Ruta de la Rosa de Alejandría. Olivenza

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La peonía, rosa de Alejandría o rosa de los montes, es una flor que apenas dura un suspiro; en su versión silvestre aparece en muchas zonas de Extremadura en primavera y su floración es visible unos pocos días. Le gustan los montes y pedregales, y está protegida. Es más común al sur de Extremadura pero yo las he visto hasta en la sierras de Villuercas, es decir, las hay por toda la región. Cierto que en algunas zonas tiene una concentración superior y su floración convierte estos rincones en un jardín colorido durante una semana. Es lo que ocurre en la Sierra de Alor, al sur de Extremadura en la comarca de Olivenza, lindando con Portugal. Y por eso los amigos del Club Senderista Prisiñas de Olivenza organizan cada año la Ruta de la Rosa de Alejandría, uno de esos espectáculos que ofrece la dehesa y que te aconsejo que conozcas.

Es una ruta fácil con un pequeño desnivel pero que tiene muchos añadidos además de la floración de las peonías: dehesas, fuentes de los primeros pobladores, cuevas de bandoleros o antiguos chozos de pastores.

Os dejo el track para GPS del club Prisiñas

Comenzamos en Olivenza aprovechando las primeras luces de la mañana. Olivenza ya de por sí merece una visita larga, es una simbiosis perfecta de España y Portugal.

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Aunque nosotros arrancamos en la Charca de Ramapallas, el track que os dejo inicia la ruta en el centro de Olivenza, nuestro desvío se incorpora enseguida al trazado original que nos lleva a los pies de la Sierra de Alor

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La comarca de Olivenza tiene varios paisajes muy definidos. Sus tierras conforman un bello mosaico de ecosistemas, ya que si bien la dehesa de encinas y alcornoques es el hábitat que la caracteriza, también pueden surcarse paisajes de ribera en torno a los numerosos cursos de agua, llanuras cerealistas, y en las sierras de Alor, Monsalud y María Andrés grandes extensiones de bosque mediterráneo.

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Caminamos por esta zona de hectáreas y hectáreas de cereales, Los Labaros, donde se cruzan varios caminos: el de Barcarrota, el de Perrera, el de Santa Lucía o el de San Jorge de Alor.

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En el Cortijo del Caño dejamos la zona más baja y entramos en las estribaciones de la sierra. El paisaje se transforma de inmediato.

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Olivos centenarios conviven con el bosque mediterráneo y la vegetación es diferente. La Sierra de Alor tiene forma de gigante tridente, entre uno de sus huecos nos adentramos en ella.

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En esta tierra roja donde los olivos saben más de historia y de años que nosotros, las primeras peonías se colocan al abrigo de su copa. Los que venimos por primera vez nos tiramos a fotografiarlos al momento, quienes conocen la zona nos aconsejan que tengamos paciencia, el espectáculo no ha llegado todavía.

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La ruta tiene muchas variantes, la indicada en el cartel es una de ellas, comenzamos junto a San Jorge de Alor y terminamos al comienzo del camino que da acceso a la Sierra, es un lugar muy visitado por la gente de aquí.

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Y de repente entre encinas y jaras, como convocadas por algún embrujo polinizador comienzan a asomarse las flores de la Rosa de Aljandría.

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La peonía de aquí  –Paeonia broteri- tiene flores hermafroditas grandes, solitarias, de 5 sépalos y de 5 a 10 pétalos, de color rojo, con numerosos estambres y anteras amarillas, carpelos lanosos. Fruto en folículos cubiertos con pelos blanquecinos que contienen semillas que cuando maduran son negras.

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En el habitat de esta flor encontramos joyas como esta, la fuente de Val do Gral que servía, y sirve para dar de beber a las cabras y sus cabreros, antaño venían hasta aquí las gentes del cortijo de Pedra Furada que transportaban el agua en cántaros.

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Piedra caliza, tierra roja en la que el bosque mediterraneo se encuentra cómodo y donde la primavera es un espectáculo.

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Y como tamizadas por la sierra aparecen plantas de peonía por todas partes, cada planta es como un ramo, de una misma raiz salen varias flores. Técnicamente, los botánicos, la describen así: Es una planta de hasta 70 cm con vistosas flores rojas. Tiene hojas simples divididas (uniternadas o biternadas) a veces aovadas u oval-lanceoladas de color verde brillante por el haz y glabras por el envés, sésiles o subsesiles, de ápice agudo, de 16 a 19 foliolos de 3 a 4 cm de ancho. Tallo glabro de 50 cm de altura, en cuya base hay unas hojas de color rojo.

