Ruta Portagem-Marvao (Portugal)

Marvao, es un pequeño pueblo medieval fortificado; se asienta a gran altura sobre un peñasco rodeado de un paisaje de campiña en la región portuguesa del Alentejo, en el Parque Natural de la Sierra de São Mamede, muy próximo a la frontera con España, muy cerquita de su vecina española Valencia de Alcántara. Desde el río Sever se asciende hasta la aldea por una calzada medieval de piedra rodeados de robles y paisajes. Esta es la ruta de hoy, sencilla, de apenas 9 kms, pero preciosa. Magníficamente señalizada, como acostumbran los portugueses, y muy recomendable.

Os dejo el track para GPS

Portagem, peaje en portugués, nació por la existencia de un puente y una torre, entre los siglos XII y XIV. El peaje se cobraba para pasar el río Sever y subir a Marvao. Hoy es un pequeño pueblo lleno de servicios de restauración, hoteles y dos piscinas, una natural y otra municipal. El puente y la torre aún se conservan, tras cruzarlo hay que girar a la derecha por la rua Nova, o Largo das Almas, entre casitas blancas y colores del país. Justo ahí hay un aparcamiento para dejar coches y autobuses.

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Enseguida nos topamos con la Capela das Almas (La capilla de las Almas) en este tramo que discurre por una pequeña carretera.

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Desde aquí la fortaleza de Marvao nos saluda. El Nido de las Águilas, sobrenombre que le acompaña desde hace siglos, conserva ese aire medieval, mezclado con la ‘saudade’ portuguesa. Es un lugar para vivir aunque los turistas inunden calles y plazas.

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Unos 500 metros más allá abandonamos la carretera y tomamos un camino a la izquierda, señalizado, que nos lleva a la calzada, comenzamos a subir.

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Nos saluda una fuente al inicio del camino antes de dejar atrás la aldea de Portagem. Rodeados aún de olivos, cerezos y castaños.

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Enseguida nos adentramos en un robledal donde la calzada se conserva intacta. La sombra en los primeros días de junio cuando hicimos la ruta, se agradece.

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La calzada es medieval, aunque hay fuentes que apuntan a que pudo ser en sus orígenes romana como el puente que cruza el río Sever. La ruta, percurso en portugués, está llena de sorpresas, este viejo bosque y su calzada son la primera de ellas.

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Marvão fue una importante plaza fuerte en la defensa de Portugal contra Castilla, especialmente durante la Guerra de la Restauración. De ahí su construcción en la cima de la sierra y su dificultad de acceso, fue uno de los grandes bastiones de las disputas entre españoles y portugueses.

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El ascenso nos deja ver la frontera, la raya/a raia luso española; frente a nosotros las Peñas Aguda, de San Blas y de la Hierba ( o las Penhas Aguda, do Sao Bras y do Relva, porque están en el lado portugués) de la Sierra de la Paja que separa ambos países.

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Así llegamos a Marvao, atravesando los últimos alcornoques, situado a 825 metros de altitud. Apenas cuatro kilómetros después de haber salido, entramos en la fortaleza.

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Como reza el panel informativo que nos encontramos a la entrada de Marvao, la calzada es parte de los caminos que se utilizaron durante siglos en este territorio, este que parte de la muralla de la fortaleza se comunicaba con la ciudad de Portalegre. En toda la zona se conservan, en muy buen estado, varios tramos de caminos medievales que unían aldeas y pueblos.

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En la actualidad este pueblo portugués se caracteriza por sus imponentes murallas, que se encuentran perfectamente integradas en el paisaje, llegando incluso a confundirse con la cresta del peñasco.

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Mãrvao es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede, cuentan en la página de turismo de Portugal.

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La muralla de la ciudad se puede recorrer entera y visitar, en la parte más alta, su castillo. El nobel portugués José Saramago en su Viaje a Portugal, ya lo expresó de manera clara: «Desde Marvao se ve la tierra toda (…) No diríamos toda la tierra, pero es innegable la impresionante vista sobre las tierras de Portugal y como villa rayana, que es, de España. Se comprende que en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

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«Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja», afirma Pedro Retamar.

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Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Ibn Marwan, fundador también de la ciudad de Badajoz, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160.

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Es una villa para pasear con calma; como la ruta es sencilla os recomiendo un largo paseo por sus calles enredadas. La mejor opción es pasar por la oficina de turismo que se encuentra a la entrada y pedir toda la información necesaria y un plano que os facilite la visita.

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No dejéis de subir al castillo y al museo porque las vistas de Marvao desde allí son espectaculares, la entrada creo que cuesta 1,5 euros, nada para lo que disfrutaréis con el paseo por la fortaleza.

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Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes.

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Dejamos, con pena, Marvao recorriendo sus recovecos y sus sorprendentes calles, estrechas e irregulares, pero llenas de sorpresas.

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Salimos por el camino que nos lleva al Convento de Nossa Senhora da Estrela, fundado en el año 1448. Visitable y recomendable.

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Tras un pequeño tramo por la carretera, accedemos a otra calzada que nos lleva a un pequeño conjunto de casas, Abengoa, en una zona dominada por los castaños.

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Callejas empedradas, vides, castaños, olivos y encinas bordean a Marvao por la parte este mientras descendemos de la sierra.

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En este pequeño cruce, si os desviáis unos metros a la izquierda, podéis encontrar la Fuente de Souto y un par de tumbas medievales excavadas en roca.

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Retomamos el camino siguiendo la señalización, ya digo muy bien situada en todo el recorrido, mientras volvemos a sumergirnos en el robledal que rodea la sierra.

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En este punto el camino se cierra y volvemos al camino donde cogeremos parte del trazado que tomamos al subir, lo veis perfectamente en el track. Ya solo queda desandar el apenas kilómetro que resta.

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La empedrada ruta medieval es toda una sorpresa, bueno, Portugal es siempre una sorpresa; visitar sus villas históricas lo es mucho más. Es un pequeño paseo para días más relajados, para finales de temporada con comida, como es nuestro caso, o para mañanas en las que te apetecen itinerarios con encanto, este no os defraudará.

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Así se refleja la alegría del paseíto, los colores y sabores de Portugal de los que daremos cuenta en cualquiera de las braserías que hay en Portagem para disfrutar de lo más típico: pollo a la brasa y bacalao dorado, aquí hay que comer eso porque lo preparan mejor que nadie.

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Como ya he comentado, preparamos esta sencilla ruta para cerrar temporada con el Club La Vereína, para hacer hambre y despedirnos obligados por los rigores del estío extremeño. Septiembre será tiempo de tocar a rebato, y volverse a calzar las botas.

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Decía el sabio Saramago que “un viaje no existe si no es en la memoria”, he visitado muchas veces Marvao, y siempre me parece la primera vez, porque siempre me sorprende como la primera vez. Esta villa encantada en la que he ido haciendo amigos con los años; es una tentación ante cualquier viaje, una disculpa fácil, un paseo reconciliador, el recuerdo a un escritor admirado, José Saramago, y con el que coincido en afirmar: ¡qué grande es el mundo!

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Caminos tradicionales de la Sierra de Gata. Gata-Torre de Don Miguel- Santibáñez el Alto

Ahora que nos hemos acostumbrado a ellas parece que las carreteras siempre estuvieron ahí. Pero no siempre fue así. Los caminos fueron, durante siglos, la única manera de llegar de un lugar a otro, de un pueblo a otro, de una comarca a otra, de un prado a una finca, de la montaña a la ciudad. Las bestias eran la manera de traer y llevar aquello que no producía la tierra y los viajes, un esfuerzo necesario para poder vender aquello que no se consumía, o se podía cambiar por alguna herramienta o un enser doméstico, o un simple trozo de tela para un vestido nuevo. Esta ruta nos lleva desde el pueblo de Gata hasta el de Santibáñez el Alto, pasando por Torre de Don Miguel, recorriendo esos viejos caminos para cruzarte con cruces, bellas fuentes, molinos, riveras o antiguos pajares. Arquitectura vernácula al lado del caminante, en un paseo entre valles y sierras que invita a conocer parte de la comarca cacereña de la Sierra de Gata.

18,5 kms de dificultad baja, os dejo el track para GPS

Comenzamos en Gata, una bellísima localidad que os aconsejo visitar si vais con tiempo (y si no, tendréis que volver). Y lo hacemos junto al impresionante Cedro que domina el pueblo, situado junto a la carretera, es uno de los árboles más conocidos de la comarca, con una altura de 30 metros y un perímetro de tronco de hasta 5 metros y una edad que supera los 200 años. Este gigante nos bendice al iniciar el camino.

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Nada mas dejar atrás el cedro nos sale a la derecha un camino descendente que nos lleva hasta el río. Es fácilmente reconocible porque veremos un panel informativo y enfrente la ermita del Humilladero del siglo XVI. Aquí empieza el recorrido.

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Enseguida nos topamos con la Rivera de Gata, crecida porque acaba de darle sus aguas el arroyo del Concejo. La Sierra de Gata es tierra de olivos y los viejos molinos son una constante en cada cauce de agua.

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No tiene pérdida el camino porque aquí conserva el viejo empedrado medieval con fuentes como la del Chorrito y que en este tramo coincide con el trazado del  sendero internacional GR 10.

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Más arriba la piedra se pierde oculta por el cemento que tapa la belleza de estos viejos itinerarios. Aún quedan algunos pinos de la masacre que el fuego viene haciendo en estas sierras, con la ayuda de la mano del hombre, desafortunadamente.

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Desde el puerto de la Cruz de Piedra, Gata se ve así de hermosa. Junto a esta portilla entre las sierras del Salido y Las Jañonas, junto a la cruz de piedra que le da nombre, iniciamos el descenso a Torre de Don Miguel por un camino, junto al arroyo Hondo, que antes era vereda, y que las máquinas han convertido en pista.

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Y llegamos a Torre de  Don Miguel, otra deliciosa localidad sierragatina que conserva sus construcciones originales, pasadizos de madera y adobe, callejuelas angostas e imposibles que se funden con casas señoriales. En su plaza aún queda el recuerdo de otro árbol mítico de la Sierra de Gata: el álamo negro que presidió el ágora de Torre durante años y que fue imagen de la comarca.

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Los urbanitas (ya seamos senderistas, viajeros, curiosos, comerciantes o almas perdidas) pasamos demasiado deprisa por los pueblos. Desentonamos en la paz que ofrecen, y despreciamos ese abrazo que trata de de imbuirnos en una filosofía de vida que tiene como protagonista al tiempo, porque en la Sierra de Gata no hay prisa, ellos dicen que el tiempo lo dan ‘dao’.

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Pero nuestros pies están de paso y se topan, apenas el instante que duran unos pasos, con joyas como la ermita del Cristo de la Misericordia con esa  portada del s. XVI, dicen que de Pedro de Ibarra, que nos recuerda a la arquitectura de las sinagogas judías.

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Cogemos por los Cascajales el camino donde se unirán los arroyos del Grueso, el de San Juan y el del Perico en la Ruta de los Molinos.

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Este parque arqueológico muestra varias almazaras recuperadas. Molinos de aceite que movía el agua como este de Los Blancos, rehabilitado en parte.

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El oleturismo, o turismo de aceituna, es una realidad que se impone en otros territorios, pero que en Extremadura aún no sabemos aprovechar. Esta ruta es una buen muestra de nuestro potencial.

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La ruta continúa  cruzando una pasarela que conduce a la margen izquierda del arroyo de San Juan, donde se alzan las ruinas del molino del Tío Perfecto.

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El Molino del Tío Perfecto -cómo eran los pueblos para nombrar a sus paisanos- conserva los viejos engranajes que movía el agua, las viejas piedras de molino, fabricadas en piedra y que durarán eternamente.

