Antiguo camino de Yuste. Garganta la Olla

por Jul 25, 2015La Vera, Ruta Senderista2 Comentarios

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La ruta denominada Antiguo Camino de Yuste es un sendero circular con salida y llegada a la localidad de Garganta La Olla, que discurrre por el PR -CC80 y que coincide, en su último tramo, con parte del trazado del GR 111 que recorre toda la comarca de La Vera y termina en Plasencia. Son algo más de 13 kms de escasa dificultad con un único ascenso en el primer tramo de la ruta. Un recorrido que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya con magníficas vistas o al Monasterio de Yuste, lugar emblemático para la comarca y para Europa. Un precioso camino, muy de La Vera, que merece la pena conocer.

Os dejo el track para GPS

La ruta se inicia en la Plaza de Garganta, una coqueta plaza verata a la que no le falta su fuente de varios caños; al fondo a la derecha arranca la calle Llana que baja hacia el río, la Garganta Mayor, en el descenso encontramos este panel informativo de la ruta y sus hitos.

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Garganta la Olla es Conjunto Histórico Artístico desde 1983 por su magnífico casco urbano representativo de la arquitectura verata donde destacan sus casas de mampostería, granito y madera; antes del nombre actual fue llamado “AD FAUCES”, está asentado en una “olla” que conforma la Sierra de Tormantos y los relieves de San Salvador y San Bernabé. Es tierra de la Serrana de la Vera, cuya leyenda está muy extendida.

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Pero vamos al lío. Cruzamos el Puente de San Salvador sobre la Garganta Mayor y salimos del pueblo, aquí se inicia el ascenso que tiene la ruta que nos llevará hasta la Loma de la Atalaya, al cruzarlo tomamos el camino a la izquierda siguiendo lar marcas del PR, amarilla y blanca.

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La senda nos lleva hasta el mirador de la Serrana desde donde disfrutamos de una panorámica de Garganta la Olla, al fondo la Sierra de la Desesperada con el Pico de la Mesa, 1.410 m

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Sigue el ascenso por la zona de la Colmenera por un sendero marcado aunque hay que estar atentos porque nos podemos despistar. De momento atravesamos este robledal que rodea el pueblo.

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El ascenso facilita las vistas de los alrededores de Garganta con Gredos al fondo y la Sierra de Tormantos, delicioso.

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Atravesamos el bosque buscando los hitos que nos marcan el camino, si os perdéis que no es difícil, hay que buscar la referencia de las antenas de teléfono, allí el camino se suaviza y son visibles las señales, después comienza una pista que nos llevará hasta el Monasterio de Yuste.

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Antes de llegar arriba nos topamos con estas pilas para el ganado, un tipo de fuente que se puede ver en algunos lugares de Extremadura, sencillas pero ingeniosas.

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Toda está zona está protegida como LIC, Lugar de Interés Comunitario, es un bosque de robles inmenso de varios kilómetros de extensión que se extiende por toda la falda de Gredos en la comarca de La Vera, en época de calor se agradece su sombra.

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Dejamos atrás las antenas y ascendemos un poco hasta llegar a la Loma de la Atalaya, a unos 800 metros de altitud, la zona se despeja y el paisaje domina la vista, aquí las señales son más claras

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Es momento de disfrutar de las vistas, atrás queda la ‘olla’ que da el apellido a Garganta, la Sierra de Tormantos y detrás Piornal y el Valle del Jerte

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Mientras avanzamos por la loma, La Vera se abre a nuestros ojos en su zona más baja, a la derecha veréis el Campo Arañuelo y en días despejados hasta los Montes de Toledo donde descansa el Geoparque de Villuercas

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Jaraiz de la Vera es visible sin problemas, tras ella el Valle del Tiétar, hacía calor el día que realizamos la ruta y el ambiente está cargado.

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Enseguida nos incorporamos a una pista, hay que  seguirla en el sentido de bajada, hacia la derecha, si no terminaremos en el pantano, de hecho este trozo de camino se llama así, Camino del Pantano.

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Quedan pocos cabreros en La Vera, uno de los oficios que antaño era muy habitual, soprende ver todavía rebaños de cabras, una pena porque los caminos se mantenían limpios con el trasiego del ganado; muchas de las costumbres, festivas y culinarias de esta tierra, están relacionadas con este pastoreo como Los Escobazos, en el plano festivo, o el tasajo en lo culinario.

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Abandonamos la pista en la Loma de Peña Madroño siguiendo los hitos marcados, por unos momentos seguimos una pequeña vereda, no es complicado porque está bien señalizada.

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Enseguida volvemos al bosque por un antiguo camino rodeado de paredes de piedra que nos lleva directos al Monasterio ¡y cómo se agradece la sombra!

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Llegamos a este lugar emblemático, descanso del Emperador Carlos V, aquí terminó sus días tras retirarse y abdicar en su hijo después de una vida de guerras, desafortunadamente el paludismo acortó su estancia.

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Me encanta encontrar los caminos señalizados, adquieren un valor importante, y son una referencia para el visitante que busca, además de ver monumentos, otras actividades en el entorno.

