Ruta Portagem-Marvao (Portugal)

Marvao, es un pequeño pueblo medieval fortificado; se asienta a gran altura sobre un peñasco rodeado de un paisaje de campiña en la región portuguesa del Alentejo, en el Parque Natural de la Sierra de São Mamede, muy próximo a la frontera con España, muy cerquita de su vecina española Valencia de Alcántara. Desde el río Sever se asciende hasta la aldea por una calzada medieval de piedra rodeados de robles y paisajes. Esta es la ruta de hoy, sencilla, de apenas 9 kms, pero preciosa. Magníficamente señalizada, como acostumbran los portugueses, y muy recomendable.

Os dejo el track para GPS

Portagem, peaje en portugués, nació por la existencia de un puente y una torre, entre los siglos XII y XIV. El peaje se cobraba para pasar el río Sever y subir a Marvao. Hoy es un pequeño pueblo lleno de servicios de restauración, hoteles y dos piscinas, una natural y otra municipal. El puente y la torre aún se conservan, tras cruzarlo hay que girar a la derecha por la rua Nova, o Largo das Almas, entre casitas blancas y colores del país. Justo ahí hay un aparcamiento para dejar coches y autobuses.

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Enseguida nos topamos con la Capela das Almas (La capilla de las Almas) en este tramo que discurre por una pequeña carretera.

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Desde aquí la fortaleza de Marvao nos saluda. El Nido de las Águilas, sobrenombre que le acompaña desde hace siglos, conserva ese aire medieval, mezclado con la ‘saudade’ portuguesa. Es un lugar para vivir aunque los turistas inunden calles y plazas.

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Unos 500 metros más allá abandonamos la carretera y tomamos un camino a la izquierda, señalizado, que nos lleva a la calzada, comenzamos a subir.

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Nos saluda una fuente al inicio del camino antes de dejar atrás la aldea de Portagem. Rodeados aún de olivos, cerezos y castaños.

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Enseguida nos adentramos en un robledal donde la calzada se conserva intacta. La sombra en los primeros días de junio cuando hicimos la ruta, se agradece.

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La calzada es medieval, aunque hay fuentes que apuntan a que pudo ser en sus orígenes romana como el puente que cruza el río Sever. La ruta, percurso en portugués, está llena de sorpresas, este viejo bosque y su calzada son la primera de ellas.

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Marvão fue una importante plaza fuerte en la defensa de Portugal contra Castilla, especialmente durante la Guerra de la Restauración. De ahí su construcción en la cima de la sierra y su dificultad de acceso, fue uno de los grandes bastiones de las disputas entre españoles y portugueses.

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El ascenso nos deja ver la frontera, la raya/a raia luso española; frente a nosotros las Peñas Aguda, de San Blas y de la Hierba ( o las Penhas Aguda, do Sao Bras y do Relva, porque están en el lado portugués) de la Sierra de la Paja que separa ambos países.

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Así llegamos a Marvao, atravesando los últimos alcornoques, situado a 825 metros de altitud. Apenas cuatro kilómetros después de haber salido, entramos en la fortaleza.

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Como reza el panel informativo que nos encontramos a la entrada de Marvao, la calzada es parte de los caminos que se utilizaron durante siglos en este territorio, este que parte de la muralla de la fortaleza se comunicaba con la ciudad de Portalegre. En toda la zona se conservan, en muy buen estado, varios tramos de caminos medievales que unían aldeas y pueblos.

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En la actualidad este pueblo portugués se caracteriza por sus imponentes murallas, que se encuentran perfectamente integradas en el paisaje, llegando incluso a confundirse con la cresta del peñasco.

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Mãrvao es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede, cuentan en la página de turismo de Portugal.

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La muralla de la ciudad se puede recorrer entera y visitar, en la parte más alta, su castillo. El nobel portugués José Saramago en su Viaje a Portugal, ya lo expresó de manera clara: «Desde Marvao se ve la tierra toda (…) No diríamos toda la tierra, pero es innegable la impresionante vista sobre las tierras de Portugal y como villa rayana, que es, de España. Se comprende que en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

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«Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja», afirma Pedro Retamar.

