Ruta Castillo de Peñafiel. Zarza la Mayor

Hoy os proponemos caminar por la frontera ibérica, la raya/ a raia hispanolusa. Tierra de lindes, siempre defendida como ponen de manifiesto sus múltiples castillos. Extremadura, como otras regiones españolas, tiene en sus ríos una frontera natural con la vecina Portugal: el Tajo en Cáceres, el Guadiana en Badajoz, a los que se suman algunos de sus afluentes como es el caso del río Erjas, o Eljas, su curso casi al completo discurre por la raya. En estos escarpados riberos, cañones naturales que ha dibujado el agua, se levantaron castillos como el de Peñafiel, situado entre la española Zarza la Mayor y la portuguesa Salvaterra do Extremo. La ruta es un paseo de unos 8kms, muy sencilla pero muy bella y, sobre todo, cargada de historia.

Os dejo el track para GPS de mi compañero de ruta Teófilo Amores.

Zarza la Mayor es un pueblo con historia, no es para menos situándose a caballo entre dos países.  Un pueblo que ha tenido que salir adelante a pesar de las dificultades, pues cuatro son las veces que Zarza ha sido incendiada por sus vecinos portugueses. No es de extrañar pues, que Felipe IV le otorgara el apellido de “la Mayor” convirtiéndola así en Zarza la Mayor, por su heroísmo. Los años han dejado importantes vestigios como esta barroca ermita de San Juan

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Sus calles siguen escondiendo bellos tesoros como la sencilla ermita de San Bartolomé, y el crucero que se sitúa delante de ella. Hay algunas ermitas más como la de Nuestra Señora de los Sequeros, que guarda la imagen de la patrona local, o la ermita de Nuestra Señora del Castillo. Y castillos hubo muchos, hasta cuatro en Zarza la Mayor. Vayámonos de ruta.

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La ruta la iniciamos en la Plaza del Rollo, en las traseras del ayuntamiento zarceño, justo en la esquina que nos marca el camino a la Fuente Conceja.

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La fuente procede de la época medieval, y se construyó por la necesidad que tenían los vecinos de avituallarse de agua en un lugar inmediato a sus casas. De ahí viene su nombre, que guarda relación directa con el creciente Concejo de habitantes zarceños. Nos situamos, pues, en torno al año 1323.

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Debió ser uno de los principales yacimientos acuíferos, deduciéndose así la monumentalidad de sus formas arquitectónicas, todo a base de sillares de granito bien pulimentados. Destaca el soberbio arco central, ligeramente apuntado, y sostenido por varios contrafuertes laterales.

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El Arroyo del Lugar, a nuestra espalda, que atraviesa el pueblo canalizado y cerca de la vieja fuente. Lo dejamos a la izquierda para tomar la paralela calle Concejo que nos sacará del pueblo.

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Por la calle Larga salimos de la localidad y ya encontramos algunas referencias que indican el camino a la fortaleza. Este camino, hoy cementado, es la antigua salida hacia la frontera portuguesa, que ahora desemboca en la carretera local CC-174.

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Casi al final de la calle, antes de llegar a la carretera, tenemos señalizado un desvío a la izquierda que nos meterá en el camino que lleva al castillo.

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A nuestro lado queda un antiguo crucero de granito, muy habituales en los antiguos caminos; esto era lo primero que veían los viajeros al entrar en España, la iglesia se hacía visible y recordaba que se le debía servidumbre.

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Frente a nosotros se alza el cerro de la Escoba, 372 m de altitud, que rodearemos, a mitad de su falda es visible la vieja Fuente de la Escoba que surtía de agua a toda la población dispersa por fortalezas y otros edificios defensivos repartidos a lo largo de la frontera.

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Al final del camino os encontraréis con la verja de una finca, el día que nosotros fuimos había bastante ganado suelto, como llevábamos un niño con nosotros, decidimos rodear la pared de piedra sin mayor problema y atravesarla un poco más adelante; la verja está abierta y tiene un pequeño camino que lleva a lo que, a todas luces, son restos del pequeño arrabal que rodeaba el castillo, construcciones de las que apenas quedan restos amontonados de las piedras con las que se construyeron. Esta imagen es muy significativa: la pared de piedra, el castillo y al fondo Salvaterra do Extremo, en medio un infranqueable río Erjas que veremos enseguida.

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Decía al principio que Zarza tuvo hasta cuatro castillos, el de Peñafiel es el más visible, pues aún ser conserva parte de él. Pero hubo más de los que apenas quedan restos. Como el castillo de Benavente, una fortaleza del siglo XIII. En la época de la dominación árabe, junto con el Castillo de Bernardo, una fortaleza situada en la Sierra de la Garrapata, formaron una línea defensiva del territorio ya que los dos están en sendas atalayas. Hay que mencionar también el Castillo del Madroñal, conocido como Peña de Frey Domingo, cuyos restos hoy apenas son visibles. Sortear la frontera por aquí, era harto difícil aunque las escaramuzas no cesaron nunca.

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Un terreno escarpado a base de pequeñas lomas y profundos barrancos, muchos de ellos llenos de agua, desniveles que caen casi en vertical; imagino que aquí sólo cabía la posibilidad de atacar por sorpresa. De hecho estamos dentro del Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional, Reserva de la Biosfera de la UNESCO. Viendo la imagen se entiende el contrabando.

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Así accedemos al castillo. Se trata de uno de los símbolos más emblemáticos del municipio de Zarza la Mayor y da nombre a la ruta de senderismo que llega hasta él para luego dirigirse hacia tierras portuguesas. Sus muros han vivido a lo largo de los siglos batallas diversas como las que libraron cristianos contra musulmanes o españoles contra portugueses. Tras su reconquista por parte de Alfonso IX, el castillo fue cedido como propiedad de la Orden de Alcántara. La puerta exterior es de arco de medio punto, flanqueada por dos medios cubos redondos que sirven de garita.

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El castillo cuenta con dos niveles de muralla: el primero cerca el patio de Armas y presenta un portado construido íntegramente con sillares de granito; el segundo rodea todo el perímetro de la fortaleza y está coronado por almenas de mampostería y cal. Se encuentra unido por una calzada de piedra a la puerta principal del recinto interior.

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Esta fortaleza fue construida por los musulmanes bajo el nombre de Racha-Rachel, y rebautizada tiempo después por los cristianos como castillo de Peñafiel, como se le conoce hoy en día. Los primeros restos de este castillo pertenecen al siglo IX, cuando los bereberes levantaron una torre de vigilancia sobre el territorio fronterizo.

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Hoy en día se pueden observar restos de la fortaleza construida en el siglo XVI, también su torre del homenaje, que se conserva como principal y más majestuoso elemento. Cuenta además con dos perímetros defensivos.

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Levantado con el fin de proteger el paso del río Erjas (Erges en portugués), fue conquistado por Alfonso IX en 1212 y entregado a la Orden de Alcántara. La torre del homenaje, construida cerca de 1475, aun conserva diferentes ventanas y aspilleras, destacando la magnífica ventana bigeminada abierta en su flanco oeste.

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La torre termina en una terraza a la que se accedía mediante una escalera de mano que comunicaba con otra escalera muy estrecha empotrada en el muro.

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La torre es el elemento más llamativo aunque como se puede ver desde el interior se mantiene en pie a duras penas, pues su estado es lamentable.

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Aunque su origen es bereber (s. IX) y su apelativo (Racha Rachel, o lo que es lo mismo, La piedra de Raquel) responde a diferentes leyendas de esta época, los restos que se conservan corresponden fundamentalmente a las reformas que se llevaron a cabo en el s. XVI. Jugó un importante papel durante la Reconquista, y más tarde en las guerras hispano-lusas por la independencia de Portugal de la Corona de Castilla.

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En el Patio de Armas aún subsisten restos de lo que antaño fueron caballerizas, dependencias domésticas, horno, Casa de Amasar, albacar y, sobre todo, el aljibe.

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Su localización es privilegiada, pues está dentro del Parque Natural Tajo Internacional, zona de gran riqueza paisajística.

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En los roquedos que rodean el castillo haya varias colonias de buitres leonados que vuelan por debajo de él. Si no hacéis mucho ruido podéis observarlos sin problema.

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El río Erjas encajonado ofrece esta panorámica desde del castillo, toda una posición defensiva para vigilar las tierras de Portugal, del río hacia allá.

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Cerca del castillo aún quedan en pie algunas torres defensivas como puede verse desde la fortaleza

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Del castillo apenas quedan restos de muralla y algunas paredes de diversas estancias, una mezcla de estilos que es notable.

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Como señala Eusebio Medina García: “En la Raya, junto a la frontera política y conflictiva de las reyertas o contiendas se desarrolló una frontera osmótica, permeable, llena de encuentros y de oportunidades. Esta es la frontera del comercio y del contrabando tradicional, de los cotos mixtos y los povos promiscuos; es la frontera mágica y festiva, del entendimiento y de las alianzas tácitas, la frontera de la vida cotidiana” 

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En palabras de un autor portugués, estamos ante una frontera de ojal y botón, un territorio que queda abotonado mediante la sucesiva oposición de plazas fuertes y poblaciones españolas y portuguesas. La raya hay que entenderla pues a ambos lados de su traza y en toda su longitud.

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El enorme patrimonio de arquitectura defensiva, de una notable homogeneidad estilística, es lo que más resalta en un recorrido visual de la frontera.

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Todo esto dibuja un paisaje histórico, cultural y antropológico cuyo valor ha hecho que se inicie el expediente para proponerlo como Patrimonio de la Humanidad a la UNESCO. Esta iniciativa parte fundamentalmente de la portuguesa Elvas (declarada a título individual en 2012) y la ciudad de Badajoz.

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Regresamos sobre nuestros pies por las viejas callejas empedradas, arquitectura de piedra seca que ahora es Patrimonio de la Humanidad. Antonio y Teo, Antonio Luna y Teófilo Amores, son mis dos mejores compañeros de camino, ellos están en muchas de las rutas de este blog.

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De regreso, la arquitectura rural nos enseña uno de sus elementos más característicos: la segunda vida de los somieres.

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Y retornamos a Zarza ‘la mayor’. Como ellos mismos dicen: En puertas del siglo XXI Zarza la Mayor goza de lo más básico y de otros elementos adicionales: instalaciones deportivas, culturales, educativas, sanitarias, de administración… El decoro de edificios, y lugares inmediatos a la población, se cuida especialmente. Los zarceños comienzan a explotar un filón hasta el momento virgen: el medio ambiente natural que los rodea, y del cual destacan dos espacios: Canchos de Ramiro y Parque del Tajo Internacional, ambos dos zonas de gran interés paisajístico y avifáunico. El turismo rural se convierte en algo cotidiano y en la esperanza de futuro más inmediata.

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De aquellas épocas más esplendorosas quedan edificios como el de la Real Fábrica ce la Seda situada en la plaza de Claudio Temprano. Construcción barroca de enormes proporciones, utilizada para beneficiarse la población de la crianza del gusano de seda, donde se encuentra el ayuntamiento, estas son las traseras de ese edificio

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Ahí se sitúa el rollo o picota, sin brazos pero con dos escudos. Como escribe Alonso de la Torre en una de sus crónicas de contraportada «CUENTAN las crónicas portuguesas que en 1645, en plena guerra de independencia con España, las autoridades militares de Lisboa empezaron a preocuparse por un pequeño pueblo extremeño llamado Zarza la Mayor. Los libros de historia ponen esta frase literal en boca de un general portugués: «Vaiase ao diabo a Zarza, ¿onde está Zarza? En toda miña vida oí nomear esta Zarza e agora tudo é Zarza».»

