I Ruta del Llano a la Sierra. Torremocha-Albalá-Montánchez

DEL LLANO A LA SIERRA

La I Ruta del Llano a la Sierra fue una idea de los ayuntamientos de Torremocha, Albalá y Montánchez que organizamos los clubes GR100 y La Vereína con el apoyo de la FEXME (Federación Extremeña de Montaña y Escalada), una iniciativa para potenciar la comarca, sus caminos, sus recursos y sus bondades. De las dehesas y pastizales, a la sierra, 20 kilómetros por esta comarca que merecen la pena. Los tres ayuntamientos, además, cuidaron todos los detalles y recibieron a los senderistas con todo el mimo. Ha sido la primera edición y la intención es darle continuidad.

Os dejo el track de la ruta

La bienvenida nos la dan en Torremocha, donde el ayuntamiento nos recibe con desayuno; no falta de nada, comenzamos cogiendo fuerzas para un día duro por el calor. Saluda del alcalde e inicio de la marcha. Torremocha con unos 1.200 habitantes; está emplazada en una llanura entre pequeños cerros muy aptos para el cultivo de cereales, y corre muy próxima a ella el río Salor Perteneció al antiguo partido de Montánchez hasta 1631. Sus calles son bastante espaciosas y rectas, con casas de dos pisos, de mampostería enjalbegada y vanos adintelados.

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Precisamente salimos de Torremocha cruzando el río Salor y nos topamos con esta delicia: el Puente Grande, posiblemente de origen romano, pero de factura medieval, alomado con cinco arcos de medio punto, está en el camino que conduce a Aldea del Cano, el que llaman de El Ejido; el puente pudo estar en la antigua ruta hacia Norba Caesarina, de ahí que los investigadores no descarten su pasado romano

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Dejamos las aguas del Salor a nuestra izquierda y encaramos por el Camino del Molinillo, rodeados de viejas paredes de piedra que aún mantienen las lindes de las fincas y que son la tónica en la comarca, algunas con magnificas entradas como esta.

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Por lo que llaman El Cotillo, cerca de la Alberca Llana, los llanos de cereales se han comido la dehesa, grandes extensiones de pasto que dejan magníficas imágenes.

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A medida que nos alejamos del pueblo, los pastizales se dispersan y la dehesa vuelve a imponerse, estamos en el camino de Albalá.

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Caminos anchos, usados para ganado durante mucho tiempo y que ahora conectan un mar de fincas dedicadas al campo, ganadería sobre todo.

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Es un paisaje muy nuestro, muy extremeño, y aunque el verano amarillee los campos quienes saben mirarlos encuentran rasgos diferenciadores que lo hacen tan especial, tan exclusivo

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Son muchos los caminos que cruzan estas tierras, el de Cáceres, el de Montánchez, el de Albalá, el de Molinillo, el de las Huertas de la Magdalena, ahora pasamos cerca de lo que conocen como Fuente Honda, somos una multitud en estas tierras tranquilas.

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Nos sorprenden estos bolos graníticos tan característicos de Extremadura, que tienen cerca de aquí, en el paraje de Los Barruecos, su expresión más vistosa, aunque estos lucen así de singulares.

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Dejamos el Camino de Cáceres y cogemos una pequeña y antigua calleja en desuso que nos llevará hacia el camino de Montánchez, flanqueados por magníficos alcornoques

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Dejamos la calleja y retomamos por el camino que se une a otro, el de La Huerta, paralelos a la Finca de La Carretona, dehesa con color casi de verano que aún conserva coletazos de primavera.

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El Camino de Montánchez nos muestra la sierra y deja ver a la localidad y su castillo donde finalizaremos la ruta, nos dirigimos primero al pueblo de Albalá.

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La ganadería muy presente en la comarca; en esta finca un celoso toro vigila la marea de gente sin perder ojo de lo que pasa.

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En vez de seguir por el Camino principal, torcemos a la derecha para adentrarnos en la vereda del Barranquillo, por donde se sitúa el Arroyo de La Lapa y la fuente del mismo nombre, una zona más húmeda que aún conserva el verde de la primavera lluviosa que hemos tenido.

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Caminos de agua con la vereda de la Retuerta, como el arroyo que corre cerca, caminos de piedras y más veredas: la de la Calzada o la de la Mojonera antes de llegar a nuestro punto de avituallamiento.

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Entramos en Albalá por el camino de la Encina del Cura, nombres que evocan historias siempre.

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La población fue fundada por los romanos al estar ubicada en la vía romana de Mérida a Toledo. Aún quedan yacimientos de esta época en «El Campo», «El Carrascal», «Dehesas de Abajo» y en «Pozo del Charcón».

Su nombre primitivo fue transformado por los árabes, denominándola Albalá por su enclave o proximidad a una calzada romana y que, posiblemente, fueran ellos los que la elevaran a la categoría de aldea.

Aquí el ayuntamiento nos recibe con un avituallamiento que nos da fuerzas para continuar, llevamos 12 kilómetros de ruta y el calor aprieta ya, un pequeño descanso, recorremos la localidad y seguimos hacia Montánchez

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Albalá fue muy conocida en los tiempos del uranio, mineral de sus berrocales, donde se sitúan antiguas minas como La Carretona, El Gallo y Pozo Norte, explotadas en los años setenta y que aún se conservan.

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Escudos y blasones se reparten por toda la localidad, donde además se conservan restos de épocas gloriosas, se pueden visitar además la ermita de San Joaquín o la ermita de la Magdalena del siglo XVI

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Dejamos Albalá y tomamos el antiguo camino de Montánchez rodeados de olivos muy presentes en toda esta zona, aquí se produce un exquisito aceite.

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Este es un antiguo camino medieval que conserva su empedrado original en muchos tramos, es una zona en la que los alcornoques se imponen y su sombra, a esta hora del mediodía, se agradece bastante

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Aún se conservan restos de viejas construcciones de recia planta, granito que aguanta a pesar del abandono, Montánchez, lugar importante por su castillo, conserva restos como este de aquella grandeza pasada.

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Me fascinan estas puertas de acceso a las fincas, las hay por todos los alrededores de Montánchez, son de una belleza que sorprende, fuertes, y anchas; imagino que tendrían un uso concreto y su porqué, pero todavía no he dado con la información; he fotografiado muchas de ellas cada vez que paseo por Montánchez y su sierra.

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En este punto cruzamos la carretera que sube a la villa, en el cruce del Parador del Padrino, aquí el desnivel se nota más, estamos ascendiendo a la sierra, eso permite, entre otras cosas, contemplar la comarca sin problemas, al fondo, Albalá de donde venimos.

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Al llegar al parador del Padrino, justo a su derecha hay una cancela, si la atravesáis seguiréis por el track de la ruta, hay otra opción, justo antes de la cancela a la izquierda sale el antiguo camino medieval de entrada a la villa, es un camino precioso muy bien conservado que nos lleva al pueblo; la diferencia es que el camino que sigue el track entra por la zona del castillo y atraviesa toda la localidad, aunque es verdad que con algún desnivel un poco más durillo, pero nos enseña Montánchez entero

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Si Torremocha nos recibió con desayuno, Albalá con un tentempié para continuar con fuerzas, Montánchez no deleita con un refrigerio para probar los productos más típicos, jamón y embutidos. Lo hacemos en un pequeño parque que aquí llaman la rotonda, un final magnífico para celebrar que hemos realizado la primera edición de la ruta senderista del llano a la sierra.

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Yo agradezco personalmente a la gente de La Vereína su disposición siempre para colaborar, es una ayuda necesaria para hacer posible un proyecto como este, y todos. Es una suerte que seamos un equipo compacto y profesional. Juan Antonio, Miguel Ángel, José Luis, Carolina, Antonio y Daniel, unos craks.

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Y esta foto que le robo a Raúl Jurado para reconocer el trabajo de Rafa Franco del club GR100 que trazó una ruta preciosa y nos hizo llegar sin problemas desde Torremocha a Montánchez y a Domingo Fernández, responsable de senderos en la FEXME por su implicación siempre.

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Finaliza este proyecto que Diego Mostazo y yo iniciamos con la idea de patear la comarca montanchega, desde la sierra, donde el llano se muestra así de bello, con 20 kilómetros a las espaldas y un trato exquisito de todos los ayuntamientos implicados en la ruta. Merece la pena embarcarse en proyectos que muestran lo que tenemos, que nos es poco.

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Terminamos, pues, en Montánchez, al abrigo de su castillo, de su historia, que es la de todos, disfrutando en su plaza de la compañía de montanchegos y senderistas, celebrando esta jornada de paseo que nos ha llevado desde los pastizales del llano a los bancales de olivos en la sierra, entre encinas y alcornocales, y tanta historia a sus espaldas que a nadie extraña que los vestigios y restos del pasado te salgan a cada paso que das. Cada uno de los pueblos está señalizando sus rutas, Montánchez incluso las ha homologado. Rutas que cuentan historias, que guardan la aportación de esta tierra que ha jugado un papel en la pequeña historia de España que se ha escrito en Extremadura.

Montánchez

En el centro geográfico de Extremadura, ocupando el privilegiado triángulo que conforman las ciudades de Trujillo, Mérida y Cáceres, la comarca de Montánchez y Tamuja extiende su territorio por la penillanura trujillano-cacereña y las estribaciones de los Montes de Toledo, por las sierras de Montánchez, San Cristóbal, Cancho Blanco, Centinela… Este territorio representa un magnifico ejemplo de contrastes físicos y diversidad paisajística, que a los ojos del visitante lo hacen singularmente atractivo. Nosotros lo hemos recorrido andando Extremadura.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

La Ermita del Salor y las Corralás. Torrequemada

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Torrequemada, como Torreorgaz y Torremocha eran antiguas aldeas de Cáceres. Hoy estos pequeños pueblos sobreviven por su cercanía con la capital cacereña pero aún guardan un legado patrimonial más que interesante. Es el caso de la ruta de la ermita del Salor y Las Corralás en Torrequemada, dos señas de identidad del pasado. 10 kilómetros de paseo por la dehesa extremeña en el que disfrutaremos de la ermita gótico-mudéjar de Nuestra Señora del Salor, un antiguo puente medieval sobre el río Salor y las antiguas cochiqueras comunales, Las Corralás, en la dehesa boyal del pueblo.