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Viejas ruedas que habrán dado vueltas y vueltas sin fin, movidas por los arroyos amansados, la fuerza de la corriente convertida en energía hidráulica, para dar vida a una aceituna exclusiva, convertida en aceite único, oro verde de la sierra: la Manzanilla Cacereña. El olor de las viejas cocinas que aún recuerdo de esos años de infancia rural, y afortunada.

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Sobre el azud, junto a su canal, una tercera pasarela comunica con los restos del Molino del Tío Domingo, donde se encuentra una coqueta y magnífica piscina natural con todos los servicios necesarios.

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Y frente a la piscina, El molino de Los Lucas, un edificio rehabilitado que mantiene en su diseño toda la magia de su uso original y toda la belleza de estos edificios a los que, en algún caso, se les quiere buscar un uso turístico; una idea que espero se lleve a cabo más temprano que tarde antes de que el abandono dé con sus muros en el suelo.

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Tal es la simbiosis de esta gente con el aceite que Torre de Don Miguel vive una de las fiestas más arcaica que se conservan en toda Extremadura. Un tesoro etnológico que deberías conocer: la fiesta del Capazo. Esas antiguas ruedas de esparto en las que se colocaba la aceituna para que la piedra del molino extrajese el zumo. Y que esa noche arden a ritmo de tamboriles y vino en las muchas bodegas del pueblo.

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Sigue el arroyo de San Juan cerca de nosotros, mientras caminamos por el paraje de la Rapaza; las viejas construcciones molineras aún son visibles.

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Rodeados de olivos, cerezos, pinos o viejos robles, cruzamos el arroyo para encarar enseguida la subida a la atalaya de Santibáñez el Alto.

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Este viejo camino conserva parte de su belleza, de su abrupto trazado, gracias a que el hombre no encontró manera de domar estos bancales de piedra que miran al norte.

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Un inmenso robledal, paredes de piedra y  el viejo camino nos acogen en la subida a Santibáñez el Alto por este paraje denominado Hondón de los Olivares.

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Joyas como este abrevadero de piedra, dejan constancia de que por los caminos, además, se movían los animales, el verdadero tesoro de los habitantes de la sierra.

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Callejas anchas, delimitadas por muros de piedra por donde corre el agua estos días de abundante lluvia. La subida a Santibáñez no es muy dura. El pueblo, construido sobre la Sierra Martín, se encuentra a 685 metros de altitud. La calleja nos lleva directamente a sus calles.

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Santibáñez el Alto es de los pueblos menos conocidos de la Sierra de Gata, porque aquí hay que venir. Pero su situación es estratégica. Es un mirador de 360º de la Sierra y de las tierras del Alagón.

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Hay excelentes balcones para disfrutar de fotografías como esta: el pantano de Borbollón a tus pies, rodeado de dehesas. En otoño, desde aquí, las bandadas de grullas son un espectáculo.

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Santibáñez el Alto, antes llamado San Juan de Máscoras, que era el nombre de la fortaleza que corona el pueblo, y el origen de él. La Fortaleza de San Juan de Máscoras fue una de las joyas de la corona de la Orden de Alcántara y durante años se derramaron ríos de sangre, tanto cristiana como islámica, para controlar  una de las puertas de entrada de la transierra extremeña.

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Mientras ascendemos al castillo nos topamos con la iglesia de San Pedro con su curiosa torre-fachada.

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Es la mayor fortificación de toda la Sierra de Gata, ya está muy deteriorada, desafortunadamente. Eso sí, su recinto amurallado se conserva prácticamente íntegro; aunque buena parte de él se ha convertido en el muro de muchas de las casas que se han construido a sus pies; incluso la plaza de toros aprovecha parte de esta muralla.

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Hoy el interior del castillo es el camposanto de la localidad, y han cometido la aberración de instalar un repetidor de TV y teléfono en lo alto. Pero os invito a encontrar entre sus muros las marcas que los canteros dejaron en los sillares que laboriosamente labraron durante siglos para levantar esta majestuosa construcción militar.

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Solo hay dos bares, magníficamente situados y juntos, en el pueblo que ofrecen vistas magníficas y que se alegraron mucho de vernos, pues aprovechamos para comer y hacer gasto en los pueblos, como tiene que ser.

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Dejamos las tierras del Temple por el viejo camino de subida al castillo, descendemos de este pedacito de historia fronteriza, que guarda los secretos de las muchas desavenencias hispano lusas sucedidas a lo largo de la historia.

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La Sierra de Gata es rica en agua, prueba de ello son las muchas fuentes que hay en toda la comarca; esta sierra además, es como un enorme pozo subterráneo del que mana agua por todas partes. Esta es la fuente del Pilar.

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Al descender de Santibáñez nos topamos con uno de esos tesoros de la ruralidad extremeña. Justo en la parte baja de la sierra, cuando comienza la dehesa nos encontramos con el Barrio de la Calzada, o Los Pajares que, como cuenta mi buen amigo Víctor Manuel Pizarro, se trata de un interesante barrio ganadero, «uno de los poquísimos conjuntos arquitectónicos populares de carácter agrícola y ganadero que se conservan de manera íntegra hoy día en Extremadura. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con la categoría de Lugar de Interés Etnológico»

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Se trata de conjunto de más de cien construcciones de granito, la mayoría abandonadas, dedicadas a establos, cuartos de aperos y pajares.

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Ocupan una superficie de unas 27 hectáreas en mitad de un paisaje afable, rico en manantiales, fuentes y abrevaderos, sobre un suelo fértil de dehesas, prados y acebuches centenarios donde pastan vacas y caballos.

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Afortunadamente, muchas de estas construcciones se están recuperando para deleite de todo aquel que las visita, y merece la pena.

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Los Pajares  fue el primer Bien de Interés Cultural como Lugar de Interés Etnológico, declarado por la Junta de Extremadura en 2010. El resultado de una vida práctica, de como los ganaderos evitaban los roquedos de la sierra y buscaban los pastos y la comodidad del llano.

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Nosotros caminamos ahora por la dehesa boyal de Santibáñez, sin árboles, que deja que veamos frente a nosotros la sierra de Dios Padre y Villanueva de la Sierra a sus pies.

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Por los huertos del rincón y el Mermejal nos acercamos a la piscina natural de Santibáñez, junto a la carretera local CC-115, que aquí llaman la carretera de Montehermoso, final del trayecto.

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El río Árrago, protegido por su hermosa vegetación de ribera, rodeado de olivares, castaños, alcornoques y extensos viñedos, hace quiebro en este punto, antes de juntarse con el río Tralgas y llenar el embalse de Borbollón, tierra de grullas; hace un quiebro, digo, para facilitar el baño en esta deliciosa y tranquila piscina natural que cuenta todo tipo de servicios.

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Fin de trayecto. Para el recuerdo queda esta imagen de grupo que nos hicimos delante de la rueda del molino de Los Blanco, aunque no olvidaremos el viaje que, antaño, realizaban estas gentes muy a menudo y no con el carácter lúdico y deportivo que nos ha movido a nosotros.

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La Sierra de Gata es una comarca diversa, amplia y deliciosa. Tierra de vinos y aceite. De castillos, de habla propia; una tierra de fronteras donde el otoño se inunda de matices y el verano te invita a bañarte en cualquiera de sus diecisiete piscinas naturales. Pueblos y aldeas que conservan la arquitectura rural y serrana, plagada de viejos caminos medievales de piedra que se conservan en algunos tramos, tan bellos, que tus mismos pasos te retrotraen a aquellos años en los que vivir aquí no resultaba tan idílico. Hoy este paisaje entre montañas es un paraíso para el viajero, la mejor manera de conocerla es hacerlo Andando Extremadura.-

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I Ruta del Llano a la Sierra. Torremocha-Albalá-Montánchez

DEL LLANO A LA SIERRA

La I Ruta del Llano a la Sierra fue una idea de los ayuntamientos de Torremocha, Albalá y Montánchez que organizamos los clubes GR100 y La Vereína con el apoyo de la FEXME (Federación Extremeña de Montaña y Escalada), una iniciativa para potenciar la comarca, sus caminos, sus recursos y sus bondades. De las dehesas y pastizales, a la sierra, 20 kilómetros por esta comarca que merecen la pena. Los tres ayuntamientos, además, cuidaron todos los detalles y recibieron a los senderistas con todo el mimo. Ha sido la primera edición y la intención es darle continuidad.

Os dejo el track de la ruta

La bienvenida nos la dan en Torremocha, donde el ayuntamiento nos recibe con desayuno; no falta de nada, comenzamos cogiendo fuerzas para un día duro por el calor. Saluda del alcalde e inicio de la marcha. Torremocha con unos 1.200 habitantes; está emplazada en una llanura entre pequeños cerros muy aptos para el cultivo de cereales, y corre muy próxima a ella el río Salor Perteneció al antiguo partido de Montánchez hasta 1631. Sus calles son bastante espaciosas y rectas, con casas de dos pisos, de mampostería enjalbegada y vanos adintelados.

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Precisamente salimos de Torremocha cruzando el río Salor y nos topamos con esta delicia: el Puente Grande, posiblemente de origen romano, pero de factura medieval, alomado con cinco arcos de medio punto, está en el camino que conduce a Aldea del Cano, el que llaman de El Ejido; el puente pudo estar en la antigua ruta hacia Norba Caesarina, de ahí que los investigadores no descarten su pasado romano

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Dejamos las aguas del Salor a nuestra izquierda y encaramos por el Camino del Molinillo, rodeados de viejas paredes de piedra que aún mantienen las lindes de las fincas y que son la tónica en la comarca, algunas con magnificas entradas como esta.

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Por lo que llaman El Cotillo, cerca de la Alberca Llana, los llanos de cereales se han comido la dehesa, grandes extensiones de pasto que dejan magníficas imágenes.

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A medida que nos alejamos del pueblo, los pastizales se dispersan y la dehesa vuelve a imponerse, estamos en el camino de Albalá.

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Caminos anchos, usados para ganado durante mucho tiempo y que ahora conectan un mar de fincas dedicadas al campo, ganadería sobre todo.

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Es un paisaje muy nuestro, muy extremeño, y aunque el verano amarillee los campos quienes saben mirarlos encuentran rasgos diferenciadores que lo hacen tan especial, tan exclusivo

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Son muchos los caminos que cruzan estas tierras, el de Cáceres, el de Montánchez, el de Albalá, el de Molinillo, el de las Huertas de la Magdalena, ahora pasamos cerca de lo que conocen como Fuente Honda, somos una multitud en estas tierras tranquilas.

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Nos sorprenden estos bolos graníticos tan característicos de Extremadura, que tienen cerca de aquí, en el paraje de Los Barruecos, su expresión más vistosa, aunque estos lucen así de singulares.

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Dejamos el Camino de Cáceres y cogemos una pequeña y antigua calleja en desuso que nos llevará hacia el camino de Montánchez, flanqueados por magníficos alcornoques

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Dejamos la calleja y retomamos por el camino que se une a otro, el de La Huerta, paralelos a la Finca de La Carretona, dehesa con color casi de verano que aún conserva coletazos de primavera.

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El Camino de Montánchez nos muestra la sierra y deja ver a la localidad y su castillo donde finalizaremos la ruta, nos dirigimos primero al pueblo de Albalá.

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La ganadería muy presente en la comarca; en esta finca un celoso toro vigila la marea de gente sin perder ojo de lo que pasa.

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En vez de seguir por el Camino principal, torcemos a la derecha para adentrarnos en la vereda del Barranquillo, por donde se sitúa el Arroyo de La Lapa y la fuente del mismo nombre, una zona más húmeda que aún conserva el verde de la primavera lluviosa que hemos tenido.

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Caminos de agua con la vereda de la Retuerta, como el arroyo que corre cerca, caminos de piedras y más veredas: la de la Calzada o la de la Mojonera antes de llegar a nuestro punto de avituallamiento.

