Birdeo, un viaje rural por el paralelo 40

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El lugar elegido no era cualquiera: el Parque Nacional de Monfragüe y el nuevo alojamiento rural que ha rehabilitado la Diputación de Cáceres, Haza de la Concepción, un hotel rural de 4 estrellas en una dehesa única dedicada a la conservación y mejora de las razas ganaderas autóctonas de la provincia de Cáceres. No, no es un mal sitio para presentar Birdeo.

¿Qué es BIRDEO?
Es una red de ecoturismo rural creada por 4 entidades privadas especialistas en turismo de observación de la naturaleza y un fuerte arraigo con el mundo rural.
Es un proyecto que nace con financiación de la Secretaría de Estado para el turismo del Gobierno de España, a través de los fondos Next Generation y se enmarca en la segunda convocatoria de ayudas Experiencias España.

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Un desayuno extremeño es un plato de migas para recibir a los invitados, toda una declaración de intenciones.

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Este proyecto tiene como objetivo la creación de una oferta turística basada en el turismo de observación de la naturaleza y el conocimiento de la cultura rural, favoreciendo un modelo de viaje que conecte al viajero con anfitriones locales que habitan los paisajes por los que se viaja. Y empezamos con una pequeña ruta por la finca de la Haza

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La empresa de turismo activo Viendo Verde, colaborador del proyecto Birdeo, se encarga de guiarnos; Alejandro Palomo, su gerente, nos explica el entorno en el que estamos

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Monfragüe siempre te sorprende y una visita guiada lo hace mucho más interesante.

BIRDEO propone viajes para observar fauna, paisajes espectaculares, momentos biológicos únicos, pero también con los que descubrir la artesanía, la gastronomía, el folclore, las actividades del sector primario que construyen los paisajes.

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Haza de la Concepción es la finca que utiliza la diputación provincial en modo experimental, que ha sido tradicionalmente un espacio de innovación agropecuaria y social, conserva los antiguos secaderos de tabaco y pimiento que son una joya arquitectónica, hoy convertidos en centro de interpretación.

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Desde Birdeo afirman que el turismo responsable genera un impacto positivo en los territorios que acogen una de las mejores representaciones de biodiversidad y cultura rural de España, para ello, creen imprescindible generar una red de colaboradores locales que formen parte imprescindible de las experiencias.

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BIRDEO propone viajes para observar fauna, paisajes espectaculares, momentos biológicos únicos, pero también con los que descubrir la artesanía, la gastronomía, el folclore, las actividades del sector primario que construyen los paisajes.

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Ahí está el equipo de Monfragüe Vivo, la empresa que lidera el proyecto Birdeo en Extremadura.

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Y de vuelta al hotel para seguir con el programa de la jornada. Día Birdeo.

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Los productores locales son una parte esencial de la experiencia que proponen. Aprovechar las Denominaciones de Origen es clave para que se convierta en una vivencia multisensorial. Hoy han venido los responsables de la DOP Torta del Casar

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Una cata de quesos con Torta del Casar después del paseo es éxito seguro.

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La Torta del Casar es un queso natural, elaborado mediante métodos tradicionales a base de leche cruda de oveja procedente de ganaderías controladas, cuajo vegetal y sal. Como todos los quesos del mundo, nace de la necesidad de conservar la leche, ya que la única forma en que antiguamente ésta podía ser preservada de su deterioro, era a través de su transformación en queso, lo que permitía su consumo a lo largo del año, su transporte en viajes y su comercio.

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Raúl Virosta recuerda la filosofía Birdeo que se sustenta en los productos locales

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Una cata con Javier Muñoz, director de la DOP Torta del Casar, es una experiencia que no olvidas; Javier es parte del milagro de que la Torta del Casar se haya convertido en el ‘Sabor de un territorio’

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Acompañar, maridar dicen ahora, la torta con cava extremeño le da un punto sublime. Un delicado brut de Bodegas Ruiz Torres de Cañamero

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No sobra nada, no creáis. Una Torta del Casar no hay que dejarla. Las caras lo dicen todo.

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De aquí al restaurante Zagala del hotel con un delicioso menú. El restaurante es un homenaje al folclore extremeño a sus telas y colores y a la gorra de Montehermoso.

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Exquisiteces que terminan con un postre siempre. Sabores a tierra.

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BIRDEO contará con una plataforma de comercialización (marketplace) que se convertirá en un escaparate privilegiado para las personas que quieren viajar disfrutando de experiencias rurales innovadoras.

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La experiencia Birdeo continúa con un concierto inmersivo que nos ofrecen tres hermanos músicos, son de Mérida y nos cautivaron inmediatamente. Una digestión calma con los ojos cerrados.

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Buscando el guiño local, los diseñadores de la marca ‘100 colores 100’, los julianes, ubicados en Serrejón, nos desvelan su proyecto y nos cuentan su historia.

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Los socios del proyecto son 4 entidades privadas ubicadas en diferentes comunidades autónomas de la zona centro de la península ibérica, cubriendo así el amplio territorio del paralelo 40 donde se encuentra una de las mejores representaciones de biodiversidad de Europa, con presencia de especies de fauna emblemáticas y destinos rurales de gran interés turístico. Pero, además, el territorio BIRDEO guarda una magnífica representación de las raíces del mundo rural y la cultura de España.
Los socios fundadores del proyecto son:

  • Numenius Tours de la Comunidad Valenciana.
  • Inspirience de la Comunidad de Madrid.
  • Birding Ávila radicada en las provincia de Ávila.
  • Monfragüe Vivo de Extremadura
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La jornada va terminando. En el viejo poblado de la finca, donde se sitúan los secaderos, Birdeo desvela sus últimas intenciones: quieren que BIRDEO se convierta en la plataforma de ecoturismo rural de referencia en España.

De los 4 socios, tres de ellos son agencias de viajes lo que permite dar cobertura a iniciativas locales de empresarios que quieren ofrecer escapadas turísticas y viajes, pero no cuentan con una agencia de viajes que comercialice sus productos, convirtiéndose así en una solución para canalizar el emprendimiento de los territorios rurales.

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Terminar la experiencia con un músico de la naturaleza, un mago de los sonidos, Carlos de Hita, un maestro en capturar los sonidos, las conversaciones que nos rodean. Escuchar la naturaleza también es Birdeo.

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Esto es Birdeo, una idea sencilla pero efectiva: trabajar para la generación de acuerdos comerciales con agencias de viajes de España y de fuera de nuestro país con el objetivo de establecer colaboraciones que potencien la venta de los productos BIRDEO garantizando un impacto económico en los territorios rurales y los colaboradores locales. Generar territorio, compartir riqueza. Agradecidos desde @AndandoExtremadura de poder haber participado en el arranque de un proyecto que nace de la madurez y la experiencia de sus promotores, con quienes llevamos años compartiendo momentos, y del nacimiento de un alojamiento rural excelente que afianza la categoría de nuestro mejor territorio natural, el Parque Nacional de Monfragüe, Reserva de la Biosfera y destino turístico Starlight. Largo futuro a Birdeo.

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Camino Francés de Santiago. Sarria-Santiago

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En un año normal, 2019 por ejemplo, hablo de antes de la pandemia y no afectado por restricciones, llegaron a Santiago 347.578 peregrinos visitando la Oficina de Acogida del Peregrino en Santiago de Compostela, todo un récord. De ellos, casi 190.000 realizaron el Camino Francés, un 54,6%. De esos 190.000, casi la mitad, 96.000 peregrinos hicieron el tramo Sarria-Santiago. Por no marear con cifras, 1 de cada 3 peregrinos que llega A Santiago lo hace desde Sarria (Lugo) las últimas 5-6 etapas (depende), los últimos 116 kms antes de conseguir la ‘Compostelana’.

Es el Camino por excelencia. El itinerario jacobeo con mayor tradición histórica y el más reconocido internacionalmente.

Aunque no hace falta, aquí os dejo el track para GPS por si queréis echarle un vistazo

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Y en Sarria he comenzado mi tercer camino jacobeo, después del Portugués y el Primitivo, con muchas ganas porque es una experiencia que engancha y que te ayuda a conocer una tierra, Galicia, que no para de sorprenderme. Y allá vamos, lo que empieza aquí, terminará asi…

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Y aquí empieza, sorteando el primer desnivel del camino, este urbano en forma de escaleras. Buscando los primeros pasos de un viaje de seis días hacia la Plaza del Obradoiro.

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Miles de peregrinos cada año, durante muchos años, convierten el camino en un museo de mucha gente, de muchos recuerdos, de muchos lugares.

Pero comencemos desde el principio. Hemos organizado el Camino con pequeño grupo, esto forja amistades que luego no se olvidan

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3 kms menos, algo es algo. ¡A caminar!

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Se sale de Sarria pasando por la iglesia parroquial de Santa Mariña, la del Salvador, la torre de la antigua muralla y el convento de A Madanela. Tras abandonar el casco urbano, una bajada muy pronunciada conduce hasta el puente de A Áspera.

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Árboles milenarios para caminos milenarios, bosques que resguardan.

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Al cruzar el puente se sigue el trayecto de la vía del tren a lo largo de 1 km aproximadamente.

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En este museo cada uno deja lo que quiere, simboliza sin duda, un anhelo, un sueño o una meta. Cada uno conoce las razones para emprender este viaje.

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Luego se cruza para subir la cuesta más dura de la etapa y llegar después por un camino llano hasta Barbadelo, donde se puede visitar su iglesia de Santiago.

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Caminos junto al agua mientras avanzamos en el trayecto. Verde, todo verde, es lo que más sorprende siempre a quienes venimos del sur.

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El camino es así, asfalto…

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…o piedra. Viejos caminos que se conservan y se usan, en esta tierra que vive mirando al cielo y al peregrino.

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Este hito es obligatorio. Un centenar y llegamos.

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Cruzando el puente sobre el embalse, el camino se adentra en el pueblo de Portomarín por unas escaleras que se encuentran justo enfrente de la carretera y que conducen al centro del lugar, donde se localiza el albergue, muy cercano a las iglesias de San Pedro y de San Nicolao, en la misma plaza del ayuntamiento y la zona de soportales.

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Portomarín es una villa de gran atractivo turístico. Aquí finaliza la primera etapa.

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Nuestra segunda etapa parte de Portomarín, de buena mañana y con niebla.

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La zona histórica está totalmente empedrada y ofrece todos los servicios. Aunque no tiene playa fluvial, la gente aprovecha el embalse para bañarse en los meses de calor.

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De hecho Portomarín es un nuevo pueblo, el antiguo quedó inundado por el pantano que le circunda y es visible cuando bajan mucho las aguas como ahora.

Se sale de Portomarín cruzando el embalse por el puente que lo salva, junto a un puente para viandantes ya en desuso.

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Esto es algo que veréis con frecuencia, caminos complementarios, suelen ser alternativas mejoradas, la mayoría, de hecho estas alternativas se convierten en las más usadas.

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A partir de ahí empieza una subida bastante intensa, siguiendo el curso de la carretera hasta llegar a Gonzar, con su iglesia y su albergue, situado al pie del Camino.

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En pleno verano la niebla nos regala imágenes de otoño, es Galicia, una tierra húmeda, rendida al agua.

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Paralelismos, flanqueados por majestuosos pinos y una paz interior que está en el camino. Casi da pena hablar alto.

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Hórreos, Es la lucha contra la humedad. Debe ser el símbolo mas característico de Galicia. Se conservan, se restauran, se fabrican. Tienen usos distintos, hoy son elementos decorativos con mucha identidad.

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El día abre y ahora hay que protegerse del sol. Así es esta tierra. y estamos en el mes de julio, aunque no lo parezca.

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Siguiendo hasta el casco urbano de Palas de Rei se pasa por la iglesia de San Tirso. El albergue está justo enfrente del ayuntamiento, en la calle principal, y pasa muy desapercibido. A nosotros nos espera el autobús… presumiendo de Cáceres.

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Tercera etapa, hoy salimos de Palas de Rei para llegar a Melide donde el Francés se une con el Primitivo.

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Palas de Rei, por pequeñas callejas dejamos esta localidad, el camino está bien señalizado, es una tranquilidad para quien lo realiza.

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Peregrinos, monumentos, zonas de descanso. El camino, espiritual, también es un reclamo y por tanto un negocio.

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El camino continúa recogido por la frondosidad de los bosques y abierto a la sorpresa de sus monumentos como el castillo de Pambre o el casco histórico de Melide.

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El Camino es un museo, lleno de pequeños monumentos que adornan el recorrido. Una vieja fuente se convierte en un altar de ofrendas que alimentan los peregrinos.

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Estamos en la comarca de A Ulloa, inmortalizada por la escritora Emilia Pardo Bazán en su célebre novela Los pazos de Ulloa.

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En Galicia las pequeñas aldeas, las pedanías, son parroquias. Cada una tiene la suya y su cementerio junto a ella. En muchas de estas un voluntario espera paciente a sellar el pasaporte y, de paso, recaudar algún donativo. Así funciona el camino.

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Lugares mágicos para inmortalizar el grupo, rincones sacados de un cuento. ¿Duendes o peregrinos?

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Así se suceden los bosques…

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Los grandes árboles, el olor a húmedo.

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Caminos hechos a base de miles de pisadas, se abren paso flanqueados por un muro vegetal que hace más mágica la magia.

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Hoy, siempre te ayudan a franquear un río, todo está preparado para el camino sea lo más transitable posible.

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A veces el suelo es de piedra, imitando antiguos trazados medievales

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Un viejo puente de un ojo lo hace aún más pintoresco; originarios del viejo camino y hoy restaurados.

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Se sigue el camino hasta cambiar de provincia, dejando la de Lugo atrás y adentrándonos en A Coruña por O Coto para ir bajando hasta O Leboreiro.

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Melide, de mayor población, está cerca y eso se nota. Flanqueados por pinos vamos a terminar nuestra tercera etapa, ecuador del Camino Francés en su recorrido más popular.

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Así llegamos al puente medieval de Furelos, por el que se alcanza Melide, una de las joyas de la arquitectura civil del Camino Francés.

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Nuestra cuarta etapa nos lleva desde la monumental Melide hasta la quesera Arzúa.

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El Camino se presenta en esta etapa dócil y en muy buen estado, a través de sendas de tierra y piedra, así como pequeñas carreteras o pistas asfaltadas entre pueblos, con suaves ascensos y descensos que se alternan con tramos llanos.

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Se han juntado en Melide el Camino Francés y el Primitivo y a partir de ahora se nota que hay más gente.

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Eso no quita para que hagamos hueco para inmortalizar al grupo en esta vieja pasaera de piedra.

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El camino zigzagea y a veces discurre junto a la carretera nacional que comunica Lugo y Santiago.

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Otras se adentra de nuevo en el bosque y nos devuelve la magia y el silencio del camino.

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Otras un pequeño oasis repone al viajero con fruta y agua. El camino es un singular reclamo turístico que los gallegos no dejan pasar. Miles de personas pasan por delante de este tenderete cada año.

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En los días que hacemos el camino, julio de 2021 con la pandemia aún acechando y sin vacuna, llegan a diario entre 800 y 1000 personas a Santiago. Muchos albergues están cerrados, otros limitan la ocupación a la mitad. No es fácil este verano pero hay muchas ganas.

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Arzúa es una villa con todos los servicios para los peregrinos. Arzúa, «la tierra del queso».

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Arzúa es una localidad coruñesa de algo más de 6.000 habitantes, situada dentro de la comarca de mismo nombre (limítrofe con Pontevedra a través del río Ulla) y última gran villa del Camino Francés antes de que los peregrinos lleguen a Santiago de Compostela.

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Penúltima etapa desde Arzúa hasta Arca. Huele a Santiago y se notan los kilómetros en las piernas. Pero el ánimo sube y la voluntad se mantiene.

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Arzúa es una localidad larga, muy popular, hay que atravesarla entera para continuar el camino. A esta hora se suceden peregrinos y cafés, desayunos para coger fuerzas.

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Monjas y voluntarias te esperan para sellar tu pasaporte, con tanta amabilidad el donativo está asegurado; muchas dádivas de peregrinos generosos. Todo el mundo lo sabe. La fe cuesta o se paga. Es curioso como te vas topando con el ritual de la limosna.

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En este tramo el Camino se interna entre prados, robles y eucaliptos que rodean pequeñas aldeas, algunas con topónimos de resonancia jacobea: A Calzada, A Calle, Ferreiros, A Salceda, A Brea, Santa Irene y A Rúa.

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Galicia sigue con su vida a pesar del trasiego constante de peregrinos. Los extraños aquí somos nosotros.

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Las aldeas se suceden. Las casas aisladas, esa forma de vida rural, agrícola y ganadera, donde tu casa está donde está tu terreno.

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Y terminamos en Arca, capital del municipio de O Pino, el último antes de Santiago. Mañana es un día grande.

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Sexta etapa, camino de Santiago, hemos llegado al final a pesar de las dudas de quienes afrontaban por primera vez el reto de caminar 116 kms seguidos.

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Sarria nos saludaba con un hito que marcaba 116 kms, ahora menos de 20 nos separan de la capital de peregrinos desde la edad media. Santiago al fin.

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Pero no todo iba a ser perfecto. Galicia nos despide con un día lluvioso, hasta ahora nos hemos librado, pero hoy el agua nos va a acompañar durante todo el día.

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Y entramos en el municipio de Santiago tras rodear el aeropuerto. Nos queda un trozo más conocido y más tumultuoso.

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La capilla de Santa Lucía, el último templo en el camino antes de Santiago, sin contar la capilla de san Marcos en el Monte do Gozo.

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Último bosque antes de adentrarnos en los aledaños de Santiago capital: Lavacolla, toda la carretera hacie le centro de TVE y TVG, A Calzada. Un largo trayecto para un último esfuerzo, ya justos de fuerzas.

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Arriba en Monte do Gozo, el posado necesario junto a la estatua de los peregrinos con la catedral de Santiago al fondo, descendemos hasta la Plaza do Obradoiro.

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Santiago con sus recuerdos recibe al peregrino atravesando vías, barrios y parques, es un trozo largo y tedioso porque las ganas son muchas.

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Y por fin la catedral de Santiago, el fin por fin al fin. Bajo la lluvia hemos llegado a Compostela, delante del Pórtico de la Gloria llega el momento de poner punto y final.

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Es mi tercer camino y me gusta comprobar como todo el mundo tiene una razón, o muchas razones, un motivo, alguien de quien acordarse, a quien ofrecer una caminata de seis días y 116 kms. El llanto fácil, la emoción, la confianza recuperada; un recuerdo por quien se fue, por quien debió venir, por todo lo vivido que es lo más importante.

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Seguramente hoy es una moda hacer el Camino, un camino. Cuando recoges la compostelana siempre te preguntan por los motivos para haber hecho el camino: espirituales, deportivos. Habrá más, seguro, porque te apetece es uno de ellos. Cualquier motivo es válido, porque la emoción es la misma. Tengo metido en la cabeza el sonido del gaitero que te recibe cuando cruzas el arco que te adentra en la Plaza del Obradoiro donde se suceden los vítores, los cantos, los llantos y las emociones. Andar es un motivo, Galicia es un motivo, conseguirlo es el mejor motivo. Habrá un cuarto camino estoy seguro, y un quinto, es probable. ¡Buen camino peregrino!

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Ruta Sierra de Dios Padre

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A caballo entre tres comarcas se encuentra la Sierra de Dios Padre, una elevación de 948 m de altitud situada entre las localidades de Villanueva de la Sierra y Santa Cruz de Paniagua. La sierra se encuentra entre las comarcas de Sierra de Gata, donde se asienta, y las de Tierras de Granadilla y Las Hurdes. Desde su cumbre el paisaje es espectacular, subir exige algo de esfuerzo, pero merece la pena.

Existen varias opciones, desde Santa Cruz de Paniagua (divulgada por el Grupo de Acción Local CEDER CÁPARRA)

Sierra Dios Padre desde Santa Cruz de Paniagua

Y desde Villanueva de la Sierra (divulgada por la comarca de Sierra de Gata)

Sierra de Dios Padre desde Villanueva de la Sierra

Nosotros hemos optado por un trazado propio que parte de Santa Cruz de Paniagua, sube a la Sierra y baja a Villanueva de la Sierra para terminar em Torrecilla de los Ángeles, 18 kms de magníficos pasisajes

os dejo el track para GPS

Comenzamos en el pequeño parque de Santa Cruz de Paniagua, a la entrada del pueblo, junto al panel que indica uno de los trazados de la ruta

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Santa Cruz de Paniagua cuenta con numerosos vestigios de arte religioso, quizá el más representativo es la iglesia parroquial del Salvador, construida en el siglo XVI y reformada en el XVII. 

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Salimos del pueblo buscando el camino del regato de Pasarón por una zona de huertas y restos de matorral mediterráneo

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Nos vemos rodeados de bancales de olivos, muy presentes en esta zona del norte de la provincia, tanto en Sierra de Gata como en Tierras de Granadilla, aquí se encuentra la Denominación de Origen del aceite de Oliva Gata-Hurdes, que pone en valor la aceituna manzanilla cacereña, aunque ahora mismo solo tres almazaras están acogidas a ella.

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Comenzamos a bordear la sierra por un paraje que llaman la Huerta de las Locas, aquí el bosque se hace más denso y se alternan, alcornoques, algunos castaños y un enorme pinar sembrado en los años 60-70 del siglo pasado.

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Arriba está el risco y la ermita de Dios Padre, hay que encarar la subida no queda más remedio

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A medida que ganamos metros en altura el paisaje se descubre y te muestra la razón por la que ascender a la sierra de Dios Padre es un gozo. Detrás de nosotros se extiende el valle de las Tierras de Granadilla, al fondo la Trasierra, las elevaciones del Sistema Central con las cumbres de Gredos y el Valle del Ambroz.

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A la izquierda Hurdes bajas y las miles de hectáreas de olivos de Granadilla y sus tierras, junto a nosotros las lenguas boscosas que inundan la sierra.

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Tierras de Granadilla es una dehesa inmensa donde el agua del embalse de Gabriel y Galán crea un microclima muy especial. Debajo de nosotros Santa Cruz de Paniagua, de donde hemos partido, y al fondo Santibáñez el Bajo. Y si os fijáis bien en las faldas de la sierra y a la derecha se ven Villar de Plasencia y encima Cabezabellosa bajo el pico Pitolero (1.352 m altitud); a la izquierda se vislumbran Casas del Monte y Segura de Toro bajo la Sierra de la Cabrera (1.826 m altitud) ya en el Valle del Ambroz.

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Nosotros suavizamos la subida y encaramos un falso llano mientras rodeamos la sierra por un bosque de pinos que en un día de viento como hoy es una orquesta de sonidos. Estilizados árboles que se mecen con el viento y parece que van a quebrarse.

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Pero era sólo una trampa. Al ascender por la parte suroeste hay que afrontar un largo cortafuegos que nos va a pedir un esfuerzo físico considerable. Hay que encararlo con paciencia.

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Son 300 metros de desnivel ascendente en apenas un kilómetro de distancia. Si te lo piensas, no subes.

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Hemos subido los primeros 100 metros, tiempo de tomar aire y disfrutar del paisaje, si el día estuviese un pelín más limpio al fondo veríamos Plasencia.

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Pero solo hay tiempo para eso, para coger aire y afrontar la segunda y última subida. Cada uno a su ritmo y consciente de sus fuerzas, no hay prisa, arriba nos espera la cumbre.

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El esfuerzo físico es notable, pero merece la pena. Ahora Santa cruz de Paniagua se ve muy abajo. A este lugar le llaman Peñas Blancas.

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Hay que animar al grupo para que siga, con mucha prudencia hay que llegar arriba. Aquí es donde se nota el desnivel que estamos ascendiendo, nosotros venimos del pinar que hay abajo. No engañaba la subida.

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Pero todo se alcanza, la caseta de vigilancia de incendios ya está a la vista y la cumbre casi la tocamos, esto anima a quienes ya van con las fuerzas justas, ahora descansaremos arriba.

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La sierra de Dios Padre se encuentra aparentemente aislada, manteniendo una importante distancia hasta otras elevaciones. De ahí que en un día normal, desde su cima, podamos avistar más de veinte pueblos llegando a sesenta o setenta los días más claros. Algunos de estos pueblos son Gata o Candelario, que se encuentra a más de 70 kilómetros por carretera.

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En la cumbre, aparte de la torre de vigilancia y del vértice geodésico, hay una pequeña ermita, con arco toral visigodo, en honor a Dios Padre, donde todos los años suben los vecinos de Villanueva de la Sierra a celebrar la romería. Todavía suben algunos de Santa Cruz de Paniagua, que al parecer fueron quienes comenzaron la tradición.

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La sierra de Dios Padre, en el corazón del LIC Sierras de Risco Viejo, es un lugar de la Red Natura 2000 que se extiende a lo largo de las formaciones montañosas existentes entre Pozuelo de Zarzón y La Pesga, allí se sitúa el llamado Pico Blanco que es, en realidad, la Sierra del Manzano, y que en su cumbre tiene uno de los miradores más bonitos de Extremadura.

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Ecológicamente comparten muchas similitudes con las cercanas sierras de Las Hurdes y Granadilla, presentando valores muy similares. Por ejemplo, las colonias de buitre negro también ocupan estas sierras, con una población que ronda las 10 parejas. A la izquierda de la imagen podéis ver Santibáñez el Alto, un lugar único, y al fondo el Pico Jálama con sus casi 1.500 metros de altitud.

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Mirando hacia el norte vemos Torrecilla de los Ángeles, donde terminaremos hoy, al fondo La Bolla con sus 1.517 metros de altitud.

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Esta montaña, con apariencia de volcán y nombre de bíblicas resonancias, es una de las más antiguas de Extremadura. Se halla situada en el límite occidental de la comarca, lindando con la Sierra de Gata, y su edad se remonta a 500 millones de años, Algo más de quinientos son también los metros que se eleva sobre la penillanura. Este hecho, unido a su solitaria ubicación, es lo que hace que desde ella sea posible contemplar gran cantidad de pueblos: más de veinte en un día cualquiera, y casi setenta en los despejados, incluida una población de la vecina Salamanca. Asimismo se pueden divisar las sierras de Francia, Candelario, Trasierra, Hurdes, Gata, el Puerto de los Castaños, las Villuercas y la sierra de la Mosca, en las cercanías de Cáceres capital.

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Comenzamos el descenso por una pista cómoda que viene de la localidad de Villanueva de la Sierra. Al fondo Santibáñez el Alto y a la izquierda el embalse de Borbollón.

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Esta pista es por la que acceden los vehículos y el personal de la lucha contra incendios y muchos curiosos que en vez de subir andando prefieren hacerlo en un vehículo.

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Por darle un poquito de interés y, por qué no decirlo, porque preferimos huir de pistas de tierra, aprovechamos un cortafuego que desciende de la sierra a cañón, añade un punto de dificultad y nos evita un gran rodeo. Si hacéis la ruta y llegáis a este punto podéis optar por seguir la pista y evitar esa brusca bajada.

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Descenso cumplido, ahora estamos en el lado contrario de la sierra, entre bancales de olivos, se relajan las piernas y el camino de cemento nos acerca a la población.

Atravesamos Villanueva de la Sierra, colindante con las vecinas Hurdes, es un pequeño pueblo situado al sur de la comarca de la sierra de Gata, a 30 kilómetros de Coria. Amantes de su tierra, los lugareños aún mantienen el orgullo de ser miembros de la primera población que a nivel mundial decidió implantar el Día del Árbol. Fue en 1805 por iniciativa del párroco del pueblo y se celebra por carnavales, una fiesta con más de 200 años de historia.

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Tras atravesar la localidad, con parada para comer, cogemos el camino de la Carrasquilla que nos llevará derechos a Torrecilla de los Ángeles, es un camino llano y sin dificultades, para finalizar de manera relajada.

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Torrecilla está cerca, esto es ya un paseo entre olivos, aceituna manzanilla cacereña, muy apreciada y que tiene un referente en la cercana localidad de Pozuelo de Zarón donde se encuentra la almazara de Jacoliva, una de las tres empresas adheridas a la DO Manzanilla Cacereña.