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En el mismo lugar dónde hoy se eleva, majestuosa, la iglesia parroquial dedicada al apóstol San Andrés, en pleno centro urbano, existió antaño, durante la época medieval, una modesta capilla dónde los primeros pobladores de la aldea de La Zarza asistían diariamente a los oficios. Hoy es un edificio religioso de gran envergadura, con una tipología característica del momento, cuyo diseño general se debió al arquitecto Pedro de Ybarra, si bien intervinieron otros destacados alarifes como la familia Moreno o Juan Bravo. 

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Nos alejamos de la raya/a raia, frontera borrada que ha vuelto a cerrar el COVID19 en estos tiempos de pandemia mundial. Estos días volvieron las garitas, antes castillos; los guardiñas, antes soldados y los controles, antes portagem. Pero todo es circunstancial, un mal sueño. Hoy la frontera es administrativa no social; Iberia se une en programas y proyectos europeos, fiestas tradicionales, eventos deportivos… Portugal es mejor destino, más conocido. Los que siempre hemos tenido alma portuguesa nos alegramos de este cambio. Para l@s rayan@s nada cambia, para ellos la raya siempre era algo que había que saltarse. De la raya borrada nos quedan los viejos castillos.

@vicentepozas2020

Ruta Vicentina. Trilho dos Pescadores. Portugal

Esta vez dejamos Extremadura para viajar por la última frontera oeste de Europa, os invito a descubrir la Rota Vicentina, entre las riberas recortadas de una de las zonas costeras más bonitas y mejor conservadas de Europa. Esta red de senderos a pie en el Sudoeste de Portugal de 450 km, atraviesa las regiones de Algarve y Alentejo y está formada por el Caminho Histórico, el Trilho dos Pescadores y varios Itinerarios Circulares en el Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina. Como se hace por etapas cada uno puede planificar su viaje como quiera.

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MAPA DE LA RUTA VICENTINA

Nosotros escogimos el denominado «Trilho dos Pescadores» que sigue siempre junto al mar por caminos de acceso a playas y pesqueros, a lo largo de 125 kilómetros, entre Porto Covo y Cabo de São Vicente. Es un recorrido exclusivamente a pie y exigente. Está organizado, de manera oficial, en cinco etapas y cuatro itinerarios complementarios y constituye un desafío en contacto permanente con el viento del mar, con la aspereza del paisaje costero y con la presencia de una naturaleza salvaje y persistente. Nosotros hicimos cuatro etapas: Odeceixe -Playa del Carvalhal, Carvalhal-Almograve, Almograve-Playa de Malhao y Playa de Malhao-Porto Covo. Ya os digo que se puede hacer como se quiera, aunque en el enlace tenéis las etapas oficiales

La ruta Vicentina está considerada por la Federación Europea de Senderismo o E.R.A. como una de las mejores rutas de senderismo de toda la comunidad europea.

Un camino singular que une Santiago do Cacém con el Cabo de San Vicente, y que podemos asegurar que es altamente recomendable si eres de los que, como a nosotros, te gusta el senderismo y la naturaleza.

Odeceixe es una playa estupenda, aquí es donde arrancamos, si queréis llegar hasta aquí buscad las indicaciones a la playa antes de llegar al pueblo, pues no se puede cruzar sin atravesar por el agua. Nuestra primera parada antes de iniciar el camino.

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Nada mas ascender el acantilado tenemos un ejemplo del paisaje que nos acompañará estos días: costa y pueblos.

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La mayoría de estos senderos atraviesan grandes arenales y caminos de arena de dunas, con lo que eso conlleva físicamente.  Hay que tenerlo en cuenta, andaremos casi siempre por dunas lo que exige un esfuerzo extra. La ruta está perfectamente señalizada, como siempre en Portugal, esto hace el camino muy fácil.

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El esfuerzo merece la pena, tómatelo con tranquilidad y disfruta del paisaje, de hecho, te encontrarás a mucha gente en el camino que se ha hecho muy popular.

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Ya os he puesto la página oficial de la Rota Vicentina aquí tenéis todo tipo de información sobre rutas, alojamientos, restaurantes, etc. La única pena es que aún no la han traducida al español.

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La belleza de los acantilados del océano Atlántico impresiona, de hecho, lo que más verás es gente echando fotos.

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La frontera de Europa, caminar por ella te hace tener una sensación extraña pero muy bella.

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Hay indicaciones constantes para que no te salgas del sendero y respetes el entorno, no olvides que estás en el Parque Natural de la Costa Vicentina y es un espacio protegido.

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El camino tiene estas sorpresas, una granja de avestruces en el trayecto, y más adelante un zoo al aire libre. Aquí terminamos esta primera etapa para calentar piernas tras un viaje largo desde Cáceres.

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La segunda etapa arranca en la playa del Carvalhal, hoy 25 kms por duna casi todo el tiempo, empezamos temprano.

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La marea baja nos deja estas lenguas de arena en muchas de estas playas que tienen bandera azul, Portugal cuida mucho sus playas y eso se nota.

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Las primeras luces de la mañana nos dejan estos paisajes infinitos, Zambujeira al fondo.

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Zambujeria do Mar es un pequeño pueblo blanco, con tres playas magníficas, la tercera de ellas nudista. Aquí viene mucha gente a última hora a disfrutar del atardecer, nosotros no fuimos menos, más adelante tenéis las fotos.

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Haced una parada en el Porto das Barcas, justo al final de un pequeño tramo por carretera, es el único. Disfrutad de la pequeña terraza que hay en el puerto, merece la pena, a partir de ahí queda un tramo más largo hasta el faro de Cabo Sardao.

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Para un extremeño como yo, acostumbrado a convivir con cigüeñas, fue una sorpresa encontrármelas anidando en los acantilados, pero hay muchas y no parece importarles ni el viento, ni la humedad.

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La franja litoral entre Odeceixe y Burgau denominada Costa Vicentina es un Algarve diferente, en el que la naturaleza, que permanece intacta, tiene un carácter fuerte y salvaje, que se traduce en paisajes de una imponencia deslumbrante.

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Las playas se suceden, ya sean extensos arenales interminables o más pequeños enmarcados por grandiosos acantilados de esquisto y piedra caliza. El mar, agitado, produce una sinfonía natural, que sirve de banda sonora para este paseo a la orilla del mar. 

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Hay ratos en los que da vértigo caminar porque avanzamos muy al borde del acantilado.

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Parece un paisaje constante pero no lo es, cambia, se altera, pocas veces se aleja del mar, repito, es una sensación extraña caminar por uno de los bordes de Europa si eres consciente de ello.

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Es un día largo, los últimos diez kilómetros de hoy sin duros, aunque el paisaje te eche un guiño para continuar.

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Arena, arena, arena, parece que no avanzas, te hundes una y otra vez. Hay que venir preparados para ello como os decía o plantearse rutas más cortas, el esfuerzo físico es exigente.

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Y así llegamos, casi 24 kms con una media que no llega a 4 kms/h. No hay desniveles, es la arena que te frena, que te exige más a cada paso que das, pero merece en la pena, y mucho. Hemos llegado a Almograve, ahora a descansar.

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Tercera etapa. Partimos de Almograve camino de Vilanova de Milfontes, 25 kms en el corazón del parque Vicentino.

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Es una etapa curiosa que se separa de la playa en algunos momentos por una zona de regadío y agua que deja estas estampas curiosas

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A ratos cuesta andar por este bosque de jaramagos gigantes, aquí con el agua del mar todo es enorme, cualquier arbusto se convierte en árbol. El mantenimiento del camino es constante, de hecho, se ve que son cortados con frecuencia para posibilitar el paso de senderistas.

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Curiosamente este tramo termina en una campo de césped para campos de fútbol, no dejéis de fijaros en como cortan las tiras de césped y las enrollan para su transporte. Claro, lo primero que haces es tirarte.

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Esta etapa tiene una parada intermedia en Vilanova de Milfontes que nos obliga a cruzar el río Mira por el puente de la carretera, eso sí, después de disfrutar de la playa das Furnas. Vilanova es muy turística y merece una visita.

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El tramo que queda es precioso, junto a acantilados enormes y termina en la playa de Malhao. Un lugar muy buscado por surfistas, y muy tranquilo.

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Esta vez terminamos en la playa, aquí están muy preparadas, la accesibilidad y la facilidad y servicios es evidente. Es Portugal.

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Un bañito para relajar las piernas. Atlántico fronterizo.

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Última etapa de las que hemos preparado, esta es algo más corta porque nos queda el viaje de vuelta. Iremos de la playa de Malhao hasta Porto Covo, aquí ya no hay acantilados y la playa está al borde del camino

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Cambiamos los altos acantilados por enormes arenales para disfrutar de las playas de Nascedios, Saltinho, Cruz, Aivados, Queimado, Pessegueiro frente a la isla del mismo nombre, con una historia bien bonita por cierto, Sissal…

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Hoy caminamos, a ratos, por la playa, es un camino muy diferente a días anteriores. Arena y olas a tus pies.

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En la playa todo es posible, cruzarte con jinetes también.

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Una playa tras otra con Sines al fondo.

Y así llegamos a la turística Porto Covo, de arenas amables y sus cuatro playas (Buzinhos, Banho, Porto Covo y Salto). Aquí termina nuestro viajes de cuatro días. Pero cada uno puede organizarlo como le apetezca.

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Hay algo que me sorprendió todo el camino: la foto que todos buscamos, la imagen que queremos compartir. Yo me fijé en el fotógrafo para hacer la foto de la foto, la imagen de la imagen, el instante del instante. Y había para elegir.

Me quedo con el final del día en Zambujeira do Mar, donde cada día decenas de personas son testigos de un ocaso único, el que se produce fuera de las fronteras de Europa, donde nos separa y nos une. Al borde del Agua, al borde del continente, al borde de Iberia.

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Mi recuerdo para Antonio Luna y Rafa Franco que tanto me ayudaron en este viaje y que supieron ver la belleza de estos paisajes que compartimos juntos

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La Rota Vicentina se está volviendo popular, dentro de unos años será una locura hacerla. Hoy es raro encontrar una referencia, un recuerdo, información en el camino. Esto no tardará en cambiar. Las cosas se hacen populares, se masifican y pierden parte de su encanto.

La Ruta Vicentina está gestionada por una asociación sin ánimo de lucro que se encarga de su mantenimiento y difusión y que piden adhesiones de empresas, socios, voluntarios y todo tipo de colaboración. Un modelo de gestión a seguir.

El Trilho dos Pescadores, la Senda de los Pescadores, es un camino inolvidable y repetible. Una frontera para caminar al borde de un continente.

©vicentepozas2019

Paisaje y paisanaje

Paisaje y paisanaje. Naturaleza y personas. La foto de la foto, el fotógrafo fotografiado. La imagen de la imagen. El instante del instante. El deseo de inmortalizarnos delante de lugares impresionantes nos convierte en parte de él. La obsesión por la fotografía, por compartir el sitio donde estamos deja estas estampas tan bellas. Porque las personas lo hacen todavía más bonito. La mirada del que mira. Costa Vicentina, Portugal. Trilho dos Pescadores. Semana Santa 2019.

