Ruta por los Bosques del Ambroz

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Cada otoño el Valle del Ambroz, en el norte de Cáceres, experimenta una transformación que no deja indiferente a nadie, sus bosques de castaños, robles, alisos, chopos, olivos, encinas y alcornoques ofrecen una gama de colores inimaginable. Un espectáculo en las faldas de las montañas de Gredos. Desde hace quince años los habitantes de esta comarca lo han llamado ‘Otoño Mágico en el Valle del Ambroz’ y lo celebran por todo lo alto. Lo pone de manifiesto la oferta turística, sus recursos y sus variadas posibilidades hoteleras, por ello, cada vez más gente disfruta del Valle del Ambroz, también en otoño.

Entre las muchas actividades que incluye el programa están las rutas senderistas, la más conocida es, sin duda, la denominada ‘Los Bosques del Ambroz’, 22 kilómetros de puro placer que comienzan en La Garganta y terminan en Segura de Toro, dos pequeñas localidades de montaña que son un reflejo vivo de que aquí arriba, el otoño es magia pero la vida no es tan bucólica.

Nosotros vamos a recorrer este Sendero Local de la mano del Grupo de senderismo La Vereína un día de primeros de noviembre, una jornada en la que no faltará ni la lluvia, ni la niebla, ni el sol. Arrancamos en La Garganta subiendo el Cerro de Cabezo Grande, en dirección al Cordel del Berrocal.

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El otoño asoma en cuanto las pocas casas del pueblo nos dejan ver el paisaje, se intuye el bosque entre la niebla.

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Ascendemos nada más comenzar, los primeros setecientos metros de camino son de subida, el resto nos llevará hasta la zona más baja del valle.

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La primera visión es la de este bosque de pinos, arboledas destinadas a madera que arropan antiguas costumbres de antaño…
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La primera es este antiguo Pozo de Nieve recuperado para que no se pierda la tradición y el recuerdo de los viejos oficios. La nieve siempre estuvo ahí, pero comienza a valer dinero cuando en el siglo XVI se pone de moda el gusto por los refrescos, los helados y las bebidas frías. Los boleros hacían bolas de nieve que atrevesaban con un palo de roble que dejaban al raso para que se endureciese.
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Las bolas de nieve eran arrojadas al pozo donde se aplastaban y compactaban, eran separadas cada poco con capas de paja para facilitar el corte. La nieve se convertía en hielo, se troceaba y era transportada en mulas hasta pueblos y ciudades, llegaban incluso a Plasencia. Hoy es un lugar de visita.
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Tras caminar unos metros por la carretera local que une Hervás y Candelario, cruzamos el antiguo cordel ganadero del Berrocal y comenzamos el descenso por la zona llamada del castañar
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Robles y castaños dibujados, intuidos, hoy entre la niebla, una humedad de bosque que se manifiesta en colores.

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Se intuye un paisaje formidable, cada oquedad del camino enseña un trocito de otoño. Seguimos bajando, un descenso desde los 1200 metros de altitud hasta los 850 metros.
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Un festival de colores, un cuadro dibujado con infinitas luces, tantas como el día. La bajada nos lleva hasta el río del Valle, entre la Cerrada de Venera y la Cerrada del Santo

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La zona más baja del valle, que llaman de Santihervás, guarda un curioso bosque, el bosque galería, bosque de ribera o soto, de vegetación riparia, es decir, que sobrevive fundamentalmente por la humedad del suelo, ahora una zona inundada por el agua abundante de este otoño
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Una ribera, la del río del Valle que dibuja rincones como este

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Junto al bosque beneficiados por la humedad, verdes prados que parecen postales. Obligados a atravesar uno de ellos porque el camino estaba inundado
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Más postales, más imágenes bucólicas, más otoño… Ambroz

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Nosotros volvemos al bosque galería, sorteando el agua, las ramas y los árboles que caen cada otoño

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Antiguas viviendas, ahora abandonadas, sobreviven a los años, pero nos regalan paisanaje

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A vueltas con el bosque galería, cerca ya de Hervás, donde la humedad es más que palpable, fijaos en los troncos de los árboles, cubiertos de hiedras

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Es un placer caminar por esta pequeña selva fluvial, un rincón de agua, bosque, un sendero atravesado por troncos, agua, y hojas que lo hacen más apetecible

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De repente el paisaje cambia, ahora rodeados de helechos y castaños caminamos por el Llano Velilla, cerca de otra ribera, esta la del río Balozano que atravesamos por el Puente de la Tejea.
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Este río va a morir más adelante a las aguas del río Ambroz que da nombre al valle

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Los puentes y túneles de la antigua Vía de la Plata, el ferrocarril que unía Cáceres con Salamanca, son visibles en el recorrido. Un camino de hierro que dejó de usarse en 1985. Hoy son un valor añadido en el camino

