Ruta de Las Alquerías. Las Hurdes

Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Y en Las Hurdes lo saben, por eso han hecho un esfuerzo grande en señalizar muchos de estos caminos. Caminos con historia, que cuentan historias. Muchos de estos senderos están puestos en valor y señalizados. Nosotros hemos disfrutado de la Ruta de las Alquerías, una senda de 18 kms que va pegada al río Esperabán, que se unirá al río de los Ángeles justo antes de llegar al final, y que nos enseña cinco de las alquerías de Pinofranqueado, donde termina la ruta: Aldehuela, Erías, Castillo, Robledo y La Muela.

Aquí tenéis el track para GPS

Y arriba comenzamos, debajo del Lombo de las Muelas, junto al Puerto del Esperabán, en la sierra de Gata donde nace el río que les da nombre. La ruta comienza en Aldehuela. En esta alquería tiene el nacimiento el río Esparabán que según todos los indicios viene de una palabra hurdana que significa «río del Gavilán». Años atrás, aparecieron importantes vestigios prehistóricos en este pueblo; incluso una gran laja de pizarra con un grabado rupestre.

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Caminamos bajando por sendas de paredes de piedra seca construidas con pizarra, como todo en Las Hurdes. Estos viejos caminos te llevan sin confusión. Piedra Seca patrimonio de la UNESCO, por cierto.

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Rodeados de naturaleza. Las Hurdes, paraíso natural, frente a nosotros la Sierra de La Bolla y La Cotorra.

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La pizarra lo marca todo, dibuja contornos de piedra en pequeños rincones cuidados por la mano del hombre, jardines para la subsistencia. Pero a esta altura de la sierra, el Esperabán recibe el agua de los distintos riachuelos que vienen de las cumbres, aún no es un río potente.

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Hemos comenzado en su margen izquierda, ahora lo cruzaremos y así iremos por este lado del cauce hasta llegar a Robledo, donde volveremos a la ribera este. La vista se vuelve loca, la cámara sólo capta belleza y armonía.

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Justo antes de llegar a la alquería de Las Erías, cruzamos el Esperabán, que ya irá a nuestra izquierda casi todo el camino. Viejos puentes reconstruidos para facilitar la vida.

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Las Hurdes y sus ríos son meandros. La pizarra, recia y firme, no se amedranta con el agua y desvía su curso sin complejos. Curvas de agua

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Las Erías o Erías como todo el mundo la conoce es una alquería serrana, como todas las de la ruta.

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Antiquísimo pueblo, cuyos orígenes se encuentran posiblemente en un asentamiento de tipo castreño, de carácter prerromano. 

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Un homenaje a la tierra. Tierra que, me cuentan, tenían que traer los hurdanos de la vecina Salamanca, porque la pizarra impedía cultivar cualquier cosa.

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Las Erías tiene casco antiguo, una amalgama de casas superpuestas, pasadizos, pasillos, recodos, arcos… calles imposibles con vida propia.

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Los siglos se superponen, viejos arcos que soportan nuevas casas. Nada se pierde, todo se transforma.

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Al salir de Las Erías os encontraréis un camino de tierra en ascenso, ese era el trazado original, ahora debéis continuar por la carretera unos 100 metros y veréis un camino que sale a la derecha, señalizado,ese callejón es el que hay que coger, que conecta con el camino antiguo.

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Toda esta zona está arreglada, os iréis encontrando con puentes, pasarelas y demás que espero que tengan el adecuado mantenimiento. Hoy facilitan el camino

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Esto no quiere decir que las viejas construcciones hayan desaparecido, puentes que resisten los años, seguramente más que estos nuevos de madera tratada. Aquí hasta los nombres son bonitos: caminamos entre las sierras de la Martigil y las Mudas.

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Entre bancales de pizarra que sostienen olivos y castaños centenarios, estos nuevos puentes se unen al paisaje para que los arroyos, cuando el otoño los inunda, no impidan el paso.

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Pero mirad la belleza de estas viejas callejuelas flanqueadas de piedra, cómo se mantienen en pie.

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Castaños centenarios flanquean el camino

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La vegetación se espesa y un bosque de pinos, castaños y robles nos arropa, es noviembre pero el calor aprieta.

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Seguimos caminando junto a las aguas del Esperabán, los meandros embellecen el curso del río hasta el que llegan los bancales de olivos centenarios y ahora, sobre todo, cerezos.

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Es el dibujo del paisaje: cuidadas escaleras de piedras que sostienen árboles frutales, olivos con tierra traída de otras tierras, sobre todo de provincias limítrofes. Sorprende como en una imagen se sintetizan cascadas, pizarra, matorral, pinos y bancales.

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Uno de los regalos de la ruta son los grabados rupestres de generaciones primitivas, ellos ya apreciaban el valor de esta tierra. El lugar se conoce como el Tesito de los cuchillos.

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Los petroglifos aparecen a ras del suelo aprovechando un afloramiento de pizarra. Contienen espadas romanas de un legionario y hasta una inscripción en latín. Se puede identificar motivos podomorfos y estrellas. En la piedra, se aprecian espadas de la Edad del Bronce y cuchillos, cuya época es difícil de definir.

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A la zona la conocen como Charco de las Castañas, este viejo camino bien trazado que siempre se usó para poder viajar de una alquería a otra. Dejamos estos restos y continuamos el camino.

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Para cruzar el arroyo de la Zambrana y salvar su cauce cuando viene crecido se ha construido esta pasarela de madera que facilita el paso.

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En la Portilla de la Cruz se dibujan meandros y parcelas. Aquí cualquier rincón es oro y la tierra se aprovecha, y se valora al máximo. Algo que puede resultar sencillo es un esfuerzo titánico, domar aquí el terreno es un trabajo de generaciones.

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Pero la huella de los incendios también está presente. Alguien cubrió esta tierra de pinos, madera, que cuando llega el verano se convierten en peligrosos lugares donde el fuego es incontrolable. Pero el pino es insistente y brota de las cenizas.

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Así llegamos a Castillo, tercera alquería de la ruta. Aunque muy cambiada, la leyenda cuenta que, en tiempos, hubo un castillo en el paraje de la Zambrana o Cembrana; otros hablan que estuvo situado en la sierra de la Bolla.

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También se habla de la cueva de Riscoventana, donde habitaba una pícara mora. Pero lo que hay en estos parajes son restos prehistóricos y romanos, con explotaciones auríferas en el sitio denominado «Los Llanetes».

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Dejamos Castillo y a su habitantes, los castillejos, por sus cuidadas huertas pegadas al río, tierra rica y generosa, está a la vista.

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Para seguir adelante cruzamos el arroyo del Guijarro Blanco que canaliza las aguas de las sierras del Carrelón y la Romaleja, ambas por encima de los 1.000 metros de altitud.

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Siempre me sorprenden los viejos caminos, su hechura, su dureza, su cuidado, sus detalles, estas escaleras de pizarra… ¿cuántas generaciones las habrán pisado? Ahí siguen, repasadas, pero cumpliendo su función.

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Atrás queda Castillo, como una calva entre pinos, en la ladera de la sierra, mirando al sol, siempre han sabido los hurdanos cómo construir los pueblos.

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En Castillo hay un artesano de la madera y eso se nota. Nos encontramos estos viejos troncos convertidos en obras de arte.

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Un regalo en el camino, una talla cuidada, y muchas fotografías, tod@s quieren inmortalizar la imagen. No son los únicos, podéis ver varias tallas y motivos diferentes.

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Caminamos embelesados por un paisaje amable, cuidado. La pizarra nos dirige, nos guía, nos encajona por estas callejuelas que son las lindes «de lo mío». Paisaje domado, robado a la pizarra.

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Llegados a este punto, en la ladera del Ramajal, dejamos el cauce del río para ascender hacia la montaña, no en exceso. El camino parece haberse perdido y la ruta nos lleva por nuevas pistas de tierra. Arriba en la sierra se vislumbran las casetas de vigilancia, los ojos del hombre contra los incendios.

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Justo al final de esta vereda agradable el camino da un giro brusco a la derecha y nos obliga a ascender.

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El terreno se vuelven menos cómodo, el bosque ya no nos protege pero ganamos en vista, la visión de estos enormes bosques de pinos tan cuestionables, nos recuerda los años en que la tierra era intervenida en favor de la industria maderera que sigue explotando estos bosques inventados.

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Inmensas Las Hurdes, una orografía complicada, un lugar inhóspito convertido en paraíso, en lugar de descanso. Las Hurdes que ahora miramos con otros ojos, que tanto admiramos, son hijas de aquella otra tierra sin pan que tanta vergüenza nos causó.