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En castellano la conocemos por muchos nombres: albardera, bolas de peonia, cebolla chilre, cebolla churri, cuernos, duelecabezas, empaine, empaines, empeine, empeines, escaramondamanos, escaramón, flor de la epilepsia, flor de la maldita, flor de lagarto, flor de lobo, flor de rejalgar, flor del diablo, flor maldita, hierba de la almorrana, hinchagüez, hinchamanos, lirio montés, lirios, matagallina, matagallinas, paeonia, pata de gallina, pata de gallo, pedonia, peonia, peonia real, peonía, peonía macho y hembra, peronía, perruna, pionea, pionia, pionía, pionía de los matorrales, polonias, ponea, quemaojos, rejalgar…

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…rosa, rosa albardera, rosa cagalerosa, rosa de Alejandría, rosa de Santa Clara, rosa de Santa María, rosa de lagarto, rosa de lobo, rosa de monte, rosa de rejalgar, rosa de sarna, rosa del diablo, rosa del monte, rosa macho y hembra, rosa maldita, rosa marchita, rosa mojosa, rosa montesa, rosa montesina, rosa montés, rosa peonía, rosa perruna, rosa puposa, rosa silvestre, rosas del diablo, rosón, rosón del diablo, saltaojos, tamo real, tufona, yerba baaras, yerba casta, yerba de Santa Rosa.

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Hemos venido en el momento cumbre de la floración y disfrutamos de un entorno mágico, como si cientos de enanitos del bosque las hubiesen sembrado la noche antes para nosotros, una alfombra natural que convierte a la Sierra de Alor en Lugar de Interés Comunitario, LIC, formando parte de la Red Europea de Espacios Protegidos Natura 2000.

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Os decía que entre las sorpresas que ofrece la sierra se encuentran los majanos de piedra, estos chozos pastoriles que aún se conservan en pie.

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Alguno restaurado para que la historia se pueda seguir estudiando y admirando. Pero en el paseo observaréis explotaciones ganaderas, las majás, hornos de cal e incluso restos de un poblado de la Edad del Hierro.

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El espectáculo va más allá, cuando llegas a la parte más alta de la sierra, al Pico Alor, 611 metros, descubres las dehesas inmensas que han convertido a Olivenza en tierra de toros; cortijos repartidos entre extensiones de encinas en el Valle de Táliga, cortijos con nombres, como ya habréis notado, que ponen de manifiesto que estamos en la frontera con Portugal y que Olivenza perteneció al país luso: cortijo del Freixo (del torero El Juli), de los Manantíos, del Guisarral, del Paxariño, del Azoche, de la Cristina, de Monte Alto o de Cascaiciños.

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Arriba en la sierra el punto geodésico se ha convertido en un bello mirador que ofrece un paisaje en 360º, el mapa real de esta frontera mágica que es Olivenza y su entorno.

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Desde aquí se observa la sierra de Montelongo, otro delicioso lugar, debajo, el Cortijo de los Morines y el de Playas Altas.

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Te das la vuelta y Olivenza y el llano se sitúan hacia el norte, detrás el fronterizo río Guadiana y los restos del Puente de Ajuda que unía los municipios de Olivenza y Elvas. Construido por el rey portugués Manuel I en 1509. Durante la Guerra de Sucesión Española fue parcialmente derribado por los españoles en 1709. Imagino que nos hemos arrepentido de aquello muchas veces, pero tampoco hemos sido capaces de construir uno nuevo.

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Pero el verdadero espectáculo durante unos días sigue estando abajo, entre las oquedades calerizas, encinas, olivos y jaras, donde se dibujan las rosas de monte, rosa que destaca sobre mil tonos de verdes.

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Damos marcha atrás y descendemos de la sierra buscando otra refencia más que la Sierra de Alor esconde.

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Se trata del refugio del bandolero Diego Barrantes, un héroe popular del siglo XVIII que en tiempos de contrabando, cuando Olivenza pertenecía a Portugal, robaba caballos en España y los vendía aquí, como todos los bandoleros, alrededor de su historia existe una leyenda inflada que convierte al personaje en un mito.