El sendero de los pescadores (trilho dos pescadores), dentro de la Ruta Vicentina, transcurre siempre junto al mar por caminos de acceso a playas y embarcaciones, a lo largo de 125 km, entre Porto Covo y cabo de San Vicente. Es un recorrido exclusivamente pedestre, pero físicamente exigente, que se divide en cinco etapas y cuatro recorridos complementarios.

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Ruta Portagem-Marvao (Portugal)

Marvao, es un pequeño pueblo medieval fortificado; se asienta a gran altura sobre un peñasco rodeado de un paisaje de campiña en la región portuguesa del Alentejo, en el Parque Natural de la Sierra de São Mamede, muy próximo a la frontera con España, muy cerquita de su vecina española Valencia de Alcántara. Desde el río Sever se asciende hasta la aldea por una calzada medieval de piedra rodeados de robles y paisajes. Esta es la ruta de hoy, sencilla, de apenas 9 kms, pero preciosa. Magníficamente señalizada, como acostumbran los portugueses, y muy recomendable.

Os dejo el track para GPS

Portagem, peaje en portugués, nació por la existencia de un puente y una torre, entre los siglos XII y XIV. El peaje se cobraba para pasar el río Sever y subir a Marvao. Hoy es un pequeño pueblo lleno de servicios de restauración, hoteles y dos piscinas, una natural y otra municipal. El puente y la torre aún se conservan, tras cruzarlo hay que girar a la derecha por la rua Nova, o Largo das Almas, entre casitas blancas y colores del país. Justo ahí hay un aparcamiento para dejar coches y autobuses.

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Enseguida nos topamos con la Capela das Almas (La capilla de las Almas) en este tramo que discurre por una pequeña carretera.

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Desde aquí la fortaleza de Marvao nos saluda. El Nido de las Águilas, sobrenombre que le acompaña desde hace siglos, conserva ese aire medieval, mezclado con la ‘saudade’ portuguesa. Es un lugar para vivir aunque los turistas inunden calles y plazas.

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Unos 500 metros más allá abandonamos la carretera y tomamos un camino a la izquierda, señalizado, que nos lleva a la calzada, comenzamos a subir.

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Nos saluda una fuente al inicio del camino antes de dejar atrás la aldea de Portagem. Rodeados aún de olivos, cerezos y castaños.

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Enseguida nos adentramos en un robledal donde la calzada se conserva intacta. La sombra en los primeros días de junio cuando hicimos la ruta, se agradece.

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La calzada es medieval, aunque hay fuentes que apuntan a que pudo ser en sus orígenes romana como el puente que cruza el río Sever. La ruta, percurso en portugués, está llena de sorpresas, este viejo bosque y su calzada son la primera de ellas.

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Marvão fue una importante plaza fuerte en la defensa de Portugal contra Castilla, especialmente durante la Guerra de la Restauración. De ahí su construcción en la cima de la sierra y su dificultad de acceso, fue uno de los grandes bastiones de las disputas entre españoles y portugueses.

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El ascenso nos deja ver la frontera, la raya/a raia luso española; frente a nosotros las Peñas Aguda, de San Blas y de la Hierba ( o las Penhas Aguda, do Sao Bras y do Relva, porque están en el lado portugués) de la Sierra de la Paja que separa ambos países.

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Así llegamos a Marvao, atravesando los últimos alcornoques, situado a 825 metros de altitud. Apenas cuatro kilómetros después de haber salido, entramos en la fortaleza.

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Como reza el panel informativo que nos encontramos a la entrada de Marvao, la calzada es parte de los caminos que se utilizaron durante siglos en este territorio, este que parte de la muralla de la fortaleza se comunicaba con la ciudad de Portalegre. En toda la zona se conservan, en muy buen estado, varios tramos de caminos medievales que unían aldeas y pueblos.

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En la actualidad este pueblo portugués se caracteriza por sus imponentes murallas, que se encuentran perfectamente integradas en el paisaje, llegando incluso a confundirse con la cresta del peñasco.

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Mãrvao es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede, cuentan en la página de turismo de Portugal.

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La muralla de la ciudad se puede recorrer entera y visitar, en la parte más alta, su castillo. El nobel portugués José Saramago en su Viaje a Portugal, ya lo expresó de manera clara: «Desde Marvao se ve la tierra toda (…) No diríamos toda la tierra, pero es innegable la impresionante vista sobre las tierras de Portugal y como villa rayana, que es, de España. Se comprende que en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

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«Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja», afirma Pedro Retamar.

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Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Ibn Marwan, fundador también de la ciudad de Badajoz, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160.

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Es una villa para pasear con calma; como la ruta es sencilla os recomiendo un largo paseo por sus calles enredadas. La mejor opción es pasar por la oficina de turismo que se encuentra a la entrada y pedir toda la información necesaria y un plano que os facilite la visita.

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No dejéis de subir al castillo y al museo porque las vistas de Marvao desde allí son espectaculares, la entrada creo que cuesta 1,5 euros, nada para lo que disfrutaréis con el paseo por la fortaleza.

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Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes.

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Dejamos, con pena, Marvao recorriendo sus recovecos y sus sorprendentes calles, estrechas e irregulares, pero llenas de sorpresas.

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Salimos por el camino que nos lleva al Convento de Nossa Senhora da Estrela, fundado en el año 1448. Visitable y recomendable.

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Tras un pequeño tramo por la carretera, accedemos a otra calzada que nos lleva a un pequeño conjunto de casas, Abengoa, en una zona dominada por los castaños.

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Callejas empedradas, vides, castaños, olivos y encinas bordean a Marvao por la parte este mientras descendemos de la sierra.

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En este pequeño cruce, si os desviáis unos metros a la izquierda, podéis encontrar la Fuente de Souto y un par de tumbas medievales excavadas en roca.

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Retomamos el camino siguiendo la señalización, ya digo muy bien situada en todo el recorrido, mientras volvemos a sumergirnos en el robledal que rodea la sierra.

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En este punto el camino se cierra y volvemos al camino donde cogeremos parte del trazado que tomamos al subir, lo veis perfectamente en el track. Ya solo queda desandar el apenas kilómetro que resta.

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La empedrada ruta medieval es toda una sorpresa, bueno, Portugal es siempre una sorpresa; visitar sus villas históricas lo es mucho más. Es un pequeño paseo para días más relajados, para finales de temporada con comida, como es nuestro caso, o para mañanas en las que te apetecen itinerarios con encanto, este no os defraudará.

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Así se refleja la alegría del paseíto, los colores y sabores de Portugal de los que daremos cuenta en cualquiera de las braserías que hay en Portagem para disfrutar de lo más típico: pollo a la brasa y bacalao dorado, aquí hay que comer eso porque lo preparan mejor que nadie.

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Como ya he comentado, preparamos esta sencilla ruta para cerrar temporada con el Club La Vereína, para hacer hambre y despedirnos obligados por los rigores del estío extremeño. Septiembre será tiempo de tocar a rebato, y volverse a calzar las botas.

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Decía el sabio Saramago que “un viaje no existe si no es en la memoria”, he visitado muchas veces Marvao, y siempre me parece la primera vez, porque siempre me sorprende como la primera vez. Esta villa encantada en la que he ido haciendo amigos con los años; es una tentación ante cualquier viaje, una disculpa fácil, un paseo reconciliador, el recuerdo a un escritor admirado, José Saramago, y con el que coincido en afirmar: ¡qué grande es el mundo!

                                                                                                                                                ©vicentepozas2018

Caminos tradicionales de la Sierra de Gata. Gata-Torre de Don Miguel- Santibáñez el Alto

Ahora que nos hemos acostumbrado a ellas parece que las carreteras siempre estuvieron ahí. Pero no siempre fue así. Los caminos fueron, durante siglos, la única manera de llegar de un lugar a otro, de un pueblo a otro, de una comarca a otra, de un prado a una finca, de la montaña a la ciudad. Las bestias eran la manera de traer y llevar aquello que no producía la tierra y los viajes, un esfuerzo necesario para poder vender aquello que no se consumía, o se podía cambiar por alguna herramienta o un enser doméstico, o un simple trozo de tela para un vestido nuevo. Esta ruta nos lleva desde el pueblo de Gata hasta el de Santibáñez el Alto, pasando por Torre de Don Miguel, recorriendo esos viejos caminos para cruzarte con cruces, bellas fuentes, molinos, riveras o antiguos pajares. Arquitectura vernácula al lado del caminante, en un paseo entre valles y sierras que invita a conocer parte de la comarca cacereña de la Sierra de Gata.

18,5 kms de dificultad baja, os dejo el track para GPS

Comenzamos en Gata, una bellísima localidad que os aconsejo visitar si vais con tiempo (y si no, tendréis que volver). Y lo hacemos junto al impresionante Cedro que domina el pueblo, situado junto a la carretera, es uno de los árboles más conocidos de la comarca, con una altura de 30 metros y un perímetro de tronco de hasta 5 metros y una edad que supera los 200 años. Este gigante nos bendice al iniciar el camino.

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Nada mas dejar atrás el cedro nos sale a la derecha un camino descendente que nos lleva hasta el río. Es fácilmente reconocible porque veremos un panel informativo y enfrente la ermita del Humilladero del siglo XVI. Aquí empieza el recorrido.

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Enseguida nos topamos con la Rivera de Gata, crecida porque acaba de darle sus aguas el arroyo del Concejo. La Sierra de Gata es tierra de olivos y los viejos molinos son una constante en cada cauce de agua.

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No tiene pérdida el camino porque aquí conserva el viejo empedrado medieval con fuentes como la del Chorrito y que en este tramo coincide con el trazado del  sendero internacional GR 10.

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Más arriba la piedra se pierde oculta por el cemento que tapa la belleza de estos viejos itinerarios. Aún quedan algunos pinos de la masacre que el fuego viene haciendo en estas sierras, con la ayuda de la mano del hombre, desafortunadamente.

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Desde el puerto de la Cruz de Piedra, Gata se ve así de hermosa. Junto a esta portilla entre las sierras del Salido y Las Jañonas, junto a la cruz de piedra que le da nombre, iniciamos el descenso a Torre de Don Miguel por un camino, junto al arroyo Hondo, que antes era vereda, y que las máquinas han convertido en pista.

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Y llegamos a Torre de  Don Miguel, otra deliciosa localidad sierragatina que conserva sus construcciones originales, pasadizos de madera y adobe, callejuelas angostas e imposibles que se funden con casas señoriales. En su plaza aún queda el recuerdo de otro árbol mítico de la Sierra de Gata: el álamo negro que presidió el ágora de Torre durante años y que fue imagen de la comarca.

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Los urbanitas (ya seamos senderistas, viajeros, curiosos, comerciantes o almas perdidas) pasamos demasiado deprisa por los pueblos. Desentonamos en la paz que ofrecen, y despreciamos ese abrazo que trata de de imbuirnos en una filosofía de vida que tiene como protagonista al tiempo, porque en la Sierra de Gata no hay prisa, ellos dicen que el tiempo lo dan ‘dao’.

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Pero nuestros pies están de paso y se topan, apenas el instante que duran unos pasos, con joyas como la ermita del Cristo de la Misericordia con esa  portada del s. XVI, dicen que de Pedro de Ibarra, que nos recuerda a la arquitectura de las sinagogas judías.

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Cogemos por los Cascajales el camino donde se unirán los arroyos del Grueso, el de San Juan y el del Perico en la Ruta de los Molinos.