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El camino lo dibujan las sierras, las arrugas que nos obligan a subir y bajar, a dar vueltas, salvar los accidentes de las faldas de la sierra de Ramajal que nos viene vigilando desde hace rato.

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No pasaremos por ella, pero la alquería de Robledo se sitúa frente al camino, alquería con poca antigüedad, algunos dicen que era un antiguo asentamiento de pastores que con los años fue ampliándose junto al Río Esparabán.

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Descendemos de las faldas del Ramajal y en el meandro del Infiernillo volvemos a caminar junto al cauce del río. Antes de llegar a la última de las Alquerías: La Muela.

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Aquí, en el Molino de la Muela, cruzamos definitivamente el Esperabán para recorrer la última parte del camino.

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Esta del Molino de la Muela es una de las piscinas naturales más bonitas que conozco, exige un poquito de esfuerzo porque hay que bajar andando desde el pueblo, pero merece la pena, es un paraje idílico con un agua deliciosa y muy tranquila.

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Hoy es un paraje turístico, en sus años fue un molino y una zona del río donde las gentes del pueblo lavaban la ropa. La Muela no es una alquería típica, poco tiene que destacar, un pequeño núcleo cercano a Pinofranqueado, la matriz.

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Ya caminamos por una pista cementada que nos llevará hasta el final de la ruta, rodeados de fincas y huertos; es evidente que nos acercamos a uno de los núcleos más poblados de Las Hurdes. La pista, sin pérdida, desemboca en la carretera que nos introduce en Pinofranqueado.

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La vegetación de ribera engrandece el bello paseo que Pinofranqueado ha construido junto al río de los Ángeles. Hemos llegado. Los árboles anuncian otoño.

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Los pinenses disfrutan de este precioso paseo junto al río, es un broche de oro para este pequeño sendero que, sin quererlo o sí, recorre la historia de La Hurdes, la sintetiza en apenas unos kilómetros. 18 kilómetros después hemos bajado, como las aguas del Esperabán que aquí ya es el río de los Ángeles con quien se ha unido, hasta las Hurdes bajas. Dos ríos y cinco alquerías después finaliza la ruta.

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Las aguas del Esperabán, diluidas en el río de los Ángeles, son un lugar de ocio en Pinofranqueado. Esta piscina natural a los pies del pueblo se llena cada verano de chiringuitos, restaurantes, camping, hoteles. un rincón con todos los servicios al que acude mucha gente a disfrutar de sus aguas. El ayuntamiento la mantiene impecable, de ahí su éxito. Aquí termina la ruta, disfrutando de su oferta en los establecimientos de la zona recogemos el merecido refrigerio.

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Las aguas de este río, de estos ríos, se marchan buscando el Alagón, que espera domado por el embalse de Gabriel y Galán. Las aguas de los Ángeles abandonan las Hurdes arrastrando los olores de la montaña, los sedimentos de la sierra que nos han acompañado en la ruta. Aguas arriba comenzamos este camino de las alquerías, una ruta de las altas Hurdes a las Hurdes bajas, un camino de meandros, bancales, pizarras, huecos y pueblos. Es un camino precioso que, nos cuentan, quieren señalizar adecuadamente. Hay una paz especial en Las Hurdes, de hecho estoy seguro, a Las Hurdes vuelves, pero nunca te vas.-

©vicentepozas2020

Ruta Meandro Melero. De Arrolobos a Riomalo de Abajo

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La comarca de las Hurdes tiene muchas imágenes  que la identifican, pero hay una por encima de todas ellas que se repite una y otra vez: el Meandro Melero; esa isla que forma el río Alagón en la zona embalsada del pantano de Gabriel y Galán, aguas abajo, situado en la vecina Tierras de Granadilla. Curiosamente la isla es tierra castellana porque el río Alagón marca la frontera entre Extremadura y Castilla-León, pero no importa porque la imagen sólo se disfruta desde aquí.

Nosotros hicimos la ruta que une la alquería de Arrolobos y la de Riomalo de Abajo, pasando por el Meandro, 22 kms. de pista con escasos desniveles y que discurre entre la Sierra de Valhondo y la del Helechoso y bosques de pinos que nos acompañaron todo el trayecto

Hay otra ruta, circular, de apenas 6 kms. que parte y llega a Riomalo de Abajo que se conoce como Verea de los Pescadores, os dejo los dos tracks por si alguien le apetece dar un pequeño paseo por la zona

Track para GPS Arrolobos- Riomalo de 22 kms.

Track para GPS Verea de los Pescadores 6 kms.

Después de pasar Vegas de Coria en la carretera autonómica EX-204, la carretera principal de la comarca, nos encontramos un desvío a la derecha que lleva a la alquería de Arrolobos, apenas a dos kilómetros más abajo. La carretera acaba aquí, como veis en la fotografía, justo de donde sale la pista que nos llevará hacia el Meandro Melero.

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Cuentan que Arrolobos siempre ha sido considerado como un pueblo de pescadores que realizaban sus faenas en los ríos de la Mancomunidad y después iban por las alquerías vendiendo la pesca.

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No es de extrañar, Arrolobos se sitúa junto al río Hurdano en este bonito meandro convertido en zona de ocio. En fin no hay mas que seguir la pista de tierra e iremos bordeando el curso del agua.

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Arrolobos con la Sierra de Riscales al fondo y el pequeño monte de Las Cortas a la izquierda. Las Hurdes es tierra de huertos, olivos y cada vez más cerezos por su rentabilidad.

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Caminamos por el Cotorro de las Pineras, iremos todo el trayecto bordeando las sierras de Valhondo y del Helechoso, rodeados de pinos

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En ocasiones el bosque es más cerrado y el paisaje se limita al arbolado que nos rodea mientras recorremos la pista.

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En otras ocasiones el bosque se abre y disfrutas del paisaje y entonces eres consciente del terreno que te rodea y vuelves a disfrutar del río Hurdano al que le seguimos el curso antes de que acabe, como nosotros, en el río Alagón

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Los incendios dejan su huella, aunque se vaya borrando, las zonas despejadas de árboles muestran las heridas del fuego que jaras y retamas se encargan de tapar

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Llegamos a la Collada del Helechoso a algo más de 500 metros de altitud, un cruce de caminos con diferentes pistas, algunas señalizadas, nosotros venimos de Arrolobos

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Ondulaciones de los nervios de la sierra que creando una sensación de que caminas por un sembrado de sierras y montes que se van sucediendo y que parecen no terminar nunca, pero detrás de esas últimas elevaciones están las Tierras de Granadilla y al fondo el Valle del Ambroz y la Sierra de Gredos.

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La ruta es sencilla sin fuertes desniveles, aunque puede resultar algo monótona porque discurre siempre por pistas amplias que zigzaguean continuamente.

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Pequeñas construcciones y muros de pizarra nos recuerdan que estamos en Las Hurdes. Es primavera y se nota.

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Hay veces que ves el camino a lo lejos y sigues la traza de la pista que ahora salva el Arroyo Hormigas, estamos más cerca del Alagón y por tanto del Meandro

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El día nos regala algunas nubes para que las imágenes ganen algo más en belleza y mitiguen el calor que a esta hora, cerca del mediodía, pesa un poquito.

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Aquí termina su vida el río Hurdano, ahogado en las aguas del Alagón que la enorme presa de Gabriel y Galán embalsa sin miramientos durante kilómetros y kilómetros. El río Hurdano que nace más arriba, en Las Hurdes Altas, donde las Apreturas de la Majá Robledo, en la Sierra de la Canchera, justo a los pies del Pico Solombrero. El río Hurdano de curvas imposibles, de imágenes únicas que presta sus aguas a las alquerías y pueblos de La Huetre, Casarrubia, Casares de Hurdes, Asegur, para beberse, a la altura de Cerezal, al río Malvellido e ir más crecido, aguas abajo, hacia Nuñomoral o Rubiaco y atravesar la carretera en Vegas de Coria, donde lo encontramos para guiarnos a Arrolobos y no perderle la pista hasta ahora que lo despedimos en las tranquilas y domadas aguas del Alagón.

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Encaramos la frontera entre Extremadura y Castilla-León, con el río de por medio; frente a nosotros el Parque Natural de Las Batuecas- Sierra de Francia con el pico de Robledo a la derecha.

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Y llegamos al Meandro Melero, a la Isla, que desde el Mirador de la Antigua ofrece esta imagen tan conocida, con las nieves de la Sierra de Gredos al fondo. Este lado es Extremadura, el de la Isla está en territorio castellano-leonés.

