Ruta Vicentina. Trilho dos Pescadores. Portugal

Esta vez dejamos Extremadura para viajar por la última frontera oeste de Europa, os invito a descubrir la Rota Vicentina, entre las riberas recortadas de una de las zonas costeras más bonitas y mejor conservadas de Europa. Esta red de senderos a pie en el Sudoeste de Portugal de 450 km, atraviesa las regiones de Algarve y Alentejo y está formada por el Caminho Histórico, el Trilho dos Pescadores y varios Itinerarios Circulares en el Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina. Como se hace por etapas cada uno puede planificar su viaje como quiera.

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MAPA DE LA RUTA VICENTINA

Nosotros escogimos el denominado «Trilho dos Pescadores» que sigue siempre junto al mar por caminos de acceso a playas y pesqueros, a lo largo de 125 kilómetros, entre Porto Covo y Cabo de São Vicente. Es un recorrido exclusivamente a pie y exigente. Está organizado, de manera oficial, en cinco etapas y cuatro itinerarios complementarios y constituye un desafío en contacto permanente con el viento del mar, con la aspereza del paisaje costero y con la presencia de una naturaleza salvaje y persistente. Nosotros hicimos cuatro etapas: Odeceixe -Playa del Carvalhal, Carvalhal-Almograve, Almograve-Playa de Malhao y Playa de Malhao-Porto Covo. Ya os digo que se puede hacer como se quiera, aunque en el enlace tenéis las etapas oficiales

La ruta Vicentina está considerada por la Federación Europea de Senderismo o E.R.A. como una de las mejores rutas de senderismo de toda la comunidad europea.

Un camino singular que une Santiago do Cacém con el Cabo de San Vicente, y que podemos asegurar que es altamente recomendable si eres de los que, como a nosotros, te gusta el senderismo y la naturaleza.

Odeceixe es una playa estupenda, aquí es donde arrancamos, si queréis llegar hasta aquí buscad las indicaciones a la playa antes de llegar al pueblo, pues no se puede cruzar sin atravesar por el agua. Nuestra primera parada antes de iniciar el camino.

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Nada mas ascender el acantilado tenemos un ejemplo del paisaje que nos acompañará estos días: costa y pueblos.

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La mayoría de estos senderos atraviesan grandes arenales y caminos de arena de dunas, con lo que eso conlleva físicamente.  Hay que tenerlo en cuenta, andaremos casi siempre por dunas lo que exige un esfuerzo extra. La ruta está perfectamente señalizada, como siempre en Portugal, esto hace el camino muy fácil.

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El esfuerzo merece la pena, tómatelo con tranquilidad y disfruta del paisaje, de hecho, te encontrarás a mucha gente en el camino que se ha hecho muy popular.

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Ya os he puesto la página oficial de la Rota Vicentina aquí tenéis todo tipo de información sobre rutas, alojamientos, restaurantes, etc. La única pena es que aún no la han traducida al español.

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La belleza de los acantilados del océano Atlántico impresiona, de hecho, lo que más verás es gente echando fotos.

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La frontera de Europa, caminar por ella te hace tener una sensación extraña pero muy bella.

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Hay indicaciones constantes para que no te salgas del sendero y respetes el entorno, no olvides que estás en el Parque Natural de la Costa Vicentina y es un espacio protegido.

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El camino tiene estas sorpresas, una granja de avestruces en el trayecto, y más adelante un zoo al aire libre. Aquí terminamos esta primera etapa para calentar piernas tras un viaje largo desde Cáceres.

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La segunda etapa arranca en la playa del Carvalhal, hoy 25 kms por duna casi todo el tiempo, empezamos temprano.

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La marea baja nos deja estas lenguas de arena en muchas de estas playas que tienen bandera azul, Portugal cuida mucho sus playas y eso se nota.

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Las primeras luces de la mañana nos dejan estos paisajes infinitos, Zambujeira al fondo.

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Zambujeria do Mar es un pequeño pueblo blanco, con tres playas magníficas, la tercera de ellas nudista. Aquí viene mucha gente a última hora a disfrutar del atardecer, nosotros no fuimos menos, más adelante tenéis las fotos.

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Haced una parada en el Porto das Barcas, justo al final de un pequeño tramo por carretera, es el único. Disfrutad de la pequeña terraza que hay en el puerto, merece la pena, a partir de ahí queda un tramo más largo hasta el faro de Cabo Sardao.

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Para un extremeño como yo, acostumbrado a convivir con cigüeñas, fue una sorpresa encontrármelas anidando en los acantilados, pero hay muchas y no parece importarles ni el viento, ni la humedad.

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La franja litoral entre Odeceixe y Burgau denominada Costa Vicentina es un Algarve diferente, en el que la naturaleza, que permanece intacta, tiene un carácter fuerte y salvaje, que se traduce en paisajes de una imponencia deslumbrante.

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Las playas se suceden, ya sean extensos arenales interminables o más pequeños enmarcados por grandiosos acantilados de esquisto y piedra caliza. El mar, agitado, produce una sinfonía natural, que sirve de banda sonora para este paseo a la orilla del mar. 

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Hay ratos en los que da vértigo caminar porque avanzamos muy al borde del acantilado.

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Parece un paisaje constante pero no lo es, cambia, se altera, pocas veces se aleja del mar, repito, es una sensación extraña caminar por uno de los bordes de Europa si eres consciente de ello.

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Es un día largo, los últimos diez kilómetros de hoy sin duros, aunque el paisaje te eche un guiño para continuar.

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Arena, arena, arena, parece que no avanzas, te hundes una y otra vez. Hay que venir preparados para ello como os decía o plantearse rutas más cortas, el esfuerzo físico es exigente.

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Y así llegamos, casi 24 kms con una media que no llega a 4 kms/h. No hay desniveles, es la arena que te frena, que te exige más a cada paso que das, pero merece en la pena, y mucho. Hemos llegado a Almograve, ahora a descansar.

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Tercera etapa. Partimos de Almograve camino de Vilanova de Milfontes, 25 kms en el corazón del parque Vicentino.