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Son miles de hectáreas de olivos que en ocasiones se sitúan en bancales, se trata de cultivos tradicionales cuya aceituna se sigue recogiendo de manera manual. A nuestra derecha nos protege el cerro de la Tartamuña. Una plaga de olivos nos saluda, si venís por aquí no os vayáis sin aceite.

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Así llegamos, a este pequeño pueblo que es frontera, Torrecilla de los Ángeles es la última localidad de la Sierra de Gata, a partir de ahí comienzan Las Hurdes que ya intuimos en el paisaje que tenemos enfrente. Hurdes, como todas las comarcas del norte extremeño, son un paraíso para el senderista.

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Pero siempre queda una sorpresa y antes de llegar a Torrecilla nos vemos obligados a atravesar el río Tralgas; ha llovido los días anteriores a la ruta y viene crecido de agua. Toca descalzarse para cruzar sus cauce; unas risas para finalizar la ruta.

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En Torrecilla de los Ángeles, merecido refrigerio y esta imagen en lo alto de la Sierra de Dios Padre para el recuerdo. La subida ya está olvidada, los cortafuegos quedarán para las anécdotas y los relatos, pero ya podemos decir que hemos alcanzado esta pequeña cumbre que siempre nos llama cuando viajamos a Las Hurdes, ahora ya conocemos su secreto.

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A veces me preguntan por esas imágenes tan bonitas que comparto en el blog o en redes sociales, y siempre cuento que el esfuerzo tiene sus recompensas, uno de ellas es poder fotografiar estos lugares. Andar por Extremadura es conocer una tierra llena de contrastes, colores, olores, paisajes, accidentes geográficos convertidos en balcones, sierras en atalayas, montes transformados en miradores. Hay que subir, sí claro, pero merece la pena, siempre merece la pena. Hay un mapa dibujado que marca cada lugar, cada pueblo o cada río; hay otro mapa vivido, pisado, contemplado, un mapa que se queda en la retina del recuerdo, en la memoria de los paisajes eternos; un mapa que te ayuda a comprender a las gentes que pueblan cada paisaje y que comparten contigo sus viejos caminos, sus fuentes, su calles o sus bancales construidos a lo largo de los años. Paisajes y paisanajes que se van sumando a esta historia que se escribe a base de kilómetros, de desgastar suelas. El mapa que dibujo en mi cabeza está hecho de caminos, senderos, veredas…y algún cortafuego.

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Asturias, playa y montaña

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¿Cuántas veces nos hemos planteado la necesidad de elegir entre playa o montaña? ¿Y si tuviésemos un destino que nos ofrece playa y montaña? Hay una región en el Norte de España que ofrece playa, montaña y mucho más: Asturias.

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Asturias es un paraíso para el deporte de aventura, para el contacto con la naturaleza, para enamorarse de la historia, para mimetizarse con la montaña, para disfrutar del mar, para saborear la gastronomía. Asturias es equilibrio, un destino ideal en estos tiempos difíciles en los que buscamos seguridad, distancia, lugares tranquilos en los que despreocuparnos de todo y no pensar en nada. Sólo admirar.

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Este paraíso natural te permite estar al nivel de mar y, en nada, a más de 2.000 metros de altitud en cualquiera de las cumbres que jalonan los Picos de Europa.

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Asturias es la región con más Reservas de la Biosfera de todo el territorio español: siete. El Parque Nacional de los Picos de Europa, el río Eo, Oscos y Terras de Burón, el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, el Parque Natural de Somiedo, el Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa, el Parque Natural de Redes y el Parque Natural de Ponga. Alberga 39 Monumentos Naturales que reúnen playas, cascadas, cuevas, bosquetes y árboles singulares. Además de todos sus espacios protegidos que reconocen lugares con valores estéticos y culturales, pero sin demasiados problemas de conservación.

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Asturias te invita a caminar por la naturaleza, con infinidad de rutas y senderos, vías verdes cuya referencia más popular es la ruta de la Garganta del Cares o las de los Lagos de Covadonga, pero hay muchas más, también a pie de playa.

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Por eso el litoral asturiano, y sus pueblos marineros son distintos, formas imposibles y paisajes soñados; sus más de doscientos arenales de aguas cristalinas convierten cada visita en una jornada única y diferente, llamando especialmente la atención su cercanía a la montaña, así como sus diferentes atractivos capricho de las mareas.

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Pero el Principado de Asturias también es arte: el Camino de Santiago o Ruta Jacobea, el Arte Prerrománico, o Arte Asturiano, las Cuevas Prehistóricas son los tres grandes ámbitos culturales valorados como únicos en el mundo por la UNESCO. A los que sumar Oviedo, Gijón e infinidad de pueblos de playa y de interior que guardan una cultura milenaria y única.

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Asturias no es un destino, es el paraíso.

Ruta Dolmen del Matón. Hernán Pérez

La Sierra de Gata es una comarca cacereña, extensa y fronteriza, plagada de pequeños valles, de montes, montañas, castillos, piscinas naturales y pueblos deliciosos. La Sierra de Gata está plagada de caminos con historia, es más, la Sierra de Gata es historia. Paisaje, agua, bosque, montaña, arquitectura, aceite, frontera, a fala, cultura, parque arqueológico, amigos; una comarca de inmensas posibilidades. La Sierra de Gata es una comarca muy agradecida para la práctica del senderismo. Y nosotros volvemos con frecuencia.

Hoy os propongo un pequeño paseo de apenas 10 kms, con la excusa de conocer el pequeño Dolmen del Matón y las recientes excavaciones del yacimiento arqueológico de Padrocastaño. Una ruta sencilla, circular que parte desde la localidad de Hernán Pérez. Está señalizado y homologado como SL CC 203.

Os dejo el track para GPS de mi compañero Teófilo Amores porque siempre están llenos de detalles; Teo es el rey de wikiloc.

Hernán Perez es una pequeña localidad sierragatina, de apenas 500 habitantes, atravesada por un pequeño arroyo y flanqueada por los ríos Árrago y Tralgas afluentes del Alagón, en él desembocarán en los roquedos de los Canchos de Ramiro.

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El Árrago es un río pesquero que proporciona a los habitantes de Hernán Pérez y los pueblos de alrededor la posibilidad de baños veraniegos en su magnífica piscina natural. Alrededor de esta se encuentra una gran arboleda que proporciona, además de belleza natural, una extensa zona de sombra donde resguardarse de los rayos del sol estival

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Salimos de Hernán Pérez por el camino que conduce a la dehesa boyal siguiendo un tramo asfaltado que enseguida se tornará camino.

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Frente a nosotros, y nos irá acompañando todo el camino, la Sierra del Moro, con el pico de Los Ángeles de 1.055 m de altitud como principal atalaya, que se despierta de esta mañana de otoño con las nubes agarradas tras una noche lluviosa.

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El camino serpentea por la zona llamada de Navancha mientras bordeamos el Arroyo del Pueblo que, más abajo, parte en dos a Hernán Pérez. El camino está señalizado como SL, sendero local, pero hay que estar atentos.

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Justo a la entrada de la finca boyal de la Majada y Bardal nos desviamos a la izquierda para caminar ahora en paralelo a la falda de la sierra.

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Este bosque de dehesa, plagado de jaras, encinas y robles es un rico paraje micológico que en otoño está plagado de setas y hongos.

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En las vaguadas el agua se acumula en el camino. La ruta discurre hasta el dolmen por una pista amplia, fácil de seguir que, a pesar de charcos, es cómoda.

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Bordeamos dos pequeños cerros, no llegamos a subirlos, pero animan un poco las piernas y entretienen el paseo.

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Un camino flanqueado de jaras con hermosos robles donde la actividad de ciervos y jabalíes es más que visible, nosotros no nos topamos con ellos pues, seguramente, nos hayan sentido muchos metros/kilómetros antes.

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Aquí en el Valle de Juanico, justo donde acaba la Sierra del Moro, a los pies del río Árrago, se vislumbra la Sierra de la Jañona y el viejo castillo de la Almenara de Gata, su torre del homenaje se ve desde casi toda la comarca. Debajo, aunque no lo veamos está el pueblo de Cadalso de Gata muy cerca de donde discurría la antigua calzada romana de la Vía Dalmacia, todo tiene su porqué. Estamos en la frontera.

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El camino te regala encinas centenarias como esta, viejas supervivientes de muchas guerras de frontera que se vivieron en esta zona. Inmensa, y eso que Chema es alto.

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Una de las heridas de la Sierra de Gata son las incontroladas repoblaciones de pinos madereros que tantos disgustos, a causa de los incendios, dan a los habitantes de la comarca. Quedan muchos aún, aunque proyectos como los bosques de mosaico están terminando con hectáreas y hectáreas de pinar que cuando comienzan a arder son imparables.

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Y así llegamos a un pequeño pantano, un rincón donde la avifauna es muy numerosa y donde los ornitólogos se apuestan con paciencia para disfrutar de ella.

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Se encuentra en un entorno magnífico llamado Tierra Hundida, el paisaje es una invitación al silencio, a observar y descubrir.

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Se trata del embalse de La Lanchera, o de La Cañamera,  que se aprovecha tanto para eventuales incendios forestales y ocio, como para aumentar la biodiversidad en la zona y dotar a la dehesa de capacidad de regadío, se comenzó a construir en 2002 y no se finalizó hasta seis años después.

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Siguiendo un camino que nos lleva por el Valle de la Gitana llegamos a una pequeña carretera local, giramos a la derecha siguiendo la indicación y a unos 500 metros nos encontramos con un precioso rebollar, el Teso de las Corzas, donde se hallan los restos arqueológicos.

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Este bosque de rebollos comunal esconde varios tesoros que dan certeza de que, desde que el hombre es hombre, eligió estas tierras para vivir. Está Necrópolis de Hernán Pérez se encuentra en la Dehesa Boyal Majada y Bardal, que nos hemos abandonado en toda la ruta, justo en su área occidental por donde discurría la vieja ruta milenaria que atravesaba el Puerto Viejo de Robledillo de Gata, procedente de Ciudad Rodrigo y que se dirigía hacia las llanuras extremeñas. 

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El Dolmen del Matón parece corresponder con el periodo denominado como Bronce I para el que se maneja una cronología aproximada de 3.000 a.C, es decir, unos 5.000 años de antigüedad,  fue intervenido en 1979 por arqueólogos tras un proceso largo de saqueo y desgaste del que daba buena cuenta su estado, según escribe Pablo Iglesias Ordóñez, uno de los directores del proyecto arqueológico, en la web inforaya.es

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El dolmen, sigue relatando Pablo, estaba totalmente rodeado de un túmulo compuesto por hiladas de rollos de piedra cuyos huecos se rellenaban de tierra. La alineación de esta gran cantidad de piedra componía un túmulo que acorazaba por completo el interior de la tumba y generaba una falsa bóveda en su interior.

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En esta zona, dicen los arqueólogos, estaría la necrópolis megalítica más importante del norte de Cáceres junto con los dólmenes de Alcántara y que es visitable, aunque se ruega mucho respeto con todo lo que allí se ha hallado, o recreado.

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Se han hecho varias reproducciones en la necrópolis, con fines educativos, entre ellas esta reproducción del ídolo de Hérnan Pérez, cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.

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Un aula al aire libre, donde aprender con la recreación de diversos tipos de enterramientos que se explican en algunos de los paneles instalados en el yacimiento.

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Como se señala en la justificación del proyecto: El parque arqueológico Pradocastaño es una experiencia interdisciplinar y multidisciplinar centrada en el estudio de la arqueología de Hernán-Pérez, ya sea a nivel de excavación o de prospección. Este proyecto integra a: arqueólogos, biólogos, sociólogos, antropólogos, traceólogos… este equipo estudia los materiales arqueológicos, pero también realiza una labor de socialización y divulgación del patrimonio.

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Lo que parece claro es que  la aparición de estelas y dólmenes demuestran que en este lugar debió existir una sociedad que podría datarse entre el final del Neolítico hasta la Edad del Bronce.

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El proyecto comenzó en 2015 con el objetivo de rescatar todo el patrimonio arqueológico que se conserva en la localidad y que, en los años ochenta, aportó una colección de estelas diademadas e ídolos de piedra con forma y rasgos humanos que se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional. Patrimonio que debería volver a su tierra.

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De momento, en el dolmen de Pradocastaño situado en la dehesa boyal del municipio se ha recuperado la mitad del túmulo y la idea del municipio es seguir investigando, atraer talento joven a la zona para el estudio, así como adecuar un parque arqueológico que pueda ser abierto al público y en el que se puedan exponer las piezas que se vayan encontrando en la excavación, algunas se pueden ver en el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite de Hernán Pérez.

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En el yacimiento se sigue excavando cada verano, de hecho, otro de los objetivos de este proyecto es la formación de estudiantes y el trabajo conjunto entre disciplinas y ciencias que convergen en el estudio de los materiales arqueológicos, así como el impacto de estas investigaciones sobre la población local. Cada año acuden varios estudiantes a trabajar en el conjunto arqueológico.

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Es una zona muy rica, por eso la eligieron aquellos primeros pobladores, regada por el río Árrago, en ese valle que separa las sierras de la Jañona y la de los Ángeles. Durante siglos, como hemos contado y certifican calzadas romanas y castillo, ha sido ruta de paso entre Portugal, Extremadura y Castilla. Hoy damos certeza de que fue un lugar de importantes asentamientos humanos.

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Volvemos sobre nuestros pasos apenas un kilómetro por la carretera que abandonaremos enseguida girando ahora a la izquierda para volver al Valle de Juanico.

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Mientras caminamos de vuelta, sorprendido todavía por la belleza del conjunto arqueológico, recuerdo las palabras del alcalde de Hernán Pérez, mi buen amigo Alfonso Beltrán, en el saluda de la web municipal: «Hernán-Pérez es un pueblo olivarero con una rica historia arqueológica. El término municipal que nos rodea es muy equilibrado y está compuesto por tierras de labor ocupadas por centenares de miles de olivos que forman un inmenso manto verde alrededor de todo el casco urbano. Flanqueando esos olivares, encontramos la dehesa municipal, la Sierra del Moro y la vega del Tralgas que ofrece un lugar inmejorable para practicar el senderismo o pasear en bicicleta. Si nos visitas en verano, te invito a visitar nuestra piscina natural, en el río Árrago».

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Regresamos a Hernán Pérez por el Bardal, dejando a la espalda la sierra, siempre vigilante, fundada en el año del señor de 1296 por el maestre de la Orden de Alcántara frey D. Fernán Pérez del Gallego, que creó una aldea dentro de la Encomienda de Santibáñez, y ésta recibió el nombre de Hernán Pérez, en recuerdo y homenaje del maestre que la fundó, los primeros pobladores a los que éste acomodó procedían de villas y aldeas que poseía la Orden de Alcántara en Sanjulián del Pereiro, Castel Rodrigo y otras de la ribera del Coa, los cuales perdieron cuanto tenían a manos del ejercito del Rey de Portugal D. Dionis. Antes de iros, no dejéis de visitar el Centro de Interpretación del Olivo y el Aceite, Museo Etnográfico, construido en un viejo molino de aceite.

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Termina la Ruta del Dolmen del Matón que hicimos en el otoño del año 2019, dentro de las actividades del Otoño en Sierra de Gata ‘Échate a soñar’ y que tuve la suerte de guiar. Me acompañaron mis inseparables compañeros Antonio Luna y Teófilo Amores que son una garantía para que una ruta salga perfecta. Fuimos un grupo pequeño pero bien avenido que, aún, mantenemos contactos; nosotros aprendimos con ellos mucho de la esencia de la cultura sierragatina.

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Tengo muchos rincones en la Sierra de Gata, bueno tengo todos los rincones, y muchos amigos y mejores recuerdos. La Sierra de Gata hoy lucha por hacerse hueco como Parque Cultural, pero para quienes recorremos esta comarca enorme de más de 1.250 km2, 20 pueblos y apenas 22.000 almas, la Sierra de Gata es mucho más: es manzanilla cacereña, molinos de aceite, piscinas naturales, exquisita gastronomía, grullas, castillos, montañas, caminos, abrazos, encuentros, colores. Tengo muchos amigos que han escogido la comarca para vivir, o como segunda residencia. Me emociona contemplar como las gentes de aquí defienden sus tradiciones, luchan contra el despoblamiento y no paran de reivindicarse como lugar único, especial, hermoso. Hasta aquí llegan templos budistas e hinduistas, gentes que valoran que la calidad de vida se mide en parámetros humanos que no están en las estadísticas, que se pegan al alma; una comarca donde se para el tiempo para contemplar la vida, porque como dicen los sierragatinos ¡qué prisa hay si el tiempo lo dan dao!.

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Ruta Portagem-Marvao (Portugal)

Marvao, es un pequeño pueblo medieval fortificado; se asienta a gran altura sobre un peñasco rodeado de un paisaje de campiña en la región portuguesa del Alentejo, en el Parque Natural de la Sierra de São Mamede, muy próximo a la frontera con España, muy cerquita de su vecina española Valencia de Alcántara. Desde el río Sever se asciende hasta la aldea por una calzada medieval de piedra rodeados de robles y paisajes. Esta es la ruta de hoy, sencilla, de apenas 9 kms, pero preciosa. Magníficamente señalizada, como acostumbran los portugueses, y muy recomendable.

Os dejo el track para GPS

Portagem, peaje en portugués, nació por la existencia de un puente y una torre, entre los siglos XII y XIV. El peaje se cobraba para pasar el río Sever y subir a Marvao. Hoy es un pequeño pueblo lleno de servicios de restauración, hoteles y dos piscinas, una natural y otra municipal. El puente y la torre aún se conservan, tras cruzarlo hay que girar a la derecha por la rua Nova, o Largo das Almas, entre casitas blancas y colores del país. Justo ahí hay un aparcamiento para dejar coches y autobuses.

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Enseguida nos topamos con la Capela das Almas (La capilla de las Almas) en este tramo que discurre por una pequeña carretera.

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Desde aquí la fortaleza de Marvao nos saluda. El Nido de las Águilas, sobrenombre que le acompaña desde hace siglos, conserva ese aire medieval, mezclado con la ‘saudade’ portuguesa. Es un lugar para vivir aunque los turistas inunden calles y plazas.

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Unos 500 metros más allá abandonamos la carretera y tomamos un camino a la izquierda, señalizado, que nos lleva a la calzada, comenzamos a subir.

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Nos saluda una fuente al inicio del camino antes de dejar atrás la aldea de Portagem. Rodeados aún de olivos, cerezos y castaños.

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Enseguida nos adentramos en un robledal donde la calzada se conserva intacta. La sombra en los primeros días de junio cuando hicimos la ruta, se agradece.

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La calzada es medieval, aunque hay fuentes que apuntan a que pudo ser en sus orígenes romana como el puente que cruza el río Sever. La ruta, percurso en portugués, está llena de sorpresas, este viejo bosque y su calzada son la primera de ellas.

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Marvão fue una importante plaza fuerte en la defensa de Portugal contra Castilla, especialmente durante la Guerra de la Restauración. De ahí su construcción en la cima de la sierra y su dificultad de acceso, fue uno de los grandes bastiones de las disputas entre españoles y portugueses.

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El ascenso nos deja ver la frontera, la raya/a raia luso española; frente a nosotros las Peñas Aguda, de San Blas y de la Hierba ( o las Penhas Aguda, do Sao Bras y do Relva, porque están en el lado portugués) de la Sierra de la Paja que separa ambos países.

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Así llegamos a Marvao, atravesando los últimos alcornoques, situado a 825 metros de altitud. Apenas cuatro kilómetros después de haber salido, entramos en la fortaleza.

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Como reza el panel informativo que nos encontramos a la entrada de Marvao, la calzada es parte de los caminos que se utilizaron durante siglos en este territorio, este que parte de la muralla de la fortaleza se comunicaba con la ciudad de Portalegre. En toda la zona se conservan, en muy buen estado, varios tramos de caminos medievales que unían aldeas y pueblos.

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En la actualidad este pueblo portugués se caracteriza por sus imponentes murallas, que se encuentran perfectamente integradas en el paisaje, llegando incluso a confundirse con la cresta del peñasco.

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Mãrvao es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede, cuentan en la página de turismo de Portugal.

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La muralla de la ciudad se puede recorrer entera y visitar, en la parte más alta, su castillo. El nobel portugués José Saramago en su Viaje a Portugal, ya lo expresó de manera clara: «Desde Marvao se ve la tierra toda (…) No diríamos toda la tierra, pero es innegable la impresionante vista sobre las tierras de Portugal y como villa rayana, que es, de España. Se comprende que en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

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«Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja», afirma Pedro Retamar.

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Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Ibn Marwan, fundador también de la ciudad de Badajoz, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160.

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Es una villa para pasear con calma; como la ruta es sencilla os recomiendo un largo paseo por sus calles enredadas. La mejor opción es pasar por la oficina de turismo que se encuentra a la entrada y pedir toda la información necesaria y un plano que os facilite la visita.

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No dejéis de subir al castillo y al museo porque las vistas de Marvao desde allí son espectaculares, la entrada creo que cuesta 1,5 euros, nada para lo que disfrutaréis con el paseo por la fortaleza.

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Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes.

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Dejamos, con pena, Marvao recorriendo sus recovecos y sus sorprendentes calles, estrechas e irregulares, pero llenas de sorpresas.

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Salimos por el camino que nos lleva al Convento de Nossa Senhora da Estrela, fundado en el año 1448. Visitable y recomendable.

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Tras un pequeño tramo por la carretera, accedemos a otra calzada que nos lleva a un pequeño conjunto de casas, Abengoa, en una zona dominada por los castaños.

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Callejas empedradas, vides, castaños, olivos y encinas bordean a Marvao por la parte este mientras descendemos de la sierra.

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En este pequeño cruce, si os desviáis unos metros a la izquierda, podéis encontrar la Fuente de Souto y un par de tumbas medievales excavadas en roca.

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Retomamos el camino siguiendo la señalización, ya digo muy bien situada en todo el recorrido, mientras volvemos a sumergirnos en el robledal que rodea la sierra.

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En este punto el camino se cierra y volvemos al camino donde cogeremos parte del trazado que tomamos al subir, lo veis perfectamente en el track. Ya solo queda desandar el apenas kilómetro que resta.

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La empedrada ruta medieval es toda una sorpresa, bueno, Portugal es siempre una sorpresa; visitar sus villas históricas lo es mucho más. Es un pequeño paseo para días más relajados, para finales de temporada con comida, como es nuestro caso, o para mañanas en las que te apetecen itinerarios con encanto, este no os defraudará.

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Así se refleja la alegría del paseíto, los colores y sabores de Portugal de los que daremos cuenta en cualquiera de las braserías que hay en Portagem para disfrutar de lo más típico: pollo a la brasa y bacalao dorado, aquí hay que comer eso porque lo preparan mejor que nadie.

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Como ya he comentado, preparamos esta sencilla ruta para cerrar temporada con el Club La Vereína, para hacer hambre y despedirnos obligados por los rigores del estío extremeño. Septiembre será tiempo de tocar a rebato, y volverse a calzar las botas.

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Decía el sabio Saramago que “un viaje no existe si no es en la memoria”, he visitado muchas veces Marvao, y siempre me parece la primera vez, porque siempre me sorprende como la primera vez. Esta villa encantada en la que he ido haciendo amigos con los años; es una tentación ante cualquier viaje, una disculpa fácil, un paseo reconciliador, el recuerdo a un escritor admirado, José Saramago, y con el que coincido en afirmar: ¡qué grande es el mundo!

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Ruta Piedras Labradas. Jarilla

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El collado de Piedras Labradas se encuentra a 1.070 metros de altitud; así se conoce a una meseta que fue allanada, creada por el ser humano. La ruta que parte desde la localidad de Jarrilla, nos llevará a esa sierra donde encontraremos los restos del edificio. Los bloques de piedra están tallados con un corte perfecto, de ahí le viene el nombre al lugar.
Sobre su origen se barajan varias hipótesis, una, datada, un templo romano dedicado a alguna deidad, aunque no es habitual que los romanos construyesen a tanta altura. Hay quien opina que tuvo que haber en el lugar un asentamiento vetón, o al menos un lugar sagrado sobre el que se edificó el templo. Otras teorías se inclinan por que en la meseta hubiera un puesto de comunicaciones que enviase, mediante fuego por la noche y con destellos por el día, señales a la ciudad de Cáparra, visible desde el collado. También es posible que el emplazamiento cumpliera labores de protección y vigilancia sobre una ruta secundaria que uniría la Vía de la Plata con el Valle del Jerte. No hay que olvidar tampoco que muy cerca de aquí había una captación de aguas que abastecía a Cáparra.

La ruta que proponemos es circular, de apenas 14 kms, pero con algún tramo de dificultad media, ya que el desnivel acumulado es de 600 metros y otros tantos de bajada, pero las vistas de las Tierras de Granadilla y del Valle del Ambroz son magníficas.

Os dejo el track para GPS ya os digo que nosotros, en el kilómetro 9,6, en el Collado del Cerezal, nos apartamos del camino señalizado y optamos por bajar por una vereda más complicada pero más bonita, pero si esta opción no os convence sólo tenéis que seguir el trazado señalizado (PR amarillo y blanco) que os devuelve al  camino de vuelta, sobre el mapa se aprecia perfectamente, en este caso salen unos 16 kms, pero de menor dificultad.

Nosotros comenzamos en Jarilla, a los pies de los Montes de Traslasierra.

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Jarilla pertenece a la comarca de Trasierra-Tierras de Granadilla, situada en la falda oeste del Sistema Central, en los Montes de Traslasierra. Con apenas 100 habitantes posee varias casas rurales; el único bar es el centro social, junto al Centro de Día y la iglesia de San Gregorio en su pequeña plaza mayor. Protegida por el pico de Cabeza del Santo, 1.478 m altitud, está bañada por la Garganta Perdida y la de Cabera y cuenta con una coqueta piscina natural.

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Arrancamos la ruta en la plaza, bordeando la iglesia; enseguida nos toparemos con este lavadero restaurado, aunque ya no en uso, imagino.

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Comenzamos por una pista asfaltada que encara la sierra y que enseguida se convertirá en camino de tierra.

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La ruta está señalizada como PR (amarilla y blanca), aunque no está homologada por lo que hay que estar atentos al track para no perderse en los cruces que nos encontraremos. Lo que vemos en cuanto dejamos el pueblo es el valle con las Hurdes y la Sierra de Gata al fondo.

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Los primeros kilómetros discurren por el paraje de Las Pozas en un entorno de dehesa muy agradable, de momento, paralelos a la sierra.

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El camino asciende poco a poco, mientras caminamos por las Colmenillas, disfrutando de una primavera exuberante en este final de mayo cuando hicimos la ruta.

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Venimos andando por los caminos tradicionales que unían los pueblos de la zona, de hecho, podéis optar por comenzar en Cabezabellosa, una localidad situada unos kilómetros más allá y así hacerla un poco más larga si queréis sumarle más tiempo al paseo.

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Dejamos por un momento la cómoda pista de tierra para coger un pequeño atajo, no hay que preocuparse, el desvío está señalizado.

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Mientras, disfrutamos de la vista del Valle del Ambroz con Casas del Monte en primer término y Segura de Toro al fondo.

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Son apenas unos metros porque enseguida volvemos al camino original, mientras pasamos cerca del Canchal del Moralejo, nos queda más o menos kilómetro y medio para comenzar la subida al collado.

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La ruta, en estos tramos, está muy bien señalizada, hay un cruce con una señal y un mapa gráfico de la zona y el recorrido de la ruta; dejamos el camino que nos llevaría a Casas del Monte y, junto al arroyo de las Gorroneras, nos preparamos para el ascenso.

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El ascenso, de poco más de 4 kms, no es muy exigente aunque el desnivel acumulado es de unos 400 metros.

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Este paraje que llaman el Horquito es un magnífico robledal, muy cerrado en su parte más baja.

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Más abierto a medida que ascendemos pero con ejemplares de robles impresionantes. En esta zona hay que estar atentos al track y a las señales del PR porque no siempre están claras.