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Definido por muchas revistas especializadas en turismo como uno de los lugares más bellos e impactantes de la geografía española, este meandro que dibuja el curso del río Alagón en sus proximidades a la localidad de Riomalo de Abajo, llega en las épocas en que mayor volumen de agua se acumula en el Pantano Gabriel y Galán a formar casi un islote.

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A partir de aquí tenéis dos opciones, o seguir la pista que lleva hasta Riomalo desde el mirador, que es tranquila, pero en la que os podéis encontrar coches subiendo y bajando, sobre todo en fin de semana; o bien quitaros un ratito de pista por la Verea de los Pescadores que ofrece también unas bonitas imágenes del meandro, la vereda enlaza un poco más adelante con la pista como podéis ver en el track.

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Casi abajo, cuando terminan los bosques, comienzan las huertas y los cerezos florecidos te salen al paso. Riomalo de Abajo también tiene río, en su topónimo y en su término, el río Ladrillar se despide aquí antes de entregarse, como el Hurdano, a las aguas del Alagón. Curiosamente el Ladrillar también es frontera, como Riomalo de Abajo, que saluda a los viajeros que llegan a Extremadura y despide a los que marchan a Castilla-León

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Las Hurdes es un paseo de olores, colores, miradas, sabores, una fotografía que guardas, maravilla rural en 2014; conserva ese halo de tierra maltratada, de belleza robada, en Las Hurdes hay algo diferente y no sabes qué es.

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Terminamos en casa de Jesús, en el Restaurante Riomalo, junto a su Complejo Turístico, disfrutando de la compañía de toda la gente que pasa de una región a otra, esta es parada de moteros y senderistas. Las Hurdes tiene mil caminos, mil meandros, mil postales…  porque lo dijo Unamuno, es el único lugar del mundo donde la tierra es hija de los hombres.-

©vicentepozas2017

Ruta Pico Blanco

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Dicen que el pequeño pueblo de La Pesga es la puerta de Las Hurdes, encajonada entre el puerto de Perancho y el río Los Ángeles, a los pies de la Sierra de la Vaqueriza y el Manzano, donde se juntan el río de Los Ángeles y el Alagón, entre la zona de Hurdes y el Valle del Ambroz. Cerca, el río Hurdano ha caído en brazos del Alagón y alegra los niveles del Embalse de Gabriel y Galán; allí donde el río de los Ángeles se deja querer por los arroyos Cambrón, Cambroncino, Esperabán… las aguas de Hurdes. Sí, Las Pesga es Hurdes, es su estado natural; el reparto administrativo la sitúa en Tierras de Granadilla, pero esas cosas son por dinero y nada tienen que ver con los paisajes. Esas Hurdes bajas disputadas desde siempre junto a otras localidades como Casar de Palomero.

Y este paisaje es de los que enamoran. Las referencias de este trazado que encontraréis en la web de la comarca son las de una ruta circular con salida y llegada a La Pesga. Pero nosotros hemos querido arrancar un poco más allá, en Casar de Palomero, en Las Hurdes. Un trazado que discurre por la cuerda de varias sierras que nos mostrarán, en todo momento, la belleza hundida, entre valles y montañas, de las Hurdes, y la enorme extensión de las Tierras Granadillas y sus islas en el entorno del Embalse de Gabriel y Galán. Espectacular, es la mejor definición; eso sí, son casi 17 kms con un nivel acumulado de bajada de algo más de 1.000 metros y de casi 900 de subida. Durilla? sí, un poco. Pero yo repetiría.

Ahí tenéis el track para GPS

La ruta recibe el nombre de Pico Blanco, que es como aquí llaman al Pico El Culebro, en la Sierra del Manzano, donde encontraréis un magnífico mirador, una terraza de piedra en cuyo centro se haya el vértice geodésico, según cuentan los oriundos de la zona, esta la mejor vista sobre el embalse de toda la comarca, desde allí se puede admirar el laberinto de islas y penínsulas creadas por las aguas a un lado y la belleza y profundidad de Las Hurdes por otro. Pero arranquemos.

Partimos de Casar de Palomero donde yo aconsejo visitar su Museo del Olivo, un antiguo lagar restaurado, su barrios judío y árabe o su plaza porticada. Su historia es rica, de hecho pasaremos por el Alto del Gamo donde se recoge un episodio, en el siglo XV, de aquellos complicados años de convivencia entre judíos y cristianos. Además de molinos y el río de los Ángeles.

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Enfilamos la subida a la Sierra de Santa Bárbara, que no coronaremos, buscando otro de los lugares de referencia en el pueblo, el arroyo de Las Huertas donde se encuentra la Fuente de la Madre del Agua. Hasta los nombres son bonitos.

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Ascendemos por lo que llaman Cruz de Piedra, buscando los primeros bancales del verdadero motor de la comarca: los olivos, ahora invadidos por cerezos que se extienden por todo el norte de Extremadura.

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Nada más ascender un poco, el paisaje comienza a asomar a nuestros ojos, Casar de Palomero descansa sobre una pequeña loma rodeada de sierras.

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Por el paraje de los Mártires, las laderas abancaladas que se han poblado de cerezos nos rodean, un cultivo cada vez más extendido por su alto rendimiento y su creciente demanda.

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Al descender al detalle los brotes de lo que serán deliciosas cerezas son pequeños botones verdes con restos de la flor, en zonas mas umbrías estará más retrasada y la flor, blanca, seguirá en pleno apogeo.

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Frente a nosotros, el milagro de la tierra: miles de olivos que no paran de subir en escaleras que no terminan de crecer, formados en filas casi perfectas, una máquina de producir aceite y aceitunas de la variedad manzanilla cacereña; poco rendimiento pero calidad exquisita.

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Arriba, en la zona del Puerto, donde la tierra no se ha domado, la sierra enseña sus pizarras, dientes  de la montaña que recuerdan el antiguo aspecto de estas lomas.

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Miradlos ahora, a la derecha olivos obedientes, calcados; por la izquierda se van colando los cerezos con sus flores escandalosamente bellas y sus frutos deliciosamente tentadores.

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Y llegamos al puerto de El Gamo, aquí la historia tuvo su tensión. Cuentan las crónicas que las poblaciones judías y cristianas que eran las mayoritarias en estas tierras, tenían entre sí unas difíciles relaciones debido a las diferencias religiosas, llegó el enfrentamiento un Viernes Santo de 1.488 cuando los judíos apedrearon la Cruz del puerto del Gamo. En tierras cristianas terció el duque de Alba, que condenó a los judíos y mandó convertir su sinagoga en templo cristiano. En 1706 se construye la basílica de la Cruz Bendita en lo que fue la sinagoga. Y aquí sigue.

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Estamos en un Lugar de Interés Comunitario (LIC) para la Unión Europea, Sierras de Risco Viejo, que recoge desde las sierras del Gorrero, Dios Padre, de Santa Bárbara, del Cancha, del Castillejo hasta esta de la Pesga. El interés de esta área se debe a la presencia del Lince Ibérico y su introducción en esta zona. Aquí cruzamos la carretera que une las dos comarcas.

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La ermita conserva el original aspecto de sinagoga pero ningún elemento de su pasado judío. Sólo una inscripción en la entrada recuerda aquellos hechos.

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A la ermita la rodean dos merenderos: el del Puerto del Gamo y el del Canchorro.

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El puerto es un excelente mirador que te deja observar la parte de Tierras de Granadilla, los olivos siguen siendo los dueños del paisaje.

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Hacia el otro lado Casar de Palomero se aleja, al fondo las Hurdes altas y el límite de provincia.

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Bordeamos el Cerro del Gamo en un primer ascenso suave, llegando la loma del Canchorro, divisamos una de las tres alquerías de Casar de Palomero, Rivera Oveja y ese paisaje de Hurdes que tanto enamora.

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Llegamos al Collado de Valdecorrales y comienza el espectáculo, a partir de ahora caminaremos por la cuerda del Pinajarro…

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…disfrutando, por un lado, las Hurdes…

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…al otro, las Tierras de Granadilla, las aguas del Alagón domado por el embalse de Gabriel y Galán y al fondo Gredos y los Montes de Tras la Sierra.

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De nuevo hay que subir, hasta el Alto del Pinajarro, por un camino que separa las tierras ganadas del bosque mediterráneo original.

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Es el tercero de los ascensos de la ruta que va acumulando desniveles en las piernas y belleza a los paisajes.

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Al fondo Cambroncino alquería de Caminomorisco y las sierras que limitan las Hurdes bajas.

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Sigue el ascenso, una vaivén de cuestas, arriba y abajo. Bajas, pero sigues subiendo. Casar de Palomero va quedando más lejos

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Hacía el lado del embalse granadino, Mohedas de Granadilla, en mitad del llano. Rodeado de pequeñas islas de robles y castaños y olivos, siempre olivos, muchos olivos.