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Y llegamos a Hervás, su barrio judío y el río Ambroz, saludan a la comitiva

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Atravesamos el pueblo por las callejuelas de su barrio judío, con calles asimétricas que evitaban los rigores del viento y el frío del invierno

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Tras dejar la población, tomamos el camino de Gargantilla, la próxima parada, por el impresionante castañar de Hervás donde nos visitará la lluvia
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Este bosque es el señor del Ambroz, el que le da fama, ahora es refugio y deleite de seteros, entre los helechos hay verdaderas joyas gastronómicas, damos fe de ello.
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Antes de la lluvia, pudimos comer en la zona de los Janchales, justo en el camino, que de andarlo, nos llevaría al Camino de la Sierra o Pista Heidi, otras de las rutas más conocidas

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Atravesamos la Garganta de Andrés antes de hundirnos en el Castañar del Duque, al abrigo de la lluvia que se volvía generosa

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Al salir del bosque pisamos un camino vecinal en la zona de los Conejiles que nos lleva hasta Gargantilla, una pequeña localidad que es final, o principio, de la Ruta de las Juderías, uno de los tramos del GR 10.
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A partir de ahora el paisaje es diferente, hemos dejado atrás los grandes bosques de sierra y nos adentramos en la dehesa de Gargantilla.
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Aún sobre la atalaya del camino, el Valle del Ambroz se muestra impresionante en su parte más baja

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Esta es la fotografía del camino ahora, abajo dehesa, arriba bosque, el Castañar del Duque, una joya natural
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Pequeños robledales se alternan con encinas y alcornoques, por un sendero que sigue mostrando los rigores del exceso de agua.

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Bosques mágicos en dehesa, tan atrayentes como las grandes masas de la sierra, con personalidad propia, ya falta poco para finalizar la ruta

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El camino comenzó arriba entre pinos, castaños, bosques y ahora en la dehesa, cuando 20 kilómetros en los pies empiezan a pesar un poquito, rincones como este animan a seguir andando
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A pesar de ello quedan fuerzas para sortear otro nuevo arroyo, hemos perdido la cuenta de todos los que ha habido que cruzar, el siguiente será el de llegada

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Robles y luz, agua en la dehesa del Palancar, nos espera la meta.

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En la falda del Cerro Picute, Segura de Toro saluda al caminante, aquí terminamos

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Disfrutando de un otoño dibujado, de colores; tras las lluvia, los últimos rayos de sol nos enseñan los secretos del valle, el origen de la magia, lo peculiar del otoño, árboles de oro y ocres. Camino agradecido
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En Segura de Toro, descargamos los pies, refrescamos la garganta y hablamos del camino. Cada uno guardará sus propias imágenes en la memoria, pero todos compartimos una parte de la ruta que hemos grabado en los pies. Así se mira el valle, paisaje y paisanaje, otoño iluminado.
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Teníamos ganas de volver al Valle, de oler el Ambroz, hoy lo hemos recorrido con los chicos de La Vereína y todo salió según el guión. Incluida la lluvia. Otoño Mágico, bosque poseído, cada vez que venimos, un trocito de nosotros se queda en el castañar. No sé si al regresar, volvemos a recorgerlos o a dejar un pedacito más. No lo sé, pero el Ambroz, cada año nos llama más fuerte. Otoño merecido. Agua generosa, tierra agradecida. Andando Extremadura.-

                                                                                                            ©vicentepozas2012


Cáceres. Ruta por la Sierrilla y Sierra del Lobo

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Los alrededores de la ciudad de Cáceres son un enjambre de rutas, caminos y senderos; muchos son sendas rurales, otros acceso a fincas, cañadas reales y algunas rutas senderistas por pequeñas veredas que tienen la peculiaridad de ofrecer una vista de la ciudad nada habitual a los ojos. Esta de hoy parte de la popular Sierrilla cacereña y discurre por el cerro del Lobo, tiene apenas diez kilómetros pero podemos alargarla todo lo que queramos enlazándola con otros recorridos. A pesar de su cercanía al núcleo urbano, que cuenta con una variada oferta hotelera, conserva la vegetación dehesa y de bosque mediterráneo. Son caminos muy transitados fáciles de hacer pero vistosos como veréis en las imágenes. Partimos de la sierrilla para tomar la cañada del Casar de Cáceres. Desde aquí los Llanos de Cáceres ofrecen una imagen amplia y tranquila, una alfombra llena de vida
Descendemos por la Sierrilla, hacia el Norte, y enseguida se sitúa a nuestra derecha el Cerro Otero, hay varios caminos, hacia la izquierda podemos llegar hasta el pueblo de Casar de Cáceres, hacia la derecha llegaremos al centro urbano por el barrio de Sanmarquino.
Caminos limpios, muy usados, despejados por el paso de vehículos, bicicletas y personas. Vegetación mediterránea muy abundante.
Pese a la cercanía del bullicio de la urbe quedan restos de la actividad ganadera de antaño. Cabras en primer plano, edificios al fondo.
Nosotros charlamos un rato con Guillermo, uno de los últimos cabreros que quedan en la ciudad. Los animales conocen el camino, aunque no dudan en colarse en algunas fincas en busca de apetitosas flores.
La Universidad Popular de Cáceres señalizó estos caminos hace algunos años en un proyecto para recuperarlos, desafortunadamente la falta de mantenimiento ha terminado con muchas de las señalizaciones, algunas se mantienen en pie
Llano, dehesa, olivares se entremezclan en los límites de esta fronteras de lindes y vallas. Una imagen de uso y abandono de tierras de labranza que la maleza conquista. Esta es la ladera del cerro Otero, frente a nosotros se extiende la penillanuera cacereña.