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Abajo, ya entre sierras, el llano labra la tierra roja y olivos y ovejas se funden en lo cotidiano, la belleza de arriba, para quienes no vivimos aquí, es rutina para los oriundos.

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Tomamos el camino que nos lleva hacia la Quinta de San Juan donde dejamos las elevaciones del Alor y entramos en un mar de cereales.

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Desde estos llanos domados la sierra se dibuja al fondo, las extensiones de cereales nada se parecen a las dehesas pero no podrían vivir sin ellas. Son tantos paisajes y son uno solo los que la comarca oliventina ofrece a quienes, visitantes de frontera, venimos a disfrutarlos.

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Las rosas han quedado arriba, su belleza compartida en mil fotografías y otras tantas admiraciones las vuelven inmortales, pero se marchitarán apenas en un suspiro. La buena noticia es que todo es temporal y el ciclo de la vida volverá a conseguir el milagro, y el próximo año, allá por abril o mayo todos sabremos que las peonías han florecido y acudiremos solícitos a su encuentro. y así un año, y otro, y otro…

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Olivenza, Oliventia, no puede negar que siempre fue portuguesa, guarda su alma lusa, su saudade, en edificios, portadas y ermitas. La parsimonia de sus gentes, como si tuviesen una hora más para todo, es contagiosa, vienes y suspiras. El equilibrio es norma, Olivenza es perfecta, un goce, una invitación tan dulce como su técula, brava como su afición, rayana; alma ibérica que aquí borra la frontera para reclamar la unión aún sin puente, a pesar de que la todopoderosa Agencia Central de Inteligencia estadounidense, la CIA, siga convencida de que el pequeño municipio extremeño de Olivenza es una zona de conflicto internacional. Cosas de americanos. Olivenza es así.-

                                                                                                                                              @vicentepozas2015

Ruta por Carmonita. Sierra de la Lombriz

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Track de la ruta

Esta vez nos trasladamos a la localidad pacense de Carmonita, la ruta de 22 kms, organizada por la Mancomunidad Lácara-Los Baldíos, recibe el nombre de Ruta de los Garbanzos porque termina con una deliciosa garbanzada que ofrece el equipo de Dinamización Deportiva de la Mancomunidad. Carmonita se sitúa en el triángulo entre Cáceres, Badajoz y Mérida, por tanto, es fácil encontrar alojamiento. El camino es precioso, transcurriendo entre dehesas agrestes de alcornoques y encinas, algunos ejemplares impresionantes. Pasamos junto al Dolmen de Carmonita, y seguimos ascendiendo para llegar al primer avituallamiento en la Sierra de la Lombriz, plagada de Jaras y eucaliptos, y disfrutaremos a lo largo de esta travesía de espectaculares vistas del Alcuéscar, Casas de Don Gomez, y todo el Valle del Lácara con los Embalses de Cordobilla de fondo. Así llegaremos al 2º punto de avituallamiento hasta el punto mas alto de la ruta, casi 800 metros, para seguir disfrutando de las vistas y descender finalmente por el balneario del Trampal.

 La ruta se inicia en la pequeña plaza de Carmonita, junto a una carpa instalada para la ocasión en la que somos agasajados con un café caliente y unas migas extremeñas para templar el cuerpo en una fría mañana de otoño.

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La niebla de la mañana quiere retirarse y deja, nada más salir, imágenes maravillosas de esta comarca extremeña, este es el Cerro de Quebrantahuesos, descubriéndose a nosotros.

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Partimos por el Camino de Aldea del Cano, junto al regato de San Blas. Una zona entre sembrados y dehesa; esta es la Dehesa de Carmonita, bellísima y bien conservada.

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Lo primero que nos encontramos en el camino es el Dolmen de Carmonita. Bien como sepulcro colectivo, o incluso posiblemente como marca del territorio donde habitaba un grupo indígena, si no mezcla de ambas funciones, el dolmen de Carmonita es un sencillo, bello y buen ejemplo de esta construcción de tipo megalítico elevada en medio del bosque mediterráneo.

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Junto al Arroyo de la Huerta y en las zonas más bajas, la lluvia caída los días antes ha dejado los caminos anegados y obliga al caminante a buscar el paso alternativo, aunque siempre hay valientes que desafían los charcos, protegidos por el calzado adecuado.