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Entramos en Albalá por el camino de la Encina del Cura, nombres que evocan historias siempre.

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La población fue fundada por los romanos al estar ubicada en la vía romana de Mérida a Toledo. Aún quedan yacimientos de esta época en «El Campo», «El Carrascal», «Dehesas de Abajo» y en «Pozo del Charcón».

Su nombre primitivo fue transformado por los árabes, denominándola Albalá por su enclave o proximidad a una calzada romana y que, posiblemente, fueran ellos los que la elevaran a la categoría de aldea.

Aquí el ayuntamiento nos recibe con un avituallamiento que nos da fuerzas para continuar, llevamos 12 kilómetros de ruta y el calor aprieta ya, un pequeño descanso, recorremos la localidad y seguimos hacia Montánchez

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Albalá fue muy conocida en los tiempos del uranio, mineral de sus berrocales, donde se sitúan antiguas minas como La Carretona, El Gallo y Pozo Norte, explotadas en los años setenta y que aún se conservan.

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Escudos y blasones se reparten por toda la localidad, donde además se conservan restos de épocas gloriosas, se pueden visitar además la ermita de San Joaquín o la ermita de la Magdalena del siglo XVI

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Dejamos Albalá y tomamos el antiguo camino de Montánchez rodeados de olivos muy presentes en toda esta zona, aquí se produce un exquisito aceite.

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Este es un antiguo camino medieval que conserva su empedrado original en muchos tramos, es una zona en la que los alcornoques se imponen y su sombra, a esta hora del mediodía, se agradece bastante

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Aún se conservan restos de viejas construcciones de recia planta, granito que aguanta a pesar del abandono, Montánchez, lugar importante por su castillo, conserva restos como este de aquella grandeza pasada.

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Me fascinan estas puertas de acceso a las fincas, las hay por todos los alrededores de Montánchez, son de una belleza que sorprende, fuertes, y anchas; imagino que tendrían un uso concreto y su porqué, pero todavía no he dado con la información; he fotografiado muchas de ellas cada vez que paseo por Montánchez y su sierra.

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En este punto cruzamos la carretera que sube a la villa, en el cruce del Parador del Padrino, aquí el desnivel se nota más, estamos ascendiendo a la sierra, eso permite, entre otras cosas, contemplar la comarca sin problemas, al fondo, Albalá de donde venimos.

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Al llegar al parador del Padrino, justo a su derecha hay una cancela, si la atravesáis seguiréis por el track de la ruta, hay otra opción, justo antes de la cancela a la izquierda sale el antiguo camino medieval de entrada a la villa, es un camino precioso muy bien conservado que nos lleva al pueblo; la diferencia es que el camino que sigue el track entra por la zona del castillo y atraviesa toda la localidad, aunque es verdad que con algún desnivel un poco más durillo, pero nos enseña Montánchez entero

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Si Torremocha nos recibió con desayuno, Albalá con un tentempié para continuar con fuerzas, Montánchez no deleita con un refrigerio para probar los productos más típicos, jamón y embutidos. Lo hacemos en un pequeño parque que aquí llaman la rotonda, un final magnífico para celebrar que hemos realizado la primera edición de la ruta senderista del llano a la sierra.

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Yo agradezco personalmente a la gente de La Vereína su disposición siempre para colaborar, es una ayuda necesaria para hacer posible un proyecto como este, y todos. Es una suerte que seamos un equipo compacto y profesional. Juan Antonio, Miguel Ángel, José Luis, Carolina, Antonio y Daniel, unos craks.

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Y esta foto que le robo a Raúl Jurado para reconocer el trabajo de Rafa Franco del club GR100 que trazó una ruta preciosa y nos hizo llegar sin problemas desde Torremocha a Montánchez y a Domingo Fernández, responsable de senderos en la FEXME por su implicación siempre.

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Finaliza este proyecto que Diego Mostazo y yo iniciamos con la idea de patear la comarca montanchega, desde la sierra, donde el llano se muestra así de bello, con 20 kilómetros a las espaldas y un trato exquisito de todos los ayuntamientos implicados en la ruta. Merece la pena embarcarse en proyectos que muestran lo que tenemos, que nos es poco.

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Terminamos, pues, en Montánchez, al abrigo de su castillo, de su historia, que es la de todos, disfrutando en su plaza de la compañía de montanchegos y senderistas, celebrando esta jornada de paseo que nos ha llevado desde los pastizales del llano a los bancales de olivos en la sierra, entre encinas y alcornocales, y tanta historia a sus espaldas que a nadie extraña que los vestigios y restos del pasado te salgan a cada paso que das. Cada uno de los pueblos está señalizando sus rutas, Montánchez incluso las ha homologado. Rutas que cuentan historias, que guardan la aportación de esta tierra que ha jugado un papel en la pequeña historia de España que se ha escrito en Extremadura.

Montánchez

En el centro geográfico de Extremadura, ocupando el privilegiado triángulo que conforman las ciudades de Trujillo, Mérida y Cáceres, la comarca de Montánchez y Tamuja extiende su territorio por la penillanura trujillano-cacereña y las estribaciones de los Montes de Toledo, por las sierras de Montánchez, San Cristóbal, Cancho Blanco, Centinela… Este territorio representa un magnifico ejemplo de contrastes físicos y diversidad paisajística, que a los ojos del visitante lo hacen singularmente atractivo. Nosotros lo hemos recorrido andando Extremadura.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

Cabañas del Castillo a Navezuelas

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Como muchas comarcas extremeñas, el Geoparque Villuercas está señalizando sus caminos y compartiendo rutas y senderos. Algunos, clásicos y muy conocidos como el de Isabel la Católica o el de Alfonso Onceno; otros recuperados y muchos, senderos peregrinos con final de viaje en Guadalupe. Nosotros vamos a recorrer la distancia que separa la pequeña y sorprendente localidad de Cabañas del Castillo de la más popular Navezuelas. Una ruta de apenas 15 kms que comenzamos, según el lenguaje del Geoparque en el Anticlinal de Logrosán con el río Berzocana, para cruzar al Sinclinal de Santa Lucía con el arroyo del mismo nombre y terminar en el Anticlinal del Almonte donde nace este río un poco más allá de Navezuelas. Es un recorrido, como todos los del geoparque de continuos ascensos y descensos que te ponen a prueba.

Os dejo el track para GPS 

Comenzamos en Cabañas del Castillo, una pequeña localidad de cuento, un excelente mirador para observar este sinclinal y el relieve apalachense de la comarca. La belleza de la zona norte de este gran sinclinal desde su flanco oeste, concretamente desde la Peña Buitrera y la Peña del Castillo, donde disfrutamos de dos empinadas cumbres cuarcíticas que protegen la localidad de Cabañas y que son su seña de identidad.

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Y lo primero que hacemos es subir hasta el castillo para empaparnos del espectáculo que ofrece esa atalaya natural de piedra.

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No es difícil porque el ayuntamiento ha preparado un pequeño sendero con escaleras y apoyos para facilitar la subida, y merece la pena.

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Cabañas tuvo su importancia en la comarca, de hecho, hasta finales del siglo XIX el municipio de Cabañas lo componían la villa de Cabañas, conocida entonces como Cabañas de la Peña, Navezuelas (que se independiza en los años 20 del siglo XX), Retamosa, Roturas, Solana y el Medio Robledo, perteneciendo el otro medio a Deleitosa. Llegó a tener 2.600 habitantes en 1.910, hoy no llega a los 500 vecinos.

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Seguimos un sendero fácil, sin pérdida, y sorteamos un estrecho paso para ascender al risco del Castillo.

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A medida que asciendes, entiendes porqué este mirador es importante para observar el alma del geoparque y comprender su importancia geológica, su paisaje espectacular admirado siempre. Esta es la Peña Buitrera que se puede ver a muchos kilómetros de distancia. Hemos subido para esto.

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El pueblo de Cabañas está justo debajo de su castillo, al abrigo de este…

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…por eso no es extraño que nos hagan este ruego (literal, aunque tenga muchas interpretaciones metafóricas)

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Así desde la Peña del Castillo, 855 m de altitud, vemos la Peña Buitrera y detrás el Collado de los Zahurdones, al fondo el relieve de Villuercas como imagen constante de la visita.

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Del castillo apenas quedan dos torres, de las tres que tenía, la torre de la imagen y otra en peor estado; pero su ubicación nos retrotrae, como en muchos lugares de Extremadura, a aquellas guerras de frontera. Según se lee en la historia del pueblo, después de la reconquista definitiva de Trujillo por los cristianos en 1232, Cabañas acabó en manos de los caballeros de la Orden de Calatrava. Alfonso X el Sabio se la compra a esta orden y en 1272 la vende al concejo de Trujillo por 30.000 maravedíes, con la condición de que derribe los muros del castillo y el patronazgo de las iglesias siga siendo real, como lo será hasta el siglo XIX.

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Hacia el otro lado la vista no es menos magnífica, a la izquierda la Sierra de Carabal, en el medio el Risco de la Reyerta y a la derecha la Sierra Alta.

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Comenzamos la bajada para caminar durante algunos metros por el Sinclinal de Santa Lucía divisando la Sierra de la Ortijuela.

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Por el fondo de un valle por el que se desliza la Garganta de Santa Lucía, un espectáculo para geólogos y para simples amantes del paisaje.

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Cruzamos de nuevo al otro lado del valle para caminar durante algunos kilómetros por el sendero local PR-CC 144 que volverá a atravesar de nuevo hacia el Valle de Santa Lucía.

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Entre jaras y retamas discurre este sendero, frente a nosotros Peña María.

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Desfilamos de nuevo hacia el Valle de Santa Lucía o el sinclinal, lo hacemos por el Collado de los Zahurdones, incorporándonos a una pista ancha y cómoda y con vistas a la Sierra de la Ortijuela.

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Valles paralelos en un zig zag continuo, pliegues de piedra, antiguos fondos de un mar retraído que ha dejado sus fósiles para que quede constancia de la evolución de la tierra y de sus especies.

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Debes mirar atrás porque sientes la presencia de la Peña Buitrera, estalagmita del geoparque, castillo natural, diente de piedra, rocas que ahora llaman relieve apalachense. Villuercas.

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El final del descenso nos acompaña con vegetación de ribera, llaneas durante algunos metros antes del ascenso más difícil.

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La garganta de Santa Lucía marca la zona más baja en el valle, cruzamos por un pequeño puente, el puente de La Pasadera.

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Desde los 641 m de altitud hasta los 1.103 m de la Artesa, el Cerro Hurracao que llaman en la comarca, 500 metros de nivel acumulado en los siguientes cinco kilómetros.

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Nos lo tomamos con tranquilidad y a mitad de la subida reponemos fuerzas, un pequeño refrigerio, azúcar reparadora, potasio, vitaminas, lo que cada uno quiera.

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Sigue el ascenso por el paraje de El Corchito, antes de que se endurezca la última parte de la subida, ya no dejaremos la pista hata la cima.

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El camino está señalizado, ya comentaba al principio que el Geoparque ha puesto en valor sus senderos, aunque todavía no es fácil encontrar referencias sobre ellos, sugerencia que hago a quien corresponda: igual que hay multitud de enlaces a los geositios, no estaría mal que se crease un archivo único con los ‘geocaminos’ y se ofreciesen como un valor más de estas comarcas.

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Una de las cosas que más sorprende del Geoparque es que hace un momento estabas abajo y un momento después has ascendido lo suficiente, lo justo para comprobar el camino recorrido, hace un rato estabas subido en lo alto de aquellas peñas gemelas y ahora, dos valles después, las observas embelesado desde la distancia.

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La última parte de la subida a la Sierra de la Ortijuela la hacemos por una pista amplia de arena que da paso a las numerosas fincas de castaños que salpican las laderas de estos montes, bancales de árboles que en otoño se pintan de rojos y ocres.