Se trata de 10 kms muy llanos pero singulares, cargados de sorpresas. Este es el track para GPS

Nos remontamos al siglo XVI en el que la tierra de Cáceres comprendía un extenso territorio, bajo jurisdicción real creado por la corona Leonesa, en él se ubicaban la Villa de Cáceres y un conjunto de aldeas, dependientes de su jurisdicción entre las que se encontraba la aldea de Torrequemada. El núcleo de los primeros pobladores, se formó con los soldados de las huestes conquistadoras, entre las cuales se hizo el primer reparto de tierras, con el carácter de propiedad plena, para ello se dividió el territorio en sexmos, y al frente de cada uno se nombró un sexmero, que se erigía en portavoz de los intereses ante el Concejo.

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Para comenzar la ruta, lo mejor es ir al final del pueblo, si venís de Cáceres, al comienzo si es al revés; a la izquierda hay dos bares pegados a la carretera de Medellín y a la derecha hay como una plaza y una carretera/calle que señala el camino de la ermita. Hay que dejar el coche allí y comenzar la ruta continuando la calle adelante donde encontraréis esta pequeña charca. Sólo hay que seguir el camino que lleva fuera del pueblo. No tiene pérdida.

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La calle por la que transitamos, desde donde dejamos el coche, está llena de elementos arquitectónicos singulares, predomina el granito muy abundante en toda la zona, de hecho en la localidad existe una antigua cantera de granito ya abandonada. Pero no dejéis pasar algunos esgrafiados y fachadas muy peculiares (si empiezo a poner fotos no paro).

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Nada más salir del pueblo, a unos 200 metros, encontraréis un camino a la izquierda con un cartel de hierro que nos indica la dirección a la ermita del Salor. Es el antiguo camino de Montánchez el que recorreremos en este primer tramo de la ruta.

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El camino transita por una dehesa boyal que es casi de libro en otoño y primavera, su uso ganadero la mantiene viva. Ganado porcino y vacuno abundan sobre todo.

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Dehesa llena de sorpresas, ejemplo de supervivencia: del tronco caido de un árbol nace una rama que se convierte en otro ejemplar majestuoso, cayó y volvió a levantarse.  A este paraje le llaman Tierra Colorada.

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Muros de piedra que delimitan fincas y hacen camino. Callejas que han guiado, desde hace siglos, a generaciones de viajeros. Lindes levantadas a mano. Cordeles, callejas, cañadas…

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  …Paredes que la ciencia de la experiencia levanta con esa aparente fragilidad que da miedo tocar, al verlas parece que un aire fuerte las pudiese echar abajo. Nada más alejado de la realidad, llevan cientos de años en pie a pesar de ese incomprensible equilibrio. La belleza y durabilidad de las cosas hechas a conciencia, sin prisas. En todo hay una ciencia, un porqué, viendo los kilómetros de estos muros, en estos lo hay sin duda; lo que ignoro es si todavía alguien guarda esa memoria para hacerlas con este arte.

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A lo lejos ya se apunta esa joyita que está en medio de la dehesa. La ermita del Salor. Debió de comenzarse en el s. XIII, después de la reconquista del territorio y se relaciona con una fundación templaría. Se trata de un edificio de mampostería, sillería y ladrillo. Lo más interesante sus magníficos arcos apuntados y sus pinturas murales al fresco. Por cierto para visitarla por dentro, y lo aconsejo de verdad, puedes pedir la llave en el pueblo, las guarda Maria Jesús que tiene una multitienda y un despacho bancario cerca del ayuntamiento, vete a la plaza del pueblo y pregunta por ella, es fácil, todo el mundo se conoce aquí. Te contestarán con una pregunta ¿la sobrina del cura? Di que sí.

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El camino desciende hacia el río Salor y ya nos muestra el arco principal del puente medieval que nos llevará hasta la ermita. Más piedra, más arte.

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El puente es una joya magnificamente conservada del que hay varias teorías sobre su origen, he encontrado algunas que comparto con vosotros.

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Mi amigo Rubén Núñez cuenta en su blog lo siguiente: «Se trata de un puente de planta recta con tres bóvedas y perfil alomando, con tres desagües en la margen derecha y dos en la izquierda. Se encuentra en una zona rica en restos romanos y muy cerca de asentamientos de época imperial, y además, muy cercano a la vía 24 del Itinerario de Antonino. Se sitúa en una vía romana que conducía a las colonias militares de Norba Caeserina y Castra Caecilis. Por todo ello los expertos consideran que en este lugar debió de existir otro puente en época romana, aunque el que vemos actualmente es de factura medieval, concretamente bajo medieval por su bóveda segmental, es decir, una bóveda circular con menor abertura angular que el arco de medio punto, típica de este periodo histórico.»

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Los restos de un antiguo molino medieval que quiere esconderse entre la vegetación, dan idea del aprovechamiento del agua en toda época y lugar.

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El puente es majestuoso, a pesar de su tamaño. Da paso a un río irregular, domado por el pantano de Valdesalor, pero que en otoños e inviernos húmedos convierten su cuenca en caudalosa y todo un espectáculo.

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Continúa Rubén contando que «A partir del último siglo de la Edad Media se extendió el reaprovechamiento de este tipo de arco (como ocurre en este caso) en contraposición al uso de arco de medio punto típico de época romana y alto medieval. Por todo ello se concluye que el puente fue construido en época bajo medieval y reconstruido a finales de esta época, pudiéndonos aventurar a que sea contemporáneo a la ermita a la que da acceso, de cuya presencia ya existe documentación en 1230 como templo original de pequeñas dimensiones o del tiempo de su ampliación y consolidación alrededor del año 1345.» Y como de todo hay que saber yo lo comparto con vosotros (y os invito a visitar el blog lleno de curiosidades y pequeñas joyas)

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Asciendes mínimamente hacia la ermita después de cruzar el puente y la dehesa se muestra orgullosa, esta, pintada de otoño, es la Dehesa del Gallo.

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Y llegas a este pequeño santuario, sobrio, humilde, ni siquiera parece un templo si no es por la entrada, monumento de interés cultural de reminiscencias templarias. Una sencilla cáscara de mampostería, ladrillo y sillería que guarda en su interior un verdadero tesoro.

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Como relatan algunas crónicas, a finales del siglo XVIII se reedificó la capilla mayor realizándose una obra donde dominan los elementos barrocos, que es este añadido que, una vez en el interior se ve que no corresponde con la construcción original.

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Fuera se descubren elementos de granito, no se si tumbas o abrevaderos, pues era zona de paso de carruajes y expediciones, siempre a caballo. Tumbas que responderían a la teoría que señala que el lugar tuvo ocupación, al menos, desde época romana. Es más que posible, que allí se edificara una iglesia de época visigoda o mozárabe, a la que bien podrían estar vinculadas estas tumbas.

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Su altura, sobre una pequeña loma, nos deja ver la localidad de Torrequemada desde la distancia.

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Y más al fondo el risco de Sierra de Fuentes y su ermita.

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Acceder a su interior, como dice el historiador Víctor Gibello «es mágico, la escasez de luz y el diseño arquitectónico crean una atmósfera particular que favorece el recogimiento y la introspección, un espacio sagrado en un lugar venerado desde la antigüedad».

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«La nave está dividida en seis tramos generados gracias a cinco galerías de tres arcos cada una paralelas a la cabecera. Los arcos, apoyados en pilares graníticos y en los muros norte y sur, son apuntados, aunque ofrecen una tímida pero clara tendencia a la herradura. Su traza y el material con el que están edificados, el ladrillo, lo vinculan claramente con el estilo mudéjar.»Sigue contando Víctor.

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«Los dos primeros tramos están cubiertos por bóvedas de arista propias del barroco, una reforma tardía que también conllevó el reforzamiento de los pilares». «La cabecera es muy tardía, obra de fines del siglo XVIII, sustituta del testero original cuya disposición se desconoce. La estructura tiene planta cuadrangular y se cierra mediante cúpula rematada en linterna, reforzada exteriormente con dos grandes contrafuertes hacia el este».

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  «Los cuatro restantes ofrecen una cubierta de madera a dos aguas, fruto de una acertada restauración realizada en la década de los 80’». Otro blog que os recomiendo, Paraísos Olvidados, conocer Extremadura a través de los ojos de este viajero, fotógrafo, historiador y arqueólogo que es Víctor Gibello (además de un paseo os ofrezco lectura).

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El conjunto se encuentra muy restaurado y algunos de sus frescos algo deteriorados pero, en general, es un lugar de recogimiento que guarda, en toda su sobriedad, la belleza de las cosas exquisitas, de la presencia y potencia de una iglesia onmipresente que moldeaba la vida, en la guerra y en la paz, en lo humano y en lo divino y que deja, extrapolando su dictadura moral, excelentes construcciones como esta.

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Fuera en sus muros, quedan restos de esgrafiados muy presentes en Extremadura, y sobre todo en la comarca cacereña.

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  Un detalle de la pared que ya deja claro que el concepto de reciclaje no es contemporáneo, que las generaciones anteriores practicaban el aprovechamiento de lo que tenían a mano. Seguimos. Andando.

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Volvemos sobre nuestros pasos hasta llegar al puente, esta vez no hay que cruzarlo; justo al lado izquierdo hay una cancela que atravesaremos, ya sabes en el campo déjalas cerradas como las encontraste, y continuamos por la ribera del Salor, bordeando el río. Esta es la segunda parte del camino, sólo hay que seguir el curso del río hasta que nos salga por la izquierda el Arroyo del Acebuche, casi siempre seco.

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  Justo donde encontramos estas ‘pasaeras’ de piedra que sortean el curso del agua. Nosotros no tenemos que cruzarlas, pero sí admirarlas, porque el camino que seguimos está unos metros más a la izquierda. Se ve al fondo de la foto, donde está la casa.

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Siempre es bueno hacer amigos, este estaba encantado con nuestra visita.

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Continuamos este ancho trayecto de tierra, rodeados desde que salimos por la actividad ganadera que caracteriza los llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes. Ajenos a nuestra presencia, y apariencia urbanita con ropas de diseño para aventura y nuestros mil colores, la rutina es la clave que mantiene el equilibrio de la vida aquí. Cada hora tiene un porqué, o una tarea inexcusable, no importa el día, ni si el calendario lo señala en rojo, a los animales hay que atenderlos todos los días, eso lo aprendí hace años en tierras ceclavineras.

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Dejemos este tramo entrevías para incorporarnos al camino de los Rosales, o de la Presa de Zorita, ahora llamado Embalse de las Tres Torres, excelente zona grullera por cierto. Seguimos en la dehesa boyal del pueblo. Y esta es la tercera parte del camino, el que nos lleva de regreso a Torrequemada y a visitar sus cientos de cochiqueras, Las Corralás.

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Volvemos a cruzar el Salor, por el puente nuevo, el viejo no resistió los envites del agua y se quedó pequeño para las grandes máquinas de ahora.