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Este parque arqueológico muestra varias almazaras recuperadas. Molinos de aceite que movía el agua como este de Los Blancos, rehabilitado en parte.

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El oleturismo, o turismo de aceituna, es una realidad que se impone en otros territorios, pero que en Extremadura aún no sabemos aprovechar. Esta ruta es una buen muestra de nuestro potencial.

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La ruta continúa  cruzando una pasarela que conduce a la margen izquierda del arroyo de San Juan, donde se alzan las ruinas del molino del Tío Perfecto.

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El Molino del Tío Perfecto -cómo eran los pueblos para nombrar a sus paisanos- conserva los viejos engranajes que movía el agua, las viejas piedras de molino, fabricadas en piedra y que durarán eternamente.

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Viejas ruedas que habrán dado vueltas y vueltas sin fin, movidas por los arroyos amansados, la fuerza de la corriente convertida en energía hidráulica, para dar vida a una aceituna exclusiva, convertida en aceite único, oro verde de la sierra: la Manzanilla Cacereña. El olor de las viejas cocinas que aún recuerdo de esos años de infancia rural, y afortunada.

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Sobre el azud, junto a su canal, una tercera pasarela comunica con los restos del Molino del Tío Domingo, donde se encuentra una coqueta y magnífica piscina natural con todos los servicios necesarios.

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Y frente a la piscina, El molino de Los Lucas, un edificio rehabilitado que mantiene en su diseño toda la magia de su uso original y toda la belleza de estos edificios a los que, en algún caso, se les quiere buscar un uso turístico; una idea que espero se lleve a cabo más temprano que tarde antes de que el abandono dé con sus muros en el suelo.

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Tal es la simbiosis de esta gente con el aceite que Torre de Don Miguel vive una de las fiestas más arcaica que se conservan en toda Extremadura. Un tesoro etnológico que deberías conocer: la fiesta del Capazo. Esas antiguas ruedas de esparto en las que se colocaba la aceituna para que la piedra del molino extrajese el zumo. Y que esa noche arden a ritmo de tamboriles y vino en las muchas bodegas del pueblo.

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Sigue el arroyo de San Juan cerca de nosotros, mientras caminamos por el paraje de la Rapaza; las viejas construcciones molineras aún son visibles.

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Rodeados de olivos, cerezos, pinos o viejos robles, cruzamos el arroyo para encarar enseguida la subida a la atalaya de Santibáñez el Alto.

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Este viejo camino conserva parte de su belleza, de su abrupto trazado, gracias a que el hombre no encontró manera de domar estos bancales de piedra que miran al norte.

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Un inmenso robledal, paredes de piedra y  el viejo camino nos acogen en la subida a Santibáñez el Alto por este paraje denominado Hondón de los Olivares.

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Joyas como este abrevadero de piedra, dejan constancia de que por los caminos, además, se movían los animales, el verdadero tesoro de los habitantes de la sierra.

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Callejas anchas, delimitadas por muros de piedra por donde corre el agua estos días de abundante lluvia. La subida a Santibáñez no es muy dura. El pueblo, construido sobre la Sierra Martín, se encuentra a 685 metros de altitud. La calleja nos lleva directamente a sus calles.

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Santibáñez el Alto es de los pueblos menos conocidos de la Sierra de Gata, porque aquí hay que venir. Pero su situación es estratégica. Es un mirador de 360º de la Sierra y de las tierras del Alagón.

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Hay excelentes balcones para disfrutar de fotografías como esta: el pantano de Borbollón a tus pies, rodeado de dehesas. En otoño, desde aquí, las bandadas de grullas son un espectáculo.

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Santibáñez el Alto, antes llamado San Juan de Máscoras, que era el nombre de la fortaleza que corona el pueblo, y el origen de él. La Fortaleza de San Juan de Máscoras fue una de las joyas de la corona de la Orden de Alcántara y durante años se derramaron ríos de sangre, tanto cristiana como islámica, para controlar  una de las puertas de entrada de la transierra extremeña.

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Mientras ascendemos al castillo nos topamos con la iglesia de San Pedro con su curiosa torre-fachada.

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Es la mayor fortificación de toda la Sierra de Gata, ya está muy deteriorada, desafortunadamente. Eso sí, su recinto amurallado se conserva prácticamente íntegro; aunque buena parte de él se ha convertido en el muro de muchas de las casas que se han construido a sus pies; incluso la plaza de toros aprovecha parte de esta muralla.

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Hoy el interior del castillo es el camposanto de la localidad, y han cometido la aberración de instalar un repetidor de TV y teléfono en lo alto. Pero os invito a encontrar entre sus muros las marcas que los canteros dejaron en los sillares que laboriosamente labraron durante siglos para levantar esta majestuosa construcción militar.

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Solo hay dos bares, magníficamente situados y juntos, en el pueblo que ofrecen vistas magníficas y que se alegraron mucho de vernos, pues aprovechamos para comer y hacer gasto en los pueblos, como tiene que ser.

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Dejamos las tierras del Temple por el viejo camino de subida al castillo, descendemos de este pedacito de historia fronteriza, que guarda los secretos de las muchas desavenencias hispano lusas sucedidas a lo largo de la historia.

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La Sierra de Gata es rica en agua, prueba de ello son las muchas fuentes que hay en toda la comarca; esta sierra además, es como un enorme pozo subterráneo del que mana agua por todas partes. Esta es la fuente del Pilar.

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Al descender de Santibáñez nos topamos con uno de esos tesoros de la ruralidad extremeña. Justo en la parte baja de la sierra, cuando comienza la dehesa nos encontramos con el Barrio de la Calzada, o Los Pajares que, como cuenta mi buen amigo Víctor Manuel Pizarro, se trata de un interesante barrio ganadero, «uno de los poquísimos conjuntos arquitectónicos populares de carácter agrícola y ganadero que se conservan de manera íntegra hoy día en Extremadura. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con la categoría de Lugar de Interés Etnológico»

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Se trata de conjunto de más de cien construcciones de granito, la mayoría abandonadas, dedicadas a establos, cuartos de aperos y pajares.

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Ocupan una superficie de unas 27 hectáreas en mitad de un paisaje afable, rico en manantiales, fuentes y abrevaderos, sobre un suelo fértil de dehesas, prados y acebuches centenarios donde pastan vacas y caballos.

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Afortunadamente, muchas de estas construcciones se están recuperando para deleite de todo aquel que las visita, y merece la pena.

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Los Pajares  fue el primer Bien de Interés Cultural como Lugar de Interés Etnológico, declarado por la Junta de Extremadura en 2010. El resultado de una vida práctica, de como los ganaderos evitaban los roquedos de la sierra y buscaban los pastos y la comodidad del llano.

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Nosotros caminamos ahora por la dehesa boyal de Santibáñez, sin árboles, que deja que veamos frente a nosotros la sierra de Dios Padre y Villanueva de la Sierra a sus pies.

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Por los huertos del rincón y el Mermejal nos acercamos a la piscina natural de Santibáñez, junto a la carretera local CC-115, que aquí llaman la carretera de Montehermoso, final del trayecto.

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El río Árrago, protegido por su hermosa vegetación de ribera, rodeado de olivares, castaños, alcornoques y extensos viñedos, hace quiebro en este punto, antes de juntarse con el río Tralgas y llenar el embalse de Borbollón, tierra de grullas; hace un quiebro, digo, para facilitar el baño en esta deliciosa y tranquila piscina natural que cuenta todo tipo de servicios.

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Fin de trayecto. Para el recuerdo queda esta imagen de grupo que nos hicimos delante de la rueda del molino de Los Blanco, aunque no olvidaremos el viaje que, antaño, realizaban estas gentes muy a menudo y no con el carácter lúdico y deportivo que nos ha movido a nosotros.

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La Sierra de Gata es una comarca diversa, amplia y deliciosa. Tierra de vinos y aceite. De castillos, de habla propia; una tierra de fronteras donde el otoño se inunda de matices y el verano te invita a bañarte en cualquiera de sus diecisiete piscinas naturales. Pueblos y aldeas que conservan la arquitectura rural y serrana, plagada de viejos caminos medievales de piedra que se conservan en algunos tramos, tan bellos, que tus mismos pasos te retrotraen a aquellos años en los que vivir aquí no resultaba tan idílico. Hoy este paisaje entre montañas es un paraíso para el viajero, la mejor manera de conocerla es hacerlo Andando Extremadura.-

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Iberia, la raya borrada

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Siempre se ha dicho que a España y Portugal las separan el agua de los ríos, pero yo me inclino a pensar que ese agua las une cada vez más: El Miño, El Duero, El Tajo, El Guadiana… conforman la frontera hispano-lusa desde hace siglos. Los movimientos de fronteras, aún no cerradas en algunos rincones, construían puentes desde hace ya dos mil años, puentes que se levantaban, se destruían, se reconstruían, se cerraban y se abrían, como la frontera, con horario limitado. Todo aquello quedó en el olvido y Europa comenzó a coser esa brecha uniendo ideas y liderando proyectos que van tendiendo a unir a dos países que han estado de espaldas durante mucho tiempo. Y los ríos han sido ahora el principio. Parque Naturales, Reservas de la Biosfera, Arribes, presas y pantanos y sobre todo las personas y sus historias.

La de un inquieto empresario turístico extremeño, Eugenio Rodríguez García, es una historia que comienza con un apartamento rural  que se va extendiendo por las comarcas del norte de Extremadura, que llega a Castilla León y que atraviesa la frontera, porque no la hay, y su proyecto empresarial recala en la bellísima playa interior de Congida, en la localidad portuguesa de Freixo de Espada à Cinta, para dirigir el complejo turístico Moradias do Douro Internacional.

Nuestra común defensa del turismo y sus posibilidades -y debilidades-, nos ha unido muchas veces en largas conversaciones, pero esta era especial y acabaría en el I Encuentro Ibérico de Periodismo de Gastronomía y Turismo, en el que participaríamos medio centenar de periodistas y escritores de Portugal, Castilla León, Madrid y Extremadura, que se celebró en Freixo entre los días 27 y 29 de enero de 2017.

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Eugenio, alma inquieta, consiguió la implicación de los ayuntamientos españoles de Saucelle e Hinojosa del Duero y del portugués de Freixo de Espada à Cinta. Un fin de semana en el que descubres que aquí la normalidad es la ausencia de raya. De hecho el alcalde de Saucelle, Diego Ledesma, regenta un restaurante en Freixo, ‘Cinta D’ouro’, y las relaciones entre pueblos van más allá de lo comercial y se adentran en lo político y en lo personal.

En fin, a nosotros nos habían preparado un magnífico programa para que comprobásemos que a uno y otro lado de la raya los recursos son muchos, turísticos y gastronómicos. Y ahí empezamos, tras los saludos y presentaciones, conocimos la bodega ‘Quinta dos Castelares’, una joven empresa  rodeada de viñas escalonadas y con unos vinos cuidados. Un lugar de diseño pensado para agradar

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Y agradable fue el recorrido y las explicaciones sobre las bondades de unos caldos que compiten con sus vecinos españoles de Ribera del Duero. Instalaciones nuevas y muy cuidadas.

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Y la necesaria cata de blancos y tintos para terminar la visita.