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Delante de nosotros, el Valle de Santa Lucia por el tramo que no hemos recorrido, con las sierras del Alcornocal y del Castillejo enfrente, si siguiésemos la línea de la cordillera hallaríamos el embalse de Cancho del Fresno y Cañamero por donde discurre la Ruta de Isabel la Católica.

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Como indica el pañuelo vereíno nosotros iremos a Navezuelas por el camino marcado a pie, 2,7 kms, aunque si os apetece podéis seguir el que marca para bicicletas, 4,6 kms, pues se sigue esta pista ancha que traemos, es un trayecto igual de bonito que el otro con algunos miradores excelentes y recomendables y que termina en Navezuelas por un lateral del pueblo.

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Aquí podéis ver que es una pista de tierra preparada para vehículos aunque es raro cruzarte con ellos en esta época, primavera, en otoño el trajín es mayor por el trabajo que da la castaña.

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Nosotros nos desviamos del camino un momento siguiendo un pequeño sendero que encontraréis a la izquierda, antes de iniciar la bajada hacia el Valle del Almonte. Lo hacemos para subir hasta el Cerro Hurracao, o el Pico de La Artesa, donde una antigua cueva os sorprenderá por su chimenea y por sus magníficas vistas de los dos valles. Es un sitio conocido en la comarca que te tienen que enseñar una vez para que puedas localizarlo.

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El último tramo antes de llegar a este refugio de piedra hay que hacerlo sorteando jaras, pero merece la pena. Ahí podéis ver la boca de la cueva.

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Y aquí está, inmenso, el Anticlinal del Almonte y Navezuelas y el dibujo alrededor de las decenas de parcelas que la rodean.

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Desde la cueva se ven los dos valles, Santa Lucía a la derecha, Almonte a la izquierda, en medio sobresale el Pico de Loberuelas, 1.124 metros de altitud, en perfecto paralelo cada valle, como respetando su espacio.

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Si al otro lado estaba el Anticlinal del Almonte, a este lado el Sinclinal de Santa Lucía, abajo podéis ver el embalse del mismo nombre.

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Al fondo del Valle del Almonte, más allá de Navezuelas, donde nace el río Almonte que le da nombre y que irá a morir al Tajo más allá de Monroy, domado por la presa de Alcántara, se alza el Pico Villuercas, el más alto del geoparque, 1.595 metros de altitud, donde aún se ve el centro de transmisiones militar que los responsables del geoparque sueñan convertir en unos de los lugares de referencia para visitantes, un centro de interpretación y recepción, un mapa geológico en vivo, ojalá se consiga.

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Bajamos hacia Navezuelas por el Collado de las Carretas, a cruzar las aguas del Almonte, lo hacemos entre castaños que ahora están desnudos pero que en octubre y noviembre darán mucho trabajo, mucho dinero a las gentes de aquí y dejarán unas estampas maravillosas cuando la hoja comience a secarse y ocres, rojos, naranjas y marrones invadan las laderas del monte.

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Por el paraje de Cuesta Alta, la vegetación de río, anuncia la cercanía del cauce, casi tocamos Navezuelas.

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Y llegamos a este pueblecito desde donde parte la ruta de Alfonso Onceno que cubre la distancia que hay desde aquí a Guadalupe. Navezuelas está rodeada de fuentes: la de la Era del Viso, la del Cogorrillo o la de La Rama, entre otras. Merece una visita.

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Lo que nos merecemos nosotros es un refrigerio, celebrar el final de la ruta como se merece, antes de llegar el ineludible Kilómetro 21 en Cáceres. Ahora La Vereína deja su huella en la estación destino, como no puede ser de otra manera.

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Despedida y cierre. Queda la foto de grupo que nos hicimos arriba en el Cerro Hurracao, disfrutando de un mar de sierras, las del geoparque, la del sendero desde Cabañas del Castillo que nos trajo hasta aquí.

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Cuando hago esta crónica, septiembre de 2015, el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara acaba de revalidar ese título e incluso le han otorgado la Carta Verde, que reconoce todo el trabajo que se ha hecho en los primeros cuatro años de pertenencia a la Red Mundial de Geoparques. Este mar de sierras, este paisaje peinado que ha dejado un reguero de líneas paralelas, de montes y valles en perfecta sucesión, ahora anticlinales y sinclinales, geositios; pliegues como arrugas, que los años de un planeta convierten en paisaje, en relieve, en mosaico, en espectáculo, en geoparque. Geología protegida, admirada y ahora comprendida. Pueblos que pisaron las laderas de este rincón de Los Montes de Toledo. Guadalupe, puebla peregrina, eclipsó durante años un paisaje que estaba ahí pero que no supimos mirar; más allá del inmenso monasterio y sus tesoros, había otra riqueza, mucho más bella, más valiosa que ahora tiene el sello de lo exclusivo y que se recorre con otros ojos, con aquellos que ven lo que miran y que reconocen en cada pliegue, millones de años de evolución y cambios. Geología vivida y disfrutada, andando Extremadura.-

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Ruta A Fala. Valle de Jálama. Sierra de Gata

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 El Valle de Jálama o Val de Xálima, en la lengua local A Fala,  lo componen 5 pueblos: Cilleros, San Martín de Trevejo, Eljas, Valverde del Fresno y Villamiel, y una pedanía, Trevejo. Se trata de la parte más occidental de la comarca de la Sierra de Gata, un pequeño valle que llaman también Os tres lugaris, en referencia al habla de A Fala en tres de sus pueblos, con variantes locales porque en cada uno de ellos se conoce de una manera:  o mañegu, en San Martín de Trevejo, o lagarteiru, en Eljas, o valverdeiru, en Valverde del Fresno. Un valle fértil protegido por el pico Jálama -1.492 m de altitud- y el río Erjas que lo atraviesa. Conserva, además de su dialecto -galaico portugués según la idea más extendida- buena parte de su arquitectura tradicional y su costumbres, como la de fabricar sus propio vino en pequeñas bodegas caseras, pichorras, a las que los serragatinos suelen invitar a los amigos. En este entorno vamos a relizar la Ruta A Fala que recorre los pueblos mencionados. Hay dos versiones, la oficial podemos decir, que recorre los tres pueblos que usan A Fala y otra que llega hasta la aldea medieval de Trevejo. Nosotros hicimos la segunda, pero os dejo los dos tracks por si alguien prefiere la primera.

El track para GPS de la ruta oficial que discurre por el PR-CC184, 16,58 kms, recorre Os tres lugaris: Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo

El track para GPS de la que nosotros hicimos, 16, 7kms, comienza en Valverde del Fresno, Eljas, San Martín de Trevejo, Villamiel y Trevejo

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 Arrancamos en Valverde del Fresno el pueblo más grande de la comarca, el más comercial de todos por su cercanía con Portugal, junto a la ribera del Sabugal.

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 Enseguida dejamos Valverde buscando el camino de Eljas que atraviesa el arroyo de Malnombre.

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 Hasta el siguiente de los pueblos del valle seguiremos este pequeño sendero local que está bien señalizado y es bastante cómodo.

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 Un paisaje de pequeñas parcelas guardadas por muros de piedra en un invierno que mantiene aletargada la comarca.

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 Mirando los mapas es curioso comprobar la cantidad de caminos que tiene la zona, muchos en uso: el camino real de San Martín de Trevejo, el de San Miguel, o es de Eljas.

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 En algunos tramos conservan el firme original de piedra, habitual de antiguas calzadas, como parte de la calzada romana que se conserva en San Martín de Trevejo y por la que discurre la parte final de la ruta oficial.

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 No hay mucha distancia entre ambos pueblos y Eljas se deja ver enseguida, por su situación estratégica en la loma de la sierra que le da nombre.

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 Caminos que comunicaban aldeas, callejuelas que daban paso a las fincas hoy prácticamente abandonadas y sin uso.

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 Pasamos cerca del Canchal de la Muela bajo la Sierra del Espinazo, frontera entre Extremadura y Castilla León; el Valle de Jálama linda con el Espacio natural El Rebollar en tierras castellanas.

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 Es la zona más llana, la del Valle, arriba las sierras que hacen que este paisaje sea tan singular.

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Nos acercamos a Eljas por un paraje que llaman Pelumes.

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 La Sierra de Gata, como otras comarcas cacereñas, fue repoblada de pinos de manera generalizada, pocos quedan ya, excepto zonas muy localizadas; el fuego y la presión humana han acabado con ellos, quedan restos esparcidos, eso sí, por todos lados.

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Por aquí todo es Eljas, río Eljas, Sierra de Eljas, el pueblo…

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Si buscáis referencias en la zona, en A Fala, es río Erjas. Es un cauce fronterizo, de hecho hasta cerca de la localidad de Alcántara, donde desemboca en el Tajo, y durante unos 50 kilómetros sirve de frontera entre España y Portugal. Su punto más conocido es el puente romano de Segura en Piedras Albas que separa ambos países

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En algunos momentos se recupera el trazado original, hoy abandonado por tramos de tierra más cómodos, comenzamos la subida a Eljas. ( Sí, es cierto, nos acompaña Indiana Jones)

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Junto al pueblo pequeños rincones para el descanso, fuentes, merenderos, nos saludan.

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 Eljas, y el resto de pueblos, conserva ese encanto de lugares fronterizos, cultura arraigada, costumbres mantenidas porque nadie vino a romperlas. Tienen aire de supervivencia, de lugares olvidados, de huida y de refugio; hoy en esta vorágine que ensalza lo rural, lo auténtico, se han reivindicado como lugar de culto y presumen de su doble condición ibérica, de su habla característica, de su vino, de su aceite y de su paz.

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 Sus carteles, sus calles, su leite caenti, serragatinos que muestran las diferencias y las han puesto en valor.

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 Con algo menos de mil habitantes, Eljas, o As Ellas, como se dice en lagarteiru, es uno de los tres pueblos del valle de Jálama con un habla propia conocida como “A Fala”, que significa “El habla o la forma de hablar”. La variedad de Eljas, más cantarina que la de Valverde del Fresno o San Martín de Trevejo, se denomina de ese curioso modo, lagarteiru, por la afición de sus habitantes a la ingesta del reptil en cuestión y es el dialecto mas antiguo de la fala y con mejos injertos castellanos. Aunque ahora no es lícita la captura del lagarto, la tradición es la tradición y en Eljas se cocinaban los lagartos como en ningún otro sitio de la Península. Es por ello que el animal figura en el escudo. Al igual que Valverde del Fresno, en Eljas hubo una importante industria del contrabando entre los años 1940 y 1970. Hacemos parada para reagrupar y seguimos.

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No me digáis que no, ¿por qué vas a cortar el árbol? Y además queda bonito y en verano da sombra.

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 Eljas es un pueblo situado en la loma de la Sierra de su nombre y ofrece unas magníficas del valle y de tierras portuguesas, y aprovecha esta ubicación con excelente balcones para disfrutar del paisaje.

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 Y se disfruta, claro que sí, la vega fronteriza ofrece este aspecto en invierno, despoblado ya de los ocres y rojos de otoño.

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 Aquí en Eljas es donde la ruta se desdobla, podéis optar por la original que asciende hasta la sierra de Eljas y baja por el castañar de San Martín de Trevejo y la calzada romana, excelente también o por esta otra que realizamos nosotros, que baja hacia el valle y llegará hasta Trevejo. Buscamos el camino de San Martín.

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A este paraje le llaman Peñas de Enmedio ¿os digo por qué?

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Volvemos al camino por el Huerto Campo entre paredes de piedra.

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 En el track que seguimos hacemos un par de kilómetros por una peuqueña carretera, se puede evitar porque a la izquierda hay un camino paralelo que lleva al mismo sitio.

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 El invierno ha vaciado los árboles pero el otoño y la primavera son dignos de ver en este valle húmedo, los castaños y robles de las sierras que parecen escondidos se destacan en el paisaje en un verdadero festival de colores.