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Un pequeño llano descansa las piernas antes de atravesar las pequeñas vaguadas que crea la montaña.

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Lo cierto es que la altura, a unos 900 metros de altitud ya, nos permite disfrutar de este hermoso valle, bañado por las aguas del río Alagón, aquí embalsadas por la presa de Gabriel y Galán. Tierras de Granadilla.

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Nos abrazamos a la ladera del Risco Llano, la montaña cambia de paisaje a cada momento, esto embellece aún más la ruta.

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Sorteamos pequeños arroyos, este del manantial del Colchón, en una primavera que no olvidaremos por su exuberancia, con el que encaramos la última subida antes de llegar al templo.

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Pero aquí arriba, emocionados, es difícil no dejar descansar las piernas y echar mano del móvil o la cámara y recoger este inmenso y rico valle atravesado por la Vía de la Plata, hoy A-66, aunque los vestigios romanos siguen encaminando los pies hacia el norte, Gijón o Santiago.

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Aquí veréis una pequeña valla ganadera con el señal de PR, hay que abrirla y no seguir el camino de la derecha. Nosotros lo hicimos y tuvimos que saltarla un poco más adelante sin mayor problema. Por cierto recuerda: cancela que se abre, cancela que se cierra.

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Detrás de nosotros la sierra de la Cabrera retiene las nubes, cerca del collado de las Yeguas que facilita el paso al Valle del Jerte.

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Aquí la humedad y la umbría mantienen florecidas las peonías, o rosas de Alejandría como llaman otros. Un último esfuerzo para disfrutar del misterio de un lugar mágico

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Lo primero que nos encontramos es el antiguo vallado que protegía el templo. Debéis imaginar que entonces esto era un bosque de robles que rodeaban este lugar de culto donde, protegidos por árboles sagrados, se reunirían los vetones para venerar a sus divinidades vinculadas a la naturaleza.

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Tras la dominación romana de la Lusitania, el lugar se convirtió en un templo, era un pequeño edificio a dos aguas de una sola entrada, muy parecido al que se conserva a la entrada del puente romano de Alcántara y que el imperio construía por todo el territorio. El expolio que sufren muchos de estos yacimientos ha hecho desaparecer muchas de las piedras, incluso algunas de las aras votivas, pequeños altares dedicados a los dioses que se veían hace unos años.

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El collado de las piedras labradas está marcado por esta historia de culto y misterio. Allanado por la mano del hombre para sus fines espirituales, pero también defensivos. Desde aquí era visible la ciudad romana de Cáparra y, por ello, hay quien sostiene que el lugar bien pudiera albergar un puesto de vigilancia, por una parte, del abastecimiento de agua a la ciudad, en unos montes repletos de manantiales, y por otro, defensivo. He leído que se piensa que pudiese haber un punto de vigilancia que, desde la altura, avisase a la ciudad a base de señales de humo o luminosas en caso de peligro. Por cierto, cuando regreséis os aconsejo visitar los restos de la ciudad de Cáparra y su centro de interpretación para que entendáis la importancia de este asentamiento romano que fue un importante nudo de comunicaciones en el eje norte-sur y que conserva el único arco cuadriforme de España.

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El collado de Piedras Labradas, a 1.062 m de altitud, ofrece vistas magníficas, como estas de la localidad de Cabezabellosa protegida por el Cerro del Búho, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Castillo.

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Después de disfrutar del lugar e imaginarnos las historias que aquí se debieron vivir, iniciamos el descenso de nuevo al punto de partida.

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El Collado, rodeado de vegetación baja, nos despide rodeados de cantuesos, o lavandas (lavándulas) o tomillos borriqueros como llaman en otros y disfrutando de su aroma intenso.

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Sol y nubes en este día de primavera, sigue la señalización acompañando el camino, por cierto, el tramo de bajada, está marcado como ruta principal en algunos tracks, pues el oficial de la comarca, lo realiza con subida y bajada por el mismo camino, por este.

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El hecho de que hayan podio expoliar el yacimiento tiene que ver con que el camino es de fácil acceso para algunos vehículos, por lo tanto llegar hasta arriba en coche es posible.

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El camino discurre ahora entre callejas de piedra muy habituales en la comarca. El granito es abundante, tanto es así que para construir el templo de Piedras Labradas no hubo que subir las piedras, ya estaban aquí.

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Cuando hemos descendido unos cien metros llegamos al collado del Cerezal, aquí es donde decidimos desviarnos por una pequeña vereda señalizada con mojones. Aquí la ruta se complica porque la pendiente es fuerte y hay piedras sueltas, pero es mucho más bonita. Estamos en el kilómetros 9,6, se puede ver en el track perfectamente. Si no os decidís por esta variación sólo tenéis que seguir la pista que sigue señalizada con las marcas de PR que os devolverá al camino original de Jarilla a Casas del Monte donde sólo hay que desandar los pasos.

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Nosotros traemos el track, nos ayudan los mojones de piedra, porque la primavera tapa por momentos la pequeña vereda por la que transitamos.

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Bajamos haciendo zigzag, de hecho nos volvemos a topar con otro camino, paralelo al que hemos dejado; quiero decir que si esta primera bajada os ha parecido complicada sólo tenéis que seguirlo y os llevará al camino de salida y la señalización de pequeño recorrido, lo vais a reconocer porque en el camino hay una pequeña tubería negra de agua.

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Pero nosotros seguimos el descenso por este magnifico lugar, a quienes nos gusta el senderismo nos atrae más caminar por pequeñas veredas que por pistas o caminos. Estamos en la Jerdillera.

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Así llegamos a la Garganta Perdida, o garganta primera, que no hay que cruzar, iremos paralelos a ella hasta llegar al pueblo.

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Puro bosque mediterráneo en esta parte de la sierra donde encontramos estos impresionantes bolos graníticos.

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Vegetación más densa en la parte baja de la sierra, donde alcornoques y encinas se disputan el terreno, ya el trazado es llano y las piernas descansan de la pronunciada bajada de 400 metros de desnivel en apenas dos kilómetros.

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La callejas de piedra nos marcan el camino, como haciéndonos la ola, como ese público que se apelotona a la llegada de los grandes eventos deportivos, eso sí, en silencio.

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Camino ya del pueblo pasamos por la pequeña piscina natural de Jarilla que en verano ofrece agua fría para quien guste de estos parajes, cuenta con merendero cercano para pasar el día.

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Desde aquí una pista cementada nos lleva hasta el pueblo donde damos por finalizada la ruta.

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Nos queda la satisfacción de haber subido hasta una parte de la historia, de la cultura vetona, de la posterior dominación romana. Hasta nuestros días ha llegado con el nombre popular de Piedras Labradas; escondida a la vista, esta atalaya de dioses y guardianes presenta un aspecto manifiestamente mejorable, pero esto nos ocurre con frecuencia en Extremadura, y en el resto de España, no acabamos de poner en valor estos vestigios que retratan de dónde venimos. La roma imperial tuvo, y tiene, mucho peso en la historia de esta región. Pero los vetones fueron un pueblo importante, una civilización que ha dejado repartida su cultura por toda la región, sobre todo el norte, como pone de manifiesto el berraco que se conserva en la cercana localidad de Segura de Toro.

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Jarilla, 100 habitantes, conserva el equilibrio tranquilo de las pequeñas localidades cacereñas que aún sobreviven a un, imparable hoy, fenómeno de despoblamiento rural. Los niños juegan en la calle, los turistas ocupan los alojamientos rurales y los mayores mantienen sus costumbres. Nosotros hemos venido a romper la armonía del pueblo por breves momentos, ante la alegría y la sorpresa de los aldeanos que nos saludan orgullosos por haber venido hasta su pueblo. Seremos tema de conversación esta tarde, seguro, estos chicos de ciudad de colores chillones que vienen a ver sus piedras labradas, el templo que aún les vigila, y les protege, silencioso y abandonado.

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Una de las satisfacciones de caminar por el campo, es encontrarte lugares sagrados como Piedras Labradas, y poder contarlo, e invitar a quienes aman y estudian la historia a recorrer el camino que vetones y romanos andaron y desandaron tantas veces. Y confirmar que la historia, además de las grandes ciudades y los conocidos monumentos, la escribieron también estos sencillos enclaves tan necesarios para entender cómo vivían nuestros antepasados, los que dejaron un ADN que hoy nos ha convertido en lo que somos. Lo mejor, como siempre, hacerlo Andando Extremadura.-

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Caminos tradicionales de la Sierra de Gata. Gata-Torre de Don Miguel- Santibáñez el Alto

Ahora que nos hemos acostumbrado a ellas parece que las carreteras siempre estuvieron ahí. Pero no siempre fue así. Los caminos fueron, durante siglos, la única manera de llegar de un lugar a otro, de un pueblo a otro, de una comarca a otra, de un prado a una finca, de la montaña a la ciudad. Las bestias eran la manera de traer y llevar aquello que no producía la tierra y los viajes, un esfuerzo necesario para poder vender aquello que no se consumía, o se podía cambiar por alguna herramienta o un enser doméstico, o un simple trozo de tela para un vestido nuevo. Esta ruta nos lleva desde el pueblo de Gata hasta el de Santibáñez el Alto, pasando por Torre de Don Miguel, recorriendo esos viejos caminos para cruzarte con cruces, bellas fuentes, molinos, riveras o antiguos pajares. Arquitectura vernácula al lado del caminante, en un paseo entre valles y sierras que invita a conocer parte de la comarca cacereña de la Sierra de Gata.

18,5 kms de dificultad baja, os dejo el track para GPS

Comenzamos en Gata, una bellísima localidad que os aconsejo visitar si vais con tiempo (y si no, tendréis que volver). Y lo hacemos junto al impresionante Cedro que domina el pueblo, situado junto a la carretera, es uno de los árboles más conocidos de la comarca, con una altura de 30 metros y un perímetro de tronco de hasta 5 metros y una edad que supera los 200 años. Este gigante nos bendice al iniciar el camino.

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Nada mas dejar atrás el cedro nos sale a la derecha un camino descendente que nos lleva hasta el río. Es fácilmente reconocible porque veremos un panel informativo y enfrente la ermita del Humilladero del siglo XVI. Aquí empieza el recorrido.

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Enseguida nos topamos con la Rivera de Gata, crecida porque acaba de darle sus aguas el arroyo del Concejo. La Sierra de Gata es tierra de olivos y los viejos molinos son una constante en cada cauce de agua.

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No tiene pérdida el camino porque aquí conserva el viejo empedrado medieval con fuentes como la del Chorrito y que en este tramo coincide con el trazado del  sendero internacional GR 10.

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Más arriba la piedra se pierde oculta por el cemento que tapa la belleza de estos viejos itinerarios. Aún quedan algunos pinos de la masacre que el fuego viene haciendo en estas sierras, con la ayuda de la mano del hombre, desafortunadamente.

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Desde el puerto de la Cruz de Piedra, Gata se ve así de hermosa. Junto a esta portilla entre las sierras del Salido y Las Jañonas, junto a la cruz de piedra que le da nombre, iniciamos el descenso a Torre de Don Miguel por un camino, junto al arroyo Hondo, que antes era vereda, y que las máquinas han convertido en pista.

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Y llegamos a Torre de  Don Miguel, otra deliciosa localidad sierragatina que conserva sus construcciones originales, pasadizos de madera y adobe, callejuelas angostas e imposibles que se funden con casas señoriales. En su plaza aún queda el recuerdo de otro árbol mítico de la Sierra de Gata: el álamo negro que presidió el ágora de Torre durante años y que fue imagen de la comarca.

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Los urbanitas (ya seamos senderistas, viajeros, curiosos, comerciantes o almas perdidas) pasamos demasiado deprisa por los pueblos. Desentonamos en la paz que ofrecen, y despreciamos ese abrazo que trata de de imbuirnos en una filosofía de vida que tiene como protagonista al tiempo, porque en la Sierra de Gata no hay prisa, ellos dicen que el tiempo lo dan ‘dao’.

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Pero nuestros pies están de paso y se topan, apenas el instante que duran unos pasos, con joyas como la ermita del Cristo de la Misericordia con esa  portada del s. XVI, dicen que de Pedro de Ibarra, que nos recuerda a la arquitectura de las sinagogas judías.

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Cogemos por los Cascajales el camino donde se unirán los arroyos del Grueso, el de San Juan y el del Perico en la Ruta de los Molinos.

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Este parque arqueológico muestra varias almazaras recuperadas. Molinos de aceite que movía el agua como este de Los Blancos, rehabilitado en parte.

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El oleturismo, o turismo de aceituna, es una realidad que se impone en otros territorios, pero que en Extremadura aún no sabemos aprovechar. Esta ruta es una buen muestra de nuestro potencial.

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La ruta continúa  cruzando una pasarela que conduce a la margen izquierda del arroyo de San Juan, donde se alzan las ruinas del molino del Tío Perfecto.

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El Molino del Tío Perfecto -cómo eran los pueblos para nombrar a sus paisanos- conserva los viejos engranajes que movía el agua, las viejas piedras de molino, fabricadas en piedra y que durarán eternamente.

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Viejas ruedas que habrán dado vueltas y vueltas sin fin, movidas por los arroyos amansados, la fuerza de la corriente convertida en energía hidráulica, para dar vida a una aceituna exclusiva, convertida en aceite único, oro verde de la sierra: la Manzanilla Cacereña. El olor de las viejas cocinas que aún recuerdo de esos años de infancia rural, y afortunada.

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Sobre el azud, junto a su canal, una tercera pasarela comunica con los restos del Molino del Tío Domingo, donde se encuentra una coqueta y magnífica piscina natural con todos los servicios necesarios.

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Y frente a la piscina, El molino de Los Lucas, un edificio rehabilitado que mantiene en su diseño toda la magia de su uso original y toda la belleza de estos edificios a los que, en algún caso, se les quiere buscar un uso turístico; una idea que espero se lleve a cabo más temprano que tarde antes de que el abandono dé con sus muros en el suelo.

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Tal es la simbiosis de esta gente con el aceite que Torre de Don Miguel vive una de las fiestas más arcaica que se conservan en toda Extremadura. Un tesoro etnológico que deberías conocer: la fiesta del Capazo. Esas antiguas ruedas de esparto en las que se colocaba la aceituna para que la piedra del molino extrajese el zumo. Y que esa noche arden a ritmo de tamboriles y vino en las muchas bodegas del pueblo.

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Sigue el arroyo de San Juan cerca de nosotros, mientras caminamos por el paraje de la Rapaza; las viejas construcciones molineras aún son visibles.

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Rodeados de olivos, cerezos, pinos o viejos robles, cruzamos el arroyo para encarar enseguida la subida a la atalaya de Santibáñez el Alto.

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Este viejo camino conserva parte de su belleza, de su abrupto trazado, gracias a que el hombre no encontró manera de domar estos bancales de piedra que miran al norte.

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Un inmenso robledal, paredes de piedra y  el viejo camino nos acogen en la subida a Santibáñez el Alto por este paraje denominado Hondón de los Olivares.

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Joyas como este abrevadero de piedra, dejan constancia de que por los caminos, además, se movían los animales, el verdadero tesoro de los habitantes de la sierra.

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Callejas anchas, delimitadas por muros de piedra por donde corre el agua estos días de abundante lluvia. La subida a Santibáñez no es muy dura. El pueblo, construido sobre la Sierra Martín, se encuentra a 685 metros de altitud. La calleja nos lleva directamente a sus calles.

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Santibáñez el Alto es de los pueblos menos conocidos de la Sierra de Gata, porque aquí hay que venir. Pero su situación es estratégica. Es un mirador de 360º de la Sierra y de las tierras del Alagón.

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Hay excelentes balcones para disfrutar de fotografías como esta: el pantano de Borbollón a tus pies, rodeado de dehesas. En otoño, desde aquí, las bandadas de grullas son un espectáculo.

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Santibáñez el Alto, antes llamado San Juan de Máscoras, que era el nombre de la fortaleza que corona el pueblo, y el origen de él. La Fortaleza de San Juan de Máscoras fue una de las joyas de la corona de la Orden de Alcántara y durante años se derramaron ríos de sangre, tanto cristiana como islámica, para controlar  una de las puertas de entrada de la transierra extremeña.

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Mientras ascendemos al castillo nos topamos con la iglesia de San Pedro con su curiosa torre-fachada.

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Es la mayor fortificación de toda la Sierra de Gata, ya está muy deteriorada, desafortunadamente. Eso sí, su recinto amurallado se conserva prácticamente íntegro; aunque buena parte de él se ha convertido en el muro de muchas de las casas que se han construido a sus pies; incluso la plaza de toros aprovecha parte de esta muralla.

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Hoy el interior del castillo es el camposanto de la localidad, y han cometido la aberración de instalar un repetidor de TV y teléfono en lo alto. Pero os invito a encontrar entre sus muros las marcas que los canteros dejaron en los sillares que laboriosamente labraron durante siglos para levantar esta majestuosa construcción militar.

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Solo hay dos bares, magníficamente situados y juntos, en el pueblo que ofrecen vistas magníficas y que se alegraron mucho de vernos, pues aprovechamos para comer y hacer gasto en los pueblos, como tiene que ser.

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Dejamos las tierras del Temple por el viejo camino de subida al castillo, descendemos de este pedacito de historia fronteriza, que guarda los secretos de las muchas desavenencias hispano lusas sucedidas a lo largo de la historia.

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La Sierra de Gata es rica en agua, prueba de ello son las muchas fuentes que hay en toda la comarca; esta sierra además, es como un enorme pozo subterráneo del que mana agua por todas partes. Esta es la fuente del Pilar.

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Al descender de Santibáñez nos topamos con uno de esos tesoros de la ruralidad extremeña. Justo en la parte baja de la sierra, cuando comienza la dehesa nos encontramos con el Barrio de la Calzada, o Los Pajares que, como cuenta mi buen amigo Víctor Manuel Pizarro, se trata de un interesante barrio ganadero, «uno de los poquísimos conjuntos arquitectónicos populares de carácter agrícola y ganadero que se conservan de manera íntegra hoy día en Extremadura. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con la categoría de Lugar de Interés Etnológico»

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Se trata de conjunto de más de cien construcciones de granito, la mayoría abandonadas, dedicadas a establos, cuartos de aperos y pajares.

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Ocupan una superficie de unas 27 hectáreas en mitad de un paisaje afable, rico en manantiales, fuentes y abrevaderos, sobre un suelo fértil de dehesas, prados y acebuches centenarios donde pastan vacas y caballos.

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Afortunadamente, muchas de estas construcciones se están recuperando para deleite de todo aquel que las visita, y merece la pena.

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Los Pajares  fue el primer Bien de Interés Cultural como Lugar de Interés Etnológico, declarado por la Junta de Extremadura en 2010. El resultado de una vida práctica, de como los ganaderos evitaban los roquedos de la sierra y buscaban los pastos y la comodidad del llano.

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Nosotros caminamos ahora por la dehesa boyal de Santibáñez, sin árboles, que deja que veamos frente a nosotros la sierra de Dios Padre y Villanueva de la Sierra a sus pies.

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Por los huertos del rincón y el Mermejal nos acercamos a la piscina natural de Santibáñez, junto a la carretera local CC-115, que aquí llaman la carretera de Montehermoso, final del trayecto.

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El río Árrago, protegido por su hermosa vegetación de ribera, rodeado de olivares, castaños, alcornoques y extensos viñedos, hace quiebro en este punto, antes de juntarse con el río Tralgas y llenar el embalse de Borbollón, tierra de grullas; hace un quiebro, digo, para facilitar el baño en esta deliciosa y tranquila piscina natural que cuenta todo tipo de servicios.

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Fin de trayecto. Para el recuerdo queda esta imagen de grupo que nos hicimos delante de la rueda del molino de Los Blanco, aunque no olvidaremos el viaje que, antaño, realizaban estas gentes muy a menudo y no con el carácter lúdico y deportivo que nos ha movido a nosotros.

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La Sierra de Gata es una comarca diversa, amplia y deliciosa. Tierra de vinos y aceite. De castillos, de habla propia; una tierra de fronteras donde el otoño se inunda de matices y el verano te invita a bañarte en cualquiera de sus diecisiete piscinas naturales. Pueblos y aldeas que conservan la arquitectura rural y serrana, plagada de viejos caminos medievales de piedra que se conservan en algunos tramos, tan bellos, que tus mismos pasos te retrotraen a aquellos años en los que vivir aquí no resultaba tan idílico. Hoy este paisaje entre montañas es un paraíso para el viajero, la mejor manera de conocerla es hacerlo Andando Extremadura.-

                                                                                                                                             ©vicentepozas2018

Camino portugués de Santiago

Aunque este blog esté dedicado a los senderos de Extremadura, son muchos, somos muchos, los que hacemos el Camino de Santiago. Es raro encontrar a algún senderista que no lo haya hecho o que incluso haya hecho varios de ellos, o distintas etapas de varios de sus trazados. Yo me he iniciado en el Camino de Santiago con el Camino Portugués. Este itinerario que comienza en Lisboa, recorre la costa atlántica para entrar en España atravesando el río Miño en la localidad de Tui. Y es que como cuentan en la página oficial del Camino: Esta ruta tomó relevancia, sobre todo, a partir del siglo XII, tras la independencia de Portugal. Su trazado hereda vías y caminos antiguos, como la Vía XIX, construida en el siglo I d. C., que unía Braga con Astorga a través de Ponte de Lima, Tui, Pontevedra, Santiago y Lugo, y que fue una de las calzadas romanas más importantes, pues vertebró la Gallaecia.

Lo habitual es que cada uno organice el camino de manera particular, planifique su viaje y haga un tramo u otro en función de los días que se quiera caminar, o de los que uno disponga. También es cierto que hay empresas que organizan el Camino y dan diferentes opciones; empresas como Santiagoways que dan distintas opciones y se encargan de todo. Cada uno que elija la manera de hacerlo. Información hay mucha, en guías especializadas y en la red, tracks, comentarios, recomendaciones. Lo mejor es recabar toda la información antes.

Nosotros hicimos las últimas 6 etapas del Camino portugués, es decir de Tui a Santiago de Compostela, 120 kms muy suaves con algunas etapas interesantes y localidades con mucho que ver. Yo elegí a dos excelentes compañeros de camino, Antonio Luna y Juan Antonio Mostazo, con los que disfruté tanto de su compañía como de su paciencia. Este es el relato.

Salimos de Cáceres en vehículo y optamos por dejarlo en Santiago de Compostela y bajar hasta Tui en tren. Así tendríamos el coche en Santiago cuando terminásemos el Camino. Así es que la primera vez que nos colgamos las mochilas fue en la estación de tren de Santiago de Compostela.

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Y así llegamos a Tui. Hemos reservado el albergue por teléfono esa misma tarde, y nos dirigimos al mismo paseando por Tui, una de las siete capitales del Antiguo Reino de Galicia, declarada conjunto histórico artístico en 1967.

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La monumentalidad de Tui se respira en cada una de las rúas, callejas y pasadizos de su noble casco histórico, un dibujo urbano medieval presidido por el románico.

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El románico y el gótico de la Catedral de Santa María de Tui que preside la plaza. El claustro gótico, de la segunda mitad del siglo XIII, es el mayor claustro medieval conservado en Galicia. Dentro del claustro se conserva la única sala capitular románica existente en Galicia y una de las mayores en su género en España. Junto a la catedral está la oficina de turismo, visita obligada a cada lugar que vayas.

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Primera etapa. Dejamos el albergue, hemos optado por albergues privados, algo más caros pero más cómodos y fáciles de reservar a diario. Más caro pero asequibles, al fin y al cabo en el entorno de los 10-14 euros noche. Y comienza la primera etapa Tui- O Porriño, 17 kms. Hay nervios para quien no la he hecho nunca, como es  mi caso. Lo primero que sorprende es la señalización permanente en todo el camino y la multitud de elementos con los que te vas topando. Siguiendo la señalización tomamos esta pista que deja a la derecha el Ponte da Veiga sobre el río Louro.

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Como comentaba al principio, el trazado del Camino portugués coincide con la antigua Vía romana XIX.

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Madrugar es el signo del camino, es algo a lo que te acostumbras, que desde las 5 ó 6 de la madrugada la gente empiece a prepararse para iniciar la ruta del día: nosotros madrugaremos pero no tanto, sobre las siete de la mañana solemos levantarnos e iniciar cada etapa, esto hace que muchas veces vayamos solos, o casi solos, pues la mayoría de la gente lleva más de una hora andando.

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Pero no hay prisa, hemos venido a disfrutarlo. Esta es otra de las constantes del camino, los cruceros. En el camino eres peregrino, las referencias religiosas, sobre todo al Apóstol, son continuas, aunque es verdad que la mayoría de la gente lo haga por muchos motivos, entre ellos el deportivo.

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Si hay algo que es evidente nada más llegar, es que el Camino de Santiago es una máquina de hacer dinero, todo el mundo trabaja para él, todo el mundo te trata de manera amable, y mucha gente no deja desaprovechar la ocasión de que miles de personas se mueven a diario por los distintos trazados. Y no es extraño encontrarte a tu paso, pequeñas paradas donde reponer fuerzas; en esta casa daban desayunos como si no hubiera mañana, ¡y no veas cómo estaba! Aquí empezaría a experimentar otra de las grandezas del Camino, todo esa gente con la que te vas a ir topando a lo largo del recorrido y a quienes, incluso sin saber sus nombres, saludarás en cada encuentro y comentarás anécdotas y chascarrillos.

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En Galicia todo es camino. Cerca de 300.000 personas lo recorren cada año y es una oportunidad económica que los gallegos no pasan por alto.

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Dejamos el desayuno y seguimos caminado, después de atravesar la autovía, llegamos hasta el Ponte das Febres sobre el arroyo San Simón,  recibe este nombre porque en este lugar enfermó de muerte San Telmo en la primavera de 1251. Pedro González Telmo, que así se llamaba, es el patrón de los marineros. Por este agradable escenario sombrío, abrigado por la vegetación de ribera del río Louro, llegamos hasta A Magdalena, de la parroquia tudense de Santa Comba de Ribadelouro.

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Ojo en esta zona, aunque ya está muy señalizado y advertido en carteles y señales, este tramo tiene una alternativa desde hace unos años que evita atravesar un enorme polígono industrial y que toma el desvío por un bosque más agradable. Hay que estar atentos.

Ya digo que es mi primer camino, y no puedo comparar con otros, pero sí es verdad que una de las incomodidades del Camino portugués es que discurre en demasiadas ocasiones por pistas asfaltadas por las que circulan vehículos. En fin, es nuestro primer día y los 17 kms a O Porriño se nos hacen poco, la localidad, por otra parte no tiene mucho que ver y, además es muy temprano, por lo que decidimos seguir hasta Mos, a unos seis kilómetros más adelante.

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El calor aprieta a esta hora del mediodía y la zona por la que caminamos no tiene sombra. Hay ganas de llegar. Y en Mos pararemos en la zona del  impresionante Pazo de Mos, hoy reconstruido y sede de la Fundación Pazo de Mos, compuesta por los asociación vecinal de la zona y los comuneros.El Pazo data del siglo XVII y tiene una planta en L. Fue residencia de los Marqueses de Mos hasta que fue destruido en un incendio en la batalla con los franceses. Aquí sí dormiremos en un albergue público, que es el único que hay.

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Dedicaremos la tarde a descansar, comer bien y disfrutar del ambiente peregrino que se respira en este pequeño rincón tomado por caminantes.

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Segunda etapa. Salimos de Mos por una subida algo prolongada pero no difícil hasta que llegamos al  crucero policromado de Os Cabaleiros del siglo XVIII y provisto de dos farolillos. A partir de aquí alternaremos asfalto y bosque.

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Una mañana de niebla, una carretera solitaria, un bosque silencioso. Y una señal que indica el camino.

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Ahora una pista de tierra entre robles, pinos y eucaliptos nos reconforta de tanto asfalto pero al que volvemos en breve.

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La mochila es un elemento común a todos los caminantes. Si quieres llevar muchas cosas, lo mejor es que lleves dos, una pequeña para el camino y otra que puedes enviar cada día al albergue de destino, es un servicio que no es caro y funciona bien. Nosotros optamos por llevar nuestras cosas encina, como casi todos; eso te obliga a economizar el equipaje para aminorar el peso y no llevar demasiada carga.