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Cada ayuntamiento quería mostrar su mejor cara, la alcaldesa de Freixo (presidente de la Cámara Municipal allí), Maria do Céu Quintas, nos recibió con un concierto de la fadista Dina Pinto para sumergirnos en uno de los mejores regalos de la cultura portuguesa, el fado.

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Inauguramos la exposición del artista segoviano Rafa de Miguel que colgaba sus cuadros en el auditorio municipal de Freixo. De Miguel se encarga de decorar los complejos rurales de Eugenio Rodríguez. Allí mismo cena degustación con algunas excelencias de la gastronomía portuguesa y a descansar.

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Dormir en las Moradias do Douro Internacional, en las Arribes del Duero, fue otra sorpresa. Despertarte con este paisaje natural a tus pies, la playa de Congida, y comprobar como se cuida el entorno en este parque fluvial donde nada desentona. Portugal, menos restrictiva en el uso de los pantanos, permite el desarrollo de actividades turísticas, cuida de unas infraestructuras bien planteadas con todo tipo de servicios para uso del ciudadano, es algo que envidiamos en España. Aquí las confederaciones hidrográficas, no son conscientes del alto valor económico que representa para un pueblo o un comarca disponer de instalaciones públicas exquisitamente cuidadas.

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Parques a pie de río llenos de detalles

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Cómodas y pensadas para el disfrute al aire libre de un paisaje que es de todos.

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He visto este tipo de instalaciones en varios pantanos de Portugal y siempre siento la misma envidia de que en España un planeamiento parecido sería imposible. Incluso viajar en un barco turístico por nuestros ríos es una carrera de obstáculos que difícilmente se termina, para desesperación de muchos empresarios y administraciones que lo intentan.

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La jornada comenzaba con el pequeno almoço, el desayuno portugués que en Freixo nos ofrecieron antes de comenzar un largo día de visitas.

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El río se encajona entre sierras y valles, escondido entre ellos viaja por ambos países. La orografía de la zona invita a construir miradores como este de Penedo Durao desde donde contemplar las Arribes del Duero y la presa de Saucelle.

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Desde allí cruzamos a España para viajar a Saucelle y disfrutar de sus miradores, que también los tiene, sus recursos turísticos y naturales. Eugenio y los alcaldes de Freixo y Saucelle nos dieron la bienvenida oficial. Vídeos, agradecimientos y…

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…dulces para seguir alegrando la mañana y la estancia, ahora en tierras españolas.

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Saucelle es español pero tiene aires portugueses. Saucelle es un municipio de la comarca de La Ribera, en la provincia de Salamanca, Castilla y León. Presta su nombre a la presa de Saucelle, construida a 8 km. Es uno de los pueblos más visitados dentro del Parque Natural de Arribes del Duero. Los miradores, el valle del salto de Saucelle y el poblado del Salto de Saucelle son los lugares con mayor atractivo turístico de este municipio.

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Entre sus alojamientos destaca la Posada Real denominada Casa del Brasilero. Posadas Reales es la marca de calidad de los alojamientos de turismo rural en Castilla y León.

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Una pequeña y empinada carretera nos invita a pararnos en el Mirador de El Salto con vistas a la presa, al poblado y al río Duero

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Aquí llegó la foto de familia para el recuerdo

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La comida nos llevó hasta el poblado de la presa, ahora convertido en ‘Aldeaduero’. Situado en un entorno de naturaleza espectacular, este antiguo pueblo de trabajadores ha sido rehabilitado para transformarlo en uno de los mayores centros de turismo rural de España. El antiguo casino del poblado es ahora el restaurante.

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Menú castellano para deleitar al grupo.

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La tarde la dedicamos a pasear por Freixo de Espada à Cinta y visitar su Museo de la Seda, y de la historia de la localidad.

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En España casi todos los niños hemos criado alguna vez gusanos de seda; en este museo se contemplan todas las fases de su vida y en primavera siguen, incluso, extrayendo la seda y elaborando pequeñas prendas con ella.

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El museo cuenta además con una parte más interpretativa de la historia de Freixo, conocida como la Villa Manuelina, por los múltiples ejemplos de este estilo artístico que se conservan en la localidad.

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Freixo de Espada à Cinta, recibe el nombre del Fresno con una espada a la cintura y son muchas las historias que se cuentan sobre este hecho histórico.

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Al atardecer, y desde su castillo, Freixo ofrece una imagen serena. Nos sorprendió a todos las instalaciones de todo tipo que posee la villa, deportivas, de ocio o de salud, como su piscina climatizada

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Después de la visita llegaba la hora del debate. Se organizaron una serie de mesas temáticas que analizaban la realidad del turismo de frontera que sirviese para poner de manifiesto sus debilidades y fortalezas y las sugerencias de quienes nos dedicamos al turismo desde los medios de comunicación o la universidad. Conclusiones que se podrán leer pronto en una publicación y que servirán para establecer una interesante hoja de ruta sobre lo que se debe hacer en un futuro próximo. El día terminaba con una típica cena portuguesa a cargo de Isabelinha, una cocinera que te deleita con lo mejor de la gastronomía rayana; este magnífico artículo de José Ramón Alonso de la Torre lo resume mejor que yo.

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Me quedo con muchas cosas de este viaje, pero el gusto a la hora de diseñar este complejo turístico, Moradias do Douro Internacional , me dejó sorprendido; apartamentos con vistas incrustados en la montaña para que su impacto sea mínimo, con una distribución que te permite ver los Arribes del Duero desde cualquier parte de la casa, habitación incluida, pues la cama mira al río; enormes ventanales y su distribución en bancales con una pequeña terraza los convierten en una opción ideal. Pensados para familias, con un entorno fluvial diseñado para el ocio, situados en la playa de Congida, son un lugar para volver muchas veces.

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Un parque a pie de río, una pequeña cafetería casi metida en el agua…madera, pizarra, todo equilibrio

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Enfrente, el Duero, reflejado en los Arribes.

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Último desayuno en la propia Congida para disfrutar de esta playa de interior, desayuno con vistas.

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Hoy tocaba viaje en barco, barco panorámico por el agua tranquila de un río que aquí sujeta la presa de Saucelle

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Dentro del barco, atendíamos a las explicaciones del guía sobre la historia de la zona, sobre Freixo, mientras disfrutamos de un paisaje que es único o casi.

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Mientras el barco se aleja de la playa nos queda la imagen de su parque.

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Un pequeño paraíso público pensado para el disfrute de todos, rodeado de bancales de olivos y naranjos, dos productos que aquí, son exquisitos

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El territorio que ocupa Arribes del Duero está catalogado como “Zona de especial Protección para las Aves” (ZEPA) desde 1990. Arribes del Duero tiene una superficie de 106.105 ha, con unos 180 km de cañones fluviales, y quedan incluidos en él 37 municipios que pertenecen a las provincias de Zamora y Salamanca, con 17.000 habitantes en total. Por su parte, Portugal declara el Parque Natural do Douro Internacional en 1998, con una extensión de 85.150 ha. Ambos espacios conforman una de las áreas protegidas fronterizas más extensas de la Unión Europea.

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La geomorfología es la principal seña de identidad de Arribes del Duero. Una suave penillanura, donde la acción erosiva de la red fluvial, aprovechando antiguas fracturas originadas por el choque de placas terrestres, ha sido labrando los granitos y las rocas metamórficas, generando profundas y escarpados cañones con desniveles de más de 200 m de altura: son los llamados arribes, arribas o arribanzos.

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El viaje, y despedida, termina en Hinojosa del Duero, ya de regreso, con una degustación de embutidos en una localidad que sorprende por su cantidad de recursos y su rico patrimonio. Hinojosa de Duero se encuentra situada en el noroeste salmantino. Hace frontera con Portugal. Se integra dentro de la comarca de El Abadengo. Antes del final Eugenio Rodríguez atiende a los distintos medios para hablar de este encuentro de periodistas de turismo, Press Trip es el anglicismo, que ahora reflejaremos y contaremos en nuestros medios para dar testimonio de la experiencia.

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Yo, que tengo alma portuguesa, me quedo con el paisaje, con este regalo escondido que son los Arribes. Me quedo en la frontera, donde me crié, viendo que las rayas administrativas se van enterrando por las gentes que viven en la raya, las que ven normales que los alcaldes de allí sean los empresarios de aquí, que lo que fabricamos allí lo consuman aquí, y viceversa. Me quedo con la raya borrada, la de dos países que poco a poco van desescribiendo (sic) la historia y que ‘los malos vientos y malos casamientos’ quedan en el acerbo popular y se pierden en el olvido; porque hoy cuando viajas en tu coche nadie te para si pasas de un país a otro, nadie te extraña, todo lo contrario, a nosotros nos recibieron con los brazos abiertos. Solo me robaron una cosa: otro trocito de corazón que se ha vuelto a quedar a ese lado de la frontera.-

 

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Freixo de Espada à Cinta. Enero de 2017                                                                                   ©vicentepozas

 

Ruta Ribera de Alferreireira. Portugal

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Extremadura y Alentejo (España y Portugal) comparten las aguas del río Tajo y hace años que optaron por trabajar conjuntamente en el Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional. En sus riberas las acciones de ocio son variadas, las de senderismo también. Hoy os invito a conocer la Ruta de las Riberas de Alferreireira y Barrocas en la localidad de Atalaia, freguesía perteneciente al municipio de Gaviao, un corredor ecológico impresionante. Son 21 kms en total, aunque hay variantes que la hacen más corta, aunque aconsejo no perderse ni un detalle. Molinos, cascadas, riberos, pasarelas, y agua mucha agua. Deliciosa. El atractivo de la ruta no son solo los paisajes, sino la historia que esconden. Esta pequeña aldea tuvo su esplendor en los siglos XIX y XX cuando en sus riberas nacieron decenas de molinos, aceñas y lagares que convirtieron a Atalaia en unos de los grandes centros de molienda de la región. Hoy son visibles muchos de aquellos molinos, unos cuarenta, aunque ya en ruinas que son parte del atractivo de este recorrido.

Os dejo toda la información sobre la ruta que publican en la web de Gaviao

Y el track para GPS

Este es el mapa de la ruta, que son tres, nosotros hicimos la ruta entera, es decir el PR2, y el 2.1 y 2.2 que son variantes que completan el recorrido aunque, como os contaré, hay opciones para hacerla más corta y muy bien señalizadas. De la señalización ya os contaré en adelante: ¡impresionante!

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Atalaia, pequeña freguesía (entidad menor, alquería, pedanía, llamaríamos en España) perteneciente al municipio de Gaviao, tiene apenas un centenar de habitantes pero es portuguesa, portuguesa. Hasta aquí nos trajo el bus ( si venís en él no os metáis muy dentro del pueblo, quedaos en las afueras sino queréis sorpresas). El día arranca nublado y amenaza lluvia.

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Una de las cosas que más me sorprendieron es el exquisito cuidado en la señalización de la ruta en todo momento y los muchos elementos que facilitan el tránsito por caminos, a ratos, escarpados. Un ejemplo de cómo invertir el dinero que Europa destina al desarrollo rural, porque en el mismo pueblo me contaban que son muchas las personas que realizan la ruta desde que está señalizada y promocionada, siguiendo las normas de la Federación de Campismo y Montañismo de Portugal. En este caso dos colores nos acompañarán en la ruta: el amarillo y el rojo

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Comenzamos recorriendo caminos tradicionales, usados para viajar entre pueblos, senderos conservados perfectamente, en los que las labores agrícolas son evidentes. La señalización es constante y clara, perderse es más que difícil, esto tranquiliza mucho a quien no conozca el camino

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Al dejar Atalaia la ruta arranca en este pequeño camino en el que la vegetación es muy parecida a la española, prados, plantaciones, y, aún, pequeños bosques de eucaliptos que se extienden hasta el río Tajo y que los portugueses también están sustituyendo por especies autóctonas.

