo no muy conocido pero que es un verdadero balcón a las llanas tierras del Valle, conocerlo, un privilegio.

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Caminar subiendo montes y sierras, coronando picos y lomas, te permite una visión amplia del territorio, el nuestro, el de Extremadura, ofrece exquisitas delicias que descubres pateando senderos, marcando veredas y con la cámara al hombro. Los valles se disfrutan desde la altura, los llanos los mides cuando ascienden metros y dejas abajo pueblos, cordeles y carreteras. Tenemos la suerte en Extremadura de contar con varias cadenas montañosas que son un reto para el senderista, cuando las añades a tu catálogo de rutas, tu visión del territorio es más amplia y más precisa; reconocer pueblos, montes, sierras, pantanos te hace sentirte más apegado a la tierra, las descubres con los ojos y las guardas en la memoria, como un recuerdo por si tienes que volver. Y volveremos, lo haremos, como siempre, Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                 @vicentepozas2016

Antiguo camino de Yuste. Garganta la Olla

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La ruta denominada Antiguo Camino de Yuste es un sendero circular con salida y llegada a la localidad de Garganta La Olla, que discurrre por el PR -CC80 y que coincide, en su último tramo, con parte del trazado del GR 111 que recorre toda la comarca de La Vera y termina en Plasencia. Son algo más de 13 kms de escasa dificultad con un único ascenso en el primer tramo de la ruta. Un recorrido que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya con magníficas vistas o al Monasterio de Yuste, lugar emblemático para la comarca y para Europa. Un precioso camino, muy de La Vera, que merece la pena conocer.

Os dejo el track para GPS

La ruta se inicia en la Plaza de Garganta, una coqueta plaza verata a la que no le falta su fuente de varios caños; al fondo a la derecha arranca la calle Llana que baja hacia el río, la Garganta Mayor, en el descenso encontramos este panel informativo de la ruta y sus hitos.

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Garganta la Olla es Conjunto Histórico Artístico desde 1983 por su magnífico casco urbano representativo de la arquitectura verata donde destacan sus casas de mampostería, granito y madera; antes del nombre actual fue llamado “AD FAUCES”, está asentado en una “olla” que conforma la Sierra de Tormantos y los relieves de San Salvador y San Bernabé. Es tierra de la Serrana de la Vera, cuya leyenda está muy extendida.

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Pero vamos al lío. Cruzamos el Puente de San Salvador sobre la Garganta Mayor y salimos del pueblo, aquí se inicia el ascenso que tiene la ruta que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya, al cruzarlo tomamos el camino a la izquierda siguiendo lar marcas del PR, amarilla y blanca.

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La senda nos lleva hasta el mirador de la Serrana desde donde disfrutamos de una panorámica de Garganta la Olla, al fondo la Sierra de la Desesperada con el Pico de la Mesa, 1.410 m

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Sigue el ascenso por la zona de la Colmenera por un sendero marcado aunque hay que estar atentos porque nos podemos despistar. De momento atravesamos este robledal que rodea el pueblo.

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El ascenso facilita las vistas de los alrededores de Garganta con Gredos al fondo y la Sierra de Tormantos, delicioso.

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Atravesamos el bosque buscando los hitos que nos marcan el camino, si os perdéis que no es difícil, hay que buscar la referencia de las antenas de teléfono, allí el camino se suaviza y son visibles las señales, después comienza una pista que nos llevará hasta el Monasterio de Yuste.

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Antes de llegar arriba nos topamos con estas pilas para el ganado, un tipo de fuente que se puede ver en algunos lugares de Extremadura, sencillas pero ingeniosas.

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Toda está zona está protegida como LIC, Lugar de Interés Comunitario, es un bosque de robles inmenso de varios kilómetros de extensión que se extiende por toda la falda de Gredos en la comarca de La Vera, en época de calor se agradece su sombra.

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Dejamos atrás las antenas y ascendemos un poco hasta llegar a la Loma de la Atalaya, a unos 800 metros de altitud, la zona se despeja y el paisaje domina la vista, aquí las señales son más claras

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Es momento de disfrutar de las vistas, atrás queda la ‘olla’ que da el apellido a Garganta, la Sierra de Tormantos y detrás Piornal y el Valle del Jerte

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Mientras avanzamos por la loma, La Vera se abre a nuestros ojos en su zona más baja, a la derecha veréis el Campo Arañuelo y en días despejados hasta los Montes de Toledo donde descansa el Geoparque de Villuercas

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Jaraiz de la Vera es visible sin problemas, tras ella el Valle del Tiétar, hacía calor el día que realizamos la ruta y el ambiente está cargado.

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Enseguida nos incorporamos a una pista, hay que  seguirla en el sentido de bajada, hacia la derecha, si no terminaremos en el pantano, de hecho este trozo de camino se llama así, Camino del Pantano.

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Quedan pocos cabreros en La Vera, uno de los oficios que antaño era muy habitual, soprende ver todavía rebaños de cabras, una pena porque los caminos se mantenían limpios con el trasiego del ganado; muchas de las costumbres, festivas y culinarias de esta tierra, están relacionadas con este pastoreo como Los Escobazos, en el plano festivo, o el tasajo en lo culinario.

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Abandonamos la pista en la Loma de Peña Madroño siguiendo los hitos marcados, por unos momentos seguimos una pequeña vereda, no es complicado porque está bien señalizada.

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Enseguida volvemos al bosque por un antiguo camino rodeado de paredes de piedra que nos lleva directos al Monasterio ¡y cómo se agradece la sombra!

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Llegamos a este lugar emblemático, descanso del Emperador Carlos V, aquí terminó sus días tras retirarse y abdicar en su hijo después de una vida de guerras, desafortunadamente el paludismo acortó su estancia.

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Me encanta encontrar los caminos señalizados, adquieren un valor importante, y son una referencia para el visitante que busca, además de ver monumentos, otras actividades en el entorno.

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Yuste es una delicia, he tenido la ocasión de visitarlo en varias ocasiones en profundidad, por mi trabajo de periodista, es un lugar increible aunque los turistas sólo vean unas pocas estancias. En los días en que escribo esta crónica recibo una nota de prensa de Patrimonio Nacional, dueño del edificio, en la que comunica que baja las entradas de 9 a 7 euros (para los españoles debería ser gratis porque es patrimonio de todos) podéis verlo aunque os aconsejo que lo hagáis con tiempo y que sea visita guiada (aprende uno muchas cosas). Aquí está la sede de la Fundación Europea de Yuste y hoy en las estancias visibles hya mucha historia. En la parte religiosa, no accesible, hoy sólo hay dos monjes paulinos de origen polaco pues no había en España quien sustituyese a los viejos cenobitas que también iniciaron su particular retiro en busca de descanso.

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Sólo algún dato, porque el edificio es una delicia; aunque los orígenes fundacionales del Monasterio de San Jerónimo de Yuste se encuentran en Plasencia y en la ermita de San Salvador de la Sierra, situada entre las localidades de Cuacos y Garganta la Olla, la primera célula del edificio que hoy podemos contemplar se encuentra en 1402, año en el que el propietario de los terrenos existentes entre los arroyos Gilona y Vercelejo (conocido también con el nombre de Yuste) son cedidos por su propietario para que los “ermitaños de la pobre vida”, nombre con el que se conoce a esta primera comunidad religiosa, pudieran levantar convento. La vida de este lugar se vio alterada en el siglo XVI cuando el todopoderoso emperador decidió retirarse aquí.

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Dejamos terreno monacal y seguimos un pequeño tramo por la carretera que baja a Cuacos de Yuste antes de desviarnos junto al Centro de Educación Ambiental

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El desvío está aquí, junto a la Cruz del Humilladero, pero ya que estamos veremos un lugar tan visitado como macabro, pero que recuerda parte de nuestra historia.

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Es el Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste. En este cementerio descansan 28 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron. El Volksbund en los años 1980–1983 los reunió en esta última morada inaugurada en presencia del embajador de la República Federal de Alemania en un acto conmemorativo hispano-alemán el 1 de junio de 1983. Sorprende la juventud de todos ellos, de apenas veinte años la mayoría.

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Volvemos sobre nuestros pasos y junto a la Cruz del Humilladero volvemos a ver la marca que nos señala la ruta de regreso a Garganta.

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y un poco más adelante, por si había alguna duda…

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Salimos entonces a una pista ancha que debemos tomar a la derecha hacia el cauce del Arroyo de Yuste que debemos cruzar. Aquí es donde coincidimos con el trazado del GR 111 ya hasta nuestro destino.

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El GR 111 no está homologado pero está bien señalizado (al menos en los tramos que he podido recorrer) está muy transitado

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En esta segunda parte del camino la pista es cómoda, transita por huertos y fincas de parajes como Los Matraqueros o la Hoja de Valjoncillo. Ya es fácil y estamos más cerca.

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Cerca de Garganta se suceden los bancales de castaños, olivos y cerezos. La Vera es agrícola, más que turística y vive de la tierra todo el año

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Nosotros hicimos la ruta en junio cuando los cerezos ofrecen esta deliciosa fotografía, cargados de fruto hasta tal punto que parece que van caer por su peso. Cerezas que, aunque no estén en el Valle del Jerte están dentro de la Denominación de Origen.

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Garganta asoma al camino y anuncia el final del paseo, un cachito de La Vera delante y detrás, una delicia para quienes amamos esta tierra y en especial esta comarca. Entramos al pueblo por el mismo puente por el que salimos pero ahora por la parte de abajo y cerramos el círculo.

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Nos saluda Garganta, ahora más tranquilos sin las prisas de hacer el camino nos detenemos en sus detalles. Yo no me fui sin comprar tasajo y cerezas, una delicia que aquí sabe mejor.

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Garganta la Olla tiene mucho que ver, pasear por sus calles es algo que aconsejo, hasta sus bares y tabernas son especiales. Entre ellos la Casa de las Muñecas, una casa de lenocinio con increibles detalles.

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Es un pueblo precioso y verato que tiene zonas de baños únicas, como las Pilatillas o el Tinajón. Muchos recuerdos de joven cuando veníamos en busca de la tranquilidad y de sus aguas, cuando la acampada era libre y disfrutabas de la naturaleza sin mayor problema; cierto es que el abuso y las negligencias hicieron imposible que las cosas continuasen así.

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La Vera. Paraíso senderista como todo el norte de Extremadura por sus montañas y valles. Cientos de propuestas encontraréis como oferta para quien guste de caminos y paisajes. Unos reales, o imperiales, otros sin tanto boato nos sumergen en parajes bellísimos donde el agua es la constante. La historia de los pueblos la hacen sus caminos, sus leyendas, su rutina; lejos del asfalto, hoy imprescindible, los senderos, pistas y veredas han construido historias que recuperamos trazando rutas que cuentan, y recuerdan, la vida de la gente. La Vera tuvo un emperador alojado, pero no es lo importante, las caminos los hacían la necesidad y los mantenían los lazos, el uso los convirtió en eternos; ahora lejos de perderlos, los señalizamos para que quede constancia de su existencia, para que perpetuemos su razón de ser, porque los trayectos se han hechos para usarlos, para seguirlos. Ahora sin prisas, con el ocio y el deporte como objetivo. Las rutas tienen personalidad propia, la de las gentes que las domaron, nada está hecho al azar, eso lo vemos quienes admiramos el trabajo de generaciones buscando escapar de la rutina y el aislamiento, por eso en La Vera cada uno es emperador de sus propios pasos, los que hacemos Andando Extremadura.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2015

Ruta de los Castaños Centenarios y Era de San Bernabé. Valle del Jerte

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El Valle del Jerte, en el norte de la provincia de Cáceres, ofrece múltiples espectáculos, desde la popular fiesta del Cerezo en Flor al rojo de la cereza a finales de primavera, desde la otoñada en bosques de robles y castaños, pasando por sus pozas y saltos de agua, a la arquitectura tradicional en pueblos que te enamoran. Otros tesoros hay que buscarlos y, afortunadamente como hemos dicho más veces sólo se puede llegar andando a ellos. Casas del Castañar, como su nombre indica se rodea de castaños y robledales. Asentada en las faldas de la Sierra de Bernabé en el Sistema Central conserva varios de los que se llaman Árboles Singulares de Extremadura, mágnificos ejemplares que aquí son cinco castaños que en algún caso superan los 700 años. Nosotros hemos unido la ruta original de los castaños, de apenas cinco kilómetros con otra ruta denominada Era de San Bernabé, un magnifico mirador del Valle  que nos lleva a hacer unos doce kilómetros en total. Un paseo lleno de paisajes y sorpresas que no os dejará insatisfechos.

Aquí tenéis el track para GPS de esta ruta

Hemos tenido suerte, se anuncia un día de otoño limpio con nubes y claros, tras algunas jornadas de lluvia, que nos va regalar fotografías excelentes. El otoño en Extremadura son matices, luces, colores y muchos sabores; es tiempo de castañas, granadas, nueces, setas, madroños…. frutos del bosque que hacen más deliciosa cualquier visita.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Como cuentan en la web del Valle del Jerte sobre Casas del Castañar, «quien hoy viaje por la carretera que lo cruza creerá que se trata de un pueblo sumamente modernizado, a juzgar por los edificios levantados en sus laterales. Sin embargo, tomando cualquiera de las vías descendentes, se penetra en un caserío antiguo, llamativo y pintoresco, de elevadísimas casas entramadas, con solanas en el último nivel para mejor recibir el sol que secaba los pimientos, los higos, los melocotones, etc. Sorprenden las fachadas enjalbegadas, con encalados reverberantes que llegan hasta las vigas de la planta primera. Al igual que en otras poblaciones serranas, su urbanismo adolece de falta de planificación, con vías sinuosas y estrechas, ensombrecidas por los altos edificios.»