Dehesas llenas de vida que en primavera ofrecen estampas muy coloridas

Giramos a la derecha, hay un pequeño poste que marca el desvío junto a la linde de una finca, pero hay que estar atentos. El cerro del Lobo muestra su bosque mediterráneo.

El camino se averigua, es fácil seguirlo, no tiene pérdida.

Comenzamos la ascensión a lo alto del cerro, una de estas elevaciones que siempre hemos visto, pero no habíamos coronado. A disfrutar de sus vistas.

A medida que ascendemos, descubrimos los límites de la ciudad, al fondo el Polígono ganadero.

Los Llanos de Cáceres  y Gredos a lo lejos.

Arriba tenemos unas panorámicas de Cáceres poco habituales que cambian el perfil de la ciudad. La torre de la Plaza de Italia, la parte antigua y la sierra de la Mosca detrás.

La Plaza de toros y la Iglesia de Santiago

Cáceres, entre colinas, se ve así desde el cerro del Lobo.

La zona de Mejostilla, una de las grandes expansiones de Cáceres.

Comenzamos el descenso por un pequeño sendero que nos llevará hasta la carretera del Casar de Cáceres y Sanmarquino

Frente a nosotros el Paseo Alto se encara a la vista. Cáceres parece Roma, la ciudad de las siete colinas.

El sendero nos lleva hasta una de las rotondas de la Ronda Norte, mientras bajamos hasta la carretera, la ciudad se alarga con el Parque del Príncipe a la derecha de la imagen
Tomamos un pequeño camino a la derecha que da acceso a las fincas más próximas y que sube hasta la Sierrilla, por el antiguo cordel del Casar de Cáceres y la Vía de la Plata. Aún hay pequeñas explotaciones ganaderas, más testimoniales que prácticas.
La arquitectura rural ofrece estos accesos tan vistosos, en la mayoría de los casos en desuso pero bien conservados, hoy son un valor añadido de la finca

Al ascender por la Sierrilla descubrimos, al fondo, la localidad de Casar de Cáceres

Hoy estas parcelas mantienen su esplendor antiguo, aunque ahora su uso sea más orientado al ocio y segundas viviendas

Desde aquí se observa el cerro del Lobo donde hemos estado

Ya desde la Sierrilla la ciudad parece más lejana pero es solo un efecto óptico, el ruido está apenas a un par de kilómetros.
Así termina esta sencilla ruta, de dificultad baja pero de paisajes  sorprendentes porque rozan una ciudad enclavada en mitad de parajes rurales bien conservados. Está bien adentrarse en estos caminos, atreverse a abandonar las zonas asfaltadas, los carriles trazados por un urbanismo más moderno, más orientados al ocio y el paseo, pero al fin y al cabo,  ordenados por normas; carreteras, paseos ornamentados que hacen olvidar que, justo al lado, el espectáculo te embauca con solo olerlo. Una capital de provincias permite encantos como este.-
Preparados para la próxima ruta.
©vicentepozas2012

Ruta por la Dehesa de Talaván. Río Tajo

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Con el Club de Senderismo Catelsa recorremos una de las dehesas más bonitas de Extremadura «La Dehesa de las Quebradas» en Talaván, un trayecto que nos llevará hasta las estribaciones del Tajo. Dice el refrán que «en Talaván, si barruntas bulla, o talavaniegos o grullas», pues son muchas las que eligen estas dehesas para alimentarse en otoño e invierno. Talaván es una de las cuatro localidades que forman parte de los denominados Cuatro Lugares, junto Monroy, Hinojal y Santiago del Campo. 16 kms de dificultad baja pero de paisajes amplios y singulares.
La ruta comienza con un desayuno en la casa de Dioni, la madre de nuestra compañera Alicia, que tuvo la deferencia de agasajarnos con los dulces que ella mismo prepara, un excelente tentempié para coger fuerzas.