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Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Ibn Marwan, fundador también de la ciudad de Badajoz, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160.

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Es una villa para pasear con calma; como la ruta es sencilla os recomiendo un largo paseo por sus calles enredadas. La mejor opción es pasar por la oficina de turismo que se encuentra a la entrada y pedir toda la información necesaria y un plano que os facilite la visita.

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No dejéis de subir al castillo y al museo porque las vistas de Marvao desde allí son espectaculares, la entrada creo que cuesta 1,5 euros, nada para lo que disfrutaréis con el paseo por la fortaleza.

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Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes.

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Dejamos, con pena, Marvao recorriendo sus recovecos y sus sorprendentes calles, estrechas e irregulares, pero llenas de sorpresas.

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Salimos por el camino que nos lleva al Convento de Nossa Senhora da Estrela, fundado en el año 1448. Visitable y recomendable.

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Tras un pequeño tramo por la carretera, accedemos a otra calzada que nos lleva a un pequeño conjunto de casas, Abengoa, en una zona dominada por los castaños.

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Callejas empedradas, vides, castaños, olivos y encinas bordean a Marvao por la parte este mientras descendemos de la sierra.

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En este pequeño cruce, si os desviáis unos metros a la izquierda, podéis encontrar la Fuente de Souto y un par de tumbas medievales excavadas en roca.

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Retomamos el camino siguiendo la señalización, ya digo muy bien situada en todo el recorrido, mientras volvemos a sumergirnos en el robledal que rodea la sierra.

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En este punto el camino se cierra y volvemos al camino donde cogeremos parte del trazado que tomamos al subir, lo veis perfectamente en el track. Ya solo queda desandar el apenas kilómetro que resta.

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La empedrada ruta medieval es toda una sorpresa, bueno, Portugal es siempre una sorpresa; visitar sus villas históricas lo es mucho más. Es un pequeño paseo para días más relajados, para finales de temporada con comida, como es nuestro caso, o para mañanas en las que te apetecen itinerarios con encanto, este no os defraudará.

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Así se refleja la alegría del paseíto, los colores y sabores de Portugal de los que daremos cuenta en cualquiera de las braserías que hay en Portagem para disfrutar de lo más típico: pollo a la brasa y bacalao dorado, aquí hay que comer eso porque lo preparan mejor que nadie.

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Como ya he comentado, preparamos esta sencilla ruta para cerrar temporada con el Club La Vereína, para hacer hambre y despedirnos obligados por los rigores del estío extremeño. Septiembre será tiempo de tocar a rebato, y volverse a calzar las botas.

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Decía el sabio Saramago que “un viaje no existe si no es en la memoria”, he visitado muchas veces Marvao, y siempre me parece la primera vez, porque siempre me sorprende como la primera vez. Esta villa encantada en la que he ido haciendo amigos con los años; es una tentación ante cualquier viaje, una disculpa fácil, un paseo reconciliador, el recuerdo a un escritor admirado, José Saramago, y con el que coincido en afirmar: ¡qué grande es el mundo!

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Ruta Ribera de Alferreireira. Portugal

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Extremadura y Alentejo (España y Portugal) comparten las aguas del río Tajo y hace años que optaron por trabajar conjuntamente en el Parque Natural del Tajo/Tejo Internacional. En sus riberas las acciones de ocio son variadas, las de senderismo también. Hoy os invito a conocer la Ruta de las Riberas de Alferreireira y Barrocas en la localidad de Atalaia, freguesía perteneciente al municipio de Gaviao, un corredor ecológico impresionante. Son 21 kms en total, aunque hay variantes que la hacen más corta, aunque aconsejo no perderse ni un detalle. Molinos, cascadas, riberos, pasarelas, y agua mucha agua. Deliciosa. El atractivo de la ruta no son solo los paisajes, sino la historia que esconden. Esta pequeña aldea tuvo su esplendor en los siglos XIX y XX cuando en sus riberas nacieron decenas de molinos, aceñas y lagares que convirtieron a Atalaia en unos de los grandes centros de molienda de la región. Hoy son visibles muchos de aquellos molinos, unos cuarenta, aunque ya en ruinas que son parte del atractivo de este recorrido.