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La sierra de Santa Bárbara, Casar de Palomero y nosotros, subiendo claro.

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A medida que ganas altura, ganas paisajes. La orografía de Hurdes se muestra como es, al fondo las Mestas y la Peña de Francia en Salamanca.

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Aprovechamos para descansar en el Alto de Pinajarro a 862 metros de altitud después de un duro ascenso. Reponemos fuerzas.

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La bajada por el Collado del Pinajarro no es menos complicada, son caminos de tierra y piedra suelta que nos hacen extremar precauciones.

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Una sierra entre dos tierras. Las del Granadilla, las del poeta Gabriel y Galán guardan muchos secretos y lugares magníficos, la desahuciada Granadilla convertida en campamento a costa del dolor de sus gentes; la ciudad romana de Cáparra nunca valorada, El Anillo esa inversión millonaria, y magnífica, que nadie se atrevió a usar con cabeza. Puentes romanos, ríos, dehesas, embarcaderos, pueblos magníficos. Una tierra poco vendida y menos enseñada, pero con unas posibilidades para el turismo más que sobradas, pero no han dado con la tecla.

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Es un paisaje suave por este lado que deja ver al fondo la cumbres de Gredos, aún con nieve. Desde aquí no se aprecia pero estamos en una gran isla rodeada por la masa de agua del embalse de Gabriel y Galán y el río de los Ángeles.

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Este trazado entre huertos y jaras, balcón de paisajes no deja de enamorarte ni un metro de camino.

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Detrás de nosotros se puede ver el camino seguido, por la lomas de sierras, estas enseñan los trasquilones que el hombre ha hecho a la montaña para cuajarla de olivos, interminables bancales en una tierra que se ha convertido en intensiva e irregular. Es la primera parte de la ruta con sus subidas y bajadas.

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Esta parte es más llana, venimos andando por esa larga cuerda que muestra ambas comarcas y que ahora se ve así en el último ascenso de la ruta que nos lleva al Pico Blanco.

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Arriba en lo alto de la sierra del Manzano, en el Alto del Culebro, a 959 metros de altitud, un balcón nos invita a disfrutar de verdad de la magnífica tierra que nos rodea. Llegamos al destino de la ruta.

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Aunque aún hay que descender hasta La Pesga, fin de ruta, a los pies del río de los Ángeles. Aquí nos relajamos un rato largo y disfrutamos de una vista privilegiada.

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En esta sucesión de valles y aguas, donde el Alagón dibuja meandros como el del Melero.

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No tan lejos el Valle del Ambroz, con el Sistema Central al fondo, cumbres nevadas que se ven desde aquí.

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En este balcón todo es visible, las Tierras de Granadilla, como desde ningún sitio, como dicen en la comarca. Es una visión en 360º, un regalo para quienes amamos el campo, quienes tenemos a Extremadura en la cabeza, un mapa a tamaño real que despierta cualquier imaginación.

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Aquí apoyado me acuerdo de Unamuno: «Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

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Hasta la foto de grupo deja esta imagen del fotógrafo. Juan Antonio hace estas cosas para obtener la mejor instantánea.

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Acerco el zoom de la cámara para que veáis El Anillo, el que han llamado Centro de Tecnificación Deportiva, una isla que quería convertirse en un referente en la I+D+i deportiva pero que se quedó ahí.

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Iniciamos el descenso hasta La Pesga, más de 500 metros en 4 kilómetros que restan de ruta, todavía quedan paisajes.

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Nos preparamos para el tramo más duro, la bajada más pronunciada. Buscando el final.

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Enseguida sorteamos bancales de cerezos, aquí la flor está todavía en su punto álgido.

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Descenso constante en un zig zag que nos va acercando a La Pesga.

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Podría ser el Valle del Jerte pero este paisaje se extiende, cada vez más, por todo el norte extremeño.

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No le gusta al dueño que la gente pase por aquí, cierto que lo vimos al salir, pero nosotros somos gente tranquila que nos limitamos a disfrutar del entorno, sin molestar.

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Y entonces, cuando cae la luz de la tarde, llegamos a La Pesga y comenzamos a recordar paisajes. Dice el ayuntamiento en su página que «Las laderas de las sierras son utilizadas para el cultivo del olivar, muy extendido por la zona. El clima mediterráneo continental templado hace de la ribera del río uno de los mejores parajes en la época estival para refrescarse en sus abundantes aguas, además de disponer de las nuevas instalaciones de piscinas municipales y otras para zona de acampada».

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Hay caminos que pintan paisajes. Unen, o separan como quieras verlos, espacios, territorios. Caminos en los que certificas que las Tierras de Cáceres son un todo, y a la vez tan distintas que las distingues nada más verlas. Cuando las Hurdes entró en la leyenda se abrieron los caminos a sus gentes y a las de fuera. Hoy son un privilegio, tierras para enamorarse; cerca, el valle que hoy anega el Alagón presume de su fértil tierra, la dehesa ha dado paso a legiones y legiones de oro líquido. En este valle de las Tierras de Granadilla, en los que hasta el agua es sosiego; donde ejerció el poeta salmantino Gabriel y Galán y encontró la paz necesaria para escribir versos como estos:

Dos paisajes: el uno soñado
y el otro vivido.
¡Cuán amarga, sin sueños, me fuera
la vida que vivo!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Era un trozo de tierra jurdana
sin una alquería;
era un trozo de mundo sin ruido,
de mundo sin vida.

                                                                                                                                            ©vicentepozas2016

Ruta Valle de los Tejos. Las Hurdes

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En Extremadura apenas quedan unos 230 tejos distribuidos por las Hurdes, Valle del Ambroz, Valle del Jerte y La Vera, lo que ha motivado su catalogación como especie en peligro de extinción dentro de la región. Esta especie de árboles fue reverenciada por los druidas, la casta sacerdotal del pueblo celta, quienes consideraban al tejo un árbol mágico con el que elaboraban sus ungüentos y realizaban conjuros. Además, con sus ramas fabricaban bastones mágicos y con palillos de este árbol predecían el futuro. La agrupación de Los Tejos de El Cerezal es la mejor conservada de Extremadura se encuentra en Nuñomoral, concretamente en la pedanía de El Cerezal, en pleno corazón de Las Hurdes. En este paraje se encuentran 56 tejos de más de 3 metros de altura conocidos como los Tejos del Cerezal que han sido declarados Árboles Singulares. La ruta que nos lleva hasta allí está bien señalizada, discurre por la Verea del Correo y tiene algo más de 10 kms, nosotros salimos de Nuñomoral, pero se puede acortar mucho más. En esta ocasión la hicimos con el Club de Senderismo Michaelus

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores

Iniciamos la marcha en Nuñomoral, junto a las aguas del río Hurdano, alargamos así el paseo y disfrutamos de las serpenteantes curvas del cauce y del paisaje local

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Nuñomoral nos recibe con la tranquilidad de un sitio pequeño, la rutina de costumbres que rompemos un pequeño grupo de senderistas camino del monte. Atravesamos Nuñomoral y seguimos la carretera hasta la pedanía de El Cerezal, separada apenas por un kilómetro de distancia.

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 La carretera, apenas transitada, es aconpañada por un pequeño acerado que facilita el paseo, rodeados de pinos recorremos los pocos metros que separan ambas localidades.

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 El Cerezal es una de las diez alquerías que pertenecen a Nuñomoral con algo más de un centenar de personas. Cuenta la tradición que este pueblo estuvo situado en los años de su creación en el lugar llamado «El Manué», o sea, antes estaba más retirado de la garganta denominada «Arrocerezal» que en la actualidad. Refieren que es el pueblo más frío de todas Las Hurdes, ya que se levanta prácticamente en la confluencia de tres ríos: el Hurdano, el Malvellido y el Arrocerezal.

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 El río Hurdano muestra una de las estampas más típicas de la comarca, los meandros que dibuja el agua buscando su salida hacia el río Alagón, curvas imposibles en este suelo de pizarra difícil de erosionar.

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 Cerezal con numerosos recursos naturales, es conocido como el pueblo de los ríos y los puentes, se juntan el río Malvellido y el río Hurdano y finalmente éstos se unen con el Arroyo «Arrocerezal» por lo que podemos encontrar numerosas zonas de baño.

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 Atravesamos la alquería buscando el camino que nos lleve hasta el embalse de Arrocerezal, inicio oficial de la ruta por el Valle Juana.

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 Paisaje hurdano, pinos, pizarra, olivos y cerezos, y sierras. Frente a nosotros el pico Arrobuey, 1403 metros de altitud.