Nuestro recorrido se inicia a dos kilómetros escasos de Talaván en el Cerro de Las Arenosas

Cruzamos la carretera para coger la llamada Colada de Torrejón el Rubio, un sendero amplio y muy transitado.

Tomamos a la izquierda el Camino de la Breña para bordear la finca en la que se plantan especies autóctonas, en una zona que llaman Quiebracántaros, una elevación desde donde las vistas de la enorme dehesa de Talavan son un regalo, al fondo Casas de Millán.

Desde esta pequeña elevación en la zona de Vajundillo se contempla toda la Dehesa de Las Quebradas, más humanizada al comienzo, bosque mediterráneo más allá donde oculta el río Tajo. Al fondo se dibujan Cañaveral, a la izquierda y Casas de Millán a la derecha.


Descendemos hacia la dehesa y nos disponemos a tomar el Camino de Torrejón

En este sendero, usado para acceder a fincas y parcelas, la mano humana está presente en los campos.

Un camino rural que conserva su estructura original flanqueado por paredes de piedra que le dan un regusto especial

La dehesa tiene vida propia, ajena a nuestra presencia.

Y llegamos a Talaván por la parte este para continuar camino sin entrar en el pueblo

Dejamos Talaván por el camino de la Barca que en la época medieval fue muy importante y está ligado a la antigua Ermita de Nuestra Señora del Río, patrona de Talaván, que quedó anegada por el pantano de Alcántara a finales de los 60. Su historia es singular pues al situarse en la margen derecha del Tajo y carecer de puentes, se estableció un pequeño embarcadero para cruzar el río; barcas y barqueros propiedad del Obispo de Plasencia. De ahí el nombre del camino, y era harto rentable pues hacía posible la ruta de la Vereda Real de Castilla, en el tramo Cáceres-Plasencia. La nueva ermita se construyó a orillas del Tajo en 1971.

Dejamos el Camino de la Barca para entrar en la Era del Campillo.

Cruzamos sin dificultad este pequeño arroyo dentro de la finca Gorrones Blancos

Y nos dirijimos por la dehesa a rozar el pueblo por su parte sur.

A nuestro lado la actividad ganadera continua con normalidad.

Nosotros seguimos camino, a mitad de la ruta la dehesa se va cerrando y su uso como coto de caza es evidente

Por los Cerros de La Pedrera nos vamos acercando al río Tajo.

Definitivamente la dehesa es ya bosque mediterráneo y las jaras y el sotobosque hacen de esta zona un lugar idóneo para jabalíes y ciervos

Esta dehesa fantástica e inmensa es la zona del preparque de Monfragüe, de hecho al fondo se sitúa el Salto del Gitano, en primer plano la cuenca del Tajo con el nivel de agua muy bajo

El Tajo embalsado por el Pantano de Alcántara llega hasta aquí, casi a noventa kilómetros de la presa.

Es una zona áspera, pizarrosa, nos llevará hasta el río recorriendo en parte el que llaman Camino de la Aceña

Así llegamos a las estribaciones del río, un Tajo manso y domado desde que, a finales de los sesenta, Jose María Oriol contruyese el Embalse de Alcántara para dar electricidad a ciudades como Madrid o parte de Portugal.

Tras un pequeño descanso y un refrigerio volvemos sobre nuestros pies buscando el pueblo de Talaván.

Tras de nosotros queda el Tajo que trae sus aguas de Monfragüe, oculto por jaras, brezos y retamas

Vuelta hacia la dehesa, paisaje extremeño al que se acostumbran nuestros ojos, encinas que hacen esquinas en caminos bien dibujados

Poco a poco nos acercamos a Talaván, la ruta está finalizando, aunque nosotros debemos volver a donde partimos

Encaramos la subida al Cerro del Calvario, donde está la Ermita de la Soledad

Es la parte más dura de la ruta, se hace más dificil a esta hora del mediodía y tras 14 kms en los pies, pero es corta… y no hay prisa

Desde arriba, en la parte alta del Cerro, el zoom de la cámara nos permite ver el Salto del Gitano en pleno Parque de Monfragüe

Abajo Talaván, guardián de la Dehesa, tranquilo y soleado

Nosotros salimos de la parte nueva de localidad hacia el Cerro de Las Arenosas, de nuevo.