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La descontadora de kilómetros. Lo hitos de camino que continuamente te dicen lo que te queda para llegar a Santiago, ver bajar la distancia a destino te da ánimos a cada rato. Otra constante es el agua, encontrarás multitud de fuentes a lo largo del Camino. Y las piedras, los montículos de piedra que la gente coloca; en principio se utilizaron para marcar el Camino, antes de que se colocaran los hitos, ahora tienen otra simbología, hay peregrinos que se liberan dejándolas en lugares concretos; promesas, propósitos, pecados que vamos dejando atrás.

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Así entramos en el Concello de Redondela. En Redondela termina la segunda etapa oficial, pero ya digo que cada uno puede hacerlo a su conveniencia, más largo, más corto. Nosotros hemos elegido darnos un homenaje gastronómico, pero eso lo contamos más adelante.

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Nos encontramos de inmediato con el primer edificio relevante en Redondela: el convento de Vilavella, residencia de monjas en el siglo XVI y lugar de celebración de eventos, bodas y bautizos en la actualidad.

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Tras recorrer algunas calles del centro pasamos bajo el viaducto Pedro Florani, inaugurado en 1876 y catalogado Bien de Interés Cultural. La ría está cerca y huele a mar.

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Sorprende Redondela que, entre nuevos edificios, haya conservado los originales hórreos del pueblo pesquero.

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Se aprecian los vestigios de esta pequeña aldea de pescadores, rincones que mantienen viva la historia que nosotros, que venimos de fuera, reconocemos perfectamente.

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Entre las costumbres que me sorprendieron en el camino y que vengo contando (cruceiros, piedras para liberar deseos, botas, cintas…) Están estos paneles de conchas que dejan los peregrinos como recuerdo. Curioso porque cada vieira es una historia: una fecha, un recuerdo, un nombre, una dedicatoria, un deseo…

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Aconsejados por un amigo de Juan Antonio, conocedor de la zona, decidimos parar en Arcade, ciudad famosa por el festival de ostras que organiza cada año. Y darnos un homenaje hemos venido.

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En este rinconcito de la costa gallega buscamos el sitio recomendado que no defraudó, ni en calidad, ni en precio. Los peregrinos purifican el alma, pero el cuerpo se merece un detallito, que bastantes kilómetros le vamos a meter estos días. Si alguna vez vais a Arcade cerca del puerto hay numerosos sitios donde degustar este manjar y a precios que sorprenden.

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Arcade es el final, o el principio de la ría de Vigo, vigilada por las islas Cíes. Lugar tranquilo, pescador, que deja varadas las barcas cuando la marea baja.

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En este pequeño puerto, frente a la Ensenada de San Simón, descansan los aperos de pesca, en esta ría que enseña al fondo el Puente de Rande que cruza la ría. Bueno es hora de descansar.

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Tercera etapa. Arrancamos temprano con un buen desayuno, nos despedimos de la ría de Vigo y de sus manjares para encarar otra etapa sencilla, 11 kms hasta Pontevedra. Hoy queremos conocer la capital y disfrutar de su casco antiguo peatonalizado. Es un viaje que estamos aprovechando para conocer esta región. No nos hemos planteado ni ser los primeros, ni los más madrugadores, ni los que más kilómetros hagan, sólo disfrutar de Galicia y del camino.

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Arcade nos despide cruzando el río Verdugo en Ponte Sampaio. En este puente es dónde el ejército de Napoleón sufrió la mayor derrota en Galicia. Como dicen en alguna web «un colosal vado de piedra de tajamares angulados que salva el río Verdugo», magnífica literatura.

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Tras algún giro más abandonamos Ponte Sampaio en subida y en busca del paraje donde se encontraba el Ponte Nova, un puente medieval de un arco que se hizo añicos en 2006 por una riada del río Ulló. El Camino Portugués fue desviado y en octubre de 2010 se inauguró un puente nuevo, aunque ahora de acero corten y hormigón.

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Tras el Ponte Nova el Camino se adentra en la Brea Vella da Canicouva, un evocador camino de grandes losas que transcurre por el itinerario de la vía romana XIX. La descontadora sigue bajando camino de Santiago.

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Sigue el camino cruzando pequeñas urbanizaciones diseminadas, por una pista entre robles, y más tarde asfaltada, entramos en la parroquia de Figueirido, del Concello de Vilaboa.

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El camino te deja retazos de la historia como esta boca de una antigua mina por la que discurre el trazado.

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Tras dejar los bártulos en el albergue, privado y abierto en 2004, muy cómodo, optamos por disfrutar de Pontevedra y su casco antiguo, peatonalizado para disfrute de peregrinos, viajeros y habitantes de Pontevedra.

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Pontevedra, situada junto a la ría de su nombre. «da de beber a quien pasa» dije un viejo dicho gallego. Construida con la paciencia del paso de los siglos, esta «boa vila» con sus deliciosas calles y plazas de nombres gremiales repletas de edificios de la arquitectura culta y popular, posee uno de los conjuntos históricos más hermosos y mejor conservados de Galicia. Los dominicos llegaron a Pontevedra a finales del S. XII y comenzaron la construcción de ese templo gótico en el siglo XIII. En el Siglo XVIII intentaron una reconstrucción del estilo neoclásico, pero quedo sin concluir, como también quedó sin concluir el derribo del ábside gótico de la primera iglesia. Se conserva la cabecera de la iglesia con cinco ábsides poligonales y un muro lateral con una pequeña portada y rosetón.

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Desde la Iglesia de San Francisco, Pontevedra ofrece esta panorámica sobre la Plaza da Ferraría y los jardines de Castro Sampedro. Pontevedra nos ha gustado, ha merecido la pena dedicar el día recorrerlo tranquilo. Ahora a descansar.

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Cuarta etapa. Galicia tiene estas cosas, después de dos día de calor, Pontevedra nos despide con lluvia, hoy que la etapa es más larga, 23 kms hasta Caldas de Reis.

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Hoy es difícil hasta hacer fotos, o disfrutar del camino, la lluvia y el viento nos mantienen bajos los plásticos de los ponchos, pero el camino sigue dejando a la vista hermosos lugares. Es la iglesia de Santa María de Alba.

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No tenemos la mejor pinta para una foto, pero este es el tramo más bonito de la ruta. Bajo el enmarañado dosel vegetal progresamos hasta el rego do Pozo Negro, que cruzamos por una pasarela rústica para llegar hasta un comprometido paso a nivel sin barrera. Ojo a este punto.

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Así llegamos a San Amaro y recuperamos la vieja vía romana XIX. La descontadora nos sigue animando a seguir, ya hemos recorrido más de la mitad del camino.

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Antiguos lavaderos recuperados en el camino para deleite de todos. Los tres que caminamos juntos somos unos enamorados de las costumbres y, sobre todo, que se mantengan testimonios como este. Así llegamos a Caldas de Reis, villa termal

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Caldas de Reis tiene dos balnearios, a cual más bonito. El agua que durante siglos calienta los minerales y brota de las entrañas de la tierra ofreciendo sus propiedades curativas para el cuerpo y el espíritu, es el recurso más importante en el nacimiento y desarrollo de esta localidad. Ofrece al visitante, sobre todo al peregrino, fuentes como esta, Fuente de las Burgas, a un lado agua fría, a otro caliente, a casi 50 grados, un relax para los pies.

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Muy cerca este antiguo lavadero se surte con agua caliente, algo más templada, donde nos quedamos largo tiempo relajando músculos y disfrutando de este regalo. daba pereza salir del agua.

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Y nos inmortalizamos en el puente romano sobre el río Bermaña. Por aquí transcurre el camino portugués, antes formó parte de un antiguo camino militar romano, que pasaba por Aquis Celenis. Relajados con las aguas termales nos retiramos a descansar, mañana tenemos 18,5 kms por delante.

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Quinta etapa. Penúltima caminada, hoy los pasos nos llevarán hasta Padrón, 18,5 kms. Dejamos Caldas de Reis con un nuevo compañero, Javier. La descontadora nos dice que queda menos y anima a seguir. Etapa en la que dejaremos la provincia de Pontevedra para entrar en la coruñesa.

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Ya somos cuatro. Ya habíamos visto a Javier anteriormente, sucede en el camino; es profesor en Canarias  y viaja solo, al final se une al grupo y continuamos camino juntos. El recorrido de hoy pasa por pequeños núcleos del entorno rural Gallego. Etapa que discurre, de nuevo, por demasiados tramos de asfalto, entre ellos, el que nos lleva hasta la iglesia de Santa Mariña, epicentro de la parroquia de Carracedo y situada en el lugar de O Campo.

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A mitad de camino topamos con este puesto, con exposición etnográfica incluida, para atender a peregrinos. Es un pequeño self service, donde nos tomamos un café, pequeño descanso y continuamos.

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De vez en cuando, el camino abandona el molesto asfalto y nos da una tregua caminado por pequeños bosques que hacen más agradable el trazado. La vegetación parece abrazar al peregrino.

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Hemos bajado de los 30 kilómetros. Alguien quemó las botas y las dejó de recuerdo en este punto.

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Por Puente Padrón llegamos hasta el río Sar, el mismo por el que desembarcaron los discípulos de Santiago con los restos del Apóstol en el año 42 o 44 de nuestra era. Una larga recta paralela a este río lleva hasta el mercado de Abastos y el paseo del Espolón de Padrón, donde nos recibe el monumento al Nobel de Literatura Camilo José Cela. El mismo paseo, junto en la esquina contraria, la estatua en homenaje a la escritora Rosalía de Castro y la iglesia de Santiago. Justo a la derecha, en una pequeña calle se encuentra el albergue que hemos elegido.

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En padrón probamos sus pimientos, unos pican y otros no, y disfrutamos de sus muchos monumentos y sorpresas, como la fuente del Carmen, en la que en un nicho aparece representado el bautismo de la Reina Lupa, pagana reconvertida al cristianismo en los tiempos del traslado de los restos del apóstol a Compostela, aspecto al que alude un relieve tallado en la propia fuente.

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Nosotros subimos hasta el convento del Carmen (s. XVIII), con un excelente mirador sobre el pueblo y la comarca del Sar. Y a Santiaguiño do Monte. Este lugar se identificó con la gruta en la que se escondió el Apóstol Santiago y desde el siglo XV se vincula con el perdón de los pecados. Era el lugar donde bebían y se lavaban los peregrinos que se aproximaban al territorio en que el Apóstol predicó hace casi 2000 años.

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Y nos inmortalizamos en este pequeño púlpito. En el siglo XVI los peregrinos subían a estas rocas de rodillas rezando en cada uno de los escalones y terminaban el rito pasando a través de ellos. La creencia popular asegura que si no se recorren de vivo, ha de hacerse de muerto. Además, cada uno de los tres huecos recibe un nombre: infierno, cielo y purgatorio. Así es que mejor vivos.

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Sexta y última etapa. Hoy nos espera Santiago de Compostela y 26 kms por delante. Un recorrido feo por la gran densidad de pequeños núcleos poblacionales que confirman la presencia ya cercana de la meta. La última etapa puede dividirse en dos mitades, una primera casi plana hasta el albergue de Teo y una segunda más fatigosa hasta la propia catedral.

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Hoy se nota el cansancio, azuzado por el calor que nos acompaña.  Bajamos de la veintena. Lo mejor de la etapa es pasar, justo al comienzo por la pequeña parroquia de Iria Flavia que fue un importante centro urbano en época romana, sueva y visigoda. En ella nació Camilo José Cela, que hoy tiene aquí su fundación. Deseando llegar a Santiago.

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Así llegamos a Esclavitude, el camino transita  junto al magnífico Santuario barroco de los siglos XVIII y XIX. La leyenda asegura que su construcción fue incentivada por la donación de un labrador que iba a Santiago y que al beber de la fuente sanó de su enfermedad.

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Un interminable emparrado nos cobija camino del núcleo de Areal y éste nos conduce hasta A Picaraña y nuestra inseparable N-550. Curioso nos resultó a tres extremeños el que las parras en Galicia estén en alto, sustentadas por pilastras de granito, una piedra presente en casi todas las construcciones que nos hemos cruzado en el camino. La razón de situarlas en alto es, según nos explicaron, evitar la humedad del suelo y que la uva se pudra.

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El camino nos devuelve al asfalto, un pequeño hórreo a pie de ruta, transitamos por por el Camino de Riotinto para cruzar un arroyo y entrar en el núcleo de Pedreira.

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Menos de 10 kms. Desde aquí el itinerario sube por carretera y entra por la travesía do Porto en O Milladoiro, el mayor núcleo poblacional del Concello de Ames donde hay posibilidad de saciar el apetito y refrescarse para acometer los últimos 8 kilómetros que nos separan de la catedral de Santiago.

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Un pequeño robledal permite descansar los pies de tanto asfalto, antes de encarar la entrada a Santiago y cruzar múltiples carreteras.

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Pasamos O Milladoiro por la rúa do Esquío antes del Agro dos Monteiros, el Monte do Gozo del Camino Portugués. Está situado a 262 metros de altura, la cota más alta del Camino Portugués en Galicia, y nos regala la primera vista de Santiago y de las torres de la catedral.

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Al bajar el monte, entraremos por el tramo más urbano de la ruta, todos los aledaños e infraestructuras de una ciudad como Santiago, un largo periplo, porque se hace eterno, por vías de servicio de la autovía, urbanizaciones y calles interminables.

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Pero todo llega, al entrar en la zona peatonal de Santiago. El trazado del Camino Portugués hasta la catedral discurre por la rúa do Franco, quizás la más animada de todo Santiago y colmada de bares de tapeo y tiendas de recuerdos.

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Y así pisamos la Plaza del Obradoiro. Y te emocionas. Si es la primera vez que haces el camino, como es mi caso, sientes una alegría inmensa por el reto conseguido.

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Como millones de peregrinos durante miles de años llegamos a la Catedral de Santiago, cada uno tendrá sus razones para hacer el camino; ya te lo preguntan cuando recoges tu pasaporte, la Compostelana: motivos religiosos, espirituales o deportivos. Poco importa, porque la sensación es la misma, estoy seguro.

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Y al llegar, hasta la tele se fijó en nosotros, aunque no fue para hablar del Camino, si no de la seguridad evidente que había en la plaza y alrededores ante la celebración del Día de Santiago. Pero una imagen es una imagen y Antonio salió en la tele.

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Una vez que el peregrino llega a Santiago, hay que recoger la compostelana en el nuevo Centro Internacional de Acogida de Peregrinos, situada cerca de la Plaza del Obradoiro. La Compostela, o compostelana es un documento que certifica haber completado al menos 100 kilómetros a pie o a caballo (200 si se hace en bicicleta) del Camino de Santiago. Se expide en Compostela a todos aquellos peregrinos que, mediante la credencial del Camino debidamente sellada, demuestren su paso ordenado, por motivo religioso o espiritual, por los diferentes enclaves de alguna de las rutas jacobeas. Aquellos que hayan completado el Camino por  motivos lúdicos o deportivos, pueden solicitar  otra certificación conocida como el certificado del peregrino.

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Nosotros dejamos Santiago, reconfortados y felices, convertido en un hervidero de gente ante la fiesta del Apóstol. Y nos dirigimos a Finisterre, ya en coche, para despedirnos de Galicia en el Fin de la Tierra. Los romanos pensaban que este era el punto más occidental de la tierra y, por tanto, el mundo se acababa aquí. Era el «finis terrae»

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Tal vez porque Cabo Fisterra esconde el verdadero secreto de la Costa da Morte: paisajes agrestes y playas impresionantes, unas, al abrigo del cabo, de aguas tranquilas y otras de fuerte oleaje. Y la gran atracción de todos los tiempos, la puesta de sol sobre la inmensidad del óceano, el mar del fin del mundo.

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Ignoro si por curiosidad o por vivir una aventura, Cabo Fisterra fue un imán desde la más remota antigüedad, atrayendo a viajeros de lejanos países y también, con peor fortuna, a tantos barcos que naufragaron en sus aguas. Muchos peregrinos terminan aquí el Camino.

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Una localidad curiosa, llena de tribus diferentes al albergue de la magia del lugar. Aquí conviven pescadores con otras gentes urbanas que escogieron este pueblecito para vivir, y eso se nota. Hay un algo especial en Fisterra.

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Como dicen en la web del Camino de la Xunta de Galicia: «hoy, con su potente faro, Cabo Fisterra sigue ejerciendo un atractivo especial sobre los peregrinos del Camino de Santiago, que no dan por finalizado su viaje hasta llegar aquí. Por algo será».

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Este también es un símbolo del Camino: la bota del peregrino que llegó con los pies hasta aquí. Durante años existía costumbre de venir hasta aquí quemar ropa u otros objetos en la zona, práctica que podría ser una copia del ritual medieval de quemar la ropa en la Cruz dos Farrapos, hoy situada en los techos de la Catedral de Santiago. Esta costumbre hoy está prohibida porque la zona se había convertido en un basurero.

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Nosotros sí posamos ante el mojón del kilómetro cero, otra costumbre muy extendida. Contentos, mejor satisfechos, por terminar el reto de completar el Camino que nos llevó desde Tui a Santiago; contentos por la convivencia, por la amistad que se hace más fuerte, por las anécdotas y los kilómetros, por los paisajes y los recuerdos ya de lo vivido. Ya digo que el camino lo puedes por tu cuenta o confiar en empresas, las hay incluso con extremeñas al frente, como mundiplus  que te facilitarán todo lo necesario para que lo recorras tranquil@.IMG_20170721_210533

Merecía la pena. Cuando meses antes comenzamos a prepararlo, cuando escuchas anécdotas, consejos, recuerdos de quien ya lo ha hecho, era un reto a lograr. En senderismo, habitualmente, caminas un día y no vuelves hasta una semana después, como mínimo, pero el Camino se hace con la cabeza, no tanto con los pies. Reconozco que he tenido dos apoyos excelentes, Antonio y Juan Antonio, que me empujaban a seguir. Debe haber miles de motivos para hacer el Camino de Santiago. O ninguno. El placer de hacerlo es el mejor de ello. Más de 250.000 personas se aventuran a hacerlo cada año, tantos como motivos. Pero como decía Gandhi: «Casi todo lo que realices será insignificante, pero es muy importante que lo hagas». Buen camino.-

                                 ©vicentepozas2018

Ruta Caminos tradicionales del Alto Aravalle. Ávila

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Extremadura hace frontera con Castilla León o lo que es lo mismo, la provincia de Cáceres hace frontera con la de Ávila; donde termina el Valle del Jerte, en el Puerto de Tornavacas, comienza la Comarca del Aravalle, un descubrimiento. Dentro del  Parque Regional de la Sierra de Gredos, la Comarca del Aravalle es una zona de altísimo valor natural que aún no ha sido invadida por el gran público, que mantiene así su sabor rural y la calma que pocos lugares pueden ofrecer. La comarca del Aravalle, o Alto Aravalle, recibe el nombre del río que la cruza pero no intentéis buscar mucha información porque no la encontraréis; sorprende que las webs de turismo, diputación de Ávila y Junta de Castilla y León, no incluyan ninguna información sobre ella. Una de las características más especiales de este valle es que se encuentra situado a 1.100 m de altitud y esto le confiere unas peculiaridades propias. Conserva sus pueblos casi intactos y aquí es donde radica lo especial de este ruta: paisajes propios de Gredos y pueblecitos con encanto. En esta ocasión lo organizaba el club extremeño GR-100 Y fue una jornada fantástica.

La ruta de los caminos tradicionales del Aravalle es circular y pasa por todos los pueblos de esta recoleta y bella comarca que atraviesa el río Aravalle. Tiene una longitud de unos 16 km y un desnivel prácticamente nulo, con lo que completarla tranquilamente pueden ser unas 4 horas y media.
Su recorrido discurre por caminos tradicionales y cañadas y a su vera se extienden los campos que normalmente acogen al ganado en sus pastos. Está señalizada como PR-AV 51

Os dejo el track para GPS

Nosotros arrancamos en la pequeña población de Puerto Castilla, en las inmediaciones del puerto de Tornavacas. En su término municipal, en la sierra, se encuentra la laguna del Barco o de Galín Gómez.

Enseguida salimos del pueblo por el norte siguiendo la señalización de la ruta rodeados de abundante vegetación.

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La ruta está bien marcada, se trata de un pequeño recorrido, PR, homologado, cómodo y con abundante sombra. Si lo hacéis en otoño invierno es posible que encontréis nieve.

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Enseguida cruzamos el cauce del río Aravalle. Hay que vigilar la época del año en que hacemos la ruta porque podemos tener dificultades para cruzarlo.

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A continuación nos adentramos en el castañar de la Perigalla, una zona de magníficas arboledas con grandes robledales, pinos y castaños.

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Es flora de sierra, típica de zonas húmedas casi perennes todo el año.

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El entorno, muy rural, deja entrever que está poco explotado como comentaba al inicio del post.

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Robles, pinares…

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…y hermosos castaños de porte señorial con centenares de años a la espalda.

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En el paraje de Prados de los Conejos nos encontramos con varios castaños centenarios

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Apenas a dos kilómetros entramos en el segundo pueblo: Santiago de Aravalle donde destaca la torre de su iglesia parroquial declarada en 1981 Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento.

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Pequeñas localidades con las calles contadas donde viven apenas unas decenas de vecinos pero que conservan un encanto especial; seguimos camino.

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Como contaba es un paraje llano, una meseta que casi podría ser un altiplano; mires donde mires te rodean montañas; este prado en medio de la cadena montañosa del Sistema Central es una delicia.

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Dejas los bosques de robles y pinos y te encuentras rodeado  de castaños por caminos amplios y muy cómodos.

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Cerca de la Garganta de Solanas la vegetación de ribera rodea el camino, es un paisaje que cambia continuamente.

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A nuestra izquierda la sierra de la Serenita y, justo detrás, aunque ahora no la veamos está la sierra de Candelario.

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Al otro lado, el Gredos más salvaje, el más pateado; la Sierra de Galín Gómez, las lagunas, el Majón Alto. La montaña que aquí se antoja tan cercana y que al pisarla parece interminable.

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Cerca de las Casas del Rey seguimos hacia el siguiente pueblo del Aravalle, Retuerta. La ruta es fácil y la señalización buena.

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Hay muchos pequeños núcleos abandonados, como el anterior de Casas del Rey o este de la Venta de las Veguillas.

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Tienen ese aspecto de lugares situados a la vera de las carreteras nacionales, cuando se viajaba sin prisas y las familias, o los coches llenos de familia, hacían parada y fonda, buscando el descanso. Las grandes vías, y los cambios de costumbres, los sumen en el olvido. Justo en este punto cruzamos la N-110 y caminamos junto a ella unos 300 metros para tomar una pequeña carretera a la derecha.

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Aquí volveremos a cruzar el río Aravalle, cerca de la presa de Retuerta.

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Y llegamos a Retuerta, una de las cinco pedanías del pueblo de Umbrías; apenas unas calles en las que parece no vivir nadie; pero sí te cruzas con algunos aldeanos que agradecen la visita.

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En su pequeña plaza, mirando a Gredos, con fuente incluida, hacemos un pequeño descanso.

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Y como hay que economizar, me llama la atención esta fachada: ¿por la mañana consultorio médico y por la tarde teleclub? Por la mañana curamos el cuerpo y por la tarde el espíritu. Digo.

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Y dejamos Retuerta. Y van tres pueblos y varias pedanías hoy abandonadas. Unos metros de esta pequeña carretera.

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Unos metros, apenas 200, en este paraje llamado los Arciprestes, tomaremos el desvío de la izquierda que está indicado. Nos llevará por un pequeño camino arbolado, rodeado de paredes de piedra.

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Y llegamos a Umbrías, pueblo algo más grande, de apenas un centenar de habitantes y que conserva, no muchos, algunos detalles de su arquitectura popular con casas circulares y dos entradas que se cerraban para protegerse de los lobos. Cuando había lobos y mucho ganado.

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Este magnífico paisaje que te rodea de continuo. Gredos, el risco de la Campana, a la derecha la cuerda de la Ceja y en el margen derecho otro de los pueblecitos de la comarca: Solana de Ávila, aunque por él no hemos pasado.

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Aquí podéis encontrar un pequeño bar para comer algo. Un pueblo que ve con alegría que un pequeño grupo de senderistas rompa la monotonía del lugar, y de paso deje algo de dinero y bullicio.

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Pero hay que seguir y volvemos al camino que ahora hacemos por la parte baja de la falda de la sierra. La actividad ganadera de Umbrías se deja ver.

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Esta parte del valle es más boscosa y la sombra de los árboles nos acompañará hasta el final, estamos pasando muy cerquita de otra pedanía: Las Casas de Maripedro.

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No andamos mucho y atravesamos la pequeña aldea de Las Hustias, dependiente también de Umbrías, con  apenas unas casas.

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En esta sucesión de pequeños núcleos rurales, es el encanto del camino además del paisaje, llegamos a Casas del Abad, también pedanía de Umbrías y con menos de 50 habitantes. Estos pequeños poblados son apenas una calle alrededor de la carretera, pero tienen un toque especial.

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Un tipismo rural que nos llama la atención; casas abandonadas junto a otras reformadas donde perduran unos pocos habitantes.

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Es la armonía del tiempo detenido, roto por nuestros pasos y la conversación de un grupo que atraviesa estas calles con sorpresa y desconocimiento. Tan cerca del bullicioso Valle del Jerte, tan diferente y tan tranquilo.

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Paisaje de Gredos, praderas verdes para el ganado que tan bucólicas nos parecen a los urbanitas

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Y entre pueblos sigue la ruta. Ahora Gilgarcía, una aldea de origen medieval, siempre formó parte de la tierra de la villa de El Barco, integrada en el señorío de Valdecorneja, que perteneció a los duques de Alba hasta el siglo XIX. Donde destaca la iglesia de San Sebastián, de pequeñas dimensiones, presenta una apariencia hermosa y sobria. La torre levantada a los pies estaba originalmente separada de la iglesia pero en la actualidad se encuentra adosada a un pequeño añadido de mampostería que ocupa el vacío que existía entre ambas construcciones.

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Y por los que llaman los Prados Chicos dejamos la estela de los pueblos del Aravalle para volver al principio

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Prados Chicos que nos enamoran en este pequeña meseta del Valle del Tormes. La práctica de la trashumancia sigue siendo habitual en esta zona de la provincia. Cuando comienzan los fríos los ganaderos de la zona bajan sus ganados hacia Extremadura a través de cañadas reales y cordeles, siguiendo un Código de Honor que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que supone todo un rito.

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Delicioso valle que sorprende a quien no lo conoce, espectacular paisaje rodeado por las cumbres de Gredos que tenemos tan cerca los extremeños pero que no conocemos. Asoma la torre de Santiago de Aravalle que disfrutamos nada más comenzar la ruta.

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Caminos intactos que recorren sus pueblos y que ahora, señalizados y homologados, se ponen al servicio de la contemplación, al placer del paseo; protegidos por un bosque que amplifica su belleza.

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Caminos y puentes como este que salva la garganta Gardiel. Caminos hoy ya en desuso para bestias y personas que han sucumbido a las mas cómodas carreteras y que ahora mantienen los pasos de senderistas y ciclistas

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Y así volvemos al inicio. A Puerto Castilla, enamorados de este pequeño territorio olvidado por propios y extraños. La otrora imprescindible Nacional 110, que conecta Plasencia con Ávila, era la vida de este rincón. Cuando llegaron autovías, como la A-66, que lo hace todo más fácil, cayeron en olvido y su mención es sólo recuerdo.

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En Puerto Castilla reponemos fuerzas y aún tenemos algunas de sobra para celebrarlo bailando. La amistad del camino se refuerza al final de la ruta, cuando sabes que has llegado y el autobús te asegura un cómodo viaje de vuelta.

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Foto de grupo para decir hola y adiós. Y hasta la próxima.