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Es una etapa curiosa que se separa de la playa en algunos momentos por una zona de regadío y agua que deja estas estampas curiosas

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A ratos cuesta andar por este bosque de jaramagos gigantes, aquí con el agua del mar todo es enorme, cualquier arbusto se convierte en árbol. El mantenimiento del camino es constante, de hecho, se ve que son cortados con frecuencia para posibilitar el paso de senderistas.

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Curiosamente este tramo termina en una campo de césped para campos de fútbol, no dejéis de fijaros en como cortan las tiras de césped y las enrollan para su transporte. Claro, lo primero que haces es tirarte.

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Esta etapa tiene una parada intermedia en Vilanova de Milfontes que nos obliga a cruzar el río Mira por el puente de la carretera, eso sí, después de disfrutar de la playa das Furnas. Vilanova es muy turística y merece una visita.

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El tramo que queda es precioso, junto a acantilados enormes y termina en la playa de Malhao. Un lugar muy buscado por surfistas, y muy tranquilo.

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Esta vez terminamos en la playa, aquí están muy preparadas, la accesibilidad y la facilidad y servicios es evidente. Es Portugal.

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Un bañito para relajar las piernas. Atlántico fronterizo.

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Última etapa de las que hemos preparado, esta es algo más corta porque nos queda el viaje de vuelta. Iremos de la playa de Malhao hasta Porto Covo, aquí ya no hay acantilados y la playa está al borde del camino

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Cambiamos los altos acantilados por enormes arenales para disfrutar de las playas de Nascedios, Saltinho, Cruz, Aivados, Queimado, Pessegueiro frente a la isla del mismo nombre, con una historia bien bonita por cierto, Sissal…

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Hoy caminamos, a ratos, por la playa, es un camino muy diferente a días anteriores. Arena y olas a tus pies.

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En la playa todo es posible, cruzarte con jinetes también.

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Una playa tras otra con Sines al fondo.

Y así llegamos a la turística Porto Covo, de arenas amables y sus cuatro playas (Buzinhos, Banho, Porto Covo y Salto). Aquí termina nuestro viajes de cuatro días. Pero cada uno puede organizarlo como le apetezca.

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Hay algo que me sorprendió todo el camino: la foto que todos buscamos, la imagen que queremos compartir. Yo me fijé en el fotógrafo para hacer la foto de la foto, la imagen de la imagen, el instante del instante. Y había para elegir.

Me quedo con el final del día en Zambujeira do Mar, donde cada día decenas de personas son testigos de un ocaso único, el que se produce fuera de las fronteras de Europa, donde nos separa y nos une. Al borde del Agua, al borde del continente, al borde de Iberia.

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Mi recuerdo para Antonio Luna y Rafa Franco que tanto me ayudaron en este viaje y que supieron ver la belleza de estos paisajes que compartimos juntos

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La Rota Vicentina se está volviendo popular, dentro de unos años será una locura hacerla. Hoy es raro encontrar una referencia, un recuerdo, información en el camino. Esto no tardará en cambiar. Las cosas se hacen populares, se masifican y pierden parte de su encanto.

La Ruta Vicentina está gestionada por una asociación sin ánimo de lucro que se encarga de su mantenimiento y difusión y que piden adhesiones de empresas, socios, voluntarios y todo tipo de colaboración. Un modelo de gestión a seguir.

El Trilho dos Pescadores, la Senda de los Pescadores, es un camino inolvidable y repetible. Una frontera para caminar al borde de un continente.

©vicentepozas2019

Paisaje y paisanaje

Paisaje y paisanaje. Naturaleza y personas. La foto de la foto, el fotógrafo fotografiado. La imagen de la imagen. El instante del instante. El deseo de inmortalizarnos delante de lugares impresionantes nos convierte en parte de él. La obsesión por la fotografía, por compartir el sitio donde estamos deja estas estampas tan bellas. Porque las personas lo hacen todavía más bonito. La mirada del que mira. Costa Vicentina, Portugal. Trilho dos Pescadores. Semana Santa 2019.

El sendero de los pescadores (trilho dos pescadores), dentro de la Ruta Vicentina, transcurre siempre junto al mar por caminos de acceso a playas y embarcaciones, a lo largo de 125 km, entre Porto Covo y cabo de San Vicente. Es un recorrido exclusivamente pedestre, pero físicamente exigente, que se divide en cinco etapas y cuatro recorridos complementarios.

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Ruta Portagem-Marvao (Portugal)

Marvao, es un pequeño pueblo medieval fortificado; se asienta a gran altura sobre un peñasco rodeado de un paisaje de campiña en la región portuguesa del Alentejo, en el Parque Natural de la Sierra de São Mamede, muy próximo a la frontera con España, muy cerquita de su vecina española Valencia de Alcántara. Desde el río Sever se asciende hasta la aldea por una calzada medieval de piedra rodeados de robles y paisajes. Esta es la ruta de hoy, sencilla, de apenas 9 kms, pero preciosa. Magníficamente señalizada, como acostumbran los portugueses, y muy recomendable.

Os dejo el track para GPS

Portagem, peaje en portugués, nació por la existencia de un puente y una torre, entre los siglos XII y XIV. El peaje se cobraba para pasar el río Sever y subir a Marvao. Hoy es un pequeño pueblo lleno de servicios de restauración, hoteles y dos piscinas, una natural y otra municipal. El puente y la torre aún se conservan, tras cruzarlo hay que girar a la derecha por la rua Nova, o Largo das Almas, entre casitas blancas y colores del país. Justo ahí hay un aparcamiento para dejar coches y autobuses.

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Enseguida nos topamos con la Capela das Almas (La capilla de las Almas) en este tramo que discurre por una pequeña carretera.

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Desde aquí la fortaleza de Marvao nos saluda. El Nido de las Águilas, sobrenombre que le acompaña desde hace siglos, conserva ese aire medieval, mezclado con la ‘saudade’ portuguesa. Es un lugar para vivir aunque los turistas inunden calles y plazas.

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Unos 500 metros más allá abandonamos la carretera y tomamos un camino a la izquierda, señalizado, que nos lleva a la calzada, comenzamos a subir.

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Nos saluda una fuente al inicio del camino antes de dejar atrás la aldea de Portagem. Rodeados aún de olivos, cerezos y castaños.