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La ruta arranca en la parte alta del pueblo, un panel informativo nos indica el punto de partida,  guiado a través de las marcas blanca y verde, no homologadas, aunque son iguales a las de un sendero local muy bien señalizado e indicado durante toda la travesía.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Salimos del pueblo por un camino que nos lleva entre pequeños huertos acotados por paredes de piedra en el paraje del Llano Herrero donde los castaños avisan de lo que vendrá después, un ejemplar centenario nos tiende la mano al borde del camino.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Es otoño y estos gigantes escupen su fruto protegido por vainas de espinas, lo tiran al suelo para ser recogido. Aquí la castaña es un bien que se recolecta y da dinero.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerca, un castañar nos ayuda a entender porque a las Casas le pusieron ese apellido. Es curioso, porque se ven plantones de estos árboles que son sembrados para aprovechar el fruto, el ciclo de la tierra y su aprovechamiento no se ha perdido.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerezos, robles y castaños, ese es el paisaje en la Sierra de Gredos, esta, la de San Bernabé, esconde el único pueblo de la comarca que no mira al valle: Barrado, donde por cierto hay otro árbol singular: El Roble de la Solana.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No mucho más arriba, la ruta se bifurca, hacia la era y hacia los castaños, como ya he dicho hemos unido las dos; nosotros caminos hacia la izquierda, siguiendo la senda de los castaños, ya nos uniremos a la otra un pelín más arriba.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Vamos ascendiendo y el valle se dibuja, Cabrero otro de los pueblecitos encantadores del Jerte se muestra así en un día claro de otoño. Las columnas de humo son debido a la limpieza y la poda de los cerezos que, aprovechando el otoño, reciben los cuidados necesarios tras el estrés del verano.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No tardamos mucho en llegar al paraje de Condilobos, donde nos encontramos el primero de estos druidas del bosque, el Castaños de Escondelobo, o Condelobo, más de 700 años de vida, cuando este portento comenzó a crecer no había nacido siquiera Cristóbal Colón.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Este patriarca del bosque nació en plena edad media en tiempos de Felipe IV, cuando la peste negra asolaba Europa y Francia e Inglaterra se batían en la Guerra de los Cien Años. Son dos de los mayores castaños de la especie Castanea Sativa  a nivel regional y nacional. Con nada menos que 9,21 y 10,77 metros de perímetro de tronco respectivamente la presencia de estos especímenes es sobrecogedora. Su enigmática forma y belleza hace que parezcan sacados de un cuento de hadas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta ha sido siempre tierra de robles y castaños, hay crónicas del siglo XVI del médico Luis de Toro que hablaban de la «infinita y numerosa selva de castaños» en el Valle del Jerte. Las enfermedades y el monocultivo del cerezo acabaron con casi todos ellos. Resisten muchos que se han plantado para su aprovechamiento, y otros como este de Escondelobo que han visto pasar generaciones y generaciones de vallejerteños que acudían bajo su copa a recoger el regalo de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recoger castañas es un oficio en el valle y llegado el otoño las familias se entregan a ello.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Repartidos aquí y allí aparecen grandes castaños en esta umbría serrana que nos tiene obnubilados mientras no paramos de disparar la cámara.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bosques rehechos, sembrados, aprovechables. La tierra lo da todo y todo se aprovecha. El valle se ha hecho ya a la medida del hombre, pero conserva su belleza, domada, eso sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Un poco más arriba sigue la fiesta de los gigantes, hermanos del Escondelobo, su tamaño impresiona y se asoman al camino buscando sus años de gloria.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Elevan sus ramas metros y metros como quieriendo agarrar el cielo, reclamando la luz que alimenta estos troncos, pilares de la tierra que han venido a sujetar la montaña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

A su alrededor el resto de árboles les miran con envidia y respeto; como de pequeños admirábamos a los más mayores, son dueños del bosque, los más admirados.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Son visibles en el camino, llaman la atención a primera vista por su tamaño y su porte, están repartidos aquí y allá y no sientes sus presencia hasta que no estás cerca, es como si el bosque los difuminase.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Primera sesión de fotos, después de centenares de disparos seguimos el sendero, una brecha en este desfile de robles y no tarda en llegar el siguiente gigante…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Le llaman el Castaño de los Realengos. La altura de este ejemplar de Castanea Sativa  supera los 25 metros y su perímetro de tronco es de 6 metros. El majestuoso árbol conserva además su porte natural, algo muy raro de ver en esta especie.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cuando Antonio se sitúa a su lado tienes la referencia de su tamaño, dice que no lo han cortado  nunca y que ha crecido sin ayudas ni podas,

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Su tronco es como el rostro humano: expresa los años, las cientos de veces que vivió el otoño y el invierno, la gente que pasó por delante, generaciones a las que ha sobrepasado; si estos centenarios hablasen…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Es tan mayor y recibe tantos cuidados que tiene su propio paisaje, vigila El Torno, en la solana del Valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino hace amigos y cruzamos nuestros pasos con un casareño que nos relata las bondades de la zona, gracias a él encontramos otro de estos castaños, este con una historia particular.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que desviarse a la izquierda del camino, y tomar una pequeña vereda que nos lleva hasta él unos metros más arriba, hay que fijarse bien pero si vas atento lo localizas a simple vista, encontrar el caminito no es muy complicado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El suelo del bosque tiene sus propios habitantes, sólo hay que saber mirar.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos contaba este amigo de las Casas que el tronco de este castaño era aprovechado por los cabreros para dejar protegidos a los cabritillos recién nacidos, hacían una pared de piedra, todavía visible,  los dejaban ahí mientras subían con las madres a la sierra para que se alimentasen

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La huella de los años es tan bella…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La Sierra de San Bernabé separa el Valle del Jerte de La Vera y el valle del Tiétar, en la zona que pisamos hay picos singulares: La Roza de la Cana-1049m-, Las Escobachas-1073m-, Cerro Bullón-1117m o Los Cerezillos-1110m- es una sierra densa.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El otoño apaga el paisaje con nieblas, con esa bruma que difumina las formas, insinua pero no enseña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Al borde del camino siguen apareciendo los restos del bosque centenario, hoy sería un espectáculo pasear por una arboleda llena de estas joyas de la naturaleza.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que dejar el camino y tomar una senda a la derecha para llegar a la Fuente de las Escobanchas donde el último de estos abuelos espera la visita, como siempre el entorno es tan mágico como ellos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Y aquí está el Castaño de la Fuente de las Escobanchas, árbol singular, de nuevo son dos castaños declarados Árboles Singulares al igual que sus hermanos anteriores,  presentan unos portes figurativos muy poco comunes que recuerdan a una gran mano. Sus perímetros de tronco superan los 7 metros.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos detuvimos lo justo porque nuestro compañero casareño nos advirtió que se había instalado en el árbol uno de esos enjambres de avispas africanas y ya tuvimos una experiencia desagradable hace tiempo con ellas y no es para andar con bromas sus picaduras son bestiales y dolorosas, y estaban, a fe que sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En fin continuamos la ruta por un pequeño sendero que nos devuelve al camino principal. Sigue muy bien señalizado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No ha llegado el otoño plenamente pero se intuye el color de la hivernada en el bosque, los robles se preparan para el invierno duro de la sierra, mejor tirar la hoja y dormitar hasta la primavera.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Mientras enlazamos una ruta con otra por una senda casi invisible ya en desuso, nos entretenemos con la naturaleza que sale a nuestro encuentro.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Algunos de estos castaños tienen formas caprichosas, heridas de los años, que los convierten en un amasijo de ramas, formas imposibles que tardan decenios en moldearse. Caprichos de la naturaleza para deleite de humanos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recuperamos el camino que nos llevará a la atalaya de San Bartolomé, andando entre árboles, gargantas y sonidos que se imaginan en cada imagen.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle cereza dormita, relaja la tensión y el esfuerzo del fruto, tiran la hoja los cerezos y los bancales que se elevan cada vez más, se llenan de hojas, ahora toca sanear, podar y descansar hasta que la Fiesta del Cerezo en Flor anuncie el comienzo de otro ciclo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En este punto podéis optar por volver la pueblo o continuar hasta la Era de San Bernabé, nosotros subiremos claro a disfrutar del Valle

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Y es que merece la pena seguir subiendo, desde este lado Los Montes de Tras la Sierra y El Torno, una de las localidades del Jerte consideradas balcones del valle; a la derecha dos picos: Cabeza del Santo y el Fraile.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle es una continuidad de colores, el río separa en dos estas montañas por su vértice más bajo. Rebollar otro de los núcleos vallejerteños. De la sierra bajan muchas gargantas a morir al Jerte: en lo que alcanza la foto las de La Puria, la de Los Anzuelos y la de Los Riscos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Abajo el Jerte, domado por el pantano de Plasencia, abandona su bravura y su belleza; bien es cierto que adquiere otra diferente que no le resta encanto. Seguimos caminando.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Según ascendemos, vemos el arranque del valle y el pantano en la zona más libre de bancales, más cerca de Plasencia, es, puede decirse, el prevalle, la Sierra de la Oliva, donde aún no han llegado los cerezos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Llegamos por fin a la Era de San Bernabé a nuestras espaldas, y aquí nos detenemos a disfrutar del espectáculo. Merece la pena.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Así comienza el Valle del Jerte, Plasencia al fondo y el pantano, luego el bucólico valle, el de las flores y el rojo cerezo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Fin de la ruta y vuelta atrás, las explicaciones en el cartel. Un poco de historia.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta es la Era de San Bernabé, sigue siendo pública y usada por los vecinos de la zona.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Regreso magnífico peinando el valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La niebla se ha levantado y los robledales muestran toda su paleta de colores, el sol está alto y acompaña en esta mañana de otoño.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Lo bueno del recorrido que hemos hecho es que no volvemos por el mismo camino, y disfrutamos de una ruta completa y distinta en todo su recorrido. Ahora, además, el Jerte tiene otra luz.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino de vuelta nos lleva entre bancales, donde la actividad es evidente, preparan los cerezos para el invierno. La tierra hay que cuidarla.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bancales de ensueño que convierten al Jerte en ese lugar tan singular, caminamos por el paraje de La Cebadilla por una pista ancha y cementada.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle tiene todas las estaciones y un encanto especial en cada una de ellas. El otoño, también es una fiesta en el Jerte, la llaman la Otoñada, y coincide con la Calvotá, la fiesta de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Alcanzamos Casas del Castañar, ahora por la parte más baja donde nos recibe el pequeño parque construido sobre una  garganta, rincón fantástico para despedir la caminata.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

Cada vez que piso el Valle del Jerte noto que mi cámara de fotos se pone nerviosa, al igual que los ojos, abre el diafragma como si no quisiera perder ni un píxel de belleza, se emociona con los tonos y los capta con tanta delicadeza como si pintase óleos gigantes de lugares idílicos; enfoca los detalles, busca los rincones, los árboles, gargantas, senderos, capta el sonido del agua cuando la inmortaliza, elige la velocidad adecuada para mirar la realidad de la que quiere apoderarse. Mi cámara no pierde detalle porque huele el Jerte antes de que aparezca; dispara cientos de imágenes que guarda en la memoria con la delicadeza de lo frágil, tanto como el equilibro que mantiene este paisaje y lo muestra encantado a quienes quieren compartirlo. Cuando regresas a casa y descargas el trabajo en tu ordenador, aún huele a Jerte, aún huele a otoño.-

©vicentepozas2014

Ruta Garganta del Caozo. Valle del Jerte

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 El Valle del Jerte es, sin duda, uno de los lugares más bellos de Extremadura, este enorme valle en V recorrido por el río Jerte es un ejemplo de sostenibilidad, donde agricultura, turismo y desarrollo forman un todo que ha hecho posible el milagro: que el valle sea un reclamo todo el año. Un lugar encantado y encantador donde el cerezo en flor es una fiesta, la otoñada un regalo de colores, el verano es riqueza y rojo cereza y el invierno es nieve en las cumbres de Gredos. Uno de sus tesoros, son sus gargantas, caídas de agua, pozas y desniveles que son un reclamo, rincones escondidos que se convierten en regalo para el visitante. Una de estas gargantas es la del Caozo entre Piornal y Valdastillas; la ruta que haremos parte de la localidad de Navaconcejo, en la zona baja del valle y sube hasta la mitad de la falda de Gredos donde se encuentra esta magnífica caída de agua. Nosotros haremos la ruta circular, con salida y llegada a Navaconcejo, subiendo por el camino real y bajando entre bancales de cerezos después de disfrutar de la cascada. 18 kms para enamorarte del valle que hicimos con el grupo de senderismo Catelsa Cáceres.

Os dejo el track para GPS de un compañero de ruta Teófilo Amores

 Iniciamos la ruta paralelos al río Jerte antes de afrontar la subida hasta la cascada del Caozo por una pista ancha, debemos cruzar la carretera N 110 que atraviesa el Valle del Jerte.

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Casi hasta la garganta transitamos por el Camino Real que une Navaconcejo con Piornal, el pueblo más alto de Extremadura a 1.175 metros de altitud, nosotros nos quedaremos a mitad de camino para tomar una ruta alternativa que nos lleve a la cascada.

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Tuvimos la suerte de hacer la ruta en junio, con los cerezos del Jerte en pleno apogeo y disfrutar del espectáculo de la fruta de la cereza en su mejor momento.

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Son días de mucho ajetreo en el valle, la cereza es delicada y hay que recogerla antes de que se estropee o algún fenómeno climático, como las tormentas, pudiese dañarla. Hay dos millones de cerezos en el Valle del Jerte y la actividad es constante.

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Jerte se caracteriza por su cereza picota, exclusiva del valle, muy apreciada por su sabor y su carne. Una recogida que llevará la cereza a toda Europa y América y que es el motor económico de la comarca.

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El camino está señalizado, transitamos por el Pequeño Recorrido CC 15, es todo subida hasta la garganta, con algunos repechos importantes, de hecho el trazado completo, hasta Piornal tiene un desnivel acumulado de 900 metros

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 La ascensión rápida te deja el regalo de  contemplar el valle desde lo alto. Jerte es una delicia y se disfruta con vistas generales como esta. Abajo Navaconcejo de donde hemos partido.

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 El camino está salpicado de bancales de cerezos, comunes en la zona y todo un espectáculo, pero tambien de bosques de robles y castaños, la sombra se agradece en un día caluroso.

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La magia de los colores y las primeras luces del día te embelesan y animan a seguir caminando. Es el valle más escondido, el que no se ve desde la carretera, un valor añadido que ganas caminando.

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La tentación es roja. Jerte se organiza en cooperativas y cuenta con Denominación de Origen propia, es de las más activas de Extremadura y la de mayor éxito. Caminar entre cerezos es una delicia, y una tentación constante.

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La picota del Jerte es grande en salud. Tiene ocho vitaminas, potasio, calcio, sodio y magnesio. Es diurética, no engorda y es un potente antioxidante, por lo que frena el envejecimiento y favorece la eliminación de toxinas.

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 Aunque te distraigan los cerezos, casi caídos por el peso de la fruta, seguir el camino es fácil, no obstante hay que estar atentos a algunos cruces, es un sendero que se divide en muchas ramificaciones que dan acceso a las fincas. Como todo, es cuestión de seguir la señalización.

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 Entre cerezos y bancales la naturaleza se desborda en un valle fértil, de temperaturas templadas en verano y primavera. El Valle del Jerte es visitado cada año por miles de personas, su oferta turística de servicios es cada vez mayor y más variada.

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 El Valle del Jerte, en el norte de Extremadura, es famoso por la floración de los cerezos en primavera; un increíble espectáculo de más de dos millones de árboles tiñendo de blanco las laderas del valle que con los primeros calores del verano se tornan en rojo intenso.

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 El Valle del Jerte se encuentra entre dos cadenas montañosas dentro del macizo de Gredos: la Sierra de Tormantos al sureste (en el macizo central) y los montes de Traslasierra y sierra de Béjar al noroeste (en el macizo occidental de Gredos). Nosotros estamos en las faldas de Tormantos. Si os fijáis, a pesar del calor de junio, aún quedan neveros en la sierra.

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 Es necesario coger fuerzas, aliento, también obligatorio detenerse a disfrutar del entorno. El Valle del Jerte ha sido históricamente el paso natural de Extremadura a Castilla. Tierras de trashumancia, todavía se emplea el Camino Real para conducir al ganado en su viaje a los pastos de verano. Estamos en el Canchal de Truena

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 Reiniciamos la ruta, paseando entre bancales y es que siguiendo una tradición familiar de siglos, más de dos millones de cerezos se cultivan artesanalmente en bancales labrados en las altas montañas del Valle, entre manantiales cristalinos y aire puro.

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 En un alto despejado de la subida, la imagen del valle en su inicio es sencillamente genial. Al fondo Plasencia, el pantano del Jerte y en primer término Valdastillas.

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 Por un momento dejamos el camino amplio y pisamos pequeñas veredas mientras caminamos entre robles y castaños que en esta época están exultantes, generando un fruto que aquí también es muy apreciado, la castaña,  antes de que el otoño los envuelva en esa magia de amarillos, ocres y rojos. Un rincón que llaman el Viñazo de las Ánimas.