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Detalles de una ruralidad y un uso de materiales naturales que Portugal conserva y que te encuentras en el camino.

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Llegamos enseguida a la pequeña localidad de Degracia Fundeira que atravesamos sin problema, son apenas tres calles puesto que la aldea es muy pequeña, no tiene siquiera la categoría de freguesía.

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Tomamos una pequeña carretera, apenas 200 metros, y enseguida veremos un desvío a la izquierda que nos llevará hasta el primer lugar que visitaremos.

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Se trata de esta preciosidad que llaman Fuente Vieja, de 1919, dicen que su agua tiene propiedades medicinales, viendo el edificio que la cobija no es extraño. Estamos en Portugal no hay duda.

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Esta construcción alberga una fuente, tratada como una pequeña capilla a la que no le falta detalle.

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Visto el lugar y la cantidad de polletes que hay para sentarse, debe, o debía, congregar a mucha gente.

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Justo enfrente este precioso lavadero es otro de los hitos del camino que recibe el agua de la Fuente de Bica, situada un poco más arriba.

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Junto al lavadero sale un camino a la derecha que nos lleva hasta otra pequeña localidad Deogracia Cimeira y ya desde aquí comenzaremos a descender hasta el río Tajo.

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El paisaje se abre y cambia completamente, a partir de ahora se suceden los cerros, arroyos que nos llevan a un encajonado río Tajo que deja paisajes espectaculares.

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El Tajo se encajona entre cerros y sierras, vaivenes de un terreno que siempre sirvieron de frontera y que hoy disfrutamos. Reconocido título el de Parque Natural que se reivindica en sus paisajes.

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La señalización, como vengo contando, exquisita y cuidada, una garantía de tranquilidad para el caminante.

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Entramos en el Valle de Cabril que nos llevará hasta las aguas del río, puro bosque mediterráneo.

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El descenso hay que hacerlo con precaución, pero están cuidados todos los detalles para facilitar el tránsito, barandillas, escaleras y hasta cadenas cuando se necesita, todo sin deteriorar el paisaje.

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El río Tajo corre hacía Lisboa aunque antes podemos disfrutarlo en Extremadura y el Alentejo.

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Parada técnica junto al río para reponer fuerzas y continuamos por un tramo escarpado que sortea las irregularidades del terreno y que nos obliga caminar con cuidado y con continuas subidas y bajadas.

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Ello no significa que no puedas pararte, echar la vista atrás, y sonrojarte por tamaño paisaje.

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Lo dicho no falta detalle, lugar con alguna dificultad, lugar que cuenta con pequeñas ayudas como esta.

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Es un zig zag constante, con ascensos y descensos aunque tengas donde agarrarte. Ayuda a que se minimicen los peligros de andar por esta zona complicada que conocen como el Vale de las Cerejeiras o Valle de las Cerezas.

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El agua es una constante en la ruta, no lo muestro continuamente pero son decenas de arroyos con los que te cruzas o ves de cerca desde que entramos en el Valle de Cabril.

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Y de regalo, el tren nos saluda, no falta de nada, ya veis.

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Dejamos la ribera del Tajo y entramos en la ribera que da nombre a la ruta, quedan todavía muchas sorpresas y lugares de ensueño. Justo en la orilla una pequeña construcción recuerda que existió un pequeño embarcadero para cruzar el río, Batel lo llaman aquí.

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Esto le he visto más veces en España, colocar una pequeña plataforma alrededor del olivo para impedir que las aceitunas rueden colina abajo.

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Entramos, por fin, en la Ribera de Alferreireira, durante algunos kilómetros seguiremos el curso del agua; es la parte más espectacular de la ruta y la que le da nombre, empezamos donde la ribera se deja caer en brazos del Tajo.

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El sendero discurre paralelo al cauce del arroyo, está bien preparado lo que facilita su disfrute.

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Caminamos por una zona con abundante vegetación de ribera que nos protege de un sol que ya cae a plomo, a pesar de que el día amaneció lluvioso.

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Las aguas están llenas de pequeñas presas y represas para conducir el agua a los muchos molinos que copaban las orillas, quedan restos de muchos, aunque muy abandonados.

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Vengo contando que la ruta está muy ciudada, con detalles que aumentan su belleza; me sorprende además que todo los elementos estén bien cuidados, nada deteriorados, algo a lo que, desafortunadamente, no estamos acostumbrados al otro lado de la frontera.

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La ribera es de cuento, el sonido del agua te acompaña continuamente, dan ganas de pararse y quedarse aquí.

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La vereda sortea los vericuetos del terreno, un falso llano, una ascensión suave hacia la zona más escarpada. La señalización constante, es una ayuda.

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Se despeja el terreno y esto nos permite ver algunos restos de viejos molinos.

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La ruta se separa por algunos momentos de la ribera, mientras atraviesa otros pequeños arroyos que sorteamos con oportunos puentes.

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Llegamos a los restos de una antigua ‘fábrica de luz’.

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Esta parte de la ruta es algo más complicada pues discurre entre rocas que te obligan a subir y bajar continuamente, cuando necesitas un apoyo encuentras cadenas colocadas a modo de pasamanos, otro detalle más.

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Escogemos este pequeño rincón para reponer fuerzas, la sombra y el agua mitigan el calor.

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Alguno aprovecha para refrescar los pies mientras comemos algo.

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Abandonamos la ribera de Alferreireira antes de llegar a la de las Barrocas, esta zona es más escarpada con pendientes pronunciadas de subida y bajada.

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Primavera cuando hicimos la ruta, las peonías o rosas de monte (rosa de Alejandría le dicen en algunos lugares) están en flor.

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Constantes subidas y bajadas que exigen algo más de esfuerzo, la barandilla de madera ayuda.

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Una sucesión de pequeños arroyos, como la Ribera de Vale Covo, nos lleva a caminar por este zig zag de pequeños montes y cerros, con el sol encima la marcha se ralentiza.

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El paisaje embelesa, este corredor ecológico es de enorme belleza, nos dirijimos a la siguiente ribera, otra sorpresa.

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Cuando creías haber abandonado el agua, te sorprende otro puñado de molinos con saltos de agua aún más impresionantes que los anteriores.

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La vegetación y el abandono se dejan notar en estos viejos molinos, aún conservan las piedras de moler.

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Otros se conservan algo mejor y han sido preparados para ser visitados, testigos de esa actividad frenética que hubo a finales del siglo XIX y principios del XX en la zona.

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Se suceden los saltos de agua que se construyeron para aquellos molinos de trigo.

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Molinos que se suceden uno tras otro, como los puentes y pasarelas que nos conducen por la ribera de las Barrocas, seguimos subiendo.

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Después de disfrutar de saltos de agua y viejas construcciones dejamos la ribera cruzándola al otro lado

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El paisaje se suaviza a medida que nos alejamos del agua y volvemos a ver praderas y bosques de eucaliptos. Estamos en el Valle de Aceña.

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Aunque aún quedan restos de viejos molinos. La ruta ofrece, en varias ocasiones, desvíos señalizados por si queremos ir directamente hacia el punto de inicio, no hay problemas porque ya habéis visto que te informan de la distancia en uno y otro caso. El último de ellos es el que nos lleva a los Olhos d’Agua (ojos de agua) y a un viejo lagar, es un desvío de unos tres kilómetros que merece la pena, es el último de los espectáculos que ofrece el agua en este recorrido inolvidable.

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Nosotros no hicimos ese último tramo, el calor no esperado nos venció, no era cuestión de forzar una ruta que se hizo complicada y muy bella, es un terreno difícil, pero mereció la pena, completamos la ruta siguiendo hacia Atalaia.

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Terminamos la jornada disfrutando de una Sagres fresquita en esta freguesía portuguesa. Ha merecido la pena. Nosotros hicimos 21 kilómetros, si optáis por conocer los Olhos d’Agua os saldrán unos 24 en total.

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Hasta el regreso por carreteras portuguesas nos deja imágenes que son muy reconocibles para quienes visitamos este país con frecuencia, nos os preocupéis caben dos coches, y el nuestro es un autobús.

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Cuando te encuentras con rutas como esta, que son una sorpresa, vienes satisfecho. El Tajo y su cuenca guardan sendas deliciosas a un lado y otro de la raya; algunas con historia, como las dedicadas al contrabando, otras con viejos oficios como el de los molineros y sus molinos, las hay que atraviesan puentes romanos con 2000 años de historia, que cruzan la frontera, incluso se hacen conjuntamente entre España y Portugal. Pero vengo más sorprendido, si cabe, por la exquisitez de quienes han diseñado la señalización de la ruta y por ver como se conserva intacta, sin que nadie la maltrate, la rompa, la tire o, en el peor de los casos, se la lleve. A Extremadura y Alentejo nos unen muchas cosas, la afición por el senderismo es una de ellas, aquí somo iguales, aunque en civismo nos lleven mucha ventaja.-

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Ruta dómenes La Zafra. Valencia de Alcántara

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 Valencia de Alcántara, corazón de la frontera hispano-portuguesa, ciudad, más de dos veces milenaria, puerta para los adioses y bienvenidas en las nuevas rutas europeas. Valencia de Alcántara es conocida por su conjunto de 41 Dólmenes, declarado Bien Cultural, que constituye el mejor foco megalítico de Europa. Es capital de la campiña fronteriza zona de rica oferta turística, por su caracter de frontera natural, tanto en la localidad como en cualquiera de sus pedanías; pequeñas aldeas con características diferenciadas que conforman la llamada «Campiña Fronteriza»: Jola, La Aceña, Alcorneo, Las Casiñas, La Fontañera, Las Huertas de Cansas, Las Lanchuelas, San Pedro y El Pino.  Las rutas de los dólmenes están muy bien señalizadas y se han recuperado los entornos en los que se sitúan estos monumentos funerarios, que a pesar de su antiguedad, se levantaron en el cuarto y tercer milenio antes de Cristo, se conservan en buen estado algunos de ellos.  Las rutas trazadas son cortas, esto permite hacer varias en una jornada. Nosotros Vamos a realizar la denominada Ruta de La Zafra, cuatro dólmenes, un quinto ya desaparecido, alguno casi intacto, en apenas 6,5 kms, en una ruta circular y sencilla.

Os dejo el track para GPS del amigo Teófilo Amores

Un panel informativo al inicio de la ruta nos da idea del trazado, sencillo, casi llano a pesar del dibujo de desnivel acumulado, cómoda y muy apta para curiosos.

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 Antes de entrar en Valencia de Alcántara por la N-521 hay un pequeño polígono industrial, ahí podemos dejar los coches, el inicio de la ruta está justo enfrente. En esta caso, guiados por Teo, la hicimos con Los Prisiñas, antes claro recibimos algunas explicaciones de la zona.

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Iniciamos la ruta por la Calleja del Paje antes de desviarnos, siguiendo las señales hacia el interior de la finca de Zafra donde se conservan los dólmenes.

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Tras dejar el camino accedemos a una pequeña vereda que sortea el arroyo Barbón cerca del cortijo de Paje antes de rodearnos de evidencias de antiguas civilizaciones.