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En la dehesa la vida se abre paso,  asistimos al nacimiento de este pequeño ternerillo que en horas andará correteando por el prado.

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A nuestra derecha nos espera la Charca del Prado. Zona de baño hasta los años 90.

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La dehesa boyal está en uso, como os he comentado; sus moradores, acostumbrados a la presencia humana, no descuidan sus quehaceres porque nosotros andemos pululando por allí, ni siquiera levantan la cabeza.

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Unos metros más adelante de la charca han colocado esta señal que nos indica el camino a Las Corralás, penúltima de las sorpresas de la ruta

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Tengo que decirlo, porque es así, que mi amigo Teófilo Amores y yo hemos contribuido, y bastante, a que hoy esta zona esté señalizada y puesta en valor. Cuando la alcaldesa de Torrequemada, entonces en 2014, Paquita Cruz, cuando pisamos por primera vez la zona, nos enseñó orgullosa Las Corralás y nos pidió alguna idea para ponerlas en valor; nos pusimos a trabajar, primero diseñando una ruta senderista que es esta y sugiriendo que se señalizase el lugar y se hiciera un estudio del mismo. Fruto de aquel encuentro, meses más tarde comprobamos ilusionados que muchos de aquellos deseos se habían cumplido y hoy este lugar adquiere el valor de conjunto etnográfico que, esperemos, con el tiempo sea declarado Bien de Interés Cultural. Está perfectamente señalizado, sus varias entradas, y paneles informativos como este, ayudan a comprender la diferencia de cada una de las construcciones.

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Este paraje entre dos zonas que llaman Los Picotes y Las Limosas está plagado de Corralás, os sugiero que no os quedéis solo en el camino y que pateéis la zona para descubrir las cientos de ellas esparcidas por doquier.

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Estas cochiqueras destinadas al ganado porcino dejaron de usarse, según me cuentan en el pueblo, porque debido al tamaño y gordura de los cerdos actuales, estos no caben por los huecos y puertas. Hay una cochiquera comunal nada más entrar al recinto, esta es individual o sencilla.

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Esta sencilla transformada en chozo.

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Algunas mejor conservadas que otras, esperemos que se protejan porque esta piedra es muy valiosa.

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Las hay dobles…

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Como veis está todo lleno de ellas, unas junto a las otras, aunque de muchas sólo quedan restos.

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Y esta es la Corralá del Tío Miguel en la que Teo y yo nos echamos una fotino.

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Y los bichos, desahuciados, como no caben dentro se quedan fuera. Volvemos al camino y continuamos por él hacia el pueblo. Apenas queda un kilometro para llegar, ahora entraremos por la parte de abajo.

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  Y nos topamos con este edificio histórico, el Palacio de los Duques de Abrantes, de los siglos XV y XVI. Es un antiguo edificio cuadrangular.

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Muy cerca de allí, y bien visible, la iglesia de San Esteban. De estilos renacentista y barroco de los siglos XVI y XVII, y que fue restaurada en el s. XVI.

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En primavera sus apartamentos están al 100% de ocupación. Turismo rural.

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Y cerca, subiendo a la zona alta en la parte sur del pueblo, está lo que llaman la Torre. Otro edificio histórico situado en la parte más alta de la localidad, en la actualidad se encuentra en ruinas, conservándose únicamente los muros. En su entrada se puede observar el escudo de los Duques de Abrantes y aparece la fecha de 1704. Junto a él hay una excavación que dio con unas ruinas de lo que parece ser un asentamiento romano.

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  Y pegadito a ella, desde allí se ve un lateral del edificio, lo que llaman aquí La Atalaya, es un punto geodésico desde el que se divisa toda la dehesa, la ermita del Salor y el pueblo entero.

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Y al fondo la Sierra de la Mosca y Sierra de Fuentes a la derecha, y la proliferación de cosntrucciones en todos los llanos.

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  Regresamos al lugar de comienzo, disfrutando de la arquitectura tradicional, del uso generalizado de la piedra en todo tipo de construcciones, y de lo bellas que nos parecen ahora.

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Torrequemada, tan cerca de Cáceres, es algo más que su excelente cochinillo, en su dehesa hay vestigios de una riqueza natural y patrimonial; aquí he reflejado algunas de ellas, pero habría que sumarle sus innumerables fuentes como la de La Bomba, la de Los Montanchegos, la de Las Mujeres, la de la Zapatera o el Pozo Canelo o el puente de Los Coches, el río Guadiloba que nace aquí cerquita. Y en el pueblo calles que parecen descolocadas y guardan edificios y pequeñas casas con mucho encanto. A veces hay que dejar la carretera y pararse en los sitios.

teofb Como en cada ruta me llevo muchos recuerdos, esta vez sin duda el pisar suelo templario, donde caballeros, jinetes y caballos venían a pedir el favor de la Señora del Salor antes de cada batalla o cada viaje, el tesoro medieval con reminiscencias romanas que cuida una dehesa dibujada con los años. La dureza de lo rural en Corralás levantadas piedra a piedra para proteger unos valiosos cochinos que eran el sustento de toda una familia, o de varias. El de los señoríos, como el de Abrantes, que obtuvieron el favor del rey tras la reconquista de Cáceres y se asentaron en grandes tierras, como verdaderos señores feudales, amos de lo que alcanzaba la vista. La dehesa es bella en sí misma, si además la salpicas de ermitas, caminos, puentes medievales, molinos o cochineras, se convierte en un museo etnográfico vivo, palpable, que demuestra que a veces no hay que mirar tan lejos, ni admirar tanto lo de otros, porque lo que nosotros tenemos debe ser motivo de orgullo. Reivindiquemos lo nuestro, y luchemos por su protección y conservación para que generaciones venideras no olviden cómo comenzó todo, en una pequeña esquina de una dehesa, en Torrequemada, a la que debes llegar Andando Extremadura.-  

                                                                                                                                                ©vicentepozas2015

 

 

 

Ruta de los Molinos. Arroyomolinos

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 La Ruta de los Molinos, en la comarca de Montánchez, en la localidad de Arroyomolinos es un paseo por la historia. Nos lleva a visitar una de las labores rurales ya perdidas pero que en su tiempo debió ser importante fuente de ingresos en la localidad y en todo su entorno. En la llamada Garganta de los Molinos hay una treintena de antiguos molinos harineros, algunos de la época romana o griega, aunque la mayoría se remontan al siglo XIX. La ruta oficial es circular y de unos 15 kms de distancia, es muy sencilla y cómoda. Nosotros hemos decidido alargarla para disfrutar de la comarca y llegar hasta la Sierra de Montánchez. El turismo es un regalo, no sólo en Extremadura; España ofrece variadas posibilidades tanto de ecoturismo como de turismo de playa. Disfrutemos pues.

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores, es muy completo y viene acompañado de abundante información.

La ruta arranca en la parte alta de Arroyomolinos donde encontraremos un panel que, en su tiempo, desgranaba las características de la ruta. Desafortunadamente la falta de manteniento lo hace inservible para el senderista, el sol se ha comido cualquier posibilidad de aprovecharlo y hoy su presencia es testimonial e inútil.

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 Antes de iniciar la ruta encontramos algunas referencias a la Guerra de la Independencia y, en concreto, a la batalla que aquí tuvo lugar y que fue conocida como La Batalla del Arroyo de los Molinos o como la Sorpresa de Arroyomolinos. En ella, un ejercito aliado anglo-hispano-portugués, bajo las ordenes del General Hill, derrotó a las tropas francesas del General Girard.  La recreación de la batalla es una fiesta que Arroyomolinos celebra cada año a finales del mes de octubre

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 La ruta discurre, en su primer tramo, por el Camino de la Garganta que conserva muchos de los elementos de la arquitectura tradicional donde el granito es siempre el protagonista y resiste el paso de los años.

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La ruta nos enseña parajes naturales y caminos de la Sierra de Montánchez y nos llevará a conocer las poblaciones de Arroyomolinos y Montánchez y los recursos de una de las sierras más soprendentes del centro de Extremadura

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 Enseguida nos topamos con los primeros restos de molinos, estos, más antiguos, datan de época romana, y se encuentran en el camino.

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 Casi todos ellos aguantan en condiciones de abandono y comidos por la maleza. Pero la piedra y su arquitectura aguantan el paso de la años para que recordemos la enorme actividad que, sobre todo, en el siglo XIX y comeinzos del XX hubo de haber en esta zona. Son construcciones magíficas y muy bellas.

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 Aquí cruzamos el Arroyo de los Molinos, en otoño e invierno suele llevar bastante más agua y se han dispuesto unas pasaderas de piedra para poder atraversarlo. Está junto a uno molino romano, las referencias del cartel aún son legibles. Con 2000 años aún sigue en pie.

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La acequia del molino romano que llevaba el agua hasta las piedras de molienda deja ver el desgaste de los siglos, pero aún sobrevive.

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Algunos de ellos, como este de la imagen, están fuera del camino hay que entrar en una pequeña finca que lo alberga pero son visbles y localizables. Es curioso, aunque he encontrado pocas referencias, los molinos llevaban el nombre de su dueño, imagino que en el pueblo recordarán algunos pero es complicado saberlo, no hay mucho escrito.

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 Según cuentan en la página local «La molienda suponía un proceso muy interesante, pues los molineros, se ponían de acuerdo para ver que día la realizaban y así soltar el agua de una charca denominada la Charca de la Suelta. Esta, construida en el arroyo y a una considerable altura, aumentaba el caudal y se lograba que el agua llegara en más cantidad a los molinos. Algunos de estos, y gracias a su disposición podían moler con el agua que ya había utilizado el anterior. Con este sistema, podemos decir que se producía un aprovechamiento muy racional del liquido elemento.»

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Seguimos por  la calzada empedrada que, paralela al arroyo, nos ayuda ascender La Garganta y que se usaba como vía de acceso a cada uno de los molinos. La falta de uso y el abandono hace que muchos de sus tramos estén ya muy deteriorados.

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Prácticamente todos los molinos tienen la misma estructura:  una charca, una conducción o acequia, un alto pozo que se denomina cubo y un cuarto donde estaban los mecanismos de molienda. La acequia y el cubo son las partes mejor conservadas en todos ellos al estar hechos en mampostería.

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 A medida que ascendemos hacia la sierra la comarca montanchega se deja ver mejor, abajo Arroyomolinos, en medio dehesa y olivares y al fondo la Sierra del Centinela sonde se asienta la localidad de Alcuéscar.

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 En algunos de los molinos los cuartos o salas de moliendas fueron reconstruidas como albergues. Ignoro si llegaron a usarse porque hoy carecen de puertas y están abandonados; una pena porque la idea era magnífica.