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 Andaremos algo menos de un kilómetros por una de las pequeñas carreteras de montaña que hay en el valle para llegar hasta la garganta, no tiene mucho tráfico pero hay que ir con cuidado. Si os fijáis hasta la carretera llegan las cerezas que casi la invaden.

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 Alli está la Garganta de Bohonal que en su caída desde la alturas crea la Cascada del Caozo, un lugar muy visitado.

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 Esta es la cascada del Caozo, recibe cientos de visitas a diario, y es una pena que hoy no se pueda ver sin esa discutible estructura de hierro que a modo de balcón han colocado en la mitad de la foto.

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 Si subes más arriba tienes esta perspectiva de la pasarela, el flujo de visitas es constante. El tamaño de la cascada, también.

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 Agua de sierra, agua de nieves, de manantiales que, en su afán por llegar hasta las aguas del Jerte, crean estas caídas de agua naturales que son un espectáculo.

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 En el Valle Jerte hay muchas gargantas, algunas conocidas como la de Los Infiernos donde están Los Pilones, una marmitas naturales horadadas en la roca que son una delicia para el baño; otras como la de Las Nogaledas, la de los Buitres, la de Las Monjas, la de La Puria o la de Bohonal en la que estamos completan el mapa del agua del valle.

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 Curiosamente este arroyo tiene otra caída más abajo, la de Calderón menos conocida, menos accesible pero también muy bonita. A esta, por cierto, también le han colocado una pasarela un tanto extraña.

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 Me enamora el Valle del Jerte, su luz es un canto a la armonía, me subliman los contrastes, los rincones, los detalles y la orografía del valle es propicia para ello. Reconozco que me gusta el valle todo el año, si ahora en verano este bosque es un regalo, en otoño perderse entre caminos y senderos, bosques y bancales, es inundarte de un sentimiento de paz dificilmente explicable si no has venido. Si a esto le añades sus pueblos de adobe, madera y piedras, es justo reconocer que el Jerte es uno de los mayores tesoros que poseemos en Extremadura.

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 La Fuente del Caozo, una de las dos que flanquean la garganta, buena ocasión para llenar botellas de agua.

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 Tras disfrutar del espectáculo de la Cascada del Caozo, iniciamos el descenso a Navaconcejo, lo haremos seguiendo el vericueto de caminos que peinan la sierra para dar acceso a las fincas.

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 Tomamos por un instante la carretera que baja al Valle antes de meternos entre bancales y comprobar como se trabaja a contrarreloj en el valle y como las cerezas van directamente del árbol a las cajas que no tardarán en alcanzar los mercados.

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 En cualquier rincón, el valle te enseña los dominios inmensos que lo hacen tan particular. En primer término Valdastillas, enfrente El Torno, el mirador del valle y por encima el pico Pitolero 1.352 m de altitud.

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 Me chiflan los bancales, escaleras y escaleras que suben la montaña y que han hecho posible el milagro de las cerezas en el Jerte. Están construidos casi con perfección y se cuidan continuamente para mantenerlos.

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 Regresamos al pueblo en una bajada que nos llevará hasta el río, rodeados de cerezos y gente trabajando.

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 La piedra y la madera son una constante en las construcciones jerteñas, aquí se aprovecha todo.

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 Caminando entre picotas. Sólo en un entorno así de único, con un microclima privilegiado, pueden cultivarse las mejores cerezas de España.

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 Bancales y bancales, cruzamos por caminos y pistas, cerca de la garganta de Balaflor estamos en el paraje de Los Molinillos, ya alcanzamos Navaconcejo con la vista. El descenso se suaviza y no tardaremos en llegar.

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 Nos esperan los amigos de una de las cooperativas de Navaconcejo con el mejor regalo de todos, cajas de cerezas que compramos todos los que vamos como recompensa por el camino andado y para saborear tranquilos en casa lo que hemos visto con nuestros propios ojos.

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 Del árbol a casa en tan sólo un instante. Cerezas del Jerte que se extienden por otras comarcas del norte de Extremadura buscando ese clima necesario para hacerlas crecer; hay muchas cerezas, sin duda, pero las del valle saben a Jerte, y eso es inimitable.

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 El Valle del Jerte en la Sierra de Gredos, un paraiso natural de gran valor, arquitectura, gargantas y bosques bañado por las aguas del Río Jerte. Su nombre se los dieron los árabes quienes bautizaron al río con el nombre de Xerit o Xerete, cuya traducción sería: río de aguas cristalinas o río angosto.

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 El Valle del Jerte es un pequeño edén para el senderista pues te ofrece la oportunidad de descubrir los rincones más singulares a través de una red de senderos que discurren por parajes singulares de gran belleza. Itinerarios de pequeño recorrido, de baja dificultad, para realizar en media jornada o jornada completa. Caminar por el valle, disfrutarlo, descubirlo, o redescubirlo, o recordarlo, el valle no te puede dejar indeferente si el día que vienes te has puesto los ojos de ver, dale al modo admirar y déjate llevar por un mundo fantástico donde el hombre y la naturaleza han hecho un pacto de siglos para mantener el equilibrio; una simbiosis eterna de la que ellos viven y nosotros gozamos.-

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Ruta Laguna del Barco. Gredos

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 Entre Extremadura y Castilla León se sitúa el Sistema Central, una frontera natural. Modelada Por la erosión en épocas glaciares, la Sierra de Gredos, es una espectacular sucesión de lagunas, circos, gargantas, cuchillares, riscos, galayos y depósitos morrénicos. Es un paraíso turístico, lleno de posibilidades. La Cordillera Central se presenta como una alargada cadena montañosa que se levanta en el centro de la Península Ibérica y que sirve de separación a las cuencas y mesetas de los ríos Duero y Tajo. Son multitud los senderos que la atraviesan, muchas las rutas, refugios, lagunas y recorridos de los que difrutan senderistas y montañeros. Sus lagunas son míticas. Hoy vamos hasta una de ellas, la Laguna del Barco. Es una ruta de montaña, como todas las de Gredos con fuertes desniveles acumulados. 21,5 kms que iniciamos en la Nava del Barco y terminaremos en Puerto Castilla en la comarca de Aravalle.

Os dejo el track para GPS del club La Vereína con la que hice la ruta.

Empezamos la caminata en la Nava del Barco, al norte del Macizo Occidental de Gredos, junto a la garganta de Galingómez, que baja de la laguna del Barco y vierte sus aguas en el Tormes. Con apenas un centenar de habitantes, este típico rincón de sierra, está acostumbrado a la presencia de senderistas y montañeros; desde aquí se accede a algunas de las rutas más transitadas: La Laguna de la Nava o la del Barco.

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Conserva, casi intactas, casas con fachadas bien conformadas de mampostería de piedra berroqueña, recercado de huecos con grandes sillares y algún balcón sobre potentes ménsulas de granito.

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 La ruta coincide, en su inicio, con la de La Nava, justo hasta el Puente de la Yunta en la Garganta de Galíngomez donde nos desviaremos hasta nuestro destino: la Laguna del Barco. Tanto la Del Barco como la de la Nava están alteradas, recrecidas por el hombre para garantizar el agua para el ganado; en cambio la de los Caballeros es un circo glaciar original; aunque la tres son de una belleza que sobrecoge.

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 Como en casi todas las rutas de la comarca, estaremos rodeados de prados, montes, pinares de repoblación y vegetación de ribera en gargantas y arroyos, todos los encantos de un valle escondido en la Sierra de Gredos.

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Rodeamos el Cerro del Comocho entre pinares, de momento por un camino cómodo que perderemos enseguida para hacer el resto de la ruta entre prados y roca.

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 Acaba el camino y comienzan los prados tan habituales en Gredos, son lomas regadas de manera natural a base de canalizar el agua de la nieve que mantiene la hierba fresca para el ganado que vendrá en verano huyendo del calor y buscando pastos frescos. A esta zona la conocen como Robles Amarillos, frente a nosotros Peñas de la Cumbre.

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Atrás vamos dejando el pequeño valle que guía la garganta de  Galíngomez – o Galín Gómez, ambas acepciones aparecen- detrás el Pico de la Mora y los Collaítos, entre otros.

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Entramos en la montaña más pura, algunos neveros aún aguantan, enfrente, el Pico de los Trampales 1.563 m

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 El día se pone feo por momentos, aquí arriba el aire sopla fuerte y frío, a pesar de la cercanía del verano, nos vemos obligados a abrigarnos; a algo más de 1.600 m de altitud aún hay nieve, es el Alto de la Dehesa.

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Por Las Taheñas en este momento cruzaremos la Garganta de la Vega para caminar por la parte baja de la Cuerda del Risco del Águila, estamos a una altitud de 1.500 metros.

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Ascendemos un poco la falda del Risco donde la garganta se vuelve más brava.

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Algún pequeño charco nos da la sorpresa, agua limpia y trasparente apenas contaminada por la mano del hombre, una foto idílica de este paisaje agreste y duro.

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Cruzamos un pequeño arroyo sorteando piedras a medida que continuamos el ascenso hacia la laguna.

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El agua dibuja caídas caprichosas, recovecos para huir de la montaña, nosotros ascendemos mientras ella desciende, admirados por cada rincón que descubrimos en el camino a la cumbre.

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En la montaña, volver la vista atrás es una delicia, en la distancia los espacios son otros; es admirable el camino, aún más reconocerlo cuando ya lleva tus pasos, es un poco tuyo, o así lo sientes.

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Reaparece el camino, trazado de piedra, iniciamos ruta por las Escaleruelas, piedra montesa, como sus cabras

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 La mano del hombre crea estas veredas en la montaña. Piedra inamovible, inalterable, compacta, traza con belleza el camino, dibuja más bien, la guía que hoy utilizamos caminantes y, mañana, ganado y ganaderos.

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 Aquí arriba, a 1.700 metros, el día se va cerrando y amenaza lluvia, sigue el ascenso, suave, pero constante.

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 Si la montaña es inmensa, nuestra pequeñez la hace todavía mas grande. Arriba eres más paisaje, como si fueras parte de él, es admirable la altura y su diseño, no es extraño que quienes suben a 4.000 u 8.000 metros de altura quieran volver a hacerlo.

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Piedra pura, agua de nieve. Nosotros y la cabra hispánica que nos acompaña en el camino.

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Dejamos el refugio de montaña al que volveremos para comer y afrontamos la última parte hacia la Laguna del Barco.

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Bordeando el Risco del Águila la última subida, el esfuerzo final en un día frío, de viento. Hay ganas de conocer la laguna.

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Cruzamos la garganta otra vez, en este zig zag que dibuja el trazado sorteando las zonas inundadas. A 1.800 metros de altitud el aire frío y fuerte nos da tiempo al descanso, es imposible pararse aquí, no hya donde esconderse.

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 LLegamos al pequeño valle glaciar que sujeta la laguna, rodeada por picos de más de 2.000 metros de altura y con una curiosidad, en la falda de una de ellas se esconde otra pequeña laguna, la Laguna Cuadrada, protegida por el Collado de la Portilla.

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Y aquí está. La Laguna de Galín Gómez, más conocida como Laguna del Barco, se asienta a los pies de un bonito circo de origen glaciar situado en la vertiente norte de la Sierra de Gredos.

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 La laguna del Barco es una laguna glacial situada en la sierra de Gredos, en el término municipal de Puerto Castilla, cerca de El Barco de Ávila. El lago está situado a una altitud de 1790 m en un extenso valle glaciar, uno de los tres emplazados en la cara norte de La Covacha, con una altura de 2399 m, el punto más alto del sector occidental de Gredos. El punto de desagüe natural de la laguna ha sido represado para aumentar su capacidad de almacenamiento. La laguna es usada como embalse. Son admirables estos lugares que se formaron miles de años atrás y que hoy siguen atrayendo tanto.

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 Volvemos sobre nuestros pies hasta el refugio de montaña que hay un poco más abajo, donde nos protegeremos del frío y el viento para comer un poco y descansar. Así es el pequeño valle que protege la laguna. Gredos es una delicia, con frío o sin el.

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Después de una merecida parada en el refugio, llamado Chozo de Anselmo, nos desviamos hacia la Cuerda del Risco del Águila para llegar a la comarca de Aravalle

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Desde el risco, a 1.800 metros de altitud, Gredos se ve así de impresionante, una sucesión de picos, sierras y valles que hacen de la provincia de Ávila un lugar único.

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Detrás dejamos la montaña, el sistema central y sus paisajes. Es lo que nos ha traído hasta aquí, la belleza.

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La vista no se cansa, se pierde, un juego de luces y sombras que embelesa. Una foto merecida.

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 Al otro lado, la montaña da paso al valle, la comarca del Aravalle. Aunque dentro del conocido Parque Regional de la Sierra de Gredos, la Comarca del Aravalle es una zona de alto valor natural que aún no ha sido invadida por el gran público, y mantiene así su sabor rural y la calma que pocos lugares pueden ofrecer durante la época estival. Es la continuidad del Valle del Jerte en Cáceres

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 Este trozo de camino, andando por la cuerda del risco del Águila, es fantástico, llano pero demoledor, un gran balcón con vistas que se disfruta casi en éxtasis, fuera de la influencia de la sierra más profunda, la temperatura empieza a cambiar.

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Paisaje tras paisaje, sorpresa tras sorpresa, disfrute absoluto, gozo. Nosotros dejamos el camino en Los Vinagrales para descender al valle, terminaremos en la localidad de Puerto Castilla.

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 En lo que llaman el Alto de la Dehesa, atravesamos una zona inundada de agua, una sensación extraña, es como caminar sobre flotadores que se mueven, hay que tener cuidado dónde se pisa, más de uno nos mojamos.

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 Aravalle, refleja en su paisaje la dureza de los pueblos que al paso de los siglos han ido modelando de forma armoniosa la naturaleza que generosamente les mantenía. Silencioso, poco poblado, pese a la cercanía del bullicioso Valle del Jerte, aquí el ritmo de vida es otro, pequeños pueblos situados en la umbría y la solana de la sierra.

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Pequeño descanso para admirar el entorno, queda menos para el final de la ruta.

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Descendemos ya hacia el valle, hemos dejado atrás un pequeño pinar. Buscando información de la  zona, leo que en la comarca ya hay tres pueblos abandonados. Lo curiosos es que se ofrezca como reclamo turístico.

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El Valle es una delicia, dedicado a la agricultura y la ganadería. Bajamos por el paraje de El Pardo buscando nuestra meta después de casi 22 kms.

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El agua es constante. Esta es la garganta del Cardiel.

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Llegamos a Puerto Castilla. Final de ruta. Comenzamos con calor, hemos pasado frío, nos ha llovido y ahora vuelve el sol y se nota.

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 Puerto Castilla, apenas 150 habitantes repartidos entre el pueblo y sus dos pedanías. Situado al suroeste de la provincia de Ávila, dentro del partido judicial de Piedrahita, se encuentra a 94 kms. de la capital Abulense. Lo componen las localidades de Puerto Castilla y las pedanías de Santiago de Aravalle y Ventorro Zamarro. Asentada entre las Sierras de Gredos y Béjar, es la última población de la Meseta Castellana dirección al Valle del Jerte.

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 Leo que su gente se dedica a la agricultura, producción de judías con la «Denominación de Origen de El Barco de Ávila», patatas, manzanas y ganadería, ovino, caprino y exencialmente Bovino de la raza Avileña. Os decía antes lo de los pueblos abandonados, aquí hace años se cerro la escuela, por lo que los escolares se desplazan a El Barco de Ávila.