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Atravesando la Huerta del Cortijo del Corral la dehesa se despereza y se libra de la persistente niebla, dejando a nuestra paso una imagen deliciosa del bosque mediterráneo.

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Entre La Sierra y el Cerro de los Albercones persisten las nubes bajas y el frío de la mañana se pega a nosotros para alargar esta gélida mañana otoñal.

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La dehesa ha sido rota por las obras del futuro trazado del AVE que nos vemos obligados a cruzar, una herida en esta zona virgen que nos acompañará durante algunos kilómetros.

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Atravesamos el paraje de El Rosal donde encinas y alcornoques dan paso a algunos rayos de luz que dibujan el camino ancho, amplio y cómodo. No hemos comenzado el ascenso hacia la serranía de San Pedro

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Paseamos junto al Cerro de las Cañas por la Huerta del Rosal antes de iniciar un suave ascenso que se irán endureciendo poco a poco. A esta alturas las piernas ya están calientes y soportan los cambios del terreno. La lluvia de este otoño deja el campo listo para ser disfrutado.

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Estas mañanas de fuertes y sorprendentes contrastes son recomendables para que las fotografías dejen ese halo de misterio que siempre proporciona la niebla.

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El primer avituallamiento se realiza tras el primer ascenso, en la zona conocida como Puerto Viejo a 557 metros de altura, la niebla aquí es más densa, se agarra todavía.

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Ahora sí comienza el desnivel más duro de la ruta, la Sierra de La Lombriz. La organización ha previsto dos trazados, para los más preparados de casi 22 kms. y para quienes ya no quieran continuar la ascensión de 16, así evitarán las últimas pendientes a la zona más alta de la serranía.

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En este bosques de eucaliptos y jaras se cosecha miel, aunque el frío a esta hora mantenga a las obreras aletargadas, por suerte para nosotros.

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Más arriba en el Cerro del Canchal la densa nube nos impide disfrutar de las vistas de la dehesa y su entorno, pero esto tiene su magia, no hay mal que por bien no venga.

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Afortunadamente, y tras un par de kilómetros la niebla comienza a retirarse y nos descubre un paisaje regalado por la altura.

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A veces en el camino hay que sortear imprevistos, la caída de un árbol impide el paso y nos obliga, a los pocos que hemos decidido continuar el ascenso, a remontar el alud de tierra que bloquea el sendero. Nada que no se pueda hacer entre todos.

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Desde el Puerto del Trampal, se observa, o debería, la vecina comarca de Montánchez, hoy la niebla deja sólo esta imagen y entre las nubes sólo asoma la Sierra montanchega y  sus antenas.

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En frente, la niebla se ha retirado y la comarca de Lácara aparece así, a la izquierda el Balneario del Trampal, al fondo Carmonita, punto final de la ruta.

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Lo llaman el Valle Hondo, una zona que muere en las sierras de Aljucén y el Parque de Cornalvo a la izquierda. Extensas dehesas de uso ganadero mantienen el paisaje.

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Comenzamos el descenso por el llamado Puerto de Carmonita en una hondonada por donde corre, cuando hay agua, el río del Trampal de Carmonita.

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El descenso acusado por la ladera de Peña Parda nos adentra, de nuevo, en la dehesa que dejamos al encaramarnos a la sierra.

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De nuevo grandes alcornoques nos salen al paso, caminos anegados, tierra roja, en El Pajonal.

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Así llegamos a uno de los secretos de la zona, el Balneario Fuentes del Trampal, que aunque esté en tierras pacenses pertenece al término municipal de Montánchez, un lugar muy frecuentado por quienes buscan tranquilidad y un poco de reposo

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Por el camino de Alcuéscar, después de dejar pasar muchas fincas y pequeñas explotaciones agrícolas retornamos a Carmonita.

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Tiempo para volver la vista y observar la Sierra de la Lombriz, que ahora se antoja lejana pero que hemos disfrutado hace apenas una hora. Desandamos el camino con la vista.

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Entramos en Carmonita después de 22 kilómetros y cinco horas de camino, la ruta ha merecido la pena….