Os dejo toda la información sobre la ruta que publican en la web de Gaviao

Y el track para GPS

Este es el mapa de la ruta, que son tres, nosotros hicimos la ruta entera, es decir el PR2, y el 2.1 y 2.2 que son variantes que completan el recorrido aunque, como os contaré, hay opciones para hacerla más corta y muy bien señalizadas. De la señalización ya os contaré en adelante: ¡impresionante!

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Atalaia, pequeña freguesía (entidad menor, alquería, pedanía, llamaríamos en España) perteneciente al municipio de Gaviao, tiene apenas un centenar de habitantes pero es portuguesa, portuguesa. Hasta aquí nos trajo el bus ( si venís en él no os metáis muy dentro del pueblo, quedaos en las afueras sino queréis sorpresas). El día arranca nublado y amenaza lluvia.

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Una de las cosas que más me sorprendieron es el exquisito cuidado en la señalización de la ruta en todo momento y los muchos elementos que facilitan el tránsito por caminos, a ratos, escarpados. Un ejemplo de cómo invertir el dinero que Europa destina al desarrollo rural, porque en el mismo pueblo me contaban que son muchas las personas que realizan la ruta desde que está señalizada y promocionada, siguiendo las normas de la Federación de Campismo y Montañismo de Portugal. En este caso dos colores nos acompañarán en la ruta: el amarillo y el rojo

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Comenzamos recorriendo caminos tradicionales, usados para viajar entre pueblos, senderos conservados perfectamente, en los que las labores agrícolas son evidentes. La señalización es constante y clara, perderse es más que difícil, esto tranquiliza mucho a quien no conozca el camino

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Al dejar Atalaia la ruta arranca en este pequeño camino en el que la vegetación es muy parecida a la española, prados, plantaciones, y, aún, pequeños bosques de eucaliptos que se extienden hasta el río Tajo y que los portugueses también están sustituyendo por especies autóctonas.

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Detalles de una ruralidad y un uso de materiales naturales que Portugal conserva y que te encuentras en el camino.

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Llegamos enseguida a la pequeña localidad de Degracia Fundeira que atravesamos sin problema, son apenas tres calles puesto que la aldea es muy pequeña, no tiene siquiera la categoría de freguesía.

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Tomamos una pequeña carretera, apenas 200 metros, y enseguida veremos un desvío a la izquierda que nos llevará hasta el primer lugar que visitaremos.

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Se trata de esta preciosidad que llaman Fuente Vieja, de 1919, dicen que su agua tiene propiedades medicinales, viendo el edificio que la cobija no es extraño. Estamos en Portugal no hay duda.

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Esta construcción alberga una fuente, tratada como una pequeña capilla a la que no le falta detalle.

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Visto el lugar y la cantidad de polletes que hay para sentarse, debe, o debía, congregar a mucha gente.

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Justo enfrente este precioso lavadero es otro de los hitos del camino que recibe el agua de la Fuente de Bica, situada un poco más arriba.

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Junto al lavadero sale un camino a la derecha que nos lleva hasta otra pequeña localidad Deogracia Cimeira y ya desde aquí comenzaremos a descender hasta el río Tajo.

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El paisaje se abre y cambia completamente, a partir de ahora se suceden los cerros, arroyos que nos llevan a un encajonado río Tajo que deja paisajes espectaculares.

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El Tajo se encajona entre cerros y sierras, vaivenes de un terreno que siempre sirvieron de frontera y que hoy disfrutamos. Reconocido título el de Parque Natural que se reivindica en sus paisajes.

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La señalización, como vengo contando, exquisita y cuidada, una garantía de tranquilidad para el caminante.

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Entramos en el Valle de Cabril que nos llevará hasta las aguas del río, puro bosque mediterráneo.

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El descenso hay que hacerlo con precaución, pero están cuidados todos los detalles para facilitar el tránsito, barandillas, escaleras y hasta cadenas cuando se necesita, todo sin deteriorar el paisaje.