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 Gredos es… la tentación de vivir en la naturaleza, el placer de sentir el frío. Gredos es una oportunidad para recobrar la capacidad de sorprendernos por la inteligencia y el ingenio de los hombres, los modos de adaptarse al medio natural a lo largo de la historia, la belleza de las cosas sencillas, el encanto de los pueblos construidos en las laderas. Queda la imagen de que estuvimos allí, en la Laguna de Galín Gómez.

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 Hoy rescato unas palabras de Unamuno: «Gredos es un lugar para perderse y encontrarse a sí mismo, para acercarse a sus lagunas, para trepar a sus cumbres, para templar el alma. He estado hace pocos días en los altos de la Sierra de Gredos, espinazo de Castilla, y traigo el alma lleno de la visión de las cimas, de silencio de paz y de olvido…; el alma también se limpia y restaura con el silencio de las cumbres…»

La montaña una vez pisada, no se olvida, se queda con tus pasos y te llama de vez en cuando. Es difícil no oirla, pasa cada año cuando las nieves despejan el camino y las huellas salen a flote para emerger de la memoria, es una convocatoria a volver, una provocación, una obsesión, una señal, casi un ultimátum que sólo curaremos Andando Extremadura.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta de la Serrana de la Vera

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 A veces los caminos se visten de leyenda; esto ocurre con la Ruta de la Serrana de la Vera, un relato entre el mito y la historia, la fábula de un amor despechado que terminó como misterio no resuelto al que se le fueron añadiendo detalles, cada vez más crueles, cada más sangrientos; hoy se recuerda su nombre como heroína de Tormantos. Tanto que tiene hasta su propio camino, su territorio, en las crestas de Gredos. Se atribuye la existencia de La serrana de la Vera al pueblo de Garganta la Olla, allí vivía la familia Carvajal, y su hija Isabel, que iba a casarse con un sobrino del obispo de Plasencia, el chico, empujado por la curia para que no comprometiese su carrera eclesiástica,  en el último momento la abandonó, condenando a Isabel y a su familia a la deshonra eterna. Desde entonces, se ejecutó la venganza y se escribió la novela: Isabel abandonó su hogar y se lanzó a la sierra, donde repudió a todo hombre. Los arrastraba a la fuerza a su cueva, cuentan que después de gozarlos los mataba. En recuerdo a las víctimas que murieron a manos de la Serrana de la Vera, se erigió una cruz en lo alto de la torre de Garganta la Olla. En esta localidad, puede verse la casa de la familia Carvajal, hogar de la Serrana hasta el momento de su deshonra.

La ruta cubre los 19 kms que separan Piornal, en el Valle del Jerte, de Garganta la Olla, en la comarca de La Vera. Ruta dificil porque no siempre tiene camino trazado y porque los últimos cuatros kilómetros tienen un descenso de 800 metros acumulados; la ruta está señalizada pero se pierde con frecuencia.

Oa dejo el track para GPS de Senderismo La Vereína, club al que pertenezco y con quien hice la ruta.

Comenzamos la caminata en Piornal, es el pueblo más alto de Extremadura, 1.175 metros de altitud, enclavado en la Sierra de Tormantos, en el Valle del Jerte. Tierra de Jarramplas, cuando llega enero, de piornos, nieve, vistas privilegiadas, y frío, mucho frío.

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Enseguida dejamos sus calles y recorremos el altiplano en el que se sitúa el pueblo y salimos por el Arenal de Nuestra Señora cerca de la actual Hospedería La Serrana, un antiguo hospital de tuberculosos, reconvertido primero en albergue infantil y ahora en establecimiento hotelero. Recomendable, por cierto.

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La ruta, como comentaba al inicio, está señalizada pero no cuidada y su trazado se pierde en muchos tramos, lo que obliga a caminar entre maleza y árboles. No le quita belleza.

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La señalización, blanca y amarilla, es la de Sendero Local y aunque aparece durante todo el recorrido, la falta de camino en algunos tramos, te despista, si no te orientas bien en el campo es importante llevar el track para evitar sustos.

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La ruta discurre por la cresta de la sierra, el trazado es llano, paisaje de montaña, de hecho en invierno suele estar nevado siempre, robles y piornos son la vegetación que nos acompaña. Un entorno abierto, enorme, limpio.

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Desde arriba se ven los Montes de Tras la Sierra, cumbres nevadas allá enferente, porque en medio y abajo, está el Valle del Jerte flanqueado por ambas sierras; delante sin nieve, se ve Peñanegra, 1.434 metros de altura.

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Mientras avanzamos por el paraje de Los Helechares dejamos atrás el Jerte y algunos de sus pueblos como El Torno, visible desde aquí. El camino ha vuelto a desvanecerse.

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Para cruzar a La Vera por el Puerto de Piornal hay que coger durante unos metros la carretera que lleva a Garganta la Olla. Cambiamos de valle en tan sólo unos pasos. De valle y de paisaje. Es un añadido de la ruta que le agrega valor.

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Entramos en la comarca de La Vera, tierras reales donde el Emperador Carlos V quiso retirarse después de hacer la guerra a medio mundo (imperio lo llamó él). La Vera, al contrario que el Jerte se asienta sobre la falda de Gredos, la última del Sistema Central que mira al sur, y da paso al inmenso valle del Tiétar y el Campo Arañuelo. Mucho más allá los Montes de Toledo crean otra comarca magnífica: Las Villuercas.

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 Ahora es visible Garganta la Olla, esta localidad verata, típica y bien conservada a la que nos dirigimos, está metida en un pequeño valle, una especie de cuña que esconde la montaña, y que está regado por la Garganta Mayor, o de Pedro Chate -ambos nombres tiene- que luego terminará llegando el conocido lago de Jaraiz de la Vera; nosotros vamos a rodear el valle entero y luego bajaremos por la Portilla hasta el pueblo.

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Caminamos entre robles por el Pico del Puerto en un paraje de antiguos bancales hoy abandonados.

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LLegamos junto al Pico de la Tartajosa en la Barrera de la Serrana, frente a nosotros el Canchal de Tormantos, coronado por el Peñón de Torrique, 1.714 metros de altitud.

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Nos incorporamos a un camino amplio, el que lleva a la que llaman Casa de Antonio; arriba en la sierra dicen que está la cueva de la Serrana en Cancho Negro. El mapa la señala, la leyenda la recuerda.

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Antes de recorrer la depresión en la que se asienta la garganta, parada para reponer fuerzas, rodeados de sierra, y de historia. Un día claro y caluroso.

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Siguiendo las señales, que hay que buscarlas, dejamos el camino y comenzamos un pequeño descenso por un paraje que se conoce como Los Cristianillos.  Un sendero, a veces intuido,  nos acercará a la garganta mayor, antes de rodear el valle.

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Que este viejo trayecto, ya perdido, era usado en la comarca lo evidencian construcciones como esta, el Puente Pivillas, sobre la Garganta Mayor, situado justo antes de una gran caída de agua que desciende hasta el pueblo, una zona en la que hay algunas pozas magníficas para el baño. Buenos recuerdos de baños solitarios, fines de semana de monte, silencio y agua.

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Puente de piedra, recio; una estampa muy senderista para inmortalizar el momento. Es un rincón muy bello perdido en medio del bosque con el trazado del camino casi borrado por el abandono.

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La vereína que nos conduce por El Revellón hacia el collado de Pon Benito, se estrecha cuando caminamos por un denso robledal, un paisaje en zig zag, un sube y baja constante.

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Arriba queda la sierra de Tormantos de donde partimos, abajo el paraje de La Melendra dibuja su propio paisanaje. La mano del hombre hace estas cosas.

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Cruzando pequeñas gargantas que iran a parar a la Mayor por un paisaje de sierra, verato, rincones de Gredos a los que llegarás pocas veces si no es haciendo caminos, perdiéndote en ocasiones. O saltando vallas buscando, otra vez, la referencia perdida.

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No es malo. Sólo así lograrás inmortalizar una pequeña cascada como esta, y si la imaginación se dispara, ver en la máquina del tiempo a serranas, viajeros, bandoleros o reyes bañándose en estas aguas a las que pocos llegan. Es el regalo.

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Descendemos por la Era de las Cruces, pasamos junto a un enorme castaño que espera el otoño para mostrar su tesoro.  Justo después de haber dejado el pequeño valle que venimos rodeando y que ahora queda al fondo. Cruzamos el camino que lleva a Yuste.

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Último ascenso de la ruta por el Baldío de las Pájaras, subida necesaria para alcanzar el Risco de la Portilla. Quedan cuatro kilómetros, lo más duros. Vamos entrenando.

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 Desde el Risco, Gredos es una delicia, cubierta de nieve nos muestra sus principales elevaciones y  la localidad de Guijo de Santa Bárbara. Toda la Sierra de Tormantos en una vista casi completa que te recuerda que detrás está la belleza, la grandeza, de la Montaña, sus lagunas, lagos y caminos son un destino obligado al que está llamado cualquier senderista que se precie. Bien cierto que a Gredos solemos subir por la provincia de Ávila.

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Merece la pena el esfuerzo, merece la pena subir hasta aquí. Este mapa vivo, a tamaño real, te enseña La Vera, los rincones por los que paseas pero en su conjunto. Las cosas, los lugares no se ven igual desde la altura. Esa visión espacial que te deja embelesado. La belleza es más balleza cuanto más asciendes, cuanto mayor es el esfuerzo.

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Iniciamos el descenso, dejando el risco para encarar la Barrera de Yuste. Piernas preparadas. Los quince kilómetros recorridos tienen un final para nota.

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Vamos bordeando La Portilla por un pequeño sendero, un balcón natural que nos enseña buena parte de la comarca verata. Delicioso final.

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Es necesario utilizar bastones para ayudarse en los desniveles; esta es la zona del Pachón y cae casi en picado, extremamos precauciones.

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A nuestra izquierda está desplegado el mapa del norte extremeño, estamos justo encima del Monasterio de Yuste, aunque la orografía del terreno no nos permita verlo. Frente a nosotros la Vega del Tiétar, el Campo Arañuelo y, al fondo, los Montes de Toledo y la comarca de Villuercas, el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara. Te quedarías aquí para siempre.

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Sigue el descenso, largo, tortuoso, no hay camino, con pequeños brotes de piornos y robles que te rodean, de hecho a este pareje le llaman el Arañadero, muy propio.

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Dejas el abrevadero de Fuente Blanca -tan harto venía que no eché ni la foto- y tomas el pequeño camino que nos acercará al pueblo, terminó la parte más dura del descenso, aunque el esfuerzo lo llevan las piernas.

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En un claro, Garganta la Olla se muestra tal como es, su estructura verata, serrana y rodeada de bancales, en esta pequeña localidad de cuestas y cuestas, y calles estrechas de edificios de adobe y madera. Qué delicia.

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Cruzamos la carretera que lleva a Cuacos un momento antes de descender a la garganta y entrar en el pueblo por su parte más baja.

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Aquí se erige la estatua de la Serrana de la Vera, dulcificada y guerrera a la vez, poco que ver con las macabras historias que se cuentan de ella. Corona un pequeño mirador, el Mirador de la Serrana. Fue colocada en 2005 y modelada por el escultor placentino, afincado en Jerte, Evaristo García.

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El Puente de Cuacos nos da la bienvenida, un poquito de historia que ahora nos facilita cruzar la Garganta Mayor. Estamos en Garganta la Olla. Hemos llegado.

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La Plaza de Garganta nos recibe con el agua de su fuente de cuatro chorros, muy de la comarca; rodeados de construcciones características de la Vera nos hemos ganado el descanso, el derecho al refrigerio (aunque no con agua).

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Garganta la Olla fue declarada Conjunto Histórico-Artístico. Con una arquitectura popular de una gran belleza singular, su iglesia está declarada Monumento de Interés Cultural, con retablo mayor barroco, un pequeño museo de arte religioso y un órgano barroco.  Hay múltiples vestigios de la presencia de un Tribunal de la Inquisición (incluso un museo particular).

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Legua y media de Garganta, cinco leguas de Plasencia habitaba una serrana,  alta,  rubia y sandunguera. Vara y media de cintura,   cuarta y media de muñeca, con una mata de pelo   que la los zancajos le llega.  Cuando tiene sed de agua   se baja pa la ribera cuando tiene sed de hombre   se sube para la sierra…

Estos son las primeros versos del romance de la Serrana de la Vera que acabó matándose ella misma antes de ser apresada. Orgullo de mujer, venganza consumada contra los poderes que ahogaban a las féminas, relegadas a un papel menor. Isabel no quiso aceptarlo y rodaron cabezas… de hombres.

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 Historias de la Serrana, leyendas de la Vera que se llevan encima cuando te montas sobre la sierra y te imaginas el trasiego de carros y bestias, mirando de soslayo al bosque mientras recuerdan la leyenda, deseando terminar el camino y olvidar sus miedos; historias contadas de boca en boca, junto a la candela, que han hecho sudar a niños y callar a mayores. Hoy esta senda es un paseo por la comarca, por la sierra; pero bajo nuestros pies hay muchos otros pasos, algunos de mujer, de vengada impotencia, ¿los habremos pisado?… Andando Extremadura.

– Bebe serranito bebe,   agua de esa calavera,
que puede ser que algún día
   otro de la tuya beba.

©vicentepozas2014

Ruta La Chorrera. Hervás

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La ruta de La Chorrera en Hervás -Cáceres- es uno de esos senderos que repites más de una vez. Un camino que parte del barrio judío hervasense y nos lleva, siguiendo el curso del río Ambroz, hasta las estribaciones del pico Pinajarro en la Sierra de Gredos. La Chorrera es un salto de agua de casi 30 metros de altura que salva el desnivel de la montaña. Es una ruta muy popular, de hecho no es raro cruzarse con bastante gente en el camino. La belleza del paisaje, pequeños hitos de la historia de Hervás y la comarca jalonan el recorrido; bosques de robles y castaños, pozas de agua, puentes y excelentes vistas del Valle del Ambroz completan la lista de razones para no dejar de hacerla. Es de dificultad media, con unos 600 metros de desnivel de subida y otros tantos de bajada y de casi 14 kms, es de ida y vuelta.

Track para GPS de mi compañero de ruta Teófilo Amores Mendoza.

 La ruta arranca en la Plaza del Convento de Hervás, junto a la judería y la hospedería, enseguida sales del pueblo y te topas con la imagen del barrio judío y la omnipresente iglesia dde Santa María, mirador de la localidad, las primeras luces de la mañana nos descubren la villa. La ruta está bien señalizada, como PR, blanco y amarillo.

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La siguiente imagen es la del puente de hierro, perteneciente a la línea férrea de la Ruta de la Plata que dejó de funcionar en 1985. La vía sigue en pie, en desuso, reivindicada por sus vecinos que quedaron aislados del norte de España, castigados por el eterno latiguillo de la rentabilidad.

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Salimos del pueblo, dejamos las últimas casas, el matadero y tomamos por la zona de Los Corrales el camino ascendente durante algunos kilómetros, es de cemento, eso sí, flanqueado de castaños.

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El Valle del Ambroz vende su otoño mágico, protegido y rodeado de estos colores, es fácil entender esa afirmación. Un bosque elevado a pintura. Sólo hay que seguir el camino.

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Un poco más arriba aparece el albergue juvenil, ahora dormido, pero que en verano se convierte en un lugar bullicioso donde los campamentos se suceden. Aquí arriba es fácil huir del calor extremeño.