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Cruzamos el río de la Vega por el Puente del Molino Grande, cerquita de San Martín.

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 Nos saluda una mimosa florecida en un invierno extraño, falto de agua, aunque aquí en la comarca no se note en exceso.

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Desde hace unos años este convento franciscano del s XV, el Convento de San Miguel, se ha convertido en hotel dentro de la Red de Hospederías de Extremadura, Hospedería Conventual Sierra de Gata y nos recibe ahora.

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San Martín de Trevejo, una delicia, calles sinuosas por donde juega el agua. Sus casas construidas en el arranque con muros de piedra, sus escalinatas de peldaños de granitos llamados popularmente (Poyos) para acceder a la vivienda, y las vigas de maderas o vuelos de la vivienda que sobresalen a la altura del primer piso en cuyos bordes se decoran con figuras de rostros humanos son características comunes en casi todas las construcciones; constan esta viviendas en su generalidad de tres plantas, la planta baja sirve de Bodega y para el ganado, la primera planta para la vivienda y la segunda planta para desván o almacén. Idílico lugar muy visitado, de hecho, con algo menos de 900 habitantes tiene siete casas rurales y una hospedería -un hotel de cuatro estrellas-

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Parada obligada en su plaza para degustar sus vinos de pitarra, coger fuerzas y seguir el camino.

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Seguimos camino de Villamiel por antiguas veredas, única conexión con el resto de la provincia, vías de carros y mulas que hoy son testimonio de un entorno rural menos hostil y que disfrutamos ahora los caminantes.

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En este punto y hasta llegar a Trevejo caminamos por el GR 10, uno de los grandes senderos españoles que empieza en el mediterráneo, en tierras valencianas, y termina en el atlántico, en la costa portuguesa.

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En el campo siempre se ha usado lo que había.

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Para pasar a Viilamiel tenemos que ascender a la que llaman La Cumbre, una sierra de 867 metros de altitud con el pico Barrito Blanco a 1.127 metros.

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Aquí la venden como ruta turística, la verdad es que el paraje merece la pena, aunque la subida suponga un esfuerzo.

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Pero no hay esfuerzo sin sorpresa, castaños centenarios que dejan ver los años a través de sus oquedades.

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Un enorme robledal ahora con piel de invierno soporta el camino que en muchos de sus tramos conserva el firme original de piedra, no en todos desafortunadamente.

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Arriba en la cumbre oteamos el valle y divisamos, Eljas en su promontorio y al fondo, Valverde del Fresno.

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Descendemos entre castaños por un paraje que estalla en primavera y se vuelve mágico en otoño, en un entorno que llaman de Doña Elvira.

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Llegando a Villamiel, Trevejo y su castillo, ya nos vigilan, estamos en tierra de fronteras y eso se nota.

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Villamiel, su interior esconde una localidad atractiva, tranquila y con algún buen secreto gastronómico. Un paseo por el casco de Villamiel siempre es agradable. Está repleto de callejuelas bonitas, limpias y tranquilas. Un consejo, en los muros de la iglesia del pueblo que no es otra que la de Santa María Magdalena (S.XVI) podemos ver curiosas inscripciones de los canteros que no harán reflexionar a algunos sobre el sentido de la vida y, a otros, sobre el sentido del humor que tenían. No dejéis de buscarlas.

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Atravesamos Villamiel y seguimos por el camino que conduce a unos de los lugares más atractivos de la Sierra de Gata: la aldea de Trevejo.

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Este tramo de la ruta es una delicia porque tienes la sensación de que el tiempo se ha parado en años de caballeros y cabreros.

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Atravesamos dos arroyos, el de la Viuda y el de los Lagares, con la sierra de El Ahigal al fondo.

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Disfrutando de la Sierra de Gata en su rincón más visitado. Trevejo es un imán para el turismo. Pero aquí la vida es otra, el campo sigue siendo el sustento de casi todos.

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Alcanzamos el Puerto de Trevejo, 725 metros de altitud, a punto de terminar la ruta. Como antigua comitiva que busca posada y descanso.

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A esta altura los piornos cubren la sierra y nos dejan dsifrutar de un paisaje de invierno. Es el tercer ascenso del día, tres sierras, tres.

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La sierra de Las Tres Rayas y esta vaguada que llaman Canto del Escaño, abajo el arroyo de Moncalvo.

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Llegamos al destino: Trevejo. Historia y esencia de la Sierra de Gata. Con unas decenas de habitantes tiene varias casas rurales, que dan vida a este pequeño enclave medieval. Dicen por aquí que además de una pequeña pedanía arrullada por las ruinas de un castillo, Trevejo es mucho más, es la esencia de la Sierra de Gata: el paisaje, la arquitectura, los escudos, el musgo, las tumbas antropomórficas, la espadaña…Hasta la propia carretera de acceso, rodeada de castaños o el precioso camino alternativo preparan al viajero para descubrir el secreto mejor escondido de Sierra de Gata.

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Apenas unos cuantos vecinos viven en esta pequeña aldea medieval. Su forma de vida es real, sorprendentemente ajena al turismo que a pequeñas oleadas altera su paz. Aquí todos hablan de Chón, su «alcaldesa» y merecedora de un busto de granito que adorna la entrada de su casa, los trevejanos miran entre asombrados y amables como su otrora humilde pedanía es hoy envidia de los pueblos más prósperos de la Sierra de Gata y admiración de los múltiples visitantes foráneos  que se acercan al lugar.

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La razón, esta fortaleza magnífica, hoy muy deteriorada, desafortunadamente. Sus orígenes son árabes, en torno al S. XII, aunque la parte hoy visible es tres o cuatro siglos posterior, de cuando las Órdenes Militares como las de Santiago y Alcántara dominaban estas tierras. Su semi-destrucción se debe a los franceses como habitual estrategia de retirada. Merece la pena subir hasta arriba del todo y contemplar las preciosas ruinas y espectacular paisaje. Las puestas de Sol desde lo alto de la atalaya son, sencillamente, espectaculares.

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Siempre he oído decir a los serragatinos que aquí la prisa no existe, ellos dicen que «el tiempo lo dan dao».  Para quienes amamos Extremadura la Sierra de Gata es un refugio, un referente, y lo es todo el año para el senderista: por sus cumbres, por el agua, por los valles, por los bosques, por la historia y porque vienes, y en cuanto entras, ya eres de aquí.

Dice Jose Miguel López, uno de esos enamorados y defensores de la comarca, propietario de una bellísima casa rural en Eljas -y conozco unos pocos empresarios de turismo en la Sierra de Gata que hablan con pasión de este entorno- dice que «la Sierra de Gata es, de verdad, uno de los últimos paraísos vírgenes que quedan en España. Un lugar que ha estado tradicionalmente aislado; la naturaleza desbordante, húmeda y variadísima, la arquitectura, la amabilidad de sus gentes y sus cauces de agua omnipresentes, la convierten en una especie de reserva natural al alcance de personas como tú que, de alguna manera, han llegado hasta ella» y como creo que son muy acertadas sus palabras, las hago mías. Tengo tantos amigos en la Sierra de Gata, que siempre que vengo estoy como en casa, y feliz.-

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Ruta por la Sierra de Gata. De Ovejuela a Perales del Puerto.

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Vamos a recorrer la comarca cacereña de la Sierra de Gata, desde el límite de Hurdes hasta la zona más cercana al Valle del Alagón, una  distancia total de 45 kilómetros que nos llevará desde Ovejuela hasta Perales del Puerto, que discurre por el GR 10, y que haremos en dos jornadas, dentro de una actividad solidaria: La II Ruta Solidaria contra el Cáncer que organiza el club deportivo La Vereína. El primer día cubriremos la distancia entre Ovejuela, en las Hurdes, y Torre de Don Miguel; la segunda jornada irá desde Torre hasta Perales del Puerto, un día especial, el segundo, porque nos acompañarán más de 500 personas. Fue un llamamiento solidario con mucho éxito.

Os dejo el track para GPS de La Vereína

La Sierra de Gata ocupa el rincón más noroccidental de Extremadura con paisajes de belleza sobrecogedora del olivar que produce un extraordinario aceite, al viñedo con su excelente vino, a los bosques autóctonos en las cabeceras de los valles (abedul ibérico, acebo, enebro, encina rupícola y roble melojo), contrastan con laderas de pinares y con las encinas y alcornoques de tierras bajas.

 La Sierra de Gata, haconsolidado su infraestructura turística, sobre todo los hoteles, y hoy nos invita a conocerla a través de la huella de los antiguos caminos empedrados, cañadas y cordeles que recorren valles o laderas, ascendiendo a lo alto de los puertos permitiendo conocer su paisaje y emblemáticos parajes, observar especies animales y vegetales.

 PRIMERA JORNADA

 Aunque la ruta transcurre por la Sierra de Gata comenzamos en Las Hurdes, en Ovejuela, una pequeña alquería dependiente de Pinofranqueado situada al borde de la sierra que delimita ambas comarcas. Ovejuela es un pequeño rincón idílico que traviesa el río que le da nombre, uno de esos paraísos de los que está salpicada la comarca hurdana. Y arrancamos, quedan 26 kilómetros por delante.

 

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El río Ovejuela nos deparará la primera de las delicias de la ruta: El Chorrituelo, un salto de agua espectacular. El pueblo, a pesar de ser pequeño cuenta con un pisicina natural fantástica.

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Las sierras donde se encaja el río crean un pequeño valle de jaras, brezos y pinos, los que aún no se han quemado en estos años. El sendero es amplio y cómodo, por ahora.

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Porque para llegar a la caída de agua hay que atravesar el río varias veces – menos mal que en el club La Vereína funciona la sección Pontoneros-

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Y otra vez haciendo el cabra… y todos los que tenemos cámara al quite por si captamos algún baño no previsto. Y no será la última.

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El Chorrituelo. Es octubre y, a pesar de haber pasado un verano seco, el río sigue llevando agua y el chorro ofrece esta imagen. El Chorrituelo es visitado por mucha gente, no es difícil llegar, está bien señalizado. En esta tierra pizarrosa el río Ovejuela supera el desnivel con esta vistosa casacada en el regato de la Zarruela que vierte sus aguas al río Ovejuela que acabará su recorrido en el río de los Ángeles.

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Comenzamos la ascensión por la falda de la Sierra, camino del pico de la Hiedra Mayor, 1.096 m, para cruzar a la Sierra de Gata

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A medida que asciendes descubres el paisaje, La Hurdes es un rincón que nadie debería perderse si quiere, de verdad, hablar sobre ellas.

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Subiendo entre helechos, castaños y robles. Delicioso.

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Y llegamos arriba. ahora tomamos durante un rato el cortafuego entre Hurdes y Gata en la Sierra de la Bolla, desde aquí nos quedan a la vista ambas comarcas.

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A nuestra derecha la comarca de Hurdes que despedimos aquí.

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A la izquierda la comarca de Sierra de Gata. Hacía ella nos dirijimos.

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Y ahora a bajar. Primer destino Robledillo de Gata. Es como un decorado de cine. 116 habitantes y siete casas rurales, piscina natural y el entorno que veis. En toda la coamrca de Gata se ha señalizado perfectamente el GR 10 señalando origen y destino del tramo, nos iremos encontrando estas señales.

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Tras los primeros metros, el camino discurre por un bosque de pinos y helechos. Es  un paraje conocido como Los Montes.

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Y en un claro descubres que Robledillo de Gata se encuentra a tiro de piedra. Estamos en el paraje de El Concejo.

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Es octubre y hace calor. Buscamos donde refrescarnos mientras reagrupamos. Y a seguir…

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Robledillo de Gata, un ejemplo fantástico del milagro del turismo rural. Este pueblo estaba condenado a desaparecer debido al envejecimiento, hoy es un destino turístico de primer orden en la Sierra de Gata

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Y se han cuidado todos los detalles.

