No es fácil caminar por la Sierra de San Pedro, por el Parque Natural del Tajo Internacional porque los mejores meses, otoño-invierno, son meses de caza mayor en este paraje de grandes latifundios, enormes fincas convertidas en cotos que dejan mucho dinero en la comarca pero que son incompatibles con la práctica del senderismo. Aún así, la Sierra de San Pedro tiene rutas preciosas, muchas de ellas perfectamente señalizadas y homologadas. Nosotros hemos elegido una de ellas en la localidad de Salorino: la ruta del Puente del Infierno, que no nos defraudará a pesar del calor del dia elegido.
Se trata de un trazado de 14 kms, sencillo y variado que nos lleva hasta el Puente del Infierno, que le da nombre, un coqueto puente de pidera y ladrillo construído en el siglo XVIII para sortear la rivera de la Torre, aguas abajo de la confluencia de la rivera de Molinos y la de Getreros.
Este es el track para GPS
Salorino se encuentra situado entre Membrío y Herreruela, al sur de la penillanura del río Salor, del que procede el nombre del pueblo.
La ruta está señalizada de manera excelente, homologada por la FEXME como pequeño recorrido PR CC-94, forma parte de los 37 senderos homologados con los que cuenta la comarca. Por tanto se puede caminar tranquilo, aunque nunca está demás llevarse algún tipo de GPS, aunque sea en el teléfono.
Así salimos de Salorino por un camino amplio por la Huerta de la Cruz, muy despejado, que nos deja ver las sierras cercanas, aunque la ruta discurre por la parte más llana, tan sólo ondulaciones propias del cauce del río. Desde aquí sale otra ruta homologada en Salorino, el Torrico de San Pedro que llega a los pies de la sierra.
Se camina cómodamente mientras salimos de Salorino por lo que conocen como la travesía de Herreruela. Salorino está rodeada de agua con varios arroyos y riveras que terminan en el Salor. La localidad está jalonada de pozos con nombres tan singulares como Fuente Santa, pozo Viejo, del Lugar, Patino, Atoquedo o del Gallo.
Enseguida el camino nos desvía hacia la izquierda, aunque podéis hacerlo al revés. A escasos metros del desvío, pasada la Laguna de la Cigüeña, hay que cruzar la N-521, atentos aunque es una zona despejada es una carretera con tráfico y suelen ir rápidos.
Cogemos el Camino de la Justicia, bonito nombre que nos adentra en una zona de llanos con matorral bajo dedicado al ganado vacuno que vais a encontrar seguro.
Es una zona árida, sin arboleda, pastos que en otoño invierno aprovecha el ganado. Hasta ahora el trazado es llano y el caminar se hace fácil.
Atravesamos por la Rivera de Getreros y Las Minas hasta llegar a la entrada de la Finca Justicia, giramos a la derecha siguiendo la alambrada, atravesamos dos cancelas, recorremos el paraje de La Mesa.
El paisaje quiere cambiar por momentos, la dehesa asoma tímida entre pequeñas floraciones que dan color al suelo; hemos cogido el camino de Brozas, viejos trazados que antaño unían las localidades pero que se van perdiendo poco a poco porque nadie los cuida y porque los dueños de las fincas se apoderan de ellos y terminan borrándose.
Caminamos desde hace rato junto a la alambrada de la finca aunque todos los pasos están abiertos. El camino se adapta al paisaje en un constante sube y baja que sortea pequeños cauces ahora secos.
Andar tranquilo se impone antes de que volvamos a la rivera del arroyo Getreros que vamos rodeando por parte izquierda aunque no sea visible.
Se intuye el cauce del río y el paisaje se pierde a los ojos. Sorprende esta zona de la Sierra de San Pedro por su escasa dehesa. Todo el parque natural se caracteriza por una vegetación mediterránea mucho más densa; pero estas laderas aprecen limpias con pequeños árboles aislados.
Como he comentado el camino está señalizado cada pocos metros, es una constante en el trazado, los cruces bien marcados y las marcas de PR cada cierto tiempo para que no te sientas inseguro.
La ribera es un calco del paisaje que habrá ido dibujando a lo largo de los siglos. se hunde en los riberos, en curvas, meandros y algún pequeño salto de agua, es una corriente tranquila que desde lo alto de la loma se intuye a la perfección, aunque el agua se esconda a la vista.
Antes de encarar la bajada al cauce nos sorprende, en medio del campo, esta pequeña área de descanso junto a un árbol. Señalizado por supuesto. Muy cerca otra Fuente, la de los Estantes.
Un pequeño desvío a la izquierda, señalizado, nos lleva hasta el Puente del Infierno, paisaje mediterráneo.
Quedan restos de antiguas cochiqueras repartidas por aquí y por allá que llevan años en desuso y cubiertas por la vegetación. En tiempos fue una zona con mucha actividad ganadera como ponen de manifiesto todas estas construcciones.
Coqueto, sencillo, precioso… el Puente del Infierno se deja querer, se deja fotografiar. Pregunté en la localidad por el origen del nombre pero no supieron responderme «siempre se ha llamado así» me contestaron varias personas.
Es un puente estrecho, ganadero, que formaba parte de alguna cañada o cordel ya perdido eso es seguro; ni siquiera podrían atravesarlo carretas o carromatos por lo tanto su origen está en facilitar a los rebaño de ganado atarvesar el cauce.
El puente se alza unos metros sobre el cauce, donde se han unido las aguas del arroyo Getrero y la riBera de los Molinos, hoy más sujeta por el embalse de la ribera de la Mula aguas arriba. No es baladí, por tanto, que esté en este lugar, seguramente su historia esté ligada a la trashumancia, pero estos recuerdos se van perdiendo y nos dejan sin las historias de antaño que dibujaron la comarca tal y como la conocemos.