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El río Tajo corre hacía Lisboa aunque antes podemos disfrutarlo en Extremadura y el Alentejo.

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Parada técnica junto al río para reponer fuerzas y continuamos por un tramo escarpado que sortea las irregularidades del terreno y que nos obliga caminar con cuidado y con continuas subidas y bajadas.

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Ello no significa que no puedas pararte, echar la vista atrás, y sonrojarte por tamaño paisaje.

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Lo dicho no falta detalle, lugar con alguna dificultad, lugar que cuenta con pequeñas ayudas como esta.

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Es un zig zag constante, con ascensos y descensos aunque tengas donde agarrarte. Ayuda a que se minimicen los peligros de andar por esta zona complicada que conocen como el Vale de las Cerejeiras o Valle de las Cerezas.

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El agua es una constante en la ruta, no lo muestro continuamente pero son decenas de arroyos con los que te cruzas o ves de cerca desde que entramos en el Valle de Cabril.

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Y de regalo, el tren nos saluda, no falta de nada, ya veis.

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Dejamos la ribera del Tajo y entramos en la ribera que da nombre a la ruta, quedan todavía muchas sorpresas y lugares de ensueño. Justo en la orilla una pequeña construcción recuerda que existió un pequeño embarcadero para cruzar el río, Batel lo llaman aquí.

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Esto le he visto más veces en España, colocar una pequeña plataforma alrededor del olivo para impedir que las aceitunas rueden colina abajo.

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Entramos, por fin, en la Ribera de Alferreireira, durante algunos kilómetros seguiremos el curso del agua; es la parte más espectacular de la ruta y la que le da nombre, empezamos donde la ribera se deja caer en brazos del Tajo.

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El sendero discurre paralelo al cauce del arroyo, está bien preparado lo que facilita su disfrute.

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Caminamos por una zona con abundante vegetación de ribera que nos protege de un sol que ya cae a plomo, a pesar de que el día amaneció lluvioso.

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Las aguas están llenas de pequeñas presas y represas para conducir el agua a los muchos molinos que copaban las orillas, quedan restos de muchos, aunque muy abandonados.

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Vengo contando que la ruta está muy ciudada, con detalles que aumentan su belleza; me sorprende además que todo los elementos estén bien cuidados, nada deteriorados, algo a lo que, desafortunadamente, no estamos acostumbrados al otro lado de la frontera.

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La ribera es de cuento, el sonido del agua te acompaña continuamente, dan ganas de pararse y quedarse aquí.

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La vereda sortea los vericuetos del terreno, un falso llano, una ascensión suave hacia la zona más escarpada. La señalización constante, es una ayuda.

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Se despeja el terreno y esto nos permite ver algunos restos de viejos molinos.

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La ruta se separa por algunos momentos de la ribera, mientras atraviesa otros pequeños arroyos que sorteamos con oportunos puentes.

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Llegamos a los restos de una antigua ‘fábrica de luz’.

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Esta parte de la ruta es algo más complicada pues discurre entre rocas que te obligan a subir y bajar continuamente, cuando necesitas un apoyo encuentras cadenas colocadas a modo de pasamanos, otro detalle más.

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Escogemos este pequeño rincón para reponer fuerzas, la sombra y el agua mitigan el calor.

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Alguno aprovecha para refrescar los pies mientras comemos algo.

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Abandonamos la ribera de Alferreireira antes de llegar a la de las Barrocas, esta zona es más escarpada con pendientes pronunciadas de subida y bajada.

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Primavera cuando hicimos la ruta, las peonías o rosas de monte (rosa de Alejandría le dicen en algunos lugares) están en flor.

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Constantes subidas y bajadas que exigen algo más de esfuerzo, la barandilla de madera ayuda.

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Una sucesión de pequeños arroyos, como la Ribera de Vale Covo, nos lleva a caminar por este zig zag de pequeños montes y cerros, con el sol encima la marcha se ralentiza.

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El paisaje embelesa, este corredor ecológico es de enorme belleza, nos dirijimos a la siguiente ribera, otra sorpresa.