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Enseguida nos adentramos en un robledal donde la calzada se conserva intacta. La sombra en los primeros días de junio cuando hicimos la ruta, se agradece.

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La calzada es medieval, aunque hay fuentes que apuntan a que pudo ser en sus orígenes romana como el puente que cruza el río Sever. La ruta, percurso en portugués, está llena de sorpresas, este viejo bosque y su calzada son la primera de ellas.

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Marvão fue una importante plaza fuerte en la defensa de Portugal contra Castilla, especialmente durante la Guerra de la Restauración. De ahí su construcción en la cima de la sierra y su dificultad de acceso, fue uno de los grandes bastiones de las disputas entre españoles y portugueses.

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El ascenso nos deja ver la frontera, la raya/a raia luso española; frente a nosotros las Peñas Aguda, de San Blas y de la Hierba ( o las Penhas Aguda, do Sao Bras y do Relva, porque están en el lado portugués) de la Sierra de la Paja que separa ambos países.

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Así llegamos a Marvao, atravesando los últimos alcornoques, situado a 825 metros de altitud. Apenas cuatro kilómetros después de haber salido, entramos en la fortaleza.

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Como reza el panel informativo que nos encontramos a la entrada de Marvao, la calzada es parte de los caminos que se utilizaron durante siglos en este territorio, este que parte de la muralla de la fortaleza se comunicaba con la ciudad de Portalegre. En toda la zona se conservan, en muy buen estado, varios tramos de caminos medievales que unían aldeas y pueblos.

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En la actualidad este pueblo portugués se caracteriza por sus imponentes murallas, que se encuentran perfectamente integradas en el paisaje, llegando incluso a confundirse con la cresta del peñasco.

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Mãrvao es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede, cuentan en la página de turismo de Portugal.

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La muralla de la ciudad se puede recorrer entera y visitar, en la parte más alta, su castillo. El nobel portugués José Saramago en su Viaje a Portugal, ya lo expresó de manera clara: «Desde Marvao se ve la tierra toda (…) No diríamos toda la tierra, pero es innegable la impresionante vista sobre las tierras de Portugal y como villa rayana, que es, de España. Se comprende que en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

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«Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja», afirma Pedro Retamar.

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Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Ibn Marwan, fundador también de la ciudad de Badajoz, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160.

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Es una villa para pasear con calma; como la ruta es sencilla os recomiendo un largo paseo por sus calles enredadas. La mejor opción es pasar por la oficina de turismo que se encuentra a la entrada y pedir toda la información necesaria y un plano que os facilite la visita.

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No dejéis de subir al castillo y al museo porque las vistas de Marvao desde allí son espectaculares, la entrada creo que cuesta 1,5 euros, nada para lo que disfrutaréis con el paseo por la fortaleza.

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Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes.

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Dejamos, con pena, Marvao recorriendo sus recovecos y sus sorprendentes calles, estrechas e irregulares, pero llenas de sorpresas.

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Salimos por el camino que nos lleva al Convento de Nossa Senhora da Estrela, fundado en el año 1448. Visitable y recomendable.

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Tras un pequeño tramo por la carretera, accedemos a otra calzada que nos lleva a un pequeño conjunto de casas, Abengoa, en una zona dominada por los castaños.

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Callejas empedradas, vides, castaños, olivos y encinas bordean a Marvao por la parte este mientras descendemos de la sierra.

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En este pequeño cruce, si os desviáis unos metros a la izquierda, podéis encontrar la Fuente de Souto y un par de tumbas medievales excavadas en roca.

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Retomamos el camino siguiendo la señalización, ya digo muy bien situada en todo el recorrido, mientras volvemos a sumergirnos en el robledal que rodea la sierra.

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En este punto el camino se cierra y volvemos al camino donde cogeremos parte del trazado que tomamos al subir, lo veis perfectamente en el track. Ya solo queda desandar el apenas kilómetro que resta.

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La empedrada ruta medieval es toda una sorpresa, bueno, Portugal es siempre una sorpresa; visitar sus villas históricas lo es mucho más. Es un pequeño paseo para días más relajados, para finales de temporada con comida, como es nuestro caso, o para mañanas en las que te apetecen itinerarios con encanto, este no os defraudará.

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Así se refleja la alegría del paseíto, los colores y sabores de Portugal de los que daremos cuenta en cualquiera de las braserías que hay en Portagem para disfrutar de lo más típico: pollo a la brasa y bacalao dorado, aquí hay que comer eso porque lo preparan mejor que nadie.

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Como ya he comentado, preparamos esta sencilla ruta para cerrar temporada con el Club La Vereína, para hacer hambre y despedirnos obligados por los rigores del estío extremeño. Septiembre será tiempo de tocar a rebato, y volverse a calzar las botas.

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Decía el sabio Saramago que “un viaje no existe si no es en la memoria”, he visitado muchas veces Marvao, y siempre me parece la primera vez, porque siempre me sorprende como la primera vez. Esta villa encantada en la que he ido haciendo amigos con los años; es una tentación ante cualquier viaje, una disculpa fácil, un paseo reconciliador, el recuerdo a un escritor admirado, José Saramago, y con el que coincido en afirmar: ¡qué grande es el mundo!

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Iberia, la raya borrada

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Siempre se ha dicho que a España y Portugal las separan el agua de los ríos, pero yo me inclino a pensar que ese agua las une cada vez más: El Miño, El Duero, El Tajo, El Guadiana… conforman la frontera hispano-lusa desde hace siglos. Los movimientos de fronteras, aún no cerradas en algunos rincones, construían puentes desde hace ya dos mil años, puentes que se levantaban, se destruían, se reconstruían, se cerraban y se abrían, como la frontera, con horario limitado. Todo aquello quedó en el olvido y Europa comenzó a coser esa brecha uniendo ideas y liderando proyectos que van tendiendo a unir a dos países que han estado de espaldas durante mucho tiempo. Y los ríos han sido ahora el principio. Parque Naturales, Reservas de la Biosfera, Arribes, presas y pantanos y sobre todo las personas y sus historias.