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En algunos casos la maleza va ocultando estas construcciones que dejarán de estar a la vista en pocos años comidas por la vegetación.

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En algunos momentos la disposición de la sierra te deja ver varios molinos a la vez, situados en hilera a lo largo de la garganta.

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 Para mi, la parte más bonita del molino es el cubo, conducción lateral con una caída de unos 8 y 10 metros de altura y que tiene en su parte inferior una estrecha salida por la que el agua sale con la presión suficiente para golpear en la “Rangua”, rueda horizontal que se encuentra en la parte inferior. Como cuenta Sara Fragoso en su blog sobre los recursos turísticos de Arroyomolinos.

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La caída de agua en estos embudos de piedra hacía que la presión moviese las piedras molineras y el trigo pudiese ser molido, son como torres albarranas de una muralla imaginaria.

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 En esta imagen podeís ver cómo era el funcionamiento del mecanismo del molino, extraído de la web municipal, el agua, pasaba de la Charca por la Acequia y caía al Cubo. El molinero esperaba a que este se llenara totalmente y cuando esto sucedía abría una pequeña compuerta denominada Saetín. Esta, situada en la base del Cubo al abrirla dejaba escapar el agua que por causa de la fuerte presión con la que salía, movía las palas del giratorio Rodezno.Dicho rodezno, a través de un fuerte tronco denominado Maza transmitía el movimiento a la piedra superior o Volandera que con su giro sobre la piedra inferior o Solera (sin movimiento) procedía a moler el grano.

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 En los molinos que no fueron recuperados por el ayuntamiento la vieja sala de molienda ha desaparecido y sólo queda en pie la chimenea o cubo

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 Según Sara Fragoso estas piedras son de origen árabe: «De su procedencia árabe es el juego del Alquerque, que está labrado en las piedras de la entrada a dos molinos, este juego data de 1200 años antes de Cristo y fue inventado en el antiguo Egipto que fue transmitido a este lugar con la llegada de los arabes y a lo largo del tiempo siendo utilizado por los molineros que jugaban a él cuando estaban esperando a que el agua llegara a su molino mientras iba descendiendo el caudal del arroyo para su entero aprovechamiento de molino a molino.»

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Hay algunos, pocos, que presentan un aspecto estupendo, fueron restaurados y dan idea de cómo eran en realidad cuando estuvieron funcionando

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En la sala de molienda se ve la restauración que se hizo, la pena es que el abandono, y el vandalismo claro está, hagan que puertas y ventanas se encuentren arrancadas y que su aspecto sea de todo menos habitable.

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Algunas de las acequias presentan un refuerzo en sus paredes, vistas desde dentro presentan este aspecto tan singular.

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No están ninguno cerca del agua. «Los molinos suelen estar separados convenientemente del cauce del arroyo para evitar las inundaciones que provocarían fuertes crecidas.»

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Esta imagen del cubo y su interior da idea de la caída del agua y la fuerza con la que moverían las piedras.

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Así se saca esta imagen. Teo buscando la perspectiva de la imagen que habéis visto.

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 Colocado sobre este promontorio de piedra, subí la cámara y capté la imagen de Arroyomolinos (antes de Montánchez) situado en la zona de transición entre la Sierra de Montánchez y las Vegas del Guadiana por ello goza de dos diferentes tipos de relieve que , a su vez, constituyen dos unidades paisajísticas distintas.

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 El pequeño valle por el que discurre la garganta casi no es visible hasta que te adentras en él, el paisaje adehesado, los olivares que rodean la zona no te hacen pensar que exista un vergel como este, rodeado de agua, y gracias a ella, la economía del pueblo se sustentaba en esta garganta que viene de la Sierra de Montánchez, pero la sierra guarda muchas más sorpresas.

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De algunos molinos apenas quedan restos,  El tiempo los va borrando.

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 La tierra, la maleza los integran en el paisaje; se resisten a caer pero la naturaleza tiende a restaurar el orden primario, el liderazgo sobre el equilibrio, una simbiosis que se rompió con la llegada de otro progreso, cuando estos molinos cayeron en olvido al dejar de ser rentables por la llegada de la electricidad entre los años 40 y 50, y fueron abandonados a su suerte.

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Bien mirado son parte de su propio paisaje, han adquirido sus colores, se mimetizan con el entorno.

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El camino que los unía es apenas una vereda, los elementos más frágiles ya no están, queda la piedra que les da forma, los identifica como molinos, hace décadas al servicio del hombre, hoy para su deleite.

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El arroyo de los Molinos es apenas visible durante el trayecto, no demasiado generoso en agua, su sonido te acompaña durante el ascenso; esta pequeña cascada lo descubre cerca de las ruinas de un  molino.

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Sigue la ruta rodeada de molinos, es constante la sucesión de uno tras otro. Mientras paseas por el entorno imaginas la actividad que debió tener la garganta en tiempos en que estas pequeñas fábricas estaban a pleno rendimiento.

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 Algunas de estas construcciones son de épocas anteriores, debieron ser las primeras, construidas enteramente en piedra se yerguen todavía altaneras con la estructura intacta.

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 Es una delicia caminar y toparte con ellos a cada paso, la veintena que aún se mantienen convierten la ruta en un parque temático de la economía rural de finales del XIX y principios del XX, aunque la sabiduría para hacerlo se remonte dos mil años atrás.

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De todos los molinos, solo uno, el último, está habitado, recuperado por su dueño hoy es una pequeña casita de campo, bastante original por cierto.

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 Aquí finaliza el recorrido por la Garganta de los Molinos, dejamos el terreno sembrado de viejas construcciones harineras que tanto nos han impactado, un pedacito de historia flanqueada en un pequeño valle que conforman la Peña Aguilera y la Barrera Berenjena. Un pequeño arroyo al que encontraron uso ya en tiempos de los romanos y que la historia han mantenido viva. Ponerla en valor es una tarea que no debería demorarse.

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 Nosotros seguimos la ruta hacia la Sierra de Montánchez por caminos empedrados que recuerdan viejas calzadas romanas.

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 Recuperamos el paisaje montanchego lleno de olivos y bancales, olivares en escalera les dicen por aquí, subiendo por el que llaman Camino de las Vaquerizas.

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 Una pequeña fuente en el camino nos devuelve el sonido del agua, en breve el paisaje cambiará totalmente. Bosque y sierra.

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 En este tramo luce magnífica la calzada empedrada, un reflejo más de la importancia de los caminos en otro tiempo, donde los coches eran un sueño y animales y hombres los usaban a diario para las tareas agrícolas o para traer y llevar mercancía de un pueblo a otro. Supervivencia.

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 Deliciosa vista de las tierras de Montánchez, la Garganta de los Molinos por la que hemos subido, en medio de la foto el pico de la Cenicilla y al fondo Arroyomolinos.

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Esta es una construcción muy típica en la comarca, portadas adinteladas con grandes losas de granito dispuestas en las entradas de muchas pequeñas fincas.

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 Dejamos atrás la dehesa y el llano y nos adentramos en un magnífico bosque de castaños que en otoño es un espectáculo, un poquito más adelante el camino se desdobla, si giramos hacia la izquierda iremos directos a Montánchez por el trazado que han marcado como oficial. Nosotros giraremos hacia la derecha para disfrutar un ratito de la sierra y subir a Roble Gordo donde se instalan las antenas que los extremeños conocemos desde siempre.

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 Es un lugar magnífico que rezuma primavera, paisaje que suele ser más habitual encontrar en la sierras del norte de la provincia, pero no olvidemos que la sierra de Montánchez alcanza los 994 metros de altitud, en este punto estamos a unos 875 m.

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Es primavera y se deja notar, ha sido año de aguas y la tierra lo agradece de esta forma.

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 En este lugar coincidimos con algunas de las rutas marcadas en Montánchez, la Ruta del Castañar, señalizada con postes rojos, a través de un cómodo paseo esta ruta nos permite disfrutar del magnífico espectáculo cambiante que ofrece el bosque de castaños a lo largo del año, dándonos la sensación de estar visitando una ruta distinta en cada estación que la visitemos.

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 O la Ruta de Donde Nace, señalizada con postes azules y nos permite recorrer gran parte de los ambientes presentes en la sierra lo que la hacen especialmente atractiva. El nombre lo recibe porque en breve pasaremos por el nacimiento del Arroyo de los Molinos.

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A medida que ganamos altura, lo hacemos en horizonte y en vistas. Al fondo se ve Alcuéscar y su Sierra del Centinela, y más al fondo aún, las estribaciones de la Sierra de San Pedro y la Sierra de la Lombriz.

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Aún se otea Arroyomolinos y sus escaleras de olivos, estamos en el camino de las Gargantas.

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Aquí nace el Arroyo de los Molinos que regará la garganta del mismo nombre y que daba sentido a los molinos que hemos visto.

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 Estamos ya arriba de la sierra, serpenteando por el camino de las gargantas en busca del punto más alto, aunque no subamos al pico, dejaremos referencia de algunas curiosidades de este paraje.

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Es primavera en Extremadura y se deja notar en el campo.

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Entramos en el Camino de la Sierra, cerca del cúmulo de antenas que permiten muchas de las comunicaciones y señales de TV de la región, siempre hemos dicho que las antenas de nuestra tele tienen que mirar (orientarlas) a Montánchez, esta es la razón.

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 Estamos en Roble Gordo este sitio es bastante especial pues aquí se encuentra, lo veis en la señal, el que durante siglos se ha llamado ‘El cancho que se menea’, una piedra que se movía al empujarla con una sola mano. Hace 76 años apareció tirada la enorme cabeza del coloso. Se asegura que la echaron por tierra, a mala idea, un grupo de militares franquistas en julio de 1937. Esa es la gran roca que desde agosto de 2013 volvió a dominar la Sierra de Montánchez. Eso sí ya no se ‘menea’, por razones de seguridad se ha fijado con resina. Pero merece subir a ver la mole de 15 toneladas que el ayuntamiento a colocado en su lugar original y que los investigadores llamaban, de manera más fina ‘la piedra bamboleante’.

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Tomamos a la izquierda por el Camino de Chamorro siguiendo las indicaciones de la ruta para meternos por este viejo sendero empedrado protegido por robles y castaños.

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 Cerca de Montánchez, su castillo ya se muestra en lo alto, vigilante, una de las contrucciones defensivas más singulares de Extremadura, no sólo por su posición privilegiada, sino por ser  un fiel exponente de lo que fueron los castillos de la Reconquista en la Edad Media.

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 Mientras descendemos por la zona de la Abejarana, en este pequeño bosque aún econtramos antiguas construcciones pastoriles en un enclave que los montanchegos conocen como ‘el bosque de los castañales’.