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Salimos de Robledillo por el camino de la ermita del Humilladero buscando nuestro destino: Descargamaría

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Llegamos a Descargamaría por el Berrocal y cruzamos el río Árrago

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Es hora de hacer una pequeña parada para reponer fuerzas en un pequeño rincón junto al río.

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El camino continúa por el pequeño valle que crea el río rodea de pequeñas sierras que aún conservan sus pinares intactos.

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En el paraje de Vegas Pedrosas, junto al arroyo Noblea se encuentra uno de los campamentos de verano más conocidos de Cáceres. El del Padre Pacífico.

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Este es el paraje de La Mancha, pinos y robles a los bordes de un camino muy cómodo.

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Rodeados de una vegetación densa que se mezcla con huertos de olivos nos vamos acercando al siguiente pueblo gateño.

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La sorpresa viene cuando nos vemos obligados a cruzar el GR-10 sobre el río Árrago. Hay que descalzarse y cruzar el cauce si queremos continuar.

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La rivera del Árrago deja postales fantásticas mientras continúa su camino hacia el embalse del Borbollón en busca del río Alagón

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Alrededor de nosotros el paisaje de la Sierra de Gata se descubre, la sierra de las Jañonas y las ruinas del Castillo de Almenara nos anuncian que nuestro destino está más cerca.

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Un tramo del camino discurre por la carretera local que une los pueblos de la comarca por los que venimos andando. Estamos llegando a Cadalso de Gata

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Cadalso, medio millar de habitantes en una pequeña localidad que vive rodeada de olivos. De hecho la sierra de Gata, junto con Las Hurdes, sustentan la Denominación de Origen Protegida de aceite Gata-Hurdes, conocida como ‘manzanilla cacereña’, una zona de olivos plantados en bancales que hay que recoger de forma manual. Nosotros salimos por el camino de la ermita de Bienvenida

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Y llegamos a Torre de don Miguel, otra localidad gateña que sobrevive con medio millar de habitantes,donde haremos noche. Esta hermosa localidad se encuentra anclada en un maravilloso valle cerrado por las sierras de la Almenara y del Salio.

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Un laberinto de callejuelas, subidas, bajadas, escalones, habitaciones sobre las calles formando túneles y pasadizos…Torre de D. Miguel es un retroceso en el tiempo, un lugar donde se mezclan culturas árabes, cristianas, judías…Un lugar mágico indignamente desconocido. Una de las joyas de Sierra de Gata.

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Hora de intercambio de pareceres. Hay que preparar la jornada de mañana. A la segunda edición de la Ruta Solidaria contra el cáncer han respondido medio millar de personas y no se puede escapar ningún detalle.

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Mañana será una jornada complicada con 19 kilómetros de camino, desde Cáceres llegarán ocho autobuses y se tienen que ir con un grato recuerdo.

A descansar.

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SEGUNDA JORNADA

Amanece en la Sierra de Gata, hoy se celebra la II Ruta Solidaria contra el Cáncer, un día memorable que empieza en Torre de Don Miguel y terminará, 19 kilómetros después, en Perales del Puerto.

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Hoy el grupo de senderismo La Vereína tendrá que ocuparse de la intendencia, reparto de material, cruces, apoyo a los senderistas. Salimos del albergue de Torre de Don Miguel

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Hay que preparar el desayuno para quinientas personas.

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El Hogar de Mayores de la localidad nos presta la logística para atender a todos los participantes.

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Hay que recibir a los participantes y llevarlos hasta la plaza.

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Aquí comienza la ruta. Tras un desayuno suave arrancaremos camino de Gata, por el sendero del GR 10

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Salimos de Torre de Don Miguel buscando el sendero que discurre por la falda de la Sierra del Salido

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Por el paraje de la Raya vamos descubiendo el paisaje gateño, al fondo la pequeña sierra de El Rollo.

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Cruzamos el Puerto de la Cruz de Piedra antes de iniciar el descenso hacia la localidad de Gata.

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Bajamos por el paraje del Castaño buscando el valle del arroyo de Gata, frente a nosotros la Sierra del Fortín

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Andando por este tramo de calzada romana, conocida como Vía Dalmacia, la vida en la sierra sigue, su actividad agrícola hace las delicias de todos los caminantes.

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LLegamos a Gata, durante la ocupación de Lusitania por los romanos,  fue denominada Catóbriga y por ella pasaba parte de la Vía Dalmacia, existente aún en un tramo de varios kilómetros en lo que se conoce por el puerto de Castilla. Esta calzada comunicaba Caurium, (Coria), con Miróbriga, (Ciudad Rodrigo).

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Recibimos a los participantes obsequiándoles con una pequeña bolsa con avituallamiento y algunos regalos.

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El conjunto urbano de Gata es, sencillamente delicioso, auténtico, de hecho está declarado Conjunto Histórico de Interés Cultural, su patrimonio es muy variado, es una de las joyas de la Sierra de Gata sin ninguna duda.

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Salimos por la zona de El Prado para afrontar la subida a la Sierra del Salido.

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Cruzamos la rivera de Gata entre bancales de olivos, constantes en toda la comarca.

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Por la zona de las Gomanas el bosque de pinos se mezcla con las tierras de labor, en esta parte de la sierra los incendios han hecho estragos como iremos viendo en los próximos kilómetros.

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Este tramo del GR 10 está magníficamente señalizado en toda la comarca, y es bastante cómodo, estos kilómetros transcurrían hace unos años por un enorme pinar en un entorno magnífico…

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…hoy la herida es visible, da mucha pena caminar por aquí. Pero está bien que seamos conscientes del daño que hace el fuego y de los intereses que esconde.

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Cada verano esta comarca sufre los devastadores efectos del fuego, siempre provocado, siempre intencionado. Intereses económicos, locuras, envidia, es difícil, de saber y de entender, pero el resultado es desolador.

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Seguimos por la zona de La Cumbre buscando el alto de la Sierra

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La tierra agradecida se abre paso tras el fuego y se torna otra vez verde

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Atrás hemos dejado Gata, la ruta se estira, cada uno viene a su paso, no hay prisa.

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Alcanzamos el puerto de la Cumbre de Arriba, en la Sierra del Salido, 669 metros y cruzamos a otro de las valles de la Sierra de Gata este es conocido como La Vega

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Descenso ahora por la zona de Las Vueltas buscando la zona más baja antes dar con los pies en Villasbuenas de Gata.

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Debíamos estar caminado por un bosque, pero la sierra vacía es una herida abierta que puede acabar con esta tierra rica en nutrientes.

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A esta imagen ponedle pinos por todas partes… es la diferencia

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La zona más baja se ha librado del fuego, este rincón que llaman La Hormigosa.

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Prueba de que después del fuego hay que trabajar rápido es la huella que dejan las máquinas en el camino.

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Donde no llegó el fuego el paisaje es otro. En La Sierra de Gata la señalización es constante, se agradece.

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Llegamos a Villasbuenas de Gata, el ayuntamiento nos recibe con una degustación de productos de la zona; aceite de oliva virgen extra, vino blanco, muy apreciado y conocido, aceitunas, la verde cacereña y la negra. Un refigrerio antes de afrontar los seis últimos kilómetros de la ruta

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Salimos de Villasbuenas por el camino de Perales del Puerto. Queda menos, el calor aprieta.

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Un tramo del trazado discurre ahora por una pequeña carretera local

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Hasta que nos desviamos por un pequeño robledal en el paraje de Las Lavillas

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Cobijados por este pequeño bosque antes de atravesar la rivera de Gata

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Último esfuerzo y en Perales del Puerto a la espera del recibimiento, la marcha se estira.

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Perales del Puerto espera a los caminantes en el salón social donde el ayuntamiento nos obsequia con una merienda. 19 kilómetros después hemos llegado, satisfechos y agradecidos por los detalles de toda la gente de la comarca. Fin de la ruta, ya somos un poco más de la Sierra de Gata.

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Ha sido un placer, los que trabajamos para hacer posible la ruta, descansamos tras el esfuerzo por muchas razones: la respuesta de la gente, el compromiso y la disposición de la Mancomunidad  Municipios de la Sierra de Gata, sobre todo el equipo de Dinamización Deportiva, y el agradecimiento sincero de la Asociación Española Contra el Cáncer -AECC- y la entrega de los miembros del Club La Vereína que se desvivieron porque todo saliese a la perfección. Los comentarios de quienes participaron en la ruta son el mejor testimonio de que mereció la pena el esfuerzo.

                                                                                                                                            @vicentepozas2013

Ruta por el parque natural de Las Batuecas GR 10

 

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 El parque natural de Las Batuecas y la Sierra de Francia, Salamanca, ofrece un sinfín de posibilidades para el senderismo, son muchas las rutas que recorren esta fantástica comarca que, por otra parte, es un referente turístico por la variedad de lugares que visitar y por su extensa red de alojamientos. Nosotros hemos recorrido parte del GR 10 (gran recorrido, una de las grandes rutas que atraviesan la península incluido en la Red de Senderos Europeos de Gran Recorrido, el GR 10 comienza en la localidad valenciana de Puzol y termina en Lisboa) en este caso cubrimos la distancia entre Miranda de Castañar y La Alberca. 18 kms de dificultad media que hicimos con el club de senderismo La Vereína. Fue en otoño y el paisaje era toda una paleta de colores.

El track de la ruta es de Juan Antonio Mostazo, en dos partes: track 1 y track 2

Y aquí comenzamos la caminata, en Miranda del Castañar, un pequeño pueblo salmantino apoyado sobre una  loma que lo eleva por encima de valles y sierras del parque natural de Las Batuecas

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El Parque Natural de Las Batuecas forma parte de las estribaciones occidentales de la Cordillera Central. El Parque se establece en la divisoria de dos cuencas hidrográficas: los ríos Alagón, Francia y Batuecas vierten al Tajo, mientras que el Agadón pertenece al Duero. Es un lugar mágico, lo vais a comprobar.
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El pueblo conserva su belleza medieval. Las calles de Miranda del Castañar son de arquitectura tradicional de sierra y encontramos mas de 90 escudos nobiliarios en sus paredes, lo que nos da una idea de la importancia de este pueblo en los siglos XVI – XVIII.
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Salimos del pueblo por el camino de la ermita de la Virgen de la Cuesta, patrona local, por una calzada empedrada, antigua senda para subir a la villa.
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Descendemos por un pequeño bosque de robles y castaños, buscando el curso del río Francia y del arroyo de San Benito
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Algunos metros por una pequeña carretera local, nos indica la distancia y desvela nuestro destino intermedio, Mogarraz y nuestra meta, La Alberca. Frente a nosotros la sierra de Los Callejones
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La vegetación serrana de la zona nos acompaña durante todo el camino, mientras pasamos junto al arroyo de Nuñoperro. El otoño es visible.
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Dejamos la carretera y enfilamos por el Teso del Lego, una pista amplia y cómoda por la que transcurre esta primera parte del camino.
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El colorido que deja el otoño en el camino convierte el paseo en una sorpresa constante. Comenzamos a subir poco a poco.
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Ascendemos hacia el Juanillo, una pequeña sierra que se junta con el paraje de El Varino, un cruce  de caminos muy transitado
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Luego bajamos rápidamente hasta el arroyo Milanos de las Pisneras que cruza un pequeño puente medieval cubierto por las hojas, el Puente del Pontón, aquí el sendero coincide con el denominado Camino del Agua que terminaremos en Monforte de la Sierra
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El arroyo corre generoso y protege una vegetación frondosa que disfrutamos encantados. Justo antes de acometer un ascenso pronunciado y duro por la zona de Los Pontones
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Una subida que nos lleva hasta Mogarraz, justo cuando el bosque se abre, comido ya por pequeños huertos y algún mirador que nos permite coger aire.
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La villa de Mogarraz está declarada bien de interés cultural con categoría de conjunto histórico en 1998, presentando una estructura urbanística de trama típicamente medieval, con calles estrechas y trazado regular.