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Cuando creías haber abandonado el agua, te sorprende otro puñado de molinos con saltos de agua aún más impresionantes que los anteriores.

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La vegetación y el abandono se dejan notar en estos viejos molinos, aún conservan las piedras de moler.

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Otros se conservan algo mejor y han sido preparados para ser visitados, testigos de esa actividad frenética que hubo a finales del siglo XIX y principios del XX en la zona.

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Se suceden los saltos de agua que se construyeron para aquellos molinos de trigo.

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Molinos que se suceden uno tras otro, como los puentes y pasarelas que nos conducen por la ribera de las Barrocas, seguimos subiendo.

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Después de disfrutar de saltos de agua y viejas construcciones dejamos la ribera cruzándola al otro lado

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El paisaje se suaviza a medida que nos alejamos del agua y volvemos a ver praderas y bosques de eucaliptos. Estamos en el Valle de Aceña.

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Aunque aún quedan restos de viejos molinos. La ruta ofrece, en varias ocasiones, desvíos señalizados por si queremos ir directamente hacia el punto de inicio, no hay problemas porque ya habéis visto que te informan de la distancia en uno y otro caso. El último de ellos es el que nos lleva a los Olhos d’Agua (ojos de agua) y a un viejo lagar, es un desvío de unos tres kilómetros que merece la pena, es el último de los espectáculos que ofrece el agua en este recorrido inolvidable.

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Nosotros no hicimos ese último tramo, el calor no esperado nos venció, no era cuestión de forzar una ruta que se hizo complicada y muy bella, es un terreno difícil, pero mereció la pena, completamos la ruta siguiendo hacia Atalaia.

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Terminamos la jornada disfrutando de una Sagres fresquita en esta freguesía portuguesa. Ha merecido la pena. Nosotros hicimos 21 kilómetros, si optáis por conocer los Olhos d’Agua os saldrán unos 24 en total.

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Hasta el regreso por carreteras portuguesas nos deja imágenes que son muy reconocibles para quienes visitamos este país con frecuencia, nos os preocupéis caben dos coches, y el nuestro es un autobús.

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Cuando te encuentras con rutas como esta, que son una sorpresa, vienes satisfecho. El Tajo y su cuenca guardan sendas deliciosas a un lado y otro de la raya; algunas con historia, como las dedicadas al contrabando, otras con viejos oficios como el de los molineros y sus molinos, las hay que atraviesan puentes romanos con 2000 años de historia, que cruzan la frontera, incluso se hacen conjuntamente entre España y Portugal. Pero vengo más sorprendido, si cabe, por la exquisitez de quienes han diseñado la señalización de la ruta y por ver como se conserva intacta, sin que nadie la maltrate, la rompa, la tire o, en el peor de los casos, se la lleve. A Extremadura y Alentejo nos unen muchas cosas, la afición por el senderismo es una de ellas, aquí somo iguales, aunque en civismo nos lleven mucha ventaja.-

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Ruta del Contrabando (Cedillo-Montalvão)

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 La Ruta del Contrabando se celebra cada año, desde hace catorce, entre las localidades de Cedillo, en España, y Montalvao, en Portugal. Son 20 kms que transcurren por la raya fronteriza, entre los ríos Tajo y Sever, en pleno corazón del Parque Natural del Tajo Internacional, una zona de creciente interés turístico con hoteles. La ruta la organiza INIJOVEM, el instituto de la Juventud de Nisa, localidad a la que pertenece administrativamente Montalvao, con la colaboración de los Ayuntamientos de Cedillo y Montalvao. Una actividad muy organizada que comienza en España y termina en Portugal con una fiesta.

El track para GPS de la Ruta del Contrabando por gentileza de mi amigo Teófilo Amores

 

Cedillo, es el punto de partida, la salida se ha marcado en el edificio El Casón, un centro de interpretación del parque del Tajo Internacional que guarda sorpresas, muy, muy gratas. A la ruta asistimos cerca de 500 personas, muchos de ellos portugueses.