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 Otro pequeño tramo de carretera nos lleva hasta la presa del embalse para encontrar la vereda que buscamos y llegar al mirador de Los Tejos. Al paraje lo llaman La Reboya.

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 Hay que cruzar por la pared de la presa. Es un embalse pequeño, el de Arrocerezal tiene una capacidad de 0,194 Hm3, pertenece a la Cuenca del Tajo y abastece a los habitantes de Nuñomoral, Cerezal y Rubiaco.

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 Rodeamos el embalse por el lado que nos apetezca, porque como digo es pequeño y ambos caminos se unen en el curso del arroyo, justo al final donde comienza el valle de los Tejos. Una sugerencia, como es camino de ida y vuelta aconsejo hacer la ida por un lado y la vuelta por el otro.

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 Cualquier época es buena para hacer la ruta, en este caso la primavera ofrece una gama de colores magnífica, pero en otoño también es aconsejable, esa paleta torna a ocres y rojos y el valle también es magia

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 La ruta discurre por uno de esos caminos que unían pueblos, en este caso La Verea del Correo, que viene desde Caminomorisco. Cuenta la historia que era un antiguo camino que recorría el cartero Francisco Palomo, para llevar la correspondencia a los pueblos de la zona, este trayecto comenzaba en Casar de Palomero y finalizaba en El Cerezal.

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 Todo aquel que camine por los senderos de Las Hurdes habrá disfrutado de sus veredas, en los últimos años y con dinero de Europa para desarrollo rural se han hecho importantes inversiones en recuperar estas vías, señalizadas y con todo tipo de infraestructuras que facilitan la travesía, además de paneles informativos en cada tramo; la verdad es que es una delicia caminar por Las Hurdes, su web además ofrece amplia información sobre todos ellos

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 Una vez cruzado el arroyo comenzamos el ascenso por una vereda bien preparada, en este punto tenemos dos opciones, desviarnos a la izquierda siguiendo la Garganta del Arroyo y adentrarnos en el mismo Valle, o seguir por el sendero hasta el Mirador de los Tejos, ambas opciones están señalizadas. La del Mirador es un tramo de fuerte pendiente en espiral que requiere un pequeño esfuerzo, aunque este merece la pena.

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 En cualquier caso, volver la vista atrás es disfrutar del paisaje de Las Hurdes, un entorno único, una sucesión de valles y sierras, agua y pizarra.

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 Ahora lo mejor es concentrarse en el sendero, esta vereda en zig zag que obliga a reservar todo el aire, esfuerzo de apenas un kilómetro pero que merecerá la pena. Fijaos en la pendiente, el desnivel y la diferencia de los que vamos subiendo.

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 El Mirador de los Tejos ofrece una panorámica del valle muy bonita, es un mirador escondido, pero no os confundáis, si queréir ver Tejos, a pesar de su altura, o traéis unos buenos prismáticos, o venís con alguien que os diga cuales son o mejor tiráis por el otro sendero y os colocáis junto a ellos.

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 Bueno, como consolación, junto al mirador han sembrado uno de estos árboles pero todavía es muy pequeño, de aquí a unos años, unos cuantos, será un gran árbol.

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 De cualquier manera la vista desde el mirador merece la pena, es una delicia, y repones fuerzas y tomas aire porque la subida a supuesto un gran esfuerzo.

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 Desde aquí se distinguen algunos ejemplares de Tejo pero hay que tirar del zoom de la cámara.

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 El Valle de los Tejos o el Valle Juana o Los Tejares, con todos estos nombres se conoce este pequeño valle que baña el arroyo del Cerezal que nace en la falda del pico Tejada, en la Sierra del Horno, que se alza hasta los 1.191 metros.

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La vuelta es desandar lo andado, ahora bajando claro, que se agradece un poquito.

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 Este es el cruce del que os hablaba antes, si queréis disfrutar de los Tejos de cerca, seguid dirección hacia La China, una piedra en medio del camino por un sendero algo más peligroso, por lo resbaladizo, pero que merece la pena. He visto muchas fotos de la zona, nosotros íbamos en grupo y optamos por el mirador, pero volveré a buscar ese desvío y disfrutar de Los Tejos.

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 Cruzamos el arroyo por este pequeño puente, a mí en la foto no me apareció un Tejo, me parecio un Teo…

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 El entorno es serrano, de vegetación abundante, de rivera y sierra. El camino está bien preparado y facilita la caminata, aunque algunos prefiramos los senderos más naturales sin tanto cemento, a pesar de estar cubierto de pizarra.

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 Las Hurdes es color, olores, caminos, piedra; te pares donde te pares disparas la cámara y cuando ves el resultado recuerdas cada paisaje. Esta es la Verea del Correo, la que recorría a diario Francisco el cartero, trayendo la carta esperada, la noticia dolosa, la esperanza, el amor, la tristeza, el recuerdo o el beso en palabras.

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 Volvemos al embalse, ahora lo recorremos por el lado contrario, es una opción muy buena ya digo, para no repetir en exceso.

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 Al fondo Nuñomoral, asomado entre valles, vigilando las aguas del río hurdano, finaliza la ruta para nosotros en El Cerezal, desde donde, aprovechando que la ruta es cortita, irenos hacia El Gasco para disfrutar del Chorro de la Meancera, o Miacera y probar la Ensalada de Limón, un típico plato hurdano.

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 Quienes han escrito de Hurdes, quienes han venido, los que se quedaron, los que vuelven hacen suya la máxima de que esta comarca engancha, te superan los paisajes por la magia que desprenden.

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Este es uno de esos tesoros escondidos, un derroche de la naturaleza; el valle de los Tejos, no es demasiado conocido, excepto para naturalistas, estudiosos o hurdanos. Uno de esos lugares de interés comunitario, LIC, una figura que ha servido para proteger decenas de rincones en Extremadura, ponerlos en valor y darlos a conocer por fin. Los hay más nombrados, visitados, este no lo es tanto. Pero Las Hurdes te invita, de principio a fin, a perderte en sus caminos, dejar las carreteras y descubrir maravillas de la naturaleza que se conservan para disfrute de todos, aunque desconozcamos que lo que tenemos alrededor es una gran isla del tesoro. Pues eso, no perdamos el trocito de alma de infantil que nos queda, como los niños perdidos de Peter Pan, y salgamos a descubrirla; la mejor manera de hacerlo es… Andando Extremadura.-

                                                                                                                                                ©vicentepozas2014

Ruta de Alfonso XIII. Las Hurdes

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El viaje del Rey Alfonso XIII por Las Hurdes entre los días 20 y 23 de junio de 1922 es, sin duda alguna, un hito que cambió la historia hurdana.  Retomar los pasos reales por Las Hurdes ofrece una oportunidad para disfrutar en todos los sentidos de un paisaje único, inmenso. La crónica que viene a continuación es una prueba de ello. La ruta recorre la distancia que separa Casares de Hurdes de Las Mestas, 24 kms en total, es una ruta difícil con desniveles acumulados de 1.000 metros, tanto de subida como de bajada. De hecho comienza con un ascenso de 600 metros en apenas 3 kms. Lo bueno es que está muy bien señalizada y preparada de manera excelente con pasos, puentes y merenderos. En nuestro caso la hicimos hasta Cabezo, cinco kilómetros antes de Las Mestas, pues en Las Hurdes, tierra de miel, los panales son lo primero y los habían colocado a lo largo de la pista por la que discurre el trazado. Ya nos advirtieron que entrar en esa zona era muy peligroso, hablamos de miles de abejas activas.

Os dejo el track para GPS del club de senderismo La Vereína de 17 kms. Ahí va el track completo de 24 kms.

Como habéis visto la ruta cuenta con paneles informativos en cada unos de los tramos que separan las localidades por las que discurre: Casares de Hurdes, Riomalo de Arriba, Ladrillar, Cabezo y Las Mestas.

Comenzamos en Casares de Hurdes, descendiendo hacia el arroyo Manzano por un rincón de bancales con olivos, y cerezos que proliferan mucho en Las Hurdes. Es sólo el comienzo.

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Sólo el comienzo porque viene la parte más dura de toda la ruta, el ascenso hasta el Pico de los Carrascos, un desnivel ascendente de más de 600 metros en apenas 3 kms, es decir, toca sudar y apretar piernas. Por otra parte comienza el espectáculo de los paisajes hurdanos.

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 La senda de Alfonso XIII está muy bien señalizada y preparada, se ha diseñado a partir de las crónicas del viaje alfonsino. Se agradece en estos momentos de esfuerzo atravesando el paraje conocido como Lomo Labrado.