La de un inquieto empresario turístico extremeño, Eugenio Rodríguez García, es una historia que comienza con un apartamento rural  que se va extendiendo por las comarcas del norte de Extremadura, que llega a Castilla León y que atraviesa la frontera, porque no la hay, y su proyecto empresarial recala en la bellísima playa interior de Congida, en la localidad portuguesa de Freixo de Espada à Cinta, para dirigir el complejo turístico Moradias do Douro Internacional.

Nuestra común defensa del turismo y sus posibilidades -y debilidades-, nos ha unido muchas veces en largas conversaciones, pero esta era especial y acabaría en el I Encuentro Ibérico de Periodismo de Gastronomía y Turismo, en el que participaríamos medio centenar de periodistas y escritores de Portugal, Castilla León, Madrid y Extremadura, que se celebró en Freixo entre los días 27 y 29 de enero de 2017.

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Eugenio, alma inquieta, consiguió la implicación de los ayuntamientos españoles de Saucelle e Hinojosa del Duero y del portugués de Freixo de Espada à Cinta. Un fin de semana en el que descubres que aquí la normalidad es la ausencia de raya. De hecho el alcalde de Saucelle, Diego Ledesma, regenta un restaurante en Freixo, ‘Cinta D’ouro’, y las relaciones entre pueblos van más allá de lo comercial y se adentran en lo político y en lo personal.

En fin, a nosotros nos habían preparado un magnífico programa para que comprobásemos que a uno y otro lado de la raya los recursos son muchos, turísticos y gastronómicos. Y ahí empezamos, tras los saludos y presentaciones, conocimos la bodega ‘Quinta dos Castelares’, una joven empresa  rodeada de viñas escalonadas y con unos vinos cuidados. Un lugar de diseño pensado para agradar

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Y agradable fue el recorrido y las explicaciones sobre las bondades de unos caldos que compiten con sus vecinos españoles de Ribera del Duero. Instalaciones nuevas y muy cuidadas.

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Y la necesaria cata de blancos y tintos para terminar la visita.

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Cada ayuntamiento quería mostrar su mejor cara, la alcaldesa de Freixo (presidente de la Cámara Municipal allí), Maria do Céu Quintas, nos recibió con un concierto de la fadista Dina Pinto para sumergirnos en uno de los mejores regalos de la cultura portuguesa, el fado.

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Inauguramos la exposición del artista segoviano Rafa de Miguel que colgaba sus cuadros en el auditorio municipal de Freixo. De Miguel se encarga de decorar los complejos rurales de Eugenio Rodríguez. Allí mismo cena degustación con algunas excelencias de la gastronomía portuguesa y a descansar.

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Dormir en las Moradias do Douro Internacional, en las Arribes del Duero, fue otra sorpresa. Despertarte con este paisaje natural a tus pies, la playa de Congida, y comprobar como se cuida el entorno en este parque fluvial donde nada desentona. Portugal, menos restrictiva en el uso de los pantanos, permite el desarrollo de actividades turísticas, cuida de unas infraestructuras bien planteadas con todo tipo de servicios para uso del ciudadano, es algo que envidiamos en España. Aquí las confederaciones hidrográficas, no son conscientes del alto valor económico que representa para un pueblo o un comarca disponer de instalaciones públicas exquisitamente cuidadas.

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Parques a pie de río llenos de detalles

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Cómodas y pensadas para el disfrute al aire libre de un paisaje que es de todos.

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He visto este tipo de instalaciones en varios pantanos de Portugal y siempre siento la misma envidia de que en España un planeamiento parecido sería imposible. Incluso viajar en un barco turístico por nuestros ríos es una carrera de obstáculos que difícilmente se termina, para desesperación de muchos empresarios y administraciones que lo intentan.

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La jornada comenzaba con el pequeno almoço, el desayuno portugués que en Freixo nos ofrecieron antes de comenzar un largo día de visitas.

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El río se encajona entre sierras y valles, escondido entre ellos viaja por ambos países. La orografía de la zona invita a construir miradores como este de Penedo Durao desde donde contemplar las Arribes del Duero y la presa de Saucelle.

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Desde allí cruzamos a España para viajar a Saucelle y disfrutar de sus miradores, que también los tiene, sus recursos turísticos y naturales. Eugenio y los alcaldes de Freixo y Saucelle nos dieron la bienvenida oficial. Vídeos, agradecimientos y…

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…dulces para seguir alegrando la mañana y la estancia, ahora en tierras españolas.

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Saucelle es español pero tiene aires portugueses. Saucelle es un municipio de la comarca de La Ribera, en la provincia de Salamanca, Castilla y León. Presta su nombre a la presa de Saucelle, construida a 8 km. Es uno de los pueblos más visitados dentro del Parque Natural de Arribes del Duero. Los miradores, el valle del salto de Saucelle y el poblado del Salto de Saucelle son los lugares con mayor atractivo turístico de este municipio.

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Entre sus alojamientos destaca la Posada Real denominada Casa del Brasilero. Posadas Reales es la marca de calidad de los alojamientos de turismo rural en Castilla y León.

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Una pequeña y empinada carretera nos invita a pararnos en el Mirador de El Salto con vistas a la presa, al poblado y al río Duero

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Aquí llegó la foto de familia para el recuerdo

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La comida nos llevó hasta el poblado de la presa, ahora convertido en ‘Aldeaduero’. Situado en un entorno de naturaleza espectacular, este antiguo pueblo de trabajadores ha sido rehabilitado para transformarlo en uno de los mayores centros de turismo rural de España. El antiguo casino del poblado es ahora el restaurante.

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Menú castellano para deleitar al grupo.

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La tarde la dedicamos a pasear por Freixo de Espada à Cinta y visitar su Museo de la Seda, y de la historia de la localidad.

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En España casi todos los niños hemos criado alguna vez gusanos de seda; en este museo se contemplan todas las fases de su vida y en primavera siguen, incluso, extrayendo la seda y elaborando pequeñas prendas con ella.

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El museo cuenta además con una parte más interpretativa de la historia de Freixo, conocida como la Villa Manuelina, por los múltiples ejemplos de este estilo artístico que se conservan en la localidad.