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Es curiosa la historia de Cedillo, todo un pueblo de frontera situado en esa hendidura tan característica que Extremadura clava en Portugal; de hecho su nombre, otorgado a principios del XIX, Cedillo,  procede de “Cedido”, por la cesión que hizo Portugal a España de esta zona para regularizar la frontera. Los primeros asentamientos tienen que ver con el río, un pequeño grupo de pescadores que, con una barca, ayudaban a cruzar el Tajo; más tarde se unieron al poblado numerosos portugueses que huían del reclutamiento militar portugués, muy frecuente por las continuas guerras. Viendo el paisaje que rodea la localidad se entiende perfectamente.

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Cedillo es hoy una pequeña localidad de apenas 500 habitantes que conecta con Portugal a través de la Presa de Cedillo; curiosamente sólo se puede atravesar los fines de semana porque Hidroeléctrica Española, dueña del embalse, la mantiene cerrada los días de diario, ello obliga a sus habitantes, con frecuentes contactos con Portugal, a dar un rodeo de más de 100 kms, cuando entre los dos pueblos hay apenas 20 kms. Es una vieja reivindicación de los pueblos de la frontera, un puente sobre el Tajo, siempre prometida y nunca ejecutada.

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Nosotros dejamos las blancas calles de Cedillo, y a sus habitantes despidiéndonos, para tomar por el Camino de la Carrasquera, buscando acercarnos a las aguas del Tajo.

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El camino es ahora más llano, flanqueados por lo que aquí conocen como Huerto de La Señorita y Huerto de las Parreras, la concentración pone un poquito de color en el paisaje.

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 Entre estos pequeños valles, que forman la sucesión de lomas y sierras, se encajona el Tajo camino de Portugal. Una foto fija del bosque mediterráneo y de la vida agrícola de frontera. Un rincón alejado de todo y muy apetecible.
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La frontera administrativa no afecta a la vista, frente a nosotros está Portugal y el pueblo de Vila Velha de Rodao.

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Una de las mejoras visibles en el Parque Natural del Tajo Internacional es la señalización de las rutas, un trabajo que hace accesibles y cómodas muchas de ellas. Y no han olvidado detalle.
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Descendemos ya por la Carrasquera para atravesar el que llaman Regato del Pueblo.

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Algunos de los tramos de la ruta son una delicia, este que nos eleva hasta la Loma de la Foz, cuenta con una cómoda pasarela en zig-zag.

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La aguas del arroyo evidencian un otoño e invierno generoso en aguas
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El pequeño sendero nos obliga a caminar en fila india, atentos a las indicaciones que enriquecen el camino. Y al barro que se pega a los pies a cada paso.
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Al ascender, el Tajo se muestra en todo su esplendor; frontera natural de Iberia: esta orilla es española, la de allá portuguesa, las aguas aquí, internacionales.
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Pasamos a tierras portuguesas navegando por las aguas del Tajo, desde el embarcadero que se ha construido para dar servicio al barco ‘Balcón del Tajo’ que recorre esta parte del río. Nosotros lo hacemos en pequeñas lanchas.

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La organización ha dispuesto varias barcas que traen y llevan a los senderistas por los apenas 800 metros que nos separan de Portugal, al fondo la presa de Cedillo que recoge las aguas del Tajo y el Sever.