El camino de la Lucía mos avisa del fin de la Ruta

Justo al dejarlo a la izquierda entramos en este cerro donde la casa de Dioni nos espera, ella ha hecho la ruta con nosotros…

Pero unos cuantos disfrutamos, de nuevo, de su hospitalidad y comentamos el camino en la comodidad de este porche y de su compañía. 16,5 kms marcaban los GPS. Un día que amaneció frío y terminó templado.
Ha sido una ruta fantástica que comenzó por la mañana observando bandadas de grullas que se apostaban en la dehesa, alrededor de charcas y encinas. Talaván guarda una dehesa que merece ser conocida, pero esto es sólo posible si se hace… Andando Extremadura

©vicentepozas.Marzo2012

Ruta de las Juderías. Del Jerte al Ambroz

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Descárgate el Track para GPS realizado por Jose Luis Cabrera

Hoy nuestros pies nos llevan a hacer la Ruta de las Juderías con el grupo de senderismo Catelsa Cáceres.
El Puerto de Honduras siempre ha sido eso, un lugar de tránsito, un punto intermedio que unía los pueblos, que facilitaba el movimiento de mercancías, en tiempos, no tan lejanos no crean, en los que la palabra carretera no figuraba en el diccionario. Bestias y caminos eran moneda de cambio, y las cosas había que llevarlas; las distancias, esto es un axioma en la montaña, no se medían en kilómetros sino en tiempo. Hoy estos caminos se han recuperado para un uso deportivo, de ocio y se han integrado a las redes de Senderos Locales, o Grandes Rutas y quienes los recorren son, simplemente, caminantes, senderistas o montañeros. Y este camino, denominado Ruta de las Juderías o de los Carboneros es un recorrido con historia, un trayecto de media montaña que hoy se patea por placer, pero que hace no tantos años era una cuestión de supervivencia.

La Ruta de las Juderías es un sendero que une la localidad jerteña de Cabezuela del Valle con la de Gargantilla en el Ambroz atravesando la sierra de Gredos por el Puerto de Honduras. Un cordel que aúna tres culturas: la judía, visible en Cabezuela y en Hervás, en sus recuperados barrios judíos, y puesto que los judíos fueron un pueblo dedicado al comercio, potenciaron esta ruta arriera; la cultura árabe, patente en la agricultura de bancales, terrazas visibles en las laderas del Jerte y la cristiana, que hizo suyo lo mejor de cada una de ellas.

La Ruta de las Juderías coincide al comienzo con el sendero local llamado CC 22 y en su totalidad con parte del GR 10, uno de los grandes recorridos nacionales y europeos que conectan el Mediterráneo con el Atlántico, la localidad valenciana de Puzol con Lisboa y que atraviesa dos países.

Nuestro tramo comienza en Cabezuela del Valle, en el camino de los Callejones, por una zona de huertas en bancales plagadas de cerezos.

Un camino que nos irá enseñando el Valle del Jerte a medida que vayamos ascendiendo.

Un valle del Jerte que cuida sus bancales de cerezos que serán una fiesta en primavera

El desnivel es de algo más de 900 metros, pues comenzaremos a unos 550 m de altitud a los pies del Jerte, para ascender a los 1.430 en lo alto de los Montes de Traslasierra.

Así nos adentramos por parajes como el de Las Tejás

O Las Majadillas

Quenos llevan hasta una pista forestal que recorreremos unos metros

La abandonamos para empezar a subir junto a la garganta de Honduras, por un camino con fuerte pendiente.

Un sendero que nos adentra en el bosque

Y que nos muestra arriba la cascada de Honduras, el Chorro

Un sendero que se hace duro por momentos y que de repente da un respiro para que podamos coger fuerzas, estamos en el alto de San Salvador

Se suaviza la pendiente bajando hacia otra garganta…

…el agua nos avisa

Mientras vamos encaminando nuestros pasos entre robles

Hasta que llegamos hasta el puente de Gargantahonda en la Garganta de Tejada

Comenzamos a ganar altura a la sombra de grandes robles y alisos.

Y nos acercamos de nuevo a las aguas de la garganta en una zona rica y húmeda

Descubres su riqueza, cuando casi la pisas, como este ejemplar de amanita muscaria

Buscamos el lugar más idóneo para atravesar las aguas de Gargantahonda

Ascendemos antes de alcanzar lo que llaman el Chorro

El Jerte ahora desde Gargantahonda

El Chorro cayendo al vació nos sirve para coger fuerzas de nuevo, aún quedan kilómetros de ascenso

Un pequeño descanso que nos permite contemplar la belleza de las laderas jerteñas

Y encaramos el último ascenso, las fuerzas más mermadas y la parada hacen que esta última parte sea interminable

Al llegar a lo alto de la pequeña loma y después de cruzar el valle de Gargantahonda, divisaremos las ruinas de la casa de la fuente del espino. Pasaremos por delante de la casa del espino.