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Freixo de Espada à Cinta, recibe el nombre del Fresno con una espada a la cintura y son muchas las historias que se cuentan sobre este hecho histórico.

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Al atardecer, y desde su castillo, Freixo ofrece una imagen serena. Nos sorprendió a todos las instalaciones de todo tipo que posee la villa, deportivas, de ocio o de salud, como su piscina climatizada

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Después de la visita llegaba la hora del debate. Se organizaron una serie de mesas temáticas que analizaban la realidad del turismo de frontera que sirviese para poner de manifiesto sus debilidades y fortalezas y las sugerencias de quienes nos dedicamos al turismo desde los medios de comunicación o la universidad. Conclusiones que se podrán leer pronto en una publicación y que servirán para establecer una interesante hoja de ruta sobre lo que se debe hacer en un futuro próximo. El día terminaba con una típica cena portuguesa a cargo de Isabelinha, una cocinera que te deleita con lo mejor de la gastronomía rayana; este magnífico artículo de José Ramón Alonso de la Torre lo resume mejor que yo.

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Me quedo con muchas cosas de este viaje, pero el gusto a la hora de diseñar este complejo turístico, Moradias do Douro Internacional , me dejó sorprendido; apartamentos con vistas incrustados en la montaña para que su impacto sea mínimo, con una distribución que te permite ver los Arribes del Duero desde cualquier parte de la casa, habitación incluida, pues la cama mira al río; enormes ventanales y su distribución en bancales con una pequeña terraza los convierten en una opción ideal. Pensados para familias, con un entorno fluvial diseñado para el ocio, situados en la playa de Congida, son un lugar para volver muchas veces.

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Un parque a pie de río, una pequeña cafetería casi metida en el agua…madera, pizarra, todo equilibrio

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Enfrente, el Duero, reflejado en los Arribes.

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Último desayuno en la propia Congida para disfrutar de esta playa de interior, desayuno con vistas.

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Hoy tocaba viaje en barco, barco panorámico por el agua tranquila de un río que aquí sujeta la presa de Saucelle

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Dentro del barco, atendíamos a las explicaciones del guía sobre la historia de la zona, sobre Freixo, mientras disfrutamos de un paisaje que es único o casi.

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Mientras el barco se aleja de la playa nos queda la imagen de su parque.

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Un pequeño paraíso público pensado para el disfrute de todos, rodeado de bancales de olivos y naranjos, dos productos que aquí, son exquisitos

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El territorio que ocupa Arribes del Duero está catalogado como “Zona de especial Protección para las Aves” (ZEPA) desde 1990. Arribes del Duero tiene una superficie de 106.105 ha, con unos 180 km de cañones fluviales, y quedan incluidos en él 37 municipios que pertenecen a las provincias de Zamora y Salamanca, con 17.000 habitantes en total. Por su parte, Portugal declara el Parque Natural do Douro Internacional en 1998, con una extensión de 85.150 ha. Ambos espacios conforman una de las áreas protegidas fronterizas más extensas de la Unión Europea.

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La geomorfología es la principal seña de identidad de Arribes del Duero. Una suave penillanura, donde la acción erosiva de la red fluvial, aprovechando antiguas fracturas originadas por el choque de placas terrestres, ha sido labrando los granitos y las rocas metamórficas, generando profundas y escarpados cañones con desniveles de más de 200 m de altura: son los llamados arribes, arribas o arribanzos.

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El viaje, y despedida, termina en Hinojosa del Duero, ya de regreso, con una degustación de embutidos en una localidad que sorprende por su cantidad de recursos y su rico patrimonio. Hinojosa de Duero se encuentra situada en el noroeste salmantino. Hace frontera con Portugal. Se integra dentro de la comarca de El Abadengo. Antes del final Eugenio Rodríguez atiende a los distintos medios para hablar de este encuentro de periodistas de turismo, Press Trip es el anglicismo, que ahora reflejaremos y contaremos en nuestros medios para dar testimonio de la experiencia.

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Yo, que tengo alma portuguesa, me quedo con el paisaje, con este regalo escondido que son los Arribes. Me quedo en la frontera, donde me crié, viendo que las rayas administrativas se van enterrando por las gentes que viven en la raya, las que ven normales que los alcaldes de allí sean los empresarios de aquí, que lo que fabricamos allí lo consuman aquí, y viceversa. Me quedo con la raya borrada, la de dos países que poco a poco van desescribiendo (sic) la historia y que ‘los malos vientos y malos casamientos’ quedan en el acerbo popular y se pierden en el olvido; porque hoy cuando viajas en tu coche nadie te para si pasas de un país a otro, nadie te extraña, todo lo contrario, a nosotros nos recibieron con los brazos abiertos. Solo me robaron una cosa: otro trocito de corazón que se ha vuelto a quedar a ese lado de la frontera.-

 

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Freixo de Espada à Cinta. Enero de 2017                                                                                   ©vicentepozas

 

Ruta Ribera de Alferreireira. Portugal

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Extremadura y Alentejo (España y Portugal) comparten las aguas del río Tajo y hace años que optaron por trabajar conjuntamente en el Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional. En sus riberas las acciones de ocio son variadas, las de senderismo también. Hoy os invito a conocer la Ruta de las Riberas de Alferreireira y Barrocas en la localidad de Atalaia, freguesía perteneciente al municipio de Gaviao, un corredor ecológico impresionante. Son 21 kms en total, aunque hay variantes que la hacen más corta, aunque aconsejo no perderse ni un detalle. Molinos, cascadas, riberos, pasarelas, y agua mucha agua. Deliciosa. El atractivo de la ruta no son solo los paisajes, sino la historia que esconden. Esta pequeña aldea tuvo su esplendor en los siglos XIX y XX cuando en sus riberas nacieron decenas de molinos, aceñas y lagares que convirtieron a Atalaia en unos de los grandes centros de molienda de la región. Hoy son visibles muchos de aquellos molinos, unos cuarenta, aunque ya en ruinas que son parte del atractivo de este recorrido.

