Ruta de Torrequemada. Por las canteras

Sábado de mayo el que hemos elegido para recorrer los Llanos de Cáceres, una zona denominada ZEPA -Zona de Especial Protección de Aves- donde abundan una fauna rica y una flora típica de la dehesa y las grandes extensiones extremeñas.

Nosotros vamos a realizar una ruta desde la localidad de Torrequemada para recorrer sus antiguas canteras, hoy cerradas. Extracciones de granito que ya no son rentables y que han llevado a su abandono.

Hemos sido unos privilegiados porque la ruta la dirigían Paco y Amalia, un matrimonio de Torrequemada, padres de una de las senderistas que habitualmente viene de ruta, que nos enseñaron los lugares por los que transcurrió parte de su infancia, su juventud y su vida. Recuerdos, viejas costumbres, tradiciones ya perdidas pero que están en la memoria de sus protagonistas, se fueron sucediendo a lo largo de los casi 20 kilómetros que hicimos de camino. Una Extremadura rural que se fue abriendo paso entre senderos, fuentes, charcas y dehesas.

Ya digo que partimos de Torrequemada que se halla a unos 19 Km de Cáceres en la nacional EX 206, Carretera de Miajadas, entre los pueblos de Torreorgaz y Torremocha, la conocida como carretera de Las Torres. Torrequemada es la segunda viniendo de Cáceres.

Partimos de la denominada Charca de Abajo, en el mismo centro del pueblo a las espaldas de la Iglesia de San Esteban.

La charca es un lugar habitual de recreo de la localidad; bancos, juegos infantiles y la posibilidad de pescar en ella, la convierten en un enclave muy frecuentado.

Nosotros vimos patos, ranas y variedad de peces. A primeras horas de la mañana las ranas tenían una escandalera tremenda. Decían Amalia y su familia que por las noches, sobre todo en verano, cuesta dormir por el insistente croar de cientos de bichos.

Junto a construcciones nuevas, Torrequemada conserva las originales arquitecturas rurales de aldea. Para ello hay que remontarse al siglo XVI en el que la tierra de Cáceres comprendía un extenso territorio, bajo jurisdicción real creado por la corona Leonesa, en él se ubicaban la Villa de Cáceres y un conjunto de aldeas, dependientes de su jurisdicción entre las que se encontraba la de Torrequemada.

Nosotros dejamos el pueblo y nos adentramos en el campo por el camino de Las Corralas

Como ocurría en casi toda la región, el porcino era un ganado muy extendido y las construcciones que lo albergaban todavía son numerosas.

Esta charca está junto al pueblo, creo que lleva el apellido de alguien pero no recuerdo el nombre.

Aquí tenéis las corralas de los cerdos, realizadas en granito.

Estas construcciones reciben muchos nombres en Extremadura, en la zona de Montánchez las llaman zahúrdas, en otros lugares cochiqueras. Aquí son corralas.

Es una zona de enormes piedras de granito que sobresalen en la superficie. En la imagen vemos estas peñas delimitadas por diferentes fincas

Tomamos momentáneamente el camino que nos lleva al río Salor para dirigirnos hacia las canteras que se encuentran a unos diez kilómetros de aquí.

Y más granito.

Este es el antiguo badén del río Salor, contaba Paco que lo destrozó el agua en alguna crecida cuando pasó por encima. La fotografía está hecha desde el nuevo puente.

El viejo paso del río hoy está oculto entre la maleza, muy idílico.

A medida que nos alejamos más de la zona poblada, la dehesa comienza a emerger más bella.

Pequeños riachuelos que van a parar al Salor y que esta primavera del 2010, y con un año de abundantes lluvias, van cargados de agua. Amalia dice que se puede beber sin ningún problema.

El grupo lo cruzó por las muchas pasaeras que lo salvan, de nuevo de granito.

La dehesa, ya bastante menos ocupada por la ganadería, continúa albergando ganado ovino y bovino que nos encontraremos a lo largo de la ruta.

Las encinas y alcornoques de la finca que atravesamos han sido limpiadas hace poco y los nuevos brotes están patentes en todas sus ramas.

Las ramas que se cortan se reúnen en montones para hacer picón, son las piconeras, aquí tenéis una, al fondo otro montón de leña, aún sin quemar

La dehesa está inmejorable este año, en la zona más poblada…

…y en la más limpia. Al fondo Sierra de Fuentes.

Aves hay infinidad de ellas, sobre todo milanos y cigüeñas -blancas y negras- tórtolas, perdices…

Aquí se puede ver la Torre del Cachorro de la cercana localidad de Torreorgaz.

Nosotros continuamos andando esta bellísima dehesa, limpia y cuidada.

Con la abundancia de agua, la grandes peñas de granito presentan este aspecto, cubiertas de pequeñas flores que otros años no son tan abundantes.

Así dejamos la finca, Limosa de Poniente…

…y seguimos, o bordeamos, el camino.

Paco y Amalia nos llevaron hasta la Fuente de Las Mujeres, en años de mucha labor agrícola era sólo utilizada por ellas, según Amalia el agua aún se puede beber. En la imagen Paco cerrando la cancela que da paso a la finca.