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 Por estos pagos podemos ver, aún en pie aunque tapiadas casi todas, los antiguos accesos a las fincas construidos con grandes lanchas de piedra que, no dudo, tendrían un uso concreto. Y su razón y filosofía, me quedo con las ganas de conocerla.

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Montánchez es tierra de jamones, de aceite y de vino, queda patente.

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 Hay que atravesar el pueblo de Montánchez, debemos buscar el Camino Real de Mérida conocido también como “El Revuelo”, pues pasa junto a una fuente con ese nombre. Desde la plaza, es fácil acceder al camino, pues solo hay que tomar la calle situada en su esquina izquierda; vista en esta posición desde la entrada a la plaza por el Altozano. Una vez en esta calle solo debemos desviarnos en la primera a la derecha que nos conducirá hasta el inicio del camino.

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La senda, camino empedrado, desciende bruscamente abandonando la sierra y dejando arriba los restos de la muralla del castillo.

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 Salimos de Montánchez por una zona de huertas con higueras y olivares, un camino transitado con mucha actividad agrícola y también de ocio, es utilizado para pasear.

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El castillo desde aquí es muy diferente. La alternancia de moros y cristianos en su dominio posibilitó la adición de elementos arquitectónicos de tipología cristiana sobre la primitiva obra musulmana: de esta época persisten sus tres aljibes y parte de su trazado.

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Dejamos arriba la vegetación propia de la sierra, la escondida frondosidad de unos de los techos de la región y volvemos a la dehesa, tierra domada de cultivos y ganadería, porque excepto sus tres grandes sierras (Montánchez, Centinela y San Cristóbal) la comarca montanchega es muy llana.

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Camino empedrado en el que hay varias fuentes de piedra, camino real que comunicaba la zona con la Vía de la Plata romana.

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 Según las indicaciones oficiales: «En el punto donde nuestro camino se cruza con una pista asfaltada, debemos abandonarlo para seguir esta hacia la izquierda. Así llegaremos a la carretera que continuándola hacia la izquierda y a menos de un kilómetro nos acerca al final de la ruta en Arroyomolinos. (Antes era posible finalizar la ruta por sin pisar el asfalto, pero el camino que hacía esto posible, se encuentra hoy en día intransitable a causa de la maleza que lo cierra.)»

Por supuesto, y yendo con Teo era de esperar, optamos por el track oficial y dejamos lo fácil para otros, nos costó unos cuantos arañazos pero merecía la pena. De cualquier forma es lamentable que te avisen de que tienes que desviarte por la maleza y que no limpien el camino que sería lo lógico.

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Merecía la pena porque disfrutamos del bosuque mediterráneo en estado puro y de algunos rincones magníficos, a pesar de los rasguños y arañazos.

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Así retomamos por el camino del Carrasco hasta Arroyomolinos, fin de la ruta, un camino circular que nos llevó desde el llano a la sierra para descender de nuevo. Camino singular, sin duda.

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Desde la antigüedad los molinos harineros han sido elementos necesarios en la  cadena de producción del pan, recurso alimenticio básico que ha posibilitado la vida de  las personas que se han asentado en el entorno rural. Son, por tanto, un patrimonio heredado de  las culturas o civilizaciones que se han sucedido a lo largo de los siglos en nuestro  territorio, y por ello, objeto de admiración para comprender su evolución y adaptación al  medio natural. Me quedo con estos versos de Tirso de Molina en su poema al molino del amor, por la nostalgia que desprenden:

-Molinico, ¿por qué no mueles?
-Porque me beben el agua los bueyes.
Vió el amor lleno de harina
moliendo la libertad
de las almas que atormenta,
y ansí le cantó al llegar:
-Molinero sois, amor,
y sois moledor.
-Sí lo soy, apártense,
que le enharinaré.

La Ruta de los Molinos guarda la esencia. Hay muchos elementos del paisaje rural extremeño, caídos en el abandono, recuerdo de una vida dura que ya superamos afortunadamente, hoy testimonio del abandono de muchas de las labores agrícolas, superadas por una modernidad más global y competitiva. En estos molinos, testigos de historias, testimonio de historia, las raíces de árboles y el abrazo del matorral se incrustan en las heridas abiertas de su olvido. Ya no hay agua, no hay molineros, ni piedras de molienda, a nadie parece preocuparle, será que como dice el refranero: «Amigo que no da pan, y cuchillo que no corta, aunque se pierdan no importa».

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014

Ruta a Cancho Blanco. Zarza de Montánchez

(SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAD SOBRE ELLAS)

Zarza de Montánchez, como su apellido indica, se encuentra situada en las inmediaciones de la serranía de Montánchez e intercala paisajes adehesados, tierras de cultivo donde predomina el olivo y zonas de sierra donde se descubren magníficos robledales; nosotros vamos a atravesar el más conocido de la zona, situado en el llamado Cancho Blanco, una sierra de algo más de 900 metros de altura coronada por lo que en el pueblo conocen como ‘La Bola’ una estación de radar para aviones de gran envergadura. Una de las características de esta elevación es que nos permite observar hacia un lado la provincia de Cáceres y hacia el otro parte de la pacense. Esto nos anima a iniciar una ascensión que, por momentos, es de dificultad media.
Zarza de Montánchez no recibe a finales de septiembre, a primera hora la luna todavía es visible en el cielo, tras dejar los coches a la entrada del pueblo, en la carretera que lleva a Robledillo de Trujillo. Zarza es conocida por custodiar la Encina La Terrona, otra ruta muy recomendable que podéis ver en otra entrada del blog: http://andandoextremadura.blogspot.com/2010/04/ruta-de-la-encina-de-la-terrona-zarza.html


Una ruta de unos 16 kilómetros que comenzamos por un camino conocido como El Moralejo, una zona de olivos y pastizales para el ganado, la Ratúa.


Salimos hacia el camino que bordea el Cerro Pozuelo que dejamos a la derecha, el cerro virgen está plagado de matorral entre encinas y alcornoques

La luna nos acompaña aún en estos primeros tramos de camino
Cultivos de olivar en las Alzaplemas, detrás el Cerro del Mesto, con los robles ya amarilleando

Al ir ascendiendo la orografía se descubre, es un día claro para regalar a la vista
Comenzamos las ascensión hacia El Mesto, de algo más de 500 metros

La penillanura cacereña y la Sierra de Montánchez a la izquierda

Los cruces en el sendero son señalizados, el último recoge las indicaciones. Cuando no viene Luisa, Mario es una excelente compañía para hacer el camino conversando

A estas alturas de septiembre no ha llovido aún, pero son varias las fuentes que nos encontraremos en el camino.

Un respiro para mirar hacia atrás y disfrutar del paisaje

Esto es Peña Redonda y ascendemos hacia La Planchuela, estaremos ya a unos 800 metros de altura

A esta la llaman Fuente Carlos, a estas alturas de verano ya está sin agua


Casi arriba, el robledal amarillea anunciando el otoño…

Entre la maleza un pequeño sendero nos abre el paso hacia la sierra

Salimos del bosque ya encarando la cima de Cancho Blanco, un trozo de carretera nos lleva hacia ‘La Bola’, el radar de aviones.


Me contaba un invitado en la radio que los aviones se guían siguiendo puntos situados en tierra; van de uno a otro, por eso en zonas como Cáceres, por donde sobrevuelan, me dijo, unos 125 aviones diarios, siempre corrigen el vuelo. Este es uno de esos radares que ayudan en vuelo. Imagino que ya sabéis porque le llaman la bola


Esta es la recompensa, conquistar esta atalaya y disfrutar de la vista que ofrece, hacía el noroeste toda la llanura cacereña y con prismáticos, Cáceres al fondo.

Debajo de la Sierra de Montánchez, la pequeña localidad de Valdemorales

Encima coronando la sierra, las antenas en Montánchez, a 994 metros, nosotros estamos a 955.


Esto os decía, en primer término Valdefuentes, Torremocha se distingue a la derecha y al fondo, asomada entre sierras, Cáceres.


Foto de familia frente al radar, para dejar constancia de que subimos aquí, como podéis observar hay una carretera que viene hasta aquí, se puede subir en coche y disfrutar de estas magníficas vistas.


Al otro lado de la sierra se asoma la zona de Almoharín, Miajadas y las Vegas del Guadiana, al fondo

Este pequeño monte es el Cerro de San Cristóbal que nos impide ver Almoharín, que queda justo detrás.

Aquí podéis ver, perfectamente marcado el cordel de Mérida a Trujillo utilizado antaño para el ganado transhumante


Desde el cerro, un grupo de buitres nos sobrevuela. Estas carroñeras se han extendido mucho en los últimos años, son el mejor servicio de limpieza de la dehesa extremeña

El pasiaje es espectacular, se mire donde se mire, un mapa real y en relieve de la geografía extremeña, un espectáculo.


Iniciamos el descenso rodeados de un bosque de encimas y alcornoques

El camino se estrecha el bosque se cierra.

Una pequeña atalaya en La Lanchuela


Descendemos por Peña Cuadrada, Zarza de Montánchez, abajo. Si os fijáis, al fondo se puede ver Salvatierra de Santiago


Descendemos el Cerro, desde aquí se observa parte del robledal que hemos atravesado


Desarrollo sostenible en una zona donde la actividad agraria ha descendido, es patente.


En fila y agrupados, nosotros nos quedamos con las magnificas vistas que nos ha ofrecido la altura


Nosotros nos desviamos ahora por la zona de la Zahudadilla


Por un camino de una zona llamada Cabeza Andrés

Donde se sitúa el Embalse de Navarredonda


Y así, por el camino de la Cruz de Retamar, observar como nos acercamos de nuevo a Zarza


Llegamos, así, a nuestro destino y nos encontramos con una grata sorpresa…

…Zarza acoge los actos del día de la Mancomunidad de Montanchez y nosotros damos buena cuenta de ello brindando con buena carne y buenos vinos. La verdad es que fue un remate magnífico. Después de 16 kilómetros y algo de calor, refrescarte en este ambiente fantástico de fiesta. Aunque cualquier día es disculpa para acercarse hasta aquí.

Finaliza la ruta, en nuestro mapa particular señalamos Zarza de Montánchez donde ya habíamos estado para venerar a la señora Terrona, la encima casi milenaria que descansa de sus años apoyada en grandes bastones que le restan belleza, pero no prestancia.
Volveremos a por sus caminos, su pitarra y sus dulces.
©vicentepozas.2011

Ruta de la Sierra de Santa Catalina en Monfragüe. Serradilla

               (SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAD SOBRE ELLAS)                         Descárgate el Track para GPS realizado por Jose Luis Cabrera

Coincidiendo con la celebración de la FIO (Feria Internacional de la Ornitología) en el corazón de Monfragüe, el grupo de senderismo CATELSA Cáceres decidió organizar un paseo por el parque, lejos del bullicio del evento; y nos trasladamos hasta Serradilla, localidad que forma parte de los municipios del Parque Nacional de Monfragüe y que sintetiza de manera clara la biodiversidad del mismo y su singular riqueza.