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… y el premio final también porque nos espera un exquisito plato de garbanzos del que damos cuenta sin demora. Termina la Ruta de los Garbanzos, ha sido la tercera edición. Los dinamizadores deportivos de la comarca Lácara- Los Baldíos trabajan para dar a conocer su territorio a base de rutas de senderismo en un programa que denominan 7 rutas 7 y que se extiende a lo largo del año.

PA200234phUna más, no van pocas pero quedan muchas. Esta vez hemos conocido una comarca, una localidad y sus sierras que siempre nos llaman desde la carretera cuando viajamos de Cáceres a Mérida, o viceversa. Merece la pena venir, otro lugar para recorrer, andando Extremadura.

©vicentepozas2012

Ruta de Peñas Blancas. La Zarza

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El club de senderismo Peñas Blancas de La Zarza, antes llamada Zarza de Alange, organiza desde hace ocho años la Ruta de Peñas Blancas, un recorrido de 18 kms de dificultad media que nos lleva por unas parajes increibles e inesperados. Las panorámicas que nos ofrece la subida a la Sierra de Peñas Blancas o caminar por el valle de la Osa o Los Valencines son añadidos a una ruta que nos descubre un pequeño valle situado entre sierras, desconocido para muchos pero sorprendente. La ruta, magnificamente organizada, congregó a más de 1.000 personas, y allí estuvimos nosotros.

El día comenzó gris, pero esto no desanimó a nadie, todos esperábamos la salida impacientes


La salida del pueblo de La Zarza y, por tanto, los primeros momentos de ruta concentran a los participantes que irán dispersándose a lo largo del camino


Salimos de La Zarza por el camino de la Cueva de la Calderita recorriendo esta zona que llaman Huerta de San Antonio


El día quiere clarear y comienza a ofrecer imágenes magníficas

Los más rápidos en cabeza ya comienzan a ascender a Peñas Blancas, a La Calderita, la niebla cubre aún la sierra a primeras horas de la mañana

El camino se estrecha en la subida a la sierra y nos abliga a ir en fila de uno, este es el tramo más complicado de la ruta

A mitad de la ladera se encuentra La Cueva de la Calderita, perfectamente señalizada, donde encontramos pinturas rupestres, rastro de la presencia de los primeros pobladores de estas tierras

Al coronar la sierra, el día se abre y nos ofrece una postal de estas tierras de la Vega del Guadiana, en estos parajes, sobre todo, olivos y pastos. Julia, Alicia y Luisa, inmortalizadas arriba, al fondo La Zarza.

Es una paleta de colores que no te cansas de mirar. La imagen de una Extremadura, dedicada a la agricultura, que dibuja un paisaje de labranza. Al fondo Mérida, la urbe romana.

Sólo hay que girar la cabeza en esta cima pra descubrir al otro lado la localidad de Alange, el pantano y su castillo

Dejamos este lugar para continuar por la falda de la Sierra de Las Molineras para coronar el Puerto de Las Hoyas y comenzar a descender por la umbría.

Vamos dejando Peñas Blancas por la Umbría de Soria camino de la Huerta Monje, primer avituallamiento de la ruta

La organización daba la posibilidad de realizar una ruta alternativa sin subir a la sierra, quienes optaron por recorrer el camino más fácil ya se adentran en el Valle de la Osa.

En el avituallamiento nos encontramos con esta particular ambulancia que el club de Zarza lleva a la ruta, ni que decir tiene que fue el que más amigos hizo.


Hemos dejado atrás Peñas Blancas, el camino se suaviza en este valle y ofrece paisajes diferentes, es como si comenzase una nueva ruta.

Desde abajo los olivos se presentan disciplinados, tierras limpias, ciudadas que miman el árbol

Un paisaje de contrastes a medida que vamos andando, aquí cerquita del Arroyo de la Calera

La peculiaridad del Valle de la Osa y Los Valencines es que se encuentran flanqueados por La sierra de Peñas Blancas y esta que ahora nos vigila, La Sierra de Juan Bueno, que recorreremos paralela a la vuelta.

Otra sorpresa de la ruta, el Pinar de los Valencines que atravesamos por el camino de Oliva de Mérida

Es un paisaje que recuerda a zonas del Norte, un valle que guarda sorpresas y muchos matices que vamos disfrutando a medida que hacemos el camino

Una paleta de colores, diversa, pinceladas que siembra el hombre


Vamos moldeando la tierra para nuestro uso; los matices los descubres caminando, pisando, de cerca. Nosotros continuamos hacia el Puerto del Lobo para coger la Sierra de Juan Bueno por la umbría.