Os dejo toda la información sobre la ruta que publican en la web de Gaviao

Y el track para GPS

Este es el mapa de la ruta, que son tres, nosotros hicimos la ruta entera, es decir el PR2, y el 2.1 y 2.2 que son variantes que completan el recorrido aunque, como os contaré, hay opciones para hacerla más corta y muy bien señalizadas. De la señalización ya os contaré en adelante: ¡impresionante!

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Atalaia, pequeña freguesía (entidad menor, alquería, pedanía, llamaríamos en España) perteneciente al municipio de Gaviao, tiene apenas un centenar de habitantes pero es portuguesa, portuguesa. Hasta aquí nos trajo el bus ( si venís en él no os metáis muy dentro del pueblo, quedaos en las afueras sino queréis sorpresas). El día arranca nublado y amenaza lluvia.

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Una de las cosas que más me sorprendieron es el exquisito cuidado en la señalización de la ruta en todo momento y los muchos elementos que facilitan el tránsito por caminos, a ratos, escarpados. Un ejemplo de cómo invertir el dinero que Europa destina al desarrollo rural, porque en el mismo pueblo me contaban que son muchas las personas que realizan la ruta desde que está señalizada y promocionada, siguiendo las normas de la Federación de Campismo y Montañismo de Portugal. En este caso dos colores nos acompañarán en la ruta: el amarillo y el rojo

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Comenzamos recorriendo caminos tradicionales, usados para viajar entre pueblos, senderos conservados perfectamente, en los que las labores agrícolas son evidentes. La señalización es constante y clara, perderse es más que difícil, esto tranquiliza mucho a quien no conozca el camino

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Al dejar Atalaia la ruta arranca en este pequeño camino en el que la vegetación es muy parecida a la española, prados, plantaciones, y, aún, pequeños bosques de eucaliptos que se extienden hasta el río Tajo y que los portugueses también están sustituyendo por especies autóctonas.

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Detalles de una ruralidad y un uso de materiales naturales que Portugal conserva y que te encuentras en el camino.

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Llegamos enseguida a la pequeña localidad de Degracia Fundeira que atravesamos sin problema, son apenas tres calles puesto que la aldea es muy pequeña, no tiene siquiera la categoría de freguesía.

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Tomamos una pequeña carretera, apenas 200 metros, y enseguida veremos un desvío a la izquierda que nos llevará hasta el primer lugar que visitaremos.

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Se trata de esta preciosidad que llaman Fuente Vieja, de 1919, dicen que su agua tiene propiedades medicinales, viendo el edificio que la cobija no es extraño. Estamos en Portugal no hay duda.

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Esta construcción alberga una fuente, tratada como una pequeña capilla a la que no le falta detalle.

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Visto el lugar y la cantidad de polletes que hay para sentarse, debe, o debía, congregar a mucha gente.

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Justo enfrente este precioso lavadero es otro de los hitos del camino que recibe el agua de la Fuente de Bica, situada un poco más arriba.

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Junto al lavadero sale un camino a la derecha que nos lleva hasta otra pequeña localidad Deogracia Cimeira y ya desde aquí comenzaremos a descender hasta el río Tajo.

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El paisaje se abre y cambia completamente, a partir de ahora se suceden los cerros, arroyos que nos llevan a un encajonado río Tajo que deja paisajes espectaculares.

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El Tajo se encajona entre cerros y sierras, vaivenes de un terreno que siempre sirvieron de frontera y que hoy disfrutamos. Reconocido título el de Parque Natural que se reivindica en sus paisajes.

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La señalización, como vengo contando, exquisita y cuidada, una garantía de tranquilidad para el caminante.

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Entramos en el Valle de Cabril que nos llevará hasta las aguas del río, puro bosque mediterráneo.

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El descenso hay que hacerlo con precaución, pero están cuidados todos los detalles para facilitar el tránsito, barandillas, escaleras y hasta cadenas cuando se necesita, todo sin deteriorar el paisaje.

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El río Tajo corre hacía Lisboa aunque antes podemos disfrutarlo en Extremadura y el Alentejo.

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Parada técnica junto al río para reponer fuerzas y continuamos por un tramo escarpado que sortea las irregularidades del terreno y que nos obliga caminar con cuidado y con continuas subidas y bajadas.

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Ello no significa que no puedas pararte, echar la vista atrás, y sonrojarte por tamaño paisaje.

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Lo dicho no falta detalle, lugar con alguna dificultad, lugar que cuenta con pequeñas ayudas como esta.

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Es un zig zag constante, con ascensos y descensos aunque tengas donde agarrarte. Ayuda a que se minimicen los peligros de andar por esta zona complicada que conocen como el Vale de las Cerejeiras o Valle de las Cerezas.

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El agua es una constante en la ruta, no lo muestro continuamente pero son decenas de arroyos con los que te cruzas o ves de cerca desde que entramos en el Valle de Cabril.

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Y de regalo, el tren nos saluda, no falta de nada, ya veis.

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Dejamos la ribera del Tajo y entramos en la ribera que da nombre a la ruta, quedan todavía muchas sorpresas y lugares de ensueño. Justo en la orilla una pequeña construcción recuerda que existió un pequeño embarcadero para cruzar el río, Batel lo llaman aquí.

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Esto le he visto más veces en España, colocar una pequeña plataforma alrededor del olivo para impedir que las aceitunas rueden colina abajo.

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Entramos, por fin, en la Ribera de Alferreireira, durante algunos kilómetros seguiremos el curso del agua; es la parte más espectacular de la ruta y la que le da nombre, empezamos donde la ribera se deja caer en brazos del Tajo.

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El sendero discurre paralelo al cauce del arroyo, está bien preparado lo que facilita su disfrute.

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Caminamos por una zona con abundante vegetación de ribera que nos protege de un sol que ya cae a plomo, a pesar de que el día amaneció lluvioso.

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Las aguas están llenas de pequeñas presas y represas para conducir el agua a los muchos molinos que copaban las orillas, quedan restos de muchos, aunque muy abandonados.

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Vengo contando que la ruta está muy ciudada, con detalles que aumentan su belleza; me sorprende además que todo los elementos estén bien cuidados, nada deteriorados, algo a lo que, desafortunadamente, no estamos acostumbrados al otro lado de la frontera.