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Superado el tramo navegado, iniciamos la marcha por tierras portuguesas, caminando paralelos al río Tajo, ya convertido en uno. Buscando el Camino del Forno.
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El Tajo estrena, justo aquí, su travesía por tierras portuguesas; después de regar cuatro regiones y seis provincias españolas. 47 kilómetros de frontera natural terminan aquí, ya sólo quedan 145 kilómetros antes de terminar en el Océano Atlántico. En este punto, el río más largo de España, se pasa al lado luso.
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Dejamos a un lado las aguas del Tajo y enfilamos hacia la zona del Monte do Pombo, un pequeño valle en fase de repoblación donde aún quedan muchos eucaliptos de antiguas plantaciones hidrográficas.
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Tras el ascenso al monte Remedios, muchos de los caminos aparecen anegados, hay que buscar pasos alternativos, imposible cruzar por ahí.
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Antes de acometer el último trayecto hacia Montalvao hay prevista una parada para reponer fuerzas
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Aprovechamos para refrescarnos, vino de pitarra de la Sierra de San Pedro para continuar el camino, hasta ahora llevamos 15 kilómetros, aún nos quedan 5 más.
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Portugal, monte bajo en Salmieirinhas
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Última parte de la ruta por un camino vigilado por alcornoques junto al Monte Pombo
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La ruta pasa junto a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios; Portugal se reconoce por sus colores y sus suelos adoquinados, conserva ese aire colonial que mantiene en toda su arquitectura.
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Por la Tapada de Cardeirinha nos vamos acercando a Montalvao, situado sobre el Monte de San Andrés.
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En Montalvao nos reciben a ritmo de tambores, nos espera una buena comida para terminar la ruta.
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La carpa en la que nos refugiamos de la lluvia que, ahora sí, ha hecho presencia, un quinteto de músicos  hace las delicias de todos, pasadobles y fados se mezclan para que los más atrevidos se marquen alguna pieza, después de repuestos con abundante comida, aún quedan fuerzas para bailar un poquito.
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A buscar el autobús de vuelta; debemos atravesar Montalvao, villa portuguesa, un pueblo alentejano de postal: la colina suave y verde, la aldea arriba en lo alto esparciéndose por las faldas del monte San Andrés, esta es la iglesia que le da nombre. Los españoles suelen acudir aquí atraídos por el marisco que se come en sus restaurantes, desde Cedillo se tardan apenas quince minutos, siempre que sea fin de semana.
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Termina la ruta 20 kilómetros después, el día daba agua, aunque la lluvia sólo hizo acto de presencia en un par de ocasiones, la más fuerte justo al terminar la caminata, por suerte. Las huellas de las abundantes precipitaciones quedan patentes en nuestra ropa. Caminos anegados y barro constante han dejado su firma; los pies también lo notan.
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Ha merecido la pena. La ruta prometía y no ha defraudado, el recorrido nos deja la sensación agradable de que La Raya, la frontera hispano-portuguesa, sólo existe en los mapas y que los caminos se comunican sin problemas, desayuno en España, comida en Portugal, un recorrido por el Parque Natural del Tajo Internacional, una esquinita europea que merece la pena ser visitada. La edición número XV, ya está en marcha, habrá que volver.

                                                                                                                                             ©vicentepozas2013

 

Ruta Puente romano de Alcántara

(SI QUERÉIS VER BIEN LAS FOTOS, PINCHAD SOBRE ELLAS)Vamos a hacer una ruta clásica, la del Puente romano de Alcántara, que comienza y finaliza en este coloso romano, todavía en uso y que nos llevará por algunos pasajes fronterizos de gran belleza y comprobable diversidad. 17 kms con algunos desniveles no muy pronunciados y con algunas sorpresas, como la compañía de buen número de ponis que recuerdan a los asturcones del norte. La Ruta, desde que se constituyó el Parque Natural del Tajo Internacional, está muy bien señalizada, y permite conectar con otras o visitar menhires y canteras. Como es habitual con el grupo de senderismo de Catelsa Cáceres. Iniciamos la caminata, saludando de mañana al Covento de las Comendadoras, en fase de reconstrucción.
Salimos de Alcántara, Conjunto histórico Artístico, por una de las puertas de la ciudad pisando parte de la antigua calzada romana.

Mientras descendemos hacia las aguas del Tajo, el Puente de Alcántara avisa de su presencia


Pasamos por el templo romano que vigila el Puente, un lugar de ofrendas en tiempos de dioses y supersticiones que hoy no es más que un monumento junto a otro mayor. Cruzamos el puente camino del comienzo de la ruta

Un panel informa del recorrido y nos avanza aquellos lugares que pisaremos antes de regresar al mismo lugar, 17 kilómetros más tarde


Comenzamos por la senda que hay junto al río, donde la actividad humana es todavía patente

Paralelos al cauce del Tajo nos vamos encontrando con restos de antiguos embarcaderos, fuentes, como la de Los Perros o Fuente Santa justo en la orilla de enfrente

El cauce del río discurre ahora más libre hasta que se tope con la presa de Cedillo y vierta sus aguas a Portugal. Justo en el lugar donde el Tajo se convierte en frontera natural, la raya del agua entre Extremadura y el Alentejo. Esta zona es conocida como El Muelle.