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Al ascender un instante vemos Valencia de Alcántara al fondo y sobresaliendo la torre de la ermita de Nuestra Señora de Rocamador, otro tesoro, aunque éste gótico.

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 Pisamos civilización romana, caminamos sobre la antigua calzada romana, vestigio de aquellos pueblos, este asentamiento la ‘Valentia Lusitana’ que según algunos historiadores comenzó tras  la decisión del procónsul Décimo Junio Bruto de ceder a los pastores-soldados del asesinado Viriato unas tierras y un oppidum ( fortificación) en los que establecerse de forma sedentaria y controlada.

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Aquellos mismos soldados y guerreros mirarían con recelo esas construcciones titánicas de toneladas y toneladas de peso, desconozco si conocían su origen y su finalidad veneradora, pero sabiendo de sus supersticiones, se guardarían muy mucho de tocarlas o utilizar sus piedras.

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 La ruta está señalizada en todo momento y cuenta con paneles explicativos junto a cada monumento. Llegados a este punto cabe preguntarse qué es un dólmen? Propios del final del Neolítico, hace unos 5.000 años, los dólmenes son un tipo de monumento funerario megalítico. Suelen estar formados por enormes losas de piedra verticales que sostienen una horizontal a modo de techo, que recibe el nombre de losa de cobertura. La mayoría de estos monumentos son tumbas colectivas donde se enterraba a los difuntos de los poblados vecinos junto a un discreto ajuar funerario.

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Aquí está el primero Dolmen Zafra I, del que sólo quedan restos, apenas dos losas de piedra sin cámara ni corredor.

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 Le protege un bosque de alcornoques y encinas de la dehesa extremeña, lo rodean como si le estuviesen velando, curiosa escena imaginada. Este primero está junto a la calzada romana por la que veníamos. Bien indicado, repito.

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Nos desviamos apenas 300 metros y ya vemos el panel explicativo del siguiente dólmen Zafra II, este un poquitín mejor conservado

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 A diferencia del anterior aquí son cinco las losas de piedra, ortostatos dicen los arqueólogos, y además es visible el corredor largo, también construido con granito. La cubierta no se conserva. En este lugar se encontraron materiales y utensilios de la época que se llevaron al Museo de Cáceres.

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 Las losas tienen dos metros y medio de altura. Los dólmenes eran una obra titánica, pues precisaba la participación de cientos de hombres durante mucho tiempo. Cada losa podía llegar a pesar 100 toneladas, que en unas ocasiones se extraían de una cantera vecina y en otras, eran transportadas desde lugares muy lejanos.

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Con gente alrededor nos hacemos una idea más precisa de sus dimensiones.

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 No sólo los monumentos funerarios llaman la atención, hay restos de huellas humamas en muchas de las piedras de alrededor, éstas se encuentran junto al dólmen que estamos visitando.

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 Desde este promontorio, por cierto, se disfruta de buena parte de la campiña, con Valencia de Alcántara en mitad de la imagen y Marvao, siempre impresionante, al fondo en tierras portuguesas, estamos en la frontera.

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 Y seguimos. Vamos a por el tercero, a medio kilómetro de distancia ya por una pista de tierra amplia, este es el más bonito de los cuatro.

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 El dolmen Zafra III se encuentra sobre un promontorio natural, junto a una encina. Constituído por una cámara poligonal alrgada en granito, conserva siete ortostatos con una altura máxima de 1.80m, estando roto uno de ellos. Posée la peculiaridad de conservar una talla cóncava en la parte interior para facilitar su anclaje con la parte superior. No se observan restos de corredor ni de túmulo.

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 Los más destacable es que conserva la cubierta, una enorme losa de granito que es difícil imaginar como llegó a colocarse pues debe pesar unas cuantas de toneladas.

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 Es relativamente pequeño, en comparación con otros de la comarca, pero es majestuoso y su figura llama la atención, no sólo por sus cinco mil años y por mantenerse en pie, si no por su situación estratégica.

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Dólmen, en bretón, hace referencia a ‘mesa grande de piedra’. Hay miles de ellos repartidos por toda Europa Occidental, sobre todo en la parte atlántica, en España se cuentan por cientos, en Extremadura hay decenas de ellos.

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Junto a este dólmen, algún artista ha construido una réplica en miniatura que llama la atención de todo el grupo. Un pequeño souvenir que dejamos inmortalizado.

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Mientras va llegando el grupo, disfrutamos de la presencia de esta mole de piedra e imaginamos las celebraciones y rituales alrededor de él.

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Otra imagen con gente alrededor para que os hagáis una idea de su tamaño.

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Justo detrás del dólmen Zafra III sale un camino que nos llevará hasta el último de ellos. Sigue señalizado perfectamente.

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Desde esta zona más alta de la finca se ve Portugal con claridad, destaca Marvao, otra vez, villa amurallada, nido de águilas.

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Descendemos detrás del dólmen y enfilamos el camino que conduce al último de los monumentos de la ruta.

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Curiosamente se sitúa en la mitad de dos fincas, forma parte de la pared que las separa, tan es así que junto a él se ha construido un paso canadiense para los animales

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Aquí está Zafra IV. Conserva cinco ortostatos que forman una cámara con tendencia circular. Los ortostatos no están apoyados uno sobre el otro como es común en los dólmenes de la zona. El diámetro de la cámara es de 3.60m. No hay restos de túmulo ni de corredor.

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En los dólmenes más característicos del área alentejano extremeña la primera losa en colocarse era la de la cabecera, que se situaba frente a la entrada de la cámara. Suele ser la de mayores dimensiones. Luego se colocaban las de los lados apoyadas unas en otras hacia el interior, de tal manera que la central recogía parte de la carga de todas los demás. Muy a menudo por el exterior se colocaban piedras de refuerzo.

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A pesar de que sean parecidos, cada uno de ellos tiene un encanto diferente. Las explicaciones de los paneles te ayudan a comprenderlos algo mejor, desde la admiración de algo que traspasa nuestra propia historia.

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Volvemos disfrutando con los restos de civilizaciones de la zona, como la calzada romana que presenta algunos de sus tramos bien conservados, con las pertinentes explicaciones de Teo, todo se ve mejor.

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No son los únicos vestigios, encima de una piedra se descubren restos de lo que debió ser un molino bastante rudimentario. Restos de civilizaciones que lo primero que aprendían era a utilizar la piedra.

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Así han llegado sus caminos y calzadas hasta nosotros. Piel de piedra hecha para perdurar. De hecho, no lejos de aquí se encuentra el puente romano de Alcántara que pesar de sus 2000 años de vida y su impresionante altura sigue en uso.

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Sólo resta ya el camino de vuelta, marcha atrás por donde hemos venido, hasta llegar de nuevo a la carretera, donde un hito anuncia la ruta que nosotros nos llevamos ya. Sencilla pero muy emotiva.

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Tierra fronteriza, lo lleva en el adn, parque internacional del Tajo, título que defiende junto a Portugal para poner en valor aquello que aún hoy nos separa. Tierra rica, bilingüe.

Pero este territorio es mucho más que una reserva de vida silvestre. Su situación estratégica y fronteriza ha sido a lo largo de la historia asentamiento de diversos pueblos y culturas que modelaron con el paso del tiempo el actual y valiosísimo patrimonio histórico-artístico.
Cuevas y abrigos con pinturas rupestres, restos megalíticos, dólmenes, y numerosas construcciones con influencias romanas, árabes, judías o cristianas, aparecen dispersos por el territorio, con algunos ejemplos considerados los mejores existentes de sus épocas, como el magnífico puente romano de Alcántara o el conjunto megalítico que rodea a Valencia de Alcántara. Un tesoro que, por fin, se ha puesto en valor.-

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Ruta del Contrabando (Cedillo-Montalvão)

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 La Ruta del Contrabando se celebra cada año, desde hace catorce, entre las localidades de Cedillo, en España, y Montalvao, en Portugal. Son 20 kms que transcurren por la raya fronteriza, entre los ríos Tajo y Sever, en pleno corazón del Parque Natural del Tajo Internacional, una zona de creciente interés turístico con hoteles. La ruta la organiza INIJOVEM, el instituto de la Juventud de Nisa, localidad a la que pertenece administrativamente Montalvao, con la colaboración de los Ayuntamientos de Cedillo y Montalvao. Una actividad muy organizada que comienza en España y termina en Portugal con una fiesta.

El track para GPS de la Ruta del Contrabando por gentileza de mi amigo Teófilo Amores

 

Cedillo, es el punto de partida, la salida se ha marcado en el edificio El Casón, un centro de interpretación del parque del Tajo Internacional que guarda sorpresas, muy, muy gratas. A la ruta asistimos cerca de 500 personas, muchos de ellos portugueses.

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Es curiosa la historia de Cedillo, todo un pueblo de frontera situado en esa hendidura tan característica que Extremadura clava en Portugal; de hecho su nombre, otorgado a principios del XIX, Cedillo,  procede de “Cedido”, por la cesión que hizo Portugal a España de esta zona para regularizar la frontera. Los primeros asentamientos tienen que ver con el río, un pequeño grupo de pescadores que, con una barca, ayudaban a cruzar el Tajo; más tarde se unieron al poblado numerosos portugueses que huían del reclutamiento militar portugués, muy frecuente por las continuas guerras. Viendo el paisaje que rodea la localidad se entiende perfectamente.

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Cedillo es hoy una pequeña localidad de apenas 500 habitantes que conecta con Portugal a través de la Presa de Cedillo; curiosamente sólo se puede atravesar los fines de semana porque Hidroeléctrica Española, dueña del embalse, la mantiene cerrada los días de diario, ello obliga a sus habitantes, con frecuentes contactos con Portugal, a dar un rodeo de más de 100 kms, cuando entre los dos pueblos hay apenas 20 kms. Es una vieja reivindicación de los pueblos de la frontera, un puente sobre el Tajo, siempre prometida y nunca ejecutada.

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Nosotros dejamos las blancas calles de Cedillo, y a sus habitantes despidiéndonos, para tomar por el Camino de la Carrasquera, buscando acercarnos a las aguas del Tajo.

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El camino es ahora más llano, flanqueados por lo que aquí conocen como Huerto de La Señorita y Huerto de las Parreras, la concentración pone un poquito de color en el paisaje.

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 Entre estos pequeños valles, que forman la sucesión de lomas y sierras, se encajona el Tajo camino de Portugal. Una foto fija del bosque mediterráneo y de la vida agrícola de frontera. Un rincón alejado de todo y muy apetecible.
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La frontera administrativa no afecta a la vista, frente a nosotros está Portugal y el pueblo de Vila Velha de Rodao.

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Una de las mejoras visibles en el Parque Natural del Tajo Internacional es la señalización de las rutas, un trabajo que hace accesibles y cómodas muchas de ellas. Y no han olvidado detalle.
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Descendemos ya por la Carrasquera para atravesar el que llaman Regato del Pueblo.

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Algunos de los tramos de la ruta son una delicia, este que nos eleva hasta la Loma de la Foz, cuenta con una cómoda pasarela en zig-zag.