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La Sierra de Gredos, techo de Castilla y Extremadura, corazón pétreo de España, como la definiera Unamuno, está situada entre las provincias de Cáceres y Ávila, y sus altas cumbres son el emblema natural por excelencia del Sistema Central, de comarcas cacereñas como la Vera, Jerte o el Ambroz, o esta avileña del Alto Aravalle. El macizo central de Gredos se extiende desde el Puerto del Pico hasta Tornavacas, e incluye el Circo de Gredos y muchas cumbres que son el deleite de senderistas y montañeros; un paisaje que se antoja tan lejano pero que tenemos tan cerca. Quienes disfrutamos de las cumbres de Gredos y sus alrededores, sabemos de qué hablamos. Afortunadamente.

©vicentepozas2017

Ruta Canchos de Ramiro y Ladronera. Valle del Alagón

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Tanto el río Tajo como su afluente el Alagón viajan por Extremadura encajonados en muchos tramos y dejan imágenes fantásticas y rincones para guardar en la retina. Si Peña Falcón, o el Salto del Gitano, en el Parque Nacional de Monfragüe es el más conocido, no es menos sorprendente este de Los Canchos de Ramiro en el Valle del Alagón, muy cerca del pequeño pueblo de Cachorrilla. Llegar a esta impresionante portilla es fácil porque la ruta está señalizada y es sencilla. Apenas 10 kms ida y vuelta por una excelente dehesa que tiene como recompensa este lugar mágico. Si os gustan las aves, recomiendo llevar prismáticos.

Os dejo el track oficial de la ruta para GPS, ya os digo que no tiene pérdida.

Cachorrilla es una pequeña localidad de menos de cien habitantes, cuando llegues a ella sigue la carretera que lleva hasta la plaza, atraviésala y sigue de frente por una pequeña calle que te saca del pueblo en apenas unos metros. Veréis una pequeña carretera y a unos metros una ermita donde podréis dejar el coche porque ahí mismo arranca la ruta. Nada mas salir de Cachorrilla los roquedos por donde navega el Alagón son visibles.

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Junto a la ermita del Cristo está la charca del mismo nombre donde nace el arroyo del Calvario.

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Como os digo la ruta está bien señalizada, aunque en sí no tiene mucha pérdida, porque el ayuntamiento de Cachorrilla nos da la bienvenida junto a un panel explicativo. Es una amplia pista de tierra la que lleva hasta los Canchos, el pero, que como en este país tenemos que meter el coche hasta dentro, no es raro cruzarse con vehículos de gente que no va andando, depende del día no son muchos.

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Entramos en la dehesa de los Tres Carrascos, donde suele haber mucho ganado, pero se nota que están acostumbrados a la presencia de gente y ni se inmutan

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Es una bonita dehesa sobre todo en otoño e invierno, época en la que os aconsejo hacer la ruta. O bien primavera, eso sí, en un año en el que haya llovido, no como nos pasó a nosotros, mes de mayo y ya está todo seco.

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Aún así la dehesa es de una belleza singular, hasta las encinas parece que bailan.

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La Sierra de la Garrapata es visible muchos metros antes.

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Esta es la casa del Canchito, aquí el trajín ganadero es constante, pero nadie molesta a nadie.

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Nos acercamos a la portilla de los Canchos de Ramiro, detrás la Sierra de la Garrapata

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A esta pista la conocen como Camino del Chorrillo, es muy plano con apenas algunas subidas y bajadas muy suaves.

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A medida que dejamos atrás la dehesa el paisaje se transforma en bosque mediterráneo, el terreno se cierra entre encinas, jaras y retamas.

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El paisaje tiene dos partes diferencias, la primera es pura dehesa y según bajas hacia la cuenca del río, desaparece la mano del hombre y el terreno es más abrupto y más virgen.

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A esta ladera en la Sierra de la Garrapata la conocen como la Madre del Agua, es un terreno lleno de hueco donde aves y mamíferos campan a sus anchas

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Y pegado a los Canchos de Ramiro, el Boquerón que crea el acantilado sobre el río Alagón, destino de nuestra ruta

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El Alagón en esta zona está en la cola del Embalse de Alcántara, además de anegar metros y metros de tierra, sufre los vaivenes del uso eléctrico del pantano; hoy se nota la herida del agua. Ahí están los Canchos de Ramiro.

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Nos hemos adentrado en el corazón del Espacio Natural Protegido de los Canchos de Ramiro. Corazón natural de la comarca del Valle del Alagón. Este entorno natural atesora uno de los complejos ambientales más interesantes de Extremadura, declarado en Noviembre del año 2.000 como Zona ZEPA (Zona de Especial Protección para Aves) forma parte del conjunto de Espacios Naturales Protegidos de la Red Natura 2.000 de Extremadura con una superficie de 6.200 hectáreas.

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La zona se sitúa justo donde el río Árrago vierte sus aguas al Alagón, dos ríos en uno en este rincón

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El sendero de los Canchos de Ramiro nos ha conducido hasta uno de los parajes más interesantes de la geografía extremeña. El abrupto acantilado sobre el río Alagón, las laderas umbrosas tapizadas por la selva mediterránea, el majestuoso vuelo de las aves y el silencio, nos adentran de lleno en este paraíso de la naturaleza.

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Este abrupto espacio cuenta con varias cadenas montañosas, los Canchos de Ramiro, el pico de Ladronera, la sierra de la Garrapata, sierra de la Solana, sierra Grande, sierra Pequeña, sierra de Valdecocos, y sierra del Arco. El espacio está atravesado por varios cursos de agua, como el regato del Castillo de las Moreras, el río Arrago, río Alagón, ribera de Fresnedosa, arroyo de los Herreros, arroyo de Valdecoco, arroyo del Acim, arroyo de Sardinero y arroyo del Listero.

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Los Canchos de Ramiro, junto con la Aceña del tío Jeromo, forma parte de la Cordillera Central de San Pablo, siendo toda la Cordillera una de las 170 zonas ZEPA de España y 650 de toda Europa. Aquí juntan sus aguas dos de los ríos que forman el Tajo, su afluente el Alagón, y el Arrago. En este punto el río Alagón casi ha finalizado su andadura dentro del Valle del Alagón, desembocando más arriba en el mismo Tajo ya en el embalse de Alcántara.

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El paraje nos ofrece los abruptos acantilados sobre los que anidan buitres leonados y rapaces, con laderas de bosque mediterráneo.

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Constituye el lugar idóneo para la vida de bogas, calandinos, barbos comizos, galápagos leproso y europeo, águila imperial ibérica, águila real, cernícalos primilla y vulgar, halcón peregrino, águila perdicera, buitres leonados y negros, alimoche o cigüeña negra, entre muchas otras especies.

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Los buitres, ajenos a nuestra presencia, continúan atareados con sus nidos, trasteando con ramas y otros elementos.

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El buitre leonado ha estado estrechamente ligado a las actividades pastoriles del hombre, realizando una eficaz, aunque a veces incomprendida, labor sanitaria. Neciamente perseguido durante décadas, este carroñero entró en un peligroso declive del que, relajada la presión, se recuperó de forma espectacular.

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Fue a principio de los años 60 cuando el embalse de Alcántara le privó a este río de su fuerza y caudal constante, modificando a partir de entonces el ecosistema de la zona y la forma de vida de los pobladores. Se perdieron los bosques de la Rivera, el salto de agua llamado «El Salto del Caballo» en los mismos Canchos de Ramiro, la pesca fluvial y los antiguos molinos de agua, destinados a moler grano y aceituna aprovechándose de la fuerza de las aguas y cuyos restos aún se pueden visitar con cierta nostalgia en la Aceña del tío Jeromo.

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Trato de imaginar este paisaje, cuando el río era río, y la mano del hombre no anegaba estas tierras para beneficio propio, al fin y al cabo, el embalse de Alcántara es una de las mayores heridas de nuestra tierra y una vergüenza.

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Una última mirada a pie de agua de esta portilla natural que parece mágica aquí tan cerca. Los aficionados a la ornitología y la fotografía de aves pasan aquí horas y horas.

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Volvemos sobre nuestros pasos, el camino es de vuelta por el mismo trazado. A esta hora, más cercana al mediodía, la presencia de coches es más frecuente. También gente andando. Menos mal que Antonio Luna y yo salimos temprano.

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Paisaje escarpado convertido en reserva natural, cauce fluvial que cumple una interesante función como corredor ecológico; Los Canchos de Ramiro es un lugar que enamora, no tiene la suerte de que nadie lo defienda como Reserva de la Biosfera, o Parque Natural, pero por sus recursos lo merece. Es el hermano menor del Salto del Gitano, como lo es el Alagón del Tajo, pero si venís comprobaréis que en belleza van de la mano. El Valle del Alagón pierde su valle y su vega en rincones tan especiales como este.-

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Ruta Camino de Sierra de Fuentes. Cáceres

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La ciudad de Cáceres ha señalizado siete rutas senderistas, denominadas Rutas Verdes que discurren por los alrededores de la ciudad; son trazados muy usados por los cacereños para sus paseos que ahora se han arreglado con la colocación de paneles y postes. La idea es muy buena pero está mal ejecutada porque se señalizan para la práctica del senderismo pero sin criterios de senderismo: señalización no homologada, deficiente y con trazados mejorables. No obstante, el hecho de que el Ayuntamiento, con dinero de la Confederación Hidrográfica del Tajo, señalice y arregle los caminos, es de alabar puesto que, junto al casco urbano, existe toda una trama de caminos y veredas de excelentes y variados paisajes. Hoy os traigo una de esas rutas, la más larga: el Camino de Sierra de Fuentes, localidad situada a 12 kilómetros de Cáceres. Son 20 kms de recorrido circular que discurren entre los Llanos de Cáceres y la Sierra de la Mosca, un conjunto de pequeños cerros de entre 500 y 660 metros altitud que constituyen el Sinclinal de Cáceres. La propuesta oficial es de 17,4 kms, pero la última parte del camino es discutible porque te lleva hasta la carretera y no finaliza donde empieza, eso es lo que he arreglado en el trazado que propongo.

Aquí os dejo el track para GPS

Arrancamos la ruta en la barriada de San Blas en Cáceres donde podremos dejar el coche fácilmente, y desayunar sin problema, tomaremos dirección a la ronda de Vadillo para pasar por la Fuente de Vadillo o los abrevaderos de Vadillo (imagen de arriba) y cruzar la carretera para tomar otra más pequeña que lleva hacia el Camino de Valhondo en la umbría de la Montaña, aunque nos desviaremos antes. Desde aquí apreciamos el Cáceres monumental.

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Subimos por esta pequeña carretera para desviarnos a la izquierda dirección a la Urbanización Residencial Universidad. Esta ruta la hice con Antonio Luna y Juan Antonio Mostazo, excelente compañía para una mañana espléndida.

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El camino, de antiguas fincas ganaderas, conserva alguna de aquellas construcciones rurales de fincas y cortijos ya casi sin uso. No hay que entrar en la urbanización pues nos encontraremos con una pista de tierra que nos lleva al camino de Sierra de Fuentes.

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Nada más sobrepasar las casas y dejar a un lado las ultimas construcciones de la ciudad (cuarteles, residencias, depuradoras, observatorios…) te encuentras un paisaje limpio de pequeñas explotaciones ganaderas como esta de la Dehesilla

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Dehesa y sierra a los pies del llano que más adelante se impone durante kilómetros. Esta es la finca de La Hormiga.

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Al fondo el cerro del Milano que junto al risco de Sierra de Fuentes con algo más de 600 metros de altitud son los dos más altos de la zona.

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Terrenos de explotaciones ganaderas tan cerca de la ciudad, y tan lejos, como esta de las Muesas. Sobre el cerro se nota que no estamos lejos de Cáceres, por la cantidad de casas que se han ido construyendo a lo largo de la sierra.

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Echando la vista atrás se divisa el cerro del Portanchito y el santuario de la patrona de Cáceres, la Virgen de la Montaña. Leía, al hacer la crónica, que la presencia de estas elevaciones se debe a la existencia del Sinclinal de Cáceres, una estructura geológica constituida por dos bandas rocosas de cuarcita muy resistentes a la erosión que sobresalen sobre los terrenos pizarrosos que las rodean.

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Se disfruta el paisaje tan cerca de una ciudad, la ruta nos lleva entre la sierra y el llano constantemente.

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El cortijo de San Roque, viene señalado en todos los mapas

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En la finca Colmenarejo de la Plaza, y apenas visible hasta que estás encima, encontramos esta estación de energía solar; en los llanos de Cáceres había muchas proyectadas pero la malas políticas sobre energías renovables han paralizado casi todas las iniciativas. Cáceres al fondo, para que veáis que no estamos tan lejos.

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Dejas atrás el cerro del Milano antes de torcer a la derecha para comenzar la subida la risco de Sierra de Fuentes, que no coronaremos, la ruta discurre por la parte baja donde se encuentra el centro de recuperación de aves.

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El viejo camino de Sierra de Fuentes es una pista cómoda y ancha, muy usada por senderistas y ciclistas, recientemente se ha arreglado y se han plantado en sus bordes multitud de almendros.

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Dejamos el camino girando a la derecha para coger otra pista que nos llevará hasta la mitad del cerro, frente a nosotros el risco y el radar meteorológico, este tramo es una pista cementada con pequeñas áreas de descanso que discurre junto a un arroyo.

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Quedan pocos ya, pero aún se pueden ver algunos rebaños de cabras que en otros tiempos eran muy abundantes en estos campos.

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En la parte baja del monte los animales conviven con pequeños bosques de robles y encimas. Cabras curiosas

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Es una subida suave de apenas un kilómetro que, como os he dicho, está cementada en este tramo para uso de los vecinos de Sierra de Fuentes. Hay más de una ruta señalizada en esta zona

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En la parte alta del camino  nos encontramos Los restaurados hornos de cal de Sierra de Fuentes que como cuenta Rubén Núñez en su blog ‘Cáceres al detalle’ eran «conocidos como los «Hornos del Tío Pascual», cuyo origen es incierto pero que, según distintas fuentes, pueden corresponderse al siglo XVI cuando la localidad alcanzó una entidad suficiente como para construir su iglesia parroquial, como reflejo de una población notable y con un relativo esplendor económico, aunque los primeros datos sobre el origen del pueblo se remonten al siglo XIV. Estos antiguos hornos de cal están asentados en terrenos de la dehesa Boyal de Sierra de Fuentes, en uno de los collados de la Sierra de la Mosca formado por el cerro del Risco y el cerro del Milano y sobre el camino viejo que une Cáceres con Sierra de Fuentes y por el que llevaban el material desde el calerizo cacereño.»

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Se han restaurado un par de ellos o tres, el resto están abandonados y prácticamente derruidos. Junto a ellos algunos paneles explicativos cuentan algunos detalles de su historia.

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Desde el alto lo que observamos es la dehesa de La Alberca en toda su extensión y el Alcor de Santa Ana al fondo y a la parte derecha del cerro la urbanización Ceres Golf.

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Justo al lado se encuentra el Centro de Recuperación de la fauna Los Hornos de la Junta de Extremadura que es también un centro de educación ambiental. Una excelentes instalaciones a donde llegan, sobre todo, aves heridas, que son curadas y, en su caso, devueltas a su hábitat natural

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Desde este punto tomamos el camino que pasa por la puerta del centro, el camino viejo de Cáceres, que atraviesa la dehesa de La Alberquilla.

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Viejas construcciones como este pozo se ven desde el camino, que dan fe del uso ganadero de este terreno que aún mantiene algunos animales, aunque pocos. El camino, de tierra, también amplio y cómodo, muy llano.

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Una dehesa de encinas y alcornoques, algunos tan bellos como este. Al fondo el Cerro del Milano que ahora vemos desde el lado de la solana, hemos dejado atrás la sierra de La Mosca y estamos de nuevo en el llano.

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Al salir de la dehesa de la Alberquilla caminamos entre la cerca del Guijarro y la de la Alberca.

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La dehesa de La Alberca, que nos queda a la izquierda, es una delicia que ahora en primavera presenta este aspecto excelente.

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Al llegar a las faldas del cerro del Portanchito los olivos se suceden como una lengua de árboles que cae de la sierra.

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Así vamos llegando a Cáceres por los Machones donde la primavera se deja ver.

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Cerca de las casas de La Pizarra, y a pesar de la cercanía de la ciudad la vida es tranquila y se sigue trabajando el campo.

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Justo al llegar a la llamada cantera de Olleta es donde hemos variado la ruta, el track oficial coge por el camino que, señalizado, sigue recto pero que nos lleva hasta la carretera que es donde termina la ruta, según los paneles. No tiene ningún sentido hacer esta ruta lineal y no cerrarla, y además, este último tramo propuesto es muy feo que pasa junto a donde estuvo el poblado chabolista de El Carrucho. Nosotros giramos a la derecha para tomar el camino de la solana, mucho más agradable que nos aleja de la carretera y nos permite cerrar la ruta y terminarla donde empezamos. La cantera de Olleta que, algún iluminado, quiso convertir en auditorio.

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Así es que en este punto enlazamos con la Ruta de la Umbría y la Solana, que es otra de las rutas verdes y caminamos entre olivos y encinas por la zona de la solana baja.

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Ya más cerca del santuario de la patrona cacereña, en el cerro del portanchito.

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Justo aquí, Cáceres ofrece esta panorámica magnifica de su ciudad monumental y la zona centro. Nosotros evitaremos caminar por la carretera andando por los muchos caminos que hay en esta zona.

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El camino de la ribera del Marco, tranquilo, nos permite seguir pisando tierra a pesar de estar ya dentro de la ciudad. Camino con vistas, por cierto.

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Dejaremos ya el camino para hacer el último tramo por Fuente Concejo, andando junto a la ribera del Marco.

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Es el regalo de este último tramo, y merece la pena, mirar desde abajo el reciento monumental, la puerta del río y el antiguo arrabal cacereño

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Hoy estas viejas casas se han recuperado y ahora, habitadas por gente joven han vuelto a dar vida al barrio.

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Debía ser así como viesen la monumentalidad de Cáceres los viajeros que llegasen a la villa en aquellos años en los que la puerta del río los recibía viniendo desde Trujillo y el llano

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Nosotros cruzamos la ribera y nos adentramos en las calles Tenerías, Caleros… para despedir entre oficios este agradable paseo por una de los tesoros naturales de Cáceres: su sierra.

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Nadie puede abstraerse de la monumentalidad de Cáceres, pero está es más bella si se complementa con sus recursos naturales, si se pasea por su entorno y se disfruta del bosque mediterráneo, de la dehesa, de los llanos y de sus sierras. No en vano Cáceres posee el término municipal más grande de España y más desconocido seguro, claramente eclipsado por el tercer conjunto monumental de Europa y Patrimonio de la Humanidad. Pero andar por sus caminos es aún más recomendable para comprender esa historia que tanto nos condiciona. Aunque sea por un ratito, hay un Cáceres Verde que merece la pena disfrutar.-

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Ruta Ribera de Alferreireira. Portugal

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Extremadura y Alentejo (España y Portugal) comparten las aguas del río Tajo y hace años que optaron por trabajar conjuntamente en el Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional. En sus riberas las acciones de ocio son variadas, las de senderismo también. Hoy os invito a conocer la Ruta de las Riberas de Alferreireira y Barrocas en la localidad de Atalaia, freguesía perteneciente al municipio de Gaviao, un corredor ecológico impresionante. Son 21 kms en total, aunque hay variantes que la hacen más corta, aunque aconsejo no perderse ni un detalle. Molinos, cascadas, riberos, pasarelas, y agua mucha agua. Deliciosa. El atractivo de la ruta no son solo los paisajes, sino la historia que esconden. Esta pequeña aldea tuvo su esplendor en los siglos XIX y XX cuando en sus riberas nacieron decenas de molinos, aceñas y lagares que convirtieron a Atalaia en unos de los grandes centros de molienda de la región. Hoy son visibles muchos de aquellos molinos, unos cuarenta, aunque ya en ruinas que son parte del atractivo de este recorrido.

Os dejo toda la información sobre la ruta que publican en la web de Gaviao

Y el track para GPS

Este es el mapa de la ruta, que son tres, nosotros hicimos la ruta entera, es decir el PR2, y el 2.1 y 2.2 que son variantes que completan el recorrido aunque, como os contaré, hay opciones para hacerla más corta y muy bien señalizadas. De la señalización ya os contaré en adelante: ¡impresionante!

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Atalaia, pequeña freguesía (entidad menor, alquería, pedanía, llamaríamos en España) perteneciente al municipio de Gaviao, tiene apenas un centenar de habitantes pero es portuguesa, portuguesa. Hasta aquí nos trajo el bus ( si venís en él no os metáis muy dentro del pueblo, quedaos en las afueras sino queréis sorpresas). El día arranca nublado y amenaza lluvia.

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Una de las cosas que más me sorprendieron es el exquisito cuidado en la señalización de la ruta en todo momento y los muchos elementos que facilitan el tránsito por caminos, a ratos, escarpados. Un ejemplo de cómo invertir el dinero que Europa destina al desarrollo rural, porque en el mismo pueblo me contaban que son muchas las personas que realizan la ruta desde que está señalizada y promocionada, siguiendo las normas de la Federación de Campismo y Montañismo de Portugal. En este caso dos colores nos acompañarán en la ruta: el amarillo y el rojo

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Comenzamos recorriendo caminos tradicionales, usados para viajar entre pueblos, senderos conservados perfectamente, en los que las labores agrícolas son evidentes. La señalización es constante y clara, perderse es más que difícil, esto tranquiliza mucho a quien no conozca el camino

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Al dejar Atalaia la ruta arranca en este pequeño camino en el que la vegetación es muy parecida a la española, prados, plantaciones, y, aún, pequeños bosques de eucaliptos que se extienden hasta el río Tajo y que los portugueses también están sustituyendo por especies autóctonas.

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Detalles de una ruralidad y un uso de materiales naturales que Portugal conserva y que te encuentras en el camino.

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Llegamos enseguida a la pequeña localidad de Degracia Fundeira que atravesamos sin problema, son apenas tres calles puesto que la aldea es muy pequeña, no tiene siquiera la categoría de freguesía.

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Tomamos una pequeña carretera, apenas 200 metros, y enseguida veremos un desvío a la izquierda que nos llevará hasta el primer lugar que visitaremos.

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Se trata de esta preciosidad que llaman Fuente Vieja, de 1919, dicen que su agua tiene propiedades medicinales, viendo el edificio que la cobija no es extraño. Estamos en Portugal no hay duda.

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Esta construcción alberga una fuente, tratada como una pequeña capilla a la que no le falta detalle.

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Visto el lugar y la cantidad de polletes que hay para sentarse, debe, o debía, congregar a mucha gente.

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Justo enfrente este precioso lavadero es otro de los hitos del camino que recibe el agua de la Fuente de Bica, situada un poco más arriba.

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Junto al lavadero sale un camino a la derecha que nos lleva hasta otra pequeña localidad Deogracia Cimeira y ya desde aquí comenzaremos a descender hasta el río Tajo.

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El paisaje se abre y cambia completamente, a partir de ahora se suceden los cerros, arroyos que nos llevan a un encajonado río Tajo que deja paisajes espectaculares.

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El Tajo se encajona entre cerros y sierras, vaivenes de un terreno que siempre sirvieron de frontera y que hoy disfrutamos. Reconocido título el de Parque Natural que se reivindica en sus paisajes.

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La señalización, como vengo contando, exquisita y cuidada, una garantía de tranquilidad para el caminante.

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Entramos en el Valle de Cabril que nos llevará hasta las aguas del río, puro bosque mediterráneo.

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El descenso hay que hacerlo con precaución, pero están cuidados todos los detalles para facilitar el tránsito, barandillas, escaleras y hasta cadenas cuando se necesita, todo sin deteriorar el paisaje.

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El río Tajo corre hacía Lisboa aunque antes podemos disfrutarlo en Extremadura y el Alentejo.

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Parada técnica junto al río para reponer fuerzas y continuamos por un tramo escarpado que sortea las irregularidades del terreno y que nos obliga caminar con cuidado y con continuas subidas y bajadas.

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Ello no significa que no puedas pararte, echar la vista atrás, y sonrojarte por tamaño paisaje.

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Lo dicho no falta detalle, lugar con alguna dificultad, lugar que cuenta con pequeñas ayudas como esta.

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Es un zig zag constante, con ascensos y descensos aunque tengas donde agarrarte. Ayuda a que se minimicen los peligros de andar por esta zona complicada que conocen como el Vale de las Cerejeiras o Valle de las Cerezas.

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El agua es una constante en la ruta, no lo muestro continuamente pero son decenas de arroyos con los que te cruzas o ves de cerca desde que entramos en el Valle de Cabril.

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Y de regalo, el tren nos saluda, no falta de nada, ya veis.

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Dejamos la ribera del Tajo y entramos en la ribera que da nombre a la ruta, quedan todavía muchas sorpresas y lugares de ensueño. Justo en la orilla una pequeña construcción recuerda que existió un pequeño embarcadero para cruzar el río, Batel lo llaman aquí.

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Esto le he visto más veces en España, colocar una pequeña plataforma alrededor del olivo para impedir que las aceitunas rueden colina abajo.

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Entramos, por fin, en la Ribera de Alferreireira, durante algunos kilómetros seguiremos el curso del agua; es la parte más espectacular de la ruta y la que le da nombre, empezamos donde la ribera se deja caer en brazos del Tajo.

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El sendero discurre paralelo al cauce del arroyo, está bien preparado lo que facilita su disfrute.

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Caminamos por una zona con abundante vegetación de ribera que nos protege de un sol que ya cae a plomo, a pesar de que el día amaneció lluvioso.

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Las aguas están llenas de pequeñas presas y represas para conducir el agua a los muchos molinos que copaban las orillas, quedan restos de muchos, aunque muy abandonados.

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Vengo contando que la ruta está muy ciudada, con detalles que aumentan su belleza; me sorprende además que todo los elementos estén bien cuidados, nada deteriorados, algo a lo que, desafortunadamente, no estamos acostumbrados al otro lado de la frontera.

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La ribera es de cuento, el sonido del agua te acompaña continuamente, dan ganas de pararse y quedarse aquí.

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La vereda sortea los vericuetos del terreno, un falso llano, una ascensión suave hacia la zona más escarpada. La señalización constante, es una ayuda.

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Se despeja el terreno y esto nos permite ver algunos restos de viejos molinos.

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La ruta se separa por algunos momentos de la ribera, mientras atraviesa otros pequeños arroyos que sorteamos con oportunos puentes.

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Llegamos a los restos de una antigua ‘fábrica de luz’.

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Esta parte de la ruta es algo más complicada pues discurre entre rocas que te obligan a subir y bajar continuamente, cuando necesitas un apoyo encuentras cadenas colocadas a modo de pasamanos, otro detalle más.

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Escogemos este pequeño rincón para reponer fuerzas, la sombra y el agua mitigan el calor.

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Alguno aprovecha para refrescar los pies mientras comemos algo.

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Abandonamos la ribera de Alferreireira antes de llegar a la de las Barrocas, esta zona es más escarpada con pendientes pronunciadas de subida y bajada.

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Primavera cuando hicimos la ruta, las peonías o rosas de monte (rosa de Alejandría le dicen en algunos lugares) están en flor.

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Constantes subidas y bajadas que exigen algo más de esfuerzo, la barandilla de madera ayuda.

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Una sucesión de pequeños arroyos, como la Ribera de Vale Covo, nos lleva a caminar por este zig zag de pequeños montes y cerros, con el sol encima la marcha se ralentiza.

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El paisaje embelesa, este corredor ecológico es de enorme belleza, nos dirijimos a la siguiente ribera, otra sorpresa.

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Cuando creías haber abandonado el agua, te sorprende otro puñado de molinos con saltos de agua aún más impresionantes que los anteriores.

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La vegetación y el abandono se dejan notar en estos viejos molinos, aún conservan las piedras de moler.

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Otros se conservan algo mejor y han sido preparados para ser visitados, testigos de esa actividad frenética que hubo a finales del siglo XIX y principios del XX en la zona.

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Se suceden los saltos de agua que se construyeron para aquellos molinos de trigo.