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Cambio de paisaje en El Pradito, donde los pinares nos protegen del sol que hoy cae a plomo. Ya queda menos para alcanzar el puerto.

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 Como contrapunto, a medida que asciendes, ganas en paisaje y horizonte. Abajo queda Casares de Hurdes, os hacéis una idea de la cuesta que estamos remontando. Detrás la Sierra de la Peña de Francia.

Casares de Hurdes

 

 Coronamos. Estamos en el Pico de los Carrascos, en la Sierra de las Carrascas, 1.151 metros de altura. La parte más dura de la ruta queda atrás, aunque por delante quedan valles, ascensos y descensos rompepiernas y muchas sorpresas.

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 Desde esta atalaya se pueden entender las razones de aquel viaje. Hagamos algo de historia. Según cuentan en la página de Hurdes: Numerosos viajeros, curiosos y estudiosos se habían interesado desde los inicios del siglo XX por el “mal de Las Hurdes”, por un territorio y unas gentes que se habían convertido en sinónimo de abandono, aislamiento, pobreza y enfermedad crónica. Serán sin duda los testimonios de Maurice Legendre, Miguel de Unamuno o Ángel Pulido entre otros, los que más eco tengan en su época y terminen por convertir el problema de Las Hurdes en una cuestión de Estado. También tuvo un destacado papel en este momento el movimiento “hurdanófilo”, que se refleja en la creación de la Sociedad Esperanza de Las Hurdes o la celebración del Congreso de Hurdanos y Hurdanófilos.

Esta imagen muestra la Sierra de la Peña de Francia y el valle del río hurdano, por donde discurre otra ruta que os recomiendo: La Ruta de la Majá Robledo también señalizada y preparada.

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 Seguimos con el relato. Cuenta la historia que en 1921 desde el Ministerio de la Gobernación se planteó a Alfonso XIII la necesidad de poner en marcha un programa de ayuda para recuperar la comarca. Dentro de este programa se enmarca el viaje del doctor Marañón, que realizó una “memoria sanitaria sobre el estado de Las Hurdes”. Los resultados de la misma fueron tan desoladores que obligaron al Gobierno a tomar medidas y se consideró aconsejable que el rey en persona visitase la comarca ese mismo año.  Y vino, y recorrió, a pie y a caballo estas mismas sendas.

Girando la cabeza nos vigila la Sierra de la Granjera y el valle del río Ladrillar. Si os fijáis se distingue Riomalo de Arriba, es nuestra próxima parada.

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Toca bajar lo subido, un descenso en zig-zag que nos llevará hasta la parte baja del valle. Como véis la señalización es constante. Se agradece; la ruta, por cierto, está homologada.

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El camino cuenta con numerosas infraestructuras que ayudan a sortear arroyos y depresiones, estamos en un zona que llaman Propios de Cabezo.

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El trazado del sendero, en zig-zag, hace que la bajada sea suave y cómoda y no suponga un esfuerzo añadido a las rodillas.

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 Desde abajo, junto al curso del río, donde encontraréis una peuqueña piscina natural y una fuente, el paisaje se ve de otra manera, también se entienden Las Hurdes desde el fondo de sus valles. Llegamos a Riomalo de Arriba.

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 La alquería de Riomalo de Arriba, pertenenciente a Ladrillar, es considerada entre las  que mejor conservación tiene de sus casas y más concretamente de toda su parte antigua. En tiempos anteriores tuvo alguna población representativa, pero en la actualidad tiende a una despoblación paulatina. Si tenéis un rato os aconsejo que paseéis por sus calles.

Riomalo de Arriba

 

Dejamos las tranquilas, casi abandonadas, calles de Riomalo de Arriba para seguir los pasos alfonsinos en busca de Ladrillar siguiendo el curso del río que le da nombre.

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 Durante algunos metros seguimos la carretera, entre cerezos y bancales, antes de desviarnos de nuevo al camino.

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Entramos en el paraje de Los Majuelos por un camino cómodo y amplio que acompaña el curso del río entre pinos y encinas.

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Atravesamos el arroyo de la Quemada en lo que conocen como la Entrada de Clemente, con puentecito y todo.

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Seguimos camino en esta tierra de pizarra y recovecos que el hombre ha domado a base de bancales, olivos y ahora cerezos.

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El río Ladrillar se llena de los muchos arroyos que lo cortejan como el de La Viñuela o el de Labrados, a un lado pinares, al otro tierra sumisa de olivos.

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LLegamos a Ladrillar, siguiente parada. Durante muchos años el municipio de Ladrillar ha estado dependiendo de Nuñomoral aunque anteriormente estaba bajo la tutela de La Alberca. Los pueblos de la comarca llaman cariñosamente a los vecinos de Ladrillar con el sobrenombre de «Veleguines», que viene a significar, en hurdano, algo así como «persona inquieta, que no para en ningún lado». Según antiguos documentos, el pueblo se llamaba antiguamente «El Adrial». La ruta pasa junto a uno de los bares del pueblo, se agradece el refrigerio.

Ladrillar

 

El paisaje es impresionante con la Sierra de Las Mestas en primer término y Gredos al fondo, en el Valle del Ambroz. La ruta, lo decíamos al comienzo, es un regalo para la vista -y el oído, pero las fotos todavía no suenan-.

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Dejamos Ladrillar y comenzamos el tramo de ruta que separa este pueblo de Cabezo, siguiente destino. Iniciamos una parte de ascenso hacia la Sierra de la Granjera y despues a la Sierra de las Mestas para descender de nuevo al valle.

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Un sendero bien trazado nos lleva por un paraje llamado Rito Quemado, aún sobreviven bosques de pinos a la devastadora acción de los incedios de los últimos años.

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El camino se empina para llevarnos al merendero-mirador que han situado en un pequeño cerro donde pararemos a comer algo.

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Se agradecen las infraestructuras, la señalización y el sendero preparado para caminar, hecho con gusto, utilizando pizarra y en algún caso, madera. A reponer fuerzas.

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Desde el mirador se ve el trazado del sendero por el que algunos de los integrantes del grupo están caminando todavía. No queda mucho para que alcancen este punto, aunque parezca lo contrario.

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Por cierto, desde aquí, vuelves a dominar Las Hurdes con la vista, en un eterno alternar de valles y cumbres.

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Cuando acercas la imagen de la cámara te das cuenta de lo pequeño que eres en este paisaje gigante. Te viene a la cabeza el esfuerzo de los hurdanos en tiempos remotos para viajar de pueblo a pueblo, cualquier desplazamiento debía ser una aventura. La supervencia del más fuerte, afortunadamente hoy tienes cualquier cosa cerca, incluso hospitales, entonces sobrevivir suponía un esfuerzo enorme.

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Seguimos sumando pasos, atravesamos un pequeño arroyo y encaramos la subida al Pico de la Cotorra.

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Echas la vista a un lado y ves el mirador desde la distancia. Aún quedan compañeros descansando. Aprecias dónde han situado el mirador, y con razón.

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Toca bajar de nuevo, atravesaremos el regato de Labradillas, frente a nosotros una zona de roquedos que conocen como Migas Malas.

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Tras el arroyo otro ascenso que nos meterá de lleno en la Sierra de Las Mestas antes de descender a Cabezo. El paisaje, por momentos, recuerda que no ha mucho tiempo estos parajes fueron bosques.

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Un espectáculo. La Sierra de los Riscales, la Sierra de Valhondo, y al fondo, el Sistema Central, Gredos, el Valle del Ambroz. Cuesta llegar aquí pero cuando estás, es tal la sensación de bienestar que no quieres marcharte.

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Encima de nosotros El Espigón, y descendemos hacia una de las pedreras tan comunes en la comarca. Por cierto, detrás de esta sierra está el Parque Natural de Las Batuecas.

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Aún preparada es díficil caminar entre piedras, y bajando, tropezar o resbalar no es extraño, ahora andamos con cuidado.

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Hasta en este detalle se han superado, en la pedrera han conseguido hacer un senderito cómodo y que casi no se note. Es de alabar el trabajo que han hecho en esta ruta, inmejorable.

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Y llegamos a otro pequeño mirador, hay quienes quieren descansar un ratito. No es mala idea si vais a hacer la ruta completa porque desde aquí quedan unos 8 kms hasta Las Mestas. Ahora hay que bajar.

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Allí abajo esta Cabezo, el siguiente pueblo. Eso sí hay un desnivel de 350 metros hasta llegar al valle.

Cabezo

 

Dejamos la sierra poco a poco entre roquedos y pinos. Apretamos las rodillas, en algunos momentos la bajada es pronunciada y exige prudencia.