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La aguas del arroyo evidencian un otoño e invierno generoso en aguas
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El pequeño sendero nos obliga a caminar en fila india, atentos a las indicaciones que enriquecen el camino. Y al barro que se pega a los pies a cada paso.
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Al ascender, el Tajo se muestra en todo su esplendor; frontera natural de Iberia: esta orilla es española, la de allá portuguesa, las aguas aquí, internacionales.
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Pasamos a tierras portuguesas navegando por las aguas del Tajo, desde el embarcadero que se ha construido para dar servicio al barco ‘Balcón del Tajo’ que recorre esta parte del río. Nosotros lo hacemos en pequeñas lanchas.

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La organización ha dispuesto varias barcas que traen y llevan a los senderistas por los apenas 800 metros que nos separan de Portugal, al fondo la presa de Cedillo que recoge las aguas del Tajo y el Sever.

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Superado el tramo navegado, iniciamos la marcha por tierras portuguesas, caminando paralelos al río Tajo, ya convertido en uno. Buscando el Camino del Forno.
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El Tajo estrena, justo aquí, su travesía por tierras portuguesas; después de regar cuatro regiones y seis provincias españolas. 47 kilómetros de frontera natural terminan aquí, ya sólo quedan 145 kilómetros antes de terminar en el Océano Atlántico. En este punto, el río más largo de España, se pasa al lado luso.
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Dejamos a un lado las aguas del Tajo y enfilamos hacia la zona del Monte do Pombo, un pequeño valle en fase de repoblación donde aún quedan muchos eucaliptos de antiguas plantaciones hidrográficas.
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Tras el ascenso al monte Remedios, muchos de los caminos aparecen anegados, hay que buscar pasos alternativos, imposible cruzar por ahí.
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Antes de acometer el último trayecto hacia Montalvao hay prevista una parada para reponer fuerzas
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Aprovechamos para refrescarnos, vino de pitarra de la Sierra de San Pedro para continuar el camino, hasta ahora llevamos 15 kilómetros, aún nos quedan 5 más.
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Portugal, monte bajo en Salmieirinhas
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Última parte de la ruta por un camino vigilado por alcornoques junto al Monte Pombo
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La ruta pasa junto a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios; Portugal se reconoce por sus colores y sus suelos adoquinados, conserva ese aire colonial que mantiene en toda su arquitectura.
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Por la Tapada de Cardeirinha nos vamos acercando a Montalvao, situado sobre el Monte de San Andrés.
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En Montalvao nos reciben a ritmo de tambores, nos espera una buena comida para terminar la ruta.
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La carpa en la que nos refugiamos de la lluvia que, ahora sí, ha hecho presencia, un quinteto de músicos  hace las delicias de todos, pasadobles y fados se mezclan para que los más atrevidos se marquen alguna pieza, después de repuestos con abundante comida, aún quedan fuerzas para bailar un poquito.
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A buscar el autobús de vuelta; debemos atravesar Montalvao, villa portuguesa, un pueblo alentejano de postal: la colina suave y verde, la aldea arriba en lo alto esparciéndose por las faldas del monte San Andrés, esta es la iglesia que le da nombre. Los españoles suelen acudir aquí atraídos por el marisco que se come en sus restaurantes, desde Cedillo se tardan apenas quince minutos, siempre que sea fin de semana.
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Termina la ruta 20 kilómetros después, el día daba agua, aunque la lluvia sólo hizo acto de presencia en un par de ocasiones, la más fuerte justo al terminar la caminata, por suerte. Las huellas de las abundantes precipitaciones quedan patentes en nuestra ropa. Caminos anegados y barro constante han dejado su firma; los pies también lo notan.
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Ha merecido la pena. La ruta prometía y no ha defraudado, el recorrido nos deja la sensación agradable de que La Raya, la frontera hispano-portuguesa, sólo existe en los mapas y que los caminos se comunican sin problemas, desayuno en España, comida en Portugal, un recorrido por el Parque Natural del Tajo Internacional, una esquinita europea que merece la pena ser visitada. La edición número XV, ya está en marcha, habrá que volver.

                                                                                                                                             ©vicentepozas2013

 

Ruta internacional del Contrabando de Café (Portugal-Extremadura)

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(Track de la ruta para GPS, autor The Raven)

La Cámara Municipal de Marvão organizaba la cuarta edición de la Ruta Internacional de Senderismo del Contrabando del Café, una actividad enmarcada dentro del acuerdo de Cooperación Transfronteriza que el Municipio de Marvão ha firmado junto al Ayuntamiento de Valencia de Alcántara, con el fin de estimular un mayor acercamiento de los habitantes de las dos poblaciones fronterizas. Un enclave turístico de primer orden. El trazado de la ruta senderista que discurre por los términos municipales de Marvão y Valencia de Alcántara, tiene un recorrido circular con una longitud aproximada de 11 Km, y es de dificultad baja.

La ruta comienza temprano, junto a la iglesia de la pequeña aldea portuguesa de Galegos, degustando las llamadas ‘migas del contrabandista’ con café de puchero, justo antes de comenzar a caminar por la raya/ a raia hispano portuguesa.

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Salimos de Galegos recorriendo la falda del Monte de Baixo por senderos de piedra rodeados de alcornocales

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Es invierno y los grandes castaños se han librado de sus hojas, así desnudos, son como grandes fantasmas, esperando la primavera. Y el glorioso otoño, y sus suculentas castañas.

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La parte más baja, la llamada Atalho, descubre las casas portuguesas y sus vivos colores, mucho han cambiado estos asentamientos de frontera, dedicados al contrabando, al estraperlo, donde mochileros y guardias jugaban la ratón y al gato.

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La orografía “rayana”, protege estas antiguas aldeas que surgieron como nidos del viejo contrabando, caso de Galegos y La Pitaranha, en Portugal, o la Fontañera en la misma raya, auténtica frontera entre los dos países, a medida que caminemos iremos descubriendo  caminos de leyenda y nuevos elementos del turismo rural. Al fondo, Marvao vigila,

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El camino apenas conserva su molde original, viejas construcciones nos recuerdan que antaño, estas rutas soportaban un trasiego constante, un comercio al que no se le pudieron poner puertas

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Se conservan los viejos caminos, ascendemos por la pequeña sierra que nos lleva hasta la aldea fronteriza.

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Marvao, la villa, nido de águilas que llamó Saramago, se alza por encima, en lo alto de  la Serra do Sapoio

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La Fontañera, aldea fronteriza, la mitad se sitúa en tierras españolas, la otra mitad se asienta en Portugal. Aquí La Raya, no es más que un mojón de granito, las fronteras mentales están más que olvidadas. Su calle principal comienza en España y termina en Portugal. Son lugares que tienen historia. La de esta pedanía española, en la que apenas viven un puñado de vecinos, tiene mucho que ver con los tiempos del contrabando, de los pasos fronterizos cerrados a cal y canto, de la necesidad hecha virtud.

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Nos dirigimos ahora por los viejos caminos del paraje de El Canchal, por una zona de pequeñas ondulaciones.

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Viejos alcornoques guardan recuerdo de las escaramuzas, de la guerrilla de la supervivencia, del esfuerzo de mochileros que desafiaban al monte para seguir malviviendo

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Descendemos hacia La Jinhas por un camino más limpio bordeando pequeñas huertas y casas de recreo

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Durante algunos centenares de metros andamos por el Camino de Pitarancha, otro de esos senderos de frontera que comunican ambos paises

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Viejos alcornoques de considerable tamaño, siempre han vigilado el camino. Servían de escondite y de trampa

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Así llegamos a Pitaranha, aldea de apenas dos decenas de habitantes que, como las anteriores, creció al abrigo de contrabandistas e intermediarios. Al fondo las Peñas de Puerto Roque

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Ahora sí estamos en la frontera, desde el alto de Fuente Oscura se divisa la Campiña fronteriza. Tierras españolas, al fondo, la Sierra de San Pedro.

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Ahora caminamos por la misma frontera. Las señales de cada país se van sucediendo, a lo largo del camino, cada uno marca su territorio. Al fondo Puerto Roque y sus peñas

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En esta zona denominada casas de Fuente Oscura se ve perfectamente la frontera. A la derecha Portugal, a la izquierda tierras españolas, nosotros caminamos por la zona neutra entre ambos estados

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Ahora caminamos por tierras españolas en el paraje de el Planterío.

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Asoman, como fantasmas, los troncos secos de viejos árboles entre la maleza en esta zona degradada. Frente a nosotros el cortijo El Chumacero, donde se asienta la fábrica de agua embotellada Fuente Fría

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Nosotros seguimos caminando entre estos históricos caminos, abandonados, la maleza los invade poco a poco como si quisiese enterrarlos a la memoria histórica. Este paraje recibe el nombre de Vanda.

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Y de nuevo llegamos a La Fontañera por la parte española que nos recibe con esta fuente dedicada al patrón, que conserva el viejo lavadero de ropa.

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Ahora entramos por España, pero predomina el gusto por los colores portugués. Matrículas españolas, espíritu portugués, una singularidad que resumían a la perfección los compañeros del diario regional HOY

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Nosotros descendemos ya por la pequeña carretera que nos devuelve a Galegos y terminar la ruta, aunque no el paseo.

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A Luisa y a mí nos vence el alma portuguesa, su ‘saudade’ nos invade cada vez que pasamos la frontera y leemos el cartel de Bem-vidos (bienvenidos). El idioma portugués es música pura.

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El día ha de terminar en uno de nuestros rincones favoritos. Marvao.

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«Marvao se ve desde Castelo de Vide, pero desde Marvao se ve todo. Es verdad. Desde Marvao se ve la tierra casi toda: hacia un lado, España, y allí Valencia de Alcántara, San Vicente y Alburquerque…»  -Viaje a Portugal. José Saramago-

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 Villa medieval, callejuelas tortuosas donde cada esquina es arte, rincón tras rincón te enamoras de Marvao, nido de águilas.

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Abajo la fértil vega donde se sitúa la villa romana de Ammaia

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En la raya de Portugal, fortificada desde la Edad media, en los alrededores del Parque Natural da Serra de Sao Mamede, de excepcional belleza, los pequeños enclaves que formaban una frontera difícil, una defensa irrompible, de cerco inexpugnable, son ciudades que han dejado de reunir hoy la doble condición defensiva y fronteriza, pero que todavía conservan nombres tan sonoros y antiguos como Portalegre, Castelo de Vide, Povoa y Marvao.

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Abajo el pequeño pueblo de Portagem cruzado por el río Sever, afluente del Tajo, un lugar muy frecuentado por españoles por su variada restauración y por sus piscinas naturales en el cauce del río

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El castillo de Marvao, su aljibe, el museo, sus murallas o su patio, son una visita recomendable

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Marvão debe su nombre a Ibn Marwan al-Yil’liqui «El Gallego» , líder de un movimiento sufista del Al-Ándalus, que se alzó en armas contra los emires de Córdoba y creó el reino de Badajoz hasta la instauración del Califato de Córdoba. Ibn Marwan tenía refugio en el actual Castillo de Marvão.

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Termina el viaje, un paseo con aire portugués, un ramillete de sentimientos, una manojo de olores. En Extremadura sabemos mirar a Portugal, quienes hemos descubierto esta tierra amable y tranquila, buscamos la frontera muy a menudo. Portugal huele a Portugal, sabe a Portugal. Los años se van llenando de amigos que reencontramos cuando es menester.

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Andando Extremadura no tiene fronteras, Portugal ya no es frontera, para volver siempre hay una puerta en la que colocarse. La abre el corazón, la cierra la ignorancia.-

©vicentepozas2013