Ahora las abejas hacen su trabajo. Polinizan miles de flores, miles de insectos como un ejército, cargados de vida, como un milagro que no vemos.
Bancales interminables que ascienden imparables hasta las cumbres del Sistema Central. Sol y nieve. Fuego y luz. Una calma tensa que admiramos, meses de trabajo terminan en cada flor.
Y el agua siempre presente. La nieve convertida en gargantas que hacen más valle al Valle.
Caminar ahora por pequeños senderos, respetando el árbol, admirando el trabajo paciente, meticuloso. Apenas unos días antes de que un frenético ir y venir inunde el valle.
Y la luz, siempre la luz del Valle del Jerte. Luz de primavera, luz de flores.
Por eso los cerezos en flor son una fiesta que termina en una lluvia de pétalos que se convierten en botones que se hacen cerezas. Valle del Jerte solo hay uno, como su cereza.