Seguimos camino, de rojo Amalia a la que no se le escapaba ni un nido…

Y de repente, en medio de la dehesa, la escombrera de una de las canteras de granito que veníamos buscando.

Como se puede ver es otro de esos grande bolos graníticos que está enterrado en el suelo y del que se ha extraído la piedra, hoy la cantera está cubierta de agua, según Paco es natural y proviene de algún acuífero subterráneo.

Se tiene que haber explotado durante bastantes años porque la cantera es inmensa.

Y no se tira nada. Aquí tenéis los monolitos del siglo XXI (ahora no se veneran los muertos, si no que se guardan los coches)

Dejamos la cantera y continuamos camino en busca de la otra explotación, bastante más grande que esta y también abandonada.

El camino nos va guiando hacia nuestro lugar de descanso y avituallamiento

En medio, y entre cantera y cantera, la dehesa sigue inmensa.

Los caminos casi han sido invadidos por la vegetación.

Y es que la dehesa tiene su vida propia y su ritmo.

Así llegamos a la siguiente cantera y sus dimensiones llaman la atención.

Aquí más dólmenes/cochera, estos con puerta y todo.

Este es el hueco central de la explotación, debajo del agua hay muchos metros de extracción.

De aquí se han sacado muchas toneladas de piedra.

Hoy el hueco dejado por las máquinas tiene vida propia y los pescadores dejan constancia de ello.

Nososotros, después del bocata, dejamos testimonio para el recuerdo con una imagen de grupo.

Así dejamos la cantera y los restos de su actividad esparcidos por el campo…

… y salimos de la finca que la delimita…

… y vuelve la dehesa a rodearnos y envolvernos en flores.

La ganadería es la que mantiene este ecosistema mediterráneo.

Este rebaño humano continúa paseando por ella y disfrutando de su equilibrio.

Allí donde pones el objetivo estalla el campo, zonas más densas…

… y otras más limpias pero igual de exuberantes.

Este es el Pozo del Llano, lo tienen tapado imagino para que no caigan los animales.

Una charca en medio del bosque mediterráneo cubierta de flora.

Otra pasaera para atravesar los riachuelos.

Y un nido de milano en una encina.

Así, con la sensación de haber visto el campo extremeño como hacía muchos años, vamos completando este agradable paseo por los alrededores de Torrequemada.

Y llegamos de nuevo al pueblo.

Nosotros terminanos en la Iglesia de San Esteban, y aquí se aprecia perfectamente su torre, que fue quemada en las guerras civiles de la Baja Edad Media. Actualmente se encuentra en estado ruinoso, pero refleja la grandeza señorial de otra época. Un templo de estilos renancentista y barroco que fue restaurado en el siglo XVI y cuyos diferentes añadidos son más que visibles.

En fin, un agradable paseo de la mano de estos dos torrequemeños, Amalia y Paco, que nos han enseñado como era la vida que ellos vivieron y como conservan las piedras muchos de aquellos recuerdos de años mozos, de estas aldeas cercanas a Cáceres, tan cerca pero tan lejos y que hoy, gracias a mejores carreteras recuperan la vida de muchos paisanos a quienes no les importa ir y venir a la capital a diario. Aquí la vida se mide en estaciones.

Ha sido un placer que Luisa y yo comentamos encantados. Prometemos volver en alguna de nuestras muchas escapadas.

Ruta de Botija. El castro celta de Villasviejas del Tamuja

En esta ocasión nos trasladamos por la llamada carretera de Las Torres o carretera de Cáceres a Miajadas, oficialmente la EX-206, hasta la localidad de Botija, un pequeño pueblo situado en el interior de la Penillanura cacereño-trujillana, en el centro aproximado del triángulo formado por Cáceres, Trujillo y Mérida. Un municipio que disfruta de una de las dehesas boyales más importantes de la comarca Montanchez Trujillo y que pertenece al grupo local de desarrollo ADISMONTA; en esta dehesa se dan distintos tipos de paisajes relacionados entre sí por el ganado como el monte, donde abundan el matorral mediterráneo (jaras, retamas, lavanda) mezclado con encinas y los pastos que se deben al clareado del matorral y del arbolado, así como a la acción del ganado.

Nosotros buscamos una de las muchas joyas que conserva la localidad, está situada a unos dos kilómetros de Botija, y se trata de un yacimiento arqueológico de la Segunda Edad del Hierro, Tamusia, conocido hoy como Villasviejas del Tamuja. Puentes medievales, murallas, zahúrdas, molinos, todo en poco más de 14 kilómetros que comenzamos con la satisfacción de que al terminar nuestro paseo nos espera la degustación de la Torta del Casar en la Quesería Tamussia, en el propio pueblo. Andando…

La primera de la sorpresas llega al poco de iniciar la ruta cuando aparecen ante nosotros las primeras zahúrdas, las casitas de los cerdos.

