Serradilla, ostenta la titularidad de la aldea de Villareal de San Carlos, situada en pleno Parque Natural de Monfragüe y punto de referencia para todos los visitantes, pues se ha convertido en el lugar de encuentro, aunque ahora proyectan hacer un centro de recepción de visitantes junto al Camping de Monfragüe, mas alejado del parque.

Los alrededores de la localidad nos muestran el llano y la dehesa extremeña y su uso ganadero. Huele a primavera, aunque no haya llegado.
Y la visión al fondo de los roquedos más conocidos de Monfragüe. Si observáis se distingue el castillo de Monfragüe y el Salto del Gitano
Nosotros vamos rodeando el pueblo por sus fincas para dirigirnos al punto de partida. Un día claro que guarda multitud de sorpresas. Hemos despertado interés equino ¿dónde irán?
Caballo y jinete se unen a este paseo por la cáscara de Serradilla, preludio del deseo de perdernos en el corazón del Parque.

Callejuelas que se conservan en piedra, testigos de labores agrícolas que se siguen practicando
Y llegamos a la Fuente Nueva, del siglo XIX, desde donde comenzaremos una deliciosa ascensión a la vista para coronar la Sierra de Santa Catalina
Desde aquí parten varias rutas, como la que anuncia el panel desde Serradilla a Villareal y que podéis ver también en este blog
Un ruta que coincide, en parte, con la red de caminos naturales que se están señalizando en Extremadura. Este es el camino Natural del Tajo.

Kilómetro cero, comienza la ruta.
Y el ascenso.

Una subida que se endurece por instantes, en un camino muy erosionado por las aguas que hace difícil cada paso pues las piedras están sueltas y enfangan el ritmo.
Atrás queda Serradilla y la dehesa va naciendo a la vista
Imposible no pararse. Inmortalizar la imagen en el alma y en la cámara…
…semejante belleza. Así está la dehesa en los últimos días de otoño.

Pero el camino por delante se antoja algo duro aún
Se cierra el sendero y los árboles comienzan a hacernos compañía. Un camino de piedra que recuerda las antiguas calzadas romanas.

La ruta sigue marcada por una pequeña senda que ahora ofrece un descanso a los gemelos
Seguimos ascendiendo, y de repente, caemos en el embrujo de una altura que nos privilegia la vista

Un canto a la encina, a la dehesa extremeña, al bosque mediterráneo.
Las rutas se van cruzando, entrelazadas unas con otras, con un aviso para que no tomemos el camino equivocado, aunque aquí poco importa
Casi coronamos la Sierra, en este cruce de caminos que nos muestra la cara norte de Santa Catalina…
…y al norte Gredos, la montaña, la nieve. Escondiendo la Comarca de la Vera, rendida a sus pies.
A la derecha, Malpartida de Plasencia pone el contrapunto a esta imagen de distancias, de inmensidades que muestran porqué la provincia de Cáceres es un lugar cada vez más buscado y poblado de viajeros

La magia de unas cumbres que proporcionan vida; a este lado La Vera, en la otra cara el Jerte y más allá el Valle del Ambroz, Las Hurdes, La Sierra de Gata, Portugal…
Te gustaría quedarte aquí pero el camino te llama, aún nos queda un pequeño trecho para culminar la ascensión.
Este es el Monfragüe menos conocido, el menos accesible, pero la verdadera razón de que en sus apellidos figuren Parque Nacional, Reserva de la Biosfera…

Un bosque denso cuajado, a esta altura, de madroños, lentiscos, labiérnagos, jaras, robles, pinos…

Un camino que anuncia que llegaremos al mirador de la Sierra, a mirar y a mirarnos…
…a incluir en nuestra retina la belleza que da la altura…
…protegidos por un cielo que parece indicarnos hacia donde debemos señalar con los ojos…
…hacia una dehesa inifnita que no alcanza la vista…
…aunque la mía se fije en un punto… siempre.
Abajo Serradilla, bellísima, dibujada a la perfección sobre la naturaleza que la rodea.

Detrás de nosotros, continúa Gredos y los grandes valles cacereños.

El mirador nos recrea el espíritu, más que la vista.
Porque los ojos ya están cautivados, como si quisiéran abarcarlo todo.

Nosotros seguimos el camino hacia La Charca, a la cara norte de la sierra.
Por estos cruces de caminos indicados contínuamente, que animan al caminante en sus pasos con la tranquilidad de saber que no ha errado en la ruta.