Monfragüe está arropado por el Sistema Central y las sierras de Gredos y pintado por una dehesa que es la viva representación del bosque Mediterráneo, pero su riqueza va mucho más allá. Sus secretos los mantiene un paisaje recuperado, aislado del crecimiento voraz que ha minado la tierra hasta que alguien dijo ¡basta!. Hoy es un pulmón y un acierto.

Nosotros estamos en Serradilla, al oeste del parque. La ruta se denominada de la Sierra de Santa Catalina, y en realidad recorre dos de las muchas rutas que rodean el pueblo, en concreto la Ruta del Mirador de la de la Sierra y la Rura de la Charca. 13 kilómetros de dificultad media con un par de pendientes que pondrán a prueba a los menos habituados a los caminos de sierra.

Serradilla, ostenta la titularidad de la aldea de Villareal de San Carlos, situada en pleno Parque Natural de Monfragüe y punto de referencia para todos los visitantes, pues se ha convertido en el lugar de encuentro, aunque ahora proyectan hacer un centro de recepción de visitantes junto al Camping de Monfragüe, mas alejado del parque.

Los alrededores de la localidad nos muestran el llano y la dehesa extremeña y su uso ganadero. Huele a primavera, aunque no haya llegado.

Y la visión al fondo de los roquedos más conocidos de Monfragüe. Si observáis se distingue el castillo de Monfragüe y el Salto del Gitano

Nosotros vamos rodeando el pueblo por sus fincas para dirigirnos al punto de partida. Un día claro que guarda multitud de sorpresas. Hemos despertado interés equino ¿dónde irán?

Caballo y jinete se unen a este paseo por la cáscara de Serradilla, preludio del deseo de perdernos en el corazón del Parque.


Callejuelas que se conservan en piedra, testigos de labores agrícolas que se siguen practicando

Y llegamos a la Fuente Nueva, del siglo XIX, desde donde comenzaremos una deliciosa ascensión a la vista para coronar la Sierra de Santa Catalina

Desde aquí parten varias rutas, como la que anuncia el panel desde Serradilla a Villareal y que podéis ver también en este blog

Un ruta que coincide, en parte, con la red de caminos naturales que se están señalizando en Extremadura. Este es el camino Natural del Tajo.


Kilómetro cero, comienza la ruta.

Y el ascenso.


Una subida que se endurece por instantes, en un camino muy erosionado por las aguas que hace difícil cada paso pues las piedras están sueltas y enfangan el ritmo.

Atrás queda Serradilla y la dehesa va naciendo a la vista

Imposible no pararse. Inmortalizar la imagen en el alma y en la cámara…

…semejante belleza. Así está la dehesa en los últimos días de otoño.
Pero el camino por delante se antoja algo duro aún

Se cierra el sendero y los árboles comienzan a hacernos compañía. Un camino de piedra que recuerda las antiguas calzadas romanas.


La ruta sigue marcada por una pequeña senda que ahora ofrece un descanso a los gemelos

Seguimos ascendiendo, y de repente, caemos en el embrujo de una altura que nos privilegia la vista


Un canto a la encina, a la dehesa extremeña, al bosque mediterráneo.

Las rutas se van cruzando, entrelazadas unas con otras, con un aviso para que no tomemos el camino equivocado, aunque aquí poco importa

Casi coronamos la Sierra, en este cruce de caminos que nos muestra la cara norte de Santa Catalina…

…y al norte Gredos, la montaña, la nieve. Escondiendo la Comarca de la Vera, rendida a sus pies.

A la derecha, Malpartida de Plasencia pone el contrapunto a esta imagen de distancias, de inmensidades que muestran porqué la provincia de Cáceres es un lugar cada vez más buscado y poblado de viajeros
La magia de unas cumbres que proporcionan vida; a este lado La Vera, en la otra cara el Jerte y más allá el Valle del Ambroz, Las Hurdes, La Sierra de Gata, Portugal…

Te gustaría quedarte aquí pero el camino te llama, aún nos queda un pequeño trecho para culminar la ascensión.

Este es el Monfragüe menos conocido, el menos accesible, pero la verdadera razón de que en sus apellidos figuren Parque Nacional, Reserva de la Biosfera…
Un bosque denso cuajado, a esta altura, de madroños, lentiscos, labiérnagos, jaras, robles, pinos…

Un camino que anuncia que llegaremos al mirador de la Sierra, a mirar y a mirarnos…

…a incluir en nuestra retina la belleza que da la altura…

…protegidos por un cielo que parece indicarnos hacia donde debemos señalar con los ojos…

…hacia una dehesa inifnita que no alcanza la vista…

…aunque la mía se fije en un punto… siempre.

Abajo Serradilla, bellísima, dibujada a la perfección sobre la naturaleza que la rodea.
Detrás de nosotros, continúa Gredos y los grandes valles cacereños.


El mirador nos recrea el espíritu, más que la vista.

Porque los ojos ya están cautivados, como si quisiéran abarcarlo todo.
Nosotros seguimos el camino hacia La Charca, a la cara norte de la sierra.

Por estos cruces de caminos indicados contínuamente, que animan al caminante en sus pasos con la tranquilidad de saber que no ha errado en la ruta.
La umbría de la Sierra guarda otra frondosidad que nos obliga al silencio

La mano del hombre dibuja nuevos colores, los árboles desnudos nos recuerdan que esta tierra es consecuencia de la simbiosis entre el hombre y el respeto, la sabiduría y la paciencia, cuando el tiempo no lo marcan los días, si no las estaciones.

Aunque no siempre, nos rodean repoblaciones hechas para recuperar unas sierras que se llenaron de eucaliptos que quemaron la tierra.

Un pequeño alto para agruparnos y seguir bajando. Esto es un espantapájaros, arte conceptual o simple práctica. Queda inmortalizado el guerrero que marca esta zona de exclusión aérea.


Seguimos la ruta por una zona repoblada de pinos y robles, un camino cómodo y fresco.

Pinos que buscan asomarse a la sierra, a contemplar el parque y que vigilan en silencio.
Ya se averigua el pequeño pantano que los oriundos conocen como la charca y donde disfrutaremos de un pequeño refrigerio.


A estas alturas ya nos fundimos con el bosque que pareciese dsifrutar de nuestra compañía


Se despeja ahora en un claro de olivos, que el aceite es tesoro en estas tierras.

La armonia entre el bosque y la agricultura en sostenible convivencia

La fotografía de la naturaleza que a veces podemos captar. Armonía.
Sobre la propia pared de la presa damos cuenta de un pequeño tentempié que haga más llevadero el camino que aún resta.


O en la orilla. Sólo les falta el mantel. Las viandas son de lo más exquisitas. Doy fe.


Este pequeño ecosistema creado por el agua nos ha servido para reporner fuerzas.

Y de nuevo el camino, y de nuevo hacia arriba volvemos a subir la sierra.

Aunque con el estómago lleno lo pasos sean menos llevaderos.
Gredos vuelve a vigilarnos, consciente de nuestra presencia en el parque.


Coronamos la sierra….


…y descendemos para finalizar el sendero.


Serradilla se aparece ora vez ante nuestros ojos.


El bosque frondoso es ahora matorral y jara

Justo antes de llegar nos visita una bandada de buitres leonados, ya habituales en estas tierras

Coronan encima de nosotros un cielo que para ellos huele a comida

Se arremolinan frente a algún animal cuyo papel ahora será el de cerrar el ciclo de la vida y que volverá a demostrar como funciona la cadena alimentaria Son los dueños de la dehesa, brigadas de limpieza que devuelven a la tierra a su estado original. No quedará rastro de su presencia, nada se pierde, todo se transforma.

Minestras ellos almuerzan nosotros buscamos las calles del pueblo.

Casi tocamos Serradilla, la ruta termina.
Intuyendo que el castillo de Monfragüe hoy será un hervidero de personas, amantes de los pájaros que acuden a la FIO

Entramos en Serradilla por otro camino distinto

Monfragüe es una cosntante que se asoma a cada calle. Los roquedos se dibujan como fondo de un cuadro que sostienen las encaladas paredes de este tranquilo lugar.
Algunos no se resisten a visitar el venerado Cristo de Serradilla, otros buscamos en el obrador del pueblo el sabor del pan y los dulces como prueba de que estuvimos.

Hasta aquí llegaron los 13 kilómetros de esta ruta. Nosotros nos despedimos de los compañeros de viaje. pero Luisa y yo no resistimos la atracción de Monfragüe y sucumbimos al bullicioso Tajo.


Al venerado Salto del Gitano.


Aunque preferimos buscar acomodo al estómago en nuestra segunda casa, el camping de Monfragüe, y disfrutar de la compañía de los buenos amigos que vemos de año en año

La tarde y el regreso no enseñan la dehesa de camino a casa. Nos obligan a parar.


Una luz que se resistía a despedirse, bañando cada palmo de esta fértil estancia

Una alfombra trabajada de ilusiones que luego se recolectan.

Y una última parada en los Riveros de Monroy para despedir al Almonte antes de ser bebido por el Tajo

Una luz que se apaga. Un día que nos resistimos a abandonar, mientras otra vida, más silenciosa, nocturna, se adueña de la dehesa, porque aquí la tarea tiene 24 horas y no permite el descanso. La tierra no para.

A nosotros nos queda la melancolía, la nostalgia por haberlo vivido. La suerte de saber disfrutarlo, de poder recordar cada uno de los secretos que hemos pegado al cajón de la memoria, la fuerza de una tierra que siempre nos conquista, que se lleva un trozo de nosotros, pero nos devuelve con creces una armonía, una paz interior que alcanzamos… andando Extremadura.
Serradilla. 26 de febrero de 2011. Vicente Pozas.

 

Ruta de Torrequemada. Por las canteras

Sábado de mayo el que hemos elegido para recorrer los Llanos de Cáceres, una zona denominada ZEPA -Zona de Especial Protección de Aves- donde abundan una fauna rica y una flora típica de la dehesa y las grandes extensiones extremeñas.

Nosotros vamos a realizar una ruta desde la localidad de Torrequemada para recorrer sus antiguas canteras, hoy cerradas. Extracciones de granito que ya no son rentables y que han llevado a su abandono.