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La ribera es de cuento, el sonido del agua te acompaña continuamente, dan ganas de pararse y quedarse aquí.

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La vereda sortea los vericuetos del terreno, un falso llano, una ascensión suave hacia la zona más escarpada. La señalización constante, es una ayuda.

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Se despeja el terreno y esto nos permite ver algunos restos de viejos molinos.

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La ruta se separa por algunos momentos de la ribera, mientras atraviesa otros pequeños arroyos que sorteamos con oportunos puentes.

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Llegamos a los restos de una antigua ‘fábrica de luz’.

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Esta parte de la ruta es algo más complicada pues discurre entre rocas que te obligan a subir y bajar continuamente, cuando necesitas un apoyo encuentras cadenas colocadas a modo de pasamanos, otro detalle más.

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Escogemos este pequeño rincón para reponer fuerzas, la sombra y el agua mitigan el calor.

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Alguno aprovecha para refrescar los pies mientras comemos algo.

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Abandonamos la ribera de Alferreireira antes de llegar a la de las Barrocas, esta zona es más escarpada con pendientes pronunciadas de subida y bajada.

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Primavera cuando hicimos la ruta, las peonías o rosas de monte (rosa de Alejandría le dicen en algunos lugares) están en flor.

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Constantes subidas y bajadas que exigen algo más de esfuerzo, la barandilla de madera ayuda.

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Una sucesión de pequeños arroyos, como la Ribera de Vale Covo, nos lleva a caminar por este zig zag de pequeños montes y cerros, con el sol encima la marcha se ralentiza.

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El paisaje embelesa, este corredor ecológico es de enorme belleza, nos dirijimos a la siguiente ribera, otra sorpresa.

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Cuando creías haber abandonado el agua, te sorprende otro puñado de molinos con saltos de agua aún más impresionantes que los anteriores.

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La vegetación y el abandono se dejan notar en estos viejos molinos, aún conservan las piedras de moler.

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Otros se conservan algo mejor y han sido preparados para ser visitados, testigos de esa actividad frenética que hubo a finales del siglo XIX y principios del XX en la zona.

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Se suceden los saltos de agua que se construyeron para aquellos molinos de trigo.

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Molinos que se suceden uno tras otro, como los puentes y pasarelas que nos conducen por la ribera de las Barrocas, seguimos subiendo.

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Después de disfrutar de saltos de agua y viejas construcciones dejamos la ribera cruzándola al otro lado

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El paisaje se suaviza a medida que nos alejamos del agua y volvemos a ver praderas y bosques de eucaliptos. Estamos en el Valle de Aceña.

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Aunque aún quedan restos de viejos molinos. La ruta ofrece, en varias ocasiones, desvíos señalizados por si queremos ir directamente hacia el punto de inicio, no hay problemas porque ya habéis visto que te informan de la distancia en uno y otro caso. El último de ellos es el que nos lleva a los Olhos d’Agua (ojos de agua) y a un viejo lagar, es un desvío de unos tres kilómetros que merece la pena, es el último de los espectáculos que ofrece el agua en este recorrido inolvidable.

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Nosotros no hicimos ese último tramo, el calor no esperado nos venció, no era cuestión de forzar una ruta que se hizo complicada y muy bella, es un terreno difícil, pero mereció la pena, completamos la ruta siguiendo hacia Atalaia.

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Terminamos la jornada disfrutando de una Sagres fresquita en esta freguesía portuguesa. Ha merecido la pena. Nosotros hicimos 21 kilómetros, si optáis por conocer los Olhos d’Agua os saldrán unos 24 en total.

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Hasta el regreso por carreteras portuguesas nos deja imágenes que son muy reconocibles para quienes visitamos este país con frecuencia, nos os preocupéis caben dos coches, y el nuestro es un autobús.

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Cuando te encuentras con rutas como esta, que son una sorpresa, vienes satisfecho. El Tajo y su cuenca guardan sendas deliciosas a un lado y otro de la raya; algunas con historia, como las dedicadas al contrabando, otras con viejos oficios como el de los molineros y sus molinos, las hay que atraviesan puentes romanos con 2000 años de historia, que cruzan la frontera, incluso se hacen conjuntamente entre España y Portugal. Pero vengo más sorprendido, si cabe, por la exquisitez de quienes han diseñado la señalización de la ruta y por ver como se conserva intacta, sin que nadie la maltrate, la rompa, la tire o, en el peor de los casos, se la lleve. A Extremadura y Alentejo nos unen muchas cosas, la afición por el senderismo es una de ellas, aquí somo iguales, aunque en civismo nos lleven mucha ventaja.-

                                                                                                                                              ©vicentepozas2016

Ruta internacional del Contrabando de Café (Portugal-Extremadura)

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(Track de la ruta para GPS, autor The Raven)

La Cámara Municipal de Marvão organizaba la cuarta edición de la Ruta Internacional de Senderismo del Contrabando del Café, una actividad enmarcada dentro del acuerdo de Cooperación Transfronteriza que el Municipio de Marvão ha firmado junto al Ayuntamiento de Valencia de Alcántara, con el fin de estimular un mayor acercamiento de los habitantes de las dos poblaciones fronterizas. Un enclave turístico de primer orden. El trazado de la ruta senderista que discurre por los términos municipales de Marvão y Valencia de Alcántara, tiene un recorrido circular con una longitud aproximada de 11 Km, y es de dificultad baja.

La ruta comienza temprano, junto a la iglesia de la pequeña aldea portuguesa de Galegos, degustando las llamadas ‘migas del contrabandista’ con café de puchero, justo antes de comenzar a caminar por la raya/ a raia hispano portuguesa.

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Salimos de Galegos recorriendo la falda del Monte de Baixo por senderos de piedra rodeados de alcornocales

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Es invierno y los grandes castaños se han librado de sus hojas, así desnudos, son como grandes fantasmas, esperando la primavera. Y el glorioso otoño, y sus suculentas castañas.

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La parte más baja, la llamada Atalho, descubre las casas portuguesas y sus vivos colores, mucho han cambiado estos asentamientos de frontera, dedicados al contrabando, al estraperlo, donde mochileros y guardias jugaban la ratón y al gato.