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Molinos que se suceden uno tras otro, como los puentes y pasarelas que nos conducen por la ribera de las Barrocas, seguimos subiendo.

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Después de disfrutar de saltos de agua y viejas construcciones dejamos la ribera cruzándola al otro lado

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El paisaje se suaviza a medida que nos alejamos del agua y volvemos a ver praderas y bosques de eucaliptos. Estamos en el Valle de Aceña.

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Aunque aún quedan restos de viejos molinos. La ruta ofrece, en varias ocasiones, desvíos señalizados por si queremos ir directamente hacia el punto de inicio, no hay problemas porque ya habéis visto que te informan de la distancia en uno y otro caso. El último de ellos es el que nos lleva a los Olhos d’Agua (ojos de agua) y a un viejo lagar, es un desvío de unos tres kilómetros que merece la pena, es el último de los espectáculos que ofrece el agua en este recorrido inolvidable.

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Nosotros no hicimos ese último tramo, el calor no esperado nos venció, no era cuestión de forzar una ruta que se hizo complicada y muy bella, es un terreno difícil, pero mereció la pena, completamos la ruta siguiendo hacia Atalaia.

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Terminamos la jornada disfrutando de una Sagres fresquita en esta freguesía portuguesa. Ha merecido la pena. Nosotros hicimos 21 kilómetros, si optáis por conocer los Olhos d’Agua os saldrán unos 24 en total.

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Hasta el regreso por carreteras portuguesas nos deja imágenes que son muy reconocibles para quienes visitamos este país con frecuencia, nos os preocupéis caben dos coches, y el nuestro es un autobús.

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Cuando te encuentras con rutas como esta, que son una sorpresa, vienes satisfecho. El Tajo y su cuenca guardan sendas deliciosas a un lado y otro de la raya; algunas con historia, como las dedicadas al contrabando, otras con viejos oficios como el de los molineros y sus molinos, las hay que atraviesan puentes romanos con 2000 años de historia, que cruzan la frontera, incluso se hacen conjuntamente entre España y Portugal. Pero vengo más sorprendido, si cabe, por la exquisitez de quienes han diseñado la señalización de la ruta y por ver como se conserva intacta, sin que nadie la maltrate, la rompa, la tire o, en el peor de los casos, se la lleve. A Extremadura y Alentejo nos unen muchas cosas, la afición por el senderismo es una de ellas, aquí somo iguales, aunque en civismo nos lleven mucha ventaja.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

I Ruta del Llano a la Sierra. Torremocha-Albalá-Montánchez

DEL LLANO A LA SIERRA

La I Ruta del Llano a la Sierra fue una idea de los ayuntamientos de Torremocha, Albalá y Montánchez que organizamos los clubes GR100 y La Vereína con el apoyo de la FEXME (Federación Extremeña de Montaña y Escalada), una iniciativa para potenciar la comarca, sus caminos, sus recursos y sus bondades. De las dehesas y pastizales, a la sierra, 20 kilómetros por esta comarca que merecen la pena. Los tres ayuntamientos, además, cuidaron todos los detalles y recibieron a los senderistas con todo el mimo. Ha sido la primera edición y la intención es darle continuidad.

Os dejo el track de la ruta

La bienvenida nos la dan en Torremocha, donde el ayuntamiento nos recibe con desayuno; no falta de nada, comenzamos cogiendo fuerzas para un día duro por el calor. Saluda del alcalde e inicio de la marcha. Torremocha con unos 1.200 habitantes; está emplazada en una llanura entre pequeños cerros muy aptos para el cultivo de cereales, y corre muy próxima a ella el río Salor Perteneció al antiguo partido de Montánchez hasta 1631. Sus calles son bastante espaciosas y rectas, con casas de dos pisos, de mampostería enjalbegada y vanos adintelados.

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Precisamente salimos de Torremocha cruzando el río Salor y nos topamos con esta delicia: el Puente Grande, posiblemente de origen romano, pero de factura medieval, alomado con cinco arcos de medio punto, está en el camino que conduce a Aldea del Cano, el que llaman de El Ejido; el puente pudo estar en la antigua ruta hacia Norba Caesarina, de ahí que los investigadores no descarten su pasado romano

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Dejamos las aguas del Salor a nuestra izquierda y encaramos por el Camino del Molinillo, rodeados de viejas paredes de piedra que aún mantienen las lindes de las fincas y que son la tónica en la comarca, algunas con magnificas entradas como esta.

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Por lo que llaman El Cotillo, cerca de la Alberca Llana, los llanos de cereales se han comido la dehesa, grandes extensiones de pasto que dejan magníficas imágenes.

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A medida que nos alejamos del pueblo, los pastizales se dispersan y la dehesa vuelve a imponerse, estamos en el camino de Albalá.

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Caminos anchos, usados para ganado durante mucho tiempo y que ahora conectan un mar de fincas dedicadas al campo, ganadería sobre todo.

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Es un paisaje muy nuestro, muy extremeño, y aunque el verano amarillee los campos quienes saben mirarlos encuentran rasgos diferenciadores que lo hacen tan especial, tan exclusivo

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Son muchos los caminos que cruzan estas tierras, el de Cáceres, el de Montánchez, el de Albalá, el de Molinillo, el de las Huertas de la Magdalena, ahora pasamos cerca de lo que conocen como Fuente Honda, somos una multitud en estas tierras tranquilas.

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Nos sorprenden estos bolos graníticos tan característicos de Extremadura, que tienen cerca de aquí, en el paraje de Los Barruecos, su expresión más vistosa, aunque estos lucen así de singulares.

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Dejamos el Camino de Cáceres y cogemos una pequeña y antigua calleja en desuso que nos llevará hacia el camino de Montánchez, flanqueados por magníficos alcornoques

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Dejamos la calleja y retomamos por el camino que se une a otro, el de La Huerta, paralelos a la Finca de La Carretona, dehesa con color casi de verano que aún conserva coletazos de primavera.

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El Camino de Montánchez nos muestra la sierra y deja ver a la localidad y su castillo donde finalizaremos la ruta, nos dirigimos primero al pueblo de Albalá.

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La ganadería muy presente en la comarca; en esta finca un celoso toro vigila la marea de gente sin perder ojo de lo que pasa.

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En vez de seguir por el Camino principal, torcemos a la derecha para adentrarnos en la vereda del Barranquillo, por donde se sitúa el Arroyo de La Lapa y la fuente del mismo nombre, una zona más húmeda que aún conserva el verde de la primavera lluviosa que hemos tenido.

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Caminos de agua con la vereda de la Retuerta, como el arroyo que corre cerca, caminos de piedras y más veredas: la de la Calzada o la de la Mojonera antes de llegar a nuestro punto de avituallamiento.

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Entramos en Albalá por el camino de la Encina del Cura, nombres que evocan historias siempre.

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La población fue fundada por los romanos al estar ubicada en la vía romana de Mérida a Toledo. Aún quedan yacimientos de esta época en «El Campo», «El Carrascal», «Dehesas de Abajo» y en «Pozo del Charcón».

Su nombre primitivo fue transformado por los árabes, denominándola Albalá por su enclave o proximidad a una calzada romana y que, posiblemente, fueran ellos los que la elevaran a la categoría de aldea.

Aquí el ayuntamiento nos recibe con un avituallamiento que nos da fuerzas para continuar, llevamos 12 kilómetros de ruta y el calor aprieta ya, un pequeño descanso, recorremos la localidad y seguimos hacia Montánchez

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Albalá fue muy conocida en los tiempos del uranio, mineral de sus berrocales, donde se sitúan antiguas minas como La Carretona, El Gallo y Pozo Norte, explotadas en los años setenta y que aún se conservan.

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Escudos y blasones se reparten por toda la localidad, donde además se conservan restos de épocas gloriosas, se pueden visitar además la ermita de San Joaquín o la ermita de la Magdalena del siglo XVI

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Dejamos Albalá y tomamos el antiguo camino de Montánchez rodeados de olivos muy presentes en toda esta zona, aquí se produce un exquisito aceite.

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Este es un antiguo camino medieval que conserva su empedrado original en muchos tramos, es una zona en la que los alcornoques se imponen y su sombra, a esta hora del mediodía, se agradece bastante

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Aún se conservan restos de viejas construcciones de recia planta, granito que aguanta a pesar del abandono, Montánchez, lugar importante por su castillo, conserva restos como este de aquella grandeza pasada.

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Me fascinan estas puertas de acceso a las fincas, las hay por todos los alrededores de Montánchez, son de una belleza que sorprende, fuertes, y anchas; imagino que tendrían un uso concreto y su porqué, pero todavía no he dado con la información; he fotografiado muchas de ellas cada vez que paseo por Montánchez y su sierra.

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En este punto cruzamos la carretera que sube a la villa, en el cruce del Parador del Padrino, aquí el desnivel se nota más, estamos ascendiendo a la sierra, eso permite, entre otras cosas, contemplar la comarca sin problemas, al fondo, Albalá de donde venimos.

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Al llegar al parador del Padrino, justo a su derecha hay una cancela, si la atravesáis seguiréis por el track de la ruta, hay otra opción, justo antes de la cancela a la izquierda sale el antiguo camino medieval de entrada a la villa, es un camino precioso muy bien conservado que nos lleva al pueblo; la diferencia es que el camino que sigue el track entra por la zona del castillo y atraviesa toda la localidad, aunque es verdad que con algún desnivel un poco más durillo, pero nos enseña Montánchez entero

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Si Torremocha nos recibió con desayuno, Albalá con un tentempié para continuar con fuerzas, Montánchez no deleita con un refrigerio para probar los productos más típicos, jamón y embutidos. Lo hacemos en un pequeño parque que aquí llaman la rotonda, un final magnífico para celebrar que hemos realizado la primera edición de la ruta senderista del llano a la sierra.

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Yo agradezco personalmente a la gente de La Vereína su disposición siempre para colaborar, es una ayuda necesaria para hacer posible un proyecto como este, y todos. Es una suerte que seamos un equipo compacto y profesional. Juan Antonio, Miguel Ángel, José Luis, Carolina, Antonio y Daniel, unos craks.

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Y esta foto que le robo a Raúl Jurado para reconocer el trabajo de Rafa Franco del club GR100 que trazó una ruta preciosa y nos hizo llegar sin problemas desde Torremocha a Montánchez y a Domingo Fernández, responsable de senderos en la FEXME por su implicación siempre.

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Finaliza este proyecto que Diego Mostazo y yo iniciamos con la idea de patear la comarca montanchega, desde la sierra, donde el llano se muestra así de bello, con 20 kilómetros a las espaldas y un trato exquisito de todos los ayuntamientos implicados en la ruta. Merece la pena embarcarse en proyectos que muestran lo que tenemos, que nos es poco.

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Terminamos, pues, en Montánchez, al abrigo de su castillo, de su historia, que es la de todos, disfrutando en su plaza de la compañía de montanchegos y senderistas, celebrando esta jornada de paseo que nos ha llevado desde los pastizales del llano a los bancales de olivos en la sierra, entre encinas y alcornocales, y tanta historia a sus espaldas que a nadie extraña que los vestigios y restos del pasado te salgan a cada paso que das. Cada uno de los pueblos está señalizando sus rutas, Montánchez incluso las ha homologado. Rutas que cuentan historias, que guardan la aportación de esta tierra que ha jugado un papel en la pequeña historia de España que se ha escrito en Extremadura.

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En el centro geográfico de Extremadura, ocupando el privilegiado triángulo que conforman las ciudades de Trujillo, Mérida y Cáceres, la comarca de Montánchez y Tamuja extiende su territorio por la penillanura trujillano-cacereña y las estribaciones de los Montes de Toledo, por las sierras de Montánchez, San Cristóbal, Cancho Blanco, Centinela… Este territorio representa un magnifico ejemplo de contrastes físicos y diversidad paisajística, que a los ojos del visitante lo hacen singularmente atractivo. Nosotros lo hemos recorrido andando Extremadura.-

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Cabañas del Castillo a Navezuelas

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Como muchas comarcas extremeñas, el Geoparque Villuercas está señalizando sus caminos y compartiendo rutas y senderos. Algunos, clásicos y muy conocidos como el de Isabel la Católica o el de Alfonso Onceno; otros recuperados y muchos, senderos peregrinos con final de viaje en Guadalupe. Nosotros vamos a recorrer la distancia que separa la pequeña y sorprendente localidad de Cabañas del Castillo de la más popular Navezuelas. Una ruta de apenas 15 kms que comenzamos, según el lenguaje del Geoparque en el Anticlinal de Logrosán con el río Berzocana, para cruzar al Sinclinal de Santa Lucía con el arroyo del mismo nombre y terminar en el Anticlinal del Almonte donde nace este río un poco más allá de Navezuelas. Es un recorrido, como todos los del geoparque de continuos ascensos y descensos que te ponen a prueba.

Os dejo el track para GPS 

Comenzamos en Cabañas del Castillo, una pequeña localidad de cuento, un excelente mirador para observar este sinclinal y el relieve apalachense de la comarca. La belleza de la zona norte de este gran sinclinal desde su flanco oeste, concretamente desde la Peña Buitrera y la Peña del Castillo, donde disfrutamos de dos empinadas cumbres cuarcíticas que protegen la localidad de Cabañas y que son su seña de identidad.

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Y lo primero que hacemos es subir hasta el castillo para empaparnos del espectáculo que ofrece esa atalaya natural de piedra.

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No es difícil porque el ayuntamiento ha preparado un pequeño sendero con escaleras y apoyos para facilitar la subida, y merece la pena.

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Cabañas tuvo su importancia en la comarca, de hecho, hasta finales del siglo XIX el municipio de Cabañas lo componían la villa de Cabañas, conocida entonces como Cabañas de la Peña, Navezuelas (que se independiza en los años 20 del siglo XX), Retamosa, Roturas, Solana y el Medio Robledo, perteneciendo el otro medio a Deleitosa. Llegó a tener 2.600 habitantes en 1.910, hoy no llega a los 500 vecinos.

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Seguimos un sendero fácil, sin pérdida, y sorteamos un estrecho paso para ascender al risco del Castillo.

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A medida que asciendes, entiendes porqué este mirador es importante para observar el alma del geoparque y comprender su importancia geológica, su paisaje espectacular admirado siempre. Esta es la Peña Buitrera que se puede ver a muchos kilómetros de distancia. Hemos subido para esto.

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El pueblo de Cabañas está justo debajo de su castillo, al abrigo de este…

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…por eso no es extraño que nos hagan este ruego (literal, aunque tenga muchas interpretaciones metafóricas)

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Así desde la Peña del Castillo, 855 m de altitud, vemos la Peña Buitrera y detrás el Collado de los Zahurdones, al fondo el relieve de Villuercas como imagen constante de la visita.

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Del castillo apenas quedan dos torres, de las tres que tenía, la torre de la imagen y otra en peor estado; pero su ubicación nos retrotrae, como en muchos lugares de Extremadura, a aquellas guerras de frontera. Según se lee en la historia del pueblo, después de la reconquista definitiva de Trujillo por los cristianos en 1232, Cabañas acabó en manos de los caballeros de la Orden de Calatrava. Alfonso X el Sabio se la compra a esta orden y en 1272 la vende al concejo de Trujillo por 30.000 maravedíes, con la condición de que derribe los muros del castillo y el patronazgo de las iglesias siga siendo real, como lo será hasta el siglo XIX.

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Hacia el otro lado la vista no es menos magnífica, a la izquierda la Sierra de Carabal, en el medio el Risco de la Reyerta y a la derecha la Sierra Alta.

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Comenzamos la bajada para caminar durante algunos metros por el Sinclinal de Santa Lucía divisando la Sierra de la Ortijuela.

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Por el fondo de un valle por el que se desliza la Garganta de Santa Lucía, un espectáculo para geólogos y para simples amantes del paisaje.

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Cruzamos de nuevo al otro lado del valle para caminar durante algunos kilómetros por el sendero local PR-CC 144 que volverá a atravesar de nuevo hacia el Valle de Santa Lucía.

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Entre jaras y retamas discurre este sendero, frente a nosotros Peña María.

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Desfilamos de nuevo hacia el Valle de Santa Lucía o el sinclinal, lo hacemos por el Collado de los Zahurdones, incorporándonos a una pista ancha y cómoda y con vistas a la Sierra de la Ortijuela.

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Valles paralelos en un zig zag continuo, pliegues de piedra, antiguos fondos de un mar retraído que ha dejado sus fósiles para que quede constancia de la evolución de la tierra y de sus especies.

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Debes mirar atrás porque sientes la presencia de la Peña Buitrera, estalagmita del geoparque, castillo natural, diente de piedra, rocas que ahora llaman relieve apalachense. Villuercas.

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El final del descenso nos acompaña con vegetación de ribera, llaneas durante algunos metros antes del ascenso más difícil.

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La garganta de Santa Lucía marca la zona más baja en el valle, cruzamos por un pequeño puente, el puente de La Pasadera.

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Desde los 641 m de altitud hasta los 1.103 m de la Artesa, el Cerro Hurracao que llaman en la comarca, 500 metros de nivel acumulado en los siguientes cinco kilómetros.

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Nos lo tomamos con tranquilidad y a mitad de la subida reponemos fuerzas, un pequeño refrigerio, azúcar reparadora, potasio, vitaminas, lo que cada uno quiera.

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Sigue el ascenso por el paraje de El Corchito, antes de que se endurezca la última parte de la subida, ya no dejaremos la pista hata la cima.

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El camino está señalizado, ya comentaba al principio que el Geoparque ha puesto en valor sus senderos, aunque todavía no es fácil encontrar referencias sobre ellos, sugerencia que hago a quien corresponda: igual que hay multitud de enlaces a los geositios, no estaría mal que se crease un archivo único con los ‘geocaminos’ y se ofreciesen como un valor más de estas comarcas.

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Una de las cosas que más sorprende del Geoparque es que hace un momento estabas abajo y un momento después has ascendido lo suficiente, lo justo para comprobar el camino recorrido, hace un rato estabas subido en lo alto de aquellas peñas gemelas y ahora, dos valles después, las observas embelesado desde la distancia.

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La última parte de la subida a la Sierra de la Ortijuela la hacemos por una pista amplia de arena que da paso a las numerosas fincas de castaños que salpican las laderas de estos montes, bancales de árboles que en otoño se pintan de rojos y ocres.

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Delante de nosotros, el Valle de Santa Lucia por el tramo que no hemos recorrido, con las sierras del Alcornocal y del Castillejo enfrente, si siguiésemos la línea de la cordillera hallaríamos el embalse de Cancho del Fresno y Cañamero por donde discurre la Ruta de Isabel la Católica.

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Como indica el pañuelo vereíno nosotros iremos a Navezuelas por el camino marcado a pie, 2,7 kms, aunque si os apetece podéis seguir el que marca para bicicletas, 4,6 kms, pues se sigue esta pista ancha que traemos, es un trayecto igual de bonito que el otro con algunos miradores excelentes y recomendables y que termina en Navezuelas por un lateral del pueblo.

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Aquí podéis ver que es una pista de tierra preparada para vehículos aunque es raro cruzarte con ellos en esta época, primavera, en otoño el trajín es mayor por el trabajo que da la castaña.

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Nosotros nos desviamos del camino un momento siguiendo un pequeño sendero que encontraréis a la izquierda, antes de iniciar la bajada hacia el Valle del Almonte. Lo hacemos para subir hasta el Cerro Hurracao, o el Pico de La Artesa, donde una antigua cueva os sorprenderá por su chimenea y por sus magníficas vistas de los dos valles. Es un sitio conocido en la comarca que te tienen que enseñar una vez para que puedas localizarlo.

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El último tramo antes de llegar a este refugio de piedra hay que hacerlo sorteando jaras, pero merece la pena. Ahí podéis ver la boca de la cueva.

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Y aquí está, inmenso, el Anticlinal del Almonte y Navezuelas y el dibujo alrededor de las decenas de parcelas que la rodean.

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Desde la cueva se ven los dos valles, Santa Lucía a la derecha, Almonte a la izquierda, en medio sobresale el Pico de Loberuelas, 1.124 metros de altitud, en perfecto paralelo cada valle, como respetando su espacio.

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Si al otro lado estaba el Anticlinal del Almonte, a este lado el Sinclinal de Santa Lucía, abajo podéis ver el embalse del mismo nombre.

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Al fondo del Valle del Almonte, más allá de Navezuelas, donde nace el río Almonte que le da nombre y que irá a morir al Tajo más allá de Monroy, domado por la presa de Alcántara, se alza el Pico Villuercas, el más alto del geoparque, 1.595 metros de altitud, donde aún se ve el centro de transmisiones militar que los responsables del geoparque sueñan convertir en unos de los lugares de referencia para visitantes, un centro de interpretación y recepción, un mapa geológico en vivo, ojalá se consiga.

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Bajamos hacia Navezuelas por el Collado de las Carretas, a cruzar las aguas del Almonte, lo hacemos entre castaños que ahora están desnudos pero que en octubre y noviembre darán mucho trabajo, mucho dinero a las gentes de aquí y dejarán unas estampas maravillosas cuando la hoja comience a secarse y ocres, rojos, naranjas y marrones invadan las laderas del monte.

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Por el paraje de Cuesta Alta, la vegetación de río, anuncia la cercanía del cauce, casi tocamos Navezuelas.

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Y llegamos a este pueblecito desde donde parte la ruta de Alfonso Onceno que cubre la distancia que hay desde aquí a Guadalupe. Navezuelas está rodeada de fuentes: la de la Era del Viso, la del Cogorrillo o la de La Rama, entre otras. Merece una visita.

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Lo que nos merecemos nosotros es un refrigerio, celebrar el final de la ruta como se merece, antes de llegar el ineludible Kilómetro 21 en Cáceres. Ahora La Vereína deja su huella en la estación destino, como no puede ser de otra manera.

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Despedida y cierre. Queda la foto de grupo que nos hicimos arriba en el Cerro Hurracao, disfrutando de un mar de sierras, las del geoparque, la del sendero desde Cabañas del Castillo que nos trajo hasta aquí.

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Cuando hago esta crónica, septiembre de 2015, el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara acaba de revalidar ese título e incluso le han otorgado la Carta Verde, que reconoce todo el trabajo que se ha hecho en los primeros cuatro años de pertenencia a la Red Mundial de Geoparques. Este mar de sierras, este paisaje peinado que ha dejado un reguero de líneas paralelas, de montes y valles en perfecta sucesión, ahora anticlinales y sinclinales, geositios; pliegues como arrugas, que los años de un planeta convierten en paisaje, en relieve, en mosaico, en espectáculo, en geoparque. Geología protegida, admirada y ahora comprendida. Pueblos que pisaron las laderas de este rincón de Los Montes de Toledo. Guadalupe, puebla peregrina, eclipsó durante años un paisaje que estaba ahí pero que no supimos mirar; más allá del inmenso monasterio y sus tesoros, había otra riqueza, mucho más bella, más valiosa que ahora tiene el sello de lo exclusivo y que se recorre con otros ojos, con aquellos que ven lo que miran y que reconocen en cada pliegue, millones de años de evolución y cambios. Geología vivida y disfrutada, andando Extremadura.-

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Ruta de la Rosa de Alejandría. Olivenza

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La peonía, rosa de Alejandría o rosa de los montes, es una flor que apenas dura un suspiro; en su versión silvestre aparece en muchas zonas de Extremadura en primavera y su floración es visible unos pocos días. Le gustan los montes y pedregales, y está protegida. Es más común al sur de Extremadura pero yo las he visto hasta en la sierras de Villuercas, es decir, las hay por toda la región. Cierto que en algunas zonas tiene una concentración superior y su floración convierte estos rincones en un jardín colorido durante una semana. Es lo que ocurre en la Sierra de Alor, al sur de Extremadura en la comarca de Olivenza, lindando con Portugal. Y por eso los amigos del Club Senderista Prisiñas de Olivenza organizan cada año la Ruta de la Rosa de Alejandría, uno de esos espectáculos que ofrece la dehesa y que te aconsejo que conozcas.

Es una ruta fácil con un pequeño desnivel pero que tiene muchos añadidos además de la floración de las peonías: dehesas, fuentes de los primeros pobladores, cuevas de bandoleros o antiguos chozos de pastores.

Os dejo el track para GPS del club Prisiñas

Comenzamos en Olivenza aprovechando las primeras luces de la mañana. Olivenza ya de por sí merece una visita larga, es una simbiosis perfecta de España y Portugal.

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Aunque nosotros arrancamos en la Charca de Ramapallas, el track que os dejo inicia la ruta en el centro de Olivenza, nuestro desvío se incorpora enseguida al trazado original que nos lleva a los pies de la Sierra de Alor

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La comarca de Olivenza tiene varios paisajes muy definidos. Sus tierras conforman un bello mosaico de ecosistemas, ya que si bien la dehesa de encinas y alcornoques es el hábitat que la caracteriza, también pueden surcarse paisajes de ribera en torno a los numerosos cursos de agua, llanuras cerealistas, y en las sierras de Alor, Monsalud y María Andrés grandes extensiones de bosque mediterráneo.

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Caminamos por esta zona de hectáreas y hectáreas de cereales, Los Labaros, donde se cruzan varios caminos: el de Barcarrota, el de Perrera, el de Santa Lucía o el de San Jorge de Alor.

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En el Cortijo del Caño dejamos la zona más baja y entramos en las estribaciones de la sierra. El paisaje se transforma de inmediato.

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Olivos centenarios conviven con el bosque mediterráneo y la vegetación es diferente. La Sierra de Alor tiene forma de gigante tridente, entre uno de sus huecos nos adentramos en ella.

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En esta tierra roja donde los olivos saben más de historia y de años que nosotros, las primeras peonías se colocan al abrigo de su copa. Los que venimos por primera vez nos tiramos a fotografiarlos al momento, quienes conocen la zona nos aconsejan que tengamos paciencia, el espectáculo no ha llegado todavía.

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La ruta tiene muchas variantes, la indicada en el cartel es una de ellas, comenzamos junto a San Jorge de Alor y terminamos al comienzo del camino que da acceso a la Sierra, es un lugar muy visitado por la gente de aquí.

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Y de repente entre encinas y jaras, como convocadas por algún embrujo polinizador comienzan a asomarse las flores de la Rosa de Aljandría.

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La peonía de aquí  –Paeonia broteri- tiene flores hermafroditas grandes, solitarias, de 5 sépalos y de 5 a 10 pétalos, de color rojo, con numerosos estambres y anteras amarillas, carpelos lanosos. Fruto en folículos cubiertos con pelos blanquecinos que contienen semillas que cuando maduran son negras.

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En el habitat de esta flor encontramos joyas como esta, la fuente de Val do Gral que servía, y sirve para dar de beber a las cabras y sus cabreros, antaño venían hasta aquí las gentes del cortijo de Pedra Furada que transportaban el agua en cántaros.

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Piedra caliza, tierra roja en la que el bosque mediterraneo se encuentra cómodo y donde la primavera es un espectáculo.

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Y como tamizadas por la sierra aparecen plantas de peonía por todas partes, cada planta es como un ramo, de una misma raiz salen varias flores. Técnicamente, los botánicos, la describen así: Es una planta de hasta 70 cm con vistosas flores rojas. Tiene hojas simples divididas (uniternadas o biternadas) a veces aovadas u oval-lanceoladas de color verde brillante por el haz y glabras por el envés, sésiles o subsesiles, de ápice agudo, de 16 a 19 foliolos de 3 a 4 cm de ancho. Tallo glabro de 50 cm de altura, en cuya base hay unas hojas de color rojo.