Hemos sido unos privilegiados porque la ruta la dirigían Paco y Amalia, un matrimonio de Torrequemada, padres de una de las senderistas que habitualmente viene de ruta, que nos enseñaron los lugares por los que transcurrió parte de su infancia, su juventud y su vida. Recuerdos, viejas costumbres, tradiciones ya perdidas pero que están en la memoria de sus protagonistas, se fueron sucediendo a lo largo de los casi 20 kilómetros que hicimos de camino. Una Extremadura rural que se fue abriendo paso entre senderos, fuentes, charcas y dehesas.

Ya digo que partimos de Torrequemada que se halla a unos 19 Km de Cáceres en la nacional EX 206, Carretera de Miajadas, entre los pueblos de Torreorgaz y Torremocha, la conocida como carretera de Las Torres. Torrequemada es la segunda viniendo de Cáceres.

Partimos de la denominada Charca de Abajo, en el mismo centro del pueblo a las espaldas de la Iglesia de San Esteban.

La charca es un lugar habitual de recreo de la localidad; bancos, juegos infantiles y la posibilidad de pescar en ella, la convierten en un enclave muy frecuentado.

Nosotros vimos patos, ranas y variedad de peces. A primeras horas de la mañana las ranas tenían una escandalera tremenda. Decían Amalia y su familia que por las noches, sobre todo en verano, cuesta dormir por el insistente croar de cientos de bichos.

Junto a construcciones nuevas, Torrequemada conserva las originales arquitecturas rurales de aldea. Para ello hay que remontarse al siglo XVI en el que la tierra de Cáceres comprendía un extenso territorio, bajo jurisdicción real creado por la corona Leonesa, en él se ubicaban la Villa de Cáceres y un conjunto de aldeas, dependientes de su jurisdicción entre las que se encontraba la de Torrequemada.

Nosotros dejamos el pueblo y nos adentramos en el campo por el camino de Las Corralas

Como ocurría en casi toda la región, el porcino era un ganado muy extendido y las construcciones que lo albergaban todavía son numerosas.

Esta charca está junto al pueblo, creo que lleva el apellido de alguien pero no recuerdo el nombre.

Aquí tenéis las corralas de los cerdos, realizadas en granito.

Estas construcciones reciben muchos nombres en Extremadura, en la zona de Montánchez las llaman zahúrdas, en otros lugares cochiqueras. Aquí son corralas.

Es una zona de enormes piedras de granito que sobresalen en la superficie. En la imagen vemos estas peñas delimitadas por diferentes fincas

Tomamos momentáneamente el camino que nos lleva al río Salor para dirigirnos hacia las canteras que se encuentran a unos diez kilómetros de aquí.

Y más granito.

Este es el antiguo badén del río Salor, contaba Paco que lo destrozó el agua en alguna crecida cuando pasó por encima. La fotografía está hecha desde el nuevo puente.

El viejo paso del río hoy está oculto entre la maleza, muy idílico.

A medida que nos alejamos más de la zona poblada, la dehesa comienza a emerger más bella.

Pequeños riachuelos que van a parar al Salor y que esta primavera del 2010, y con un año de abundantes lluvias, van cargados de agua. Amalia dice que se puede beber sin ningún problema.

El grupo lo cruzó por las muchas pasaeras que lo salvan, de nuevo de granito.

La dehesa, ya bastante menos ocupada por la ganadería, continúa albergando ganado ovino y bovino que nos encontraremos a lo largo de la ruta.

Las encinas y alcornoques de la finca que atravesamos han sido limpiadas hace poco y los nuevos brotes están patentes en todas sus ramas.

Las ramas que se cortan se reúnen en montones para hacer picón, son las piconeras, aquí tenéis una, al fondo otro montón de leña, aún sin quemar

La dehesa está inmejorable este año, en la zona más poblada…

…y en la más limpia. Al fondo Sierra de Fuentes.

Aves hay infinidad de ellas, sobre todo milanos y cigüeñas -blancas y negras- tórtolas, perdices…

Aquí se puede ver la Torre del Cachorro de la cercana localidad de Torreorgaz.

Nosotros continuamos andando esta bellísima dehesa, limpia y cuidada.

Con la abundancia de agua, la grandes peñas de granito presentan este aspecto, cubiertas de pequeñas flores que otros años no son tan abundantes.

Así dejamos la finca, Limosa de Poniente…

…y seguimos, o bordeamos, el camino.

Paco y Amalia nos llevaron hasta la Fuente de Las Mujeres, en años de mucha labor agrícola era sólo utilizada por ellas, según Amalia el agua aún se puede beber. En la imagen Paco cerrando la cancela que da paso a la finca.

Seguimos camino, de rojo Amalia a la que no se le escapaba ni un nido…

Y de repente, en medio de la dehesa, la escombrera de una de las canteras de granito que veníamos buscando.

Como se puede ver es otro de esos grande bolos graníticos que está enterrado en el suelo y del que se ha extraído la piedra, hoy la cantera está cubierta de agua, según Paco es natural y proviene de algún acuífero subterráneo.

Se tiene que haber explotado durante bastantes años porque la cantera es inmensa.

Y no se tira nada. Aquí tenéis los monolitos del siglo XXI (ahora no se veneran los muertos, si no que se guardan los coches)

Dejamos la cantera y continuamos camino en busca de la otra explotación, bastante más grande que esta y también abandonada.

El camino nos va guiando hacia nuestro lugar de descanso y avituallamiento

En medio, y entre cantera y cantera, la dehesa sigue inmensa.

Los caminos casi han sido invadidos por la vegetación.

Y es que la dehesa tiene su vida propia y su ritmo.

Así llegamos a la siguiente cantera y sus dimensiones llaman la atención.

Aquí más dólmenes/cochera, estos con puerta y todo.

Este es el hueco central de la explotación, debajo del agua hay muchos metros de extracción.

De aquí se han sacado muchas toneladas de piedra.

Hoy el hueco dejado por las máquinas tiene vida propia y los pescadores dejan constancia de ello.

Nososotros, después del bocata, dejamos testimonio para el recuerdo con una imagen de grupo.

Así dejamos la cantera y los restos de su actividad esparcidos por el campo…

… y salimos de la finca que la delimita…

… y vuelve la dehesa a rodearnos y envolvernos en flores.

La ganadería es la que mantiene este ecosistema mediterráneo.

Este rebaño humano continúa paseando por ella y disfrutando de su equilibrio.

Allí donde pones el objetivo estalla el campo, zonas más densas…

… y otras más limpias pero igual de exuberantes.

Este es el Pozo del Llano, lo tienen tapado imagino para que no caigan los animales.

Una charca en medio del bosque mediterráneo cubierta de flora.

Otra pasaera para atravesar los riachuelos.

Y un nido de milano en una encina.

Así, con la sensación de haber visto el campo extremeño como hacía muchos años, vamos completando este agradable paseo por los alrededores de Torrequemada.

Y llegamos de nuevo al pueblo.

Nosotros terminanos en la Iglesia de San Esteban, y aquí se aprecia perfectamente su torre, que fue quemada en las guerras civiles de la Baja Edad Media. Actualmente se encuentra en estado ruinoso, pero refleja la grandeza señorial de otra época. Un templo de estilos renancentista y barroco que fue restaurado en el siglo XVI y cuyos diferentes añadidos son más que visibles.

En fin, un agradable paseo de la mano de estos dos torrequemeños, Amalia y Paco, que nos han enseñado como era la vida que ellos vivieron y como conservan las piedras muchos de aquellos recuerdos de años mozos, de estas aldeas cercanas a Cáceres, tan cerca pero tan lejos y que hoy, gracias a mejores carreteras recuperan la vida de muchos paisanos a quienes no les importa ir y venir a la capital a diario. Aquí la vida se mide en estaciones.

Ha sido un placer que Luisa y yo comentamos encantados. Prometemos volver en alguna de nuestras muchas escapadas.

Ruta de Botija. El castro celta de Villasviejas del Tamuja

En esta ocasión nos trasladamos por la llamada carretera de Las Torres o carretera de Cáceres a Miajadas, oficialmente la EX-206, hasta la localidad de Botija, un pequeño pueblo situado en el interior de la Penillanura cacereño-trujillana, en el centro aproximado del triángulo formado por Cáceres, Trujillo y Mérida. Un municipio que disfruta de una de las dehesas boyales más importantes de la comarca Montanchez Trujillo y que pertenece al grupo local de desarrollo ADISMONTA; en esta dehesa se dan distintos tipos de paisajes relacionados entre sí por el ganado como el monte, donde abundan el matorral mediterráneo (jaras, retamas, lavanda) mezclado con encinas y los pastos que se deben al clareado del matorral y del arbolado, así como a la acción del ganado.

Nosotros buscamos una de las muchas joyas que conserva la localidad, está situada a unos dos kilómetros de Botija, y se trata de un yacimiento arqueológico de la Segunda Edad del Hierro, Tamusia, conocido hoy como Villasviejas del Tamuja. Puentes medievales, murallas, zahúrdas, molinos, todo en poco más de 14 kilómetros que comenzamos con la satisfacción de que al terminar nuestro paseo nos espera la degustación de la Torta del Casar en la Quesería Tamussia, en el propio pueblo. Andando…

La primera de la sorpresas llega al poco de iniciar la ruta cuando aparecen ante nosotros las primeras zahúrdas, las casitas de los cerdos.

Estamos en la dehesa boyal del municipio, las zahúrdas están construidas con lajas de pizarra y la techumbre de ramaje, su utilidad fue la de albergar el ganado porcino en estado de semimontanera.

En medio de la dehesa boyal, el río Tamuja que se cruzará varias veces en nuestro camino.

Tierra de pizarra, piedra que se utiliza para su construcción

Al fotografiarnos junto a ellas, podéis ver su tamaño…

Estas zahúrdas, o cochiqueras como se las conoce en otros lugares, tenían varios compartimentos, están formadas por un habitáculo para que se refugie el ganado y de un corral. Este mismo tipo de zahúrdas, las encontramos en otras dehesas boyales de municipios extremeños, como el de Montehermoso o la de la Comarca de Las Villuercas.

Al dejar la dehesa boyal hay que volver a cruzar el Tamuja, ahora por el denominado Puente Viejo

El Puente Viejo data de los siglos XVI-XVII. Está construido a dos vertientes y posee 3 ojos siendo el central más ancho con tres arcos de medio punto y presenta marcas de canteros tallados en los sillares de granitos. Presenta a cada lado una serie de huecos de forma cuadrada y rectangular encima de los tres tajamares con la finalidad de que en la fuertes crecidas del río el agua discurra con más fluidez.