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La orografía “rayana”, protege estas antiguas aldeas que surgieron como nidos del viejo contrabando, caso de Galegos y La Pitaranha, en Portugal, o la Fontañera en la misma raya, auténtica frontera entre los dos países, a medida que caminemos iremos descubriendo  caminos de leyenda y nuevos elementos del turismo rural. Al fondo, Marvao vigila,

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El camino apenas conserva su molde original, viejas construcciones nos recuerdan que antaño, estas rutas soportaban un trasiego constante, un comercio al que no se le pudieron poner puertas

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Se conservan los viejos caminos, ascendemos por la pequeña sierra que nos lleva hasta la aldea fronteriza.

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Marvao, la villa, nido de águilas que llamó Saramago, se alza por encima, en lo alto de  la Serra do Sapoio

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La Fontañera, aldea fronteriza, la mitad se sitúa en tierras españolas, la otra mitad se asienta en Portugal. Aquí La Raya, no es más que un mojón de granito, las fronteras mentales están más que olvidadas. Su calle principal comienza en España y termina en Portugal. Son lugares que tienen historia. La de esta pedanía española, en la que apenas viven un puñado de vecinos, tiene mucho que ver con los tiempos del contrabando, de los pasos fronterizos cerrados a cal y canto, de la necesidad hecha virtud.

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Nos dirigimos ahora por los viejos caminos del paraje de El Canchal, por una zona de pequeñas ondulaciones.

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Viejos alcornoques guardan recuerdo de las escaramuzas, de la guerrilla de la supervivencia, del esfuerzo de mochileros que desafiaban al monte para seguir malviviendo

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Descendemos hacia La Jinhas por un camino más limpio bordeando pequeñas huertas y casas de recreo

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Durante algunos centenares de metros andamos por el Camino de Pitarancha, otro de esos senderos de frontera que comunican ambos paises

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Viejos alcornoques de considerable tamaño, siempre han vigilado el camino. Servían de escondite y de trampa

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Así llegamos a Pitaranha, aldea de apenas dos decenas de habitantes que, como las anteriores, creció al abrigo de contrabandistas e intermediarios. Al fondo las Peñas de Puerto Roque

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Ahora sí estamos en la frontera, desde el alto de Fuente Oscura se divisa la Campiña fronteriza. Tierras españolas, al fondo, la Sierra de San Pedro.

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Ahora caminamos por la misma frontera. Las señales de cada país se van sucediendo, a lo largo del camino, cada uno marca su territorio. Al fondo Puerto Roque y sus peñas

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En esta zona denominada casas de Fuente Oscura se ve perfectamente la frontera. A la derecha Portugal, a la izquierda tierras españolas, nosotros caminamos por la zona neutra entre ambos estados

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Ahora caminamos por tierras españolas en el paraje de el Planterío.

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Asoman, como fantasmas, los troncos secos de viejos árboles entre la maleza en esta zona degradada. Frente a nosotros el cortijo El Chumacero, donde se asienta la fábrica de agua embotellada Fuente Fría

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Nosotros seguimos caminando entre estos históricos caminos, abandonados, la maleza los invade poco a poco como si quisiese enterrarlos a la memoria histórica. Este paraje recibe el nombre de Vanda.

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Y de nuevo llegamos a La Fontañera por la parte española que nos recibe con esta fuente dedicada al patrón, que conserva el viejo lavadero de ropa.

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Ahora entramos por España, pero predomina el gusto por los colores portugués. Matrículas españolas, espíritu portugués, una singularidad que resumían a la perfección los compañeros del diario regional HOY

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Nosotros descendemos ya por la pequeña carretera que nos devuelve a Galegos y terminar la ruta, aunque no el paseo.

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A Luisa y a mí nos vence el alma portuguesa, su ‘saudade’ nos invade cada vez que pasamos la frontera y leemos el cartel de Bem-vidos (bienvenidos). El idioma portugués es música pura.

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El día ha de terminar en uno de nuestros rincones favoritos. Marvao.

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«Marvao se ve desde Castelo de Vide, pero desde Marvao se ve todo. Es verdad. Desde Marvao se ve la tierra casi toda: hacia un lado, España, y allí Valencia de Alcántara, San Vicente y Alburquerque…»  -Viaje a Portugal. José Saramago-

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 Villa medieval, callejuelas tortuosas donde cada esquina es arte, rincón tras rincón te enamoras de Marvao, nido de águilas.

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Abajo la fértil vega donde se sitúa la villa romana de Ammaia

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En la raya de Portugal, fortificada desde la Edad media, en los alrededores del Parque Natural da Serra de Sao Mamede, de excepcional belleza, los pequeños enclaves que formaban una frontera difícil, una defensa irrompible, de cerco inexpugnable, son ciudades que han dejado de reunir hoy la doble condición defensiva y fronteriza, pero que todavía conservan nombres tan sonoros y antiguos como Portalegre, Castelo de Vide, Povoa y Marvao.

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Abajo el pequeño pueblo de Portagem cruzado por el río Sever, afluente del Tajo, un lugar muy frecuentado por españoles por su variada restauración y por sus piscinas naturales en el cauce del río

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El castillo de Marvao, su aljibe, el museo, sus murallas o su patio, son una visita recomendable

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Marvão debe su nombre a Ibn Marwan al-Yil’liqui «El Gallego» , líder de un movimiento sufista del Al-Ándalus, que se alzó en armas contra los emires de Córdoba y creó el reino de Badajoz hasta la instauración del Califato de Córdoba. Ibn Marwan tenía refugio en el actual Castillo de Marvão.

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Termina el viaje, un paseo con aire portugués, un ramillete de sentimientos, una manojo de olores. En Extremadura sabemos mirar a Portugal, quienes hemos descubierto esta tierra amable y tranquila, buscamos la frontera muy a menudo. Portugal huele a Portugal, sabe a Portugal. Los años se van llenando de amigos que reencontramos cuando es menester.

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Andando Extremadura no tiene fronteras, Portugal ya no es frontera, para volver siempre hay una puerta en la que colocarse. La abre el corazón, la cierra la ignorancia.-

©vicentepozas2013