Me fascinan las construcciones que puedes encontrarte en medio de la nada, eso nos puede parecer ahora, en cualquier punto de Extremadura. Pero la realidad es que siempre nos hemos movido por caminos; humanos, bestias, ejércitos, razas, reyes, villanos… caminos hechos a base de uso, puentes pensados con toda la sabiduría que da la experiencia. Están ahí y es por algo, y siempre buscamos la razón de ello, aunque a veces nos frustre no encontrar la verdadera historia de la historia de este puente, o de otros restos de la presencia del hombre que están diseminados por el campo.
Siempre pienso en quién usaría este puente, dónde iría o de dónde vendría, quién lo construyó y cual fue el motivo. Ya no está en uso pero su belleza ha aumentado. Este coqueto paso elevado con un gran arco central es una maravilla y sólo por llegar hasta aquí ha merecido la pena.
Ascendemos por el Camino de la Horma Blanca, dejando la depresión que encajona el agua, imaginando el río Salor que absorbe estas aguas y que ha atravesado la comarca desde los Llanos de Cáceres para terminar abrazado al Tajo y alimentar la presa de Cedillo, la última frontera privada de Europa.
El paisaje ha cambiado, encinas y jaras nos flanquean el camino en esta finca de la Torrecilla. Un ascenso suave y tranquilo con olor a tierra.
Bosque mediterrano que esconde fuentes como la de La Tora, la de La Porquera o la de La Burra muy cercanas a nosotros, la jara, siempre presumida, explota a nuestro paso.
Entramos en el camino de Vaquerilejo que da nombre a la finca donde el bosque mediterrano se ha transformado en dehesa y el ganado vacuno nos observa tranquilo sin inmutarse por nuestra presencia. Es una sucesión de paisajes diferentes pero complementarios, esto lo entiende quien conoce Extremadura.
Paralelos a la carretera N-51 cogemos el Cordel de Alcántara, la vieja autopista ganadera que se mantiene limpia en este tramo, así nos saluda el paisaje rayano, la frontera del agua.
Agua y mucha en este viejo puente de la N-521, hoy convertido en paseo por donde discurre la Rivera de los Molinos ahora puesta en valor
A mediados del siglo XVIII, en Salorino, una de las principales fuentes de recursos eran los molinos harineros, que funcionaban gracias al curso del agua, que accionaban la rueda del molino (en piedra) que era la que molía el grano.
Siguiendo el curso de la rivera de Justicia, podemos encontrar aún restos de los molinos y sus canales correspondientes. Como el de La Molinita, Toriles, Charca del Melonar… Algunos molinos como el de Arriba, el del Medio o el de Abajo.
Este patrimonio industrial/rural hoy está puesto en valor afortunadamente y la zona ofrece una magnífica área de descanso donde bajarnos de las prisas y disfrutar de la historia.
Continuamos por el cordel , la N-521 la cruzamos ahora por un paso inferior camino ya de Salorino. Las señales no siguen guiando.
Seguimos siendo testigos de esa antigua historia molinera de la localidad y a nuestros ojos se descubren algunas de estas construcciones ahora que el camino se eleva por momentos.
El último tramo ya con la carretera a nuestra derecha sólo nos sirve para llegar a Salorino y terminar la ruta.
Nos despide la jara, verdadera guardiana de la comarca, bueno de toda Extremadura, que parece haberse ido abriendo a nuestro paso antes de coger el camino por el que salimos de la localidad.
Llegamos al punto de origen, Salorino nos recibe con una oferta gastronómica variada y apetecible, muy rayana, casi portuguesa, aunque en este territorio el menú no tiene fronteras y lo mismo puedes optar por un buen buche, que por un bacalao dorao. Salorino es un pueblo pequeño pero animado y la gente aprovecha este día soleado para tomar la calle, igual que hemos hecho nosotros que nos disponemos a disfrutar de sus viandas.
Todo el equipo de guías inmortalizamos el momento y nos llevamos el grato recuerdo de haber pisado Salorino, el pueblo del Salor, el pueblo de las fuentes, el pueblo del agua. En 1791, cuatro encomiendas formaban el municipio: Belvís de la Sierra, Benfayán, Sacristanía y Hornos. Con la desamortización las encomiendas fueron vendidas y fue muy poca la tierra que quedó en manos de los habitantes del pueblo, por lo que se vieron obligados a abandonar el sector primario para iniciar su actividad en el secundario: tenerías, hornos, molinos y minas de níquel proliferaron entonces en este pequeño término municipal. De eso hemos sido testigos.
El Parque Natural del Tajo Internacional es Reserva de la Biosfera de la UNESCO, este territorio es rico, fronterizo. Es el primer parque transfronterizo de Europa marcado por el río que le da nombre. De antiguas desavenencias, conquistas y cesiones, amores y desamores, quedan castillos y fortalezas que jalonan la comarca, alejada de todo pero siempre necesaria, vigilante, sus habitantes se fueron adaptando a las decisiones políticas que se tomaban a cientos de kilómetros más allá y que les obligaban a variar sus costumbres y las relaciones con sus vecinos portugueses. Pero aquí siempre hubo gente, sus múltiples dólmenes lo confirman. Tierra de la Orden de Santiago y de la de Alcántara, de San Pedro de Alcántara, de asentamientos judíos, de romanos, de trashumantes, tierra de frontera sin frontera, donde se borran las rayas y las gentes son vecinos, donde siempre se ha ayudado al otro y siempre se ha hecho negocio, lo tuyo por lo mío.
Pocos lugares como éste son capaces de reunir, en un mismo espacio, tanta biodiversidad, fusión de culturas, riqueza patrimonial y gastronómica, y maneras de sentir y vivir… es la frontera del agua.
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