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El sol de la mañana por fin sortea el sistema central y asoman las primeras luces en las crestas de las sierras. En primer término Las Retuertas, arriba, solemne, el Pinajarro, 2099 metros de altura.

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El río Ambroz, alma de la comarca, baja al valle en un entorno idílico. Es un paisaje de cuento que parece pintado a conciencia para templar almas. En años de nieves baja bravo y valiente.

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Atravesamos el arroyo del Posturillo en la zona de Horcajo, dejando a la derecha el camino que conduce a la presa de Hervás, a nuestra derecha el cerro de Majallana por el que discurre otro arroyo. En la sierra el agua es generosa.

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Llegamos a Marinejo donde, a duras penas, se mantienen las antiguas viviendas de los trabajadores de la minicentral de luz que veremos más arriba

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El puente de Marinejo, que cruza el Ambroz, lleva a la Pista Heidi, otro camino magnífico para recorrer. El puente, de piedra, se mantiene firme. Robusto aguanta los embates del agua, ahora mansa porque el otoño es seco.

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 Esta imagen no es de la calidad que quisiese, pero es importante porque marca el punto donde debemos dejar el camino y desviarnos por un sendero que arranca a la derecha y que nos lleva a coronar la sierra. Está indicado. Podéis andar unos metros antes de tomar el sendero y acercaros a la central hidroeléctrica, La Casa de la Luz, le decíamos de chicos, cuando veníamos a bañarnos aquí.

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Paisajes del Ambroz, estampas de Gredos, rincones de sierra que se dejan ver por momentos a medida que el ascenso se hace más pronunciado y la altura nos da esa ventaja.

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La Casa de la Luz la dejamos a un lado, mientras se distancia de nosotros el cauce del Ambroz para comenzar la parte más complicada, aunque antes tendremos un regalo extra en la ruta.

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En este punto, indicado como véis, se puede optar por seguir la ruta o hacer el pequeño desvío que nos lleva a las Charcas Verdes. Son apenas 500 metros, y merece la pena, lo aseguro, luego retornaremos aquí para continuar el ascenso.

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Un pequeño camino rodeado de robles nos lleva hasta un lugar muy visitado en verano. Hay agua.

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Las charcas verdes son dos pequeñas pozas de agua que son un reclamo para el baño de los más jóvenes que vienen a pasar el día aquí, sombra y baño son la clave. Esta es la charca de abajo…

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…y esta la de arriba.

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 Retomamos al camino original, volviendo sobre nuestros pasos hasta el cruce donde estaba el cartel y comenzamos el ascenso, un sendero en zig zag que, me cuenta el amigo Teo, le llaman las 33 vueltas; yo no las conté pero no lo pongo en duda. Es la parte más dura del camino por la fuerte pendiente.

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 Ya vemos el final del ascenso, estaremos a unos mil metros de altura y disfrutaremos del paisaje en cuanto abandonemos este bosque de robles melojos. Primero, a tomar aire, la subida ha sido pronunciada.

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Al llegar arriba nos recibe un pequeño depósito que lanza al agua por una fuerte pendiente que producirá la luz abajo en la central hiroeléctrica. Hay que bordearlo y seguir el sendero.

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Pero desde aquí se dibuja el Sistema Central de esta forma. La Hoya de los Castaños, el Cerro del Moro y el Canchal de la Gallina se muestran así de tremendos. Los grandes castañares de Hervás quedan a nuestros pies.

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Hervás, el embalse de Baños, y al fondo Las Hurdes se dibujan ante nosotros. La perspectiva desde la altura del Valle del Ambroz es así de hermosa.

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Enfilando, que dice Teo, para adentrarnos en la parte más bonita del camino

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Ya con más horas de sol el Pinajarro está en todo su esplendor, el piquito de la derecha que aparece estilizado es el Tejerón.

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Comenzamos a caminar pararelos al canal que lleva el agua al depósito que hemos dejado atrás y que alimenta la Casa de la Luz.

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Sólo hay que seguirlo, rodeados de robles de nuevo, el lugar es fantástico

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Decía antes que es la parte más bonita de la ruta por el efecto que crea la acequia de agua, escondida en este bosque serrano.

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Gredos, el Ambroz, es un festival de colores. Otoño Mágico en el Valle del Ambroz, que por cierto, es Fiesta de Interés Turístico Regional

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Termina el canal y cruzamos el arroyo Forero o de Las Costeras, de las dos maneras lo he encontrado para afrontar el último ascenso antes de llegar a nuestro destino.

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 Quedan pocos metros para alcanzar La Chorrera, una pequeña vereda nos lleva hasta ella bajo el bosque que cogimos muchos metros más abajo. Aunque el roble melojo es el ejemplar más abundante, nos venimos cruzando con castaños, abetos, alisos y chopos, hasta un acebo que veremos ahora.

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 Y llegamos a La Chorrera, algunos metros más arriba nace el río Ambroz, en su descenso al valle sortea los accidentes de la montaña y crea este salto de agua, lugar de peregrinación de caminantes y senderistas

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No me resisto a fotografiarme delante de la cascada. Este pequeño río, afluente del Alagón, deja esta imagen al sortear las sierras de Cerro Pinajarro, hermano pequeño del Canchal, y Las Retuertas, seguirá hasta las dos charcas verdes, atravesará Hervás, donde visita su barrio judío y descansará en el valle.

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Dejamos La Chorrera contemplando el paisaje que lo esconde, es dificilmente visible si no llegas hasta aquí pero reconforta hacerlo; la sierra siempre ha sido un refugio pero hay que pisarla.

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Iniciamos el descenso, camino de vuelta, pudiera parecer aburrido desandar los pasos, pero ahora la luz es más alta y nos brinda otro espectáculo de colores y sombras.

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El bosque gris y meloso de la ida se ha llenado de matices, y el camino se llena de gente.

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Los colores del otoño en uno de los más grandes castañares de toda la península, el de Hervás son así de impresionantes. Lo dijo Unamuno:  “Hervás, con sus castañares recoletos en la falda de la sierra que hace espalda de Castilla”. El monte Castañar Gallego es uno de los montes de castaño más importantes de Europa.

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El Valle del Ambroz es un lugar de contrastes, paisaje y paisanaje, un rincón que siempre ha sido de paso entre el sur y el norte, de ese trasiego de gentes y culturas han quedado rastros repartidos por toda la comarca.

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Restos de la vida en la sierra, estos en el camino de Marinejo, mientras tomamos el tramo de cemento que nos lleva al pueblo.

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Las luces hacen magia en la espesura, se llena de colores: ocres, rojos, verdes, amarillos, verdes…

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Las aguas que dejamos más arriba ahora se cruzan en el camino, bañadas por el sol.

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Parecía un bosque en letargo, dormido, cuando iniciamos el ascenso, pero el sol nos enseña otra cara

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Es el mismo trayecto pero distinto camino. Estamos cerca de Hervás.

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Antes del final del trayecto, un momento para echar la vista atrás y observar el paisaje desde lejos, el entorno que nos ha embelesado, es igual de magnífico en la distancia

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Hervás, vuelta al inicio. Esta imagen sintetiza todo lo visto. Ahora toca pasear por sus calles en busca de un refrigerio. Su barrio judío, declarado Conjunto Histórico- Artístico en 1969, se halla excelentemente conservado y pertenece a la Red de Juderías de España.

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 Esta la única herida que rodea el pueblo, la Vía de la Plata, abandonada. Un canto a la desidia, al olvido de los lugares pequeños; ese estigma que tenemos las tierras rurales: que no compensa. Alguien, en 1985, desde un despacho en Madrid decidió que nosotros no necesitábamos un tren ¿para qué? ¿para ir a dónde?

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 Excelente viaje y mejores sensaciones. La cordillera de Gredos alberga rincones mágicos, bosques de hadas y duendes con colores de cuento.  A los humanos siempre nos han fascinado los bosques, ese misterio que envuelve a los árboles cuando están muy juntos. Sí, así es el Valle del Ambroz, abrigo de Gredos, leyenda, rito. Cada civilización, y hay más de una, dejó aquí una historia para que se escondiese en la arboleda y pudiera ser transmitida de generación y generación. Hoy hemos venido nosotros, a recorrer el camino de La Chorrera, buscando nuestra propia historia, arriba hemos dejado parte del alma para que la protejan los dioses de la montaña; volveremos a recogerla, lo haremos como siempre,  Andando Extremadura.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2013

El placer de caminar, el placer de conocer, el placer de descubrir

En estos tiempos híper veloces en los que una idea se despacha en un twett (140 caracteres),  en los que reclamamos información en tiempo real y la vida (y la muerte) se retransmiten en directo. Ahora que en nuestro ideal de progreso no pueden faltar autovías, trenes de alta velocidad, conexiones 3G o teléfonos que hubiesen ruborizado al mismísimo Q, el original inventor del Servicio Secreto Británico en James Bond, merece la pena bajarse del mundo por unos kilómetros y recuperar el placer de caminar. Naturaleza y viaje, una fantástica experiencia.

Reconforta adentrarse por lo muchos senderos que recorren Extremadura y descubrir valles ocultos a la vista, restos de viejas civilizaciones, antiguas villas o castillos, ríos o gentes a quienes tantos y tantos megas de velocidad parecen no preocupar en exceso.

Andando Extremadura se descubre que hay otra región que parecemos ignorar, que hemos olvidado, una tierra de la que, curiosamente, presumimos cuando estamos fuera, pero que en realidad desconocemos. Hoy los caminos rurales de la región son un atractivo añadido, recuperados y puestos en valor se están convirtiendo en un reclamo turístico con el que competimos con mucho éxito. El senderismo se ha convertido en una filosofía y Extremadura es un templo del paseo.

Y no es para menos. Si pusiésemos los 35.000 caminos que tenemos en Extremadura uno tras otro, podríamos darle casi dos vueltas completas a la tierra. Más de 67.000 kilómetros que han servido de desarrollo para un entorno rural que no siempre fue tan idílico.

En poco más de dos décadas la región ha descubierto que podía comercializarse, que era un destino atractivo, que quienes venían buscando refugio dejaban dinero, mucho dinero. Comenzamos ofreciendo  patrimonio histórico, luego vendimos paisajes, más tarde la singularidad de la ruralidad y sus excelencias; de repente descubrimos que miles de personas nos visitaban para observar aves, y también lo añadimos a la cesta; no hace tanto que entendimos que además de visitar ciudades teníamos un rico patrimonio en nuestros caminos, esos que además de servir para las labores agrícolas o para comunicar fincas, ventas o parcelas, enseñaban la región por dentro, sus entrañas, sus detalles, sus secretos en forma de olores y colores, paisajes y paisanajes.

Hoy algunas de esas rutas son un reclamo popular que el desenfreno de catalogarlas como atractivo turístico las promociona y las eleva a fiestas de interés y las publicita, con peligro de morir de éxito. Así se vuelven multitudinarias rutas como las del Emperador de Jarandilla de la Vera a Cuacos de Yuste, o la de Carlos V de Tornavacas a Jarandilla. Rutas como las del Valle del Ambroz, o La del Cerezo en Flor  en Jerte, Peñas Blancas en La Zarza, la del Parque Natural del Cornalvo en Trujillanos o la de los Duques de Feria van creciendo año a año y suponen un esfuerzo organizativo importante y un suculento generador de recursos.

De hecho, la Federación Extremeña de Montaña –FEXME- ha establecido un calendario extremeño de rutas senderistas; bajo el lema ‘naturaleza turística’  aglutina 18 recorridos con referentes históricos, naturales o estacionales. Propuestas que van desde hacer la ruta transfrontera, la de Isabel la Católica, la Templaria, la del contrabando, pasando por la del Cerezo en Flor, la de los Bosques del Ambroz o la de las Grullas.

Extremadura tiene ahora mismo 208 senderos homologados, es decir, perfectamente señalizados con una de las tres marcas oficiales: roja y blanca para los GR, Grandes Recorridos, amarilla y blanca para los PR, pequeños recorridos y verde y blanca para los SL, Senderos Locales; pero también es verdad que cada vez son más los ayuntamientos y comarcas que marcan sus caminos y que editan guías y planos sobre los distintos senderos y rutas que pueden realizarse. Un ejemplo es la ciudad de Cáceres que desde hace unos años tiene editadas 10 rutas alrededor del núcleo urbano o sus cercanías, unos dípticos que la capital lleva a cada una de las ferias a las que acude y que oferta como un atractivo más, un complemento a la riqueza de la ciudad monumental.

Decía San Agustín que una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio… Cuando entras en la dinámica de marchar a pie, las distancia no las mides en kilómetros, si no en tiempo. El refranero español es rico: ‘Caminos hacen amigos’, ‘Más vale camino viejo que sendero nuevo’ o ‘En camino largo, corto el paso’…

Los esfuerzos por recuperar los cordeles, cañadas reales e itinerarios peregrinos se dejan notar. En la comarca de Las Villuercas se están señalizando caminos históricos que llevaban al Monasterio de Guadalupe ( http://www.itinere1337.com ); Renfe recupera antiguas vías en desuso que ahora reciben el nombre de Vías Verdes (http://www.viasverdes.com ), en Extremadura tenemos una de gran belleza, además del antiguo trayecto ferroviario de la Ruta de la Plata ya cerrado, y el Ministerio de Agricultura está recuperando y señalizando al red española de Caminos Naturales (http://www.magrama.es/es/desarrollo-rural/temas/caminos-naturales/ ) Más de 8.000 kilómetros repartidos por toda España, de los que en Extremadura hay 3 recorridos: el del río Rivera de Acebo, el Corredor Cáceres-Badajoz y el de Las Vegas del Guadiana.

Caminando te encuentras, se hacen amigos, es cierto, pero lo mejor de todo es que descubres paisajes que ni imaginabas, una diversidad que sorprende, que embelesa.

Y por añadido descubres que hay estaciones, que hay colores, tonos, olores, momentos e instantes que únicamente duran un minuto. Si quieres ser testigo de ellos, lo mejor es que te coja andando Extremadura.-

                                                                                                                                          ©vicentepozas2013

Ruta Laguna de los Caballeros en Gredos

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 Hemos vuelto a Gredos, al Sistema Central;  En torno a sus grandes moles graníticas basculan cuatro comunidades autónomas: Castilla y León, Extremadura, Castilla-La Mancha y Madrid; extendiéndose de Este a Oeste desde San Martín de Valdeiglesias a Hervás y de Norte a Sur del valle del Tormes a Rosarito. Su agreste relieve ha servido de refugio a la tribu celta más meridional (los vetones) y a otros rebeldes históricos como El Empecinado o los maquis. Una zona muy apropiada para la práctica de senderismo, ciclismo, montañismo, escalada y esquí de travesía. En Castilla y León está declarado como parque regional, un enclave muy vistado que, por tanto, nos garantiza una excelente oferta de alojamientos que nos permitirá disfrutar de su paisaje y de su paisanaje. Gredos es un rincón único, recorrerlo andando es toda una experiencia.

Nosotros vamos a realizar la ruta de La Laguna de los Caballeros, llamada también la laguna oculta, la más solitaria de Gredos y que transcurre por la garganta del mismo nombre; es una ruta dura, son 13 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta (no es circular) con un desnivel acumulado de algo más de 900 m.

Os dejo el track para GPS por gentileza del amigo Teófilo Amores Mendoza

 

 

 La ruta arranca y finaliza en Navalguijo, pedanía de la localidad de Navalonguilla, en la comarca del Alto Tormes en Ávila que hace frontera con la provincia de Cáceres; un pequeño enclave de apenas 50 habitantes rodeado de bosques y agua.