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Los pinos nos agarran, se agradece su sombra antes de entrar en la pedanía de Cabezo, para nosotros fin de ruta.

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 Cabezo, dependiente de Ladrillar, apenas 80 habitantes, merece la pena paser por sus calles, su miel exquisita, les llaman «Tabarros», que significa «Tábano» por la abundancia de tábanos en épocas pasadas en la zona. Tendríamos que seguir hasta Las Mestas pero nos aconsejan que ahora, primavera cuando la hicimos nosotros, ni se nos ocurra acercarnos al camino, plagado de panales de abejas, polinizando flores y fabricando miel. Es la consecuencia del paisanaje que aceptamos resignados. La parte que queda es llana pues discurre por el valle, cerca del río. Otra vez será.

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Cansados pero impresionados, satisfechos y abrumados, orgullosos y apegados, es verdad que Las Hurdes es un destino natural. Hoy hemos pateado sierras y vereas, que sirvieron de camino a «reales personajes como Alfonso XIII, que a caballo, cosieron otro trocito de historia haciendo suya una misión de prosperidad y cambio», dicen en la web de Hurdes. Y tanto. La imagen de aquella región paupérrima que llegaba hasta las bancadas políticas de Madrid avergonzaba a muchos cuando el siglo XX ya se había iniciado, cuando los cambios anunciaban una época mejor aquí se había parado el tiempo, habían abandonado el tiempo y atrapado a sus gentes. Buñuel, Marañón, Legendre, Unamuno o el propio rey variaron esa historia. Hoy disfrutamos de esta comarca que, en otro tiempo, España escondía. Hurdano hoy es un sentimiento, una marca, que cuando caminas por paisajes como estos, se te tatúa en la piel. Una simbiosis perfecta, un susurro que se agarra al oído para llamarte de vez en cuando y recordarte esta tierra que abraza a los hombres… y se los queda.-

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Ruta Chorro de La Meancera. Las Hurdes

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 Las Hurdes es un paraíso para el senderista. Sus accidentes geográficos, sus ríos y arroyos, sierras montañas y pueblos -con sus alquerías- convierten a esta comarca extremeña, tan estigmatizada, en un lugar perfecto para caminar. Consciente de ello, la Mancomunidad de Las Hurdes ha editado varias guías de rutas senderistas, perfectamente señalizadas, hay más de 20, algunas con espectaculares miradores y con pueblos y rincones que, si no los conoces, quedarás enamorado de ellos. El Gasco es un ejemplo. Esta alquería tiene dos hitos especiales: el Volcán del Gasco, lugar de interés científico, y el Chorro de la Meancera, o Miacera, a donde nos dirijimos en esta ocasión.

Os dejo el track para GPS de Escaladores de Extremadura, aunque no hace falta pues está muy bien señalizada y no tiene pérdida

Es una ruta corta, con algo de subida y alguna dificultad, sobre todo en la parte del arroyo de la Meancera puesto que hay que caminar entre piedras y cruzar el cauce varias veces.  Apenas cinco kilómetros pero muy intensos. Un caramelo para completar un día en el que se puede hacer más de una ruta, y hay muchas en Las Hurdes.

 Las Hurdes tiene 43 localidades, de ellas, sólo seis son municipios, el resto, 37, son alquerías. Uno de estos municipios es Nuñomoral del que dependen 10 alquerías, una de ellas El Gasco. En la zona donde se asienta la alquería se encuentran multitud de restos y grabados de la edad de bronce.Incluso hay varias cuevas en las proximidades en las cuales se supone que vivió alguna población en la edad de bronce.

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 El Gasco tiene apenas 150 habitantes, la carretera que nos lleva termina allí. Os aconsejo visitar el Centro de Interpretación de la Casa Hurdana, una reconstrucción tanto por fuera como por dentro de la vivienda típica de Hurdes.

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 En la alquería de El Gasco hay varios artesanos que trabajan la piedra y la madera. Fáciles de encontrar. Construyen casitas pequeñas con la estructura de las viviendas hurdanas, y muy típicas, utilizando roca volcánica,  y cachimbas, una especie de pipas de fumar. También realizan trabajos con la madera, como pequeños bancos y adornos diversos. Os podéis quedar a comer en el bar restaurante El Bodegón, os aconsejo una delicia de la comarca: el limón de Hurdes, una especie de ensalada que mezcla sabores magnificamente.

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 Para llegar al chorro sólo hay que bajar hasta el final  de la carretera y  seguir la señal, recorremos un par de calles de la localidad y descendemos hasta la piscina natural de río Malvellido que seguiremos durante un rato entre bancales, huertas y pizarra.

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Junto al cauce del río, un sendero que bordea la piscina natural nos facilita el camino, rodeados de pequeñas elevaciones de nombres tan sonoros como: El Hontano, el Pimpollar o el Lombo de la Pina.

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 Las aguas del río Malvellido, a las que saluda el pequeño enclave de El Gasco, descienden entre meandros y pizarras desde lo alto de la Sierra de la Corredera, en el Pico Solombrero; para visitar, entre mil curvas y recovecos, La Fragosa, Martilandrán, El Collado y Cerezal antes de fundirse con las aguas del río Hurdano, y así, seguir juntos recorriendo Las Hurdes, pueblo a pueblo, alquería tras alquería, hasta su zona más baja y descansar en las mansas aguas del Embalse de Gabriel y Galán que alimenta el río Alagón.

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 En este punto, podemos optar por visitar el Volcán del Gasco, lugar de interés científico; curioso por que los habitantes de El Gasco han vendido siempre las piedras del cráter para el lavado de vaqueros y para diversos artículos de artesanía, como las pipas de fumar. Dicen los geólogos que sus piedras, su cráter de unos 50 metros de diámetro, son de un meteorito que cayó hace más de un millón de años.

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Pero seguimos nuestro camino, fascinados con un paisaje duro pero enternecedor, bello y fuerte. A El Gasco hay que venir expresamente y eso se deja notar. Cualquier pequeño hueco es aprovechado para sembrar, huertos de formas imposibles que se retuercen con el río y viven de este.

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Por mucho que nos hayan contado en Las Hurdes el agua está por todas partes, las montañas la devuelven, una y otra vez, al cauce de ríos y arroyos.

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 Este primer tramo tiene un trazado muy arreglado, sencillo, es parte de la senda que recorre todos los pueblos de la zona en el corazón de las Hurdes, caminos que se han recuperado para hacerlos transitables, que ponen en valor los senderos, caminos y veredas que han utilizado los hurdanos durante años y que  estaban  abocados a la desaparición por el abandono.

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Caminos de pizarra, como los suelos, como las paredes, como las lindes, como los bancales… que dibujan Las Hurdes así: duradera, resistente, práctica. Esto hay, esto cojo.

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 Los cerezos se han hecho fuertes en esta tierra, el Valle del Jerte es su lugar más conocido en Extremadura, pero ya es habitual verlos en cualquiera de los valles del norte de Cáceres. Aquí lo que más sorprende es observar cómo se gana cada palmo de tierra a golpe de piedra, como se aprovecha cada rinconcito por inservible que parezca para hacerlo productivo.

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 Dejamos el cauce del río Malvellido, e iniciamos el ascenso hacia el chorro de la Meancera, por el arroyo del mismo nombre aunque, es cierto, en muchos lugares aparece como Miacera y no Meancera. Este es el tramo más complicado porque hay que andar entre piedras y cruzar el cauce del agua en varias ocasiones.

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No es complicado si se va con cuidado, lo sinuoso del terreno nos obliga a ir siguiendo un pequeño sendero que discurre buscando el hueco que dejan las piedras, el tiempo y las muchas pisadas ha hecho un trazado básico que hay que recorrer atentos.

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En algún tramo nos ayuda la infraestructura que la Mancomunidad ha colocado a lo largo del camino y que aumentan la belleza del recorrido.

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Sigues subiendo y, de repente, echas la vista atrás y contemplas sorprendio la belleza, la magia hurdana, lomos y sierras que se suceden soportando valles, escondiendo gentes. Aquí el senderismo es una delicia.

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Y entonces llegas. El Chorro de la Meancera, casi un lugar de culto, una caída de agua de unos 100 metros de altura que salva la montaña lanzándose al vacío.
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El ruido del agua no llega a las imágenes pero sorprende la caída constante, y sorprende más ver que la piedra resiste el embite del chorro y parece no inmutarse; ni siquiera redondea sus aristas.

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El agua salta por encima de las rocas, busca los huecos necesarios para seguir su curso, desaparece a la vista y reaparece dibujando, salpicando en una roca gris que el agua azulea.