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En castellano la conocemos por muchos nombres: albardera, bolas de peonia, cebolla chilre, cebolla churri, cuernos, duelecabezas, empaine, empaines, empeine, empeines, escaramondamanos, escaramón, flor de la epilepsia, flor de la maldita, flor de lagarto, flor de lobo, flor de rejalgar, flor del diablo, flor maldita, hierba de la almorrana, hinchagüez, hinchamanos, lirio montés, lirios, matagallina, matagallinas, paeonia, pata de gallina, pata de gallo, pedonia, peonia, peonia real, peonía, peonía macho y hembra, peronía, perruna, pionea, pionia, pionía, pionía de los matorrales, polonias, ponea, quemaojos, rejalgar…

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…rosa, rosa albardera, rosa cagalerosa, rosa de Alejandría, rosa de Santa Clara, rosa de Santa María, rosa de lagarto, rosa de lobo, rosa de monte, rosa de rejalgar, rosa de sarna, rosa del diablo, rosa del monte, rosa macho y hembra, rosa maldita, rosa marchita, rosa mojosa, rosa montesa, rosa montesina, rosa montés, rosa peonía, rosa perruna, rosa puposa, rosa silvestre, rosas del diablo, rosón, rosón del diablo, saltaojos, tamo real, tufona, yerba baaras, yerba casta, yerba de Santa Rosa.

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Hemos venido en el momento cumbre de la floración y disfrutamos de un entorno mágico, como si cientos de enanitos del bosque las hubiesen sembrado la noche antes para nosotros, una alfombra natural que convierte a la Sierra de Alor en Lugar de Interés Comunitario, LIC, formando parte de la Red Europea de Espacios Protegidos Natura 2000.

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Os decía que entre las sorpresas que ofrece la sierra se encuentran los majanos de piedra, estos chozos pastoriles que aún se conservan en pie.

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Alguno restaurado para que la historia se pueda seguir estudiando y admirando. Pero en el paseo observaréis explotaciones ganaderas, las majás, hornos de cal e incluso restos de un poblado de la Edad del Hierro.

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El espectáculo va más allá, cuando llegas a la parte más alta de la sierra, al Pico Alor, 611 metros, descubres las dehesas inmensas que han convertido a Olivenza en tierra de toros; cortijos repartidos entre extensiones de encinas en el Valle de Táliga, cortijos con nombres, como ya habréis notado, que ponen de manifiesto que estamos en la frontera con Portugal y que Olivenza perteneció al país luso: cortijo del Freixo (del torero El Juli), de los Manantíos, del Guisarral, del Paxariño, del Azoche, de la Cristina, de Monte Alto o de Cascaiciños.

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Arriba en la sierra el punto geodésico se ha convertido en un bello mirador que ofrece un paisaje en 360º, el mapa real de esta frontera mágica que es Olivenza y su entorno.

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Desde aquí se observa la sierra de Montelongo, otro delicioso lugar, debajo, el Cortijo de los Morines y el de Playas Altas.

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Te das la vuelta y Olivenza y el llano se sitúan hacia el norte, detrás el fronterizo río Guadiana y los restos del Puente de Ajuda que unía los municipios de Olivenza y Elvas. Construido por el rey portugués Manuel I en 1509. Durante la Guerra de Sucesión Española fue parcialmente derribado por los españoles en 1709. Imagino que nos hemos arrepentido de aquello muchas veces, pero tampoco hemos sido capaces de construir uno nuevo.

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Pero el verdadero espectáculo durante unos días sigue estando abajo, entre las oquedades calerizas, encinas, olivos y jaras, donde se dibujan las rosas de monte, rosa que destaca sobre mil tonos de verdes.

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Damos marcha atrás y descendemos de la sierra buscando otra refencia más que la Sierra de Alor esconde.

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Se trata del refugio del bandolero Diego Barrantes, un héroe popular del siglo XVIII que en tiempos de contrabando, cuando Olivenza pertenecía a Portugal, robaba caballos en España y los vendía aquí, como todos los bandoleros, alrededor de su historia existe una leyenda inflada que convierte al personaje en un mito.

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Abajo, ya entre sierras, el llano labra la tierra roja y olivos y ovejas se funden en lo cotidiano, la belleza de arriba, para quienes no vivimos aquí, es rutina para los oriundos.

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Tomamos el camino que nos lleva hacia la Quinta de San Juan donde dejamos las elevaciones del Alor y entramos en un mar de cereales.

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Desde estos llanos domados la sierra se dibuja al fondo, las extensiones de cereales nada se parecen a las dehesas pero no podrían vivir sin ellas. Son tantos paisajes y son uno solo los que la comarca oliventina ofrece a quienes, visitantes de frontera, venimos a disfrutarlos.

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Las rosas han quedado arriba, su belleza compartida en mil fotografías y otras tantas admiraciones las vuelven inmortales, pero se marchitarán apenas en un suspiro. La buena noticia es que todo es temporal y el ciclo de la vida volverá a conseguir el milagro, y el próximo año, allá por abril o mayo todos sabremos que las peonías han florecido y acudiremos solícitos a su encuentro. y así un año, y otro, y otro…

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Olivenza, Oliventia, no puede negar que siempre fue portuguesa, guarda su alma lusa, su saudade, en edificios, portadas y ermitas. La parsimonia de sus gentes, como si tuviesen una hora más para todo, es contagiosa, vienes y suspiras. El equilibrio es norma, Olivenza es perfecta, un goce, una invitación tan dulce como su técula, brava como su afición, rayana; alma ibérica que aquí borra la frontera para reclamar la unión aún sin puente, a pesar de que la todopoderosa Agencia Central de Inteligencia estadounidense, la CIA, siga convencida de que el pequeño municipio extremeño de Olivenza es una zona de conflicto internacional. Cosas de americanos. Olivenza es así.-

                                                                                                                                              @vicentepozas2015

Ruta A Fala. Valle de Jálama. Sierra de Gata

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 El Valle de Jálama o Val de Xálima, en la lengua local A Fala,  lo componen 5 pueblos: Cilleros, San Martín de Trevejo, Eljas, Valverde del Fresno y Villamiel, y una pedanía, Trevejo. Se trata de la parte más occidental de la comarca de la Sierra de Gata, un pequeño valle que llaman también Os tres lugaris, en referencia al habla de A Fala en tres de sus pueblos, con variantes locales porque en cada uno de ellos se conoce de una manera:  o mañegu, en San Martín de Trevejo, o lagarteiru, en Eljas, o valverdeiru, en Valverde del Fresno. Un valle fértil protegido por el pico Jálama -1.492 m de altitud- y el río Erjas que lo atraviesa. Conserva, además de su dialecto -galaico portugués según la idea más extendida- buena parte de su arquitectura tradicional y su costumbres, como la de fabricar sus propio vino en pequeñas bodegas caseras, pichorras, a las que los serragatinos suelen invitar a los amigos. En este entorno vamos a relizar la Ruta A Fala que recorre los pueblos mencionados. Hay dos versiones, la oficial podemos decir, que recorre los tres pueblos que usan A Fala y otra que llega hasta la aldea medieval de Trevejo. Nosotros hicimos la segunda, pero os dejo los dos tracks por si alguien prefiere la primera.

El track para GPS de la ruta oficial que discurre por el PR-CC184, 16,58 kms, recorre Os tres lugaris: Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo

El track para GPS de la que nosotros hicimos, 16, 7kms, comienza en Valverde del Fresno, Eljas, San Martín de Trevejo, Villamiel y Trevejo

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 Arrancamos en Valverde del Fresno el pueblo más grande de la comarca, el más comercial de todos por su cercanía con Portugal, junto a la ribera del Sabugal.

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 Enseguida dejamos Valverde buscando el camino de Eljas que atraviesa el arroyo de Malnombre.

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 Hasta el siguiente de los pueblos del valle seguiremos este pequeño sendero local que está bien señalizado y es bastante cómodo.

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 Un paisaje de pequeñas parcelas guardadas por muros de piedra en un invierno que mantiene aletargada la comarca.

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 Mirando los mapas es curioso comprobar la cantidad de caminos que tiene la zona, muchos en uso: el camino real de San Martín de Trevejo, el de San Miguel, o es de Eljas.

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 En algunos tramos conservan el firme original de piedra, habitual de antiguas calzadas, como parte de la calzada romana que se conserva en San Martín de Trevejo y por la que discurre la parte final de la ruta oficial.

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 No hay mucha distancia entre ambos pueblos y Eljas se deja ver enseguida, por su situación estratégica en la loma de la sierra que le da nombre.

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 Caminos que comunicaban aldeas, callejuelas que daban paso a las fincas hoy prácticamente abandonadas y sin uso.

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 Pasamos cerca del Canchal de la Muela bajo la Sierra del Espinazo, frontera entre Extremadura y Castilla León; el Valle de Jálama linda con el Espacio natural El Rebollar en tierras castellanas.

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 Es la zona más llana, la del Valle, arriba las sierras que hacen que este paisaje sea tan singular.

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Nos acercamos a Eljas por un paraje que llaman Pelumes.

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 La Sierra de Gata, como otras comarcas cacereñas, fue repoblada de pinos de manera generalizada, pocos quedan ya, excepto zonas muy localizadas; el fuego y la presión humana han acabado con ellos, quedan restos esparcidos, eso sí, por todos lados.

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Por aquí todo es Eljas, río Eljas, Sierra de Eljas, el pueblo…

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Si buscáis referencias en la zona, en A Fala, es río Erjas. Es un cauce fronterizo, de hecho hasta cerca de la localidad de Alcántara, donde desemboca en el Tajo, y durante unos 50 kilómetros sirve de frontera entre España y Portugal. Su punto más conocido es el puente romano de Segura en Piedras Albas que separa ambos países

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En algunos momentos se recupera el trazado original, hoy abandonado por tramos de tierra más cómodos, comenzamos la subida a Eljas. ( Sí, es cierto, nos acompaña Indiana Jones)

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Junto al pueblo pequeños rincones para el descanso, fuentes, merenderos, nos saludan.

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 Eljas, y el resto de pueblos, conserva ese encanto de lugares fronterizos, cultura arraigada, costumbres mantenidas porque nadie vino a romperlas. Tienen aire de supervivencia, de lugares olvidados, de huida y de refugio; hoy en esta vorágine que ensalza lo rural, lo auténtico, se han reivindicado como lugar de culto y presumen de su doble condición ibérica, de su habla característica, de su vino, de su aceite y de su paz.

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 Sus carteles, sus calles, su leite caenti, serragatinos que muestran las diferencias y las han puesto en valor.

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 Con algo menos de mil habitantes, Eljas, o As Ellas, como se dice en lagarteiru, es uno de los tres pueblos del valle de Jálama con un habla propia conocida como “A Fala”, que significa “El habla o la forma de hablar”. La variedad de Eljas, más cantarina que la de Valverde del Fresno o San Martín de Trevejo, se denomina de ese curioso modo, lagarteiru, por la afición de sus habitantes a la ingesta del reptil en cuestión y es el dialecto mas antiguo de la fala y con mejos injertos castellanos. Aunque ahora no es lícita la captura del lagarto, la tradición es la tradición y en Eljas se cocinaban los lagartos como en ningún otro sitio de la Península. Es por ello que el animal figura en el escudo. Al igual que Valverde del Fresno, en Eljas hubo una importante industria del contrabando entre los años 1940 y 1970. Hacemos parada para reagrupar y seguimos.

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No me digáis que no, ¿por qué vas a cortar el árbol? Y además queda bonito y en verano da sombra.

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 Eljas es un pueblo situado en la loma de la Sierra de su nombre y ofrece unas magníficas del valle y de tierras portuguesas, y aprovecha esta ubicación con excelente balcones para disfrutar del paisaje.

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 Y se disfruta, claro que sí, la vega fronteriza ofrece este aspecto en invierno, despoblado ya de los ocres y rojos de otoño.

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 Aquí en Eljas es donde la ruta se desdobla, podéis optar por la original que asciende hasta la sierra de Eljas y baja por el castañar de San Martín de Trevejo y la calzada romana, excelente también o por esta otra que realizamos nosotros, que baja hacia el valle y llegará hasta Trevejo. Buscamos el camino de San Martín.

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A este paraje le llaman Peñas de Enmedio ¿os digo por qué?

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Volvemos al camino por el Huerto Campo entre paredes de piedra.

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 En el track que seguimos hacemos un par de kilómetros por una peuqueña carretera, se puede evitar porque a la izquierda hay un camino paralelo que lleva al mismo sitio.

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 El invierno ha vaciado los árboles pero el otoño y la primavera son dignos de ver en este valle húmedo, los castaños y robles de las sierras que parecen escondidos se destacan en el paisaje en un verdadero festival de colores.

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Cruzamos el río de la Vega por el Puente del Molino Grande, cerquita de San Martín.

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 Nos saluda una mimosa florecida en un invierno extraño, falto de agua, aunque aquí en la comarca no se note en exceso.

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Desde hace unos años este convento franciscano del s XV, el Convento de San Miguel, se ha convertido en hotel dentro de la Red de Hospederías de Extremadura, Hospedería Conventual Sierra de Gata y nos recibe ahora.

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San Martín de Trevejo, una delicia, calles sinuosas por donde juega el agua. Sus casas construidas en el arranque con muros de piedra, sus escalinatas de peldaños de granitos llamados popularmente (Poyos) para acceder a la vivienda, y las vigas de maderas o vuelos de la vivienda que sobresalen a la altura del primer piso en cuyos bordes se decoran con figuras de rostros humanos son características comunes en casi todas las construcciones; constan esta viviendas en su generalidad de tres plantas, la planta baja sirve de Bodega y para el ganado, la primera planta para la vivienda y la segunda planta para desván o almacén. Idílico lugar muy visitado, de hecho, con algo menos de 900 habitantes tiene siete casas rurales y una hospedería -un hotel de cuatro estrellas-

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Parada obligada en su plaza para degustar sus vinos de pitarra, coger fuerzas y seguir el camino.

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Seguimos camino de Villamiel por antiguas veredas, única conexión con el resto de la provincia, vías de carros y mulas que hoy son testimonio de un entorno rural menos hostil y que disfrutamos ahora los caminantes.

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En este punto y hasta llegar a Trevejo caminamos por el GR 10, uno de los grandes senderos españoles que empieza en el mediterráneo, en tierras valencianas, y termina en el atlántico, en la costa portuguesa.

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En el campo siempre se ha usado lo que había.

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Para pasar a Viilamiel tenemos que ascender a la que llaman La Cumbre, una sierra de 867 metros de altitud con el pico Barrito Blanco a 1.127 metros.

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Aquí la venden como ruta turística, la verdad es que el paraje merece la pena, aunque la subida suponga un esfuerzo.

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Pero no hay esfuerzo sin sorpresa, castaños centenarios que dejan ver los años a través de sus oquedades.

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Un enorme robledal ahora con piel de invierno soporta el camino que en muchos de sus tramos conserva el firme original de piedra, no en todos desafortunadamente.

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Arriba en la cumbre oteamos el valle y divisamos, Eljas en su promontorio y al fondo, Valverde del Fresno.

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Descendemos entre castaños por un paraje que estalla en primavera y se vuelve mágico en otoño, en un entorno que llaman de Doña Elvira.

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Llegando a Villamiel, Trevejo y su castillo, ya nos vigilan, estamos en tierra de fronteras y eso se nota.

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Villamiel, su interior esconde una localidad atractiva, tranquila y con algún buen secreto gastronómico. Un paseo por el casco de Villamiel siempre es agradable. Está repleto de callejuelas bonitas, limpias y tranquilas. Un consejo, en los muros de la iglesia del pueblo que no es otra que la de Santa María Magdalena (S.XVI) podemos ver curiosas inscripciones de los canteros que no harán reflexionar a algunos sobre el sentido de la vida y, a otros, sobre el sentido del humor que tenían. No dejéis de buscarlas.

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Atravesamos Villamiel y seguimos por el camino que conduce a unos de los lugares más atractivos de la Sierra de Gata: la aldea de Trevejo.

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Este tramo de la ruta es una delicia porque tienes la sensación de que el tiempo se ha parado en años de caballeros y cabreros.

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Atravesamos dos arroyos, el de la Viuda y el de los Lagares, con la sierra de El Ahigal al fondo.

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Disfrutando de la Sierra de Gata en su rincón más visitado. Trevejo es un imán para el turismo. Pero aquí la vida es otra, el campo sigue siendo el sustento de casi todos.

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Alcanzamos el Puerto de Trevejo, 725 metros de altitud, a punto de terminar la ruta. Como antigua comitiva que busca posada y descanso.

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A esta altura los piornos cubren la sierra y nos dejan dsifrutar de un paisaje de invierno. Es el tercer ascenso del día, tres sierras, tres.

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La sierra de Las Tres Rayas y esta vaguada que llaman Canto del Escaño, abajo el arroyo de Moncalvo.

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Llegamos al destino: Trevejo. Historia y esencia de la Sierra de Gata. Con unas decenas de habitantes tiene varias casas rurales, que dan vida a este pequeño enclave medieval. Dicen por aquí que además de una pequeña pedanía arrullada por las ruinas de un castillo, Trevejo es mucho más, es la esencia de la Sierra de Gata: el paisaje, la arquitectura, los escudos, el musgo, las tumbas antropomórficas, la espadaña…Hasta la propia carretera de acceso, rodeada de castaños o el precioso camino alternativo preparan al viajero para descubrir el secreto mejor escondido de Sierra de Gata.

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Apenas unos cuantos vecinos viven en esta pequeña aldea medieval. Su forma de vida es real, sorprendentemente ajena al turismo que a pequeñas oleadas altera su paz. Aquí todos hablan de Chón, su «alcaldesa» y merecedora de un busto de granito que adorna la entrada de su casa, los trevejanos miran entre asombrados y amables como su otrora humilde pedanía es hoy envidia de los pueblos más prósperos de la Sierra de Gata y admiración de los múltiples visitantes foráneos  que se acercan al lugar.

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La razón, esta fortaleza magnífica, hoy muy deteriorada, desafortunadamente. Sus orígenes son árabes, en torno al S. XII, aunque la parte hoy visible es tres o cuatro siglos posterior, de cuando las Órdenes Militares como las de Santiago y Alcántara dominaban estas tierras. Su semi-destrucción se debe a los franceses como habitual estrategia de retirada. Merece la pena subir hasta arriba del todo y contemplar las preciosas ruinas y espectacular paisaje. Las puestas de Sol desde lo alto de la atalaya son, sencillamente, espectaculares.

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Siempre he oído decir a los serragatinos que aquí la prisa no existe, ellos dicen que «el tiempo lo dan dao».  Para quienes amamos Extremadura la Sierra de Gata es un refugio, un referente, y lo es todo el año para el senderista: por sus cumbres, por el agua, por los valles, por los bosques, por la historia y porque vienes, y en cuanto entras, ya eres de aquí.

Dice Jose Miguel López, uno de esos enamorados y defensores de la comarca, propietario de una bellísima casa rural en Eljas -y conozco unos pocos empresarios de turismo en la Sierra de Gata que hablan con pasión de este entorno- dice que «la Sierra de Gata es, de verdad, uno de los últimos paraísos vírgenes que quedan en España. Un lugar que ha estado tradicionalmente aislado; la naturaleza desbordante, húmeda y variadísima, la arquitectura, la amabilidad de sus gentes y sus cauces de agua omnipresentes, la convierten en una especie de reserva natural al alcance de personas como tú que, de alguna manera, han llegado hasta ella» y como creo que son muy acertadas sus palabras, las hago mías. Tengo tantos amigos en la Sierra de Gata, que siempre que vengo estoy como en casa, y feliz.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2015

Ruta del Cubo y el Castillejo. Santiago del Campo

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 La comarca de los Cuatro Lugares, lo conforman los municipios de Talaván, Monroy, Hinojal y Santiago del Campo; cuatro localidades que se asientan sobre la penillanura cacereña y que limitan al norte con el río Tajo y al sur con el río Almonte, justo antes de que este último vierta sus aguas en el largo e ibérico Tajo y ambos duerman obligados por el pantano de Alcántara antes de volver a chocar con la presa de Cedillo y luego pasar a Portugal. Los cuatros pueblos forman un cuadrado  geográfico que alberga, justo en el centro, el pantano de Talaván y que es atravesado por la carretera EX-390 que une la ciudad de Cáceres con Torrejón el Rubio, es decir, con el Parque Nacional de Monfragüe. Dehesas, grullas, tierra de dientes de lobos de pizarra, riscos, riberos, antiguos caminos medievales como dejan testimonio algunas joyas que aparecen cuando la sequía baja la cota del pantano: los Puentes de Don Francisco de Carvajal y Sande que cruzan los ríos Almonte y Tamuja, construcciones de 1.530 que facilitaban el tránsito entre Cáceres y Plasencia.

Este es el marco en el que el Ayuntamiento de Santiago del Campo organizó la I Ruta Senderista El Cubo y el Castillejo, que hace referencia a un antiguo molino y un castro prerromano por donde discurre el paseo. Los senderistas fuimos recibidos con un desayuno y terminamos disfrutando de un día magnífico en la I Feria Agroalimentaria. La ruta circular de 10 kms es una delicia, con paisajes y restos de la vida agrícola y ganadera de la comarca.

Aquí tenéis el track para GPS

Era una prueba de fuego para el ayuntamiento, cuando llamó para pedirnos consejo no esperaba reunir a 800 personas, pero fue un éxio. Las primeras luces sirvieron para recibirnos con una café y unas migas extremeñas en la Plaza de la Torre del Reloj, el comienzo de un día espléndido.

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 Santiago del Campo, algo menos de 300 habitantes, es uno de los pequeños pueblos de la provincia de Cáceres; en su renovada página web me topo con este texto que comparto con vosotros y que resume en pocas palabras lo que experimentas cuando vienes aquí: «Nos saluda un pueblo pequeño, sosegado, de los que dan sana envidia a ciudadanos cosmopolitas. Sus gentes hablan de casas cerradas, esperando al estío para que vuelvan a abrirse las puertas por quienes las cerraron para partir a otros lares; un buen hombre se apresura a decir que ya sólo quedan unos cuantos viejos, de esos que han trabajado toda su vida el campo, que casi octogenarios toman un hacha y marchan a desmochar su lote de olivos en la Dehesa Boyal, árboles centenarios que han sido mimados generación tras generación.»

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Salimos por la Era vigilados por la iglesia de Santiago Apóstol en las primeras luces de la mañana.

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 Por el camino de la Venta del Moro por el que vamos, las primeras luces se posan en la dehesa, un contraste de tonos que parece pintado para recibir a los senderistas que disfrutamos de esta hora mágica.

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 El núcleo está situado en una llanura quebrada. La mayor parte del término es ondulado, propio de la penillanura trujillano-cacereña, con pequeñas elevaciones entre las que destacan los cerros de las Vacas, Pajarero y Castillejo, y la loma de la Dehesa.

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El ayuntamiento sabe que es la primera vez que invita a tanta gente a conocer su pueblo y su entorno y cuida cada detalle, nos llevamos un pequeño recuerdo que dentro de unos años no servirá para decir que estuvimos en la primera ruta.

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Formamos una larga fila, que deja los llanos de los alrededores y se adentra en la dehesa, cerquita de lo que los santiagueños llaman Fuentesanta.

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El otoño regala estas cosas, en esta tierra pizarrosa, rica, las setas y hongos crecen por doquier. Y queda inmortalizada esta pareja

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En toda la penillanura cacereño-trujillana son habituales estas formaciones rocosas de pizarra que llaman dientes de perro o dientes de lobo y que aparecen siempre entre las encinas.

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 La dehesa es la magia de la simbiosis entre el hombre y la tierra, una admiración sostenible y sostenida con paciencia; estamos en el paraje que se conoce como el Ruedo. La rutina del ciclo de la vida continúa a pesar de la presencia de tanto extraño.

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 Dejamos la zona más llana y entramos en las estribaciones de los ríos, donde pequeñas ondulaciones del terreno, suaves lomas, nos obligan a un sube y baja constante pero cómodo.

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 Debe ser por esto, digo yo, que encontramos en nuestro camino muchos árboles ayudados a mantenerse erguidos. Bastones fabricados con pizarra, curiosas columnas de piedra sobre las que descansan los troncos; no lo había visto nunca, construido así.

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La ruta no tiene pérdida, sólo hay que seguir el camino, aunque hay que decir que algunas señales nos indican hacia dónde encaminar los pasos. Hacia el Molino del Cubo nos dirigimos.

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 Y así atravesamos el Arroyo de Gamones a Fuente Blanca, nada caudaloso pero aprovechado como todo en la dehesa.

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 El ayuntamiento ha restaurado este casa antigua de porquero con más de 200 años, el Chozo de las Corralás. La han recuperado con un taller de empleo y recuerda el oficio de porquero y las cochiqueras o corralás donde se cuidaba a las piaras de cerdos en la dehesa, un oficio bastante más suave y menos duro hoy en día.

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Desde el cerro donde se asienta esta choza descubrimos la razón obvia de por qué se construyó aquí, en el reino de la bellota, la dehesa extremeña.

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 Junto a la choza, las corralás, cochiqueras o pocilgas de los cerdos; el ayuntamiento quiere recuperar también estas viejas construcciones de pizarra en desuso.

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 Ya comento que el ayuntamiento de Santiago del Campo era consciente de que íbamos 800 personas, que era su primera ruta pública y no descuidó detalle, apoyo y avituallamientos, no faltaron.

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 En una de estas elevaciones, de algo más de 300 metros, la dehesa se muestra inmensa, se pierde a la vista en la penillanura cacereña, delante está encajonado y guiado el río Almonte en sus últimos coletazos, todavía no lo vemos.

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Cerca la autovía A-66 o de la Vía de la Plata atraviesa el Almonte gracias a uno de esos monstruos de la ingeniería, uno de los grandes puentes, y hay varios, que se han construido en esta zona para autovías, AVE, carreteras cnvencionales o conducciones de agua, un espectáculo.

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Otro punto de apoyo para los muchos olivos que se mezclan con encinas y robles en toda la dehesa, son harto curiosos… y bien pensados ¡qué mimo! ¿verdad?

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Termina el camino, perdido por lo años, hay que bajar al molino campo a través. Quedan apenas 800 metros.

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Otro aprovechamiento sostenible de lo que hay alrededor, usar la piedra de pizarra para fabricar un pequeño comedero para los animales, tiene un nombre pero no lo recuerdo.

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 Dehesa y dehesa, uso del bosque mediterráneo durante generaciones han moldeado este paisaje hasta hacerlo exclusivo. Santiago del Campo esconde estos rincones, pero tienes que venir andando.

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Mientras descendemos hasta el molino el Almonte asoma un poquito. Nos espera.

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 Este el Molino del Cubo, molino harinero con más de doscientos años de vida, que da fe de los antiguos oficios, el uso y aprovechamiento que se hacía de las caídas de agua. El molinero cobraba a quien necesitaba moler en especias, lo que se conoce como la maquila. Aprovecha un pequeño meandro del Arroyo del Lugar o de Santiago. Dicen los lugareños que hubo más molinos en este arroyo y en el Almonte que se perdieron con la construcción del pantano.

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Llegamos al molino, pero como la física no falla, todo lo que se baja, se sube…

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 Que me gustan los apoyos de los olivos, curioso también que en algunos de ellos, se construyese una pequeña pared, de pizarra por supuesto, que impedía que las aceitunas al caer del árbol saliesen rodando colina abajo. Es pura adaptación al medio, antropología, las cosas que aprende uno cuando caminas con la gente de aquí.

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 Seguimos remontando el arroyo hacia arriba para descubrir otra de las sorpresas que nos tienen preparadas, acabará siendo una ruta muy didáctica y completa.

 

 

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 LLegamos, se trata de la Charca del Tío Mendo, servía para asegurar que el Molino del Cubo, ribera abajo, tuviese agua para la molienda siempre, por lo que esta pequeña presa la almacenaba para soltarla sólo en los momentos de hacer funcionar el molino. No se descuida detalle el en campo, todo tiene un porqué.

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 Las sucesivas crecidas del arroyo han acabado con parte de la presa. Se llama Charca del Tío Mendo por la persona que lo cuidaba. arriba en el cerro la Choza del tío Milano, que sembraba productos en la vega de la charca.

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 Atravesamos las tranquilas aguas del arroyo sin mucha dificultad y seguimos el camino por una pequeña ladera de un lugar de nombre curioso: Pasil de la Centenosa. Pasil, un término casi perdido que hace referencia a la parte por donde puede atravesarse a pie una corriente de agua, o también y seguramente más apropiado para la zona que transitamos, es un vocablo que también se utiliza para designar el lugar de paso, estrecho necesariamente, entre dos fincas colindantes.