Dejamos el río a la espalda para encaminar nuestros pasos hacia la Vereda de la Loba, mientras buscamos el Regato de los Remolinos

Aquí comienzan a aparecer los primeros grupos de ponis que deambulan libremente por estas sierras

Ascendemos por estos parajes pizarrosos del Ejido del Vicario, una zona recuperada con puentes y pasarelas

Ascendemos cerca de la Fuente del Tío Melitón y la altura nos permite descrubrirnos en el paisaje


A lo lejos, Alcántara, esperará paciente nuestro regreso.

Así llegamos a estas lomas onduladas que llaman la Cerca de la Liebre, al fondo la Casa del Vicario


Entramos en la Cerca del Chaparral y sustituimos las zonas más abiertas por la dehesa

Por esta vereda ya vemos Estorninos, el que durante muchos años fue un pueblo y que ahora es un barrio de Alcántara, un refugio fronterizo en tiempos de contrabando

Aquí las gentes se aprestan a iniciar la conversación y explicarte el camino. No hay prisas, nosotros caminantes nos convertimos en minutos de compañía que les sacan de la rutina, queda inmortalizado el instante.

En Estorninos la señalización, situada en los cruces, ayuda a no perderse

En Estorninos hacemos una pequeña parada para reporner fuerzas, damos cuenta de nuestras viandas junto a la Iglesia de Santiago


Seguimos avanzando guiados por los postes que marcan el sendero, mientras caminamos junto a las ruinas de la ermita del Humilladero y por la ruta del Menhir del Cabezo, junto a la cerca del Tío Benigno

Tras dejar atrás la Cañada del Cabezo transitamos por un tramo de la ruta que transcurre por la Cañada Real de Gata

Así regresamos al lugar de partida, desembocando en la EX 207, la carretera que lleva a tierras portuguesas. El puente de Alcántara vuelve a saludarnos

Así esta obra magnifica de seis arcos reconstruida en diferentes momentos de la historia debido a las guerras, ha grabado en piedra parte de su biografía, como la de su maestro: «Yo, Cayo Julio Lacer, maestro constructor de lo que hoy llamáis, el Puente de Alcántara, y en el que mis cenizas, esperando que la tierra me fuera leve, fueron entregadas al Templo que hice construir para el culto y veneración de los dioses y del César» y en el que su Emperador Trajano órdenó grabar también: PONTEM PERPETUI MANSVRVM IN SECULA MVNDI: El puente que permanecerá en pie por los siglos del mundo.

Ascendemos de nuevo hacia la muralla alcantarina, embaucados y sobrecogidos por la historia.


Yo, encantado, porque algunos compañeros de viaje se dan la vuelta y deciden inmortalizarme, esta foto es de Juan Antonio.

Guardando la entrada, los más pequeños nos esperan, ahí donde los véis también han completado la ruta. Entramos en Alcántara

Nosotros terminamos aquí, dentro de la localidad, al abrigo de esta pequeña iglesia, la de San Pedro. Satisfechos porque merece la pena este camino lleno de historia y de historias.

Se pueden hacer muchas rutas y visitas en la comarca, aquí encontraréis un ramillete de ellas: http://rutastajointernacional.com/ en esta lanza con la que Extremadura hunde el costado luso; ahora, afortunadamente, compartimos un territorio único, bello, desconocido y emocionante. Una tierra elegida por el hombre desde los albores de la historia, que buscaban el favor de un río sagrado que, aunque nos pese, separa a españoles y portugués, hoy, es verdad, el parque es bandera, nexo de unión en la soñada Iberia de Saramago, un lugar donde, qué paradoja, el Tajo/tejo, es la última frontera natural de Europa.

Un lugar que nosotros disfrutamos… Andando Extremadura.-

©vicentepozas.febrero2012