Así por este paisaje de montaña terminamos las ascensión

Hemos llegado al Puerto de Honduras. Hasta aquí hemos recorrido unos 9 kms, al abrigo del refugio encontramos un lugar para el descanso y para contemplar los valles del Jerte y del Ambroz

El Puerto de Honduras es uno de esos lugares al que nos acabamos familiarizando a fuerza de oírlo repetido en los informativos de la televisión, es junto, con el Puerto de Piornal, un punto cerrado al tránsito de vehículos en cuanto la nieve hace acto de presencia en las cumbres de Gredos. Y ahí está el Puerto de Honduras, nexo de unión de dos valles, el Jerte y el Ambroz, a 1.430 metros de altura, coronado por un pequeño refugio, ahora restaurado, un lugar para mirar, no para quedarse, porque en esta cresta, cuando no sopla viento del oeste, lo hace del norte.

En días despejados, mirando hacia el Ambroz, podemos divisar la sierra de las Batuecas en Salamanca, donde sobresale la peña de Francia (1.723 m), antes se dibujan las Hurdes, Gata, el embalse de Gabriel y Galán, y muchos de los pueblos del Ambroz, Gargantilla, nuestro destino, se contempla en primer plano y tras ella, Aldeanueva del Camino y Abadía.

Recuperadas las fuerzas comenzaremos la bajada en zig zag por calzadas de piedra hasta el viejo camino de los carboneros, en referencia a que fue utilizado para traer carbón vegetal a las tierras del Ambroz desde las del Jerte.

Se descubren Gargantilla y Aldanueva del Camino y el inmenso Ambroz

Seguimos bajando por la garganta de Honduras o de la Buitrera, por un camino muy cortado, el de los carboneros

Atravesamos la Garganta, no muy brava, casi no ha llovido

Pero no por eso menos bella, embaucadora

Guillermo, alegría del grupo, demuestra sus dotes, salió seco.

Vamos bajando por un camino difícil que se va poblando de árboles

Llegamos al paraje de Las Quebradas, la tierra ya se llena de cerezos, muy comunes en esta zona
Entramos a Gargantilla por fincas de cerezos muy habituales en este lado de Gredos, aunque la Denominación de Origen y por tanto la fama, la tenga el Valle del Jerte; accedemos por una magnífica piscina natural que recoge el agua de las tres gargantas que irán a parar al río Ambroz, después de atravesar la localidad. Gargantilla tiene rincones de preciosa arquitectura popular, como el barrio Perché con sus balcones salientes de madera y paredes recubiertas de tejas para protegerlas de las abundantes lluvias de un pueblo pegado a la montaña.

Sorprenden muchas cosas en este corto viaje, ante todo la dureza de un trayecto que debió utilizarse con mucha frecuencia para evitar el aislamiento de pueblos y comarcas; la osadía de quienes debían recorrerlo cargados de carbón, alimentos, prendas o enseres necesarios. Recuerda que la vida rural que ahora se nos antoja tan bucólica a nosotros, urbanitas que nos regodeamos en conocer sus senderos, era supervivencia, ingenio, tesón, astucia y obligación sin remedio.

Hoy toda esta historia, esta particular forma de vida es un reclamo: lo duros otoños ya son mágicos y visitables, la recolección de los cerezos es una fiesta y los caminos, una atracción para el viajero que busca, en la rutina de la ruralidad, una vía de escape a la presión del asfalto, de la aglomeración y del ruido, a la obsesión de la ciudad. Andar, como todo, es fácil, es cuestión de ponerse. Nosotros volveremos a hacerlo, Andando Extremadura.
©vicentepozas.febrero2012

Ruta de las Nogaledas. Navaconcejo

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El Valle del Jerte organiza, desde hace unos años, la Otoñada en el Valle del Jerte, entre sus actividades, propone una serie de rutas senderistas por la comarca. Este año me he unido a las propuestas que hacen desde SORPRODEVAJE, la Sociedad para la Promoción del Valle del Jerte, organizadores de la otoñada: La Ruta de las Nogaledas -o Nogaleas como le dicen algunos- en Navaconcejo. Es una ruta circular que parte de las estribaciones del río Jerte, que atraviesa la localidad. Es muy fácil, apenas 5 kms, pero de una belleza increible. Es una de las rutas más bonitas que he recorrido últimamente.

Un día gris de diciembre, amenazando lluvia, estábamos citados en el Puente de la Cruz para comenzar la ruta, unas 40 personas respondimos a la invitación.


Cruzamos el puente y seguimos el curso del río Jerte, junto a la piscina natural, para tomar a la izquierda por un camino señalizado. La ruta está bien marcada y trazada, con pasarelas y escaleras naturales que la hacen muy cómoda.