Este camino nos muestra, de nuevo, interminables olivares por una zona que conocen como El Castillejo y la Dehesa Zapatera. Tierra roja, de barros


En un momento la sierra se corta y en una hondonada descubrimos la Mina de la Zarza, La Mina de Piedrablanca

Una explotación minera, ya cerrada, a cielo abierto donde se extraía el caolín o la pizarra sericítica que era conocida popularmente como “tierrablanca”.

Precisamente ese color es el que confiere al agua este aspecto que recuerda a los mares del Caribe, el fondo blanco crea este efecto óptico aumentado por el rojizo tono de las paredes


Seguimos adelante ahora por la solana de la sierra que sigue ofreciendo matices nuevos, la ruta es un menú de colores, todos regalados a la vista.

Por el camino de Peñas Blancas comenzamos a descender hacia La Zarza

Tras 18 kilómetros en los pies, llegamos al destino, impresionados con el paisaje y la compañía

Pasamos por San Martin de Tours, Bien de Interés Cultural, para terminar el camino

La organización nos obsequia con una paella y un pequeño regalo como recuerdo de nuestra participación


Yo he disfrutado de la compañía de unos pocos amigos que nos hemos ido haciendo habituales en la costumbre de recorrer caminos, Juan Antonio, Julia (haciendo la foto), Alicia y Luisa.

Y de la gente del club de senderismo Peñas Blancas por su excelente organización y su trato y por regalarnos una de las rutas más bonitas que he hecho este año. Pedro Espinosa atento a todo, no perdió detalle.

Yo recordaba en un artículo, las palabras de San Agustín que afirmaba que una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio… Cuando entras en la dinámica de marchar a pie, las distancia no las mides en kilómetros, si no en tiempo. El refranero español es rico: ‘Caminos hacen amigos’, ‘Más vale camino viejo que sendero nuevo’ o ‘En camino largo, corto el paso’…


Caminando te encuentras, se hacen amigos, es cierto, pero lo mejor de todo es que descubres paisajes que ni imaginabas, una diversidad que sorprende, que embelesa. Y por añadido descubres que hay estaciones, que hay colores, tonos, olores, momentos e instantes que únicamente duran un minuto. Si quieres ser testigo de ellos, lo mejor es que te coja Andando Extremadura.-

@vicentepozas.abril2012

Ruta Castillo de Azagala. Alburquerque

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Nos hemos trasladado hasta una zona de escarpadas sierras, de una riqueza infinita, de una belleza que te inunda, te aplasta. Fronteriza. La Sierra de San Pedro. Es como un gran escondite que guarda tesoros que se van transmitiendo celosamente de habitantes a viajeros. Una tierra bañada por ríos, castillos, grandes haciendas, pueblos, tradiciones y caminos que nos llevan y nos traen por buena parte de la historia de Extremadura. Sus castillos dan fe de que fue zona defendible, la raya de papel, la maldita frontera que nos separa. Nosotros vamos a conocer una de estas fortalezas, desgraciadamente abandonada y expoliada poco a poco, una telaraña en tiempos en los que la prisa y el dinero condicionan parte de nuestra memoria que aquí, en estas murallas, se va cayendo sin vergüenza de nadie.
La ruta hasta el Castillo de Azagala que despidió a sus últimos moradores allá por 1995 y que hoy, abandonado, sigue imponiendo un respeto silencioso cuando se recorren sus patios o se asciende a sus torres. Son 15 kilómetros fáciles de hacer pero de una belleza magnífica. Jaras, roquedos, agua y un castillo para recibirnos. Para iniciar la rura nos trasladamos a Alburquerque y una vez allí buscamos el camino de la Presa de la Peña del Águila. Hay varias opciones para hacerla, una es llegar hasta la presa y recorrer los poco menos de cinco kilómetros que hay hasta la fortaleza, nosotros hemos preferido una ruta algo más larga que nos haga disfrutar de la zona. Partimos de un enclave, indicado del que parten varias rutas, nuestro camino, Ruta 1, Castillo de Azagala

Iniciamos la marcha en una zona ganadera, explotada y con una dehesa limpia y cuidada, los caminos están arreglados y facilitan la caminata. Recién comenzamos.