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 Tierra de encinas y setas, un tesoro buscado en otoño que hace las delicias de las mejores cocinas, la dehesa está llena de ellas.

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Siguiente parada, el castro prerromano del Castillejo, que da nombre a la ruta.

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Llegamos a la loma de otro pequeño cerro, desde donde observamos el lugar en el que acaba el Arroyo del Lugar anegado por el embalse de Alcántara.

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 Es sabido que las antiguas tribus buscaban asentamientos con fácil acceso al agua, este es el caso del Castro del Castillejo, de época prerromana, es uno de los muchos que se han datado en toda la cuenca del Tajo, estamos hablando del III al I mileno antes de Cristo. Se han encontrado estancias, restos de elementos como vasijas o fundición, se sabe que eran tribus dedicadas la pastoreo y la recogida de frutos silvetres.

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 Desde este promontorio el Almonte ofrece esta imagen que nos vuelve a mostrar el puente de la Autovía de la Plata.

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Regresamos de nuevo hacia Santiago del Campo por el camino del Molino del Cubo, dejamos atrás la zona más escarpada y volvemos al llano.

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 Ganadería en el paraje que llaman Pie de Sancha, se despeja la dehesa en los usos mas intensivos cerca del pueblo.

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 Así despacito y encantados con lo visto vamos llegando al pueblo, termina el paseo por los cuatro lugares.

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 La dehesa que nos ha acompñado en apenas diez kilómetros nos ha mostrado muchos de los antiguos oficios que mantuvieron a la gente pegada a su tierra natal, hoy ha cambiado bastante aquel mundo rural y duro; en Extremadura muchos pueblos envejecen, y miran ahora a nuevos yacimientos como el turismo para intentar fijar la poca población que va quedando.

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Para terminar un jinete nos regala esta imagen, buen final. es un privilegio vivir en este entorno, hoy afortunadamente cuents con servicios suficientes, esperemos que por mucho tiempo más.

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 La Iglesia de Santiago nos recibe en el lado sur del pueblo, paredes de pizarra delimitando fincas, dibujan un entorno rural muy habitual en Extremadura.

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 De cerca se ve así, la iglesia de Santiago Apóstol, ubicada en el Sur del pueblo, en lo que se conoce como Barrio Nuevo, es el principal patrimonio de Santiago del Campo. Su obra comenzó a edificarse en el primer cuarto del siglo XVI y se concluyó en el XVIII.

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 Como comentaba al principio en el pueblo se celebraba la I Feria Agroalimentaria y se ofreció caldereta de cordero a todo el mundo. Un remate final perfecto poder comprar productos de calidad, artesanía pura de la gastronomía: cerveza artesana, quesos, dulces,embutidos… así habrá que volver seguro.

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Santiago del Campo nos recibió con las primeras luces del alba y nos despide con esta luz de mediodía. Un día redondo para un paseo fantástico.

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 Venir a la dehesa es como cocinar paisajes: encinas, alcornoques y olivos, sobre una alfombra de hierbas silvestres, jara y romero. Un paisaje, humanizado pero sostenible,  es el resultado de una larga historia, que se remonta a la Reconquista, por ello es habitual que en él nos encontremos con árboles centenarios, encinas y alcornoques, aunque también pueden aparecer en zonas más húmedas fresnos y robles. En estas tierras que rodean el Parque Nacional de Monfragüe la belleza es la misma, seguramente no tan nombrada pero igual de apetecible. Enhorabuena a los organizadores, lo mejor, que te reciban con un sonrisa de oreja a oreja y que estén ellos más agradecidos porque hayas venido que tú por haber sido agasajado de principio a fin. Haced la ruta sin prisas y disfrutad de cada pausa, en Extremadura, el tiempo lo dan ‘dao’.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2015

Ruta de los Castaños Centenarios y Era de San Bernabé. Valle del Jerte

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El Valle del Jerte, en el norte de la provincia de Cáceres, ofrece múltiples espectáculos, desde la popular fiesta del Cerezo en Flor al rojo de la cereza a finales de primavera, desde la otoñada en bosques de robles y castaños, pasando por sus pozas y saltos de agua, a la arquitectura tradicional en pueblos que te enamoran. Otros tesoros hay que buscarlos y, afortunadamente como hemos dicho más veces sólo se puede llegar andando a ellos. Casas del Castañar, como su nombre indica se rodea de castaños y robledales. Asentada en las faldas de la Sierra de Bernabé en el Sistema Central conserva varios de los que se llaman Árboles Singulares de Extremadura, mágnificos ejemplares que aquí son cinco castaños que en algún caso superan los 700 años. Nosotros hemos unido la ruta original de los castaños, de apenas cinco kilómetros con otra ruta denominada Era de San Bernabé, un magnifico mirador del Valle  que nos lleva a hacer unos doce kilómetros en total. Un paseo lleno de paisajes y sorpresas que no os dejará insatisfechos.

Aquí tenéis el track para GPS de esta ruta

Hemos tenido suerte, se anuncia un día de otoño limpio con nubes y claros, tras algunas jornadas de lluvia, que nos va regalar fotografías excelentes. El otoño en Extremadura son matices, luces, colores y muchos sabores; es tiempo de castañas, granadas, nueces, setas, madroños…. frutos del bosque que hacen más deliciosa cualquier visita.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Como cuentan en la web del Valle del Jerte sobre Casas del Castañar, «quien hoy viaje por la carretera que lo cruza creerá que se trata de un pueblo sumamente modernizado, a juzgar por los edificios levantados en sus laterales. Sin embargo, tomando cualquiera de las vías descendentes, se penetra en un caserío antiguo, llamativo y pintoresco, de elevadísimas casas entramadas, con solanas en el último nivel para mejor recibir el sol que secaba los pimientos, los higos, los melocotones, etc. Sorprenden las fachadas enjalbegadas, con encalados reverberantes que llegan hasta las vigas de la planta primera. Al igual que en otras poblaciones serranas, su urbanismo adolece de falta de planificación, con vías sinuosas y estrechas, ensombrecidas por los altos edificios.»

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La ruta arranca en la parte alta del pueblo, un panel informativo nos indica el punto de partida,  guiado a través de las marcas blanca y verde, no homologadas, aunque son iguales a las de un sendero local muy bien señalizado e indicado durante toda la travesía.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Salimos del pueblo por un camino que nos lleva entre pequeños huertos acotados por paredes de piedra en el paraje del Llano Herrero donde los castaños avisan de lo que vendrá después, un ejemplar centenario nos tiende la mano al borde del camino.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Es otoño y estos gigantes escupen su fruto protegido por vainas de espinas, lo tiran al suelo para ser recogido. Aquí la castaña es un bien que se recolecta y da dinero.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerca, un castañar nos ayuda a entender porque a las Casas le pusieron ese apellido. Es curioso, porque se ven plantones de estos árboles que son sembrados para aprovechar el fruto, el ciclo de la tierra y su aprovechamiento no se ha perdido.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cerezos, robles y castaños, ese es el paisaje en la Sierra de Gredos, esta, la de San Bernabé, esconde el único pueblo de la comarca que no mira al valle: Barrado, donde por cierto hay otro árbol singular: El Roble de la Solana.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No mucho más arriba, la ruta se bifurca, hacia la era y hacia los castaños, como ya he dicho hemos unido las dos; nosotros caminos hacia la izquierda, siguiendo la senda de los castaños, ya nos uniremos a la otra un pelín más arriba.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Vamos ascendiendo y el valle se dibuja, Cabrero otro de los pueblecitos encantadores del Jerte se muestra así en un día claro de otoño. Las columnas de humo son debido a la limpieza y la poda de los cerezos que, aprovechando el otoño, reciben los cuidados necesarios tras el estrés del verano.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No tardamos mucho en llegar al paraje de Condilobos, donde nos encontramos el primero de estos druidas del bosque, el Castaños de Escondelobo, o Condelobo, más de 700 años de vida, cuando este portento comenzó a crecer no había nacido siquiera Cristóbal Colón.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Este patriarca del bosque nació en plena edad media en tiempos de Felipe IV, cuando la peste negra asolaba Europa y Francia e Inglaterra se batían en la Guerra de los Cien Años. Son dos de los mayores castaños de la especie Castanea Sativa  a nivel regional y nacional. Con nada menos que 9,21 y 10,77 metros de perímetro de tronco respectivamente la presencia de estos especímenes es sobrecogedora. Su enigmática forma y belleza hace que parezcan sacados de un cuento de hadas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta ha sido siempre tierra de robles y castaños, hay crónicas del siglo XVI del médico Luis de Toro que hablaban de la «infinita y numerosa selva de castaños» en el Valle del Jerte. Las enfermedades y el monocultivo del cerezo acabaron con casi todos ellos. Resisten muchos que se han plantado para su aprovechamiento, y otros como este de Escondelobo que han visto pasar generaciones y generaciones de vallejerteños que acudían bajo su copa a recoger el regalo de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recoger castañas es un oficio en el valle y llegado el otoño las familias se entregan a ello.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Repartidos aquí y allí aparecen grandes castaños en esta umbría serrana que nos tiene obnubilados mientras no paramos de disparar la cámara.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bosques rehechos, sembrados, aprovechables. La tierra lo da todo y todo se aprovecha. El valle se ha hecho ya a la medida del hombre, pero conserva su belleza, domada, eso sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Un poco más arriba sigue la fiesta de los gigantes, hermanos del Escondelobo, su tamaño impresiona y se asoman al camino buscando sus años de gloria.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Elevan sus ramas metros y metros como quieriendo agarrar el cielo, reclamando la luz que alimenta estos troncos, pilares de la tierra que han venido a sujetar la montaña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

A su alrededor el resto de árboles les miran con envidia y respeto; como de pequeños admirábamos a los más mayores, son dueños del bosque, los más admirados.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Son visibles en el camino, llaman la atención a primera vista por su tamaño y su porte, están repartidos aquí y allá y no sientes sus presencia hasta que no estás cerca, es como si el bosque los difuminase.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Primera sesión de fotos, después de centenares de disparos seguimos el sendero, una brecha en este desfile de robles y no tarda en llegar el siguiente gigante…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Le llaman el Castaño de los Realengos. La altura de este ejemplar de Castanea Sativa  supera los 25 metros y su perímetro de tronco es de 6 metros. El majestuoso árbol conserva además su porte natural, algo muy raro de ver en esta especie.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Cuando Antonio se sitúa a su lado tienes la referencia de su tamaño, dice que no lo han cortado  nunca y que ha crecido sin ayudas ni podas,

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Su tronco es como el rostro humano: expresa los años, las cientos de veces que vivió el otoño y el invierno, la gente que pasó por delante, generaciones a las que ha sobrepasado; si estos centenarios hablasen…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Es tan mayor y recibe tantos cuidados que tiene su propio paisaje, vigila El Torno, en la solana del Valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino hace amigos y cruzamos nuestros pasos con un casareño que nos relata las bondades de la zona, gracias a él encontramos otro de estos castaños, este con una historia particular.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que desviarse a la izquierda del camino, y tomar una pequeña vereda que nos lleva hasta él unos metros más arriba, hay que fijarse bien pero si vas atento lo localizas a simple vista, encontrar el caminito no es muy complicado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El suelo del bosque tiene sus propios habitantes, sólo hay que saber mirar.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos contaba este amigo de las Casas que el tronco de este castaño era aprovechado por los cabreros para dejar protegidos a los cabritillos recién nacidos, hacían una pared de piedra, todavía visible,  los dejaban ahí mientras subían con las madres a la sierra para que se alimentasen

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La huella de los años es tan bella…

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La Sierra de San Bernabé separa el Valle del Jerte de La Vera y el valle del Tiétar, en la zona que pisamos hay picos singulares: La Roza de la Cana-1049m-, Las Escobachas-1073m-, Cerro Bullón-1117m o Los Cerezillos-1110m- es una sierra densa.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El otoño apaga el paisaje con nieblas, con esa bruma que difumina las formas, insinua pero no enseña.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Al borde del camino siguen apareciendo los restos del bosque centenario, hoy sería un espectáculo pasear por una arboleda llena de estas joyas de la naturaleza.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Hay que dejar el camino y tomar una senda a la derecha para llegar a la Fuente de las Escobanchas donde el último de estos abuelos espera la visita, como siempre el entorno es tan mágico como ellos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

 

Y aquí está el Castaño de la Fuente de las Escobanchas, árbol singular, de nuevo son dos castaños declarados Árboles Singulares al igual que sus hermanos anteriores,  presentan unos portes figurativos muy poco comunes que recuerdan a una gran mano. Sus perímetros de tronco superan los 7 metros.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Nos detuvimos lo justo porque nuestro compañero casareño nos advirtió que se había instalado en el árbol uno de esos enjambres de avispas africanas y ya tuvimos una experiencia desagradable hace tiempo con ellas y no es para andar con bromas sus picaduras son bestiales y dolorosas, y estaban, a fe que sí.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En fin continuamos la ruta por un pequeño sendero que nos devuelve al camino principal. Sigue muy bien señalizado.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

No ha llegado el otoño plenamente pero se intuye el color de la hivernada en el bosque, los robles se preparan para el invierno duro de la sierra, mejor tirar la hoja y dormitar hasta la primavera.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Mientras enlazamos una ruta con otra por una senda casi invisible ya en desuso, nos entretenemos con la naturaleza que sale a nuestro encuentro.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Algunos de estos castaños tienen formas caprichosas, heridas de los años, que los convierten en un amasijo de ramas, formas imposibles que tardan decenios en moldearse. Caprichos de la naturaleza para deleite de humanos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Recuperamos el camino que nos llevará a la atalaya de San Bartolomé, andando entre árboles, gargantas y sonidos que se imaginan en cada imagen.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle cereza dormita, relaja la tensión y el esfuerzo del fruto, tiran la hoja los cerezos y los bancales que se elevan cada vez más, se llenan de hojas, ahora toca sanear, podar y descansar hasta que la Fiesta del Cerezo en Flor anuncie el comienzo de otro ciclo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

En este punto podéis optar por volver la pueblo o continuar hasta la Era de San Bernabé, nosotros subiremos claro a disfrutar del Valle

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Y es que merece la pena seguir subiendo, desde este lado Los Montes de Tras la Sierra y El Torno, una de las localidades del Jerte consideradas balcones del valle; a la derecha dos picos: Cabeza del Santo y el Fraile.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle es una continuidad de colores, el río separa en dos estas montañas por su vértice más bajo. Rebollar otro de los núcleos vallejerteños. De la sierra bajan muchas gargantas a morir al Jerte: en lo que alcanza la foto las de La Puria, la de Los Anzuelos y la de Los Riscos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Abajo el Jerte, domado por el pantano de Plasencia, abandona su bravura y su belleza; bien es cierto que adquiere otra diferente que no le resta encanto. Seguimos caminando.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Según ascendemos, vemos el arranque del valle y el pantano en la zona más libre de bancales, más cerca de Plasencia, es, puede decirse, el prevalle, la Sierra de la Oliva, donde aún no han llegado los cerezos.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Llegamos por fin a la Era de San Bernabé a nuestras espaldas, y aquí nos detenemos a disfrutar del espectáculo. Merece la pena.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Así comienza el Valle del Jerte, Plasencia al fondo y el pantano, luego el bucólico valle, el de las flores y el rojo cerezo.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Fin de la ruta y vuelta atrás, las explicaciones en el cartel. Un poco de historia.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Esta es la Era de San Bernabé, sigue siendo pública y usada por los vecinos de la zona.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Regreso magnífico peinando el valle.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

La niebla se ha levantado y los robledales muestran toda su paleta de colores, el sol está alto y acompaña en esta mañana de otoño.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Lo bueno del recorrido que hemos hecho es que no volvemos por el mismo camino, y disfrutamos de una ruta completa y distinta en todo su recorrido. Ahora, además, el Jerte tiene otra luz.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El camino de vuelta nos lleva entre bancales, donde la actividad es evidente, preparan los cerezos para el invierno. La tierra hay que cuidarla.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Bancales de ensueño que convierten al Jerte en ese lugar tan singular, caminamos por el paraje de La Cebadilla por una pista ancha y cementada.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

El valle tiene todas las estaciones y un encanto especial en cada una de ellas. El otoño, también es una fiesta en el Jerte, la llaman la Otoñada, y coincide con la Calvotá, la fiesta de las castañas.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

 

Alcanzamos Casas del Castañar, ahora por la parte más baja donde nos recibe el pequeño parque construido sobre una  garganta, rincón fantástico para despedir la caminata.

Castaños Centenarios en el Valle el Jerte

Cada vez que piso el Valle del Jerte noto que mi cámara de fotos se pone nerviosa, al igual que los ojos, abre el diafragma como si no quisiera perder ni un píxel de belleza, se emociona con los tonos y los capta con tanta delicadeza como si pintase óleos gigantes de lugares idílicos; enfoca los detalles, busca los rincones, los árboles, gargantas, senderos, capta el sonido del agua cuando la inmortaliza, elige la velocidad adecuada para mirar la realidad de la que quiere apoderarse. Mi cámara no pierde detalle porque huele el Jerte antes de que aparezca; dispara cientos de imágenes que guarda en la memoria con la delicadeza de lo frágil, tanto como el equilibro que mantiene este paisaje y lo muestra encantado a quienes quieren compartirlo. Cuando regresas a casa y descargas el trabajo en tu ordenador, aún huele a Jerte, aún huele a otoño.-

©vicentepozas2014

Ruta Garganta del Caozo. Valle del Jerte

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 El Valle del Jerte es, sin duda, uno de los lugares más bellos de Extremadura, este enorme valle en V recorrido por el río Jerte es un ejemplo de sostenibilidad, donde agricultura, turismo y desarrollo forman un todo que ha hecho posible el milagro: que el valle sea un reclamo todo el año. Un lugar encantado y encantador donde el cerezo en flor es una fiesta, la otoñada un regalo de colores, el verano es riqueza y rojo cereza y el invierno es nieve en las cumbres de Gredos. Uno de sus tesoros, son sus gargantas, caídas de agua, pozas y desniveles que son un reclamo, rincones escondidos que se convierten en regalo para el visitante. Una de estas gargantas es la del Caozo entre Piornal y Valdastillas; la ruta que haremos parte de la localidad de Navaconcejo, en la zona baja del valle y sube hasta la mitad de la falda de Gredos donde se encuentra esta magnífica caída de agua. Nosotros haremos la ruta circular, con salida y llegada a Navaconcejo, subiendo por el camino real y bajando entre bancales de cerezos después de disfrutar de la cascada. 18 kms para enamorarte del valle que hicimos con el grupo de senderismo Catelsa Cáceres.

Os dejo el track para GPS de un compañero de ruta Teófilo Amores

 Iniciamos la ruta paralelos al río Jerte antes de afrontar la subida hasta la cascada del Caozo por una pista ancha, debemos cruzar la carretera N 110 que atraviesa el Valle del Jerte.

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Casi hasta la garganta transitamos por el Camino Real que une Navaconcejo con Piornal, el pueblo más alto de Extremadura a 1.175 metros de altitud, nosotros nos quedaremos a mitad de camino para tomar una ruta alternativa que nos lleve a la cascada.

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Tuvimos la suerte de hacer la ruta en junio, con los cerezos del Jerte en pleno apogeo y disfrutar del espectáculo de la fruta de la cereza en su mejor momento.

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Son días de mucho ajetreo en el valle, la cereza es delicada y hay que recogerla antes de que se estropee o algún fenómeno climático, como las tormentas, pudiese dañarla. Hay dos millones de cerezos en el Valle del Jerte y la actividad es constante.

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Jerte se caracteriza por su cereza picota, exclusiva del valle, muy apreciada por su sabor y su carne. Una recogida que llevará la cereza a toda Europa y América y que es el motor económico de la comarca.

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El camino está señalizado, transitamos por el Pequeño Recorrido CC 15, es todo subida hasta la garganta, con algunos repechos importantes, de hecho el trazado completo, hasta Piornal tiene un desnivel acumulado de 900 metros

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 La ascensión rápida te deja el regalo de  contemplar el valle desde lo alto. Jerte es una delicia y se disfruta con vistas generales como esta. Abajo Navaconcejo de donde hemos partido.

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 El camino está salpicado de bancales de cerezos, comunes en la zona y todo un espectáculo, pero tambien de bosques de robles y castaños, la sombra se agradece en un día caluroso.

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La magia de los colores y las primeras luces del día te embelesan y animan a seguir caminando. Es el valle más escondido, el que no se ve desde la carretera, un valor añadido que ganas caminando.

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La tentación es roja. Jerte se organiza en cooperativas y cuenta con Denominación de Origen propia, es de las más activas de Extremadura y la de mayor éxito. Caminar entre cerezos es una delicia, y una tentación constante.

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La picota del Jerte es grande en salud. Tiene ocho vitaminas, potasio, calcio, sodio y magnesio. Es diurética, no engorda y es un potente antioxidante, por lo que frena el envejecimiento y favorece la eliminación de toxinas.

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 Aunque te distraigan los cerezos, casi caídos por el peso de la fruta, seguir el camino es fácil, no obstante hay que estar atentos a algunos cruces, es un sendero que se divide en muchas ramificaciones que dan acceso a las fincas. Como todo, es cuestión de seguir la señalización.

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 Entre cerezos y bancales la naturaleza se desborda en un valle fértil, de temperaturas templadas en verano y primavera. El Valle del Jerte es visitado cada año por miles de personas, su oferta turística de servicios es cada vez mayor y más variada.

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 El Valle del Jerte, en el norte de Extremadura, es famoso por la floración de los cerezos en primavera; un increíble espectáculo de más de dos millones de árboles tiñendo de blanco las laderas del valle que con los primeros calores del verano se tornan en rojo intenso.

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 El Valle del Jerte se encuentra entre dos cadenas montañosas dentro del macizo de Gredos: la Sierra de Tormantos al sureste (en el macizo central) y los montes de Traslasierra y sierra de Béjar al noroeste (en el macizo occidental de Gredos). Nosotros estamos en las faldas de Tormantos. Si os fijáis, a pesar del calor de junio, aún quedan neveros en la sierra.

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 Es necesario coger fuerzas, aliento, también obligatorio detenerse a disfrutar del entorno. El Valle del Jerte ha sido históricamente el paso natural de Extremadura a Castilla. Tierras de trashumancia, todavía se emplea el Camino Real para conducir al ganado en su viaje a los pastos de verano. Estamos en el Canchal de Truena

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 Reiniciamos la ruta, paseando entre bancales y es que siguiendo una tradición familiar de siglos, más de dos millones de cerezos se cultivan artesanalmente en bancales labrados en las altas montañas del Valle, entre manantiales cristalinos y aire puro.

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 En un alto despejado de la subida, la imagen del valle en su inicio es sencillamente genial. Al fondo Plasencia, el pantano del Jerte y en primer término Valdastillas.

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 Por un momento dejamos el camino amplio y pisamos pequeñas veredas mientras caminamos entre robles y castaños que en esta época están exultantes, generando un fruto que aquí también es muy apreciado, la castaña,  antes de que el otoño los envuelva en esa magia de amarillos, ocres y rojos. Un rincón que llaman el Viñazo de las Ánimas.

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 Andaremos algo menos de un kilómetros por una de las pequeñas carreteras de montaña que hay en el valle para llegar hasta la garganta, no tiene mucho tráfico pero hay que ir con cuidado. Si os fijáis hasta la carretera llegan las cerezas que casi la invaden.

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 Alli está la Garganta de Bohonal que en su caída desde la alturas crea la Cascada del Caozo, un lugar muy visitado.

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 Esta es la cascada del Caozo, recibe cientos de visitas a diario, y es una pena que hoy no se pueda ver sin esa discutible estructura de hierro que a modo de balcón han colocado en la mitad de la foto.

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 Si subes más arriba tienes esta perspectiva de la pasarela, el flujo de visitas es constante. El tamaño de la cascada, también.

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 Agua de sierra, agua de nieves, de manantiales que, en su afán por llegar hasta las aguas del Jerte, crean estas caídas de agua naturales que son un espectáculo.

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 En el Valle Jerte hay muchas gargantas, algunas conocidas como la de Los Infiernos donde están Los Pilones, una marmitas naturales horadadas en la roca que son una delicia para el baño; otras como la de Las Nogaledas, la de los Buitres, la de Las Monjas, la de La Puria o la de Bohonal en la que estamos completan el mapa del agua del valle.

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 Curiosamente este arroyo tiene otra caída más abajo, la de Calderón menos conocida, menos accesible pero también muy bonita. A esta, por cierto, también le han colocado una pasarela un tanto extraña.

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 Me enamora el Valle del Jerte, su luz es un canto a la armonía, me subliman los contrastes, los rincones, los detalles y la orografía del valle es propicia para ello. Reconozco que me gusta el valle todo el año, si ahora en verano este bosque es un regalo, en otoño perderse entre caminos y senderos, bosques y bancales, es inundarte de un sentimiento de paz dificilmente explicable si no has venido. Si a esto le añades sus pueblos de adobe, madera y piedras, es justo reconocer que el Jerte es uno de los mayores tesoros que poseemos en Extremadura.

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 La Fuente del Caozo, una de las dos que flanquean la garganta, buena ocasión para llenar botellas de agua.

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 Tras disfrutar del espectáculo de la Cascada del Caozo, iniciamos el descenso a Navaconcejo, lo haremos seguiendo el vericueto de caminos que peinan la sierra para dar acceso a las fincas.

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 Tomamos por un instante la carretera que baja al Valle antes de meternos entre bancales y comprobar como se trabaja a contrarreloj en el valle y como las cerezas van directamente del árbol a las cajas que no tardarán en alcanzar los mercados.

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 En cualquier rincón, el valle te enseña los dominios inmensos que lo hacen tan particular. En primer término Valdastillas, enfrente El Torno, el mirador del valle y por encima el pico Pitolero 1.352 m de altitud.

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 Me chiflan los bancales, escaleras y escaleras que suben la montaña y que han hecho posible el milagro de las cerezas en el Jerte. Están construidos casi con perfección y se cuidan continuamente para mantenerlos.

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 Regresamos al pueblo en una bajada que nos llevará hasta el río, rodeados de cerezos y gente trabajando.

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 La piedra y la madera son una constante en las construcciones jerteñas, aquí se aprovecha todo.

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 Caminando entre picotas. Sólo en un entorno así de único, con un microclima privilegiado, pueden cultivarse las mejores cerezas de España.

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 Bancales y bancales, cruzamos por caminos y pistas, cerca de la garganta de Balaflor estamos en el paraje de Los Molinillos, ya alcanzamos Navaconcejo con la vista. El descenso se suaviza y no tardaremos en llegar.

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 Nos esperan los amigos de una de las cooperativas de Navaconcejo con el mejor regalo de todos, cajas de cerezas que compramos todos los que vamos como recompensa por el camino andado y para saborear tranquilos en casa lo que hemos visto con nuestros propios ojos.

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 Del árbol a casa en tan sólo un instante. Cerezas del Jerte que se extienden por otras comarcas del norte de Extremadura buscando ese clima necesario para hacerlas crecer; hay muchas cerezas, sin duda, pero las del valle saben a Jerte, y eso es inimitable.

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 El Valle del Jerte en la Sierra de Gredos, un paraiso natural de gran valor, arquitectura, gargantas y bosques bañado por las aguas del Río Jerte. Su nombre se los dieron los árabes quienes bautizaron al río con el nombre de Xerit o Xerete, cuya traducción sería: río de aguas cristalinas o río angosto.

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 El Valle del Jerte es un pequeño edén para el senderista pues te ofrece la oportunidad de descubrir los rincones más singulares a través de una red de senderos que discurren por parajes singulares de gran belleza. Itinerarios de pequeño recorrido, de baja dificultad, para realizar en media jornada o jornada completa. Caminar por el valle, disfrutarlo, descubirlo, o redescubirlo, o recordarlo, el valle no te puede dejar indeferente si el día que vienes te has puesto los ojos de ver, dale al modo admirar y déjate llevar por un mundo fantástico donde el hombre y la naturaleza han hecho un pacto de siglos para mantener el equilibrio; una simbiosis eterna de la que ellos viven y nosotros gozamos.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2014