Nosotros vamos a ascender por esta garganta, la que da nombre a la ruta, se trata de una corriente de agua que procede de la zona alta de Vasequillo y la Cuerda de las Malenas.

Comenzamos las ascensión inmersos en un bosque de robles y castaños que nos acompañará toda la ruta.

La belleza de la ruta estriba en sus cinco saltos de agua, en la parte señalizada, si sigue subiendo, se pueden ver algunos más

Es difícil abstrarse de la belleza de estas cascadas y contemplar las pequeñas balsas que forman. Es una zona de baño para quienes buscan la tranquilidad de este bosque.

La vegetación densa nos acompaña a cada paso, una zona húmeda, de montaña y bien conservada, hemos superado los bancales de cerezos del comienzo, hasta aquí no llega la mano del hombre, todavía, para explotar estas tierras.

Segunda cascada, colosal, parecen paisajes sacados de postales, escenarios de cuento.

La ruta es un ascenso contínuo, bien señalizada y, como veis preparada para facilitar la subida.
En un pequeño claro del bosque los bancales de cerezos del Jerte se asoman con su color de otoño.
Se dibujan en ocres y rojos sobre la niebla de este día de principios de diciembre.

En frente el agua sigue su curso y anuncia una nueva cascada

A esta, tercera que nos encontramos, suben las tomas de agua de Navaconcejo, me decían que hay suministro asegurado todo el año, incluso en verano.

El bosque es un cuento, un lugar de postales con colores y olores de otoño
Este es el salto de agua que aprovechan para el suministro, es visible la estructura

El lugar es una sorpresa constante. Para quedarte aquí otro rato
Una foto real en una paleta de colores que se presenta a la vista, así, sin retoques

Todos los colores del otoño fundidos en este trocito de bosque que recorremos tranquilos.
Abajo Navaconcejo, guardián de Las Nogaledas, se muestra entre la niebla.


Llegamos a otra cascada, cada una supera a la anterior, son como decorados perfectos de un cuento de hadas

La ruta lleva nuestros pasos por pequeños senderos robados al bosque.

Y otra cascada más, se suceden los saltos de agua que surgen escondidos entre la espesura.
Una espesura que descubre un bosque alejado de la actividad diaria, del ajetreo de un valle que vive de las cerezas y que trabaja para ellas.

En este punto podemos seguir subiendo por el curso del río o coger la carretera, a la izquierda, y continuar por ella apenas 500 metros

Es curioso, haber abandonado el bosque, no le resta belleza al lugar.

La carretera nos indica le camino de regreso, por el paraje conocido como Las Mingurras, una zona de bancales de cerezos, que nos llevará hasta Navaconcejo.
Cerezos y castaños que nos salen al paso
Y la lluvia, que nos ha respetado hasta ahora, hace acto de presencia.
Y así volvemos al Jerte, a Navaconcejo, una ruta que me dicen, es igual de bonita en primavera con el cerezo en flor, aunque la garganta lleve menos agua.
Delicioso paseo en este día de otoño. Fantástica la ruta, y la compañía. Otoño en el Valle del Jerte, un descubrimiento. Esa parte del valle menos conocida alejada del río Jerte y de su frenética actividad.
Las Nogaledas, uno de esos rincones que aún quedan y que merece la pena conservar, uno de esos lugares que hacen tan especial nuestra región y que sólo se pueden conocer… Andando Extremadura.
©vicentepozas.2011

Ruta a Cancho Blanco. Zarza de Montánchez

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Zarza de Montánchez, como su apellido indica, se encuentra situada en las inmediaciones de la serranía de Montánchez e intercala paisajes adehesados, tierras de cultivo donde predomina el olivo y zonas de sierra donde se descubren magníficos robledales; nosotros vamos a atravesar el más conocido de la zona, situado en el llamado Cancho Blanco, una sierra de algo más de 900 metros de altura coronada por lo que en el pueblo conocen como ‘La Bola’ una estación de radar para aviones de gran envergadura. Una de las características de esta elevación es que nos permite observar hacia un lado la provincia de Cáceres y hacia el otro parte de la pacense. Esto nos anima a iniciar una ascensión que, por momentos, es de dificultad media.
Zarza de Montánchez no recibe a finales de septiembre, a primera hora la luna todavía es visible en el cielo, tras dejar los coches a la entrada del pueblo, en la carretera que lleva a Robledillo de Trujillo. Zarza es conocida por custodiar la Encina La Terrona, otra ruta muy recomendable que podéis ver en otra entrada del blog: http://andandoextremadura.blogspot.com/2010/04/ruta-de-la-encina-de-la-terrona-zarza.html


Una ruta de unos 16 kilómetros que comenzamos por un camino conocido como El Moralejo, una zona de olivos y pastizales para el ganado, la Ratúa.