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Justo a la salida, la señalización nos avisa: hay cinco horas de ascenso, que se convertirán en casi las mismas de regreso, por el llamado Camino del Agua, dentro de la Red de Espacios Naturales de Castilla y León.
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Salimos por la zona de las Cerradillas, para atravesar enseguida la Garganta de las Lanchuelas por un pequeño bosque de pinos y robles.
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Nada más ascender por El Frontón nos sorprenden los que aquí llaman Prados de Tejea, una zona rica, bañada por la Garganta de los Caballeros, al fondo la Cuerda de los Majanillos.
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Es una ruta deliciosa que nos lleva a seguir el curso del río transitando por diferentes lugares donde el agua moldea el paisaje, de momento rodeados por lavanda y retamas.
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El paisaje sorprende con elevados saltos de agua como este de la Chorrera del Lanchón. La ruta, lo vais viendo, está muy bien señalizada, de principio a fin.
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Entramos ahora una de las partes más bellas de la ruta, una hondonada que el agua ha ido excavando en la piedra, mientras caminamos por un sendero de piedra en la ladera de Los Portales.
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Cantos rodados, pozas de agua cristalina que invitan al baño, saltos de agua; un desnivel que vamos remontando poco a poco.
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Es un ascenso suave, pero continuado por las faldas del pico de la Camocha, el sendero es estrecho y de piedra.
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Y no estamos solos, las cumbres de Gredos son refugio de la cabra, el íbice ibérico o cabra montés (Capra pyrenaica), en la actualidad hay en torno a 3.500 unidades. Las hembras viven en manadas separadas de los machos y son mucho más pequeñas.

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Seguimos cubriendo la distancia hasta la cima por el paraje de Regajalloso, mientras atravesamos la pequeña garganta del Horco de Arriba.

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Un paisaje que empequeñece, estamos a 1.700 metros de altura, encima de nosotros la montaña se eleva hasta los 2.200 metros, en el Pelado de Bernardo; nosotros dejamos huella en la Cuerda del Cerrojo antes de descender suavemente para cruzar la garganta hacia la otra orilla.

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El arroyo de Bajohondillo, antes de diluirse en la garganta, deja este salto de agua

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Una pequeña choza de pastores, ahora refugio, sale a nuestro encuentro; ascendemos mientras ya queda roca y matorral.

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Parece que por estos parajes nadie hubiese tocado nada, la presencia humana no es visible… a primera vista.

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Porque al cabo descubres la actividad del hombre, una antigua explotación minera, imagino en condiciones más que duras a esta altura de la montaña. Mina de Blenda, de la que quedan algunos restos de construcciones y antigua maquinaria.

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Dejamos la barrera del Bajohondillo flanqueados por el Canchal de la Mentira.

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Al fondo ya vemos La Covacha, justo debajo se oculta la Laguna, aún queda nieve a pesar de las alturas de primavera que elegimos para realizar la ruta.

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Este refugio es utilizado por montañeros y escaladores que se pierden en esta montaña varios días, cuando nosotros pasamos había gente.

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Un último esfuerzo, ascendemos por Las Hoyuelas buscando la Laguna.

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Más cerca el pico del Juraco y la Portilla Honda.

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Atrás dejamos este pequeño valle recorrido por la Garganta de los Caballeros, las cumbres de la derecha marcan la Frontera entre Castilla León y Extremadura.

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Y llegamos, 13 kilómetros y medio y cinco horas después, la Laguna de los Caballeros está a la vista. Una de las lagunas más solitaria de Gredos, situada a 2.000 metros.

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Y no estamos solos, las sempiternas cabras, incómodas por nuestra presencia, corren a esconderse.

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El calor a esta hora es sofocante pero el agua, tentadora, está apenas a unos grados, mojarse los pies y salir rápido mientras disfrutamos de un pequeño descanso y un merecido refrigerio.

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Es hora de relajarse y disfrutar del paisaje, tranquilos tras el esfuerzo y comentando el camino (ahora no pensamos en la bajada)

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Los más atrevidos se encaraman hasta la Covacha para avistar Extremadura, al otro lado. Incansables.

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En este pequeño jardín dan ganas de quedarse, pero quedan 13 kilómetros hasta regresar a Navalguijo. Y en la montaña los descensos son temibles pues castigan las rodillas.

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Regresamos, los primeros metros pesan más tras quedarnos parados y fríos un rato, pero el camino te obliga a entrar en calor.

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La Garganta de los Caballeros, generosa en agua por la nieve, los regatos y arroyos, nos acompaña en la bajada, desandamos el camino más rápidos en el descenso y pensando en llegar. El regreso se hace largo y tedioso.

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Después de tres horas de camino, volvemos a atisbar el bosque, la vegetación frondosa de los prados más bajos, ahora es cuando parece que llegas…. y no llegas nunca.

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Al final cuando te deshaces de las botas, buscas el agua (nada más porque en Navalguijo no hay ni bares) queda tiempo para la sonrisa, inmontalizar el instante, casi sin fuerzas.

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Atrás queda la Laguna de los Caballeros, con una foto de familia para el recuerdo; mañana dolerán los pies, nada que no se cure con una buena imagen para los restos

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 En senderismo cuando has pisado Gredos, estás obligado a volver cada año, es como un pacto tácito, algo que se pega a la sangre y te acompaña en cada ruta, es como si una voz te llamase; cuando logras el objetivo y vuelves a la rutina entiendes las razones de esos montañeros de grandes proezas que siempre que les preguntan por qué vuelves, contestan: «porque me llama la montaña». Cuando has oído esa voz, no logras desprenderte de ella. Es dogma, tan cierto como que cada año regresamos a la cumbre.-

                                                                                                                                          ©vicentepozas2013

 

Ruta Refugio de las Nieves y el Trabuquete

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Gredos es siempre una delicia, ya sea arriba en las cumbres o en las estribaciones del Sistema Central. Esta vez hemos elegido la ascensión al  Refugio de las Nieves situado en la Cuerda de los Infiernillos por donde discurre la Garganta Jaranda. La comarca de La Vera tiene muchos encantos, entre ellos, sus inumerables senderos, un lugar recomendado y avalado por una excelente oferta de servicios. La ruta parte de Guijo de Santa Bárbara en la comarca de la Vera; este recorrido tiene un añadido más que apetecible: el charco del Trabuquete donde disfrutaremos de un baño reparador. Una ruta de 16 kms de dificultad media con un desnivel de 900 metros y que hemos hecho con el Club de Senderismo Catelsa Cáceres.

Os dejo el track de la ruta para GPS realizado por Jose Luis Cabrera

 

Salimos de Guijo de Santa Bárbara una localidad que conserva muestras de arquitectura popular situada en las estribaciones de Gredos y que es uno de los cuatro Guijos de la provincia de Cáceres: Guijo de Coria, Guijo de Galisteo, Guijo de Granadilla y el nuestro. El pueblo es todo cuesta y todo piedra. Aquí, según cuentan, nació Viriato, caudillo lusitano que tanto luchó contra Roma, de hecho en mayo celebran las fiestas de Viriato, en recuerdo al personaje.

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Esta es una ruta conocida, incluiso a comienzos de agosto en Guijo celebran la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y los aldeanos suben al refugio que está en la sierra y terminan dándose un bañito en el Trabuquete. pero vamos por partes…

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El pueblo ya está a una altura considerable, 900 metros, cuando comienzas a ascender la comarca de la Vera se va descubriendo por si sola.
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La portilla de Jaranda en la sierra de Tormantos será nuestro paisaje.
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La ruta discurre por caminos amplios en algunos momentos, pequeñas veredas, aún la zona más baja los bosques de robles nos protegen del sol, no por mucho tiempo.
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Por ahora aprovechamos el pequeño refugio que nos dan los árboles antes de comenzar a caminar por la parte alta de la sierra donde la vegetación es más baja.
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De momento los prados más verdes en la zona de Los Escalerones nos enseñan La Vera más agrícola y dejan esta fotografía relajante. A este pequeño rincón le llaman El Hueco
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Así seguimos ascendiendo hacia el Collado del Mielcro
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Abandonamos el camino y por pequeñas veredas seguimos la subida, el paisaje ya es otro.
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La ruta discurre por la Cuerda del Moro, es la primera elevación del camino a 1.209 metros de altura.
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Al llegar arriba disfrutamos contemplando La Vera, Campo Arañuelo y Las Villuercas al fondo
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Divisamos parte del camino que hemos traído, y las localidades de Aldeanueva de la Vera, Cuacos de Yuste y Jaraiz de la Vera
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Es gratificante mirar hacia atrás, pero hay que continuar, frente a nosotros la Loma del Hornillo en la Sierra de Tormantos. El paisaje ha cambiado, la vegetación es casi residual a medida que ascendemos.

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Curiosa forma la de esta piedra, parece vigilar el camino. No muerde.
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Seguimos por la cuerda, un pequeño sendero nos lleva hasta el refugio que ya atisbamos al fondo
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Y llegamos. Esta es la Capilla Refugio de la Virgen de las Nieves. Fue construida en los años 60 del siglo pasado en el paraje de Collado Alto situado a unos 1.500 metros de altitud, en este edificio se encuentran dos habitaciones, una de ellas dispone de cocina, para el refugio de montañeros y pastores. El 5 de agosto aprovechando la festividad de la Virgen de las Nieves se celebra una romería al Refugio.

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Descansamos un poco disfrutando de la información que ofrece los paneles instalados. No olvidemos que Guijo de Santa Bárbara presenta unos notables valores ecológicos, la mayor parte de su término está declarado como Espacio Natural Protegido, por el LIC (Lugar de Interés Comunitario) «Sierra de Gredos y Valle del Jerte»  perteneciente a la Red Natura 2000, la red de espacios naturales de Europa.
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Ahora a reponer fuerzas en el pequeño merendero que tiene el Refugio, no podemos parar demasiado, aquí arriba el aire es frío; no falta tampoco el agua en un par de fuentes que corren si problema. Merendar en un paraje así es un privilegio.

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Queda esta imagen para el recuerdo. Además del agua, la Loma de Piemesado en primer término y la Portilla de Jaranda al fondo
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Maravilloso, y duro, el Sistema Central, la serranía de Gredos, en invierno este paisaje suele estar cubierto de nieve, es junio y el calor empieza a notarse, aunque aquí arriba la temperatura es mucho más suave.

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Iniciamos el descenso hasta la Garganta del Campanario, el desnivel es importante hay que andar con cuidado.
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A esta zona, El Campanario, se la conoce así por estas curiosas piedras que se alzan como campanarios de iglesias
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Atravesamos la garganta que también es conocida como del Hocino antes de desembocar en un paraje singular, con algunos recursos interesantes. El Pontón del Campanario

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Las viejas chozas de pastores, ahora recuperadas, pueden usarse. Nosotros continuamos.
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En la zona quedan restos de este pequeño asentamiento de pastores, al menos eso parece, que lleva el nombre de la garganta: El Campanario.
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Cruzamos ahora el pontón de Regajoluengo camino de la garganta Jaranda, última parte de la ruta
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Esta parte del camino, bastante transitada, esta preparada para facilitar el recorrido. Estamos en la garganta Jaranda que después de pasar por Guijo baja hasta Jarandilla de la Vera, que yo recuerde, al menos, hay tres piscinas naturales en su cauce; charcos muchos, y magníficos.

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Ya digo, antes había que andar como cabras cruzando la garganta, ahora han puesto las cosas bastantes sencillas.

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Antes comentaba que había muchos charcos en la garganta, este es mítico, el Trabuquete, sólo se puede subir andando, unos 45 minutos, pero merece la pena.
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El Trabuquete, un rinconcito magnífico, no le falta de nada, siempre que nos guste el agua muy fría.

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Después del baño, recuperados de la caminata -con pérdida incluida- descendemos hacia Guijo para dar por finalizada la ruta.

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Cruzamos por última vez las aguas de Jaranda e iniciamos una pequeña subida al pueblo

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 En Guijo de Santa Bárbara nos esperan, además del agua, delicias como las frambuesas o el licor de frambuesa, aceites, dulces y un pan de escándalo (de hecho mucha gente de la comarca sube al pueblo a por el). Pasear por sus calles es un descanso. Con apenas 400 habitantes, su oferta de casas rurales se acerca a la decena. Su piscina natural, El Puente,  cuenta con dos chiringuitos, uno de ellos con una cocina magnífica y unas vistas de escándalo.

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Fin del viaje, La Vera ofrece multitud de posibilidades para caminantes y/o amantes de la naturaleza y el paisaje; esta ruta, que forma parte del antiguo Camino de Castilla, guarda muchos encantos, sorpresas que encuentras en el camino y en la montaña y te llevas en la mochila para el recuerdo.

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Recuerdos que yo vierto en este blog para que quien desee pueda disfrutarlos y, en su caso, hacerlos suyos a través de su propia experiencia. Por no contarlo, que no quede. Yo por mi parte, escojo los lugares altos donde la vista no llega y la mirada se pierde; cuanto más arriba, mas entro en trance, lo hago… Andando Extremadura.-

@vicentepozas2013

 

Ruta de Carlos V

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 El 8 de agosto de 1556, el Emperador Carlos V abandona definitivamente Bruselas emprendiendo su viaje de retiro a Yuste. Un largo viaje desde el corazón de Europa a la cacereña comarca de La Vera. El Emperador llegó a Jarandilla de la Vera el 12 de noviembre de 1556. En el castillo de los Condes de Oropesa (actual Parador Nacional) se hospedó hasta que su palacio en Yuste estuvo acabado. Llega a Yuste el 3 de febrero de 1557 tras recorrer 94,8 leguas desde Laredo. Dos años después moriría de paludismo.

Este trocito de la historia es hoy uno de los recorridos senderistas más bellos de Extremadura. Recuerda el viaje real desde el Valle del Jerte, en la localidad de Tornavacas, hasta Jarandilla de la Vera atravesando las cumbres de Gredos en el Sistema Central. Es una ruta dura, de media montaña con 27,6 kms de distancia y un desnivel acumulada de unos 900 metros. La ruta recorre dos de las comarcas más conocidas de Extremadura, dos de los destinos turísticos más demandados. Nosotros la hicimos con el Club de Senderismo Catelsa Cáceres

El track de la ruta por gentileza de José Luis Cabrera

La ruta comienza en Tornavacas por el camino que nos conduce hasta la Ermita del Humilladero.
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Tras atravesar el río Jerte, continuamos por un camino que discurre paralelo a él y que nos lleva a andar entre huertos de cerezos construidos sobre los típicos bancales del valle.
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Frente a nosotros se muestra la otra cara de Gredos, arriba el Risco de la Campana en la Cuerda de los Asperones, aún con nieve. Debajo bancales y cerezos se repiten.
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Ascendemos despacio, de forma suave mientras caminamos por la zonas de El Lodrero y las Rejoyadas, el paisaje cambia, dejamos las huertas y comienza el bosque.

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Ascendemos por el Monte Reboldo hacia la Cuerda de los Lobos entre robles y castaños. Abajo dejamos el pueblo de Jerte.
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El Monte Reboldo es un monte bravío de castaños de explotación maderera que ocupa la ladera de la umbría del Jerte, tocando por arriba la Cuerda de los Lobos y llegando hasta el campamento del Emperador Carlos V y la zona baja de la Garganta del Infierno. Un lugar que en otoño es una maravilla.