La umbría de la Sierra guarda otra frondosidad que nos obliga al silencio
La mano del hombre dibuja nuevos colores, los árboles desnudos nos recuerdan que esta tierra es consecuencia de la simbiosis entre el hombre y el respeto, la sabiduría y la paciencia, cuando el tiempo no lo marcan los días, si no las estaciones.
Aunque no siempre, nos rodean repoblaciones hechas para recuperar unas sierras que se llenaron de eucaliptos que quemaron la tierra.
Un pequeño alto para agruparnos y seguir bajando.

Esto es un espantapájaros, arte conceptual o simple práctica. Queda inmortalizado el guerrero que marca esta zona de exclusión aérea.

Seguimos la ruta por una zona repoblada de pinos y robles, un camino cómodo y fresco.
Pinos que buscan asomarse a la sierra, a contemplar el parque y que vigilan en silencio.

Ya se averigua el pequeño pantano que los oriundos conocen como la charca y donde disfrutaremos de un pequeño refrigerio.

A estas alturas ya nos fundimos con el bosque que pareciese dsifrutar de nuestra compañía

Se despeja ahora en un claro de olivos, que el aceite es tesoro en estas tierras.
La armonia entre el bosque y la agricultura en sostenible convivencia
La fotografía de la naturaleza que a veces podemos captar. Armonía.

Sobre la propia pared de la presa damos cuenta de un pequeño tentempié que haga más llevadero el camino que aún resta.

O en la orilla. Sólo les falta el mantel. Las viandas son de lo más exquisitas. Doy fe.

Este pequeño ecosistema creado por el agua nos ha servido para reporner fuerzas.
Y de nuevo el camino, y de nuevo hacia arriba volvemos a subir la sierra.
Aunque con el estómago lleno lo pasos sean menos llevaderos.

Gredos vuelve a vigilarnos, consciente de nuestra presencia en el parque.

Coronamos la sierra….

…y descendemos para finalizar el sendero.

Serradilla se aparece ora vez ante nuestros ojos.

El bosque frondoso es ahora matorral y jara
Justo antes de llegar nos visita una bandada de buitres leonados, ya habituales en estas tierras
Coronan encima de nosotros un cielo que para ellos huele a comida
Se arremolinan frente a algún animal cuyo papel ahora será el de cerrar el ciclo de la vida y que volverá a demostrar como funciona la cadena alimentaria

Son los dueños de la dehesa, brigadas de limpieza que devuelven a la tierra a su estado original. No quedará rastro de su presencia, nada se pierde, todo se transforma.
Minestras ellos almuerzan nosotros buscamos las calles del pueblo.
Casi tocamos Serradilla, la ruta termina.

Intuyendo que el castillo de Monfragüe hoy será un hervidero de personas, amantes de los pájaros que acuden a la FIO
Entramos en Serradilla por otro camino distinto
Monfragüe es una cosntante que se asoma a cada calle. Los roquedos se dibujan como fondo de un cuadro que sostienen las encaladas paredes de este tranquilo lugar.

Algunos no se resisten a visitar el venerado Cristo de Serradilla, otros buscamos en el obrador del pueblo el sabor del pan y los dulces como prueba de que estuvimos.

Hasta aquí llegaron los 13 kilómetros de esta ruta. Nosotros nos despedimos de los compañeros de viaje. pero Luisa y yo no resistimos la atracción de Monfragüe y sucumbimos al bullicioso Tajo.

Al venerado Salto del Gitano.

Aunque preferimos buscar acomodo al estómago en nuestra segunda casa, el camping de Monfragüe, y disfrutar de la compañía de los buenos amigos que vemos de año en año

La tarde y el regreso no enseñan la dehesa de camino a casa. Nos obligan a parar.

Una luz que se resistía a despedirse, bañando cada palmo de esta fértil estancia
Una alfombra trabajada de ilusiones que luego se recolectan.
Y una última parada en los Riveros de Monroy para despedir al Almonte antes de ser bebido por el Tajo
Una luz que se apaga. Un día que nos resistimos a abandonar, mientras otra vida, más silenciosa, nocturna, se adueña de la dehesa, porque aquí la tarea tiene 24 horas y no permite el descanso. La tierra no para.
A nosotros nos queda la melancolía, la nostalgia por haberlo vivido. La suerte de saber disfrutarlo, de poder recordar cada uno de los secretos que hemos pegado al cajón de la memoria, la fuerza de una tierra que siempre nos conquista, que se lleva un trozo de nosotros, pero nos devuelve con creces una armonía, una paz interior que alcanzamos… andando Extremadura.

Serradilla. 26 de febrero de 2011. Vicente Pozas.