Salimos hacia el camino que bordea el Cerro Pozuelo que dejamos a la derecha, el cerro virgen está plagado de matorral entre encinas y alcornoques

La luna nos acompaña aún en estos primeros tramos de camino
Cultivos de olivar en las Alzaplemas, detrás el Cerro del Mesto, con los robles ya amarilleando

Al ir ascendiendo la orografía se descubre, es un día claro para regalar a la vista
Comenzamos las ascensión hacia El Mesto, de algo más de 500 metros

La penillanura cacereña y la Sierra de Montánchez a la izquierda

Los cruces en el sendero son señalizados, el último recoge las indicaciones. Cuando no viene Luisa, Mario es una excelente compañía para hacer el camino conversando

A estas alturas de septiembre no ha llovido aún, pero son varias las fuentes que nos encontraremos en el camino.

Un respiro para mirar hacia atrás y disfrutar del paisaje

Esto es Peña Redonda y ascendemos hacia La Planchuela, estaremos ya a unos 800 metros de altura

A esta la llaman Fuente Carlos, a estas alturas de verano ya está sin agua


Casi arriba, el robledal amarillea anunciando el otoño…

Entre la maleza un pequeño sendero nos abre el paso hacia la sierra

Salimos del bosque ya encarando la cima de Cancho Blanco, un trozo de carretera nos lleva hacia ‘La Bola’, el radar de aviones.


Me contaba un invitado en la radio que los aviones se guían siguiendo puntos situados en tierra; van de uno a otro, por eso en zonas como Cáceres, por donde sobrevuelan, me dijo, unos 125 aviones diarios, siempre corrigen el vuelo. Este es uno de esos radares que ayudan en vuelo. Imagino que ya sabéis porque le llaman la bola


Esta es la recompensa, conquistar esta atalaya y disfrutar de la vista que ofrece, hacía el noroeste toda la llanura cacereña y con prismáticos, Cáceres al fondo.

Debajo de la Sierra de Montánchez, la pequeña localidad de Valdemorales

Encima coronando la sierra, las antenas en Montánchez, a 994 metros, nosotros estamos a 955.


Esto os decía, en primer término Valdefuentes, Torremocha se distingue a la derecha y al fondo, asomada entre sierras, Cáceres.


Foto de familia frente al radar, para dejar constancia de que subimos aquí, como podéis observar hay una carretera que viene hasta aquí, se puede subir en coche y disfrutar de estas magníficas vistas.


Al otro lado de la sierra se asoma la zona de Almoharín, Miajadas y las Vegas del Guadiana, al fondo

Este pequeño monte es el Cerro de San Cristóbal que nos impide ver Almoharín, que queda justo detrás.

Aquí podéis ver, perfectamente marcado el cordel de Mérida a Trujillo utilizado antaño para el ganado transhumante


Desde el cerro, un grupo de buitres nos sobrevuela. Estas carroñeras se han extendido mucho en los últimos años, son el mejor servicio de limpieza de la dehesa extremeña

El pasiaje es espectacular, se mire donde se mire, un mapa real y en relieve de la geografía extremeña, un espectáculo.


Iniciamos el descenso rodeados de un bosque de encimas y alcornoques

El camino se estrecha el bosque se cierra.

Una pequeña atalaya en La Lanchuela


Descendemos por Peña Cuadrada, Zarza de Montánchez, abajo. Si os fijáis, al fondo se puede ver Salvatierra de Santiago


Descendemos el Cerro, desde aquí se observa parte del robledal que hemos atravesado


Desarrollo sostenible en una zona donde la actividad agraria ha descendido, es patente.


En fila y agrupados, nosotros nos quedamos con las magnificas vistas que nos ha ofrecido la altura


Nosotros nos desviamos ahora por la zona de la Zahudadilla


Por un camino de una zona llamada Cabeza Andrés

Donde se sitúa el Embalse de Navarredonda


Y así, por el camino de la Cruz de Retamar, observar como nos acercamos de nuevo a Zarza


Llegamos, así, a nuestro destino y nos encontramos con una grata sorpresa…

…Zarza acoge los actos del día de la Mancomunidad de Montanchez y nosotros damos buena cuenta de ello brindando con buena carne y buenos vinos. La verdad es que fue un remate magnífico. Después de 16 kilómetros y algo de calor, refrescarte en este ambiente fantástico de fiesta. Aunque cualquier día es disculpa para acercarse hasta aquí.

Finaliza la ruta, en nuestro mapa particular señalamos Zarza de Montánchez donde ya habíamos estado para venerar a la señora Terrona, la encima casi milenaria que descansa de sus años apoyada en grandes bastones que le restan belleza, pero no prestancia.
Volveremos a por sus caminos, su pitarra y sus dulces.
©vicentepozas.2011