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Bajando por Casa de los Tres Cerros dejamos ya la Garganta de los Infiernos para caminar paralelos al Arroyo de los Tres Cerros en una sucesión de pequeños valles que nos sorprenden, zonas ocultas a la vista desde el valle pero muy bellas

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Nosotros cruzamos por el que llaman Puente Nuevo o Puente de Carlos V en la Garganta de los Asperones. Una de las imágenes más típicas de la ruta.

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Comienza una zona de ascenso más dura por la ladera del Cerro Carretas
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La subida es más dura, el desnivel se nota en las piernas mientras recorremos este paraje conocido como Robledo Hermoso

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A medida que ganamos metros el Valle del Jerte, al fondo, se muestra a nuestros ojos. Para quien recorre este camino por primera vez la sorpresa es comprobar como esta parte de Gredos, la que separa Jerte y La Vera es una zona amplia llena de pequeños valles y sierras recorridas por arroyos que terminan en el río Jerte y que, en muchas ocasiones, producen cascadas de agua bellísimas.

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El camino se suaviza un poco mientras caminamos paralelos a la Garganta del Collado de las Yegüas, estamos en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos.
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Frente a nosotros se asoman Los Cerrillares bajo el Risco Moreno y La Sierra de Tormantos
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Un pequeño descanso para reponer fuerzas cuando llegamos a otro de los puntos míticos de la ruta, Los Escalerones, en el Collado de la Encinilla
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Los Escalerones es un pequeño balcón natural que nos deja disfrutar de un paisaje fantástico en un una zona en la que la garganta guarda formas singulares de camino a la sierra.
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El Valle del Jerte ya queda más lejano en este vaivén de cerros que separan ambas comarcas.
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Tras caminar rodeando la ladera de Peña Lozana y antes de cruzar la un pequeño puente donde confluyen las gargantas de Las Yegüas y del Hornillo, nos preparamos para el último ascenso.
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Un último esfuerzo para coronar Gredos que nos deja instantáneas como esta de la Dehesa del Hornillo. Es la parte más dura de la subida hasta el puerto de Las Yegüas.

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Por fin coronamos, ahora sí estamos en la Sierra de Tormantos, en el Collado de las Yegüas a 1.475 metros de altitud, aquí es invierno y el frío se deja notar; hay que abrigarse rápido para que el esfuerzo del ascenso no nos deje helados y pase factura. Es un sensación difícil de explicar cuando consigues llegar a la cumbre. Ahora a reponer fuerzas y afrontar la bajada.
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Desde arriba La Vera se ve así de maravillosa, una idea de su grandeza, al fondo el Valle del Tiétar. Casi tocamos las nubes que amenazan agua.
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No nos podemos quedar mucha tiempo arriba, cuando te quedas frío cuesta reiniciar la marcha. La primera bajada es complicada en apenas dos kilómetros bajamos hasta los mil metros, casi 600 metros de desnivel que ponen a prueba las rodillas.

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La bajada nos lleva hasta la Garganta del Yedrón  casi donde nace, un rincón magnífico.
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Hay que seguir bajando, lo hacemos por la Cuerda del Rayo por una zona de monte bajo aún.
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Parece Jarandilla pero en realidad es Aldeanueva de la Vera, aún tenemos bastante que andar. Estamos en Las Majadillas
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Retomamos la zona de bosque, robles centenarios caminando por el paraje de Los Vínculos.
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Es descenso continuo, seguimos ganando metros ahora por el Convento, denso bosque que nos protege del sol que a esta hora de la tarde ya se nota.
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 Tras cruzar la carretera que lleva a Guijo de Santa Bárbara, vamos quemando el camino por el paraje de Parrales Altos

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Estamos abajo, ya cruzamos por fin la Garganta Jaranda por el Puente de Palos
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Nos acercamos a zona urbana y eso se nota en la zona de El Vejero, hay ganas de llegar el camino ha sido largo.
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Menos mal que las cosas terminan como tienen que ser, como sabemos hacerlo. Charla, refrigerio frente al parador de Jarandilla, dejamos al monarca descansando en sus aposentos y nosotros mojamos el gaznate que nos apetece más. Risas, anécdotas y recuerdos. La satisfacción, unida al cansancio, por haber terminado.

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Aquí termina la ruta, disfrutando de la vista del Parador de Jarandilla, en realidad, es el Castillo Palacio de los Condesde Oropesa, donde el Emperador vivió antes de que fuese reformada su residencia en el Monasterio de Yuste.
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 Una experiencia, tenía muchas ganas de realizar la Ruta de Carlos V, uno de los recorridos míticos del senderismo extremeño. Y no defrauda, ni por su dureza en algunos momentos, ni por su belleza. Te quedas con los paisajes tan distintos y con la seguridad de que volveremos a hacerla. Comenzamos en el Jerte y estamos en La Vera, para ello hemos tenido que subir hasta las cumbres del Sistema Central,  a la Sierra de Tormantos, lo hemos hecho, como siempre, Andando Extremadura.

 

©vicentepozas2013

Subida al circo de Hoya Moros. El Calvitero y La Ceja. Gredos

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 La afición al senderismo tiene un paso más: la montaña. Cuando pruebas la experiencia de ascender a la cumbre, por lo general, repites. Coronar una cima de 2.500 metros te da la satisfacción de contemplar un paisaje abrumador. Gredos ofrece múltiples posibilidades para montañeros y senderistas. Es una excelente opción de viaje pues el Sistema Central y la Espacio Natural de Gredos son más que recomendables por paisaje y paisanaje. Esta ruta es una de las clásicas de la zona y una de las más bonitas porque te permite coronar dos cumbres: El Calvitero (2.397 metros) y La Ceja (2.428 metros), el pico más alto de la provincia de Salamanca y descender al circo glacial de Hoya Moros donde nace el río Cuerpo de Hombre que baña el Valle del Ambroz. 14,5 kms de dificultad media-alta y que se tardan casi 7 horas en completar. En la montaña, la distancia no se mide en kilómetros, si no en tiempo.

(Os dejo el Track para GPS realizado por José Luis Cabrera, que organizó la ruta)

El inicio se hace desde el aparcamiento de El Travieso, más arriba de la plataforma de Candelario, a 1.800 metros de altura, la ruta comienza con una visión amplia de la Sierra de Béjar.

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Y ya no te lo piensas, porque en cuanto arrancas a andar, comienza el ascenso y la parte más dura de la ruta con desniveles del 20%, así durante los 2,8 kms primeros.

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A medida que subes el paisaje se engrandece, si vuelves la vista atrás contemplas la sierra de Cabeza Gorda, Peña Caballera y el Picacho y pueblos de la comarca como Nvacarros, Vallejera de Riofrío o Palomares de Béjar

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Pero no te puedes parar, el ascenso lo hacemos entre los parajes de El Travieso y Hoya Mayor camino de la Cuerda del Calvitero

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Y sigues ascendiendo y aparecen Béjar y Candelario, desde aquí el aparcamiento parece muy lejano.

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Alcanzamos la sierra, la Cuerda del Calvitero por El Quemal, estamos a 2.300 metros de altura y, por fin, la pendiente se suaviza.

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Recorremos la cumbre durante un kilómetro buscando el pico más alto, aquí el aire sacude con fuerza, un viento frío, helador

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El paisaje se sigue descubriendo, aparece el embalse de Navamuño, a la izquierda el pico de La Muela y a la derecha Peña Negra

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Arriba aún hay nieve y nada mejor que retratarse con ella, aquí apenas 1 grado de temperatura, en Cáceres capital este día superaban los 20 grados

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Frente a nosotros todo el Parque Regional de la Sierra de Gredos y la Cuerda de los Asperones, debajo Las Lagunas del Trampal.

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Montañeros y senderistas nos rendimos al espectáculo, pasear por la cumbre, sobrecoge.

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Al fin llegamos a la parte más elevada de la cuerda del Calvitero, 2.397 metros, y hasta los cerros y montes se quedan pequeños, enfrente el Valle del Ambroz y la Sierra de Francia.

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Es difícil explicarlo, cuando estás arriba con el viento frío en la cara  y te paras a mirar a tu alrededor, tienes la sensación de ser mucho más pequeño, recorres el paisaje con la vista y disfrutas de un mapa real que te lo enseña todo.

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Es como enorme maqueta que se dibuja, diferente. Esta es una de las razones por las que coronas una montaña, para poder contarlo.

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Nos dirigimos ya al segundo ascenso, hasta el Canchal de la Ceja, a 2.401 metros, la elevación más alta de la provincia de Salamanca, todavía con restos de nieve

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Las elevaciones parecen suaves, es una montaña dentro de la montaña, a medida que te aproximas descubres que aún queda un buen trecho por subir.

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Sorprende lo pequeños que somos en un lugar tan grande, e inhóspito, en invierno estas cumbres deben ser peligrosas.

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Seguimos subiendo por la zona de Las Agujas hacia la cumbre más alta de todas

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 El Canchal de la Ceja, 2.428 metros de altitud, desde aquí la Sierra de Gredos parece un mar de montañas, mires donde mires, la vista se pierde en el horizonte.

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Ahora descenso hacia Hoya Moros por la loma de la Culebrilla, atentos a los pasos, la bajada es complicada.

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Delante de nosotros, Los Hermanitos, antes de descender al circo,

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Queda todo la bajada de la loma para llegar al circo glacial y disfrutar de sus dimensiones y su belleza

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Delante de nosotros, El Calvitero y la zona donde se encuentra la Cueva de Hoya Moros, abajo el Circo

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En la montaña aprendes que las bajadas, los descensos, son mas duros que la subida y en ocasiones más peligrosos, puedes salir rodando sin mucho esfuerzo

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Las dimensiones del Circo de Hoya Moros son inmensas, nosotros al lado de estas rocas de tamaño descomunal, somos apenas un punto

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Aquí en el circo glacial nace el río Cuerpo de Hombre, en estas cumbres comienza el recorrido de un curso que morirá en las aguas del río Alagón y luego en el Tajo.

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Aprovechamos para reponer fuerzas y disfrutar del paisaje magnifico que ofrece El Calvitero

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No se puede parar mucho, luego cuesta arrancar, y hay que hacerlo subiendo… otra vez

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El parque regional de Gredos y sus sierras, un territorio plagado de rutas, senderos y propuestas

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Desandando los pasos por la cuerda del Calvitero

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La parte dura de la ruta es el descenso por el Quemal hasta el punto de salida, 3 kilómetros de bajada

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Las rodillas tienen un duro trabajo por delante, acompañarse de bastón ayuda bastante

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El paisaje vuelve al verde, abandona el tono tierra, los colores helados de las cumbres donde sólo hay roca suelta, piedra rota a causa de los fríos y el viento de la montaña. Nosotros finalizamos la caminata, satisfechos y el recuerdo que te bajas de un camino único

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Gredos es un paraíso para el caminante, una vez que lo has probado quieres volver a pisarlo. La montaña, es el paso siguiente, la aventura de la naturaleza que comienza en senderos y veredas, termina aquí en la cumbre. Y merece la pena.

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Ruta por los Bosques del Ambroz

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   (SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAD SOBRE ELLAS)

Cada otoño el Valle del Ambroz, en el norte de Cáceres, experimenta una transformación que no deja indiferente a nadie, sus bosques de castaños, robles, alisos, chopos, olivos, encinas y alcornoques ofrecen una gama de colores inimaginable. Un espectáculo en las faldas de las montañas de Gredos. Desde hace quince años los habitantes de esta comarca lo han llamado ‘Otoño Mágico en el Valle del Ambroz’ y lo celebran por todo lo alto. Lo pone de manifiesto la oferta turística, sus recursos y sus variadas posibilidades hoteleras, por ello, cada vez más gente disfruta del Valle del Ambroz, también en otoño.

Entre las muchas actividades que incluye el programa están las rutas senderistas, la más conocida es, sin duda, la denominada ‘Los Bosques del Ambroz’, 22 kilómetros de puro placer que comienzan en La Garganta y terminan en Segura de Toro, dos pequeñas localidades de montaña que son un reflejo vivo de que aquí arriba, el otoño es magia pero la vida no es tan bucólica.

Nosotros vamos a recorrer este Sendero Local de la mano del Grupo de senderismo La Vereína un día de primeros de noviembre, una jornada en la que no faltará ni la lluvia, ni la niebla, ni el sol. Arrancamos en La Garganta subiendo el Cerro de Cabezo Grande, en dirección al Cordel del Berrocal.

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El otoño asoma en cuanto las pocas casas del pueblo nos dejan ver el paisaje, se intuye el bosque entre la niebla.

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Ascendemos nada más comenzar, los primeros setecientos metros de camino son de subida, el resto nos llevará hasta la zona más baja del valle.

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La primera visión es la de este bosque de pinos, arboledas destinadas a madera que arropan antiguas costumbres de antaño…
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La primera es este antiguo Pozo de Nieve recuperado para que no se pierda la tradición y el recuerdo de los viejos oficios. La nieve siempre estuvo ahí, pero comienza a valer dinero cuando en el siglo XVI se pone de moda el gusto por los refrescos, los helados y las bebidas frías. Los boleros hacían bolas de nieve que atrevesaban con un palo de roble que dejaban al raso para que se endureciese.
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Las bolas de nieve eran arrojadas al pozo donde se aplastaban y compactaban, eran separadas cada poco con capas de paja para facilitar el corte. La nieve se convertía en hielo, se troceaba y era transportada en mulas hasta pueblos y ciudades, llegaban incluso a Plasencia. Hoy es un lugar de visita.
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Tras caminar unos metros por la carretera local que une Hervás y Candelario, cruzamos el antiguo cordel ganadero del Berrocal y comenzamos el descenso por la zona llamada del castañar
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Robles y castaños dibujados, intuidos, hoy entre la niebla, una humedad de bosque que se manifiesta en colores.

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Se intuye un paisaje formidable, cada oquedad del camino enseña un trocito de otoño. Seguimos bajando, un descenso desde los 1200 metros de altitud hasta los 850 metros.
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Un festival de colores, un cuadro dibujado con infinitas luces, tantas como el día. La bajada nos lleva hasta el río del Valle, entre la Cerrada de Venera y la Cerrada del Santo

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La zona más baja del valle, que llaman de Santihervás, guarda un curioso bosque, el bosque galería, bosque de ribera o soto, de vegetación riparia, es decir, que sobrevive fundamentalmente por la humedad del suelo, ahora una zona inundada por el agua abundante de este otoño
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Una ribera, la del río del Valle que dibuja rincones como este

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Junto al bosque beneficiados por la humedad, verdes prados que parecen postales. Obligados a atravesar uno de ellos porque el camino estaba inundado
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Más postales, más imágenes bucólicas, más otoño… Ambroz

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Nosotros volvemos al bosque galería, sorteando el agua, las ramas y los árboles que caen cada otoño

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Antiguas viviendas, ahora abandonadas, sobreviven a los años, pero nos regalan paisanaje

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A vueltas con el bosque galería, cerca ya de Hervás, donde la humedad es más que palpable, fijaos en los troncos de los árboles, cubiertos de hiedras

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Es un placer caminar por esta pequeña selva fluvial, un rincón de agua, bosque, un sendero atravesado por troncos, agua, y hojas que lo hacen más apetecible

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De repente el paisaje cambia, ahora rodeados de helechos y castaños caminamos por el Llano Velilla, cerca de otra ribera, esta la del río Balozano que atravesamos por el Puente de la Tejea.
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Este río va a morir más adelante a las aguas del río Ambroz que da nombre al valle

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Los puentes y túneles de la antigua Vía de la Plata, el ferrocarril que unía Cáceres con Salamanca, son visibles en el recorrido. Un camino de hierro que dejó de usarse en 1985. Hoy son un valor añadido en el camino

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Y llegamos a Hervás, su barrio judío y el río Ambroz, saludan a la comitiva

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Atravesamos el pueblo por las callejuelas de su barrio judío, con calles asimétricas que evitaban los rigores del viento y el frío del invierno

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Tras dejar la población, tomamos el camino de Gargantilla, la próxima parada, por el impresionante castañar de Hervás donde nos visitará la lluvia
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Este bosque es el señor del Ambroz, el que le da fama, ahora es refugio y deleite de seteros, entre los helechos hay verdaderas joyas gastronómicas, damos fe de ello.
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Antes de la lluvia, pudimos comer en la zona de los Janchales, justo en el camino, que de andarlo, nos llevaría al Camino de la Sierra o Pista Heidi, otras de las rutas más conocidas

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Atravesamos la Garganta de Andrés antes de hundirnos en el Castañar del Duque, al abrigo de la lluvia que se volvía generosa

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Al salir del bosque pisamos un camino vecinal en la zona de los Conejiles que nos lleva hasta Gargantilla, una pequeña localidad que es final, o principio, de la Ruta de las Juderías, uno de los tramos del GR 10.
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A partir de ahora el paisaje es diferente, hemos dejado atrás los grandes bosques de sierra y nos adentramos en la dehesa de Gargantilla.
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Aún sobre la atalaya del camino, el Valle del Ambroz se muestra impresionante en su parte más baja

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Esta es la fotografía del camino ahora, abajo dehesa, arriba bosque, el Castañar del Duque, una joya natural
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Pequeños robledales se alternan con encinas y alcornoques, por un sendero que sigue mostrando los rigores del exceso de agua.