Estamos en la dehesa boyal del municipio, las zahúrdas están construidas con lajas de pizarra y la techumbre de ramaje, su utilidad fue la de albergar el ganado porcino en estado de semimontanera.

En medio de la dehesa boyal, el río Tamuja que se cruzará varias veces en nuestro camino.

Tierra de pizarra, piedra que se utiliza para su construcción

Al fotografiarnos junto a ellas, podéis ver su tamaño…

Estas zahúrdas, o cochiqueras como se las conoce en otros lugares, tenían varios compartimentos, están formadas por un habitáculo para que se refugie el ganado y de un corral. Este mismo tipo de zahúrdas, las encontramos en otras dehesas boyales de municipios extremeños, como el de Montehermoso o la de la Comarca de Las Villuercas.

Al dejar la dehesa boyal hay que volver a cruzar el Tamuja, ahora por el denominado Puente Viejo

El Puente Viejo data de los siglos XVI-XVII. Está construido a dos vertientes y posee 3 ojos siendo el central más ancho con tres arcos de medio punto y presenta marcas de canteros tallados en los sillares de granitos. Presenta a cada lado una serie de huecos de forma cuadrada y rectangular encima de los tres tajamares con la finalidad de que en la fuertes crecidas del río el agua discurra con más fluidez.

La dehesa en Extremadura tiene vida propia.

La muralla del antiguo castro celta nos saluda…

Nos disponemos a rodearlo para acceder a él y la dehesa no deja de mostrarse inmensa…

El castro se encuentra junto a una de las orillas del río Tamuja, buscando y usando el agua.

Tamussia o el castro de Villasviejas del Tamuja, como es conocido, está formado por dos recintos fortificados de la 2ª Edad del Hierro del S. IV a.C.- I a.C. En las inmediaciones se hallan dos necrópolis de cremación y minas de Plata y Plomo.

Las excavaciones que se llevaron a cabo han dejado al descubierto varias zonas del poblado, incluido un pequeño anfiteatro.

No está muy señalizado pero si llegáis hasta él, no es difícil porque el camino es amplio, disfrutaréis de la visita.

Este camino conduce hacia la zona de las minas y la necrópolis

En esta zona también se han desenterrado restos arqueológicos

Dejando la zona más abrupta y el poblado, la dehesa vuelve a la normalidad

Es zona de muchas ovejas puesto que está dentro de la Denominación de Origen Protegida del queso Torta del Casar.

La pizara aquí se sigue utilizando para todo

En este camino de fincas y ganadería nos encontramos hermosos ejemplares de encina

Ya sabéis que en el campo no se tira nada, los que tenéis alguna pequeña finca o parcela lo sabéis por experiencia.

A estos pequeños puentes les llaman ‘pasaeras’ (porque son para pasar o cruzar el río por las pasás), creo que esta es la que llaman la pasaera de los bueyes
Son de granito, pero su longitud y altura da idea de cómo debe bajar el río en inviernos como el del 2010, cuando corre el agua con ganas.

Nosotros fuimos en un otoño seco y el río prácticamente se podía atravesar a pie.

La chimenea de un viejo horno hoy es una gran colonia de cigüeñas

En la ruta encontramos mucho molinos, la mayoría se remontan al siglo XVIII, y utilizaban un sistema de presa o pesquera. Se usaban para moler el trigo y fabricar harina con ayuda de la fuerza del agua.

Hoy sus restos están banstante abandonados

Esta es la presa o pesquera que permitá canalizar el agua.

Las nuevas cosntrucciones agrarias siguen utilizando y aprovechando la piedra natural.

Nosotros terminanos la ruta y nos adentramos en la fábrica de quesos Tamussia, cuyo nombre hace referencia al poblado vetón

Las tortas se siguen fabricando al estilo tradicional, aunque incorporan nueva tecnología como las cámaras frigoríficas para asegurar una curación adecuada, el resultado es excelente. Si quereis saber más: http://www.tamussia.com/
La quesería la han puesto en pie Laura y Jacinto un matrimonio muy agradable que hace poco más de un año decidieron cambiar de vida. Abandonaron Madrid, hartos de la ajetreada vida de la gran ciudad y decidieron buscar un lugar donde el tiempo fuera más despacio. Así llegaron a Botija el pueblo de él y han ganado en calidad claro. A nosotros nos trataron como a reyes. Después de una agradable degustación, dimos cuenta de sus exquisitos productos e hicimos acopio de buenos quesos.

Dejamos la quesería y nos adentramos en el pueblo a refrescar la garganta. Si sois golosos nos os vayáis sin probar los dulces, Botija es conocida por los maestros dulceros que elaboran artesanalmente calabazate, turrón, caramelos…
Nosotros nos marchamos hacia la ciudad y su ruido, pero con la satisfacción y la convicción de que cada uno de los rincones de esta región esconde secretos de civilizaciones pasadas, algunas como en este caso con casi 3.000 años, que ya escogieron esta tierra para vivir en ella.
Por ello, y desde el respeto, las gentes del Club de Senderismo Catelsa seguimos recorriendo caminos y fabricando recuerdos.