Aquí nos encontramos con una sorpresa añadida: la exposición Retrata2-388 Una singular muestra del artista Florencio Maíllo, son 388 retratos realizados en base a las fotografías que en los años 40 mando hacer el alcalde mogarreño a todos los habitantes mayores de edad para el carnet de identidad. Más de medio siglo después esos retratos, hoy cuadros, cuelgan de las fachadas donde viven, o vivieron cada uno de sus protagonistas. Preciosa idea que supone un valor añadido a la visita a la localidad.
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Dejamos Mogarraz, su fachadas y las miradas de sus habitantes inmortalizadas en las paredes del pueblo.

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Salimos de Mogarraz para retomar el Camino del Agua hacia las denominadas Pasaeras del Bocino, un lugar que se hunde, de nuevo, en la sombra de sus bosques.

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Una de las singularidades del Camino del Agua es que está salpicado de obras de arte de jóvenes artistas, esta que veis es de Virginia Calvo y recibe el nombre de Serena, está situada justo al lado del río Bocino

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Esta parte del camino es de las más bonitas de la ruta, transitamos por la zona de la Heredad, imersos en un paraje bellísimo que nos va a llevar hasta el pequeño pueblo de Monforte de la Sierra, al salir comenzará uno de los ascensos más duros de la ruta, son apenas 500 m pero de una pendiente muy elevada que nos conducirá hasta el alto de Los Caños

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Enfilamos por la zona de Las Suertes junto a una pequeña acequia que nos acompañará a lo largo de un par de kilómetros

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Enpequeñecidos por la magia de sus bosques caminamos con destino La Alberca, esperando que la lluvia, que ya amenaza, no haga acto de presencia mientras recorremos Matacabezas y Vaquero, dos parajes bien distintos, sierra y llano

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En la ermita de Majadas Viejas decidimos hacer una pequeña parada para reponer fuerzas, protegidos por su porche que la lluvia nos acompaña desde hace rato

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Por el robledal que aquí conocen como las dos carreteras, la que conduce a Mogarraz y la de Sotoserrano, nos acercamos a La Alberca

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Pasamos cerca del área recreativa de Fuente Castaño, la ruta termina.

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La Alberca nos recibió con una lluvia fuerte que nos obligaba a refugiarnos, esta imagen es de una ruta anterior, era imposible hacer fotos bajo la tromba de agua que se unió al grupo. La Alberca destaca por su arquitectura popular, la historia no aclara si fue una judería o el arrabal de Damasco, hoy es una feria  al servicio de los miles de visitantes que recorren sus calles.

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El parque natural de La Batuecas que comparte algunas esquinas con las Hurdes cacereñas, es un lugar ideal para el senderismo, hay infinidad de caminos muy cuidados. Si venid hasta aquí no dejéis de subir a la Peña de Francia, unos de los rincones más bonitos de la comarca y una de las sierras más altas en muchos kilómetros a la redonda. La ruta termina aquí, algunos, o muchos, seguirán por el GR 10 hasta la Sierra de Gata y Portugal para hacer un camino que acaba en la mágica Lisboa.

                                                                                                                                       ©vicentepozas2013

 

Ruta internacional del Contrabando de Café (Portugal-Extremadura)

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(Track de la ruta para GPS, autor The Raven)

La Cámara Municipal de Marvão organizaba la cuarta edición de la Ruta Internacional de Senderismo del Contrabando del Café, una actividad enmarcada dentro del acuerdo de Cooperación Transfronteriza que el Municipio de Marvão ha firmado junto al Ayuntamiento de Valencia de Alcántara, con el fin de estimular un mayor acercamiento de los habitantes de las dos poblaciones fronterizas. Un enclave turístico de primer orden. El trazado de la ruta senderista que discurre por los términos municipales de Marvão y Valencia de Alcántara, tiene un recorrido circular con una longitud aproximada de 11 Km, y es de dificultad baja.

La ruta comienza temprano, junto a la iglesia de la pequeña aldea portuguesa de Galegos, degustando las llamadas ‘migas del contrabandista’ con café de puchero, justo antes de comenzar a caminar por la raya/ a raia hispano portuguesa.

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Salimos de Galegos recorriendo la falda del Monte de Baixo por senderos de piedra rodeados de alcornocales

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Es invierno y los grandes castaños se han librado de sus hojas, así desnudos, son como grandes fantasmas, esperando la primavera. Y el glorioso otoño, y sus suculentas castañas.

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La parte más baja, la llamada Atalho, descubre las casas portuguesas y sus vivos colores, mucho han cambiado estos asentamientos de frontera, dedicados al contrabando, al estraperlo, donde mochileros y guardias jugaban la ratón y al gato.

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La orografía “rayana”, protege estas antiguas aldeas que surgieron como nidos del viejo contrabando, caso de Galegos y La Pitaranha, en Portugal, o la Fontañera en la misma raya, auténtica frontera entre los dos países, a medida que caminemos iremos descubriendo  caminos de leyenda y nuevos elementos del turismo rural. Al fondo, Marvao vigila,

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El camino apenas conserva su molde original, viejas construcciones nos recuerdan que antaño, estas rutas soportaban un trasiego constante, un comercio al que no se le pudieron poner puertas

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Se conservan los viejos caminos, ascendemos por la pequeña sierra que nos lleva hasta la aldea fronteriza.

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Marvao, la villa, nido de águilas que llamó Saramago, se alza por encima, en lo alto de  la Serra do Sapoio

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La Fontañera, aldea fronteriza, la mitad se sitúa en tierras españolas, la otra mitad se asienta en Portugal. Aquí La Raya, no es más que un mojón de granito, las fronteras mentales están más que olvidadas. Su calle principal comienza en España y termina en Portugal. Son lugares que tienen historia. La de esta pedanía española, en la que apenas viven un puñado de vecinos, tiene mucho que ver con los tiempos del contrabando, de los pasos fronterizos cerrados a cal y canto, de la necesidad hecha virtud.

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Nos dirigimos ahora por los viejos caminos del paraje de El Canchal, por una zona de pequeñas ondulaciones.

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Viejos alcornoques guardan recuerdo de las escaramuzas, de la guerrilla de la supervivencia, del esfuerzo de mochileros que desafiaban al monte para seguir malviviendo

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Descendemos hacia La Jinhas por un camino más limpio bordeando pequeñas huertas y casas de recreo

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Durante algunos centenares de metros andamos por el Camino de Pitarancha, otro de esos senderos de frontera que comunican ambos paises

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Viejos alcornoques de considerable tamaño, siempre han vigilado el camino. Servían de escondite y de trampa

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Así llegamos a Pitaranha, aldea de apenas dos decenas de habitantes que, como las anteriores, creció al abrigo de contrabandistas e intermediarios. Al fondo las Peñas de Puerto Roque

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Ahora sí estamos en la frontera, desde el alto de Fuente Oscura se divisa la Campiña fronteriza. Tierras españolas, al fondo, la Sierra de San Pedro.

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Ahora caminamos por la misma frontera. Las señales de cada país se van sucediendo, a lo largo del camino, cada uno marca su territorio. Al fondo Puerto Roque y sus peñas

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En esta zona denominada casas de Fuente Oscura se ve perfectamente la frontera. A la derecha Portugal, a la izquierda tierras españolas, nosotros caminamos por la zona neutra entre ambos estados

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Ahora caminamos por tierras españolas en el paraje de el Planterío.

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Asoman, como fantasmas, los troncos secos de viejos árboles entre la maleza en esta zona degradada. Frente a nosotros el cortijo El Chumacero, donde se asienta la fábrica de agua embotellada Fuente Fría

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Nosotros seguimos caminando entre estos históricos caminos, abandonados, la maleza los invade poco a poco como si quisiese enterrarlos a la memoria histórica. Este paraje recibe el nombre de Vanda.

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Y de nuevo llegamos a La Fontañera por la parte española que nos recibe con esta fuente dedicada al patrón, que conserva el viejo lavadero de ropa.

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Ahora entramos por España, pero predomina el gusto por los colores portugués. Matrículas españolas, espíritu portugués, una singularidad que resumían a la perfección los compañeros del diario regional HOY

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Nosotros descendemos ya por la pequeña carretera que nos devuelve a Galegos y terminar la ruta, aunque no el paseo.

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A Luisa y a mí nos vence el alma portuguesa, su ‘saudade’ nos invade cada vez que pasamos la frontera y leemos el cartel de Bem-vidos (bienvenidos). El idioma portugués es música pura.

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El día ha de terminar en uno de nuestros rincones favoritos. Marvao.

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«Marvao se ve desde Castelo de Vide, pero desde Marvao se ve todo. Es verdad. Desde Marvao se ve la tierra casi toda: hacia un lado, España, y allí Valencia de Alcántara, San Vicente y Alburquerque…»  -Viaje a Portugal. José Saramago-

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 Villa medieval, callejuelas tortuosas donde cada esquina es arte, rincón tras rincón te enamoras de Marvao, nido de águilas.

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Abajo la fértil vega donde se sitúa la villa romana de Ammaia

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En la raya de Portugal, fortificada desde la Edad media, en los alrededores del Parque Natural da Serra de Sao Mamede, de excepcional belleza, los pequeños enclaves que formaban una frontera difícil, una defensa irrompible, de cerco inexpugnable, son ciudades que han dejado de reunir hoy la doble condición defensiva y fronteriza, pero que todavía conservan nombres tan sonoros y antiguos como Portalegre, Castelo de Vide, Povoa y Marvao.

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Abajo el pequeño pueblo de Portagem cruzado por el río Sever, afluente del Tajo, un lugar muy frecuentado por españoles por su variada restauración y por sus piscinas naturales en el cauce del río

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El castillo de Marvao, su aljibe, el museo, sus murallas o su patio, son una visita recomendable

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Marvão debe su nombre a Ibn Marwan al-Yil’liqui «El Gallego» , líder de un movimiento sufista del Al-Ándalus, que se alzó en armas contra los emires de Córdoba y creó el reino de Badajoz hasta la instauración del Califato de Córdoba. Ibn Marwan tenía refugio en el actual Castillo de Marvão.

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Termina el viaje, un paseo con aire portugués, un ramillete de sentimientos, una manojo de olores. En Extremadura sabemos mirar a Portugal, quienes hemos descubierto esta tierra amable y tranquila, buscamos la frontera muy a menudo. Portugal huele a Portugal, sabe a Portugal. Los años se van llenando de amigos que reencontramos cuando es menester.