Al dejar las fincas más abajo, comenzamos una ligera subida por un terreno algo más escarpado que nos recibe con la jara en flor y con un olor que lo inunda todo. Huele a Extremadura, debe ser algo así cuando lo piensas

Pequeños repechos que para el caminante son una delicia, pues de repente, se descubre un paisaje nuevo, una sorpresa que anima a seguir andando

Nuestro asombro venía del cielo esta vez, una bandada de buitres leonados, cada vez más habituales en Extremadura, sobrevolaba nuestras cabezas.

Descansaban tranquilos sobre las rocas, jugando en el vuelo y disfrutando, seguro, de mejoras vistas que nosotros.

Aunque, como queda demostrado, nosotros no podemos quejarnos. Inmenso terreno, una alfombra de jaras que se pierde a la vista.

Así descendemos otra vez hacia la dehesa, un sube y baja a la vista que nos hace caminar en silencio

Ha sido un invierno lluvioso, el camino se interrumpe invadido por el agua, un pequeño arroyo se convierte en un obstáculo insalvable…

…aunque siempre hay una alternativa

Salvado el escollo, pisamos ahora una dehesa de foto, preciosa en este tiempo en el que los colores y olores nos van empujando…

Es tiempo de flor de jara en Extremadura

Las indicaciones en pizarra; estamos cerca de Villar del Rey, tierra de ellas, nos dicen que llevamos el camino correcto. Reagrupamos senderistas.
Una piara de ibéricos nos observa indiferente, más preocupados en comer y engordar para mayor gloria de futuras exquisiteces.

La dehesa es autosuficiente

Nosotros seguimos informados. La Ruta se va construyendo.

La dehesa se va dibujando de primavera obligada de marzo. Estalla la flor en cuanto el frío se retira. Esta tierra es así de agradecida.

Traspasamos las muchas puertas del campo para afrontar el camino hacia el castillo.

Y la presa de la Peña del Águila aparece ante nuestros ojos, recoje las aguas del río Zapatón entre Villar del Rey y Alburquerque

Al fondo el castillo de Azagala ya nos vigila… y nos llama.

Hasta allí ascenderemos para abrumarnos con la belleza de la zona en un día gris pero delicioso.

No somos los únicos, un grupo de ciclistas recorre el camino que lleva hasta el castillo.

Nuestro paso es tranquilo, la dehesa nos arropa y no hay prisas por conquistar la fortaleza

Allí arriba, la vida es otra. Los espiritus de los años y de quienes aquí vivieron nos andan llamando.

Ahora lo que viene es la subida, y esa sí es insalvable.

Mientras tanto el pantano se muestra a la vista. A 5 Km de distancia de la localidad de Villar del Rey, se abastece del río Zapatón. Fue construido en el año 1903 e inaugurado por el Rey Alfonso XIII. En el año 1988 se llevaron a cabo obras importantes para poder almacenar más agua para el abastecimiento de Badajoz capital y poblaciones del entorno. El muro antiguo quedo sepultado por las aguas y aún se pueden divisar sus castilletes emergiendo de las aguas en los años de sequía. Abundan la carpa común y royal, barbos , bogas y black-bass, haciendo frecuentes repoblaciones de carpas y black-bass.

La Fortaleza de Azagala está cada vez más cerca

Algunos, en avanzadilla, van llegando a sus puertas ¡ah del castillo!

El pantano sigue creciendo a medida que continuamos subiendo

Hemos llegado a Azagala. En la misma línea natural del castillo de Alburquerque, se yergue soberbio y majestuoso el castillo, mitad fortaleza, mitad residencia de nobles y campesinos.

Dicen las crónicas que en un principio, el señorío de Azagala formó parte del » Alfoz » o distrito de Badajoz. Más tarde lo tomaría en posesión D. Juan Alonso de Alburquerque para dejarlo a D. Martín Gil de Sousa; Este a su vez, en 1312, ante la oposición de su cuñado Alonso Sánchez, lo lego a su sobrino D. Pedro Castro. En 1373, recibió el castillo el Infante D. Sancho que lo donó en 1416, a su hija Dª Leonor de Castilla, condesa de Alburquerque y reina de Aragón, de quién lo heredaría en 1426, su hijo, D. Enrique, el Infante de Aragón. Recuperado el señorío de Azagala por la Corona, esta la cedió a D. Alvaro de Luna. A su muerte, en 1461, el Rey D. Enrique IV lo devolvió de nuevo a la Orden de Alcántara. D. Alonso de Monroy, Clavero de la dicha Orden, conocido con el sobrenombre del » Sansón Extremeño, falleció en Junio de 1511 en la fortaleza a la edad de 92 años. En 1750 la Encomienda sería comprada por D. José Gómez de Terán, Marques de Portago.