La dehesa en Extremadura tiene vida propia.

La muralla del antiguo castro celta nos saluda…

Nos disponemos a rodearlo para acceder a él y la dehesa no deja de mostrarse inmensa…

El castro se encuentra junto a una de las orillas del río Tamuja, buscando y usando el agua.

Tamussia o el castro de Villasviejas del Tamuja, como es conocido, está formado por dos recintos fortificados de la 2ª Edad del Hierro del S. IV a.C.- I a.C. En las inmediaciones se hallan dos necrópolis de cremación y minas de Plata y Plomo.

Las excavaciones que se llevaron a cabo han dejado al descubierto varias zonas del poblado, incluido un pequeño anfiteatro.

No está muy señalizado pero si llegáis hasta él, no es difícil porque el camino es amplio, disfrutaréis de la visita.

Este camino conduce hacia la zona de las minas y la necrópolis

En esta zona también se han desenterrado restos arqueológicos

Dejando la zona más abrupta y el poblado, la dehesa vuelve a la normalidad

Es zona de muchas ovejas puesto que está dentro de la Denominación de Origen Protegida del queso Torta del Casar.

La pizara aquí se sigue utilizando para todo

En este camino de fincas y ganadería nos encontramos hermosos ejemplares de encina

Ya sabéis que en el campo no se tira nada, los que tenéis alguna pequeña finca o parcela lo sabéis por experiencia.

A estos pequeños puentes les llaman ‘pasaeras’ (porque son para pasar o cruzar el río por las pasás), creo que esta es la que llaman la pasaera de los bueyes
Son de granito, pero su longitud y altura da idea de cómo debe bajar el río en inviernos como el del 2010, cuando corre el agua con ganas.

Nosotros fuimos en un otoño seco y el río prácticamente se podía atravesar a pie.

La chimenea de un viejo horno hoy es una gran colonia de cigüeñas

En la ruta encontramos mucho molinos, la mayoría se remontan al siglo XVIII, y utilizaban un sistema de presa o pesquera. Se usaban para moler el trigo y fabricar harina con ayuda de la fuerza del agua.

Hoy sus restos están banstante abandonados

Esta es la presa o pesquera que permitá canalizar el agua.

Las nuevas cosntrucciones agrarias siguen utilizando y aprovechando la piedra natural.

Nosotros terminanos la ruta y nos adentramos en la fábrica de quesos Tamussia, cuyo nombre hace referencia al poblado vetón

Las tortas se siguen fabricando al estilo tradicional, aunque incorporan nueva tecnología como las cámaras frigoríficas para asegurar una curación adecuada, el resultado es excelente. Si quereis saber más: http://www.tamussia.com/
La quesería la han puesto en pie Laura y Jacinto un matrimonio muy agradable que hace poco más de un año decidieron cambiar de vida. Abandonaron Madrid, hartos de la ajetreada vida de la gran ciudad y decidieron buscar un lugar donde el tiempo fuera más despacio. Así llegaron a Botija el pueblo de él y han ganado en calidad claro. A nosotros nos trataron como a reyes. Después de una agradable degustación, dimos cuenta de sus exquisitos productos e hicimos acopio de buenos quesos.

Dejamos la quesería y nos adentramos en el pueblo a refrescar la garganta. Si sois golosos nos os vayáis sin probar los dulces, Botija es conocida por los maestros dulceros que elaboran artesanalmente calabazate, turrón, caramelos…
Nosotros nos marchamos hacia la ciudad y su ruido, pero con la satisfacción y la convicción de que cada uno de los rincones de esta región esconde secretos de civilizaciones pasadas, algunas como en este caso con casi 3.000 años, que ya escogieron esta tierra para vivir en ella.
Por ello, y desde el respeto, las gentes del Club de Senderismo Catelsa seguimos recorriendo caminos y fabricando recuerdos.

Ruta de la encina de La Terrona. Zarza de Montánchez

En medio de fantásticos paisajes adehesados que se pueden calificar de entre los más singulares de esta comarca, que encontraréis bajo la denominación de Comarca de Sierra de Montánchez y Tamuja, nos proponemos visitar uno de los árboles singulares de Extremadura más representativos, se trata de la encima La Terrona, un inigualable ejemplar de «quercus rotundifolia», considerada tradicionalmente como la más grande y vieja del mundo. Tan vieja que ya es ayudada por decenas de bastones para evitar que se venga abajo; una pena si no la habéis conocido en todo su esplendor porque, aún ya sometida a cuidados paliativos, impresiona igualmente por su envergadura. Hoy hacemos una ruta de unos 14 kilómetros que nos llevará por antiguas calzadas romanas, dehesas de libro y parajes bellísimos.

Partimos de Zarza de Montánchez, un municipio perteneciente a la Comarca de Sierra de Montánchez y Tamuja conocida como el Triángulo de Oro puesto que está ubicada entre Cáceres, Trujillo y Mérida.

El camino hacia la encina de La Terrona nos enseña, recién salidos de Zarza de Montánchez, la existencia de restos romanos que se hace patente con la presencia sencilla pero robusta y segura de un puente de tres ojos situado sobre el río Tamuja.

Es evidente que la tranquilidad rodea estos parajes rurales, caminos en los que si guardamos algo de silencio podremos disfrutar de imágenes curiosas.

Comenzamos la ruta por parte del camino que discurre en sus inmediaciones, tradicionalmente llamado «El Camino Real», por el que, según la historia, cabalgaron los Caballeros de la Orden de Santiago hacia la Reconquista de Montánchez.

Esta zona de dehesas graníticas, nos deja constancia del aprovechamiento de la piedra a los largo de los años que dejan utilizaciones singulares y muy bellas

La dehesa aquí, como decía, es de libro…

…y los caminos, de foto.

Las explotaciones ganaderas, verdadero sentido de la dehesa, nos acompañan en el trayecto.

Otros han dejado sus usos y esperan pacientes futuras glorias.

La ganadería y los caballos son muy frecuentes en la zona

En medio del camino antiguos pozos dejan constancia del uso ganadero de la zona

Los olivos, para un aceite que hay que probar, van ocupando pequeñas fincas

Y llegamos a La Terrona, como veis abastonada para evitar su desplome. No obstante fijaros en el tamaño de este árbol en relación a las personas, así se comprueba la grandiosidad de su porte de donde deriva su importancia y vistosidad, ya que las dimensiones de dicha encina son dignas de alabanza: tiene una altura de 16,40 metros, el diámetro de su copa es de 26 metros, y en cuanto al perímetro de su tronco es de 7,76 metros a la altura del pecho y de 9,4 metros por la base. Esta auténtica joya de la naturaleza ha vivido entre 700 y 800 años, siendo testigo y parte de la historia de la zona.

El grupo, como siempre, quiso dejar constancia de que estuvo allí

Y yo también

Despedimos este gigante y seguimos la ruta hacia Zarza de Montánchez
Nuevas fincas nos arropan en el camino
Frente a viejas explotaciones que se mantienen vivas
¿quién no ha oído hablar del Jamón de Montánchez?
Una última imagen cerca del pueblo antes de perdernos en sus bares y degustar algunas viandas
Para quien quiera animarse la ruta y la zona está bien señalizada y a cualquiera que le preguntes te indica cómo ir.

Alcuéscar. Ruta por la Sierra del Centinela

Esta ruta transcurre por bellos paisajes de la falda de la Sierra del Centinela rodeados de extensas dehesas de alcornoques. En el recorrido nos encontraremos con la Basílica hispano-visigoda de Santa María del Trampal, un sorprendente tesoro histórico. Esta localidad, conformada como la de mayor población de la comarca, se encuentra situada en una acusada ladera en la conjunción de las Sierras de Montánchez y San Pedro.
Nosotros comenzamos la ruta en Alcuéscar, disfrutando de sus calles empinadas y su trazado singular

Cuando comienzas a subir la Sierra del Centinela, Alcuéscar queda abajo y el paisaje de la comarca montanchega se abre a nuestros ojos.

Olivos y dehesas salpican la cara oeste de la Sierra.

Como siempre dejamos testimonio de la ruta, en busca de la Basílica del Trampal.

La Sierra de Montáchez asoma al fondo, en medio Arroyomolinos.

Las brumas de la mañana casi en lo alto de la cima.

Desde arriba podemos observar el conocido Cruce de las Herrerías, descanso del viajero de la Vía de la Plata.

Ahora Alcuéscar está abajo, nosotros somos los centinelas.

Impresionante la Sierra de Montánchez.

El valle adehesado que se sitúa entre ambas sierras, es tierra de encinas y olivos.

Tras disfrutar de los paisajes que ofrece la cima, comenzamos a bajar hacía la ermita de Santa Lucía del Trampal y su centro de interpretación.

La bajada es sinuosa, pero muy gratificante.

Agua en el camino para calmar la garganta.

Madroños para paladares dulces están al alcance de la mano.

Y llegamos a la ermita. No he querido sacar el centro de interpretación porque es el pegote más horroroso que se pueda imaginar, independientemente de su contenido que es bastante curioso, el edificio es un atentado al lugar, al paisaje y al buen gusto.

Esta es la Basílica Visigoda de «Santa Lucía del Trampal», obra arquitectónica del siglo VII y remodelada posteriormente en estilo gótico, en el siglo XV. Esta ermita es la más sureña de cuantas se conservan en pie en la península, y representa un testigo necesario a tener en cuenta a la hora de valorar la presencia visigoda en estas tierras.

Así es el interior.

Otra perspectiva de la Basílica.

Y un testimonio para el recuerdo.

Nos vamos alejando buscando de nuevo Alcuéscar y la ermita sigue dibujada en el paisaje.

Las primeras huertas nos dicen que hemos llegado.

Ahora podremos disfrutar de un buen vino, han sido 14 kilómetros muy agradables.

Por la Sierra de Montánchez

La ruta, denominada «De donde naces», estás bien indicada. Es una invitación a adentrarse en la sierra montanchega más desconocida. Castañares inmensos, caminos y grandes cancelas de piedra, antiguos molinos de agua… ya la llegar, jamón de Montánchez regado con vino para alivio del viajero. Nosotros la hicimos un día con nubes, desde la Sierra, las ves venir. Desde arriba todo parece diferente.

El castillo, mientras subes…

El fruto de la Sierra
Bosque mediterráneo, diverso….

…y sostenible.

Ya puedes mirar hacia donde quieras, tras esos montes está Cornalvo

La bruma dibuja el paisaje

Por la ladera de la Sierra
Bancales y molinos que aprovechaban el agua

En medio de la Sierra hay un castañar impresionante

El castillo se cubre de nubes

En medio del castañar, antiguas chozas de pastores