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Andando Extremadura no tiene fronteras, Portugal ya no es frontera, para volver siempre hay una puerta en la que colocarse. La abre el corazón, la cierra la ignorancia.-

©vicentepozas2013

Ruta Dehesa de los Mogollones. Ermita de San Jorge. Cáceres

(SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAD SOBRE ELLAS)
De las muchas rutas que se pueden hacer por los alrededores de la ciudad de Cáceres, destaca una que, por su riqueza patrimonial y natural, es de las más completas y bonitas. La ruta de la Dehesa de los Mogollones, que nos llevará hasta el castillo fortaleza del mismo nombre, la ermita de San Jorge, un ejemplo del despropósito y abandono de nuestro rico patrimonio cultural, hasta el dolmen de la Hijadilla y finalmente hasta el río Salor y su puente y molino medievales. 12 kilómetros por una dehesa maravillosa, un paseo a través de la historia de Cáceres, la más desconocida.
La ruta se inicia a doce kilómetros de Cáceres, en la carretera de Badajoz, justo después de pasar el castillo de Las Seguras encontramos un desvío hacia el ecoparque, allí parte la vía pecuaria que seguiremos y que nos puede llevar, si nos apetece, hasta Los Barruecos en Malpartida de Cáceres. Dejamos el coche al pie de la carretera y la primera sorpresa no se hace esperar…
Una bandada de buitres leonados se alimenta cerca de allí y nos regalan su vuelo
Su silueta es reconocible desde lejos, son esquivos pero no parece inquietarles nuestra presencia
Las explotaciones ganaderas de la dehesa siempre dejan algún premio para estas aves carroñeras
Su olfato puede atraerlos desde kilómetros de distancia, no son los únicos, ni será la última vez que los veamos esta mañana.
Nos adentramos por este camino carretero, transitado por su cercanía a la ciudad de Cáceres, una paisaje de encinas jóvenes.
Desaparecen las encinas de repente y la silueta de la torre se dibuja rompiendo la línea del horizonte.
Este castillo, que vivió lances antiguos, apenas es una sombre de los que fue
El torreón de los Mogollones es lo único que resta de aquellos años de conquista, hoy soporta una gran colonia de aves diferentes
Según Publio Hurtado, en sus orígenes perteneció al viejo linaje de los Mogollones, una de aquellas familias con más raigambre en Cáceres y que también participaría en la reconquista de la ciudad en 1223.
El castillo, posiblemente de los siglos XIV y XV, dio nombre a la dehesa que perteneció al citado linaje y más tarde pasó a otras familias de la nobleza cacereña.
En la actualidad, la fortificación sobrevive milagrosamente; se halla en ruinas y no es sino un mínimo reflejo de la esbeltez, la belleza y la majestuosidad de una fortificación extraordinaria que raramente conserva algunas almenas y matacanes, un escudo postizo, gruesos muros y otros elementos constructivos que presagian la ruina total junta a un establo.

Es fácil imaginar lances y escaramuzas en esta fortaleza que se desmorona ante la desidia y el abandono…

 

…y que conserva detalles de un pasado más glorioso.
Justo enfrente descubres los restos de la ermita de San Jorge, estamos a punto de comprobar que no siempre el patrimonio y la historia se encuentran a buen recaudo. Lo que van a ver se encuentra al aire libre, lo que han hecho a esta obra sólo puede ser el resultado de la ignorancia y la estupidez.
Los restos de esta ermita se mantienen a duras penas, se cree que su fundación y culto fue de origen privado y debió estar dedicada a San Jorge; sus orígenes datan de los S.XIV y XV, aunque su construcción se culminó en siglos posteriores.
Su estado actual es lamentable y se levanta frente a un pequeño estanque que parece ser artificial y posterior a la construcción de la ermita.
                    
Se conservan relativamente cubiertos lo que fueron el coro, la capilla y la sacristía.
Merece la pena observar las pinturas murales conservadas milagrosamente en su interior que cubren la casi totalidad de los muros. Son de temática religiosa, sin gran calidad técnica, pero si de bello colorido, y representan escenas bíblicas y de la vida de Cristo
Fueron pintadas por un tal Juan de Rivera en 1565, como consta en una inscripción del mural.
El evidente deterioro duele tanto que te gustaría llevártela y protegerla de inclemencias e ignorantes
Es imposible entender que los responsables del patrimonio, capaces de ponerte mil trabas, ante cualquier reforma, construcción o mejora sean capaces de mirar para otro lado ante esta muestra de arte religioso
Nos alejamos de este cojunto arqueológico, monumental, que dan idea de que ese Cáceres señorial, de grandes familias, no se limitaba a las murallas de su ciudad, una historia dañada que a nadie parece importar

Continuamos por una calleja que desemboca en el caserío de Mudaelpelo, cuya actividad ganadera es evidente.

Los ganaderos se afanan en agrupar al ganado que ha pasado la mañana en la dehesa

La dehesa se hace más densa y esconde otro tesoro. El Dolmen de la Hijadilla. Es un monumento megalítico destinado a enterramientos colectivos.

Está constituido por una cámara funeraria casi circular construida con grandes piedras dispuestas verticalmente (ortostatos) que soportan losas horizontales, que le sirven de cubierta, y un pasillo de acceso o corredor, levantado también con lajas de granito, que desemboca en la cámara. En su origen todo el monumento estaba cubierto con tierra formando un túmulo. Pueda datar desde finales del Neolítico (IV milenio) a la Edad del Bronce (II milenio).

Atrás dejamos la prehistoria, encima la actividad de los buitres es más que evidente

La dehesa limpia se dibuja ante nosotros, el camino está señalizado desde el inicio

Majestuosa figura, vuelo perfecto, más de dos metros de envergadura que hacen que busque las corrientes térmicas para facilitar el ascenso. Sus alas parecen tener dedos.

Llegamos a los restos de un molino medieval junto al río Salor.

El puente, el molino y el azud, de época medieval, han sido reconstruidos varias veces como consecuencia de las riadas.

Es este río se observan muy bien las rocas que constituyen el sustrato de la zona: pizarras oscuras, cristalinas y muy duras, originadas por un metamorfismo de contacto (gran calentamiento) debido a la intrusión del magma que originó los granitos de los alrededores.

Se conserva una inscripción en la pared del molino dónde consta la fecha de la última restauración (1862), siendo apoderado D. José Calzado Pedrilla.

Una pequeña presa hace que el Salor recupere algo de su figura, más abajo su caudal es casi testimonial

En los márgenes existen árboles tópicos del bosque de ribera como fresnos, chopos, sauces y mimbreras.

Volvemos sobre nuestros pasos, siguiendo las señales que nos han guiado

La eterna cigüeña se ha apoderado de todo, vive en esta dehesa, a sus anchas.

El castillo nos ha esperado mientras el cielo se cierra por momentos, amenaza con mojarnos

Las nubes dibujan luces y sombras, un escenario de colores que nos recuredan lo que hemos visto

Paleta de colores, tierra, dehesa, armonía, compañía, viento y despedida

Nosotros nos marchamos, Luisa inmortalizó el momento que demuestra que para obtener la foto que buscas, vale todo. Es apenas un momento, pero la imagen es inmortal. San Jorge, patrón de la dehesa, nos despide desde la Torre de los Mogollones

Las rutas desde Cáceres, incluida esta, os las podéis descargar aquí:
Nosotros volveremos sobre nuestrs pasos, andando Extremadura.
©vicentepozas2012

Ruta Puente romano de Alcántara

(SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAD SOBRE ELLAS)Vamos a hacer una ruta clásica, la del Puente romano de Alcántara, que comienza y finaliza en este coloso romano, todavía en uso y que nos llevará por algunos pasajes fronterizos de gran belleza y comprobable diversidad. 17 kms con algunos desniveles no muy pronunciados y con algunas sorpresas, como la compañía de buen número de ponis que recuerdan a los asturcones del norte. La Ruta, desde que se constituyó el Parque Natural del Tajo Internacional, está muy bien señalizada, y permite conectar con otras o visitar menhires y canteras. Como es habitual con el grupo de senderismo de Catelsa Cáceres. Iniciamos la caminata, saludando de mañana al Covento de las Comendadoras, en fase de reconstrucción.
Salimos de Alcántara, Conjunto histórico Artístico, por una de las puertas de la ciudad pisando parte de la antigua calzada romana.

Mientras descendemos hacia las aguas del Tajo, el Puente de Alcántara avisa de su presencia


Pasamos por el templo romano que vigila el Puente, un lugar de ofrendas en tiempos de dioses y supersticiones que hoy no es más que un monumento junto a otro mayor. Cruzamos el puente camino del comienzo de la ruta

Un panel informa del recorrido y nos avanza aquellos lugares que pisaremos antes de regresar al mismo lugar, 17 kilómetros más tarde


Comenzamos por la senda que hay junto al río, donde la actividad humana es todavía patente

Paralelos al cauce del Tajo nos vamos encontrando con restos de antiguos embarcaderos, fuentes, como la de Los Perros o Fuente Santa justo en la orilla de enfrente

El cauce del río discurre ahora más libre hasta que se tope con la presa de Cedillo y vierta sus aguas a Portugal. Justo en el lugar donde el Tajo se convierte en frontera natural, la raya del agua entre Extremadura y el Alentejo. Esta zona es conocida como El Muelle.


Dejamos el río a la espalda para encaminar nuestros pasos hacia la Vereda de la Loba, mientras buscamos el Regato de los Remolinos

Aquí comienzan a aparecer los primeros grupos de ponis que deambulan libremente por estas sierras

Ascendemos por estos parajes pizarrosos del Ejido del Vicario, una zona recuperada con puentes y pasarelas

Ascendemos cerca de la Fuente del Tío Melitón y la altura nos permite descrubrirnos en el paisaje


A lo lejos, Alcántara, esperará paciente nuestro regreso.

Así llegamos a estas lomas onduladas que llaman la Cerca de la Liebre, al fondo la Casa del Vicario


Entramos en la Cerca del Chaparral y sustituimos las zonas más abiertas por la dehesa

Por esta vereda ya vemos Estorninos, el que durante muchos años fue un pueblo y que ahora es un barrio de Alcántara, un refugio fronterizo en tiempos de contrabando

Aquí las gentes se aprestan a iniciar la conversación y explicarte el camino. No hay prisas, nosotros caminantes nos convertimos en minutos de compañía que les sacan de la rutina, queda inmortalizado el instante.

En Estorninos la señalización, situada en los cruces, ayuda a no perderse

En Estorninos hacemos una pequeña parada para reporner fuerzas, damos cuenta de nuestras viandas junto a la Iglesia de Santiago


Seguimos avanzando guiados por los postes que marcan el sendero, mientras caminamos junto a las ruinas de la ermita del Humilladero y por la ruta del Menhir del Cabezo, junto a la cerca del Tío Benigno

Tras dejar atrás la Cañada del Cabezo transitamos por un tramo de la ruta que transcurre por la Cañada Real de Gata

Así regresamos al lugar de partida, desembocando en la EX 207, la carretera que lleva a tierras portuguesas. El puente de Alcántara vuelve a saludarnos

Así esta obra magnifica de seis arcos reconstruida en diferentes momentos de la historia debido a las guerras, ha grabado en piedra parte de su biografía, como la de su maestro: «Yo, Cayo Julio Lacer, maestro constructor de lo que hoy llamáis, el Puente de Alcántara, y en el que mis cenizas, esperando que la tierra me fuera leve, fueron entregadas al Templo que hice construir para el culto y veneración de los dioses y del César» y en el que su Emperador Trajano órdenó grabar también: PONTEM PERPETUI MANSVRVM IN SECULA MVNDI: El puente que permanecerá en pie por los siglos del mundo.

Ascendemos de nuevo hacia la muralla alcantarina, embaucados y sobrecogidos por la historia.


Yo, encantado, porque algunos compañeros de viaje se dan la vuelta y deciden inmortalizarme, esta foto es de Juan Antonio.

Guardando la entrada, los más pequeños nos esperan, ahí donde los véis también han completado la ruta. Entramos en Alcántara

Nosotros terminamos aquí, dentro de la localidad, al abrigo de esta pequeña iglesia, la de San Pedro. Satisfechos porque merece la pena este camino lleno de historia y de historias.

Se pueden hacer muchas rutas y visitas en la comarca, aquí encontraréis un ramillete de ellas: http://rutastajointernacional.com/ en esta lanza con la que Extremadura hunde el costado luso; ahora, afortunadamente, compartimos un territorio único, bello, desconocido y emocionante. Una tierra elegida por el hombre desde los albores de la historia, que buscaban el favor de un río sagrado que, aunque nos pese, separa a españoles y portugués, hoy, es verdad, el parque es bandera, nexo de unión en la soñada Iberia de Saramago, un lugar donde, qué paradoja, el Tajo/tejo, es la última frontera natural de Europa.

Un lugar que nosotros disfrutamos… Andando Extremadura.-

©vicentepozas.febrero2012