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La imagen de un entorno escondido al que hay que acercarse para comtemplarlo con detalle, justo donde la montaña se hace más inaccesible, el agua encontró un hueco para seguir su curso buscando el río que lo arrope, abajo, de nombre Malvellido.

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Tras disfrutar de la belleza de la cascada, del entorno, hay que iniciar la bajada, desandar el camino, no hay otra manera que no sea volver sobre nuestros pies.

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La senda que nos devuelve al corazón de río es como un camino de cuentos que zigzagea como el río. No falta detalle.

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Las Hurdes es eso, un cuento y un encuentro, con la tierra, con la destreza y la habilidad del hombre para adaptarse a ella, para dibujar entre ariscos pizarrales bancales de tierra de los que sacar el fruto necesario; colores de un triunfo que logra la constancia y el tesón. Es una simbiosis entre hombre y tierra y el resultado no es baladí. Lo dijo Unamuno: «. . . Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».

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Dicen los hurdanos que esta es una tierra donde ha existido y aún existe “…un permanente abrazo entre el hombre y la naturaleza…”, donde el hombre se ha adaptado a la tierra, y ésta a las necesidades del hombre; cada roca ha servido de cimiento para toda una cultura tanto arquitectónica y gastronómica como tradicional.

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Hasta el agua dibuja instantes, resultado de años de trabajo, esquinas imposibles donde el hombre deja su huella. Sierras y picachos agrestes y ásperos, en un abigarrado paisaje entrelazado de escarpadas montañas; ríos, arroyos que parecen llamados a reunirse en las aguas del Alagón , en el Valle del Alagón donde estas inmensas formas por fin se suavizan.

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Las Hurdes. Siempre vuelves, siempre nueva; hay un paisaje, una luz, un rincón, un olor, un instante en el que no habías caído. De repente paras, tú y el tiempo; te bajas del coche y del mundo, y te pones a andar, puedes hacerlo durante horas porque Las Hurdes es un paraje enorme, de corazón y alma, un lugar regalado a los hombres, robado a la imagen de la miseria para convertirlo en un lujo. » Largos y espesos son los silencios que se extienden por la historia de esta comarca» dicen los hurdanos. Para el senderista Las Hurdes es un rito iniciático, un verso, una ensoñación, el camino perfecto, una vereda al corazón de un mundo propio en el que leyendas y tradiciones saldrán a la vera del camino para acompañarte en el viaje; una andanza que es mejor que descubras Andando Extremadura.-

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Ruta El Chorrituelo en Ovejuela. las Hurdes

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La comarca de Las Hurdes, Cáceres, se caracteriza por muchas cosas, entre otras por la presencia constante del agua que, peleando con los suelos pizarrosos, crea vistosos meandros y sorprendentes saltos de agua. A casi todos hay que llegar andando, ruta señalizadas que merecen la pena por la belleza de su paisaje. La ruta de hoy nos llevará haste el salto de agua de Ovejuela: El Crorrituelo, una cascada de 70 metros de altura.

Las Hurdes es hoy un destino turístico consolidado, los hurdanos lo saben y es cada vez más fácil encontrar alojamientos, restauración, señalización… para la práctica del senderismo se han recuperado caminos, se han marcado y dotado de las infraestructuras necesarias para hacerlos transitables y son más frecuentes las guías, los enlaces y mapas que ayudan a recorrerlos.

La ruta al Chorrituelo es sencilla, 6 kms, ida y vuelta, que transcurren por parte del GR 10 a su paso por Hurdes, la única dificultad es que hay que atravesar el río de Ovejuela en un par de ocasiones y que, al final de la ruta, al acercarnos a la cascada nos obliga a caminar entre piedras pegados a la orilla, pero yendo con cuidado, no hay mucho problema. La ruta la hicimos, como muchas otras, con el Club Deportivo La Vereína.

Os dejo el track para GPS de la ruta

 La ruta parte de la alquería de Ovejuela, una de las once que tiene Pinofranqueado, con apenas un centenar de habitantes.

Es uno de los pueblos más antiguos de toda la comarca hurdana. En documentos del S. XI se cita con el nombre de «Oveiola». En sus inmediaciones, se encuentran los vestigios de un gran asentamiento prerromano, que las gentes de estos lugares llaman «Otulia» o «Vitulia». Y desde la pequeña plaza de Ovejuela, donde acaba la carretera, arranca la ruta.

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Partimos por un camino cómodo, rodeados de pequeños huertos, que nos lleva hasta la piscina natural.

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A la piscina natural de Ovejuela se llega en un momento, en invierno vacía deja correr el agua del río, pero el rinconcito invita a venir en verano. Está bien preparada

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Por encima de la piscina un pequeño puente nos cruza al otro lado, donde arranca el camino de tierra.

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En cuanto comenzamos a ascender, de manera suave, descubrimos el paisaje hurdano por el que caminamos, un regalo para la vista.

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Un pequeño sendero que sigue el curso del río, encajado entre sierras. Pizarras, pinos y olivos nos acompañan en el paseo.

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 Es el tramo que discurre por el sendero de gran recorrido GR 10 que  comunica la localidad valenciana de Puzol con Lisboa sirviendo de unión entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.

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El recorrido es una delicia que deja imágenes de mucha belleza donde bancales, pinos y pizarra logran un equilibrio muy frágil.

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Hay que cruzar el río, no será la ultima vez, es la única dificultad de la ruta, que en algunas épocas de invierno pone complicado completar el recorrido.

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Venimos recorriendo este pequeño valle que marca el cauce del río Ovejeuela. Pierdes un momento en mirar hacia atrás y seguir el sendero ya andado para tomar conciencia de la delicia del entorno. Las Hurdes son un regalo.

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Una senda de piedra, señalizada, que zigzagea entre pequeños cerros donde aún permanecen los pinos que estos años se han salvado de los incendios; una herida abierta en Las Hurdes y otras comarcas del norte de Extremadura.

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Es un juego de sensaciones, donde los sentidos se disparan: olores, sonidos, colores que te aislan del mundo en este rinconcito que parece sacado de una película. Es un paisaje moldeado, hecho a conciencia; la mano del hombre ha cambiado esta comarca estigmatizada por Buñuel y, gracias a él, recuperada para hacerla habitable y deseada.

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Dejamos el sendero y bajamos hasta casi tocar el agua, en la última parte de la ruta hay que caminar sobre piedras, no siempre cómodas

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A buscar apoyos para cruzar el cauce, el río es generoso, tranquilo mientras las lluvias no aumenten el caudal y la fuerza del agua nos obligue a desistir de seguir adelante. Eligimos una época buena.

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No todos los pasos son tan sencillos, hay que sopesar cada zancada, la pizarra es traicionera y pulida por el agua mucho más.

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El Chorrituelo aparece entonces, no hace falta la ingeniería costosa de los grandes canales; el agua sabe como salvar desniveles; simplemente se deja caer para deleite de todos.

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Es una caída constante, más calmada a finales de verano como en esta imagen…

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…o más bravía después de un otoño generoso como en esta otra. De cualquier forma este rincón es magnífico. En verano invita al baño. El agua es el único murmullo, y el de la admiración de quienes llegamos hasta aquí por primera vez. En algún lugar he leído que aquí nace el río Ovejuela, no lo he podido corroborar, me parece mucho caudal para el nacimiento de un río; aunque esto no le resta belleza  ni monumentalidad. Da pereza marcharse.

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A la izquierda del cauce hay un pequeño sendero que os aconsejo tomar unos metros, apenas un kilómetro, que os llevará de nuevo al sendero del GR 10, es una subida algo más dura pero al entrar en el camino de piedra comprenderéis porqué. De repente te sientas ante esta imagen de Hurdes, sus meandros, sus pizarras, sus bancales de olivos, pequeños bosques de pinos. No me digáis que no es una delicia que se pare el tiempo en un instante como este… Y ahora camino de vuelta.

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Los malditos años del hambre y el abandono la convirtieron en Tierra sin pan, el tiempo y aquella vergüenza nunca asumida transformaron este manto de pizarras y meandros, situado en una esquina del tiempo parado muchos lustros, en un lugar idílico, como sacado de un cuento. Dicen los hurdanos que «Las Hurdes comienza donde finaliza la fantasía del sueño». Es una tierra con duende, un premio Nobel que Extremadura enseña poco, como si le diese vergüenza; pero si te llegas hasta aquí y te dejas guiar por el instinto, descubrirás por qué Miguel de Unamuno sentenció acertado:

«. . . Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres»

Si cuando vengas por aquí se te eriza la piel un poquito, ya eres hijo de Las Hurdes, y volverás seguro. Nosotros lo hacemos muchas veces… Andando Extremadura.-

                                                                                                                                            ©vicentepozas2013