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Yuste es una delicia, he tenido la ocasión de visitarlo en varias ocasiones en profundidad, por mi trabajo de periodista, es un lugar increible aunque los turistas sólo vean unas pocas estancias. En los días en que escribo esta crónica recibo una nota de prensa de Patrimonio Nacional, dueño del edificio, en la que comunica que baja las entradas de 9 a 7 euros (para los españoles debería ser gratis porque es patrimonio de todos) podéis verlo aunque os aconsejo que lo hagáis con tiempo y que sea visita guiada (aprende uno muchas cosas). Aquí está la sede de la Fundación Europea de Yuste y hoy en las estancias visibles hya mucha historia. En la parte religiosa, no accesible, hoy sólo hay dos monjes paulinos de origen polaco pues no había en España quien sustituyese a los viejos cenobitas que también iniciaron su particular retiro en busca de descanso.

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Sólo algún dato, porque el edificio es una delicia; aunque los orígenes fundacionales del Monasterio de San Jerónimo de Yuste se encuentran en Plasencia y en la ermita de San Salvador de la Sierra, situada entre las localidades de Cuacos y Garganta la Olla, la primera célula del edificio que hoy podemos contemplar se encuentra en 1402, año en el que el propietario de los terrenos existentes entre los arroyos Gilona y Vercelejo (conocido también con el nombre de Yuste) son cedidos por su propietario para que los “ermitaños de la pobre vida”, nombre con el que se conoce a esta primera comunidad religiosa, pudieran levantar convento. La vida de este lugar se vio alterada en el siglo XVI cuando el todopoderoso emperador decidió retirarse aquí.

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Dejamos terreno monacal y seguimos un pequeño tramo por la carretera que baja a Cuacos de Yuste antes de desviarnos junto al Centro de Educación Ambiental

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El desvío está aquí, junto a la Cruz del Humilladero, pero ya que estamos veremos un lugar tan visitado como macabro, pero que recuerda parte de nuestra historia.

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Es el Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste. En este cementerio descansan 28 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron. El Volksbund en los años 1980–1983 los reunió en esta última morada inaugurada en presencia del embajador de la República Federal de Alemania en un acto conmemorativo hispano-alemán el 1 de junio de 1983. Sorprende la juventud de todos ellos, de apenas veinte años la mayoría.

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Volvemos sobre nuestros pasos y junto a la Cruz del Humilladero volvemos a ver la marca que nos señala la ruta de regreso a Garganta.

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y un poco más adelante, por si había alguna duda…

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Salimos entonces a una pista ancha que debemos tomar a la derecha hacia el cauce del Arroyo de Yuste que debemos cruzar. Aquí es donde coincidimos con el trazado del GR 111 ya hasta nuestro destino.

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El GR 111 no está homologado pero está bien señalizado (al menos en los tramos que he podido recorrer) está muy transitado

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En esta segunda parte del camino la pista es cómoda, transita por huertos y fincas de parajes como Los Matraqueros o la Hoja de Valjoncillo. Ya es fácil y estamos más cerca.

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Cerca de Garganta se suceden los bancales de castaños, olivos y cerezos. La Vera es agrícola, más que turística y vive de la tierra todo el año

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Nosotros hicimos la ruta en junio cuando los cerezos ofrecen esta deliciosa fotografía, cargados de fruto hasta tal punto que parece que van caer por su peso. Cerezas que, aunque no estén en el Valle del Jerte están dentro de la Denominación de Origen.

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Garganta asoma al camino y anuncia el final del paseo, un cachito de La Vera delante y detrás, una delicia para quienes amamos esta tierra y en especial esta comarca. Entramos al pueblo por el mismo puente por el que salimos pero ahora por la parte de abajo y cerramos el círculo.

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Nos saluda Garganta, ahora más tranquilos sin las prisas de hacer el camino nos detenemos en sus detalles. Yo no me fui sin comprar tasajo y cerezas, una delicia que aquí sabe mejor.

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Garganta la Olla tiene mucho que ver, pasear por sus calles es algo que aconsejo, hasta sus bares y tabernas son especiales. Entre ellos la Casa de las Muñecas, una casa de lenocinio con increibles detalles.

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Es un pueblo precioso y verato que tiene zonas de baños únicas, como las Pilatillas o el Tinajón. Muchos recuerdos de joven cuando veníamos en busca de la tranquilidad y de sus aguas, cuando la acampada era libre y disfrutabas de la naturaleza sin mayor problema; cierto es que el abuso y las negligencias hicieron imposible que las cosas continuasen así.

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La Vera. Paraíso senderista como todo el norte de Extremadura por sus montañas y valles. Cientos de propuestas encontraréis como oferta para quien guste de caminos y paisajes. Unos reales, o imperiales, otros sin tanto boato nos sumergen en parajes bellísimos donde el agua es la constante. La historia de los pueblos la hacen sus caminos, sus leyendas, su rutina; lejos del asfalto, hoy imprescindible, los senderos, pistas y veredas han construido historias que recuperamos trazando rutas que cuentan, y recuerdan, la vida de la gente. La Vera tuvo un emperador alojado, pero no es lo importante, las caminos los hacían la necesidad y los mantenían los lazos, el uso los convirtió en eternos; ahora lejos de perderlos, los señalizamos para que quede constancia de su existencia, para que perpetuemos su razón de ser, porque los trayectos se han hechos para usarlos, para seguirlos. Ahora sin prisas, con el ocio y el deporte como objetivo. Las rutas tienen personalidad propia, la de las gentes que las domaron, nada está hecho al azar, eso lo vemos quienes admiramos el trabajo de generaciones buscando escapar de la rutina y el aislamiento, por eso en La Vera cada uno es emperador de sus propios pasos, los que hacemos Andando Extremadura.-

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