Nosotros hicimos una pequeña foto de familia desde la torre del homenaje que aún se conserva

Yo también estuve, y esta vez dejo constancia de ello

Era imposible abstraerse y no llevarse guardada la imagen de esta fortaleza que quizá no volvamos a ver pues se encuentra en un estado de total abandono y en proceso de ruina galopante.

Detalles de su pasado glorioso, impresos en mármol. Tarjetas de visita de las familias que habitaron estas almenas.

Tiene forma rectangular y se divide en tres recintos. La puerta de acceso al recinto principal, ante la que se extiende una explanada con barbacana, se ofrece entre dos torres, la de la izquierda pentagonal y la otra cuadrada, y se abre al oeste, mediante un arco adovelado, de medio punto.

Los restos de la antigua iglesia deteriorados. Muebles que seguramente valdrían una fortuna se caen de vergüenza y de abandono.

Es de destacar la torre de Armas, cuadrada de dos plantas, levantada con granito y mampostería.

Nosotros tratamos de imaginar cómo sería la vida en otros tiempos del medievo o en algunos no tan lejanos, al fin y al cabo estuvo habitado hasta hace algo más de 15 años

Privilegiado entorno, y difícil seguro, en una tierra donde la vida es lo bastante dura, las comodidades no han existido nunca, no era vivir por lo que se luchaba, si no por sobrevivir y es que este castillo fue, seguro para muchos, una cárcel de oro.

Su lugar es un promontorio que permite que nuestra vista disfrute de las escarpadas sierras. Esta en la que se levanta el castillo se conoce como Sierra de Santiago

Dejamos estas galerías silenciosas y ruinosas, admirados por la construcción, pero enojados por que tan rico patrimonio caiga en el abandono, sea público o privado, nadie debería permitir que la historia cayese al suelo estrepitosa y olvidada para arrepentirse cuando ya nada pueda hacerse.

Desde semejante atalaya el paisaje no entiende de fronteras ¿cuántos ojos habrán defendido este enclave?

Por encima de nosotros las grandes rapaces mandan en el cielo. Estamos vigilados.

No tienen prudencia ante nuestra presencia y hacen del vuelo raso nuestra compañía y admiración

Se quedan mirando desafiantes, atentas a nuestros movimientos. Mientras damos cuenta de nuestras viandas

Repuestas las fuerzas, iniciamos el descenso. Guerreros que hemos sido por un rato; príncipes y princesas de ese cuento infantil con el que siempre hemos soñado, y decepcionados al comprobar que la historia no siempre tiene un final feliz. El de esta fortaleza es el de desaparecer.

Las dehesas de esta zona de Extremadura son especialmente bonitas, onduladas, limpias y de una fauna y flora de libro.

Nosotros vamos descendiendo al valle, para retornar al camino

En la dehesa deshacemos lo andado, disfrutando de otro paisaje mediterráneo y exclusivo

En una primavera especialmente bella que contradice a los agoreros que, año a año, nos anuncian que un tiempo tremendo se llevará todo lo nuestro. Que vengan a Extremadura.

Quienes conocen la idiosincrasia del bosque mediterráneo, disfrutan de estos meses, uno o tal vez más, en los que estos campos se muestran inmensos, hay una paz indescriptible y parece que hasta los relojes se paran cada cinco minutos a descansar del tiempo
La Jara es un manto de flores que protege la tierra de la erosión y el tiempo y que anuncia con flores que el calor extremeño ha llegado
Es difícil caminar por el campo y luego no contarlo. Este es el propósito. reflejar en imágenes los colores que se descubren andando Extremadura. Los caminos se conocen cuando se recorren a pie. Los grandes viajeros nunca han tenido prisa. Nosotros tampoco, caminando a unos 4 kilómetros a la hora, tenemos tiempo para descubrirlo todo, y así lo contamos. Que conste.
Vicente Pozas. Abril 2011