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Bosques mágicos en dehesa, tan atrayentes como las grandes masas de la sierra, con personalidad propia, ya falta poco para finalizar la ruta

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El camino comenzó arriba entre pinos, castaños, bosques y ahora en la dehesa, cuando 20 kilómetros en los pies empiezan a pesar un poquito, rincones como este animan a seguir andando
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A pesar de ello quedan fuerzas para sortear otro nuevo arroyo, hemos perdido la cuenta de todos los que ha habido que cruzar, el siguiente será el de llegada

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Robles y luz, agua en la dehesa del Palancar, nos espera la meta.

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En la falda del Cerro Picute, Segura de Toro saluda al caminante, aquí terminamos

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Disfrutando de un otoño dibujado, de colores; tras las lluvia, los últimos rayos de sol nos enseñan los secretos del valle, el origen de la magia, lo peculiar del otoño, árboles de oro y ocres. Camino agradecido
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En Segura de Toro, descargamos los pies, refrescamos la garganta y hablamos del camino. Cada uno guardará sus propias imágenes en la memoria, pero todos compartimos una parte de la ruta que hemos grabado en los pies. Así se mira el valle, paisaje y paisanaje, otoño iluminado.
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Teníamos ganas de volver al Valle, de oler el Ambroz, hoy lo hemos recorrido con los chicos de La Vereína y todo salió según el guión. Incluida la lluvia. Otoño Mágico, bosque poseído, cada vez que venimos, un trocito de nosotros se queda en el castañar. No sé si al regresar, volvemos a recorgerlos o a dejar un pedacito más. No lo sé, pero el Ambroz, cada año nos llama más fuerte. Otoño merecido. Agua generosa, tierra agradecida. Andando Extremadura.-

                                                                                                            ©vicentepozas2012


Ruta de las Juderías. Del Jerte al Ambroz

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Descárgate el Track para GPS realizado por Jose Luis Cabrera

Hoy nuestros pies nos llevan a hacer la Ruta de las Juderías con el grupo de senderismo Catelsa Cáceres.
El Puerto de Honduras siempre ha sido eso, un lugar de tránsito, un punto intermedio que unía los pueblos, que facilitaba el movimiento de mercancías, en tiempos, no tan lejanos no crean, en los que la palabra carretera no figuraba en el diccionario. Bestias y caminos eran moneda de cambio, y las cosas había que llevarlas; las distancias, esto es un axioma en la montaña, no se medían en kilómetros sino en tiempo. Hoy estos caminos se han recuperado para un uso deportivo, de ocio y se han integrado a las redes de Senderos Locales, o Grandes Rutas y quienes los recorren son, simplemente, caminantes, senderistas o montañeros. Y este camino, denominado Ruta de las Juderías o de los Carboneros es un recorrido con historia, un trayecto de media montaña que hoy se patea por placer, pero que hace no tantos años era una cuestión de supervivencia.

La Ruta de las Juderías es un sendero que une la localidad jerteña de Cabezuela del Valle con la de Gargantilla en el Ambroz atravesando la sierra de Gredos por el Puerto de Honduras. Un cordel que aúna tres culturas: la judía, visible en Cabezuela y en Hervás, en sus recuperados barrios judíos, y puesto que los judíos fueron un pueblo dedicado al comercio, potenciaron esta ruta arriera; la cultura árabe, patente en la agricultura de bancales, terrazas visibles en las laderas del Jerte y la cristiana, que hizo suyo lo mejor de cada una de ellas.

La Ruta de las Juderías coincide al comienzo con el sendero local llamado CC 22 y en su totalidad con parte del GR 10, uno de los grandes recorridos nacionales y europeos que conectan el Mediterráneo con el Atlántico, la localidad valenciana de Puzol con Lisboa y que atraviesa dos países.

Nuestro tramo comienza en Cabezuela del Valle, en el camino de los Callejones, por una zona de huertas en bancales plagadas de cerezos.

Un camino que nos irá enseñando el Valle del Jerte a medida que vayamos ascendiendo.

Un valle del Jerte que cuida sus bancales de cerezos que serán una fiesta en primavera

El desnivel es de algo más de 900 metros, pues comenzaremos a unos 550 m de altitud a los pies del Jerte, para ascender a los 1.430 en lo alto de los Montes de Traslasierra.

Así nos adentramos por parajes como el de Las Tejás

O Las Majadillas

Quenos llevan hasta una pista forestal que recorreremos unos metros

La abandonamos para empezar a subir junto a la garganta de Honduras, por un camino con fuerte pendiente.

Un sendero que nos adentra en el bosque

Y que nos muestra arriba la cascada de Honduras, el Chorro

Un sendero que se hace duro por momentos y que de repente da un respiro para que podamos coger fuerzas, estamos en el alto de San Salvador

Se suaviza la pendiente bajando hacia otra garganta…

…el agua nos avisa

Mientras vamos encaminando nuestros pasos entre robles

Hasta que llegamos hasta el puente de Gargantahonda en la Garganta de Tejada

Comenzamos a ganar altura a la sombra de grandes robles y alisos.

Y nos acercamos de nuevo a las aguas de la garganta en una zona rica y húmeda

Descubres su riqueza, cuando casi la pisas, como este ejemplar de amanita muscaria

Buscamos el lugar más idóneo para atravesar las aguas de Gargantahonda

Ascendemos antes de alcanzar lo que llaman el Chorro

El Jerte ahora desde Gargantahonda

El Chorro cayendo al vació nos sirve para coger fuerzas de nuevo, aún quedan kilómetros de ascenso

Un pequeño descanso que nos permite contemplar la belleza de las laderas jerteñas

Y encaramos el último ascenso, las fuerzas más mermadas y la parada hacen que esta última parte sea interminable

Al llegar a lo alto de la pequeña loma y después de cruzar el valle de Gargantahonda, divisaremos las ruinas de la casa de la fuente del espino. Pasaremos por delante de la casa del espino.

Así por este paisaje de montaña terminamos las ascensión

Hemos llegado al Puerto de Honduras. Hasta aquí hemos recorrido unos 9 kms, al abrigo del refugio encontramos un lugar para el descanso y para contemplar los valles del Jerte y del Ambroz

El Puerto de Honduras es uno de esos lugares al que nos acabamos familiarizando a fuerza de oírlo repetido en los informativos de la televisión, es junto, con el Puerto de Piornal, un punto cerrado al tránsito de vehículos en cuanto la nieve hace acto de presencia en las cumbres de Gredos. Y ahí está el Puerto de Honduras, nexo de unión de dos valles, el Jerte y el Ambroz, a 1.430 metros de altura, coronado por un pequeño refugio, ahora restaurado, un lugar para mirar, no para quedarse, porque en esta cresta, cuando no sopla viento del oeste, lo hace del norte.

En días despejados, mirando hacia el Ambroz, podemos divisar la sierra de las Batuecas en Salamanca, donde sobresale la peña de Francia (1.723 m), antes se dibujan las Hurdes, Gata, el embalse de Gabriel y Galán, y muchos de los pueblos del Ambroz, Gargantilla, nuestro destino, se contempla en primer plano y tras ella, Aldeanueva del Camino y Abadía.

Recuperadas las fuerzas comenzaremos la bajada en zig zag por calzadas de piedra hasta el viejo camino de los carboneros, en referencia a que fue utilizado para traer carbón vegetal a las tierras del Ambroz desde las del Jerte.

Se descubren Gargantilla y Aldanueva del Camino y el inmenso Ambroz

Seguimos bajando por la garganta de Honduras o de la Buitrera, por un camino muy cortado, el de los carboneros

Atravesamos la Garganta, no muy brava, casi no ha llovido

Pero no por eso menos bella, embaucadora

Guillermo, alegría del grupo, demuestra sus dotes, salió seco.

Vamos bajando por un camino difícil que se va poblando de árboles

Llegamos al paraje de Las Quebradas, la tierra ya se llena de cerezos, muy comunes en esta zona
Entramos a Gargantilla por fincas de cerezos muy habituales en este lado de Gredos, aunque la Denominación de Origen y por tanto la fama, la tenga el Valle del Jerte; accedemos por una magnífica piscina natural que recoge el agua de las tres gargantas que irán a parar al río Ambroz, después de atravesar la localidad. Gargantilla tiene rincones de preciosa arquitectura popular, como el barrio Perché con sus balcones salientes de madera y paredes recubiertas de tejas para protegerlas de las abundantes lluvias de un pueblo pegado a la montaña.

Sorprenden muchas cosas en este corto viaje, ante todo la dureza de un trayecto que debió utilizarse con mucha frecuencia para evitar el aislamiento de pueblos y comarcas; la osadía de quienes debían recorrerlo cargados de carbón, alimentos, prendas o enseres necesarios. Recuerda que la vida rural que ahora se nos antoja tan bucólica a nosotros, urbanitas que nos regodeamos en conocer sus senderos, era supervivencia, ingenio, tesón, astucia y obligación sin remedio.

Hoy toda esta historia, esta particular forma de vida es un reclamo: lo duros otoños ya son mágicos y visitables, la recolección de los cerezos es una fiesta y los caminos, una atracción para el viajero que busca, en la rutina de la ruralidad, una vía de escape a la presión del asfalto, de la aglomeración y del ruido, a la obsesión de la ciudad. Andar, como todo, es fácil, es cuestión de ponerse. Nosotros volveremos a hacerlo, Andando Extremadura.
©vicentepozas.febrero2012

Ruta de las Nogaledas. Navaconcejo

(SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAS SOBRE ELLAS)

El Valle del Jerte organiza, desde hace unos años, la Otoñada en el Valle del Jerte, entre sus actividades, propone una serie de rutas senderistas por la comarca. Este año me he unido a las propuestas que hacen desde SORPRODEVAJE, la Sociedad para la Promoción del Valle del Jerte, organizadores de la otoñada: La Ruta de las Nogaledas -o Nogaleas como le dicen algunos- en Navaconcejo. Es una ruta circular que parte de las estribaciones del río Jerte, que atraviesa la localidad. Es muy fácil, apenas 5 kms, pero de una belleza increible. Es una de las rutas más bonitas que he recorrido últimamente.

Un día gris de diciembre, amenazando lluvia, estábamos citados en el Puente de la Cruz para comenzar la ruta, unas 40 personas respondimos a la invitación.


Cruzamos el puente y seguimos el curso del río Jerte, junto a la piscina natural, para tomar a la izquierda por un camino señalizado. La ruta está bien marcada y trazada, con pasarelas y escaleras naturales que la hacen muy cómoda.

Nosotros vamos a ascender por esta garganta, la que da nombre a la ruta, se trata de una corriente de agua que procede de la zona alta de Vasequillo y la Cuerda de las Malenas.

Comenzamos las ascensión inmersos en un bosque de robles y castaños que nos acompañará toda la ruta.

La belleza de la ruta estriba en sus cinco saltos de agua, en la parte señalizada, si sigue subiendo, se pueden ver algunos más

Es difícil abstrarse de la belleza de estas cascadas y contemplar las pequeñas balsas que forman. Es una zona de baño para quienes buscan la tranquilidad de este bosque.

La vegetación densa nos acompaña a cada paso, una zona húmeda, de montaña y bien conservada, hemos superado los bancales de cerezos del comienzo, hasta aquí no llega la mano del hombre, todavía, para explotar estas tierras.

Segunda cascada, colosal, parecen paisajes sacados de postales, escenarios de cuento.

La ruta es un ascenso contínuo, bien señalizada y, como veis preparada para facilitar la subida.
En un pequeño claro del bosque los bancales de cerezos del Jerte se asoman con su color de otoño.
Se dibujan en ocres y rojos sobre la niebla de este día de principios de diciembre.

En frente el agua sigue su curso y anuncia una nueva cascada

A esta, tercera que nos encontramos, suben las tomas de agua de Navaconcejo, me decían que hay suministro asegurado todo el año, incluso en verano.

El bosque es un cuento, un lugar de postales con colores y olores de otoño
Este es el salto de agua que aprovechan para el suministro, es visible la estructura

El lugar es una sorpresa constante. Para quedarte aquí otro rato
Una foto real en una paleta de colores que se presenta a la vista, así, sin retoques

Todos los colores del otoño fundidos en este trocito de bosque que recorremos tranquilos.
Abajo Navaconcejo, guardián de Las Nogaledas, se muestra entre la niebla.


Llegamos a otra cascada, cada una supera a la anterior, son como decorados perfectos de un cuento de hadas

La ruta lleva nuestros pasos por pequeños senderos robados al bosque.

Y otra cascada más, se suceden los saltos de agua que surgen escondidos entre la espesura.
Una espesura que descubre un bosque alejado de la actividad diaria, del ajetreo de un valle que vive de las cerezas y que trabaja para ellas.

En este punto podemos seguir subiendo por el curso del río o coger la carretera, a la izquierda, y continuar por ella apenas 500 metros

Es curioso, haber abandonado el bosque, no le resta belleza al lugar.

La carretera nos indica le camino de regreso, por el paraje conocido como Las Mingurras, una zona de bancales de cerezos, que nos llevará hasta Navaconcejo.
Cerezos y castaños que nos salen al paso
Y la lluvia, que nos ha respetado hasta ahora, hace acto de presencia.
Y así volvemos al Jerte, a Navaconcejo, una ruta que me dicen, es igual de bonita en primavera con el cerezo en flor, aunque la garganta lleve menos agua.
Delicioso paseo en este día de otoño. Fantástica la ruta, y la compañía. Otoño en el Valle del Jerte, un descubrimiento. Esa parte del valle menos conocida alejada del río Jerte y de su frenética actividad.
Las Nogaledas, uno de esos rincones que aún quedan y que merece la pena conservar, uno de esos lugares que hacen tan especial nuestra región y que sólo se pueden conocer… Andando Extremadura.
©vicentepozas.2011